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Crónicas de un instante. Palabras fecundas

Eterno Baraguá (Roberto Chile, Cuba) De la serie Fidel es Fidel.

Por Octavio Fraga Guerra @CineReverso

Desde mucho antes del 1ro de enero de 1959 —día de luz y victoria para la Nación cubana— Fidel desamarró con pasión el nítido susurro de sus palabras. Una práctica que forjó (1945-1950) como estudiante y líder en la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana.

Los anclajes de su voz inconmensurable —con el paso de los años— emergieron como encendidas alocuciones, secundadas por el multiplicar de otras voces cultas, éticas, revolucionarias, protagonistas todas del período fundacional de la Revolución.

En más de seis décadas de historia afloraron otros esenciales oradores en la Isla, núcleos sustantivos del capital simbólico de nuestra cultura. Se revelaron como medulares, erguidas, poéticas, impostergables voces, la incisiva retórica del Comandante Ernesto Che Guevara, la virtuosa dignidad de Raúl Roa y la complicidad del General de Ejército Raúl Castro Ruz, proféticas palabras de un período fundacional.

Cabría distinguir en la contemporaneidad la oratoria del Canciller Bruno Rodríguez Parrilla. Valedor de las raíces y los argumentos martianos que engrandecen a Cuba en los más complejos escenarios internacionales, encara con altura intelectual dispares desafíos, afincando con llanas palabras los pilares de nuestra Nación: libre, soberana e independiente.

Tras su entrada triunfal a La Habana, en 1959, Fidel desató un telar de argumentos, un torbellino de vocablos legitimadores, compartidos para legitimar la existencia de la Revolución cubana. En el punto de todas las miradas, la mítica fuerza de sus palabras, la sentida oratoria, el dialogo con la multitud comprometida.

Siempre resuelto a platicar con el gesto horondo y la frente alta. No mirando hacia un horizonte impreciso, en verdad conectando con el pueblo. Son las virtuosas palabras de un hombre coherente con su praxis política y ética. Esenciales diálogos con multitudes, desabotonados con gestos edificadores ante el desafío de dialogar con muchas voces y manos reunidas en los espacios simbólicos de la Revolución.

Asiste siempre el tiempo de escuchar las muchas otras palabras sabias, esbeltas, inaplazables, nacidas desde las hondas raíces de nuestra revolución cultural, siempre inconclusa.

Fidel enseñó sobre el deber de tomar de la historia y del pensamiento de los más ilustres cubanos que han colmado de fortalezas de la patria. Herencias, todas estas, necesarias para edificar con erguidos valores y llanos argumentos los pilares teóricos que legitiman la gesta revolucionaria.

Frente a las arremetidas que impone la propia existencia de la Revolución, Fidel labró veredas de apariciones urgentes —muchas de ellas inaplazables— resueltas como un perenne guerrillero que asumió el vivir en una Nación asediada por un Imperio.

Fue su práctica preguntar, desmenuzar al detalle, las geometrías de las palabras compulsando respuestas. Destrabó acertijos y compartió soluciones ante los interrogantes que desata la contemporaneidad. Las respuestas han de estar siempre en el ejercicio lúcido del pensamiento de todos los cubanos.

Las lógicas de sus reflexiones fueron pasto de su sabia, la de un pertinaz lector de palabras impresas. Encaró como praxis las sorpresivas visitas a cualquier punto geográfico de Cuba. Ellas habitan como huellas orales en los más recónditos lugares de la isla.

Tejió en cada cita, en cada encuentro, un arsenal de retóricas y discursos comprometidos, urgentes, apasionados, esbeltos. Es la praxis de una Revolución construida por la fuerza de la palabra —parte esencial de los símbolos que la distingue— resueltas para labrar un proyecto humanista frente al perenne desafío de su existencia.

Fue estratégico, entre sus muchas tareas, la praxis de comunicar, de llegar al vasto y plural abanico del pueblo. De un país pensado y edificado por hombres y mujeres morales, convocados para narrar la nación, hacerla posible. Expresión material de nuestro derecho a existir, a construir los pilares identitarios y valores que nos distinguen.

Somos millones de cubanos empeñados en fundar una Nación despojada de dictados espurios, negados a darle espacio a los que apoyan una intervención militar del gobierno de los Estados Unidos, o a los que balbucean descorchados sustantivos platistas y anexionistas, tesis frontales que desprecian el ideario de José Martí y la dignidad de la nación cubana.

Brotó en Fidel, desde su ganado liderazgo, todo un arsenal de preguntas. Era su máxima —coherente con el ejercicio civilizatorio del dialogo— de saber más allá de los manuales y los libros: esos que la cultura cimenta como clásicos imprescindibles. Las respuestas se han de encontrar también en las lecturas críticas de textos al uso que el tiempo, a veces, deposita en las mamparas del olvido, por esa envoltura de temporalidad que les envuelve, cual si nada.

La literatura destraba interrogantes, afina ideas, construye realidades, es un constante converger de palabras sustantivas pobladas de significados, materializadas por acciones inacabadas o vueltas a tocar con otras vestiduras. Todas ellas transitan en dispares respuestas, desplegadas en un telar de geometrías y de revolucionadas aritméticas, que son esenciales estudiar para fortalecer los pilares de una isla rebelde.

Sujetos a múltiples transformaciones sociales y económicas, a escalonadas metamorfosis simbólicas y culturales “inoculadas”, pretenden quebrar, desunir. Son estudiados ropajes dispuestos a fragmentar voluntades, descafeinar proyectos comunes que laceran los principios constitucionales de la Patria. Es, por tanto, la palabra, esencial en nuestras batallas y gestas, insustituible para revelar derroteros y asimetrías.

Despojados de los aplomos del cansancio, se impone tocar las realidades, descifrando esos múltiples cursos que le distinguen, vestidos con los cromatismos de la vida. El ser humano y la naturaleza son los protagonistas de sus andares, de sus más delgados vértices.

Con palabras fecundas Fidel afinó el dialogo con la sociedad toda, desde los albores del ideario de José Martí, que algunos cubanos se prestan, como serviles de turno, para manchar con sus sucias palabras, vulgares adjetivos y actos hostiles, que no amedrentan.

Tenemos derecho a existir frente a un gobierno extranjero que por más de sesenta años, ha pretendido ahogarnos, revelando las esencias de sus arrogancias, propias de hinchados emperadores que tan solo presumen de mostrar la cronología de sus siniestras historias.

Imagen de portada: Eterno Baraguá (Roberto Chile, Cuba) De la serie Fidel es Fidel

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Ernesto Che Guevara: La soberanía de América Latina frente a Estados Unidos

Comandante Ernesto Che Guevara

Por María del Carmen Ariet García

“¿Y han de poner sus negocios los pueblos de América en

manos de su único enemigo, o de ganarle tiempo y poblarse, y

unirse, y merecer definitivamente el crédito y respeto de

naciones, antes de que ose demandarles sumisión el vecino…?”

José Martí, 1889

En el actuar y en el pensamiento del Che la urgencia de poner a prueba un proyecto de emancipación para América Latina forma parte del contenido de tesis formuladas en diferentes etapas de su vida, las que devienen referentes dentro de las múltiples acciones de grupos y movimientos que las hacen suyas.

Ese proceso ocupó la mayor parte de su vida como revolucionario, marcada sobre todo por su participación dentro de la Revolución cubana, desde la lucha hasta su condición como dirigente de la misma. Es sin dudas, la radicalización de ese proceso y su declaración como estado socialista lo que impulsa al Che a una búsqueda incesante, dentro de su entorno, así como las experiencias acumuladas en sus viajes por el continente, al promover nuevas formas de cambio y enfrentamiento a la dominación imperialista, ejercidas en toda la región.

La historia de enfrentamiento de Cuba y la valentía e inteligencia de su líder Fidel Castro para dinamizar un movimiento sin precedentes, con una visión totalizadora de transformación y de unidad, se extiende a América Latina, al formar parte de las páginas más gloriosas de ese proceso. Todo un país con su peculiar dirigencia de jóvenes revolucionarios, decididos a cambiar la historia, se convirtió en una posibilidad que, incluso hoy, pasados más de 60 años, alienta a la búsqueda de nuevas alternativas.

Esas alternativas, como fundamento de un nuevo proyecto político, radical y de cambio, sentaron los cimientos para conformar el marco teórico sustentado por el Che, al decidir ejecutar un proceso basado en las potencialidades de América Latina para alcanzar su pleno desarrollo y soberanía y tratar de cerrar el paso a la implacable expansión norteamericana que azotaba al continente en todos los órdenes posibles.

La clarinada la puso Cuba y con ello múltiples páginas que ocupan un lugar imperecedero en la historia sociopolítica de la región. Basta solo con citar los discursos pronunciados por Fidel en países de América, incluyendo a los Estados Unidos, entre el 59 y el 60, pero sobre todo ese inmenso discurso que pronunciara en la ONU, y que significó una nueva forma de expresión revolucionaria, sobre todo por las inmensas verdades, sostenidas y documentadas, acerca del poderío impuesto por Estados Unidos, con datos y hechos que, hasta esos momentos, nadie se había decidido a decir a esa escala.

Nunca, ni antes ni después, se había denunciado con total crudeza los sucesos más brutales de las relaciones despiadadas de Estados Unidos con los países de América Latina y, a no dudar, su contenido forma parte de las páginas más sobresalientes pronunciadas en Naciones Unidas desde su fundación.[1]

Es en ese contexto, demostrado desde la ética y la historia común, donde se conjuga una nueva dimensión de hacer política, basada en la necesidad de revolucionar y cambiar las caducas estructuras para hacer emerger las nuevas naciones como pedía Martí en su ensayo Nuestra América y en la Conferencia Monetaria Internacional de 1889, nunca se había lograda hasta el presente. Ese enorme reto ha marcado la evolución y desarrollo de Cuba hasta nuestros días, convirtiéndonos en “el mal ejemplo” para la fuerza dominante de los poderes establecidos y, por lógica, la más asediada y excluida de las naciones del continente por los gobernantes comprometidos y o chantajeados por Estados Unidos.

La relación de hechos que ejemplifican esos enormes retos es inconmensurable y desde todos los planos, del económico hasta el empleo de la fuerza bruta, acompañada de una política subversiva despiadada y abarcadora en todas las disímiles variantes: actos terroristas, invasión, atentados, bloqueo y aislamiento, entre los más empleados. Cada acción, repudiada por nuestro pueblo en total apoyo a la Revolución ha sido denunciada en foros internacionales, especialmente en las Naciones Unidas, con la solidaridad de la mayoría de los pueblos del mundo, sumadas a la presencia de Cuba en organismos internacionales, incluyendo desde su fundación, al Movimiento de los no Alineados.

Para el Che, todos estos acontecimientos fueron vividos con total intensidad y analizados en su exacta dimensión, además de contar con sus reflexiones y exposiciones en diferentes eventos, en las que Cuba se levantaba, por intermedio de su voz, para denunciar y hacer valer su posición ante tanta presión por parte de la nación más poderosa del mundo.

Dentro de los escenarios más representativos de su accionar se destaca su participación, junto con un grupo de delegados cubanos, a la Conferencia de Punta del Este, llevada a cabo en Punta del Este, Uruguay, en agosto de 1961. La Conferencia fue convocada por el Consejo Interamericano Económico y Social (CIES) de la OEA, a instancias del presidente Kennedy, cuando en marzo de 1961 promueve el proyecto.

Como jefe de la delegación, el Che pronunció un discurso en el que realiza un recuento del poderío ejercido por la nación del norte en las esferas política y económica, a pesar de que se había delimitado el contenido de las exposiciones solo a lo económico para “no contaminar de ideología e ideas foráneas los debates”. Sin dudas, esas restricciones conducen al Che a presentar una intervención detallada sobre la presencia de Estados Unidos en la región y, con particular énfasis, en el papel neocolonial de la nueva potencia emergida desde el siglo XIX, la que había impuesto su poderío como una reformulación de la dominación imperialista.

El ambiente en que se efectúa el cónclave estuvo caldeado desde el principio, sobre todo por la decisión de analizar posibles cambios económicos, supuestamente dinámicos y ventajosos para la región, bajo la égida de Estados Unidos, pero con el claro propósito de excluir a Cuba. Es de suponer que la presencia de Cuba, todavía dentro de la OEA, resultaba en extremo incómoda, después de que meses antes se había derrotado a Estados Unidos, por primera vez, en la invasión a Playa Girón organizada desde su territorio contra Cuba, hecho que había sido repudiado por la mayoría de los pueblos del continente y por parte de algunos gobiernos que aún no se habían plegado a los intereses de Washington, como  México —decisión que honrosamente se extiende hasta nuestros días―, y con el respaldo de Argentina, Brasil, Bolivia y Chile.

Debe tenerse presente que para esa fecha, a apenas dos años y algunos meses del triunfo de la Revolución, se había cumplido el plan trazado en el Programa del Moncada, expuesto por el propio Fidel Castro en su alegato de defensa cuando fuera apresado, después del ataque al Cuartel Moncada.

Esas realidades explican parte de las razones expuestas por el Che en el cónclave y responden a la esencia de sus contenidos, imprescindibles en momentos tan complejos como los actuales, donde se comprueban en hechos los llamados de atención sobre el verdadero contenido del proyecto de la Alianza para el Progreso (ALPRO) y el costo económico y político para la región. Un proyecto presentado con aparentes fórmulas de desarrollo, pero con una marcada intención de frenar los cambios que algunos sectores se proponían ejecutar, defendiendo sus recursos económicos y sus tendencias políticas.

Bajo esos elementos se organizó la reunión, con el supuesto propósito de dinamizar la economía de la región y cuyos antecedentes, como citamos, se presentan en marzo de ese año ante el cuerpo diplomático del continente en Washington y con la aprobación de sus respectivos gobiernos. El presidente Kennedy junto a su equipo trató de formular una alternativa de desarrollo económico por un monto de 20 millones de pesos de ayuda, distribuida en un período de 10 años, con el compromiso de cumplir con la propuesta de declaración que se presentaría, la que fuera consultada con algunos de sus representantes hasta obtener un consenso.

Una vez más se imponía la política del garrote y la zanahoria, con temas definidos de antemano basados en siete puntos, entre los que destacan el fortalecimiento de los intereses democráticos; aceleramiento del desarrollo económico y social sostenible; el desarrollo de construcción de viviendas; el impulso la Reforma agraria; asegurar salarios justos; erradicar el analfabetismo; el aumento de la iniciativa privada y la estabilidad de los precios.

Aunque de antemano se conocía sobre el procedimiento y las supuestas dádivas ofrecidas, la efectividad estaría condicionada al resguardo de sus intereses, sobre todo con el objetivo de enfrentarse al proyecto puesto en marcha por la Revolución Cubana. No obstante, la definición de esos condicionamientos, la delegación cubana y su representante principal, Che Guevara, estuvieron de acuerdo en trabajar con armonía, siempre y cuando no se excluyera la soberanía como criterio esencial para tratar de mantener el principio de unidad.

La delegación cubana, representada por altos especialistas, elaboró documentos y ponencias con el fin de analizar los temas propuestos y dejar sentada la posición de Cuba al respecto, con total apego a la situación que se vivía en la región y marcando las posiciones y diferencias con las tesis argumentadas en los temarios elaborados por los especialistas de la organización, de claras posturas defensivas y alejados de un análisis veraz y objetivo, muchas veces pasando por alto los problemas que siempre habían frenado el libre desarrollo de la región.

Se puede afirmar que, a pesar de conocerse el objetivo esencial de la conferencia, la delegación trató de debatir con inteligencia y dejar espacios para la negociación si se decidía incorporarnos o, cuando menos, exponer nuestras opiniones:

[…] Cuba está dispuesta a sentarse a discutir en pie de igualdad todo lo que la delegación de Estados Unidos quiera discutir, nada más que sobre la base estricta de que no haya condiciones previas […]. Sin embargo, Cuba no viene, como pretenden algunos periódicos o muchos voceros de empresas de información extranjeras, a sabotear la reunión. Cuba viene a condenar lo condenable, desde el punto de vista de los principios, pero viene también a trabajar armónicamente, si es que se puede, para conseguir enderezar esto, que ha nacido muy torcido […], para enderezarlo y hacer un bonito proyecto.[2]

Parte de los contenidos presentados se centraban en los problemas presentes por décadas en la región, imposibles de saldar con la cifra propuesta para respaldar las necesarias e imprescindibles soluciones, tal y como formularon los grupos de expertos nombrados. Por nuestra parte, cada temario se amplió con pleno conocimiento y se examinaron sus contenidos para presentar las consideraciones propias, como, por ejemplo, la Educación, donde se planteaba la extensión de la educación primaria hasta sexto grado, aspecto que se consideró insuficiente si se aspiraba a un alto nivel educacional, cultural y de desarrollo tecnológico, argumentos en extremo difícil para los países de la región, agobiados por su atraso en todos los órdenes, en particular por la enorme cifra de analfabetismo existente, los que requerían cambios más profundos desde lo  estructural, capaces de impulsar una participación sostenida y que con la cifra propuesta quedaba en una aproximación a la solución del problema.

Otros temas de interés se centraron en la Reforma Agraria y el desarrollo de la industrialización, con claras determinaciones de frenar cualquier acción radical capaz de enfrentar lo que en apariencia llamaban “la persistencia de formas anticuadas e injustas de tenencia de la tierra”, aspecto que aún está por cambiar dentro de las arcaicas estructuras establecidas y los intentos cosméticos que nunca se han comprometido a cambiar el mal de raíz, ni mucho menos la explicación de que “en el mundo moderno el desarrollo económico y social es sinónimo de industrialización” cuando siempre impusieron fórmulas secundarias y nunca de pleno perfeccionamiento autónomo, al menos desde lo regional; al igual que otros aspectos nunca cambiados o eliminados, como la independencia total de las colonias en el continente donde persiste el caso de Puerto Rico como estado libre asociado; el programa de ayuda para los países más subdesarrollados y otro de vigencia absoluta, como es el tema de la Información internacional, cuyo contenido es conocido sin pudor alguno, basado en la información que reciben los países de la región a cargo de las agencias de poder, encargadas de deformar la realidad acorde con sus intereses. De ahí, la propuesta de Cuba de que, “dondequiera que sea posible se constituyan agencias de noticias que sirvan al desarrollo nacional independiente”[3], avizorando la posible fuerza e influencia que adquirirían.

Pasados 60 años de la Conferencia, puede afirmarse categóricamente que Estados Unidos no ha variado ni un ápice los argumentos utilizados, manteniendo los objetivos diseñados para recrudecer más las medidas de asfixia hacía Cuba y cerrar las puertas a cualquier entendimiento, con la única razón esgrimida por Cuba en defensa de su soberanía y como nación con derechos plenos. Insistir en que el diferendo se extiende al presente es más que sabido, acompañado de medidas más violentas y en extremo intransigentes. Muy a su pesar, el “mal ejemplo” de Cuba persiste, aunque no han sido pocos los inconvenientes por los que se ha tenido que transitar y se puede aseverar que la posición de Cuba no ha cambiado respecto a los principios que desde los primeros momentos se sostuvieron en la defensa de nuestras convicciones.

Sin dudas, los discursos del Che y las exposiciones de sus compañeros se sostienen en el tiempo con total claridad y validez, además de poder demostrar la inteligencia y valentía en que fueron defendidos con tesis y argumentos que trazaron y mantienen el camino decidido por el pueblo y su revolución y por su persistencia han logrado influir en proyectos comunes.

Principios y tesis expuestas por el Che en la Conferencia

Como cuestión de principios, el Che deja establecida la necesidad de definir la significación de lo latinoamericano, aspecto que identificaría de manera común a todos los participantes. Aboga por analizar los problemas de la región no solo bajo un prisma económico, sino también político, al no poder separarlos, si lo que supuestamente se pedía era un desarrollo armónico. En ese aspecto, se tuvo que emplear un lenguaje directo porque se sabía, como se ha expuesto, que detrás de la convocatoria se encontraba la posición de Estados Unidos respecto a Cuba y la separación de la OEA, lo que finalmente se produjo al año siguiente.

Se resalta la definición sobre la política de desarrollo a sustentar, al resaltar que debe ser de tipo social con una concepción integral en interés de todos los países en su conjunto, mediante el empleo racional de los recursos naturales y humanos a su servicio, con la eliminación de los poderes económicos impuestos por los esquemas dominantes y excluyentes, sobre todo, hacer hincapié en la solución del problema crucial: alcanzar la plena soberanía e independencia de los pueblos con una integración en todos los órdenes.

Transcurridas seis décadas de lo expuesto, el tema del desarrollo en la región se ha mantenido de manera recurrente a lo largo de todos estos años. Se puede afirmar que una parte de los cambios se han producido con el objetivo de frenar aspiraciones justas de los pueblos en luchas permanentes para reclamar lo que históricamente les pertenece, pero nunca con la pretensión de ejecutar cambios profundos y radicales que permitan mayores libertados en los procesos económicos y, cuando se han introducido como excepciones, unas han estado sujetas a su destrucción por métodos en su mayoría violentos y, en otros casos, han presionado y atacado para evitar su expansión.

Lamentablemente, la historia y el recuento de esos hechos son expresión de lo que no se está dispuesto a ceder cuando de poner en juego el poder se trata y se recurre a la eliminación de todos los que estén dispuestos a defender sus recursos, incluyendo a generaciones de jóvenes comprometidos con su tiempo y promoviendo poderes dictatoriales, militares y fascistas, aun presentes en países de la región.

A partir de enunciados comunes, el Che esboza un conjunto de tesis, con el interés de delimitar las políticas futuras de desarrollo y la verdadera independencia de los pueblos como ejes relevantes, presentes en cualquier debate que se pronuncie por tratar de crecer y alcanzar la paz futura. Revisten vital importancia esos fundamentos, porque desde esos momentos esboza los componentes del proyecto de cambio que se proponía alcanzar en acciones posteriores y que, a su juicio, debía asumir América Latina, con el principio de eliminar la distorsión de nuestras economías, analizadas desde su multiplicidad sociológica.

Dentro de los elementos que resalta se destacan:

La eliminación de los consorcios internacionales que atan nuestras políticas a dictados exteriores dada nuestra condición de países en vías de desarrollo o subdesarrollados, reforzándose nuestra dependencia a los mecanismos económicos internacionales, liderados por las principales potencias. En la actualidad, a pesar del avance sostenido en los organismos multilaterales y el desarrollo alcanzado en rubros específicos, tiene un gran peso la presión de los grupos de poder que continúan aferrados a sus posturas de imposición y dominio internacional, sin cambiar las esencias de sus políticas y la distorsión de los auténticos métodos a emplear.

La real independencia y el enfrentamiento al poder económico, cuyo propósito es frenar políticas que impedían nuestro propio desarrollo, es un principio defendido por el Che desde esos momentos, los que encontraron derroteros mayores en otros eventos y conferencias, como los discursos de Ginebra y Argelia[4], donde explicó la necesidad de ampliar proyectos alternativos nítidos para reforzar el poder económico, acompañado de posiciones políticas de verdadera emancipación. Se pronuncia, como una medida de contención, elaborar planes racionales de desarrollo y la coordinación de asistencia técnica y financiera sin distinciones ideológicas para tratar de salvaguardar los intereses de los países más débiles. La exactitud de lo expuesto, sin tratar de forzarlo ni dejar de considerar la distancia con los cambios del presente, no restan las formas ni los argumentos empleados por el Che en sus análisis, los que, lejos de perder dinamismo, impulsan a la búsqueda de nuevas variantes bajo los principios considerados en su pensamiento y acción, relativos a la industrialización, a la diversificación y a la eliminación de una única sujeción de poder internacional.

Frenar el papel de los organismos financieros internacionales, cuya función sigue siendo la misma, es premisa necesaria para delimitar fronteras al poder hegemónico y a la toma de conciencia de gobiernos subordinados a esos poderes.

El reto principal se centra en la independencia económica desde posiciones políticas consecuentes, con la advertencia expresada por el Che de la posibilidad de los cambios acorde con las particularidades de cada cual, pero con la premisa de garantizar una redistribución equitativa.

Para nadie es un secreto que las bases de las ideas del Che se centran y defienden bajo la concepción socialista, tal y como Cuba lo había hecho, sin embargo, promovía los cambios con justeza y efectividad bajo el principio de que los pueblos fueran capaces de decidir por su futuro como protagonistas de su destino. Ese emplazamiento y las limitaciones de la burguesía nacional para defender un proyecto propio no solo permanece, sino que se proyecta con mayor intensidad, supeditado al chantaje del poder imperial y a la imposición de las trasnacionales, bajo la indicación de combatir el comunismo como un fantasma que, aunque no existe materializado, le temen por la composición de las nuevas fuerzas que emanen.

Quedó claro, en las palabras del Che, que la Alianza no defendía, en sus formulaciones, el favorecer al pobre, mientras que la burguesía nacional se encontraba atrapada y temerosa por perder sus riquezas. Denuncia con claridad que, detrás de la ayuda ofrecida, estaban los mecanismos de la dependencia actuando e imponiendo su poder, contrarios a toda noción de desarrollo que implicara cambios en sus estructuras, por tanto, su supuesta efectividad quedaba condenada al fracaso.

Como se aprecia, la propuesta diseñada por el imperialismo y sus aliados, para aquellos momentos, ha sido y es la del empleo despiadado de la fuerza, ahora con nuevas variantes después de la desaparición del sistema socialista, pero convencidos, muy a su pesar, de que siempre emergen nuevas fuerzas capaces de agruparse para dar cara y enfrentarlos, ya bien sea bajo el rótulo de la izquierda, de las fuerzas progresistas y de los movimientos sociales.

Como colofón precisa la manera de entender el verdadero sentido de la integración y su eficacia para América Latina, concebida bajo el prisma de cambios estructurales que permitan resistir la penetración despiadada y frenar las apetencias de las grandes potencias, única forma de alcanzar una política de desarrollo independiente. En definitiva, su actuación se limitaba a ejecutar los mandatos recibidos de la Alianza como verdadero programa de Estados Unidos para América, quedando en evidencia que lo latinoamericano quedaba solo en lo formal y apartado de lo real.

El fracaso de la Alianza, sin que hubiera que inculpar a Cuba, fue explicado por el presidente Nixon 10 años después de haberse formulado. En realidad, su desaparición, no confesada, se debió a su carácter insostenible desde lo económico y a coyunturas presentes, en una confrontación que los rebasó por los fondos empleados, como fue la guerra de Vietnam.

El balance ha quedado reducido a componentes necesarios para frenar cualquier tendencia o movimiento revolucionarios, como fue la implantación de mecanismos regionales para extender la Doctrina de la Seguridad Nacional, encargada de reforzar las Fuerzas Armadas con la misión de garantizar el orden interno, el enfrentamiento a las guerrillas y como fuerzas intervencionistas. Solo quedaron los remanentes de una imagen de integración de bajo costo, como la ejecutada para Centroamérica, sin excluir la fuerza bruta y la mano esclava para sostenerlas.

Consideraciones a destacar y vigentes en la actualidad

Aunque se han experimentado avances en el desarrollo científico y tecnológico, unido al desarrollo industrial con polos de desarrollo y competencias en los mercados internos, regionales e internacionales, estos están sujetos a los centros de poder dominantes y la competencia desigual propia de su condición dependiente. Es una realidad en la que solo se avanzaría bajo el impulso de todos como región.

La necesidad de una ruptura con la dependencia debe estar acompañada de reflexiones más incisivas para hacer valer la condición de país soberano y la necesidad de avanzar en su desarrollo científico y cultural, bajo la premisa de la integralidad y la unidad, bases que fortalecerían el desarrollo nacional y el aseguramiento de su sostenibilidad.

El fortalecimiento integral de los principios del derecho de soberanía y de equidad socioeconómica conduciría a una verdadera integración en la región y cambiaría la subordinación en las relaciones bilaterales e internacionales., condición para adentrarse en el verdadero proceso de emancipación y de verdadera transformación mundial, a través de la plena participación de los pueblos en la lucha por su liberación.

Una vez más, como lección de historia viva, queda el legado del Che, donde su pensamiento y sus posiciones sobresalen para contribuir a la comprensión de los caminos a tomar, los retos a enfrentar y las formas que permitan una verdadera integración dentro de la visión actual de los nuevos cambios que han de surgir como una necesidad insoslayable, acompañados de las variaciones propias de la historia y de las verdades objetivas que enriquecen el poder político. Es la verdad de Cuba por más de 60 años y la persistencia en el empeño de formar parte de una región unida en sus ideales comunes.

[1] Ver el Discurso de Fidel Castro en la ONU, 26 de septiembre de 1969, en Revolución cubana.45 grandes momentos, Ocean Sur, La Habana, Cuba, 2006.

[2] Discurso de Ernesto Che Guevara, 8 de agosto de 1961, en Punta del Este. Proyecto de desarrollo para América Latina, Ocean Press, Australia, 2003.

[3] Proyectos presentados por la delegación cubana en ALPRO, en Punta del Este…, Ob. Cit, 1961.

[4] Discursos pronunciados en la Conferencia Mundial de Comercio y Desarrollo en Ginebra, 1964 y en el Seminario Económico de Solidaridad Afroasiática en Argel, 1965, tomados de Che Guevara presente, Ocean Press, Australia, 2005.

Tomado de: Cubadebate

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Antoni Benaiges, el maestro que prometió el mar

Alumnado de la escuela de Bañuelos de Bureba acompañado del maestro Antoni Benaiges. Fotografía del archivo personal de la familia de Antoni Benaiges

Por Dídac Delcan Albors @fridamnrules

La historia de Antoni Benaiges es la historia de una promesa incumplida, la que le hizo un maestro a su alumnado. Fue una promesa formulada a comienzos del 1936 a los niños y las niñas de la escuela rural de Bañuelos de Bureba, un pequeño pueblo de la comarca de la Bureba, en Burgos. Y fue incumplida a causa de la sombra del golpe de Estado de julio de aquel mismo año, que se extendió hasta conseguir acabar con la vida de miles de personas, entre ellas numerosos maestros y maestras.

Sergi Bernal, documentalista, ha sido el encargado de recuperar la historia de Benaiges, uno de estos docentes comprometidos con la educación basada en los ideales republicanos y que se implicó al proponer una pedagogía con un fuerte componente emancipador. Pertenecía a una generación de maestros y maestras con una nueva forma de entender la educación que fue extendiéndose durante los primeros años de la Segunda República pero que no pudo continuar por la llegada de las tropas afines al bando fascista y la posterior dictadura.

La historia surgió casi inesperadamente: “Un día, de casualidad, leí un número de la revista de divulgación histórica Sàpiens donde se hablaba sobre la investigación del cuerpo de Josep Suñol, presidente del Barça y diputado republicano”, relata Bernal. Se puso en contacto con una historiadora y le pidió ayuda para hacer fotografías del proceso de exhumación en la fosa de La Pedraja, en Burgos. “Era muy grande, salieron 135 esqueletos en dos exhumaciones. Documenté las fases, grabé entrevistas a familiares de personas asesinadas…”, explica. Estaba dando por acabado el trabajo cuando, de casualidad, la historia tomó un giro inesperado: cuando el equipo de las exhumaciones estaba recogiendo, apareció una persona del pueblo de Bañuelos de la Bureba diciendo que allí se encontraba el maestro de su pueblo, Antoni Benaiges.

Bernal se puso a buscar información a través de la red, pero lo único que encontró era una pequeña publicación de un blog de México. “Aquel texto hablaba de un maestro que había sido asesinado los primeros días de la Guerra Civil, que se encontraba en la fosa de La Pedraja y que había prometido a los niños de la escuela de aquel pueblo de montaña que aquel invierno los llevaría a ver el mar por primera vez cerca de su pueblo natal, en Tarragona”.

Precisamente allí, en su localidad natal, sus familiares todavía conservan algunas copias de uno de los cuadernos más emblemáticos que se produjeron en aquella escuela: El mar, la visión de unos niños que no lo han visto nunca. “Aquello era una perla, toda una declaración de intenciones, un cuaderno donde el alumnado de esta escuela de Bañuelos de Bureba se expresaba libremente alrededor de la idea de cómo imaginaban que sería el mar y cómo sería la experiencia de verlo por primera vez”, rememora Bernal.

“El maestro dice que iremos a bañarnos, yo digo que no voy a ir porque tengo miedo que me voy a ahogar”, escribía la alumna Lucía Carranza al respecto de la promesa. “El mar será muy grande. Yo no lo sé porque no he estado allá. También será muy ancho y tampoco sé si es ancho o no lo es”, dudaba Natividad Hernáez. “En el mar habrá más agua que toda la tierra que yo he visto. El agua estará muy caliente. En las orillas debe ser piedra, porque si no se lo tenía que llevar”, se aventuraba Severino Díez… “Se trataba de un ejercicio de imaginación y de toma de la palabra excepcional”, resume el documentalista. Pero aquel sueño se truncó porque llegó el alzamiento, la detención, la tortura y la ejecución de este maestro.

Anton, un joven maestro comprometido con la transformación social

Antoni Benaiges fue un maestro catalán nacido en 1903 en el pueblo de Mont-Roig del Camp (Tarragona). Antes de ser maestro, y a pesar de que toda su familia se dedicaba a oficios relacionados con el mundo de la educación y la pedagogía, él hizo de campesino, coyuntura que le facilitó contar con una perspectiva bastante clara alrededor de la problemática asociada a la distribución de la riqueza así como de las desigualdades existentes en aquel momento.

En el año 1928 empezó a estudiar en la Normal de Barcelona, acabando finalmente en 1934 como maestro en aquella escuela rural situada cerca de Burgos. “Bañuelos era un pueblo casi sin carreteras y sin gas, electricidad y agua corriente de poco más de doscientos habitantes y donde todo el mundo se dedicaba al cultivo del cereal. Contaba, eso sí, con una escuela, una pequeña escuela donde llegó destinado el maestro Benaiges”, explica Bernal. Previamente a su llegada a este pequeño pueblo, Benaiges había sido destinado a la localidad catalana de Vilanova i la Geltrú, lugar donde conoció las técnicas Freinet.

Estos postulados pedagógicos partían de la base de confiar plenamente en las posibilidades de cada uno de los niños y de las niñas y darles la palabra. El alumnado construyó un trabajo cooperativo dentro del aula alrededor de la imprenta escolar, fabricando un diario escolar y unos cuadernos de forma periódica que se intercambiaban con otros pueblos donde también se estaban poniendo en práctica experiencias educativas parecidas. “A través de estos cuadernos los niños y las niñas explicaban su día a día, trabajaban el espíritu crítico al escribir aquello que veían y preguntarse el porqué de cualquier duda o acontecimiento que estuviera ocurriendo en el pueblo: quién era la persona más mayor, cómo se había muerto la burra del vecino, quién era la persona más pobre y la más rica, y así un largo etcétera” afirma Sergi.

Benaiges fue un maestro, en definitiva, que llevó la esperanza y el progreso a esta pequeña localidad de Burgos: “Este maestro no solo llevó la imprenta, el gramófono y la modernidad sino que también llevó el progreso, significó un perfil de persona muy avanzada a sus tiempos”. Pero a raíz de esta toma de la palabra por parte de su alumnado empezando a rondar por el pueblo haciendo preguntas, cuestionándose el porqué de las cosas y tratando de analizar los motivos que generaban las profundas desigualdades sociales existentes, se encendieron las alarmas entre la gente con más poder tanto de esta localidad como de su alrededor. Unas alarmas que ya habían empezado a sonar prácticamente desde la llegada de Benaiges al pueblo ya que “lo primero que hizo nada más pisar la escuela —asegura Bernal— fue pintarla y sacarle el crucifijo, algo que no estuvo bien visto ya que este pueblo era muy católico y, además, los caciques contaban con mucha fuerza”.

Antoni Benaiges

Dar la palabra y la voz al alumnado

“Todo aquello que queda de Antoni Benaiges se conserva en una caja de cartón. Es poco. Unas fotos en blanco y negro y unos cuadernos antiguos impresos de forma rudimentaria y que la familia guarda desde hace muchos años”, escribe Francesc Escribano en el libro Antoni Benaiges. El maestro que prometió el mar (Desenterrando lo silencio), una obra escrita conjuntamente con Sergi Bernal, Francisco Ferrándiz y Queralt Solé que sirve para homenajear a este maestro. Más allá de la vertiente emocional que supone tener estos pequeños recuerdos, los autores destacan la vertiente pedagógica que supuso trabajar en el aula a través de la imprenta y la expresión libre del alumnado.

Al pedagogo francés Célestin Freinet se añadían otros referentes que ayudaron a poner en práctica desde las escuelas “los nuevos ideales de ciudadanía que llegaron con la proclamación de la Segunda República”: María Montessori, Ferrer i Guàrdia y Adolphe Ferrière… Pero las técnicas propuestas por Freinet tales como la asamblea, el texto libre, la correspondencia interescolar y el uso de la imprenta ayudaban a construir una relación entre la escuela y el entorno que permitía la entrada de la vida real dentro del espacio del aula. Gracias a esta práctica, el alumnado de esta escuela se convirtió en cronista de la vida del pueblo: además de hacerse preguntas y averiguar cosas, a través de estas publicaciones se compartían también refranes, canciones populares y observaciones meteorológicas.

De este modo, ya no estaban encerrados dentro de las cuatro paredes de la clase donde debían de empezar a recitar los mismos temas repetitivos y memorísticos sino que la clase se llenaba de experiencias de vida. De hecho, se ve en los escritos del maestro Benaiges que el cuaderno y el periódico no suponían un fin sino un medio, “porque vamos al sentido profundo de la libertad. Sentido vital. El papel rayado es pauta. La pauta es conducción. O lo que es igual, dejarse llevar. (…) El niño, para ser educado, necesita camino libre, trazarse por sí mismo la trayectoria de sus actividades. ¿Que con papel sin rayar el niño escribe torcido? Mejor. Un motivo más para mejorarse yendo derecho. Dejémosle”.

La propuesta de maestros como Benaiges era que la educación básica se extendiera, que no estuviera reservada solamente para la gente que valía para hacer una carrera lejos del pueblo sino para todo el mundo y hacer sentir al alumnado que tenía una responsabilidad. “Una manera de construir ciudadanía, donde poder defender su pueblo y dignificarlo. Una educación donde todo el mundo tuviera dignidad, supiera expresarse, escribir y comunicar. En definitiva: hacer ciudadanía del futuro, eso sí, con valores republicanos”, concluye Bernal. Todavía hoy son muchos quienes se consideran herederos de estas propuestas pedagógicas e incorporan algunas de estas técnicas a la hora de trabajar dentro del aula, y también en espacios menos institucionalizados.

El Retratista: un antídoto frente a los discursos de odio

Desde este encuentro inesperado con el caso del maestro Benaiges, a lo largo de estos más de diez años que Sergi Bernal lleva investigando la vida de este maestro, la red de personas que han ido vinculándose alrededor del proyecto ha sido muy fecunda y extensa. “Se generó una red muy grande de colaboradores que compartían con nosotros hallazgos que hacían en archivos, bibliotecas y a través del boca a boca”, expone Bernal. El proceso de investigación que realizó el documentalista sobre este maestro le llevó en un momento dado a México, junto a Alberto Bougleux, director del documental El Retratista, un homenaje visual realizado en la antigua escuela del maestro Freinet exiliado Patricio Redondo.

México supuso un lugar clave para entender todo el proceso seguido después del exilio por un número importante de maestros y maestras republicanos, los cuales pusieron en marcha escuelas en sus nuevos países de acogida, como es el caso de José de Tapia o Patricio Redondo. El equipo documentalista supo de la existencia de la Escuela Experimental Freinet de San Andrés Tuxtla situada en Veracruz (México), en funcionamiento desde el año 1940, donde a día de hoy se siguen utilizando técnicas Freinet. Allí vieron cómo el profesorado de la escuela mexicana homenajeaba a maestros republicanos como Antoni Benaiges, una historia que lograba conectar con el joven alumnado y acercaba la memoria histórica. “Hace de gancho para entender todo lo que supuso la llegada de estos maestros y el motivo por el cual la gente del bando fascista centró una parte importante de su represión contra el magisterio”. Y es que, continúa apuntando Bernal, “tenían muy claro lo que significaban los maestros y quisieron romper con estas ideas, porque eran la punta de lanza del estado republicano y laico en estos pueblos y la vía de entrada hacia la modernidad y el progreso; y esto, a ciertos sectores, no les gustaba lo más mínimo”.

El proceso de investigación, por lo tanto, no quiso solo tratar de explicar quién era este maestro tan emblemático, sino que también simbolizara un ejercicio de memoria democrática antifascista. Al respecto, afirma Bernal que “cuando nosotros íbamos a las fuentes oficiales, como por ejemplo al Archivo General de la Administración, solo encontrábamos cosas negativas referentes al maestro Benaiges”. Se refiere a que en el expediente de depuración del maestro “se podía leer que el alcalde, el cura-párraco y los vecinos dicen que el comportamiento de este maestro era antipatriótico, antisocial y mal visto por todo el mundo y, por consiguiente, baja definitiva y en el escalafón y separación definitiva de su plaza de maestro”. Por eso ellos trataron de recordar su trabajo positivamente, y poner en valor la importancia de aquello que inició en esta pequeña localidad de Bañuelos de Bureba.

Divulgar la memoria democrática es, también, un antídoto frente al fascismo y frente a los discursos de odio que actualmente continúan extendiéndose por todas partes. En este proceso de recuperación de la historia del maestro Antoni Benaiges, Bernal trata de enfatizar no solo su vertiente pedagógica sino también su lado activista: “No se puede hablar de Antoni Benaiges solamente por la cuestión educativa, este maestro no tuvo la oportunidad de envejecer porque lo asesinaron. Por lo tanto, este es un tema que entronca directamente con la recuperación de la memoria histórica y antifascista. Hay que dar a conocer historias reales de vida de la gente que fue asesinada durante este periodo tan oscuro”.

Un objetivo que, en opinión de Bernal, se ha cumplido en gran parte. “La historia de Benaiges ya se conoce y ya hemos puesto nuestro grano de arena para dignificar su papel y para poder hacer este ejercicio de memoria democrática”, valora. Al fin y al cabo, añade, la del maestro republicano es una historia que emociona porque entronca con vivencias personales propias: “Todo el mundo hemos tenido un maestro o una maestra que nos ha marcado, que nos ha hecho sentirnos importantes, que nos ha descubierto algo maravilloso. Pues Antoni Benaiges era un poco esto, un maestro muy vinculado a su trabajo y que trató de construir conciencia a su alumnado”. Un trabajo y una militancia que pagó con su vida, y que le impidió cumplir su promesa: llevar a su alumnado a ver el mar por primera vez.

Tomado de: El Salto

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Migrantes: vergüenza europea

Por La Jornada

La crisis migratoria en el Mediterráneo atraviesa una fase álgida: ayer, el barco Sea-Watch 3, de la organización humanitaria Sea Watch International, atracó en el puerto de Trapani, en Sicilia, para desembarcar a 257 personas que rescató cuando se encontraban a la deriva; mientras que hoy está programado que 549 sobrevivientes dejen el Ocean Viking, de la ONG francesa SOS Mediterranée, en el que se encuentran a bordo. Con estos arribos son ya 31 mil 204 migrantes desembarcados este año sólo en Italia, más del doble de los que llegaron todo el año pasado.

El Sea-Watch 3 se vio obligado a permanecer ocho días en alta mar a la espera de que las autoridades italianas le permitieran desembarcar, y el Ocean Viking llevaba desde el 4 de agosto luchando porque se le abriera un puerto. Como denunció SOS Mediterranée, esta espera resulta inhumana para los hombres mujeres y niños que se hacinan en las naves de rescate después de sufrir experiencias traumáticas de naufragio, violencia sexual y todo tipo de abusos de los traficantes de personas, quienes los lanzan al mar sin las provisiones mínimas ni las indicaciones fundamentales para llevar a cabo la peligrosa travesía.

Por ello, cabe hacerse eco del llamado de los grupos de activistas que dirigen las expediciones de rescate, con el fin de que los países europeos establezcan a la brevedad un sistema de desembarco compartido y solidario. Hacerlo es un deber humanitario elemental de cualquier Estado, y es incluso más ineludible para unos gobiernos que, como los de Europa occidental, se sienten dotados de la autoridad moral para dictar al resto del mundo el comportamiento que debe seguir en materia de derechos humanos y respeto a las garantías individuales.

Además de los motivos aducidos, los países del viejo continente que arrastran un pasado de expoliación colonial sobre África y Medio Oriente –como Reino Unido, Francia, Bélgica, Portugal, Italia, Alemania o los Países Bajos– tienen un deber adicional ante la emergencia humanitaria, toda vez que buena parte de los males que empujan a las personas de estas regiones a dejar sus lugares de origen pueden rastrearse hasta los regímenes impuestos a sangre y fuego por las potencias europeas desde el siglo XIX y hasta bien pasada la mitad del XX.

Tampoco puede soslayarse que las dimensiones cobradas por este drama se explican, en no poca medida, por la implosión del Estado libio a consecuencia de la intervención militar para deponer al extinto líder Muamar Gadafi, cuyo asesinato a manos de la OTAN dejó un vacío de poder que convirtió a Libia en una tierra de nadie a merced de criminales y señores de la guerra, quienes obtienen ingresos del tráfico y la explotación de los migrantes.

Es urgente que los gobernantes europeos dejen de eludir su responsabilidad humanitaria e histórica y hagan todo lo posible para coadyuvar en vez de sabotear los esfuerzos de rescate de quienes acometen el desesperado acto de embarcarse bajo las condiciones más precarias en busca de una nueva vida para sí mismos y sus familias.

Tomado de: La Jornada

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J’accuse- El affaire Dreyfus, último film de Roman Polanski (+Video)

Por Diego Brodersen

El cinematógrafo tenía apenas cuatro años de vida cuando Georges Méliès, poco antes de dar un vuelco a su carrera y convertirse en el primer mago del cine, rodó y presentó al público el drama de corte realista L’affaire Dreyfus (1899). Ejemplo cabal del interés temprano del cine por los acontecimientos de la coyuntura local e internacional, ese film de poco más de diez minutos relataba, a lo largo de una docena de viñetas, los hechos que habían llevado a la detención, enjuiciamiento y condena a prisión de Alfred Dreyfus, militar de carrera acusado de espionaje y alta traición al Ejército Francés y a la patria toda. Estrenada un año después de la publicación del célebre texto de Émile Zola a favor de Dreyfus, la película causó una serie de disturbios en algunas de las exhibiciones, provocando la prohibición temporal de su explotación comercial por parte de la policía parisina. Un ejemplo, entre tantos otros, de la acalorada discusión pública entre defensores (los dreyfusards) y enemigos del teniente coronel de origen judío, cuya caída en desgracia y posterior reivindicación legal y mediática no hizo más que exponer en carne viva el antisemitismo rampante de la sociedad francesa, en particular dentro de sus organizaciones gubernamentales, las militares y las civiles. El cine y la televisión han abordado esa historia y sus pormenores en incontables ocasiones, y entre las más famosas no deben omitirse la encarnación de Paul Muni en La vida de Emilio Zola (1937), de William Dieterle, la versión en pantalla ancha ¡Yo acuso! (1958), dirigida y protagonizada por José Ferrer, y el telefilm Prisionero del honor (1991), del realizador británico Ken Russell y con Richard Dreyfuss en el papel de… Dreyfus. En ese sentido, J’accuse – El affaire Dreyfus, último largometraje del polaco Roman Polanski, que tendrá finalmente su estreno en salas de cine, luego del inevitable retraso pandémico, es el último exponente de un extenso y rico linaje de relatos de ficción basados en hechos reales. Títulos que, más allá de su origen geográfico y especificidad histórica, siempre han resonado (y seguirán haciéndolo) con el timbre de la universalidad y la atemporalidad. Como ocurrió en su tiempo con el caso Dreyfus, el lanzamiento de la película de Polanski en el Festival de Venecia y su posterior estreno comercial en Francia no estuvieron exentos de polémica, aunque los ejes de esa discusión no descansaron en la trama o el estilo, sino en la vida pasada y presente de su creador.

A pesar de lo que podría suponerse, el protagonista de J’accuse no es Alfred Dreyfus, aunque su presencia en pantalla, cortesía de un Louis Garrel enflaquecido para la ocasión y demacrado por el maquillaje, establece varias marcas en el comienzo y el final de la proyección. El guion, escrito a cuatro manos por el propio Polanski y el escritor británico Richard Harris, está basado en una de las últimas novelas del autor de Patria y Pompeya. Aficionado a las ficciones históricas, con An Officer and a Spy, publicada en idioma inglés en 2013, Harris encaró la célebre historia siguiendo el punto de vista de un compañero de armas, el coronel Georges Picquart, quien en la novela, en el film y en la vida real dejó de ser uno de los investigadores de la filtración de información a los alemanes achacada a Dreyfus para transformarse en el principal defensor entre las sombras del condenado, trabajando durante un buen tiempo a espaldas de la institución a la que pertenecía. Harris y Polanski ya habían colaborado en la adaptación de El escritor oculto (2010), pero aquí debieron enfrentarse a uno de los affaires judiciales más famosos del mundo. ¿Cómo contar nuevamente una historia cuyos avatares, desenlace y resonancias son harto conocidas? Con el rostro del actor Jean Dujardin (El artista), Picquart recorre el edificio donde está a punto de instalar su oficina como nuevo responsable del Departamento de Inteligencia del gobierno, saludando a colaboradores y otros empleados de menor rango. Muy pronto descubrirá que los malos hábitos son duros de matar y que la burocracia enquistada en el lugar camina de la mano de otro concepto tácitamente aceptado: no hagan olas. ¿Para qué reavivar el tema Dreyfus, justo ahora que la cosa se ha finalmente calmado? Eso es lo que le dice –primero entre líneas, luego de manera frontal– uno de sus superiores en el Ejército. Deportado y recluido a perpetuidad en un recinto fortificado en la lejana Guyana Francesa, la voz del traidor ya no se escucha y sus abogados poco pueden hacer para instalar nuevamente los pedidos de revisión judicial. Es entonces cuando Picquart se topa con la investigación de un mayor del ejército también sospechado de espionaje, cuya letra manuscrita resulta sospechosamente similar a la de la carta utilizada años atrás para condenar a Dreyfus, con la ayuda de un grafólogo interpretado por Mathieu Amalric. La mente y las manos del protagonista se ponen en funcionamiento, sin advertir que la maquinaria de ocultamiento del statu quo también ha comenzado a mover sus pesados e implacables engranajes.

Yo acuso, yo también

“Yo no separo al hombre de la obra. La presencia de Polanski me resultó muy incómoda. Hice una pequeña investigación y vi que la víctima dio este caso por cerrado, no negando los hechos sino considerando que el señor Polanski había cumplido con lo que la familia y ella habían pedido. No puedo ponerme por encima de las cuestiones judiciales. Pero sí puedo solidarizarme con la víctima. No voy a asistir a la proyección de gala del señor Polanski porque yo represento a muchas mujeres que en Argentina luchan por cuestiones como esta, y no querría levantarme para aplaudir. De todas formas, me parece acertado que su película esté en el festival, que haya diálogo y se debatan estos asuntos”. Las palabras de Lucrecia Martel en la conferencia de apertura del 76° Festival Internacional de Cine de Venecia recorrieron el mundo. Y a pesar de que el jurado que le tocó presidir a la realizadora salteña le terminó otorgando a J’accuse el Gran Premio, segundo en importancia luego del León de Oro, la eterna discusión sobre la escisión entre autor y creación volvieron a ponerse de relieve. Como viene ocurriendo con Polanski desde que, en 1977, fue acusado de drogar y abusar sexualmente de Samantha Geimer, una adolescente de trece años, escapando de la justicia estadounidense un año más tarde para instalarse en Francia, su nuevo país adoptivo. Las declaraciones del director de Repulsión y El inquilino en ocasión del estreno comercial reavivaron el fuego, al intentar ligar la acusación hacia el inocente Dreyfus con su situación legal durante las últimas cuatro décadas y media. “Mi trabajo no es una terapia, pero reconozco que estoy familiarizado con muchos de los mecanismos del aparato de persecución que aparecen en la película, y es cierto que me han servido de inspiración”. Meses más tarde, la ceremonia de los premios César, los más importantes de la industria del cine francés, se transformaron en un nuevo campo de batalla simbólico cuando J’accuse terminó ganando el premio a Mejor Director. Tanto Céline Sciamma como Adèle Haenel, respectivamente la realizadora y la actriz protagónica de Retrato de una mujer en llamas, se levantaron de sus asientos con expresiones mucho más que airadas. Al día siguiente, la escritora y cineasta Virginie Despentes publicó en el diario Libération su propio “Yo acuso”, con las siguientes palabras dirigidas a la academia que entrega anualmente los premios: “No le tenemos ningún respeto a su mascarada de respetabilidad. Su mundo es asqueroso. Su amor por el más fuerte es mórbido. Su poder es un poder siniestro. Son una banda de sórdidos imbéciles. El mundo que han creado para gobernarlo es irrespirable. Se acabó. Nos levantamos. Nos rajamos de acá. A los gritos. Nos cagamos en ustedes”.

El héroe accidental

J’accuse podrá no estar a la altura de las mejores películas del director de El bebé de Rosemary, Barrio chino y Perversa luna de hiel, por nombrar algunas de sus obras indispensables. Pero en su estructura clásica de thriller político, sostenida por actuaciones potentes y una reconstrucción de época que esquiva en gran medida el preciosismo vacío, el cineasta, que cumplirá 88 años dentro de diez días, ofrece un relato terso y tenso sobre los alcances de los prejuicios y el rol de los chivos expiatorios en las sociedades modernas. Es allí donde la culpabilidad de Polanski en el caso de la violación de Samantha Geimer –aceptada por el propio inculpado en 1978 y sostenida por sus abogados a lo largo de los años– pasa a un segundo plano ante el enjuiciamiento mediático y popular. Hace cuatro años, cuando comenzaron a circular noticias sobre una posible nueva detención y extradición del cineasta, la propia Geimer pidió ante la Corte Superior de los Ángeles que considerara “una solución a este caso sin encarcelar a un hombre de 83 años. No hablo en nombre de Roman, sino de la justicia. Le imploro que lo haga por mí, por piedad hacia mí”.

En 2010, tres años antes del lanzamiento de su libro autobiográfico The Girl: A Life in the Shadow of Roman Polanski, la víctima publicó una carta pública en la cual retrataba a los fiscales del caso bajo una luz poco amable: “Los casos de celebridades no deberían ser usados por gente como ustedes, que buscan un poco de fama y promoción en sus carreras. Ni ustedes ni los que vinieron antes me protegieron nunca, me trataron con desprecio, usando un delito cometido contra mí para promover sus propias carreras”. Y allí, desde luego, se termina cualquier posible similitud entre el affaire Dreyfus y el affaire Polanski, quien en J’accuse presenta al militar mientras es degradado en público por sus pares, despojado del uniforme mientras el griterío de un grupo de civiles lo salpica con escarnios verbales. En una breve escena, el propio Georges Picquart hace gala de ese típico antisemitismo “cotidiano”, tantas veces descripto como inocuo, en una breve conversación entre colegas. Un ejemplo temprano del esfuerzo de Polanski/Harris por correrse de una construcción demasiado monolítica del héroe, aunque las fuerzas con las cuales deberá enfrentarse posean fuertes características en ese sentido. Es Picquart, el militar ejemplar y medido del ejército, el hombre que debe esconder su amorío con una mujer (interpretada por Emmanuelle Seigner, esposa de Polanski desde 1989 y usual actriz en sus películas) y que, en un primer momento, se debate entre la obediencia a la institución y el sentido del deber, quien termina siendo el principal proveedor e impulsor de la verdad ante el rostro inmutable de la intolerancia y la injusticia.

Tomado de: Página/12

Tráiler del filme J’accuse (Francia, 2019) de Roman Polanski

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Ojos de Arena, un thriller poético (+Video)

Por Florencia Fico @floppymusic

La película “Ojos de arena” dirigida por Alejandra Marino, aborda un tema complejo la desaparición de niños; con toques de misterio, dramas introspectivos y alarmas sobre casos de redes de prostitución de menores o trata.

El argumento de la película se centra en las figuras de Carla (Paula Carruega) y Gustavo (Joaquín Ferrucci)  quienes se encuentran separados desde que Carla, psicóloga forense, perdió a su hijo en el momento que estaba asistiendo a una joven capturada por la trata donde el denunciado es Salinas (Pablo Razuk). La fotografía de una chica pequeña perdida a pocos días luego de la desaparición de su hijo puede ser una pista y se reúne con Gustavo para seguirla. Van a la casona de Inés(Ana Celentano) y Horacio (Manuel Callau), papás de la chica. Una vidente Graciela(Victoria Carreras) circula por la zona queriendo hallar a su nieta secuestrada y descree de Horacio.

La dirección de Alejandra Marino se desplaza en un thriller dramático con giros poéticos, metafóricos y consigue una mirada desenmascarada de la trata de personas. La ignorancia inoperante del Estado en los casos de desaparición de personas y las consecuencias psicológicas, económicas y vinculares en las familias. Un registro que sigue la impronta de Marino cuando enlaza historias y problemáticas como lo hizo en: El sexo de las madres(2012) y Hacer la vida(2020). Ese sello de Marino cuenta inevitablemente con lazos azarosos o premeditados asimismo esa correspondencia empática por la justicia social.

El guion de Marcela Marcolini y Alejandra Marino cuenta con una narración literaria que rastrea los puntos críticos de un tema multicausal como es la ausencia de una persona. Marconi y Marino convergen en su película segmentos retóricos, simbólicos y alegóricos. Como pueden ser las plantas de Ines en representación de lo que nace, crece y se va como su hija, una casa en miniatura que construye Gustavo es la idea de cómo se ve convulsionada la estructura familiar, un tren o una remera como amuletos que conectan a Carla con su hijo desaparecido.  Un rosario de Graciela que lo trae en su trayecto para depositar su deseo de ubicar a su nieta.

Todos ellos Ines, Carla, Gustavo están unidos por una misma causa, surge entre ellos una comunión de intereses comunes y se arriesgan a meterse en los espacios oscuros y relacionarse con personas del círculo criminal o testimonial para saber dónde están sus parientes. En Carla, es recurrente la utilización de flashback que le hacen repasar sus momentos más críticos y a veces las ensoñaciones cuasi pesadillas que se mezclan en su búsqueda desesperada.

El texto de Marconi y Marino deja espacio para la revisión de los casos de desaparecidos en especial; los menores de edad en los cuales los jueces, policias, fiscales y militares miran para otro lado. Las denuncias por trata o prostitución de niños son subordinadas, archivadas y se suman las irregularidades en los casos y las complicidades de autoridades con los delincuentes. Las víctimas de ello, por presiones deben quitar las denuncias por extorciones y aprietes de los proxenetas. Lo que anula las investigaciones y su curso que a la vez es ineficaz.

Aunque Marconi y Marino no escapan a la realidad y lo demuestran con sus diálogos punzantes, interpelantes e inquietantes.

La encargada de la fotografía, Connie Martin emplea tomas giratorias en el parque que se perdió Lucas el hijo de Carla y Gustavo. Lo que se vuelve una espiral recurrente en los pensamientos de los familiares. Las tomas cenitales en distintos momentos se vuelven un toque distintivo ya que en las miradas se deposita: el anhelo, la esperanza, el descontento, el llanto, la alegría, las frustraciones, la ira, la furia, el impulso, la observación constante, la desilusión y la añoranza. Los traveling físicos dan dinamismo a las secuencias de peritaje que hacen Gustavo y Carla en su investigación sobre el paradero de su hijo. Y los fundidos, en los pies de Carla sobre la arena, que se le escurre en la travesía de su viaje para descubrir dónde está Lucas; como las gotas de sus lágrimas que se son tan escurridizas, resbaladizas y esquivas como el seguir los rastros o pistas sobre su hijo. La iluminación roja en algunos fragmentos pone en relieve al sospechoso y su desenvoltura irritante. Una toma realmente conmovedora es cuando, Carla se acerca a un cuarto, con un centenar de fotografías de niños perdidos; y en una toma en detalle de sus manos, sobre el retrato de su hijo y su reacción desgarran el corazón del espectador.

La musicalización de Pablo Sala utiliza instrumentación a base de cuerdas como piano y violín lo que da una sensación más abrumadora, triste e intrigante.

Tomado de: Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano

Tráiler del filme Ojos de arena (Argentina, 2020) de Alejandra Marino

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Cine: 100 años de filosofía. Una introducción a la filosofía a través del análisis de películas

Autor: Julio Cabrera

Julio Cabrera aúna en este libro sus dos grandes pasiones: el cine y la filosofía. En cada capítulo de este libro Cabrera analiza una o más películas elegidas cuidadosamente para reflexionar sobre una cuestión filosófica central. Aristóteles y los ladrones de bicicletas; Bacon y Steven Spielberg; Descartes y los fotógrafos indiscretos, Schopenhauer, Buñuel y Frank Capra; Nietzsche, Clint Eastwood y los asesinos por naturaleza; o Wittgenstein y el cine mudo son algunos de los ejercicios filocinematrográficos propuestos. Los comentarios de películas que el lector encontrará destacan aquellos puntos del filme que deben contribuir a la instauración de la experiencia vivida de un problema filosófico. Esta experiencia en sí es insustituible y nadie podrá tenerla por uno. Tan sólo señala los lugares en donde el filme duele, en donde puede aprenderse alguna cosa padeciéndolo. Estamos ante el encuentro no programado y mutuamente esclarecedor entre una actividad milenaria del ser humano y uno de los más fascinantes lenguajes emergentes de los últimos tiempos: 100 años de imágenes tratando de representar 2.500 años de reflexión.

Julio Cabrera nació en Córdoba (Argentina) en 1944, donde estudió filosofía y se doctoró con una tesis sobre filosofía del lenguaje. Hizo estudios de postgrado en Buenos Aires, Aix-en-Provence y Madrid. Después de su actividad docente en las Universidades de Córdoba, Río Cuarto y Belgrano (Argentina), es actualmente profesor de Ética y Filosofía del lenguaje, desempeñando además el cargo de jefe del Departamento de Filosofía en la Universidad de Brasilia. Es autor de varios libros sobre estética, filosofía del lenguaje, lógica y ética, publicadas en Brasil, y de dos novelas filosóficas editadas en Argentina.

Tomado de: Gedisa

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Ondas cortas y ondas largas de la guerra mediática

Yaser Abo Hamed (Australia)

Por Fernando Buen Abad Domínguez @FBuenAbad

“La manipulación mediática hace más daño que la bomba atómica, porque destruye los cerebros”. Noam Chomsky.

Todavía se sienten los efectos, objetivos y subjetivos, de las bombas contra Hiroshima y Nagasaki: 6 agosto 1945 / 9 agosto 1945. Lo que fue un “mensaje” contra Rusia, redactado con armas nucleares, asesinato de inocentes y perversión macabra… perdura y se perfecciona expandiéndose con ayuda de las máquinas de guerra ideológica llamadas “medios de comunicación”. Las bombas fueron para derrotar a las masas.

Perdura la lógica de la aniquilación que aprendió a bombardear, también, las cabezas y a entrenar a las víctimas para que fabriquen los explosivos ideológicos que harán detonar, contra sí, ante cualquier indicio de voluntad organizativa y emancipadora. Estallan, camufladas con parafernalia de farándula, de membretes “académicos”, “científicos”… estallan sus pirotecnias entre frases de silogismos anestésicos y análisis de verborreas “doctas”. Son bombas, granadas y explosivos diversos en tamaño, forma y extensión. Dañan placenteramente el tejido social, la necesidad de lo colectivo y la solidaridad fraterna para sustituirlas con individualismo mercenario y consumista, voraz e insaciable. Bombas de estruendo y silenciosas, sembradas a mañana, tarde y noche entre literatura basura, noticieros, programas de concurso, debates periodísticos, tele-series y demás deyecciones ideológicas burguesas ayudadas con tecnología arrodillada al servicio de la estulticia.

Las guerras mediáticas imperialistas no sólo están determinadas por lo ideológico, pesan principalmente los intereses económicos y políticos de las clases dominantes y la disyuntiva sigue siendo mayormente. “democracia vs. fascismo”, por eso nuestra actividad crítica consiste también en denunciar el modelo monopólico imperial armado con todo tipo de trampas para anestesiar los conflictos contra los sistemas políticos y económicos burgueses. La guerra mediática es la continuación de la explotación económica por otros medios. Y es necesaria una política para poder intervenir de manera activa y exigir formación y entrenamiento comunicacional emancipador bajo control de las organizaciones obreras, contra el avasallamiento de las potencias neo-fascistas.

Se activan y reactivan, perfeccionados, los mismos propósitos criminales contra Hiroshima y Nagasaki. Sin exageraciones. “En el desarrollo de las fuerzas productivas se llega a una fase en la que surgen fuerzas productivas y medios de intercambio que, bajo las condiciones existentes, sólo pueden ser fuente de males, que no son ya tales fuerzas productivas sino más bien fuerzas destructivas…” La Ideología Alemana, Marx y Engels.

El primer ataque nuclear de la historia sigue estallando, bajo diversas formas, en las cabezas de los pueblos. Doscientas cincuenta mil personas asesinadas en 1945 víctimas de la barbarie permanecen como escarmiento para darnos una señal de advertencia contra todo lo que pudiera significar derivación de la humanidad hacia el socialismo. Ese sigue siendo el combustible con que se mueven las máquinas de guerra ideológica del capitalismo.

Destrucción en masa de toda organización social que atine a luchar contra el capitalismo. Asesinato industrializado en las ondas hertzianas y en la prensa gráfica, en las aulas, las iglesias y las sobremesas. El éxtasis de la enajenación masificada contra las fuerzas productivas conscientes de la lucha necesaria contra la acumulación del capital. Tecnología para la barbarie “instantánea”, como en Auschwitz y el apogeo genocida nazi, ocurre sistemáticamente contra toda forma de consciencia transformadora. Las fuerzas destructivas bajo el capitalismo. Vivimos una guerra mediática prolongada.

Una modernidad comunicacional industrializada, al servicio de brutales relaciones de opresión, explotación y domesticamiento de la humanidad. Las fuerzas comunicacionales operando como sistema de opresión y explotación, como barbarie industrializada que no funciona sólo como maquinaria, que opera como filosofía imperial usada dogmáticamente, fanáticamente, al servicio de la preservación del actual régimen económico hoy consolidado como la mayor amenaza contra la humanidad.

Es el carácter imperialista de la época pariendo negocios de guerra y crisis económica serial disputándose el mercado mundial. Por eso, la guerra mediática imperialista contra el proletariado, inflige sufrimientos inauditos a los pueblos, como en Hiroshima y Nagasaki, aunque más invisible, expandiendo el sufrimiento intelectual más infestado con baratijas ideológicas burguesas. Exacerban las contradicciones de clase en la decadencia de los valores subjetivos proclives siempre a desembocar en nuevas guerras mundiales de nuevo tipo, como la guerra mediática altamente tecnificada y macabra.

Con su perfeccionamiento, los monopolios mediáticos yanquis se hacen más perversos por cuanto se identifican en ellos las razones de los “éxitos”, doblemente perversos, del belicismo ideológico (altamente destructor) al mismo tiempo de ser negocios obscenos. Como las guerras mismas. No todo monopolio es un Hitler o un proyecto Manhattan, pero en cada monopolio se incuba una simiente nazi-fascista disfrazada de progreso. El problema no es de personalidades sino del sistema de ideas criminales que el capitalismo incuba. Como la idea de bombardear Hiroshima y Nagasaki. Tal cual.

Desde que comenzó la ofensiva criminal del capitalismo contra la humanidad se ha agudizado la degradación de la vida empeorando las condiciones sociales planetarias. Las bombas que “finalizaron” la Segunda Guerra Mundial fueron para derrotar a las masas, para demostrar la hegemonía burguesa de acuerdo a sus objetivos imperialistas, para enviar un mensaje de opresión y resignación que sigue, impúdica e impunemente, recorriendo las cabezas de los pueblos. Y muchos se niegan a verlo. ¿Qué hacer?

Tomado de: Red en Defensa de la Humanidad. Capítulo Argentina

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General Engels

Federico Engels. Filósofo y ensayista alemán (1820-1895)

Por Maciek Wisniewski

Apodado El General por Eleanor, la hija menor de Marx, a la luz de su periodismo militar, algo que se le pegó de inmediato ya que parecía reflejar igual una verdad más profunda sobre él: su disciplina, el don de pensar estratégicamente, la manera en que dirigía el movimiento comunista, etcétera (Tristram Hunt, Marx’s General. The revolutionary life of Friedrich Engels, 2009, p. 8), Friedrich Engels fue en efecto uno de los principales analistas militares de su época. No es que a Marx no le interesaban las guerras —al final insistía que la violencia era la partera de la historia—, pero en asuntos militares y estratégicos, el experto era El General. Engels desarrolló su propio enfoque materialista en cuanto al poder militar, aunque en una curiosa negación a esto y a su propia aversión a los grandes hombres, se mostraba poseído —muy en el espíritu rancieriano (véase: Jacques Rancière, The names of history, 1994)— por nombres y figuras de verdaderos grandes generales de la historia: Garibaldi, Napier, Napoleón, Wellington… (Hunt, p. 216).

En sus textos, a menudo ignorados por futuras generaciones de socialistas-pacifistas —con notables excepciones de Lenin, Trotsky o Mao— no sólo analizaba los conflictos actuales (el levantamiento en Hungría, la guerra de Crimea, la guerra franco-prusiana, la guerra civil en Estados Unidos, etcétera), sino pretendía ver qué lecciones de las guerras interestatales se podían sacar para las guerras de clases. Ofrecer un surplus teórico para el futuro de la revolución, esperando que en algún —inevitable— conflicto mundial los proletarios vueltos soldados voltearían sus armas en contra de sus enemigos de clase y del capitalismo mismo.

A pesar de grandes cambios tecnológicos y estratégicos, sus teorizaciones guardan su relevancia, sobre todo en cuanto a las maneras de cómo el desarrollo de las fuerzas armadas y de la tecnología militar siguen el simultáneo desarrollo del capitalismo y la evolución del Estado o de cómo el avance tecnológico y la introducción del nuevo tipo de armamento (véase: F. Engels, The history of the rifle, 1860) moldean el moderno campo de la batalla.

Su contribución radicaba, principalmente, en poner la guerra en contexto del desarrollo capitalista. Para él, el principal ganador del progreso militar —muy por encima de la economía y de la sociedad—, era el Estado. Sólo éste, dada su posición monopolística, tenía recursos necesarios para adquirir los nuevos, centralizados medios de la destrucción a gran escala y construir y mantener la fuerza de trabajo —el ejército— necesaria para operarlos.

Para Engels, el avance tecnológico-militar resultaba incluso en la formación de un modo social de exterminación, distinto al modo social de producción que con su propia dinámica completaba al capitalismo (sic). Igualmente, por encima del sector privado, enfatizaba el rol del Estado en el desarrollo de las tecnologías militares y de las fuerzas armadas, algo que cobró particular relevancia en el siglo XX y sigue coexistiendo con un trend de ir privatizando las guerras y relegando la labor de la muerte a las compañías privadas, ante la reorganización neoliberal del Estado.

Nunca dejó que sus camaradas se olvidaran de sus tiempos en las barricadas. Teniendo experiencia militar (la artillería de la Guardia Real Prusiana, duodécima compañía), tras el golpe de Estado en Prusia (1849) se enlistó en el cuerpo de voluntarios de August Willich para luchar en contra del absolutismo prusiano: “izó la bandera roja sobre su Barmen natal y resistía hasta donde se podía a la infantería regular, huyendo bajo fuego por el Schwarzwald…” (Hunt, p. 149), primero a Suiza, luego a Inglaterra. Esta experiencia resultó crucial en su papel del principal estratega del socialismo internacional, alimentando su desconfianza en prematuros levantamientos y oposición, junto a Marx, a posteriores llamados de Willich a la inmediata acción militar, viéndolos como una amenaza a la causa comunista.

Para él, tanto la derrota del ejército campesino de Münzer (1525), aplastado por aliados de Lutero, como los fracasos de las primaveras 1848-9, tenían que ver por igual con disparidades entre la base económica y la superestructura política y malas decisiones militares (frente a lo que, junto con Marx, desarrolló su teoría de la revolución permanente, reelaborada luego por Trotsky).

Lejos de ser el segundo violín a Marx, Engels —cuyo retorno celebramos el año pasado (véase: Memoria, Nº 276, bit.ly/3jkX8fp)— ha sido incluso, como argumenta de manera convincente Wolfgang Streeck, fundador de una independiente rama de la teoría social materialista que contribuyó al necesario entendimiento de la política y el Estado. Así complementó la concepción materialista de la historia desarrollada por Marx —y él mismo— como una crítica de la economía política, con algo-como-una-teoría del Estado y la política. En ningún campo se manifiesta mejor esta contribución que en el terreno de lo militar. Marx incluso, reconociendo su pericia, le encargó escribir un capítulo aparte sobre la historia militar para el primer tomo de El Capital, idea que no prosperó, tal vez porque “todos los datos empíricos ofrecidos por él resistían su ‘subsunción’ en el sistema del fetichismo de la mercancía marxista allí expuesta”.

Tomado de: El Viejo Topo

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Un asunto esencialmente cultural

Obra del artista plástico cubano Roberto Fabelo

Por Soledad Cruz Guerra

Con premeditación y alevosía las inconformidades de la sociedad cubana fueron capitalizadas por los organizadores de estallidos sociales en países cuyas políticas no se doblegan a la tiranía de Estados Unidos. La pandemia y el estrangulamiento económico con más de 200 medidas implantadas por Trump contra la Isla fomentaron mayores problemas materiales, produjeron crispación psicológica e incrementaron cierto cansancio por la demora de soluciones a carencias e inadecuados funcionamientos que se acumulan desde la crisis de los 90.

Los “tanques pensantes” de la administración estadounidense prepararon desde hace años las estrategias de subversión en Cuba para cuando Fidel Castro no estuviera físicamente y la denominada generación histórica fuera desapareciendo por ley natural, y desde la caída de la Unión Soviética y el campo socialista aprovecharon el desconcierto, que también se produjo en la Isla, ante tal suceso para “acoger” y fomentar las “rebeldías” de algunos artistas ante lo que consideraban excesivas regulaciones del socialismo cubano.

Los precedentes años 80 habían producido alertas con exposiciones retadoras de jóvenes artistas plásticos que querían hacer como en cualquier parte del mundo: cuestionar todo lo establecido aunque en cualquier parte del mundo esa aparente libertad de expresión no produce ningún cambio en el sistema, aunque los movimientos artísticos tengan seguidores o evidencien los desórdenes estructurados por un sistema por propia naturaleza avasalladoramente injusto, que hace más de 200 años repite el mismo discurso “libertario” de las posibilidades del bienestar para todos y ha conseguido que el uno por ciento de la población mundial acapare las mayores riquezas, que las incremente en las mayores crisis mientras la pobreza crece incluso en los llamados países desarrollados.

La abierta y confesa disposición de EE. UU. de destruir a la Revolución cubana desde su nacimiento, confirmada con atentados, agresiones, bloqueo, ha condicionado un fuerte espíritu autodefensivo de plaza sitiada y condiciones anómalas para el desarrollo fluido de la sociedad en todos los órdenes y producido no pocas deformaciones en decisiones, decisores y una población ejemplar por su resistencia, pero no inmune a las debilidades de la naturaleza humana sobre las cuales saben “trabajar” con particular pericia los ideólogos de seductores paraísos reservados a una minoría planetaria pero que crean la ilusión de ser alcanzables.

Analizado con objetividad era imposible que una pequeña isla del Caribe desafiara el poderío indiscutible de EE. UU, pasando por encima incluso de los preceptos de El arte de la guerra, de Lao Tsé, sobre todo luego de perder a los aliados del este europeo, pero lo ha conseguido, entre otras razones por mantener a la mayoría unida en el empeño de no dejarse doblegar.

Crear fisuras en ese escudo protector es el propósito de la escalada contrarrevolucionaria desatada en plena pandemia bajo diferentes rótulos, pero similares intenciones, que fueron instruidos para instigar luego los disturbios del 11 de julio que encontraron eco en delincuentes confirmados por sus antecedentes penales, individuos y grupos vinculados al ámbito cultural con pretendidas intenciones pacíficas pero que saben perfectamente a quién sirven creando esas situaciones, miembros de sectores poblacionales agobiados por las penurias cotidianas y falta de atención a sus reclamos cuando ocuparse de enfrentar la pandemia concentra recursos, energías y una verdadera epopeya científica.

¿Es tan difícil entender esa cadena de sucesos para personas ilustradas, presumiblemente con sensibilidad e inteligencia como para no ignorar que es un crimen intentar desestabilizar el país en circunstancias tan cruentas?

Que algunas personas reconocidas por sus obras artísticas hayan apoyado a los instigadores de los “plantones” creadores de disturbios desde 2020 demuestra que se puede tener un gran talento y no saber discernir desde el punto de vista cultural, a quién, a qué, se beneficia con esa actitud.

Un teatrista que se declara fuera del sistema político cubano, un gran cineasta que aboga por una Cuba distinta, un músico notable que apoya la intervención humanitaria sin tomar en cuenta el contexto nacional e internacional, ¿han pensado seriamente qué sería de este país si los herederos de las grandes familias burguesas que lo poseían se vuelven a apropiar del territorio nacional, si se adueñan de los medios comunicacionales esos que protagonizan en Miami los programas más sórdidos, vulgares, sin el más mínimo sentido no ya cultural, sino elementalmente humano?

¿Ese poco creativo retorno a un pasado, que es presente en la mayoría de países pobres del mundo, serviría para enmendar los amplificados errores del socialismo? ¿Y qué harían con los horrores del capitalismo neoliberal que crecen por día?

Cuba tiene una importante base cultural que abarca escuelas sobre los más diversos saberes, entre ellas las costosas dedicadas a la enseñanza artística, la capacidad para un desarrollo científico mostrado en la lucha por la pandemia, un aporte importante en la colaboración con otros países en educación, salud, deportes; países que con los recursos del sistema capitalista no pueden mostrar esos logros, incluso los de economía con mayor pujanza como Chile, Colombia, Brasil, donde las poblaciones se rebelan añorando derechos que las cubanas y los cubanos tienen.

¿Acaso destruir esas conquistas innegables puede ser la base de una Cuba mejor? Y a destruir han llamado los “pacíficos” impíos a quienes no les importó que aumentaran los contagios y ahora responsabilizan a la respuesta de quienes tenían el derecho de defenderse del ataque artero a la tranquilidad de las calles que son de todos los que no las profanen provocando conflictos evitables.

Cierto es que se han acumulado problemas en las bases de la sociedad que no han sido atendidos como merecen a pesar de las advertencias de las Ciencias Sociales, cuyas investigaciones mostraron los fenómenos de pobreza, marginalismo, condiciones precarias que estaban creando serias fisuras culturales también al establecer desigualdades notorias entre barrios de la periferia de las ciudades, entre provincias que no recibían los beneficios del turismo, sector emergente de la economía en el cual, además, se observaban manifestaciones de discriminación racial.

No se puede negar que elementos fundamentales para el incremento de la cultura ciudadana, como la participación real en la gestión de gobierno desde la base con el delegado de la circunscripción y sus rendiciones de cuenta, no han alcanzado la efectividad requerida aunque la convocatoria para discutir la nueva Constitución fue un ejercicio democrático de mucho valor participativo.

Sin dudas, hay que enmendar muchas cosas, hay que repensar otras y transformar definitivamente perversiones que se han producido al evadir principios como el de que cada cual aporte según su capacidad y sea remunerado según su trabajo o el de la propiedad estatal sobre los fundamentales medios de producción, y que los ciudadanos y ciudadanas puedan poner su creatividad y responsabilidad en los otros sin tantas variaciones sobre lo que se puede o no hacer.

Pero una cosa es criticar, señalar, exigir y exigirnos mayor eficacia en todo y otra negar que a pesar de la mala pasión de Estados Unidos por Cuba se han mantenido las fundamentales conquistas a favor de la mayoría. Y peor, imperdonable, que creadores de la cultura artística abran brechas, no para edificar, sino para darle paso a la anticultura que promueven las fuerzas hegemónicas como demuestra lo que ocurre ahora mismo en cualquier rincón del mundo. Felizmente, por convicción y discernimiento, son muchos los artistas que junto a maestros, trabajadores, campesinos, científicos, obreros, médicos e ingenieros laboran arduo para defender esa cultura afianzada en la soberanía y en la voluntad de trascender los obstáculos propios y ajenos para conseguir el bienestar no alcanzado por los pobres de la Tierra.

Tomado de: La Jiribilla

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