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Por los senderos de la literatura y el cine

Imagen Gaceta UNAM

Por Teresita Padrón de la Paz

Un extenso material cinematográfico ha tomado como referencia obras literarias, y también desde las letras se establecen relaciones con el audiovisual. El cine dentro de la narrativa ha constituido tema recurrente, debido a que muchos escritores se han dejado seducir por el séptimo arte y han incorporado recursos típicamente cinematográficos. Esto no es exclusivo de las narraciones, ámbitos como el de la poesía o el teatro también se han enriquecido en este intercambio.

En el panorama contemporáneo, donde los vínculos entre las artes son frecuentes y complejos, el proyecto de una Valoración Múltiple sobre literatura y cine en Latinoamérica y el Caribe, propone una mirada detenida sobre este fenómeno. A través de la recopilación de estudios significativos en el territorio, el libro espera constituirse como punto de referencia para el investigador. Además, debido a la estructura del volumen y al amplio período que recoge, se permite el tránsito coherente por la diversidad de perspectivas con las que se han abordado estos estudios desde el surgimiento del cine hasta la actualidad.

El proyecto permite ahondar, por ejemplo, en el período de las vanguardias mediante artículos como “Cagliostro: Una novela-film de Vicente Huidobro”. En él se analiza la incorporación de las técnicas del cine a la escritura que “(…) dará como resultado la modificación radical de las convenciones representativas de esta última y el surgimiento de (…) la novela film”[1].  En este examen, ningún intersticio parece quedar oculto a la mirada atenta de la autora. Las conexiones con la cinematografía expresionista, las miradas de los personajes, la similitud entre las escenas relatadas y la estética cinematográfica, los vínculos con el cine mudo, el juego paródico, el imaginario en torno al cine, el narrador/presentador y el lector/espectador, todo ello se aborda con una clara argumentación y ejemplos contundentes.

Por otra parte, textos como “Percepción háptica y narrativa sensorial en el ciclo del río de Gustavo Fontán”, brindan una perspectiva de análisis poco común en el terreno de las relaciones literatura-cine. Las producciones de Fontán (La orilla que se abisma y El limonero real), inspiradas en la poesía de Juan L. Ortiz y la novela de Juan José Saer respectivamente, se revisten de un hálito poético, predomina una afectividad particular por encima de una narración más objetiva. Ellas “(…) parten de una tradición literaria fluvial (…)”[2] y exploran “(…) las relaciones entre sujeto y paisaje a través de las dimensiones sensoriales propias del cine”.[3] Para el estudio atento de los textos (literarios y fílmicos), la autora se aleja de las teorías menos provechosas sobre la “adaptación”, elige el vocablo “transposición”. El enfoque presentado despoja a este trabajo de las antiguas polémicas sobre la fidelidad cinematográfica. Se prefiere poner “(…) el acento en el proceso creador que se opera en el pasaje del medio literario al medio fílmico (…)”[4]. La libertad creativa es lógica, debido a que se establece un diálogo, no una influencia. La intertextualidad rige el procedimiento, no se trata de “traducir” el poema o la novela a la gran pantalla.

La orilla que se abisma (2008), es analizada por Irene Depetris como “(…) apropiación visual y sonora de la poesía de Ortiz.”[5]. El detenido examen de la autora permite comprender los filmes que, más allá de presentar una narrativa determinada en el entramado cinematográfico, intentan generar la estética de un poema.

La configuración del paisaje en estas producciones cinematográficas, revela una dimensión no solo óptica, sino también háptica, una experiencia sensorial. Para ello, el director se apoya en diversos procedimientos. La cámara detenida en los elementos del ecosistema fluvial y las superficies, los sonidos, el movimiento, las imágenes granuladas que permiten la activación de otros sentidos en el espectador, los cambios de foco, entre otros recursos, son revelados por el estudio, conjuntamente con su funcionalidad.

Las investigaciones que permiten este tipo de aproximación al objeto de estudio se develan como escasas respecto a las centradas en reflexionar acerca de la novela y el filme en una línea más tradicional. Aún más exiguas resultan aquellas que examinan la relación de una obra documental desde esta perspectiva.

“Procedimientos cinemáticos en la narrativa de Edmundo Paz Soldán: Norte (2011), Billie Ruth (2012) e Iris (2014)”, examina la influencia de los medios de comunicación de masas (televisión, internet, etcétera). En la novelística contemporánea es cada vez más cotidiana la presencia de los mass media. Resulta interesante comprender cómo tributan a una cultura de la visualidad que germina con las grandes pantallas cinematográficas. En esta red de imbricaciones se tejen las obras de Soldán en las que propone indagar el estudio. Como bien subraya el autor: “(…) la producción literaria de Edmundo Paz Soldán (es) un ejemplo paradigmático del trasvase de procedimientos audiovisuales a la narrativa escrita.[6]”

Se examinan los recursos utilizados en cada obra. José Seoane divide el escrito en tres partes: a) ámbito referencial: intertextualidades, b) punto de vista: ocularizaciones y auricularizaciones, y, c) nivel topográfico: disposición del texto y signos ortográficos. En cada uno de los apartados se argumenta y ejemplifica cómo se relacionan estos procedimientos (presentes en la narrativa de Soldán) con una cultura audiovisual que penetra al ser humano contemporáneo. No se hace solo alusión al cine, se manifiesta la presencia del cómic, la prensa escrita, internet o tecnologías más avanzadas como los hologramas o la realidad virtual.

Este artículo brinda un panorama de la “herencia cinematográfica” en la actualidad. La presencia del cine no es tenue, se hace constante, pero no se oculta tampoco el cambio en los dispositivos de consumo del filme o la alternancia con otros medios. Es importante considerar el aporte del ámbito cinematográfico a nuestro entorno, su evolución y complejidad en la época actual. La exploración de estas sendas investigativas conduce a un entendimiento aún más amplio de fenómenos contemporáneos.

“Traducción, adaptación y fábulas del “Yo”: un diálogo entre el cine y la literatura del Caribe anglófono” tiene como objetivo explorar los vínculos entre el cine y la literatura y su importancia “para el desarrollo identitario del Caribe angloparlante”[7]. En una primera parte, el trabajo se centra en el espacio literario. El autor demuestra mediante varios ejemplos cómo la narrativa de la región en la época posterior a la independencia se ha nutrido de códigos cinematográficos para “dramatizar la búsqueda del nuevo “yo” poscolonial”[8]. En The Dragon can’t Dance, novela de Earl Lovelace, el protagonista se refugia en los cines de barrio y siente en su interior la fortaleza de los héroes de westerns después de visualizar una película de este género. En el caso de Is Just a Movie, también de Lovelace, se plantea nuevamente el conflicto identitario del sujeto caribeño, este tema se posiciona en el centro de la producción literaria de varios escritores del Caribe anglófono.

Ian Craig propone además examinar la relación entre los espacios cinematográfico y literario para el caso de una novela basada en un filme. “(…) la versión (…) de Thelwell es hasta más cinematográfica (…) que la propia película (…) en la que se basa”[9]. El último acápite del trabajo, titulado: “El cine del Caribe anglófono: Un quijote tropical contra el ciclón de la indiferencia”, se dedica de forma más exclusiva al análisis del cine de la región.

“Antonio Di Benedetto por Lucrecia Martel: la adaptación de Zama”, si bien alude a una perspectiva comparativa, el interés del trabajo no radica en demostrar una fidelidad o no al texto fuente, se hace hincapié en cómo se transforma el relato atendiendo a la estética de la cineasta[10]. El filme devela una lectura otra del protagonista, por lo tanto, contrario a un distanciamiento de Diego de Zama, lo que se muestra es la pluralidad de significados contenida en la obra literaria.

La adaptación fílmica, producida poco después de que el texto cumpliese sesenta años de publicado, permite estas relecturas desde un contexto actual. En el caso de la novela, el tema principal se relaciona con la espera, sin embargo, el filme permite explorar Zama desde la idea de la identidad como cárcel. Por otra parte, “el universo de Martel es más concreto y sensorial, mientras que el de Di Benedetto es más abstracto y racional, por lo tanto, más propenso a la alegoría”[11]. El espacio-tiempo de ambas obras se aleja de la fidelidad histórica, no se evitan los anacronismos. Debido a que el relato, según los indicios ofrecidos en cada caso, se sitúa en el ámbito colonial, las tensiones entre lo americano y lo europeo están presentes. Empero, en la novela se produce un vínculo entre América y la barbarie que no parece evidenciarse en la película, incluso, explica Dillon que “(…) algunas decisiones de transposición invitan a pensar en un protagonista menos despectivo hacia su continente.”[12]

Ambos medios, como se conoce, permiten la transmisión de saberes a partir de diferentes recursos. En el caso de la película, Martel se auxilia de la banda sonora, la cual se construye como materia significante: “(…) el ejemplo más claro es el efecto sonoro que puntúa la crisis del protagonista, utilizado cuatro veces a lo largo del film: el shepard tone (…)”[13]. La cineasta desarrolla un estilo indirecto libre “en el que resulta imposible distinguir los hechos de las alucinaciones, el pensamiento de las palabras efectivamente pronunciadas, los sueños de la realidad diegética.”[14].

Por otra parte, “Otro modo de ser humano y libre”: la mirada feminista de Busi Cortés en el nuevo cine mexicano”, analiza el diálogo que se establece entre la obra de Rosario Castellanos El viudo Román (1964) y el largometraje de Busi Cortés El secreto de Romelia (1988). Este estudio se centra en valorar cómo y por qué ocurre un cambio de perspectiva entre la narración y el filme. “(…) Cortés (…) no quería solo “ilustrar” la novela, sino hacer una intervención que abarcara los cambios sociales desde el 64 hasta el 88”[15]. De esta forma, la realizadora (re) elabora la narración desde un contexto en el cual la mujer se enfrenta a otras problemáticas. Ello provoca que, si bien en El viudo Román se favorece el discurso del hombre (con lo que se explicita la imposibilidad de las mujeres de controlar su propio destino), en El secreto de Romelia son las féminas las que toman la palabra y tejen la historia. Podemos decir que ocurre una actualización del relato desde una agenda feminista que posee una mirada crítica. Los cambios son perceptibles desde el mismo título, el texto fílmico de Cortés se vale del protagonismo femenino para desplazar la centralidad masculina. En la obra literaria, la venganza de Román es la que recibe mayor importancia, sin embargo, en la película, el relato se centra en la esposa despreciada, la hija y las nietas.

En el filme, “(…) se presentará a estas mujeres en conjunto, con individualidad, pero siempre en contrapunto la una con la (s) otra (s). Las diferentes generaciones dialogarán (…)”[16]. Además, se vincula el relato personal de estas mujeres con la historia política de México. Señala la estudiosa que “la genealogía personal del linaje femenino de Romelia actúa como un reflejo en espejo de la genealogía política mexicana (…)”[17].Se evidencia un diálogo fructífero entre las creadoras. Busi Cortés interpreta el texto-fuente con un caleidoscopio heterogéneo, y esto le permite (de)construir el relato y brindar un papel activo a la mujer en relación con su entorno.

“La textura cinematográfica en los cuentos de Andrés Caicedo” rastrea los referentes fílmicos presentes en los cuentos “El espectador”, “En las garras del crimen”, “Calibanismo” “Los mensajeros” y “Destinitos fatales”. Edwin Carvajal propone el análisis de los relatos teniendo presente el principio de “homología estructural” formulado por Umberto Eco.

En el caso de “El espectador”, el cine se muestra como productor de mundos alternativos que contrastan con la soledad del personaje principal. La sala de proyecciones se constituye en refugio y acoge continuamente al protagonista. Sin embargo, “Los mensajeros” crea un universo otro para el cinéfilo. La historia presenta a Cali como antiguo epicentro de la cinematografía mundial y, para corroborar esta ficción, el autor nos muestra una gama de películas, actores y estudios de cine concebidos específicamente para este cuento. Por lo tanto, no se trata ya de enlazar referentes del ámbito literario con el fílmico, sino de producir nuevos referentes, crear el cine desde la literatura.

Por otra parte, el estudioso señala: “lo que no genera dudas es la adopción del género Western en la ficción narrativa para imitar las acciones y conductas de los héroes del celuloide (…)”[18]. El impacto del género Western en la narrativa era algo que ya se presenciaba en ensayos como “Traducción, adaptación y fábulas del “Yo”: un diálogo entre el cine y la literatura del Caribe anglófono”. En el texto referido se ejemplifica cómo este paradigma cinematográfico no influye solo en la configuración de un tipo de personaje, sino también en el desarrollo de una sensibilidad particular en las nuevas generaciones:

“La rebelión estaba de moda -y más que nada la estética de la rebelión- (…) los signos externos conculcados por el spaghetti western (…) constituían un fuerte llamado a la acción- o por lo menos a la adopción de una cierta actitud-para miles de jóvenes de esas naciones jovencísimas”[19].

En otras ocasiones, el autor se vale del argumento de un filme y lo traslada a la ficción narrativa, como sucede en “En las garras del crimen”. “Esa misma historia (la del thriller psicológico What ever happened to Baby Jane?), que el lector solo conoce si ha visto la proyección de la película, será la que el personaje narrador utilice para complacer a su clienta (…)”[20].

El proyecto de una Valoración Múltiple sobre literatura y cine en Latinoamérica y el Caribe propone entonces, como se evidencia a partir de una muestra de los textos seleccionados hasta el momento, un compendio que aglutina disímiles perspectivas. Ello permite no solo la creación de un panorama de estos estudios en nuestra área, sino también el análisis crítico. Se espera que el volumen incite la labor investigativa en el terreno de la literatura comparada.

[1] Andrea Ostrov: “Cagliostro: una novela-film de Vicente Huidobro”, en Revista Iberoamericana, no.236-237, University of Pittsburg, jul.-dic., 2011, p. 1053.

[2] Irene Depetris: “Percepción háptica y sensorial en el “ciclo del río” de Gustavo Fontán”, en Cuadernos de Literatura, Vol.22, no.44, jul.-dic., Bogotá, 2018, p.40.

[3] Ídem.

[4] Ídem.

[5] Ibídem,p.42.

[6] José Seoane: “Procedimientos cinemáticos en la narrativa de Edmundo Paz Soldán: Norte (2011), Billie Ruth (2012) e Iris (2014)”, en Tropelías: Revista de teoría de la literatura y literatura comparada, Universidad de Zaragoza, no. 27, 2017, p. 264.

[7] Craig, Ian: “Traducción, adaptación y fábulas del “Yo”: un diálogo entre el cine y la literatura del Caribe anglófono”, en Cuadernos de Literatura, Vol.15, no.30, jul.-dic., Bogotá, 2011, p. 222.

[8] Ibídem, p.224.

[9] Ibídem, p.228.

[10] Dillon conceptualiza la poética de Martel como un “realismo de la percepción”, lo cual alude a la intención de la cineasta de capturar el modo en que sus personajes experimentan el mundo.

[11] Alfredo Dillon: “Antonio Di Benedetto por Lucrecia Martel: la adaptación de Zama”, en Badebec, Vol. 8, no. 16, marzo, Rosario, 2019, p. 117.

[12] Ibídem, p.122.

[13] Ibídem, p.110.

[14] ídem.

[15] Ilana Luna: “Otro modo de ser humano y libre”: la mirada feminista de Busi Cortés en el nuevo cine mexicano”, en Revista de crítica literaria latinoamericana, no.73, Lima-Boston, 2011, p. 212.

[16] Ibídem, p.214.

[17] Ibídem, p.217.

[18] Edwin Carvajal Córdoba: “La textura cinematográfica en los cuentos de Andrés Caicedo”, en Estudios de literatura colombiana, no. 18, enero-junio, Antioquía, 2006, p. 92.

[19] Craig, Ian: “Traducción, adaptación y fábulas del “Yo”: un diálogo entre el cine y la literatura del Caribe anglófono”, en Cuadernos de Literatura, Vol.15, no.30, jul.-dic., Bogotá, 2011, p. 225.

[20] Edwin Carvajal Córdoba: Ob. cit., p. 95.

Tomado de: La Ventana

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Cuba, ¿Estado Fallido?

Por Aurelio Alonso

Hermanas y hermanos de la Casa de las Américas, quería hacerles llegar estas reflexiones en un momento tan delicado como el que vive el país. Durante el primer año de su mandato presidencial, el señor Biden ha mostrado su disposición a echar por tierra las posibilidades que todavía podría albergar una izquierda, una verdadera izquierda demócrata en Estados Unidos, de darle a ese Partido la tarea, la misión de reencauzar su sistema y su liderazgo mundial, dado su enorme poder y su enorme caudal económico, un liderazgo más digno, un camino digno para la humanidad, para salvar la humanidad, esto parece que ha caído por tierra ya en lo que ha demostrado en este primer año en la presidencia el señor Biden.

Esto incluye, por supuesto, la posición más agresiva contra los sistemas socioeconómicos que buscan una verdadera soberanía y que rechazan someterse indiscriminadamente al mandato imperial, y por supuesto el primero de estos es Cuba, que es el más emblemático y el más antiguo de estos sistemas. Y ahora en su ofensiva –que ha demostrado ser la continuidad de la ofensiva más derechista del sistema de las que implantó su antecesor, de triste recordación–, el presidente Biden centra su campaña en la idea de que Cuba es un Estado fallido y refuerza su apoyo a las acciones puntuales en contra del Estado cubano y de la sociedad cubana y del pueblo cubano, en la amenaza de establecer, de implantar nuevas sanciones. Cuba no le teme a nuevas sanciones, Cuba está viviendo sanciones de Estados Unidos desde hace sesenta años y ha seguido subsistiendo, y su resistencia ha mostrado la capacidad precisamente de Cuba de resistir y de enfrentar sanciones norteamericanas, así que no nos asustan las nuevas sanciones, ni a nuestro Presidente, ni a nuestro Estado cubano, ni a nuestra política, ni a nuestro pueblo, habituado a las sanciones. La idea del Estado fallido muy bien trabajada y muy bien elaborada evidentemente por los tanques pensantes puede admitirse que es válida. Sí, ciertamente Cuba es un Estado fallido; Cuba es un Estado fallido para las transnacionales que son capaces de hacer ganancias multimillonarias en medio de un año en que la economía mundial se depaupera totalmente debido a los efectos de una pandemia como la que está viviendo. Para esas transnacionales, para ese sistema de transnacionales que es capaz de volver a hacer crecer sus ganancias en cientos de millones de dólares en situaciones en que el resto de la economía mundial lo que crea es pobreza, miseria, hambre, es un Estado fallido; Cuba sería un Estado fallido para esas transnacionales, sería un Estado fallido para las desigualdades crecientes que se producen en el sistema norteamericano, un Estado fallido para los que tratan de hacer mercado y soborno a través del monopolio de las vacunas, es un Estado fallido para todo eso. Es un Estado fallido para toda esa miseria, de abuso de poder que se ejerce desde el imperio. Para ellos Cuba, el ejemplo cubano, es el ejemplo de un Estado fallido, cuando en el fondo el Estado fallido para el mundo, para la posibilidad de salir a flote de la humanidad es precisamente el que ellos están preconizando. Que tengan éxito en imponer sus posiciones depende incluso de aquello que advirtió nuestro Comandante en Jefe en Brasil en 1992, cuando dijo que una especie estaba en peligro de extinción, que era la especie humana. No era una metáfora, era un pronóstico real, era una previsión real. Es muy difícil que imponiendo, que acabando con Estados fallidos como pretenden que es el Estado cubano e imponiendo su Estado, sus concepciones del sistema como la única viable para el mundo (que es la concepción de la acumulación de capital, sin mirar al lado, sin mirar lo que queda detrás, sin mirar lo que van dejando como estela de miseria, y destrucción y de pobreza), seguramente la humanidad no va a poder ver el nacimiento del siglo que viene, es decir, es posible que si se les deja, si el mundo deja que tengan éxito, es posible que conviertan este siglo en el último siglo de existencia para la humanidad. Y la humanidad de hoy entiende esto porque lo demuestra cada vez que vota unánimemente casi contra el bloqueo a Cuba en las Naciones Unidas, pero también demuestra su incapacidad, sus limitaciones de poder para hacer que esta estructura mundial de relaciones cambie. Es que es muy difícil, es prácticamente imposible que cambie si no se cambia fuertemente desde los países que lideran el mundo, y Cuba va a seguir resistiendo y llama a seguir resistiendo a los países que han avanzado aquí en nuestro Continente y en el resto del mundo subdesarrollado, a los países que han avanzado en imponer su soberanía y en defender su soberanía porque son la esperanza de un mundo posible, de un mundo mejor posible, no porque sea un mundo más rico sino mejor porque sea un mundo donde puedan subsistir con equidad la población humana, la especie humana. Cuba es ejemplo de eso y precisamente lo que tratan de imponer al mundo es lo contrario. Por lo tanto, Cuba de siente decidida a resistir a cualquier programa de sanciones que se establezca desde el imperio, y se siente también decidida a resistir porque Cuba ha sabido mantener, ha sabido respaldar su liderazgo revolucionario con el que nació este sistema, su socialismo tan limitado y tan atacado y lo ha sabido mantener, lo ha sabido mantener con líderes como Fidel que lo creó, como Raúl que lo siguió, que lo supo continuar y que siguió tan cercano a su hermano y dirigente, y por Díaz Canel que ha sido fruto de esta sociedad y que ha demostrado hasta hoy que es nuestro nuevo líder y que él tiene todas las capacidades y las virtudes para conducirnos en estas acciones, en esta proyección de Estado fallido contra los que quieren acabar precisamente con la humanidad en función de sus cochinos intereses privados, propios del enriquecimiento sin fronteras.

Esto es lo que yo quería trasmitirles como mensaje. Me siento aliado, es verdad que morir por la patria, morir por el mundo vale mil veces que vivir sometidos a una nueva e implacable victoria imperial. Hay que seguir luchando, tenemos que seguir haciendo lo que hemos hecho hasta ahora, en estos sesenta años y darle la cara al imperio con todo el valor al lado de nuestros dirigentes, que no nos defraudarán.

Un abrazo para todos y les saludo con cariño, con afecto, con solidaridad, con espíritu combativo, con la disposición siempre de hacer, hasta dar la última gota de lo que tenga a mi alcance, de sangre, de vida, de pensamiento si me queda, de todo eso. Muchas gracias, hermanos y hermanas, quiero decirles que me siento orgulloso de ser parte de ese colectivo (de la Casa de las Américas) que tanta felicidad me ha dado siempre, desde que me uní a él. Muchas gracias.

Tomado de: La Ventana

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Mensaje de la Casa de las Américas a los amigos de nuestra región y del mundo

Una vez más los cubanos nos enfrentamos a una embestida brutal por parte del Imperio. En momentos en que el país comienza a recuperarse de los duros efectos de la pandemia, cuando al fin se vislumbra una salida a los angustiosos meses vividos, vuelven a escucharse tambores de guerra. Las nuevas maniobras vienen envueltas en términos como “derechos constitucionales”, “marchas pacíficas” y otros de semejante tenor.

Parecía que la política del gobierno de Trump había llevado a límites infranqueables la hostilidad hacia Cuba al implementar 243 medidas adicionales al bloqueo. Sin embargo, su sucesor, haciendo gala de un cinismo asombroso, no solo no ha aliviado aquella criminal política sino que en la práctica, de hecho, la ha recrudecido al sostenerla contra viento y marea y aderezarla, además, con todo tipo de amenazas y exabruptos.

Desde el 22 de septiembre hasta hoy, funcionarios del gobierno estadounidense y figuras influyentes del Congreso han hecho públicas veintinueve declaraciones insolentes en torno a la provocación prevista para el 15 de noviembre, instigada y financiada desde los Estados Unidos, con el empleo de sus representantes locales –esos “hombres tallados en una rodilla”, según la imagen de Martí–, que intentan servir de quinta columna para los propósitos de sus amos.

Hace veinte años, el 1° de mayo de 2001, en lo que sería el primer aldabonazo continental contra las expansivas pretensiones del ALCA, Fidel subrayó:

Todo cuanto hicieron los gobiernos de Estados Unidos en este hemisferio hasta el momento actual estuvo fuertemente influido por su obsesión y temor ante la presencia desconcertante de la Revolución Cubana, desde los días de la invasión mercenaria de Playa Girón […]. Mas, si el triunfo de la Revolución Cubana los desconcertó, su admirable resistencia durante más de cuatro décadas a veces da la impresión de haberlos desquiciado.

El canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla se dirigió hoy al Cuerpo Diplomático acreditado en la Isla para denunciar la nueva escalada de agresiones y los planes para desestabilizar a nuestro país y promover “un cambio de régimen”. Con el pretexto de “ayudar al pueblo cubano”, la campaña, a través de los medios y las redes sociales, presenta a Cuba como un Estado fallido cuyo gobierno acude a la represión y a la violación de los derechos humanos para perpetuarse en el poder. En realidad, al decir de nuestro canciller, se propone “provocar situaciones de sufrimiento, en la esperanza de que generen condiciones para un estallido social”.

Washington continúa aplicando medidas que impiden la reunificación familiar, los viajes entre los dos países, el otorgamiento de visados; asimismo, la nueva exigencia para permitir el ingreso a los Estados Unidos discrimina las exitosas vacunas cubanas y obstaculiza su reconocimiento. En contraste, según Rodríguez Parrilla, “no ha habido ningún ofrecimiento de ayuda de ese gobierno, ni humanitaria ni de ninguna índole, a lo largo de toda la pandemia; ni siquiera cuando se produjo la avería de la planta productora de oxígeno se concedieron licencias específicas para enviar oxígeno a Cuba”. En nuestro país no se han recibido de las autoridades estadounidenses ni medicamentos ni alimentos durante esta grave crisis.

La absoluta carencia de ética y el cinismo han caracterizado la conducta de Washington con respecto a Cuba en una etapa en que los médicos cubanos han dado pruebas en todo el mundo de espíritu solidario.

Como parte de la estrategia imperial de dominación, que combate a sangre y fuego todo proyecto emancipador, en particular en nuestra América, Cuba está siendo acosada con saña por su enemigo histórico, confiado en que podrá engañar a la opinión pública mundial y presentarse como portador de la democracia y la libertad de los cubanos. En este momento de peligro para la Revolución convocamos a nuestros amigos a evitar, por todos los medios a su alcance, que la verdad de Cuba sea silenciada.

La Habana, 10 de noviembre de 2021.

Tomado de: La Ventana

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Medio siglo con “Caliban”

Por Laidi Fernández de Juan

De pronto me llama Jaime: “Queríamos pedirte, porque se cumplen 50 años de la primera edición de…”. Entonces me quedo quieta, pasmada, muda, sin saber qué hacer, qué decir, cómo reaccionar. Ni siquiera atino a decidir si debo pronunciar alguna palabra. Siempre ocurre algo similar cuando mencionan tu nombre: aflora mi absoluta incapacidad para reaccionar de inmediato.

Hace mucho tiempo —tanto que parece una eternidad— yo esperaba el mejor momento para transmitirte lo que alguien necesitaba de ti y no se atrevía a pedirte directamente. Me fui convirtiendo en una especie de mediadora entre el mundo informal y tú. Mamá quedaba al margen de dichas intervenciones: su férrea costumbre de protegerte impedía ser elegida para el ejercicio de tal menester. Nuestra madre, ya se sabe, era impenetrable cuando de tus asuntos se trataba. Supongo que al principio mi juventud me hizo más accesible, unida a una jocosidad que todavía se me endilga, y a una supuesta ligereza —también asumida como natural. Quizás todo junto haya decidido el puesto de secretaria doméstica que me atribuyeron. Por una u otra razón se me acercaban las más disímiles criaturas para solicitar cualquier cosa que —no sé por qué— imaginaban que tú podrías satisfacer. Dramaturgos, escritores, reporteros, improvisados, jóvenes, extranjeros, alumnos, curiosos, vecinos, turistas, barrenderos, exnovios, maestras, secretarias, mensajeros, cantantes, amigos de amigos, ilustres, pobres diablos, funcionarios, consagrados, fotógrafos y desconocidos me llamaban o interrumpían mi paseo a través de mensajes o de terceras personas para pedirme algo. O sea, pedirte a ti. Desde una entrevista casual hasta la posibilidad de filmarte; desde una foto contigo en el parque hasta una conversación seria; desde una casa nueva hasta un visado para Groenlandia; desde una valoración de poemas hasta una loción para la sarna; desde criterios de danza clásica hasta opiniones del funcionamiento del transporte: las solicitudes más increíbles me (te) llegaban.

Algunas fueron descartadas ipso facto y no alcanzaron tus oídos, lo confieso. Recuerdo, por ejemplo, cierta vez que un señor entró a nuestro jardín en el momento en que yo arrastraba un bulto con pedazos de techo que recién se habían desplomado en el suelo de la cocina. Cuando yo me dirigía a la acera para que algún vecino me auxiliara, dicho señor penetró en nuestra entrada y me espetó: “Necesito que tu papá me resuelva dos sacos de cemento, porque se me está derrumbando la pared del baño”.

Ya para entonces yo era el enlace entre el universo no oficial y tú, de modo que tenía cierto entrenamiento. “¿Le servirán estos escombros?”, le dije mientras le mostraba los pedazos de bloques. “Es todo lo que podemos ofrecerle”, añadí. El hombre terminó por ayudarme a llegar hasta la esquina donde se depositan los desperdicios del barrio. “Perdón”, me dijo, “no sabía…”.

En otra ocasión fue una joven quien entró al jardín. “Quiero que tu padre lea este poemario mío y los publique en su revista”. Cuando me entregaba algo parecido a El Capital —pero más voluminoso—, añadió las palabras que definieron mi negativa a gestionar lo que me pedía. “No pude venir antes porque fui abducida por extraterrestres. Mira, fíjate en estas marcas que me dejaron los alienígenas en las muñecas”. Vi unas líneas que parecían pulseras, hechas con tinta de bolígrafo, en ambas manos. “No va a poder leer tanto, no le alcanza el tiempo. Lo lamento mucho —y le devolví el bulto de papeles—, pero si me traes un resumen, digamos, un tercio de este manuscrito, yo prometo que él leerá tus poemas”. Le regresé el paquete, y nunca volvió. Las gestiones que sí resultaron satisfechas no serán contadas. No solo por ser muchísimas, sino porque sería de mal gusto develarlas.

Lo cierto es que no me acostumbro a la idea de no tener a quién consultar. No existe persona que pueda acompañarme a decidir, y que, sobre todo, sea capaz de asumir peticiones variopintas. Ya el momento y el lugar adecuados dejaron de ser importantes. Y aunque no estés, sigues siendo evocación, presencia, preámbulo, excusa para acercarse a mí. Ahora mismo, cuando las escaseces pululan, no te imaginas los pedidos que recibo, como si no se acabara de entender que esta casa es igual al resto del barrio, incluso menos provista.

Un señor bastante mayor viene con cierta regularidad, y usa un bastón rudimentario, por más señas. Me dice “doctora”, me trata de “usted”, siempre me pide algo, y ofrece cada cosa que me resulta francamente simpático. No menciona tu nombre, pero él sabe. Según es fácil comprobar, se dedica a husmear en descampados, donde encuentra sabrá Dios qué cosas no del todo inservibles, aunque bastante ruinosas; algunas de las cuales me ofrece a cambio de los pedidos, como símbolo irredento de nuestra política del trueque. Por mucho que le diga que no necesito una revista Mar y pesca, ni latas oxidadas, ni sillas sin espaldar, ni mesas sin patas, ni retazos de cubrecamas, ni lámparas con moho y objetos por el estilo, me deja sus hallazgos en la reja. En un supuesto intercambio comparto con él jabones de baño, nasobucos sin estrenar, un poco de café, algún desodorante, alcohol desinfectante o medio pomo de analgésicos. Pocos días antes de la llamada de Jaime, el señor mayor del bastón me trajo un recorte de periódico donde apareces tú. “Esto lo busqué entre mis colegas del barrio que venden periódicos y se lo pedí. Es para usted”. El papel, bien antiguo, conserva la foto con nitidez aceptable. Estás riéndote. Eres joven y con cabellera negra. A cambio, le entregué al señor del bastón un abrigo de los tuyos, el beige. En la foto, tu chaqueta —que yo sé que era azul marino— se ve oscura, y del bolsillo de la izquierda asoman dos tabacos de aquellos que fumabas sentado en la sala, inundando toda la casa de aroma deliciosamente cubano. Sonreí al verte impreso, inamovible, en ese recorte. De golpe, me pareció escuchar tu risa de hombre feliz. Además, sentí otra vez el perfume que salía de tu boca cuando fumabas. ¿Recuerdas aquellos círculos que hacías con el humo, o mejor dicho, los aros de nube que lograbas arqueando los labios como si fueras un pez al momento de exhalar el vapor de tabaco? Así volví a verte. Y, una vez más, nos reímos juntos. Yo, porque trato de apresar los anillos que se van volando hacia el techo, hacia el cielo, hacia ese infinito donde estás ahora, mientras tú abandonas tu acrobacia labial de pez para carcajearte con mi inocencia. Yo revoloteo alrededor del inapresable último anillo, y tú te diviertes. Por eso ríes.

Me fijo en la fecha del periódico. Es 1971. Yo acabo de cumplir diez años, y tú estás escribiendo el ensayo cuya primera, exclusiva versión, me pide Jaime. Para encontrar tu mecanuscrito cumplí el ritual de imaginarte en la misma habitación donde lo escribiste. Me senté en la misma silla, recorrí con la mirada las mismas paredes, cerré la misma puerta. Te vi como en la única ocasión en que mamá me permitió entrar en este cuarto durante el tiempo que duró el parto de “Caliban”. Escribías en estado de gracia. Poseso, iluminado, apenas deteniéndote para comer algo frugal. Recuerdo esos días como si hubieran durado una eternidad. Mis diez años te echaban de menos, y por eso me permitieron asomarme un día. Había papeles por toda la habitación, en los libreros, en las sillas, en el suelo, regados, dispersos. Tú estabas sentado frente a la máquina de escribir, de espaldas a la puerta, y apenas me miraste. De una mesita recogí los platos con restos de la comida anterior, y deposité el bocadito que mamá me había dado para ti. Las teclas sonaban en la Olivetti con un ritmo desenfrenado, que no fue interrumpido en ningún momento de mi breve visita. Recuerdo que me asustó verte así. Me dolió que no me dijeras Poupeé ni recitaras uno de los poemas brevísimos que solías improvisar cuando me veías llegar. Eras otra persona, casi imposible de reconocer. Nunca más pedí verte durante ese siglo de dos semanas que ahora cumple 50 años. He leído varias veces ese ensayo tuyo, a lo largo de mi vida lo he consultado, y siempre descubro definiciones, orgullos, aprendizajes, pero no logro vincular la extrema lucidez de tus palabras con la imagen enfebrecida del momento en que las escribías. Los años han pasado, terribles, malvados, y me corresponde hurgar en tus archivos. Algo mágico debe existir en este estudio donde te refugiabas, digo yo, porque casi sin esforzarme, encuentro el envoltorio donde guardaste la primera versión. En un sobre amarillento están las más de 80 cuartillas de ese trabajo tuyo que tantas vueltas ha dado por el mundo. Tu letra (entonces delineada, aún armónica, casi perfecta) señala que es ese y no otro el contenido. “‘Caliban’ revisado” dice. Lo abro, salen las páginas, se desgajan y me sorprenden. Mis ojos se divierten con tus anotaciones al margen. Celebro tu obsesiva manera de no permitir nada al azar, y de repente parece que fue ayer cuando te vi teclear con frenesí la máquina Olivetti, por cierto, recuperada del garaje, adonde fue a parar ya ni se sabe cuándo. Al cabo de medio siglo te veo, sentado de espaldas. Eres y no eres el mismo. Me parece que debo decir “permiso, perdón, es solo un minuto”, como aquella única vez en 1971, pero guardo silencio.

Como se trata de ti, demoro en reaccionar. Voy a llamar a Jaime para decirle “encontré el original”, y claro está, permitiré que manoseen el sobre gastado y las hojas que llamábamos de China, que miren tu letra de antaño, que fotografíen, que escaneen todo el material, que lo hagan público, que se sepa, se comente, se divulgue. Son gentes que te quieren bien. Tú y yo lo sabemos, y, por mucho que intente guardarte para mí, eres —ya lo he dicho antes— de muchos, amado mío. Eres, después de todo, la fecha y el nombre que ya vemos arder.

Tomado de: La Jiribilla

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Revista Conjunto No. 200, julio-septiembre 2021 (+PDF)

La Casa de las Américas, consecuente con su propósito de estimular las expresiones culturales de América Latina, especialmente aquellas que no encuentran cauce bastante para su difusión, creó la revista Conjunto dedicada al teatro latinoamericano.

Por eso en las páginas de esta revista se recogen críticas, estudios teóricos e informaciones acerca del movimiento teatral latinoamericano, así como textos completos de obras. Creemos cumplir un doble objetivo: ofrecer un campo para difundir lo que hacemos en teatro y romper la incomunicación entre nuestros teatristas Cuatro números por año. Cada trabajo expresa la opinión de su autor. La opinión de la Casa de las Américas se expresa en los editoriales y en notas que así lo indiquen.

En los casos de colaboraciones que no se hayan solicitado, la revista no se compromete a devolver los originales ni a mantener correspondencia.

Fundador

Manuel Galich

Directora

Vivian Martínez Tabares

Redactores

Aimelys Díaz y Rey Pascual García

Diseñador

Pepe Menéndez

Sumario

Escena y desafío. Memorias del Encuentro de Teatristas Latinoamericanos y Caribeños 2021.

(Vivian Martínez Tabares, Abel Prieto Jiménez, Patricia Ariza, Carlos Arroyo, Sérgio de Carvalho, Carlos Celdrán, Jorgelina Cerritos, Gonzalo Cuéllar, Alice Guimarães, Teresa Hernández, Jaime Lorca, Violeta Luna, Tito Ochoa, Cristóbal Peláez, Roxana Pineda, Teresa Ralli, Claudio Rivera, Raquel Rojas, Rubén Darío Salazar, Santiago Sanguinetti, Daniele Santana, Nora Lía Sormani, Patricio Vallejo, Fernando Vinocour, Antonio Zúñiga, Arístides Vargas y Charo Francés).

Andrea López

La recolección de lo etéreo

Silvina Patrignoni

De lo que al Muchacho Gris aconteció

Carlos Lema

Autobiografía en tres imágenes

Sérgio de Carvalho

Ningún lugar

Hellen Hernández

El teatro y la cámara oscura

Lowell Fiet

Teatro popular: ¿Quién es el actor? ¿Quién es el espectador?

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Un espacio lúdico

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El teatro popular y callejero en Colombia y el legado de Manuel Zapata Olivella

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Caliban: Edición Conmemorativa por sus 50 años (+ Libro)

Por Caridad Tamayo Fernández

Al cumplirse cincuenta años de la aparición de uno de los ensayos más influyentes de las últimas décadas, la Casa de las Américas publica esta Edición Conmemorativa con la que rinde homenaje a un texto y a un autor que nos son muy cercanos.

Fechado entre el 7 y el 20 de junio de 1971, «Caliban» apareció por primera vez en el número 68 de la revista Casa de las Américas, correspondiente a los meses de septiembre-octubre de ese año, hace ahora medio siglo. Algún día dicho ensayo merecerá una edición crítica (desafío arduo, si los hay, pues Retamar trabajó incansablemente en sucesivas y ampliadas revisiones del texto original) y que escapa a la pretensión de esta entrega.

Aunque aquí nos limitamos a recoger el mencionado texto, no es posible ignorar que él se completa con la lectura de otros. Alguna vez el propio Retamar aseguró que «Caliban» se le volvió una suerte de encrucijada a la que conducían trabajos anteriores, y de la que partirían otros que aparecen en varios de sus libros. Una parte de ellos, sin embargo, está directamente relacionada con ese célebre «concepto-metáfora» o «personaje conceptual», razón por la cual, desde 1995 y bajo el título de Todo Caliban, suelen aparecer, en un mismo volumen, el ensayo de 1971 y los que han llegado a formar su singular saga: «Caliban revisitado» (1986), «Caliban en esta hora de nuestra América» (1991), «Caliban quinientos años más tarde» (1992) y «Caliban ante la Antropofagia» (1999). Por otra parte, «Adiós a Caliban» se incorporó como «Posdata de enero de 1993» al ensayo original a partir de su edición japonesa, de manera que así aparece desde entonces y de ese modo lo recogemos aquí.

Cada uno de dichos ensayos iba dando fe de las transformaciones a las que estaba asistiendo el mundo, entre ellas, el crecimiento de la derecha mundial. Si en 1971 parecía que el conflicto esencial en la arena internacional era el existente entre el Este y el Oeste, los ensayos sucesivos eran escritos mientras se producía una agudización de las tensiones entre el Norte y el Sur, la gran polaridad de estos tiempos, como bien percibía su autor. Precisamente esa disyunción atañía de lleno al ensayo inaugural. Lejos, por tanto, de agotarse con el momento en que fue concebido, aquel hito de eso que en las últimas décadas ha dado en llamarse «Calibanología», continuaba siendo pertinente.

Editor exquisito y autor obsesivo con la corrección permanente de sus propios textos, Fernández Retamar no dejó nunca de retocarlos. La versión de «Caliban» que aquí ofrecemos es la última que él llegó a revisar. Hemos querido ilustrar esta edición con las cubiertas de algunas de las muchas ediciones que conocen el ensayo y su descendencia. Por fortuna, Retamar conservó el manuscrito de su ensayo de 1971, con correcciones de su puño y letra. Algunas páginas de ese material, custodiado por su hija y albacea, la escritora Laidi Fernández de Juan –a quien agradecemos las ideas y facilidades que nos ofreció para llevar a término esta edición–, ilustran también este volumen.

Al redactar en 2018 una Nota de presentación para la edición mexicana de Todo Caliban –la última que su autor llegara a ver– Roberto Fernández Retamar expresó, con palabras que justifican esta Edición Conmemorativa más allá de los aniversarios: «Nada hace pensar que la imagen de Caliban tienda a ser innecesaria, porque se hubiese desvanecido la temible imagen de Próspero. Por el contrario, hoy, a más de medio milenio de 1492, cuando se inició el actual reparto de la Tierra, la imagen de Caliban tiene más vigencia que nunca».

Una tempestad de ideas

Graziella Pogolotti (Prólogo de la Edición Conmemorativa)

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«Te vi como en la única ocasión en que mamá me permitió entrar en ese cuarto durante el tiempo que duró el parto de Caliban. Escribías en estado de gracia. Poseso, iluminado, apenas deteniéndote para comer algo frugal. Recuerdo esos días como si hubieran durado una eternidad. Mis diez años te echaban de menos, y por eso me permitieron asomarme un día. Había papeles por toda la habitación, en los libreros, en las sillas, en el suelo, regados, dispersos. Tú estabas sentado frente a la máquina de escribir, de espaldas a la puerta, y apenas me miraste. De una mesita, recogí los platos con restos de la comida anterior, y deposité el bocadito que mamá me había dado para ti. Las teclas sonaban en la Olivetti con un ritmo desenfrenado, que no fue interrumpido en ningún momento de mi breve visita». Así evoca Laidi Fernández de Juan, su hija, el nacimiento de Caliban en febriles jornadas creativas, desenlace dramático de años de meditación autocrítica, de revisión del saber acumulado de los días de la formación juvenil, iluminados por el batallar en el centro de los acontecimientos que definieron el perfil de una época, construcción edificada en noches sin sueño, en el hacer cotidiano del trabajo y en el diálogo con los amigos que concurrían a las tertulias dominicales, agrupados en el estrecho espacio de la sala donde, junto a los habituales, escritores, cineastas, diseñadores, gente de la cultura, aparecían visitantes latinoamericanos y, entre ellos, Roque Dalton, siempre apasionado, proyectado desde entonces hacia su destino final, ya inminente.

Con el balanceo incesante en su sillón favorito, Roberto Fernández Retamar conducía el diálogo. Era un intenso intercambio, atravesado por el ritmo de un acontecer en rapidísima sucesión y por el brote volcánico de acercamientos múltiples al marxismo, matizados por la relectura de los procesos de descolonización y sus repercusiones en el ancho campo de la cultura. Entre tantas voces, la de Retamar revelaba apuntes relampagueantes, primicias de la fragua ardiente de una escritura en gestación.

2

Cuando se emprenda la impostergable investigación de la historia de las ideas en Cuba, el repaso del siglo XX mostrará las evidencias de dos décadas críticas y decisivas. Una de ellas se sitúa en el entorno de los años veinte. La otra, equiparable tan solo a la etapa fundadora auspiciada por Félix Varela y a la extraordinaria altura alcanzada con la obra de José Martí, cristalizó en el decenio que siguió al triunfo de la Revolución Cubana.

La Segunda Guerra Mundial –Francia vencida y la Gran Bretaña bloqueada– actuó como un corrosivo sobre los ligámenes que aseguraban el dominio de las tradicionales potencias imperiales en extensos territorios de varios continentes. En grado diverso, por vía de negociación o mediante la lucha insurreccional se gestaba un movimiento descolonizador. En Asia, África y la América Latina, emergían intelectuales orgánicos apremiados por la necesidad de diseñar estrategias. En gran medida, el meridiano de las ideas se instalaba desde la perspectiva de un mundo hasta entonces silenciado. Estaban en juego la política, la economía, las relaciones internacionales, el replanteo de alianzas para configurar, en un ámbito característico por su diversidad, las bases de una plataforma común. Era indispensable, también, repensar la cultura, porque el dominio colonial intervino en la modelación de las mentalidades de sus víctimas. En este sentido, la obra de Frantz Fanon conserva una vigencia deslumbrante. Para que el radical empeño renovador fructificara, había que descartar la tentación, típica de todo aldeano vanidoso, de echar por la borda el saber acumulado al amparo de la expoliación secular de millones de desheredados. El desafío real era aún mayor. Consistía en apoderarse creativamente de ese caudal, descubrir sus claves secretas y dotarlo de un sentido emancipador.

3

Hay tiempos de aguas mansas y otros de marcha apresurada de la historia, estremecida en los planos de la economía, de la sociedad, golpeada por el ejercicio de la violencia de armas letales y por la crisis dramática de los valores más arraigados. En esas circunstancias, la persona, como barco ebrio arrojado a mares embravecidos, intenta encontrar brújula. En ese panorama hemos vivido los años que nutrieron el nacimiento de Caliban, hace ya medio siglo. Género híbrido por naturaleza, hecho de saber libresco y de experiencia de vida, transido de palpitantes referencias autobiográficas, el ensayo emerge con su incomparable capacidad de fracturar las falsas seguridades asentadas en los acomodaticios caminos trillados. Reino de la subjetividad, mantiene conexiones cómplices con la poesía.

Sabido es que el género, de aparición tardía, nació de manos de Montaigne, cuando la Francia ensangrentada aspiraba a cicatrizar las heridas causadas por la intolerancia y las guerras de religión. El autor no vivió resguardado entre los muros de su biblioteca. Era también hombre de andar a caballo, de tomar el pulso a la vida y de observar el mundo con perspectiva propia, en un acercamiento zigzagueante hacia el descubrimiento de un costado de la verdad. Con atisbo precursor, casi visionario, fue el primero en levantar dudas acerca de la legitimidad de la misión civilizatoria atribuida a los conquistadores del Nuevo Mundo. Sin saberlo, estaba iniciando un debate que, bajo el manto de otros nombres y de otras doctrinas, conserva en la actualidad una vigencia acrecentada.

En nota anexa a la versión original de Caliban, Roberto Fernández Retamar acota el substrato autobiográfico latente en un texto, testimonio de la alta temperatura pasional palpable en aquellos duros años de combate. El triunfo de la Revolución Cubana representó mucho más que el derrocamiento de una sangrienta dictadura alentada por el imperialismo en un continente donde, poco antes, la cautelosa reforma agraria bosquejada en Guatemala desencadenó una arrasadora invasión. Con ese antecedente, Cuba encarnaba una esperanza para los pueblos de nuestra América.

Sin embargo, el alcance de su programa radicalmente descolonizador fue mucho mayor. Rebasaba las fronteras de nuestra América con repercusiones en lo que había dado en llamarse «Tercer Mundo» y en amplios sectores progresistas comprometidos con un ideario socialista liberado de las ataduras dogmáticas que enturbiaron el desarrollo creativo de las fuentes originarias del marxismo. La Habana se convirtió en centro generador de un pensamiento ajustado a las inquietudes acuciantes de la contemporaneidad, en punto de convergencia para luchadores políticos de África y de la América Latina, así como para intelectuales y figuras relevantes del pensamiento, el arte y la cultura procedentes tanto de países subdesarrollados como europeos. A través de las publicaciones difundidas desde la Isla, la influencia del pensamiento emancipador se multiplicó. En ese contexto, el papel de la revista Casa de las Américas fue decisivo. Se convirtió en punto de mira para la ofensiva contrarrevolucionaria que se estaba implementando con el uso de paliativos reformistas como la Alianza para el progreso, de centros de entrenamiento para represores al servicio de dictaduras que no tardarían en llegar y la elaboración de un sofisticado programa en el terreno de la ideología destinado a socavar el creciente protagonismo de Cuba en el campo intelectual latinoamericano.

Provista de sólidos recursos financieros, bajo la dirección del reconocido intelectual uruguayo Emir Rodríguez Monegal, la revista Mundo Nuevo instaló su redacción en París, desde donde podía establecer un vínculo cercano con la creciente diáspora cultural latinoamericana. La ubicación en Europa ofrecía cobertura idónea a la adopción de una línea política de supuesta neutralidad. Se definía, de manera implícita, como contrapartida de la revista auspiciada por la Casa de las Américas. Su duración fue efímera, condenada a hacerse pública la documentación probatoria de origen de sus fuentes reales de financiamiento. La polémica en torno a Mundo Nuevo arrastró algunas rupturas. Otras se atribuyeron a errores cometidos en la aplicación de la política cultural cubana.

Sin embargo, el distanciamiento de los intelectuales obedecía a razones que sobrepasaban esas circunstancias. 1968 es una fecha que señala un punto de viraje. El mayo francés, irrupción de la rebeldía tercermundista en el corazón de Europa, fracasó. Se instauró un espíritu conservador, acomodado al buen vivir de un relativo bienestar material. Un año antes, había caído el Che en Bolivia. El movimiento guerrillero se atomizó. Mantuvo su presencia activa tan solo en algunos países de la América Central, donde conocería un reverdecer de esperanza a finales de los setenta con el triunfo sandinista. La violencia represiva de las dictaduras se instaló en gran parte de la América Latina con el saldo atroz de una generación inmolada y el estreno de las fórmulas extremas del neoliberalismo que aherrojó las economías nacionales a una acrecentada dependencia del capital financiero transnacional. El neocolonialismo se reafirmaba con el empleo de las doctrinas generadas por la escuela de Chicago. Muchos amigos de antaño cayeron en combate desigual. Otros se adscribieron, al amparo de una supuesta modernidad, al modelo civilizatorio que emanaba de los centros de poder.

4

Una huella autobiográfica secreta, más íntima y entrañable, recorre el texto, «Somos hombres de transición», había dicho Retamar en uno de sus versos. Veníamos de muy lejos y el grácil aleteo de Ariel subsistía en nosotros, aun cuando, desde temprano, el corazón hubiera estado a la izquierda del pecho. El primer poemario publicado por Roberto Fernández Retamar, Elegía como un himno, homenaje a Rubén Martínez Villena, constituyó un acto de fe. Pero el autor confiesa su fascinación juvenil ante la lectura iniciática del Facundo, de Sarmiento. En un intenso camino de aprendizaje, tendríamos que despojarnos de los últimos rescoldos de Ariel para asumir, con plena responsabilidad, nuestra condición calibanesca.

Retamar había tenido acceso a la más refinada preparación académica. En sus ratos de ocio traducía poesías del griego al castellano. Profesor invitado en Yale, tuvo la oportunidad de estudiar a fondo la poesía hispanoamericana. En los cursos de Martinet en la Sorbona, conoció de las últimas tendencias de la lingüística, ciencia que tendría un influjo decisivo en el desarrollo del estructuralismo, presencia poderosa en todos los ámbitos de la cultura a partir de la década de los cincuenta. De arraigada cercanía a las ideas martianas que lo acompañarían en sucesivas relecturas a lo largo de toda la vida, era portador de una visión antimperialista y de una concepción descolonizadora, fundada en razones políticas y económicas.

En el vórtice de la oleada descolonizadora tricontinental, Cuba se convirtió en hervidero de ideas. La contribución de Fidel y el Che en este sentido, reconocida en términos formales por muchos, no ha sido valorada en su justa medida. Resultaba impostergable delinear una plataforma de pensamiento, elaborar definiciones y plantear interrogantes, ofrecer una lectura de la tradición socialista a partir del análisis riguroso de todos los componentes de la dominación colonial. Las consecuencias de la sujeción política y de la dependencia económica se tradujeron en el dramático legado del subdesarrollo. En más de una oportunidad, Roberto Fernández Retamar reconoció como contradicción fundamental de la época la contraposición entre países subdesarrollantes y territorios subdesarrollados. Estos últimos ofrecían una imagen engañosa. Mostraban sectores urbanos restringidos que cautivaban al visitante por su deslumbrante modernidad. La vitrina seductora ocultaba el desamparo y la miseria infinita que sustentaba una realidad ilusoria, tal y como lo observó Sartre en un primer tránsito casual por La Habana.

5

Desde lo alto de un edificio habanero, Sergio, el protagonista de Memorias del subdesarrollo, contempla la ciudad a través de un catalejo. La fuerza impactante de la imagen subraya la síntesis metafórica de la perversa repercusión, en el campo de la cultura, del enajenante dominio colonial. Tras la cautelosa envoltura de un burgués acomodado en el vivir de la clase media, el personaje es portador de los desgarramientos y vacilaciones de un intelectual forjado a la sombra del modelo civilizatorio instaurado por el poder hegemónico, espantado ante el rostro de un Caliban que emerge desde abajo en procura de espacio propio, lacerado por las máculas y los apetitos trasmitidos a lo largo del tiempo por una cultura de la pobreza. La narración del filme se atiene al singular soliloquio de Sergio, aunque la visión crítica de Tomás Gutiérrez Alea se revela en la selección de los hechos y en el diseño de los conflictos, para mostrar la verdad de una existencia matizada por la grisura, el desconcierto y la impotencia, por la condición alienada de un intelectual despojado de las herramientas requeridas para desentrañar la esencia profunda del contexto específico en que habrá de desempeñar su papel. Como ocurre con buena parte de la obra de Gutiérrez Alea, Memorias del subdesarrollo constituyó un llamado perentorio a la necesaria toma de conciencia cuando en Cuba, en el llamado «Tercer Mundo» y en círculos progresistas de Europa se extendía el debate acerca del modo de definir el compromiso social del intelectual.

Sergio no constituía un arquetipo. Bien asimilada, la enseñanza de Brecht inducía al espectador a un distanciamiento crítico. Hijos del coloniaje, como lo ha señalado Roberto Fernández Retamar en más de una oportunidad, somos portadores de una doble cultura. Durante el paso por las aulas y, aun después, por interés personal, nos impregnamos de la tradición occidental. El autor de Caliban investigó el diálogo entre modernismo y generación del 98. En 1927, la primera vanguardia cubana se unió a los poetas españoles en la reivindicación de la obra de Góngora. Pero también nos ha tocado hurgar en archivos y bibliotecas, llevar adelante expediciones arqueológicas, seguir la pista de un quehacer a veces disperso en publicaciones de escasa circulación con el propósito de pulsar el ser de naciones en proceso de formación y desarrollo.

Con lucidez extrema, Retamar recalca el núcleo generador de la dramática confrontación que hoy amenaza el porvenir de la humanidad en el abordaje contrastante de civilización y barbarie en Sarmiento y Martí. A pesar de los indiscutibles valores del texto, Facundo se adhería a la consolidación definitiva del modelo colonial. Arraigada en el conocimiento profundo de las razones que castraron nuestras culturas originarias, en la percepción del peligro potencial del imperialismo naciente, afincada en el dominio de las realidades concretas de las tierras al sur del Río Bravo, Nuestra América articula una visión luminosa, asentada en una proyección emancipatoria cargada de futuridad.

La nueva novela histórica latinoamericana propone un cambio en el diálogo entre «el acá y el allá» e inicia el replanteo de la confrontación radical de dos modelos civilizatorios. En El reino de este mundo, los afrodescendientes sometidos a la esclavitud atesoran en la memoria la sabiduría forjada en la tierra de las grandes loas. Conviven en armonía con el mundo natural y dominan sus más recónditos secretos. Disponen de ellos para utilizarlos como armas de origen indescifrable en su primera insurrección emancipadora. Despojado de la capacidad de desentrañar el sentido de la historia, en su largo recorrido a través de un acontecer que lo sobrepasa, en un peregrinaje de progresiva alineación, Ti Noel encarna a los condenados de la tierra. Desde el acá de nuestras dolorosas tierras, a contrapelo de la historia oficial del Siglo de las Luces y de la Revolución Francesa, la de nuestra América se definía como un ininterrumpido cimarronaje. Faltaba mucho por andar, sin embargo, para desentrañar, en el plano de la conciencia, el alcance profundo de la opresión colonial.

6

El primer día de septiembre de 1939, Hitler invadía Polonia. Comenzaba así un conflicto bélico que desbordaría las fronteras de la Europa incendiada. Hacia el este, la guerra se extendía al Pacífico. Involucraba los inmensos territorios de China, Corea y la Indochina francesa. Al sur del Mediterráneo, los combates se libraban también en el norte de África. Las antiguas potencias coloniales se debatían en una crisis irreversible. El planeta se achicaba y se hacía más interdependiente. La batalla anticolonial entraba en una nueva fase. La lucha en favor de la emancipación de los oprimidos rompía los límites locales para conformar las bases de una plataforma común de dimensión tricontinental; sin desatender los factores económicos revelaba también el papel determinante concedido a la castración de las culturas, la manipulación de la subjetividad y la anulación, por silenciamiento, de las conciencias.

Caribeño de origen, Frantz Fanon ejerció la psiquiatría en su Martinica natal. Atendió en su consulta a los pacientes más desamparados y tropezó con los muros infranqueables que se interponían en el logro de la indispensable comunicación. Con pobres recursos de un vocabulario prestado por Próspero con fines utilitarios, despojados de las raíces de su cultura propia, eran la encarnación viviente de las consecuencias últimas de un proceso de alienación destinado a mutilar el reconocimiento del yo, factor de afirmación identitaria, puntal decisivo de toda conciencia humana. La acción depredadora se había extendido a la humanidad silenciada de todo el planeta. La lucha en favor de la verdadera emancipación exigía el entendimiento de la naturaleza profunda del sistema de opresión. Para echar a andar, había que tomar la palabra. Fanon abandonó el recinto restringido de su consulta psiquiátrica para sumarse al combate en favor de la independencia de Argelia. Con el respaldo de Jean-Paul Sartre, publicó Los condenados de la tierra, un texto que removió de manera sustantiva el pensamiento de la época en secreta sintonía con las ideas que emanaban de la Revolución Cubana, en la activa solidaridad internacional con «los condenados de la tierra», desde la temprana colaboración médica con Argelia y en el énfasis en el papel decisivo de la conciencia, subrayado siempre por Fidel y el Che.

7

Escribo estas líneas mientras el ciclón recorre el país de un extremo a otro, después de haberse abatido sobre las frágiles islas del arco antillano. Estamos en julio de 2021, año que quedará registrado en los anales de la historia por la pandemia que se extendió, incontenible, a través de todos los continentes.

En este panorama, la voz de «los condenados de la tierra» mantiene una vigencia estremecedora y, desde la distancia del medio siglo transcurrido, Caliban avanza hacia la construcción de una cultura orientada a sentar las bases de una perspectiva contrahegemónica, esencialmente descolonizadora, con respuesta a las nuevas formas de dominación y, a la vez, portadora del núcleo generador de la auténtica emancipación humana.

8

Para Aristóteles, la tragedia inducía al reconocimiento de la verdad profunda que rige el destino de los hombres. Edipo, perspicaz descifrador de enigmas, no supo ver y, al descubrir las consecuencias de su ceguera, tuvo que arrancase los ojos. Llegado al ocaso de su vida, transido de melancolía, Shakespeare escribió La tempestad. En su obra toda, había bordeado el abismo reformulando preguntas inquietantes acerca de los conflictos del poder y la ambición. Ahora, enmascarado tras el juego de una comedia fantástica, se desdobla entre Próspero y Ariel, desgarrado entre las posibilidades infinitas de la obra de creación y las ataduras que sujetan la condición del artista. Todopoderoso, Próspero desata tempestades y rescata luego a las víctimas, en ejercicio de aparente magnanimidad, dueño de vidas y destinos, tejido con invisible hilo de acero. Condenado a cumplir los mandatos de Próspero, Ariel aspira tan solo a recibir, como retribución a los servicios prestados, el rescate de su libertad. Alígero si siempre no reconoce a su parigual en la monstruosa figura de Caliban. Próspero, en verdad, se ha ido despojando de su máscara. Su inmensa capacidad de invención abandona la búsqueda del reconocimiento de los vericuetos de la realidad para entregarse a la manipulación de un retablo de maravillas, en seductor dueño de marionetas privadas de conciencia. La obra de arte, polisémica por naturaleza, se gesta en la entraña de los conflictos de una época. Trasciende las circunstancias de su tiempo porque comparte la autoría con los lectores que habrán de abordarla desde perspectivas diversas, a través de generaciones sucesivas. Preserva así su fermento emancipador, su fuerza desencadenante de la necesaria anagnórisis. Al amparo del movimiento descolonizador, la figura mostrenca de Caliban sale de la gruta donde se había refugiado. De víctima desplazada accede al papel de protagonista.

9

En 1971, la Europa socialista había entrado en un estancamiento irreversible. Antes de caer en Bolivia, el Che había advertido los síntomas de la corrosión que lastraba, en la teoría y en la práctica, el pleno desarrollado del sueño bolchevique. El movimiento de los países no alineados mantenía a duras penas una precaria unidad. El capital financiero se transnacionalizaba y la contrainsurgencia, en operación concertada en la América Latina toda, mediante la aplicación de la violencia, tronchaba la vida de una generación entera. La rebeldía del mayo francés se diluyó, acomodada a una promisoria economía del bienestar. Próspero parecía haber conjurado las tempestades latentes en el poderoso movimiento descolonizador. El modelo civilizatorio de antaño adoptaba las vestiduras de una modernización tecnocrática de inspiración neoliberal. Multiplicada en acelerada progresión geométrica, la riqueza acumulada derramaría el sobrante de sus utilidades sobre los condenados de la tierra. Sin embargo, bajo el volcán aparentemente adormecido, la lava ardiente proseguía su trabajo. Caliban, afianzado en el conocimiento de su realidad concreta, subvertía la palabra y el saber que alguna vez le fueron impuestos. Había llegado la hora de la anagnórisis, del reconocimiento de su verdad.

Ha transcurrido medio siglo desde entonces. En su expresión neoliberal, el capitalismo arranca al planeta sus reservas minerales sin parar mientes en la destrucción acelerada de los recursos de la naturaleza. Para asegurar su dominio, impone modelos de enseñanza orientados a entrenar hábiles operarios, carentes de formación humanista. Sometida a las leyes del mercado, la cultura ofrece un evasivo retablo de maravillas, un espectáculo seductor y renuncia por ello a estimular la acuciante búsqueda de la verdad, al ejercicio de su función provocadora de anagnórisis, reconocimiento de lo que somos, interrogante siempre renovada acerca del sentido de la existencia.

Y, sin embargo, contra viento y marea, Caliban ha salido de su gruta. Desde lo más profundo de nuestra América, las culturas originarias rescatan una sabiduría ancestral. Su proyecto descolonizador se ajusta a las demandas apremiantes de la contemporaneidad. Es el de los condenados de la tierra y también el de la humanidad toda. Propone un buen vivir en armonía con la naturaleza, de respeto y preservación de la madre tierra, fuente de vida y garantía de porvenir.

Involucrado en las grandes y pequeñas batallas de su época, Roberto Fernández Retamar vislumbró con lucidez que conserva vigencia estremecedora que Ariel conquistaría la libertad deseada cuando hiciera suyo el rostro y la palabra de Caliban.

Tomado de: La Ventana

Caliban: Edición Conmemorativa por sus 50 años en PDF

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Demandando a la vida su secreto de Cintio Vitier (+ PDF y Video)

Por La Ventana

En ocasión del centenario de Cintio Vitier, nuestro Fondo Editorial dedica su Cuaderno Casa número 64 a la obra ensayística de Cintio Vitier con una compilación de diez ensayos publicados en la revista Casa de las Américas entre 1977 y 2007. A continuación, publicamos la nota de presentación del volumen, descargable en formato PDF.

Con motivo del centenario de Cintio Vitier, la Casa de las Américas decidió publicar una selección de sus textos en la colección Cuadernos Casa. Ante la desmesura de la obra poética, ensayística y narrativa del autor de Lo cubano en la poesía, preferimos ceñirnos a una pequeña selección de su prosa reflexiva, apenas una muestra del quehacer de uno de los grandes pensadores cubanos.

Los diez ensayos que conforman este volumen aparecieron en la revista Casa de las Américas a partir de 1977 y a lo largo de treinta años. Ellos dan fe de intereses y pasiones, tanto como de una trayectoria intelectual. Pueden y deben ser leídos, de hecho, como parte del diálogo permanente de Vitier con el pasado y con su propio tiempo, con los clásicos y con sus contemporáneos.

Si bien la escritura de Vitier se expande hasta abarcar los temas y autores más disímiles, los ensayos reunidos aquí se centran en figuras como Bolívar, Lezama, Marinello, Alfonso Reyes, Vallejo, y en países como Haití y España. Pero la mayoría de dichos ensayos se entregan, sobre todo, a las dos grandes obsesiones de su autor, que son, en el fondo, una sola: Martí y Cuba.

Este cuaderno es, además de un tributo a su autor, una invitación a (re)leer la apasionada, brillante e inagotable obra de quien –cien años después de su nacimiento– aún tiene tanto que decirnos.

Tomado de: La Ventana

Demandando a la vida su secreto de Cintio Vitier en PDF

Presentación del cuaderno (Video)

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Revista Casa 302-303 (+PDF)

Mimetismo (detalle),1994. Cristo de yeso con flores pintadas sobre tela floreada 300 x 150 x 14 cm

ÍNDICE

HECHOS / IDEAS

Luisa Campuzano • Lezama y Mariano; paseos, papeles pinceles

Raúl Vallejo • La novela como juego hipertextual

Critina Secci • Lejanía y transformación: narradores peruanos en diálogo

CATORCE NOVELISTAS

Rey Andújar • El germen de lo fatal

Marta Aponte Alsina • La muerte feliz de William Carlos Williams

Giusseppe Caputo • Veinte años

Carlos Fonseca • Museo animal

Margarita García Robayo • Hasta que pase un huracán

Sergio Gutiérrez Negrón • Noemí, o la función de la bailadora

Ángela Hernández Núñez • Charamicos

Adriana Lisboa • Todos los santos

Ana Quiroga • La hora más larga. En tiempo del coronavirus

Rodrigo Rey Rosa • Otro casino metafísico

Samanta Schweblin • Kentukis

Fernanda Trías • Mugre Rosa

Ariel Urquiza • Formas de cultivar la desazón

Juan Villoro • La carretera a Cuernavaca

EVOCACIÓN

Roberto Fernández Retamar: abierto a lo imposible

NOTAS

Emilio Jurado Naón • Carlos Busqued al borde del abismo

Ana Niria Albo • Ana en cuatro tiempos: las memorias de la niña Mendieta

PÁGINAS SALVADAS

Dos cartas de Julio Cortázar

ARTES VISUALES

Silvia Llanes • León Ferrari: el hombre, el artista, el arsenal

LIBROS

Rodrigo Bastidas Pérez • Cuando la totalidad tiende al desborde

Lorena Sánchez • Viajes sonoros por los túneles en colores de Electrónica

Senén Alonso Alum • Alejandro Zambra, mitólogo chileno

Camila Valdés León • El destello, el recuerdo y la escritura Los años invisibles de Rodrigo Hasbún

Osmar Sanchéz Aguilera • La novela de Eliseo (el hijo, el padre y …)

AL PIE DE LA LETRA

RECIENTES Y PRÓXIMAS DE LA CASA

COLABORADORES/TEMAS

Este número está ilustrado con una selección de obras de León Ferrari (Argentina, 1920-2005) pertenecientes a la colección Arte de Nuestra América Haydee Santamaría, que integran la exposición virtual Año León Ferrari.

Revista Casa No. 302-303

Fundada en 1960 por Haydee Santamaría y dirigida a partir de 1965, durante más de doscientos cincuenta números, por Roberto Fernández Retamar.

Se edita trimestralmente.

Director

Jorge Fornet

Subdirector

Aurelio Alonso

Consejo de redacción

Luisa Campuzano, Pablo Armando Fernández, Jaime Gómez Triana, Nancy Morejón, Zuleica Romay, Caridad Tamayo Fernández, Roberto Zurbano

Editora-redactora

Lorena Sánchez García

Diseño

Ricardo Rafael Villares

Realización

Roxana Monduy

Número integro en PDF

Tomado de: Casa de las Américas

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Cuba en la hora actual

La Casa de las Américas, la Unión de Periodistas de Cuba, la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, la Asociación Nacional de Economistas y Contadores de Cuba, la Red En Defensa de la Humanidad, el Centro Memorial Martin Luther King Jr y Resumen Latinoamericano convocan al encuentro Cuba en la hora actual, un espacio de reflexión y diálogo sobre los desafíos que enfrenta la Revolución Cubana en las circunstancias del presente. Nos hemos apropiado de una expresión del inolvidable Cintio Vitier en vísperas del centenario de su natalicio para nombrar este evento virtual: “Martí en la hora actual de Cuba”, título de aquel ensayo memorable que publicó en 1994, en otro momento muy difícil para la patria.

Serán abordados los temas siguientes: recrudecimiento del bloqueo, enfrentamiento a la pandemia, medidas tomadas en el campo de la economía, planes subversivos, disturbios del 11 y el 12 de julio, campañas contra Cuba en los medios y las redes sociales, papel de la sociedad civil cubana, cultura y comunicación, trabajo comunitario en barrios vulnerables y políticas de inclusión social.

El encuentro contará con ponentes cubanos y de otros países de nuestra región y del mundo y tendrá lugar los próximos días 17, 24 y 31 de agosto, entre las 2:00 pm y las 4:00 pm, hora de Cuba. Se realizará de manera virtual a través de la plataforma Jitsi Meet y con traducción al inglés. En encuentro podrá ser seguido por los canales de YouTube y Facebook de las instituciones auspiciadoras y de otras organizaciones y movimientos solidarios con nuestro país.

La primera sesión, bajo el título “Cuba Trending Topic: ¿qué pasó?”, se realizará el próximo martes 17 de agosto y, se dedicará a explicar los hechos ocurridos durante los llamados “disturbios sociales” y los antecedentes, causas e instigadores de la operación política-comunicacional contra la Revolución Cubana. Como panelistas participarán Rosa Miriam Elizalde (Cuba), vicepresidenta primera de la Unión de Periodistas de Cuba; Pedro Santander Molina (Chile), profesor de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; José Ernesto Nováez (Cuba), coordinador del Capítulo Cubano de la Red En Defensa de la Humanidad; Helen Yaffe (Reino Unido), profesora de la Universidad de Glasgow; Txema Sánchez (España), comunicador, conductor del canal antimperialista TECs Tertulias en Cuarentena e integrante de la Red EDH.

La segunda sesión, titulada “Desafíos y urgencias de Cuba frente al bloqueo, la pandemia y la grave situación económica”, se realizará el 24 de agosto y tendrá en sus panelistas a Mildrey Granadillo de la Torre (Cuba), economista, viceministra del Ministerio de Economía y Planificación; Gabriela Cultelli (Uruguay), economista y coordinadora de la Red EDH; Joel Ernesto Marilli Domenech (Cuba), estudiante de Economía de la Universidad de la Habana; e Ileana Morales, directora nacional de Ciencia e Investigación Tecnológica del Ministerio de Salud Pública.

La tercera sesión, bajo el título “Participación, diálogos, construcción colectiva de la unidad”, tendrá cinco panelistas: Gerardo Hernández Nordelo (Cuba), Coordinador Nacional de los Comités de Defensa de la Revolución; Geydis Fundora (Cuba), investigadora y profesora de la Facultad Latinoamericana para las Ciencias Sociales (FLACSO); Pedro de la Hoz (Cuba), vicepresidente de la UNEAC, coordinador de la Comisión Aponte y miembro de la Comisión de Gobierno para llevar adelante el Programa Nacional contra el Racismo y la Discriminación Racial; Joel Suárez, activista social, coordinador ejecutivo del Centro Memorial Martin Luther King Jr. (Cuba); Claudia Rafaela Alba Ortiz, periodista, integrante de la Red EDH (Cuba). A manera de clausura se difundirá una intervención del escritor y teólogo brasileño Frei Betto.

Tomado de: La Ventana

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La Casa, como siempre, con Cuba y con Nuestra América

Casa de las Américas. La Habana, Cuba

Declaración de la Casa de las Américas

La llamada guerra “no convencional” ha sido empleada en numerosas ocasiones por los Estados Unidos y sus aliados para derrocar a gobiernos incómodos. En Nuestra América, varias naciones hermanas, como Bolivia, Nicaragua y en particular Venezuela, han sufrido los embates de la acción combinada de calumniosas campañas de descredito, a través de redes sociales y medios tradicionales, sanciones económicas, reclutamiento de mercenarios, patrocinio de grupos violentos y otras acciones desestabilizadoras.

Cuba, dañada gravemente por los efectos del Bloqueo estadounidense, de la pandemia y sus secuelas en la economía, es blanco también ahora de una ofensiva “no convencional”.

Tras los disturbios del pasado 11 de julio, el presidente Joseph Biden pidió a las autoridades cubanas que mejoraran las condiciones de vida de su pueblo. Fresco está aún el recuerdo de los 184 votos condenatorios hace menos de un mes, en la Asamblea General de las Naciones Unidas, del embargo –bloqueo, verdadero estado de sitio– impuesto a Cuba. Washington perdió la oportunidad de honrar allí con su abstención el digno ejemplo que le dejó la última administración demócrata. ¿Quiso Biden sellar, al volver a votar como Trump, la falacia del anuncio de que regresaría al punto en que dejó Barack Obama la relación con Cuba?

La legislación que nos impuso el cerco en términos de “embargo” hace ya seis décadas ha sido endurecida año tras año, en una macabra ingeniería de sanciones cuya única razón es la de obstruir cada paso que da la economía de la Isla para lograr su reproducción. En detrimento, en primer lugar, de su pueblo. Cuba acumula cicatrices de gobiernos demócratas y republicanos que se han ensañado con el propósito de volver a sujetarla al mandato imperial, sin reparar en que el daño de sus acciones recae en la población por cuyo bienestar dicen interceder.

El bloqueo no es un hecho estático, y lo demostró la administración Trump, que, entre 2016 y 2020, se esmeró en sumarle 243 medidas diabólicas, en medio de un frenesí de sabor hitleriano. Un récord indiscutible. No menos escandaloso es que, durante sus primeros seis meses en la oficina oval, nada haya hecho Biden por revertir ese siniestro legado. Cuesta aceptar que se deba a la turbia preocupación por el peso de la mafia anticubana en el voto de La Florida. ¿Será eso en el fondo?

Es cierto que nuestro país vive una coyuntura de tensiones, porque la pandemia de la Covid-19 ha gravitado con los impactos acentuados del bloqueo en un pico de gravedad. Las penurias de los cubanos son sobre todo el resultado de la acumulación perversa de arbitrariedades generada por la filosofía de la asfixia del país débil, no por defectos del sistema cubano, que conocemos mejor que nadie, y trabajamos por superar.

Como Fidel en circunstancias similares, hace más de un cuarto de siglo, Díaz-Canel se hizo presente en las calles durante los disturbios, dialogó francamente con la población y llamó a enfrentar los problemas con la premisa de que la Revolución no es negociable.

La victoria sobre la pandemia es ahora la condición de nuestra victoria en sentido integral. El enemigo no lo ignora, ¿Podrá aceptar que el efecto de las vacunas cubanas, ingeniadas, producidas y aplicadas a pesar de todos los contratiempos impuestos por el bloqueo, se convierta para Cuba en una conquista tan sonada como el apoyo que anualmente le otorga el mundo en las Naciones Unidas? ¿Llegará esta administración estadunidense a percatarse de que su mejor salida con Cuba parte de buscar el entendimiento y no de perpetrar la subversión?

Cualquiera que sea el camino que escoja el emperador de turno, la Casa de las Américas como siempre, como desde su fundación por Haydee, por Fidel, en abril de 1959, continuará defendiendo los ideales de emancipación y justicia social para Cuba y para toda nuestra América.

Tomado de: La Ventana

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