Pocos libros de poesía alcanzan el nivel de perfección, que ha conseguido Charo Guerra con su Luna de los pobres, Premio Milanés 2010, y publicado por Ediciones Matanzas.
Quizás esta armónica conjunción entre forma y contenido se deba a que Guerra asume el oficio de poeta, desde los rigores del lenguaje y desde las exigencias de su intelecto y sus emociones. De esta fusión emerge un libro singular, marcado por la originalidad de una voz y la universalidad de sus temas, de tal manera que resulta difícil identificar a su autora con un entorno nacional.
Sintética, precisa y con una riqueza verbal digna de encomio, la escritora nos ofrece en este cuaderno una cosmovisión de la contemporaneidad que juega con la metafísica, pero que se adhiere a eso «que llamamos realidad», a través de recursos tanto formales como conceptuales, y mediante la creación de arquetipos que nos remiten a un universo común e intemporal.
En la infinita sucesión —nos dice— estaban escritos nuestros nombres, junto a los nombres de la historia. Y es ese convencimiento el que le permite apresar al ser humano, desposeído e indefenso, en unos versos que conmueven sin sensiblería ni manipulaciones sentimentales.
«Poderosas, hirientes e inexactas», las palabras a quienes intenta definir en el excelente texto titulado «Pensando en las palabras», son manejadas, como seres vivos que utiliza para conectarnos con una metarrealidad reconocible y palpable, desde la experiencia, «como un familiar que muere» se convierten en algo vivo «después del acto de morir».
Pese a unas cuantas deudas con Jorge Luis Borges, Charo Guerra es portadora de otra estética. Más dispersa, fragmentada para conseguir una verdadera unidad que escapa al pensamiento lógico, en tanto lo recupera mediante una complicada elaboración intelectual.
Cabe destacar también, la peculiaridad con la que su condición de mujer interpreta las diferencias de género, de una manera implícita y sin afanes exhibicionistas. Como ejemplo, podríamos citar esas piezas memorables que son «Campo visual de la doméstica» y «Acerca de la tocadora de flauta».
La primera, de reminiscencias sensoriales, se complementa con la segunda, donde lo filosófico argumenta los orígenes de una discriminación desmentida a través de todo el volumen, donde lo racional (actitud tradicionalmente atribuida a los hombres) sufre una suerte de empoderamiento, en una voz marcadamente andrógina en su expresión.
Sorprende la organicidad con que la autora estructura un cuaderno sin altibajos, redondo, resuelto mediante el equilibrio de un casi virtuosismo, que nos permite colocar a Charo Guerra entre las mejores poetas de las últimas generaciones, en un momento en que ha llegado a la plena realización.
Si el lector cree que exagero, le recomiendo la lectura de Luna de los pobres. Pocas veces la poesía que se publica en Cuba alcanza tales niveles de calidad y comunicación —a pesar de las dificultades que encontraremos en este texto—, si la entendemos como un proceso simplificador, en el que asumimos la pasividad de una fácil recepción.
Merecidísimo el premio que se concedió en esta ocasión. Ojalá todos los reconocimientos estuvieran tan bien respaldados. Y gracias a Ediciones Matanzas, que nos permite el placer de disfrutar esta «luna de los corroídos suburbios», donde no hay lugar para los ripios ni para el narcisismo. Donde la poesía es la diosa que preside los inteligentes juegos de una poeta en la más amplia acepción que esta palabra tiene entre nosotros.
Tomado de: www.cubaliteraria.com
*Poeta, narradora, crítica literaria y editora cubana. Licenciada en Historia. Nació en La Habana, Cuba en 1955. Ha obtenido varios premios literarios nacionales e internacionales por su obra.
A los 12 años de edad comenzó a escribir poemas, empezó sus estudios en la facultad de Historia de la Universidad de La Habana, y continuó su vida profesional como periodista colaborando con la agencia Prensa Latina y en la revista Revolución y Cultura.
A los 24 años de edad obtuvo el Premio David de poesía por su segunda colección de poemas titulada La aguja en el pajar (1979) y Hallar el modo (1989).
En Alguien está escribiendo su ternura (1978) rinde homenaje a sus predecesoras que sufrieron las consecuencias de ser mujeres y escribir: Sor Juana Inés de la Cruz, Gertrudis Gómez de Avellaneda, Gabriela Mistral, Alfonsina Storni, donde realza la figura de la mujer como el sujeto esencial de su poesía.
En 1993 logra su entrada en la arena literaria y esta vez gracias a su obra narrativa por la cual obtuvo diversas distinciones en México y Perú, llegando a la cima de todas ellas con el prestigioso Premio Casa de las Américas con su libro de cuentos Alguien tiene que llorar (1995). Obtuvo su Segundo Premio Casa por su novela Fiebre invernal en el 2005.
Bobes asistió a la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) como presidenta por un breve espacio de tiempo donde compiló y editó con Mirta Yáñez la antología de cuentos femeninos Estatuas de sal (1996).
Obras
Novela Fiebre de invierno que obtuvo el premio Casa de las Américas en el 2005, La aguja en un pajar (Poesía, 1979), Hallar el Modo (Poesía, 1989), Alguien tiene que llorar (Cuento, 1996), Revi(c)itaciones y homenajes (Poesía, 1998), Alguien tiene que llorar otra vez (Cuento, 1999), Impresiones y Comentarios (2003), Mujer Perjura (Novela), Fiebre de invierno (Novela, 2005), Compiló y editó, junto a Mirta Yáñez, la antología de cuentos femeninos Estatuas de sal (1996).
Síntesis biográfica tomada de: www.ecured.cu