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Aproximaciones a la construcción del terrorismo “islámico”: su presencia en África

Iswap, rama de Dáesh en el África occidental. Foto: El Orden Mundial

Por Yoslán Silverio González @yoslansilverio

En las últimas décadas se ha producido un aumento de los hechos relacionados con las acciones de grupos terroristas de las más variadas características. Han sido precisamente aquellas organizaciones con un programa ideológico basado en una interpretación muy estrecha y radical del islam las que más han acaparado la atención de la comunidad internacional. Esto se debe a que sigue predominando un enfoque que relaciona al terrorismo con el islam, el cual resulta funcional a los poderes hegemónicos, puesto que, de esta manera, logran legitimar y hacer avanzar sus intereses geoestratégicos en regiones tan importantes como las del Medio Oriente y el África Subsahariana.

En particular, la zona medio-oriental ha sido la que más ha experimentado la mediatización, manipulación e instrumentalización por parte de las potencias occidentales, del terrorismo con fines políticos. En esta reconfiguración del escenario político, los grupos terroristas son utilizados de las más diversas maneras, incluso apoyando a unos contra otros. Por lo tanto, se han convertido en un tema de amplia polémica y discusión en los foros internacionales y en un factor de mediación en las relaciones entre los Estados.

Uno de los fenómenos que ha causado mayores índices de inseguridad y de inestabilidad en la región de África del Norte y el Medio Oriente ha sido la emergencia de las concepciones fundamentalistas islámicas. En su auge estuvieron implicados varios factores entre los que se encontraron la ofensiva político-militar de occidente sobre la región, el fortalecimiento de Israel como aliado de Estados Unidos y las sucesivas derrotas árabes frente a los sionistas, el agotamiento de los proyectos nacionalistas árabes y la crisis económica como resultado de la aplicación de los programas de ajustes estructurales en casi todos estos países.

La falta de respuesta ante la agudización de los problemas económicos y sociales, traducidos en la incapacidad de los gobiernos seculares en brindar una solución, provocó el auge de las posturas más conservadoras dentro del islam, que planteaban la necesidad de “rescatar” los “auténticos” valores islámicos, iniciándose un proceso de reislamización que trascendió a las sociedades árabes. Un momento crucial fue el triunfo de la Revolución Islámica de Irán, en 1979, que a pesar de haberse producido fuera del mundo árabe y sunita, impactó profundamente sobre el resto de la región. Otro centro importante de emanación de estas ideas fue Arabia Saudita, cuyo poder económico derivado del petróleo le permitió impulsar y financiar – con los llamados petrodólares – su modelo conservador del wahabismo, que también penetró en países del África Subsahariana.

La dispersión de dichas concepciones no fue homogénea. Comenzaron a surgir diferentes tendencias políticas: unas más moderadas que planteaban llegar al poder mediante los procesos eleccionarios para luego iniciar reformas religiosas dentro de las sociedades y otras más radicales que demandaban la eliminación de los gobiernos seculares. En la medida en que no les permitió participar en el juego electoral de la democracia multipartidista en boga por esos años, las tendencias más conservadoras se fueron radicalizando, aumentado sus niveles de violencia.

La presencia militar de los soviéticos en Afganistán, a partir de 1979, significó una etapa de ruptura, porque este fue el contexto en el cual los Estados Unidos y su Agencia Central de Inteligencia (CIA) comenzaron a instrumentalizar a los llamados muyahidines que representarían las tendencias más radicales dentro del islam. Este grupo armado sería posteriormente la base del régimen talibán y el núcleo formador de Al Qaeda bajo la égida de Osama Bin Laden. Luego de concluido el capítulo afgano, muchos de estos “yihadistas” regresaron a sus lugares de origen, como por ejemplo a Argelia, y trataron de impulsar su “lucha” armada que comenzó a tomar matices terroristas por los métodos violentos que aplicaban contra las poblaciones, consideradas éstas como takfir o infieles.

De esta manera, se fueron fortaleciendo por toda la región diferentes concepciones dentro de las corrientes islámicas más radicales, que por sus altos niveles de violencia indiscriminada contra la población civil musulmana se comenzaron a catalogar como terroristas. Estos grupos se fueron transformando y escindiéndose con la aparición de nuevos líderes. Así comenzó a percibirse desde occidente la “amenaza islámica” y a construirse el concepto de “terrorismo islámico”. Este término fue creado de forma intencional y empezó a ser manipulado por las potencias occidentales para desestabilizar gobiernos no proclives o no subordinados a las políticas e intereses de Washington, sus aliados europeos y regionales. Este fenómeno del “terrorismo de base islámica radical” va más allá del concepto musulmán de la yihad islámica – auténtico método de lucha interna y de concientización religiosa para enfrentarse al agresor externo como por ejemplo la yihad palestina. También ese tipo de terrorismo “islámico” en la práctica no representan el islam, simplemente lo viola de manera constante.

Fue así que, a raíz de los atentados contra las Torres Gemelas y el Pentágono, los Estados Unidos y sus aliados justificarían las guerras impuestas primero a Afganistán (2001) y luego contra Iraq (en 2003, donde utilizaron como pretexto la supuesta existencia de las armas químicas) o la intervención en otros países para la consecución de sus intereses geoestratégicos en una subregión suministradora por excelencia de hidrocarburos y ubicada geográficamente en una de las principales rutas comerciales marítimas. Esto además estaba relacionado con el propósito de frenar la expansión China en el mundo, así como continuar presionando sobre las tradicionales áreas de influencia de Rusia en el Medio Oriente.

En el caso de los países subsaharianos estos grupos terroristas son percibidos como una amenaza externa, exportados hacia sus regiones, por promulgar concepciones religiosas que no tienen nada que ver con las prácticas musulmanas sincréticas y moderadas que profesan los diferentes pueblos africanos islámicos. Contrario a lo que se quiere presentar, el terrorismo no es un método utilizado únicamente por estos “musulmanes radicales”, ni el islam es una religión proclive a la violencia indiscriminada. Por lo tanto, se debe tener en cuenta que islamismo no es igual a terrorismo como divulga la propaganda occidental. Todos los terroristas nos son islamistas y todos los islamistas (1) no son tampoco terroristas.

Debido a la fuerte manipulación a la que están sometidos, todo movimiento político-militar que surja en la región, es clasificado casi de manera automática, como terrorista. En este sentido, se trata de deslegitimar a organizaciones con un carácter nacionalista o islamista conservador que no respondan a los intereses de potencias extrarregionales o regionales y que a veces se presentan como organizaciones contestatarias a los gobiernos locales.

Cruzadas mediáticas, inclusiones en listas acusatorias y acciones bélicas dirigidas a perseguir bajo el señalamiento de “terroristas” se utilizan sistemáticamente contra varias organizaciones islámicas enemigas de EE.UU, entre las que se destacan, Hezbollá (2), Hamas (3), Al Fatah (4) y la Hermandad Musulmana (5), caracterizadas por sus luchas populares y sociales de enfrentamiento al terrorismo de Estado aplicado por el régimen sionista de Israel contra los palestinos. Por estas razones, es necesario dejar establecido que los grupos Al Fatah, Hamas, Hermandad Musulmana y Hezbollah, no son organizaciones terroristas teniendo en cuenta sus características, programas y evolución histórica.

El profesor Dr. Reinaldo Sánchez Porro plantea que “en las luchas políticas antirepresivas hay una diferencia entre los actos y las operaciones subversivas contra la estructura toda de un poder y el recurso a la violencia indiscriminada. Es condenable todo acto criminal que ponga en peligro o lleve a la muerte a personas inocentes ajenas al conflicto en cuestión, como modo conscientemente admitido de presión sobre las autoridades gubernamentales (…) esto es terrorismo y no admite justificación de ningún tipo”(6) . Estas palabras ofrecen claridad en la diferenciación entre lo que es terrorismo y lo que es lucha contra la dominación.

Sin embargo, a nivel de la comunidad internacional no existe tal claridad, debido al prisma con el cual se analice el fenómeno. De esta situación se deriva la complejidad de establecer una definición sobre terrorismo, por la falta de consenso y dependiendo de quién sea el que lo esté valorando. Dicha problemática también ha servido para aumentar el grado de conflictividad en las relaciones internacionales y al mismo tiempo la militarización de las mismas, debido al incremento de los presupuestos militares para “enfrentar” las acciones de grupos hostiles a los intereses de los países capitalistas desarrollados y sus aliados regionales.

Por estas razones, se han adoptado diferentes iniciativas institucionales en el marco de la ONU. Una de ellas fue la creación del Comité contra el Terrorismo, basándose en lo dispuesto en las resoluciones 1373 (2001) y 1624 (2005) del Consejo de Seguridad. Su objetivo era fortalecer las capacidades de los Estados miembros para combatir las actividades terroristas dentro de sus fronteras y en todas las regiones. El Comité contra el Terrorismo y su Dirección Ejecutiva tenían la responsabilidad de vigilar la aplicación de dichas resoluciones del Consejo de Seguridad (7). Posteriormente, el Secretario General de la ONU estableció, en 2005, el Equipo Especial para la Lucha contra el Terrorismo y, el 8 de septiembre de 2006, la Asamblea General aprobó la Estrategia Mundial contra el Terrorismo. Se trataba de la primera vez en que los Estados acordaban un marco global para enfrentar este flagelo.

Bajo los auspicios de las Naciones Unidas y de otras organizaciones intergubernamentales se han elaborado y aprobado 16 instrumentos jurídicos universales, a saber, 11 convenios, 4 protocolos y una enmienda. La mayoría de estos instrumentos (8) están en vigor y constituyen el marco jurídico para la adopción de medidas multilaterales antiterroristas, así como la tipificación como delito de actos de terrorismo específicos, entre los que figuran el desvío de aviones, la toma de rehenes, los atentados cometidos con bombas y su financiación (9).

En este contexto, las potencias occidentales comenzaron a catalogar a determinados países como “patrocinadores” del terrorismo para justificar acciones de presión internacional e intervenir en los asuntos internos de aquellos gobiernos que no tuviesen la capacidad de hacer frente a dichos grupos y lograr así determinados objetivos, como los cambios de gobierno, por ejemplo, en Iraq, Afganistán y Libia. De igual forma, elaboraron listas de organizaciones clasificadas por ellos como terroristas, dando origen a un fuerte debate entre académicos y políticos en torno a cómo definir qué es terrorismo.

Para la profesora cubana Elsie Plain Rad Cliff el terrorismo es la aplicación de la violencia indiscriminada que puede extenderse a la totalidad de la población y toma en la mayoría de los casos a los civiles como blanco de sus ataques. Sus acciones son imprevisibles debido a la sorpresa con que siempre actúan, lo que contribuye a infundir el terror; produce un sufrimiento innecesario al golpear las áreas más vulnerables de la sociedad; emplea rehenes y escudos humanos para lograr lo que se proponen. Entre los métodos más utilizados están el empleo de la violencia física indiscriminada contra civiles, mediante la tortura, el secuestro, la ejecución extrajudicial o la desaparición. En el orden táctico pueden adoptar un esquema basado en la realización de atentados con explosivos u otros medios incendiarios para la destrucción de bienes privados y públicos. Un terrorista es un individuo que actúa contra civiles usando métodos ilegales para conseguir un fin político (10). Todo lo anterior ha complicado evidentemente el cumplimiento de las 19 convenciones contra el terrorismo y las resoluciones del Consejo de Seguridad, con la excepción de las resoluciones 1269 (1999) y 1566 (2004) donde se indica que, sea cual sea su motivación, ningún acto de terrorismo es justificable.

Por su parte, la Unión Africana y sus organismos subregionales no se quedaron rezagados, más bien, fueron pioneros en la implementación de los mecanismos legales para el combate al terrorismo. A un año de los atentados a las embajadas de EE.UU en Nairobi (Kenya) y Dar el Salaam (Tanzania) en África Oriental, en 1998, la entonces Organización para la Unidad Africana (OUA), había adoptado, en su 35 Cumbre, celebrada en Argel, en julio de 1999, la Convención sobre la Prevención y el Combate al Terrorismo. Este documento fue un hito, por ser el primer instrumento legislativo confeccionado para su enfrentamiento.

Los siguientes pasos que evidenciaban el compromiso africano en la lucha contra el terrorismo se expresaron en la Cumbre de Dakar (Senegal) en octubre de 2001, en la cual se adoptó la Declaración de Dakar contra el terrorismo. En 2002, la recién creada UA había adoptado el Plan de Acción sobre la Prevención y Combate contra el Terrorismo, en una Cumbre Intergubernamental de alto nivel desarrollada en Argelia en septiembre de ese año. A la Convención de 1999, le siguió el Protocolo de la OUA para la prevención y el combate al terrorismo, adoptada en 2004 (11). Todos constituyen el marco legal en el cual actúan los diferentes mecanismos de seguridad en el continente, entre ellos el Consejo de Paz y Seguridad de la propia UA.

Con la implementación del Consejo de Paz y Seguridad de la UA (12), como órgano rector de los temas sobre los conflictos, se fortaleció el aparato institucional en la lucha contra el terrorismo. Un paso importante fue la creación del African Centre for the Study and Research on Terrorism (ACSRT) (13) cuya oficina central está en Argel. Este centro es una consulta obligada para el tema en el caso africano. También entre los centros de investigación africanos que da seguimiento a los temas relacionados con el terrorismo en el continente, se encuentra el Institute of Security Studies (ISS) cuya oficina central radica en Pretoria, Sudáfrica y tiene oficinas regionales en Nairobi, Kenia; Addis Abeba, Etiopia; y en Dakar, Senegal (14).

Luego de haber expuesto el contexto internacional en el cual se comenzó a debatir en torno al terrorismo, los diferentes criterios que existen al respecto, la manipulación a la que es sometido por parte de los países imperialistas y habiendo hecho la distinción entre terrorismo y fundamentalismo islámico, así como entre terrorismo y movimientos de liberación nacional, se impone la adopción de un criterio sobre cómo se entenderá el terrorismo en este trabajo. Para tales efectos se decidió subscribir el concepto defendido por la OUA/UA en la citada Convención sobre la Prevención y el Combate al Terrorismo de 1999, cuyos aportes principales fueron en primer lugar, una definición amplia del terrorismo sin el calificativo de islámico y, en segundo lugar, la diferenciación entre actos terroristas y las acciones desarrolladas por grupos de personas en su lucha por la autodeterminación (15).

Aquí se estableció como terrorismo: “cualquier acto que (…) pueda hacer peligrar la vida o la integridad física y causar heridas serias o la muerte, de cualquier persona o grupo de personas. Se define también como cualquier acto que pueda dañar la propiedad privada o pública, los recursos naturales, el patrimonio cultural y que tengan premeditadamente la intensión de intimidar, sembrar el miedo, presionar a un gobierno y afectar los servicios públicos” (16).

Una definición exacta que caracteriza el accionar de los grupos que operan en África, es la ofrecida por el profesor español Fernando Reinares en su concepto sobre el terrorismo de carácter transnacional. Reinares plantea que el terrorismo transnacional: “es aquel que de una u otra manera atraviesa fronteras estatales, básicamente porque quienes lo ejecutan mantienen estructuras organizativas o desarrollan actividades violentas en más de un país, incluyendo por lo común territorios sobre los cuales no tienen jurisdicción alguna las autoridades (…) Esto significa que los actos de violencia involucran a más de un país y con frecuencia a individuos de dos o más nacionalidades, tanto en lo que se refiere a los terroristas como a sus víctimas.” (17)

Para el caso de los países africanos al sur del Sahara, este fenómeno comenzó de manera más visible en las últimas dos décadas. Las regiones del Cuerno africano y del Sahel, que incluye territorios del África Occidental y Central, han pasado a ser áreas de atención y ejes centrales de la llamada lucha contra el terrorismo en el continente. Una división por subregiones no siempre se corresponde con la lógica de funcionamiento de estos grupos puesto que debido a su carácter transnacional pueden operar indistintamente en una u otra área. En este caso estaría por ejemplo el grupo Al-Qaeda del Magreb Islámico (AQMI) cuya base central radica en Argelia, pero sus áreas de operaciones principales se encuentran diseminadas por toda la línea del Sahara-Sahel. El accionar de dichas organizaciones se ha concentrado contra las instituciones gubernamentales del área, contra las poblaciones locales y los intereses foráneos, fundamentalmente europeos: actividades de sabotaje a las propiedades de empresas transnacionales y secuestros de turistas europeos.

En el caso de África las organizaciones más fuertes han sido Al-Shabaab (en el Cuerno Africano (particularmente en Somalia y activo desde 2006); Al-Qaeda del Magreb Islámico y sus grupos afiliados (AQMI, activo desde 2007) y Boko Haram (norte de Nigeria y zona en torno al Lago Chad, activo desde el 2009). También existen otros grupos que se han reconfigurando como el Movimiento para la Unicidad de la Yihad en el África Occidental (MUYAO desde 2012) en el Sahel occidental y otros vinculados al Estado Islámico, como una de las escisiones producidas dentro del propio Boko Haram. También existen más de una decena de otros grupos y células terroristas operando por estas zonas, muchas de las cuales no tienen siquiera una filiación oficial clara.

Para analizar estos grupos se debe tener en cuenta el contexto socioeconómico y político en el cual surgieron y se desarrollaron, su capacidad de “liderazgo”, su estrategia de lucha o programa, sus métodos y tácticas terroristas. De igual forma, habría que incluir las formas de financiamiento de ellos, tanto sus fuentes internas como externas, sus acciones militares o de otro tipo, el apoyo que reciben de determinados sectores sociales (nivel de aceptación popular) y el nivel de relaciones con otros grupos. No se pueden dejar fuera de cualquier estudio de este tipo, las consecuencias económicas y sociales de sus acciones, su repercusión en el orden político interno y regional.

En el auge de estos grupos no se puedo soslayar las implicaciones de las políticas y las acciones desarrolladas por un conjunto de actores regionales e internacionales en su relación con el grupo en cuestión. En este sentido, destacan las posturas asumidas por los Estados Unidos, Francia, la Unión Europea y la ONU, así como otros gobiernos nacionales y regionales afectados directamente por el terrorismo. Las posturas de estos actores no han contribuido a su eliminación, puesto que sigue primado el enfoque miliar para el abordaje de este problema. De igual manera, las posturas asumidas por los organismos subregionales africanos como: la Unión Africana (UA), la Comunidad Económica de Estados del África Occidental (CEDEAO), el Grupo del G5 del Sahel (G5S) y la Autoridad Intergubernamental para el Desarrollo (IGAD) han sido poco efectivos en lidiar con la expansión que han tenido en los últimos años.

El desarrollo de los grupos terroristas en el África Subsahariana ha sido un fenómeno de reciente data y solo se ha extendido en la zona Sahelo-sahariana y en el África Oriental. En estas regiones han resultado ser los países más afectados: Mali, Níger, Nigeria, Chad, Camerún, Somalia y Kenia. En el resto de los países de estas áreas los ataques han sido mucho más esporádicos, como los ocurridos en Burkina Faso, en Costa de Marfil y en Uganda, aunque en Burkina Faso se ha producido un crecimiento vertiginoso del terrorismo en las zonas rurales del norte del país. Sus operaciones en el África Subsahariana son cada vez más transnacionalizadas y existe una marcada preocupación en la región por los niveles de intercambio que puedan existir entre algunas de estas organizaciones, sobre todo en su vínculo con las redes de traficantes. Ha habido una tendencia hacia una mayor interconexión entre dichos grupos. Una situación parecida ha experimentado el África Oriental con las acciones de la organización somalí Al Shabaab vinculada a Al Qaeda.

El factor de la pobreza extrema relacionado con las hambrunas, así como los desplazamientos forzados de grupos poblacionales han servido como elementos propiciadores de la expansión de las labores de reclutamiento por parte de estos grupos, que legitiman su discurso con la promesa de mejoras bajo un gobierno “realmente islámico”. Los problemas de inseguridad interna y desestabilización política se han convertido en una amenaza para los Estados sahelianos afectados.

De lo anterior se deriva el aumento de la presencia de actores internacionales como los Estados Unidos y la Unión Europea, específicamente de Francia. En el caso de Estados Unidos su implicación en la lucha contra el terrorismo se ha centrado en aumentar la cooperación desde el punto de vista militar con los ejércitos locales, evidenciado en las maniobras y entrenamientos realizados. Mientras, Francia ha recibido fuertes críticas por su rol en la supuesta “lucha contra el terrorismo” en el Sahel, que desde el lanzamiento de la Operación Barkhane, no han tendido resultados reales, lo que les ha planteado posible retirada de sus efectivos del Sahel, tema este que no va a ocurrir, por los intereses galos en esa región. De esta forma, el escenario saheliano ha pasado a estar en el centro de atención de las potencias occidentales que buscan a través del enfrentamiento al terrorismo, siempre en aquellos lugares donde se vean afectados sus intereses, hacer consolidar su presencia o aumentarla donde esta no sea suficiente y peor aún, lograr su legitimación en el área.

Este proceso ha sido determinante en el nuevo contexto de las relaciones internacionales marcado por las contradicciones entre Estados Unidos y Rusia en el marco de la guerra en Siria, donde los grupos terroristas fueron instrumentalizados por parte de Washington para desestabilizar a ese país. En el caso del África Subsahariana este fenómeno no ha supuesto contradicciones entre las principales potencias, más bien ha evidenciado la forma en la que se manipulan y utilizan estos grupos en la región de Medio Oriente, mientras que en el África Subsahariana se pretende “luchar” contra la misma problemática.

Un aspecto característico de estos grupos es su carácter transnacional e híbrido, puesto que no solo se concentran en lograr sus “reivindicaciones” políticas, religiosas y sociales sino también se vinculan con las amplias redes del tráfico transfronterizo, logrando incluso llegar a controlar algunas de éstas. En la mayoría de los casos se ha producido una disminución del apoyo social del cual disfrutaban dentro de algunos sectores de las poblaciones locales. Los ejemplos más evidentes se pueden constatar en Boko Haram y Al Shabaab. Este retroceso en la “legitimidad” de estos grupos se ha debido al rechazo social por la violencia desatada y el empeoramiento de la adversa situación económica.

La respuesta de los gobiernos más afectados ha sido positiva en cuanto al enfrentamiento a los grupos – al menos en el discurso político – pero carecen de los medios militares para lograr una solución a la problemática. Esto los ha llevado a aumentar los vínculos con las potencias occidentales en cuanto al suministro financiero y logístico para hacer frente a las acciones militares de carácter terrorista. Los niveles de inseguridad a lo interno de todos estos países siguen siendo altos a pesar de que se han logrado reducir las áreas de operaciones militares de dichos grupos y el número de sus efectivos. Desafortunadamente, sigue privando el enfoque militar – auspiciado por las potencias occidentales – como la única solución a este flagelo. Los programas socio-económicos implementados para lograr frenar el proceso de radicalización de las poblaciones más vulnerables no han sido suficientes ni efectivos.

La lucha contra el terrorismo sigue estando en la agenda de las organizaciones subregionales africanas que ha posibilitado mayores niveles de coordinación entre los diferentes gobiernos en aras de establecer un frente común contra la proliferación de estos grupos. El ejemplo más significativo ha sido el despliegue militar multinacional de la CEDEAO, primero contra los grupos terroristas en el norte de Mali y luego contra Boko Haram en torno al Lago Chad. Prácticamente no existe una oposición a la presencia militar extranjera – tanto francesa como estadounidense – en el área, ni contra su política de “asistencia” militar, debido a que no existe otra estrategia para combatirlos que no sea la militar.

A pesar de que los grupos terroristas hayan retrocedido tendencialmente – reducción del número y efectividad de sus ataques, así como de las áreas bajo su control directo – las condiciones económicas y sociales que potencian el desarrollo de este fenómeno, persisten. Esto significa que su impronta se mantendrá. Aunque algunos se hayan fragmentado o desplazado por diferentes territorios, haciéndose más fuerte en uno u otro lugar, su presencia sigue siendo un reto para la seguridad y la estabilidad de los países subsaharianos inmediatos a las áreas donde estos grupos han operado. En particular, la zona del Sahel sigue siendo la más afectada por el terrorismo sin que se vislumbre una mejoría en la situación de seguridad de la región.

Este artículo forma parte de la introducción del libro titulado Principales tendencias del terrorismo en África, en proceso de edición final.

Referencias bibliográficas

(1) Es necesario que el concepto de islamista no se confunda con el de islámico puesto que islámico o musulmán es toda persona que siga las revelaciones de Mahoma producidas en el siglo VII, mientras que los islamistas: son aquellos musulmanes que quieren establecer un Estado islámico regido por la Sharía en su pretendida versión inicial, deseando que los principios establecidos en el Corán y la Sunna sean cumplidos cabalmente por todos los practicantes de la fe. “A través de la reafirmación cultural y religiosa islámica proponen un modelo político y social basado en los principios del islam original (…). Estos grupos deslegitiman a los poderes establecidos culpándolos del fracaso económico, social y político de sus regímenes a causa de su alejamiento del modelo islámico”. Ver: Gema Martín Muñoz, Begoña Valle Simón y Ma. Ángeles López. El islam y el mundo árabe. Ediciones Mundo Árabe e Islam, Madrid, 1996, pp. 339 – 340.

(2) Hezbollá es una organización política, religiosa, social, militar y patriótica chiita, que se opone al Estado de Israel. Fue creada en el seno de la comunidad chiita libanesa. Tuvo un desarrollo acelerado tras la invasión del territorio libanés por Israel en 1982. En julio de 2006, Israel volvió a invadir la parte sur del país, ocasión en la que Hezbollá lo derrotó y tuvieron que retirarse.

(3) Organización palestina creada en 1987 que se define como Movimiento de Resistencia Islámica (rama palestina de la Hermandad Musulmana). Su principal objetivo es la recuperación de los territorios ocupados por el Estado de Israel y el establecimiento de una nación liberada en los espacios históricos originales, incluidos la Franja de Gaza y Cisjordania con la capital en Jerusalén. Desde el 2006 mantiene el control en la Franja de Gaza luego de haber ganado las elecciones a su rival Al Fatah.

(4) Es el principal movimiento político militar que integra la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), fue el primer grupo organizado de resistencia palestina creado en la clandestinidad por Yasser Arafat en octubre de 1959. Actualmente la OLP es una organización política encabezada por el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmud Abbas.

(5) La organización político-religiosa de los Hermanos Musulmanes (HHMM) fue creada en Egipto en 1928 por Hasan Al-Banna. Con su programa islámico conservador se opuso al gobierno de Nasser y estuvieron proscriptos en el país sin que pudieran presentarse en las elecciones como partido político. A raíz de la caída de Mubarak en 2011, su candidato – Mohammed Mursi – ganó las elecciones presidenciales. Su ascenso al poder siguió generando tensiones hacia el interior de la sociedad egipcia que culminaron con un golpe de Estado dirigido por el general Al Sisi. Aunque la organización islamista está considerada como no partidaria de la violencia, comenzó a ser perseguida por este gobierno bajo la acusación de terrorista.

(6) Reinaldo Sánchez Porro. “Prologo”. En: Edna Iturralde. Cuando callaron las armas. Edición Gente Nueva, La Habana, julio de 2012, p. 9 – 10.

(7) Consejo de Seguridad. Comité contra el Terrorismo. Disponible en: http://www.un.org/es/sc/ctc/

(8) Estos instrumentos se complementan con las siguientes resoluciones de la Asamblea General: (A/RES/49/60, A/RES/51/210 y A/RES/60/288) y del Consejo de Seguridad: S/RES/1267 (1999), S/RES/1373 (2001), S/RES/1540 (2004), S/RES/1566 (2004) y S/RES/1624 (2005). Ver: Acciones de las Naciones Unidas contra el terrorismo. Disponible en: http://www.un.org/spanish/terrorism/strategy-implementation.shtml

(9) En virtud del régimen de sanciones contra Al Qaeda y los talibanes, el Consejo de Seguridad exigía que todos los Estados impusieran sanciones a las personas y las entidades incluidas en la lista de colaboradores de Al Qaeda y los talibanes, dondequiera que se encontrasen. En abril de 2007, el Consejo de Seguridad había incluido en esa lista a 362 personas y 125 entidades. Debido a las sanciones adoptadas, 34 Estados habían congelado los activos financieros de quienes figuraban en la lista por una suma de más de 90 millones de dólares estadounidenses. Ver: Ídem.

(10) Elsie Plain Rad Cliff. “El terrorismo internacional y sus diversas interpretaciones. Una aproximación al tema desde un enfoque tercermundista”. En: Thalia Fung. El mundo contemporáneo en crisis. Editorial Félix Varela, La Habana, 2011, p. 101 – 115.

(11) Protocol of the OAU Convention on the prevention and combating terrorism. Adopted by the Third Ordinary Session of the Assembly of the African Union, Addis Ababa, 8 de julio de 2004, p. 2. Disponible en: https://au.int/sites/default/treaties/treaty_protocol_oau_convention_prevention_combating_of_terrorism_e.pdf

(12) Consejo de Paz y Seguridad de la UA. Disponible en: http://www.peaceau.org/en

(13) African Centre for the Study and Research on Terrorism. Disponible en: http://www.caert.org.dz/

(14) Institute of Security Studies. Disponible en: https://www.issafrica.org/topics/counter-terrorism

(15) En este caso estarían los saharauis, a quienes Marruecos acusa de estar vinculados con las redes de AQMI y al Frente Polisario como una organización terrorista para deslegitimar su lucha por la independencia del Sahara Occidental.

(16) OAU Convention on the prevention and combating terrorism. Cumbre de Argel, julio de 1999, p. 3 y 4. Disponible en: https://au.int/sites/treies/treaty_oau_convention_on_prevention_and_combating_of_terrorism.pdf

(17) Fernando Reinares. “El terrorismo internacional”. En: Panorama Estratégico 2004-2005. Ministerio de Defensa, junio de 2005. Instituto de Estudios Estratégicos Real Instituto El Cano, p. 48.

Tomado de: Centro de Investigaciones de Política Internacional

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Estado Islámico, se expande en África

Fuerzas Democráticas Aliadas (ADF)

Por Guadi Calvo*

Casi de manera imperceptible, para la gran prensa internacional, el Daesh o Estado Islámico (ISCAP), también llamado Fuerzas Democráticas Aliadas (ADF), no solo se ha instalado en la República Democrática del Congo, sino que, con ataques constantes, se expande al tiempo que afianza lazos con organizaciones “hermanas”, que operan en el resto del continente.

Las ADF, fundada en 1985, cuyo origen se verifica como una fuerza insurgente de origen ugandés, que intentaba derrocar al gobierno de Kampala, a mediados de los noventa se asentó en las provincias de Kivu del Norte e Ituri, en el este de la República Democrática del Congo (RDC), en medio de la guerra civil que terminó con el derrocamiento de Mobutu Seseko después de 32 años en el poder (1965-1997), siendo una de las más de 120 grupos armados que operaban el este de la RDC, activados por las dos guerras regionales que se desarrollaron casi de manera continua entre 1996 y 2003, cobrándose millones de vidas.

Las ADF, relanzaron sus acciones a partir de 2013 y tomando posturas cada vez más cercanas al integrismo musulmán, por lo que según datos de la Iglesia Católica de la RDC desde entonces hasta principio de 2021 habría producido más de seis mil muertes. Tras la detención de su fundador, Jamil Mukulu, en Tanzania en 2015, un católico convertido al islam, que se fanatizó, tras una estadía en Arabia Saudita, a quien sucedió su lugarteniente, Seka Musa Baluku, un ugandés de cuarenta y tres años, quien aceleró el proceso de radicalización de la antigua insurgencia.

Las ADF, realizaron su baya´t (juramento de lealtad) al emir del Daesh global, Abu Ibrahim al-Hashimi al-Qurashi, en julio de 2019 y desde entonces se proclaman cómo Madina en Tauheed Wau Mujahedeen o MTM (La ciudad del monoteísmo y los guerreros santos), incrementado sus operaciones, no solo en acciones específicas, sino también, en su ferocidad, habiéndose registrado, según un informe de las Naciones Unidas durante el año pasado la muerte de 849 civiles. Según fuentes estadounidenses Baluku, habría jurado lealtad al Daesh, cuando a partir de 2017 su organización perdió sus medios de financiación.

En este reverdecer de las ADF – MTM, lanzó además una agresiva campaña de reclutamiento en la que apunta a integrar en sus filas, no solo jóvenes congoleños, sino de toda África Oriental, por lo que en sus videos propagandísticos utilizan lenguas y dialectos como el tanzano kiswahili, el ugandés luganda o el ruandés kinyarwanda, además del árabe y el francés. En busca de los cientos de miles de jóvenes, discriminados por cuestiones étnicas además de la falta de oportunidades tanto de educación y de trabajo; abandonados por los gobiernos en su gran mayoría de sesgos autoritarios y profundamente corruptos.

La actual ofensiva que desarrolla en el sur de la provincia de Ituri, saliendo de las áreas más frecuentes de sus operaciones, el vecino territorio Beni, en la provincia de Kivu del Norte, marca su intensión de expandirse.

Desde el pasado primero de junio, el MTM, ha realizado 66 ataques en el sur de Ituri. Lo que ha provocado la muerte de al menos 207 personas, además de haber secuestrado otras 171, llegando a principios de septiembre a cerca de 1200 muertos, además de provocar el desplazamiento de un millón de personas. Los ataques se han realizado tanto contra objetivos civiles como de las fuerzas de seguridad y las Fuerzas Armadas de la República Democrática del Congo (FARDC).

Desde 2017, año en que se registran los primeros contactos entre las ADF y el Daesh, y representó el más bajo en operaciones de las antiguas ADF, las acciones se han incrementado de una manera exponencial, al tiempo que las áreas operacionales también han tenido un incremento muy significativo, que para algunas fuentes llegaría a un 364%

El aumento de los ataques del MTM o ADF, se verifica simplemente, teniendo en cuenta que en los primeros ocho meses del año ejecutó 28 masacres de dos dígitos, mientras que a lo largo de todo el año pasado “solo” se registraron veintidós matanzas de esa intensidad. La mayoría de las operaciones en Ituri, fueron realizadas en Irumu del sur de Ituri y en el trayecto de la Ruta Nacional 4 (RN4) y centrándolas en las cercanías de las ciudades de Boga y Tchabi. La RN4 es una carretera fundamental para la economía de la región ya que vincula una gran parte del noreste congoleño con Uganda.

Así todo, hay que tener en cuenta que según expertos regionales afirman que la integración de las ADF, al Daesh global, no pueden ser del todo confirmada, ya que no se ha detectado ningún papel preponderante del Estado Islámico en de las operaciones de la ADF en la asistencia financiera, logística, material e incluso con el traspaso de milicianos.

Mientras tanto a dos años de asumir el cargo, Félix Tshisekedi, el presidente de la RDC, no articulado estrategias para la resolución del conflicto armado, negándose a activar mediadas, como el programa de desmovilización de combatientes, ofreciéndoles inmunidad, viviendas y trabajo.

Tránsito a la muerte.

La Ruta Nacional 4 (RN4), se ha convertido en el epicentro de los ataques integristas, dado que es una de las principales del área y aprovechando su extensión y que a su vera se asientan innumerable cantidad de pueblos y aldeas, se hace prácticamente imposible para las FARDC, las fuerzas de seguridad, y el contingente de la Misión de las Naciones Unidas en la República Democrática del Congo (MONUSCO), darles protección por lo que para los integristas les resulta sencillo elegir su blanco, golpear y retirarse prácticamente sin ser detectados.

Por lo que, a lo largo de la RN4, se han producido los principalmente ataques contra la población civiles. Solo a manera de ejemplo podríamos señalar los producidos el pasado mayo en el campamento de desplazados de Rubingo, en proximidades de la ciudad de Boga, fueron asesinados 55 civiles. El trece de julio, en el que una veintena de cuerpos pertenecientes a vecinos de diferentes aldeas cercanas a la ciudad de Idohu, aparecieron sin vida y la mayoría de ellos decapitados En una emboscada a las afueras de Idohu, el pasado 30 de julio fue atacado un convoy de camiones para el abastecimiento de esas poblaciones. El tres de agosto, otras 16 personas fueron encontradas muertas también en proximidades de Idohu. El tres de este mes milicianos del MTM, asaltaron una aldea en la zona de Irumu, a unos cincuenta kilómetros al norte de Idohu, también próxima a la RN4, matando a quince personas y secuestrando a dos mujeres. Tres días después, en Djugu, otra aldea más hacia el norte, diez mujeres desplazadas fueron violadas por un grupo armado.

Más allá de estos ataques contra civiles, en su mayoría cristianos, se han detectado miembros del MTM, practicando la da’wah (predicación) en poblaciones de mayoría musulmana “invitando” a los aldeanos a retornar a la senda salafista.

Este último sábado once, las FARDC, comunicaban que habían sido muertos cuatro rebeldes integristas de origen ugandés, en Ndimo, una ciudad de Irumu, en la provincia de Ituri, donde rige el estado de sitio, para impedir la continuidad de la violencia de los rebeldes. Mientras se conoció que en el intercambio de disparos dos civiles resultaron muertos alcanzados “por el fuego de los terroristas”.

El Daesh, cuenta con khatibas que compiten con al-Qaeda, ahora tonificado con el impulso de la victoria del Talibán en Afganistán, en una guerra continental, que se extiende desde Libia a Mozambique, desde Nigeria al norte de Mali, y de Níger y Burkina Faso a Egipto y Somalia, adonde ambas organizaciones continúan abriendo frentes y profundizando su lucha, en una guerra donde por momento el fuego parece abarcarlo todo.

*Escritor y periodista argentino

Tomado de: Nueva Revolución

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El legado de la trata esclavos y la búsqueda de justicia y equidad

Moro (Cuba)

Por Verene A. Shepherd

A continuación, publicamos la traducción al español de la ponencia de la profesora Verene A. Shepherd, quien es directora del Centro de Investigaciones sobre la Reparación, Universidad de las Indias Occidentales, como parte del panel virtual “Esclavitud y afrodescendencia: educación, cultura y antirracismo”.

Soy la profesora Verene Shepherd, historiadora social y directora del Centro de Investigaciones sobre la Reparación (CIR). Agradezco a la Casa de las Américas, la Comisión Nacional de Cuba de la UNESCO, la Oficina de la UNESCO en La Habana y la Oficina Multipaís de la UNESCO para el Caribe (Kingston), por invitarme a realizar esta presentación, especialmente en el marco del Decenio Internacional de las Naciones Unidas para los Afrodescendientes (IDPAD) y el vigésimo aniversario de la Declaración y el Plan de Acción de Durban (DDPA), documento final de la Conferencia Mundial contra el Racismo de 2001 (W-CAR) celebrada en Durban, Sudáfrica.

Me complace que haya quienes en nuestra Región recuerden la importancia del Día Internacional para el Recuerdo de la Trata Transatlántica de Africanos (TTA) y su Abolición, día designado por la UNESCO para conmemorar el Ma’angamizi (holocausto africano); celebrando así el papel que Ayiti (Haití) ha jugado en la abolición de este crimen de lesa humanidad y en la lucha anticolonial hemisférica, proporcionando armas y soldados para ayudar a otras luchas de liberación y ofreciendo ciudadanía y puerto seguro a los cimarrones marítimos de lugares donde la esclavitud todavía tenía un lugar después de 1804. En este sentido, el trato a las 128 personas esclavizadas de las Islas Turcas y Caicos que huyeron a Haití entre 1822 y 1825; y a los 15 del barco Deep Nine de Jamaica a Ayiti en 1817 no debe olvidarse nunca.

Lo que hizo posible todo eso fue la Revolución Haitiana. Para que no olvidemos, en la noche del 22 al 23 de agosto de 1791, los esclavizados en la colonia francesa de Saint-Domingue comenzaron una revolución, es ese el único ejemplo de una exitosa protesta negra armada en la historia mundial y el evento fundacional de la primera República negra moderna. En un cruel giro del destino, mientras hoy celebramos el inicio de esa gloriosa revolución que resultó en la independencia de Haití en 1804, también lamentamos la pérdida de vidas a causa de otro terremoto. La incapacidad de su infraestructura social y física para resistir los peligros naturales es parte de ese legado colonial que se manifiesta no solo en la degradación ambiental, sino también en la pobreza económica de una nación que enfrentó una deuda de reparación paralizante hasta 1947 y la injerencia externa antes y después de 1947.

Soy consciente de que hay quienes creen que temas como la TTA, la esclavitud y sus legados están demasiado lejos, en el pasado distante, para tener una aplicación contemporánea. Este tipo de respuesta ilustra cómo el concepto de «distancia» impregna el pensamiento de las sociedades. La opinión opuesta es que el argumento de “muy lejos en el pasado para tener una aplicación contemporánea” es inaceptable. La distancia solo afecta la forma en que uno piensa sobre el pasado, en el sentido en que los historiadores lo han explorado, a pesar de los años transcurridos ello ha intensificado nuestra determinación de que el tiempo transcurrido entre 1492 y el presente, simplemente, nos ha dado espacio para reflexionar sobre cuánta evidencia hay disponible para explicar lo contemporáneo. Quizás estamos demasiado relacionados con los eventos del pasado y no podemos desenredar la relación entre el pasado y el presente, ya que están tan inextricablemente enredados.

De hecho, tanto el Programa de Actividades para el Decenio como el Plan de Acción de Durban, dejan muy claro que la TTA estaba en la raíz de la situación socioeconómica actual de África y su Diáspora, así como en las razones de su impacto a largo plazo en el Américas, indicando lo siguiente:

Reconocemos que la esclavitud y la trata de esclavos, en particular la trata transatlántica, fueron tragedias atroces en la historia de la humanidad, no sólo por su aborrecible barbarie, sino también por su magnitud, su carácter organizado y, especialmente, su negación de la esencia de las víctimas, y reconocemos asimismo que la esclavitud y la trata de esclavos, especialmente la trata transatlántica de esclavos, constituyen, y siempre deberían haber constituido, un crimen de lesa humanidad y son una de las principales fuentes y manifestaciones de racismo, discriminación racial, xenofobia y formas conexas de intolerancia, y que los africanos y afrodescendientes, los asiáticos y las personas de origen asiático y los pueblos indígenas fueron víctimas de esos actos y continúan siéndolo de sus consecuencias

Y continúa:

Reconocemos que el colonialismo ha llevado al racismo, la discriminación racial, la xenofobia y las formas conexas de intolerancia, y que los africanos y los afrodescendientes, las personas de origen asiático y los pueblos indígenas fueron víctimas del colonialismo y continúan siéndolo de sus consecuencias. Reconocemos los sufrimientos causados por el colonialismo y afirmamos que, dondequiera y cuando quiera que ocurrieran, deben ser condenados y ha de impedirse que ocurran de nuevo. Lamentamos también que los efectos y la persistencia de esas estructuras y prácticas se cuenten entre los factores que contribuyen a desigualdades sociales y económicas duraderas en muchas partes del mundo de hoy.

Para que no lo olvidemos, alrededor de 5,5 millones de africanos fueron traficados al Caribe colonizado por los británicos (mi tema en esta contribución), entre los siglos XVII y XIX. En 1834, solo quedaban 800.000. Se puede ilustrar la «barbarie» de la trata a la que se refirió la Declaración de Durban citando una opinión de 1854 sobre el papel de España y Gran Bretaña en la trata y el comportamiento hacia a los africanos esclavizados, que equivalía a un desastre demográfico, en comparación con el aumento de la población esclavizada en los EE.UU.

En ese año, un folleto impreso para la Sociedad Histórica de Maryland por John D. Toy, titulado «Comercio de esclavos africanos en Jamaica: trato comparativo de los esclavos», indicaba que, en 1790, los Estados Unidos tenían 697,897 africanos esclavizados y para 1850, la población había aumentado, principalmente por medios naturales, a 3.204.089, lo que equivale a un aumento en 60 años de 2.5 millones. Por otro lado, España importó 40.000 africanos a Jamaica durante el período 1509-1655, pero en 1655 cuando los británicos capturaron la isla, encontraron 1.500. Fíjate, muchos se habían escapado para formar escondites de Maroons (cimarrones). Durante los 179 años en los que Gran Bretaña participó en el TTA, se importaron 850.000 (según su cálculo porque la información reciente indica que Gran Bretaña continuó con el tráfico hasta 1811 e importó 1,2-1,5 millones a Jamaica). Sumando los 1500 que encontraron, tuvieron el control de 851,500 africanos desde 1655 hasta 1834. Se estima que 85,000 murieron durante el proceso de captura y traslado a la isla. Al independizarse en 1834, Jamaica tenía 322,421 personas esclavizadas, una mortalidad de más de 1 / 2M.

Sin embargo, aplicando la fórmula utilizada para estimar el crecimiento de la población en los Estados Unidos, el artículo de 1854 propone que, dentro de los 45 años de la presencia británica en Jamaica, la población esclavizada de la isla debería haber aumentado a 2.931.450 individuos. Por el contrario, en 179 años perecieron poco más de 3 millones de africanos, es decir 17.000 por año. «Esta declaración no necesita comentarios», dice el autor del folleto. “Exhibe la esclavitud en la colonia británica de Jamaica, tolerada por el Parlamento de Gran Bretaña durante ciento setenta y nueve años, suficientemente repugnancia, sin habilidad dramática, para hacer el cuadro aún más repulsivo”.

Es por eso que, para las víctimas del holocausto africano, la justicia reparadora es el grito en todo el Caribe e internacionalmente. La reparación se define simplemente como la reparación en forma o formas acordadas (monetarias y / o no monetarias) por un daño o perjuicios cometidos. El conocimiento en el Caribe de los males cometidos a través de la conquista, la colonización, la reubicación forzosa de africanos, la esclavitud, la emancipación sin compensación y el continuo daño poscolonial, han impulsado el surgimiento de esta demanda de justicia reparadora. La mayoría de las personas conocen la acción de 2013 de los Jefes de Gobierno de CARICOM cuando colocaron peso político detrás del movimiento de reparación, al establecer la Comisión de Reparación de CARICOM presidida por el Prof. Sir Hilary Beckles, un Subcomité de primeros ministros presidido por el Primer Ministro de Barbados bajo cuyo mandato se estableció el Centro de Investigaciones sobre Reparaciones que dirijo y que tiene ya 3 años, y los Comités Nacionales en los Estados Miembros de CARICOM (y ahora hay unos diez). Pero mucho antes de eso, los pueblos indígenas, los africanos esclavizados, los defensores de la justicia posterior a la esclavitud, los rastafari del siglo XX, los académicos, los activistas de la sociedad civil y políticos individuales como Ralph Gonsalves y Mike Henry, participaron activamente en el movimiento.

El Plan de Acción de Diez Puntos de CARICOM es el Plan para la demanda regional de reparación de Gran Bretaña, Dinamarca, Holanda, España, Portugal, Francia, Suecia, Noruega y algunos otros países. Incluso un barco que enarbolaba la bandera rusa traficaba con africanos a Cuba. Los 10 puntos son:

(1. Completa disculpa formal 2. Programa de Desarrollo para los pueblos originarios. 3. Repatriación para aquellos que los escojan. 4. Construcción de instituciones culturales. 5. Atención a la crisis de salud pública. 6. Campañas de alfabetización. 7- Programa para el conocimiento sobre África. 8. Rehabilitación psicológica. 8- Transferencia de tecnologías. 10. Cancelación de la deuda,)

No todos están a bordo del tren de reparación. Las voces opuestas utilizan los siguientes argumentos:

  • La esclavitud fue hace demasiado tiempo atrás
  • No hay víctimas / todos están muertos
  • Los descendientes no pueden reclamar en nombre de sus antepasados
  • La mayoría de los pueblos caribeños no están a favor del movimiento
  • Los caribeños se oponen a la repatriación
  • Fueron los africanos quienes vendieron a nuestros antepasados
  • Es un asunto demasiado complicado
  • Los gobiernos coloniales anteriores no pueden pagar
  • Era legal en ese momento

Nuestro deber como activistas y educadores es aumentar la educación en torno a las justificaciones, incluyendo que:

  • Existe un acusado (o agresor)
  • No se puede negar el hecho de que la esclavitud en las plantaciones proporcionó el andamiaje para el avance industrial de Gran Bretaña. La economía de las plantaciones del Caribe fue un engranaje importante en el floreciente sistema de comercio atlántico de Gran Bretaña. Tal era la capacidad productiva de la región que el profesor Richard Sheridan calculó la riqueza total de Jamaica solo en 1775 en 18 millones de libras esterlinas. Desde entonces, las estimaciones de Sheridan han sido revisadas por el historiador económico Prof. Trevor Burnard, quien sostiene que la riqueza de la isla era, en £ 25 millones de libras esterlinas, unos £ 7 millones (o 39%) más alta. Esa riqueza es un testimonio de la capacidad productiva de la isla y, lo que es más importante, de su viabilidad económica durante el siglo XVIII. En comparación con la parte continental de América del Norte, los ingresos per cápita de los plantadores del Caribe eran significativamente mayores que los de sus contrapartes continentales.
  • La injusticia está bien documentada
  • Las víctimas son identificables como un grupo distinto
  • Los descendientes de grupos victimizados continúan sufriendo daños
  • Nada en el derecho internacional impide que los descendientes reclamen en nombre de sus antepasados
  • También existe un precedente para el pago de reparaciones. Quizás el ejemplo más flagrante de reparación histórica es el de Haití, donde bajo una demanda francesa de 1825, ese país tuvo que pagar 150 millones de francos (reducidos a 90 millones), pagados solo en 1947. El segundo es el de 20 millones de libras esterlinas como reparación a los plantadores británicos por esclavizados liberados.

La reparación es una causa justa. Según Sir Ellis Clarke, primer presidente de Trinidad y Tobago y segundo y último gobernador general:

Una potencia administradora … no tiene derecho a extraer durante siglos todo lo que se puede sacar de una colonia y cuando se ha hecho, liberarse de sus obligaciones … La justicia exige que se repare al país que ha sufrido los estragos del colonialismo…” [1964]

Tomado de: La Ventana

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Walter Rodney, mártir panafricanista (+Video)

Walter Rodney. Intelectual marxista

Por Zuleica Romay

El 13 de junio de 1980 fue asesinado en Guyana el intelectual marxista Walter Anthony Rodney. Documentos desclasificados por el Departamento de Estado de los Estados Unidos y exigidos por su familia, confirmaron en 2020 la connivencia de la administración de Forbes Burham en el atentado dinamitero del que Rodney resultó víctima. [1] En vísperas del 41 aniversario de su asesinato, el actual gobierno de Guyana reconoció oficialmente la responsabilidad estatal en los hechos y anunció varias medidas de reparación.[2]

Doctorado en Historia de África a los 24 años de edad, en la londinense School of Oriental and African Studies, Walter Rodney fungió como profesor de Historia africana en la Universidad de Dar es Salaam, Tanzania, en los periodos 1966-1967 y 1969-1974. Entre ambas fechas y por muy breve tiempo, realizó tarea similar en el campus de Kingston de la University of West Indies (UWI). Su labor como educador popular entre los Rastafari de Jamaica, durante los groundings[3] de 1968, demostró la versatilidad pedagógica de Rodney.

Admirador de Cuba y su historia, y estudioso del pensamiento de Ernesto Che Guevara, Rodney supo combinar su activismo político con un quehacer intelectual breve e intenso. Solo contaba 30 años de edad cuando escribió Cómo Europa subdesarrolló a África, obra transdisciplinar que, al reinterpretar el devenir del continente desde la óptica de sus pueblos diezmados y oprimidos, aún resulta imprescindible para explicar las lógicas económicas y sociopolíticas del colonialismo y el neocolonialismo.

En su lectura heterodoxa del marxismo, Rodney sitúa el punto de partida en la trata esclavista, la esclavización y la explotación colonial de territorios, empresas imperiales que convirtieron a Europa en “avanzada civilizatoria” del mundo, a expensas de los pueblos originarios de Asia, África y América. Su entendimiento de la interrelación de las categorías ”clase” y “raza” en los sojuzgados del Sur Global, su fe en el potencial revolucionario de los campesinos caribeños y los afrodescendientes pauperizados de Norteamérica, su comprensión de la relación dialéctica entre desarrollo y subdesarrollo, y su documentado análisis de los extensos y duraderos daños del colonialismo en África y el Caribe engrosan el corpus teórico de los llamados marxismos negros.

Para homenajear a este combatiente, cuyo legado intelectual y político nutre las luchas de los pueblos afrodescendientes del Sur Global, la Casa de las Américas difundirá a través de sus plataformas digitales la conferencia impartida el pasado 13 de junio por su viuda, la Doctora Patricia Rodney, quien preside la Fundación Walter Rodney, sita en la ciudad de Atlanta, Estados Unidos.[4]

Ficha autoral de Patricia Rodney

La Dra. Patricia Rodney, Directora Ejecutiva de la Fundación Walter Rodney, cursó su doctorado en Sociología y Educación de Adultos en la Universidad de Toronto, Canadá, después de completar un Máster de Salud Pública en Emory University (Estados Unidos) y una licenciatura de Trabajo Social en la Universidad de Guyana. Actualmente es profesora adjunta del Departamento de Salud Comunitaria y Medicina Preventiva de la Universidad Morehouse, en Atlanta. Desde 2011, es Directora Ejecutiva de Socios en Salud, Educación y Desarrollo, una organización de consultoría de desarrollo internacional con la que ha trabajado en Ghana, Nigeria, Tanzania, Uganda, Botswana, Lesotho y Sudáfrica. La Dra. Rodney es autora de varios artículos académicos y del libro El estado caribeño, la atención médica y la mujer: un análisis de Barbados y Granada, 1979-1983 (Africa World Press, 1998). En 1965, se casó con el historiador y líder panafricanista Walter Rodney, quien fuera asesinado el 13 de junio de 1980.

[1] Ver: https://nsarchive.gwu.edu/briefing-book/human-rights/2020-06-13/the-walter-rodney-murder-mystery-in-guyana-40-years-later

[2] Entre las más importantes medidas, figuran:  enmendar su certificado de defunción, sustituyendo la causa de muerte por accidente por la de asesinato, restablecer la cátedra y los archivos Walter Rodney en la Universidad de Guyana, incorporar elementos sobre su vida y obra en los currículos escolares, así como declarar monumentos nacionales la tumba y el obelisco erigido en su memoria en la ciudad de Georgetown. Según el Fiscal General de Guyana, se presentará una moción a la Asamblea Nacional para que esta adopte el informe y las recomendaciones de la comisión investigadora “Justicia para Walter Rodney”. Para más información, consultar: “Breaking: Walter Rodney’s death records to be amended; children’s books to be placed in schools”. https://demerawaves.com/2021/06/10/breaking-walter-rodneys-death-records-to-be-amended-childrens-books-to-be-placed-in-schools/?fbclid=IwAR3NpnpDG0lj9xH-DFGioW-XgDpVqx_Fc09YdoING7YiViKJzlQi3WpLyFW

[3] Durante ese año, Walter Rodney sostuvo numerosas charlas con estudiantes, trabajadores y pobladores de las barriadas populares y los dungles (vertederos de basura) de Jamaica. Varios de esos “encuentros” fueron compilados por el intelectual guyanés en el libro The Groundings With My Brothers, publicado en 1969 por la editorial londinense Bogle L’Overture Publications.

[4] Agradecemos la traducción y subtitulaje de la conferencia al Dr. Geoffroy de Laforcade, profesor de Historia de Latinoamérica y el Caribe en la Universidad de Norfolk, Estados Unidos.

Tomado de: La Ventana

Conferencia impartida el pasado 13 de junio por su viuda la Doctora Patricia Rodney

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Un guion de ficción

Migrantes africanos en el Mar Mediterráneo. Foto Santi Palacios (España)

Por Paula Palacios @PaulaPalaciosCa

Cuando pienso en justicia social, lo primero que me viene a mi mente de cineasta es que es algo que habría que inventar, que podríamos escribir en un guion de ficción para que pudiese existir en este mundo de injusticias. Luego miro por la ventana y me doy cuenta de que no es posible imaginar que no seamos capaces de crear un mundo más equilibrado en esta vida real. No tiene sentido vivir en un mundo globalizado como el de ahora, en el que un virus puede viajar atravesando fronteras, paralizándonos a todos y no entender que, si todas las personas viviésemos de forma más igual, más justa, seríamos más felices.

Pero para caminar hacia una justicia social debemos aplicar leyes de discriminación positiva, pues la distribución de todo: riqueza, paz, bienestar, educación… están poco equilibradas y para conseguir ese equilibrio hay que quitar de un lado para poner en otro. Esto no tiene muy buena acogida entre el «primer mundo» que preserva sus intereses hasta el punto de exprimir al máximo a los «otros mundos» ¿Pero no vivimos en un mundo globalizado?

Por esto es por lo que no puedo evitar hablar de migración, pues es el motor de mi trabajo. Europa no quiere que vengan personas migrantes, pero tampoco quiere dejar de vender armas a los países que provocan las guerras que provocan que esas personas se conviertan en personas migrantes y quieran llegar a Europa. Parece lógico que la justicia social camine hacia hacer que Europa deje de vender armas o que, si esto no lo hace, al menos asuma las consecuencias de seguir vendiéndolas.

Pero lo queremos todo, todo, todo como el Tío Gilito.

Estos días en los que dos personas que aprecio mucho y que he conocido en mis diversos rodajes por el mundo, me están escribiendo desde Europa con unas necesidades que no deseo a nadie, un chico joven, que vive en Alemania desde hace ocho años, sin derechos y que acaba de ver como la mafia desde aquí (sí, también hay mafias en Europa) mata a su hermano pequeño, y otra mujer recién llegada en patera, con un bebé de 2 años y cicatrices de los maltratos sufridos durante el viaje, no puedo dejar de escribir estas líneas sin decir que si no invertimos AHORA en justicia social, llegará el día en el que todo explotará hasta tal punto que la justicia social haga que en Europa necesitemos huir hacia los países de donde vienen las personas migrantes a las que maltratamos. Pero entonces, el equilibrio del mundo hará que no seamos bienvenidos. ¿Esto sería justo o injusto? Pues eso, invirtamos más en justicia social y hagámoslo YA.

Tomado de: Diario responsable

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Historia del cine nigeriano en cuatro momentos

The Wedding Party (Kemi Adetiba, 2016)

Por Hiram Islas @hiramislasv

El cine nigeriano, hoy conocido principalmente por Nollywood, se ha consolidado como una de las principales industrias fílmicas del mundo en los últimos años. Sin embargo, pensarlo como un proceso constante, homogéneo y que responde a las lógicas de producción estadounidenses, reduce completamente las particularidades que lo determinan y las riquezas que muestran las posibilidades que ha abierto para todo tipo de producciones.

Hicimos una selección de cuatro puntos clave para entender rápidamente los procesos históricos y creativos que están en juego. En el texto que complementa este díptico narramos la historia del cine nigeriano con mucho mayor detalle.

La Unidad de Cine Colonial

Durante el periodo en que Nigeria estuvo bajo el yugo británico hubo algunas películas de ficción dirigidas por directores ingleses, sin embargo, el cine destinado a la población local provenía mayormente de la Unidad de Cine Colonial, un equipo que buscaba educar a los “súbditos” del Imperio al tiempo que intentaba generar una sensación de pertenencia entre todos los pueblos y los territorios. Su centro en América estaba en la Guyana Británica; el de África estaba en Nigeria, donde destacan las películas de William Sellers, un funcionario de salud que, para evitar la propagación de enfermedades y enseñar ciertos hábitos de higiene, comenzó a viajar por el país con un cine móvil.

El lenguaje que Sellers utilizó en estos pequeños cortos documentales, y de alguna manera de propagandísticos, era sencillo y sin demasiadas complicaciones: no usaba movimientos de cámara, así como tampoco diálogos muy largos, bajo el prejuicio de que los espectadores de África podrían confundirse. Lo interesante de este doble juego en relación con el público de las películas es cómo evidencia las contradicciones del imperialismo cultural: había una suerte de responsabilidad de los británicos hacia las poblaciones locales, que como, por ejemplo, los mineros galeses, requerían educación, pero al mismo tiempo se partía de un primitivismo intrínseco, derivado, de la “superioridad cultural” y el racismo. Y, naturalmente, las películas estaban narradas en inglés como una estrategia de homologación tan exitosa que la mayor parte de la producción reciente está hablada en esa lengua.

Después de este cine colonial –salvo por algunos intentos muy menores de realizar una producción cinematográfica en Nigeria– se tuvo que llegar hasta la llamada era del videohome para que este país pudiera mirarse con sus propios ojos.

El cine clásico (hecho en video)

Durante los 80 y hasta la primera década del nuevo milenio, en Nigeria se produjeron muchísimas películas primero en videocassettes y después en DVD, la gran mayoría habladas en igbo y yoruba. Algunas eran completamente amateurs; otras estaban apoyadas por televisoras. En ambos casos terminaban siendo comercializadas en los mercados locales donde podían tener una distribución mucho mayor, ya que casi no existía producción de cine tradicional ni lugares para exhibirlo. Este es el caso de Living in Bondage (Chris Obi Rapu), una película de dos partes, la primera realizada en 1992 y la segunda en 1993, que supera las cinco horas de duración en total.

Es la historia de una pareja en la que, tras varios problemas económicos y en su relación, el marido, Andy, termina por asesinar a su esposa, cuando entra a una secta satánica donde le prometen riqueza a cambio de vender su alma y sacrificar la de su mujer. Después de levantar sospechas en la familia de su pareja, entre otras complicaciones, y comenzar una nueva relación, Andy encuentra la redención con un grupo cristiano. Aunque una sola película no basta para armar un panorama complejo, da una idea de un universo cinematográfico popular marcadamente particular.

Hoy Nigeria es una de las principales industrias cinematográficas del mundo. Pasando la época de los videohomes de estilo local, comenzó a producirse un cine con presupuestos más amplios y con intención de abarrotar las salas nacionales, internacionales y cualquier otra plataforma que le dé un espacio. The Wedding Party (Kemi Adetiba, 2016), es la película que consolidó este propósito. Estrenada en el Festival Internacional de Cine de Toronto, con una trama sencilla –y corriendo el riesgo de ser reduccionistas hasta lo universal– se ocupa de una pareja proveniente de dos familias adineradas de Nigeria, que debe sortear diversas situaciones, todas en tono de comedia, para tener un final feliz (al menos hasta que llegue la secuela). Falsos adulterios, secretos familiares, bancarrotas, asaltos y huidas son situaciones que podrían pasar en esta y en cualquier otra película comercial del mundo.

La mayor parte del tiempo está hablada en inglés, sin embargo, algunos cantos de celebración, insultos y discusiones donde parece que la verdad se revela, están en yoruba e igbo, las lenguas con más hablantes en el país. El lenguaje cinematográfico es similar al estándar mundial, no cambia ni propone, aunque sí narra de manera clara y tiene un indudable tono local.

Mirar un cine que podría parecer lejano para nosotros, y darnos cuenta de que está hecho igual que nuestro cine comercial o como cualquier comedia hollywoodense, no puede no llevarnos a hacernos algunas preguntas, para comenzar, sobre la homogeneización de la cultura.

Otros cines populares

Aunque el cine para salas es un éxito en Nigeria, no sólo dentro de sus fronteras sino también en el resto de África y en los países europeos donde hay migrantes nigerianos, lo cierto es que también se está viendo y produciendo un cine muy distinto. Las grandes producciones no pueden llegar a todos en el país, debido a que las salas están concentradas en las ciudades y sus costos resultan privativos para gran parte de la población. En cambio, internet y la tecnología móvil han logrado, en conjunto, penetrar hasta el último rincón. La mayor parte de las películas se fragmentan y son vistas como sketches hiperdramáticos, que no sólo se encuentran en línea, sino que son descargados por alguien y compartidos con el resto de su comunidad generalmente en celulares. Bajo esta lógica se producen todo tipo de cortos, que van desde parodias de los éxitos locales hasta sketches originales y todo tipo de aproximaciones audiovisuales, en general en tono de comedia.

Ejemplo de esto es Nigeria Flash (Joshua E. Umia, 2019), corto producido por un joven y sus amigos, quienes realizan el sueño de cualquier fan: mezclar al universo Marvel, los poderes de algunos personajes de DC, lo que parece ser Terminator y hasta los sables de luz de Star Wars, para contar una historia en fragmentos que luego se suben a YouTube.

Es cierto que esto se hace en todo el mundo, sin embargo, el impacto que ha tenido en Nigeria parece particularmente importante, no sólo porque han trascendido internet, sino porque parece que, como en la época de los videohomes, los creadores se han aprovechado no sólo de los medios de producción sino también de distribución, para democratizar las herramientas audiovisuales. Nigeria Flash es apenas un ejemplo. Quién sabe qué otras aproximaciones, historias y lenguajes podrían detonarse con estos ejercicios.

Tomado de: Revista Icónica

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