Archives for

Desafíos del consenso: Cultura

Silvio Rodríguez: «… existieron espacios más permisivos que otros, y los que fuimos cuestionados por instituciones como el ICRT o el Consejo Nacional de Cultura, fuimos apoyados por otras como Casa de las Américas y el Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográficas (ICAIC).»

Por Laura Serguera Lio y Armando Franco Senén

Silvio Rodríguez, Eduardo del Llano, José Ernesto Nováez y Claudia Damiani analizan puntos álgidos del panorama artístico cubano a partir de los acontecimientos del 11 de julio

A poco más de un mes de publicado el texto en que tres economistas analizaban para Alma Mater las causas de las manifestaciones del pasado 11 de julio y ofrecían pistas sobre el contexto nacional, el dossier que abrimos ese día, Desafíos del consenso, llega a su fin.

Durante ocho entregas —Economía, Filosofía, Comunicación, Política, Derecho, Psicología, Historia y Sociología— , y con el concurso de jóvenes y experimentados científicos sociales, hemos tratado de aportar al discernimiento de sucesos nunca antes vividos para varias generaciones, pero, sobre todo, al entendimiento cabal del momento histórico y las vías para la construcción de una Cuba más justa, equitativa y feliz.

El trovador Silvio Rodríguez Domínguez, el escritor y cineasta Eduardo del Llano Rodríguez; el rector de la Universidad de las Artes (Isa) José Ernesto Nováez Guerrero; y la escritora y diseñadora Claudia Alejandra Damiani Cavero son los invitados al noveno y último capítulo de esta serie, dedicado a la Cultura.

¿Cómo se relacionan los eventos de noviembre de 2020 y los de julio de 2021? ¿Qué reclamos tiene el gremio del arte? ¿Son los artistas la avanzada de los cambios sociales? ¿Cuál es el estado de la cultura cubana?

Mucho más que arte

«La cultura no es solo las manifestaciones artísticas, allí entra la comunicación, las dinámicas propias de las redes sociales digitales y del acceso a la información; las narrativas que se construyen alrededor del gobierno, la institucionalidad y el proyecto cubano desde la disidencia; toda la producción simbólica asociada a las campañas mediáticas que precedieron al 11 de julio y sirvieron para catalizar el descontento popular hacia una protesta antigubernamental; y todo lo que, estando en el imaginario popular cubano, es pasto para que sean escuchadas esas narrativas», afirma Claudia Damiani.

Para Silvio Rodríguez se resume como «la acumulación de hechos y características que conforman una identidad». En este sentido, destaca que, aunque tras el triunfo revolucionario de 1959 han transcurrido seis décadas de independencia política de Estados Unidos, debido a la hostilidad imperial hemos desarrollado otra forma de dependencia, en una cultura de resistencia cada vez más vulnerada por el empobrecimiento de la población, el estrés social de una tensión constante y la aparición de generaciones distantes de los hechos liberadores que nos trajeron hasta hoy.

«Por esto, algunos jóvenes —y menos jóvenes— ya no ven en su tierra un futuro posible. De estos sectores, los que pueden emigran; los que no pueden emigrar se quedan, contrariados. Lamentablemente todo esto también ya es parte de nuestra cultura y, por lo tanto, condicionantes objetivas y subjetivas que contribuyen a los sucesos del 11–12 de julio».

A su vez, José Ernesto Nováez considera que dilucidar las causas de los sucesos referidos resulta muy complejo e impone una interpretación de la cultura desde una noción amplia. Asimismo, destaca que no todos los sectores que salieron a las calles a expresar su descontento eran iguales.

«Las transformaciones económicas y sociales que desde la década del noventa se han verificado en Cuba determinan la emergencia de espacios de relación y reproducción de la vida que no tienen una relación directa con el proyecto socialista cubano y que, en múltiples aspectos, divergen de este. Dichos sectores de la sociedad conectan y se expresan a través de un universo simbólico y cultural que refleja sus insatisfacciones, aspiraciones de vida y diferencias con el proyecto político de la Revolución. Estos símbolos, en su expresión más extrema, se entrelazan con el discurso de una parte del exilio cubano, sobre todo en La Florida, y con el proyecto de país que este representa: consumismo y neoanexionismo.

«También conviene apuntar el papel jugado por los avances de los últimos años en materia de conectividad, que han traído por un lado un grado de inserción mayor de la población cubana en las redes globales y por el otro han posibilitado el ingreso arrollador en la cotidianeidad de la Isla de las poderosas industrias culturales del capitalismo. De ahí que una parte de los reclamos el 11 de julio se expresaran a través de apelaciones vagas a la libertad, la democracia, la dictadura, etc, y consignas prefabricadas que en realidad parecen decir mucho y, en la práctica, no comprometen a nada, pues estos conceptos políticos solo tienen valor y utilidad cuando se acotan. Democracia, ¿cuál? ¿La esclavista, la burguesa, la socialista? Cada apellido implica formas totalmente distintas de sociedad.

«Lo más preocupante detrás de estas nuevas formas culturales que emergen, considero, es el grado de desconexión que implican con el proyecto soberano de nación en Cuba y su asunción de un discurso ferozmente anticomunista, rayano con el odio más irracional».

Damiani detalla que la masificación del acceso a Internet, con el advenimiento de los datos móviles a finales del 2018 como punto culminante, ha modificado la manera en que nos relacionamos y entendemos nuestra realidad. Al respecto, destaca que, mientras la diversificación e incremento de las fuentes de información se suma la democratización de las opiniones y otorga visibilidad a voces que de otra forma no la tuvieran, también favorece el odio y la polarización.

«La pandemia, al replegar la vida social al ámbito digital, cataliza también la asimilación de estos espacios de socialización virtuales y pone en contacto a personas que, en espacios físicos, tal vez, nunca hubieran coincidido. Esto, sumado a la crisis económica y sanitaria, de alcance global, pero que en el caso de Cuba se agrava por las agresiones políticas y económicas del gobierno norteamericano. El desabastecimiento, los costos sociales de las tiendas MLC y el reordenamiento, las afectaciones al servicio eléctrico, la falta de medicamentos y la saturación del servicio de salud pública por la COVID, no son factores culturales, pero son esenciales para entender el 11 de julio, y, que sean percibidos como injusticias por las cuales reclamar al gobierno, solo tiene sentido dentro de un proyecto socialista».

Igualmente, la joven escritora defiende el criterio de que la mercantilización de la cultura cubana es un factor a tener en cuenta, bajo el presupuesto de que desde la década de 1990 ha estado cada vez más influida por el contexto internacional, como resultado del desarrollo tecnológico que facilita el acceso a la información, y también a la globalización neoliberal.

«En consecuencia, la producción y el consumo cultural, por un lado, se ha diversificado, ganando en tendencias y corrientes diferentes, pero, por otro, se ha homogenizado para adecuarse a la cultura de masas, que es una cultura mercantilizada, pues el arte cubano para internacionalizarse tiene que acatar las leyes del mercado. Esto, por supuesto, es pasto para el sentido común liberal. En la segunda década del siglo XXI, además, aparecen espacios de consumo y producción artística de propiedad privada. En mi opinión, todo esto modifica la concepción que, como sociedad, tenemos del arte: el arte se convierte en un negocio.

«Nada de esto puede entenderse al margen de la crisis económica y de paradigmas de los 90 y su saldo de desencanto y escepticismo, ni del asedio constante del imperialismo norteamericano. Pero tampoco de las prácticas verticalistas, la insuficiente transparencia y la discrecionalidad, que las propias circunstancias adversas favorecen, pero que también sirven de caldo a la desideologización y la desmovilización popular».

Eduardo del Llano ofrece otro punto de vista al afirmar que en el ámbito de la cultura los acontecimientos del 11 de julio estuvieron influidos de forma directa por la falta de viabilización del diálogo iniciado el 27 de noviembre de 2020.

«De todas las iniciativas y conatos, la del 27 de noviembre me parece de lo más sensato. Había mucha gente, solo de mi equipo de trabajo como cinco personas, y yo no estuve ahí porque el día anterior mi esposa había llegado de España y teníamos que confinarnos 15 días sin salir de la casa, de lo contrario hubiera ido.

«Ahí se inició un diálogo. Se malogró, tanto por la parte institucional, sobre todo, como por los propios artistas, mas, aunque se haya malogrado, hay que insistir. Alguna vez tiene que salir bien. Creo que también permanecen en el fondo determinadas insatisfacciones vinculadas al decreto 349, por lo que pudo significar. También se realizaron demandas atribuibles al mal trabajo en el Ministerio de Cultura, la falta de respuesta ágil, creíble y juiciosa de las instituciones.

«Si el intercambio que amagó con iniciar hubiera fructificado, si se hubiera mantenido y nos sintiéramos escuchados y respetados, los sucesos del 11 de julio, quizás, se hubieran producido de todas maneras, en otros sectores, y la gente de la cultura no hubiera participado como participó».

Mirando —solo un poco— atrás

Aunque se ha dicho que no existe en la historia reciente de Cuba una experiencia similar a los sucesos del 11 de julio, no caben dudas de que al analizar la participación de artistas en estas protestas debe tenerse en cuenta, más allá de su naturaleza distinta, la concentración ocurrida afuera del Ministerio de Cultura (Mincult) la noche del 27 de noviembre de 2020. Ante la interrogante de la lectura de ambos eventos, las respuestas divergieron.

«Los productores culturales reflejan estética y simbólicamente los diversos procesos que se dan en la sociedad. Esto hace que su producción pueda servir tanto para garantizar la continuidad de un orden social determinado como su subversión y sustitución simbólica progresiva por otro nuevo. De ahí que la cultura sea un campo de batalla fundamental para cualquier proceso. Una vez dentro del consumo social, el hecho artístico adquiere, en cierta forma, vida y sentidos propios, que muchas veces sobrepasan las intenciones originales del artista e incluso pueden ser divergentes. Los símbolos e imaginarios que fundan la cultura y el arte son armas formidables tanto para la defensa de una realidad política como para su subversión. Esta polisemia del hecho cultural lo convierte en un escenario de disputa privilegiado», ilustra José Ernesto Nováez.

Eduardo del Llano considera a este sector la vanguardia de la sociedad. «Pide, y exige, y propone, y crítica cosas que los demás todavía no han visto o no se han atrevido. Contrario a lo que piensa mucha gente, el arte cubano tiene una tradición bastante crítica: en el cine se ve mucho, en la televisión se ve menos porque es un medio más controlado, más dependiente del Estado; pero en el teatro se ve mucho también, en la literatura, el humor. Aunque la mayor parte de los que se manifestaron ese día no eran artistas, ir frente al Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT), por ejemplo, sí fue algo básicamente de los artistas. Ahora, eso tampoco me parece que fue la mejor idea posible, porque en ningún país del mundo te paras delante de un estudio de televisión nacional diciendo que quieres que te den 15 minutos.

«Sin embargo, creo que fue una acción pacífica y tratando de dialogar. Ahí no hubo absolutamente ninguna violencia por parte de los manifestantes, pero sí por parte de quienes los enfrentaban», relata Eduardo del Llano.

El escritor asevera que casi todo lo que se exige a nivel popular, lleva cinco, 10, incluso 20 años debatiéndose en el ámbito de las artes.

«La cultura artística y literaria estuvo presente y ya venía anunciando estas cosas desde hacía mucho tiempo. Creo que los artistas deben formar parte de cualquier tipo de mecanismo de diálogo y de cualquier proceso de transformación en Cuba. No creo que deban ser los que dirijan o los únicos que estén. Ser artista no es una patente de corso, eres un ciudadano común como cualquier otro.

«El problema es que no hay una unidad entre esas demandas artísticas y, si las hay, yo no las conozco. Hay algunos artistas, como Luis Manuel Otero Alcántara o Yunior García, que prácticamente asumen que el proyecto socialista es un proyecto fallido y, por lo tanto, hay que buscar otra cosa. No estoy de acuerdo con eso. No es que podamos presumir, sobre todo en los últimos tiempos, de muchos logros, pero no creo que sea un proyecto fallido o, por lo menos, no más que el capitalismo en la mayoría de los países del mundo, porque uno tiende a mirar al primer mundo, pero existe también el tercero que es bastante grande».

Claudia Damiani considera que, si bien el 27 de noviembre constituye el precedente directo del 11 de julio, debe hacerse la salvedad de su alcance menor y limitación a un sector joven de clase media, vinculado a la cultura y la intelectualidad.

«El detonante para este suceso —27N— fue la huelga de hambre del MSI (Movimiento San Isidro), que también se presenta como un movimiento artístico. Y, el propio 11 de julio, tuvo lugar una protesta frente al ICRT, protagonizada por miembros del 27N. Pero también personalidades de la música urbana sirvieron para aglutinar manifestantes de sectores populares en La Habana Vieja y Centro Habana. Las campañas de pedido de auxilio e intervención humanitaria que antecedieron al suceso estuvieron respaldadas por varios artistas cubanos y muchos de ellos se expresaron, durante y después, a favor de las protestas y contra la respuesta del gobierno. Incluso, la consigna que distinguía a las manifestaciones opositoras era “Patria y vida” que, como sabemos, tiene origen en una canción».

La también diseñadora gráfica refiere que existen variadas razones por las que una parte del sector de la cultura resulta funcional a una agenda de desestabilización política del proyecto revolucionario.

«El 27N reclamó libertad de pensamiento y expresión, pero en una posterior reunión con los directivos del Mincult, una parte de los manifestantes y otros actores políticos, todos los participantes declararon que, a pesar de tener una obra polémica, en su caso particular nunca habían sido objeto de censura.

«Cualquiera que haya degustado el cine, el teatro, las artes visuales y la literatura cubana contemporánea puede constatar que las obras suelen ser muy críticas, a menudo hipercríticas con la realidad nacional, sin que sea motivo de censura. De modo que no me parece que, en el contexto actual, pudiera hablarse de una ausencia de libertad artística. No obstante, la censura puede ser un resultado de la discrecionalidad y de la miopía individual de un determinado decisor, pero no creo que sea, ahora mismo, una política de Estado.

«El problema, muchas veces, me parece que no es de libertad artística, sino de acción contra el Estado (y no creo que tal libertad exista tampoco en ningún sistema liberal). El MSI, por ejemplo, no se puede interpretar al margen de lo político, no ya porque todo arte es político, sino porque, en su caso, lo político es el leitmotiv de lo artístico.

«Lo que sucede, por lo cual la libertad artística es una preocupación dentro del sector de la cultura, es que existen precedentes de verdadera limitación a la expresión artística en el desaparecido Socialismo real europeo y que existieron ecos de este proceso en el periodo limitado del Quinquenio Gris cubano; este es un fantasma que siempre se va esgrimir contra el socialismo. Porque, además, cómo lidiar con el disenso cuando se trata de un proyecto nacional contrahegemónico, es un problema que la Revolución aún no ha logrado resolver y que ha sido tema de debate desde principios de los años 60 del siglo XX, con mejores y peores momentos», sentencia.

La calle Obispo. una de las más populares de La Habana

Medicinas, democracia e… ¿intervención?

Silvio Rodríguez suscribe que el arte suele reflejar su tiempo, por lo que es común que los movimientos sociales estén representados en la cultura y viceversa. En este sentido, reflexiona:

«Creo inevitable que haya rupturas en una línea de pensamiento que se ha renovado poco. Es hasta lógico; es una condición del desarrollo.

¿Por qué eso tiene que ocurrir como trauma y no diáfanamente, como proceso dialéctico natural? Esa es una pregunta que pudiéramos hacernos. ¿Tenemos o no tenemos necesidad de evolución; tenemos o no cosas que cambiar? Al respecto, el famoso decálogo de Fidel todavía rebota en las paredes del Aula Magna. Y no digo que no se haya intentado ponerlo en práctica. Sólo que ha sido difícil convertirlo en algo más que una cita necesaria».

También coincide en el diálogo como uno de los reclamos más necesarios. El trovador añade que, si bien ningún país ha sido capaz de interactuar satisfactoriamente con la variedad de componentes de su sociedad, estas peticiones no se deben obviar.

«Mi generación, aunque fue naturalmente seguidora de la Revolución —los que la hicieron nos llevaban entre 10 y 20 años, ya percibía cosas diferentes, en forma y en contenido. Por eso, algunos de nuestros mayores fueron suspicaces con ciertas manifestaciones y pagamos por eso. Por entonces, las instituciones se estaban creando; los que las dirigían solían ser combatientes revolucionarios con diversas formaciones culturales y políticas, además de con personalidades bastante diferenciadas. Aquello permitió que no hubiera la misma postura oficial frente a manifestaciones culturales diferentes. También por eso existieron espacios más permisivos que otros, y los que fuimos cuestionados por instituciones como el ICRT o el Consejo Nacional de Cultura, fuimos apoyados por otras como Casa de las Américas y el Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográficas (ICAIC).

«La desaparición física de los fundadores de aquella variedad de espacios culturales fue llevando a que todas las instituciones se fueran pareciendo más en su permisividad y en sus políticas. Cabe preguntarse si la uniformidad conceptual de organismos y dirigencia es lo idóneo para un país culturalmente exuberante, como siempre ha sido Cuba».

Sobre las emanadas en su espectro más amplio, trascendiendo las relacionadas de forma exclusiva con el sector artístico, del Llano reflexiona: «En los reclamos más abiertos, de libertad, “que se vaya el gobierno”, democracia… mi opinión personal es que la influencia mediática ha hecho mucho daño. O sea, esa imagen que viene constantemente de influencers o youtubers en Miami, en Madrid, o donde sea, revisando todo el tiempo la historia del país, cuestionándolo todo, escamoteando un poco algunas de las verdaderas causas como el bloqueo o que lo que hoy sucede en Cuba con la COVID-19 ya pasó en el resto del mundo hace un año».

«Lo que quiero decir con esto es que algunas de las exigencias de los manifestantes, a mi juicio, fueron dictadas más por el desespero que por raciocinio. «Creo que en Cuba hacen falta más libertades, pero dentro del socialismo. Decir “libertad” en abstracto y, además, en muchos casos, pedirla asociada a una intervención militar o “humanitaria” de Estados Unidos o los cascos azules, me parece una tontería. Por esa causa realmente no doy nada. Ahora, la gente tenía todo el derecho del mundo a sentirse mal.

«El diálogo quizás no hubiera evitado lo del 11 de julio, porque hay una parte que fue estimulada desde afuera del país y mucha gente se sumó por desespero, pero a lo mejor se hubiera terminado más rápido, con menos violencia, si las autoridades hubieran estado acostumbradas a que la respuesta no tiene que ser impositiva, violenta o represiva, sino dialógica. Llamar a un enfrentamiento da pie a muchas cosas preocupantes».

Sobre este particular y los cuestionamientos a la actitud asumida por la dirección del país, Damiani expresa:

«Se han hecho reclamos al presidente por llamar al pueblo a contrarrestar las protestas, creo que todo el que decidió permanecer en su casa debido a la pandemia, hizo bien. Pero yo personalmente no estoy a favor de que se resuelvan los conflictos políticos con soluciones policiales; así que el llamado me pareció pertinente y nunca lo interpreté como una convocatoria a agredir a los protestantes (la violencia comenzó mucho antes de su comparecencia en televisión), sino a manifestar apoyo al proyecto socialista para evitar que se presente el conflicto como una oposición Estado-sociedad civil».

Asimismo, la también ilustradora manifiesta que, aunque el llamado de atención sobre la situación en Matanzas fue legítimo y permitió movilizar al gobierno y a sectores de la sociedad civil para la solución del problema, buena parte de sus expresiones en el espacio virtual fueron oportunistas y pro-imperialistas. «Un corredor humanitario no tiene sentido fuera de un conflicto bélico y no se puede pedir una intervención humanitaria con buenas intenciones, salvo que se ignore completamente lo que esto significa (lo cual es irresponsable). Muchos de los indignados por el descontrol de la enfermedad en la Isla, el día 11 llamaban a salir a la calle. ¿Llamar a un estallido social en medio de un pico pandémico tras pedir de intervención humanitaria por la situación epidemiológica? Algo no cuadra».

El rector del Isa, en tanto, reconoce que parte importante de los reclamos recientes provienen de sectores que han sido muy golpeados por la conjunción de la pandemia, la crisis económica global y nacional y el bloqueo.

«Se ha evidenciado con mucha fuerza cuánto se ha debilitado el trabajo comunitario y sin dudas plantea el reto inmenso de retomarlo en medio de todas las restricciones que impone la COVID. Pero también existieron dentro de esas protestas actores políticamente motivados y con fines precisos que buscaban y buscan desestabilizar el proceso político cubano.

«Dichos actores carecen de un programa político claro y solo buscan identificar y explotar emotivamente los problemas que van surgiendo. Su estrategia es puramente negativa, no proponer, sino cuestionar, y apelan a todas las herramientas de guerra no convencional, desde el asesinato simbólico, ampliamente perpetrado en contra de quienes defiendan la Revolución, hasta tácticas como el terrorismo, la intimidación, la burla… Tienen sus ideólogos más refinados que se encargan de construir complejos análisis cuyo fin último siempre es cuestionar y deslegitimar la Revolución, ya sea por una idealización de la Cuba prerrevolucionaria, ya sea por apelar al expediente de desconocer las conquistas de la Revolución, el caso es que siempre desconocen la particular configuración política, social y económica que en seis décadas ha construido el socialismo cubano y proponen sus sustitución por otro tipo de organización política siempre esbozada en líneas muy generales o no esbozada siquiera».

Apuntes para una hoja de ruta

José Ernesto Nováez asevera que los hechos recientes demuestran que el tejido espiritual de la nación está dañado y que la cultura, con su función sanadora y salvadora, no ha llegado como necesitamos a la Cuba profunda.

«Urge revitalizar las estructuras de la cultura a todos los niveles. Lograr que el economicismo no nos impida ver que sigue siendo lo primero que hay que salvar. Entender que a la par de los problemas materiales debemos atender con igual premura los espirituales.

«También es preciso poner la producción intelectual y teórica al servicio de comprender y orientar la actividad cultural a todos los niveles de la sociedad. Avanzar en una mayor comprensión de lo que ha sido y debe ser la política cultural de la Revolución cubana —un término tan usado como muchas veces incomprendido—; las formas de dominación cultural en el mundo contemporáneo, la evolución de las industrias culturales.

«La relación del Estado y la sociedad cubana con la cultura, el arte y los artistas se ha basado, desde Palabras a los intelectuales, en un pacto social que creo debemos revisitar. Los nuevos escenarios económicos y políticos, la propia evolución del país, el desarrollo sostenido cualitativo y cuantitativo del campo cultural así lo demandan. Se debe fundar una nueva relación que responda mejor a los tiempos, que dé respuesta adecuada a las necesidades de los creadores, que se ajuste a las posibilidades económicas del país y que no abandone las esencias centrales de la práctica cultural de la Revolución cubana, que tiene al pueblo y al desarrollo espiritual de la nación como objetivo primero. Las formas de esta adecuación deben ser resultado de la inteligencia colectiva».

Por otra parte, del Llano considera que hay que escuchar todas las voces; promover el diálogo dentro del socialismo.

«Cualquier análisis que soslaye que somos un país del tercer mundo, las circunstancias reales de las democracias en América Latina y el hecho del bloqueo, es un análisis simplista. La sociedad cubana se tiene que democratizar muchísimo, y esto es una muestra dolorosa. Primero, porque ha habido manifestaciones porque no es democrática. Segundo, porque para que sea realmente democrática hay que acostumbrarse a las manifestaciones, a que la gente proteste.

¿Por qué la gente no se puede manifestar? Eso pasa en todos los países del mundo. La manifestación en sí, no es un acto negativo, sino un ejercicio de derecho ciudadano. Lo que no se puede es seguir asumiendo que la manifestación en sí y todos los que participan en ella, tienen una agenda oculta».

Damiani también apuesta por la profundización del socialismo y su democracia.

«Debe buscarse una implicación efectiva de la gente con el proyecto social al que tributan y, para esto, es imprescindible que sientan que tienen la información, que pueden opinar y que esas opiniones son, en efecto, tomadas en cuenta. Con este fin habrá que reactivar mecanismos ya existentes, perfeccionarlos, y también crear mecanismos nuevos. Y no se pueden eludir las contradicciones, cómo lidiar con el disenso sigue siendo un debate vigente. En ocasiones se premia más la simulación que la actitud crítica, esa práctica debe desterrarse.

«Esto influye en que las personas se sientan realizadas personal y profesionalmente dentro Cuba. Claro, ello implica un proceso continuo de formación de consciencia, pues los paradigmas de éxito no pueden ser los de la sociedad de consumo y en eso el consumo cultural influye directamente.

«En el caso de los artistas y escritores debe buscarse la forma de que, dentro de la industria cultural cubana, puedan sentirse realizados en su obra. Una cosa es que el mercado del arte condicione qué se internacionaliza del arte cubano y otra es que, al interior de Cuba, no se promocione, no se distribuya y no se consuma la cultura cubana autentica sino está validada por el mercado internacional. Que, incluso, no se intente internacionalizar desde la propia gestión institucional. En esto influye desde el sistema educativo, los medios de comunicación públicos, las deficiencias de la industria editorial y sus canales de distribución y la escasa actividad crítica.

«Por supuesto, los problemas de la cultura, siempre son también problema de formación, el sistema educacional, en general, no sigue un paradigma emancipador, es reproductivo y se ha ido deteriorando. Además, la enseñanza universitaria y artística, manifiestan una composición elitista (por eso puede hacerse la distinción entre el 27N y los sectores populares del 11J), pues aun cuando el acceso a estos centros es universal, las propias condiciones sociales (origen familiar, expectativas sociales del medio en que se desarrollan los individuos y prosperidad económica del núcleo familiar) determinan que la mayoría que accede a estos espacios no pertenezca a estratos sociales desfavorecidos ni a grupos racializados. Y la marginación se sigue reproduciendo».

Silvio Rodríguez, apuesta a las esencias. «Hay muchas cosas buenas, útiles que se pueden hacer. Esos muchachos que no pertenecen a nada y se reúnen para limpiar las costas y las playas, ¿no son ejemplares? Y esos otros que recogen, curan y buscan hogares para los animales callejeros, ¿no son admirables y merecen ser imitados?

¿Qué respalda al funcionario de una Casa de Cultura que se proponga dar espacio a jóvenes, por raros que parezcan? ¿Cuál es la suerte de un maestro que diga que en su escuela hay espacio para cualquier tipo de discusión? ¿Qué institución asume conversar con jóvenes preocupados por lo que se les ocurra?

¿Estamos en condiciones de asumir la diversidad? Ojalá que sí, porque esa nueva sangre es parte nuestra y en sus planteos seguro habrá elementos útiles para llegar a mañana».

Notas

*Este material forma parte de una serie de textos producidos por la revista Alma Mater con el concurso de investigadores y especialistas en diversas ciencias sociales, que busca discernir las causas de los acontecimientos del pasado 11 de julio, así como analizar las demandas realizadas y sus posibles resoluciones.

*Para la elaboración del dossier “Desafíos del consenso” se convocó a investigadores sociales de diferentes edades, géneros, colores de piel y procedencias geográficas, bajo la premisa de que las características sociodemográficas individuales también median la interpretación de la realidad. Lamentablemente, por disímiles causas, no todas las personas contactadas accedieron a participar.

Tomado de: Alma Mater

Leer más

33.000 niñas y niños muertos: el saldo de la invasión de EEUU a Afganistán

Foto AP. Rahmat Gul

Por Javier F. Ferrero

Unos 32.945 menores han sido asesinados y mutilados en Afganistán en los últimos 20 años, según informa la ONG Save the Children en un informe, tras la salida de EE.UU. de este país. Si bien es cierto que el número real de víctimas infantiles directas del conflicto probablemente será mucho mayor, ya que en el informe no incluye a los niños que han muerto de manera indirecta por la guerra a causa del hambre, la pobreza y las enfermedades.

Según datos de la ONU, Save the Children encontró que unos 32.945 niños fueron asesinados o mutilados entre 2005 y mediados de 2021. Entre principios de 2020 y mediados de 2021, hubo 4.301 víctimas infantiles, incluidos 806 niños que murieron por violencia.

Sin embargo, incluso antes de la reciente escalada de violencia, casi la mitad de la población de Afganistán, incluidos casi 10 millones de niños, necesitaba asistencia humanitaria debido a la sequía, una tercera ola de COVID-19 y un conflicto que llevó al país a una crisis aún más profunda. Se esperaba que la mitad de todos los niños menores de cinco años sufrieran desnutrición aguda este año. El texto señala que cada cinco horas ha muerto un niño o niña en el territorio afgano.

Una generación arruinada

“Lo que queda después de 20 años es una generación de menores cuyas vidas enteras han sido arruinadas por la miseria y el impacto de la guerra. La magnitud del sufrimiento humano de las últimas dos décadas está más allá de la comprensión”, lamentó el director regional de Asia de Save the Children, Hasan Noor.

Noor denunció que todos los menores nacidos y criados en Afganistán no conocen más que conflictos y han vivido, con la certeza, que algún que otro explosivo podría estallar en cualquier momento o las bombas podrían caer del cielo.

El director regional instó en su texto a la comunidad internacional a continuar apoyando los esfuerzos de ayuda humanitaria a fin de que puedan servir para mejorar la condición de vida de los menores afganos en el país centroasiático.

Con su retirada, EE.UU. ha dejado a Afganistán a la merced de los talibanes, sus enemigos durante los últimos 20 años, y en medio de una incertidumbre total con una infraestructura en ruinas. Sin embargo, lo peor de la situación son las vidas y el futuro arruinado de la juventud afgana.

Tomado de: Nueva Revolución

Leer más

Revoluciones de colores, esnobismo y música incendiaria (II)

Esta fue la chispa que desencadenó el escalamiento de las demandas de la disidencia y las acciones subversivas lideradas por Václav Havel.

Por José Ángel Téllez Villalón @aangeltellez

“The Velvet Revolution” debiera considerarse la más larga y primera regresión “de colores”…

La denominación de “Revolución de Colores” tiene que ver con el más importante precedente de estas tecnologías “para el cambio de régimen”; con la “Revolución de Terciopelo” de 1989,  en Checoslovaquia. Se dice que para aludir su cualidad “no violenta” y  el fuerte componente simbólico que la caracterizó. Pero lo que no se destaca, es la marca importada que resuena en ese nombre acuñado por Rita Klímová, la traductora al inglés de los disidentes y luego embajadora en Estados Unidos. Me refiero a la maquinación del impulso esnobista que imantó el movimiento de esta acción colectiva, con raíces de más de 20 años.

Por debajo de lo aparente, de que no pasaba nada meses antes del último empujón de noviembre de 1989, con la acción sistemática de los mismos “jugadores políticos” de la década del 70, se venía  desmoronado la autoridad del Gobierno y el régimen de obediencia. La “de Terciopelo” tuvo sus orígenes en los sucesos posteriores a la llamada “Primavera de Praga”; la invasión de 1968 comandada desde Moscú y las protestas por la represión del undergraund checo en 1976.

Checoslovaquia fue considerada «la cuna de música rock en Europa central”. El rock’n’roll, conocido allí como BigBít, inundó el país en un  estado liminal de «deshielo» cultural. Praga fue incluida en varias giras  internacionales, lo que contribuyó a la popularidad y expansión del género y sus concomitantes formas estéticas. El Estado en un momento inicial respaldaba las bandas.

Desde la década del 60, “musicando” BigBít, se fue conformando una comunidad cultural admiradora de Occidente. La fiebre esnobista se alimentó en directo, en los clubes de Praga donde tocaban las bandas imitadoras de Zappa, Velvet Underground, Captain Beefheart, Fugs; por el éter, mediante las frecuencias de Radio Free Europa y Voice of America; descubriendo nuevos timbres en los LP traídos del extranjero; admirando estrellas de cine en las portadas de revistas que le trajo un familiar; tomando Kofola (cola nacional) en una reutilizada botella de Coca-Cola; modificando una moto local para que pareciera una Harley… Mediantes estas experiencias estéticas, sumergiéndose en este “alternativo” espacio cultural, nacieron y crecieron los melenudos hippies checos.

El disidente e historiador checo Čuňas contó que fue detrás una banda sonora hasta Budapest, a ver la película estadounidense Happy Motorcycle Riders. Al descubrir  en esta a los hippies gringos se dijo así mismo “esto es, esto es lo que quiero ser”. Evžen Fiala de la banda Hells Devils, mientras hacía el ademán de disparar con un arma, gritó una vez en el escenario: «¡Traeremos a Estados Unidos aquí!». Evžen Fiala, era el gerente de The Primitives, considerada los «padres del underground».

En la dirección artística de The Primitives, estuvo el historiador de arte y crítico cultural Ivan «Loco» Martin Jirous. En el invierno de 1965, en la Universidad Charles, había sido cautivado por el poeta beatnik norteamericano Allen Ginsberg. El responsable de los extravagentes performances de The Primitives, como admirador de Andy Warhol supo que este tenía una banda en casa, The Velvet Underground, de Lou Reed y John Cale. De ahí, la implicación de Jirous con la banda de rock psicodélico The Plastic People of the Universe.

El grupo también conocidos como PPU fue fundado en 1968 por el bajista Milan Hlavsa. Este adoraba a Frank Zappa y a la banda Velvet Underground. Vale señalar que el nombre de la agrupación se tomó de una canción de Zappa con Mothers of Invention, «Plastic People», de su álbum Absolutely Free (1967). Como para Jirous, su letrista, el inglés era el idioma del rock, invitó a Paul Wilson, un profesor canadiense radicado en Praga, para que les enseñara las letras de sus ídolos occidentales, para hacer covers con ellas, y para que tradujera las letras originales de PPU, del checo a la lengua  anglosajona.

Según el historiador Sean Wilentz  en el año de 1967 el joven dramaturgo Vaclav Havel había viajado a New York, a razón del estreno de una obra suya, producida por el empresario teatral Neoyorkino Josep Papp. Es entonces que en una visita que hizo a la Universidad de Columbia, un amigo le recomienda escuchar la banda The Velvet Underground. Escuchar el primer disco de Velvet, con el icónico plátano diseñado por Warhol en la portada, cambió la vida de Vaclav; a tal punto que, al regresar a la Checoslovaquia, impulsó una corriente musical underground de protesta.

Havel compró una casa campestre en Hrádecek, un pequeño pueblo del noreste checo, que sirvió como centro de reuniones y como plataforma para que varias bandas clandestinas de rock interpretaran sus ácidas canciones. Años después, ya siendo Presidente, declararía que, durante esa temporada de turbulencia, absorbía de estas bandas  «un temperamento, un estado de espíritu no conformista, una orientación antisistema y un interés por los desposeídos y humillados”.

Cuentan que en marzo del ’76, en un pub de Praga, se conocieron Havel y Jirous. Este último convence al dramaturgo de que la música de Plastic People era “la articulación internamente libre de una experiencia existencial, el intento de brindar esperanza a los más excluidos”. Por ello, Jirous invita a Havel a un concierto clandestino del principal representante del “Praga Underground”, que tendría lugar dos semanas más tarde. Pero antes de la fecha son arrestados 19 miembros del underground, entre ellos los de Plastic y Jirous.

Estos acontecimientos fueron aprovechados por Havel, como la chispa que desencadenó la “Revolución de Terciopelo”. Los sucesos  protagonizados por los intelectuales disidentes, los movimientos estudiantiles de protesta; los actos extremos de los estudiantes Jan Pallach y Jan Zajic, quienes se rociaron con nafta y se prendieron fuego en la plaza de San Wenceslao; fueron parte del viento que agitó el gran incendio iniciado en 1976.

La censura y enjuiciamiento de los miembros de PPU dio lugar a La Carta 77, un manifiesto firmado por unos 300 intelectuales y científicos checoslovacos, con amplia repercusión internacional, como era de esperar. Esta fue la chispa que desencadenó el escalamiento de las demandas de la disidencia y las acciones subversivas lideradas por Václav Havel.

El rock fue parte de los recursos disponibles para un sector juvenil checo para conformar una comunidad opositora; como elemento aglutinante e identificador de este espectro de la sociedad civil checa. Al mismo tiempo sirvió como reacción y protesta ante las imposiciones de un “retado” gobierno que estigmatizó al género y lo reprimió. Hecho  que aprovecharon los “retadores”.

Al perder el apoyo institucional y convertirse en “prohibidos”, los rockeros checos, adquirieron un mayor potencial como agentes de cambio, para “desbalancear” al poder estatal, mediante la desobediencia y la postura retadora. Teniendo en cuenta, que en términos políticos esta táctica de lucha “no violenta” se basa en la no cooperación, que los gobernados no hagan lo que se les ordena, y que  hagan lo que está prohibido.

Como señaló el propio Čuňas, las acciones del gobierno contra el underground, los hicieron conocidos en todo el país y más allá. “Hubo gente que nunca llegó a escuchar la música de Plastic People of the Universe en los años 60 (debido a la falta de presentaciones), especialmente viviendo fuera de Praga. Hasta el año 1976 nosotros (los undergraounds) no éramos tan conocidos en absoluto”. Fue la “anti-propaganda” en los programas televisivos y los artículos en los medios de prensa gubernamentales, los que lo “premiaron” con mayor publicidad.

Con La Carta 77 se produjo la implicación de diferentes grupos (literarios, filosóficos, intelectuales católicos, disidentes establecidos) con los del espacio cultural subterráneo; se aunaron así una serie de actores y prácticas en la oposición política. La represión de la banda Plastic People desencadenó la fusión de diversos grupos separados hasta entonces, underground y disidentes, esferas públicas y privadas; trabajadores manuales e intelectuales. Lo reconoce el propio Havel en su libro El poder de los sin poder.

Estas protestas transformaron al underground en algo más que una molestia, amenaza o problema interno para el régimen, comenzó  a ser una “violación de los derechos humanos” y foco de la política internacional. El juicio de 1976, se convirtió en noticia para los medios globales, hegemónicamente anticomunistas. La banda llegó a simbolizan todo el mundo subterráneo y fueron presentados como héroes en la prensa extranjera. Motivaron la solidaridad de músicos  como Lou Reed y Gary Lucas. En parte, la ubicuidad de la música en todas las culturas fue el eje para desacreditar el gobierno: “¿Cómo se puede perseguir a alguien simplemente por ¿tocar música?», fue el cuestionamiento predilecto de la prensa occidental.

Tal como se recoge en los manuales de Gene Sharp, “los actos de protestas y persuasión son actos simbólicos  de oposición pacífica o intentos de convencimientos que van más allá de la expresión verbal (…)”. “Su mensaje puede ser dirigido a influir en el adversario, el público en general, el mismo grupo quejosos o una combinación de los tres”. Para esta especie de “judo político”, se recomienda, conseguir que se “vea mal” el opresor”, que “reciba cada vez menos apoyo”, explotando el hecho de que la “la violencia contra un grupo noviolento hace que el agresor se vea mal, despreciable, antipático, a tal grado que la opinión pública y privada se puede volcar en su contra”.

De ahí la estrategia, para sancionar al “represor” ante la opinión pública, de emplear a los artistas; expertos en “actos simbólicos” y  quienes por tradición son distinguidos por su sensibilidad y  humanismo, por ejercer las actividades más alejadas de la “fuerza bruta”. Desbalance que se maximiza cuando estos gozan de popularidad o de gran prestigio.

No es como planteara el politólogo británico Timothy Garton Ash, al referirse a la duración de estas transiciones hacia el capitalismo, que para derrocar en 1989 al régimen totalitario los polacos necesitaron diez años, los húngaros diez meses, los alemanes orientales diez semanas y los checos y eslovacos diez días. “The Velvet Revolution” debiera considerarse la más larga y la primera regresión “de colores”.

Tomado de: Cubahora

Leer más

José Manuel Valdés-Rodríguez: la institucionalización del cine universitario en Cuba

José Manuel Valdés-Rodríguez (La Habana, 1896-1971)

Por Pedro R. Noa Romero

El 13 de septiembre de 1971 fallecía en La Habana el profesor, promotor cinematográfico y crítico de arte José Manuel Valdés-Rodríguez Villada. Con su partida física se cerraba un capítulo importantísimo dentro de la enseñanza y la difusión del séptimo arte en Cuba.

Era hijo de uno de los más ilustres pedagogos cubanos de finales del siglo XIX y primeros años del XX: Manuel Valdés-Rodríguez (1848-1914), cuyas ideas estuvieron a favor de la educación popular y la defensa de una pedagogía científica en la que primara el método explicativo.

José Manuel, su hijo mayor, había nacido el 17 de diciembre de 1896, un año antes del nombramiento de su padre como miembro de mérito de la Real Academia de Ciencias de La Habana.

Sus estudios primarios, secundarios y de bachiller los desarrollaría en el Colegio de Belén; pero la muerte de su progenitor lo obligaría a incorporarse a trabajar muy joven, primero, en gestiones administrativas al servicio de un próspero colono en la provincia de Camagüey; después, en la administración del cine Fausto en la capital cubana.

Las primeras colaboraciones periodísticas y comentarios cinematográficos aparecen a partir de 1927 en publicaciones como El País, El Diario de la Marina y Revista de Avance.

Según su propio testimonio, a finales de los años veinte, fomenta un cine club personal en su casa, donde se reunían intelectuales de la talla de Fernando Ortiz y Raúl Roa para disfrutar de películas ―por medio de equipos de proyección prestados― que proyectaban sobre la pared del garaje colindante, pintada de blanco.

Durante 1932 hasta 1935 trabaja como editor asociado y corresponsal para Hispanoamérica de la revista Experimental Cinema de Hollywood, desde la cual se une al movimiento internacional en defensa de Viva México, la cinta inconclusa de Sergei M. Eisenstein.

Se incorpora a la lucha popular contra la dictadura de Machado y en 1934 ingresa al Partido Comunista. Es nombrado secretario de la Liga Antimperialista de Cuba y viaja a la URSS como corresponsal de Ahora y Bohemia.

En Moscú asiste al I Congreso de los Escritores Soviéticos. Allí conoce personalmente y se entrevista con Eisenstein1 y otras relevantes figuras del cine y el teatro de la Unión Soviética.

A su regreso a La Habana se convierte en uno de los seis editores de la revista Masas, órgano de la Liga Antimperialista de Cuba, por lo cual es detenido a principios de 1935 y condenado a seis meses de prisión.

Al ser liberado, desempeña labores como crítico de cine y teatro en Fragua y Social. Ese mismo año vuelve a El Mundo, donde escribe la sección “Tablas y pantalla”, dedicada a la crítica cinematográfica, de teatro y espectáculo, la cual mantendrá hasta el cierre del periódico a inicios de los sesenta.

En 1939 dicta, por primera vez, su curso “El cine: industria y arte de nuestro tiempo” como parte de las actividades que está desarrollando la Academia de Artes Dramáticas de la Escuela Libre de La Habana (ADADEL), una institución que tuvo sus orígenes en España y llegó a nuestro país a través de la emigración ibérica producida por la Guerra Civil en ese país europeo2.

El curso fue uno de los primeros impartidos en Cuba sobre el séptimo arte. Su importancia y novedad le sirvió para que lo invitaran a impartirlo en la Escuela de Verano de la Universidad de La Habana (UH), a partir de 1942, y se mantuvo hasta 1956, fecha en que cerró la colina universitaria debido a la situación política nacional.

Por su aula pasaron muchas de las personalidades que tuvieron que ver con el auge del arte y la cinematografía en Cuba durante los cincuenta y la futura creación del ICAIC3.

Desde este momento, comenzó a concretarse la institucionalización del cine dentro de la Universidad.

El auge y aceptación de sus clases, así como la exhibición de las películas incluidas en cada sesión, hizo necesario, en 1948, la adaptación como sala de proyecciones del anfiteatro Enrique José Varona, ubicado en el edificio de la Facultad de Educación.

Al año siguiente, en marzo de 1949, se constituye la Comisión de Extensión Universitaria de la UH, dentro de la cual se crea el Departamento de Cinematografía. Raúl Roa, en aquella época profesor y decano de la Facultad de Derecho, rememoró la utilidad de su funcionamiento: “El Departamento de Cinematografía… fue un activo centro de enseñanza visual y oral… Muchos de mis temas de clase ilustré yo con las proyecciones pertinentes y los penetrantes y jugosos preámbulos de Valdés-Rodríguez”4.

Ese mismo año inaugura las secciones de cine de arte en el anfiteatro Varonay da los primeros pasos para la creación de la Filmoteca universitaria, la cual llegó a almacenar más de 800 títulos tanto de ficción como documentales y noticiarios, en 35 y 16 mm.

Fue tal el prestigio alcanzado por la Filmoteca y demás instituciones cinematográficas universitarias que a partir de 1952 recibe la custodia de los negativos y originales de varias de las primeras películas producidas en Cuba5, que conservó hasta la creación de la Cinemateca de Cuba.

Una imagen del Valdés-Rodríguez de estos años universitarios se la debemos a una de sus alumnas durante el curso 1951: la Dra. Graziella Pogolotti:

Su apariencia física fue siempre la de un criollo de la primera república. El traje blanco impoluto, el sombrero jipi, la fragancia que lo acompañaba, el extremo cuidado de sus manos asociaba su imagen a la proyectada por los políticos de aquella era. El gesto efusivo, su cortés caballerosidad evocaban también aquella época remota. Hijo de un ilustre pedagogo cubano, disfrutaba de una extensa red de relaciones en los más disímiles ámbitos de la sociedad. Para todos ellos era simplemente Chema. En un mundo de enmascarados, su jovialidad ocultaba un trasfondo de melancólica tristeza, perceptible al menor descuido.6

El triunfo de la Revolución del 1.o de enero de 1959 lo encontró todavía activo, a pesar de sus 63 años de edad. Él saludaría, desde su tribuna universitaria, los cambios generados a favor del cine cubano con la fundación del ICAIC.

La Ley de Reforma Universitaria se dicta el 10 de enero de 1962 y el 22 se adscribe el Departamento de Cinematografía a la Comisión de Extensión Universitaria como sección.

En mayo del mismo año se crea la Comisión de Medios Audiovisuales, y en agosto se organiza la Sub Comisión de Medios Audiovisuales para la Universidad de La Habana. Su función esencial consistía en preparar, a petición de las facultades y escuelas ―y en particular de los profesores―, los medios audiovisuales aplicables a la enseñanza7. La sección de cine pasa a formar parte también de la Sub Comisión. Valdés-Rodríguez las dirige, pero, poco a poco, ya enfermo, abandona la atención de ambas, hasta confirmarse su retiro, aproximadamente en 1966.

El último homenaje en vida se le realiza durante marzo de 1971. Lo organizó la Unión de Periodistas de Cuba, la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y el ICAIC. Todos se unieron a la Universidad de La Habana (por iniciativa de Mario Rodríguez Alemán) para agasajarlo en un acto presidido por Carlos Rafael Rodríguez. El discurso principal estuvo a cargo de Raúl Roa, ministro de Relaciones Exteriores de Cuba en aquellos años, quien, en una pieza magistral de oratoria, hizo una eficaz valoración de su vida y obra8.

Un alumno de su curso de 1950, quien llegó a convertirse en compañero de trabajo y amigo: el crítico y profesor Walfredo Piñera Corrales, recordó que ese día el profesor solicitó la exhibición de la copia de El acorazado Potemkin (S. M. Eisenstein, 1925) conservada en las bóvedas universitarias, la cual vio hasta la memorable secuencia de la escalinata de Odesa. En ese momento, abandonó para siempre su anfiteatro Varona, sede del homenaje.

Como recordatorio permanente a su obra, la Universidad de La Habana instituyó, desde 1997, el sello conmemorativo Valdés-Rodríguez (único de su tipo en Cuba), el cual se otorga a personalidades, colectivo o instituciones que hayan realizado un trabajo relevante dirigido a la docencia y a la promoción cinematográfica en las universidades u otras instituciones similares.

Notas y referencias bibliográficas:

1 Sobre la relación de Valdés-Rodríguez y el director ruso Sergei M. Eisenstein se puede consultar los textos “Un encuentro con el atormentado de México”I y II, publicados en la sección “Altercine” de IPS Cuba el 26 de enero y el 2 de febrero de 2018, respectivamente.

2 Sobre esta institución: Vázquez, D. (6 de septiembre de 2021). “La Escuela Libre de La Habana: vivero de inquietudes y desvelos renovadores”. Recuperado de www.cervantesvirtual.com

3 Algunas de las personalidades que se graduaron del curso fueron el director de cine y televisión Antonio Vázquez Gallo (curso 1947), Alfredo Guevara, José Massip y Jorge Haydú (curso de 1953), Lisandro Otero (curso 1954), Roberto Blanco y Nelson Rodríguez (curso 1956).

4 Roa, R. “Firmeza y continuidad de una conducta”, en Valdés-Rodríguez, J. M. (1989). El cine: industria y arte de nuestro tiempo. Editorial Letras Cubanas: Ciudad de La Habana, p. 436.

5 Al respecto pueden leer: “Donación de películas cubanas a la Filmoteca universitaria” y “Sobre donación de películas a la Filmoteca de la Universidad”, en Valdés-Rodríguez, J. M. (2010). Ojeada al cine cubano. Ediciones ICAIC: La Habana, pp. 233-238.

6 Pogolotti, G. “Los tiempos de Valdés-Rodríguez” en Valdés-Rodríguez, J. M. (2010). Ojeada al cine cubano. Ediciones ICAIC: La Habana,p. 5.

7 De esta experiencia saldría el folleto titulado “La Reforma universitaria y los medios audiovisuales”, una colección de artículos publicada en 1963 por el Servicio de Medios Audiovisuales de la Universidad de La Habana.

8 El discurso original se publicó en la revista Bohemia del 2 de abril de 1971 bajo el rótulo: “José Manuel Valdés-Rodríguez”, después ha recibido diferentes títulos. Los interesados lo pueden leer en Valdés-Rodríguez J. M. El cine: industria y arte de nuestro tiempo, bajo la denominación “Firmeza y continuidad de una conducta”, pp. 433- 438.

Tomado de: Cubacine

Leer más

Jeff Bridges, más allá de «The Dude»

Jeff Bridges, actor estadounidense Foto GQ España

Por Geoffrey Macnab

Libertad condicional (1951), es una de esas viejas, irregulares películas de Hollywood que desde entonces ha desaparecido del foco mayoritario. Es un thriller melodramático sobre una mujer artista de la estafa (Jane Greer) que acaba de salir de la prisión y que diseña una trama para robarle al novio de su oficial de libertad condicional. «Toda la película tiene ese sabor de los productos románticos más baratos y pulp», desdeñó el diario The New York Times cuando se estrenó, cincuenta años atrás. Otros críticos fueron igualmente despreciativos. Nadie prestó mucha atención al bebé que Greer llevaba en brazos durante un breve instante de la película.

Pero ese bebé era Jeff Bridges, que así hacía su debut en la gran pantalla a la madura edad de seis meses. Llegó al «personaje» por puro azar. Su padre, el actor Lloyd Bridges, era muy amigo del director John Cromwell, y lo había visitado en el set de filmación. «Necesito un bebé», le dijo el realizador. «OK, tomá a Jeff», le dijo Lloyd, pasándole alegremente a su hijo recién nacido.

La madre de Bridges, Dorothy, tenía una pequeña participación en la película, al igual que su hermano mayor, Beau. Pero Jeff no estaba del todo feliz con la cuestión de ser arrastrado a una carrera cinematográfica aun antes de dejar de usar pañales. «Realmente nunca quise ser actor», aseguró tiempo después. «De hecho, yo me resistí porque para mí se sentía como un acto de nepotismo, que tuve las puertas abiertas para mí gracias a mi padre. Yo quería ser apreciado por mis propios talentos.»

Esa actitud, de todos modos, cambió rápidamente. En los 70 años transcurridos desde su debut, Bridges ha puesto su nombre en los créditos de 94 películas para cine y televisión, y pronto volverá a la pantalla como la estrella principal de la serie de espionaje The Old Man, en la que interpreta a un encanecido ex oficial de inteligencia.

Shakespeare ha escrito sobre las siete edades del hombre. En su carrera de actuación, Bridges ya ha completado el círculo completo, cubriendo en el camino las siete bases… y quizás algunas más. Empezó en la temprana infancia; de allí empezó a tomar papeles como escolar; interpretó su buena porción de delincuentes juveniles y protagonistas románticos; se convirtió en un símbolo sexual menor en varios thrillers de los años ochenta; encarnó a algunos psicópatas en el comienzo de su edad madura; alcanzó su apoteosis como The Dude en El Gran Lebowski, de Ethan y Joel Coen (1998); empezó a asumir roles más profundos y oscuros; tuvo su momento Falstaff en el Salvaje Oeste como Rooster Cogburn en la remake que hicieron los hermanos Coen de Temple de acero en 2010; y ahora es la primera opción que consideran todos los directores de casting a la hora de buscar veteranos gruñones. El año pasado fue diagnosticado con un linfoma («Ha salido a la luz una nueva mierda», tuiteó sobre su enfermedad, en algo que sonó bastante parecido a los parlamentos de The Dude), pero apunta a seguir trabajando.

Puede parecer extraño sugerir algo así, pero en sus setenta Bridges sigue siendo lamentablemente subestimado. Cuando ganó su premio Oscar como el alcohólico cantante de country and western en Loco corazón (2009), podría haber sido interpretado como un gesto culposo por parte de los votantes de la Academia, tratando de compensar sus acciones por todas esas performances igualmente emocionantes que en el pasado decidieron ignorar.

Bridges asumió un inesperado estatus de culto gracias a The Big Lebowski, la película que en la actualidad, para bien o para mal, define su carrera. Es un giro magnificente y altamente excéntrico para un actor que previamente no era reconocido por su habilidad para la comedia. Jeffrey «The Dude» Lebowski luce perezoso y tambaleante, pero resulta absolutamente entrañable. Su acercamiento hacia la vida ha inspirado estudios por parte de filósofos Zen. No se puede sino sentir cercanía por su actitud relajada desde los primeros momentos de la película, cuando dos pesados lo asaltan en su departamento de Los Angeles. «¿Dónde está el dinero?», le gritan una y otra vez mientras le meten la cabeza en el inodoro. «Ahí abajo, en alguna parte», responde él despreocupadamente. Los asaltantes lo llaman «perdedor» y le orinan la alfombra, y él simplemente les responde «Por lo menos soy un tipo hogareño».

Los vagos de cualquier parte del mundo encontraron un nuevo santo patrón en el desastrado, siempre amigable Lebowski. La contraparte de eso, de todos modos, es que The Dude es el primero, y a veces el único, rol de Bridges que muchos fanáticos recuerdan hoy. Bridges es tan convincente que algunos fans pensaron que estaba interpretándose a sí mismo.

La crítica de New Yorker Pauline Kael dijo que, a comienzos de la carrera de Bridges, era «El más natural y menos autoconsciente actor que haya vivido alguna vez; físicamente es como si hubiera pasado toda su vida en la ocupación de cada personaje». La periodista era una ardiente admiradora, que en una reseña de Lo importante es vencer (Lamont Johnson, 1973) sugería que Bridges «a sus anchas» era suficiente razón para «hacer que una película valga la pena ser vista», y que el intérprete «se mete en un papel y vive dentro de él».

Parece como si, años antes de que sucediera, Kael hubiera visto a The Dude ya removiéndose dentro de Bridges. De todas maneras, sus cumplidos tuvieron un aguijonazo oculto. Aun cuando celebraba su trabajo, Kael dudaba de que Bridges fuera capaz de «las indignantes escenas explosivas» que su contemporáneo Robert De Niro presentaba en sus primeras películas.

En los años setenta, el joven actor interpretó una buena cantidad de amantes atormentados y hombres solitarios. En La última película (Peter Bogdanovich, 1971), el actor es el abrasivo Duane, una estrella de fútbol americano de la escuela secundaria en un pequeño pueblo de Texas. Es el típico macho alfa, arrogante y seguro de sí mismo, al menos hasta que fracasa en dar la talla como amante del personaje de Cybill Shepherd. Ella está intentando perder su virginidad pero, en una agudísima escena en la que él simplemente no puede cumplir su cometido, no es capaz de hacer lo que ella desea.

«Ese pibe siempre tuvo cierta mezquindad», observa la camarera de la cafetería (Eileen Brennan). De todos modos y de manera típica, Bridges supo componer un personaje que podría haber sido repulsivo y hasta absurdo, pero con el que resultaba posible empatizar. Incluso cuando está rompiéndole una botella en la cara a su mejor amigo en medio de un brote de celos furiosos, luce algo furtivo, como un tipo abandonado. Ese fue su primer trabajo significativo en la industria del cine, pero aun así ya aparecía extraordinariamente confortable frente a las cámaras.

El joven Bridges también mostró excelencia como el aspirante a boxeador Ernie Monger en Ciudad dorada (John Huston, 1972), otra vez dándole un pathos y una profundidad notables frente a su personaje opuesto, Stacy Keach, como su mentor alcohólico y en decadencia. «Es sobre personas que han sido castigadas incluso antes de comenzar, pero nunca detienen sus sueños», dijo Huston sobre su película. Esa fue una descripción que podría aplicarse a muchos otros de los personajes que Bridges asumió en los comienzos de su carrera. Él nunca fue del tipo rebelde que encarnaron tan bien James Dean o Marlon Brando. Cuando se encargó de esos jóvenes outsiders aparentemente temerarios, siempre en última instancia demostraban ser vulnerables, con una vida interior en la que estaban completamente perdidos.

A medida que fue creciendo, Bridges empezó a tomar papeles aún más oscuros. En Al filo de la sospecha (Richard Marquand, 1985) es el sociópata editor de periódicos que, como finalmente se revela, ha asesinado a su propia esposa. En El rapto (1993), la remake que hizo George Sluizer de su propia película holandesa, interpreta a Barney, un hombre de modales engañosamente suaves, quien gusta de secuestrar personas para enterrarlas vivas. En ambos casos, la elección de casting funcionó tan bien porque eran muy a contrapelo de lo que se esperaba.

Bridges es una presencia en pantalla tan querible, tan con los pies en la tierra, que eso hace tan shockeante el momento en que se vuelve diabólico. Terry Gilliam lo eligió como el atlético Jack Lucas en Pescador de ilusiones (1991), un temerario narcisista que, como muchos otros personajes de Bridges, cae a un abismo. Jack se encuentra devastado al descubrir que una de sus diatribas públicas ha provocado que uno de sus oyentes cometa un asesinato en masa. Así se convierte en un pobre tipo alcohólico que se desprecia a sí mismo y que, a diferencia de The Dude, no tiene ningún encanto que lo redima. En su punto más bajo es rescatado por un vagabundo sin techo (Robin Williams) en una loca búsqueda detrás del cáliz sagrado. Es otro ejemplo más de Bridges en la piel de un personaje poco simpático, interpretado con simpatía. Se combina de manera brillante con Williams, nunca tratando de superarlo pero aun así manteniendo su lugar cuando el actor, conocido por su exacerbada expresividad, llega a sus niveles más maníacos.

A medida que pasaron los años, Bridges se aventuró aún más. Hizo películas de ciencia ficción, westerns, comedias y dramas políticos. Interpretó al presidente en una película y a una estrella del country en decadencia en la siguiente. Directores de tanto renombre que iban de Michael Cimino, Francis Ford Coppola y Ridley Scott a Walter Hill, John Carpenter, Gilliam, Sidney Lumet y los Coen, lo buscaron para incorporarlo a sus elencos. Hizo películas de Marvel, aventuras de espías y dramas independientes de bajo presupuesto. En el camino hubo varias elecciones erradas, pero se mantuvo trabajando sin descanso. Mientras su hermano Beau Bridges se dedicaba a personajes característicos de reparto, a Jeff le seguían ofreciendo papeles protagónicos.

Algunos han comparado a Bridges con Robert Mitchum, la estrella con la cara del hoyuelo que, una generación antes, sostuvo de manera similar una carrera como el lacónico actor protagonista durante cincuenta años sin dejar nunca que decayera la calidad de sus performances. Puede imaginarse fácilmente a Mitchum interpretando varios de los roles que tuvo Bridges en épocas recientes, por ejemplo su giro -nominado al Oscar- como el desagradable, obstinado Texas Ranger que nunca se apura por nada en Sin nada que perder, dirigida por David Mackenzie en 2016.

Bridges, de todos modos, tiene un rango más amplio que Mitchum. Es el raro ejemplo de un actor cuyas elecciones se han ampliado, más que limitado, a medida que su carrera fue progresando. Loco corazón, que le hizo ganar un Premio de la Academia, y El Gran Lebowski, son los primeros títulos que aparecen en la memoria de la gente cuando se menciona su nombre. Pero si se mira más allá de The Dude, de todos modos, se encontrará un extraordinario cuerpo de trabajo de Bridges, en cualquiera de sus siete edades.

Tomado de: Página/12

Leer más

Aprender a ver cine. La educación de los sentimientos en el séptimo arte

Autor: Juan Francisco González Subirá

Una invitación a la crítica de grandes películas de distintos géneros, mediante breves estudios que incluyen sinopsis, estilo, apuntes históricos, personajes y planos, y estructura dramática.

Aprender a ver cine invita a la contemplación crítica de grandes películas de diversos géneros cinematográficos: Gladiator, Braveheart, La vida es bella, Casablanca, Salvar al soldado Ryan, Matar a un ruiseñor, El club de los poetas muertos, Los miserables, El Señor de los Anillos, Star Wars, etc.

Ofrece una sinopsis del argumento, apuntes históricos y sociológicos, estilo del director, estructura dramática, tipos de planos…, y se completa con un análisis de los sentimientos de los personajes. Incluye cuestionarios que servirán de guía para organizar cinefórum.

Un libro de interés para todos los amantes del séptimo arte, especialmente para profesores y alumnos de Cine, Ciencia y Humanidades.

Juan Francisco González Subirá. Es licenciado en Filosofía por la Universidad de Navarra, y ha sido profesor de Filosofía en Educación Secundaria y en diversos cursos dirigidos a profesionales.

Tomado de: Ediciones Rialp

Leer más

11/S: El discurso de “Tati” Allende en La Habana

Beatriz Allende Bussi: Vengo a ratificarles que el presidente de Chile combatió hasta el final con el arma en la mano.

Por Beatriz Allende Bussi

A pocos días de ocurrido el golpe de Estado protagonizado por los militares y carabineros, respaldado por los partidos de la derecha y la directiva de la Democracia Cristiana, Beatriz Allende Bussi, hija del Presidente Salvador Allende y destacada luchadora revolucionaria, llegó a Cuba protegida por ese país, y le correspondió expresar unas palabras en un multitudinario acto en la Plaza de la Revolución a días de la asonada fascista. Ahí estaban decenas de miles de cubanas y cubanos, el Comandante en Jefe, Fidel Castro, la dirigencia cubana y varias y varios chilenos que habían acompañado a Allende durante su mandato. El siguiente es el texto íntegro del discurso de “Tati” Allende, el 28 de septiembre de 1973.

*******

No vengo a pronunciar un discurso, vengo sencillamente a decirle a este pueblo solidario y fraterno cómo fueron las horas que vivimos en el Palacio de La Moneda en la mañana del día 11 de septiembre. Vengo a decirles a ustedes cuál fue la actitud, cuál fue la acción y cuál fue el pensamiento del compañero presidente Salvador Allende bajo el ataque de los militares traidores y fascistas.

El pueblo cubano, desde luego, conoce la realidad, pero en muchos otros países la campaña de mentiras levantadas por la Junta fascista y secundada por las agencias del imperialismo norteamericano pretende correr una cortina sobre los hechos que ocurrieron en La Moneda, trinchera de combate del presidente Allende.

Vengo a ratificarles que el presidente de Chile combatió hasta el final con el arma en la mano. Que defendió hasta el último aliento el mandato que su pueblo le había entregado, que era la causa de la revolución chilena, la causa del socialismo.

El presidente Salvador Allende cayó bajo las balas enemigas como un soldado de la revolución, sin claudicaciones de ningún tipo, con la absoluta confianza, con el optimismo de quien sabe que el pueblo de Chile se sobrepondría a cualquier revés y que lucharía sin tregua hasta conquistar la victoria definitiva.

El cayó con invariable confianza en la fuerza de su pueblo, con plena conciencia del significado histórico que habría de tener su actitud al defender con su vida la causa de los trabajadores y de los humildes de su patria.

Pero hay algo más: Cuba y Fidel estuvieron presentes en sus palabras y en su corazón en aquellos instantes difíciles. Fuimos testigos de su lealtad hasta la muerte, de los lazos de profundo afecto que lo ataban a este pueblo, a su revolución y a su Comandante en Jefe, Fidel Castro. Prácticamente todo el último mes que precedió al golpe del 11 de septiembre lo vivimos en guardia permanente. Apenas pasaba un día sin que surgieran rumores de alzamientos militares y de golpes de Estado.

Esa mañana del martes 11 recibimos noticias inquietantes y supimos que el presidente Allende muy temprano había marchado hacia Palacio. Hacia allá nos dirigimos aún sin conocer la magnitud de lo que estaba ocurriendo.

Fue sólo en el trayecto hacia La Moneda, al tener que sortear en varias oportunidades las barreras de Carabineros, quienes en franca actitud hostil impedían el paso hacia la casa de Gobierno, lo que nos hizo comprender la gravedad de la situación.

Logramos llegar a La Moneda aproximadamente faltando diez minutos para las nueve. En su interior estaba la guardia normal de Carabineros, los cuales tenían a su cargo la protección de Palacio. No obstante, antes de entrar al edificio habíamos visto a carabineros de los alrededores en plan de rendición o de plegarse al golpe.

En La Moneda confirmamos de inmediato que se trataba de un golpe de Estado completo con la participación de las tres ramas de las Fuerzas Armadas y Carabineros.

Dentro del edificio el clima era de actividad combativa, apoyaban al presidente un grupo mayor que lo habitual de compañeros de su seguridad personal, los cuales habían ocupado sus puestos de combate. Se había distribuido el escaso armamento pesado. Además, se integró un grupo del Servicio de Investigaciones que siempre trabajó en coordinación con los compañeros de seguridad personal.

Se encontraban también un grupo de ministros, subsecretarios, exministros, técnicos, personal de prensa y de radio. Estaban presentes médicos, enfermeros, personal de la planta administrativa de La Moneda, los que no quisieron abandonar el lugar, decidiéndose a combatir junto a Allende. Estaban, por último, sus colaboradores más cercanos. De todos éstos, once eran mujeres.

Al pasarle una de las numerosas llamadas telefónicas que se estaban recibiendo, lo vi por primera vez en ese día. Estaba sereno, escuchaba con tranquilidad las diferentes informaciones que se le entregaban y daba órdenes y respuestas que no admitían discusión.

Personalmente había recorrido ya y recorrería en varias ocasiones más los puestos de combate corrigiendo la posición de fuego de algunos compañeros.

Pronto se iniciaría el fuego de infantería, el ataque de los tanques y de la artillería golpista sobre el Palacio Presidencial. Nuestros compañeros respondían con sus armas. Supimos que desde temprano los militares golpistas conminaban repetidamente al presidente para que se rindiera, pero él rechazó siempre en forma tajante e inapelable todos los ultimátum que le hicieron los golpistas.

Jamás le observamos dudar un solo instante. Por el contrario, siempre reafirmaba su decisión de combatir hasta el final y de no entregarse a los militares traidores, a los que ya llamaba por sus nombres: fascistas.

También supe que desde por la mañana había recibido visitas y continuaría recibiendo llamadas de los partidos de la Unidad Popular y del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, manifestándoles sus decisiones de combatir.

Le llamó por teléfono en varias ocasiones uno de los generales traidores llamado Baeza. Supe también que le habían ofrecido un avión donde podía irse con su familia y colaboradores para el lugar donde él quisiera. El presidente les respondió que como generales traidores no podían conocer lo que era un hombre de honor, despidiéndolos, indignado, con tan fuertes palabras que no pudiéramos repetir aquí. El presidente tomaba medidas para librar un combate largo, se desplazaba continuamente de un lugar a otro. Pidió se revisaran los lugares más seguros para proteger a los combatientes de los futuros bombardeos aéreos. Se informaba de la cantidad de alimentos y agua almacenada.

Impartió órdenes de que el grupo médico tuviese listo el pabellón quirúrgico para atender a los heridos. Designó a un compañero para que agrupara a las mujeres y llevarlas a un lugar seguro mientras se les convencía de que debían abandonar La Moneda.

Pidió que se quemara la documentación, incluso la personal, que pudiera comprometer a otros revolucionarios. Envió hacia el exterior a tres compañeros, dos de ellos mujeres, a cumplir una misión en favor de la futura resistencia.

Ya en aquellos momentos supimos que los carabineros destinados a la protección de Palacio se habían plegado a la Junta fascista.

Pude después conversar un momento a solas con el presidente. Me dijo otra vez que iba a combatir hasta el final. Que para él estaba sumamente claro lo que iba a pasar, pero que tomaría las medidas para que el combate se librara de la mejor forma. Que iba a ser duro, en condiciones desventajosas. Sin embargo, agregó que era consciente de que ésa era la única actitud que le cabía como revolucionario, como presidente constitucional, defendiendo la autoridad que el pueblo le había entregado. Y al no rendirse ni entregarse jamás, dejaría en evidencia a todos los militares traidores y fascistas.

Manifestó su preocupación por las compañeras que estaban allí, por su hija Isabel. Que todas deberían salir del palacio y además preocuparnos de mamá, porque se estaba combatiendo en Tomás Moro y ella se encontraba allí.

Me dijo luego que se sentía en cierto modo aliviado de que este momento hubiese llegado, porque así las cosas quedaban definidas y quedaba liberado de la incómoda situación que lo había mortificado en los últimos tiempos, en que mientras era el presidente de un Gobierno popular, por otro lado las Fuerzas Armadas, valiéndose de la llamada Ley de Control de Armas, venían reprimiendo a los obreros, allanando industrias y vejando a sus trabajadores.

Esto ya me lo había dicho antes.

Su presencia de ánimo era extraordinaria, con gran disposición de combatir. En sus palabras se reflejaba la serena visión de los acontecimientos y del rumbo que necesariamente habría de tomar la lucha revolucionaria.

Planteó que lo importante era la conducción política futura. Asegurar una dirección unitaria de todas las fuerzas revolucionarias; que los trabajadores iban a necesitar una conducción política unitaria. Que por eso él no deseaba allí sacrificios estériles e inútiles; que habría que esforzarse por lograr esa dirección política unitaria que encabezara la resistencia que comenzaba ese día, y que para ella se necesitaría una acertada conducción política.

Prácticamente esto mismo les planteó a los ministros y colaboradores, a los cuales reunió en el Salón Toesca. Les reiteró una vez más su decisión de defender con su vida la autoridad presidencial. Agradeció la colaboración de ellos durante esos tres años, ordenando a los hombres que estuvieran armados a retomar un puesto de combate, y a los que estaban desarmados, que lo ayudaran, primero a convencer a las mujeres que debían abandonar La Moneda, y luego hacerlo ellos, porque no quería sacrificios inútiles, cuando lo importante iba a ser la organización y la dirección de la clase trabajadora. Allí fue la última vez que vi a uno de sus amigos y colaboradores más cercanos, el amigo de la revolución cubana, el compañero periodista Augusto Olivares, quien iba arma en mano a ocupar su posición de fuego.

Las mujeres y otros compañeros pasamos los últimos ratos cerca del pabellón quirúrgico y en el único pequeño local subterráneo, donde se almacenaba papel. El presidente llegó hasta allí con su casco militar verde olivo. Empuñaba un fusil automático AK que le había regalado el comandante Fidel con la leyenda: “A mi compañero de armas”.

Se avecinaba el bombardeo aéreo. Los aviones pasaban haciendo vuelos rasantes. En forma enérgica nos ordenó, sin más dilación, que las compañeras deberían abandonar de inmediato el palacio. Se fue dirigiendo a cada una de nosotras en forma individual explicándonos por qué seríamos más útiles afuera y del compromiso revolucionario a cumplir.

Volvió a plantear que lo importante era la organización, la unidad y la conducción política de su pueblo. A mí me reprochó que estuviera ahí con este embarazo, que mi deber era irme junto a los compañeros de la embajada de Cuba. Me hizo saber que había sufrido como en carne propia las provocaciones y agresiones de que había sido víctima la representación diplomática cubana en los últimos meses. Que creía que ese día iban a ser provocados, que podría haber combate. Y que por eso debería estar junto a ellos.

Personalmente nos condujo hacia la puerta de salida por la calle Morandé. Ahí tomó la decisión de pedir un alto al fuego y un jeep militar para que las compañeras pudieran salir sin problema. Minutos antes había barajado la posibilidad de que nos tomaran como rehenes para exigirle una vez más su rendición. Pero nos dijo que de ser capaces de hacer eso, no lo harían vacilar; que, al contrario, ésta sería una prueba más ante el pueblo chileno y el mundo entero hasta dónde llegaba la traición y el deshonor del fascismo y que esto sería para él un motivo más para combatir.

Así lo dejamos justo antes de iniciarse el bombardeo aéreo, combatiendo junto a un pequeño grupo de revolucionarios, donde también quedaba una compañera que se ocultó para combatir con ellos. Y ésta es, compañeros, la imagen que conservo del presidente; ésta es la imagen, queridos hermanos de Cuba, que quisiera hoy dejar en la mente y en el corazón de cada uno de ustedes.

Imagen que se levanta con orgullo revolucionario en esta plaza, donde hace sólo unos meses alzó su voz emocionada para traerles el mensaje solidario y agradecido de nuestra patria, de nuestros trabajadores, de sus niños, mujeres y ancianos.

En este acto solidario con Chile quisiera decirles lo que me pidió les trasmitiera a ustedes. Me lo confió en La Moneda bajo el combate: dile a Fidel que yo cumpliré con mi deber. Dile que hay que lograr la mejor conducción política unitaria para el pueblo de Chile. Señaló que se iniciaba ese día una larga resistencia y que Cuba y los revolucionarios tendrían que ayudarnos en ella.

Hoy, desde este territorio libre en América, podemos decirle al compañero presidente: tu pueblo no claudicará, tu pueblo no plegará la bandera de la revolución; la lucha a muerte contra el fascismo ha comenzado y terminará el día en que tengamos el Chile libre, soberano, socialista por el que combatiste y entregaste tu vida.

Compañero presidente, ¡venceremos!

Tomado de: El Siglo

Leer más

A 20 años del 11-S, la mayor amenaza terrorista está dentro, no fuera de EU

Grupos fascistas estadounidenses. Foto Hampton Institute

Por David Brooks

Hace 20 años, según las agencias de inteligencia, la mayor amenaza terrorista contra Estados Unidos provenía de musulmanes ultraderechistas al otro lado del mundo –en Afganistán, Pakistán y Medio Oriente–, y ahora esas mismas agencias concluyen que la amenaza terrorista más grave en este país proviene del interior, entre estadunidenses cristianos ultraderechistas y sus aliados.

Este sábado, el presidente Joe Biden y su gobierno marcaron el vigésimo aniversario de los atentados del 11 de septiembre, pero no se revelará en los discursos oficiales la primera pregunta ante las imágenes que dieron vuelta al mundo ese día.

El día siguiente a los atentados, el 12 de septiembre de 2001, en la primera plana de La Jornada apareció la foto de las Torres Gemelas impactadas por los aviones transformados en armas y una sola palabra: ¿Quién? Esa portada fue una de unas 25 o 30 seleccionadas para la exhibición permanente sobre el 11-S en el Newseum, el museo nacional de medios en Washington.

La respuesta sencilla, según las autoridades, es que fue la organización terrorista Al Qaeda a mando de su dirigente Osama bin Laden, y eso fue vengado con la guerra lanzada contra Afganistán en octubre de 2001 y el asesinato de Bin Laden en 2011. Pero no es tan sencillo.

Aunque la consigna oficial para marcar ese día cada año es nunca olvidaremos, se ha logrado olvidar los orígenes directos de lo que sucedió el 11 de septiembre.

Aliados de ayer

Los enemigos de Estados Unidos hoy fueron sus aliados ayer. Washington invertiría más de 9 mil millones de dólares para respaldar a los muyahidines más extremistas desde 1979, que combatieron a la Unión Soviética con el propósito –según Zbigniew Brzezinski, el asesor de seguridad nacional del presidente Jimmy Carter, quien encabezó la iniciativa– de crearle a los rusos su Vietnam. Al igual que los contras nicaragüenses, este operativo de una década fue clandestino con la CIA, que formó un ejército mercenario. Arabia Saudita empezó a colaborar con los estadunidenses en esa aventura, y es por ahí que Al Qaeda y su líder Bin Laden entraron a ese escenario.

En los 80, Ronald Reagan invitó a los líderes muyahidines de Afganistán a la Casa Blanca, donde los calificó de equivalente moral de los padres fundadores de América. Aquéllos eran elogiados como libertadores por su guerra contra el comunismo, en un combate atroz con enormes costos humanos. El Talibán, como Al Qaeda, surgió justo de esas filas. A partir del 11-S, los antes luchadores por la libertad de pronto fueron proclamados el enemigo principal de Estados Unidos.

Veinte años después, las agencias de inteligencia y seguridad ahora consideran que la mayor amenaza terrorista a Estados Unidos proviene desde adentro, desde su propio pueblo. La nueva evaluación oficial de terrorismo formulada por el Departamento de Seguridad Interna hace unas semanas, afirma que extremistas violentos motivados por temas de raza y etnia permanecerán como una prioridad de amenaza nacional para Estados Unidos.

El secretario de Seguridad Interna, Alejandro Mayorkas, y el procurador general, Merrick Garland, afirmaron en junio que el extremismo violento doméstico motivado por racismo, en particular el de supremacistas blancos, es ahora la amenaza relacionada con el terrorismo más significativa que impacta a la nación.

El terrorismo de ultraderecha racista se ha expresado con actos violentos, incluso homicidios, en varias partes del país, y llegó a realizar una intentona de golpe de Estado el pasado 6 de enero al invadir el Capitolio para anular el proceso electoral nacional.

Las iniciativas de gobernadores y legisladores derechistas –desde medidas para suprimir el voto, anular libertades civiles, rechazar la ciencia y la historia, nutrir la xenofobia y el racismo tan enraizado en el país– junto con grupos aliados extremistas, después de cuatro años de neofascismo de Donald Trump, siguen poniendo en jaque la democracia estadunidense. Para algunos, el enemigo real está dentro, no fuera del país.

Vale recordar que el atentado terrorista más grande y mortífero dentro de Estados Unidos antes del 11-S fue el lanzado contra el edificio federal de Oklahoma City en 1995, donde murieron 168 personas. Los responsables fueron dos estadunidenses blancos vinculados con milicias ultraderechistas.

Pero a la vez, al resumir los anteriores 20 años desde el 11-S, también hubo expresiones de resistencia, rebelión y cambio contra las aventuras imperiales en el exterior y los ataques contra derechos y libertades civiles en el interior de este país que persisten hasta este día.

Eso estaba ahí desde las primeras horas del 11-S, con las manifestaciones de bondad y solidaridad de miles, como ese joven estadunidense que, al enterarse del atentado, sacó todos sus ahorros, subió a su coche, manejó sin parar unas 10 horas desde su casa en Kentucky para llegar a la zona cero, sin conocer Nueva York, y sumarse a las brigadas que buscaban sobrevivientes entre los escombros humeantes. Comentó que no entendía a sus compañeros, ya que muchos no hablaban inglés, pero éramos hermanos. Las conversaciones en las calles, los abrazos entre desconocidos, la búsqueda de desaparecidos con sus fotos en muros por toda la ciudad, que después serían sustituidas por mensajes de amor y dolor.

Ante los mensajes bélicos, vengativos y de políticos halcones, arrancó uno de los movimientos antiguerra más grandes de la historia con el lema No en nuestro nombre. A lo largo de los siguientes años se sumaría a la resistencia contra la xenofobia, el racismo y más de las políticas pos-11-S un movimiento masivo de inmigrantes contra la explotación del planeta por unos cuantos con Ocupa Wall Street, y las movilizaciones antirracistas más grandes de la historia del país con el eslogan de Black Lives Matter, entre otros.

La pandemia, más peligrosa

Con eso se responde al gran tema de la seguridad y el temor, tan útil para los políticos. Críticos progresistas siguen cuestionando las justificaciones para proseguir con la infinita guerra contra el terror, señalando que el terrorismo extranjero ha tenido muy poco que ver con los problemas más graves que enfrenta esta nación. Señalan que ha sido mucho más peligroso el irresponsable manejo de una pandemia que ha matado a más de medio millón de estadunidenses, números sin precedente de muertes por armas de fuego cada año, la devastación generada por el cambio climático –incendios, inundaciones, sequías– por todo el país. Y el hecho de que el terrorismo interno (de los propios estadunidenses) mata a más connacionales que el de los grupos extranjeros.

La disputa sobre el futuro de este superpoder aún está lejos de llegar a una conclusión, pero no se puede decir que no se sabe quiénes son los responsables de cómo están las cosas al llegar este aniversario.

Como advirtió el historiador Howard Zinn en entrevista con La Jornada: “El establishment depende mucho de la amnesia histórica, del hecho de que en este país la gente generalmente no conoce esta historia. No sólo no conoce lo que ocurrió a fines del siglo XIX o principios del XX; desconoce la historia de los 15 o 20 años anteriores. Eso facilita que el gobierno diga al pueblo cosas que son inmediatamente aceptadas”.

La memoria es clave para un futuro diferente. Tal vez para eso podría servir este aniversario.

Tomado de: La Jornada

Leer más

Revoluciones de colores, esnobismo y música incendiaria (I)

Srdja Popovic: Muchos actores a nivel internacional estaban interesados en hacer caer a ‘Sloba’

Por José Ángel Téllez Villalón @aangeltellez

Las “revoluciones de colores” son las versiones kitsch de las revoluciones “clásicas”. “Son las revoluciones de la postmodernidad que han tomado mucho del fascismo”, apuntó el académico ruso Serguei Kara-Murza. Las emociones cabalgando sobre una nueva tecnología para derrocar gobiernos, etiquetada con el inocente nombre de “métodos no violentos”. Lo que importa en estas fast-revoluciones es presionar, desestabilizar, tumbar, no resolver contradicciones sociales. Se copian los tips de aquellas revoluciones para el stiling del espectáculo.

Fueron diseñadas por tanques pensantes occidentales, para con menos gastos que con las guerras convencionales y con menos revuelo de la opinión pública, derrocar a sus adversarios. Resultan de la apropiación de ciertos métodos revolucionarios para subvertir, deconstruyendo, las normas de legitimidad, de valorar a los políticos. Son operatorias híbridas, lideradas por agentes entrenados, con las que las élites imperialistas cosechan los frutos de tantos años de influencia, de engatusamientos, de inoculación de su superioridad, por goteo simbólico.

Unos de los rasgos postmodernos de estas revueltas es el carácter lúdico de las operatorias, para tomar el poder, se juega con el poder. Como “todo vale”, no hay método “correcto”, “político”, “legítimo” o “ético”. Se reconoce, sin sonrojo, que se recibe financiamiento externo, de agencias y ONG extranjeras. Se recurre a la burla, al sarcasmo, al lenguaje soez. Se apropian de los símbolos del adversario para subvertirle sus significados. Se recurre a la postverdad y a las fake news, con el propósito de manipular y capitalizar reacciones.

Como se ha planteado, no se puede explicar el éxito de estas pseudorevoluciones, sin reconocer el papel que han jugado organizaciones de Estados Unidos o que estaban próximas a ellas. Sin  el apoyo del Imperio y de sus socios en Europa ninguna de estas revueltas en el entorno postsoviético habrían tenido “éxito”. No solo por la asesoría, el respaldo financiero y mediático, sino además por su hegemonía, su influencia apuntalada por las imperialistas industrias culturales.

Desde los tiempos de la Guerra Fría, la acción exterior estadounidense fue externalizada por ONG, tanques pensantes y fundaciones que se encargaron, junto a una red de emisoras y televisoras, de enganchar a una parte de la sociedad civil, con el “the american way of life”, el “the american way of thinking” y el the american way of playing”. Empeño al que se sumó una legión de intelectuales, supuestamente de izquierda o antistablisment, encargados de promover los valores de la “democracia liberal”, y una quinta columna de esnobistas disidentes.

En su mayoría, los líderes de los movimientos que empujaron el “desmerengamiento” del Socialismo existente en Europa del Este, eran fervientes adoradores de la cultura gringa y especialmente de su música. Tenían una relación directa o indirecta con instituciones académicas y culturales de Estados Unidos. Para los líderes de las revoluciones de colores avanzar era marchar al ritmo de la banda yanqui; para democratizar el país era necesario implementar las ideas y valores que dictaban las instituciones estadounidenses.

El interés geoestratégico del área postsoviética y la voluntad del Imperio resulta clave para entender el porqué de la Revolución de las Rosas (Georgia, 2003), la Revolución Naranja (Ucrania, 2004) y la Revolución de los Tulipanes (Kirguistán, 2005), la Revolución de los Melones (Kirguistán, 2010), la Revolución de los Acianos (Bielorussia, 2006), la Revolución de las Lilas (Moldavia, 2009), y la Revolución de Terciopelo (Armenia, 2018).

La de Serbia fue la primera aplicación práctica exitosa de esta novedosa tecnología para montar insurrecciones artificiosas sobre manifestaciones originalmente espontáneas. Se articuló para derrocar del poder al ejecutivo de Slobodan Milosevic. El país mantenía relaciones cordiales con Rusia y hostiles respecto a la órbita de la OTAN. Eso explica la inversión de cuantiosos recursos financieros, tecnológicos y simbólicos.

En palabras de Srdja Popovic, líder del movimiento que derrocó a Milosevic, “Muchos actores a nivel internacional estaban interesados en hacer caer a ‘Sloba’. Era gente con la que podías hablar de política y conseguir dinero, como la Fundación Nacional para la Democracia (National Endowment for Democracy, NED), el Instituto Republicano Internacional (IRI) y el Instituto Nacional Democrático (NDI), que colaboraban con partidos políticos, y Freedom House, que trabajaba con los medios de comunicación”.

Algunas fuentes estiman que el gobierno de EE. UU. y varias ONG  estadounidenses sumaron cerca de 41millones de dólares en la promoción de programas para formar y coordinar a los grupos contendientes al gobierno, poner en marcha las manifestaciones y para fabricar material propagandístico. Solo en 1999, concedieron a la oposición serbia 25 millones de dólares. “Según Paul B. McCarthy, entonces responsable regional de la NED, OTPOR recibió la mayor parte de los 3 millones de dólares gastados por la organización estadounidense en Serbia a partir de septiembre de 1998. Peter Ackerman y Jack Duvall contaron en A Force More Powerful  que Freedom House pagó la impresión de 5.000 ejemplares del libro From dictatorship to democracy: A conceptual framework for liberation, del Albert Einstein Institution, para ser repartidos entre los disidentes serbios.

“Entre el 31 de marzo y 2 de abril de 2000, el Instituto Nacional Republicano financió un taller sobre técnicas de lucha noviolenta para 30 activistas de OTPOR en Budapest, Hungría”. Así  se reconoce el  libro Cómo Librar la Lucha Noviolenta: Prácticas del Siglo XX y Potencial del Siglo XXI, de Gene Sharp, con la colaboración de Joshua Paulson y la asistencia de Christopher A. Miller y Hardy Merriman.  Participó en el taller el excoronel  estadounidenses Robert Helvey. Según Popovic, el análisis de poder descrito en “Las políticas de la acción noviolenta”, de Gene Sharp, y luego presentado por Robert Helvey en los talleres efectuados en Budapest, ejerció la mayor influencia en la planificación estratégica de OTPOR.

Bajo el lema «Está acabado», el movimiento estudiantil OTPOR,  creado en 1998, se convirtió en la fuerza de choque contra Milošević. Para sistematizar las movilizaciones en la calle y en los grandes espacios públicos, para promover un estado de desestabilización permanente y provocar la “represión” del Estado serbio, los de OTPOR siguieron los lineamientos e instrucciones de varias agencias e institutos estadounidenses, como el Instituto Albert Einstein de Gene Sharp, el Centro Internacional para el Conflicto No Violento (ICNC) de Peter Ackerman y Jack Duvall, Freedom House, la USAID, la NED y el Instituto Republicano Internacional.

Gracias a este apoyo y a la asesoría de expertos estadounidenses, la campaña mediática contra del político serbio se desarrolló de una forma juvenil y atractiva. Pegatinas, grafitis, conciertos y otros recursos fueron usados para minar su imagen. El rociado de signos, comprendió el empleo de consignas como ¡Resistencia porque amo a  Serbia! Y “Es la hora”. Y otros, claramente importados  como ¡Ti Si Nam Potreban!, el “Te necesitamos” del Tío Sam. La ofensiva comprendió el uso de Internet y el correo electrónico. Sus principales armas fueron las simbólicas, camisetas, carteles y pegatinas con la imagen del puño, el desafío mediatizado de los arrestados, las representaciones teatrales satíricas y los conciertos musicales.

El 22 de noviembre de 1999 y el 13 de enero de 2000, fecha en que se celebra el año nuevo ortodoxo, los de OTPOR organizaron dos  megaconciertos de música rock. Eventos en los que se combinaba la significación de rebeldía y resistencia del rock, al ser un género  musical que no aprobaba el Gobierno, la oportunidad de introducir discursos subversivos. Una vez finalizado el concierto, para asentar la idea de que no había nada que celebrar se presentaron en una pantalla gigante las fotografías y los nombres de miles de yugoslavos  muertos en las distintas guerras que habían tenido lugar bajo el  mandato de Milošević.

Las acciones múltiples y ruidosas, con gran peso en lo simbólico, lúdicas y provocativas, tenían como propósito tentar al ejecutivo a tomar acciones represivas contra los participantes. De ahí las publicaciones que ridiculizaban al gobierno y los conciertos contra el régimen con música prohibida. Todas con repercusión en los medios de la prensa independiente y de las trasnacionales occidentales.

Por ello el gran respaldo a la estación de radio B92 que salió al aire en 1989, con el financiamiento de Open Society Foundations de George Soros y la USAID. En 1996, con la ayuda del proveedor de Internet holandés XS4All, RTV B92 comenzó a transmitir sus programas a través de Internet. Sus transmisiones también se reproducían a través del Servicio Mundial de la BBC, mientras que varias estaciones locales en tierra hicieron que los programas estuvieran disponibles en toda Serbia. Entre pistas y pistas de rock, y con el apoyo de Radio Liberty, se desarrolló la campaña mediática contra el ejecutivo serbio, a la vez que se alimentaba el enganche con la música occidental.

En la ceremonia de los MTV Europe Music Awards de 1998 en Assago, cerca de Milán, se le entregó el premio Free Your Mind a Radio B92. Durante la transmisión en vivo, el director de emisora, Veran Matić, salió al escenario con una camiseta de OTPOR con la inscripción «Живи Отпор!» (¡Vive la Resistencia!), sobre el logo del puño cerrado. En su discurso de aceptación, pronunciado en serbio, Matić mencionó explícitamente a los cuatro estudiantes que habían sido arrestados y condenados días antes.

El componente de la música en las actividades de OTPOR se hizo especialmente pronunciado en los días cercanos al derrocamiento de Milošević. El movimiento incluso recurrió a la promoción de conciertos  y organizó varios conciertos en Belgrado de la banda eslovena de música industrial  Laibach. Vale recordar que el líder de OTPOR era un enamorado de la cultura occidental. Srda Popovic tocaba el bajo en una banda de rock gótico llamada BAAL, liderada por Andrej Aćin quien luego se dedicó a filmar películas.

Los integrantes del movimiento estudiantil asociaban el rock con la rebeldía. “Si alguien canta ‘Le estoy tirando piedras al sistema’, eso es lo mismo que hacemos nosotros”, comentó uno de ellos. El discurso iconoclasta de las bandas de rock de los 90, contribuyó a asentar la idea -gestionada luego por OTPOR- de que no tenían que depender exclusivamente de los políticos de la oposición y de que había cierto swing en ser contestatarios. La acción colectiva del 2000 fue condicionada por la acumulación de significados culturales producidos por agrupaciones como Rambo Amadeus, Darkwood Dub, Dza ili Bu y Eyesburn. La instrumentalización de estos mensajes sirvió para que ser arrestado fuese estar en la onda; “ser llevado a la cárcel significaba que eras atrevido y valiente, lo que por supuesto significaba que eras sexy”- comentó luego Srdja Popovic.

Contó el experto en “golpes blandos” que caló el efecto de los “retos simbólicos”, del desafió protagonizado por artistas, cuando su agrupación favorita, Rimtutituki, una tarde de 1992 en la Plaza de Belgrado llena de soldados y tanques, realizó el performance “S.O.S. paz o no cuentes con nosotros” con el apoyo mediático de Radio B92. La banda de rock estaba en la parte trasera de un camión de plataforma, dando vueltas por la plaza, interpretando canciones en contra de la guerra, burlándose del militarismo y del poder. “Mientras  corría detrás del camión, animando a mis músicos favoritos, me sobrevino una serie de revelaciones. Comprendí, para empezar, que el activismo no tenía por qué ser aburrido, que quizá si adoptara la forma de un concierto punk sería mucho más efectivo que las latosas manifestaciones de toda la vida”.

El cantante y compositor, escritor, poeta y director serbio Đorđe Balašević fue uno de los participantes en las manifestaciones contra Slobodan Milošević. Desde antes se había declarado opositor. A menudo en sus conciertos criticaba y se burlaba de Milošević y de otros políticos serbios. En diciembre del 2000, ya consumado el golpe,   Balašević celebró un concierto en el Teatro Nacional de Belgrado para honrar a los miembros de OTPOR.

Estas acciones se enumeran en el libro de Sharp, De la Dictadura a la Democracia. Un Sistema Conceptual para la Liberación. Entre los  métodos de protesta y persuasión no violentas, se anuncian como Actos públicos simbólicos: el drama y la música (35. Sátira y burlas, 36. Interpretaciones teatrales y musicales y 37. Canto) y como medios para  Comunicaciones con un público más amplio: Discos, radio y televisión.

Tomado de: Cubahora

Leer más

Aquí y ahora

Fotograma de la serie Cuentos de Ñañaseré, de José Martín Díaz

Por Rebeca Chávez

¿Una nueva fórmula de producción para el cine de animación? ¿Qué está pasando con los artistas independientes de dibujos animados? La preocupación que comparten los directivos Ester Hirtzel y Aramís Acosta es intentar renovar este discurso. Seguramente no imaginaron que por esos días verían el clip animado que con solo 13 años hiciera Olivia Solano y, además, la oyeran decir: «Todavía no me lo creo, más sabiendo que mi obra se basa en un tema musical de Liuba María Hevia».

Era posible el camino para incentivar –de alguna manera– a los escritores y guionistas a que salieran, se movieran un poco del contar repetido de historias fáciles y moralejas evidentes. Buscar alianzas, asumir riesgos valía la pena. Hacer trabajos conjuntos con animadores independientes se fue imponiendo como idea. Sabían que estaba listo el escenario, contaban con anteriores experiencias, ahora tenían un espacio legal para operar, pero faltaban las obras, y llegaron de Villa Clara, Camagüey, Holguín y La Habana los resultados de esas alianzas. En enero de 2021 ya se habían recibido los siguientes guiones:

De Palma Films Producciones, de Camagüey: Cerdos (Dir. Keiter Castillo) y Tu estrella (Dir. Henry de Armas).

De Deja que te coja producciones, de Villa Clara: Serie de Cuentos de La Tía Li (Se unen a niños de la comunidad de entre ocho y 12 años en los talleres infantiles. Constituye un homenaje a Norma Martínez, que tanto impulsó esta idea).

De Estudio Nodo, de Holguín: Serie de cuentos para despertar la primavera.

De Cucurucho Producciones de La Habana: Serie Galaxia –K (diez capítulos) y Unesco Click (cinco capítulos).

En perspectiva, de Palma Films Producciones, de Camagüey, Las tres hermanas, de Heidi Almarales (adaptación del cuento de Eliseo Diego). También Los animados Cabildo Real, Jabones animados y el videojuego Xnova, todos de Henry de Armas. Y de Lídice Fernández, Panchito el elefantico y Lo que dice la maestra.

Empiezan a hacerse realidad las ideas, los proyectos de y con productoras y creadores empeñados en hacer cine de animación. Se proponen contar historias diversas, cuentos de cómo dos hombres hacen el mismo trabajo, pero ambos tienen aspiraciones diferentes en la vida, de padres que hacen los mayores sacrificios por sus hijos, de los miedos del niño por creer en los fantasmas. Están las artes marciales, un deporte de disciplina. No falta una historia de hadas, duendes, magos para el cuidado de la flora y la fauna, y una serie (Unesco Click) se propone enseñar el mundo de la animación, sus procesos y diferentes formas de hacer y aspira a abrir más el universo participativo de niños y adolescentes.

Continúa haciéndose en Animados Icaic la producción del largometraje La Súper, de Ernesto Piña. De la serie Fernanda se han terminado cinco capítulos y ocho están en proceso.

Por su parte, Cuentos de Ñañaseré, de José Martín Díaz, ha continuado apostando por los clásicos de la literatura infantil recreados con nuevos códigos visuales y adaptados también a los nuevos códigos de consumo.

Un grupo de artistas del catálogo de Bis Music, encabezados por Adrián Berazaín, Annie Garcés y Christopher Simpson, se encargan de los temas musicales de la serie Mini, Misu, Miau, de Luis Ernesto González. Ya hay dos temas totalmente terminados, Mini, Misu, Miau y Soy Valentín. Cuentos para Federico, de Maikel Chávez, ha devenido un producto transmedial de spots de bien público a serie para Radio Progreso. Esperamos tener un capítulo piloto antes de finalizar el año.

Lo más significativo de esta acción es que, además de la producción extendida y multiplicada, quedaron más de diez proyectos, ideas en distintas fases de desarrollo en una suerte de lista de espera para su análisis y evaluación.

Por los 25 años de salida al mercado del disco Travesía mágica, de Liuba María Hevia, varios realizadores asumieron compartir el placer de darles vida a títulos que aún no contaban con un clip y en esas aventuras contamos, por ejemplo, con Rubén Darío Salazar y su Teatro de las Estaciones, hasta la novedad del nacimiento de la más joven creadora de animados cubanos, la muy creativa Olivia.

Para el semiólogo Roland Barthés, «la era de la fotografía es también la de las revoluciones, de las contestaciones». Él no podía profetizar la revolución de las redes sociales, que al alcance de la mano subvertirían el mundo de las comunicaciones, la vida personal de cada uno de nosotros y, de manera sorprendente, la de jóvenes y niños convertidos en protagonistas.

Ellos, que «nacen» digitales, se apoderan de las pantallas de computadoras, de móviles inteligentes y lo hacen como una extensión de sus manos, de su pensamiento y, sobre todo, desatan su imaginación. Ni el entrañable mambí Elpidio Valdés, de Juan Padrón, con sus legendarias cargas contra Resóplez, intuyó que aquí y ahora se ha desatado una revuelta de participación sin fin entre los jóvenes y niños, objetos y sujetos al mismo tiempo. Eso es lo que hace verdaderamente retadora y compleja la producción de cine de animación. No desconectarse de estos insaciables espectadores es un desafío importante.

Tomado de: Granma

Leer más