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Cinexcusas: Edipo matemático

Por Luis Tovar @luistovars

Hay quienes, con evidentemente demasiados años de edad, para decirlo con una frase coloquial, siguen pegados a las faldas de su mamá; los hay que prolongan la etapa natural de vivir al amparo paterno/materno a tal punto que los roles familiares poco a poco van volviéndose difusos: de ningún modo vieja, la madre no sólo es “económicamente activa” –dicho sea con esa cruda expresión de las ciencias económicas y sociales– sino una persona con deseos patentes, gustos vigentes y, una vez más dicho coloquialmente, sueños pendientes por cumplir; incluido, por ejemplo y tal vez en primerísimo lugar, el que consiste en atraer y sentirse atrayente, situación que bien puede sucederle con alguien que, con o sin paradoja, tiene más o menos la misma edad que su hijo. A éste, por su parte, aunque no precisamente por su voluntad sino como producto de las circunstancias, está tocándole cumplir un rol que no es ni puede ser el suyo: muerto el padre hace tiempo, idos de la casa los dos hermanos mayores para “hacer su vida”, ambos en el no muy lejano Estados Unidos, de alguna manera él, a sus apenas veintidós años, es la pareja de su propia madre: son los únicos que le dan sentido a expresiones como “núcleo familiar” y “hogar”, y no es que se hagan mucha compañía en sus rutinas cotidianas pero va y viene con ella a donde sea menester, aun a su inexperto e insuficiente modo está al pendiente de ella y, entre otras cosas, en algún momento puede reclamarle por qué no le contó de inmediato que se ha quedado sin trabajo, a lo cual ella puede responderle que el de él, como recepcionista nocturno y velador de un hotel, “ni siquiera es un trabajo de verdad”, en una dinámica que si no es de pareja, lo parece demasiado.

Empero, y siendo justos, no puede afirmarse que veintidós sean demasiados años para seguir bajo el ala materna; más bien es algo que va en función de circunstancias particulares. Las de Néstor (Miguel Narro) y su madre, Lilia (Leticia Huijara), los pusieron a vivir una situación que no puede durar, a menos que alguno de los dos –o ambos– pierda de vista que no existe tal cosa como un edipismo sano. Para su fortuna, ese no es el error en el que están cayendo sino, acaso, en el de prolongar el estado de las cosas un poco más allá de lo conveniente, demora que se deriva, por el lado de ella, del pasmo en apariencia inconsciente en el que se encuentra desde que muriera el padre de sus hijos, cuando los planes hechos tiempo atrás quedaron cancelados –“dijimos que aquí íbamos a volvernos viejos”, evoca ella cuando van a una cabaña en el bosque, ahora semiabandonada, adquirida en tiempos muy distintos y ahora en venta, destinada a ser uno de esos “bienes que sirven para remediar los males”–; demora que, por el lado de él, es simple consecuencia de su comprensible inmadurez, alegóricamente bien reflejada en un problema de las olimpiadas matemáticas en las que participó siendo más joven, que por azar se encuentra en un cuadernillo olvidado en la cabaña y se lleva consigo, para resolverlo y, sin darse cuenta del todo, para preguntarle a su yo interno qué tan cerca o lejos sigue estando de quien era en aquellos tiempos y si, como el lobo del acertijo matemático, está listo para escapar del corral custodiado por cuatro perros, dilema que podrá resolver en términos simbólicos en el diamante beisbolero donde, por cierto, nunca ha sido bueno, y que en el mundo real tiene una única solución factible.

Dirigida por el egresado del Centro de Capacitación Cinematográfica Jaiziel Hernández Máynez, coescrita con Oriana Jiménez Castro, coproducida con Raymundo Hernández Ramírez, Edgar Nito y Daniel Cabello, y coeditada con Lenz Claure y Arturo Manrique, Días de invierno se presentó en el más reciente FICUNAM y es la prometedora ópera prima en largometraje de ficción de un realizador con buenas hechuras y un discurso propio más que en ciernes.

Tomado de: La Jornada Semanal

Tráiler del filme Días de invierno (México, 2020) de Jaiziel Hernández

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Revista Conjunto No. 200, julio-septiembre 2021 (+PDF)

La Casa de las Américas, consecuente con su propósito de estimular las expresiones culturales de América Latina, especialmente aquellas que no encuentran cauce bastante para su difusión, creó la revista Conjunto dedicada al teatro latinoamericano.

Por eso en las páginas de esta revista se recogen críticas, estudios teóricos e informaciones acerca del movimiento teatral latinoamericano, así como textos completos de obras. Creemos cumplir un doble objetivo: ofrecer un campo para difundir lo que hacemos en teatro y romper la incomunicación entre nuestros teatristas Cuatro números por año. Cada trabajo expresa la opinión de su autor. La opinión de la Casa de las Américas se expresa en los editoriales y en notas que así lo indiquen.

En los casos de colaboraciones que no se hayan solicitado, la revista no se compromete a devolver los originales ni a mantener correspondencia.

Fundador

Manuel Galich

Directora

Vivian Martínez Tabares

Redactores

Aimelys Díaz y Rey Pascual García

Diseñador

Pepe Menéndez

Sumario

Escena y desafío. Memorias del Encuentro de Teatristas Latinoamericanos y Caribeños 2021.

(Vivian Martínez Tabares, Abel Prieto Jiménez, Patricia Ariza, Carlos Arroyo, Sérgio de Carvalho, Carlos Celdrán, Jorgelina Cerritos, Gonzalo Cuéllar, Alice Guimarães, Teresa Hernández, Jaime Lorca, Violeta Luna, Tito Ochoa, Cristóbal Peláez, Roxana Pineda, Teresa Ralli, Claudio Rivera, Raquel Rojas, Rubén Darío Salazar, Santiago Sanguinetti, Daniele Santana, Nora Lía Sormani, Patricio Vallejo, Fernando Vinocour, Antonio Zúñiga, Arístides Vargas y Charo Francés).

Andrea López

La recolección de lo etéreo

Silvina Patrignoni

De lo que al Muchacho Gris aconteció

Carlos Lema

Autobiografía en tres imágenes

Sérgio de Carvalho

Ningún lugar

Hellen Hernández

El teatro y la cámara oscura

Lowell Fiet

Teatro popular: ¿Quién es el actor? ¿Quién es el espectador?

Gonzalo Vidal

Un espacio lúdico

Misael Torres

El teatro popular y callejero en Colombia y el legado de Manuel Zapata Olivella

Sonia Almaguer Darna

Un arte dentro de otro

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Carlos Gil Zamora

Los cinco continentes del teatro. Lo que queda después del placer

Xavier Carvajal

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«Feminismos para la revolución»: historias previas a la marea verde

Por María Daniela Yaccar

“¿Cómo, cómo compaginar mi trabajo con las obligaciones familiares?”: esta pregunta que podría hacerse una mujer cualquiera en la actualidad se la hizo Aleksandra Kollontay una noche silenciosa en la que cuidaba a su hijo enfermo. Ya sabía lo que no quería ni podía: «vegetar en el ambiente de una familia acomodada”. Fuera de las “preocupaciones hogareñas”, sin “conflictos” con su marido ni “control» familiar quería «vivir como una estudiante» y completar sus conocimientos. Así fue como puso fin a su matrimonio con el ingeniero Vladimir Kollontay, dejó al hijo en común al cuidado de su familia, se abocó a la Revolución. Su texto «Memorias» es uno de los más potentes de los que aparecen en la antología Feminismos para la revolución, compilada por la socióloga y doctora en Ciencias Sociales Laura Fernández Cordero.

Editado por Siglo XXI, reúne 14 voces que hablaron desde el feminismo incluso antes de que el movimiento tuviese un nombre, y que abarcan, en forma cronológica, desde 1800 hasta 1945. Se expresaron en tiempos muy agitados. Manifiestan posturas políticas disímiles, aunque todas pasaron por la izquierda. El libro precisamente establece un diálogo entre ambos espacios. También exhibe las tensiones. “Esta antología busca contrapesar el efecto de novedad de la marea feminista, no porque carezca de una faceta inédita, específicamente la masividad y cierta aceptación cada vez más generalizada, sino porque la búsqueda es comprenderla desde esos pasados que le dan fuerza”, explica la compiladora en la introducción. Quiere, además, correr a las voces que seleccionó del lugar de “heroínas”, invitando a un “ejercicio de memoria crítica”. Los pasados feministas retumban más por sus zonas de duda o contradicción que por las certezas, algo que les lectores podrán agradecer en tiempos de corrección política.

No son sólo figuras célebres las que eligió Fernández Cordero. En efecto, su tarea curatorial parte de la figura de Claire Démar, igual que Jenny D’Héricout traducida por primera vez al español. Ambas reclamaban por las promesas incumplidas de la Revolución Francesa y por el derecho al sufragio y el placer. Las que fueron pilares de la socialdemocracia y sus derivas, como Clara Zetkin, Kollontay y Luxemburgo, aparecen “mostradas bajo otra luz”. Es imperdible la conversación de Zetkin con Lenin acerca de la cuestión de la mujer, lo mismo que la carta que Luxemburgo escribe a su amante Leo Jogiches. “No puedo escribirte acerca de ninguna cosa, de ningún pensamiento o hecho sin recibir como respuesta las peroratas más tediosas y más insípidas”, escribe, el 13 de enero de 1900. “Es tu mala costumbre de hacer de mentor, que te has asignado a tú mismo y en la que pretendes aleccionarme y asumir el papel de educador. Tus actuales consejos y críticas con relación a mis ‘actividades’ aquí van mucho más allá de los límites de los consejos y acotaciones de buen amigo, para convertirse en una sistemática prédica”, lo reta.

Son muy disímiles también los textos de Feminismos… en cuanto a sus propósitos: algunos tienen el carácter de manifiesto político (con ejes en temas como el voto, un punto en discusión); otros exponen, como los citados de Luxemburgo y Kollontay, facetas muy íntimas de las autoras. Lo que conecta a ambos tonos son las resonancias actuales. Aparecen discusiones que incluso en estos tiempos no han sido saldadas. A lo mejor no habría que hacer una separación tan tajante entre ambos registros: en definitiva, lo que queda claro en esta antología es que lo personal es político, lema repetido dentro de esta marea.

Emma Goldman, definida como la “militante total” —cada una de las figuras es presentada por alguna característica, y con un breve perfil que recoge la sensibilidad de la época—, se enamoró de dos personas al mismo tiempo. De tanta entrega a la causa anarquista, coqueteó con la prostitución para financiar el atentado al empresario Henry Clay Frick. “Me preguntaba si podía ser amor. ¿Se podía amar a dos personas al mismo tiempo?”, se cuestionaba en su texto «Viviendo mi vida». Los hombres en cuestión eran amigos entre sí y vivían con ella. Sasha (Alexander Berkman), a quien los biógrafos suelen llamar el hombre de su vida, amaba la Causa más que a nada en el mundo. Y no llenaba todos los “rincones” del ser de Emma. Fedia, de quien admiraba su amor por la belleza y su sensibilidad, llegaba a aquellos lugares que Sasha no podía alcanzar. “¡Sí, tiene que ser posible amar a más de una persona a la vez! (…) Durante aquellas semanas, Fedia y yo nos convertimos en amantes. Me había dado cuenta de que mis sentimientos por Fedia no tenían relación con mi amor por Sasha. Cada uno despertaba en mí diferentes emociones, me transportaban a mundos diferentes”. También en este texto narra su experiencia fallida con el trabajo sexual y se pregunta qué es esa revolución comunista que deja afuera el baile, el disfrute, el goce.

No son todas voces femeninas, también están los aliados socialistas y anarquistas como el «pornócrata» Charles Fourier —quien diseñaba un «nuevo mundo amoroso»— o el «universal» Joseph Déjacque. Aparecen Flora Tristán, que habló de obreros y obreras antes de que se publicara el Manifiesto Comunista, y la Bella Otero, que desafiaba la dicotomía de los sexos. Están las anarquistas, como Ana Piacenza y las mujeres del periódico La voz de la mujer, que no concebían revolución social sin emancipación de las mujeres y el amor libre. También las librepensadoras, señoras burguesas que desafiaron los mandatos de la Iglesia.

La cuestión sexual está tan en primer plano como la cuestión de la mujer. «Las discusiones sobre libertad sexual se dieron en los espacios más progresistas y de izquierda», explica la socióloga. Estas 14 voces lo cuestionan todo. A sus propios compañeros, las burocracias partidarias, la moderación de sus editores —la mayoría de las autoras fundó periódicos, publicó folletos y libros y animó revistas—, a sus familias. Pero sin dejar de cuestionarse a sí mismas, así escriban sobre la hipocresía del matrimonio y el deseo de mirar a otros hombres, el rol de la Iglesia o la participación de la mujer en el movimiento obrero. Incluso, el amor hacia otras mujeres. Desataban reacciones furiosas a su alrededor, algo que también queda plasmado en estas páginas.

Lo interesante es que ayer y hoy el ímpetu es parecido: «El feminismo no participa como un partido compacto ni como un movimiento de contornos definidos, sino como forma de enunciación similar. Una posición enunciativa de la revuelta, revulsiva incluso contra sí misma».

Tomado de: Página/12

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No podemos desligar la idea de la defensa de la revolución con la idea del trabajo

El Comandante Ernesto Che Guevara en una jornada de trabajo voluntario

Por Ernesto Che Guevara

Compañeros: Debo pedirle disculpas a la Asamblea, pues yo había avisado que tenía que llegar algo tarde, debido a otros compromisos que teníamos que cumplir en la Provincia de Pinar del Río. Como no se avisó la hora de mi llegada, quería hacer patente, en estos momentos en que la puntualidad es una de las virtudes que debemos practicar, el que yo llegué a la hora que había señalado.

Quería referirme, para empezar un planteamiento que me comunicaron los compañeros, que alguien diera aquí, sobre un aviso del Ministerio del Trabajo –que transitoriamente está a mi cargo, mientras dure el viaje del compañero Martínez Sánchez por los países socialistas–. Es con respecto a las citaciones a las Comisiones de Reclamaciones de los números uno al doscientos, de la Delegación H-4, y que después seguirá.

Algún compañero planteó que podía hacerlo el Administrador o el jefe de la sección sindical, recoger directamente los carnés. Como hay poco tiempo para rectificar el aviso que hizo el Ministerio de Trabajo, yo le puedo decir que sí, que lo vamos a hacer así, y mañana mismo tomaremos las medidas para que se puedan recoger los carnés sin que haya ningún perjuicio a la producción, ya que era en horas laborables en que debían recogerse los carnés.

Vamos a pasar a un pequeño análisis de esta Asamblea de Producción, que es una réplica de la gran Asamblea de Producción, que presidiera Fidel hace unos días.

Una Asamblea que es, en algunos órdenes de la producción, casi tan importante como la del país entero, debido a que en La Habana y en la Gran Habana se concentra la gran mayoría de las industrias del país, y por lo menos la dirección administrativa de casi todas las industrias, y la dirección administrativa de todas las otras ramas de la producción.

Este hábito que estamos empezando a crearnos, de los informes públicos, de la crítica y de la autocrítica, es más saludable. Es muy saludable, porque tenemos que empezar a tomar conciencia de nuestras responsabilidades, como directores de fábricas, de empresas, o de diversos sectores de la producción; responsabilidad que tenemos no solamente y de ninguna manera con la superioridad administrativa, sino con todo el pueblo de Cuba.

De tal manera, que los informes que se presentan aquí van dirigidos, no ya a las unidades administrativas a las que se pertenece, sino a todo el pueblo que será testigo de nuestras afirmaciones, y en su oportunidad será el juez de nuestras realizaciones, comparándolas con los informes que hayamos emitido y con las afirmaciones que hayamos hecho.

El año que viene es el «Año de la Planificación». Empezamos una nueva etapa que caracteriza esta nueva estructura social que estamos creando, e iniciamos ya la etapa de la construcción activa e importante de todos los bienes materiales, que nos permitirán la edificación del socialismo. En la planificación debe dejarse el menor lugar posible a la improvisación. La improvisación debe solamente ejercitarse cuando haya factores externos que disloquen nuestra vida económica y la vida del país en general. Y aun muchos de estos factores externos deben ser previstos, dentro de lo posible, para que sus efectos sean los mínimos dentro de la vida del país. Estos factores pueden ser: fenómenos de la naturaleza –como el ciclón que asolara la zona… el ciclón asoló la región de Pinar del Río–, o como una invasión extranjera; como pueden ser actos de provocación de cualquier tipo. Tenemos que tenerlos en nuestra conciencia, y estar listos para subsanar cualquier inconveniente que nos provoque.

En la planificación lo que haya de improvisación, por motivos que nosotros no hayamos podido prever, es una falla nuestra. Y debemos tratar de que exista el menor número posible de estas fallas. No vamos a caer en el falso optimismo de pretender que en este primer año de la planificación, vayamos a poder controlar todo el futuro y encuadrarlo dentro de nuestros planes. Muchas cosas, y algunas importantes, se nos escaparán. Esos serán nuestros errores; será una demostración de lo difícil que es hacer un plan conjunto de la economía del país, y servirán, además, de estímulo cuando se saquen a la luz y se critiquen acertadamente para la corrección de los errores en el futuro, ya que el plan no es una aventura que vayamos a iniciar en el año 1962, sino que será desde ahora una parte integrante de nuestra vida, y algo que adquirirá cada vez mayor jerarquía en el ordenamiento del país.

Se han emitido aquí muchos informes. El resumen de algunos he podido leerlos, hoy tuve la oportunidad de escuchar otros, y, en definitiva, leeremos el resumen de todos ellos cuando la JUCEI lo publique. Lo importante es establecer qué significa el informe y a qué va dirigido el informe.

El informe es un anuncio de metas, en una de sus partes. Se está estableciendo, o se está anunciando las metas de producción, se está haciendo una comparación entre las metas de producción y entre lo cumplido, de lo que se va a cumplir, y se está afirmando algo; es decir, se está exigiendo un compromiso. Por eso el informe debe ser muy serio.

Ya se acabó la época en que cualquier miembro de la administración pública, que estuviera a cargo de alguna unidad de producción, podía levantarse en una asamblea para hacer mejor efecto, y anunciar, con toda energía, que iba a producir tanto o más cuanto de cualquier producto que fuera.

Ahora los informes deben ser absolutamente verídicos. No debe faltar uno solo de todos los factores de análisis que puedan incidir sobre la producción en cada unidad a favor o en contra.

El informe en muchas de sus partes, las mayoría de ellos, son enunciaciones de mejoras, de triunfos logrados mediante el trabajo colectivo, al que todos estamos abocados, mediante esa superación de la conciencia general de las masas, de la elevación política de todo nuestro pueblo; que es a veces también la concepción de una derrota en cuanto a meta de producción, en cuanto a metas organizativas. Y debe conllevar, entonces, un análisis de defectos, de defectos propios, y a veces de defectos ajenos, que también inciden sobre cada una de las unidades de producción, y sobre el país en general.

Esos análisis deben ser serios, deben ser meditados. Y debe recordarse que cada vez que se hace un anuncio frente a los micrófonos, se está diciendo al país, se está haciendo al país afirmaciones, que el país recoge. Por eso no puede hacerse ninguna crítica infundada, ninguna crítica que no esté asentada sobre la más extrema objetividad.

Cuando se establecen los planes para el futuro, se piensa lo que se va a hacer, se piensa en alta voz, por escrito y se manifiesta, se está adquiriendo un compromiso también, y explicando o anunciando al pueblo las nuevas metas de producción.

Ahora todo el mundo se acostumbra también, como nos hemos acostumbrado a discutir colectiva y públicamente nuestros problemas, se acostumbra a hacer estadísticas de lo que se dice.

Todo lo que se ha dicho en la Asamblea de Producción Nacional, está recogido en un volumen de Obra Revolucionaria.[1] Cada ciudadano de Cuba, que tenga interés en ello, puede controlar todos los hechos del Gobierno a través de esas metas que oficialmente se han propuesto.

De tal manera, que hay que tener mucha seriedad y decir las cosas con la seguridad de que se van a cumplir dentro, naturalmente, de lo posible.

El informe, además, debe ser muy medido y muy cuidadoso del tiempo de todos. Hay informaciones, que podíamos llamar sustantivas, o informaciones adjetivas, informaciones que no tienen tanta importancia. Hay que acostumbrarse a hacer los informes, de tal manera que cada uno de los interesados pueda sacar de ellos lo más sustancioso, lo más importante, y fijar en su memoria las cosas fundamentales de cada industria que informa.

Además, debe cuidarse también de todo tipo de enunciación de caracteres muy amplios, cuando el esfuerzo que se va a realizar, la magnitud de ese esfuerzo, no corresponde a la importancia de esta asamblea.

Permítaseme, por ejemplo, hacer en este caso algunas pequeñas críticas, y con todo ánimo constructivo, a un compañero que me precedió hace tres o cuatro turnos en el uso de la palabra, que planteaba todo un programa sobre el trabajo en el camino de Rancho Boyeros.

Es una cosa importante e interesante, y hay que llevar al ánimo de los obreros, a todos los habitantes, las tareas colectivas que contribuyen, en estos casos, a solidarizar al hombre con el hombre, a hacerlos cada vez… convertirlos cada vez más en una masa única, donde todos nos conocemos, conocemos nuestros problemas, conocemos nuestras angustias, nuestros afanes, y nos conocemos a través del trabajo, y nos vamos endureciendo, fortaleciendo, en la lucha contra el enemigo común.

Pero todo tiene que tener también su categoría, y situarse en el lugar en que está. Esta es una asamblea donde se reúnen los distintos funcionarios de todos los sectores de la producción de La Habana con muchos problemas y, además, con ideas cada uno propias sobre esos problemas. No se puede entonces plantear, a modo de resolución de la Asamblea, algo que es sectorial, que corresponde a un núcleo o parte.

Esto no tiene importancia en sí, y lo decía simplemente para ilustrar cómo deben hacerse los informes, y cuáles deben ser los llamados que se hagan, cuándo debe hacerse un llamado a la conciencia de la gente. Los llamados deben ser de tal forma que sean generales, y que abarquen la mayoría de la gente, y no sectoriales; no informes que solamente interesen a determinadas personas dentro del enorme campo de la producción.

Aquí se han podido apreciar muchos de los problemas que tenemos, y también, cómo se están resolviendo. Hemos analizado problemas de todo tipo. Hemos analizado, por ejemplo, que faltan materias primas, materias primas de todo tipo que vienen de distintos países, pero que antes venían, casi siempre, de los Estados Unidos. Al suprimirse nuestro comercio con los Estados Unidos, hemos encontrado dificultades. ¿Por qué hay tanta dificultad con la materia prima? Sencillamente porque nosotros somos un país todavía de estructura semicolonial, en la que no existe una industria básica, del tal manera, que la materia prima, el producto elaborado primariamente para servir para ser elaborado después en otra fábrica, en que producen las grandes unidades pesadas, como pueden ser: el acero en todos sus tipos, las chapas de acero o el acero en barras, o, como puede ser la química básica; se produce muy poco, o no se produce en Cuba.

En ese plan cuatrienal que inauguramos el primero de enero, comenzaremos a echar las bases de esa industria pesada, que nos permitirá entonces suministrar nuestra propia materia prima a las fábricas nuestras.

Hemos visto también cómo faltan piezas de repuesto. ¿Por qué? Exactamente por la misma razón. Faltan piezas de repuesto porque son de máquinas especiales hechas en los Estados Unidos, que los países socialistas no producen, hechas a veces con materiales especiales, también, muchas veces con fórmulas de acero o de metales desconocidas, muy complicadas, costosas de hacer una a una, y en el país no tenemos todavía la técnica necesaria para suplirlas todas; también hemos visto cómo una gran cantidad se ha suplido.

Hemos visto también cómo faltan las fábricas adecuadas para hacer esas piezas de repuesto en el país, y por eso es que a veces nuestras industrias se ven paralizadas o amenazadas de paralización, ya que las unidades de las fábricas que pudieran hacer ese tipo de repuesto todavía no se han levantado en el país. Estamos haciendo el primer, o ya hemos completado el primer intento de una fábrica de piezas de repuestos generales para industria de tipo mediano, y pensamos instalar, lo más rápido posible, fábricas de repuestos para equipos agrícolas y fábricas de repuestos para equipos automotrices. Esto depende, naturalmente, de la ayuda, cada vez más efectiva que nos están brindando los países socialistas.

Además, se notan también otras faltas que no vienen del extranjero, sino de nuestra situación anterior. Ha faltado organización y falta todavía mucha organización. En el trabajo organizativo estamos apenas en el principio. A veces, mirando hacia atrás, mirando el camino recorrido, nos parece que hemos avanzado mucho; ¡y en realidad hemos avanzado mucho! Estos dos años y medio de Revolución están llenos de conquistas importantes en las tareas de organización, y cada día que pasa nos organizamos más, pero la tarea de organización también debe ser continua, y en algunos puntos estamos muy flojos. Por ejemplo, en estadísticas… muy flojos.

Algunos compañeros hacen informes de un semestre, y dicen que del semestre anterior no se puede hacer informe porque se carece de datos. Los informes, incluso actuales, no siempre son exactos, y no es la culpa directa de los compañeros encargados de hacerlos, sino también de los métodos para elaborar datos que, muchas veces, conducen a errores. Ha faltado, además, una prédica constante, un trabajo constante sobre la productividad. La productividad es la base de nuestro desarrollo en el futuro. Todavía hoy la falta de productividad no constituye un mal tan apremiante, porque a veces debemos sacrificar la productividad para dar empleo a una buena cantidad de nuestros compatriotas que todavía hoy están desempleados.

El empleo y la productividad, y el aumento de la productividad, están siempre reñidos, pero el desarrollo grande solamente se podrá lograr cuando todo nuestro país esté en producción, y cuando para lograr fuerza de trabajo para una nueva fábrica, deba aumentarse la productividad de otras y extraer de allí los obreros necesarios para esa nueva fábrica, nunca naturalmente, en base del desempleo de nadie, nunca para desmejorar a nadie, sino, todo lo contrario, para aumentar con la producción, la capacidad adquisitiva de los obreros y la capacidad de nuestro pueblo, o la cantidad de productos para ofrecer a nuestro pueblo.

Sobre la productividad todavía habrá mucho que hablar durante varios años. Nosotros tenemos que ir pensando ya, seriamente, en nuestro futuro, pensar que de aquí a muy poco tiempo todos los brazos libres de Cuba estarán ocupados. En el primer momento liquidaremos el desempleo de los jefes de familia; y se entiende por jefe de familia, no al hombre, sino a toda persona mayor de determinada edad –puede ser 18 años, 17 años– que tenga que mantenerse por sí mismo. Es decir, que nuestro trabajo más importante ahora no es conseguirle una ubicación a ese muchacho de 18 años que ha acabado sus estudios que empieza la producción, y cuyo padre trabaja, sino, en ese momento, conseguirle trabajo a otro muchacho, tal vez de la misma edad, incluso quizás con menos aptitudes… menos ganas de trabajar, pero que se tiene que mantener a sí mismo.

Es decir, primero liquidar cualquier foco de miseria que pueda haber, por el hecho de que alguien no pueda llevar, mediante su trabajo, la comida a su familia, o él mismo comer, que es una necesidad individual e imprescindible.

Sin embargo, después llegará un momento en que todos, las mujeres y los maridos trabajen. Los hijos mayores, tendrán también que incorporarse al proceso de la producción, y tendrán que ser contabilizados como factor muy importante. Ya las mujeres se están preparando para muchas de las tareas que pueden realizar. Si no ha habido una integración masiva de la mujer al trabajo, es por el hecho de que después de cierta edad la mujer ya está casada, y ya el marido probablemente trabajará; hay ya un sueldo en la casa, y debemos, para proceder con justicia, primero darle un sueldo a cada uno, y después, incorporar a todo el mundo al trabajo.

Sin embargo, el proceso es rápido. Dentro de ese cuatrienio ya tendremos que recurrir al trabajo masivo de las mujeres. Las mujeres deben prepararse mejor; y debe hacerse el trabajo de tal tipo que no esté la mujer en desventaja con respecto al hombre, porque hoy, por ejemplo, sería criminal mandar nuestras mujeres al puerto a cargar sacos, por ejemplo, pero dentro de un tiempo –y vamos a tratar de que sea el tiempo más corto posible– habrá máquinas que cargarán esos sacos automáticamente, sin necesidad del trabajo físico directo sobre el saco y en ese caso la mujer puede desempeñar en igualdad de condiciones con el hombre, ese tipo de trabajo. Y además, hay muchos otros que la mujer realiza, a veces, con efectividad mayor que el hombre. Los capitalistas se preocupan mucho de cuánto trabajo rinde cada uno, y no tienen prejuicios con respecto al sexo, y en muchas fábricas prefieren mujeres, porque los tipos de trabajos, está demostrado por sus científicos, hacen que la mujer rinda más.

Todas estas experiencias también serán necesarias para nosotros para colocar a la mujer en los lugares donde pueda rendir más su trabajo, donde pueda aumentar más la producción, y de esta manera sea mayor el excedente para contribuir al desarrollo más rápido de nuestro país.

Hay defectos también en la interpretación de los problemas, defectos en la conciencia de los trabajadores y de nosotros, que no hemos madurado tan rápidamente a veces, como el proceso revolucionario nos ha llevado. Este defecto nos hace incurrir en trabajo individual, muchas veces, en apreciaciones individuales y absolutas de los problemas, en olvido de la importancia de la masa obrera, de sus decisiones, de su bienestar inmediato, persiguiendo siempre fines loables: el bienestar futuro de la clase obrera, pero a veces, olvidándonos que hay que discutir para prever, y en nuestro centro de trabajo, los obreros, habituados a un régimen antiguo, tampoco han demostrado la suficiente dedicación para discutir los problemas que existen en el centro de trabajo, para plantearse las soluciones, discutirlas con el Administrador y llegar a mejorar las condiciones de producción de cada unidad. Esto es tanto para la industria como en la agricultura y en otros tipos de trabajo, como el transporte, por ejemplo.

Sin embargo, en la industria, por el hecho de que es un trabajo donde hay una comunidad mayor y más continua, debiera notarse una mayor tendencia a la unión para la discusión colectiva. Naturalmente que también en esto estamos progresando todos los días; sin embargo, todavía nos falta mucho. Debemos seguir adelante en la tarea de discutir todos los problemas y, sobre todo, en la tarea nuestra como dirigentes, a cualquier nivel que sea, de informar constantemente al pueblo, a los trabajadores de todo tipo, de los planes generales y de los planes de cada empresa en particular.

Además, nos ha faltado muchas veces la suficiente calificación de los problemas. Muchas veces hemos dedicado una gran cantidad de tiempo a resolver los problemas menores y hemos descuidado los problemas más graves de cada industria; es decir, no hemos sabido dar el orden de prioridad adecuado a cada uno de los problemas que se plantean.

Esto es, naturalmente, reflejo de nuestra falta de organización; porque nunca hemos planteado ni nos hemos colocado, escritos, uno detrás de otro, todos los problemas que se pueden presentar, y la forma de resolverlos, y la prioridad que tienen para resolverlos. También en esto hay que trabajar mucho y no se ha avanzado tanto.

Esto es lo que nosotros hemos llamado un poco la «mentalidad guerrillera» que todavía no hemos perdido, es la mentalidad del hombre, Administrador de una fábrica, jefe de una Cooperativa, jefe de cualquier otra unidad, incluso del Ejército, que va a resolver personalmente el problema. Cualquier problema que sea –ustedes conocen bien ésos–; ¿que se ponchó un camión que traía cualquier cosa a diez kilómetros de la fábrica?: allí va el Administrador, a buscar un parche o una goma, consigue una camioneta, va para allá, ayuda a cambiar la goma, viene muy feliz, y ha perdido dos o tres horas de trabajo de dirección en una tarea que no le corresponde.

No quiere decir eso que los Administradores no tengan que llegar a resolver los problemas también pequeños y que no tengan que tener comunidad constante con los obreros. Debe hacerlo, y debe además plantearse el trabajo físico como una necesidad y un medio de comunión con los obreros, pero hay que saber plantearlo, y en el momento preciso también. No debe estar el Administrador disponible para resolver físicamente todos los pequeños problemas que se plantean a diario en cada una de las unidades.

Además, ha existido una falta considerable de coordinación entre las distintas unidades administrativas del país y entre las distintas unidades de producción entre sí.

Es bien sabido, ya lo hemos discutido y se ha planteado, problemas que a veces ha tenido la industria con el INRA, la industria con Transportes, la industria con Comercio Exterior o con Comercio Interior, y también los problemas que ha tenido el INRA con Industrias, el INRA con Transportes, &c., porque no hay culpables individuales, aun cuando sean organizaciones del Estado, sino que todo el Estado en su conjunto, cada una de las ramas, ha sido culpable y víctima a la vez: culpable de omisiones, culpable de falta de coordinación culpable de resolver problemas, de por sí y ante sí sin una consulta previa; y, al mismo tiempo, víctima de esos mismos males, producidos por otras ramas de la administración de nuestras ramas de producción.

También aquí, y la Asamblea de Producción Nacional sirvió mucho para ello, se están limando todos estos problemas y estamos coordinando durante los meses que nos quedan. El compañero Carlos Rafael[2] advirtió que los meses de coordinar son contados y que de enero hacia adelante todo estará dentro del plan.

Precisamente, el plan se hace para evitar que ocurran todos estos problemas, para que esté calculado ya el número de transportes que necesita cada uno para mandar sus mercancías, de tal manera que se pueda hacer el plan anual, dividido en semestres, en trimestres, o en meses, y pueda el transporte, por ejemplo, suministrarse en el momento adecuado.

Esas son muchas de las faltas que hemos tenido. Sin embargo, no hay que referirse a una falta muy grave, que es directamente falta de nuestra conciencia, falla de nuestra conciencia revolucionaria, que todavía no está perfectamente educada.

Nosotros podemos calificar como el contrarrevolucionario más tenebroso, más sutil, al ausentismo. El ausentismo sí es un mal que nos come por dentro.

Ya muchos compañeros han analizado este problema y se han referido en términos muy justos a él, pero es bueno repetirlo una vez más; a pesar de que todos los días, por televisión, por radio, todos los obreros escuchan algo que se ha convertido en un sonsonete casi: «Tu maquinaria también es tu trinchera», &c., palabras muy justas, de una idea exacta, muchas veces los compañeros no la han dejado llegar a la conciencia. Hacen una división demasiado grande entre la trinchera física, la trinchera que se cava en la tierra para defenderse del enemigo, y esa trinchera de la producción.

Y quien falta al trabajo por motivos banales, no deja de sentirse revolucionario por ello; por eso es que es sutil y es tenebroso este enemigo, porque si faltaran al trabajo los contrarrevolucionarios, sería nada más cuestión de hacer una estadística y de acuerdo con el índice de ausentismo que exista en cada fábrica colegir de allí el porcentaje de contrarrevolución que existe en cada una. Sin embargo, no es el problema tan simple, ni mucho menos, si pudiera calificarse ligeramente, a los compañeros que incurren reiteradamente en este error, como contrarrevolucionarios.

Lo que sí sucede es que hay una falla en el nivel revolucionario de nuestras masas, y muchas veces falla el nivel político de los dirigentes obreros y de los directores de la producción, que no han sabido hacer llegar a toda la masa la importancia que tiene la producción y los males del ausentismo.

Ahora último, el ausentismo empezó a tomar características alarmantes, y esta reunión tiene, como una parte importante de sus finalidades, la de luchar contra el ausentismo. Pero hasta ahora había sido apenas un mal del que se hablaba en términos abstractos y que no había llegado a analizarse críticamente, como se ha hecho ahora.

Debemos sacar las conclusiones de este mal, que no era, como se pensaba, solamente de los textiles, sino que es de muchas industrias, y que particularmente es el mal de todas las industrias donde los obreros perciben un salario de tal categoría que les permite faltar algunos días, no recibirlo, y mantener, sin embargo, perfectamente a sus familiares. Es difícil que se produzca el ausentismo en los lugares donde un peso, o menos, significa hambre para los hijos; porque los obreros se ven en la necesidad imperiosa de llevar la comida a sus hijos todos los días.

Es, de tal manera, un mal proveniente del pago, no digamos excesivo, pero sí del mejor pago de los obreros. Es, además, en buena medida, un mal proveniente de las empresas anteriormente pertenecientes a los imperialistas, que pagaban mal más a sus obreros. De tal manera que, presumiblemente, también exista allí una más baja conciencia obrera, porque los imperialistas se cuidaban mucho de, todos los días, trabajar sobre la conciencia de la masa obrera y reducir todo el movimiento sindical a una mera lucha economista, para lograr algún aumento en los salarios.

Era cómodo para ellos, porque las ganancias fabulosas que extraían en el país le permitían, cada tanto tiempo, a regañadientes, «solucionar» todos los problemas del país dándole un pequeño aumento a los obreros. Además, se hacían contratos de trabajo que para aquella época significaban una real reivindicación del trabajador contra la compañía monopolista; hoy, estos contratos de trabajo, y sobre todo este espíritu, constituye una rémora de la Revolución.

Hay contratos de trabajo de ese tipo que hay que plantearse la modificación; y lo decimos naturalmente, con sinceridad, para que sea escuchado por todo el mundo y para que todo el mundo lo piense. No se trata de burlar contratos de trabajo, se trata de un llamamiento a la conciencia de la clase obrera, para modificar algunos que en el momento actual están totalmente fuera de la realidad y están frenando la marcha de la Revolución.

Hay ejemplos. Hemos luchado contra ello bastante, y no es el caso aquí de dar ejemplos negativos, pero los hay y, desgraciadamente, no son tan infrecuentes como pudiera pensarse.

Este es un problema que los compañeros Administradores deben plantearse en la discusión con los obreros, y los obreros deben plantearse también para buscar soluciones que no afecten, de ninguna manera, su vida, pero sí que permitan a las industrias cambiar algunas cosas para hacerlas más productivas.

Estábamos hablando del ausentismo, precisamente, y decíamos que no se ha podido todavía lograr hacer conciencia en la masa de estas industrias, más desarrolladas y de mejores salarios, de la importancia que tiene como real trinchera la maquinaria, la máquina, la producción. Quizás el día que tengamos que decidir en una batalla, o en algunas batallas, los destinos de nuestra Revolución, todos tengamos que pelear; pero tampoco todos, porque un obrero petrolero en una refinería, que está a cargo de algunos de los puntos claves de una refinería, realiza allí un trabajo más importante y más abnegado, porque es mucho más peligroso, que la mayoría de los combatientes.

La refinería es un objetivo bélico de primera prioridad. Y si hasta ahora no la han bombardeado, a las nuestras, es por una razón muy sencilla: es porque las refinerías pertenecían a los imperialistas, y todavía tienen la esperanza de recuperarlas. Entonces, las cuidan. Pero, puede ser también que desaten una ataque más violento y que sacrifiquen algunos intereses individuales –intereses de algunas, de la Standard o de la Shell, cualquiera de ellas– para llegar al triunfo; de tal manera que, entonces atacarán las refinerías.

Ustedes saben que las refinerías tienen su buena «defensita», que la seguimos perfeccionando, que costará caro, pero en la guerra moderna se pueden muchas cosas. En ese momento, la tarea de un obrero que esté allí en la producción es más importante que la de cualquier soldado, y mucho más peligrosa. Nadie debe temer que se le diga cobarde por quedarse a cumplir un deber de esa naturaleza; en todo caso lo que podría temer es precisamente el peligro que entraña quedarse allí. Y no solamente en éste, que es un caso extremo; así son también las centrales eléctricas, y así son muchas de las fábricas que producen materiales importantes para la marcha del país. Mantenerlas en todo tiempo es una consigna; mantener la producción en todo tiempo debe ser una consigna que haga carne en todo el mundo.

No podemos, de ninguna manera, desligar la idea de la defensa de la Revolución con la idea del trabajo; son dos cosas paralelas y conjuntas. En todo momento hay que producir, y en los momentos de la batalla, de decisión fina, muchos tendrán que quedarse también en la producción. Ese será su lugar, su trinchera para dar la batalla, y ahí cumplirla como el mejor soldado.

Quería referirme también a un punto importante, en el cual hemos tenido tropiezos de trato, digamos: a los técnicos. Nosotros recogimos las industrias de manos extranjeras –las más complicadas–, todas ellas de manos extranjeras, porque la tecnología avanzada pertenece a los países capitalistas, que llegaban a nuestro territorio y establecían aquí también fábricas de una avanzada tecnología, que era usada por los obreros cubanos y de la cual conocían nada más que el pequeño segmento que les tocaba administrar durante determinadas horas del día. Los técnicos, en general, eran norteamericanos, extranjeros o eran técnicos con una mentalidad norteamericana.

Esos técnicos se fueron durante los primeros días; raro es el que quedó de aquellos. Sin embargo, quedan algunos.

Quedó otro tipo de técnico, además, convencido de que la técnica es una institución aparte de la política, que se puede ser técnico a solas, o a secas, y que no importa, de ninguna manera, la forma en que se mire el proceso revolucionario. Y hay otros técnicos que desde el primer momento se incorporaron a la Revolución. Y ahora existen los técnicos de nuevo cuño, los que la Revolución ha hecho en poco tiempo, los obreros calificados con años de servicios, o con mucha dedicación, que han avanzado y han reemplazado en muchos lugares a los técnicos ausentes.

Sin embargo, el porvenir del país está ligado directamente al desarrollo de la ciencia y de la técnica. Nunca podremos caminar con nuestros propios pies, mientras no tengamos una tecnología avanzada, basada en una técnica propia, en una ciencia propia. Por ello, la tarea de crear técnicos es importantísima.

Y, naturalmente, que los próximos técnicos, los próximos científicos, serán salidos de la masa del pueblo y tendrán una nueva conciencia revolucionaria. Pero los que hoy están son importantes, son importantes y debe respetarse su manera de pensar, en la misma medida en que ellos cumplan con su trabajo. No debemos exigirle a un técnico que se convierta en un revolucionario de la noche a la mañana; debemos acercarnos al técnico con espíritu constructivo, reconocer lo que tienen de valioso los conocimientos que ha adquirido, y la forma de aplicarlos, tratar de aprender de él, y tratar de inculcarle el nuevo espíritu revolucionario, pero inculcárselo por los métodos de la persuasión y no a martillazos, porque a martillazos no entran las ideas en la cabeza.

De tal manera que hay que reconocer la realidad actual, y reconocer que hay una cantidad, una determinada categoría del pueblo de Cuba, que no está con la Revolución, que no tiene mucha simpatía o no tiene ninguna simpatía, pero que entiende que él es un individuo que vende su trabajo o su fuerza de trabajo durante determinadas horas, que percibe un sueldo, y que si lo dejan tranquilo, con su mujer, sus hijos, su forma de educarlos, él se queda en casa. A ese hombre hay que respetarlo.

No se puede empezar a hablar de los técnicos como si fueran una basura, elementos encargados siempre del sabotaje, o elementos aliados siempre a los patronos. Naturalmente que el técnico tenía, en el mundo capitalista, una mejor posición que el obrero, era más respetado, y muchas veces pensaban igual que el patrono, y a veces era aliado del patrono. Pero no hay que olvidarse que en los países socialistas el técnico también tiene una jerarquía superior; es el esfuerzo del hombre que ha logrado adquirir nuevos conocimientos mediante su dedicación la que se premia. De tal manera que también es más considerado, en cuanto a retribución, que los obreros. Y en todo el período que medie en la construcción del socialismo, en la época en que se paga a la gente según su trabajo, su capacidad, ocurrirá eso.

Naturalmente, que eso no quiere decir que vayan a tener los técnicos prerrogativas nuevas, prerrogativas distintas, en el orden político, en el orden social, a la de los obreros; pero sí que serán mejor pagados, y serán mejor pagados, además porque la ley de la oferta y la demanda, en cierta medida, funciona todavía; y es necesario tener técnicos, pagarlos mejor, para que rindan una tarea mejor también.

Por todo ello, la tarea de los administradores, en ese aspecto político es muy importante. Deben constantemente, ustedes que son administradores, salidos en su gran mayoría de la clase obrera, de la clase campesina, y a aquellos otros incorporados totalmente a la Revolución, deben hacer un trabajo constante con los técnicos, un trabajo que no es de oportunista, que no es simplemente el trabajo de halagarlos para que se queden, porque nos conviene en este momento, sino que es el trabajo de convencer a un trabajador más de las ventajas que tiene este sistema para todo aquel que piensa vivir de su trabajo, y no de explotar el trabajo ajeno. Ustedes verán cómo trabajando así, convenciendo a los obreros también de que el técnico es un trabajador más, se lograrán resultados muy buenos y mejorarán en todo sentido el trabajo colectivo de cada unidad.

Bien, analizamos nuestras faltas –algunas de ellas, tenemos más–, nuestros errores, nuestras dificultades. Trataremos de ver cómo se pueden resolver. Además, hay que tener presente una cosa: esta reunión, como la Reunión Nacional de Producción no es un fenómeno único; vendrán otros, y hay que prepararse para hacer análisis de lo que hoy se ha dicho y de todo lo que se ha informado, y de lo que viene en el futuro.

Pero, para solucionar los problemas fundamentales, tenemos que trabajar para aumentar la conciencia política de todo el país, de nuestros obreros, de nuestros cuadros de dirección. Todo está en Cuba en continuo cambio y perfeccionamiento, todo es nuevo. Estamos ahora en el proceso político de integración de todas las organizaciones, que dará origen al Partido Unido de la Revolución (aplausos prolongados).

Las Organizaciones Revolucionarias Integradas, y su posterior perfeccionamiento en el Partido Unido de la Revolución, también son cosas nuevas en Cuba: es algo dinámico, en continua transformación y perfeccionamiento y, por lo tanto, mientras hay perfeccionamiento y posibilidades de perfeccionamiento, hay cosas que no funcionan bien, o que no funcionan tan bien como debieran funcionar.

Así ocurrirá también con nuestras Organizaciones Revolucionarias Integradas, en esta primera época. Sin embargo, es el núcleo, que cada vez irá adquiriendo mayor fuerza por su propio trabajo, no por el hecho de que nadie lo imponga, sino porque allí irá lo más selecto de la clase obrera y de todo el pueblo de Cuba; allí irán los hombres que no van a buscar una prebenda, que no van a buscar el elevarse a un cargo, y que no van a buscar el vivir cómodos, sino todo lo contrario: allí irán los hombres que quieran dar a su país y a la Revolución algo más, que estén dispuestos siempre a trabajar por el bienestar colectivo, a dar ese paso más que es necesario dar cuando parece que las fuerzas fallan, aquél que distingue al hombre medio, al ciudadano corriente, del luchador abnegado.

Todo el pueblo no podrá pertenecer a las organizaciones revolucionarias, que hayan llegado a su grado máximo de perfeccionamiento. Allí será un lugar donde será difícil llegar, y donde habrá que realizar muchas tareas, muchos sacrificios y mucho esfuerzo para llegar. De tal manera, que las organizaciones revolucionarias poco a poco se convertirán en los dirigentes naturales de la producción, porque los dirigentes del país también son los dirigentes de las organizaciones revolucionarias y porque la voz de las organizaciones revolucionarias dará el tono político, y transmitirá directamente a la clase obrera, allí, por medio de los portavoces de la clase obrera, que son los miembros de las organizaciones a nivel de la fábrica, transmitirán las consignas del Gobierno, las consignas de todo el pueblo de Cuba.

De tal manera que con el aumento de la conciencia política del pueblo, aumentará la importancia de estas organizaciones revolucionarias, de este núcleo primigenio del Partido Unido de la Revolución [Socialista].

Al aumentar la conciencia política, todos sabremos también la importancia que tiene nuestra tarea en el total de la vida del país; sabremos, cada vez con más nitidez, como cada minuto entregado al esfuerzo colectivo, entregado a la fábrica, entregado a la producción, es un paso más que se da hacia el bienestar definitivo de la humanidad.

Hay muchas formas de ir probando y aumentado la conciencia política. Una de ellas, que nosotros estamos empezando, también en los «tropezones», también sin realizarla perfectamente, mejorándola, eso sí, cada vez más, es la emulación. Ya, por lo que a mí me toca, puede decirse que todas las empresas del Ministerio de Industrias, tienen en esbozo el plan de emulación, hay especialistas trabajando en la emulación, en general, en todo el país; y también, pues, se entrará en planes organizados, si no han entrado ya, en la agricultura y otras direcciones de la producción.

Pero la emulación debemos hacerla de la tal manera que interese a todos los obreros, y que sea un verdadero esfuerzo colectivo, una verdadera competencia colectiva, por demostrar un mejor espíritu revolucionario, de todos los trabajadores. No debe hacerse, de ninguna manera, una cosa mecánica; no debe ser un hecho que enorgullezca solamente al jefe, al administrador o al director de una fábrica o empresa, el que su empresa haya mejorado la producción, la productividad, y haya bajado sus costos, por ejemplo, haya ahorrado una cantidad de productos y materias primas. Debe ser el orgullo colectivo, el orgullo de todos los trabajadores, que deben saber definitivamente que hoy su centro de trabajo es parte colectiva, es propiedad colectiva de todo el pueblo de Cuba, y es la trinchera, el lugar, donde les ha correspondido luchar por el socialismo, y deben entonces demostrar, con el nuevo espíritu que ha nacido en Cuba, y que se desarrolla aceleradamente, las virtudes de ese centro de trabajo, y esa seguridad de hombres y mujeres, para elevar la producción y rendir al país un esfuerzo extra, que es a su vez un excedente más para crear más riquezas, para crear más felicidad.

Debe, además, practicarse constantemente la discusión de los problemas a todos los niveles. Y bien entendido que la discusión es una ayuda enorme a la producción, pero que la discusión nunca debe ser un sustituto de la producción, es decir, que no pueden dejar de producir a determinada hora, dentro de las horas de producción, para ponerse a discutir los problemas. Los problemas se discuten después de las horas de producción.

Y esta misma advertencia debe hacerse para todas las tareas de índole revolucionaria que se están realizando en este momento en las fábricas. Es decir, el que reparte revistas y órganos de publicidad de las organizaciones revolucionarias, ¡está muy bien!, pero que lo haga fuera de sus horas de trabajo; el Joven Rebelde que reclute gente, ¡perfecto!, pero fuera de las horas de trabajo; la tarea de las mismas organizaciones revolucionarias, de las Mujeres o de los Comités de Defensa, ¡magnífico!, pero fuera de las horas de trabajo; las charlas revolucionarias, ¡perfecto!, fuera de las horas de trabajo. ¡Las horas de trabajo para producir! (Ovación.)

Es importante recalcar que todas las organizaciones de masa que se realizan en las fábricas, todo lo tendiente a crear conciencia política de los trabajadores, se realiza con el doble fin de asegurar cada vez más la unidad interna del país frente a los ataques de los imperialistas, ya sean de afuera o de dentro, y con el fin de aumentar la conciencia del proletariado con respecto a sus deberes con la producción –del proletariado y de los campesinos–, de tal manera que no hay que sacrificar la producción para lograr eso. Debe ser siempre de tal manera que ayude más a la producción.

Además, tiene que existir una coordinación cada vez mayor, cada vez más fructífera, entre los administradores, los Comités Técnicos Asesores, y los Comités Sindicales o Secciones Sindicales, de tal manera que pueda realizarse también la discusión colectiva, a nivel de los más altos responsables de las fábricas, de las cuales los Comités Técnicos Asesores, y los Sindicatos, o la Sección Sindical, son productos directos de la votación de los obreros, de la democracia obrera, y solamente el administrador ha sido colocado por la Organización Central.

Así se podrán resolver muchos problemas, mejorar también la producción y la productividad.

Además, hay que acordarse de que no solamente elevando el nivel político de los obreros, del pueblo en general, se pueden lograr ciertas cosas, que son producto de la técnica. Por eso necesitamos los técnicos, porque hay algunos lugares donde toda la conciencia política no alcanza para solucionar un problema. Naturalmente, la gente con más conciencia política lo va a aprender más rápido, es decir, va a aprender a solucionar el problema más rápido, pero en este momento no lo podrá hacer.

Por eso es que hay que elevar, y constituye una tarea central de todos los administradores, de todas las unidades de producción de todo tipo, elevar los conocimientos de los obreros, técnicos y culturales. El obrero debe saber, ya después de esta campaña en que va a saber leer todo el mundo, debe saber además, aprender a digerir lo que lee; después, aprender a leer cosas que le interesen de la técnica, aprender a interesarse cada vez más por su rama de producción, a ir adaptando cada vez más cosas nuevas, conocer el hecho de que los obreros pueden llegar, desde ser analfabetos, hasta cualquier grado técnico, cualquiera que sea; que simplemente es una cuestión de dedicación, de trabajo de todos los días para llegar a ese nivel de tener respeto para la técnica. La improvisación es algo necesario, fue necesario para nosotros en los momentos en que se nacionalizaban las empresas, pero la improvisación fue lo que nosotros teníamos a mano para sustituir a la técnica, a los conocimientos técnicos. De tal manera que tenemos que crear nuestras federaciones de técnicos dentro de las fábricas para que en un futuro podamos caminar con nuestros pies, los pies de una tecnología cubana y de una ciencia cubana.

Por último, debemos recordar siempre que todos los problemas deben tratarse al mismo tiempo, desde un punto de vista teórico y práctico. Todas las cosas tienen un lado práctico de resolución inmediata, de cualquier tipo que sea, y tienen también su lado teórico.

La teoría y la práctica constituyen una unidad que hay que saber dominar. No está bien que un obrero solamente sepa todo lo referente a su máquina porque lo ha aprendido, la ha armado y desarmado cuantas veces sea necesario, sino que debe, además, conocer los principios en los cuales está basada la máquina o se creó, cómo funciona, debido a qué medios funciona, y así como tenemos el caso del obrero y la máquina, debemos poner el caso del administrador de un empresa o de una fábrica debe conocer, sí, todos los problemas de la producción, debe adentrarse cada vez más en los problemas de la producción, pero debe estudiar la teoría de la producción también y muy conscientemente y cada vez con más dedicación, debe saber que todo ese sistema que estamos creando tiene una base lógica y científica, que todas sus partes están íntimamente ligadas, y que hay que conocer los detalles, los tornillos con los cuales le toca a uno trabajar, y en total la lucha panorámica de la gran maquinaria que se está creando.

Todo esto sobre la base de la crítica y la autocrítica constante, descubriendo todas las fallas y todos los problemas, sabiendo aceptar la crítica, y sabiendo criticarse también es importante, y haciendo siempre un análisis crítico del trabajo propio para poder darse cuenta de todos los errores que hemos cometido y enmendarlos.

Esas son las tareas fundamentales, las que en este momento debemos plantearnos para responder en nuestras trincheras al reto del enemigo.

Los compañeros de la JUCEI de La Habana y de las organizaciones revolucionarias se encargarán de toda la parte práctica, de estar en contacto con ustedes, constantemente, a nivel de político y a nivel de coordinación, siempre investigando los problemas que hay, siempre viendo, permanentemente, estando allí, como la conciencia de la Revolución en cada unidad de trabajo. Deben ustedes acercarse a ellos, buscar la solución de todos los problemas que no tienen una salida lógica dentro de los reglamentos, dentro de lo que ya se conoce, dentro de la práctica diaria, y acostumbrarse a recibirlos como los Inspectores que vienen a ayudar, y a mejorar, como los amigos de siempre que vienen a mejorar la producción en la fábrica y vienen a ayudarnos, mejorando, elevando la conciencia política de todo nuestro pueblo.

Yo creo que es todo. (Grandes aplausos.)

Discurso de Ernesto Che Guevara. 24 de septiembre de 1961

Tomado de: Centro de Estudios Che Guevara

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La destrucción hispánica de los Códices Mayas en 1562

De los códices mayas solo 4 llegaron a la actualidad y escaparon de la quema inquisitorial ordenada por el Obispo Diego de Landa.

Por Alejo Brignole

Desde hace algunas décadas tenemos la imagen de una España moderna y plenamente inserta en una Europa rica y unida. Sin embargo, en los hechos, España nunca dejó ser esa entidad descrita en la denominada Leyenda Negra, luego ampliada a otras categorías como la España Negra retratada por el pintor Francisco Goya y Lucientes; o la España profunda, descrita en el siglo XX por autores como Miguel Delibes. Todas aproximaciones que nos relatan un país castigado por el trauma del hambre endémica (hasta bien entrado el siglo XX), enfrentado socialmente y despreciado por sus vecinos europeos, que vieron siempre en España a una nación africanoide, culturalmente exótica y racialmente inferior.

Si nos detuviéramos a investigar la historia peninsular en sus diversas épocas desde la unificación de las coronas de Castilla y Aragón, o bien desde 1492 (año de la expulsión de los judíos y del primer viaje de Colón), veremos que ciertos parámetros culturales y políticos fueron una constante en su decurso. La misma Conquista de América fue una sucesión de actos cuestionables por su barbarie manifiesta, propios de una nación que a fines del siglo XV aún vivía en la época feudal, a pesar de que en el resto de Europa irrumpía el Renacimiento lleno de nuevas ideas y cosmovisiones que darían paso a la modernidad. Y una de esas expresiones más reaccionarias y paradigmáticas en la sociedad hispánica, fue sin dudas la Inquisición.

Las torturas, los Autos de Fe y las persecuciones a herejes y judíos alcanzaron un grado paroxístico acorde al fanatismo religioso que la propia Corona española legitimaba bajo su gobierno.

Para darnos una idea aproximada del sistema sangriento en que se sustentaban las monarquías españolas, señalemos el Auto de Fe que tuvo lugar en la Plaza Mayor de Madrid el 30 de junio de 1680, bajo el reinado de Carlos II, cuyo gobierno estuvo sometido a la influencia eclesiástica e inquisitorial. En esa jornada fueron quemadas vivas 39 personas acusadas de herejía, hechicería, prácticas judaizantes y otros delitos contra la fe. Creencias, por otra parte, enraizadas en una profunda cosmovisión medieval totalmente divorciada de las nuevas corrientes científicas y renovadoras que estaban cambiando a Europa en ese siglo XVII.

Analizar incluso la arquitectura peninsular del Renacimiento (siglo XV y XVI) nos puede dar una pauta del espíritu austero y castrante que impregnaba a toda la sociedad española. Y si en Italia, Alemania o Francia se construían palacios de unas líneas deslumbrantes y renovadoras, en España se erigían macizos castillos al uso medieval y residencias fúnebres como el Monasterio de San Lorenzo del Escorial, quizás la expresión edilicia y política más representativa de la psique colectiva española. Allí residía el monarca (el campeón de la cristiandad, Felipe II y quienes le sucedieron), rodeados tumbas y nichos funerarios, con una Corte sumisa de clérigos fanáticos.

Pero más allá de estos signos que la historia nos ofrece, muchos intelectuales de ambas orillas han intentado apaciguar esta Leyenda Negra española. Entre ellos, el gran poeta y ensayista cubano, Roberto Fernández Retamar, autor de un valioso ensayo Acerca de España: Contra la leyenda negra (1977). Al respecto, en un artículo titulado Desacreditando a la “leyenda negra”[1] Fernández Retamar argumenta:

“En apariencia, esta Leyenda Negra fue provocada por el compartible rechazo a los crímenes monstruosos cometidos en este Continente por los conquistadores españoles. Pero el menor respeto a la verdad histórica muestra que esto es sencillamente falso. Los crímenes existieron, sí, y fueron monstruosos. Pero, vistos desde la perspectiva de los siglos transcurridos desde entonces, no más monstruosos que los cometidos por las metrópolis occidentales que sucedieron con entusiasmo a España en esta pavorosa tarea y sembraron la muerte y la desolación en todos los continentes. Si algo distingue a la conquista española no es la proporción de crímenes, en los que ninguna de aquellas naciones se deja aventajar, sino la proporción de escrúpulos. Las conquistas realizadas por tales países tampoco carecieron de asesinatos ni de destrucciones; de lo que sí carecieron fue de hombres como Bartolomé de las Casas, y de polémicas internas como las que encendieron los dominicos y sacudieron al Imperio español, sobre la legitimidad de la conquista”.

Sin embargo, el siempre lúcido Retamar, en mi opinión omite que la primera gran conquista colonial a escala transcontinental moderna fue precisamente la española y la que marcó una senda, un modus operandi brutal que luego guiaría al resto de naciones europeas a seguir con esa tesitura genocida sin atenuantes. Retamar intenta exculpar a España participando en la evaluación ética a otras naciones igualmente criminales, como Inglaterra, Portugal, Francia, y prácticamente todo el espectro europeo.

En este sentido, las protestas de Fray Bartolomé de las Casas[2] en su célebre debate con Juan Ginés Sepúlveda,[3] en la famosa Controversia de Valladolid iniciada en 1550, sobre el derecho a tutelaje de España sobre los nativos americanos, sin dudas fue un punto interesante en el debate ético sobre el incipiente colonialismo europeo, pero de ninguna manera alcanza para maquillar –o atenuar– moralmente las pulsiones de la Corona española, llena de atrocidades institucionalizadas y premisas doctrinales masacradoras que se desplegaron en los territorios americanos.

Desde una perspectiva histórica, podríamos aventurar que  estas pulsiones aún perduran en la sociedad española como elemento idiosincrático. Y lo hacen de manera latente, pues afloran cíclicamente. LA Guerra de los Comuneros (1520), las guerras carlistas del siglo XIX, o la Guerra Civil de 1936, fueron probables eclosiones de este espíritu nunca superado.

El actual autoritarismo corrupto y los devaneos neofascistas de la sociedad española del siglo XXI podrían tomarse como los síntomas de una sociedad aún impregnada de atavismo y que actualiza el legado de una Leyenda Negra que prevalece en el espíritu colectivo español y lo condiciona siglo tras siglo.

En cada conmemoración de un nuevo 12 de octubre sería acaso útil recordar las muchas manifestaciones de ese espíritu prevalente. Esta vez elegiremos al Auto de Fe llevado a cabo en la población de Maní, en Yucatán (actual México) en la noche del 12 de Julio 1562 por el obispo español Diego de Landa.

En  ese acto religioso de carácter punitivo, el poder eclesial y secular español destruyó la casi totalidad del legado escrito perteneciente a la cultura maya contenido en unos códex, o textos hechos con papel de corteza de árbol, cuya calidad y durabilidad era superior a los papiros construidos por el Egipto de los faraones.

En estos códices estaba registrado mediante glifos figurativos todo el saber religioso, astronómico, científico y social de los antiguos pueblos mayas.

El mismo obispo Diego de Landa describiría los códex en su obra titulada Relación de las Cosas de Yucatán escrita en torno a 1566: “unos libros de hojas a su modo encuadernados o plegados, en que tenían los indios sabios la distribución de sus tiempos, y conocimiento de plantas y animales, y otras cosas naturales, y sus antiguallas; cosa de grande curiosidad y diligencia. Pareciole a un doctrinero que todo aquello debía de ser hechizos y arte mágica, y porfió que se habían de quemar, y quemáronse aquellos libros”.

Señalemos del obispo Landa, natural de Castilla, que conocía a la perfección la lengua maya, e incluso introdujo reglas para su fácil aprendizaje por parte de los evangelizadores. También Diego de Landa era reconocido en su gusto por la tortura e inclinado a las confesiones forzadas en casos de supuesta herejía.

Los antecedentes históricos de la quema de los códices mayas –verdadero acto de genocidio cultural– podemos hallarlos en el viaje que el franciscano Diego de Landa hizo hasta la población de Maní en 1558 para formar un tribunal religioso que quedaría finalmente bajo jurisdicción inquisitorial. En esa localidad yucateca organizaría cuatro años más tarde los interrogatorios y torturas con que facilitaron la confesión de apostasía de los indígenas. Los naturales fueron quemados con grandes velas en el pecho, la espalda y las piernas, o colgados de las manos atadas por detrás y con pesos en los pies, desgarrados con pinzas o desollados mediante flagelación. Prácticas que también dio lugar a los abusos propios de una supremacía masculina altamente represiva y sistémica, como lo demuestra otro fragmento de la obra del obispo Landa, que señala: “(…) en este mismo pueblo y en otro que se dice Verey, a dos leguas de él, ahorcaron a dos indias, una doncella (soltera) y otra casada, no porque tuvieran culpa sino porque eran muy hermosas (…) de estas dos hay mucha memoria entre indios y españoles por su gran hermosura y por la crueldad con que las mataron.”

Estas actuaciones, lejos de ser aisladas o excepcionales, formaban parte de un corpus administrativo y legal español pensado para someter a los pueblos originarios mesoamericanos y de todas las tierras conquistadas. Este carácter genocida no tuvo solamente un correlato demográfico, de exterminio físico, sino también –y principalmente– cultural y religioso, aunque ambas planificaciones fueron tan ineficientes como el propio Imperio y fracasaron en sus propósitos. El poder español ni siquiera pudo eliminar las lenguas originarias que hoy hablan amplios sectores sociales en América Latina. El quechua, el aymara, el guaraní  de Paraguay, o el náhuatl en México son la expresión viva de una resistencia triunfante que ya lleva 500 años.

Con el pretexto de civilizar, la hegemonía hispánica pudo imponer una cultura que no era superior, sino apenas en el dominio de las armas de fuego, en la metalurgia y en la navegación. Y si la argumentación civilizatoria se auto justificaba en los sacrificios humanos de las culturas aztecas, mexicas o totonacas, entre otras; no olvidemos que en España se quemaban herejes, empalaban a mujeres acusadas de herejía, vertían agua o plomo hirviendo en la boca de sospechosas de tratos demoníacos, y aserraban los cuerpos vivos de disidentes al poder eclesial o civil. La civilización era entendida, pues, bajo una mirada unilateral que prescindía de un análisis ontológico riguroso. Los civilizadores eran en realidad mucho más primitivos y brutales desde esta perspectiva, por cuanto carecía de un componente ritual: se torturaba para hacer sufrir y obtener confesión, y así legitimar un sistema religioso y jurídico. Los aztecas, mayas, mexicas o tlaxcaltecas, en cambio, extraían el corazón como ofrenda a los dioses. Y además con la anuencia de las víctimas que, en muchos casos, anhelaban ser elegidas para los dioses.

Por esta y otras razones, los españoles fueron históricamente condenados por los humanistas ulteriores que analizaron la Conquista y fueron dando forma a una justificada Leyenda Negra hispánica.

Obediente a esta matriz cultural represiva y carente de todo apetito progresista, el obispo Diego de Landa ordenó el  12 de julio de 1562 que fueran destruidos en la hoguera cinco mil ídolos y objetos sagrados, entre ellos 13 altares de piedra y 197 vasijas con motivos ceremoniales o costumbristas, además de los códices mayas –solo se salvaron 4 de ellos– junto a 27 rollos con dibujos y glifos.

Fue entre esas cenizas que se perdió para siempre una parte de fundamental de la narración histórica precolombina. La evangelización fue un genocidio maquillado de razones superiores y el inicio del capitalismo moderno, que sigue dando continuidad a sus orígenes, fundados en la explotación y el avasallamiento de los pueblos.

No lo olvidemos.

Notas:

[1] Revista Correo de la UNESCO, disponible en: https://es.unesco.org/courier/aout-septembre-1977/desacreditando-leyenda-negra

[2] Véase su alegato en favor de los indios titulado  Treinta proposiciones muy jurídicas. Disponible en: https://www.salamanca.school/es/work.html?wid=W0034

[3] Véase su tratado en defensa de la guerra contra los indios americanos titulado: De justis belli causis apud indios. Disponible en: http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/j-genesii-sepulvedae-cordubensis-democrates-alter-sive-de-justis-belli-causis-apud-indos–demcrates-segundo-o-de-las-justas-causas-de-la-guerra-contra-los-indios-0/html/0095ca52-82b2-11df-acc7-002185ce6064_14.html#I_0_

Tomado de: Red en Defensa de la Humanidad – Capítulo Argentina

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Ese sol del mundo moral, de Cintio Vitier (+Libro)

A propósito de celebrarse —el pasado 25 de septiembre— el centenario de Cintio Vitier, el Espacio Virtual del Libro de Cubadebate les propone reeditar, para unos, o emprender para otros, este viaje imprescindible por la obra del gran escritor cubano… El más importante de los estudiosos de la obra martiana.

En las páginas de Ese sol del mundo moral. Para una historia de la eticidad cubana, podremos regresar a muchas esencias. Bajo el sello editorial de la Biblioteca Nacional de Cuba “José Martí” y Ediciones Bachiller, otra vez la editorial Cubaliteraria nos hace posible el (re)encuentro.

Como se lee en las palabras de Pedro Pablo Rodríguez:

Texto que nos ayuda a conocernos mejor y que nos incita a mantener esta dignidad moral que ha acompañado al coraje, la decisión y la esbeltez de este pueblo desde los albores de los rasgos identitarios y del proceso formador de la conciencia nacional. Escrito con la excelencia literaria de un autor de fuste que puede ser disfrutado por el lector menos avezado en estas cuestiones. Originalidad e importancia para la vida cubana, para la cultura de la resistencia y por el bien mayor del hombre son rasgos que sostienen la vigencia de este libro, cuya primera edición en 1975 estuvo a cargo de la editorial mexicana Siglo XXI, y que sus similares cubanas no asumieron hasta 1995, cuando lo entregó Ediciones Unión de la Uneac, institución a la que siguieron la editorial Félix Varela y el Centro de Estudios Martianos, cada una con dos ediciones hasta 2015.

Siempre molesta esa espera de tantos años para que esta obra apareciera en donde era más necesaria, y donde tenía y tiene sus lectores más interesados; pero no deja de satisfacer que en solo un decenio se haya reproducido en seis ocasiones, clara muestra de la muy favorable acogida por los lectores de la Isla. No podía ser de otro modo, ni podrá serlo en ocasión alguna, puesto que este libro se ha impuesto en la patria que ya tenemos y en la que trabajamos para su sistemático perfeccionamiento. Y hay que cumplir ese llamado implícito que de hecho nos hace a no dejar que disminuya o desaparezca esa eticidad que nos entrega “un poeta sencillamente enamorado de su patria”, como el mismo Vitier se define en el Prólogo. Acompañémosle, pues, en su recorrido siguiendo el sol de la patria, ahora cuando conmemoramos el centenario de su nacimiento el 25 de septiembre de este 2021.

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Estatuas vivientes

Por Luis Fernández

La última edición del Festival Internacional de Cine de Locarno nos ofrecía la posibilidad de rescatar un título italiano muy poco visto de los años cuarenta, La statua vivente, una obra nada desdeñable por calidad pero cuyo principal interés reside, quizás, en comprobar cómo se inscribe dentro de la genealogía temática que tiene a la misteriosa y obsesionante figura de la doble como epicentro argumental, genealogía que encuentra en Vértigo de Alfred Hitchcock su excelsa culminación. En el caso del film dirigido por Camillo Mastrocinque, nos cuenta la historia de Paolo, un marinero mujeriego que finalmente enamorado pierde a su futura esposa Luisa en un accidente el mismo día de la boda. Tras una profunda crisis, acaba encontrando otra mujer de idénticos rasgos a la anterior, Rita, de la que se obsesiona sin poder romper la barrera carnal y a la que terminará estrangulando.

Historia original de Giorgio Pastina según sus créditos, La statua vivente está considerada una adaptación de la obra de teatro La statua di carne, escrita por Teobaldo Ciconi en 1862. En ella encontramos a otro Paolo también de apariencia humilde, pero en realidad aristócrata de incógnito1 que, enamorado, igualmente pierde a su prometida María, en esta ocasión por una enfermedad. Noemí, la doble, a quien mantiene sólo para poder contemplarla, sobrevive en esta ocasión gracias a una redención de corte religioso, y a la nueva pareja se le vislumbra un futuro juntos. Es un raro ejemplo en el que la tragedia no hace acto de presencia en la culminación del relato.

Es por esto que La statua vivente casi parece más una versión fílmica de Bruges-la-Morte, la novela corta que Georges Rodenbach publicó en 1892. Este clásico del simbolismo narrativo nos presenta a Hughes Viane, un acomodado hombre ya penando su viudez a través de su identificación con la propia ciudad belga. Su encuentro con Jane Scott, la doble, supone una esperanza que se irá frustrando cuanto más pretenda recrear a la muerta, hasta el mismo estrangulamiento final que también podemos ver materializado en La statua vivente.

Ya en 1915 Bruges-la-Morte disfrutó de una apócrifa adaptación rusa a cargo de Yevgeny Bauer con el mediometraje Daydreams. Aquí desaparece el efecto especular del entorno urbano y se reduce el arco temporal, pero los giros más esenciales de la historia se mantienen.

La fuente literaria se haría explícita en el caso de Más allá del olvido, film dirigido por Hugo del Carril en 1956. Además de comenzar con la esposa Blanca viva todavía, la principal novedad de esta versión radica en que la mano homicida viene del exterior, del lanzacuchillos a quien la doble Mónica acompaña en escena cuando la encuentra Fernando, el viudo. Siempre es el pasado, en todo caso, el que pesa como una losa sobre los personajes y les aboca a la tragedia.

Es difícil pensar que la figura del lanzacuchillos como elemento de explotación y perdición de la doble fuera creación original, aunque del Carril sacara mayor partido a la misma; un año antes ya había aparecido en L’angelo bianco. En el film de Raffaello Matarazzo encontramos similar proceso de obsesión con la doble, aunque es sólo una parte del abigarrado torrente argumental que propone este melodrama junto a Il figlio di nessuno, del cual es secuela, y donde las relaciones paternofiliales cobran incluso mayor protagonismo. Aquí la muerte de la amada original es sólo aparente, pero la pérdida se certifica cuando ella entra en un convento y se hace inalcanzable al tiempo que idealizada bajo el prisma catolicista de la Italia del momento.

Retrocediendo otro año desde el estreno de L’angelo bianco, la pareja artística formada por Pierre Boileau y Thomas Narcejac firmaba la novela D’entre les morts, que recoge el espíritu de este caudal argumental en un relato criminal donde el desdoblamiento es ilusorio. Ambas mujeres son en realidad la misma, Renée, quien asume el rol de Madeleine, una supuesta esposa con tendencias suicidas, para encubrir el asesinato de la verdadera esposa con la involuntaria complicidad de Flavièrs. Éste es un policía retirado por problemas de vértigo y contratado como detective para seguir a esta falsa cónyuge, quién estaría sufriendo un extraño trastorno psíquico de asunción de la personalidad de un antepasado. El (re)encuentro con la supuesta doble tras el falso suicidio agudiza su obsesión por ella, tratando de reconstruir una imagen perdida para acabar estrangulándola tras su confesión, al no ser capaz de aceptar que no existe la mujer idealizada.

El hecho de trasponer el papel de marido (o análogos) a una figura exterior como es este detective, permite multiplicar el juego demiúrgico y abrir toda una poderosa vertiente voyeurista mucho más matizada en los otros relatos2, y que Alfred Hitchcock explotaría con maestría en ese tótem cinematográfico llamado Vértigo. En esta adaptación estrenada en 1958 de la novela de Boielau-Narcejac, el policía retirado John “Scottie” Ferguson termina descubriendo la verdad por un descuido de la mujer, Judy, justo tras haber completado su reconstrucción de la idealizada Madeleine, para conducirla de nuevo al suicidio, esta vez real, al ver destruida su propia ficción3.

Otros dos títulos, ambos fechados en 1934, presentaban también la figura de la doble, aunque se encuentran un poco más alejados del espíritu que gobierna esta genealogía. En ellos la mujer original no muere, la idealización es previa y la pérdida va acompañada de decepción. El joven vividor de Le Grand Jeu, film dirigido por Jacques Feyder, ve como su querida compañera de correrías le abandona cuando él es forzado a expatriarse sin dinero. Enrolado en la legión extranjera, encuentra a una doble con quien mantiene una relación obsesiva e insatisfactoria y a la que renuncia tras cruzarse de nuevo con la original. De argumento todavía más divergente con el grueso de estas historias, en La Belle de nuit de Louis Valray la infidelidad de la venerada esposa la hace caer en desgracia, y cuando el marido conoce a otra joven de idénticos rasgos, la utiliza como instrumento de venganza contra el amigo que provocó el adulterio, para finalmente recuperar el amor de su mujer.

Como podemos ver, son todas obras que abundan en la neurosis masculina a través de un personaje que pierde a su amada, descansando sobre el dominante punto de vista del hombre tanto desde dentro de la ficción como desde fuera de la misma —todos los autores son hombres—.

Es curiosa la recurrente huida de estos personajes tras la pérdida de su objeto amado original. El aristócrata de La statua di carne se marcha a América, Brujas es el refugio para recrearse en su dolor que ha encontrado el viudo de la novela de Rodenbach, el marinero de La statua vivente va dando tumbos alcoholizado de puerto en puerto, el desconsolado marido de Más allá del olvido viaja a Europa o el policía retirado de D’entre les morts escapa de París hasta llegar a África. Incluso el ingenuo autor teatral de La Belle de nuit escapa a la Costa Azul, y en caso del joven disoluto de Le Grand Jeu, el destierro va íntimamente ligado a su tragedia amorosa. Scottie en Vertigo es el único de todos ellos que no se mueve físicamente del lugar de los hechos; su huida es mental, cayendo en un estado de enajenación que Hitchcock muestra en la escena onírica y que le hace terminar en un hospital psiquiátrico.

Son hombres que huyen porque pierden el control sobre sí mismos. Después pretenderán recuperarlo controlando y sometiendo a su vez a mujeres sobre las cuales creen inconscientemente tener algún derecho de posesión.

Ellas son las dobles, mujeres idénticas a las fallecidas, convertidas en objeto fetichista por parte del hombre traumatizado, que las utiliza en un proceso de sustitución para tratar de resucitar un fantasma, de burlar a la muerte. Por supuesto, en Vértigo y en su sustrato literario directo esa muerte es ficticia y la doble no es tal, sirviendo al Macguffin que representa una trama criminal, pero el proceso opera en igual sentido y la obsesión masculina ocupa el primer plano.

La original siempre es (o termina convertida en) una mujer idealizada capaz de sublimar el sentimiento amoroso del hombre de turno. Es muy llamativo que en casi todas las versiones cinematográficas, también en Bruges-la-Morte, se trate de mujeres rubias o de pelo más bien claro, siguiendo el estereotipo instalado en las sociedades occidentales desde hace tanto tiempo. Mientras tanto las dobles son copias desvirtuadas, mujeres de trazo más vulgar, de vida y oficios de dudosa reputación, cuando no directamente prostitutas. También de pelo más oscuro en general, y en el caso de Bruges-la-Morte, teñida.

Incluso las Judy y Renée de Vertigo y D’entre les morts representan también copias desvirtuadas, a pesar de tratarse literalmente de las mismas mujeres que Madeleine. Por supuesto, ésta es una construcción idealizada para seducir a los respectivos protagonistas, pero la diferente percepción ante la misma persona también pone de manifiesto de manera inequívoca el proceso de idealización que sufre aquello que creemos perder y/o resulta inalcanzable y que acaba convirtiendo a estas mujeres perdidas en objeto de perenne frustración masculina.

El combo que resulta de la idealización del original e intento de réplica en la doble conduce a una inevitable cosificación y proceso de sometimiento de la mujer, despojando su alma para quedar convertida en una imagen, en una estatua viviente. «No veía en ella a una mujer, a un ser humano», dice el protagonista de L’angelo bianco. De esta manera, la profusión de comparaciones artísticas a las que recurren estas obras es llamativa. Para empezar, la pieza teatral de Ciconi es brutalmente explícita cuando la doble pide explicaciones al hombre que se ha quedado ensimismado con ella: “Yo no he venido en busca de una mujer”, dice Paolo; “¿Pues de qué entonces?” inquiere Rita; “De una cosa, de una estatua de carne», sentencia él. En el caso de Bruges-la-Morte, la esposa fallecida es descrita como un cuadro que se va desvaneciendo mientras su sustituta es calificada como efigie. En su adaptación, Más allá del olvido, el retrato de la fallecida gravita sobre todo el metraje, sirve de imagen de entrada y salida de la película, y del Carril llega a situarlo literalmente encima de su doble, como si fuera una imagen, un peso, que no se puede sacudir. Hay otro retrato en Vertigo, que no es de Madeleine, sino del supuesto antepasado cuyo espíritu la poseería, pero aporta elementos de fijación fetichista, como el ramo de flores y el moño en forma de remolino. Por su parte, la novela de Boileau-Narcejac es un festival de referencias en el cual Madeleine aparece como modelo para «pintar aquella esbelta silueta que el sol enmarcaba con trazos brillantes sobre un fondo muy pálido de casas rococó», también como «un retrato, una de esas mujeres que el genio del artista ha inmortalizado», o bien como un «rostro de estatua», mientras el peinado «daba al retrato de Madeleine la serena gracia de un Vinci», cuya réplica en la doble serviría para «modelar la cabeza de una estatua».

El elemento argumental más definitorio de estas historias posiblemente sea la vertiente Pigmalión de los diferentes hombres manifestada en el proceso de reconstrucción de la mujer original a partir de la doble, intento de resucitación que también evoca la tentativa de Orfeo por rescatar a Eurídice del inframundo, como explícitamente menciona D’entre les morts, igualmente un intento inconsciente de control y posesión mediante la anulación de la identidad. Y es un proceso altamente fetichista en el que entran en juego determinados elementos estéticos, dando continuidad a esa cosificación femenina que a la postre aboca estas potenciales relaciones al fracaso.

En ocasiones es el pelo, que Judy acepta teñirse y peinarse en Vertigo, o que Hughes Viane ruega a Jane Scott no dejar de tintarse en Bruges-la-Morte para que siga pareciéndose al de su esposa fallecida. Igualmente Flavièrs invita a Renée a que se tiña de caoba en D’entre les morts. Y también Mónica en Más allá del olvido asume el cambio de peinado y la renuncia al maquillaje que reclama Fernando. “¿Por qué has querido verme así?” pregunta ella. “Para que no seas tú”, le responde él.

Pero el atuendo es el elemento más habitual para materializar la transformación, ya desde La statua di carne, quizás la más vaga al respecto, donde se menciona el vestido blanco con el que Paolo viste a la sustituta, de igual descripción al que portaba la fallecida. Flavièrs y Scottie compran vestidos similares a los portados por las Madeleines, como parte del proceso de reconstrucción en D’entre les morts y Vertigo. Sin embargo, cuando se trata las mismas prendas que usaban las fallecidas, quizás ese punto en el cual la copia entra en contacto directo con el original, el efecto es directamente funesto. Como esos vestidos que Viane hace probar a Jane Scott en Bruges-la-Morte o el protagonista de Daydreams a la actriz. Similar resultado se obtiene cuando es la propia sustituta quien toma esa iniciativa para provocar una reacción en el hombre, sea la bata de seda en La statua vivente, o el icónico vestido blanco de Más allá del olvido. La imposibilidad de recrear completamente el original queda entonces al descubierto, o la doble no soporta la total anulación de su personalidad bajo el manto del original, o bien resulta imposible mantener en el tiempo la ficción de esa idealización.

Esos elementos conservados de la fallecida tienen siempre un gran poder fetichista. En Bruges-la-Morte Viane mantiene una habitación a modo de museo necrófilo en la que guarda retratos, reliquias y muy especialmente la trenza de pelo de la fallecida, «el espíritu mismo de la muerta», igualmente elemento central en Daydreams, cuya profanación conduce a la tragedia. También Más allá del olvido recrea esa habitación, el dormitorio restringido al cultivo de la dolorosa melancolía del viudo Fernando, y cuando Mónica viole el santuario se mostrará en plano aberrante. En La statua vivente, Paolo conserva la barraca que había arreglado junto a su mujer y que se aparece rodeada de bruma, como salida de un sueño, cuando la doble escenifica su encarnación de la fallecida. D’entre les morts hace especial hincapié en el mechero dorado de Madeleine, mientras que en Vertigo un colgante acaba siendo el elemento delator que rompe el breve encantamiento.

De hecho, a veces hay un punto de equilibrio, extremadamente frágil, en el cual la nueva pareja —o más bien el hombre— parece contentarse, y que el peso del pasado acaba por romper. Si en Vertigo es ese momento en que culmina la reconstrucción de Madeleine, cuyo aura fantasmal ya nos anticipa su poca consistencia, en Bruges-la-Morte se extiende durante bastante tiempo, mientras Viane controla sus pulsiones fetichistas y disfruta de la reencontrada carnalidad en la doble. Sin embargo, en Más allá del olvido apenas dura el instante previo a que Mónica reciba el puñal lanzado por su antiguo empleador/explotador.

Nunca llega a haber posibilidad de final feliz para la doble, salvo para la mujer de La statua di carne, de alguna manera víctima también de un integrismo moral al que debe someter su individualidad. Las más de las veces perecen a manos del hombre obsesionado con su parecido físico, aunque en L’angelo bianco y Más allá del olvido se trata de otro hombre de su pasado quien propicia su perdición, la mentada figura del lanzacuchillos, en el segundo caso como directa mano ejecutora. Por su parte, la chica de alterne de Le Grand Jeu debe marcharse incapaz de competir con el recuerdo de la original, como debe hacer lo propio la prostituta de La Belle de nuit, a quien ni siquiera le conceden la posibilidad de culminar su historia de amor con un joven de familia burguesa.

Y es que no parece haber lugar en la sociedad para estas sosias, como si fueran un elemento antinatural. De hecho, en Bruges-la-Morte la doble actúa en la ópera Robert le diable como parte del ballet de las monjas, encarnando a una criatura resucitada, escena también recreada en Daydreams, donde vemos cómo es finalmente conminada a volver a su tumba. Serían así seres de perfil diabólico, cualidad que Más allá del olvido hace particularmente visible con una magistral dicotomía visual, llevándonos desde la muy pictórica imagen del cadáver de la fallecida, recordemos, de nombre Blanca, vestida con su traje del mismo color como si irradiase luz y pureza, a la presentación de la doble, primero de espaldas, luego emergiendo de la oscuridad de un escenario, demasiado maquillada, para finalmente quedar enmarcada por unos cuchillos en llamas, en una evidente evocación demoníaca.

Es interesante comprobar también el papel que juega la religión, otro elemento de represión que emerge en varios de los relatos. En La statua di carne es un trasfondo que lleva el conflicto a una cierta esquizofrenia, puesto que el fetichismo que suscita en el conde Paolo el descubrimiento de la doble entra en contradicción con su aspiración a un amor de pureza espiritual, que ya simboliza el nombre de la fallecida, María. La doble tendrá que asumir así una vida de renuncia, y el acto de oración en presencia de un fraile será la prueba de su aptitud para poder aspirar a un futuro con el protagonista. En La statua vivente no hay una mención explícita, pero podríamos interpretar que la moral religiosa está en el trasfondo de la tortura psicológica que sufre Paolo, ya que habiendo renunciado por amor a mantener relaciones sexuales antes del matrimonio con su prometida, ésta ha muerto incólume justo después de la boda, de manera que follar con Rita sería como desvirgar a traición a su idolatrada esposa. Y recordemos que junto a su precedente literario, La statua di carne, se trata del único relato en el que no hay acceso carnal con la doble.

Rodenbach por su parte nos presenta su Brujas como un lugar de moral asfixiante que obliga de manera implícita a Hughes Viane a mantener a Jane Scott como una querida en un alojamiento fuera de su casa, preocupado por el concepto de pecado ante la fallecida por sus relaciones con la doble, y cuyas campanas en el cierre no sólo repican por su vuelta a la condición de muerto en vida que le coordina con la ciudad, sino también por la eliminación del elemento inmoral. Esta asfixia vendría reproducida en modo laico en Más allá del olvido por un movimiento en dirección opuesta, ya que Fernando sí se casa con la doble y además la lleva a su mansión, que parece salida de Rebeca (Alfred Hitchcock, 1940), un espacio que se hace lúgubre y opresivo por su hábito de bajar la intensidad de las luces para fundir mejor recuerdo y realidad presente, y cuya profusión de espejos multiplica la obsesión por la duplicidad. A su vez, Vértigo termina de igual manera que Bruges-la-Morte, con el repique de campanas. Aquí la presencia de la religión es más difusa, pero no deja de aparecer como trasfondo, en las visitas al cementerio o la misión, y la aparición de la monja es el resorte final de culpabilidad que empuja a Judy al abismo.

De hecho, ninguna película como Vertigo ilustra con tanta fuerza el doble proceso de desesperación y liberación que supone el sacrificio femenino para el hombre, con ese intrigante plano final de Scottie en lo alto del campanario, finalmente curado de su trastorno de equilibrio y enfrentado a su propio abismo. Pero también es particularmente iluminador el cierre de La statua vivente, en el cual el cuerpo de Paolo eclipsa totalmente el de Rita según la está estrangulando, de manera que la doble abandona la pantalla para no volver a aparecer más. Ella ya no importa, ya no existe, sólo era un vehículo para examinar la neurosis masculina. La evidencia final de que el hombre es el centro del relato, mientras el oxímoron femenino que representa el concepto de estatua viviente ha llegado a su inevitable y fúnebre disolución4.

Notas:

1 Se produce así una duplicidad también en el personaje masculino de La statua di carne, que incluso es tratado de resucitado en algún momento de la obra.

2 Es muy curioso cómo se manifiesta el reencuentro entre el detective y la falsa doble en D’entre les morts, ya que Flavièrs la distingue fugazmente en un noticiario de cine, que luego revisa obsesivamente. Así, la condición voyeurista del protagonista sólo queda reforzada en un gesto también muy cinematográfico, ya que es a través de los fotogramas como aparece el fantasma, abundando en el carácter espectral de los cuerpos capturados por la cámara. Curiosamente Vertigo renuncia a este resorte argumental, quizás por conveniencia dados los cambios operados en la historia, pero tampoco parece que Hitchcock fuera muy amigo de escenas tan explícitamente metalingüisticas.

3 Y lo más cruel para Scottie es quizás darse cuenta de que ni siquiera esa idealización era suya, sino la de otra persona, el marido asesino, que ha construido un simulacro de mujer para embelesarle.

4 Para abundar en esta temática, resulta tremendamente iluminador el texto firmado por Monserrat Morales Peco titulado El doble exterior como vía de recuperación de la amada muerta en Bruges-la- Morte de Rodenbach, Sueurs froides: D’entre les morts de Boileau y Narcejac y Vértigo de Hitchcock (Çedille. Revista de Estudios Franceses, núm. 2, 2011, pp. 49-82, Asociación de Francesistas de la Universidad Española), en el que analiza en profundidad los paralelismos entre las tres obras mencionadas en su título.

Tomado de: Miradas de cine

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Manolo Alonso: un «bicho» en la historia del cine cubano

Por Luciano Castillo

Dibujante, periodista, cineasta, Manuel Alonso se vincula al mundo del cine como administrador, sucesivamente, de las salas Campoamor, Encanto, Alkázar y Fausto. Nacido en La Habana el 23 de agosto de 1912, le corresponde el mérito histórico de realizar el primer dibujo animado cubano sonoro: Napoleón, el faraón de los sinsabores (1937), inspirado en una tira cómica que publicaba el periódico El País Gráfico.

Con sus colaboradores de los Laboratorios Piñeyro, en 1940 Alonso fundó el informativo La Noticia del Día, que para garantizar su público explotaba el morbo de sucesos sensacionalistas al estilo de “El caso de la descuartizada”. Se inició así en su producción editando el Noticiario Cinematográfico Cubano CMQ-El Crisol, el Noticiario América y el Royal News, que adquirió en 1947. Sus nombres variaban en dependencia de los patrocinadores.

Una característica de los noticieros producidos por Manolo Alonso era la inclusión de un corto cómico al final de cada edición semanal. Ante el éxito de algunos actores de estos pequeños sketches, decidió sumarlos al reparto de su primer largometraje, Hitler soy yo (1943), sátira contra el fascismo. Auspiciado por el Noticiario Nacional, del que era propietario, dirigió entre 1943 y 1949 varias compilaciones de chistes, muy rudimentariamente filmados, con el dueto de comediantes de Alberto Garrido y Federico Piñero: Cosas de Cuba, Dos cubanos en la guerra, Ratón de velorio, La tremenda corte, Levanta parejo y Chicharito alcalde. En algunos, los secundaban figuras tan importantes del teatro vernáculo como Candita Quintana y Alicia Rico. Paralelamente, produce y dirige medio centenar de documentales.

En el cine cubano prerrevolucionario, la figura de Alonso no deja de ser controvertida por su sagacidad para ejercer un control casi absoluto de los medios técnicos necesarios para la producción de cine, al adquirir los equipos de las empresas en quiebra y controlar las salas para la exhibición de sus noticieros. Esto incidió de modo negativo en las tentativas para crear una industria cinematográfica nacional: todo productor estaba forzado a contratar la unidad técnica de Alonso, bautizado el Zar del Cine Cubano, quien con sus Estudios Nacional-Alonso alcanzó la cima de su poderío. Además, ocupó la dirección del Patronato para el Fomento de la Industria Cinematográfica Cubana, quimérica entidad privada que pretendió nutrirse por medio de sorteos de la lotería, y, años más tarde, la presidencia del Instituto Nacional para el Fomento de la Industria Cinematográfica Cubana, que no consiguió impulsar.

De su filmografía son dignos de interés dos largometrajes de ficción. El primero de estos es Siete muertes a plazo fijo (1950), adaptación al ambiente cubano de una trama policíaca concebida originalmente para un filme mexicano. Fue rodada con gran depuración técnica, sobre todo en lo relativo al sonido y las interpretaciones de un amplio y prestigioso elenco, en el que figuraron: Raquel Revuelta, Alejandro Lugo, Eduardo Casado, Ernesto de Gali, Rosendo Rosell, Julito Díaz y Maritza Rosales. El segundo, Casta de roble (1953), sobre un argumento original de Álvaro de Villa, es un melodrama rural con la infalible receta de una campesina seducida por el hijo de un hacendado, obligada a renunciar a la crianza del fruto de esta relación y a casarse con un hombre que no ama. Cualquier semejanza o parecido con el argumento de películas mexicanas o argentinas de la época no es pura coincidencia. Pero Alonso logró veracidad y dramatismo sin incluir, como era casi obligatorio en el cine de estos años, una sola canción en la trama. Coadyuvaron a la excelencia técnica la presencia en el equipo de realización del fotógrafo español Alfredo Fraile, el compositor Félix Guerrero y el editor Mario González. Para el trío de intérpretes protagónicos, Alonso escogió a Xonia Benguría, al actor mexicano David Silva y a Ángel Espasande, junto a Rosendo Rosell, Leila Fraga, Antonia Valdés, Agustín Campos y Paco Alfonso.

Con el paso del tiempo, terminaron por frustrarse las esperanzas depositadas por Mirta Aguirre y Tomás Gutiérrez Alea, en sus facetas como críticos cinematográficos, en las perspectivas de Manuel Alonso como realizador. A juzgar por los promisorios resultados de Siete muertes a plazo fijo y Casta de roble, le auguraron un futuro promisorio que nunca llegó. Según Aguirre, el primero fue “un formidable paso en la cinematografía nacional”, y en el segundo título, a juicio de Titón, el cineasta evidenció “una actitud sincera frente a la realidad de nuestro pueblo”. Sin embargo, al intentar apartarse, con una considerable dosis de valentía, de la “línea pintoresca y falsa” trazada por buena parte del cine cubano de esos años, el itinerario ulterior de su realizador no confirmó tales expectativas. Pero no pueden escatimarse los méritos a quien aportara dos títulos de tal relevancia a la historia del cine criollo, de quien además priorizó su faceta como astuto negociante.

Manuel Alonso estaba en medio de los preparativos de Leonela, su cuarto largometraje, inspirado en la novela homónima ochocentista de Nicolás Heredia, cuando triunfa la Revolución. El gobierno expropia los Estudios Nacionales y decomisa todos los bienes adquiridos a través de sus manejos turbios. Alonso estrena sus dos últimas compilaciones de humoradas de sus noticieros: Allá va eso y Soy un bicho, poco antes de marchar al exilio en Miami. En 1963, se traslada a Nueva York y en el Lincoln Center se involucra en el montaje de espectáculos con el apoyo del empresario Víctor del Corral y de Rosendo Rosell. Gracias a su gestión, por ese escenario desfilaron figuras de la talla de Celia Cruz, Rolando Laserie, Tito Puente, Pedro Vargas y los españoles Sara Montiel y Raphael, entre muchos otros. Por estos años, a través del Canal 47, ofrece su aporte a la televisión hispana. En compañía de su hermano, el camarógrafo Bebo Alonso, Manolo retoma la producción, pero esta vez de un documental de carácter nostálgico: La Cuba de ayer (1963), al que suma, mucho después, El milagro del éxodo (1987).

Acercarse a una controvertida personalidad como la de Manuel Alonso revela, en primer término, su espíritu monopolista, pero también su afán, quizás involuntario, por registrar en celuloide muchos de los acontecimientos político-sociales de la época que le tocó vivir y conservarlos por su carácter noticioso. Ese tesoro en imágenes heredó y cimentó en gran parte el Archivo Fílmico del ICAIC. Esta gran figura en la cinematografía cubana de la primera mitad del siglo XX falleció en Nueva York, quince años atrás, el 26 de septiembre de 2006.

Tomado de: Cubacine

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El faro

Por Eduardo Hennings

El triunfo de un buen film radica en saber rodar sobre la penumbra del éxito entendido desde el entretenimiento y meditado desde la formalidad de la cultura; radica en la capacidad de tomar lo que las artes han procurado al hombre y hacer algo efectivo con una (de preferencia discreta) combinación. Quizá uno de los secretos, actualmente, se centre en simular que se innova, pero, eso sí, con un estilo muy personal y marcado en la manera de plasmar una historia. Todo esto se encuentra en El faro.

Esta película de horror, dirigida por Robert Eggers, trata de un joven farero, Ephraim Winslow (Robert Pattinson), bajo las órdenes del viejo y abusivo farero Thomas Wake (Willem Dafoe). Deberán vivir y trabajar juntos por cuatro semanas, cuidando y manteniendo el faro de una isla. Su convivencia será difícil desde el primer momento por las condiciones de poder y la personalidad de ambos protagonistas, además de las carencias y exigencias a las que estarán sometidos en aquel lugar apartado de la civilización. El faro, para Ephraim, pronto se convertirá en una meta a la cual llegar, luego en una obsesión, en tanto sitio que pareciera esconder un misterio o representar una escabrosa gloria. Algo lo llama desde el faro; un deseo estará siempre al borde de poseerlo.

El espacio en que la historia se desarrolla justifica y posibilita que haya sólo dos personajes. Puede decirse algo similar del tiempo interno, ya que se da a entender el paso de las semanas con una repetición –nunca monótona, afortunadamente– de espacios y acciones, hasta imposibilitar la capacidad –de los espectadores tanto como de los fareros– de distinguir cuánto tiempo ha pasado. El cuadro de 1.19:1, aunado al blanco y negro que cubre todas las imágenes remontándonos al 1890 en que transcurre la historia, propician la limitación espacial y mental.

Ephraim y Thomas tienen una vida compleja, rutinaria. En ese ajetreo, pierden dominio de sí y la noción del tiempo. Nosotros perdemos más certezas cada vez a voluntad de los subtextos del guion y de la potencia con que Dafoe (Appleton, Wisconsin, 1955) y Pattinson (Londres, 1986) actúan. Se suman, aparte, el homoerotismo que ellos niegan y los altibajos que provoca el alcohol. Con esto, los personajes se van conociendo y revelan fragmentos de sus vidas: ¿cómo llegaron a ese trabajo?, ¿qué han vivido?, ¿quiénes son? El viejo dice haber sido marinero, cuenta historias del mar voraz, habla del coraje, confiesa haber abandonado a su familia; el nuevo farero habla de su trabajo anterior, de sus frustraciones y metas, de una o dos culpas, y desvela que Ephraim Winslow es un nombre robado. Entretanto, hay misterios que no se esclarecerán ni medianamente.

El film contiene referencias marinas y muchos simbolismos que expanden el aura psicológica de la cual se sostiene desde un comienzo: están las gaviotas, que representan a las almas de los marineros muertos, y a las que, por ende, se debe respetar; una figura en madera de sirena, que por supuesto no significa nada bueno; el faro como representación masculina de dominio; el hombre significando su propio infierno; entre otros, con los que se juega hasta el final. Funcionan en tanto son la base (y motor) en que el drama y el miedo se suceden.

Basada en una investigación que toma en cuenta las obras de Melville y Sarah Orne Jewett, y diarios de fareros reales, este film, entre otras cosas, es un ejemplar ejercicio sobre los efectos del aislamiento, de la detonación de las irresoluciones personales arrastradas toda una vida, y de las actitudes –y vicios– machistas respecto al poder. Todavía los hermanos Eggers –Max, hermano menor del director, es el coguionista– introducen sirenas, las cuales, se sabe, hacen que el deseo sea irrefrenable y la manipulación, las alucinaciones, para los hombres del mar, tengan cabida. Pero es justo aquí donde ocurre un problema con el sentido: luego de tanta revelación, tanto símbolo, añadiendo las visiones y las inconsistencias –sin duda puestas a propósito– en los datos que dan los protagonistas, es imposible no preguntarse qué es real entonces y qué no lo es. Como sea, no afecta mucho, pues este caos incluso sirve al género.

Sin embargo, también hay mitología dentro: la luz del faro; Thomas, único protector de esta; Ephraim con el afán de llegar hasta arriba y conseguirla. Hay una redirección de la historia prometeica, que de hecho se menciona textualmente en un par de ocasiones, y, a su vez, se recrean pinturas que alegorizan el mito. Son imágenes intensas bien logradas, pero la interpretación del mito aquí se desvanece con la probabilidad de que Thomas y Ephraim sean un mismo personaje, sólo un reflejo mantenido por la locura.

Está, también, un mito más, aquel del horror cósmico inventado por Lovecraft. La pequeña isla en donde transcurre la historia es un lugar perfecto para que habite la bestia ancestral a la que se le rinde culto desde el inicio de la humanidad. Es un secreto del faro que Thomas resguarda; interactúa con Cthulhu, la deidad de nombre impronunciable que se comunica por medio del pensamiento. Este ente de las profundidades del océano bien podría ser el culpable de las alucinaciones, del desasosiego de ambos protagonistas y de toda la violencia que se desborda, pues domina a estos fareros hasta llevarlos a la locura y la muerte.

Éste es un film que soporta muchas lecturas, y se puede relacionar, por uno u otro motivo (temática y argumental, por ejemplo) con algunas obras maestras del género, como Posesión (Possession, 1981) de Andrzej Żuławski, y El resplandor (The Shining, 1980) de Stanley Kubrick, entre otros. Además, el propio Eggers aseguró en Cannes que Bergman fue un referente estético. La verdad es que el talento de este nuevo director ha sido muy aplaudido, y sus obras sobresalen, en parte, quizá, porque la mayoría de los filmes recientes dentro de este género no tienen tal calidad ni una propuesta tan variada como se puede ver en El faro (The Lighthouse, 2019). Sin embargo, que esta obra esté nutrida de muchas obras tomadas tanto del cine como de otras artes no es, aunque pareciera, su mayor virtud, sino el muy definido estilo y la innegable belleza que le devuelve al género.

Eduardo Hennings estudia Letras Hispánicas en la Universidad Autónoma de Nuevo León. Tiene una columna de ciencia ficción, fantasía y terror en la revista Penumbria. Su narrativa y su poesía han sido publicadas tanto en libros como revistas físicas y digitales.

Tomado de: Icónica. Pensamiento fílmico

Tráiler del filme El faro (Estados Unidos, 2019) de Robert Eggers

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Maestro de Juventudes, 2021

Senel Paz recibiendo el Premio Maestros de Juventudes de manos de Díaz-Canel y Rafael Hernández Presidente de la AHS

Por Senel Paz

(Hubiera preferido que no me tocaran estas palabras, pero los muchachos de la AHS dicen que la tradición es que las diga el más inteligente… de los premiados, no del teatro completo).

Dice Marta Valdés refiriéndose al Maestro de Juventudes: «¡Ese es el Premio más lindo que hay!»

Y tiene razón.

Pienso yo que más por los «alumnos» que lo otorgan que por los maestros que lo reciben, independientemente de que todos lo merezcan. Reconocer al maestro es aquí la acción relevante porque implica aceptar el aprendizaje como acto esencial en la vida, lejos de ese andar por ahí pretendiendo saber sin aprender. También es gratitud, e igualmente esta regocija a quien a los que somos objeto de ella, pero dice más de quienes la profesan y sienten de expresarla.

A los que en algún momento de nuestras vidas nos dedicamos a colaborar con el desarrollo de los demás, nos impulsa a nuestra vez la gratitud y el respeto hacia maestros anteriores. Nunca se llega al conocimiento en soledad sino gracias a los resultados y  esfuerzos de otros, de muchos. En este sentido el autodidacta no existe, porque desde que consultas un libro u observas una máquina ya otros están haciendo algo por ti.

No solo somos alumnos de los maestros con los que interactuamos en aulas o talleres o de los que tomamos como ejemplo directamente. La lista es infinita, y en retrospección llega tan lejos que su origen no se puede ubicar. Vivian y yo, por ejemplo, somos atentos y permanentes alumnos de Aristóteles que, según la Wikipedia y Ecured, nació en el 384 antes de Cristo en Estagira, algo así como el Cabaiguán de la Grecia antigua.

Creo que mis compañeros en este honor coincidirán conmigo en que hemos aprendido más como maestros que como alumnos, condición esta última que es permanente como a menudo señala Miguel Iglesias. El aprendizaje es un proceso que se circunscribe al ámbito de uno mismo, pero el de la enseñanza se expande y abarca muchos puntos de vistas, muchas sensibilidades, muchas imaginaciones, propuestas y disparates que estimulan y enriquecen en primer lugar al maestros, que no hubiera llegado a esas zonas de interrogaciones ajenas a su camino natural sino es en la interacción con los alumnos.

Aprecio en particular dos experiencias ganadas en el trabajar con otros: la capacidad para reconocer y captar ideas, y el nivel de conformidad, o inconformidad si se prefiere

La capacidad para captar ideas es esencial en una sociedad. No siempre ha sido una especialidad entre nosotros. Las ideas que recoges de otros, y que naturalmente pasan un proceso de decantación, nos llevan a descubrir lo creativo, inteligentes, sorprendentes y hasta locos que son los demás. Ese caudal es patrimonio común, es el pensamiento y la creatividad de la nación y no debía perderse por la torpeza de no prestarles atención ni sumarlas. Siempre hay quienes se limitan a las ideas que llegan de arriba, que pueden ser muy buenas, pero una única fuente, solo un porcentaje de lo posible. Es mejor estar atento en todas las direcciones.

Javier Sotomayor logró su récord mundial de salto alto en Salamanca, España, en 1988, con 2.43 metros. Esa altura no la ha conseguido aún ningún otro competidor, de modo que pudo sentarse desde entonces a disfrutar su gloria. Pero no, siguió saltando y trabajando, y en 1989, en Puerto Rico, logró 2.44 metros. No paró ahí, y cuatro años más tarde, en 1993, logró su altura final de 2:45. Era el campeón que se derrotaba a sí mismo.

Alicia Alonso interpretaba a Giselle en el escenario del García Lorca con tal maestría que los aplausos al final de la función resuenan hasta el día de hoy. Era la mejor de la historia en ese papel. Al día siguiente, Alicia se levantaba temprano y se iba al salón a ensayar y trabajar Giselle con la ilusión de que era posible ir más allá de la perfección.

A esto llamo yo, con Sotomayor y Alicia como ejemplos, «el nivel de conformidad», que en ellos era muy alto. No se trata de no reconocer lo bueno, sino de no conformarnos con el cumplimiento de la meta o la orientación, con el cumplimiento del plan o lo que va a ser chequeado, sino aspirar incansablemente a un peldaño más.

Aunque no es el caso de los que estamos aquí, el artista no está obligado a desempeñarse como maestro si no tiene vocación; el magisterio brotará de su obra, como ejemplo o reto, e igualmente es maestro y con todo derecho le podemos entregar este diploma. Pero a quienes asumimos la tarea a conciencia y con gozo y le dedicamos esfuerzo y tiempo, nos acompaña un compromiso extra con la cultura, con la sociedad en su conjunto, no pensamos en los alumnos sino en Cuba, o la Mayor de las Antillas, como dicen algunos periodistas, al parecen empeñados en cambiar el nombre al país.

Me siento muy bien acompañado esta tarde, me honra formar  parte de esta selección de premiados, y si en nombre de todos debo hablar sobre el Premio con modestia, digo que nos lo merecemos. Es más: nos lo podían haber dado antes, pero sabemos que la cola es larga.

Bobby Carcacés, de quien uno tiene la sensación de que ha existido siempre, es un ejemplo de los que no se cansa nunca, de los que no llega a su meta porque en cuanto la ve cerca la empuja un poco más adelante.

Sobre Miguel Iglesias, he tenido la suerte y el asombro de verlo bailar en su plenitud, (Fausto, Michalangelo, Libertango) y transformarse a continuación en un luchador y defensor de la danza toda, de la cultura cubana en general, con gran pasión. Él se ha declarado un alumno permanente.

A René Reyes Blázquez lo he conocido más como leyenda a través de las referencias de Omar Valiño en torno a la aventura quijotescas de la guerrilla teatral. Omar iba una y otra vez a dar saltos por las lomas de Granma con René y los demás y venía con los cuentos.

Manuel López Oliva, también de los que deja la sensación de la omnipresencia, es maestro con el pincel y con la palabra escrita y hablada. Por su temperamento y sus sueños, era artista y maestro, o explotaba. Por suerte, lo tenemos aquí.

La AHS nos llena de particular honor al haber incluido en nuestro grupo a Luis Figueroa Pagés, que viene de Pinar del Río. A su trabajo y magisterio, él suma la dedicación al estudio de la obra de los dos jóvenes poetas (palabra que implica revolucionario) que dan nombre y sentido a esta asociación y a este premio. Es un indispensable en esta nómina.

He dejado para el final a Vivian Martínez Tabares para concluir con brillo «enceguecedor». Vivian es Vivian, con su modo particular de pervertir la zeta y la ese. Su labor es tan intensa y convincente que me cuentan los muchachos que les bastó leer la mitad de su expediente para otorgarle el premio.

En cuanto a mí, veo que el premio, además del trabajo y la obra, considera que la vida personal que debe ser ejemplo, con lo que me doy cuenta que en mi caso no lo saben todo.

Doy gracias a nuestro Miguel Díaz Canel por su compañía. No digo sus cargos porque seguramente todos los saben. La Televisión y la prensa no encuentran una fórmula que se avenga a su calidez y cercanía. Se ha hecho su costumbre asistir a estas ceremonias, de donde entiendo que sí, nos honra a los premiados de cada año, pero asumo que le interesa más el acto, por parte de los jóvenes de la AHS, de reconocer el magisterio y el aprendizaje, que es aquí lo que mira al futuro como ya se dijo. Muchas gracias por estar y brindarnos la oportunidad de compartir con usted, Presidente y Primer Secretario; contigo, compañero y amigo…

Al equipo de la AHS, en nombre de todos, nuestra gratitud. Gracias, somos felices, pero le tenemos una noticia: la clase no ha terminado.

Y me despido con una consigna que vuelve a ser actual y necesaria:

¡La Mayor de las Antillas, sí!,

¡Yanquis, no!

En La Habana, Biblioteca Nacional, 18 de octubre de 2021.

Palabras de Senel Paz en nombre de los premiados del Maestro de Juventudes, 2021, que otorga la Asociación Hermanos Saíz (AHS).

Tomado de: Cubadebate

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