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Sherlock Holmes. Narrativa criminal y ficción detectivesca

Por Grupo Akal 

En la literatura, desde la obra de Homero y la Biblia hasta la actualidad, siempre han existido los personajes malvados. No obstante, hasta un tiempo relativamente reciente, eran la justicia natural o el destino los que determinaban la caída final del malhechor; los detectives como Holmes no existían.

Orígenes de la ficción criminal

A finales del siglo XVIII, la mayoría de las novelas europeas podían clasificarse en dos grupos: comedias sociales y novelas góticas. La ficción criminal surgió a partir de este último género. Entre los primeros exponentes de este tipo de literatura se incluyen el marqués de Sade (1740–1814), quien retrató a crueles criminales de las décadas de 1780 y 1790 con un deleite considerable, y Matthew Lewis, que escribió novelas de misterio góticas más populares, como El monje (1796). Algunas novelas, como Las amistades peligrosas (1782) de Pierre Choderlos de Laclos, traspasaron las fronteras entre estas categorías. Ahora bien, pese a que todas estas obras contienen actividad criminal, no hay detectives que resuelvan los crímenes.

Sin embargo, en la primera mitad del siglo XIX, la narrativa criminal se internó por una senda distinta. El escritor estadounidense Edgar Allan Poe (1809–1849) y sus contemporáneos franceses Honoré de Balzac (1799–1850), Victor Hugo (1802– 1885), Alexandre Dumas (1802–1870) y Émile Gaboriau (1832–1873) dieron forma en sus historias a la figura del detective tenaz y establecieron así el tipo de ficción criminal que posteriormente daría fama a Conan Doyle.

Entre mediados y finales del siglo XIX, los escritores naturalistas, que creían que tanto la genética como los factores sociales determinaban la personalidad, examinaron la condición criminal. Algunas novelas notables en este sentido son Thérèse Raquin (1867), del francés Émile Zola, acerca de la asesina epónima, y Crimen y castigo (1866), del ruso Fiodor Dostoyevski, que analiza la mente de un psicópata. Veinte años después, Conan Doyle inventó a Sherlock Holmes, probablemente el detective con una repercusión e influencia más duraderas.

Predecesores de Holmes

El 31 de diciembre de 1813, mientras se hallaba a cargo de la Sûreté Nationale, Eugène François Vidocq apresó a JeanPierre Fossard, considerado uno de los criminales más temibles de París.

En ciertos aspectos, las raíces de la ficción criminal se hallan en la carrera de Eugène François Vidocq. Inspiración directa para muchos escritores franceses, desde Balzac hasta Gaboriau, Vidocq fue un criminal y espía que posteriormente canalizó sus habilidades hacia la legalidad y fundó la secreta Sûreté Nationale en París. Balzac entabló una íntima amistad con Vidocq y lo utilizó como modelo para los detectives de novelas como El padre Goriot (1835), Ilusiones perdidas (1837) y La prima Bette (1846). El detective más célebre de Balzac fue Jacques Collin, también conocido por su apodo, Vautrin. Dumas, asimismo, se inspiró en Vidocq para el ficticio monsieur Jackal de Los mohicanos de París (1854). Y en Los miserables (1862), Hugo basó ciertos aspectos de los personajes, tanto del delincuente reformado Jean Valjean como del inspector de policía Javert, en la asombrosa carrera de Vidocq, que para entonces se había publicado ampliamente, aunque de modo poco fidedigno, tanto por escrito como en los escenarios. Émile Gaboriau, por su parte, escribió acerca de las aventuras de Vidocq en novelas populares, como su serie de monsieur Lecoq, publicada a partir de 1866.

El relato de 1841 de Edgar Allan Poe «Los crímenes de la calle Morgue» volvió a publicarse en esta colección de 1893, que incluía también «El misterio de Marie Roget»

La fama de Vidocq se extendió hasta EEUU y, al parecer, Poe se inspiró en él para escribir la que muchos consideran la primera historia detectivesca pura. Poe también usó los términos «deducción» y «raciocinación» para describir los métodos de su detective C. Auguste Dupin, cuyo rasgo clave para resolver los casos es el pensamiento lateral. De hecho, Doyle reconoció que las historias de Poe fueron un modelo para la ficción criminal posterior y afirmó que, en particular, los tres relatos protagonizados por Dupin proporcionaron «una raíz a partir de la cual se desarrolló toda una literatura». El primero de estos relatos, «Los crímenes de la calle Morgue» (1841), es un ejemplo de historia de caso de «habitación cerrada», en la que se comete un delito, normalmente un asesinato, en condiciones en apariencia imposibles. En el segundo relato, «El misterio de Marie Roget» (1842), inspirado en un caso de homicidio real acaecido en Nueva York, Dupin debe reconstruir los últimos días de la vida de una misteriosa víctima. La tercera historia, «La carta robada» (1844), combina un duelo psicológico entre el detective y un chantajista con el problema «oculto a simple vista».

La mayoría de los escritores mencionados más arriba se leían en Gran Bretaña e influyeron en el desarrollo del género que se convertiría en una de las líneas más importantes de la edición popular.

Ficción criminal británica

El primer escritor británico importante de este género fue Wilkie Collins (1824–1889), autor de La dama de blanco (1860) y La piedra lunar (1868), publicadas unas dos décadas antes de que Doyle presentara a Holmes al mundo. Como muchas novelas de la época, aparecieron originalmente por entregas, y siguen siendo magníficos ejemplos de novelas de misterios y conspiraciones desvelados por una investigación ingeniosa.

Charles Dickens (1812–1870) fue el escritor más popular de la Inglaterra victoriana y un maestro del suspense. Como muchos autores de la época, publicó novelas por entregas en revistas

El gigante de las novelas por entregas inglés, Charles Dickens (1812– 1870), también experimentó con las historias de misterio e introdujo elementos del género en novelas como Oliver Twist (1838) y Nuestro común amigo (1865). Dos de sus historias de detectives más importantes son Casa desolada (1853), con el inspector Bucket, y El misterio de Edwin Drood (1870), que quedó inacabada a su muerte, protagonizada por el detective privado Dick Datchery.

Hacia la misma época escribía el autor irlandés Joseph Sheridan Le Fanu (1814–1873), autor de novelas de misterio góticas con elementos mágicos y sobrenaturales. Le Fanu también escribió novelas que contienen rasgos de la ficción detectivesca clásica, como La mano fantasma (1864), The Wyvern Mystery (1869) y En un vidrio misterioso (1872), que se presentan como recuerdos de un detective «oculto», el doctor Hesselius.

La llegada de Holmes

¿Dónde estaba la ficción detectivesca hasta que Poe le insufló aliento? Arthur Conan Doyle Cena conmemorativa del centenario de Poe (1909)En 1887, Conan Doyle publicó su primera historia sobre Sherlock Holmes, Estudio en escarlata. En esta novela incluía ya ciencia forense, una investigación detallada en la escena del crimen y un meticuloso análisis de los personajes. Consolidado como un personaje clave en los relatos de The Strand, Holmes se convirtió en un éxito, con un público lector cada vez más culto y entusiasta. Así resulta comprensible que la decisión de Doyle de matar a su mayor creación ficticia en 1893 provocara un escándalo. Al parecer, Doyle no era del todo consciente del atractivo de sus historias. Pero incluso sin Holmes, la ficción criminal se había afianzado en el mercado y, en sus muchas variantes, seguiría vigente durante todo el siglo XX y hasta hoy.

Contemporáneos de Holmes

Las penny dreadfuls (novelas populares por entregas) publicadas por The Union Jack se presentaban como «ficción de alto nivel». Esta portada de 1900 representa al detective Sexton Blake.

Aparte de Holmes, otros detectives de ficción cobraron popularidad en la época. Uno de ellos fue Sexton Blake, descrito como el «Sherlock Holmes de los pobres». Las primeras aventuras de Blake aparecieron por entregas en diarios y revistas a partir de 1893, y estaban escritas por diversos autores. La primera de ellas fue «The Missing Millionaire», de Harry Blyth. Al igual que Holmes, Blake vivía en Baker Street y tenía una casera tolerante. Se escribieron más de 4 000 aventuras de Blake, que continuaron hasta 1978 y se adaptaron para los escenarios, la radio y la televisión.

Otro autor contemporáneo de ficción detectivesca fue G. K. Chesterton (1874–1936), quien, además de escribir la brillante y oscura novela de suspense El hombre que fue jueves (1908), en la que la policía se enfrentaba a los anarquistas, creó al modesto padre Brown, sacerdote católico detective. Brown resuelve problemas aplicando métodos similares a los de Holmes, si bien, en tanto que sacerdote, recurre a sus conocimientos sobre la condición humana recabados en el confesionario. A lo largo de cinco volúmenes escritos entre 1911 y 1935, Brown se convirtió en un ingrediente básico de la dieta de ficción criminal de los británicos.

Hubo otros escritores notables que escribieron bajo la larga sombra de Holmes. El cuñado de Doyle, E. W. Hornung, presentó a Raffles, el caballero ladrón, en The Amateur Cracksman (1899); y E. F. Bentley escribió la popular novela Trent’s Last Case (1913), en la que su caballeroso detective Philip Trent se enamora de una de las sospechosas e incurre en varias conclusiones equivocadas.

Subgéneros de la ficción criminal

A principios del siglo XX, la narrativa criminal podía dividirse claramente en tres subgéneros principales: las historias de sabuesos, como las de Sherlock Holmes; la ficción criminal pulp; y los thrillers de espías, que a menudo implicaban siniestras conspiraciones. Un abismo separaba la clase de historias escritas por Conan Doyle y las populares y sensacionalistas narraciones tipificadas por los otros dos subgéneros.

La edad de oro británica

Hay pocas novelas de detectives que me sorprendan a día de hoy, pero las del señor Carr siempre lo hacen. Agatha ChristieLa época de entreguerras vino a conocerse como la edad de oro de la ficción detectivesca británica. Inspirados en las aventuras de Holmes, los relatos de esta época tienden a adoptar la forma de la narración criminal clásica, protagonizados por detectives aficionados más astutos que la policía y ambientados a menudo en el mundo de la clase alta británica. Agatha Christie fue sin duda la autora más célebre y con más éxito de dicho periodo, pero hubo muchos otros.

Entre ellos figuran Dorothy L. Sayers, con sus historias de lord Peter Wimsey, la primera de ellas El cadáver con lentes (1923); Margery Allingham, con sus relatos de Albert Campion, iniciados con The Crime at Black Dudley (1929); Ngaio Marsh, con los misterios del inspector Alleyn, como A Man Lay Dead (1934); y Leslie Charteris, con las historias de Simon Templar, que más tarde se convirtieron en la popular serie televisiva y la película El Santo. Presentado en 1928, Templar era un detective aficionado que vivía ligeramente al margen de la ley y tenía un gran instinto para la investigación y la justicia.

Otro autor de historias detectivescas fue John Dickson Carr (1906– 1977). Pese a ser de EE UU, ambientó la mayor parte de sus historias en Inglaterra, donde vivió muchos años, así que su obra suele considerarse dentro del ámbito británico. Entre sus investigadores figuran el decadente, encantador y desordenado doctor Gideon Fell (posiblemente inspirado en G. K. Chesterton) y el aristócrata sir Henry Merrivale. The Hollow Man (1935), titulada The Three Coffins en EE UU, incluye un capítulo en el que Fell imparte una conferencia de manual acerca de su metodología para resolver crímenes aparentemente imposibles. Carr escribió también una biografía temprana de Doyle.

Edgar Wallace (1875–1932), prolífico escritor inglés que vivió un tiempo en EE UU, donde ejerció con éxito como guionista, se convirtió en todo un fenómeno de la ficción detectivesca. En la cima de su fama, en la década de 1920, vendía más de un millón de ejemplares al año. Entre sus obras más destacadas figuran Los cuatro hombres justos (1905), El arquero verde (1923) y las historias de J. G. Reeder (recopiladas en 1925).

Agatha Christie. La reina del género

The Strand Magazine se editó entre 1891 y 1950 y publicó por entregas las obras de muchos escritores. Esta portada de 1935 representa a Hércules Poirot, el detective belga de Agatha Christie, en «The Crime in Cabin 66».

La reina de la ficción detectivesca del siglo XX fue Agatha Christie (1890– 1976). Se la considera la novelista con más ventas a nivel mundial, con cifras que se sitúan tan solo por debajo de las de la Biblia y las obras de Shakespeare, y sus libros se han traducido a 103 idiomas. Pese a su elevado estatus social, escribía obras «de cultura media» con las que atrajo al público general de todo el mundo.

Durante su dilatada carrera, publicó 66 novelas y 14 relatos, y escribió además la obra teatral representada durante más tiempo de la historia: La ratonera (1952). Entre sus títulos más destacados se cuentan El asesinato de Roger Ackroyd (1926), un candidato habitual al premio a la mejor novela criminal de la historia concedido por la Crime Writers’ Association, y Diez negritos (1939), con más de 100 millones de ejemplares vendidos.

Christie, dotada de una gran capacidad inventiva, concibió a dos detectives: el ex inspector de policía belga Hércules Poirot, al estilo de Holmes, y la aficionada pero brillante Miss Jane Marple, sagaz observadora de la naturaleza humana. Ambos realizan agudos análisis psicológicos de los protagonistas de cada historia y observan los detalles disponibles que se suelen pasar por alto por considerarse insignificantes, una lección que habían aprendido de Holmes. Poirot hizo su aparición en El misterioso caso de Styles (1920), que también lanzó la carrera de Christie, y protagonizó 33 novelas. Marple debutó en un relato breve, «El club de los martes» (1926), y la primera novela que protagonizó fue Muerte en la vicaría (1930); apareció en otras 11 novelas y en más de 20 relatos. Como el padre Brown de Chesterton, Marple es un personaje reservado y contemplativo que hurga modestamente en los misterios que ha de resolver. Tanto Poirot como Marple han protagonizado numerosas películas y series.

La edad de oro en EE UU

Philo Vance, el esteta y sabueso de S. S. Van Dine (pseudónimo de Willard Huntingdon Wright, 1888–1939), fue uno de los primeros grandes detectives de ficción estadounidenses al estilo de Holmes. Van Dine presentó a Vance tras escribir un estudio exhaustivo sobre el género, el cual dio lugar a El misterioso asesinato de Benson (1926) y otras 11 obras maestras de la novela detectivesca.

Las aventuras de Ellery Queen dio lugar a cuatro series televisivas. La primera temporada, en 1950, la protagonizó Richard Hart. Lee Bowman (en la imagen) asumió el papel tras la muerte de Hart en enero de 1951.

Los primos Frederic Dannay (1905–1982) y Manfred Bennington Lee (1905–1971) inventaron a Ellery Queen, su pseudónimo y su personaje. Investigador talentoso, presentado a menudo como el «autor» de sus libros, Queen se hizo popular tras la publicación de su primera novela, El misterio del sombrero de copa (1929). Hoy día, Ellery Queen se ha convertido en una marca, que aparece como personaje en revistas y adaptaciones para el teatro, la televisión y el cine.

Con todo, el más claro heredero de la capa y la gorra de cazador de Holmes en EE UU es el detective de Rex Stout, Nero Wolfe. Wolfe vive en una casa típica de la zona alta de Manhattan, donde cuenta con la asistencia de su cocinero, Fritz, y de un ayudante, Archie Goodwin, quien, al igual que Watson, hace de narrador. Las deducciones de Wolfe, como las de Holmes, se basan en sus conocimientos y su experiencia y exigen la suspensión de la incredulidad. Los orígenes de Nero Wolfe son un misterio. Algunos holmesianos sitúan sus raíces en Europa del Este; otros sugieren que es el hijo ilegítimo de Irene Adler y Holmes.

La novela negra

En las décadas de 1930 y 1940 surgió en EE UU otro tipo de narrativa criminal. Se trataba de novelas despojadas de sentimentalismo, realistas y descarnadas, protagonizadas por cínicos detectives antiheroicos muy diferentes de Holmes. Este nuevo estilo vino a conocerse como novela negra o hard-boiled. Dashiell Hammett (1894–1961) y Raymond Chandler (1888–1959) se consideran los fundadores de este subgénero.

Los tres personajes más destacados de Hammett, el agente sin nombre de la Continental de Cosecha roja (1929), Sam Spade de El halcón maltés (1930) y Nick Charles de El hombre delgado (1934), se encuentran inmersos en misterios que solo pueden resolverse mediante una sagaz labor detectivesca. En cambio, el sabueso de Raymond Chandler, Philip Marlowe, es menos ingenioso y a menudo se limita a seguir un rastro de cadáveres y a glamurosas mujeres fatales que lo conducen a conclusiones a menudo inescrutables y violentas, en obras como El sueño eterno (1939) y Adiós, muñeca (1940).

El legado británico de Holmes

Más de un siglo después de Holmes, el auténtico legado de la invención de Doyle puede apreciarse en varios autores de ficción criminal británicos.

D. James (1920–2014) escribió ingeniosas historias ambientadas a menudo en lugares remotos. Presentó a la investigadora privada Cordelia Gray en No apto para mujeres (1972), y posteriormente publicó una serie de novelas protagonizadas por el comandante Adam Dalgliesh, comenzando por Sabor a muerte (1986). Gracias a su magnífica prosa, las novelas de James no tardaron en considerarse obras de literatura seria.

Por su parte, Ruth Rendell (1930– 2015), que también publicó bajo el pseudónimo de Barbara Vine, destacó como creadora de novelas criminales psicológicas. Su principal serie de novelas está protagonizada por el meticuloso y analítico inspector jefe Wexford; la serie empezó en 1964 con Dedicatoria mortal y se prolongó en otras 12 novelas hasta 1983.

Colin Dexter (n. 1930) creó al irascible inspector Morse y a Lewis, su compañero a lo Watson. En efecto, el formato de Dexter es similar al de Doyle, pues Lewis suele ocuparse del trabajo preliminar mientras que Morse resuelve el misterio. Iniciada con Último bus a Woodstock (1975), la serie se prolongó en 13 novelas hasta 1999.

Ian Rankin (n. 1960) jamás concibió sus libros como novelas de género, pero su serie del inspector Rebus, iniciada con Nudos y cruces (1987), ha continuado en otros 18 títulos y lo ha afianzado como uno de los principales autores de narrativa criminal modernos. Rebus, un personaje que genera pocas simpatías, se mueve por instinto, usando una combinación de lógica holmesiana y tácticas intimidatorias a lo Philip Marlowe.

Como ya se apunta en los relatos criminales de Poe y se hace explícito en Holmes, con sus brotes depresivos y su consumo de drogas, muchos de estos sabuesos viven atormentados por asuntos románticos o familiares, por el alcoholismo y por fantasmas del pasado, entre otras cosas.

Ficción criminal reciente

El legado de Sherlock Holmes tiene continuidad en autores de ficción criminal de todo el mundo, pero sobre todo de EE UU.

El estadounidense John D. Macdonald (1916–1986) inventó a Travis McGee, un detective independiente propietario de un barco en Florida que asume casos que le intrigan o indignan. El lector, situado en el papel de observador, se ve obligado a interpretar las averiguaciones de McGee hasta que este resuelve los casos. McGee recopila pruebas y cavila sobre los problemas, va conectando las pistas y, como Holmes, las utiliza para dar caza a los villanos.

El escritor sueco Stieg Larsson (1954–2004) solo llegó a escribir tres de los diez libros que debían componer la saga Millenium. Las adaptaciones para el cine han cosechado un gran éxito.

El estadounidense-canadiense Ross Macdonald (pseudónimo de Kenneth Millar, 1915–1983) escribió una serie de aventuras acerca del detective privado californiano Lew Archer. Pese a emplear esporádicamente tácticas violentas, Archer realiza una labor detectivesca excelente.

Así como Holmes fue un pionero en el uso de la ciencia, la estadounidense Patricia Cornwell (n. 1956) ha sobresalido describiendo la ciencia forense moderna con un grado de detalle que revuelve el estómago. Su protagonista, Kay Scarpetta, utiliza sus habilidades culinarias para examinar los restos mortales y se enfrenta a criminales en novelas como La granja de cuerpos (1994). Otra estadounidense, Karin Slaughter (n. 1971), que debutó con la novela Ceguera en 2001, también describe investigaciones forenses con pelos y detalles.

La ficción criminal es ya un género consolidado, sobre todo en Francia, España, Rusia, Japón y Escandinavia, y muchos autores de habla no inglesa como Stieg Larsson y Pierre Lemaitre han logrado una gran popularidad en todo el mundo. Al margen de los orígenes y el estilo de cada autor, no cabe duda de que todos han bebido del legado del indomable Sherlock Holmes de Conan Doyle

El texto y las imágenes de esta entrada son un fragmento de: “El libro de Sherlock Holmes”

Tomado de: No cierres los ojos

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Violencia epistémica y un sistema que está roto

Ares (Cuba)

Por Kenneth Fowler Berenguer

Tony García Álvarez publica en su muro de Facebook el texto íntegro de un correo que recibiera un profesor de la Universidad Tecnológica de La Habana (Cujae), denegándosele la publicación de un artículo que había sido sometido a una de las revistas del consorcio John Wiley & Sons, Inc. por, básicamente, vivir en nuestro país.

La misiva reza, y cito:

«Esta revista agradece las contribuciones de todo el mundo. Sin embargo, debemos cumplir con las leyes y regulaciones de sanciones.

Durante el procesamiento de rutina de su manuscrito, se notó que uno o más autores residen en una nación actualmente bajo sanciones. Esto no debe obstaculizar la gestión del artículo por Wiley, el editor de la revista, si:

(1) dicho autor no está en ninguna de las siguientes listas:

Lista consolidada de personas, grupos y entidades sujetas a sanciones financieras de la Unión Europea.

Lista consolidada de objetivos de sanciones financieras de la Oficina de Implementación de Sanciones Financieras del Reino Unido.

Lista de sanciones de la Oficina de Activos Extranjeros del Departamento del Tesoro de Estados Unidos.

Lista consolidada de sanciones del Departamento de Comercio y Asuntos Exteriores de Australia o no es de Corea del Norte, Crimea o Sudán del Sur; y

(2) (a) no es empleado del gobierno de Irán, Siria o Cuba; o

2 (b) (I) está preparando artículos en su «capacidad personal» (en otras palabras, «no como representante oficial o en nombre de un gobierno sancionado»); o

(2) (b) (II) está empleado en una institución académica o de investigación donde la investigación o la educación es la función principal de la entidad (…).

Habiendo verificado a los autores de este manuscrito con las excepciones anteriores, lamentamos no poder continuar con el procesamiento de su manuscrito».

Pocas veces se nos presentan de manera tan clara los mecanismos internos del funcionamiento del Bloqueo contra la Isla. Claro, que no pasa con todos, en Cuba al año se publican muchos artículos en esa misma plataforma y en otras de más o menos renombre en distintas áreas del saber. Pero pasa y, como señalaba en la más reciente emisión de Palabra precisa el profesor Ayuban Gutiérrez Quintanilla, eso es muestra de que Cuba no se relaciona con el mundo –o mejor, el mundo no se relaciona con Cuba– en términos regulares.

Pero ya hemos visto esto antes, no es nada que nos sorprenda, aunque no estemos acostumbrados –nunca uno se acostumbra a estas cosas. Creo que al final podemos sacar dos reflexiones.

La primera es sobre la gran carga de violencia epistémica que trae consigo el Bloqueo, y no voy a centrarme en Estados Unidos ya que el Bloqueo es, como se ha mencionado en otras ocasiones, no más que la forma específica que adopta la violencia imperialista en el caso Cuba luego de 1962. Violencia que ha cristalizado en otras formas y en otros contextos como golpes de Estado, Guerra Fría, intervenciones militares, y un largo y variado etcétera.

El Bloqueo es un acto de violencia en todos los ámbitos y el cultural-epistémico no puede desdeñarse. El objetivo, en esta arista, es «borrar» a esta Isla del mapa de los imaginarios colectivos del mundo. No puede permitirse el capital que exista en la mente de las personas la idea de que hay ciencia, pensamiento, intelecto y desarrollo –sea cual sea el nivel que hayamos podido alcanzar en esos apartados– en Cuba bajo su proyecto de emancipación. Eso explica cómo hay extranjeros que se asombran de encontrar ciertas marcas de autos en el país, o de que sostengas cierto tipo de conversaciones con ellos, o que aún algunos mantengan la idea de que Fidel nos daba el toque de queda con una corneta todos los días en la Plaza de la Revolución. Créanme que no puedo inventarme estas cosas.

Es al final una cuestión del debate civilizatorio. La epistemología del Norte centra la dicotomía civilización/barbarie desde una perspectiva eurocéntrica a la que le es totalmente funcional que se instale en el imaginario colectivo la idea de que es solo dentro de «sus» modelos de sociedades donde se puede realmente cultivar el intelecto y sembrar las semillas del «progreso». ¿África, Asia, América Latina? Son solo grandes «aldeas bárbaras», ahí nadie puede entender la Física Nuclear, o la Ciencia de Materiales, o los últimos desarrollos del quehacer artístico. Relegando al Sur global a la «barbarie» se hace más sencillo subyugarlo.

Debemos reflexionar desde aquí cuántas veces no incurrimos nosotros en el mismo tipo de violencia, cómo la expresamos en nuestros currículos escolares o en nuestros medios de comunicación. Como decía Freire, «cuando la educación no es liberadora, el sueño del oprimido es volverse opresor».

La segunda reflexión es sobre la decadencia del sistema de publicación y comunicación científica a escala global. Que un editor se sienta en el derecho de vetar de manera discrecional una publicación por razones de política extraterritorial, que no se someten ni tan siquiera a una crítica consecuente es una aberración. Pero no deberíamos ufanarnos en «corregir» la aberración cuando es el sistema por medio del cual comunicamos la ciencia el que está roto.

Y no quiero que se me malinterprete: la revisión por pares constituye un signo de avance en la historia de la ciencia. Pero la revisión por pares resuelve un elemento: la validación del conocimiento y de las buenas prácticas científicas y éticas por medio de las cuales se arribó a él. Pero no resuelve los problemas de la comunicación de ese conocimiento, ni su aplicación a los contextos específicos de cada país, ni la relación de las políticas públicas con ese conocimiento, ni su control luego de ser aplicado en forma de tecnologías. Tampoco resuelve, como hemos visto, la politización del proceso de publicación científica.

Luego, si conformamos todo el universo de la investigación científica alrededor de la revisión por pares, se comienzan a dar una serie de problemas estructurales; se cierra cada vez más la burbuja académica y se abre la brecha entre los generadores y los usuarios de ese conocimiento; se produce un desbalance entre publicar en revistas de alto impacto –y sabemos que el «impacto» tiene mucho que ver con razones económicas y de hegemonía cultural– y comunicar la ciencia en los países de origen; se diseñan políticas públicas dentro de la academia y a nivel de país basadas, primordialmente, en las publicaciones y no en otros parámetros; se atrofian los mecanismos colegiados de control sobre la aplicación de las tecnologías porque «ya está publicado».

Los países del Sur global no deberíamos dejar que el fruto de nuestro intelecto sea manejado por conglomerados pertenecientes al hegemón científico-tecnológico capitalista. Debemos encontrar vías de integración horizontal para desarrollar labores investigativas, comunicar la ciencia con los públicos y subvertir los imaginarios instalados, fruto del coloniaje cultural imperial, sobre cómo debe funcionar el ejercicio de generación, validación, despliegue y control del conocimiento. Una integración que debe ser doblemente dialógica, entre los pueblos del Sur y de estos con el mundo. Una cultura nueva que es lo que nos impone la lucha por sociedades más justas.

Tomado de: Granma

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El pitching sobre un libro de pelota

Por Arturo Sotto

“El tipo puede hacer cualquier cosa para ser distinto, pero hay algo que no puede cambiar. (…) El tipo puede cambiar de todo, de cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de Dios, pero hay una cosa que no puede cambiar, no puede cambiar de pasión”. El parlamento que acabo de leer pertenece a la película argentina El secreto de sus ojos, de Juan José Campanella, con guion del propio Campanella y Eduardo Sacheri, y es pronunciado por el personaje que interpreta Guillermo Francella, en el momento que describe y sintetiza la naturaleza del hombre que lleva años buscando para conducirlo ante los tribunales. El parlamento de Francella acudió a mi memoria en más de una ocasión mientras leía el volumen de sagaz y atractivo título: Cuando el béisbol se parece al cine.

Confieso que no pensaba en ese parlamento de la película argentina porque el nombre del libro que hoy presentamos hiciera referencia al cine, más bien por una curiosa analogía. Estoy convencido de que el autor de esta obra puede mañana abandonar su labor de más de treinta años y hacer entrega de la dirección de La gaceta de Cuba a otro colega de similar talante; puede cambiar el rumbo de sus caminatas matutinas y no hacer la escala programada en alguna oficina de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac); puede incluso, en el peor de los casos, renunciar a su vocación literaria y no escribir un poema más por el resto de su vida. Sin embargo, hay algo que nunca podrá cambiar: su pasión por la pelota, hablar de béisbol como un ejercicio metódico y cotidiano que confirma el axioma de que “no hay nadie más conversador que un viejo fanático del béisbol”. Este añejo aficionado que nos regala tan enjundiosa obra tiene además una serie de singulares sellos distintivos, apenas citaré los más notorios: nació en Caracas, pero su estirpe es manzanillera; realizó sus primeras labores como profesional de la literatura en los predios de la llamada Habana Campo, aunque sus estudios y la mayor parte de su existencia transcurrieron en “el poético caserío de El Vedado”; si se afina el oído desde el balcón de su casa se pueden escuchar los vítores del estadio Latinoamericano, pero su corazón lleva años anclado a los triunfos y desventuras del equipo de Santiago de Cuba. Con semejante pedigrí no podría dedicarse a la política, porque estaría siempre bajo sospecha, quizás al espionaje. Si tuviera que resumirlo en una línea de texto cinematográfico diría: “Nobody is perfect”. Si debiera traducirlo al castellano, me valdría de su propia definición cuando recuerda la forma en que lo presentaba nuestro querido Rufo Caballero: “Norberto Codina, un revistero nato (…) con el único defecto de no ser industrialista”.

Una vez presentado el autor, pasemos a la obra.

El libro propone un acucioso recorrido por los nexos que establece el béisbol con aquellas cosas que le son afines, comenzando por el cine y derivando en otras expresiones del arte, la literatura, la cultura toda, de Cuba y el mundo. Un paseo tan acariciado por el autor, que solo las normativas editoriales de la imprenta nacional podían detener. Norberto inicia su enjundiosa investigación haciendo un ejercicio de síntesis para determinar, entre esas afinidades, tres vasos comunicantes que resultan invariables y suelen cumplirse como las leyes fundamentales de un tratado filosófico. La primera de ellas es la ley de las probabilidades, para refrendarlo afirma: “No por gusto es el deporte de las estadísticas. (…) En cada lance puede pasar cualquier cosa. Es un enigma”. En eso lleva razón, si lo comparamos con el cine podríamos aseverar que la séptima de las artes contiene infinitas probabilidades discursivas, tanto en su estructura de guion como en el lenguaje técnico, al punto de que numerosas películas han sido narradas desde el final de la trama hacia el inicio, sin que por ello disminuyan las expectativas y la obra deje de ser eso: un enigma. “Dos. El juego puede ser lo más divertido o lo más aburrido del mundo”. Nunca mejor dicho. Incluso lo que en el béisbol se considera un juego perfecto —cero hits, cero carreras— , en el cine sería una película muy aburrida, no ocurre nada hasta la séptima entrada; a partir de ese inning comenzamos a sentir la ansiedad del protagonista, el pitcher, por conseguir el mayor mérito que le está reservado en su vida como atleta. “Tres. La pelota, como un buen cuento (…) es tal vez el único deporte donde Cronos no cuenta”. En eso también lleva razón, aunque las demandas del mercado televisivo han tratado de acorralarlo, el béisbol ha librado batallas por defender su esencia, sin mayores concesiones, y conservar así su libertad de forma y espíritu; cosa esta más difícil en el cine, a menos que el pitcher sea una celebridad (entiéndase por ello un director de renombre al que se le permite rodar una película de tres horas o más de duración). Aunque a decir verdad, hay ocasiones en que Cronos se hace presente en la figura del árbitro principal, como en aquel juego que me tocó filmar para el documental Breton es un bebé, en la temporada de 2007-2008, donde Santiago le ganaba a Industriales 8 carreras por 0, con Norge Luis Vera en el montículo. A la altura de la sexta entrada la coloración del juego comenzó a cambiar: Industriales empató y el árbitro ordenó el cese de las acciones a la una de la madrugada, con la promesa de que serían reanudadas a la mañana siguiente. El partido terminó con victoria para Industriales. Si el hecho fuese contado como una película de ficción diríamos que detrás de ese resultado está la mano del guionista. Críticos y espectadores atacarían la película bajo el argumento de que una remontada como esa sería impredecible e improbable. Pero para ser justos y no alterar la paz del homenajeado, tampoco se trata de convertir la presentación del libro en una esquina caliente, debo reconocer que esa serie nacional —si mal no recuerdo era la numero 47—, la ganó Santiago.

El texto de Norberto se esmera en relacionar dichos llamados vasos comunicantes que rebasan el universo cinematográfico, para abordar el béisbol como un estamento de la cultura y la historia de nuestro país y celebrar su condición de patrimonio cultural de la nación; asunto este que podemos añadir a la extensa lista de retardos y postergaciones que tanto padecemos, más graves en lo económico, pero no menos lamentables en los terrenos de la cultura. El libro adquiere así un carácter enciclopédico. Ardua ha sido la labor de recopilar anécdotas, referencias y alusiones, tanto artísticas como historiográficas; recuerdos memorables, sentencias de envidiable sabiduría conceptual, fragmentos de entrevistas y estudios sociológicos. En fin, todo suceso o enunciado que tribute a establecer conexiones, más o menos tangibles, que reconozcan y legitimen el valor patrimonial de un deporte que es parte indisoluble de la identidad nacional. Pensar en el retardo, la burocracia de los trámites y el cúmulo de evidencias labradas en más de siglo y medio de existencia, me remite nuevamente al cine. Otorgarle al béisbol la condición de patrimonio cultural de la nación debió haber sido un proceso tan expedito como la manera en que Fidel le obsequió el carné del Partido a Cayita Araujo (véase el documental Cayita, de Luis Felipe Bernaza). Una de las tantas certezas que podrían incorporarse al expediente de validación patrimonial, la encontramos en las palabras de ese grande de la historiografía beisbolera, Ismael Sené.  En un correo electrónico que enviara Sené al autor de este libro, este expresa: “Creo que hay muy pocos intelectuales norteamericanos que no hayan hablado del béisbol, y para nosotros es tan nuestro como para ellos, pues si ellos lo crearon nosotros lo expandimos”. Me atrevería a aseverar, parafraseando una sentencia similar relacionada con el fútbol, que ellos lo crearon y nosotros lo convertimos en arte.

Tengo la impresión de haber leído muchas veces el libro que presentamos hoy, como un texto oral, en las disímiles conversaciones que he sostenido con Norberto a propósito del tema que nos ocupa. Lo más complejo, a mi entender, en la conformación de este volumen, es la manera en que Norberto ha conseguido estructurar toda la información recopilada. Lo percibo como un laborioso artesano chino —lo de chino lo sugiero como rasgo de minuciosidad, atento a cualquier nueva manifestación de la cultura que apunte hacia ese objetivo aglutinador. Lo imagino hilando el armado de un gigantesco rompecabezas donde las piezas deben adquirir un carácter concomitante hasta llegar a convertirse en un enriquecedor ensayo sobre nuestro deporte nacional. No obstante, si mi labor como lector debe ser validar alianzas, debo confesar que algunas de ellas pueden resultar discutibles. Si como afirma Eladio Secades, “en el béisbol nacional no hay diletantes, sino críticos. No hay aficionados inocentes y fáciles de complacer, sino expertos armados de cultura y exigencia”, podríamos considerar que en el mundo del cine sí hay cuantiosos diletantes, también críticos, algunos buenos, pero abunda también mucho crítico diletante refugiado tras la muralla escurridiza de las redes sociales, más cargadas de exigencias que de cultura.

El libro de Codina está plagado de hallazgos históricos y literarios que estimulan el interés por la lectura, tanto para entendidos como para neófitos, y en su gran mayoría los encontrará el lector revestidos con la gracia que es consustancial al autor del volumen. Tratándose del lugar donde nos encontramos (los jardines de la Uneac), me complacería compartir uno de estos citados hallazgos, que ruego sea interpretado con el humor que caracteriza al gremio. Me refiero a la “novena literaria” que conformaran, siendo estudiantes universitarios, Pío E. Serrano, Wichi Nogueras, Jesús Díaz, Guillermo Rodríguez Rivera y otros cómplices de irreverentes humoradas, propias de la juventud —como los famosos epitafios—, que acompañan la memoria de esa generación de la literatura cubana. Dice Pío E. Serrano: “Por entonces estábamos en la Universidad, en la Escuela de Letras, nos entreteníamos imaginando un equipo de pelota formado por los escritores cubanos vivos que más admirábamos. Discutíamos sobre quién sería el cuarto bate y jugador de la primera base, si el ministerio ético y el ministerio poético de Lezama o la suntuosa y profunda capacidad comunicativa de Baquero; de acuerdo con las preferencias del día otorgábamos a uno o a otro, en contrapartida, la posición de lanzador y (…) segundo bate. El resto del equipo lo teníamos, más o menos, perfilado: Eliseo Diego, segunda base y tercer bate (el vate al bate, decía Wichi, y se reía); Carpentier, center field y primer bate; Heberto Padilla, short stop y quinto bate; César López, tercera base y séptimo bate; Antón Arrufat, el campo derecho y octavo bate. Para la posición de catcher y noveno bate (…), Lisandro Otero. Si tuviéramos que incorporar a Norberto Codina en tan selecta nómina, le daríamos la responsabilidad que él mismo se adjudicara en la primera crónica que publicó sobre béisbol: “manager de gradería”.

De estas revelaciones hilarantes pasamos a entramados más reflexivos, citemos, por ejemplo, los párrafos que recogen las proezas de Orestes Minnie Miñoso o Martín Dihigo, el Maestro, el Inmortal; la participación de nuestros atletas en el béisbol de la gran carpa, las ligas negras y los campeonatos latinoamericanos; algunos pasajes de la historia del béisbol venezolano (deuda del autor con la tierra que lo vio nacer); la intervención de peloteros mambises en las contiendas independentistas; la crónica de Casal sobre el primer libro dedicado al béisbol en Cuba; los equipos femeninos; el himno de Gibara; la caracterización de la República que hiciera Cintio Vitier relacionada con la práctica deportiva, o los versos de Fina García Marruz que describen aquellos años: “Hablo de un tiempo en que lo único serio fue el deporte…/ Solo era libre el pelotazo de Luque”.

Mención especial haría al emotivo capítulo que describe los pormenores de las manifestaciones de racismo en el béisbol profesional y amateur. La forma en que se acuñó el término cubans para escapar de las reglas excluyentes del béisbol norteamericano, de manera que los jugadores “morenos o mulatos” se hacían pasar por cubanos para jugar en torneos donde participaban jugadores blancos. “No es hasta después del triunfo de la Revolución, en el año 1960 —apunta el contertulio Dr. Félix Julio Alfonso, refiriéndose al béisbol nacional— que la Liga Amateur permite que tres peloteros negros participen en uno de sus equipos, en este caso el Club Teléfono, donde jugaron Ricardo Lazo, Alfredo Street y Cachirulo Díaz.

Reitero la virtud enciclopédica, ensayística, amena y reveladora de este volumen para coincidir con la observación que hace Orlando Hernández, crítico de arte, no el pitcher del mismo nombre, cuando escribe: “Sin duda alguna, el béisbol resulta ser un gran generador de sentidos, de significados, y puede (y debe) utilizarse como una gran metáfora para expresar o entender no solo el arte, sino la realidad en que vivimos”. Entendamos que si el gran propósito de este libro es celebrar el béisbol como una forma cultural ineludible de esta Isla, y a sabiendas de que la cultura es el alma y escudo de la nación, nos corresponde entonces cuidar con delicadeza suma las entrañas del alma y fortalecer el escudo.

Decía Bertolt Brecht que artista no es solo aquel que se inspira y crea, sino también el que con su trabajo consigue que otros se inspiren y creen. Ese es otro atributo que me gustaría destacar de este libro, su capacidad inspiradora, ya sea para abrir nuevos escenarios de investigación y análisis en el orden histórico y deportivo, como para aquellos que se presten a descubrir motivos narrativos que ameriten futuras películas. Pensar en cine es vicio que nada aplaca, de modo que mientras leía visualizaba la escena de un docudrama donde Raúl Roa saca unos guantes y una pelota, y arma un “cuatro esquinas” en la mismísima Plaza Roja, no la de la Víbora, sino la de Moscú, a un costado del Kremlin. ¿Por qué no abaratar costos y cambiar la mirada de todos esos guiones que andan engavetados por ahí, esperando la apuesta lucrativa de un gran estudio o compañía que se decida a contar la historia de la mafia en La Habana? Quizás sería más atractivo olvidarnos del criminal refinamiento de Meyer Lansky y convertir en protagonista de la trama a un pelotero negro, Clemente Carreras González, Sungo, quien fuera tercera base del club Habana, coach del Almendares y chofer de Lucky Luciano; el hombre que sirvió de guía a Marlon Brando por los cabarés y tugurios de la playa de Marianao. Es muy posible que la vida de Sungo no tenga el glamur al que nos tiene acostumbrados ese subgénero del cine norteamericano, pero estoy seguro de que sería más emotiva y no menos truculenta. ¿Por qué no hacer justicia poética con Basilio Cueria, el big boy? En palabras de Guillén: “Aquel gigantesco mulato que jugaba como catcher del Marianao. Ha cambiado el diamante por la trinchera, (…) vive la gloria altísima de combatir el fascismo en España”. El big boy fue de los primeros voluntarios internacionales en formar parte de la Brigada Lincoln, comenzó de soldado y llegó a ser capitán de ametralladoras en la Brigada del Campesino.

Si se trata de apegarnos al clasicismo melodramático del biopic (película biográfica), podría fabular con la historia de un niño cuya vocación primigenia era convertirse en player de béisbol, al punto de prestar menuda importancia a lo que el futuro le tenía reservado, y abrazar el juego de las bolas y los strikes como un destino manifiesto. Con el arribo a la adolescencia se muda a los Estados Unidos (si aspira a convertirse en jugador profesional debe ingresar en un colegio de altos estudios). Se decide por Columbia y se inscribe en el club de novatos de la universidad. Sin dinero para sufragar sus estudios, comienza a escribir artículos para revistas y periódicos que reciben el rechazo por respuesta. Vende su ropa y con mucho esfuerzo consigue firmar un contrato con un club profesional, pero un accidente, un mal gesto, una contracción de vertebras en un lance a segunda base, le provocan una lesión en la espalda que troncha su carrera beisbolera y convierte el dolor en una dolencia crónica que lo afectará por el resto de sus días. La película termina con esos socorridos carteles que los espectadores agradecen, con lágrimas en los ojos, ávidos por conocer lo que deparó la vida para el niño prodigio. Fondo negro y letras blancas, reza el cartel: Algunos años después, José Raúl Capablanca se convirtió en campeón mundial de ajedrez.

Así es el béisbol de pasional. Al decir de Walt Whitman, es “un juego maldito en el que todos los que están en el terreno tienen que luchar contra los fantasmas que les han precedido.” ¿No es eso también el cine?

Tomado de: La Jiribilla

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American curios

Por David Brooks

Es Halloween y el susto está por todas partes.

Este país desde sus orígenes se ha definido en gran medida en torno al temor ante “lo otro”, sus políticos han justificado guerras, invasiones, intervenciones, tortura, genocidios de indígenas, esclavitud, discriminación y un fervor armamentista sin igual hasta hoy día. Casi todo organizado en torno a una constante “amenaza” que casi siempre proviene del exterior. El enemigo, como en casi todos los países, es “demonizado” –la amenaza mexicana, la “amarilla”, la “roja” (primero indígenas, después comunismo)– y así nutriendo más guerras, olas antimigrantes, xenofobia y una percepción del crimen vinculado a minorías y a los “otros” (con ello se ha llegado a ser el país más encarcelado del mundo).

El país más poderoso de la historia es aparentemente el país más asustado del mundo.

Por eso Estados Unidos necesita el presupuesto militar más masivo del planeta (más grande que el total combinado de los próximos 11 países con mayor gasto militar), el temor siempre ha sido entre las mejores armas de los políticos para justificar y mantener su poder y las guerras casi constantes a lo largo de la historia de este país.

Pero este Halloween, los principales demonios y monstruos, “enemigos” y otros que amenazan a este país ya no provienen de “afuera”, no son extranjeros, ni extraterrestres, ni están disfrazados de otras cosas, sino que son estadunidenses. Según el consenso de las agencias de inteligencia y de seguridad interna y de una amplia gama de analistas políticos, la mayor amenaza a Estados Unidos hoy día proviene de extremistas blancos y sus promotores, entre ellos el ex presidente Donald Trump y sus aliados. “Cuando visitaba Estados Unidos en los 60 y 70, tenía que firmar una declaración de que no tenía la intención de derrocar al gobierno estadunidense por la fuerza. Nunca me di cuenta que ésta sólo se aplicaba a los extranjeros”, tuiteó recientemente el gran cómico inglés John Cleese, integrante de Monty Python.

Las investigaciones en curso sobre el atentado de golpe de Estado del 6 de enero continúan revelando una red cada vez mayor de complicidades entre agrupaciones extremistas de derecha y legisladores federales y asesores republicanos. El Washington Post, en una amplia investigación, concluye que ese día sólo fue una parte del “asalto por el presidente Donald Trump sobre la democracia estadunidense” que impulsó desde meses antes y que esa “insurrección no fue un acto espontáneo ni un evento aislado. Fue una batalla sobre una guerra más amplia en torno a la verdad y sobre el futuro de la democracia estadunidense” (https://www.washingtonpost.com/politics/interactive/2021/jan-6-insurrection-capitol/).

Hace una semana una gama extraordinaria de prominentes escritores, académicos y analistas conservadores tradicionales, centristas y liberales publicaron una Carta Abierta en Defensa de la Democracia deplorando el asalto por fuerzas trumpistas al proceso político-electoral. “Instamos a todos los ciudadanos responsables a quienes les importa la democracia –funcionarios públicos, periodistas, educadores, activistas, sociedad en general– a hacer de la defensa de la democracia una prioridad. Ahora es el momento para que líderes de todos tipo… se presenten a ofrecer su apoyo a la República”, escribieron.

Durante los años de Trump y ahora con el Partido Republicano subordinado a su proyecto neofascista, voces desde Noam Chomsky hasta las de ex generales –en sí algo inusitado– han repetido que el experimento democrático estadunidense está más amenazado hoy que nunca desde la Guerra Civil, algo que podría tener graves consecuencias internacionales.

Mientras el Halloween desafortunadamente ha contaminado a México desde hace años, el Día de Muertos está infiltrando cada vez más a Estados Unidos. Tal vez eso abre la posibilidad de convocar a los grandes defensores de este pueblo de migrantes –con cempasúchil y copal y tal vez un poco de whisky también– a acompañar la lucha para rescatar sus principios democráticos y para dejar de asustarse y, con ello, asustar a todos a su alrededor.

Harry Belafonte. Zombie Jamboree. https://open.spotify.com/track/1WC367oL0q70xpMlGuy90b?si=d65cce3040c44968

Tomado de: La Jornada

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El régimen de los ‘chaebol’

Foto: La verdad noticias

Por Eduardo García Granado @eduggara

Cuando las posibilidades de transformación radical son pequeñas, las distopías abundan en los espacios culturales e ideológicos. En ellos se pueden sentir con nitidez las dinámicas perversas del modelo. Cualquiera que haya visto El juego del calamar en las últimas semanas habrá sentido la pérfida lógica del capitalismo de la (no) libre elección. Los años de la libre competencia en los que la creatividad, el ingenio y la capacidad de ofrecer algo de la mejor y más eficiente forma al resto determinaban el acceso al éxito del mejor capitalista entre los capitalistas quedan lejos. Hoy la concentración de capital es tan gigante, la diferencia de poder entre la alianza de clases dominante y el resto es de una magnitud tal que solo queda para quienes están al borde de “caerse” del sistema el azar y la suerte que el mismo capitalismo ofrece.

Los liberales más honestos ideológicamente dirán con inocencia que esto no es capitalismo; los más desvergonzados armarán una y otra vez campañas apelando a la libertad de oportunidades o al mérito. Importa poco si los voceros de estos grandilocuentes conceptos son conscientes o no de que ambos son incompatibles con el capitalismo en su actual fase de desarrollo. Cínicos o crédulos no importa; sino que efectivamente cumplen la tarea de estirar hasta el infinito el chicle del no capitalismo que, en definitiva, ejerce como sostén ideológico de las lógicas de explotación: “si hay desigualdad, no es capitalismo; si hay corrupción estatal, no es capitalismo; si hay abusos, no es capitalismo…”.

Puesto que se va a hablar de Corea, traigamos a Han Byung-chul para esta idea. En el régimen neoliberal, la explotación se produce “como libertad”, nos dirá. Cojamos con pinzas esta afirmación, puesto que efectivamente los grandes poderes del capitalismo surcoreano continúan teniendo a su disposición el aparato represivo del Estado como lo tuvieron durante la dictadura de Park Chung-hee. También disponen de vínculos tan grandes con los grandes partidos del país que pueden conservar y profundizar la legislación en contra de la protección estatal a los trabajadores, así como en contra de la organización obrera. Y, por supuesto, tienen la capacidad de explotar a las periferias vía extracción de recursos, empleo de mano de obra e intercambio desigual. Pero ¿quiénes son los grandes poderes del capitalismo surcoreano? Los chaebol, la forma coreana de la tendencia del capitalismo a la concentración del capital.

Y ¿de qué manera se expresa esa explotación en “libertad” en Corea del Sur? A través del esfuerzo descomunal de las familias de clase trabajadora (familias de ‘cuchara de tierra’) por acceder a los escasos espacios de comodidad que se les ofrecen en el régimen político de los chaebol. En Corea, ese acceso se presenta por lo general en forma de hilo: nacer en una familia instalada favorablemente en la estructura de clases te ofrece un background más favorable para tu desarrollo académico; tu mejor desarrollo económico (medido en la capacidad y el mérito solo parcialmente) te facilita el acceso a una mejor universidad (mediadas todas ellas por cuestiones de clase); tu acceso a una mejor universidad te permite aspirar con acceder a alguna rama productiva de una de las grandes empresas del país; tu presencia en una de esas empresas, te permite soñar con ascender. Quedan fuera de esta lógica, claro, “el resto”, que no son ni más ni menos que la mayoría.

Los chaebol y la concentración de capital en Corea del Sur

“El surgimiento de los monopolios, como resultado de la concentración de la producción, es una ley general y fundamental de la actual fase de desarrollo del capitalismo”, escribió Lenin. Si se le pudiera traer de vuelta a la vida y mostrarle lo que los monopolios capitalistas privados han instalado en Corea, probablemente se enorgullecería de sí mismo al comprobar que lo que dispuso en El imperialismo, fase superior del capitalismo se constató; aunque también se decepcionaría al ver que la caída del régimen capitalista que tan cercana le pareció un día no aconteció casi un siglo después de su muerte.

A Lenin se le podría invitar a conocer Samsung Town, en Seúl. De hecho, la concentración de capital que se genera alrededor de Samsung es tan grande y su consiguiente “combinación” de “distintas ramas de la industria” (por seguir citando a Lenin) tan diversa que se le podría organizar todo un tour por Corea únicamente consumiendo productos y servicios Samsung. Podría ir a ver fútbol (Suwon Samsung Bluewings), baloncesto (Seoul Samsung Thunders o Yongin Samsung Blueminx) e incluso eSports (Samsung Galaxy). Podría hospedarse en algún hotel Shilla, pasar un día en el parque de atracciones Everland y, si tiene ganas de hacer una de sus afiladas críticas, consultar alguna publicación del think tank SERI. Y, por supuesto, si se llegase a torcer el tobillo en las calles de Gangnam, siempre podría acudir al Centro Médico Samsung.

Todas las mencionadas (y otras) son filiales de la misma casa matriz. Pongámoslo en datos: únicamente Samsung concentraba en 2017 el 28% del índice de precios de acciones de Corea del Sur. Si se incluyen en esa ecuación a apenas los cuatro conglomerados que le siguen en la lista (Hyundai, SK, LG y Lotte), el porcentaje del mismo índice se elevó en hasta el 51%. Es decir, en cinco casas matrices se concentra más de la mitad del índice de precios de acciones de todo un país en el que viven 50 millones de personas.

Este enorme dominio lo ejercen gracias a su presencia en ramas productivas de lo más variadas, que van desde la electrónica hasta el sector financiero, pasando por la biotecnología, el deporte, la refinación de petróleo, la automovilística o las telecomunicaciones. El mismo dominio se expresa en datos como que el 0.1% de los individuos más ricos del país concentran más del 4% de los ingresos personales o que, de todo el PIB nacional, el 84% corresponde a los 64 mayores conglomerados y, más concretamente, el 20% corresponde a Samsung, el 11% a Hyundai y el 10% a SK Group.

A tal nivel de concentración, la capacidad y la valía empresarial rigen poco a la hora de determinar el éxito. Por supuesto, dentro de las corporaciones subsisten mecanismos para el ascenso, pues de ninguna forma podría perpetuarse en el tiempo una situación tan frustrante si solo se fundase en mentiras. Se puede ‘trepar’ a la interna de un chaebol, conseguir un puesto más elevado en la cadena de mando y un mejor salario. Aunque, claro, en una estructura piramidal siempre serán más quienes queden abajo y, de nuevo, no necesariamente es la eficacia la que impulsa tal movilidad. La cultura popular refleja esto. En los noventa, las series que mostraban aspectos de la vida corporativa dibujaban el perfil de un trabajador leal a la empresa, capaz de sacrificar tiempo, salud y vida social en pos del beneficio “colectivo” (quizá la forma más pintoresca de referirse a la extracción de plusvalía). Este era el empleado que ascendía. Recientemente, se ha mostrado más bien un perfil capaz de competir con el de al lado y de engañar al de arriba para utilizar “a su favor” el aparato de la compañía. En fin, todos ellos modelos de ascenso que no se vinculan precisamente con la capacidad creativa y la habilidad en ese capitalismo del mérito del que hablan.

Monopolio y dictadura, relación de conveniencia

El anticomunismo es todo un asunto en la política surcoreana. Sus orígenes son incluso previos a la Guerra de Corea (1950-1953), remontándose a los debates internos en el marco de la lucha política por la independencia. El éxodo hacia el sur de miles de colaboracionistas con el Imperio Japonés y de antiguos terratenientes huyendo de la política de expropiación de tierras que comenzó antes de 1950 Kim Il-sung en el norte, junto con el control directo de Estados Unidos en los años de la post liberación de 1945 y su posterior influencia ideológica marcan precedentes claros. No puede dejarse fuera de la ecuación, por supuesto, la masacre de la isla de Jeju (1948-1949) en la que entre 30.000 y 60.000 militantes de la izquierda coreana fueron asesinados bajo mandato de Rhee Syngman. Incluso hoy, varios de los líderes de los principales partidos del país reivindican su desprecio hacia los comunistas y hacia el norte en general.

La realidad es que el desarrollo económico en Corea del Sur nunca se llevó muy bien con la democracia. Y, por supuesto, nunca tuvo en alta estima a la izquierda política. Rhee Syngman, Park Chung-hee, la Ley de Seguridad Nacional, la represión a los huelguistas, etc: Se cuentan por multitud los ejemplos históricos. Y aunque no sería del todo exacto decir que los chaebol son los máximos exponentes de esto, sí es innegable que han sacado provecho sin ningún pudor de ello. La Ley de Seguridad Nacional, vigente desde 2018, viene sirviendo como marco normativo bajo el cual se ha ejecutado la represión, la persecución y la exclusión de la izquierda política en el país, a menudo bajo la forma de censura a quienes difundan textos o ideas vinculadas con el juche norcoreano o exalten a sus líderes.

Claro que la Ley, revisada y aplicada con mayor moderación en las últimas décadas, es una broma si se compara con el régimen de Park Chung-hee, quien sustentó por un lado el crecimiento económico de las grandes familias del país y, por el otro, reprimió a la izquierda y al movimiento obrero.

Del golpe de Estado de 1961 salió Park Chung-hee como Presidente de la República sobre la base de dos aspectos ideológicos concretos: el primero, un fuerte nacionalismo que tenía mucho que ver con el pasado de maltrato japonés sobre la Península; el segundo, una creencia sólida en el papel del Estado como director del desarrollo económico que le valió la inicial desconfianza de algunas figuras estadounidenses en un tiempo en el que la tutela yanqui sobre el país era más profunda. Algunos veían en él a un comunista ‘oculto’. Probablemente, la tensión de la Guerra Fría les impedía apreciar varios factores clave: en primer lugar, que siempre las clases capitalistas se valieron del estado en una u otra forma para el desarrollo económico de la burguesía nacional; en segundo lugar, que el espacio del pensamiento político marxista en Corea estaba (y, en parte, está) fuertemente vinculado al marco ideológico del marxismo norcoreano; en tercer lugar, que Park Chung-hee, como tantos otros líderes políticos surcoreanos a lo largo de la historia, estaba atravesado por el conflicto norte-sur, defendiendo una posición anti norte.

De hecho, el gobierno de Park Chung-hee (1961-1979) fue profundamente anti comunista, así como también fue el gobierno de la expansión económica del país y de la emergencia de los chaebol como actores económico-políticos centrales. Durante la década de los sesenta, quienes habían fundado las firmas que se terminaron desarrollando hasta la forma actual de chaebol eran ya insultantemente ricos, muchos de ellos gracias al marco de posibilidades (para unos pocos, claro) que supuso el régimen corrupto de Rhee Syngman. El régimen de Park Chung-hee solo vino a potenciar esta concentración a través de un acuerdo win-win (para los grandes capitalistas y para el régimen de Park).

La oferta era la siguiente: el Estado otorgaría licencias, favores y buenas condiciones para que los grandes capitalistas siguieran disfrutando de la absurda lógica del capitalismo: acumular capital con el fin de acumular más capital. A cambio, debían aceptar las directrices estatales al respecto del tipo de industrias en las que debían invertir su capital para fomentar la exportación. Los fundadores de LG, Samsung, Hyundai, SK… fueron muchos los “emprendedores” que aceptaron la tutela económica del régimen.

Durante los primeros años de su gobierno, impulsó a la industria privada textil para la exportación. Los beneficios fueron colosales. Una de las marcas estrella en este ámbito fue Cheil Wool Textile Company que, vaya, era filial de Samsung. Otro ejemplo de la “meritocracia” en la acumulación de la riqueza del capitalismo surcoreano fue el de Daewoo. La marca fue fundada en 1967 y obtuvo gigantes beneficios durante toda una década gracias a la cuota de exportación a Estados Unidos que obtenía su presidente y fundador, Kim Woo-chung, gracias al vínculo que su padre había forjado con el Presidente Park al haber sido su profesor.

El régimen de Park manejó, por ejemplo, el paso de una economía de exportación centrada en la industria ligera hacia una que miraba más a la industria pesada y a la electrónica. Entre tanto, la posición ventajosa (no por mérito, sino por contacto) que el Estado surcoreano brindó a unos cuantos conglomerados facilitó que la ley general de la tendencia a la concentración se diera con mayor fuerza en Corea del Sur que en otros países. En su proyecto de abarcar las múltiples ramas productivas que iban ocupando la posición central en los planes económicos, los chaebol absorbían, aplastaban y hacían desaparecer a pequeños y medianos productores del país.

La dictadura también ayudó a los chaebol a partir de la exclusión política de la izquierda política en general y de los comunistas en particular. En 1961 el régimen introdujo la Ley Anti-Comunismo, que afectaba a movimientos y personas vinculadas directa o indirectamente con organizaciones comunistas. Conviene poner esto en contexto: el marco internacional de la Guerra Fría, la superioridad económica y militar que por aquel entonces ostentaba el norte y la histórica inserción que había venido teniendo el marxismo en el seno de los movimientos de trabajadores en la Península; todos ellos factores que no hacían sino asustar a las grandes familias del país.

Tal herencia nos lleva hasta nuestros días, en los que el anticomunismo se vincula más que nunca con las posturas anti norte, definiendo resultados electorales y obstaculizando la resolución pacífica del conflicto peninsular. En lo que a los chaebol respecta, el marco político establecido por la Ley de Seguridad Nacional y por el desarrollo histórico del país les ofrece la seguridad de un continuismo en las políticas de defensa de sus intereses. Con la izquierda política minorizada con el paso de las décadas a través de la violencia, la invisibilización, la resignación y la exclusión, el régimen de los chaebol en Corea del Sur parece lejos de estar amenazado. Por ahora, pues, en el país parece que seguirá siendo más probable imaginar distopías que dibujar horizontes de transformación.

Tomado de: El Salto

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Alfonsina Storni

Alfonsina Storni, escritora argentina (1892-1938)

Por Felipe Pigna

Cuando Alfonsina Storni dio a conocer el poema “La loba”, incluido en su primer libro, “La Inquietud del rosal” publicado en 1916, no tuvo gran repercusión inicial en el mundillo literario, pero sí en su actividad cotidiana: debió renunciar a su trabajo de oficina. Para sus patrones, que fuese madre soltera podía pasar, pero que lo proclamara desafiante en versos “escandalosos” era demasiado. Con el tiempo, la propia Alfonsina dirá “¡Dios te libre, amigo, de La inquietud del rosal! Pero lo escribí para no morir” en el encierro oficinesco, donde “el sol pasa por el techo pero no puedo verlo”.1 No obstante, en esa Argentina en proceso de cambio, mujeres  que  como Alfonsina rompían el molde tradicional, por momentos se sentían  como “lobas” frente al “rebaño de ovejas” que, al mismo tiempo, se burlaba de ellas y les temía.

Luego de perder su trabajo como oficinista, comenzó a ganarse la vida con sus colaboraciones en El Hogar, Mundo Argentino y La Nota y su columna “Bocetos Femeninos”, firmada como Tao Lao para La Nación.

Alfonsina había nacido en 1892, en el cantón suizo del Ticino, en una temporada en que sus padres (ítalo-suizos pero ya inmigrados a la Argentina) pasaron en su país de origen. Cuando tenía 4 años, la familia volvió a San Juan, donde comenzó la escuela primaria. Los negocios de su padre no iban bien y en 1901 se instalaron en Rosario. A los 13 años, como las “chicas del atado” de las que hablaba Roberto Arlt, tuvo que empezar a ayudar a su madre como “costurera para afuera”, para parar la olla. Al poco tiempo, al morir su padre, entró a trabajar en un taller que producía gorras, donde se vinculó al anarquismo. En 1907 probó suerte en el teatro; en la compañía de José Tallaví recorrió de gira buena parte del país, pero dos años después ingresó en la Escuela Normal Mixta de maestros rurales en Coronda y, para mantenerse, trabajó como celadora.

En 1911, ya recibida, mientras daba clases en Rosario comenzó a colaborar con revistas y se sumó al Comité Feminista santafesino, del que fue vicepresidenta. Pero ese mismo año dio “el mal paso”, quedó embarazada y decidió migrar a Buenos Aires, donde en abril de 1912, el año de la Ley Sáenz Peña, tuvo a su hijo, Alejandro. Nunca reveló quién fue el padre, pero la tradición oral (o la fábula) menciona a un político santafesino, diputado provincial, mayor que ella y, claro está, casado.

En Buenos Aires, Alfonsina, madre “natural” como dirían las leyes, se ganó la vida con los más diversos empleos: cajera de una farmacia, vendedora de la tienda Ciudad de México, empleada de una importadora de aceites, de la que tuvo que irse luego de publicar La inquietud del rosal.

Mientras por un tiempo fue celadora en una escuela en Parque Chacabuco, comenzó a desarrollar su carrera como periodista y escritora en El Hogar, Mundo Argentino, Atlántida, Nosotros, La Nota, hasta que en 1920 empezaron a aparecer sus columnas, firmadas Tao Lao, en La Nación. También dio clases en el Teatro Infantil Labardén y en el Conservatorio Nacional de Música y Declamación. Al mismo tiempo, mostraba una producción literaria que no muchos de sus colegas (masculinos o femeninos) podían igualar: El dulce daño (1918), Irremediablemente (1919), Languidez (1920), Ocre (1925).

Según Roberto Giusti, militante socialista y director de Nosotros, Alfonsina fue la primera mujer que se integró al mundillo literario porteño, participando de los banquetes de escritores, entonces habituales. Eso, en un ambiente dominado por varones, posiblemente la hiciese parecer la “loba” fuera del “rebaño”, y también marcaba el tono de muchos de sus escritos, en los que tomaba en cuenta a un lector masculino. Sin embargo, su actitud estaba bastante lejos de querer apartarse de sus congéneres. Para fines de los años veinte, junto con la chilena Gabriela Mistral y la uruguaya Juana de Ibarbourou, Alfonsina integraba el trío de escritoras sudamericanas más reconocido. Era, además, ya un “personaje” de la vida literaria porteña, atacada desde los más diversos ángulos, el de los “patriarcas” literarios, como Leopoldo Lugones, y el de los “muchachos” de la vanguardia de entonces que se nucleaban en la revista Proa y luego en Martín Fierro. Así, Borges hablaba de “la chillonería de comadrita que suele inferirnos la Storni”. 2 No opinaban lo mismo, claro, sus amigos Roberto Giusti, Fermín Estrella Gutiérrez, Baldomero Fernández Moreno y Horacio Quiroga, ni algunos hombres “consagrados” como José Ingenieros o el ministro de Educación de Alvear, Antonio Sagarna, quien se encargó de que la nombraran profesora en la Escuela Normal de Lenguas Vivas.

Para entonces, su participación en las tertulias literarias, como la famosa “Peña” del Café Tortoni, sus artículos y libros habían comenzado a ganar nuevos públicos para las autoras y nuevos espacios para la presencia femenina. Incluso mujeres de su misma generación, como Victoria Ocampo (dos años mayor que Alfonsina), que cobrarán notoriedad en los años treinta, le deberán esa tarea de precursora.

El resto es historia conocida, el cáncer, los desengaños, el dolor inconmensurable y el suicidio en Mar del Plata. Es de lamentar que a Alfonsina muchos argentinos la conozcan más por su muerte que por su vida y su maravillosa obra, su exquisita poesía y su compromiso con su tiempo. Fue otra víctima de esos seres, con representantes en todas las épocas, que pusieron mucho más empeño en juzgarla que en comprenderla, valorarla y contenerla. No entendieron nada, ni su vida ni su muerte.

Referencias:

1 Citado en Félix Luna (dir.), Alfonsina Storni, Colección Grandes Protagonistas de la Historia Argentina, Planeta, Buenos Aires, 1999, pág. 30.

2 Revista Proa (segunda época), Año 2, Nº 14, diciembre de 1925.

Tomado de: El historiador

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Expresiones de un nuevo siglo

Por Blanca Felipe Rivero

Son diversos los caminos que encuentras cuando comienzas a indagar en la historia de la animación en la televisión, casi todos por organizar y jerarquizar, pero fascinantes y muy parecidos a los de las artes en Cuba. Aun cuando los espacios carentes de luz son posibles, siempre aparecen luciérnagas hermosas que coquetean y te sacuden en lo más hondo desde su existencia y voluntad artística. Al revisitar estos caminos, descubrimos los ciclos naturales de bríos desde el nacimiento de la animación: superaciones, exigencias del contexto y naturalezas del artista cubano, siempre indagador, creador osado y talentoso.

Tras la desarticulación provocada por el período especial, las dos primeras décadas del nuevo siglo generaron la necesidad de “habilitar”, sobre todo porque aún no hay una formación escolarizada dentro la especialidad. De esta manera se crearon dos cursos de stop motion (2002-2004) por el maestro David Jaime; enlace que permitió la sobrevivencia de esta especialidad tan relevante dentro de la Televisión Cubana. Nuevos capítulos de El profesor (el primer animado didáctico de la animación cubana), a la manera de Hugo Alea y Reinaldo Alfonso en la década del 60, se convirtieron en trabajos de clases, junto a Piófilo y Cascarón, de David Jaime. Otros resultados de clases, como La semilla, de Niels del Rosario, y La última gota, de Ivette Ávila, en 2008, fueron premiados nacional e internacionalmente. En 2D se realizaron más de una decena de superaciones que generaron personal de trabajo y se unieron a los formados por el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos, donde se insertan nociones básicas y tecnologías contemporáneas. Al menos en la televisión se estuvo trabajando “a mano” hasta el 2017. La introducción del trabajo digital trajo nuevas formas de hacer y mayor riqueza expresiva, y aceleró la producción.

A finales de los 90 los Estudios de Animación pasaron al Departamento de Infantiles, lo cual propició el sostenimiento de presentación de programas, efectos visuales y cuentos o enlaces dentro de programas para niños. Se destacan los “lilibíes” (familia de duendes en stop motion) en Claro, Clarita, de Pepe Cabrera, los Para la vida, y la Calabacita, tan querida por la población. Vale señalar algunos productos artísticos que marcan a creadores del nuevo siglo, como Un lugar posible, de Jean Alex; El mulatico santiaguero, de Dany de León; Ernestico, de Niels del Rosario; Pepe, de Raúl González; Ladrón de paisajes, de Dany de León y Eisman Sánchez; Los ninjas, de Dany de León y René Martínez; Reducto, de Ermitis Blanco, y Los novios de la abuela Rosa, de Abel Álvarez. Martí contra dos imperios, de René Martínez, enlaza la desarticulación que llega al nuevo siglo. No obstante los ejemplos anteriores, en esta etapa se hacen visibles la vulnerabilidad de los guiones y las actitudes cuestionadoras que mutilaron proyectos y libertades expresivas.

No es hasta el año 2020, coincidiendo con el inicio de la pandemia, que se produce una reanimación después de casi un quinquenio de inactividad. Bajo la tutela de Rafael Pérez Insúa, se toma la decisión de unir la producción de títeres a los Estudios, y devolver así una mirada contemporánea a la figura animada en su amplio espectro. Se arma un grupo creativo con asesores, un especialista en archivos y un consejo artístico que comienza a recibir y seleccionar alrededor de 50 proyectos hasta la fecha, de los cuales solo 20 están hoy en ejecución, con pocas salidas al aire.

Un pensamiento de gestión cultural, investigación y balance en la programación direcciona los modos de hacer ya respetados por los animadores que van a nuestro encuentro. Propuestas de disímiles poéticas y públicos llegan hasta nosotros, algunas con años de existencia. Nuevamente la fuerza del stop motion hace su entrada. Se reitera con ímpetu la presencia de El profesor, con guiones y dirección general de David Jaime junto a creadores formados por él y colegas con una saga que no se detiene. El escaparate de Patricia —proyecto que refleja el lenguaje de los niños, la curiosidad y la exploración desde el universo del hogar y mundos de fantasía, hoy más ideales que nunca— solo tuvo dos capítulos en 2013, con dirección de arte y artesanía del maestro Jesús Ruiz, y ahora con una propuesta de mayor alcance artístico y cinematográfico con la dirección de arte del joven Yordy Amiot (recreación de cuatro espacios, maquetas escenográficas, cajas de luces, etc.); nuevamente la dirección de Niels del Rosario, y la animación madura y magistral de Yoandra Reyes, asistida por Yasser Janet. Estos animadores participan también en Manita y Manota, de Ivette Ávila, donde dos manoplas y la mascota Tuti desde una mesa de animación crean un mundo de personajes y dibujos en homenaje a protagonistas de la animación cubana.

Lo raro, una propuesta también perteneciente a Ávila, hace entrada con una mirada osada de experimentación, continuadora de las pesquisas de Alea y Alfonso, con una suerte de videoclips con música de diferentes regiones del mundo; material lúdico que cuenta, danza o sencillamente toca con su aro sensible (papel recortado, plastilina, arroz, madera, tejidos).[1] Estas dos últimas propuestas son parte de la revista Bim Bam Muñes, con animación y dirección de Jean Alex en 2D y 3D en combinación con imágenes reales, cuestión inédita en nuestras producciones. Dentro de ella también figuran Pin Pon, un trabajo de bien público de Rafael Collantes, y otro de interacción con niños, muy original y sabichoso, dirigido por Elaine del Valle y titulado ¿Y tú qué crees? También cuenta con Películas hechas por niños, resultado de talleres infantiles realizados por Cucurucho Producciones.

A lo largo de la historia de la animación en la televisión ha existido un vínculo habitual con el teatro de títeres en la obra de determinados autores, así como en diversas temáticas y diseños. De las propuestas digitales de la pandemia llega La salamandra, por el Consejo de las Artes Escénicas y con dirección de Mario Cárdenas. Su predilección por las arcas, la maquetería y el teatro de papel y de objeto se imbrica al dominio de la composición y la belleza visual y da como resultado en El teatrino de Diego, una fortaleza de identidad que ofrece a la infancia y a la familia la poesía para niños contenida en Soñar despierto, de Eliseo Diego. Aquí el descubrimiento de “las cosas” del mundo, los sentimientos y sus naturalezas están presentes como motivaciones. Desde el teatro también nace Retablo de sueños, dirigido por María de los Ángeles Jauma. Se trata de cinco agrupaciones profesionales de las Artes Escénicas (Retablo, Teatro La Proa, Adalett y sus títeres, Polichinela de La Habana y Los Cuenteros) en nueve espectáculos y un capítulo de presentación con multiplicidad de técnicas y un show divertido y peculiar: una presentadora entre títeres, una constante dentro de los espectáculos que llegan a la pantalla con recursos del audiovisual. También para la televisión llega Entre el naranjal y el cielo, un hermoso trabajo de títeres parlantes dirigido por José Antonio López e inspirado en El cochero azul, de Dora Alonso.

Para las primeras edades se estrenó en semianimación Por el mar de las Antillas, de Nicolás Guillén; la voz de un niño referencia la lectura con el uso de las ilustraciones de Raúl Martínez para el volumen de Ediciones Sensemayá, bajo la dirección de Maricel Acosta. Actualmente se trabaja en El valle de Cubanosauria, de Nelson Serrano, Mira y aprende, de Raúl González, y Fábulas de papel, de Niels del Rosario; entretenimiento, enseñanza y tradición cubana con el influjo del campo socialista, que muy bien orientó nuestra labor con el universo infantil desde los 60.

Desde la propuesta para jóvenes, adultos y la familia nace Educlip, de Jesús García, herencia de Los gazapos de antaño; una propuesta en la línea costumbrista que orienta sobre el lenguaje. También llega, con Acuarelas de Cuba, de Jesús Rubio, un contundente proyecto de las queridas estampas cubanas en la voz y la expresión de la poesía antillana de Luis Carbonell, garantía de gracia, colorido y cubanía.

Creadores importantes de la literatura, la música y el teatro están presentes junto a los animadores. Hay mucho por andar, y ahí seguiremos a favor de nuestra cultura y nuestro país.

Notas:

[1] De Lo raro nace un videoclip con papel recortado bajo la dirección de Ivette Ávila y Ramiro Zardoya, titulado “Sinsonte”; un poema de Dora Alonso musicalizado en el espectáculo “Una niña con alas”, de Teatro las Estaciones, dirigido por Rubén Darío Salazar. Los dibujos son de Zenén Calero —Premio Nacional de Teatro (2020) junto a Salazar—, y unidos a los Estudios de Animación rinden homenaje a Pelusín del Monte, el títere nacional.

Tomado de: La Jiribilla

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“Es un milagro sacar adelante una película creada por una mujer y en euskera”

Lara Izaguirre, cineasta vasca

Por June Fernández @marikazetari

La cineasta Lara Izagirre (Amorebieta-Etxano, Bizkaia, 1985) nos escribió el siguiente mensaje con motivo del estreno de su segundo largometraje, Nora: “Quiero hablar con vosotras sobre lo que supone que una mujer haga una película en euskera”. El detonante fue el ciberacoso que recibió después de que el periódico más leído de Bizkaia manipulase sus palabras para poner un polémico titular a su entrevista, relativo al actor de Hollywood (denunciado públicamente como agresor machista) que ha obtenido el premio honorífico del Festival de Cine de Donostia, Zinemaldia. Izagirre es presidenta de la asociación de mujeres del sector audiovisual y de las artes escénicas de Euskadi, (H)emen, y lo vivido le ha servido para ver cómo se encarna la violencia patriarcal en la industria del cine. “Necesito periodismo feminista”, nos dice.

Nora es una chica vasca de 30 años que ha fracasado en su sueño de trabajar en revistas de viajes. La muerte de su abuelo, al que cuidaba, le anima a emprender un viaje a su medida, de pocos kilómetros, pero que le descubrirá el camino hacia una nueva vida. Después de Otoño sin Berlín, la directora y guionista vizcaína ha expresado su lado veraniego en esta segunda y deliciosa película. Aunque ligera, tiene muchas capas, que invitan a reflexionar sobre las responsabilidades de cuidado de las mujeres, la espinosa relación entre madres e hijas o la apuesta por desplazar el amor romántico del centro de nuestras decisiones vitales.

Has tenido que esperar seis años, pandemia mediante, para que Nora llegase a los cines. ¿Cómo valoras su acogida?

La presentamos en el Zinemaldia del año pasado, las críticas fueron muy buenas y el público la recibió muy bien, pero habíamos decidido de antemano retrasar el estreno en las salas de cine porque las medidas vinculadas a la pandemia no eran claras. Resulta novedoso que hayamos luchado contra el ritmo de la industria cinematográfica, dando prioridad a la situación social. Como cineasta, para mí ha sido un aprendizaje enorme ver que la promoción se puede hacer a otro ritmo. El verano pasado pusieron la canción de Izaro en la radio, grabamos un videoclip dirigido por Marina Palacio, organizamos un concierto en Lekeitio (en la misma ubicación de la película)… Llámame romántica, pero ha sido especial estrenar en septiembre en los autocines de Getxo. Preparar todos los detalles con tanto mimo ha sido posible porque hemos trabajado despacio. Ahora que ha llegado a las salas, estoy muy feliz. Me había quedado muy unida a la película anterior, pero he visto que Nora tiene una energía muy bonita y que eso es lo que más ha agradecido el público. Así que, al final, esta propuesta veraniega sienta muy bien en estos momentos.

Sí, a mí también me ha parecido que viajar con Nora y recrearnos en la belleza de la película alivia la resaca de la pandemia.

La presenté en los dosieres como “una película abrazo”. A la gente le daba risa, pero hace poco me dijeron eso mismo en una charla: “He sentido la película como si fuera un abrazo”. Ahora que los abrazos aún están medio prohibidos, me parece muy importante que la película cumpla esa función.

Y, sin embargo, en la película no hay apenas abrazos… ¿Será por el carácter vasco?

¡Es cierto! ¡No ha sido consciente!

La escritora Eider Rodríguez ha comentado que, a menudo, las creadoras tienden a escribir obras turbias y duras para ganarse el favor de la crítica patriarcal. Nora se podría considerar una película femenina. Es luminosa y encantadora como su protagonista, interpretada por Ane Pikaza. ¿Qué te parece?

Rodríguez tiene toda la razón. No sabes la lucha que ha sido defender una película sobre una chica normal. A la hora de solicitar las subvenciones, me ha ocurrido que, después de la reunión, se me acerque algún hombre y me proponga otra historia que, a su juicio, sí merece la pena ser contada. También ha habido hombres que me han dicho que la película no es suficientemente feminista. ¡Dejadme en paz! Nos quieren meter en una casilla para encajarnos en sus esquemas. Yo creo que las mujeres tenemos que ser libres para contar lo que queramos como queramos. Pero garantizar esa libertad es muy difícil. Cada vez veo con mayor claridad que ese encanto de Nora resulta revolucionario. Es más, teniendo en cuenta que es una obra creada en euskera por una mujer, ¡es un milagro! Al público le ha gustado, ha funcionado, pero a los que reparten las subvenciones no les gusta que nosotras contemos este tipo de cosas.

Se han realizado muchas road movies de mujeres que se conocen a sí mismas viajando. ¿Qué aporta Nora?

Es un género que me gusta mucho como espectadora. Me resulta atractivo ver a las mujeres en esa relación con el viaje y la naturaleza. Quería que eso estuviera también en nuestro cine, en euskera. Cuando presentamos Nora en el Zinemaldia, Nomaland [película estadounidense dirigida por Chloé Zhaok y protagonizada por Frances Mcdormand] acababa de estrenarse también. Así que las y los periodistas me decían: “¡Noraland!”. Mi objetivo no era muy ambicioso ni intelectual: quería mostrar a una mujer local haciendo un road trip a su medida. El euskera convive con otros idiomas (castellano, inglés, francés), porque esa es mi mirada sobre la lengua.

Varios grupos en defensa del euskera hemos denunciado que en algunos cines vascos se proyectó la versión doblada. ¿No te parece un claro signo de la falta de normalización del euskera? ¿Cómo se toman estas decisiones?

El artículo que publicaste en [la revista] ARGIA me dejó pensativa: en qué momento decidimos doblarla, para qué… Por un lado, Televisión Española ha adquirido los derechos de antena y de momento obligan a dar la traducción (creo que quieren cambiar la norma). Será emitida en euskera, en ETB1, y doblada, en TVE. Por otro lado, los distribuidores nos dijeron que las películas dobladas llegan a más salas de cine españolas que las subtituladas. Pero, ¿qué ha pasado? Justo lo contrario de lo que esperábamos: a nivel estatal se ha apostado por la versión original y unas pocas salas de cine han decidido proyectar la doblada ¡en Euskadi! Mi cabeza ha estallado, no entiendo nada. Tal y como han ido las cosas, puedo decir que doblar no ha valido la pena. Hicimos la película en euskera porque así lo queríamos, pero nuestra postura no fue la de defender el euskera, y quizá era necesario. A mí lo que me preocupa es que haya un público dispuesto a ver en castellano una película creada en euskera. Me pregunto qué tenemos que hacer para que las nuevas generaciones no compren esa entrada.

Tanto el reparto como el equipo técnico de Nora está formado mayoritariamente por mujeres. ¿Ha sido una apuesta feminista?

Cuando creé Un otoño sin Berlín, pensaba que la igualdad estaba conseguida. ¡Era bastante happy flower entonces! (Risas). Después me di cuenta de la situación en el mundo del cine. Entonces conté el número de mujeres y hombres contratados, y me dio mitad y mitad. En la mayoría de las películas, las mujeres suelen representar alrededor del 30 por ciento o menos del equipo. En Nora, el proceso ha sido más consciente, pero en el resultado no hay grandes cambios. Yo creo que las mujeres confiamos en las mujeres y que eso mejora la película.

Pero el patriarcado fomenta lo contrario, la rivalidad femenina…

Eso es lo que dice el patriarcado, pero el del cine es un trabajo muy intenso y cercano, y no es casualidad que la mayoría de las cineastas incluyamos a muchas mujeres en nuestros equipos. Hemos entendido que trabajamos en una industria poderosa y muy hostil, y que juntas somos más fuertes.

Por eso habéis creado la plataforma (H)emen. ¿Qué recorrido habéis hecho?

Creamos (H)emen en 2016, y el objetivo principal era la visibilidad. Siempre tenemos que escuchar que no hay directoras o sonidistas; fundamos la asociación para poder decir que estamos aquí y que somos muchas. Creamos una base de datos en la que puedes anunciarte como profesional para que te contraten. La red que se ha creado es hoy el corazón del proyecto, porque ha cambiado la relación con el trabajo de muchas de nosotras. Una guionista o una compositora musical se pueden sentir muy solas, por eso da mucha tranquilidad poder llamar a una compañera y preguntarle: “¿Tú cuánto vas a cobrar por hacer esta película? ¿Ah, sí? Entonces yo subiré mi tarifa”. Queremos que (H)emen sea una casa de las mujeres, un refugio y una fortaleza. En estos cinco años nos hemos empoderado gracias a, entre otras cosas, el apoyo de otras asociaciones de mujeres cineastas del Estado.

Como presidenta de (H)emen, el estreno de Nora se te ha mezclado con la polémica en torno al premio Donostia de este año. Has tenido que responder a discursos machistas y enfrentar ataques en línea de las y los seguidores del actor en cuestión.

He conseguido tomar distancia y disfrutar de la promoción, pero al principio no me lo podía creer. Estaba en Madrid en el preestreno, en un momento tan bonito, y todo estalló a raíz de un titular manipulado. Le pedí al periodista que lo cambiara, porque puso en mi boca palabras que no dije, y se negó. Entonces me di cuenta de qué es importante para la industria del cine. Las mujeres no somos importantes, las historias que contamos tampoco, nuestras películas tampoco. Ha sido la traca final. Hasta entonces, ante cada ataque a la película, me había cuestionado a mí misma: “Igual es que el guion no es tan bueno…”. Pero ahora me he dado cuenta de que no es eso, sino que vivimos en una sociedad con una estructura patriarcal en la que es casi imposible que exista una película como Nora. Por eso, me siento una superviviente. El año pasado hice el Master de Igualdad de la Universidad del País Vasco, y para mí ha sido interesante (a la vez que duro) ver cómo se encarnan todas estas agresiones contra las mujeres. Ahora admiro aún más a las mujeres que trabajan en el cine y a las que dan la cara.

¿Cómo valoras la actitud del director del Zinemaldia ante el debate que ha suscitado el premio Donostia?

Este año hemos tenido dos polémicas vinculadas al Zinemaldia. Por un lado, la eliminación de los premios de interpretación diferenciados para mujeres y hombres y la creación de uno único sin género. Nosotras respondimos que, si quieren reconocer el género no binario, es mejor crear un tercer premio. Desde Zinemaldia replicaron que han tenido en cuenta las reflexiones del movimiento feminista, pero nosotras desconocemos con quién tienen esa interlocución. En cualquier caso, ese puede ser un debate interesante. En cambio, el debate en torno a este actor es muy distinto, porque puede abrir el camino a las agresiones machistas. Yo ahí veo una línea roja.

Volviendo a Nora, su protagonista encuentra un posible amor, pero prefiere continuar su viaje sola, sin novio. Me parece interesante, ya que el amor romántico es uno de los sustratos de la violencia machista.

Ha sido el resultado de la transformación que he hecho en el camino. En el guion, el final era distinto, aparecían la madre y el chico. Yo quería dar a entender que no eran novios pero, lamentablemente, todavía interpretamos todas las relaciones entre hombres y mujeres desde el prisma del amor romántico. Igualmente, grabamos esa secuencia. Luego, en el montaje, me parecía que ese no era el final adecuado. Elegí entonces otra secuencia que teníamos grabada: la mujer de la librería, Nora trabajando en ella, y otra posible Nora. En Un otoño sin Berlín tomé la misma decisión, eliminar a los hombres de la última secuencia y ¡dejar tranquilas a las protagonistas! Me doy cuenta como creadora de que yo también soy víctima del amor romántico. ¡Menos mal que en ambas películas me di cuenta a tiempo! (Risas).

Te he leído en una entrevista que Nora está muy atravesada por tu maternidad, aunque la protagonista no sea madre. Te quiero contar que este verano me separé por primera vez de mi hija, para viajar sola a Galicia, precisamente al funeral de mi abuelo. ¿No estaría bien escribir una road movie en torno a la maternidad?

La actriz protagonista, Ane [Pikaza], me preguntó durante el rodaje: “¿Pero Nora quiere o no quiere ser madre?” Y fue importante saber que, aunque en la película no se explicita, Nora no quiere ser madre. Digo que la maternidad ha atravesado la película, porque mi hija pequeña era muy pequeña cuando yo me iba de rodaje. Tenía la atención dividida y eso explica varias imperfecciones que detecto en la película. Ahora me parecen un regalo, porque serán un recuerdo. Soy una madre muy heterodoxa y no sé si sería capaz de contar la maternidad a través de una película. Me parece muy difícil. Eso sí, en mis películas las relaciones madre e hija no son nada fáciles. ¡Debería mirármelo! (Risas). Necesitamos referentes, modelos diferentes, y sería tranquilizador verlos en la gran pantalla.

Tomado de: Pikara Magazine

Tráiler del filme Nora (España, 2020) de Lara Izaguirre

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La conciencia revolucionaria cubana

Por Jesús Arboleya

Para muchos jóvenes cubanos, la “conciencia revolucionaria” viene a ser como la fe que profesan sus padres y abuelos. Se puede o no creer en ella, pero pocas veces está planteado el interés por comprender en qué consiste y su aplicación al momento concreto que están viviendo. Vista de esta manera, la conciencia revolucionaria, con todo lo hermoso que sean sus propuestas, pierde los atributos que garantizan su vigencia, digamos su realismo y aplicación dialéctica.

En parte es el resultado de deficiencias y aberraciones ocurridas en el trabajo de formación política. Empaquetada en una simplista aproximación a sus contenidos, la ausencia de una eficaz cultura del debate y criterios dogmáticos en su difusión, la conciencia revolucionaria deja de ser una manera de pensar y se convierte en la repetición mimética de consignas y actuaciones “políticamente correctas” que acaban por adulterar sus esencias.

El oportunismo se anida en estas conductas y el extremismo es la manera más sencilla de hacerse de un “crédito revolucionario”, que sirve para escalar posiciones. El resultado es que algunos llegan a la conclusión de que los postulados de la conciencia revolucionaria constituyen una quimera y, cuando más, la asumen como un fardo de buenas intenciones sin asideros en la práctica cotidiana. La falta de un enfoque dialéctico también limita la capacidad de la conciencia revolucionaria para adaptarse a los cambios que han tenido lugar en el escenario y en el sujeto político cubano.

La conciencia revolucionaria cubana está fundada en el anticolonialismo primero y el antimperialismo, después. Quien no satisfaga esta condición nunca ha sido considerado revolucionario en Cuba. La contraparte se resume en la subordinación al poder extranjero y la sacralización de sus supuestas superioridades. No han existido términos medios, porque el modelo de dominación no lo permite, ni tampoco su rechazo.

Gracias a las reformas sociales y económicas emprendidas, así como por el crédito político heredado de la lucha contra la tiranía batistiana, la Revolución de 1959 contó con un extendido respaldo popular desde los primeros momentos. Pero el núcleo duro de la conciencia revolucionaria y el factor de unidad más importante, incluso entre fuerzas muy diversas, fue la consumación de este histórico movimiento antimperialista, cuyo fundamento teórico autóctono ha sido la prédica martiana.

Imbuido por este objetivo primario, se movilizó el pueblo cubano bajo la dirección de Fidel Castro. Pero la conciencia revolucionaria también se ha desenvuelto en medio de grandes contradicciones internas relacionadas con la diversidad de una sociedad sujeta a enormes transformaciones, generadoras de inconformidades y disensos. En la historia de la Revolución Cubana no han existido momentos exentos de luchas endógenas, en ocasiones muy violentas, ni de agresiones por parte de Estados Unidos, inspirador fundamental de estos conflictos.

En los inicios, fue una conciencia revolucionaria forjada en la práctica mediante tareas monumentales y movilizaciones militares constantes, formadora de fuertes lazos sociales y políticos que involucraban a casi todo el pueblo, especialmente a los jóvenes. Ello confirió un sentido heroico al esfuerzo cotidiano y propició una voluntad capaz de convivir con la abnegación que implicaba enfrentar a los más grandes desafíos. Eran los tiempos en que “convocar al sacrificio por los demás” no resultaba anacrónico.

La expansión del movimiento antimperialista en el Tercer Mundo, especialmente en América Latina, fue otro factor de estímulo a la conciencia revolucionaria en Cuba. Muchos jóvenes soñaban con ser guerrilleros, como el Che, y esta idea acompañó a las luchas internacionalistas cubanas en diversos países. La derrota o degeneración de la mayoría de estos movimientos, los cambios en el péndulo político internacional y, sobre todo, la debacle del campo socialista europeo y la desaparición de Unión Soviética, fueron golpes muy sensibles para la conciencia revolucionaria cubana. Pero haber resistido en las nuevas condiciones, fue un éxito solo posible por la validez y fortaleza alcanzada por esta conciencia.

La crisis económica que acompañó a este momento, eufemísticamente llamada “período especial”, desarticuló el proyecto igualitario cubano y, entre otras consecuencias, debilitó tanto el patrón de enfrentamiento colectivo a los problemas, como la credibilidad del modelo socialista para resolverlos. Opciones individualistas, hasta entonces poco comunes y escasamente aceptadas, como los negocios privados, se vieron entonces validadas como un recurso legítimo de salida a la crisis. Ello obligó a un replanteo del modelo cubano, pero se intentó solo de manera limitada sin las adecuadas clarificaciones en el discurso político, lo que introdujo significativas divisiones entre los propios revolucionarios. Estas divisiones perduran, y a veces son un obstáculo para el avance de las reformas, aunque se nota un mayor interés gubernamental por superarlas.

También cambió la naturaleza de la emigración. Identificada como la base social de la contrarrevolución, condición que aún perdura en ciertos sectores. A partir de las circunstancias generadas por el Período Especial, la emigración fue percibida como un resultado natural de la crisis y asumida de esta manera por la mayoría de la población. Ello facilitó los contactos y la puesta en marcha de políticas más flexibles e inclusivas por parte del gobierno, aunque siguen presentes incomprensiones y prejuicios que limitan la integración de los emigrados a la vida nacional.

En la situación impuesta por la crisis y la persistencia del acoso norteamericano, se debilitó la pasión que había despertado la lucha revolucionaria para centrar la atención de muchos en acciones de supervivencia personal, que a veces contradecían el modelo socialista vigente. Esto incrementó la corrupción y otros males sociales, generó apatía política en sectores de la población y aceleró el desgaste de las organizaciones que habían canalizado la participación y el compromiso popular, entre ellas el propio Partido Comunista, ya afectadas como resultado del avance del burocratismo, el dogmatismo y otros defectos en el ejercicio de sus funciones.

Por iniciativa de Fidel Castro se impulsaron acciones que atenuaron el impacto negativo del momento y convocaron a la población alrededor de lo que se llamó la “batalla de ideas”, pero su retirada del gobierno por razones de salud, así como su posterior desaparición física, privaron a las fuerzas revolucionarias de un extraordinario recurso de cohesión política y condicionaron la emergencia de un nuevo escenario en el debate político nacional.

Más allá de cualquier deficiencia achacable al modelo o a su conducción por parte del gobierno, la construcción del socialismo en Cuba ha sido una empresa titánica, no solo por las dificultades endógenas que ha tenido que superar, sino porque Estados Unidos ha hecho todo lo posible por impedir el despliegue de sus potencialidades. No sin razón, si tenemos en cuenta la dimensión de su ejemplo, la existencia de la Revolución Cubana ha sido percibida como una amenaza para el sistema imperialista y una ofensa a la prepotencia norteamericana, lo que explica que ese país haya actuado sin límites legales ni remilgos éticos en su contra por más de medio siglo.

Si se compara con los primeros años cuando el conflicto clasista resultaba evidente, ahora son menos diáfanas las razones que impulsan a la oposición, pero es innegable que el daño a escala social que origina la política norteamericana es una de ellas. Mucho más en tiempos de pandemia, cuando la situación se torna desesperante y ningún gobierno se salva de la insatisfacción política que genera la coyuntura. Mezclado con la crítica en ocasiones justificada a la gestión gubernamental, en muchos casos la confusión consigue que se culpe a la Revolución del sufrimiento infligido por sus enemigos y las víctimas justifiquen a los victimarios, lo que coloca el debate político con estas personas en situaciones a veces carentes de toda lógica.

El enfrentamiento a la hegemonía de Estados Unidos, cualquiera sea la modalidad que adopte su política, es consustancial al proyecto antimperialista cubano, por lo que la conciencia revolucionaria no tiene otra opción que partir de este presupuesto. No obstante, debe desplegar toda su capacidad dialéctica y ser capaz de evolucionar en correspondencia con las condiciones que imponga este conflicto. La radicalidad del proyecto estriba en sus objetivos, no en los métodos que con justicia y ética se utilicen para alcanzarlos.

Quedar paralizado en los esquemas del pasado es un síntoma de decadencia, por mucho que parezca que todo es igual y basta hacer o decir lo mismo. Por eso, para actuar en consecuencia, también se impone una lectura culta de la realidad doméstica y el sujeto político que se desempeña en ella. Desplegar el potencial científico de las ciencias sociales, así como liberar de ataduras a los mecanismos de información y debate de la sociedad, constituyen necesidades urgentes para la formación de una conciencia revolucionaria adecuada a la nueva realidad.

Hoy día la conciencia revolucionaria en Cuba se concreta en garantizar la eficacia para enfrentar la guerra económica y potenciar la capacidad productiva del país, en el desarrollo de una cultura política capaz de comprender la complejidad de las coyunturas por las que atraviesa la nación, así como contribuir en la construcción de mecanismos de participación popular, orientados a incitar un amplio sentido de libertad y construir nuevos consensos. También en la estimulación a la crítica contra males que actúan como un cáncer de la Revolución, dígase el burocratismo, el dogmatismo, el oportunismo, la corrupción y la mediocridad en la gestión pública.

Nada de esto es ajeno a la prédica del partido y el gobierno. Se han emitido varios documentos programáticos sobre estos asuntos y se han discutido con toda la población, incluso han sido aprobados en referendo nacional, como fue el caso de la nueva Constitución en 2019. El problema radica en lograr que las ideas doctrinarias que orientan el trabajo político, resumidas en un llamado al “cambio de mentalidad”, se concreten en la práctica y formen parte de la cultura de las personas, especialmente de los dirigentes y funcionarios gubernamentales.

La conciencia revolucionaria debe difundirse teniendo en cuenta los avances de las tecnologías de la información y los métodos más modernos de investigación y comunicación social, lo que excluye el lenguaje panfletario, exento de capacidad de convencimiento. Pero también debe construirse a través de la práctica concreta mediante tareas que desechen los formalismos y sean realmente relevantes para el país, donde los jóvenes no sean percibidos como simples participantes, sino como sus propiciadores y realizadores en muchas ocasiones. La conciencia revolucionaria debe educarse en el debate permanente, primero entre los que no lo son, pero incluso con los enemigos.

Haber resistido a las agresiones norteamericanas ha sido un mérito extraordinario, pero la conciencia revolucionaria no está diseñada solo para resistir, sino para transformar la realidad. En propiciar la inteligencia colectiva y aprovechar cualquier oportunidad, estriba el éxito del proyecto revolucionario cubano. En definitiva, solo los inteligentes, dicho en el sentido más amplio de la palabra, pueden ser portadores de una verdadera conciencia revolucionaria.

Tomado de: Progreso Semanal

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Consejo de Kari Krenn para Yunior García: “Más vale permanecer callado y que sospechen tu necedad que hablar y quitarles toda duda de ello”

Por Karina Silvina Krenn

Te leí Yunior.

Te leí con detenimiento, tratando de descubrir detrás de tus palabras, tus motivaciones, tus mensajes implícitos…

Tal vez esto de navegar a diario entre océanos de letras, nos vuelve de algún modo dúctiles en descifrar las cosas que trascienden, al solo amontonamiento de las mismas…

¡De verdad que son inmensas las contradicciones que transmites!

Eres un hombre formado, con estudios académicos según cuentas, colijo que siendo dramaturgo posees una elevada comprensión de textos, por lo cual que expreses que “no conocemos el motivo de las citaciones”, es algo que un niño de 5 años en etapa preescolar, sería capaz de inferir con solo haber escuchado las noticias…Mmm… Primera mentira…

Insistes en tu “derecho a tener derechos”. Sí, toda persona nace con el instinto de procurar lo mejor para sí y, en la evolución de nuestra especie, estas ansias nos impulsaron a intentar alcanzar esa meta.

Donde hay una necesidad, nace un derecho… algo que todo ser humano lleva intrínseco. Pero a veces, puede producirse una superposición de derechos, entre tanta gente que habita el mundo, imagina.

Frente a eso, los consensos civilizatorios indican que se procure beneficiar a la mayoría; por ello se limitan nuestros propios derechos, hasta donde comienzan los derechos de los otros…

Tienes razón en que descalificar al otro no está bueno… y no te hablo solo de expresiones verbales sino de acciones: ¿Acaso tú no has descalificado a tu propio pueblo con tu accionar temerario?

Insistes en pedir por democracia: ¿Qué parte de la democracia no estarías aceptando, cuando más del 80% de tus coterráneos, eligió este tipo de vida político-social?

Hablas de pluralismo… pero arremetes contra la decisión de la mayoría solo porque tú no acuerdas con ello.

¡Sí!, es cierto que las guaguas y las colas para comprar pollo son un problema en Cuba y asocias esa circunstancia con “la muela oficialista de continuismos obedientes y dogmas irrevocables”.

O sea que, en tu elemental análisis, el bloqueo y la guerra disfrazada del imperialismo contra Cuba, ¿Es algo inexistente e inocuo?

¿Acaso desconoces Yunior, hombre estudiado gracias a la Revolución, que la vida de cualquier sociedad lleva implícita la obediencia a las leyes que las fundan?

El enemigo número uno de cualquier sociedad humana, es el individualismo.

Y tú y el resto del accidente geográfico archipié-lo-qué, patalean como individuos:

MI DERECHO… MI CRITERIO… MI IDEA… MI… MI… MI…

(Esta necesidad constante de la afirmación de tu yo, le haría un picnic a Freud y sus amigos…)

Usas la palabra “Cambio”… palabra que ya conocemos en América latina, pues ha sido usada como eslogan por todos aquellos que vinieron a avasallar a nuestros pueblos.

Como pasó acá en mi patria cuando el neoliberalismo vino para destruirnos, tras el disfraz de globos amarillos y la misma perorata…

De seguro ya conoces esas cosas que acontecieron en mi Argentina. Estuviste aquí, así que de primera mano lo sabes.

Hablando de eso…

Esperaba encontrar en tu escrito algo sobre tu cursada en la Universidad Torcuato Di Tella…

Sácame de una duda: ¿Cómo cubriste los costos, tú cubano de a pie, dramaturgo manipulador de mejoras sociales, emancipador en la lucha contra el arroz moro y el boniato, que te quejas de lo difícil que es hasta comprar pollo en Cuba?

Te lo pregunto porque a mí, escritora de nivel internacional, ampliamente viajada y reconocida, se me dificultaría abonar la costosísima cuota mensual en ese bastión de los ricos…

Suenas como una paradoja entonces: O no existe tal carencia material en Cuba y tú puedes asumir los costos…

O alguien paga por ti…

Sé sincero Yunior:

¿Quién te lo paga?

¿Le has contado eso a tus hermanos cubanos, a los cuales dices defender?

Con la mano en el corazón todos sabemos que en el mundo capitalista se cobran precios.

Nadie regala nada.

Pueden facilitarte algo, a cambio de…

Si no pagaste con dinero Yunior…

¿Cómo pagaste?

¿Qué debes?

¿Qué diste a cambio en esta selva de ofertas y demandas?

No me digas que por lindo te lo obsequiaron. Como dices tú:

¡A otro con esa muela!…

Te identificas también en tu escrito con una película yankee: “Matrix”.

Yo podría haberte sugerido el cine francés al caso, pero hasta en tu elección para proyectarte, implicas una mirada hacia algún lado.

Al leerte pienso antes, en el concepto de la Modernidad Líquida, tan bien elaborado por el sociólogo polaco Zygmunt Bauman. Cuando plantea cómo se han desvanecido las realidades sólidas de nuestros abuelos y se han dado paso a un mundo más precario, provisional, ansioso de novedades y, con frecuencia, agotador. Esa necesidad de cambio constante, transitorio… la liquidez como el agua escurriéndose entre los dedos… el consumismo… la globalización… el mundo descartable… donde “todas las cosas fluyen, se desplazan, se desbordan, se filtran y gotean, siempre por un periodo de tiempo limitado y sin ocupar un espacio concreto y definido”.

Bauman plantea la disolución del sentido de pertenencia social y la primacía del individualismo y es como si te describiera a tí:

Tus derechos Yunior… Tus derechos…. Y otra vez… Tus derechos…

Y la idea de que alcanzar a comprar cosas materiales exorciza tus fantasmas, en una sociedad sinóptica de la cual te piensas e imaginas el paladín de la justicia… en esos lugares émicos, fágicos o los no lugares, donde se comienza a situar la gente que razona como tú.

Te preguntaras a estas alturas, por qué yo siendo extranjera opino sobre ti…

Opino, porque observo que tu lucha no te es propia.

Opino, porque es evidente de que has recibido apoyo desde el imperio, el mismo que amenaza con recrudecer la sanciones contra la patria que dices defender…

Opino, porque la gente que recorre el mundo como yo, advertimos la mentira y el engaño a varios cientos de miles de kilómetros de distancia.

Si esta lucha te perteneciera realmente, si tú no tuvieras obligadas servidumbres con nadie, en el acto y frente a la inminencia de esa acción foránea que asfixiaría más a tu pueblo, tú como persona con códigos y ética (si los tuvieras), habrías detenido la marcha del 15N ¡¡¡De inmediato!!!

Habrías evaluado que el enemigo se intenta asir de tu reclamo para perjudicar aún más a tu gente.

Tu connivencia e inercia frente a ello, corrobora que tú eres un títere más de su dominio.

Y no lo haces. No te les opones a los buitres que sobrevuelan ávidos por la soberanía de tu patria, deseosos de carroñar hasta el último vestigio de cubanía.

Esperas ese apoyo extranjero.

Eso me habilita a mí entonces, extranjera, a salir al cruce para defender a mis amigos y a los seres que amo allí.

Si tú permites extranjeros de tu lado, se bien hombre y con las gónadas bien puestas de dejar que del otro lado pase lo mismo.

Eso es jugar un juego limpio y justo: ¿No te parece?

La diferencia entre tus amigos extranjeros y yo, son las motivaciones: a mí me mueve el amor hacia esa Patria que habita mi corazón.

Nada pido de Cuba.

Nada espero de ella.

Solo el amor engendra la maravilla… como dice la canción.

Y aquí estoy yo, defendiendo a la Cuba que amo, a la que elijo como mía, donde están los cubanos que se mantienen fieles a sus principios y ganan mi admiración y respeto.

Tú… tú elegiste mal a tus amigos extranjeros… es una pena que por ellos, hayas arrojado tu trayectoria por el abismo de la traición.

¿Te has puesto a pensar cuando ya no les seas de utilidad a los carroñeros del norte, que pedregoso será el camino del escarnio y el rechazo de tu pueblo?

Mira que Roma paga a los traidores, pero los aborrece luego.

Hablas de que en Cuba no se respetan los derechos humanos y te apichonas bajo las alas del imperio. Justo los indicados…para adolecer de respeto a cualquier derecho humano que se nombre.

Explícame Yunior… ¿Por qué EEUU no ratificó el Pacto de San José de Costa Rica? ¿O pensabas decir que solo eso pasaba en Cuba?

Cuéntame Yunior… ¿Cómo me explicas el caso de Russell Bucklew? Cuando EEUU lo ejecutó a pesar de la intervención de la CIDH y según la

Comisión Interamericana, cometiendo una grave violación a los derechos fundamentales de vida. Protegidos por los artículos I y XXVI de la Declaración Americana y violando las obligaciones internacionales que tiene EEUU como miembro de la OEA.

De hecho, la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos, concluyó en que no tenía derecho a una muerte sin dolor, desestimando los recursos interpuestos y con un accionar de castigo cruel el estado de Missouri ejecutó a un preso que tenía una enfermedad terminal y que había sido un prisionero modelo durante 23 años, con un historial ejemplar de prisión.

¿A dónde fue el respeto de la vida humana, de nuestra sociedad, si no se le dio el derecho de vivir su vida en prisión? ¿Qué diferencia hay entonces entre el propio EEUU y Russel Bucklew?

¿Ese es tu modelo de país a imitar Yunior?

De hecho, la misma Comisión Americana de Derechos Humanos, nota que EEUU es actualmente el único país de la región que lleva a cabo ejecuciones con la pena de muerte, no lo digo yo… lo dicen ellos…

Háblame Yunior… sobre los niños migrantes detenidos en el centro de detención de Donna en USA… ¿Qué opinas?

¿Sabes por qué te lo pregunto?

Porque si permites el apoyo yankee a tus luchas, cuando ellos cometen a diario estos atropellos a los derechos humanos, voy a pensar Yunior que a ti te “lobotomizaron” la moral y el intelecto, que eres un zombi funcional, un alma en pena disfuncional y un analfabeto disidente hasta del lenguaje oral y el balbuceo…

O lo más probable y evidente: te cargaron muy bien los bolsillos…

Si yo estuviera equivocada en mi apreciación podrías demostrármelo:

EXIGIÉNDOLE A USA QUE NO SE SUME A TU MARCHA CON SANCIONES PARA TU PUEBLO.

No lo harás… no puedes…

¿Ves que es tan simple como eso, para derribar tu máscara y mostrar tu indignidad?

¿Sabes algo? Cuando uno que se dice defensor de los derechos humanos, lo es en verdad, los defiende en cualquier rincón del planeta.

Mírame si no a mí: salto de defender a Cuba, a Mozambique, a India, a Nyanmar, a Bosnia o a donde vea que la dignidad humana así me lo pide.

¿Qué en Cuba no se respetan los derechos humanos? ¿Qué voz autorizada tienes? Los que dicen eso ¿A qué intereses ocultos responden?

He viajado a lugares de la tierra donde es flagrante el irrespeto a los derechos humanos.

No es el caso de Cuba.

Sería extenso en este texto mencionar los sitios de los que hablo o escribir mi extenso CV, o mi trabajo durante casi 30 años defendiéndolos y que me da la autoridad para aseverar esto.

No entiendo tu capacidad selectiva y tu doble vara Yunior…

Te sugeriría leer sobre la Conferencia de Yalta, aprender sobre Rooselvet y Churchill, para que entiendas eso de las raíces del injerencismo yankee… Truman y su decisión de arrojar las bombas en Hiroshima y Nagasaki… la Doctrina Truman… el plan Marshall…

De verdad Yunior: ¿Desconoces sobre eso? Tus amigos del norte son los vecinos mal llevados del planeta tierra. Los violadores compulsivos de los derechos humanos. Los generadores de guerras, hambre, muerte, desolación y destrucción.

Ya oí tus audios pergeñando tu «marchita marchanta» junto a algunas joyas de la corona del mercenarismo.

¿Tanto pesa tu angurria material, que pones en la cuerda floja la paz de tu pueblo?

¿No te gusta lo que eligió la mayoría?…

¡¡¡¡Pues bienvenido a la democracia!!!!

Así funciona: vale lo que quiere la mayoría y créeme que si en Cuba, la mayoría hubiera elegido por NO, al sistema de gobierno que tienen, yo sería la primera en apoyar al pueblo.

Hay un dicho que reza: Si usted no da una solución al problema, usted es parte del problema.

¿Qué modelo de país imaginas tú?

Disneyworld es fantasía y Narnia no existe… recorre el mundo y mira la otra cara de la moneda neoliberal.

¿Qué te hace pensar que tú y los tuyos, quedarán del lado de los ricos, en esta cara y cruz del capitalismo?

Sí que eres ignorante.

¡¡¡Sueña Yunior… sueña!!!

Sueña pertenecer a esa élite que te miente tanto.

Mientras, tú hueles: hueles a traición…

Esto que te digo no es un agravio, sino es la evidencia que tus propias acciones sacan a la luz; es lo que tú exudas, como la adrenalina con el miedo.

Se te nota: tú sabes sobre derechos humanos como yo sobre la constante de Planck y la física cuántica…

En derechos humanos te aventajo: sé, de hecho me diplomo en ellos, en Seguridad Ciudadana.

Así que ve a otro huerto a sembrar cizaña, que mientras esta amiga de Cuba esté en pie, alzará la voz para desenmascarar a farsantes como tú.

Ojalá tuvieras argumentos para debatir…

Ojalá no funcionaras con el chip de la conveniencia…

Ojalá lograras la Green Card, ya que todas tus acciones nos muestran tus aspiraciones.

Ejercer derechos es saber en primer lugar respetar las obligaciones.

RESPETO.

RES-PE-TO.

Algo que no aprendiste.

El 15 N-Cuba, será tu versión local de la payasada de Otaola en el 24 O-Vaticano.

Al igual que tus amos del norte, llegarás al punto en que están los yankees: que no pueden ganar, no quieren perder y no saben negociar…

Si amas a tu pueblo, en verdad, esa marcha del 15 N deberías abortarla; recoge las migajas de dignidad que te quedan, y entiende que ser digno muchas veces implica retrocesos y ajustes.

Antes bien construye y elévate con la altivez de los hombres justos y muestra que sí eres capaz de hacer cosas grandes, realmente grandes.

La humildad de reconocer los desaciertos, es una de ellas.

¡¡Si marchas, ir preso por contravencionar la ley, sería el menor de tus problemas!!

¿El peor?

Que inscribirás tu nombre, para toda la eternidad en el inconsciente colectivo de tu pueblo como un triste fantoche y traidor más que pasó con pena… y sin gloria…

A estas alturas… Se te nota mucho que eres como el felpudo de la puerta de entrada, donde los yankees limpian sus pies…

Ningún Robin Hood de nada eres.

¡¡¡¡Ya no fantasees tanto dramaturgo, que a gente como tú en mi barrio le llamamos traidores!!!!

Recuerda: UNO ES AMO DE SUS SILENCIOS Y ESCLAVO DE SUS PALABRAS.

El mundo te observa

Yo entre ellos,

Karina Silvina Krenn (Kari Krenn) escritora argentina,  especializada en poesía contemporánea, autora del libro Poémame, entre angustias y esperanzas, publicado en 2019, también  doctora Honoris Causa en Creatividad, Humanidad y Cultura Internacional, título otorgado por IFCH y Mil Mentes por México en su perfil de Facebook, compartió con sus lectores palabras dirigidas a Yunior García, quien se presenta como un “patriota preocupado” por los derechos de todos los cubanos, utilizando un discurso cargado de hipocresía y de mensajes dirigidos a confundir y movilizar sentimientos de solidaridad con sus posiciones, pretendiendo ocultar los sórdidos intereses que lo mueven.

Tomado de: Cuba en Resumen

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