El monstruo debajo de tu piel (+Video)

Por Rafael Grillo

“Todos los niños ven monstruos”, dice el médico consultado. “Pero no así”, replica la madre de Samuel, y agrega: “Y se pone peor. Se ha vuelto agresivo”. Tras esta escena expuesta como spoiler, de seguro los espectadores recordarán a Regan (El exorcista, 1973) y Damien (La profecía, 1976), pasarán por Los niños del maíz (1984) y El buen hijo (1993) hasta caer en el abultado catálogo de chicos creepy del cine de terror del nuevo siglo (The Ring, 2002; Hereditary, 2004; Hyde and Seek, 2005; El orfanato, 2009; El niño, 2015; Brightburn, 2019). Hasta concluir que, si bien no se han contagiado todavía de “pedofobia”, al menos ya están aburridos de las películas de este corte. Y no quedará más remedio que citar a Jorge Pinarello, el youtuber del canal Te lo Resume Así Nomás, y disuadirlos con su fórmula: “Pero… pero… pero…”.

Cabe apuntar, en primer lugar, que William Friedkin confesó: “Babadook es la película más aterradora que he visto jamás”. Comentario proveniente del mismísimo director de El exorcista, y dado que meter miedo es lo mínimo que puede exigírsele a ese género, no hay elogio mayor que pueda imaginarse para esta cinta de 2014. Encima, el debut de Jennifer Kent en la realización impresionó a los expertos de su país, que le otorgaron los premios de cine australiano como mejor película, guion y dirección. La película cosechó el premio del jurado y el de mejor actriz (Essie Davis) en el Festival de Cine Fantástico de Sitges, y el de mejor ópera prima para el Círculo de Críticos de Nueva York, entre otros lauros.

Para más datos ilusionantes, la australiana venía de recibir entrenamiento con el macabro Lars Von Triers en Dogville; y como hecho reciente, hizo al público de Sídney salir espantado del cine cuando el estreno de The Nightingale. A pesar de ello, esa segunda obra suya se alzó con el premio especial del jurado en el Festival de Cine de Venecia de 2018.

Aunque la desmesurada Australia, isla-continente de relieves extremos y fauna exótica, haya montado su filmografía de terror en base a asesinos de mochileros (Wolf Creek, 2005), cocodrilos homicidas (Black Water (2007) y peripecias de survival horror (Aviso de tormenta, 2007; Dying Breed, 2008), ya se evidencia un cambio en la intimista Relic (2020), que explora la relación entre una anciana y su hija.

Pero antes que esta, apareció Babadook, centrada, más allá de lo sobrenatural, en los conflictos de la enfermera Amelia con su hijo de seis años (Noah Wiseman) tras la pérdida del padre y la asunción de la crianza en solitario. Detrás de la fachada de un argumento convencional: el monstruo de un cuento infantil que rompe las puertas de la ficción para habitar la realidad del dúo protagónico e imponer un ambiente de miedo y recelos mutuos dentro del vínculo filial, subyace una compleja urdimbre de traumas psíquicos que haría las delicias de la interpretación psicoanalítica.

De un lado, la mujer abrumada por las obligaciones, la soledad y la añoranza del sexo, en cuyo inconsciente anida un rechazo al niño, pues el accidente que mató al marido ocurrió cuando la trasladaba al hospital para el parto, y que se muestra receptiva a los galanteos de un compañero de trabajo. Del otro, un crío cuyas inseguridades y temores propios de la edad se refuerzan por el padre ausente, el impulso de inculparse por la muerte de este y el deseo de sustituirlo y colmar el afecto de la madre, que se expresan en una conducta bizarra y el interés superlativo por el mundo de la magia.

En el centro, de uñas afiladas, sombrero de copa y capa negra, Babadook, que aparentemente es conjurado en principio por Samuel; y, luego de que Amelia quema el libro en el patio, pero este reaparece íntegro a la entrada de la casa y ella lo recoge, parece apoderarse entonces de las obsesiones de la mujer. Hasta que, al final, tengan que luchar, entre ellos y contra la figura siniestra, para devolver la paz al hogar.

Por fuera de la trama deslumbra la creatividad de Kent para prescindir de la costosa parafernalia visual del momento y los efectos generados por computadora, para apoyarse en trucos de la vieja escuela y enfocarse en la iluminación, los manejos de cámara, el aporte dramatúrgico del sonido y la puesta en escena, y la conducción de los actores. Todo un homenaje al cine artesanal, que se hace aún más explícito en las secuencias de Amelia frente al televisor, viendo películas fantásticas de la era del blanco y negro.

Si esto fuera poco, hay que agradecerle a la australiana que el libro de Babadook mostrado en el largometraje, con las ilustraciones —tétricas pero geniales— de Alexander Juhasz, haya tomado después vida propia y se le hiciera una edición como objeto de arte. Mientras que, por el contrario, ella se negara a permitir la realización de secuelas para que, así, su película sobreviva como la obra irrepetible que es.

Tomado de: Cubacine

Tráiler del filme Babadook (Australia, 2014) de Jennifer Kent

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