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Salir, irse, virar, regresar: Debate del Último Jueves de Temas

Este jueves 28 de octubre se realizó a través del grupo en Telegram, el debate del Último Jueves dedicado a la migración: lea aquí las primeras intervenciones de los panelistas.

(Realizado, vía Telegram, el 28 de octubre de 2021).

Como cada mes, se realiza el debate del Último Jueves de la revista Temas, dedicado este 28 de octubre a la migración: “Salir, irse, virar, regresar”.

A través de nuestro grupo en Telegram, a las 4:00 p.m. inicia la discusión de las diferentes aristas y visiones sobre la temática en un audiochat que estará desarrollándose hasta las 6:00 p.m.

A continuación, Catalejo publica las primeras respuestas de los panelistas invitados:

Panelistas:

Isabel Cristina López Hamze. Mamá de dos hijos varones y teatróloga. Licenciada en Arte Teatral, 2011 y Master en Ciencias en Procesos Formativos de la Enseñanza de las Artes, 2016. Trabaja como profesora de la Universidad de Las Artes.

Cristina Escobar. Periodista y analista de política internacional de la Televisión Cubana. Becaria Chevening, beca del gobierno británico que le permitió viajar a estudiar una maestría a Londres, y posteriormente trabajó en BBC World Service. Es una cubana que salió del país a estudiar, y un año y medio después regresó. Ha cubierto temas de la política exterior cubana incluyendo los eventos entorno al deshielo entre los Estados Unidos y Cuba, y los diálogos con la Unión Europea. Fundadora del sitio para emprendedores www.eltcp.com.

Robenson Glesile. Haitiano. Reside en Rosario, Argentina, desde hace nueve años. Profesor de francés. Integrante del Grupo de Estudios sobre Migraciones (Universidad Nacional de Rosario). Vice coordinador de la Fundación Jèn Mapou.

Arturo López-Levi. Politólogo. Se graduó del Instituto Superior de Relaciones Internacionales en La Habana en 1992 y luego realizó estudios de Maestría en Economía y Asuntos Internacionales en la Universidad de Carleton (Ottawa) y la Universidad de Columbia (Nueva York). Experto en política latinoamericana y estadounidense. Fue analista político del gobierno cubano entre 1992 y 1994. Es consultor de la fundación New America y de Diálogo Interamericano sobre temas de Cuba y política estadounidense hacia Latinoamérica. Coautor del libro Raúl Castro y la Nueva Cuba: una visión cercana del cambio (McFarland, 2012). Miembro del consejo editorial de Cuban Studies. Actualmente es catedrático de la Universidad de Texas (Rio Grande Valley). Es copresidente de Cuban-American for Engagement (CAFE).

¿Cómo ha cambiado el patrón migratorio en los últimos diez años? ¿Quiénes emigran? ¿Es posible saber cuál es su composición social o demográfica?

Isabel Cristina López Hamze: Es siempre un riesgo hablar sobre el fenómeno de la migración. Un tema complejo que atraviesa los ámbitos económicos, políticos y culturales, pero también los afectivos, sentimentales y familiares. Acepté la invitación de Rafael para participar en este debate con la condición de que mis intervenciones serían desde la perspectiva teatrológica. El teatro ha sido el espacio para reencontrarme con la historia y la memoria, con el pasado y el presente de mi país. Un país habitado por los de aquí y los de allá, por el adentro y el afuera.

La migración es uno de los temas más abordados por los dramaturgos cubanos. Las variaciones del patrón migratorio son analizadas por las ciencias sociales, son expuestas en forma de estadísticas y análisis de políticas migratorias, análisis sociológicos. El teatro las analiza desde otros resortes. La mayoría de las obras que abordan el tema están movidas por deseos opuestos: el deseo de los personajes de regresar y el sueño de irse. Así estos dos extremos han sido explotados históricamente por los dramaturgos. Hay obras que tratan sobre las ganas de irse, como “Puerto de Coral” de Maikel Chávez, donde tres hermanas en un pueblo de pescadores sueñan con México, Barcelona y Nueva York o “Nevada” de Abel González Melo, en la que sus protagonistas son jóvenes marginales que se prostituyen y luchan a toda costa por el sueño de irse. Mientras para las primeras, el deseo está marcado por una visión romántica, para los segundos, el irse significa escapar, significa salvarse de una realidad que los agobia. El teatro también ha puesto en perspectiva quiénes emigran. Y podemos encontrar una obra donde los personajes emigran por razones económicas, familiares, para huir de sus contextos agrestes. Pero también podemos hallar otros puntos de vista, por ejemplo, en un espectáculo como “Departure”, de El Ciervo Encantado, que conecta las vidas de artistas que han emigrado por causas políticas e ideológicas.

En la dramaturgia de los últimos diez años he visto cómo el teatro que aborda la migración ha variado. Ha pasado de esa clásica dicotomía del querer partir y el querer regresar a la discusión de otros puntos y el protagonismo se ha mudado del personaje que emigra a una suerte de personaje coral que rodea al emigrante. Una obra como “Callejón Desagüe”, de Laura Liz Gil, estrenada y publicada en 2018, se centra en las relaciones de los personajes que se quedan, mientras el hombre que se va, es solo el pretexto poético para enlazar a dos mujeres, su esposa y su amante que, en la espera interminable, se unen, se entienden, se acompañan de un extraño modo. Ha cambiado el abordaje de la migración en la última década también en términos de estéticas. Podemos encontrar muchas obras desde concepciones realistas que discursan sobre la insularidad y esas ganas de “saltar el charco”, pero van apareciendo otras escritas por jóvenes que indagan en las consecuencias de la emigración, más que en las causas. Podemos encontrar obras epistolares, performances, espectáculos de cabaret teatro, autoficciones, parábolas y una obra para niños “Cabeza de caballo”, de Yerandy Fleites, que por primera vez toca el tema en el teatro para niños en Cuba.

Habrá que ver cómo el teatro del futuro registra los cambios en el patrón migratorio luego de estos dos años pandémicos y convulsos en todos los sentidos. Hay que esperar. Las motivaciones para emigrar están planteadas. Y también las motivaciones para quedarse. Habrá que ver cuáles son las consecuencias de una u otra decisión, las heridas o las nuevas perspectivas de futuro.

¿Qué motiva a los emigrantes?  ¿Qué factores sociales, económicos, psicológicos, culturales, políticos, impulsan la emigración?

Robenson Glesile: En primer lugar, migrar es un fenómeno natural. Luego existen distintos factores que impulsan a la gente a emigrar. El ser humano está siempre en búsqueda de oportunidades. Lamentablemente, vivimos en un mundo dominado por la desigualdad. Las guerras, las inestabilidades sociopolíticas impulsan las personas a migrar. Según ACNUR, a finales de 2019 el número de personas desplazadas en el mundo era de 79,5 millones. De ellos, 26 millones eran refugiados. La falta de trabajo es uno de los factores que motivan a los haitianos y las haitianas, por ejemplo, a elegir el camino de la emigración. Directamente, el equilibrio mental de las personas que emigran en medio de las crisis se ve afectado. Hay que mencionar también el factor ecológico como una causa que impulsa a la migración.

Isabel Cristina López Hamze: La gente de teatro siempre parte de esa “maldita circunstancia del agua por todas partes” de la cual hablaba Virgilio Piñera en ese gran poema que es “La isla en peso”. La noción de insularidad, es ya una condición para el deseo posible de la migración. El peso simbólico que tiene haber nacido en una isla es muy fuerte. El teatro cubano ha develado, como pocas expresiones artísticas, el drama que envuelve a los que regresan y a los que se van.

Las motivaciones para emigrar son diversas. Dependen de los individuos, del contexto histórico, de las edades y de otros muchos factores. Si tomamos un evento como el éxodo por el Mariel, que representó una de las más grandes oleadas migratorias de la historia y ponemos a dialogar las motivaciones de los personajes protagónicos de cuatro obras que abordan el tema, podemos advertir la variedad de motivos.

“La Familia de Benjamín García”, de Gerardo Fernández, escrita y representada en los años 1982 y 1985, respectivamente, y publicada por Letras Cubanas, en 1989, está contada desde la perspectiva de Benjamín, un viejo padre. La acción tiene lugar durante la ocupación de la embajada del Perú. Fernando, el hijo de Benjamín, se asiló allí y su idealista padre cree que está cumpliendo una misión secreta; no quiere reconocer que ha traicionado los ideales que le inculcó durante años. Los motivos del personaje que quiere emigrar no están claros porque la mirada se enfoca en su padre, pero, por antonomasia, se advierten las motivaciones ideológicas y económicas.

Ulises Rodríguez Febles es otro autor que aborda el éxodo por El Mariel de forma cuestionadora y desprejuiciada. “Huevos” tiene lugar en dos tiempos diferentes, 1980 y 1993. Luego de verse obligado por sus padres a abandonar el país cuando era un niño, Oscarito regresa a casa de su abuela Pastora en los difíciles años del inicio del Período especial. El personaje era un niño y las motivaciones de sus padres fueron la reunificación familiar.

Otra obra como “El grito”, de Raúl Alfonso, narra el reencuentro de dos amigos. Uno que fue llevado por sus padres en los 80, cuando era adolescente, por motivos ideológicos, y otro que se quedó en Cuba. Ambos jóvenes se justifican, se desnudan y se conectan después de muchos años en un encuentro visceral.

Otra obra como “10 Millones”, de Carlos Celdrán, se concentra en uno de sus pasajes más intensos, en el dilema de un padre que se asila en la Embajada del Perú, con el deseo de reencontrarse con su familia, luego de esperar años para que ese encuentro fuera posible.

En estas cuatro obras las motivaciones de los personajes son distintas, sin embargo, todas tienen un factor común: el saldo nefasto a nivel familiar, marcado por las circunstancias de la emigración en aquellos años. Quién emigró por Camarioca en un avión, no tiene la misma experiencia de quien emigró en los 80 y fue víctima de los actos de repudio. Quién emigró en una balsa en el 94, no guarda en su cuerpo y en su mente las mismas cicatrices de quien emigra hoy con su maleta de rueditas y su pasaporte visado. Aunque los estudios de migración han sido profusos en términos de exponer causas, creo que el teatro ha sabido poner sobre la escena las consecuencias de la emigración. Más que las motivaciones, les interesa a los dramaturgos exponer el reflejo de la emigración en el universo familiar.

Arturo López-Levi: Como elementos estructurales de empuje habría que apuntar la brecha de desarrollo entre Cuba y el principal destino de la emigración cubana que son los Estados Unidos. Agréguese a eso: 1) la política de bloqueo económico, comercial y financiero de Estados Unidos contra Cuba, 2) la típica cancelación de soluciones individuales por el sistema leninista a los problemas tradicionales en cualquier sociedad de transporte, casa, alimentación, y recreación, 3) la cancelación a la versión liberal-democrática de las libertades civiles y políticas que acompaña este tipo de sistema.

Mas que propuesta de solución colectiva a los problemas de la nación (concepto de éxodo en la narrativa sionista y evocado por ejemplo en un programa de la FNCA), la emigración o el exilio aparecen como opción individual o de grupo político. La Cuba que viene desde la Guerra de independencia hasta antes de 1959, y hasta hoy, tiene más continuidad en la Isla que en la diáspora.

En términos de la coyuntura hay que apuntar los problemas asociados a la transición cubana a un nuevo modelo económico, desde una economía estatalizada de comando, no sostenible en ausencia de sus socios en la URSS y el CAME. Desde ese origen, se transita a una economía y sociedad signadas por un aumento de las lógicas de mercado. Aquí habría que apuntar la dilación de políticas complementarias a reformas adoptadas a partir de equilibrios de reforma parcial que han beneficiado a los tempranos ganadores y a funcionarios en posiciones ventajosas de poder.

En esos contextos de poca conciencia sobre los costos de un excesivo gradualismo (no se cruza un precipicio paso a paso) se produce un cambio de valores en el cual cuentan brotes predecibles de inflación, corrupción, comportamientos predatorios y aumentos de pobreza y desigualdad. Dado el nivel de educación de la población cubana y su exposición a una campaña que ha apostado a demostrar que el cubano puede tener una mejor vida en cualquier lugar (es una forma de decir fundamentalmente el Norte industrializado) menos bajo el sistema leninista imperante en Cuba, la opción de emigrar y la atracción de hacerlo aparece como óptima.

En otro plano, hay que recordar que el retorno de Trump a la política de hostilidad no solo agudiza la situación desesperada en la isla sino restaura un diagnóstico de Cuba como una especie de Corea del Norte o Alemania nazi en el Caribe, en el marco de la cual es políticamente imposible aplicar un criterio objetivo a los pedidos de refugio político, no importa la derogación de la política de “pies secos-pies mojados”. ¿Cómo enviar de vuelta al otro lado de la cerca a los escapados del supuesto “campo de concentración” que, al antojo de la derecha pro-bloqueo, Pompeo definió en su última semana en el departamento de Estado como “país terrorista”?

¿En qué medida existe realmente una migración circular? ¿Un flujo de salida-entrada-vuelta a salir-regreso? ¿Qué peso específico tiene? ¿A qué responde?

Isabel Cristina López Hamze: El regreso es una de las aristas más abordadas por la dramaturgia con temática de migración. Desde un clásico de Alberto Pedro como “Weekend en Bahía” en el que dos antiguos amantes se encuentran un fin de semana en un apartamento. Como ocurre con otros textos de encuentros entre dos personajes, uno que vuelve y otro que permanece, se desmontan las falsas utopías y se desacralizan el “haberse ido” y “el haberse quedado”. Quien se fue es infeliz y quien se quedó también lo es. Porque la migración implica rupturas, desprendimientos, soledad, aunque también pueda significar nuevos horizontes.

Otra obra publicada en 2020, “Maneras de usar el corazón por fuera” de Yerandy Fleites, también trata el tema del regreso. Una actriz vuelve una y otra vez a Cuba a montar una obra de teatro que es su propia vida, el recuerdo de lo que fue su vida antes del exilio o lo que nunca fue más allá del teatro y la memoria.

Las obras que tratan los retornos lo hacen desde la angustia de haberse ido y reencontrarse con un panorama desolador. Si bien, los personajes sobredimensionan esos paisajes fríos, anhelados, ese sueño americano o cualquier espejismo del “afuera”, también es cierto que, al retornar, la imagen real que les devuelve la ciudad, la casa, la familia no concuerda con ese recuerdo idealizado.

Ese círculo de constantes entradas y salidas, de esperanzas y decepciones, también marca la dramaturgia. Siento que los personajes se encuentran en una especie de limbo entre el aquí y el allá. En un espacio intermedio de recuerdos, cuestionamientos, esperanzas, alegrías, tristezas. Ese espacio no físico que habita gran parte de los que emigran. Ese espacio simbólico que persiste a pesar de los años, que conecta el corazón con la familia, pero también con las calles, con el aire, con la gente, es a mi juicio lo que condiciona una migración de retorno.

¿Existe una migración de retorno?  ¿Cuál ha sido la experiencia de la repatriación?

Robenson Glesile: Este es un fenómeno complejo. Gestionarlo depende del lugar de origen o de destino. Los migrantes de retorno según la ONU son personas que regresan a su país de origen después de haber sido migrantes internacionales (a corto o largo plazo) en otro país y que tienen la intención de permanecer en su propio país durante al menos un año.

Haití, por ejemplo, no está preparado para recibir a los migrantes de retorno y nunca hubo políticas públicas para aquellas personas que decidieron voluntariamente volver a su tierra o la gente que fue expulsada como lo que estamos viviendo ahora con las decisiones del gobierno de los Estados Unidos. Es un alivio para ese país y un gran problema para Haití. Por otro lado, Haití es uno de los países más afectados por la fuga de cerebros.

¿Qué impactos sociales y económicos tiene actualmente la emigración? ¿Las remesas? ¿Cómo incide sobre la desigualdad? ¿Sobre la fuerza laboral? ¿Qué significa y qué consecuencias tiene la construcción de proyectos de vida fuera del país?

Cristina Escobar: La emigración es un proceso natural para todos los países en desarrollo. No es exclusivo de Cuba, ni sus efectos se perciben solo en la realidad cubana, pero sin dudas, para nuestro contexto tiene peculiaridades especiales.

La Revolución cubana, proyecto cultural emancipador y que desafía cada minuto el orden mundial imperante, se centró en lo que los líderes sabían serían la fortaleza más importante de este país: las personas. El acceso a la educación gratuita, universal, de calidad, hasta los más altos niveles, creó un capital humano de impresionante preparación, seres humanos instruidos y listos para ser empleados. No obstante, el proyecto revolucionario, que se sigue haciendo todos los días, ha fallado en proveer empleo de calidad a ese enorme potencial humano. Por tanto, la contradicción puede ser explicada de una manera simple: en Cuba se estudian varias carreras nucleares, y no hay ninguna central nuclear funcionando. Y si bien estos son conocimientos que tienen aplicación en la medicina, durante décadas han sido formados Físicos Nucleares e Ingenieros Nucleares que han terminado en otras latitudes buscando aplicar su altísima preparación, ya que estudiaron en un país cuyas oportunidades de empleo no pueden cubrir el crecimiento intelectual que puede desarrollar un joven estudiante.

La primera salida para eso es la emigración, aunque no la única. También la emigración hacia otros sectores de trabajo, y por supuesto la opción de trabajar en empleos que requieren menor calificación.

Sin personas, el valor más importante que tiene el proyecto emancipatorio de la Revolución, se debilita, inexorablemente.

La emigración tiene por supuesto una alta incidencia en la desigualdad, porque el emigrado provee una remesa, principal tipo de ayuda económica socorrida, que pone a su familia, sin importar su aporte en la sociedad, en una escala superior de ingresos porque recibe un dinero en una moneda dura.

Pensar que el único proyecto de vida es el de emigrar, y construir en otra geografía un nuevo concepto de felicidad, limitado por la lejanía a la familia, y al lugar que nos ha visto nacer, es cada día más común, y expresarlo, más normalizado. Y lo digo con gran pesar, pero negarlo sería mirar para otro lado. El costo es ser un país-beca, donde estudio, crezco, pero no hago familia, y no me involucro en casi nada que no me reporte de manera directa una ventaja con respecto a mi otra vida añorada, o buscada, la del emigrante.

Robenson Glesile: Las remesas tienen un aporte considerable sobre la economía de los países de las personas que emigran, que tienen en cuenta a sus seres queridos que dejaron atrás. En el caso de Haití, el impacto social y económico de las remesas es muy importante, no a una escala macro, pero a nivel micro ayudan a la mayoría de la población. Sirven para los gastos domésticos, la educación, algunos mini proyectos familiares etc. Así, los hogares haitianos son muy dependientes del envío de remesas.

Pensar un proyecto de vida fuera de su país de origen siempre va a ser una decisión difícil y triste. Es muy personal. En el caso de Haití, hay una conexión mágica o inexplicable que nos une con esa tierra tan compleja.

¿Cuáles han sido los efectos de la política migratoria vigente? ¿Ha cambiado la relación entre los que residen afuera y adentro? ¿Cómo? ¿Por qué?

Cristina Escobar: La política migratoria vigente solo se puede entender desde la comparación con el orden de cosas anterior. Recuerdo cuando quitaron la llamada “carta blanca”, trabajaba en la revista televisiva Buenos Días, y la ascensorista del ICRT, con quien jamás había cruzado más que formales saludos, me preguntó con ansiedad si era cierto. Yo no sabía, hasta que llegué a la redacción y me tocó a mí leer aquel editorial que anunciaba el tan retrasado cambio de política.

Fue la adquisición de un derecho que nunca debió haber estado privado para nadie. Pero las decisiones en políticas migratorias en Cuba siempre han estado marcadas por la política migratoria de los Estados Unidos, que sí ha sido instrumentalizada para crear un desorden interno que derroque al gobierno revolucionario.

Los efectos han contribuido a normalizar la acción de viajar, democratizarla, y que muchas personas la usen como fuente de empleo, al viajar a comprar, importar y vender, sea legal o no. Ha desplazado las limitaciones para viajar al país destino, y no ya a limitaciones puestas por Cuba. Es ahora decisión de los gobiernos extranjeros ofrecer visa o no.

La relación entre los de afuera y adentro ha cambiado. Primero se ha difuminado más la noción del de adentro y el de afuera. La posibilidad de estar hasta dos años fuera del país sin perder los derechos como ciudadano y residente cubano ha contribuido a que las personas decidan vivir un poco afuera y un poco adentro. Las relaciones entre los emigrados y los residentes en el país se han vuelto, por tanto, más fluidas. La posibilidad de viajar ha permitido también que las personas trabajen fuera e inviertan el dinero en Cuba, o que dependan menos de los recursos disponibles en el país, y se conviertan en importadores para emprendimientos de cualquier tipo.

Robenson Glesile: Las fronteras se vuelven cada día más difíciles de cruzar. El tema de la migración entra en los grandes debates políticos de varios países. Decenas de miles de personas desesperadas intentan llegar a Europa en condiciones peligrosas cada año. El mundo mira para otro lado. En Argentina, en 2018, el gobierno neoliberal de Mauricio Macri exigió un visado a todos los haitianos, y los requisitos para obtenerlo son muy difíciles para un haitiano.

Es muy complicado entrar a países con esos tipos de política migratoria y los que ya están adentro tienen dificultad para regularizarse o tener acceso a los derechos básicos para los “no nacionales”. Así, la reunificación familiar se hace más difícil.

Arturo López-Levi: El mayor efecto de la reforma migratoria de octubre de 2013 es la expansión de lo transnacional de la comunidad política cubana. Por transnacional implico aquí las relaciones sociales, económicas, culturales y políticas del país, como sociedad y Estado, más allá de las fronteras e influencias nacionales. Aquí el mito de la sociedad cubana cerrada, que nunca lo fue, se quiebra con mayor estruendo. Además de los movimientos circulares de ir y venir, hay que notar que los que viven fuera son influidos y están conectados con mayor exposición a lo que ocurre en el país, mientras que los que viven en el país también viven en mayor exposición a las dinámicas del mundo exterior. No se trata solo de los viajes, también de las redes sociales, las dobles ciudadanías, un aumento evidente de los matrimonios y reconciliaciones a través del estrecho de la Florida y los trabajos temporales que sirven de formas de acumulación y estrategias familiares de sobrevivencia.

Esta expansión de lo transnacional plantea posibilidades de reconciliación y comunicación, y resuelve problemas asociados con la separación y la falta de encuentro, pero también implica la agudización de conflictos de valores, intereses, paradigmas de sociedad, narrativas oficiales u oficiosas sobre los pasados nacionales y locales. La unidad de la comunidad política (polity) cubana se expone ahora a nuevas tensiones, dada la larga historia de mirar a paradigmas diferentes, pero con rasgos similares de identidad no siempre positivos, por ejemplo, una cultura en Cuba y Miami que alaba la intransigencia política, con preferencia por lo contencioso, no el compromiso.

¿Se puede hablar de la emergencia de un espacio social trasnacional, donde los sujetos no solo se desplazan, sino desarrollan relaciones laborales,  construyen  proyectos de vida, que funcionan a nivel económico-material, y mediante redes y sentidos de pertenencia, modos de vida, hábitos, patrones, conectados con culturas y sociedades diferentes?

Cristina Escobar: Existe un espacio social trasnacional, anclado en la realidad del país; solo así se entiende que en Miami se vea tanta televisión cubana, o que los cubanos emigrados debatan y exijan a su país de origen lo que no son capaces de exigir o pedir en sus países adoptivos.

Ese espacio ha sido aprovechado también por el emprendimiento privado, donde el extranjero o el cubano nacionalizado emplea al cubano de adentro, o donde los modos de vida en el exterior siguen regímenes y rutinas locales. Las redes sociales han precipitado esta conexión, pero desafortunadamente, sigue habiendo muchos muros. El primero es el tratamiento particularmente desventajoso que tiene el cubano a la hora de pedir una visa, para cualquier lugar. Al obtenerla, muchos leen este evento como una oportunidad única, que han de aprovechar quedándose en el país de destino, porque dudan que vuelva a dárseles esta oportunidad. Esta ecuación ha sido además multiplicada por el cierre de los servicios consulares de los Estados Unidos en La Habana, aunque realmente, ese comportamiento se repite no solo con los que quieren emigrar a ese país.

Isabel Cristina López Hamze: Para responder esta pregunta quiero referirme a la metáfora de las raíces al viento, usada por Eugenio Barba, uno de los genios teatrales más importantes del mundo que mucho ha influido en los teatristas cubanos. El Odín Teatro es un grupo que tiene su sede en Holstebro, Dinamarca, pero está compuesto por actores, músicos y artistas de diversas partes del mundo. Por eso surge la metáfora de las raíces al viento, como expresión de una identidad que se consolida en el aprendizaje de otras culturas. Cada actor habla en su idioma y en los espectáculos se aprovecha esa diversidad también como una manera de llegar a otros con hábitos y patrones de vida diferentes.

En el teatro hemos aprendido a ser un gremio que se resiste a separarse. Muchas veces se habla de la dramaturgia o del teatro de la Gran Cuba, para hacer referencia a los que escriben desde aquí o desde allá, ya sea Estados Unidos, o cualquier otra latitud. Muchos de los teatristas cubanos que viven fuera de Cuba publican, estrenan en la Isla y participan en los eventos auspiciados por las instituciones.

Existe una voluntad por parte de la institución de trenzar experiencias y conectar gente valiosa, vivan donde vivan. Un ejemplo clarísimo es la antología Dramaturgia de la Revolución (1958-2008), publicada en 2010 por la casa Editorial Tablas-Alarcos y compilada por el teatrólogo Omar Valiño. De las treinta obras incluidas, más de la mitad aborda el tema de la migración. Y un dato importante para entender las relaciones entre el adentro y el afuera es que ocho fueron escritas por autores que residen fuera de Cuba.

Quiero terminar con una cita de Rine Leal, maestro de mis maestros.

Una isla es siempre un sitio a donde llegar, y también de dónde partir y en el caso de Cuba la insularidad convierte a la isla en una expresión histórica que vence los límites geográficos. (…) Nuestra Isla es siempre un territorio de acercamientos y lejanías, un espacio donde la geografía deviene rápidamente historia. Y nuestra historia cultural (concebida como expresión acumulativa de la identidad) nos muestra y demuestra que la expresión artística del cubano ha sido siempre unívoca y resistente a la separación.

¿Existe una política de Estado que se haga cargo de la emigración actual, que la refleje y logre aprovecharla en función del interés nacional, minimizando sus costos, y maximizando sus beneficios? ¿Qué políticas podrían implementarse para lograrlo? ¿Deberían reconocerse todos los derechos ciudadanos a los emigrantes? ¿Incluyendo el acceso a la salud, la educación, la seguridad social?

Cristina Escobar: El discurso oficial se ha referido, en reiteradas ocasiones, a la voluntad política de integrar a la emigración a los caminos de actualización del modelo económico, pero me sobran más los ejemplos de limitaciones y dolores de emigrados patriotas, que de lo contrario.

Un país que sufre crisis combinadas, y sediento de inversión y moneda dura, ha de abrirle las puertas y ofrecer todo tipo de incentivos y certezas al emigrado patriota que quiera invertir en el país. Eso, en la concreta, hasta este momento, es solo discurso. Todo el inversionista cubano que vive en el exterior invierte desde y por caminos oscuros, alegales o ilegales.

Los ciudadanos emigrantes que, para entrar a su país, han de tener un pasaporte cubano vigente, con los altísimos costos que esto implica, deben tener todos derechos reconocidos, si pagan impuestos de alguna manera, deberían tener derecho a la salud, educación, y seguridad social, pero solo si se encuentran formas de que contribuyan en forma de impuestos. Debería ser un camino, así como la participación política, con el costo, los riesgos y los beneficios que esto trae.

El cubano emigrado sigue percibiéndose como se le construye desde el discurso cotidiano: el otro, el que se fue, el que no es parte. Eso hay que cambiarlo. El desafío más grande es que el cubano emigrado, a veces de hace pocos años o meses, repite el discurso de la agenda intervencionista contra Cuba, olvidando sus propias experiencias de hace pocos meses, asimila de manera automática, como una forma de encajar rápidamente, deja que colonicen sus percepciones, recuerdos y sentimientos, y esto se traduce en comportamientos de hostilidad, de odio, y de acciones como calificar a la familia que quedó en Cuba como enemigos, a los que hay que empujar en sus penurias y carencias cotidianas para que se alcen de una vez contra el gobierno, una petición desde una cómoda distancia.

Al emigrado hay que sumarlo. Probablemente la persona más fervientemente patriota que he conocido en mi vida no es una persona que viva en Cuba, la conocí en Londres, y trabaja día y noche por el bien de Cuba, cuando la dejan, como la dejan, y saltando las más altas vallas. El bien de Cuba no es monopolio de unos pocos, ni solo de los que habitamos este espacio-isla; es de todos los cubanos patriotas, decentes, estén donde estén.

Arturo López-Levi: Para pensar la política migratoria conviene enfatizar los factores que la determinan. Aquí hay apenas espacio para enunciarlos y plantearse la pregunta de cómo la actual coyuntura política cubana influye y se ve conformada por los siguientes grupos de determinantes:

1)      El papel de los intereses socioeconómicos en Cuba en relación con las visiones, intereses y posturas de los emigrantes cubanos en la diáspora. Esos intereses se expresan a través de la acción de grupos de interés afines en la política burocrática, el intercambio de opinión entre las élites al interior del sistema leninista de partido único y en la opinión pública. Hay cambios importantes en el entendimiento del papel de la migración cubana en estos tres niveles.

2)      La política exterior y la diplomacia de la cual la política migratoria es parte. Aquí habría que apuntar la importancia del conflicto con los Estados Unidos, lugar donde se asienta, fundamentalmente en el enclave de Miami, el núcleo principal de la emigración cubana. Ese conflicto hoy se ha recrudecido.

3)      La acción resultante de dinámicas de coordinación, afinidad y conflictos de misión y objetivos de las instituciones del Estado con impacto político hacia la migración. Es evidente que el gobierno cubano está expandiendo el espacio de interacción con los emigrados más allá de la DACRE, los consulados, el sistema de inmigración y extranjería del Ministerio del Interior. Por ejemplo, la apertura a las MPYMES abre una interacción que puede ser cardinal a la presencia emigrada y los potenciales de reforma económica a nivel de los municipios. De concretarse, implicaría dinámicas de ganancia y pérdida de poder de diferentes actores políticos al interior del partido-Estado.

4)      El impacto de las normas del derecho internacional, particularmente derechos humanos, en la confección y argumentación de la política migratoria. En este sentido, es notable cómo el debate sobre la política migratoria, antes y después de la reforma de 2013, estuvo signado por referencias a las prácticas internacionales, argumentos desde los estados y normas en torno a la libertad de movimiento.

Tomado de: Catalejo. El blog de Temas

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Juan Valdés Paz: El socialismo no puede posponer la democracia que ha prometido

Juan Valdés Paz. Fue un destacado sociólogo, politólogo, historiador y filósofo cubano. Profesor Titular Adjunto de la Universidad de La Habana y del Instituto Superior de Relaciones Internacionales Raúl Roa García (1938-2021)

Por Fernando Luis Rojas López & Carolina García Salas

Juan Valdés Paz es politólogo, investigador y profesor universitario. Su actividad como investigador estuvo vinculada a instituciones como el Departamento de Filosofía, el Centro de Estudios sobre América (CEA) y el Instituto de Historia de Cuba. Es Profesor Titular Adjunto de la Universidad de La Habana, y del Instituto Superior de Relaciones Internacionales Raúl Roa García. Ha impartido docencia en diversas instituciones nacionales e internacionales. Es Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas 2014. Es miembro del Consejo Editorial de la revista Temas, en la cual ha publicado artículos y reseñas, y participado como ponente en las sesiones de Último Jueves.

Carolina García Salas (CGS): ¿Qué distingue al socialismo existente del que se necesita para Cuba?

Juan Valdés Paz (JVP): Esta interrogante lleva implícita una discusión previa, que pudo ser una pregunta primera, acerca de qué vamos a entender por socialismo, porque ya a estas alturas no es un término suficientemente preciso o compartido, ni podemos estar seguros que todos los interlocutores entienden lo mismo.

No está de más recordar que, en la acepción clásica, el socialismo es un período de transición al comunismo. Hay una propuesta de sociedad a la que se llama comunista, y el socialismo es una transición entre la sociedad capitalista históricamente existente y la que se propone como alternativa. En los clásicos el socialismo es un período de transición con rasgos universales.

Todos sabemos que en las experiencias históricas de socialismo ese período fue una cosa mucho más complicada que lo que se sobreentendía en la formulación de los clásicos, por cuanto estos suponían que esa transición al comunismo sobrevendría en los países capitalistas más desarrollados. Al no suceder así, esa agenda quedó marcada por la necesidad de concluir o alcanzar los niveles de desarrollo de las fuerzas productivas que las sociedades que iniciaban esta experiencia no poseían, y esta circunstancia convirtió el proceso en algo más complejo.

Ese fue el primer problema, una de las premisas de la propuesta clásica ya no se daba; la segunda era que el socialismo avendría como un sistema mundial, es decir, las grandes sociedades capitalistas desarrolladas transitarían hacia fórmulas socialistas y facilitarían el proceso para las restantes, que las seguirían. Como el sistema internacional no se movió hacia experiencias de este tipo, desde entonces queda en pie la pregunta de si es posible el socialismo en un solo país, en el marco solamente de estados nacionales, cuando el mundo no se mueve en igual sentido y sigue dominado por relaciones capitalistas. Ese fue el primer gran debate que tuvo que enfrentar la experiencia soviética.

La tercera era la noción temporal de la transición. En la formulación clásica, este sería un período histórico más o menos corto, en virtud de que estaban dadas las premisas materiales, para usar el lenguaje de los clásicos, pero una vez que estas no existían, el socialismo parecía extenderse en el tiempo, y el comunismo aparecía cada vez más en lontananza. Por tanto, lo que hemos tenido son experiencias hacia sociedades no capitalistas, pero donde el comunismo se va convirtiendo en una noción utópica, que vale para orientar el sentido de la transición, pero siempre como una alternativa muy lejana. La realidad histórica y la que se nos impuso a nosotros, como a todos, es la de una indefinida sociedad de “transición”.

El otro problema ya no tiene que ver con los clásicos, tiene que ver con el socialismo real.

La transición dio lugar a un tipo de sociedad que en todas las experiencias del socialismo histórico —desde la soviética hasta la china— terminan siendo otro tipo de sociedad; no transitan sino que se convierten en una distinta, donde algunas de las premisas que requerían los clásicos y que incluso esperaban los revolucionarios, no se solventaron. Ejemplo, la extinción del Estado. Dice Lenin, en El estado y la revolución, que después de un tiempo éste se “extinguirá”;  y finalmente, las experiencias históricas fueron de socialismos de Estado, sociedades ordenadas y promovidas por el Estado, desde el poder político estatal, de las cuales lo que cabe es la discusión de hasta dónde fueron más o menos estatizadas.

Conclusión. Las experiencias reales del socialismo histórico tienen de común su opción no capitalista; han producido sociedades no capitalistas a las que es muy difícil calificar de socialistas en términos clásicos. A su vez, la mayor parte de las experiencias conocidas iniciaron medio siglo después, como mínimo, una “transición” al capitalismo; este fue el caso del socialismo de Europa del Este, incluido el soviético. De todas aquellas solo sobreviven los casos asiáticos de Corea del Norte, Vietnam, Laos y China.

CGS: ¿Qué es lo que tienen de común las experiencias sobrevivientes?

JVP: En lo fundamental, que se asumen como “socialistas”, que su programa político sigue estando comprometido con el socialismo, pero todas se han declarado de “características propias”. Tienen un proyecto socialista, quieren superar al capitalismo aunque tengan que utilizar sus instituciones para el propio desarrollo, y todas van a hacerlo a su modo: los chinos, los vietnamitas, los coreanos —ni decir— y finalmente nosotros, que cada vez más nos enmarcamos en esos rasgos propios. Ese es el punto, cuando hablamos de “nuestro socialismo”, si no le decimos “socialismo cubano”, ya no está claro de qué estamos hablando.

La otra observación es que en todos los casos, un factor muy importante en la sobrevivencia de estas experiencias es la cuestión nacional. En el de los chinos, el tema de la liberación de la agresión y ocupación por las grandes potencias, la recuperación de la unidad nacional, los factores etnoculturales, etc. han jugado y juegan un papel fundamental. Hablamos de una cultura de cuatro mil años ante un occidente de sólo cinco siglos; es decir, las características propias de su socialismo están determinadas y aluden a su identidad cultural y nacional.

Lo mismo sucede con Vietnam, que terminó de unificarse y de concluir la descolonización hace apenas cinco décadas, tiene que resistir a China en la frontera norte y a Estados Unidos en el Pacífico, de manera que también la cuestión de la independencia e identidad nacional es un componente muy fuerte. No voy a comentar Corea —porque es imposible—, pero esta lógica también vale para nosotros. Si hacemos la historia del socialismo cubano, veremos que los años sesenta están marcados, entre otras cosas, por la intención de producir un socialismo nacional de características propias, aunque no empleáramos esa terminología. Eso no resultó, porque no era económicamente viable, y pasamos a una transición socialista que tomaba en cuenta la experiencia internacional del socialismo, la de los “países hermanos” y al final, el modelo soviético. Readecuamos nuestra transición inspirándonos en ese modelo que en aquel momento fungía como el universal. Luego hemos estado dando tumbos, y ahora que no hay un modelo universal, no sé si por elección o porque no nos queda más remedio, volvemos a caer en la necesidad de elaborar una versión de socialismo nacional.

¿Por qué recalco esto?, porque creo que cuando lo vemos desde la perspectiva de las características propias, cuando se pretende la construcción de un socialismo adecuado a la historia y a la cultura nacional, se superponen entonces, más que un proyecto, dos: el de nación y el de sociedad.

Para el proyecto de nación está claro cuáles son los desafíos, el enemigo principal, la situación geopolítica, etc. Verlo desde ahí, por separado, nos puede sugerir mayores o menores aperturas, cierres, exposición, cuidados, delimitación de nuestras relaciones y nivel de integración regional. De manera que habría que reflexionar sobre qué tipo de sociedad y qué discurso hegemónico necesitamos para garantizar el proyecto de nación, porque este necesita una sociedad que lo realice; y ahí aparece el proyecto de sociedad.

Entonces mi manera de responder la pregunta es que tenemos que crear nuestra propuesta de socialismo nacional, que no la hemos desarrollado. Tenemos que considerar las exigencias del proyecto de nación como invariables, y las del proyecto de sociedad socialista, como variables. Es decir, podemos asumir una transición más acelerada, más lenta, más dura, más blanda, con más o con menos elementos de capitalismo; podemos flexibilizar el proyecto de sociedad en virtud de los desafíos internacionales a que estamos sometidos, por ser pequeños, porque el mundo es “ancho y ajeno”; podemos considerar ser más flexibles en el proyecto de sociedad y más duros en el proyecto de nación. Es en esa perspectiva que yo me coloco.

Ahora bien. El socialismo, bajo ese nombre, no solamente tiene una experiencia inscrita en una tradición comunista, sino que tenemos también una tradición socialdemócrata, más extensa inclusive, con más sociedades involucradas en esta última que en las procomunistas.

De manera que también tendríamos que ver —porque puede ser un riesgo, o una tentación, o una confusión— que nos movamos hacia una estrategia socialdemócrata creyendo que estamos asumiendo otra. Es decir, que seamos tan flexibles que termine sin importar el color del gato, mientras cace ratón; que no importe qué tipo de Estado o qué tipo de economía, si es eficiente. Ahí tenemos el modelo nórdico, que cada vez se degrada más, pero sigue siendo el éxito paradigmático de la socialdemocracia. No es casualidad que todas las experiencias socialistas europeas que transitaron al capitalismo declararan que iban a ser “nórdicas”. Y aquí también podemos encontrarnos esos discursos, que a donde conducen, a lo sumo, es a una sociedad capitalista con un wellfare state o “estado de bienestar”, con una política social más o menos amplia.

Fernando Luis Rojas (FLR): Queda claro que la transición socialista es un proceso tan complejo que constantemente pone en crisis su formulación clásica, si partimos de ese análisis crítico de las experiencias mundiales y de la propia. ¿Cómo define al que se necesita para Cuba?

JVP: Me voy a referir al deseable. La necesidad es una categoría que da cuenta de restricciones internas y constricciones externas que no puedes superar. Así que no voy a detenerme ahí porque es obvio que tendríamos que hacer una adecuación a esas condiciones. Lo que importa es no quedarse allí sino definir y perseguir las metas del proyecto.

No vislumbro que tengamos una idea clara de cuál es el socialismo posible. No lo hemos debatido. Hay críticas tácitas al que tenemos, porque si se proponen reformas puedes inferir que están dando cuenta de algo que era defectuoso, insuficiente o ineficaz.

Muy bien que se diga: “vamos al socialismo”, pero como ya no está claro qué cosa es lo que se coloca debajo del término, pues entonces es más confuso definir qué habría que continuar del socialismo real cubano, dando cuenta del proyecto de nación, de nuestras circunstancias, de nuestra propia historia, de nuestros logros, y qué habría que cambiar. Ese balance no está hecho ni siquiera por el Partido. En última instancia le correspondería a este, en su condición de “vanguardia organizada”, de “dirigente superior de la sociedad y el Estado”, haber hecho esa discusión. Mi percepción es que no está hecha, no voy a decir que no la van a hacer, pero me sospecho que no la harán. Y creo que nos seguiremos moviendo en un cierto mar de confusiones al respecto.

Acerca de las insatisfacciones del socialismo real hay bastante consenso, no hace falta que los académicos nos pronunciemos. Se hizo un debate público en los 90, se volvió a hacer en el 2007 y en el 2011. Con las opiniones de la población, sus demandas, los problemas, las propuestas; existe ya una agenda que la dirección del país tiene y no nos la ha devuelto. La población la produjo y la opinión pública la construyó de manera más o menos fundamentada, pero resulta que ellos son los que no tienen claro cuál es su propia agenda. Supongo que la dirección del país sí tiene esa información.

Es importante tener en cuenta esa agenda, porque es la base del consenso, puesto que no sólo tenemos que producir una buena idea de sociedad sino que tenemos que acompañar cualquier propuesta de ella con un nivel de consenso que garantice el apoyo de las grandes mayorías del país.

¿Cómo transcurrimos hasta aquí? Hemos tenido mucha suerte, hemos pasado muchas necesidades, hemos enfrentado en este medio siglo cualquier cantidad de desafíos, y la Revolución sobrevivió en las peores circunstancias, hasta la debacle del Período Especial, sobre la base del consenso.

Entonces, el tipo de sociedad que vamos a producir implica —mejor o peor diseñada— el consenso, y por tanto, el debate. Esto nos interroga acerca de lo que tenemos delante, cuáles son las oportunidades y los escenarios previstos para construir esos consensos.

Si mal no recuerdo, hemos sido convocados a discutir un nuevo modelo económico; no sé si bajo estos mismos términos se va a presentar la discusión, pero a eso fue a lo que fuimos convocados.   Después nos volvieron a convocar para y cito: “Elaborar los conceptos fundamentales del socialismo en las nuevas condiciones históricas”, que es una manera de decir el nuevo modelo de socialismo. Luego nos convocan a participar en una eventual reforma constitucional. Tres escenarios muy complejos donde se supone que van a concurrir todas las corrientes ideológico-políticas, las que creemos que existen y las que desconocemos.

Entonces más que una respuesta, yo lo que tengo son otras preguntas. Creo que el socialismo real que portamos tiene muchas deficiencias y es necesario hacerle profundos cambios en el sistema económico, político-ideológico, civil, comunicacional y cultural. Por eso me parecía que las convocatorias tenían un sentido de totalidad que permitía considerar que todas estas dimensiones iban a estar puestas a libre examen, —pensaba yo— e ir a debate público.

FLR: ¿Qué otras transformaciones sustantivas requiere el socialismo cubano?

JVP: Hay que empezar por terminar con la identidad de socialismo y Estado. La nuestra es una república socialista que tiene un Estado, pero la república no es el Estado. Por lo tanto, el primer problema que creo que enfrentamos es cómo desestatizar el socialismo cubano; ¿en favor de debilitarlo, de establecer dominios privados? No, en función de más autogobierno y más autogestión. Hay que desarrollar las formas autogestionarias de todo tipo —cooperativas, asociativas, comunalistas, etc.— y hay que desarrollar las formas de autogobierno, lo que sugiere una enorme descentralización del actual modelo de Estado y de Administración Pública que tenemos.

Y el segundo gran problema es lo que voy a llamar de una manera poética, un mayor alcance —yo diría notable— de su desarrollo democrático. Tenemos enormes déficits en este sentido, que han sido legitimados como restricciones impuestas por la confrontación con Estados Unidos. Pero el socialismo no puede posponer indefinidamente la democracia que ha prometido.

Recuerdo a Rosa Luxemburgo diciendo que el socialismo garantizaría la “democracia plena”; la palabra plena sugería algo mejor que la democracia liberal y es por cierto, un terreno de discusión si las distintas experiencias de socialismo histórico lograron efectivamente un mayor desarrollo democrático. Pero ese es nuestro problema, no porque ahora sea un desafío a raíz de la normalización de las relaciones con Estados Unidos y que esta nos imponga determinadas aperturas, o porque queramos parecer un poco más liberales de lo que éramos. No. Porque es la promesa del socialismo. Con gringos o sin gringos, peleados o abrazados, el socialismo le ha prometido al pueblo una democracia plena. No digo que eso esté a la vuelta de la puerta, por eso hablo de desarrollo democrático, tiene que ser un proceso evidente, continuado e indetenible.

CGS: El propio concepto de democracia y el modo en que se asume desde Cuba es un tema sujeto a constante debate y contradicciones. ¿Cuáles son los retos en este sentido?

JVP: Sí, detrás del término democracia hay una larga discusión sobre qué vamos a entender por ella, pero convencionalmente lo que tenemos para expresar esa democracia es un subsistema de representación y la pregunta de si: ¿son suficientes los mecanismos de que dispone la sociedad cubana en los sistemas político, económico, civil, ideológico-cultural, en la esfera comunicacional, para representar a sus bases? ¿Está bien representada la población? Habría que decir que tenemos serios déficits al respecto. Vuelvo al término luxemburguiano de plena, nuestra meta debe ser alcanzar la representación plena. Pero, ¿a qué distancia estamos de la plenitud y qué hacemos para avanzar hacia ella?

La segunda dimensión de este tema, aunque hay muchas bajo el sesgo de democracia, está en que el discurso oficial ha dicho que la nuestra es más democracia que la otra —que la liberal— porque es “participativa”. Pero cada vez que uno se sienta en un foro cualquiera, ya sea de académicos o de vecinos, todo el mundo tiende rápidamente a decir que hay mucha participación para la movilización, el apoyo y la ejecución, mientras que para todo lo demás, particularmente la toma de decisiones, es bastante limitada. Entonces, esa también es una agenda incompleta.

Creo que uno de los grandes retos que tenemos para superar la sociedad actual, es el tema de plantearnos no solamente reformas económicas, sino reformas en todas las esferas, que den lugar a un mayor desarrollo democrático. Tampoco hay que ignorar los desafíos reales a que nos enfrentamos, los temas de seguridad, los planes, la estrategia del soft power que ahora emplea Estados Unidos con nosotros. Seguiremos siempre enmarcados en innúmeras amenazas al proyecto de nación y por tanto, el de sociedad tiene que dar cuenta de ello. Seguramente tendremos que asumir algún nivel de restricciones, pero es importante, primero, que las reconozcamos públicamente; y segundo, que las consensuemos.

CGS: En el discurso político se reitera mucho una frase que apellida el tipo de socialismo que se construye en Cuba, “próspero y sostenible”. ¿Cómo concibe la prosperidad y la sostenibilidad en nuestro contexto?

JVP: El poder político produce frases y consignas. Siempre las habrá. Lo que pasa es que después la política tiene que hegemonizar la consigna, tiene que crear una cultura que la convierta en consentimiento de la sociedad, de manera que esta acceda a ella, la entienda, la incorpore a su lenguaje. Y ese es el problema, no discutimos la consigna; la entregas a la población y no la sometes a debate, no permites que se concientice, no educas para su libre examen. Si el pueblo lo hubiera discutido, si las ciencias sociales cubanas hubieran debatido qué vamos a entender por prosperidad o sostenibilidad, en qué consiste, cómo se expresa, cuánto abarca, podríamos intentar su esclarecimiento. Entonces la consigna la pueden producir en diez minutos en un buró, incluso puede ser el centro de muchos discursos, pero el quid es si tal consigna se va a convertir en cultura de las masas.

Lo de “próspero”, ¿por qué habría que discutirlo?, voy a ponerte un ejemplo: hoy día distintas corrientes ideológico-políticas utilizan el mismo término; para el neoliberalismo la prosperidad consiste en el crecimiento incesante de la economía, del Producto Interno Bruto (PIB), que se le revela claramente; una tendencia más socialdemócrata diría que no, que hay que lograr que crezca la economía y también que haya una repartición del ingreso; una más de izquierda piensa en una redistribución muy grande del excedente y una de derecha piensa en una distribución muy acotada, simplemente a los sectores más vulnerables; pero en cualquiera de los casos la prosperidad implica también la redistribución del excedente económico que se logra con el crecimiento. Nosotros, los socialistas y los comunistas, nos pasamos medio siglo o más discutiendo qué íbamos a entender por prosperidad. Habíamos hablado de justicia social, de calidad de vida, y de otros términos que la izquierda histórica ha acuñado para explicarla. Uno podría decir, martianamente, “toda la justicia”; otro, “la igualdad”. En fin, hay cualquier cantidad de conceptos asociados. ¿Por qué hay que subvertir al capitalismo?, porque este no puede garantizar ni la prosperidad ni la sostenibilidad.

Por tanto, yo creo que hace falta volver a debatir para enterarnos si todos estamos entendiendo lo mismo. Y aquí volvemos al punto anterior, de que al no haber debate no hay claridad. Pero existe una cultura de izquierda, una cultura revolucionaria, que ha polemizado esos términos, ha colocado una elucidación de qué debía entenderse por prosperidad, porque si esta es para todos, entonces estamos hablando del socialismo. Puede que sea esa la intención tácita, lo que entienden los políticos que han lanzado esa fórmula, pero no basta, hay que constituir una cultura, hay que convertirla en idea hegemónica, en ideal.

¿Esa fórmula encierra una estrategia?, ¿es tan general que ya define al socialismo con características propias que pretendemos? Si es tan ambiciosa, el primer desafío es que sea hegemónica, que la inmensa mayoría de los cubanos la queramos, lo cual supone, nuevamente, el debate, su “conceptualización”, que nuestros “intelectuales orgánicos” la fundamenten y la expliquen, etc.

Estamos, desde siempre, ante el ABC del marxismo, Gramsci incluido. Creo que ese tipo de consigna o fórmula, lo peor que tiene es que es muy abstracta, le ahorra a la dirección política explicitar qué es lo que entiende por ella, para ver si estamos de acuerdo; y finalmente, que no retoma la propuesta cultural de la izquierda. De habernos colocado en ella no creo que hubiéramos utilizado esas expresiones, sino otras como la de Martí, de “justicia plena”. Para decirlo rápidamente, nos vendría mejor el programa martiano. Y el gran desafío, vuelvo un poco al punto anterior, no es solamente producir el debate, sino que los resultados de ese debate se vuelvan o den lugar a un discurso hegemónico.

Creo que fue muy atrevido, objetivo, justo y político, que Raúl Castro en sus primeros discursos rechazara el unanimismo. Todo el mundo sabe que en ninguna sociedad hay unanimidad. La pretensión de que todos vamos a pensar y a actuar igual era de por sí no solamente una consigna burocrática, sino bastante poco socialista, además de mentirosa, porque no daba cuenta de la realidad. Entonces, ha sido muy importante reconocer que no hay unanimidad, que hay diferencias; porque le plantea al político el desafío de tratar con ellas, de administrarlas, de hacer propuestas y desarrollar estrategias que las incluyan.

Ahora bien, después de que se reconocieron las diferencias, no avanzamos más, ni siquiera en el sector intelectual. Las aceptamos, pero no nos hemos dedicado a identificarlas, explicitarlas. Los científicos sociales sí han dado cuenta, por ejemplo, de que bajo el impacto del Período Especial, de las estrategias de salida de la crisis y de las reformas en curso, se está imponiendo en la sociedad cubana un patrón de mayor desigualdad. Es decir, está más o menos claro que somos cada vez más desiguales en términos económicos, posicionales, de oportunidades, etc. Ese puede ser un costo inevitable, son procesos perfectamente observables y pueden ser descritos. Pero tenemos una mayor oscuridad en las diferencias político-sociales, también sabemos que las hay, pero hemos avanzado menos, tal vez porque las ciencias políticas han sido siempre “la Cenicienta” de las ciencias sociales cubanas. No hemos dado cuenta de que hay corrientes político-sociales diferentes y de que, incluso, no es solo en el espacio de la sociedad donde obviamente debe existir algún nivel de oposición sistémica, sino que existen también en el seno de la Revolución, en el sector de la población que apoya a la Revolución. Hay diferencias, algunas observables, otras de auto identidad.

CGS: ¿Es posible clasificar esas diferentes corrientes políticas?

JVP: No son puras, están muy confusas y a veces los propios sujetos sociales no están totalmente conscientes de que sus posicionamientos y propuestas clasificarían, para un observador distante, como más socialdemócrata, social-liberal, soviética, guevarista, socialista crítico, etc. En un trabajo reciente clasifiqué algunas corrientes sociopolíticas, no en abstracto sino frente a los Lineamientos, para hablar de la estrategia de reformas en curso. A una la llamé convencional, que es una mezcla de muchas cosas, un poco como ha sido la Revolución cubana; también está la guevarista; otra que llamo socialista crítica, es decir, los que critican al socialismo real cubano desde la izquierda, por estatista, y le reclaman que sea más socializante, que sea más autogestionario, que desarrolle más el autogobierno; esta corriente incluye las propuestas libertarias y comunalistas, que apuestan por centrar localmente la organización social, etc. Y están más claras las corrientes socialdemócratas y las social-liberales a las que ya me he referido; en estas dos la influencia china es distinta, pero está presente como referencia a sus reformas.

Cuando digo que hay que construir consenso, debatir y ser inclusivos, no es una cosa abstracta, no estoy hablando de individuos demográficos, sino de personas comprometidas con algunas de estas corrientes o con una combinación de ellas, porque no todos racionalizan exactamente lo que están pensando. Por otro lado, las actitudes o los posicionamientos que se derivan de estas corrientes son transversales a toda la sociedad cubana, no es que puedas decir que la burocracia está permeada por una sola de estas y los intelectuales por otra. Lo curioso y lo complejo está, aceptando la transversalidad, en las preguntas que caben para un politólogo o un sociólogo; por ejemplo, ¿cuáles de estas corrientes predominan en la burocracia cubana? Y utilizando mejor el plural, en las burocracias, ¿qué presencia tienen estas corrientes en la burocracia estatal, en la económica, en la partidista, en la militar, en la de la administración pública?, ¿y en el resto del funcionariado?, ¿y entre los dirigentes?

Es decir, creo que aceptar las diferencias es asumir, por tanto, que hay corrientes, posicionamientos distintos, eventualmente comportamientos, y que estos son transversales a toda la estructura social y que los tenemos que interrogar.

Por tanto, no solo en el discurso en sentido retórico, sino en todas las ideas que se promuevan, tiene que darse cuenta de esa diversidad, tienen que plantearse recursos hegemónicos de cierta complejidad, porque se dirigen a una población que tiene diez grados promedio, que tiene un millón de graduados universitarios y ¿vamos a resolver el problema diciéndole que la Revolución debe ser “próspera y sostenible”, apenas?; ¿con esas consignas vamos reconstruir la hegemonía?

FLR: Hay asuntos que han sido polémicos desde la propia formulación clásica del socialismo, la problematización pública sobre estos, en el contexto cubano, también ha sido escasa. ¿Qué conceptos y prácticas sobre la propiedad, los medios de producción y el mercado, deben caracterizar al nuevo modelo?

JVP: El tema de la propiedad rebasa la economía, esa es una primera cosa que hay que tener en cuenta. La propiedad es una categoría social, lo mismo que la posesión; aunque la dos tienen normativas jurídicas, el quid del asunto es que sociológicamente son dos condiciones distintas de las personas respecto a los bienes sociales.

Entonces, la propiedad es un tema que debiera tratarse de una manera mucho más política. Todo lo que tenemos al respecto es su taxonomía, su descripción restrictiva: las que la Constitución del 76 aceptaba como propiedad; las que la reforma del 92 aceptó como formas de propiedad; y seguramente, ahora que estamos discutiendo una reforma constitucional, las que se enumerarán de manera ampliada e inclusiva, en un nuevo texto.

Un enfoque sistémico nos ayuda a tratar mejor muchos de estos problemas, porque esta perspectiva no excluye que un componente dado de un sistema, lo sea también de otro. De manera que la propiedad es un componente del sistema jurídico, del político, del económico y del civil, y debe ser abordada con esa complejidad.

Cuando de propiedad se habla, la expresión alude a que un sujeto tiene determinados derechos domínicos, de dominio, sobre un objeto, pero estos son siempre limitados. Los primeros que lo formularon conceptualmente fueron los romanos, que los establecieron casi ilimitados. La sociedad histórica ha evolucionado poniéndoles cortapisas, restricciones. En Cuba, por ejemplo, la república anterior —pre revolucionaria, primera república, república liberal, etc.— avanzó conceptualmente hasta imponerle al derecho de propiedad el concepto de utilidad social. Esa era una gran conquista de la Revolución Mexicana, después de la Constitución de Weimar y después del constitucionalismo moderno. Nosotros fuimos de los primeros en incorporar al texto constitucional que la propiedad tenía una función social.

Las revoluciones y experiencias socialistas le dieron a esa función social de la propiedad una dimensión mayor y, de hecho, limitaron sus derechos domínicos. Yo creo que esa es la discusión, ¿cuáles son estos derechos domínicos? Para que quede claro que el Estado va restringirlos en función de los intereses de la sociedad. De manera que el sujeto interesado pueda decir “mis derechos están delimitados, restringidos o regulados, pero son estos”. Tienen que explicitarse las distintas formas de propiedad pública, mixta, cooperativa, privada, social —que es un invento nuestro para la propiedad de las entidades civiles— y personal. Entonces, no basta con enunciar las formas de propiedad, sino que hay que declarar los derechos domínicos que se le van a admitir a cada una.

¿Por qué me parece importante esta perspectiva del problema? Primero, porque tenemos una historia de arbitrariedad de la Administración estatal frente a los derechos domínicos de los propietarios. Esta suele restringir más o menos y según le convenga, quita, pone, inmoviliza. De manera que a nombre de la Revolución se ha eventualmente violentado algunos derechos de propiedad.

Naturalmente, está la propiedad económica, la cual es un componente de cualquier modelo que queramos implementar; es decir, la propiedad participa del sistema económico y también de otros. Yo creo que tendrán que ser definidas las formas de propiedad que se aceptarán, así como las formas de posesión que se admitirán en el modelo económico.

El tema de los derechos domínicos que le vamos a conceder a las distintas formas de propiedad, sobre todo económica, es lo primero en una adecuada relación entre los intereses privados y los sociales o comunes, o dicho de otra manera, es el terreno primario donde se dirime la mayor o menor conciliación entre los intereses privados y los representados por el Estado socialista. El desafío mayor no es económico sino político. No se trata solo de crear un sector no estatal, cooperativo, o mixto. ¿Cómo vamos a articular que todos esos nuevos agentes económicos entiendan que ellos tienen su espacio, su lugar, y están protegidos bajo el orden socialista? Hay que definirlo so pena de que el sector privado se vuelva desde el primer día antisocialista; porque muchos consideren que el socialismo es una limitación y que el estado socialista nada más que existe para poner impuestos, no le ofrece un comercio mayorista, tiene mil un inspectores corruptos, etc.

El tema político de ese modelo económico diverso es sobre cuántos de ellos están interesados o van a participar de la propuesta socialista, de si el socialismo los incluye, en qué los beneficia, en qué los protege, por qué estarían interesados en él.

Nosotros tenemos incluso en nuestra historia un ejemplo muy específico, que es cómo la Revolución mantuvo un sector privado campesino, y sin embargo los vinculó al modelo socialista de tal manera que se sentían seguros y beneficiados en esa articulación. Ahora menos, porque hay un mercado libre y los intereses más privados, la obsesión por la ganancia puede perturbar el comportamiento de muchos, pero es un ejemplo de un sector privado que estaba engranado a los mecanismos socializadores. El campesino era uno de los sujetos beneficiados por la Revolución, la que le dio la tierra, lo reconocía como ciudadano, lo hacía participar de todos los bienes públicos que el socialismo ofrecía, salud, educación, cultura, deporte, etc. ¿Y por qué no iba a querer ser privado y socialista? Ahora el desafío es que estos sectores pueden no encontrar articulación, incluso llegar a acumular recursos que les permitan financiar su desarticulación, pagar un maestro extra, un deporte extra, un servicio médico extra, una oferta de bienes extra, pueden salirse de la oferta social, que no necesiten nada del sector público.

Muchos compañeros han planteado la discusión de un modelo económico a secas, sin debatir cuál es la articulación, cuál es el modelo social y político, o sociopolítico, que le sirve de contrapartida y lo contiene. No se toma nota de los efectos, de los impactos que va a producir el modelo económico; por ejemplo, una mayor desigualdad, para la que no tenemos estrategia inclusiva ni políticas para revertirla.

CGS: El proceso de “normalización” de relaciones entre Cuba y Estados Unidos, demandará en algún momento la reestructuración de algunas políticas de la Revolución, como la del libre acceso a la cultura y al conocimiento. ¿Qué pasará con la propiedad sobre los bienes culturales? ¿Cuáles son los desafíos del socialismo cubano en este sentido?

JVP: Nosotros hemos tenido políticas sociales basadas en un mundo que ya no existe; dicho de otra manera, basadas en un mundo que perdió la partida. Habrá que esperar de nuevo por las condiciones de una revolución mundial; mientras tanto, el mundo en el que nos insertamos es de reglas privadas, capitalistas, para la ganancia, de reconocimiento del beneficio.

Efectivamente, abrirnos al mundo significa que nos caemos en un terreno donde rigen las reglas de otros. El socialismo cubano —en los términos de su consigna— para ser sostenible tiene que ser capaz de producir una economía viable en las condiciones de la economía mundial y ese es un desafío abierto. Me imagino que nuestra inserción será una combinación de acuerdos políticos con capacidades de competitividad en algún nicho del mercado internacional, aunque si tuviéramos el mejor producto, puede que la cajita en que lo vendamos haga casi inoperante su oferta.

Ahora, necesitamos normalizar nuestras relaciones con Estados Unidos aunque sepamos que ese “normalizar” es otra forma de llamar a una “guerra fría” que es para nosotros permanente. Necesitamos para hacer viable la economía las ventajas del mercado norteamericano, el más cercano, el mayor del mundo, poseedor de tecnologías de punta, una clara fuente de inversión. Tendremos que administrar esas supuestas ventajas y adecuarnos en algún grado a esas nuevas condiciones.

Va más allá del diálogo, porque Estados Unidos te va a exigir el copyright y también lo harán todos los demás. Es decir, para tú despreciarlo te tienes que salir del mundo o tener uno propio. Nosotros hemos predicado la libertad de los bienes culturales, bienes para el pueblo; no hemos reconocido las políticas de copyright, publicamos lo de todo el mundo; pero en gran medida, esto durará hasta que aceptemos las reglas de juego.

No se trata solamente que reconozcamos el copyright a los EEUU y ellos a nosotros, sino que la sociedad cubana lo reconozca a sus productores y creadores; ahí entramos también en otra dimensión. Eso y millones de problemas que lleva la apertura se van a plantear, y por ello es tan importante, más que las discusiones puntuales de tales contradicciones que se generan por la normalización o por el reclamo de la inversión internacional, entender integralmente todos los desafíos que habría que administrar.

Se supone que la dirección política, que el gobierno cubano, que la opinión pública, vele todo el tiempo por nuestros intereses. Necesitamos precisamente un Estado fuerte para que haya un actor que exprese los intereses nacionales en esas discusiones, no es un actor por la libre sino bajo control social, que se sienta a la mesa, toma los acuerdos interestatales, intergubernamentales, está en los espacios multilaterales, etc. Necesitamos un Estado, y por tanto, un funcionariado y una dirigencia capaz de administrar las contradicciones y defender los intereses nacionales. Y hace falta una regulación de la sociedad basada en una información abierta y debate público. Pero si la garantía de la defensa de nuestros intereses nacionales va a depender de las buenas intenciones que adjudicamos a los funcionarios, o de la supuesta sabiduría de uno u otro dirigente, entonces sí nos colocamos en un escenario de riesgo.

FLR: ¿Qué rasgos podrían definir esa regulación social en la construcción del socialismo?

JVP: En las nociones del marxismo clásico, que además recogía toda la tradición socialista anterior, cuando trataron los conflictos sociales lo primero que dijeron fue de la regulación, de la necesidad de que el Estado, el gobierno, regulase el comportamiento de determinados agentes sociales en favor de otros. Esa es la idea esencial del socialismo, que se iba a regular, que se iban a incrementar las regulaciones sobre el comportamiento social. En un principio estas emanarían del Estado, en otro momento tendrían el consenso social y finalmente, la propia sociedad se autorregularía cada vez más, mediante la autogestión y el autogobierno.

Si nosotros no creamos una cultura paralela de que la sociedad cubana —el proyecto de nación y el proyecto de sociedad que conlleva— es una sociedad regulada por el Estado, y en muchos momentos, y cada vez más, por la sociedad sobre sí misma; si no introducimos esa noción, la gente va a creer que se está entrando en un modelo económico liberal de competencia, que incluso ya no existe; es decir, estarían pensando como los liberales del siglo xviii, en un mercado perfecto donde supuestamente todos los agentes económicos competían y ganaban. Eso hace rato que no existe en la realidad ni en la teoría económica, pero tiende a ser un rasgo espontáneo de la producción mercantil simple, la idea de una sociedad abierta, competitiva, y con el ideal de que nadie los restrinja, de que no los regulen.

Hay que crear una cultura de que el socialismo supone regulación. ¿Regulaciones arbitrarias? No. ¿Regulaciones consensuadas? Sí. Basadas en la democracia, ya sea por representación, porque los órganos que han dictado esas regulaciones son representativos, o porque la población ha participado directamente en esa regulación.

El socialismo no es propiedad pública, aunque necesita la propiedad pública para regular el sistema económico. El socialismo no es prohibiciones, sino regulaciones. La planificación es para regular, no para hacerte imposible la vida, ni para decir que “no te toca”.

Hay que instaurar un discurso hegemónico acerca del orden de la sociedad que construimos, y acerca de una sociedad regulada, que se autorregula; lo cual implica que regula los intereses particulares en función del interés común. Ya esto lleva una discusión sobre a qué le vamos a llamar particular y a qué común, porque muchas de las cosas que pasan por regulaciones estatales se supone que estuvieran en función del bien común, lo cual es discutible. Es decir, que también cada regulación implica un debate, una discusión, un consenso, un procedimiento democrático para establecerla y para controlarla. El tema de la democracia plena en el socialismo acompaña todos los escenarios. En última instancia, ¿cómo asumiremos los peligros de la apertura económica? Con más democracia.

FLR: En el contexto cubano, algunos de los más complejos debates sobre la democracia han estado estrechamente vinculados al tema de la sociedad civil. ¿cuáles son los rasgos y espacios propios de una sociedad civil socialista?

JVP: Para los clásicos del liberalismo la sociedad civil era la sociedad, y esta necesitaba de derechos para defenderse del Estado. La sociedad ha tenido que delegar su soberanía a cambio del orden; el Estado es el Leviatán, el gran monstruo, este Leviatán amenaza a la sociedad, la agrede, la constriñe, y esta necesita derechos civiles y políticos para restringir al Estado. Ese es el núcleo duro y progresista del pensamiento liberal.

Con el tiempo la “sociedad civil” pasó a ser una dimensión de la sociedad real, que crea subsociedades y participa de un espacio económico, civil, político, etc., y estos están conformados por instituciones. La sociedad es una, pero la habitan instituciones que ella ha creado en distintos escenarios. Por otra parte, si consideras que esos escenarios o esferas son en sí mismos sistemas de instituciones —jurídico, político, económico o civil, etc.— todo queda conceptualmente más claro. Pero en realidad, lo que hoy pasa por sociedad civil son formas asociadas, y por tanto, institucionales. Hay un grupo de instituciones a las que llamamos civiles, como hay otras económicas y políticas. Incluso, en el pensamiento liberal original, la sociedad civil que estaba frente al estado incluía tanto a las asociaciones económicas como a las no económicas porque ambas estaban agredidas, ambas le reclamaban derechos y espacios al Estado.

Con la evolución del propio capitalismo las instituciones económicas han tendido a crearse un espacio propio, e inclusive, las otras instituciones civiles se tienen que defender de las económicas, de esos otros privados; el privado consumidor, digamos, se tiene que defender del privado asociación económica —empresas, corporación, etc. y del mercado.

La gran herencia de la Revolución Francesa es el concepto de ciudadanía. La República es el orden de toda la sociedad, cada una de las esferas está subordinada al interés soberano de la República. La República es el pueblo; la  Constitución dice: “La soberanía reside en el pueblo”; por tanto, la soberanía del pueblo se da en una República y esta se la concede a un grupo de instituciones, políticas, económicas u otras; y se supone que todas ellas estén atravesadas por los derechos ciudadanos. La República tiene que definir y defender los derechos de los ciudadanos en cada una de las esferas, incluida la familia, para que no se reproduzcan relaciones de subordinación, de explotación, en ninguno de los órdenes, esferas o sistemas institucionales de la sociedad.

La sociedad civil nuestra es un grupo heterogéneo de instituciones, tiene una definición un poco negativa, más que decir lo que ella es, ha quedado por decir lo que no es: no son las instituciones políticas, no son las económicas, es lo que queda, la familia, las iglesias, las asociaciones civiles de interés, non profit, las organizaciones de masas. Vale decir que tampoco hemos estudiado suficientemente qué cosa sea la sociedad civil cubana, no hemos estudiado el problema que el socialismo tiene con la sociedad civil, el avance del Estado sobre su espacio, su indefensión.

Lo primero sería recordar que tuvimos una sociedad civil ocupada por la burguesía y marcada por relaciones capitalistas, la cual fue profundamente modificada por la Revolución. Como en todas las demás esferas, había que recrear la esfera civil, pero recrear no quería decir extinguirla ni acogotarla. Los pobladores, los miembros de una sociedad, los ciudadanos de una polis, también quieren y necesitan para expresar sus intereses, asociarse y representarse mediante asociaciones o instituciones civiles. Entonces el socialismo tenía que haber cuidado y desarrollado esto.

Hay una historia de la sociedad civil cubana en la que no me voy a detener. A nosotros nos gusta mucho decir que ella está conformada por las organizaciones de masas, que todas son ONG, incluso reconocidas como tal en la Constitución; que tenemos cuatro mil asociaciones civiles, una Ley de Asociaciones, etc., y que para asociarse hay que hacerlo bajo esa legalidad. Pero lo que la sociedad reclama es que esa sociedad civil que tenemos —las organizaciones de masas, las asociaciones, iglesias, familias— es insuficiente para representarse, necesita mayor capacidad y libertad de asociación. Y ello  entraña un peligro, porque eso es lo mismo que quiere el enemigo, que sabe que la esfera que tú has constreñido es la que ellos pueden ampliar; que donde ellos más podrían influir es precisamente sobre la esfera civil, que es donde se expresan más intereses particulares.

En el discurso liberal la economía privada forma parte de la sociedad civil; lo primero que tenemos nosotros es que aclararnos y aclararle a la sociedad que las organizaciones económicas no son parte de la sociedad civil sino de la económica, pero que las dos están conformadas por ciudadanos, de manera que hay que respetar sus derechos en ambos casos, en todos los casos.

Mi percepción es que la sociedad civil que tenemos es más que insuficiente, pero no cabe duda que mayor problema es que no hay claridad sobre cuál y cómo ella debe acompañar nuestros proyectos; hay que avanzar en una concepción revolucionaria de la sociedad civil.

Un punto importante es el lugar que las instituciones y agentes culturales van a jugar en este reparto. Estos son, instituciones, personajes civiles, económicos, públicos, o pueden ser lo uno y lo otro; pero ahí también tenemos un problema, por el peligro de que sectores intelectuales reclamen libertad de asociación y de organización para fines económicos en un caso, representación civil en otro, y no lo hagan bajo un espíritu socialista. En todas las esferas nosotros tenemos que asegurar la hegemonía de la cultura socialista, o si no habremos perdido; la oposición y el disenso tienden a agruparse donde precisamente la hegemonía socialista es más débil.

Nosotros tenemos que auscultar, asegurarnos de tener una propuesta de diseño, una estrategia para cada una de las esferas, no basta decir que son o no son revolucionarias, hay que examinar cómo y por qué se insertan en el proyecto de nación y en el de sociedad.

Y está demás reiterar que este es el primer terreno —además declarado—  de desafío de eso que llamamos el “proceso de normalización de relaciones” con los Estados Unidos, desde donde se hace política abierta para la sociedad civil. De manera que no basta reaccionar con el presupuesto acertado de la amenaza que implica este proceso, sino que debemos tener una respuesta un poco más elaborada, porque si ese puede ser un espacio propicio para la política imperial, ¿por qué no lo es para nosotros?, ¿no tenemos política para ello?, ¿solamente tendremos restricciones? Yo creo que, efectivamente, esa sería una de las cosas a solventar en este socialismo sostenible de que hablamos.

FLR: Es imposible hablar de democracia, construcción del consenso, sociedad civil, sin pasar por los desafíos directos del sistema político. ¿Cómo debiera funcionar un sistema político renovado?

JVP: En el caso del sistema político cubano, hay tres cosas sobre las que quisiera llamar la atención. Primero, sobre un orden institucional que supone, como todo orden, relaciones jerárquicas. En el socialismo, sobre todo en el período de transición, cito a Mao: “La política está en el puesto de mando”, de manera que el rol de las instituciones políticas en el conjunto de la sociedad es determinante para garantizarle una transición, un movimiento, una orientación socialista. Puede haber muchas circunstancias que impongan determinados zigzags en ese proceso, pero se supone que “la política en el puesto de mando” es quien garantiza a la evolución de la sociedad cubana su orientación. No porque los políticos estén superdotados, que pueden estarlo o no, sino porque la sociedad delegó en ellos su representación, porque es la instancia política donde estamos representados, la responsable del curso, la conducción u orientación del proyecto socialista.

Ese sistema político tiene instituciones representativas, los poderes se reúnen en un órgano representativo, la sociedad se representa en esos órganos, y además, dispone de mecanismos para renovarlos, suplantarlos, etc. El diseño institucional del sistema establece que todas las decisiones sean colegiadas. De manera que se puede y se debe perfeccionar todo eso, pero se supone que el sistema político está regido no solamente bajo una delegación moral, sino que dispone de dispositivos para que la sociedad se represente adecuadamente en el mismo, eso es lo que está normado.

Incluso, hablando de perfeccionamiento, el propio presidente Raúl Castro ha mencionado la necesidad de ponerle límite a los mandatos, sobre todo del primer nivel de dirección, y yo agregaría, se pueden poner reglas de incompatibilidad de cargos, de intereses, de declaración patrimonial antes de ocupar un puesto, etc. En fin, el propio régimen político burgués para poder funcionar bajo sus propias contradicciones y ante la presión democrática de las masas, tuvo que auto limitarse, tuvo que establecer multitud de reglas. Por ejemplo, la limitación de mandato es una conquista popular precisamente para evitar los malos gobiernos, porque tú no pones las reglas para los buenos.

Entonces hay un conjunto de normas —y se deben agregar otras— que formalizan la representación. Esas reglas son muchas y más claras en el sistema político, están más confusas en el económico. Es decir, que el criterio de representación de la sociedad tiene problemas y déficits en todas las esferas. Y en el nivel político, que es el que está en el puesto de mando, las exigencias de la representación obviamente deben ser mucho mayores.

Un segundo problema es que el conjunto de instituciones que conforman cada sistema o subsistema de la sociedad, deben estar normados y, de hecho, muchos de ellos lo están profusamente.

Como te comenté anteriormente, en uno de mis últimos trabajos hablo del orden institucional que se presume surgirá, el que está más o menos explícito en el proceso de reformas y el que se reclama, pero no está explicitado. Ahí identifico las corrientes políticas y hago una historia institucional de Cuba; caracterizo, señalo nueve períodos y declaro que todos estos, inclusive en el que estamos, están atravesados por un grupo de contradicciones que deben ser superadas a los fines socialistas. Hago también esta propuesta para que se disienta de ella y generar debate, para que se piensen y consensuen estrategias.

La primera de las contradicciones que identifico es que hay una desviación de la norma institucional, han pintado un pájaro que no vuela. Podría poner millones de ejemplos, pero creo que no hace falta. Quizás el más ostensible de todos es el de la Asamblea Nacional, que se supone conduce al país, tiene todos los poderes constitucionales, fácticos y legislativos, que como dice la propia ley, lo primero que hace cuando sesiona es poner en discusión, no aprobar mecánicamente sino debatir, la decisión que tomó el Consejo de Estado. Eso es lo que está en la letra, pero uno tiene la sensación de que la Asamblea realmente existente no se conduce de esa manera, ni dirige el país, ni toma todas las decisiones, ni pone en discusión las de los demás, ni le rinden cuenta los poderes públicos. Es decir, a uno le parece que el sistema político diseñado no es el que está funcionando. Incluso, por cada ley aprobada hay cinco o seis Decretos Leyes del Consejo de Estado; hay una minifuncionalidad de la Asamblea y una suprafuncionalidad del Consejo de Estado. Nadie tiene clara la rendición de cuentas del Gobierno a la Asamblea, porque resulta que el presidente del Consejo de Estado es también el del Consejo de Ministros, ¿cómo se van a exigir a sí mismos? Hay problemas de diseño y de funcionalidad, y todo eso se expresa como una desviación de la normativa institucional.

En algunos períodos la desviación de la norma ha sido monumental —en la segunda mitad de los 60, en la Batalla de Ideas— cuando casi se crean gobiernos paralelos. Quiere decir que el primer problema que tenemos es que hay un cierto grado de desviación; y de cómo la estrechamos o la suprimimos, puesto que una de las funciones de la política en el puesto de mando sería esa, velar por la norma institucional.

Una segunda contradicción es que todo eso pasa por el famoso problema descentralización/ centralización. Todo el socialismo habla de descentralizar, porque para que haya autogobierno, para que haya participación, el diseño institucional tiene que ser lo más descentralizado posible. Si hay más poderes y recursos en la Nación o en la Provincia que en el Municipio, este último siempre será nada. Uno necesita para participar una dimensión, una escala, un espacio local, de relaciones; y en él tienen que estar situadas una gran parte de las decisiones y de los recursos, para que se puedan asegurar una cantidad de los problemas de la vida común, sobre todo, de la vida cotidiana.

Entonces hay también un problema de diseño. El nuestro, en todas las instituciones, es increíblemente centralizado. Las organizaciones de masas son nacionales y verticales; las organizaciones civiles restantes tienen, por ley, carácter nacional y único. No tengo que insistir acerca de cuán centralizado está el Estado. En el sistema económico, la reforma empresarial en vez de crear empresas más desagregadas lo que ha hecho es agregar más empresas, ha creado corporaciones y las llamadas OSDE. Es decir, los diseños son altamente centralizados y el funcionamiento real todavía más desviado, con lo cual la representación se hace inútil y la participación es una música celestial. ¿Cómo participas si toda la estructura que te contiene está altamente centralizada, si el estilo de dirección es altamente verticalista? Por supuesto, la consecuencia de ello es otro problema que está en el listado, la llamada burocratización.

¿Cuál es la promesa socialista? La representación, la participación, el autogobierno, la socialización, pero lo que vemos en el socialismo real y en el nuestro, son las tendencias burocráticas de todas las estructuras, todas las instituciones tienden a burocratizarse.

Pero fíjate, burocratizarse no es solo burocratismo. El burocratismo es una cultura que apoya a una práctica perversa, la práctica burocrática; la burocracia o funcionariado es un supernumerario, “mucha gente”. Pero un solo dirigente puede ser burocrático, cuando toma decisiones discrecionales y la sociedad no puede, no tiene control sobre las mismas. Entonces, ¿por qué nuestras instituciones tienden a ser burocráticas? Porque las decisiones que se toman no tienen suficiente control social.

La última contradicción tiene que ver con la primera respuesta que te di; hemos prometido un socialismo autogestionario y lo que tenemos del otro lado, del lado de la realidad, es un socialismo de Estado. Al punto de que hay una cultura instaurada muy fuerte en la primera corriente político-ideológica, la que llamé convencional, para la cual el socialismo es el Estado surgido con la Revolución, lo que es estatal es socialista. La Revolución es el Estado, es revolucionario lo que el Estado te da; “no está con la Revolución” lo que esté fuera del Estado. Esa es ideología constituida y, por supuesto, es el lecho de rosas del burocratismo.

CGS: Pero usted también mencionaba que el socialismo necesita de un Estado fuerte. ¿Cómo lograr equilibrio en este sentido?

JVP: Exactamente, es muy complejo, necesitamos desestatizar en favor de una mayor socialización, pero también necesitamos un Estado fuerte, hay que poder discernir. Dicho de otra manera, la nación necesita un Estado fuerte y la sociedad una creciente socialización.

¿Qué es lo que la práctica ha demostrado? Que el Estado en favor de la Revolución, por y para ella —démosle ese crédito— ha establecido una sociedad tan regulada, tan llena de prohibiciones —cumpliendo aquel apotegma de que en el socialismo lo que no está permitido está prohibido— que ahora llevamos una temporada de desregulaciones y no suceden los males de que nos resguardaban. Por ejemplo, acabamos de descubrir que podíamos plantearnos una política migratoria diferente, alternativa; que no había que regularle la vida a la gente de esa manera; y que aún es discutible por qué quedan tantas regulaciones. Pero lo que hace a la cuestión, lo que importa es que nos hemos movido en un sentido, digamos, más socialista, más en favor de las libertades ciudadanas.

Cuando una regulación limita una libertad ciudadana tenemos un problema, tienen que haber razones muy poderosas, muy circunstanciales y muy sometidas al consenso de la población, para restringir o regular una libertad ciudadana. La libertad de movimiento es un derecho humano, una libertad ciudadana consagrada en la Constitución, así lo estaba en la del 40 y faltó en la del 76. La desregulación de esta es una de las cosas que hay que atribuirle al actual proceso de reformas y aplaudir que se han ido introduciendo otras que se mostraban no solamente innecesarias sino abusivas.

Voy a ponerte un ejemplo. Cuando prohibíamos un libre mercado de viviendas supuestamente lo hacíamos en favor del socialismo, de la igualdad, para que nadie se apoderara, por razones circunstanciales, de una mejor vivienda que otro etc., todas razones que se pueden argüir, pero me estoy tratando de poner de parte del político, del decisor. Bueno, pasa el tiempo, cambian las tensiones, desregulan y: (a), toda la población está feliz con eso y con que se haya creado un mercado de viviendas; (b), se vuelve a reproducir una concentración de las mejores viviendas en manos de los sectores más pudientes de la sociedad. Eso es cierto. Las regulaciones provocan problemas y la desregulación también los conlleva. Pero, ¿por qué aunque beneficien a minorías todo el mundo las aplaude? Porque es un tema de derechos, todos sienten que han ganado o recuperado una libertad.

Yo creo que esa es una lectura que tenemos que hacer, cuál es el mundo, el universo de regulaciones y restricciones de libertades ciudadanas que no son necesarias, que crean más problemas político-ideológicos de los que resuelven, que fueron creadas en el imaginario de una sociedad que nunca ha existido y que, si fuera a existir, la gente la tendría que querer, no se la podrían imponer por decreto.

Uno de los argumentos para tantas restricciones era el escenario de peligro en el que siempre estábamos, pero resulta que llegaron los 90 y estuvimos más en peligro que nunca; empezamos a desregular y no pasó nada.

Debemos aprovechar la oportunidad de que vamos a hacer una reforma constitucional o a instaurar una nueva —más parece esto último— para delimitar las prohibiciones. En uno u otro caso, la Constitución tiene que ser la fuente del ordenamiento real de la sociedad, tiene que ser la institución jurídica que efectivamente la regule. La Constitución la aprueban los ciudadanos, es una expresión de la soberanía popular, es uno de los pocos actos en los cuales la población no entrega la soberanía, sino que la ejerce.

La sociedad tiene que regirse absolutamente, hasta que se reforme nuevamente, por esa Constitución, y tiene que haber mecanismos que garanticen su aplicación; que todos los ciudadanos y todas las instituciones puedan reclamar a otros por su violación. Si en algún momento fue necesario limitar las garantías constitucionales, ya no lo es. Esta es una de las cosas que hay que resolver y definir en la próxima convocatoria. Decir que garantizamos la Constitución es decir que garantizamos los derechos de los ciudadanos.

Hace tiempo nosotros somos signatarios de varios documentos internacionales donde los derechos de los ciudadanos se equiparan con todos los derechos humanos. Nosotros defendemos que no hay solamente los tres grupos de derechos aprobados, civiles, políticos y económico-sociales, sino que se promuevan y se reconozcan derechos culturales, derechos de la naturaleza u otros. Estamos involucrados en todas las propuestas de ampliación de los derechos humanos, estamos comprometidos con esa categoría y, además, decimos que todos los derechos tienen igual jerarquía, que son interdependientes e inviolables. Tenemos un posicionamiento, pero la Constitución nuestra no reconoce esas mismas ideas, nos las incluye, no ha explicitado que el ámbito de los ciudadanos es el ámbito de los derechos humanos. Hay que prepararse para ello, crear esa cultura. Los derechos humanos no son los que da el Estado, son derechos originarios que la comunidad mundial ha reconocido. Nosotros a nivel nacional enriquecemos el fondo de derechos humanos con nuestras propias propuestas y eso está muy bien, pero fíjate que todo el tiempo está apareciendo la figura del ciudadano, eso es algo que tenemos que rescatar. Lo que en el discurso oficial es el pueblo, en la Constitución y en el derecho es el ciudadano, con sus múltiples roles.

Nosotros tenemos una batalla terminológica. Hay una cantidad de términos que nacieron y crearon las revoluciones, las que fundaron el régimen burgués o las que crearon otras experiencias, que son las que acuñaron algunos como democracia, ciudadanía, igualdad, soberanía, fraternidad, etc.. Está toda esa terminología que crearon las revoluciones y que nos hemos dejado arrebatar, que el discurso liberal dominante del capitalismo ha cogido para sí. Entonces se da la paradoja de que quien habla de ciudadanos es Obama, no nosotros; y por el contrario, nos preocupa cuando alguien emplea el término, lo miramos raro, pensamos “y este qué se trae”.  Decimos que lo que existe es el pueblo, pero resulta que el pueblo es el conjunto de los ciudadanos. El depositario de los derechos humanos es la persona, y esta vive en una polis, en una República, es un ciudadano. Vamos a usar las categorías como son. Es el ciudadano el que quiere y construye el socialismo, no es el socialismo el que inventa al ciudadano.

Puede ser que en un momento de la historia una vanguardia política o intelectual tenga propuestas; estas no son sino ideales hasta que la ciudadanía las acoge y las respalda. Puede anticiparse a la conciencia ciudadana, incidir sobre la cultura dominante, promover otra cultura hegemónica, definir un proyecto de nación y de sociedad diferentes, pero al final esas propuestas  solamente tiene futuro si han sido acogidas por los ciudadanos, si también las convierte en su proyecto. De manera que aquí, al final de medio siglo, es de los ciudadanos de quienes estamos hablando.

CGS: En este medio siglo los ciudadanos cubanos han socializado en contextos muy diversos que determinan sus imaginarios y concepciones sobre el socialismo. ¿Cómo legitimarlo aquí y ahora?

JVP: Hay que hacer explícitas cuáles son las premisas socialistas, cuáles son las del proceso de reformas, porque actualmente el escenario se conduce como si el compromiso socialista estuviera garantizado en la voluntad político-moral de los dirigentes históricos y en alguna palabra suelta, pero no del todo claras; parecería que la vanguardia es la depositaria de esa garantía.

Entre otras cosas, estamos en vísperas de una sucesión política, de una renovación generacional, y de nuevos desafíos. De hecho, hay que reformular el modelo socialista, el modelo económico, el orden constitucional. ¿Cuál es el curso socialista de esa transición de la que tanto se ha hablado?, Es necesario que en la cultura dominante eso esté claro, hay que hablar de socialismo, hay que identificar qué cosa es y será el socialismo cubano.

Cuando Fidel declaró el carácter socialista de la Revolución en abril de 1961 hizo un inventario de las conquistas que ya se habían alcanzado y le dijo al pueblo: “esto es el socialismo”. Este régimen socio político estaba maldecido y había en la población cubana una cultura hegemónica anticomunista, pero en aquel momento el socialismo fue definido por sus premisas concretas y reales, por sus logros, por los que había obrado y los que prometía. Ahora, de pronto, parece que todos los defectos, insuficiencias y problemas que tenemos, son los del socialismo; incluso llega un momento en que se convierte en un término descalificador. Me parece que ese es un terreno muy importante, donde hay que hacer la lucha ideológico-política, porque ahora lo que está puesto en juego es el carácter socialista de la Revolución cubana.

Ya la Revolución cubana es un hecho y es una historia, y está transitando a nuevos escenarios, lo que está ahora en discusión es su carácter socialista, entonces eso hay que explicitarlo, tiene que hacerse una discusión, hay que reconstruir una cultura. En la sociedad están coexistiendo seis generaciones políticas identificables y probablemente hay una séptima en formación. Las tres primeras vivieron mejor que sus padres, la cuarta igual, y las dos últimas peores; el gap generacional es un hecho. Nosotros tenemos que aculturar a las nuevas generaciones en el socialismo; también a algunos sectores de las viejas, actualmente atravesadas por fuertes sentimientos de frustración, renuncia y cansancio. Esa es la verdadera batalla de ideas, la que hay que hacer por el socialismo, que es siempre una construcción: estás prometiendo una sociedad que todavía no existe, se transita hacia ella, y siempre hay insuficiencias que señalar.

Hasta el Período Especial, la ideología dominante era que el destino de todos, el mío en particular, el de mi familia, estaba ligado al de la nación; ella era la locomotora, tiraba de todos, si el país progresaba todos progresábamos. ¿Qué fue lo que sucedió? Se paró el tren, no se mueve o retrocede. Ahora muchos dicen: “Yo no puedo salvar al país, pero me puedo salvar yo”. Un sector importante de la población comenzó a pasar a estrategias individuales. Entonces eran de sobrevivencia, pero ahora son de ascenso social. No obstante, todavía hay un grupo mayoritario de la población que no progresará si el país no lo hace.

En aquel momento era el proyecto socialista el que permitía realizar a la nación, la que no lograría sobreponerse al adverso entorno internacional ni resistir a la agresión, sin el socialismo. Es decir, éramos socialistas para realizar el proyecto de nación. Por eso insisto en que en realidad no tenemos un proyecto, sino dos que se complementan.

Tomado de: Catalejo. El blog de Temas

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Último Jueves: Causas y azares del delito

«Primeras intervenciones del debate del Último Jueves de Temas que se realiza a través del grupo de Telegram»

Panelistas:

Yan Vera Toste. Abogado de la Organización Nacional de Bufetes Colectivos. Dr en ciencias jurídicas. Profesor de la Facultad de Derecho. Autor de libros sobre derecho penal, entre ellos, Cuestiones sobre teoría del delito, y Autoría y participación.

Ana Hernández Martín. Msc, profesora de la Facultad de Psicología. Enseña psicología política y psicología social de la desviación. Investigadora en la línea de Identidad y exclusión social entre adolescentes transgresores. Ha publicado libros y artículos sobre el tema.

Blanca Rosa Blanco. Actriz, directora y guionista de cine. Intérprete de oficiales de la policía en series de TV, como la Mayor Tania en la serie Tras la Huella. También ha encarnado a mujeres transgresoras en series como Bajo el mismo sol. Realizadora del filme El regreso, donde encarna a una investigadora de la policía.

Rosa Campoalegre. Doctora en Ciencias Sociológicas. Coordinadora del Grupo de Estudios sobre Familia en el Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas. Desarrolla las líneas de investigación género, cuidados, delincuencia juvenil, violencia y prevención social, así como afrodescendencia.

  1. ¿Cuáles son las causas de las conductas delictivas?

Yan Vera: Las conductas delictivas son comportamientos humanos que se prohíben expresamente en el Código penal, ya sean como delitos stricto sensu o como conductas peligrosas (índice de peligrosidad) en el caso de Cuba. Por tanto, hablar de causas de las conductas delictivas es hablar de ellas lato sensu.

El delito es un fenómeno que guarda relación (como un elemento que se deriva de la superestructura social) con la base económica de una sociedad en un momento histórico determinado. Esta, en última instancia, determina la superestructura (valores, política, religión, derecho, etc.) y siempre la condiciona.

De lo expuesto se entiende que las causas generales del delito se encuentran en el desarrollo económico, político, axiológico, educacional, cultural de un país en un momento determinado. En la medida en que ese país sea más “pobre” en esos elementos, habrá mayor delincuencia y conductas delictivas.

Durante mucho tiempo, la doctrina criminológica de los países socialistas manejaba la “teoría de los rezagos” como forma de explicar la comisión de delitos en un sistema como ese. La propia estructura y dinámica de una sociedad en transición, cambio y evolución, como lo es una sociedad socialista genera per se delitos. Mientras no desaparezcan los elementos sociales, económicos e ideológicos que causan las conductas delictivas, ellas existirán en cualquier sociedad de las que la humanidad conoce.

Ana Hernández: Cuando hablamos de conducta delictiva, hacemos referencia a todo comportamiento que viola las normas sociales, morales y jurídicas legitimadas en una época y contexto determinado, y que genera una acción de daño sobre otra persona o patrimonio, y por tanto, conlleva sanción. Nos referimos a un tipo de conducta de naturaleza social y multifactorial, donde se requiere atender los procesos intersubjetivos que subyacen a tales comportamientos para entender sus causas y cuáles son, las transformaciones de la sociedad que van favoreciendo sus disimiles modos de expresión.

Partiendo de esto y sobre la base de los estudios que hemos realizado al respecto podemos identificar algunas causas. Entre ellas, necesidades materiales básicas insatisfechas (relativas a la sobrevivencia y a la calidad de vida) sostenidas por más de veinte años. Muy asociada a la anterior, el fuerte deterioro de valores sociales y espirituales desde la llegada de la crisis económica de los años 90, acentuado con la pandemia por Covid-19, la situación coyuntural del país, el recrudecimiento del bloqueo, la escasez de productos de primera necesidad; bajo control social de las organizaciones sociales, policiales y jurídicas que dan lugar al resquebrajamiento del cumplimiento de las leyes. Prohibición o cierre de servicios o determinadas actividades que tributan a fuentes de empleos de persona, sobre todo en situaciones de vulnerabilidad. La naturalización de determinados comportamientos, entendidos como “respuesta a la crisis” y que van formando parte del patrimonio moral de agentes de socialización con fuerte influencia en los individuos: Uso de la violencia como práctica para la resolución de problemas. El robo, percibido como “lucha”. El “tírame un salve”, como fundamento a la corrupción, soborno, estafa, en diferentes escenarios por lo general institucionales, donde hay una clara relación de poder asimétrico entre el que posee un servicio o producto demandante con baja oferta, y un sector de la población generalmente en condición de desigualdad social en relación con su alcance. Otras causas más asociadas con la propia configuración del ser humano: Tendencia al éxito a partir del tener por encima del ser, consumo acrítico de productos comunicativos importados, con valores y tipos de relaciones humanas que regodean la solución a problemas existenciales a partir de conductas relacionadas con consumo y tráfico de drogas, relaciones sexistas, racistas, prejuicios y estigmas hacia determinados grupos sociales en situación de marginación y exclusión social, donde las prácticas delictivas constituyen una herencia social que les viene dado sin entenderlo o desearlo.

Blanca Rosa: A pesar de todos los estudios realizados, no creo en el estricto esquema de las causas que provocan una conducta delictiva, cuando el escenario nunca es el mismo, cuando las circunstancias tampoco lo son y sobre todo cuando se modifica la motivación del actuante, necesidades económicas, estructura social, cultural, incluso emocional. Primero me gustaría definir qué es un delincuente. Cometer un delito, es una acción antijurídica, o sea, ya se está sometiendo a una conducta delictiva a todo aquel que no cumpla con la ley. Por tanto, creo que para evaluar las conductas delictivas hoy, sería un punto de partida el civismo, la educación total sobre el código penal. Aunque el no conocimiento de la ley no exime de culpa, sí considero que se debe educar en el conocimiento de la ley; tuviéramos menos delitos.

Rosa Campoalegre: Una aproximación preliminar a esta primera pregunta puede hacerse al indagar: ¿Cuál es el eje estructurador de las conductas delictivas, existe un punto en común? Y aquí encontramos que lo social emerge como causa prioritaria de tales conductas. De este modo, los aspectos sociales, sus causas y condicionantes devienen en predominantes, pero articulados con las tipicidades delictivas concretas. Tanto en la teoría como en la práctica han ganado peso y espacio desarrollador los enfoques que parten de este presupuesto. Sin dejar de considerar aquellos aspectos personológicos, es decir que atañen a la personalidad de los/as sujetos/as y que están mediando, sellando el cómo, el para qué y en qué sentido se delinque.

Cuando digo lo social, desde la perspectiva sociológica, estoy apelando a las múltiples relaciones, tensiones, encuentros, desencuentros, aprendizajes y prácticas de vida, que tienen las personas con respecto a la sociedad. Se trata de la comprensión de la relación sociedad –individuo, mediada por el medio social como fundamento explicativo,  punto de partida y al unísono de llegada, si el propósito es prevenir el delito.

En resumen, hay tres tipos de causas. Hay causas de carácter objetivo derivadas de las condiciones de vida y que atraviesan las condiciones subjetivas. Hay causas personológicas y de otras subjetividades con énfasis en las orientaciones de valor que regulan el comportamiento humano y las estrategias, los recursos tangibles e intangibles que movilizan las personas y que se ponen a prueba ante determinadas circunstancias especialmente complejas.

Finalmente, encontramos las causas de índole política. Estas últimas se refiere a cómo inciden, cuál es el impacto de las políticas en la generación, crecimiento, disminución de los delitos. En este sentido, hay que fijar la atención en cómo el sistema penal y sus operadores/as pueden influir en la situación delictiva del país y cuál es el significado de ese modo de incidir, en términos de ciudadanía y derechos.

En resumen, el delito como fenómeno social, como proceso multidimensional y polifónico, tiene múltiples y complejas causas, es también multicausal.

  1. ¿Qué delitos son más significativos?

Yan Vera: La estadística delictiva en Cuba es “compartimentada”, no es pública, a diferencia de muchos países en el mundo, por lo que sería imposible ofrecer un criterio objetivo y científico a tal interrogante. Desde la experiencia práctica se puede ver tendencias dentro del estrecho marco en que se desenvuelve, pero no establecer patrones científicos y objetivos.

Como ya acotábamos, la inexistencia de una base económica básica y el agravamiento de la situación económica del país por diversos motivos ha incidido por muchos años en la superestructura social, los valores, la educación, etc. y, por ende, a nuestro juicio es la causa principal de que se cometan hechos delictivos de naturaleza patrimonial o contra la vida o integridad corporal, hechos de corrupción, violencia, etc.

Ana Hernández: A mi juicio, existe una amplia diversidad de conductas delictivas en el escenario actual, en consonancia con las emergencias del momento en que tales comportamientos se expresan. Por tanto, tienen causas, orígenes diversos, y un contenido moral con un peso importante en cada manifestación.

El robo, al igual que en otros momentos se reconoce como uno de los delitos más significativos, también el hurto y otros que atentan contra la integridad física y psicológica de las personas (violencia, amenazas, agresiones físicas y psicológicas). Otros asociados a la situación epidemiológica propiamente; relacionados con el incumplimiento en el uso del nasobuco, la interacción social en espacios públicos y privados. Otros de tipo económico, como los llamados coleros y revendedores, que ante condiciones de desigualdad en el acceso a determinados productos y la apertura de tiendas en MLC, aprovecharon para lucrar con las necesidades de una buena parte de la población.

La corrupción emerge también de manera significativa y tensa las relaciones con las instituciones del Estado, en tanto flagela la confianza que se debe depositar en estas, según su función social e institucional. En tiempos de crisis tiene un impacto mayor en la medida en que pone de relieve la pérdida de valores y la falta de control, problema que nos afecta en lo jurídico y lo político.

Aparece también como resultado del momento-contexto que se vive, un aumento de relaciones conflictivas y de considerable tensión social entre grupos polarizados desde el punto de vista político y social, que refleja el crecimiento de otras expresiones delictivas: el uso de falsas noticias, montajes audiovisuales, historias contadas a medias para manipular, desacreditar e incitar a comportamientos masivos que aumenten la incertidumbre y el desequilibrio social a través de las redes sociales. El empleo de términos estigmatizantes, excluyentes para discriminar o desvalorizar determinados comportamientos lo cual, contribuye al empleo de prácticas agresivas que laceran la dignidad humana.

Los factores que pueden estar dando lugar a esto también hay que mirarlos de cara al contexto. Entre ellos, vuelven a emerger las carencias acumuladas y la asfixia del bloqueo, el aumento descontrolado de enfermos y fallecidos por la COVID, con un sistema de salud afectado también por esa situación; los apagones de varias horas en algunas regiones. Decisiones económicas infelizmente tomadas o postergadas. Uso de la comunicación social no siempre de manera adecuada.

Blanca Rosa: Consideren mi opinión desde lo que soy, y por las oportunidades que me han tocado, interpretar  a personajes, policías y delincuentes, o sea, mi tránsito por el personaje de Doris en la novela Bajo el mismo sol, me llevó a la cárcel de mujeres, me llevó a un estudio profundo y allí conocí a seres humanos increíbles, algunas habían sido víctimas de violencia, otras cuentan sobre los  sometimientos, estafas, delitos comunes; pero, en general, las motivaciones tienen un origen en lo económico, de allí se desatan las consecuencias. Vi a muchas mujeres, pero me impresionó ver a las de edad avanzada, esas que volvían a incurrir en los mismos errores y convirtieron sus vidas en un círculo vicioso. Los delitos comunes, a los que refiere, actualmente se enmascaran en lo económico, una gran parte de ellos. Puede que no sea el móvil principal, pero una vez que se incurre ya optas por ello. Un acto que se enmascara, un segundo que pasa inadvertido como la corrupción, tan descubierto en los últimos años, cada día más visible a todos los niveles, genera una actitud de confianza en el actuante porque el peligro no es visible. La violencia es visible, es reconocible, un robo es un hecho objetivo, es la ausencia de tus bienes materiales, en una sociedad que no está del todo protegida, que las viviendas son vulnerables, no contamos con un sistema de seguridad que permita la tranquilidad absoluta, el actuante se siente cómodo en su móvil. Todos estos factores también son parte del aumento de la actividad delictiva.

Rosa Campoalegre: De cara a la segunda pregunta: ¿Qué tipo de delito es más significativo en la situación actual? Me gustaría matizar el término significativo, deslindando los aspectos cuantitativos y cualitativos.

Desde el punto de vista cualitativo el delito más significativo sigue el que se dirige contra la propiedad. Nos referimos a los delitos patrimoniales. Todo acto delictivo lesiona, implica una vulneración de derechos, en este caso los patrimoniales de los/as ciudadanos/as y las entidades. Ello representa una tendencia de continuidad de Cuba, si la comparamos con la Región latinoamericana y caribeña.

Enfocar cuáles son las causas de este comportamiento delictivo implica volver a un binomio clave constituido por el deterioro de las condiciones de vida y la llamada crisis de los valores que afecta sustancialmente a aquellos constitutivos del paradigma cívico. Entre ellos se destacan la honestidad, la honradez y la solidaridad. Toda conducta delictiva –ya sea por acción u omisión- viene acompañada de una lesión, de un daño y este elemento es definitorio de la noción de delito que marca su peligrosidad social, prevista y sancionada por la Ley Penal.

Ahora bien, desde el punto de vista cualitativo emergen otros delitos que a pesar de no presentar la envergadura de los precitados delitos patrimoniales merecen una reflexión. Son denominados mundialmente como de “Cuello blanco” por su naturaleza jurídica, agentes que protagonizan estos hechos y su alto impacto social. Delitos como la corrupción, la evasión fiscal y el fraude podrían ser ilustrativos. Todos ellos se están anclando y reconfigurando al calor de la diversificación de los tipos de propiedad, que tiene amparo legal en el nuevo texto constitucional, en el contexto del proceso de “actualización del modelo económico y social cubano”.

También, me quiero referir a las violencias, a pesar de que no existen estadísticas oficiales de carácter público, ilustro la significación de estos delitos, mediante datos del Anuario estadístico de Salud, del Ministerio de Salud Pública (2021). Este valioso documento refleja que las agresiones figuran entre las 35 causas de muerte en el país. Otro dato a dar seguimiento es el comportamiento de las causas externas entre las que figuran, los homicidios, accidentes, lesiones y suicidios.

Paralelamente, es tema clave la violencia de género y especialmente contra las mujeres definida como la pandemia en sombras por sus niveles de crecimiento durante la COVID-19 a escala mundial, según ONU-MUJERES (2020); tema que requiere mayor profundización y debate.

  1. ¿Cómo los delitos se relacionan con la crisis?

Yan Vera: Esa interrogante se enlaza directamente con la respuesta que ofrecí a la primera pregunta. Son directamente proporcionales. A mayor pobreza, agudización de desigualdades, deterioro del nivel de vida, más delito. Esto no quiere decir que la implementación de políticas preventivas y educacionales, el trabajo en los barrios más pobres y con las familias más disfuncionales, no incidan en mejorar el fenómeno, pero en última instancia: “el ser social determina a la conciencia social”, ya lo dijeron los clásicos del marxismo.

Generalmente, con el aumento de la pobreza y la marginalidad suelen manifestarse conductas violentas y contra la propiedad, de irrespeto a las leyes y sus representantes, por ejemplo, asesinatos, homicidios, lesiones, hurto, robo con fuerza en las cosas, robo con intimidación o violencia en las personas, desacato, desobediencia. También, en la esfera estatal, conductas vinculadas con la corrupción como malversación, cohecho, tráfico de influencias, falsificaciones de diferente naturaleza.

Ana Hernández: Hay una crisis económica, social, que ha tenido diferentes momentos de expresión desde finales del siglo pasado. El deterioro de valores sociales es fruto también de las necesidades que, en el orden económico, se van generando en el tiempo. Los acumulados, las tensiones entre distintos grupos sociales, las bajas motivaciones por un proyecto de vida dentro del país para muchos jóvenes, principalmente, generan respuestas ante estas coyunturas que no siempre se visualizan en la legitimidad de la norma jurídica vigente en un momento determinado y viceversa.

Por tanto, lo que acontece en el nivel social influye sobre cada individuo, aunque no de forma directa, sino refractada por la multiplicidad de pertenencias y relaciones grupales, y por las particularidades socio psicológicas de cada grupo humano al que los individuos se integran a lo largo de sus vidas.

Según estudios en estas temáticas, de manera transversal se evidencian algunos indicadores –como el territorial, la edad, el género, la raza, la pertenencia a familias con antecedentes criminógenos, la desigualdad estructural, la reproducción de la pobreza– en determinados territorios y grupos sociales, que los complejizan y dinamizan. Ello contribuye a que algunos grupos se vean afectados de manera diferente, en diversos grados y difieran en las potencialidades y accesos plenos para enfrentar coyunturas diversas.

Es importante tener presente que cuando una persona se encuentra temporalmente en un contexto de desventaja, por ejemplo, sin escuela o centro laboral, conviviendo en familias disfuncionales, con parientes que cumplen sanciones penales o vinculadas al consumo de drogas, violentada o percibiendo violencia, con carencias afectivas, sin o con bajos recursos monetarios, están en una situación de exclusión social, pero también bajo la influencia de otros procesos concomitantes, que podrían llevar a la transgresión.

De esta forma, hay que considerar la manera en que ese medio de desventaja genera afectaciones sobre procesos psicológicos como la autoestima, la autovaloración, la satisfacción de necesidades básicas en edades tempranas, las aspiraciones futuras, los intereses y motivaciones, la personalidad, la identidad. Entender el fenómeno de la transgresión desde esta perspectiva, entonces implica una comprensión más allá de lo inmediato y visible (la conducta delictiva), al incorporar en dicho análisis causas o condicionantes políticas, sociales y económicas que estructuran las relaciones sociales y por tanto dicho comportamiento.

Blanca Rosa: No se puede vivir ajeno a la crisis, es real y lo invierto en la respuesta: para mí, los valores están en la peor de las crisis, ha sido acumulativo, no se agudizó ayer. Las diferencias generacionales, la falta de sentido de pertenencia, el no estar comprometido con un orden y una disciplina generado por esa apatía y falta de oportunidad han ido creciendo en una sociedad carente de espíritu, desorientada. No me gusta la palabra marginalidad en estos términos, creo que ha faltado voluntad para ir más adentro, usar más las palabras como herramientas y no la fuerza. Muchos menores de edad hoy son parte de ese resultado generacional sin orientación, y no son culpables, ellos no son culpables de no tener un empleo. La sociedad sí es responsable de eso, y me preocupa muchísimo que la perspectiva se pierda totalmente en la falta de orientación social y estemos contribuyendo cada día más al delito, a las soluciones inmediatas y fáciles. Viene una generación que ha nacido afectada por esa crisis, es cierto, pero eso no puede ser un eslogan.

Rosa Campoalegre: Efectivamente, el aumento del delito es una señal de crisis, porque está evidenciando dificultades en la gobernabilidad, porque está afectando uno de los bienes principales de la sociedad que es la seguridad ciudadana como componente esencial del bienestar social, del cual el Estado y la sociedad en su conjunto deben ser garantes. El crecimiento delictivo Implica el deterioro de los mecanismos del control social formal e informal en una sociedad dada, colocando en zona de riesgo la estabilidad social actual y perspectiva.

Acerca del crecimiento del delito, se impone valorar en síntesis ¿Cuáles son sus causas? Estas son muy diversas e interrelacionadas, pero dada su incidencia es preciso señalar al menos dos de ellas: las socioeconómicas y las axiológicas (relacionadas con la crisis de los valores fundamentales como expresión de la crisis civilizatoria que vive la humanidad).

Estudios del Instituto Latinoamericano de Naciones Unidas para la prevención del delito dan cuenta de tres factores de alta incidencia en el auge delictivo: la precariedad de los niveles de ingreso que obstaculizan una vida digna, la inequidad de la distribución de los ingresos y la proporción de las juventudes no insertadas en actividades estudiantiles o laborales unido al insuficiente papel de determinadas familias. Entre estos factores se identifica como relevante la inequidad, en una América Latina que es la región más desigual del mundo, unido a la necesidad de la atención especial a las juventudes. Este es un asunto que también ha sido estudiado en Cuba en el campo de las familias, las desigualdades y el sistema penitenciario con vistas a estrategias de prevención de la delincuencia juvenil (Campoalegre 1998, 2005, 2009 2011, 2016).

A modo de cierre señalaría que el crecimiento del delito es una señal de crisis y tributa a la des/integración social. Un proceso detenible, a ritmo de prevención.

  1. ¿Qué déficits institucionales inciden en el aumento de los delitos?

Yan Vera: Las instituciones encargadas de aplicar la ley e impartir justicia per se no podrán resolver el problema en ninguna sociedad. Esto no quiere decir que no tengan un papel en el enfrentamiento y combate a las causas que lo generan, pero estos deben ser sistémicos (sin que se soslaye la importancia de la administración de justicia con un carácter racional y humano).

Debe partir, en primer lugar, de las familias. Debemos empoderarlas y rescatar su papel rector en la formación de valores y educación de los hijos. La escuela, en plena interacción con las familias en el trabajo educativo y formación de valores; los trabajadores sociales, en solucionar los problemas de las familias más vulnerables y disfuncionales; el comprometimiento y accionar de cada directivo, al nivel que le corresponde, en aliviar los problemas sociales y económicos de su comunidad. El arte en todas sus manifestaciones, el deporte como medio de enrumbar a personas disfuncionales en esencia.

El combate al delito debe tener un enfoque multidisciplinario, comprometido y revolucionario.

Ana Hernández: En estudios realizados sobre todo con adolescentes y jóvenes que han cometido hechos que la ley tipifica como delitos, hemos identificado algunas dificultades en la función educativa de las agencias socializadoras que los atienden y que impactan directa o indirectamente en el aumento de estos comportamientos.

La familia, como institución social por excelencia, tiende al empleo de métodos educativos inadecuados, relaciones de apego inseguro y de abandono emocional, clima sociopsicológico hostil y relaciones interpersonales entre los miembros que tienden a ser violentas y conflictivas. Además, presencia de indicadores de desajuste social que debilitan su papel como modelo o devienen modelos negativos.

Con respecto a la escuela, se evidencia la utilización de métodos educativos inadecuados como el autoritarismo y, en algunos casos, la negligencia. Hay educadores que no siempre tienen conciencia de la realidad compleja de estas personas y funcionan con estereotipos y estigmas que acentúan la discriminación hacia poblaciones “diferentes”. Cuando las estrategias educativas que se emplean para garantizar el cumplimiento de las normas sociales y de la disciplina dentro de la institución, privilegian prácticas devaluadoras, humillantes, sin dar espacio al diálogo y al entendimiento de la necesidad del control como mecanismo para la convivencia, el impacto que se genera es contrario al esperado –una obediencia acrítica por el simple hecho de que así es como debe ser, o bien una desobediencia total. Cuando la disciplina no constituye una vía para que el joven alcance su autonomía moral y su responsabilidad individual, no se garantiza entonces la interiorización de las normas y la conciencia de la responsabilidad de su comportamiento.

Con respecto a las comunidades, se aprecia una necesidad de revitalizar los actores sociales comunitarios, de empoderarlas en sus procesos de transformación social, pero no siempre ocurre así. Los agentes de control social son muy limitados en su función reguladora y los métodos educativos que se emplean son, por general, extremos o muy impositivos o muy permisivos. En territorios con altos índices de conductas delictivas se aprecia indicadores de desajuste social, muchas veces naturalizados y, por tanto, resultan de difícil transformación.

Hace poco fui a una comunidad de las llamadas “llega y pon” y allí había de todo, incluso hasta la cura de la pandemia porque nadie usaba nasobuco y no pasaba absolutamente nada al respecto. Una comunidad atendida por un consultorio médico, donde los agentes de control conocen el área, sin embargo, todo ocurre con total naturalidad y desenfado, cada uno en lo suyo. ¿Será solo un ejemplo aislado? ¿Por qué ocurre esto?

Blanca Rosa: Todos los entornos hoy son propensos a potenciar el delito, justamente por la falta de rigor institucional, por estrategias de tipo ejemplarizantes que no son educativas, se convierten en fórmulas y no todos los casos tienen los mismos orígenes, ni las mismas consecuencias. No podemos ser despiadados si queremos construir valores; dar oportunidades, ser fieles a la equivocación humana, no como norma, pero si como posibilidad. Sí confío en ofrecerles oportunidades a todos y poner a prueba la capacidad. La familia cubana está desajustada hace muchos años, transita por núcleos donde una mayoría tiene emigrantes, divorcios, madres solteras, padres solteros; niños y niñas, ancianos muy desprotegidos son blanco ideal para el error. Los programas de ayuda no son suficientes, pienso que se trataría mejor el tema desde la integración y aceptación del problema y trabajar en esa dirección, no basta con saberlo. Esa misma población convive con un entorno que es como ellos, finalmente el hombre piensa como vive.

Rosa Campoalegre: Acerca de los déficits institucionales y su incidencia en el delito, intento polemizar. Me permito asumir este asunto desde cuáles son los desafíos –no déficits- ante el auge del delito El primer desafío es la calidad de la educación, especialmente de la educación en valores dentro y fuera de la Escuela, desde la Familia; las organizaciones; el colectivo laboral;, el grupo de amigos, la comunidad, actuando diferenciadamente a partir de una plataforma común.

El segundo desafío lo constituyen las políticas sociales en clave interseccional que tomen en consideración las variables determinantes en la matriz de desigualdad social: color de la piel, género generación, territorio, situación migratoria, tipo de familias, entre otros. El reto es lograr un diseño de política social no solo para el territorio, sino desde y por el territorio, construida con la participación ciudadana, con los saberes y prácticas comunitarias. Sería una política a ciclo completo -que se diseñe, instrumente, y también sea evaluada por sus impactos en todas las esferas de la sociedad, incluyendo a los delitos se trata.

Siempre hablamos del crecimiento del delito y no reparamos lo suficiente en otros conceptos, me gustaría hablar de estructura y dinámica de la delincuencia. Ese par dialéctico nos devuelve qué sucede realmente, que delitos crecen, surgen, disminuyen y por qué, qué significado tiene, cuál es su gravedad y movilidad socio estructural, hacia dónde van.

En el tercer lugar, el mejoramiento de las condiciones de vida de la población es uno de los primeros elementos a atender, pues ellas son y serán indispensables para entender y formar la conducta humana acorde al modelo de sociedad a que se aspira. Y el delito es eso un tipo de conducta humana, disruptiva.

Por último, fijo la mirada en el perfeccionamiento del Sistema de justicia penal, -Policía, Fiscalía, Tribunales y Sistema penitenciario-. Sistema requiere atemperarse a las nuevos tiempos del enfrentamiento al delito, a las nuevas demandas planteadas antes de la Pandemia, agudizadas durante ella y que previsiblemente continuarán en un contexto pospandémico.

Hoy la Pandemia ha puesto en el centro de atención el cuidado de la vida, Cómo el Sistema de justicia penal va a garantizar proteger ese cuidado de modo más eficaz en calidad de derecho universal. ¿Son suficientes los mecanismos y herramientas que tenemos, son efectivos los procedimientos que asumimos en las prácticas institucionales, acaso estamos plenamente preparados/as para afrontar estos retos. Se impone un proceso de cambio ya en construcción.

  1. ¿Cómo enfrentar el delito de manera más creativa, prevenirlo y atacar sus causas?

Yan Vera: Revisar la multiplicidad de conductas de bagatela que tenemos en nuestro Código penal y utilizar vías alternativas al proceso penal. Reforzar la preparación ética y profesional de los que hoy nos encargamos de enfrentar al delito.

Las conductas de bagatela se entrelazan con principios que la doctrina ha desarrollado como el de insignificancia o adecuación social, y tienen estrecha relación con algo que la doctrina del antiguo campo socialista definió como la esencia del delito que es la lesividad social. Cada conducta debe ser evaluada en un momento histórico determinado y, en abstracto, determinarse si tiene la lesividad social requerida para que pase al campo de lo penal o, si está regulada como delito, que se elimine del Código penal. A ese proceso se le denomina penalización y despenalización.

La ciencia del Derecho penal, a lo largo de los años, ha ido definiendo un grupo de principios que son la esencia en busca de un acercamiento a un Derecho penal democrático y que le imprimen un carácter subsidiario y de última ratio. Esos principios deben funcionar a la hora de evaluar en el proceso antes citado, qué conductas deberían resolverse por la vía administrativa y cuáles por la penal, atendiendo a su concreta lesividad.

La pena, para que cumpla su papel, tiene que ser justa. Y para que sea justa tiene que ser el resultado de un proceso donde se respetan las garantías del debido proceso, pero también tiene que ser individual, humana, y tener como fin esencial salvar al hombre y no castigarlo, para que per se se legitime.

El sistema penitenciario debe ser un sistema que, en su esencia, incida en la formación de valores y el mejoramiento humano. Para lograr eso muchas cosas deben ser cambiadas, empezando porque las normas que regulan su funcionamiento deben ser públicas y de total dominio, aprobadas por la Asamblea Nacional en formato de Ley, deben tener plena correspondencia con los instrumentos internacionales que regulan la materia. Debe existir clasificación para individualizar el trabajo educativo, entre muchos otros cambios.

Ana Hernández: En primer lugar, para refundar, reconstruir nuestra sociedad sobre la base de principios socialistas, hay que potenciar una relación empática, inclusiva, participativa, entre todos los cubanos que damos vida a la nación. Esto, a mi juicio, es una de las lecciones que, al menos yo, me llevo de estos dos años de pandemia, donde la crisis económica y social ha generado la expresión de diversas conductas delictivas. Hay que trabajar en los contenidos de la educación, en los valores que sostienen nuestras relaciones sociales, crear condiciones para que se expresen. Sobre todo, resulta esencial reconstruir el tejido social donde se expresan contenidos de la subjetividad que violentan, frenan, obstaculizan la puesta en práctica de políticas sociales y leyes que, desde su concepción, contribuyen al ejercicio pleno de estos principios que mencionaba hace un rato.

Si la persona comente un delito y va a prisión y allí se le violentan derechos esenciales de la vida, se daña la dignidad humana, se deshumaniza el ser humano que cometió un delito y se le asume como la conducta delictiva, sin matices, descontextualizado y sin una historia de vida, entonces lejos de favorecer su re-educación, contribuimos a perpetuarla porque lo tratamos como el delito…

Tiene que haber un equilibrio, por tanto, entre la sanción y la gravedad de la falta, entre las características de la persona que comete el delito, su posibilidad de enmendarse, de rectificar y hay que crear condiciones objetivas y subjetivas para ello.

Por otra parte, el enfrentamiento al delito debe prestar más atención a otras áreas que también pueden aportar en su prevención y que junto a la policía, los tribunales, las prisiones contribuyan a la reinserción social del sujeto. Hay que evitar, con una eficiente prevención, que las personas lleguen a las prisiones, pero también hay que lograr que estas cumplan con su labor social, con su función educativa. Hay que capacitar y sensibilizar constantemente a las personas que trabajan en estos centros. Utilizar recursos metodológicos más horizontales, participativos, sobre todo trabajar con mucha fuerza, en edades tempranas donde todavía la personalidad se está formando.

Las medidas de control son fundamentales, no se puede esperar que las personas espontáneamente asuman la ley y la cumplan. Muchas conductas delictivas ocurren hoy no por falta de conocimiento, sino por falta de control. Es necesario reconstruir la cultura jurídica, ganar en conocimiento cívico acerca de nuestros derechos como ciudadanos, pero también nuestros deberes y eso aplica para muchas de las tensiones que se han vivido en los últimos meses.

Blanca Rosa: En esta parte voy a lo que más cerca ha estado de mí, a través del personaje de Mónica, que me dio una visión más real del delito, años conviviendo con casos reales, muchas veces con los instructores que habían conocido el proceso. El rol que cumple quien aplica la ley, es muy diferente al que juzga el delito. Visité juicios donde la víctima enfocada desde el abogado de oficio parecía culpable. ¿Cómo así?, me pregunto. Creo que la justicia se ha de cumplir sobre la base de lo que representa, hacerla valer, del mismo modo que debe convivir con circunstancias muy individuales. Les hablaba antes de un caso en legítima defensa, o actuar bajo circunstancias de miedo insuperable. Pasé un año escribiendo sobre ello. Algunas preguntas nunca tuvieron respuesta justo por eso, creo que los ciudadanos, víctimas o no, merecen elegir sus defensas, y el actuar de la justicia debe valer por encima de las circunstancias, del órgano de instrucción. Muchas medidas deberían ser estudiadas; fórmulas que pueden actualizarse, modificar la ley, porque también se modifica la sociedad y el hombre, son algunas de mis inquietudes.

 

Quiero decir que el delito deja una secuela familiar muy condenada por la sociedad, una sociedad que se permite juzgar a la familia, que la aparta, la humilla, y eso también debe ser amonestado, nadie tiene ese derecho. Quiero hacer un llamado al respeto por las familias que tienen detenidos por causas disímiles, no son las familias las que deben ser juzgadas.

Rosa Campoalegre: Ante la interrogante de ¿Cómo enfrentar el delito de manera más creativa y eficaz? Yo diría el delito y la delincuencia, pues son dos conceptos relacionados, pero de diferente contenido y alcance. Existe un camino caracterizado por un amplio consenso internacional, al menos en el discurso, que sostiene la prevención en calidad de alternativa capaz de romper o agrietar la cadena reproducción social/intergeneracional de la delincuencia. Ello se fundamenta en sólidos principios martianos: “En prever está todo el arte de salvar”. Tales postulados informan el contenido esencial de la prevención del delito y de la delincuencia como grupo social,

La prevención, además de producir mayores resultados se hace con menos costo social humano pues atiende más, protege mejor el principio constitucional supremo consistente en el “respeto a la dignidad plena del hombre” y también moviliza con mayor visibilidad las fuerzas, las instituciones y a todos aquellas personas capaces e interesadas en contribuir a atender este fenómeno social. La prevención de la delincuencia genera un tipo específico de trabajo social y activismo comunitario con un efecto restaurador del tejido de redes a escala social.

Pero, qué hacer para que no se reproduzca, ello significa que hay que adelantarse lo que es posible solo con más aprovechamiento y diálogo de los aportes de las ciencias sociales y la toma de decisiones en este campo. Se reitera el desafío de la calidad de la ecuación, de un trabajo social renovado dentro y fuera de las instituciones penitenciarias a escala de toda la sociedad. De igual forma, se impone la evaluación de impactos de cómo una determinada política pude de manera indirecta propiciar causas y condiciones que generan el delito. Cada programa social tiene que revisitarse con ese enfoque de cortar la cadena.

Otros temas señalan el problema de desterrar la impunidad, del papel de los medios y las redes sociales en la prevención, así como la deconstruir cierta legitimidad que han adquirido en los imaginarios sociales ciertas conductas colindantes o francamente delictivas, vistos como hechos sin importancia, necesarios, “bondadosamente cotidianos”.

En este debate promueve rescatar buenas prácticas de la experiencia cubana en materia de prevención y específicamente de reeducación como el programa educativo “Por nuevos caminos”, la conversión de los centros penitenciarios en Escuelas y las instituciones penitenciares especiales para la atención a los/as jóvenes que extinguen sanciones penales de privación de libertad. Tales programas tienen la virtud que actúan directamente sobre los diferentes puntos de partida en los que se asientan brechas sociales catalizadoras del delito y la delincuencia.

Finalmente, la idea de que la pena cumpla su función, es algo muy interesante, que ha sido y es objeto de debates en el que se observan diversos enfoques doctrinales provenientes del Derecho, la Sociología, la Psicología, la Antropología y la Historia.  Comparto mi posicionamiento al respecto: La pena es rehén de sí misma pues ha demostrado que no soluciona el problema, por lo tanto, ella vive atrapada entre el ideal social de reinserción y las prácticas cotidianas y experiencias de vida al interior de los centros penitenciarios. Este es un tema estratégico que tributa a la formación de capacidades para el cambio y en consecuencia hay que seguir trabajando en él.

Tomado de: Catalejo. El blog de Temas

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¿Qué pasa con el delito?

«¿Qué es el delito? ¿Cuál es su naturaleza? ¿Tiene otras definiciones de acuerdo con las características del país? ¿Es una desviación de la norma establecida? Si ese fuera el caso, ¿toda desviación es legalmente un delito?» A pocas horas del UJ dedicado a las Causas y azares del delito, recordamos otro de los momentos dedicados al tema.

*Panel realizado en la Unión Nacional de Juristas de Cuba, en diciembre de 2011, publicado en Los debates de Temas, vol.9.

Panelistas:

Jorge Bodes Torres. Profesor. Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana.

Luis Lorenzo Palenzuela Báez. Fiscal. Presidente de la Sociedad Cubana de Derecho Civil y de Familia.

Armando Torres. Jurista. Presidente del Tribunal Popular Provincial de La Habana.

Rafael Hernández. Politólogo. Director de Temas.

Rafael Hernández (moderador): Queremos agradecerle a la Unión Nacional de Juristas de Cuba, por acogernos en sus instalaciones y brindarnos un contexto favorable para desarrollar y, sobre todo, re- flexionar sobre el tema del delito en la contemporaneidad, que va más allá, por supuesto, de las fronteras de Cuba. ¿Qué es el delito? ¿Cuál es su naturaleza? ¿Tiene otras definiciones de acuerdo con las características del país? ¿Es una desviación de la norma establecida? Si ese fuera el caso, ¿toda desviación es legalmente un delito?

Jorge Bodes Torres: En primer lugar, el delito es un fenómeno social, típico de las sociedades, y desde hace mucho tiempo es aquella conducta que afecta sustancialmente al individuo, la sociedad, las instituciones y al gobierno establecido. Así es como el Estado lo conceptualiza. Por supuesto, no toda afectación se define como una conducta delictiva, porque hay diversas maneras de que un determinado comportamiento se aparte de las normas establecidas, y para eso están las contravenciones o mecanismos no formales, donde hay rechazo a ciertos tipos de acciones que no se aceptan en la sociedad, sin que eso tenga que llegar a ser un delito.

Por eso, reitero, es aquella conducta que afecta gravemente a los sujetos, al Estado, al país, a las instituciones, y que, por  tanto, debe ser reprimida y sancionada de manera penal. Para esto el Estado organiza un sistema que define qué es un delito, y cuenta con varios órganos de persecución y sanción del mismo. Además, atribuye facultades a   los tribunales para sancionar —el conocido ius puniendi— a una persona, de privarla de determinado derecho como su libertad personal y sus propiedades. También, faculta a la fiscalía para acusar y ejercer la acción penal, aunque en algunos casos, son las personas las que acusan a través de una querella, y ellos mismos ejercitan esta acción. En otros casos, se establecen requisitos y autorizaciones específicas para demandar a un  individuo.

El delito es un concepto genérico, pero hay una amplia diversidad de conductas que responden a móviles, razones, causas y orígenes diferentes, y que pueden cometerse intencionalmente, e incluso sin que la persona quiera delinquir, ya sea por una culpa, un estado que no previó, o incumplió alguna normativa que pensó que no le iba a traer consecuencias legales, y sin embargo, sí las tiene. Por ejemplo, están las violaciones de tránsito. Nadie quiere chocar con otro automóvil, o atropellar a una persona y privarla de la vida, pero a veces el chofer se lleva la luz roja, y ahí mismo atropella a un transeúnte. No era su propósito, pero se convirtió en un delito.

Por tanto, tiene un contenido moral, porque la sociedad lo reconoce como tal, y también un sentido social, político y hasta económico. En ocasiones, no se puede permitir que se sustraigan los bienes que pertenecen a todos, y eso tiene que preverse como una acción ilegal; es un delito que atenta contra la moral, la ética y los principios que prevalecen en la sociedad.

Armando Torres: El delito, en cualquier sociedad, es una acción u omisión, socialmente peligrosa, que deberá estar recogida en una ley penal, en un código, y tendrá prevista una sanción.

Ahora bien, Bodes se refería a que las sociedades son diferentes, lo que puede ser también problemático. Una determinada conducta en un país puede ser sancionada por la ley, y esa misma, en otro, no se considera socialmente peligrosa. Entonces, ¿quién erige o convierte en delito esa conducta y acción? En toda sociedad, hay un órgano legislativo encargado de promulgar leyes, y ese es el que determina lo que es o no una violación, independientemente de la iniciativa legislativa que pueden tener distintos actores como organismos e instituciones, que pueden instar a que se proscriba una conducta y se contemple como delito. Le corresponderá a ese órgano determinar si es socialmente peligrosa.

Luis Lorenzo Palenzuela Báez: Un delito es una infracción, pero no todas las infracciones son delitos. Por ejemplo, hay algunas, hablando de Derecho de Familia, que están establecidas en la ley y no llegan a constituir delito: no comunicarse con el hijo después del divorcio o durante el matrimonio; no sufragar su alimentación a no ser que llegue a constituir un elemento peligroso para la sociedad, como ya señaló el doctor Armando Torres.

La naturaleza del delito, en mi opinión, es esencialmente social, aunque tiene otras características. Hay que valorar, en las conductas infractoras, los elementos objetivos y subjetivos que pueden ser intencionales o imprudentes, como refería el doctor Bodes. Una acción   u omisión en hechos de tránsito es penado, pero nadie quiere matar a otro, sin embargo se cometen infracciones que afectan bienes mate- riales y, en el peor de los casos, a personas.

En cuanto a la pregunta de que si el delito es un asunto moral, social, político, o económico, yo le agregaría religioso. Hay sociedades donde se constituyen pecados, y entonces habría que valorar en el Derecho Canónico de los países árabes cómo se juzga, se sanciona y cuál es el código que establecen para las conductas infractoras. Por eso, es también una cuestión cultural, como decía el doctor Torres, son aspectos que no subsisten por igual en todas las regiones del planeta, pero que deben ser valorados.

Cuando se procesa un delito, en las normas procesales se establecen metodologías para juzgar los hechos y establecer patrones para que haya determinadas conductas constitutivas de delito que no vayan a los tribunales, y se toman medidas administrativas —ya se ha hablado del Derecho Penal Administrativo—, como puede ser una multa, que sanciona la policía, u otro órgano que interviene en la ad- ministración de la justicia.

Rafael Hernández: ¿Cuáles son las causas que se le pueden atribuir, en general, a las conductas delictivas? ¿Están asociadas con factores que intervienen en la formación de las personas como la familia, la educación, el medio ambiente, los valores? ¿Su incremento es una señal de que existe una crisis de valores, o bien está asociado con la injusticia    y la desigualdad social? ¿Qué causas podemos identificar en relación con el aumento o la disminución del delito?

Jorge Bodes Torres: En mi experiencia, como jurista, tenemos que preguntarnos cuáles fueron las causas del delito, pues hemos estado hablando de los de imprudencia, los de tránsito, pero también de los intencionales, como puede ser el robo —movido por la codicia, por el deseo de tener bienes materiales por vías ilícitas—; y de los no intencionales como las lesiones o el homicidio —a lo mejor el que mata, o le provoca lesiones a otro, no tiene móviles intencionales. Hay delitos económicos, contra el honor, en fin, que tenemos que determinar qué tipo vamos a examinar o estudiar.

Los que más se cometen en Cuba y en el mundo son el de robo, hurto, y contra la propiedad. A veces, cuando se habla del aumento del delito, automáticamente nos estamos refiriendo a ellos. Después, le siguen contra la integridad física, homicidio y lesiones. Cuando se penetra en las causas de alguno de ellos, prevalece algún factor más que otro. Por ejemplo, a menudo hay razones económicas, el individuo no tiene dinero, pero no tiene un nivel cultural adecuado, es decir, no tiene valores éticos firmes, y ese hombre roba con facilidad. Ese es un factor, aunque es una confluencia de elementos que contribuyen    y determinan un comportamiento. Una persona puede tener escasos recursos y, sin embargo, tener valores y principios bien arraigados, por tanto es incapaz de cometer delito alguno, donde la ética prevalece por encima de la economía. Cuando analizamos el tema de las lesiones y el homicidio, son otros factores los que entran en juego, como   la violencia, por ejemplo. Es por eso, que a la hora de combatirlo, también tenemos que buscar medidas concretas, creativas y efectivas.

Armando Torres: Como bien lo ha explicado el doctor Bodes, lo que parece ser un común denominador es el tema de la crisis de valores, y pienso que está presente como causa de los delitos; no quiere decir que sea algo absoluto, porque, por ejemplo, aquí se hablaba del delito de tránsito, ahí no hay necesariamente crisis de valores. Una persona comete una imprudencia, pero si mató, lesionó, o dañó los bienes de otra, ha cometido una acción socialmente peligrosa, aunque sea un individuo íntegro y con valores éticos arraigados.

Ahora bien, hay distintos tipos de delito, como decía el doctor Bodes, están contra los derechos patrimoniales, contra la seguridad del Estado, el económico, el de «cuello blanco» del empresario, el sexual, incluso hasta el biológico. Todos tienen diferentes causas a partir de   la conducta delictiva del sujeto, y afectan diferentes bienes jurídicos.

Por ejemplo, la crisis económica, en un determinado lugar, puede ser causa de delito, pues está relacionada con la desigualdad, la injusticia social, donde existen países con millones de personas marginadas, que no tienen acceso a nada, y muchas veces se desvían hacia el deli- to. En el continente americano hay, lamentablemente, una delincuencia, debido a la injusticia social, que son capaces de desplegar una violencia tremenda, pero cuando se ve de manera individual, es un ser humano que ha llegado a ese punto por determinadas razones, y casi siempre, por supuesto, hay una desvalorización tremenda no solo de él, sino de cómo ve la vida y del respeto que siente por los bienes de los demás. O sea, que las causas son de acuerdo al tipo de delito, a las características de la sociedad, y de acuerdo a los valores de la persona.

Rafael Hernández: ¿Cuáles son las causas del incremento de los delitos contra la propiedad y los delitos contra la persona?

Luis Lorenzo Palenzuela Báez: Pienso que las causas de un delito no se pueden definir a priori, hay que realizar una investigación multidisciplinaria, porque hay que buscar sus orígenes, con rigor científico, con una metodología y, por eso no debe señalarse un elemento por encima de los demás, si no está debidamente fundamentado.

En relación con determinados delitos contra el patrimonio, si se observa que la estadística aumenta, hay que ver si es en un territorio extenso, en una comunidad, y habría que prevenir que esas conductas no se repitan. En ocasiones se mejoran las condiciones habitacionales con fines de evitar, por ejemplo, que haya hechos violentos de robo; si aumentaran, habría que ver quiénes son los que cuidan y son responsables de la institución. Hay que ver en qué contextos se producen y las medidas que se puedan tomar para evitar los delitos; pero sí pienso que siempre debe establecerse un estudio, una investigación, para determinar las causas.

Armando Torres: También las estadísticas delictivas pueden subir o bajar en dependencia de que haya condiciones que las favorezcan. Cuando no se lleva una contabilidad confiable —es decir, existe descontrol— se propicia el delito económico, porque la persona ve que hay posibilidades; es decir, concomitan causas y condiciones, que los criminólogos también las han llamado necesidad y oportunidad, que no sucedería, por ejemplo, con un control eficiente de la contabilidad de la empresa.

Jorge Bodes Torres: Quiero aclarar que la definición del concepto deli- to es una creación humana, se elabora según su percepción, y a veces lo que se hace es criminalizar, crear un delito ficticiamente. A lo mejor, en un momento determinado, hace falta penalizar una conducta, pero con el tiempo se va perdiendo su peligrosidad social, va perdiendo vigencia, y sin embargo, el delito sigue ahí. Ahora, con el tema de los cuentapropistas, me pongo a reflexionar sobre la especulación y el acaparamiento que existe. Ellos acaparan diversos productos que nosotros necesitamos a diario, y estamos conviviendo con eso normalmente, pero no se les penaliza. Por ejemplo, vemos a esa gente que vende los CD, y me pregunto cómo se respeta el derecho de autor.

Hay autores y criminólogos que plantean el tema de la despenalización, y recuerdan la Ley Seca que se estableció en los Estados Unidos en la primera parte del siglo xx. Era delincuente el que consumía alcohol, pero tuvieron que despenalizar la venta de alcohol porque, al final, la gente lo compraba en el mercado negro. Hay algunos criminólogos que plantean la despenalización de la droga como forma de eliminar las adicciones. En Cuba, se ha pensado en despenalizar el hurto y sacrificio de ganado mayor, y buscar un incentivo administrativo para que haya carne de res y de caballo. Por eso, he dicho que es el hombre el que criminaliza y convierte en delito ciertas conductas.

Rafael Hernández: ¿Cómo enfrentar, entonces, el delito de forma eficaz? ¿Cómo lograr que instituciones, que no son solo el sistema penal de un país, como la escuela, la comunidad, la familia, intervengan de manera activa y contribuyan a reducirlo o erradicarlo? Una vez que asumimos el crecimiento del delito en la sociedad, ¿cómo prevenirlo y atacar sus causas? ¿Qué papel tiene el castigo en este proceso? ¿Cuál es el papel de la mediación social, de factores extrajudiciales que no son necesariamente sanciones que se cumplen dentro de una prisión? ¿Cómo enfrentar el delito de una manera creativa y eficaz?

Luis Lorenzo Palenzuela Báez: Pienso que el concepto de prevención es esencial porque comprende también al enfrentamiento y a la rehabilitación. Hay discusiones en relación con el papel que tiene el control social, es decir, ¿debe ser extragubernamental y extraestatal? Habría que valorarlo de conjunto, tanto las acciones estatales como de la comunidad.

Se habla de la mediación pero también pienso que en las condiciones nuestras de perfeccionamiento del socialismo, pudiera hacerse uso de esta, sin copiar dogmáticamente otras fórmulas de diversos países, es decir, asimilar, como nos enseñó Martí, la cultura de otros y traerla a nuestras realidades.

Algunos han manejado la mediación, como algo muy asociado al neoliberalismo, restando autoridad al Estado. Pienso que el castigo severo es relativo, el hecho de que permanezca en la ley la pena de muerte frena determinadas conductas, aunque la sanción excesiva pudiera no ser una forma de enfrentar adecuadamente el delito, por- que el hombre pierde las esperanzas cuando se le impone una sanción excesiva y, por eso, también habría que valorar los sistemas penales, trabajando de manera progresiva con esos seres humanos que necesitan una reeducación, hay quien solo acepta el concepto educación, porque piensa que el individuo todavía no está educado, y el que no está educado no debe reeducarse, o sea, son situaciones que en estas valoraciones deben tenerse en cuenta.

Aquí también creo que los actores sociales e instituciones deben trabajar de conjunto y, en determinados casos tendría que intervenir la policía, la fiscalía, los tribunales, y las políticas sociales.

La escuela es un factor que influye mucho en la comunidad. En Cuba se ha tratado de potenciarla; se ha hablado, en etapas, con mayor o con menor insistencia en las escuelas de padres, e incluso hemos participado en eventos internacionales donde hemos llamado mucho la atención sobre este término.

Armando Torres: Coincido con Palenzuela en que el tema de la prevención tiene una mayor importancia que el castigo penal. Elías Carranza, uno de los criminólogos importantes de nuestro hemisferio, tiene un libro referido a la prevención. Él se refiere, categóricamente, a valorizar la prevención antes del delito, y eso está directamente relacionado con las causas. Con la denominada Batalla de Ideas, un compendio de pro- gramas sociales, el Estado se enfocó en este tema, que para cualquier país resulta costoso. Desgraciadamente, hoy en día, no hay ningún país en el mundo en condiciones de acabar con todos los problemas sociales y con el delito; se puede disminuir, pero eliminarlo, eso nadie ha podido todavía. Palenzuela hablaba de la escuela, de la cultura, el deporte, y de cosas que pueden enriquecer al hombre, y desviarlo o separarlo del camino del delito; esa es una cuestión esencial, de todas formas, uno no puede soñar con que solo con la prevención se puede resolver el problema.

Hay personas que pueden tener trastornos de personalidad y conductas, con las cuales no vale ni siquiera el tema de la prevención. Hay locos axiológicos, y tendrán que existir sanciones penales y tendrán que jugar su papel en la normativa social. Lo que tiene que haber es un equilibrio entre la sanción que se pone, la gravedad de la falta y las características de la persona que comete el delito, su posibilidad de enmendarse, de rectificar, eso es importante.

No se puede pensar ahora que democracia es que no hay control social, eso es un error. El control social puede ser formal, eso lo establecen ciertas instituciones que el Estado tiene en el mundo entero, como policías y oficiales de vigilancia. También hay un control social informal como la familia, los vecinos, los compañeros de trabajo. En Cuba se ve el papel del centro de trabajo para rescatar a una persona, incluso después que comete un delito; yo no he visto, en este tema, muchas investigaciones de especialistas de otros países. En nuestro país hay una serie de organizaciones que interactúan de manera positiva con los sujetos, es decir, que también el control social tiene una importancia.

Desmond Tutu decía que hay que tender puentes incluso entre la víctima y el victimario, cuando hay un delito entre vecinos, entre fa- miliares, o entre compañeros de trabajo, qué efectividad puede tener la sanción penal para restablecer las relaciones sociales. La mediación pudiera ser en determinados casos el camino a seguir. Esto es en el caso que se pueda establecer una mediación; hay los que llevan sanción penal severa; otros que no tienen por qué serlo y que se puede alcanzar la reinserción de la persona en la sociedad; y hay los que  se puede realizar la reinserción porque hay que proteger la sociedad, como por ejemplo, de un asesino, y se debe proteger a la sociedad.

Jorge bodes Torres: Antes de venir a este encuentro, estuve leyendo el libro De los delitos y de las penas, de Cesare Bonnensana, marqués de Beccaria. Yo estoy proponiendo que se publique en Cuba, porque con más de doscientos cincuenta años de haberse escrito —fue en 1764— tiene una vigencia y una vitalidad extraordinaria. Él decía, si me permiten citarlo: «Es mejor evitar los delitos que castigarlos», y agregaba:

«El más seguro, pero difícil, medio de evitar los delitos es perfeccionar la educación». Coincido con él, si se potencia la educación, como lo ha hecho la Revolución y el Partido Comunista de Cuba, está en mejores condiciones de conducir su conducta por el buen camino y no incurrir en delito.

El aumento de las sanciones no resuelve el problema, además se crea un problema al propio Estado, pues al tener a un hombre con una larga permanencia en prisiones, tiene que mantenerlo y contratar gente para cuidarlo. Ahora bien, Beccaria aportaba otra arista del problema, que a mí me parece muy importante, él decía: «La certidumbre del castigo, aunque moderado, hará siempre mayor impresión que el temor de otro más terrible, unido con la esperanza de la impunidad», y entonces agregaba: «No es la crueldad de las penas uno de los más grandes frenos de los delitos, sino la infalibilidad de ellas». Creo que Lenin también planteó este tema, lo que sí frena al delincuente es saber que lo que él hace será inexcusablemente descubierto. Aunque es un tema complejo, porque contar con unos órganos de investigación que todo lo descubran es muy difícil, eso nada más que se da en la serie CSI que vemos en la televisión. En la vida real, ni en los propios Estados Unidos sucede. Se ha hablado bastante de las penas extraordinarias, que no ayudan, que no son los recursos ni los medios para enfrentar   el delito; creo que hay otros factores, el enfrentamiento tiene que ser multidisciplinario, en el que la religión, la familia, el centro de trabajo confluyan, junto con la policía, la Fiscalía, los tribunales, las prisiones, y contribuyan a la prevención y la reinserción social del sujeto.

Quisiera terminar con una frase de Beccaria: «Para que toda pena no sea violencia de uno o de muchos contra un particular ciudadano, debe esencialmente ser pública, pronta, necesaria, la más pequeña de las posibles en las circunstancias actuales, proporcionada a los delitos y dictada por las leyes». Creo que esto debemos tenerlo presente para buscar la forma más adecuada de enfrentar el delito.

Rafael Hernández: Gracias a los panelistas, creo que han colocado sobre la mesa suficiente cantidad de preguntas y problemas, ahora pasamos la palabra al público presente.

Walfrido Quiñones Bencomo: Soy abogado en ejercicio de la Organización Nacional de Bufetes Colectivos, Bufete Salvador Allende, de Centro Habana. Creo que una de las cuestiones principales para entender qué pasa con el delito en Cuba es tener estadísticas, información acerca de estos, porque los panelistas estaban explicando, acertadamente, que cada uno tiene sus características, sus causas, sus condiciones, lo que lleva un enfrentamiento diferenciado, de manera independiente; por eso, es importante saber cómo van las cosas con   el delito en la Cuba de hoy.

¿Cuáles son los delitos que afectan a nuestra sociedad? ¿Hay temor porque están creciendo contra los derechos patrimoniales de la sociedad, de la población? ¿Hay inseguridad ciudadana? ¿Hay un incremento de los delitos «de cuello blanco»? ¿Conoce la población por qué han sido sustituidos una serie de gerentes, de directores empresariales, y que muchos de los delitos están vinculados con las firmas y la inversión extranjera? ¿Cómo vamos a enfrentar ese fenómeno, no solo la corrupción, sino las conductas sociales que surgen con esos cambios que se están experimentando en Cuba? ¿Estamos actualizando un modelo económico o estamos intentando por todos los medios de avanzar hacia una sociedad mejor? Finalmente quería apoyar la tesis de los panelistas en relación con la mediación penal. Creo que es importante tenerla como una solución dentro del procedimiento cubano, y estudiar si vale la pena que nuestro procedimiento penal sea reformado, ampliado, y ajustado a las características de 2011, y de los años futuros.

Pedro Campos: Soy historiador. El sistema capitalista es esencialmente corrupto y corruptor por una razón sencilla, la apropiación del trabajo asalariado y de la plusvalía que genera este. No he escuchado cómo lo van a resolver con leyes; eso hay que cambiarlo, modificarlo en su esencia y en sus estructuras para que no haya corrupción, para que no haya delito, porque los capitalistas hacen leyes para defender sus intereses como sistema.

Como toda sociedad está basada en un sistema socioeconómico, como sabemos los marxistas, genera una superestructura, y el cuerpo jurídico y legal está en función de los intereses que determina esa base. Se trata de llevar esa situación a Cuba, o sea, cómo nuestra base socioeconómica genera delito. Quisiera que los panelistas se refirieran a ese tema, es decir, nosotros tenemos una base socioeconómica que tiene una estructura determinada de propiedad, de relaciones de producción, que no son relaciones basadas en el trabajo libremente asociado, ni esencialmente en el cooperativismo, sino en una propiedad del Estado, que es el que decide, el que determina, y donde los trabajadores reciben su salario. ¿Por qué no hacemos un análisis y tratamos de buscar soluciones de esta problemática?

Enrique López Oliva: ¿Qué papel puede desempeñar la religión en la previsión del delito en Cuba? Vivimos en una sociedad laica, con una separación entre Iglesia y Estado, en la cual no hay ley de cultos que regule la vida de las instituciones religiosas, pero la religión, como otras instancias, tienen una influencia social y un sistema educacional paralelo al estatal, que crece por día, y una doctrina social con cuadros que se forman bajo esa doctrina y una serie de regulaciones internas, con códigos que rigen para sus miembros. Me gustaría que el panel se refiriera a este tema.

Ramón de la Cruz: Creo que hay un problema teórico, y es, concreta- mente, el tema de la peligrosidad, que tiene que ver con el nacimiento y el surgimiento de la burguesía, y del positivismo criminológico. El tema de la peligrosidad ya no es aceptado por casi ningún penalista progresista, porque es demasiado ambiguo, subjetivo y difícil de precisar, y cada cual puede entender, según convenga, qué es o no peligroso. En la actualidad, los penalistas más progresistas utilizamos el término de dañosidad social; una cosa es la peligrosidad, algo que pu- diera pasar, y el daño es algo que ocurre y que, por tanto, requiere una sanción. Parece un juego lingüístico sin mayor trascendencia, pero, en la práctica, ha tenido en la historia del Derecho Penal una importancia enorme. Del término peligrosidad se ha abusado, pues comenzó a desarrollarse a finales del siglo xix, el fascismo lo utilizó cruelmente, y otros sistemas autoritarios han abusado de él; de ahí que tantos penalistas cubanos estemos en contra de su utilización y creemos que se debe utilizar dañosidad social.

El compañero López Oliva hablaba de las religiones. Soy presi- dente del Comité Académico de la maestría en Criminología de la Universidad de La Habana. Allí tenemos un módulo dedicado a la religión, porque creemos que es un factor inhibidor de malas conductas sociales y creador de valores.

La mediación en Cuba casi no se ha practicado, no tenemos esa cultura, aunque tuvimos un primer intento con los Tribunales Populares, que Fidel orientó crear —cuando éramos estudiantes universitarios— en el interior del país, para tratar de resolver los conflictos entre campe- sinos. No imponían sanciones privativas de libertad, sino que trataban de resolver problemas. Discrepo con el compañero Palenzuela en que la mediación es un invento de la burguesía. Esta se puede haber aprovechado de estos procesos, pero es muy anterior a su surgimiento.

Por ejemplo, he visto trabajar la mediación en Noruega. Hay un funcionario del Ministerio de Justicia que se reúne con la víctima y con quien cometió el delito, y tratan de ponerse de acuerdo, mediante una indemnización u otra solución. Si no se llega a un consenso, entonces los mandan para los tribunales y que este decida. Si se ponen de acuerdo, y es un delito menor, se lo mandan al fiscal, que lo archiva, y ahí se acabó todo. O sea, la mediación no es tan complicada. El Estado tiene cierto control de ese tipo de pacto y, por lo tanto, no debemos entenderlo únicamente como expresión del neoliberalismo.

Al principio de la Revolución creímos que el delito iba a desaparecer pues era una herencia del capitalismo. Sin embargo, no desapareció, y hay que tomar medidas adecuadas para llevarlo a su mínima expresión.

Las investigaciones criminológicas que hemos estudiado durante veinte o treinta años nada dicen sobre si la pena de muerte y los castigos severos son factores que pueden, de una forma u otra, disminuir el delito; eso no está comprobado científicamente. Hay otros factores como la prevención, la educación, que sí son importantes. Los castigos severos y la pena de muerte crean más problemas que beneficios a la sociedad.

Denia García Ronda: Se ha hablado aquí de la necesidad de las estadísticas en el caso específico de Cuba, y también de la prevención y la educación, y dentro de ella debe estar la información. Creo que si alguien comete un delito y es sancionado, sea el gerente de una empresa o alguien de un barrio, debe ser informado a la población, porque esa es una forma no solo de demostrar cómo una conducta delictiva es castigada, sino que también genera una confianza en los órganos de justicia. En Cuba se precisa de esa información, sin llegar a la crónica roja, por supuesto, y no solo los delitos económicos, sino los que más afectan a la sociedad.

Arnel Medina: Creo que la sanción que se le aplique a alguien debe cumplirse sin ir a los extremos, porque hoy en el mundo hay esos excesos como la Ley Anticrimen de Clinton y el Plan de Cumplimiento Íntegro de la Pena, del Partido Popular en España. A menudo, por oportunismo político y por la necesidad de ganar las campañas electorales, cada vez que alguien se postula a la presidencia, el tema del delito surge, y nunca dice que va buscar políticas de inclusión social de los excluidos, que por cierto, cada día aumentan más, sino solamente «mano dura».

En 1987 se despenalizaron delitos que teníamos en el Código Vial como conducir un vehículo por la vía pública sin tener licencia, y en ese momento, no hubo un incremento significativo de los accidentes y, se le dio un tratamiento administrativo. En el nuevo Código de Tránsito no se va a juicio, pero se puede perder el vehículo. Los españoles en 2010, dictaron una ley que conducir a determinada velocidad, por encima del límite establecido, es delito con privación de libertad, y conducir sin licencia, habiéndola perdido por un sistema de puntos similar al nuestro, o haberla perdido por sentencia judicial, conlleva prisión. Si en Cuba, la Asamblea Nacional, o un Decreto Ley, vuelven atrás y convierten estos hechos en delito, salimos en la primera página de todos los diarios del mundo, diciendo que es el abuso más grande contra los cubanos.

Nos quedan muchas cosas todavía que habrá que despenalizar en el futuro. Por ejemplo, el tema del fraude académico: qué más sanción para un profesor que venda una prueba, o la filtre, que lo único que sabe en su vida es impartir clases de español o clases de física, o de matemáticas, que lo separen del sistema de educación de por vida. Es una sanción muy dura. Se dan casos de complicidad, con un determinado grado de organización, y entonces, hay que aplicar medidas más duras, pero no conozco ningún caso en que se haya llevado a prisión por un hecho como estos; en general se aplican multas, sanciones alternativas, a no ser que sea un hecho muy grave, que tenga repercusión nacional, como algunos que han ocurrido en años recientes en las pruebas de preuniversitario.

Orlando Vera: Soy profesor de la Cátedra de la Policía Nacional Revolucionaria. Mi pregunta es ¿por qué hablamos de prevención y no de transformación social, donde participarían todas las organizaciones de masas de este país, como los CDR, que juegan un papel fundamental y primordial en la reinserción de un individuo a la sociedad?

Armando Torres: Si bien no podemos decir que en Cuba no hay violencia, no es un país que se caracteriza por esta, y no constituye un flagelo. Aquí la gente no tiene miedo que la asesinen si sale a la calle. Hace poco fui a Paraguay para participar en un evento sobre seguridad ciudadana en mi condición de parlamentario, no como juez, y hay que ver cómo está el tema de la violencia y de la falta de seguridad ciudadana en todo nuestro continente.

Sé que el doctor Ramón de la Cruz es una autoridad en el tema del crimen organizado, y a lo mejor no está de acuerdo con lo que voy a decir, pero considero que este no existe en nuestro país. Tal vez hay bandas y gente que se organiza para delinquir, pero no crimen organizado como fenómeno, que cale estructuras de poder e influyan en la política, en la economía, que se hagan senadores y demás.

El hecho de socializar la propiedad en Cuba implica también un   reto, que es el de mantener un control sobre bienes y recursos para toda la sociedad. Hay personas que traicionan esa confianza, cometen delitos y promueven la corrupción. Ahora bien, se puede decir: «¿y si suben las estadísticas?». A veces se incrementan porque hay más control, y no necesariamente quiere decir que hay más robo ni más desfalco, sino que se están detectando y castigando estos hechos, que antes no se percibían. Nuestro modelo económico se está transformando y adaptando a un escenario diferente, y empiezan a aparecer formas de gestionar esa propiedad social, por ejemplo, las barberías y los arrendamientos de casas particulares, que son formas más eficaces de gestionar la propiedad y controlar las conductas delictivas.

Sobre la información y estadísticas de los hechos delictivos que planteaba Denia García, coincido no solo con mencionarlos, sino además con alertar sobre determinadas medidas y acciones que la población o los directivos deben adoptar para evitar que se produzcan delitos. Eso forma parte de la misma educación jurídica de la población y de información que hay que dar en este sentido. Por ejemplo, el Ministerio del Interior, con los programas televisivos de Día y noche y Tras la huella, aprovecha para mostrar hechos reales, en los cuales se han tomado causas judiciales, y termina con el tribunal y la sanción.

Les puedo decir que hay varias experiencias en las que están involucrados los tribunales de justicia, la policía, los trabajadores sociales, los CDR, la FMC, en relación con la reinserción social, en la ayuda, control y asistencia de miles de personas que han sido sancionadas con penas que no llevan internamiento, o sea, que no son privativas de libertad. En nuestro país, una gran cantidad de sancionados, yo diría que más de 90%, recibe beneficios de libertad anticipada, no cumple la totalidad de la sanción, y se decide que, lo que les queda, lo puedan cumplir en sociedad, y salen con un trabajo para que se puedan reinsertar. Esto rompe esquemas y prejuicios, para lograr la transformación del individuo, porque al final ese es el objetivo mayor.

Luis Lorenzo Palenzuela Báez: A mí me llama mucho la atención el análisis que hace el compañero Pedro Campos, en relación con la realidad cubana. Cuando nos preparábamos para este panel, leímos un reciente Decreto Ley del Consejo de Estado, el 286 del 21 de septiembre del año 2011, sobre la integración, en el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, de la labor de prevención, asistencia y trabajo social. La prevención busca la transformación del ser humano, para lograr que no se cometan infracciones.

Me alegró mucho la expresión del doctor Quiñones sobre la mediación. Tenemos que trabajar en la nueva ley de procedimiento penal en relación con la mediación. Ya el doctor Ramón de la Cruz hablaba de algunos antecedentes históricos, y tengo vivencias de cómo en la Loma de Candela, municipio Güines, o en la Sierra Maestra, se aplicó aquella experiencia, donde los que se denominaron jueces populares aplicaban medidas a determinadas personas para convidarlos a realizar actividades productivas. Por eso hay que profundizar en el orden teórico y potenciar las acciones prácticas.

Jorge Bodes Torres: Quisiera remarcar en dos temas esenciales. Efectivamente, cuando se valora la situación del delito en el mundo, y sobre todo en América Latina, nuestra situación es más ventajosa, pues la inseguridad ciudadana allá es tremenda, el tráfico de drogas tiene copada la sociedad, las bandas organizadas secuestran personas, etcétera. Nosotros tenemos más seguridad, y los extranjeros nos lo confirman cuando hablan sobre Cuba.

Los cambios socioeconómicos que se vienen produciendo en nuestro país han creado condiciones para que determinadas conductas delictivas se desarrollen. Por ejemplo el tema de la droga. Antes de 1980 era algo que no se veía después, con la llegada del Período Especial, abrimos las puertas al turismo, y empezó a crearse un mercado para el consumo de drogas fuertes como la cocaína. En la actualidad se ha logrado controlar el desenfreno que se generó en los años 90. Creo que este tema de las drogas en el país está dentro de parámetros controlables.

Sobre la divulgación, estoy de acuerdo con que hay poca información. Hay una reserva informativa en cuanto a la cantidad de presos, los delitos que más se cometen, etc. Creo que con la divulgación de hechos delictivos y su penalización se contribuye a la prevención. La prensa tiene que jugar un papel más importante. Actualmente, el único programa televisivo sobre temas jurídicos que existe es Al derecho, que me parece bien encaminado, pero insuficiente si deseamos trabajar y contribuir con la prevención, formación y la educación jurídica de la población.

Ramón de la Cruz: Solo quería decir que no tengamos miedo a realizar los cambios necesarios ante nuevas variedades de delito, sencillamente no podemos paralizar el país por temor a ellos.

Rafael Hernández: Como ha mencionado el panel, el excesivo rigor en las clasificaciones de delitos, de cosas que no necesariamente lo son, genera afectaciones. La pregunta ahora sería la contraria: ¿en qué medida los cambios pueden, y deben, ir acompañados de un marco legal que dejen establecido qué puede hacerse y qué está prohibido? Esto, de hecho, es algo que tiene que ver no solo con el ejercicio de la ley y del orden, sino con el ejercicio de la política, y recuerdo que hace un tiempo, en esta misma Unión Nacional de Juristas, hicimos un panel sobre qué esperar del derecho; y hubo toda una discusión acerca de las cosas que tiene que resolver la ley y la política.

Les agradezco mucho a los panelistas y al público que hayan estado aquí presentes, para discutir sobre este tema. Muchas gracias.

Tomado de: Catalejo. El blog de Temas

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Causas y azares del delito, próximo debate del Último Jueves de Temas

Por Catalejo. El blog de Temas @temascuba

El próximo 30 de septiembre, el debate de este Último Jueves estará enfocado en las causas del delito.

30 de septiembre de 2021, 4:00-6:00pm.

El debate de este Último Jueves de septiembre estará enfocado en las causas del delito. Debido al contexto de pandemia que vive el país desde hace más de un año, el equipo editorial de Temas invita a los interesados a participar en el debate que se realizará a través de su grupo en Telegram; también se replicará en el resto de los canales digitales de la revista en su blog Catalejo, Twitter, Facebook y Whatsapp.

Las preguntas iniciales realizadas a los panelistas invitados son:

  1. ¿Cuáles son las causas de las conductas delictivas?
  2. ¿Qué delitos son más significativos?
  3. ¿Cómo los delitos se relacionan con la crisis?
  4. ¿Qué déficits institucionales inciden en el aumento de los delitos?
  5. ¿Cómo enfrentar el delito de manera más creativa, prevenirlo y atacar sus causas?

Modo de realización

Se creará un grupo de Telegram, integrado por los panelistas y los participantes del público.

Se registrará un máximo de 50 participantes. Los interesados en intervenir en el debate deben solicitarlo a uno de los administradores del grupo (@VaniPeGe o @EGM79), antes del martes 28 de septiembre, a las 2:00 pm.

Las preguntas al panel y las respuestas de cada uno de los panelistas serán publicadas en el grupo de Telegram el martes 28 de septiembre (48 horas antes del panel).

Antes de iniciar el panel, a las 4:00 pm del jueves 30, se habrán publicado los audios con las opiniones o preguntas del público.

Entre las 4:00-5:00 pm, se abrirá un chat de voz para los participantes registrados, en un intercambio ordenado por el moderador.

*Todas las intervenciones del encuentro serán recogidas en un resumen en formato pdf y en un podcast (audio), y publicadas en el sitio web de Catalejo, y en las redes sociales de Temas.

Tomado de: Catalejo. El blog de Temas

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EE.UU.-Cuba: ¿camino a la re-normalización? Primeras intervenciones

Estas son las intervenciones del panel invitado en la primera ronda de preguntas realizadas por el equipo editorial de la revista Temas, vinculadas con el estado actual y proyección futura de las relaciones entre Estados Unidos-Cuba.

*Primeras intervenciones del panel del Último Jueves de Temas, que se desarrolla en estos momentos a través del grupo en Telegram creado para esta ocasión.

Panelistas

Jorge I. Domínguez. Profesor y vicerrector en la Universidad de Harvard. Se jubiló en 2018. Su profesión ha sido el estudio de las ciencias políticas, con especialización sobre los países de América Latina. Ha publicado diversos artículos y libros sobre Cuba, muchos de ellos con la participación estelar de autores cubanos.

Raúl Rodríguez Rodríguez. Director del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos, Miembro del Grupo de Trabajo estudios sobre Estados Unidos de CLACSO.

Gabriel Vignoli. Docente de antropología y relaciones internacionales, The New School, Nueva York. Director de programa de intercambio académico Casa de las Américas-The New School. Áreas de trabajo: economía política, economía informal, colonialismo y poscolonialismo, Cuba, Cuba-EE.UU. Ciudadano cubano e italiano.

José Ramón Cabañas Rodríguez. Doctor en Ciencias Políticas. Director del Centro de Investigaciones de Política Internacional. Profesor Titular del Instituto Superior de Relaciones Internacionales Raúl Roa García. Ocupó diversas responsabilidades en su carrera diplomática, entre ellas Jefe de la Sección de Intereses de Cuba en Washington (2012-2015) y embajador de la República de Cuba ante los Estados Unidos (2015-2020).

Hal Philip Klepak. Profesor Emérito de Historia y Estrategia en Royal Military College de Canadá. Especialista en América Latina y el Caribe. Autor de libros y ensayo sobre historia militar de Cuba, y problemas de seguridad hemisférica. Miembro del Consejo asesor de Temas.

PREGUNTAS AL PANEL:

  1. ¿Cómo caracteriza las relaciones entre Cuba y EEUU en sus diversos campos? [Diplomático, económico, de seguridad, académico, cultural, científico, mediático, religioso, etc.]

Jorge l. Domínguez: Una clave para caracterizar las relaciones entre estos dos países es tomar nota de que Cuba dejó de ser un factor global estratégico para los Estados Unidos hace treinta años. Ya no hay Unión Soviética, ya no hay militares cubanos en diversas partes del mundo, Cuba no posee armas nucleares, no es exportadora de petróleo u otras fuentes energéticas, no sido generadora de acciones terroristas que causen devastación en los Estados Unidos, no ha lanzado ciberataques que paralicen el gobierno o a grandes empresas. Todo esto implica que no hay intereses de primer rango para los Estados Unidos en Cuba. El único factor fundamental es que Cuba es un país vecino, lo que requiere algún tipo de relación, por endeble que sea. Otra clave para caracterizar las relaciones bilaterales es que los Estados Unidos son un factor estratégico decisivo para cualquier gobierno en Cuba, y lo ha sido por los siglos de los siglos. Por tanto, ambos países comparten un interés porque viven en un mismo vecindario. Paso a considerar exclusivamente la perspectiva desde los Estados Unidos. Esa falta de valor estratégico global de Cuba para este país permite que otros intereses incidan sobre la relación bilateral. Hay intereses de segundo rango que emanan de la vecindad. Estos involucran varias dimensiones, una de ellas es que son asuntos de seguridad. Me refiero al combate frente al narcotráfico, a las relaciones en el entorno de la base naval norteamericana en Guantánamo, y a las relaciones migratorias. Hay factores de tercer rango que, por lo general, son electivos –es decir, pueden ser más, o menos, pero no pasa nada grave si no hay tales relaciones. El comercio, la inversión internacional, el turismo, las relaciones científicas y culturales, los intercambios académicos y bibliotecarios, las relaciones entre iglesias, y las preocupaciones ideológicas comparten este tercer rango. Un elemento peculiar de estas relaciones bilaterales ha sido la persistencia y el predominio de las preocupaciones ideológicas en los Estados Unidos, vocalizados por, pero no exclusivos de, una parte de la comunidad de origen cubano allí. En ausencia del predominio de intereses de primer rango, y a veces incluso coincidiendo con ellos, los factores ideológicos han definido, y definen hoy, la política de los Estados Unidos hacia Cuba.

Raúl Rodríguez: En el campo diplomático es paradójico que, aunque hay embajadas en ambas capitales, que proporcionan algún canal de comunicación oficial, las relaciones diplomáticas se encuentran en un punto muy bajo y la retórica no tiene mucho que ver con la diplomacia. Se desconoce y se descalifica al gobierno de Cuba como “Estado fallido”. Además, el anuncio de la administración Biden de su intención de aumentar el personal diplomático en La Habana, para, entre otras actividades, “mejorar la interacción con la sociedad civil cubana”, es una receta para generar más tensión diplomática. Desde el punto de vista económico sucede otro tanto. Si bien Cuba puede importar alimentos desde los Estados Unidos, estas transacciones se hacen en condiciones atípicas en cualquier relación comercial entre dos Estados, como lo dicta la legislación estadounidense desde el año 2000. Aunque se mantiene una empresa mixta en el sector de la biotecnología, la relación económica está muy por debajo del potencial real que, por la cercanía geográfica, los dos países pueden alcanzar. Otro tanto sucede en el campo académico, cultural y científico. Por la limitada movilidad que existe, las relaciones están muy por debajo de su potencial de desarrollo, no solo por el impacto de la pandemia de Covid-19, sino también por las sanciones impuestas por la administración Trump durante 2019-20, que han sido asumidas invariablemente por la actual. Una atenuante es la posibilidad real de continuar los contactos virtuales para generar debates, investigaciones conjuntas y publicaciones, pero incluso, en estos casos, existen limitaciones en el acceso a algunas plataformas de videoconferencias, como la popular Zoom. La cobertura mediática estadounidense tiene un sesgo ideológico muy marcado, son escasas las expresiones de objetividad, lo que tiene un impacto en la opinión pública. Si algo se puede resaltar como positivo es que se ha mantenido la cooperación en seguridad, sobre todo entre los servicios de Guardacostas y Guardafronteras, la seguridad alrededor de la base naval de Guantánamo y otras acciones de cumplimiento de la Ley. En el aspecto religioso se mantiene una relación adecuada de cooperación, en diversas aristas, desde las nobles acciones de Pastores por la Paz, los vínculos históricos entre las iglesias protestantes y evangélicas cubanas y sus contrapartes en los Estados Unidos y los espontáneos vínculos culturales-religiosos de estadounidenses y cubanos residentes en ese país con las religiones cubanas de origen africano. Pero también se han dado manipulaciones políticas de la religión en Cuba por parte de diferentes administraciones estadounidenses. Un aspecto interesante, aunque básicamente simbólico en mi opinión. es que se han visto acciones a favor de una mejor relación a nivel de Estados y ciudades, en diferentes regiones de los Estados Unidos. En el campo diplomático es paradójico que, aunque hay embajadas en ambas capitales, que proporcionan algún canal de comunicación oficial, las relaciones diplomáticas se encuentran en un punto muy bajo y la retórica no tiene mucho que ver con la diplomacia. Se desconoce y se descalifica al gobierno de Cuba como “Estado fallido”. Además, el anuncio de la administración Biden de su intención de aumentar el personal diplomático en La Habana, para, entre otras actividades, “mejorar la interacción con la sociedad civil cubana”, es una receta para generar más tensión diplomática. Desde el punto de vista económico sucede otro tanto. Si bien Cuba puede importar alimentos desde los Estados Unidos, estas transacciones se hacen en condiciones atípicas en cualquier relación comercial entre dos Estados, como lo dicta la legislación estadounidense desde el año 2000. Aunque se mantiene una empresa mixta en el sector de la biotecnología, la relación económica está muy por debajo del potencial real que, por la cercanía geográfica, los dos países pueden alcanzar.

Otro tanto sucede en el campo académico, cultural y científico. Por la limitada movilidad que existe, las relaciones están muy por debajo de su potencial de desarrollo, no solo por el impacto de la pandemia de Covid-19, sino también por las sanciones impuestas por la administración Trump durante 2019-20, que han sido asumidas invariablemente por la actual. Una atenuante es la posibilidad real de continuar los contactos virtuales para generar debates, investigaciones conjuntas y publicaciones, pero incluso, en estos casos, existen limitaciones en el acceso a algunas plataformas de videoconferencias, como la popular Zoom. La cobertura mediática estadounidense tiene un sesgo ideológico muy marcado, son escasas las expresiones de objetividad, lo que tiene un impacto en la opinión pública. Si algo se puede resaltar como positivo es que se ha mantenido la cooperación en seguridad, sobre todo entre los servicios de Guardacostas y Guardafronteras, la seguridad alrededor de la base naval de Guantánamo y otras acciones de cumplimiento de la Ley. En el aspecto religioso se mantiene una relación adecuada de cooperación, en diversas aristas, desde las nobles acciones de Pastores por la Paz, los vínculos históricos entre las iglesias protestantes y evangélicas cubanas y sus contrapartes en los Estados Unidos y los espontáneos vínculos culturales-religiosos de estadounidenses y cubanos residentes en ese país con las religiones cubanas de origen africano. Pero también se han dado manipulaciones políticas de la religión en Cuba por parte de diferentes administraciones estadounidenses. Un aspecto interesante, aunque básicamente simbólico en mi opinión. es que se han visto acciones a favor de una mejor relación a nivel de Estados y ciudades, en diferentes regiones de los Estados Unidos.

Gabriel Vignoli: Como docente, voy a lo académico/cultural. A mis estudiantes estadounidenses siempre les digo “conocer a Cuba te va a ayudar, porque vas a ser más consciente de tu propio país». La idea de nación en los Estados Unidos –o sea las palabras claves a través de las cuales la nación articula su propio discurso político– se forja en Cuba, y viceversa. Ambos países son inconcebibles el uno sin el otro. Sin los eventos de 1898 y 1959 es imposible concebir palabras como democracia en los Estados Unidos y soberanía en Cuba. Ambas tienen significados diferentes en los dos países, y se traducen en diferentes usos políticos. Por ejemplo, es en 1898 cuando se establece la justificación democrática como patrón de intervención estadounidense en Latinoamérica. Esa justificación está estructurada por un “orientalismo” –según Said– que no es ignorancia del “otro”, sino más bien interpretación y producción de ese otro a través de una imagen artificial y a la vez muy poderosa. La tarea de la academia es la de interrogar las palabras claves, de buscar su genealogía, para ver cómo operan. En los Estados Unidos la democracia se reduce, a menudo, a un evento: “elecciones libres y justas”. Pero cuando mis estudiantes aprenden que una Cuba subyugada en 1901 determinó el sufragio universal masculino en contra de la voluntad estadounidense, y que en el sur de los Estados Unidos los hombres de color solo pudieron votar a partir de 1965 con el Voting Rights Act, la palabra democracia adquiere para ellos nuevos matices, alejados de libertad y justicia. Lo mismo se puede decir de raza y racismo: miradas desde Cuba, estas palabras claves del ADN estadounidense adquieren otro significado. Ahora bien, la pandemia de COVID-19 implica un cambio de paradigma en la idea de nación. Las cuatro crisis globales que ha desatado –medioambiental, de salud, económica, y social– hacen impostergable la re-articulación de las palabras claves de la gramática política del presente, tanto en Cuba como en los Estados Unidos. En la academia, el reto es estructural: menos recursos y mayor digitalización, hay que re-imaginarla. En los Estados Unidos se estima que 10-30% de las universidades podría desaparecer de aquí a 2030. Por ende, la academia cubana tiene que mirar más allá de los Estados Unidos (convenios con China, Europa, Latinoamérica), y más hacia adentro: fortalecer realidades locales fuera de La Habana; retener los mejores docentes, no tanto a través del salario, sino más bien haciendo de las universidades cubanas incubadoras de empresas (públicas y privadas) y de proyectos para imbricarse con la economía nacional. Eso requiere una descentralización efectiva.

José Ramón Cabañas: A nivel diplomático están en su nivel más bajo de hace muchos años; en lo económico son casi inexistentes y en los temas de seguridad se intercambia solo a nivel técnico. En lo mediático, vivimos un barraje de propaganda negativa desde los Estados Unidos, asociado con la percepción de que la crisis económica que vive Cuba, como consecuencia del bloqueo y la COVID no tiene salida. En el resto de los campos se produce un gran intercambio a nivel personal, con pleno conocimiento del potencial de la cooperación bilateral.

Hal Philip Klepak. Las características de las relaciones bilaterales Cuba-Estados Unidos son, en general, muy negativas y problemáticas con débiles elementos de apoyo para una normalización y fuertes elementos empujando en la dirección opuesta: 1 Diplomáticas: embajada reducida, con poca capacidad de evaluación del contexto que la rodea. Fuerte voluntad de Cuba de encontrar soluciones a las disputas históricas y actuales frente al contrario del lado de los Estados Unidos. No obstante, el Departamento de Estado incluye a muchísima gente que ve en la normalización de la relación bilateral muchas ventajas para su país. 2 Económicas: empuje a favor de la normalización en algunos sectores, principalmente pero no exclusivamente, vinculados con la agricultura. Pero, desde hace mucho tiempo, se ha visto la debilidad de esta visión frente a las más fuertes discutidas aquí. 3 Seguridad: este es el rubro de más posibilidades para la normalización y así ha sido durante mucho tiempo. Desde por lo menos 1995, y aún ahora, los ministerios y agencias de defensa y seguridad de los Estados Unidos buscan maneras de aumentar la cooperación bilateral y ven la única amenaza que Cuba podría presentar a su país como cambios bruscos y violentos en la Isla que llevarían a una otra crisis de balseros y un aumento serio de la inestabilidad en el Caribe. Ven también a Cuba como un baluarte firme, seguro y eficaz en el combate al crimen internacional, el tráfico ilícito de drogas, la migración ilegal, etc. Aun en la crisis actual, las voces del Pentágono, la CIA o muchos elementos de ella, Guardacostas, Inmigración, la DEA y Homeland Security se levantan pidiendo una política sensata hacia Cuba en interés de los propios Estados Unidos. La impresionante cooperación bilateral en estos campos se redujo bajo Trump, pero no desapareció. Los Estados Unidos tienen rutas seguras de acercamiento al sur por una distancia de casi 1 500 km, gracias a Cuba, las FAR y MININT. 4 Académicas: El retroceso en las relaciones académicas bilaterales es evidente en los últimos años. Algunas esferas de cooperación siguen, y algunas veces con instituciones que son consideradas de élite y de seria influencia. Pero se ha visto que, en tiempos de crisis, el papel más importante de estas instituciones parece ser de producir análisis menos politizados y más matizados de los eventos, algo de valor, pero raramente decisivo. 5 Culturales: la politización de este elemento de la relación en años recientes ha llevado a la disminución del papel anterior que podía jugar el intercambio cultural en la creación de un ambiente favorable al entendimiento mutuo y la cooperación. Es difícil imaginar, en el corto término, el regreso a la situación anterior que pareció ofrecer tanta esperanza. 6 Científicas: a pesar de algunas pocas iniciativas prometedoras, el contexto actual parece poco apto para empujar este tipo de cooperación, a menos que el papel de Cuba sea mejor conocido y apreciado en el norte. 7 Mediáticas: se expande notoriamente la conexión bilateral entre las personas y grupos, pero hasta ahora no es evidente que esta expansión sea buena para la construcción de un ambiente de cooperación. Fácilmente puede resultar lo contario. 8 Religiosas: las relaciones religiosas entre los dos países han expandido enormemente desde el Periodo Especial y hasta nuestros días. No está claro el rol que esto va a jugar en la construcción de un ambiente positivo de cooperación de los dos países. Y otra vez, fácilmente sería lo contrario.

  1. ¿Cómo se combinan el conflicto y la cooperación en las relaciones bilaterales? ¿En cuáles campos?

Jorge I. Domínguez: Han existido instancias importantes de cooperación entre ambos gobiernos ya por décadas. La cooperación meteorológica no se interrumpió ni siquiera durante la Crisis de Octubre en 1962. Los acuerdos migratorios datan de 1965. El acuerdo logrado entre Richard Nixon y Fidel Castro en 1973 paró inmediatamente la piratería aérea que azotaba la región. Esta cooperación prevaleció en esas tres instancias de agudo conflicto. La cooperación en algún asunto concreto no resuelve todos los conflictos. No surge de coincidencias ideológicas, ni resuelve tales diferencias. Por otra parte, la existencia de graves conflictos tampoco impide que se logre la cooperación en asuntos puntuales. Durante los últimos treinta años, hay múltiples ejemplos de cooperación y conflicto en relación con los que he denominado intereses de segundo y tercer rango. No hubo cariño ideológico entre los dos gobiernos durante los años 90. Se desarrolló una relación profesional y eficaz en el entorno de la base naval estadounidense, para prevenir accidentes o sorpresas, permitir a Estados Unidos un uso de esa base con diversos propósitos, y contribuir a la seguridad de Cuba. Estalló una crisis y conflicto migratorio, pero se logró concertar los acuerdos migratorios de 1994 y 1995 porque sirvió a los intereses de ambas partes. Entre Guardacostas y Guardafronteras de ambos países evolucionó una relación profesional, y una coordinación precisa y eficaz. Comenzó una relación informal para combatir el narcotráfico. Por su parte, a partir de la década de los 70, académicos, músicos, artistas, y personas de la vida cultural desarrollaron relaciones bilaterales no gubernamentales, para provecho compartido. Algo similar ocurrió en el ámbito religioso, con más frecuencia a partir de los 80. La colaboración entre científicos ha procedido también. Tampoco hubo cariño ideológico en diciembre de 2014 cuando los presidentes de ambos países adoptaron un rumbo distinto en las relaciones bilaterales. El reto para ambas partes fue cómo evolucionaría el sistema político cubano, con cada presidente apostando por un futuro diferente. Ese cambio, que retuvo las diferencias ideológicas, permitió afianzar formas de cooperación en las relaciones migratorias, el combate al narcotráfico, la cooperación sobre el medio ambiente, las relaciones entre Cuba y su diáspora, e indirectamente las relaciones académicas, culturales y científicas. Merece reconocerse no solamente el protagonismo de los dos presidentes, sino también de los negociadores, como Ben Rhodes, Jeff DeLaurentis, Josefina Vidal, y José Cabañas, entre otros, que lograron la cooperación a pesar de los conflictos.

Raúl Rodríguez: En las relaciones internacionales existe una perenne tensión entre conflicto y cooperación. Las principales teorías en este campo se caracterizan por poner el acento en uno de estos dos componentes. Mientras las llamadas teorías realistas enfatizan el conflicto, las institucionalistas subrayan la cooperación. En el caso de los Estados Unidos y Cuba, la esencia del conflicto se expresa en la determinación de los cubanos de ser soberanos y la persistencia del gobierno estadounidense en ejercer dominación (soberanía vs. dominación), por lo que desde el triunfo de la Revolución ha prevalecido el conflicto. A pesar de estas condiciones, siempre han existido los vínculos e intereses mutuos, los que han tenido su mayor nivel de desarrollo en algunos momentos puntuales de cierta distensión, como los dos últimos años de la administración Obama, sin que se afectara la esencia del conflicto. Consecuentemente, en mi opinión, las áreas de conflicto son mayores que los espacios de cooperación que existen. Es un conflicto histórico, con profundas raíces en ambos Estados; ideológico, con una marcada intensificación en los últimos años con visos macartistas y de retórica de guerra fría; geopolítico, por la proximidad geográfica y porque ambos Estados comparten una extensa y estratégica frontera marítima; económico, pues el sistema de sanciones unilaterales y extraterritoriales es el más abarcador que los Estados Unidos aplica a nación alguna (lo reconoce el último documento del Departamento del Tesoro del pasado jueves 22 de julio), es un acto de guerra, no es ético y viola el derecho internacional y el derecho de Cuba al desarrollo, y no ha cesado ni en tiempos de pandemia; y territorial, porque los Estados Unidos ocupa una parte del territorio nacional cubano. No obstante, debido a la cercanía geográfica, entre los Estados Unidos y Cuba se impone la cooperación en algunos aspectos de interés para ambos, que comparten amenazas a su seguridad nacional. Predomina la cooperación en asuntos de migración, la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo, a pesar de que la administración estadounidense certifica lo contrario en este último aspecto. El ya mencionado servicio de Guardacostas es un ejemplo de cooperación. También la hay en aspectos medioambientales y meteorológicos, al compartir un entorno geográfico como el Golfo de México. Es de destacar la que existe alrededor de la frontera en la base naval de Guantánamo, aunque Cuba no reconoce la legitimidad de la presencia allí de los Estados Unidos. En las relaciones internacionales existe una perenne tensión entre conflicto y cooperación. Las principales teorías en este campo se caracterizan por poner el acento en uno de estos dos componentes. Mientras las llamadas teorías realistas enfatizan el conflicto, las institucionalistas subrayan la cooperación. En el caso de los Estados Unidos y Cuba, la esencia del conflicto se expresa en la determinación de los cubanos de ser soberanos y la persistencia del gobierno estadounidense en ejercer dominación (soberanía vs. dominación), por lo que desde el triunfo de la Revolución ha prevalecido el conflicto. A pesar de estas condiciones, siempre han existido los vínculos e intereses mutuos, los que han tenido su mayor nivel de desarrollo en algunos momentos puntuales de cierta distensión, como los dos últimos años de la administración Obama, sin que se afectara la esencia del conflicto. Consecuentemente, en mi opinión, las áreas de conflicto son mayores que los espacios de cooperación que existen. Es un conflicto histórico, con profundas raíces en ambos Estados; ideológico, con una marcada intensificación en los últimos años con visos macartistas y de retórica de guerra fría; geopolítico, por la proximidad geográfica y porque ambos Estados comparten una extensa y estratégica frontera marítima; económico, pues el sistema de sanciones unilaterales y extraterritoriales es el más abarcador que los Estados Unidos aplica a nación alguna (lo reconoce el último documento del Departamento del Tesoro del pasado jueves 22 de julio), es un acto de guerra, no es ético y viola el derecho internacional y el derecho de Cuba al desarrollo, y no ha cesado ni en tiempos de pandemia; y territorial, porque los Estados Unidos ocupa una parte del territorio nacional cubano. No obstante, debido a la cercanía geográfica, entre los Estados Unidos y Cuba se impone la cooperación en algunos aspectos de interés para ambos, que comparten amenazas a su seguridad nacional. Predomina la cooperación en asuntos de migración, la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo, a pesar de que la administración estadounidense certifica lo contrario en este último aspecto. El ya mencionado servicio de Guardacostas es un ejemplo de cooperación. También la hay en aspectos medioambientales y meteorológicos, al compartir un entorno geográfico como el Golfo de México. Es de destacar la que existe alrededor de la frontera en la base naval de Guantánamo, aunque Cuba no reconoce la legitimidad de la presencia allí de los Estados Unidos.

Gabriel Vignoli: Propongo algunas palabras claves para las relaciones bilaterales. Hay muchas más. INERCIA. La fuerza de la inercia en los Estados Unidos ha hecho que la política hacia Cuba no haya cambiado en su índole desde el memorándum Mallory de 1960: cambio de régimen a toda costa. La respuesta de Cuba ha sido transformar el bloqueo en ancla y muleta; en eje estructurante de la Revolución cómo fortaleza sitiada; en causa última de muchos problemas endógenos. El bloqueo es genocida. Pero reiterarlo cada día, sin proponer un discurso diferente, produce una comprensible “fatiga” en la población cubana. Hay que renovar el lenguaje político más allá del límite impuesto por los Estados Unidos. GUERRA FRÍA. El vínculo íntimo entre los dos países se origina en la colonia, y la tensión entre ambos ha trascendido la Guerra Fría. Pero el marco interpretativo sigue anclado en esta. En 1962, Biden tenía veinte años; Obama, uno. Es comprensible que Obama vea a nuestra Isla a través de un lente poscolonial, y que Biden lo haga desde la crisis de los misiles y una lectura muy peculiar de “derechos humanos”. ¿Por qué no hay una voz pensante en la administración Biden que articule un discurso con Cuba vinculado a temas “otros”? ¿Cuál es la propuesta cubana para salir de este impasse? Los memorandos de entendimiento de la “normalización” (medioambiente, narcotráfico, etc.) sugieren un modus operandi: enfocarse en lo que sí se puede hacer. PANDEMIA. La pandemia nos hace, por primera vez en la historia, verdaderamente contemporáneos. Todos los países del mundo enfrentan el mismo reto, a sabiendas de que las transformaciones económicas, políticas, sociales y medioambientales son estructurales y muy rápidas: no hay marcha atrás. Hay que pensar en soluciones activas, más que reactivas, en el mundo pospandémico. Esta es una oportunidad única para que ambos gobiernos cambien de giro, basándose en objetivos comunes, y hasta ahora no lo han hecho. La palabra “protesta”, tanto en Cuba cómo en los Estados Unidos, puede ser una clave: hay que encontrar una forma de responder a la protesta que permita canalizar esa energía. TECNOLOGIA. En los Estados Unidos la digitalización de la economía y de la vida (Internet of things/de las cosas) conlleva un proceso de renovación y descarte tecnológico muy acelerado. en Cuba esos insumos pueden tener una segunda vida. Pero lo imprescindible es un cambio en la cultura tecnológica en Cuba, para no ser sucedánea de los Estados Unidos. Por un lado, hay “desobediencia tecnológica”: la capacidad de irrespetar, y por ende resignificar, la autoridad preconcebida del objeto. Por otro, hay todavía insuficiente cultura de uso de redes sociales, lo que facilita manipulaciones exógenas. La clave es, por supuesto, más, no menos, Internet: el pueblo se tiene que educar.

José R. Cabañas: Las posibilidades de cooperación bilateral están claramente reflejadas en los 22 memorandos de entendimiento que se firmaron entre ambos países entre mediados de 2015 y enero de 2017 y que aún guardan vigencia, aunque están congelados en su aplicación. No se llegó a acuerdo en otros temas en los que se pudo avanzar, pero el tiempo disponible no fue suficiente para formalizar el entendimiento. La falta de cooperación entre agencias cubanas y estadounidenses de aplicación y cumplimiento de la ley y otras se expresa en un costo humano directo, sean los migrantes ilegales a manos de los traficantes, el impacto de las drogas, la seguridad marítima y aérea, o la falta de insumos médicos del lado cubano, o el acceso a tratamientos avanzados contra cáncer y diabetes del lado estadounidense. El conflicto se origina en la existencia e implementación de una política desde los Estados Unidos, que tiene como objetivo el cambio del estado de cosas en Cuba, que utiliza distintas herramientas y funciona a distintas velocidades. Existen otras diferencias de carácter político, ideológico, visión de temas multilaterales que se prolongarán en el tiempo.

Hal Philip Klepak. En lo que tiene que ver con el equilibrio entre cooperación y conflicto, como mencioné, es difícil imaginar un contexto más complicado para Cuba. Hablar de cooperación con Cuba en este momento en Washington es soñar en Technicolor. Si las agencias con responsabilidad para defensa y seguridad buscan activamente más cooperación, no hay mucho que apoye este interés. Más bien, al contrario.

  1. ¿Qué intereses dentro de los Estados Unidos inciden en la relación con Cuba?

Jorge I. Domínguez: Comprendamos quiénes inciden en Estados Unidos en la relación bilateral según los intereses de ese país. Si Cuba carece de importancia estratégica global para los Estados Unidos, sus grandes estrategas se preocupan por otras cosas. Inciden, pues, factores inferiores a los de la más alta política. Al comienzo de la presidencia de Donald Trump, vimos en el seno del gobierno que quienes querían mantener espacios de cooperación con Cuba eran las agencias involucradas en asuntos de seguridad. El Pentágono, el Comando Sur, los Guardacostas y los servicios migratorios valoraban los acuerdos firmados con Cuba en 2015 y 2016. Es lógico suponer que desearían reactivar la cooperación para combatir el narcotráfico y para normalizar las relaciones migratorias. Fue el personal de la embajada de los Estados Unidos en La Habana quienes más se opusieron a la interrupción de las labores diplomáticas y consulares normales. Fuera del gobierno, se opusieron a las medidas que dificultaron o impidieron sus relaciones las universidades, los artistas, los científicos, las organizaciones ambientalistas, las iglesias, la Cámara de Comercio, los exportadores agrícolas, las empresas de alta tecnología, las líneas de aviación, las empresas hoteleras, y algunos posibles inversionistas, y, por supuesto, una buena parte de la comunidad cubanoamericana. Por tanto, todos ellos favorecen la reactivación de relaciones. Los factores ideológicos, que nunca han desaparecido de la relación bilateral, recibieron un impulso bajo Trump, en parte por razones de política interna. La prioridad electoral del Estado de la Florida para la reelección del presidente y el peso de legisladores de origen cubanoamericano, cada vez más numerosos y poderosos, en ambas Cámaras del Congreso, promovieron la aplicación de nuevas sanciones y se oponen ahora a su eliminación. Biden comienza reafirmando que Cuba no es prioritaria en su política exterior ya que carece de valor estratégico global. Hay, sin embargo, un nuevo factor. Este presidente ha adoptado una política de sesgo ideológico en relación con China, ejemplo de la lucha entre democracias y autocracias, que incide en general sobre su política exterior. Entonces, surgen las protestas en Cuba del 11 de julio, y días siguientes, con un detalle novedoso. La prensa oficial cubana ayuda a persuadir a la Casa Blanca de que, por fin, las sanciones económicas son eficaces para promover un cambio político en Cuba. Mientras más la prensa en Cuba insista en que las protestas se deben principalmente a injerencia externa, más probable es que el presidente Biden retenga y expanda las sanciones.

Raúl Rodríguez: Dentro de los actores en estadounidenses interesados en el mejoramiento de las relaciones bilaterales, en un primer nivel de prioridad por su influencia, sobresale el sector de negocios en las siguientes esferas: agroindustrial, aerolíneas, industria de cruceros, viajes y alojamiento, así como telecomunicaciones. Estos se han mantenido como los que pueden contribuir al desmontaje gradual de aspectos del bloqueo económico y financiero, porque aglutinan apoyo en ambos partidos en los Estados Unidos y en amplios sectores de la sociedad. En este sentido, hay que señalar que, aunque hay ventajas para las compañías estadounidenses, puesto que el sistema de sanciones económicas hace que muchas de las interacciones con estos sectores mencionados sean de una sola vía, desde los Estados Unidos hacia Cuba. Sin embargo, también hay algunas ventajas menores para Cuba, sobre todo en la importación de alimentos, por los precios comparativamente más competitivos de los productos estadounidenses y por la cercanía geográfica que reduce tiempo y costo de transportación. En general, Cuba acepta una relación carente de balance. También existe una empresa mixta en el ámbito farmacéutico. Otros sectores con potencial son el portuario, el energético, el de materiales de la construcción y el deporte. Finalmente, pueden incidir en menor medida el académico, el religioso, el cultural y el científico, como modelo de relación mutuamente ventajosa, basada en la igualdad soberana. La comunidad cubana en los Estados Unidos, conformada por múltiples actores con diferentes agendas, intereses y prioridades, tiene participación en la política hacia Cuba tanto en el diseño como en su implementación. Su incidencia está asociada esencialmente a: 1) La importancia sobredimensionada que le otorga la Casa Blanca al voto cubanoamericano durante los ciclos electorales. 2) La existencia de grupos que reciben financiamiento gubernamental y son utilizados como instrumentos de la política subversiva. Estos se han fortalecido en los últimos años, fundamentalmente desde la llegada de Donald Trump a la presidencia y han mostrado su nivel de influencia en la situación actual. Aunque hay sectores de la comunidad cubana que favorecen una mejoría de las relaciones con Cuba y no se deben dejar de mencionar, su capacidad de influencia en el contexto político se ha visto disminuida.

Gabriel Vignoli: Los intereses en los Estados Unidos hacia Cuba son muy heterogéneos. Y dado que la nación se está interrogando sobre su propia identidad, a raíz de Trump y de la Covid-19, creo que “intereses” puede también traducirse en “preguntas”. ¿Qué preguntas hay con respecto a Cuba, y cómo se la puede usar para desequilibrar un discurso en busca de renovación? 1) Partido demócrata. Por un lado, el centrismo de Biden, quien en este momento no es capaz de cambiar el discurso –sea por su biografía, por Bob Menéndez, por miedo a perder la Florida, o por otra razón–, cómo su reacción retórica al 11J ha aclarado. Por otro, hay un ala más progresista (Bernie Sanders, Alexandria Ocasio-Cortez) que quiere acabar con el bloqueo y con ello están cuestionando la gramática política de los Estados Unidos. Creo que Cuba debería enfocarse más en ellos, y en el pueblo de los Estados Unidos, que en un Biden maniatado. 2) Comunidad cubana de Miami. Cuando lo de las avionetas de “Hermanos al Rescate”, en 1996, la comunidad cubanoamericana, más o menos unida, le dijo a Clinton que si atacaba a Cuba ellos iban a quemar Miami. En 2021, la comunidad cubanoamericana incitó a la violencia y perdió credibilidad política (de los más de cien barcos que iban a venir a Cuba, zarparon, tímidamente, cuatro). A raíz del 11-J, esa comunidad se está haciendo preguntas que no se hacía antes (“¿Qué vale más: la sangre de mi familia o el anticastrismo?”). Las respuestas conllevaran, creo/espero, a una crisis política y de imaginario, y a un cambio de índole en Miami. 3) Desde Obama hay un lobby pro-Cuba en los Estados Unidos que posiblemente tome más fuerza a raíz del fracaso del 11-J en Florida. 4) Pueblo de los Estados Unidos. El más ignorante y el más permeable, ya que él mismo está reconstruyendo su gramática política, por lo menos desde el asesinato de George Floyd. El ciudadano medio sabe muy poco de Cuba, y el interés por el socialismo está creciendo, sobre todo en la juventud. Enseño en la universidad más de izquierda de los Estados Unidos, en el corazón de Manhattan. Mis estudiantes tienen camisetas del Che, leen su obra, se visten cómo los “mikis” habaneros, y se declaran socialistas y anarquistas. Se hacen las mismas preguntas de los jóvenes cubanos ¿Por qué no empezar por ahí?

José R. Cabañas: A los anuncios del 17 de diciembre de 2014 se llegó por varios caminos. Dentro de los Estados Unidos cristalizó la percepción de que la política de bloqueo y máxima hostilidad contra Cuba era fallida. La diplomacia estadounidense concluyó que no podía avanzar su agenda en América Latina si trataba de mantener apartada a la Isla. Un importante sector de negocios se interesó en las nuevas facilidades que ofrecía Cuba para la inversión extranjera y el comercio en general. Se desarrolló el argumento de que otras potencias podrían tomar ventaja de tales oportunidades. Fueron perceptibles los cambios en el interior de la emigración cubana, en función de la agenda familiar y por el acercamiento a su país de origen. Una multiplicidad de ONG, desde las religiosas hasta las medioambientalistas, han desarrollado durante años una relación directa con contrapartes cubanas, lo que alcanza momentos de madurez. En los ámbitos científico, cultural y académico hay plena conciencia de que a través de la cooperación bilateral se pueden alcanzar hitos para el bienestar de ambos países y de la región.

Hal Philip Klepak. Los intereses que inciden en esta situación son defensa y seguridad, el Departamento de Estado, elementos de la industria agrícola de los Estados Unidos, sobre todo en algunos estados claves, los cubanoamericanos en su conjunto, y en particular los miembros de la Fundación [Cubanoamericana] más ricos y decididos. Se ha dicho muchas veces, pero en estas dos últimas semanas hemos tenido la prueba aún más contundente de que Cuba para los Estados Unidos es una cuestión de política interna y no externa.

  1. ¿Qué factores dentro de Cuba favorecen la normalización? ¿Cuáles la desfavorecen?

Jorge I. Domínguez: En Cuba favorecen una normalización de las relaciones con los Estados Unidos las contrapartes de quienes, en aquel país, favorecen las relaciones con Cuba. Desaparecida la Unión Soviética, fue el General de Ejército Raúl Castro quien comprendió, con claridad, que la seguridad de Cuba requería aplicar el tipo de medidas de confianza mutua que se habían desarrollado en Europa durante la Guerra Fría. Acuerdos entre Guardacostas y Guardafronteras, acuerdos en el entorno de la base naval de Estados Unidos, cooperación eficaz para evitar desastres migratorios y cooperación en la lucha contra el narcotráfico ejemplificaban intereses bilaterales compartidos. La labor de todas las agencias en Cuba implicadas en esas relaciones mejoraría si las relaciones de cooperación se reactivan. La economía cubana, en particular su pequeño sector privado, prospera gracias al turismo internacional. Esa es una fuente decisiva de ingresos. Antes de las sanciones impuestas bajo Trump, los Estados Unidos se convirtieron en la principal fuente de visitantes extranjeros en Cuba, combinando cubanoamericanos y otros. Sin esas sanciones prosperaría más el sector privado en Cuba, y la economía nacional. Los intercambios académicos, culturales, y científicos requieren un espacio más permisivo en las relaciones bilaterales. Las relaciones entre iglesias fueron entorpecidas menos, pero las iglesias también respaldan una mejor relación bilateral. El presidente Miguel Díaz-Canel y el canciller Bruno Rodríguez demuestran cotidianamente tanto el valor de una mejor relación bilateral como su dimensión compleja. Usan Twitter –para expresar sus ideas y para quejarse de Twitter–, sumándose así a una cultura transnacional global que se beneficia de Internet y se queja de sus imprescindibles agentes cibernéticos. ¿Quién se opone a este futuro deseable? Una hipótesis es que quienes prefieren negar que en Cuba hay razonables motivos de quejas, por distintas causas y en todas partes del país, consideran útil achacarle a los Estados Unidos todos los males que puedan ocurrir en la Isla. Desde esta perspectiva, es políticamente valioso que las relaciones bilaterales sean profundamente hostiles, ya que permite encubrir cualquier error cometido en Cuba, y justificar la adopción de medidas que de otra manera serían impensables. Permite evitar explicarle a la población por qué ocurren cosas que les dificultan múltiples dimensiones de su vida.

Raúl Rodríguez: Primero hay que definir normalización como relaciones diplomáticas plenas entre ambos países, eliminación de la clásica agresividad y prepotencia, que prevalezca el diálogo y la negociación, y el respeto mutuo a la soberanía y los principios de ambos países. Es un proceso que implica el reconocimiento de la necesidad y la aplicación de medidas para reducir la tensión y la fricción, contener o resolver las principales fuentes de conflicto, y donde debe prevalecer el compromiso político y diplomático entre ambas partes. Primeramente, no favorece a la normalización el peso de la historia y el nacionalismo cubano, resultado de la indecencia que sucesivos gobiernos de los Estados Unidos han tenido en la evolución republicana de Cuba, desde William McKinley hasta Dwight Eisenhower, y desde este, curiosamente como puente, hasta Joe Biden, como ha escrito recientemente Louis Pérez. Durante más de ciento veinte años, los Estados Unidos han “apoyado al pueblo cubano”. Ello ha significado intervención armada, ocupación militar, intentos de cambio de régimen e intromisión política, todos hechos normales en las relaciones entre los Estados Unidos y Cuba en los sesenta años anteriores al triunfo de la Revolución cubana. En los sesenta posteriores, apoyar al pueblo cubano ha significado aislamiento diplomático, invasión armada, operaciones encubiertas y sanciones económicas. En segundo plano, la variable interna cubana, la situación económica y política, incide en la posibilidad avanzar hacia la normalización. En la medida en que los sectores de la clase dominante de los Estados Unidos y sus aliados anexionistas perciban que la economía cubana no se recupera y se ve afectada la cohesión alrededor del proyecto político y económico, esta situación se convierte en una oportunidad para lograr el objetivo de cambio de régimen y devolver a Cuba a su esfera de influencia. Entonces, la normalización, como se concibe desde Cuba, no sería necesaria. Sin embargo, debido a los amplios vínculos socioculturales entre ambos países, amplios sectores de la sociedad cubana favorecen una normalización, sin subordinación, en un contexto de vecindad con los Estados Unidos, que ya se hizo evidente durante el breve período de los dos últimos años de la administración Obama. El desarrollo de la comunidad científica y académica cubana también apoya un proceso de normalización debido a que la interacción con sus pares estadounidenses es muestra de relaciones mutuamente ventajosas.

Gabriel Vignoli: Normalización no es más una palabra viable –más adelante me referiré a ello. Propongo “diálogo”, pero hay que buscar otra. FACTORES EN FAVOR DEL DIÁLOGO. 1) La articulación de una gramática política proactiva que incluya las diferentes voces y preguntas aún sin respuesta qué han surgido en Cuba, por lo menos a partir de la pandemia y de la Tarea Ordenamiento. La cohesión política se logra y transmite a través de la heterogeneidad: tanto adentro como afuera. ¿Cuáles son las preguntas del pueblo? Si no se articulan aquí, el riesgo es que se articulen en Miami o en Washington. 2) Organizar una campaña mediática orientada hacia el pueblo estadounidense, más que hacia su gobierno. Temas raciales, medioambientales y sociales son asuntos que el pueblo “yuma” siente más cercanos que el bloqueo. Son los que desgarran la fábrica social que va de Alabama hasta Alaska, más que de Washington a Miami. Este puede ser un vehículo para poner a Cuba en la agenda pública, que en este caso es más que política, de los Estados Unidos. 3) Un cambio en el discurso contra el bloqueo, tanto retórico como estratégico, orientado no hacia el gobierno de los Estados Unidos, sino a la comunidad internacional, para inducir un cambio de actitud que vaya más allá del voto contra el bloqueo –simbólicamente fundamental– en Naciones Unidas. FACTORES EN CONTRA DEL DIÁLOGO 1) La fortaleza sitiada. Sí lo está, pero reiterarlo nuevamente no ayuda el diálogo con los Estados Unidos y no aporta nuevos criterios al pueblo cubano. 2) La centralización y el burocratismo excesivos (por ejemplo, el Plan de Manejo Integral de La Habana 2019-2030 fue publicado en 2021, con datos de 2013, y sin un verdadero programa de gestión y monitoreo). 3) Las reformas administrativas son insuficientes para el futuro del país. Deben ser de mayor calado. El socialismo en Cuba es mucho más que dogmatismo ideológico: su renovación sobre la base del presente contexto es clave para un país más fuerte y, por ende, en mejor posición para dialogar con, y más allá de, contexto.

José R. Cabañas: Desde el punto de vista oficial, Cuba siempre ha tenido una posición coherente de favorecer un diálogo que conduzca a la normalización desde posiciones de respeto mutuo y reciprocidad. Quizás un primer problema surge al interpretar, desde ambas partes, qué significa el estado de normalización, que obviamente solo podría lograrse sobre la base del reconocimiento de la institucionalidad que se ha dado cada país. En Cuba siempre ha existido un sector de la población que ha expresado dudas genuinas sobre la eventualidad de poder lograr tal propósito, o incluso sobre la conveniencia de hacerlo, si es que dicha normalización sirve como preludio al “cambio de régimen”. Posiblemente ese sector haya crecido al ver cómo los tenues avances que tuvieron lugar bajo el gobierno de Obama fueron borrados de un plumazo por Trump. Cualquier avance futuro hacia la normalización debe ir acompañado de cambios legislativos en los Estados Unidos, pues resulta insostenible una relación bilateral que esté a expensas de los cambios ejecutivos en Washington cada cuatro años.

Hal Philip Klepak. Los factores que favorecen la cooperación y la normalización son los que tienen que ver con las ventajas de dos vecinos cooperando en una gama inmensa de problemas compartidos: inmigración. medio ambiente, estabilidad regional y sub-regional, lucha contra el crimen internacional y el narcotráfico, enfrentamiento a desastres naturales, salud pública internacional, la paz internacional, etc. Los factores que las desfavorecen son la historia trágica de la relación, una falta de confianza en el otro reforzada por eventos recientes, el papel particular de cubanoamericanos (sus divisiones y deseos contradictorios), el simple desequilibrio en el balance de poder entre los dos y las sospechas que nacen de esto y muchos más.

  1. Si tuviera que aconsejar a los dos gobiernos para facilitar el diálogo y retomar la normalización, ¿qué les diría?

Jorge I. Domínguez: Si el gobierno del presidente Biden le hace caso al periódico Granma, debe revertir las sanciones adoptadas bajo Trump y regresar a lo que fue la política de Obama al final de su presidencia. El impacto de los Estados Unidos sobre la sociedad cubana es extraordinario. Twitter, Google y Facebook, entre otras, transforman la vida política y económica de la nación. Si la promoción de un cambio político en Cuba es un propósito de ese gobierno, la apertura bilateral es el mejor instrumento. Si el gobierno del presidente Díaz-Canel le hace caso a lo que él mismo ha dicho, hay muchas cosas que cambiar en Cuba, no porque las exija un gobierno extranjero, sino porque esos cambios son sensatos para los propios intereses de Cuba. Algunos de esos cambios ya van comenzando. Son las medidas que pueden permitir un funcionamiento más amplio y eficaz del sector privado. Serían medidas que ubicarían bajo control civil todas aquellas empresas estatales que no son necesarias para el funcionamiento de las fuerzas militares. Pero serían también medidas que le permitieran a los ciudadanos controlar mejor el desempeño público. Un simple ejemplo es la aplicación de la ley electoral municipal al ámbito nacional, es decir, requerir por lo menos dos candidatos por escaño a elegir en la Asamblea Nacional, lo que permite a los votantes a ejercer una verdadera soberanía. Cuba puede adoptar estas medidas porque mejoran y profundizan un desarrollo próspero y sostenible. De más está decir que tales cambios, por decisión propia, facilitarían también cambios en la política de los Estados Unidos. Tanto por razones de mejores resultados en el país y de política exterior, serían cambios útiles, por aplicarse sin pausa y con mucha prisa.

Raúl Rodríguez: Primeramente, se deben revisar experiencias anteriores de intentos de normalización y reducción de tensiones durante los gobiernos de Kennedy, Ford, Carter y Obama, para evaluar en qué medida se avanzó y los beneficios que trajo, tanto para la relación bilateral como para las relaciones hemisféricas. Promover el diálogo y la interacción, donde prevalezca la negociación y la igualdad soberana a pesar de la inmensa asimetría que existe entre ambas naciones. El abordaje de este tema debe partir de la premisa de que nuestras naciones están obligadas a convivir, nos guste o no. La convivencia es una necesidad objetiva y es ventajosa para ambas partes. A partir de experiencias anteriores donde ha existido y aún existe colaboración mutuamente beneficiosa, comenzar construir algún nivel de confianza mutua y promover formas de convivencia entre Cuba y los Estados Unidos debe partir de un contexto de “vecindad”, no necesariamente de aliados y mucho menos de subordinación de Cuba a los intereses de los Estados Unidos.

Gabriel Vignoli: Vicente Aleixandre preguntaba «¿Para quién escribo?» O sea, ¿cuál es el público? El público, tanto en Cuba como en los Estados Unidos, está cambiando a una velocidad sideral. La pandemia, el asesinato de George Floyd y los eventos del 11-J son momentos de ruptura y transformación de los patrones de diálogo entre, y adentro de, ambos países. La “comunidad cubanoamericana” y el “pueblo” cubano son más heterogéneos de lo que parecía. Una clave para facilitar el diálogo es involucrar estos diferentes “públicos” que se han visibilizado en lo que va de 2021. Hablar al “otro” implica hablar consigo mismo. Más bien, hay que hablar consigo mismo antes de hablar con el otro.Por ende, yo buscaría otra palabra que no sea “normalización”: es una vuelta a un pasado que ya no existe. Ambos países son diferentes hoy con respecto a 2014: en su liderazgo (Biden no es Obama, Díaz-Canel no es Raúl Castro), en su población, en su maquinaria político-administrativa, y en los múltiples efectos de la pandemia. Las consecuencias de Trump y de la Covid 19 se harán sentir por años, en ambos países. No creo que sea posible “volver” a la era pre-Trump, aún menos después del 11-J. Hay que forjar un diálogo sobre nuevas bases: el presente lo impone. Un primer punto puede ser el estudio de nuevos memorandos de entendimiento en temas de beneficio recíproco, o sea, una normalización como METODOLOGIA más qué como discurso/instrumento político/diplomático.A la vez, a raíz de los eventos del 11-J, Cuba se ha convertido en una prioridad de los Estados Unidos, aunque no por las razones esperadas. Y varios actores que hasta hace poco se mantenían al margen –China, Rusia, la Unión Europea y Naciones Unidas–, están convirtiendo el diferendo Cuba- Estados Unidos en un asunto multilateral. Mientras más dure, mejor para Cuba, pero a la vez pone al país frente a la disyuntiva de hablar consigo mismo, a partir de su heterogeneidad –para encontrar una nueva voz y para que otros no terminen hablando por él.

José R. Cabañas: Para llegar al diálogo hay que construir cierta confianza (confidence building). Esta última fue muy dañada y destruida durante los años de Trump y no se ha recuperado bajo el liderazgo de Biden. Para que pueda surgir una percepción de confianza se debe apreciar que la contraparte cuenta con un equipo de funcionarios preparados para el ejercicio con indicaciones claras y argumentadas. Del lado estadounidense no hay nada ni parecido en estos momentos. La parte cubana, aún bajo las condiciones impuestas por el gobierno de Trump, reiteró una y otra vez propuestas para, al menos, implementar los memorandos firmados antes, para sostener conversaciones en temas técnicos. Es decir, ha tratado de propiciar el diálogo de forma reiterada sin recibir respuesta, no ha estado inactiva esperando por una invitación. Es del lado cubano donde hay mejor comprensión de las consecuencias de que no existan canales de diálogo. De este lado no funcionan las presiones de los ciclos electorales, ni la necesidad de tratar de agradar a grupos de votantes y mucho menos tratar de aparentar una posición dura en temas internacionales para ser mejor aceptado en lo interno.

Hal Philip Klepak. Si fuera a aconsejar: 1 Multilateralismo para mostrar con otros a los Estados Unidos la utilidad de trabajar con Cuba en esfuerzos de salud pública, vinculados con Covid, y más allá de eso; trabajar con países del Caribe en desastres naturales, inmigración, crimen organizado, narcotráfico, y otros, para ganar más adeptos para la cooperación en el interés de los Estados Unidos y no solamente en el de Cuba. 2 Diálogo más activo con la comunidad cubana en el exterior 3 Proyectos específicos de cooperación presentados por Cuba en los campos de la seguridad, la salud pública, la educación etc. Habiendo dicho todo esto, lo importante es sobrevivir hasta la llegada de mejores tiempos. La unidad del pueblo cubano detrás de una revolución renovada, confiada, llena del espíritu de cambios, listo para aún más sacrificios, pero frente a un programa poderoso y profundo de reformas, me parece necesario para producir el ambiente en que los Estados Unidos querrán cooperar con Cuba y lo harán porque esta, como siempre, tiene mucho que ofrecer a países dispuestos a cooperar con la Isla.

Tomado de: Catalejo. El blog de Temas

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