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La Casa, como siempre, con Cuba y con Nuestra América

Casa de las Américas. La Habana, Cuba

Declaración de la Casa de las Américas

La llamada guerra “no convencional” ha sido empleada en numerosas ocasiones por los Estados Unidos y sus aliados para derrocar a gobiernos incómodos. En Nuestra América, varias naciones hermanas, como Bolivia, Nicaragua y en particular Venezuela, han sufrido los embates de la acción combinada de calumniosas campañas de descredito, a través de redes sociales y medios tradicionales, sanciones económicas, reclutamiento de mercenarios, patrocinio de grupos violentos y otras acciones desestabilizadoras.

Cuba, dañada gravemente por los efectos del Bloqueo estadounidense, de la pandemia y sus secuelas en la economía, es blanco también ahora de una ofensiva “no convencional”.

Tras los disturbios del pasado 11 de julio, el presidente Joseph Biden pidió a las autoridades cubanas que mejoraran las condiciones de vida de su pueblo. Fresco está aún el recuerdo de los 184 votos condenatorios hace menos de un mes, en la Asamblea General de las Naciones Unidas, del embargo –bloqueo, verdadero estado de sitio– impuesto a Cuba. Washington perdió la oportunidad de honrar allí con su abstención el digno ejemplo que le dejó la última administración demócrata. ¿Quiso Biden sellar, al volver a votar como Trump, la falacia del anuncio de que regresaría al punto en que dejó Barack Obama la relación con Cuba?

La legislación que nos impuso el cerco en términos de “embargo” hace ya seis décadas ha sido endurecida año tras año, en una macabra ingeniería de sanciones cuya única razón es la de obstruir cada paso que da la economía de la Isla para lograr su reproducción. En detrimento, en primer lugar, de su pueblo. Cuba acumula cicatrices de gobiernos demócratas y republicanos que se han ensañado con el propósito de volver a sujetarla al mandato imperial, sin reparar en que el daño de sus acciones recae en la población por cuyo bienestar dicen interceder.

El bloqueo no es un hecho estático, y lo demostró la administración Trump, que, entre 2016 y 2020, se esmeró en sumarle 243 medidas diabólicas, en medio de un frenesí de sabor hitleriano. Un récord indiscutible. No menos escandaloso es que, durante sus primeros seis meses en la oficina oval, nada haya hecho Biden por revertir ese siniestro legado. Cuesta aceptar que se deba a la turbia preocupación por el peso de la mafia anticubana en el voto de La Florida. ¿Será eso en el fondo?

Es cierto que nuestro país vive una coyuntura de tensiones, porque la pandemia de la Covid-19 ha gravitado con los impactos acentuados del bloqueo en un pico de gravedad. Las penurias de los cubanos son sobre todo el resultado de la acumulación perversa de arbitrariedades generada por la filosofía de la asfixia del país débil, no por defectos del sistema cubano, que conocemos mejor que nadie, y trabajamos por superar.

Como Fidel en circunstancias similares, hace más de un cuarto de siglo, Díaz-Canel se hizo presente en las calles durante los disturbios, dialogó francamente con la población y llamó a enfrentar los problemas con la premisa de que la Revolución no es negociable.

La victoria sobre la pandemia es ahora la condición de nuestra victoria en sentido integral. El enemigo no lo ignora, ¿Podrá aceptar que el efecto de las vacunas cubanas, ingeniadas, producidas y aplicadas a pesar de todos los contratiempos impuestos por el bloqueo, se convierta para Cuba en una conquista tan sonada como el apoyo que anualmente le otorga el mundo en las Naciones Unidas? ¿Llegará esta administración estadunidense a percatarse de que su mejor salida con Cuba parte de buscar el entendimiento y no de perpetrar la subversión?

Cualquiera que sea el camino que escoja el emperador de turno, la Casa de las Américas como siempre, como desde su fundación por Haydee, por Fidel, en abril de 1959, continuará defendiendo los ideales de emancipación y justicia social para Cuba y para toda nuestra América.

Tomado de: La Ventana

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Las emociones, la nueva arma contra Cuba

Ares (Cuba)

Por Marcos Roitman Rosenmann

Nunca he presenciado una campaña política como la desplegada actualmente contra Cuba. En ella, se emplean redes, gobiernos, organismos internacionales, medios de comunicación, personajes públicos, presidentes de gobierno, creadores de opinión, forjadores de relatos y manipuladores de la información. En esta operación, las demandas del pueblo cubano se envuelven en una sola bandera. Sus gentes, salen a la calle a pedir libertad. Sus gritos claman contra una dictadura que les oprime. Piden su liberación, y una intervención directa de Estados Unidos y Europa. Llegó la hora, hay que acudir al rescate. El pueblo cubano, se dice, ha perdido el miedo. La salvación está a las puertas y si la invasión es una opción, debe contemplarse. Las vidas humanas no son un problema.

Un montaje sincronizado de tal envergadura, requiere destinar cientos de millones de dólares. La operación cuenta con donantes excepcionales, fundaciones de partidos políticos, mecenas, empresas trasnacionales y agencias gubernamentales. Desde George Soros, pasando por la Fundación FAES del Partido Popular en España, o la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID).  Los agraciados son ONGs, cuyos rótulos de proteger los derechos humanos, las libertades públicas o la información independiente, no levantan sospechas y son fuente segura para divulgar las noticias producidas en los centros de poder, posteriormente citadas en los medios de comunicación para dar veracidad a sus comentarios. Solo en Estados Unidos podemos nombrar una veintena: Cubanet, Cuba en Miami, Swing  Completo, ADN Cuba, Antena Cubana, Periodismo de Barrio, Te Amo Cuba, Yucabyte, Cuba Plus, Diario de Cuba, Tremenda Nota, CiberCuba, Dime Cuba, Cubanos por el Mundo, Isla Local, periódico Cubano, Cubita Now, Martí Noticias, El estornudo, Cuba Cute Noticias, El Toque. Asimismo, influencer y Youtubers, se suman a esta labor de intoxicación. En su conjunto, todos son mensajeros de una estrategia  destinada a movilizar emociones. La batalla se da en el campo de la psicopolítica para bloquear el estado de conciencia y clausurar cualquier respuesta fundada en el juicio crítico, hechos y explicación de los mismos. Reemplazar la conciencia por emociones presupone concebir la realidad desde la saturación de informaciones no contrastadas. En este caso, cuando hablamos de Cuba, convertir el dolor, la frustración y las consecuencias psicológicas de la pandemia en un arma desestabilizadora. No son las dificultades o las necesidades, consecuencias del bloqueo y el embargo que dura sesenta y dos años, lo que se arguye para movilizar el descontento.

En esta guerra neocortical contra Cuba, se trata de justificar las movilizaciones y el descontento arguyendo que son producto de un hartazgo donde el resultado se expresa bajo la dicotomía dictadura o libertad. Así, la movilización toma un aire de lucha por la democracia en el cual se logra producir una conexión emocional con, los ya no manifestantes, sino luchadores por la democracia. Se ha producido lo deseado. Así, desde Europa y Estados Unidos quienes observan, mientras le pasan imágenes de no se sabe dónde, pero se dice ancladas en Cuba, acaban rechazando el régimen, así denominando, que pasara a ser directamente considerado una dictadura que oprime salvajemente a su población, la reprime, tortura, detiene a corresponsales de prensa, por lo tanto, debe ser combatida, rechazada y despreciada. Los manifestantes se trasforman en libertadores, hombres y mujeres valientes que sin temor se enfrentan al poder despótico que les oprime. Las imágenes se suceden en las televisiones y redes, pocos tratarán de averiguar si se trata de secuencias filmadas en Cuba o por el contrario, pertenecen a hechos que han tenido lugar en otros países. Emocionalmente, la reflexión se bloquea.

El resultado, periodistas  de todo el mundo se dan a la labor de interrogan a dirigentes con la misma cantinela: ¿Es Cuba es una democracia? responda. El nerviosismo aflora, la incomodidad es palpable y se contesta también emocionalmente. El mejor ejemplo, el presidente de gobierno de España, Pedro Sánchez quien afirma: “Cuba no es una democracia”, y a reglón seguido, los medios ponen el dedo en la herida: pero evita calificarla de dictadura… Esta pregunta se repite durante todo el día. No importa si es pertinente, se está hablando de futbol, sanidad, corrupción o Covid19. La pregunta es recurrente y saturan los medios: ¿Cuba dictadura o democracia? Lo preocupante es el tenor de las respuestas, cuando se trata de dirigentes de la izquierda con cargos públicos, el temor a perder votos les hace ser dubitativos. Aunque siempre hay excepciones. Pero les atenaza el miedo y perder votos.

La construcción de una guerra donde los sentimientos y emociones se entrecruzan, potencia el control de la población, desarmándolas a la hora de contrarrestar su estado emocional. Pasiones, odios, rechazos, insultos, descalificaciones ocupan el lugar y así, como ha sucedido en Cuba, la quema de vehículos, el asalto a las tiendas, el ataque a centros de salud o el sabotaje callejero son avalados como una respuesta al hartazgo con el régimen. El mundo las aplaude, luchan contra una dictadura comunista.

Hoy, Cuba sufre restricciones, déficit de medicamentos, cortes de luz que han derivado en descontento, desánimo y protestas. Las primeras personas en reconocerlo han sido las autoridades cubanas. Su presidente Miguel Díaz Canel, las califica de legítimas y ha salido a la calle para dialogar con los manifestantes, explicando la actual coyuntura política y económica y sus causas. Ha señalado la dificultad de superarlas bajo un bloqueo inhumano. Bloqueo que ha sido rechazado por Naciones Unidas, salvo los votos en contra de Israel y Estados Unidos y alguna que otra abstención como Colombia. Los daños causados por sesenta años de embargo, sabotajes. En 2020, por señalar cuatro rublos destacados. Educación: 21 millones de dólares, Sanidad: 180 millones de dólares, Alimentación y Agricultura: 428 millones de dólares y Cultura 22 millones de dólares. Y hablamos de un año, sumen 59 años a lo apuntado. En este sentido aconsejo ver la Rueda de prensa del Ministro de relaciones exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez Parilla en https://youtu.be/75Ty7IZQgD0 . Pero seguramente sus palabras no serán reproducidas por algunos de los medios internacionales, incluso de los presentes. Las prioridades son otras en esta guerra donde las emociones son el arma más destacable.

¿Qué irrita de Cuba a los establishment del llamado mundo libre?  La respuesta no tiene pérdida: su dignidad y la defensa de la soberanía política. De allí el odio del establishment internacional contra Cuba y su revolución. Bajo el mantra de atribuirse poderes que no tienen, para juzgar, condenar o absolver a Estados, los gobiernos de los países de capitalismo avanzado y sus socios menores, fomentan, desarrollan y avalan las políticas de hambre, desestabilización, bloqueo e injerencia hacia Cuba. Su objetivo, cercar, ahogar y destruir un proyecto donde lo importante es la persona humana, su dignidad. Eso no les gusta. No les parece bien la lucha antiimperialista, los logros, que aunque se oculten o se minimicen son muchos, empezando por la vacuna anti Covid 19, creada por los médicos, epidemiólogos y bioquímicos que han trabajado para dar cobertura a sus ciudadanos y cuya puesta en práctica está limitada a causa del bloqueo para comprar jeringuillas. ¡Ah pero eso no está en la agenda para debatir! ¡No constituye una violación de los derechos humanos! Hoy occidente se hunde en la impudicia al combatir a Cuba y no a los agresores. Claro que en Cuba hay cosas que se hacen mal, otras peor, otras rematadamente mal y otras muy bien, tanto que sorprenden y suscitan admiración. Por ello, mientras dure el bloqueo no hay dialogo posible. Como juzgar un país al cual se le estrangula y acaso continuamente.

Para entendernos, podemos recurrir a un símil, para ver cómo actúa occidente, sus gobiernos y su establishment. Así, pensemos que estamos viendo una manada de individuos que acosan y luego violan a una joven. ¿Cuál es nuestra actitud? La más lógica, sería defender a la joven, intervenir, denunciarlos y llevarlos a la justicia para que sean juzgados y condenados. Pero, curiosamente, nos comportamos  como si la violación no fuese con nosotros. Además, en una sociedad machista y patriarcal, tal conducta no supone extrañeza. Como en el capitalismo, preparar golpes de Estado, realizar bloqueos, asesinar presidentes, es normal, consideramos que dichos actos forman parte de la vida social. En este caso, aconsejamos a los violadores a ser prudentes, a usar preservativos, no vaya a ser que la chica tenga alguna enfermedad de trasmisión sexual y nos contagie. Además, la violación tiene causa justificada, léase bloqueo. La mujer vestía minifalda, tacones, se pintaba los labios con carmín rojo y provocaba, ¡cómo no violarla! Así se comportan los gobiernos, los organismos, los presidentes de gobiernos, los periodistas a la hora de evaluar la realidad cubana. No denuncian el bloqueo, protegen a quien lo estimula y mantiene. Les duele que en Cuba se erradicase el analfabetismo, la sanidad sea un derecho garantizado, la vivienda una obligación del Estado, sus universidades  reconocidas en América latina. En definitiva les duele que Cuba levante un proyecto soberano que resiste gracias a su dignidad, el antiimperialismo martiano y el compromiso de su revolución con los pueblos que luchan contra el neoliberalismo y en defensa de la humanidad.

Tomado de: Cultura y Resistencia

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Del agua y otros demonios

Cartel del filme Los días del agua, de Manuel Octavio Gómez

Por Frank Padrón

Aunque niño, no olvido aquel día en que el cine Praga de mi Pinar del Río natal se engalanó para estrenar un filme cubano. Esto era un verdadero acontecimiento, pues aun los títulos internacionales llegaban con notable retraso, de modo que ser elegidos para una premier nacional nos vestía de largo.

Estábamos en 1971 y el suceso en el cine cubano era doble, pues no se trataba de un filme más, sino del primer largometraje cubano de ficción en colores y con sonido directo: Los días del agua, de Manuel Octavio Gómez, realizador que par de años antes había dotado a la cultura cubana de una obra decisiva: La primera carga al machete (1969), no solo una atendible lección histórica, sino con más de un acierto en lo morfológico y lo conceptual.

La elección de la más occidental de las ciudades cubanas para la primera exhibición del filme no era gratuita: los hechos reales en que se basa Los días… ocurrieron en Pinar del Río durante 1936 y giran en torno a Antoñica Izquierdo, una campesina que se atribuía poderes curativos a través del líquido. Seguida por una multitud de creyentes, utilizada por los políticos y especuladores de la época, quienes explotan en beneficio propio el oscurantismo y prejuicios de las masas, terminará finalmente en prisión.

Manuel Octavio logró atrapar el elemento mítico, anclado en la religiosidad popular dentro de sus más primitivas formas que albergaba sobre todo el campo, y lo hace destacando la manipulación que convirtió a la “santa” en instrumento de campañas y mezquinos intereses. En esa imbricación del imaginario mítico-popular y el contexto sociopolítico que constituye la plataforma ideica del filme estriba también su principal mérito.

De modo que el aura de “realismo mágico” define el tono de la cinta. Rodada en escenarios naturales pinareños y de otras provincias (Valle de Viñales. Cayo San Felipe, Soroa, Santa María del Rosario, Remedios y Trinidad), estos se incorporaron al relato sin afanes paisajísticos, sino con una esencial funcionalidad dentro de las coordenadas de la trama. En ello desempeñó un papel determinante la fotografía en colores de Jorge Herrera, como decíamos, primera experiencia en la industria fílmica del patio; el destacado cineasta logró manejar las gamas con sutileza, los claroscuros y las gradaciones de la luminosidad, con lo que captó los contrastes entre la abierta espacialidad rural y los interiores donde se obraban los “milagros” de la protagonista, y parangonó el atraso y la precariedad en que el desgobierno de turno sumía al campesinado mediante la superchería y las ingenuas creencias del lugar.

Hay un evidente cuestionamiento sociopolítico en cuanto a situar los hechos en perspectiva: no existe una crítica a la fe, sino a las condiciones que arrojaban a los muchos que padecían el desamparo y la miseria a abrazar supersticiones como única salida para el intento de resolver sus ingentes y urgentes problemas materiales y espirituales. Se focalizan, entonces, el mito y la religiosidad popular (que en casos como los de la protagonista y tantos de sus seguidores llegan a la locura y el delirio) no solo como esencia de la espiritualidad nacional, sino, sobre todo, como refugio de los más humildes, lo cual devino necesidad histórica.

En tal sentido, sin panfletos, sin discursos explícitos, Los días… realizaba un cuestionamiento sobre la pseudorrepública y sus muchos lastres, vicios y miserias.

El propio Manuel Octavio lo resumía al declarar: “En Los días del agua existe una continuación de la conciencia adquirida, de la indisoluble integración entre la obra artística y la realidad misma; constituye una prolongación de la búsqueda de los valores culturales propios (intento dado en esta ocasión con el empleo de ciertos modos de creación populares, aunque no creo que llegan a satisfacer la totalidad de los propósitos que me había impuesto), de una expresión ideológica nacional, descolonizadora y revolucionaria de nuestra realidad”1.

Quizá el autorreparo del director obedezca al hecho de que el “anecdotismo”, la incidencia en las situaciones puntuales que refleja el relato ocupan en demasía el escenario diegético y con ello obnubilan un tanto el trasfondo político y social al tiempo que conforman las coordenadas ideotemáticas del filme.

Pero no deja de ser una obra conseguida. En ello influyen notablemente otros elementos como la música de Leo Brouwer, que refuerza la impronta realista-mágica del filme mediante un buceo en nuestras raíces campesinas; y la edición de Nelson Rodríguez, atenta al empalme riguroso de las secciones dramáticas, tal y como acostumbraba el destacado cineasta.

No puede olvidarse el acápite actoral, comenzando por el protagónico de Idalia Anreus, quien confiere a su manipulada “santa” el dolor y el delirio, la fuerza de la voluntad en contra del utilitarismo de su entorno.

Una película que pudo quizá llegar mucho más lejos en su estudio y plasmación de realidades que pertenecen a nuestro pasado histórico y permiten entender mucho del presente; pero, aun a 50 años de estrenado, Los días del agua se erige como título imprescindible de nuestra cinematografía.

Referencia bibliográfica:

1 García, J. A. (1999). Guía crítica del cine cubano de ficción. La Habana: Editorial Arte y Literatura, p. 120.

Tomado de: Cubacine

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El día que comenzó la Guerra Civil

«Cualquiera que sea abierta o secretamente defensor del Frente Popular debe ser fusilado». Frase del General Mola Foto El Español

Por Josep Fontana

Precisar el momento en que quienes conspiraban contra la República española optaron por sublevarse para derrocarla es importante para entender mejor sus motivos. La mitología del 18 de julio, que pretendía que la guerra se había iniciado como una respuesta a los abusos cometidos por el Gobierno del Frente Popular, ponía el acento en el asesinato de Calvo Sotelo, el 13 de julio de 1936, para legitimar el levantamiento militar con este suceso.

Los orígenes de la revuelta, sin embargo, hay que ir a buscarlos cinco meses antes, al domingo 16 de febrero de 1936, cuando se realizaron elecciones generales en España. La jornada electoral fue tranquila, como reconocía ABC el lunes 17: «Ha llovido copiosamente en la madrugada del domingo. Las calles aparecen encharcadas. Llovizna a la hora de abrirse los colegios y esto retrae un poco a los comodones. Luego cesa de llover, no hace mucho frío y el sol aparece a ratos. A diferencia de otras elecciones, la gente ha cargado desde mediodía. Contribuyó a ello que se propagaba por todo Madrid la noticia de que la tranquilidad era absoluta. Nada de lo que amenazaban los derrotistas tuvo confirmación. Ni huelga, ni agresiones, ni escándalos. Todo el mundo votó como quiso, con absoluta libertad. Señálese este importante detalle en honor de los españoles, porque lo mismo que en Madrid ocurrió en toda España».

Algo más había ocurrido, sin embargo, que ABC no contaba. A las tres de la madrugada de la noche del 16 al 17, cuando las primeras noticias indicaban que podía producirse una victoria del Frente Popular, José María Gil-Robles, jefe de la CEDA, el principal de los partidos de la derecha, despertó al jefe del Gobierno, Manuel Portela Valladares, para decirle que la llegada al poder de la izquierda era peligrosa y que no había otra salida que la de que Portela siguiese al frente del Gobierno y proclamase una dictadura, para lo cual podía contar con la total adhesión de las derechas, «así como de cuantos elementos representaban la estabilidad y el orden en el país». En vista de que Portela se mostraba indeciso, Gil-Robles se puso en contacto con el general Franco, jefe del Estado Mayor, quien se puso de inmediato a conspirar por su cuenta.

Los planes de Franco incluían aprovechar su posición en el ministerio para ordenar a las regiones militares que declarasen el estado de guerra, y adueñarse del poder con un golpe militar en la capital. Según contó el propio Franco en un texto escrito en 1944: el lunes 17 de febrero «convocó a aquellos generales que le habían expuesto en otras ocasiones su disgusto y necesidad de un movimiento para evitar que el Frente Popular se hiciese con el poder». Contaba con los generales Goded y Del Pozo, y «con otros dos jefes de unidades armadas de cuya incondicionalidad (sic) no dudaba». Pero «no tardaron estos generales en regresar de sus gestiones con la cabeza baja». Los jefes de la guarnición de Madrid consideraban que la oficialidad no secundaría en frío un movimiento contra los poderes constituidos, si la Guardia Civil y los guardias de asalto no tomaban parte en él. Esta es la razón que explica que Franco hiciese todavía otro intento, tratando de convencer al general Pozas, inspector general de la Guardia Civil, para que se sumase a la sublevación.

El martes 18 de febrero Pozas acudió a ver a Portela para denunciarle «que los generales Franco y Goded están dando instrucciones desde el Ministerio de la Guerra para que los militares declaren el estado de guerra y se apoderen del Gobierno». Portela se mostró indignado, pero no hizo nada. Lo único que deseaba en aquellos momentos era abandonar el poder cuanto antes, de modo que decidió dimitir de inmediato, sin aguardar siquiera a que concluyera el escrutinio de los votos. Muchos gobernadores civiles hicieron lo mismo y las provincias quedaron sin autoridades, con la gente echándose a la calle.

Ante semejante vacío de poder los vencedores se vieron obligados a hacerse cargo del Gobierno de inmediato, de modo que el jueves 20 de febrero se celebró el primer consejo de ministros, en una difícil situación que Azaña describía con estas palabras: «Continúan los alborotos en algunos puntos de Andalucía y Levante. En Valencia hay un lío tremendo por la sublevación de los presos de San Miguel de los Reyes. Han quemado parte del penal. Están revueltos los presos comunes y los políticos, que han caído como en rehenes de aquellos. En Alicante han quemado alguna iglesia. Esto me fastidia. La irritación de las gentes va a desfogarse en iglesias y conventos y resulta que el Gobierno republicano nace, como el 31, con chamusquinas. El resultado es deplorable. Parecen pagados por nuestros enemigos».

En estas condiciones comenzó a gobernar el Frente Popular, mientras los militares que habían tratado de impedir que llegase al poder seguían preparándose para derribarlo cuanto antes. Lo que está claro es que el 17 de febrero de 1936, cuando Franco realizó su primer intento de sublevación militar, no había ocurrido todavía nada que lo justificase. La Guerra Civil española no se hizo ni contra los «desmanes del Frente Popular», ni contra la inexistente «amenaza» del comunismo, sino contra el programa de reformas de unos republicanos moderados que no amenazaban más que los privilegios injustos de unas clases dominantes que obstaculizaban el progreso del país.

Tomado de: El Viejo Topo

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Costa-Gavras: «Grecia es hoy un país con menos esperanza que el de los años 60» (+Video)

Costa-Gavras Foto Diario de Sevilla

Por Diego Brodersen

“Buenas tardes. Para vos es la tarde, ¿no?”. El acento de la voz en el teléfono es particular, como si un extranjero en España se animara a imitar el voceo rioplatense. La conversación con Página/12 alternará el español y el inglés, dependiendo de la complejidad de los conceptos a expresar. El cineasta franco-griego Costa-Gavras, políglota y cosmopolita, cuyos 88 años no se reflejan en la intensidad de las expresiones y la jovialidad del tono, está en la ciudad de Cannes disfrutando del festival de cine de esa ciudad, y acaba de ver un discurso en vivo del presidente Emmanuel Macron. Cine y política, un combo inseparable a lo largo de su filmografía. Entre-nous, el festival de cine francés que continúa hasta el próximo miércoles 21 en formato presencial y online, está ofreciendo como parte de la programación su último largometraje, A puertas cerradas, una exploración ficcional de los desafíos del gobierno de Alexis Tsipras, presidente de Grecia electo en 2015, en plena crisis económica. El punto de vista excluyente es el de su ministro de finanzas, Yanis Varoufakis, interpretado por el actor Christos Loulis, a quien el film sigue en infinitas reuniones con enviados de la Unión Europea, el FMI y los bancos internacionales, en un intento desesperado por salvar a su país del desastre social.

Nacido en Atenas en febrero de 1933 como Konstantinos Gavras, Costa-Gavras –su nom de plume, que muchos aún confunden con un apellido compuesto–, comenzó a trabajar en el seno de la industria del cine francés luego de recibirse en el parisino IDHEC (Institut des hautes études cinématographiques). Como asistente de dirección de cineastas como René Clair, Henri Verneuil, René Clement y Jacques Demy a comienzos de los años 60, el joven aspirante a director se forjó un nombre como mano derecha profesional, confiable y creativa, entrando en contacto además con una importante cantidad de estrellas de la pantalla gala, que luego aportarían su talento en Crimen en el coche cama (1965), su ópera prima. Basado en la novela del escritor Sébastien Japrisot, Costa-Gavras escribió una primera versión de ese guion en soledad, sin poseer los derechos de adaptación al cine, que luego fueron adquiridos por el productor Julien Derode. Protagonizado por Simone Signoret, su hija Catherine Allégret, Michel Piccoli, Yves Montand, Jean-Louis Trintignant y Jacques Perrin, además de participaciones breves pero jugosas de figuras de la talla de Bernadette Lafont, Compartiment tueurs es un policial whodunit (la identidad del asesino sólo se conoce en el final) que parte de un misterioso homicidio en un tren de larga distancia y que bien podría definirse como un proto giallo.

“En cierto modo, lo que intenté probar con Crimen en el coche cama es que podía hacer una película. Y, al mismo tiempo, hacer algo diferente a lo que se producía en aquella época en Francia, particularmente los colegas de mi generación”. En cuanto al nutrido reparto, Costa-Gavras recuerda que “los conocía por mi trabajo como asistente y al preguntarles si deseaban participar la mayoría aceptó. Incluso algunos de ellos tienen roles muy pequeños. Debe haberse corrido la voz de que la historia era interesante”. Si se tiene en cuenta la temática de sus films más conocidos, no resulta sencillo definir ese debut como un film político. “Pero de alguna manera lo es: intenté hablar de la gente que mata por dinero. Esas también son personas a las que no les interesa la sociedad (risas). Sólo les preocupan sus propios problemas”. Luego de un segundo largometraje hoy algo olvidado, Un homme de trop (1967), la consagración internacional llegaría con Z (1969), el primero en una serie de thrillers políticos que tendrían en La confesión (1970), Estado de sitio (1972) y Desaparecido (1982) sus descendientes más potentes. En más de un sentido, esos son los films que cimentaron las claves de toda su obra creativa.

En su largometraje más reciente, Costa-Gavras vuelve a reflejar el estado de las cosas en su país natal. Aunque ahora el trasfondo no es ahora la inestabilidad política previa a la Dictadura de los coroneles descripta indirectamente en la novela Z de Vassilis Vassilikos, origen de la adaptación cinematográfica, sino la Grecia del siglo XXI, rotundo ejemplo del fracaso de las medidas de austeridad impuestas por los organismos internacionales. Basada en el libro Comportarse como adultos: mi batalla con el establishment europeo, escrito por el propio Varoufakis luego de dimitir como ministro, A puertas cerradas conjuga la sátira con los mecanismos del cine de suspenso político. “Es una película sobre las reuniones en Europa, en teoría muy serias e importantes, durante las cuales se tomaron muchas decisiones. Pero nunca sabremos bien cuáles fueron esas decisiones. Toda esa gente habla en nombre de los europeos y hay algo allí que podría definirse con la frase ‘somos serios, pero no tan serios’. Por eso intenté que hubiera un sentido de ironía presente durante la mayor parte del tiempo. Era importante mantener cierta distancia con la realidad de esas reuniones, que en el fondo no son otra cosa que una realidad falsa”.

Precisamente, los espectadores que vieron sus películas más reconocidas en los años 70 y 80 seguramente lo recuerdan como un cineasta serio, pero A puertas cerradas tiene un tono diferente, muy irónico, incluso poco naturalista en varios momentos.

Tuve presente todos los elementos de esas discusiones y la mayoría de los presentes no eran grandes especialistas, a pesar de haber sido presentados de esa manera. Lo importante era estar cerca de la realidad de lo que dicen y hacen los personajes.

¿Qué cosas han cambiado en Grecia entre los tiempos de Z y los de A puertas cerradas?

Es un país diferente, con una población diferente, más joven. También es un país con menos esperanza que el de los años 60. En aquella época había mucha esperanza, aunque todo fuera muy traumático. Ahora no se sabe hacia dónde están yendo las cosas, hay una suerte de posición negativa sobre todo: la política, la pertenencia a Europa, etcétera. Aunque la mayoría de los griegos desean permanecer en Europa. Por otro lado, la situación económica es muy dramática. No tanto como en el período que describe el film, pero aun así es preocupante.

En varios momentos de su carrera la recepción política de algunas de sus películas ha sido muy diversa. Tal vez el mejor ejemplo de ello sea La confesión, que fue incomprendida y atacada tanto desde la derecha como por la izquierda. ¿Cómo fue recibida A puertas cerradas?

Fue algo especial. Por ejemplo, en Francia algunos socialistas que vieron la película no fueron tan positivos, incluso en varios casos la recepción fue negativa. Todo depende del partido y de la ideología del periodista. En Grecia fue diferente: hubo algunas posiciones muy negativas y también todo lo contrario. Pero allí es muy particular la situación, porque todos vivieron estos hechos y cada habitante tiene en la cabeza su propia película. Así que hubo respuestas muy entusiastas y otras no tanto. Políticamente, la película no tiene una postura subrayada, no toma partido por Varoufakis o por aquellos en el gabinete que tenían otras ideas, sino que trata de estar cerca de la realidad, de lo que le ocurrió a la gente. Intenté hacer la película con dos cosas en la cabeza: la situación de los europeos en general y la de los griegos en particular. Han pasado diez años desde los momentos más dramáticos a nivel económico y muchos han hecho dinero gracias a ese período trágico. Es muy fácil hacer dinero cuando hay gente que está vendiendo todo lo que tiene para sobrevivir.

El título internacional en inglés del film es Adults in the Room (“Adultos en la habitación”), el mismo título del libro de Yanis Varoufakis, que suena un poco más irónico que el español A puertas cerradas.

Es posible. Sin embargo, el título en español está cerca de la realidad, porque dentro de esos lugares la gente puede decir cualquier cosa y luego salir y decir todo lo contrario. “A puertas cerradas” quiere decir que no se sabe lo que pasa adentro. De hecho, no se sabe exactamente qué se decía en esas reuniones, porque no se tomaban notas precisas.

El reparto de la película está conformado por actores de diversos orígenes –griego, francés, alemán– y se escuchan muchos idiomas, no solamente el griego. Valeria Golino, actriz políglota nacida en Italia, de padre italiano y madre griega, tiene un rol secundario importante y habla perfecto griego. ¿Cómo fue el proceso de casting?

Para poder encontrar dinero y financiar el film era importante tener actores reconocidos, y varios de ellos estaban listos para hacer la película… pero si la filmábamos en inglés. Y eso me parecía completamente ridículo, así que la decisión fue la de tener, en los papeles centrales, actores griegos para los personajes de ese origen, y actores de diversos países que representaran el origen de los personajes. Hay alemanes, italianos, españoles, y cada uno de ellos proviene de su país. Fue muy importante para mí, porque si bien en ciertos momentos hablan inglés, cada uno tiene su propio acento.

¿Siente que es más sencillo o difícil hacer películas hoy cuando lo compara con los años 70? En particular cuando hablamos de películas que podrían definirse como thrillers políticos, aunque muchos espectadores sigan pensando en el concepto “cine de denuncia”.

Siempre digo que no hago películas políticas. Yo hago películas sobre la gente, sobre lo que le ocurre a la gente bajo el poder. Y sobre cómo alguna gente utiliza ese poder. Pero todo es político, esta discusión que estamos teniendo es política, en cierto sentido. Todas las películas, desde el nacimiento del cine, desde Georges Méliès, son políticas, porque hablan sobre la gente. Todo film puede ser analizado políticamente. No hay ninguna duda sobre eso. Tampoco me gusta decir que tengo una “carrera”. Eso es para los militares y los políticos. Simplemente hago películas. En cuanto a las dificultades para hacer cine… hoy es más difícil, sin duda. Sobre todo cuando se quiere producir películas que hablan sobre las dificultades de la sociedad. La razón es que la gente que financia el cine hoy en día son las plataformas o la televisión, al menos en Europa, y esa gente lo que quiere es películas donde todo el mundo sea feliz, para poder venderlas fácilmente. Y la mayoría de ellos, sobre todo en las plataformas, no posee un programa cultural, sino simplemente un plan económico. Al mismo tiempo, creo que hoy muchos directores, mucho más que antes, quieren hablar de la sociedad, de cómo vive la gente en una sociedad que ha cambiado drásticamente y en la cual la religión es el dinero.

Sigue existiendo esa falsa dicotomía entre el cine de entretenimiento y un cine supuestamente serio…

No debería. Creo que una película, además de ser política, es un espectáculo. La gente va al cine a ver un espectáculo, no a escuchar un discurso político o académico. Van al cine a pasar dos horas sintiendo cosas: a llorar, a reír, a odiar. Todo eso que forma parte de la vida. No se trata de entenderlo como entertainment, como dicen los estadounidenses, sino como espectáculo: un drama o una comedia que hablan de la vida.

Estado de sitio transcurría en Uruguay en el período de mayor actividad del Movimiento de Liberación Nacional. Desaparecido, en tanto, narraba hechos ocurridos poco después del golpe de Pinochet. ¿Sigue interesando en la coyuntura latinoamericana? ¿Se imagina filmando una película nuevamente en el continente?

Sigo interesado, desde luego. Pero ustedes tienen realizadores extraordinarios en Argentina. Por supuesto que me gustaría encontrar una historia que me interesara directamente, pero al mismo tiempo hay tantas cosas ocurriendo en Europa… Y además, no es necesario mentir: a mi edad es muy difícil encarar ese tipo de producciones.

Tomado de: Página/12

Tráiler del filme A puertas cerradas (Francia, 2019) de Costa-Gavras

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Los Mitchell contra las máquinas: La nueva normalidad (+Video)

Por Héctor Oyarzún

La primera secuencia de Los Mitchell contra las máquinas puede entenderse como un anuncio del estilo con el que jugará toda la película. Comenzando al medio de la historia, cuando el caos apocalíptico ya se ha desatado, la presentación sirve para adelantar el estilo frenético que tendrá la narración de ahí en adelante. No es de extrañar que este comienzo haya servido como base para el tráiler: el ritmo y la síntesis narrativa no están muy lejos de ese formato, un tipo de cápsula que debe resumir, crear expectativas y, especialmente, promocionar lo que estamos a punto de ver.

Más allá de este ritmo narrativo frenético, el gesto crucial de la escena viene un poco después. Cortando el ritmo de la acción, la narración de Katie interrumpe el plano para comentar que los gritos de su padre Rick le recuerdan a un video viral de un mono gritando. De la referencia pasamos directamente a ver el video, que luego se sobrepone por encima de la cara de su padre gritando. Este chiste visual no solo vincula el humor de la película a la navegación en modo random por YouTube y a los memes, sino, sobre todo, a los filtros y lógicas de montaje de los teléfonos móviles. Este tipo de interrupciones aparecerán en toda la película –incluyendo gifs, más filtros y animaciones 2-D–, un gesto que se puede leer más allá de la necesidad de “actualizar” la película a nuevas formas de humor.

El hecho de que Los Mitchell contra las máquinas venga asociada a los nombres de Phil Lord y Christopher Miller en la producción podría servir para pensar esto. Ya sea en las películas dirigidas por el dúo (Lluvia de hamburguesas, La LEGO película) o en otras de sus producciones (Spider-Man: Un nuevo universo), en lugar de trabajar con el fotorrealismo y el detalle extremo de Pixar, la dupla pone el énfasis de sus escenas en el movimiento y la sensación hiperquinética, además de mantener una tendencia a sobrecargar el cuadro de elementos. El debut de Mike Rianda, conocido por su trabajo en la serie Gravity Falls, mantiene también esta relación con el movimiento y, sobre todo, con el impulso de acoplar la mayor cantidad de estímulos visuales dentro del plano.

Después de este prólogo, Los Mitchell contra las máquinas nos presenta a Katie, una cineasta amateur que consigue ingresar a la escuela de cine en California. Entre otras cosas, la escuela promete ser un refugio para su interés cinéfilo, algo que siempre la marcó como freak ante sus pares, y especialmente frente al desinterés de sus padres. Como en otros relatos apocalípticos, este conflicto personal adquiere más adelante una importancia equivalente al conflicto mayor, al punto de que no se puede resolver uno sin el otro.

El apocalipsis robot sucede después de que Mark Bowman, un empresario joven al estilo de Silicon Valley, anuncia que el último modelo de asistente virtual PAL será reemplazado por una “actualización” de robots personales. Sin embargo, después de botar a su asistente a la basura durante la presentación, esta decide cobrar venganza controlando a los robots para que destruyan a los humanos. Se trata de un comienzo prototípicamente apocalíptico, al punto de que el propio Mark hace chistes sobre el cliché del peligro de la rebelión de las máquinas antes de que suceda.

El hecho de que Katie sea una cineasta amateur permite a la película realizar la mezcla de estilos antes mencionada. Sin embargo, el estilo de las obras de Katie no es lo único que se interpone en la linealidad de la película. Linda Mitchell, la madre de Katie, también utiliza filtros visuales para intervenir imágenes, así como más adelante aparecen otros videos del lado “raro” de YouTube durante una escena crucial. A nivel general, se podría decir que Los Mitchell se apropia más activamente de las nuevas lógicas de intervención en la imagen que de la visualidad de la obra creada por Katie.

Esta lógica es la que lleva a Los Mitchell a una sobrecarga estilística todavía mayor que la de una película como Spider-Man: Un nuevo universo. Las referencias cinéfilas traídas por Katie, por ejemplo, aparecen a través de una multiplicidad de citas y homenajes que la velocidad narrativa de la película no permite asimilar completamente. No deja de ser curioso que varias reseñas hayan apuntado a que los títulos de las películas de Katie sean parodias a obras ajenas, incluyendo obras de Céline Sciamma o Rainer Werner Fassbinder, a pesar de que la mayoría de estos no sean notorios al ver Los Mitchell. Hasta cierto punto, se podría decir que no solo existe una tendencia a la desmesura narrativa, sino también una confianza en que los detalles ocultos se revelarán más adelante en los artículos y pantallazos posteriores que analicen la película.

Si bien el conflicto global se inicia con un comentario claro sobre la obsolescencia programada y el lugar actual de la tecnología en nuestras vidas, el corazón temático de la película se centra en la disfuncionalidad y los elementos que hacen que los Mitchell sean una familia especial. Ya sea como conjunto o por sus intereses particulares (además de la cinefilia de Katie, su hermano menor Aaron está obsesionado con los dinosaurios), Los Mitchell remarca la condición freak de la familia en distintas escenas. La segunda amenaza que aparece, tan grande como los robots asesinos, es la de la “normalidad”.

Como contraparte de los Mitchell, la familia vecina Posey representa el otro extremo, una idealización del modelo familiar funcional que se lleva varios de los mejores chistes durante sus breves apariciones. Hasta cierto punto, los Posey son la única muestra de lo que la película entiende como “normalidad”, el resto viene de las enunciaciones de parte de los propios Mitchell sobre sus imposibilidades para encajar en cualquier molde.

En esta operación ocurre algo curioso, ya que la caracterización exagerada de los Posey no se aleja mucho de otras representaciones de lo “convencional”. Si pensamos en las películas adolescentes, donde la condición de adecuado/inadecuado ocupa un lugar central, la normalidad puede estar asociada a la superficialidad extrema (desde Grease a Clueless) o directamente con la maldad (Heathers, Chicas pesadas). En todos estos casos, el personaje protagónico, de quien se demanda cierto grado de identificación, siempre está más cerca del lado impopular en la escala social.

Si bien Los Mitchell no es una película de este tipo, si pensamos en las comparaciones a películas más cercanas como Los Increíbles (Brad Bird, 2004), el hecho de no encajar en cierto modelo está lejos de ser entendido como un defecto en la caracterización de los protagonistas que tiene la misión de salvar al mundo. Desde los héroes “comunes” pero extraordinarios de Spielberg hasta la pandilla protagónica de Stranger Things (Hermanos Duffer, 2016), el personaje freak por lo general pasa por una inversión, marginado/a en el mundo de la historia, pero central en todos los otros aspectos del relato.

Es en este punto donde el discurso contra lo “normal” de Los Mitchell se enfrenta con algunas de las representaciones más convencionales de la película, especialmente desde la defensa de la familia nuclear como bastión para resistir a la adversidad. Finalmente, una vez vencido el apocalipsis robot, Katie y los Mitchell mantienen sus intereses particulares “raros”, pero ahora han abandonado la disfuncionalidad y son capaces de emprender un nuevo viaje, esta vez más armónico, pacífico y “funcional”.

Tomado de: El Agente. Crítica de cine

Tráiler del filme Los Mitchell contra las máquinas (Estados Unidos, 2021) Michael Rianda, Jeff Rowe

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Cuba defendida

Foto Yusmilis Dubrosky

Por José Ernesto Nováez Guerrero* @NovaezJose

Los cubanos vivimos la jornada del 11 de julio con asombro, tensión e incertidumbre. Lo que inició con una protesta en el municipio de San Antonio de los Baños, en la provincia de Artemisa, se extendió rápidamente por el país, llevando a que muchos saliéramos a las calles para defender proyectos de país muchas veces contrapuestos.

Entender los sucesos en toda su complejidad resulta fundamental para el futuro de la isla. Lo ocurrido evidencia fracturas y retos que es necesario, como pueblo, asumir y resolver para evitar escenarios de una mayor escalada de tensiones.

En primer lugar está la crisis económica y sanitaria generada por la pandemia del Covid-19 a escala mundial y que ha golpeado duramente a todas las economías, en especial a las más pobres. En Cuba, con una economía constantemente tensionada por el bloqueo de Estados Unidos y un subdesarrollo estructural que no ha sido posible superar, ese impacto se ha visto reforzado.

Como consecuencia, se ha creado un escenario de desabastecimiento, ajustes, distribución racionada de los bienes de consumo básicos, escasez de fármacos e irregularidad en los servicios, lo cual contribuye a complejizar de sobremanera el día a día del cubano común. Por si fuera poco, en semanas recientes ha habido una nueva ola de contagios sin precedentes en el país que ha congestionando los servicios sanitarios en casi toda la isla y llevando a nuevas medidas restrictivas en un intento de las autoridades por frenar el aluvión de nuevos casos.

Para entender el estallido del domingo 11, es preciso tener en cuenta la estrategia sostenida de subversión del orden interno en Cuba por parte del gobierno de Estados Unidos. Esta estrategia, que se remonta a los inicios de la Revolución, ha transitado por diversas fases, que incluyen el apoyo a la contrarrevolución armada interna en los primeros años de la década de los 60, los atentados y sabotajes contra infraestructuras de servicios o productivas, la introducción de virus y enfermedades, como la fiebre porcina y el dengue hemorrágico.

Con los años se ha ido acrecentando y perfeccionando el mecanismo de sanciones orientadas a ahogar cualquier vía de liquidez para la economía cubana. Estas medidas, cuyo carácter extraterritorial Cuba y la Asamblea General de Naciones Unidas han condenado en numerosas ocasiones, contribuyen a dificultar significativamente la dinámica interna del país, sirviendo como aliciente para crear insatisfacción social.

La irrupción de las redes sociales en la cotidianeidad de los cubanos aporta otro elemento a esta estrategia de subversión. Dichas redes son empresas privadas capitalistas con claros compromisos ideológicos con la élite mundial, son actores políticos de subversión probados en numerosos escenarios internacionales. Baste recordar su papel en las revoluciones de colores o en la llamada primavera árabe. En nuestro continente podemos destacar su función en el golpe de Estado en Bolivia en 2019.

El analista español Julián Macías Tovar demostró cómo se construyó y magnificó mediante bots la etiqueta SOSCuba, involucrando a famosos y logrando generar estados de opinión que promovieran la inestabilidad en el país. También se han usado intensivamente fake news y fotos y videos orientados a crear la matriz de que existe una gran inestabilidad interna y que la policía ha sido represiva. En esta campaña de asalto simbólico lo menos importante es la verdad, sino el rédito a corto plazo en materia de lograr acciones y reacciones en lo nacional e internacional.

En este sentido, se pretenden manipular los hechos recientes para colocar en la agenda política estadunidense el tema de una invasión militar humanitaria, apelando a un supuesto colapso interno.

Para los cubanos en la isla lo ocurrido el 11 de julio plantea retos y contradicciones que debemos resolver como sociedad para garantizar un desarrollo armónico. El más importante es cómo lograr mayor grado de democracia y participación popular sin fracturar la unidad nacional, que tan importante ha sido para enfrentar la agresión constante de EU. Y cómo extensión de este, está el de cómo construir sólidos vínculos entre la nación y la emigración, de forma tal que esta última no acabe actuando como instigadora de la agresión y persecución en contra de su país natal.

Es preciso lograr una penetración social más profunda de las estructuras de participación y asistencia social creadas por la Revolución. Entre los manifestantes del 11 de julio contra la Revolución muchos sostenían posturas anexionistas, contra las que combatió José Martí, quien comprendió con total lucidez que tras esta postura política se ocultaban intereses expansionistas.

El combate contra el anexionismo, que tiene en la industria cultural miamense y los símbolos que ésta fabrica sus emblemas vitales en la hora presente, es una de las tareas mayores. Pero este combate es también contra las formas ideológicas de dominación del gran capital.

Estas horas de dificultad no pueden hacernos olvidar las perspectivas que se abren para el país, sobre todo con la vacuna Abdala. Antes de finalizar agosto el gobierno estima tener inoculada a más de 60 por ciento de la gente, lo que augura un escenario de progresiva normalización de la vida en el país y de retorno del turismo, vital para la economía.

Además, alegra comprobar que Cuba nunca ha estado ni estará sola. Muchos países e infinidad de amigos de todo el mundo han alzado sus voces enérgicas en defensa de la isla rebelde.

Los que salimos a las calles el 11 de julio al grito de patria o muerte no llamábamos a dañar a nadie, expresábamos la convicción de defender con nuestra vida aquello en lo que creemos. A pesar de la imagen que desde los medios cartelizados y las redes sociales se ha intentado construir, los revolucionarios cubanos no somos violentos. En Cuba se ha dialoga incansablemente, pero la línea roja siempre será la defensa de la soberanía como obra colectiva de justicia social.

Un país que se construye permanentemente en el ejercicio constante de todos los cubanos, que se crece ante las dificultades, que avanza entre el escarnio y la mentira. Un pequeño archipiélago que tuvo el atrevimiento de construir un proceso social de los humildes, por los humildes y para los humildes. Por eso, por todas estas razones y por muchas más, Cuba por siempre defendida.

*Coordinador del capítulo cubano de la Red en Defensa de la Humanidad

Tomado de: La Jornada

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The Bay of Tweets: Documentos apuntan a la mano de Estados Unidos en protestas en Cuba

Por Alan MacLeod

Cuba fue sacudida por una serie de protestas callejeras contra el gobierno a principios de esta semana. El stablishment estadounidense inmediatamente elogió los eventos, poniendo todo su peso detrás de los manifestantes. Sin embargo, los documentos sugieren que Washington podría estar más involucrado en los eventos de lo que le importa divulgar públicamente.

Como muchos han informado, las protestas, que comenzaron el domingo en la localidad de San Antonio de los Baños en el oeste de la isla, fueron lideradas y apoyadas vocalmente por artistas y músicos, particularmente de su vibrante escena hip-hop.

“Para los nuevos en el tema de Cuba, las protestas que estamos presenciando fueron iniciadas por artistas, no por políticos. Esta canción ‘Patria y Vida’ explica poderosamente cómo se sienten los jóvenes cubanos. Y su lanzamiento fue tan impactante que irás a la cárcel si te descubren interpretándolo en Cuba”, dijo el senador de Florida Marco Rubio, refiriéndose a una pista del rapero Yotuel.

Tanto National Public Radio como The New York Times publicaron artículos detallados sobre la canción y cómo estaba impulsando el movimiento. «La canción de hip-hop que está impulsando las protestas sin precedentes de Cuba», decía el titular de NPR. El propio Yotuel encabezó una manifestación de solidaridad en Miami.

Pero lo que estos relatos no mencionaron fue la notable medida en que raperos cubanos como Yotuel han sido reclutados por el gobierno estadounidense para sembrar el descontento en la nación caribeña. Las últimas publicaciones de subvenciones del National Endowment for Democracy (NED), una organización establecida por la administración Reagan como un grupo tapadera de la CIA, muestran que Washington está tratando de infiltrarse en la escena artística cubana para lograr un cambio de régimen. “Mucho de lo que hacemos hoy fue hecho de forma encubierta hace 25 años por la CIA”, dijo una vez el cofundador de NED, Allen Weinstein, a The Washington Post.

Por ejemplo, un proyecto, titulado «Empoderar a los artistas cubanos de hip-hop como líderes en la sociedad», afirma que su objetivo es «promover la participación ciudadana y el cambio social» y «crear conciencia sobre el papel que tienen los artistas de hip-hop en el fortalecimiento democracia en la región”. Otro, llamado «Promoción de la libertad de expresión en Cuba a través de las artes», afirma que está ayudando a artistas locales en proyectos relacionados con «democracia, derechos humanos y memoria histórica», y que ayuda a «aumentar la conciencia sobre la realidad cubana». Esta «realidad», como afirmó el propio presidente Joe Biden esta semana, es que el gobierno cubano es un «régimen autoritario» que ha impuesto «décadas de represión» mientras que los líderes solo «se enriquecen».

Otras operaciones que la NED está financiando actualmente incluyen la mejora de la capacidad de la sociedad civil cubana para «proponer alternativas políticas» y la «transición a la democracia». La agencia nunca divulga con quién trabaja dentro de Cuba, ni más información más allá de un par de anuncios anodinos, lo que hace que los cubanos se pregunten si algún grupo, incluso vagamente desafiando las normas políticas o sociales, está financiado en secreto por Washington.

“El Departamento de Estado, la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional y la Agencia de los Estados Unidos para los Medios Globales han financiado programas para apoyar a artistas, periodistas, blogueros y músicos cubanos”, dijo a MintPress Tracey Eaton, periodista que dirige The Cuba Money Project. “Es imposible decir cuántos dólares de impuestos estadounidenses se han destinado a estos programas a lo largo de los años porque los detalles de muchos proyectos se mantienen en secreto”, agregó.

Una oferta de subvención actualmente activa de la organización hermana de NED, USAID, ofrece fondos por valor de $ 2 millones a grupos que utilizan la cultura para lograr un cambio social en Cuba. Los solicitantes tienen hasta el 30 de julio para solicitar hasta $ 1 millón cada uno. El anuncio en sí hace referencia a la canción de Yotuel, señalando: “Artistas y músicos han salido a las calles para protestar contra la represión del gobierno, produciendo himnos como ‘Patria y Vida’, que no solo ha traído una mayor conciencia global sobre la difícil situación del pueblo cubano, sino también sirvió como un grito de guerra por el cambio en la isla».

La escena del hip-hop en particular ha sido durante mucho tiempo un objetivo para agencias estadounidenses como NED y USAID. Ganando popularidad a fines de la década de 1990, los raperos locales tuvieron un impacto considerable en la sociedad, lo que ayudó a resaltar muchos temas que antes no se discutían. Estados Unidos vio sus críticas mordaces del racismo como una brecha que podían explotar e intentó reclutarlos en sus filas, aunque está lejos de estar claro hasta dónde llegaron en este esfuerzo, ya que pocos en la comunidad del rap querían ser parte de tal esfuerzo.

MintPress también conversó con la profesora Sujatha Fernandes, socióloga de la Universidad de Sydney y experta en la cultura musical cubana. Fernandes declaró:

«Durante muchos años, bajo la bandera del cambio de régimen, organizaciones como USAID han intentado infiltrarse en grupos de rap cubanos y financiar operaciones encubiertas para provocar protestas juveniles. Estos programas han involucrado un nivel aterrador de manipulación de los artistas cubanos, han puesto en riesgo a los cubanos y han amenazado con el cierre de los espacios críticos de diálogo artístico que muchos trabajaron arduamente para construir”.

Otras áreas en las que las organizaciones estadounidenses están enfocando recursos incluyen el periodismo deportivo —que la NED espera utilizar como un «vehículo para narrar las realidades políticas, sociales y culturales de la sociedad cubana»— y los grupos de género y LGBTQ+, el imperio interseccional aparentemente está viendo un oportunidad de aprovechar también estos temas para aumentar las fisuras en la sociedad cubana.

El Presupuesto de Asignaciones de la Cámara, publicado a principios de este mes, también reserva hasta $ 20 millones para «programas de democracia» en Cuba, incluidos los que apoyan la «libre empresa y las organizaciones empresariales privadas». Lo que se entiende por «democracia» se aclara en el documento, que establece en términos inequívocos que «ninguno de los fondos puestos a disposición en virtud de dicho párrafo podrá utilizarse para ayudar al gobierno de Cuba». Por lo tanto, cualquier mención de «democracia» en Cuba es casi sinónimo de cambio de régimen.

Aprovechando una economía maltrecha

Las protestas comenzaron el domingo después de que un apagón dejara sin electricidad a los habitantes de San Antonio de los Baños durante el calor del verano. Esa pareció ser la chispa que llevó a cientos de personas a marchar por la calle. Sin embargo, la economía de Cuba también ha caído en picada últimamente. Como dijo a MintPress el profesor Aviva Chomsky de la Universidad Estatal de Salem, autor de «Una historia de la revolución cubana»:

«La situación económica actual de Cuba es bastante nefasta (como es, debo señalar, casi todo el Tercer Mundo). El embargo estadounidense (o, como lo llaman los cubanos, bloqueo) ha sido un obstáculo más (además de los obstáculos que enfrentan todos los países pobres) en la lucha de Cuba contra el COVID-19. El colapso del turismo ha sido devastador para la economía de Cuba, una vez más, como lo ha sido en casi todos los lugares con mucho turismo”.

Sin embargo, Chomsky también señaló que podría ser un error etiquetar a todos los manifestantes como anhelantes de la terapia de choque del libre mercado. “Es interesante notar que muchos de los manifestantes en realidad están protestando por las reformas capitalistas de Cuba, en lugar del socialismo. «Tienen dinero para construir hoteles, pero nosotros no tenemos dinero para comida, estamos hambrientos», dijo un manifestante. ¡Eso es capitalismo en pocas palabras!» Dijo Chomsky.

Protestas de Rick Scott Cuba

El senador de Florida Rick Scott sostiene una foto de manifestantes cubanos durante una conferencia de prensa en DC, 13 de julio de 2021. J. Scott Applewhite | AP

Eaton se mostró escéptico ante la idea de que todos los que marchaban estaban a sueldo de Estados Unidos. “Ciertamente, gran parte del levantamiento fue orgánico, impulsado por cubanos desesperados, pobres, hambrientos y hartos de la incapacidad de su gobierno para satisfacer sus necesidades básicas. » él dijo. Sin embargo, había indicios de que al menos, algunos no estaban simplemente haciendo hincapié en la falta de alimentos en las tiendas o medicamentos en las farmacias. Varios manifestantes marcharon bajo la bandera estadounidense y los hechos fueron respaldados de inmediato por el gobierno estadounidense.

“Apoyamos al pueblo cubano y su clamor por la libertad”, se lee en un comunicado oficial de la Casa Blanca. Julie Chung, subsecretaria interina de Biden para la Oficina de Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado de EE. UU., agregó:

«El pueblo de Cuba sigue expresando con valentía su anhelo de libertad frente a la represión. Hacemos un llamado al gobierno de Cuba a: abstenerse de la violencia, escuchar las demandas de sus ciudadanos, respetar los derechos de los manifestantes y periodistas. El pueblo cubano ha esperado bastante por ¡Libertad! ”

Los republicanos fueron mucho más lejos. El alcalde de Miami, Francis Suárez, exigió que Estados Unidos interviniera militarmente y le dijo a Fox News que Estados Unidos debería formar una «coalición de acción militar potencial en Cuba». Mientras tanto, el congresista de Florida Anthony Sabbatini pidió un cambio de régimen en la isla y tuiteó:

La sección de vítores de los medios corporativos

Los medios corporativos también estaban extremadamente interesados ​​en las protestas, dedicando una gran cantidad de centímetros de columna y tiempo de transmisión a las manifestaciones. Esto es extremadamente inusual para tales acciones en América Latina. Colombia ha vivido meses de huelgas generales contra un gobierno represivo, mientras que ha habido tres años de protestas casi diarias en Haití que fueron casi completamente ignoradas hasta principios de este mes, cuando el presidente Jovenel Moïse, respaldado por Estados Unidos, fue asesinado .

El efecto de las sanciones estadounidenses fue minimizado constantemente o ni siquiera mencionado en los informes. Por ejemplo, la junta editorial de The Washington Post se pronunció a favor de los manifestantes, alegando que el presidente cubano Miguel Díaz-Canel estaba reaccionando «con una brutalidad predecible … culpando de todo a Estados Unidos y al embargo comercial estadounidense». Otros medios ni siquiera mencionaron el embargo, dejando a los lectores la impresión de que los hechos solo podían entenderse como un levantamiento democrático contra una dictadura en decadencia.

Esto es particularmente pernicioso porque los documentos del gobierno establecen explícitamente que el objetivo de las sanciones de Estados Unidos es «disminuir los salarios monetarios y reales, provocar hambre, desesperación y [el] derrocamiento [del] gobierno», exactamente las condiciones que se están gestando en Cuba, ¿verdad? ahora. El profesor Chomsky señaló:

«El embargo / bloqueo estadounidense es una (no la única) causa de la crisis económica de Cuba. Estados Unidos ha dicho abierta y continuamente que el objetivo del embargo es destruir la economía de Cuba para que el gobierno colapse. Así que no es solo razonable, es obvio que Estados Unidos tiene algo que ver con esto «.

Chomsky también discrepó con la explicación de los eventos de los medios, afirmando:

Mire la cobertura de las protestas Black Lives Matter u Occupy Wall Street en este país. Una cosa que vemos consistentemente es que cuando la gente protesta en países capitalistas, los medios de comunicación nunca explican los problemas por los que protestan como causados ​​por el capitalismo. Cuando la gente protesta en países comunistas o socialistas, los medios atribuyen los problemas al comunismo o al socialismo”.

Los medios de comunicación se esforzaron por enfatizar cuán grandes y generalizadas eran las manifestaciones contra el gobierno, insistiendo en que las contramanifestaciones progubernamentales eran más pequeñas, a pesar de las imágenes de las protestas que sugerían que lo contrario podría ser cierto. Como informó Reuters , «miles salieron a las calles en varias partes de La Habana el domingo, incluido el centro histórico, ahogando a grupos de simpatizantes del gobierno que ondeaban la bandera cubana y cantaban Fidel».

Si este fuera el caso, es realmente extraño que tantos medios utilizaran imágenes de movimientos progubernamentales para ilustrar el supuesto tamaño y alcance de la acción antigubernamental. The Guardian , Fox News , The Financial Times , NBC y Yahoo! Todas las noticias afirmaron falsamente que una imagen de una gran reunión socialista era, de hecho, una manifestación antigubernamental. Las grandes pancartas rojas y negras adornadas con las palabras “26 de julio” (el nombre del partido político de Fidel Castro) deberían haber sido un claro indicio para cualquier editor o verificador de hechos. Mientras tanto, CNN y National Geographic artículos ilustrados sobre las protestas en Cuba con imágenes de reuniones en Miami, reuniones que parecían mucho más concurridas que otras similares a 90 millas al sur.

Colapso de las redes sociales

Las redes sociales también jugaron un papel fundamental para convertir lo que fue una protesta localizada en un evento nacional. La directora de NBC para América Latina, Mary Murray, señaló que fue solo cuando las transmisiones en vivo de los eventos fueron captadas e impulsadas por la comunidad de expatriados en Miami que «comenzó a incendiarse», algo que sugiere el crecimiento del movimiento fue parcialmente artificial. Después de que el gobierno bloqueó Internet, las protestas cesaron.

El hashtag #SOSCuba fue tendencia durante más de un día. Actualmente hay más de 120.000 fotos en Instagram usando el hashtag. Pero como Arnold August, el escritor de una serie de libros sobre Cuba y las relaciones cubano-estadounidenses, dijo a MintPress , gran parte de la atención que estaban recibiendo las protestas era el resultado de una actividad no auténtica:

El último intento de cambio de régimen también tiene sus raíces en España. Históricamente, el ex colonizador de Cuba juega su papel en todos los grandes intentos de cambio de régimen, no solo para Cuba, sino también, por ejemplo, en Venezuela. La operación de julio hizo un uso intensivo de robots, algoritmos y cuentas creadas recientemente para la ocasión».

Hashtag #soscuba

En cuestión de días, el hashtag #SOSCUBA generó más de 120.000 imágenes en Instagram.

August señaló que la primera cuenta que usó #SOSCuba en Twitter estaba ubicada en España. Esta cuenta publicó casi 1.300 tweets el 11 de julio. El hashtag también fue impulsado por cientos de cuentas que tuiteaban exactamente las mismas frases en español, repletas de los mismos pequeños errores tipográficos. Un mensaje común leído(traducido del español), “Cuba atraviesa la mayor crisis humanitaria desde el inicio de la pandemia. Cualquiera que publique el hashtag #SOSCuba nos ayudaría mucho. Todos los que vean esto deberían ayudar con el hashtag «. Otro texto, que decía: «Los cubanos no queremos el fin del embargo si eso significa que el régimen y la dictadura se mantienen, queremos que se vayan, no más comunismo», fue tan abusado que se convirtió en un meme en sí mismo, con los usuarios de las redes sociales. parodiarlo, publicar el texto junto con imágenes de manifestaciones junto a la Torre Eiffel, multitudes en Disneyland o imágenes de la toma de posesión de Trump. El periodista español Julián Macías Tovar también catalogó la sospechosa cantidad de cuentas nuevas usando el hashtag.

Gran parte de la operación fue tan burda que no podría haber dejado de ser descubierta, y muchas de las cuentas, incluido el primer usuario del hashtag #SOSCuba, ahora han sido suspendidas por comportamiento no auténtico. Sin embargo, Twitter mismo decidió colocar las protestas en la parte superior de su «Qué está pasando» durante más de 24 horas, lo que significa que se notificará a todos los usuarios, una decisión que amplificó aún más el movimiento de astroturfing.

El liderazgo de Twitter ha mostrado durante mucho tiempo una abierta hostilidad hacia el gobierno cubano. En 2019, tomó medidas coordinadas para suspender prácticamente todas las cuentas de los medios estatales cubanos, así como las pertenecientes al Partido Comunista. Esto fue parte de una tendencia más amplia de eliminar o prohibir cuentas favorables a los gobiernos que el Departamento de Estado de Estados Unidos considera enemigos, incluidos Venezuela, China y Rusia.

En 2010, USAID creó en secreto una aplicación de redes sociales cubana llamada Zunzuneo, a menudo descrita como el Twitter de Cuba. En su apogeo, tenía 40.000 usuarios cubanos, un número muy grande para ese momento en la famosa isla escasa de Internet. Ninguno de estos usuarios sabía que la aplicación había sido diseñada y comercializada en secreto por el gobierno de EE. UU. El punto era crear un gran servicio que poco a poco comenzaría a alimentar a los cubanos con la propaganda del cambio de régimen y los dirigiría a protestas y «turbas inteligentes» destinadas a desencadenar una revolución de estilo de color.

En un esfuerzo por ocultar su propiedad del proyecto, el gobierno de EE. UU. celebró una reunión secreta con el fundador de Twitter, Jack Dorsey, con el objetivo de que invirtiera en el proyecto. No está claro en qué medida Dorsey ayudó, si es que ayudó, ya que se negó a hablar sobre el asunto. Esta no es la única aplicación antigubernamental que Estados Unidos ha financiado en Cuba. Sin embargo, considerando tanto lo que sucedió esta semana como los lazos cada vez más estrechos entre Silicon Valley y el Estado de Seguridad Nacional, es posible que el gobierno de EE. UU. Considere innecesarias más aplicaciones de encubrimiento: Twitter ya actúa como un instrumento para el cambio de régimen.

Cuba en la mira perenne

A fines del siglo XIX, Estados Unidos había conquistado efectivamente toda su masa continental contigua; la frontera se declaró cerrada en 1890. Casi de inmediato, comenzó a buscar oportunidades para expandirse hacia el oeste en el Pacífico, a Hawai, Filipinas y Guam. También comenzó a mirar hacia el sur. En 1898, Estados Unidos intervino en la Guerra de Independencia de Cuba contra España, utilizando el misterioso hundimiento del USS Maine como pretexto para invadir y ocupar Cuba. Estados Unidos operó a Cuba como un estado cliente durante décadas, hasta que el régimen de Batista fue derrocado en la revolución de 1959 que llevó a Fidel Castro al poder.

Estados Unidos lanzó una fallida invasión de la isla en 1961, el evento de Bahía de Cochinos acercó a Castro a la Unión Soviética, sentando las bases para la Crisis de los Misiles en Cuba el año siguiente. Según los informes, Estados Unidos intentó matar a Castro cientos de veces, todo sin suerte. Sin embargo, llevó a cabo una amarga y prolongada guerra terrorista contra Cuba y su infraestructura, incluido el uso de armas biológicas contra la isla. Junto con esto vino una guerra económica de larga data, el bloqueo estadounidense de la isla durante 60 años que ahogó su desarrollo. Además de esto, ha intentado bombardear a la nación caribeña con propaganda anticomunista. TV Martí, una red de medios con sede en Florida, ha costado el contribuyente estadounidense más de 500 millones de dólares desde su creación en 1990, a pesar de que el gobierno cubano interrumpe con éxito la señal, lo que significa que prácticamente nadie mira su contenido.

Tras la disolución de la Unión Soviética en 1991, Cuba se quedó sin su principal socio comercial, al que había orientado su economía. Sin un comprador garantizado para su azúcar, y sin las importaciones de petróleo ruso subsidiadas, la economía colapsó. Al sentir sangre, Estados Unidos intensificó las sanciones. Sin embargo, Cuba atravesó la época sombría conocida colectivamente como el «Período Especial».

Después de una ola de gobiernos antiimperialistas de izquierda que llegaron al poder en América Latina en la década de 2000, la administración Obama se vio obligada a avanzar hacia la normalización de las relaciones diplomáticas con la isla. Sin embargo, una vez en el cargo, el presidente Donald Trump revirtió estas acciones, intensificando el bloqueo y deteniendo las remesas vitales de los cubanoamericanos a la isla. Trump asesor, John Bolton, etiquetado Cuba, Venezuela y Nicaragua una “troika de la tiranía” – una clara referencia a la de George Bush “eje del mal” del habla , lo que implica que estas tres naciones podrían esperar una acción militar contra ellos pronto. En sus últimos días, la administración Trump también declaró a Cuba patrocinador estatal del terrorismo.

Si bien Biden había insinuado que podría volver la política de Estados Unidos hacia Cuba a los días de Obama, hasta ahora ha hecho poco para alejarse de la línea de Trump, su respaldo inequívoco a las acciones de esta semana es el último ejemplo de esto.

A pesar de la monumental cobertura mediática mundial, el aliento y la legitimación de los líderes mundiales, incluido el propio presidente de los Estados Unidos, la acción reciente se apagó después de apenas 24 horas. En la mayoría de los casos, las contraprotestas diluyeron efectivamente las protestas, sin necesidad de desplegar fuerzas represivas.

El gobierno de Estados Unidos puede causar miseria económica al pueblo cubano, pero parece que no puede convencerlos de que derroquen a su gobierno. “Los acontecimientos actuales en Cuba constituyen en realidad el USS Maine de 2021”, dijo August. Si esto realmente fue un intento de revolución de color, como lo insinúa August, no fue muy exitoso, que ascendió a poco más que una bahía de tweets.

Aunque Cubadebate no coincide con todos los puntos de vista del autor, considera revelador e interesante este material que comparte con sus lectores.

(Fuente MintPressNews)

Tomado de: Cubadebate

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Tendremos que volver al futuro

Si queremos vencer tendremos que volver a Fidel; es decir, volver al futuro

Editorial de La Tizza

Suenan otra vez las campanas por “el fin” del socialismo en Cuba. Salivaron seguro algunas bocas desde los balcones del imperio —y más allá o acá del mar que separa esta isla del resto del mundo—, y también desde algunas alcantarillas. Los que siguen leyendo a Cuba como si el Caribe fuera el Báltico comparten jubilosos en sus redes imágenes de Berlín o de Praga, en aquellos días de hundimiento. No saben que la Revolución cubana no se puede “desmerengar”, porque nunca ha sido de merengue. No porque no haya sido dulce, sino porque ha tenido también sus tragos amargos, que hasta ahora hemos sabido convertir en fuerza.

Los que salieron a protestar contra el Estado y el socialismo en Cuba eran pueblo. Podemos asegurar incluso que muchos pertenecen a esa parte del pueblo que más ha sufrido los efectos de la crisis que la pandemia, el bloqueo, las nuevas sanciones norteamericanas y la gestión desesperada e insuficiente de lo que podemos conseguir, en medio de tanta escasez y problemas acumulados, han provocado. Son también esa parte del pueblo que ha sido más desfavorecida con el inevitable aumento de la desigualdad social con que el avance de reformas de mercado ha lacerado y segmentado nuestra sociedad. Nos atrevemos a asegurar, incluso, que estas desigualdades múltiples, a veces invisibilizadas, pero siempre sentidas y tan lesivas a la justicia social, han producido una desconexión. Una desconexión entre aquellos que gritaban “Patria y Vida” en las calles, y el proyecto revolucionario. Y esa desconexión, que siempre deja como saldo cierto sentimiento de abandono, de orfandad política y económica, tarde o temprano se ha convertido en rencor y hasta en odio.

Si soslayamos esta complejidad, si pensamos simplemente que son “delincuentes” o “marginales”, si nos resistimos a entender los procesos de marginación y si no reconocemos las deudas con los más humildes hacia lo interno de nuestra sociedad nunca vamos a entender qué ocurrió ese domingo.

Este sector más marginado del pueblo —al menos en La Habana— fue activado por la agenda política de la contrarrevolución. Esta supo catalizar su malestar y proyectar su deseo como deseo capitalista. No es de extrañar que los que protestaban por “hambre” saquearan de las tiendas no solo de comida, sino suntuosos artículos electrodomésticos, para satisfacer ansiedades largamente aplazadas de consumo, construir la vida que han aprendido a imaginar y desear sin ningún contrapeso efectivo de una cultura distinta emancipada.

Hubo espontaneidad y hubo efecto cascada y de contagio en los sucesos del 11 de julio, pero pensar que esta apareció “pura” es algo que solo verán aquellos para los que la verdad no importa.

Hubo espontaneidad, pero también hubo una operación política y de inteligencia, ejecutada por actores que sí comprenden perfectamente la agenda en juego.

¿Acaso a alguien le parece casual la repentina preocupación de varios influencers con respecto a Cuba? ¿Y la petición del alcalde de Miami? ¿La articulada campaña en las redes? ¿La simultaneidad de las acciones?

No obstante, hablar de golpe “blando” y guerra no convencional cómo únicas causas de esta revuelta reaccionaria es un error. Una perspectiva que se limite a ello colocaría al bloque de la Revolución en un (in)cómodo fatalismo: convierte estas tragedias en destinos inevitables. Además, puede inducir a creer que solo estamos en presencia de un problema de seguridad del Estado.

Si lo que ha ocurrido fuera solamente un problema de Estado —así con mayúsculas—, tendrían razón los que creen —o quieren hacer que otros crean— que el 11 de julio ocurrió un enfrentamiento entre el pueblo y el Estado.

Nada más falso.

El domingo no ocurrió un enfrentamiento entre el pueblo y el Estado como entelequias —aunque más de algún teórico gaste tinta en pretender demostrarlo—. El domingo ocurrió un enfrentamiento entre dos partes del pueblo, entre dos proyectos: una parte que ha sucumbido, que se ha rendido, a la agenda de los que siempre han pretendido precisamente rendirlos por hambre y necesidad, y que están dispuestos a renunciar a la soberanía y al socialismo porque entienden, o perciben, no solo que ya no tienen nada que perder sino que no les queda nada por ganar, y por otro lado, la parte del pueblo que no está dispuesta a renunciar ni al proyecto revolucionario que ha construido durante generaciones ni a la legalidad de la Constitución socialista por la que votaron democráticamente, ni de la sociedad emancipada que imaginan en su porvenir más allá del actual Estado heredero de la Revolución, y sus falencias. Los que crean que solo los militares, los dirigentes y los poseedores de MLC tienen razones para defender el socialismo, están muy equivocados. Millones de personas en Cuba hoy no están dispuestos a perder una sociedad de paz, un proyecto de justicia social, y una dignidad nacional que solo ha dado a este pueblo, a todos, una Revolución que no se agota en lo conquistado, sino que debe abrir nuevos caminos.

Algunos ideólogos de la restauración liberal proponen la conformación urgente de mesas de diálogo entre las fuerzas de la contrarrevolución y el bloque revolucionario —al que solo entienden como Estado—.

Quizás piensan esto como una oportunidad de hacerse de una rebanada del pastel en el contexto de una disputa abierta del espacio público. ¡Cómo se nota que sus balcones están muy lejos de las calles! En las calles reales, los manifestantes mostraron su falta total de voluntad de diálogo. Ahí se evidenció que su programa, que es exclusivamente la destrucción del socialismo, es irreconciliable con la profundización de toda la justicia social, y que embriagados por la euforia de disolución y destrucción eran incapaces de ver las sombras de una intervención en ciernes o su miseria probable en una Cuba totalmente devastada por el capitalismo. Esos manifestantes, a fin de cuentas, fueron agentes de un programa que no era suyo.

En los 2000, ante la desconexión y marginación producida por los años más duros de la crisis de los noventa, Fidel emprendió la Batalla de Ideas. En este proceso, luego desdeñado por algunos que no hablan más que de sus fallos y pierden por completo su sentido, miles de jóvenes que vivían en entornos marginados, como los que pueblan con sus rostros las fotos de este día 11, lograron estudiar o reinsertarse laboralmente.

Fue entonces que la universidad llegó a todas partes de veras, y no quedó reservada para el grupo selecto de los que aprueban unos exámenes y reciben un “permiso para estudiar”. Instructores de arte, trabajadores sociales y maestros se lanzaron a recobrar y reconstruir una cultura distinta, general, para todos: tareas con las que Fidel elevó la autoestima de los jóvenes, especialmente de los más desfavorecidos, y logró reconectarlos con el proyecto revolucionario.

Fidel regeneraba entonces parte del tejido social de esta Revolución que ha buscado ser de los humildes, por los humildes y para los humildes. Sin Batalla de Ideas, quizás, lo que vivimos el domingo hubiera ocurrido una década antes. En horas como estas, muchos revolucionarios hemos pensado en Fidel, y no solo por aquel episodio ya antológico de agosto de 1994, aunque también por ese. Hemos pensado en Fidel porque nadie como él sabía convertir los reveses, las múltiples derrotas, en nuevos caminos, en victorias. Si los revolucionarios cubanos, si los comunistas cubanos queremos vencer, no podemos dejar nuestras miradas fijas en lo que ha sido, o recorrer los viejos caminos.

Si queremos vencer tendremos que volver a Fidel; es decir, volver al futuro.

Tomado de: La Tizza

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Pilar Bardem, la actriz que se avergonzó del Gobierno y del jefe del Estado por abandonar al pueblo saharaui

Pilar Bardem junto a dos de sus hijos, Javier y Carlos. Foto El Periódico

Por Alfonso Lafarga

“Quiero ver la libertad del pueblo saharaui”, declaró la actriz Pilar Bardem frente a la embajada de Marruecos, en Madrid, en una concentración contra la represión en el Sáhara Occidental por parte de la policía, el ejército y fuerzas paramilitares marroquíes.

Fue en la tarde del 20 de junio de 2019, el último acto público por el pueblo saharaui en el que participó la actriz, que desde 2013 padecía una enfermedad pulmonar a consecuencia de la que falleció el 17 de julio, a los 82 años.

Aquel día frente a la embajada marroquí, acompañada de su hijo Javier, declaró que llevaba cerca de 50 años apoyando al Sáhara Occidental, y que a sus 80 años veía tristemente que se iba a peor: “Yo me moriré, pero quiero ver la libertad del pueblo saharaui, dueños de su tierra, que no les roben los recursos”, afirmó, y finalizó con un “viva el pueblo saharaui”.

La lucha por la causa saharaui de la actriz, ganadora de un Goya y que defendió el “No a la Guerra” en Irak, los derechos de los refugiados y apoyó a las mujeres maltratadas, entre otras causas, la llevó a intervenir en numerosos actos, como la manifestación pro saharaui que cada mes de noviembre se celebra en Madrid y en la que coincidía con sus hijos.

En la de 2005 Pilar Bardem, con el actor Juan Diego Botto, leyó un comunicado en el que se consideró a los gobiernos españoles “histórica y políticamente responsables” de la situación en el Sáhara Occidental, y en la de 2010 coincidió con los miembros del PP Esteban González Pons y Nacho Uriarte (PP), a los que no se vio en años posteriores.

Una intervención dura de la actriz fue en abril de 2015, en la presentación en Madrid de la XII edición del Festival Internacional de Cine del Sáhara (FiSahara), que se celebra en los campamentos de refugiados saharauis de Tinduf (Argelia).

Pilar Bardem dijo que sentía “vergüenza” de su país, “del Gobierno español y del jefe de Estado” por desentenderse del “genocidio” en el Sáhara Occidental, y les exigió que se implicasen “en la lucha del pueblo saharaui”.

Afirmo que 40 años después de la retirada del ejército español y de la ocupación marroquí no había autodeterminación ni libertad y que el Gobierno español se preocupaba “por cosas lejanas mientras nuestros vecinos y hermanos están olvidados, “sufriendo los terribles efectos de la ocupación marroquí, el exilio y la separación por un muro ilegal y minado”.

Ya dos años antes, con motivo de la X edición de FiSahara, reprochó al Gobierno español y al Jefe del Estado (Juan Carlos I) que no mencionaran a los saharauis en sus visitas a Marruecos.

Javier y Carlos Bardem en línea con su madre

Pilar Bardem, cuyo nombre lleva un auditorio en la localidad madrileña de Rivas y tuvo una calle de Sevilla, donde nació, hasta que la quitó el PP, transmitió la defensa de la causa saharaui a sus hijos Javier y Carlos. Los dos viajaron en mayo de 2008 a los campamentos de refugiados en la quinta edición de FISahara, en la que coincidieron, entre otros, con los actores Carmelo Gómez, Guillermo Toledo, Rosa María Sardá y Fran Perea, el director de cine Fernando Colomo y el cantautor Manu Chao.

Además, Javier Bardem expuso ante la ONU el proceso histórico de los campos de refugiados y grabó, junto a Álvaro Longoria, el documental “Hijos de las nubes, la última colonia”, en el que se examina la situación del Sáhara Occidental y la responsabilidad de las potencias occidentales.

En noviembre de 2008 Carlos Bardem y Willy Toledo desplegaron una pancarta con el lema “Free Western Sahara” (Libertad Sáhara Occidental) en el escenario del Festival de Cine de Tánger, pancarta que les fue arrebatada por la policía secreta marroquí.

“Los hijos deben haber heredado en los genes este amor” por el pueblo saharaui”, dijo en una ocasión Pilar Bardem sobre Carlos y Javier, y este contó a una periodista cuando estaba ante la embajada marroquí que creció viendo cómo su madre se manifestaba por los derechos de las mujeres saharauis: “es algo que he mamado desde el principio”, afirmó.

“Aunque te despides de nosotros sin ver completado tu sueño de un Sáhara Occidental libre, ten claro que el pueblo saharaui seguirá firme en el mismo camino en el que lo conociste y ayudaste: el camino hacia la libertad y la justicia”, ha dicho el delegado del Frente Polisario en España, Abdulah Arabi, sobre Pilar Bardem, “eterna amiga del pueblo saharaui”, que la tendrá siempre en su memoria y en sus corazones.

Desde la Coordinadora estatal de Asociaciones Solidarias con el Sahara (CEAS- Sáhara), Pepe Taboada, su máximo responsable durante muchos años y actual presidente de Honor, ha llamado a Pilar Bardem “nuestra hermana, nuestra madre, nuestra compañera”, y ha dicho que “desde el principio, más de 45 años ya, no dejó de luchar ni un solo día a favor de la justicia y de los derechos del pueblo saharaui”, y animó a participar a su familia y a la gran familia del cine, “algo que este pueblo, que vive y resiste en un desierto inhóspito, nunca olvidará”.

“Pilar, no tengas duda de que llegará el día en que se hará justicia por este pueblo que tú has querido tanto, que tan solo pide lo que le pertenece: su tierra y su libertad”, aseveró Taboada.

Tomado de: Contramutis

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