No voy a entrar ahora en una valoración social y artística de ese fenómeno musical que desde finales del siglo XIX se dio en llamar el cuplé.
Habrá quien me tache de antiguo, anacrónico, pasado de moda y retrógrado, pero escuchando las monsergas que disparan los programas de las radios españolas (y no digamos la TV), reclamo urgentemente que salgan de las cuevas y antros de la península hetairas sicalípticas, mancebos volterianos, para iniciar un movimiento que pudiera retratar, con la gracia y el desparpajo de aquellas heroínas de comienzos de siglo XX, esta siniestra etapa de la España monárquico-franquista, en la que los millonarios son cada día más ricos y los pobres más numerosos e hipotecados hasta límites impensables hace solo cinco años.
El cuplé no sólo ayudaba a arrancar una sonrisa en los duros tiempos de las nefastas monarquías borbónicas de Alfonso XII y Alfonso XIII, sino que estableció un punto y aparte en la crítica social y política de la época.
LA CHELITO, LA ARGENTINITA, JULIA PONS… HEROÍNAS DE UNA ÉPOCA
El cuplé significó algo así como la canción social de los años sesenta, pero con la ventaja para el llamado injustamente “género ínfimo”, de estar entregado bajo un vestido atractivo y pícaro, sensual y provocador, del que carecían el 99% de los llamados cantautores.
A guisa de ejemplo, cito versos de algunos de estas obras, cuya interpretación, estoy seguro, llevaría hoy ante los tribunales a sus intérpretes, en aplicación de la ley antiterrorista, que tanto le agrada aventar a su señoría Grande Marlaska, como a Garzón o del Olmo.
Por eso, recomiendo a esos jueces escuchen atentamente y disfruten, si es que saben, con estas impagables obras que hace casi 100 años se cantaban en las txoznas y herriko tabernas de buena parte de la geografía española.
Leamos estos versos:
Yo quiero ver cien nobles
colgados de un farol,
racimo que en un día
vendimie la nación.*(1)
No hace falta mucha imaginación para colegir que, de cantarse hoy este tema, el solista o grupo responsable estaría ya en la Audiencia Nacional acusado de “apología del terrorismo”. Ahí es nada pedir públicamente, nada menos, que el ahorcamiento de cien nobles (innobles, por supuesto) o banqueros y estafadores, ministros y consejeros corruptos.
O recordemos este fragmento de “La Gran Vía”:
Van a la calle de Peligros
los que oprimen al país
y a la del Sordo va el Gobierno
que no quiere oír.
Me pregunto: ¿A quién aplicar hoy estos versos del cuplé titulado “El Mozo crúo”?:
Cuando Dios creó el cangrejo
dijo: “Por lo estrafalario,
tú serás siempre la pauta
del partido reaccionario”.
En cuplés y zarzuelas no se olvidan las reivindicaciones laborales. De “El Bateo”, surge un coro de organilleros que canta:
Que declaramos la huelga
por necesidad.
Nuestros amos nos explotan
y nos tiranizan tan sin compasión,
que por eso desde el gremio exigimos
más retribución *(2)
Menos mal que los sindicalistas Toxo y Méndez no estaban allí presentes, porque habrían aplicado al colectivo del manubrio un castigo desorbitado, algo así como lo que se hizo con los trabajadores de Iberia en el aeropuerto del Prat.
Incluso hoy sería demasiado atrevido interpretar lo que Salud Ruiz dejó para la posteridad a comienzos de 1920:
Yo me paso la vida en el Majestic,
en Regina, en el Palace o en el Rom,
y me bebo catorce o quince whiskies,
cuatro cocktails, diez sodas y un Pernot.
¡A la comisaría con ella, que es peor que los líderes de la litrona¡, exclamaría Don Baltasar en un ataque de abstemia.
GLORIA A LOLA MONTES, CANTANDO “EL PEQUEÑO BOLCHEVIQUE”
Y como colofón de este ramillete de cuplés protesta, que hoy no tienen parangón, traigo los versos de la obra “El pequeño bolchevique”, creación de Lola Montes en 1919:
A mí no hay nadie en casa
que me resista,
porque soy una nueva
bolcheviquista.
Si algún novio me sale,
me dura poco,
pues con las cosas mías
le vuelvo loco.
Y si conquistarme quiere
alguno, al fin,
tiene que decirme:
¡Viva Lenin¡
Pero ya es inútil pensar en que algo así se pudiera repetir, porque el ambiente no es precisamente tan inteligente, libre y democrático. Hoy, las cosas bien pudiera ser de otra manera.
El 26 de Mayo de 1891, la sicalíptica Luisa Campo provocó un auténtico revuelo, al salir al escenario montada en un burro (que se empalmó inopinadamente) y enseñando los tobillos.
De haber estado allí cualquiera de los jueces estrella de la Audiencia Nacional, la osada cantante hubiera dado con sus huesos y el animal en una celda de castigo, acusados de escándalo público y maquinación para el hundimiento de la moralidad pública.
Soldado de España,
sin tu querer ya no vivo.
Yo quiero ser muy cristiana
y que me lleves contigo.
Aunque el Borbón, prefiera, sin duda, este otro:
Pues los revolucionarios
son bastante sanguinarios,
y hay feroces bolcheviques,
creación de Lucifer,
que disfrutan atacando
el candor de una mujer
Me alegro muchísimo de tener a mano casi todos estos discos, como prueba evidente de que en España, sobre todo durante la I y II Repúblicas, hubo mucha más libertad que en el siglo XXI.
(1) Del cuplé titulado “La Marsellesa”, original de Miguel Ramos Carrión, autor del libreto de la famosa zarzuela ·”Agua, azucarillos y aguardiente”
(2) Zarzuela original de F.Chueca, A.Paso y A.Domínguez, en 1901
Tomado del blog: www.tenacarlos.wordpress.com
*Periodista. Comunicador. Responsable de numerosos programas de radio y televisión relacionados con la música. Es sin duda alguna uno de los periodistas musicales españoles más influyentes de las cuatro últimas décadas en España.