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“Aún no sabemos cuántos casos de bebés robados a mujeres indígenas hay en Perú, ni siquiera si continúan hoy”

Melina León, cineasta peruana Foto Golden Globes

Por Jose A. Cano @caniferus

La génesis de Canción sin nombre empieza con una llamada de la activista francesa de origen peruano Celine Giraud a Ismael León, padre de Melina León, directora de la película. Giraud era la fundadora de La Voix des Adoptes, una ONG francesa dedicada a reconstruir la vida de niños robados y adoptados de forma ilegal en Francia. Ella misma pudo encontrar a su madre biológica en Perú gracias a los recortes de prensa de los reportajes que León, el padre, escribió en los primeros años 80. Este contacto animó a León, la hija, a convertir la historia de aquellas mujeres y aquellos bebés en su primer largometraje. Y, en entrevista con El Salto, a confesarnos que tras décadas de investigación “no solo sigue pasando, es que no sabemos cuántos casos de bebés robados a mujeres indígenas hay en el Perú”.

La película cuenta la historia de Georgina, una mujer de etnia andina que junto a su marido se muda ya embarazada a Lima a finales de los 80, expulsados de su lugar de origen por los enfrentamientos entre el Ejército y Sendero Luminoso. En la capital peruana se dedica a vender papas en el mercado de la ciudad hasta que da a luz y su bebé, una niña, desaparece. Georgina no recibe ninguna explicación ni ayuda de las autoridades, apenas el apoyo de otras mujeres en parecida situación, hasta que aparece Pedro Campos, un periodista limeño de origen mestizo y homosexual en secreto, que decide sacar a la luz el robo sistematizado de los hijos e hijas de las mujeres indígenas.

En su recorrido por más de 100 festivales de todo el mundo, Canción sin nombre ha cosechado más de 40 galardones, como el premio a Mejor largometraje en el Festival de Estocolmo (Suecia), CineVision a Mejor Película Internacional de un Nuevo Director en el Filmfest München (Alemania), Mejor Dirección en el Festival de Thessaloniki (Grecia), el Premio FIPRESCI a Mejor Película del Festival du Nouveau Cinéma de Montreal (Canadá), y el Colón de Oro a Mejor Largometraje en el Festival de Cine Iberoamericano de Huelva (España), entre muchos otros. Entre otras cosas, le valió para ser estrenada en Netflix en enero de 2021 y en España también está disponible en la plataforma Filmin.

La directora explica que durante la parte de documentación la Policía le aseguró que es imposible saber el número total de casos de robos de niños “porque en los 80 en Perú era mucho más fácil falsificar documentos y era muy peligroso investigar a estas mafias. Los diarios de la época calculaban unos pocos cientos de víctimas por lo que pudieron demostrar, pero es imposible saberlo”. Incluso “constatamos que estos robos siguen existiendo y que algunas mafias de robo de niños aún funcionan porque hay policías y jueces que lo permiten… mejor dicho, esos policías y jueces forman parte de las mafias”.

La cineasta, que estrenó en la quincena de realizadores de Cannes y con su cinta ha sido candidata por Perú a la nominación al Oscar a Mejor Película Internacional y al Goya a la Mejor Película Iberoamericana —“me di cuenta de que los premios no son como los festivales, en los festivales el jurado sí se ve la película”—, se lamenta de que aunque Canción sin nombre ha sido bien recibida en su país, “los robos de bebés y la violencia contras las mujeres o los pueblos indígenas no son un tema de debate o actualidad. Si acaso se habla de las esterilizaciones forzosas de Fujimori, pero como forma de denostar ese periodo, no como crítica al racismo”.

León se hizo cercana de una madre afectada “que nunca recuperó a sus hijos. Fueron robados mayores, y los pudo localizar y los llegó a conocer a través de la fundación de Celine, pero nunca recuperó la relación. Es uno de muchos. Sabemos que hay muchísimos casos más que nunca se resolvieron”. Si necesitaba más pruebas de la actualidad del tema, en 2018 se destapó una red de tráfico con sede en Arequipa, la segunda ciudad del país. También investigó el fenómeno a nivel mundial, escandalizándose con casos como el desvelado por la BBC en 2019 de las “granjas humanas” en Nigeria.

Una actriz no profesional para un personaje indefenso

A la protagonista Georgina le da vida Pamela Mendoza, antropóloga y actriz del teatro comunitario a la que León eligió porque “me parecía absurdo recurrir a actores que, por su procedencia, han podido acceder al teatro profesional cuando queríamos reflejar el enorme abismo que hay en Latinoamérica para las personas de ascendencia indígena. Era más lógico recurrir a personas que hayan sufrido en carne propia la marginalización y la racialización y buscar entre ellas el talento”. Mendoza es hija de migrantes andinos y en las entrevistas ha explicado varias veces que de alguna manera interpreta la historia de su madre y sus tías, excepto por la parte del robo.

Georgina y su marido, Leo, al que pone rostro el actor Lucio Rojas, van y vienen al centro de Lima caminando desde una casita en uno de los acantilados que rodean la ciudad, un desierto que cuelga sobre el mar, en planos que subrayan su indefensión. “Lima es una ciudad capital de un país que no está hecho para servir a la mayoría de gente descendiente de indígenas, de quechuahablantes o de andinos. Los mestizos que hablamos el castellano como primer idioma adquirimos un estatus mayor, pero el que se nota más andino, como el caso de Pamela, lo tiene peor”, explica la directora. Ella misma lo sabe por la historia de su padre, cuya familia paterna blanca nunca lo reconoció.

En el caso del personaje de Pedro Campos, el periodista que interpreta Tommy Párraga, León decidió añadir su homosexualidad a la condición de mestizo para añadir “las otras formas de violencia que vivimos. Esa pequeña historia de amor que él vive en segundo plano no estaba en los primeros borradores del guión, pero creí que a una audiencia internacional, que no supiese tanto del racismo en Perú, le ayudaría a entender por qué se solidariza con ella”. A su padre, Ismael León, “la condición de mestizo lo hizo rebelde y muy solidario con la gente marginalizada. En el periodista de la película, que viva un romance es una forma de indicar que en la vida también pasan cosas con luz”.

Cuando le preguntamos por el balance sobre la situación de las comunidades indígenas en los 40 años pasados desde los primeros reportajes de su padre, la cineasta es pesimista. “La violencia que sigue habiendo se ve en cómo ha afectado la pandemia a los descendientes de indígenas, por ejemplo. Por darte un dato, había 100 camas de UCI en Perú a principios de 2020, la gran mayoría en Lima. Imagínate lo que pasó en zonas como Iquitos, en la selva de Perú, o en Arequipa, que solo tenía tres camas de UCI. Por eso han muerto más de 200.000 personas. Cualquier avance que haya habido no sé en qué lo podemos traducir”.

Aunque sí observa una revalorización de las culturas indígenas en cuestiones como “la debacle del cambio climático. El mundo ha vuelto sus ojos a los indígenas al darse cuenta de que el modelo en el que estamos es destructivo y su forma de vida es un contrapeso”. Melina León es la primera mujer peruana invitada a Cannes, lo que considera “una muestra del interés que hay por el tema a nivel internacional: por el trabajo de las mujeres, por la vida de los indígenas, por los Derechos Humanos en el Perú…”.

Tomado de: El Salto

Tráiler del filme canción sin nombre (Perú, 2019) de Melina León

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Comedia social, espionajes, vampiros y casinos del capitalismo para gozar de otros cines políticos

Fotograma del filme La nube (Francia, 2020) de Just Philippot

Por Ignasi Franch @ignasifranch

A lo largo del año, las salas comerciales del Estado han proyectado muy buenos ejemplos de obras cinematográficas vinculadas con los caminos más establecidos de lo que se suele considerar como la rama principal del cine político: el drama social. Libertad, de Clara Roquet, o Mi mejor amigo, de Ferit Karahan, han evidenciado la vigencia perdurable de este género.

Roquet, guionista de 10.000 km, aludió a las diferencias sociales por motivos de clase y de origen a través de la historia de la amistad (¿difícil, imposible?) de una adolescente de buena familia y de la hija de la empleada doméstica de la casa. Karahan usó un mecanismo habitual del audiovisual crítico del presente que mantiene una relación dificultosa con la censura, el uso de niños como protagonistas, para un drama con componentes de historia contrarreloj al estilo de los hermanos Dardenne de Dos días, una noche. Y Las mil y una, de la realizadora argentina Clarisa Navas, fue un ejemplo de vitalísimo drama LGTBQ+ atento a la problemática múltiple de su protagonista: mujer, joven, homosexual y originaria de un barrio popularísmo. Navas se adentró en la vida de una joven de Corrientes a través de un dispositivo estético que prima la proximidad.

En otro pilar del relato fílmico del mundo, el cine documental, se han visto propuestas tan estimulantes como La primera mujer. La nueva película de Miguel Eek fue principalmente un retrato de la persona protagonista: Eva quiere recuperar su soberanía individual y lo que considera una vida normal después de años de adicciones y problemas de salud mental que condujeron a un internamiento en dependencias psiquiátricas. El optimismo y la energía casi sobrehumanos de esta mujer madura pueden hacer que la audiencia se pregunte qué se exige a las personas que han sido institucionalizadas para recobrar su soberanía individual.

El músico y cineasta Miguel Ángel Blanca también optó por la observación lacónica, sin dispositivos periodísticos ni comentarios explícitos, en ese retrato de quienes viven todo el año en una localidad orientada al turismo: la sugerente Magaluf ghost town habitada por hijos de restauradores con visiones contradictorias sobre el sector o camareras de habitación que establecen amistades imprevistas.

Otras propuestas, como la espectacular mezcla de ensayo histórico y observación del presente Luz por todas partes, parecen condenadas a vivir en la gran pantalla solo en pases específicos normalmente vinculados a festivales cinematográficos y encuentran su espacio en las plataformas de streaming más sensibles al cine de autor.

Más allá de estos exponentes del drama social y del documentalismo que captura el presente con una mayor o menor intención crítica, el 2021 audiovisual también nos ha dejado interesantes ejemplos de películas que abordan realidades incómodas desde los códigos del cine de género.

Kiyoshi Kurosawa ha optado por hacer memoria del Japón genocida a través de una calmosa historia de espías ambientada en la II Guerra Mundial. Neus Ballús ha abordado un problema de gran calado como la exclusión del migrante, como una cierta xenofobia practicada desde la base de la pirámide social clasista, a través de la comedia. La nube sugiere que la necesidad de dinero puede sacar a un mad doctor de cualquiera de nosotros. Y El contador de cartas explica una historia sobre la posibilidad de que te toque la pedrea en la lotería del capitalismo, siempre que aceptes un espacio secundario en su casino.

La mujer del espía: moroso thriller sobre los horrores del pasado imperial japonés

El veterano Kiyoshi Kurosawa (Pulse, Tokyo sonata) recibió el León de Oro en Venecia con este magnífico thriller de resistencias por motivos humanitarios, de dudas en la relación con la patria y con el cónyuge. Un comerciante en buena situación económica parece vivir una doble vida en el Japón de la II Guerra Mundial. Su esposa, que sospechaba de un posible romance, debe enfrentarse con una revelación que le impactará: su marido intenta hacer llegar a las fuerzas aliadas una documentación que atañe a los letales experimentos científicos de guerra bacteriológica con prisioneros y con población civil cometidos por el ejército nacional en Manchuria.

La mujer del espía es una artesanal reconstrucción de época capturada con avanzadas cámaras digitales. El resultado se sitúa un paso más allá de las mejores traducciones a imágenes, a veces agradablemente meditativas, de obras escritas por John Le Carré. La propuesta de Kurosawa puede remitir a ejemplos militantemente antiespectaculares de la narrativa de espías, como la rohmeriana Triple agente. La propuesta no solo puede resultar contrahegemónica por su alejamiento de las inercias del cine de geopolíticas falleras y pop.

Kurosawa también trata del incómodo pasado imperial de crímenes de guerra contra las naciones del entorno y choca con las visiones autocompasivas del recuerdo de la II Guerra Mundial desde el audiovisual japonés. Y lo hace con sutileza, sin imágenes de heroicas batallas y de violencias supuestamente empoderantes. El recorrido acaba con imágenes de llamas y gritos lejanos: el horror militarista es castigado por una soberbia aliada que deriva en masacres cometidas mediante bombas incendiarias y atómicas.

Seis días corrientes: comedia agridulce sobre exclusiones y frustraciones

La realizadora de La plaga o El viaje de Marta, Neus Ballús, se había preguntado públicamente por qué el cine social tenía que ser deprimente. Su tercer largometraje parece surgir, en parte, de esta reflexión. Ballús opta por la comedia para acercarse a las exclusiones cotidianas que sufre la población migrante… y a los miedos y las frustraciones de esos otros personajes secundarios del capitalismo que también juegan al juego de querer excluir. Un lampista de una pequeña empresa de reparaciones no quiere que su compañero se jubile, y encaja de malas maneras que la persona que hace la prueba para sustituirlo sea un hombre marroquí. Durante una semana, Valero hará la vida imposible a Moha.

Seis días corrientes se sitúa muy lejos de la astracanada. Su autora ha empleado las herramientas del documental de creación, y se nutre de las vidas y las personalidades reales de sus no-actores, lampistas de profesión, para ir modelando la ficción. La abundancia de humor, incluido el humor físico, no conduce a un visionado complaciente con la audiencia.

Como en la anterior El viaje de Marta, Ballús puede usar unas formas más o menos accesibles, pero parte de una mirada afilada a los desafíos sociales de nuestro tiempo que puede provocar alguna herida por arma blanca fílmica la audiencia. Por una parte, se opta por la ternura y también por el deseo de escenificar acuerdos y alianzas posibles que abren la puerta a una cierta esperanza. Ya lo hizo Ballús en su anterior filme, donde las pequeñas apuestas individuales por la comprensión mutua matizaban el posible desconsuelo ante problemas sociales (como el neocolonialismo económico o la xenofobia) de gran magnitud y de imposible resolución inmediata. Con todo, el visionado y disfrute del filme nos puede hacer plantearnos preguntas incómodas. ¿De qué nos reímos? ¿Qué lugar ocupamos dentro de la cartografía social de las opresiones?

La nube: el monstruo es la necesidad de capital

Una mujer ha iniciado un proyecto de granja de langostas destinadas al mercado de las harinas animales que hace aguas. Ante la idea de una quiebra que socavaría el bienestar propio y las oportunidades de sus hijos, Virginie descubre que el negocio requiere de su sangre (literalmente) para ser rentable. Esta estirpe de rentables langostas vampiro resultará, por supuesto, progresivamente amenazante y exigirá sacrificios cada vez más difíciles de llevar a cabo.

El realizador francés Just Philippot debutó en la dirección de largometrajes con una nada disimulada metáfora sobre las miserias de la clase trabajadora y de la economía productiva sometida al capitalismo de casino. La nube es un ejemplo de película que se muestra bastante cómoda dentro del campo de juego del cine de género pero que, a la vez, se muestra dispuesta a rehuir algunas de sus inercias y lugares comunes. Su autor, por ejemplo, rehúye los peajes del terror ‘sustocéntrico’ y se muestra más apegado al retrato de personajes con trasfondo alegórico. A cambio, ofrece al público aficionado al fantástico unas imágenes de horrores de los cuerpos que pueden recordar a las pesadillas de David Cronenberg (Videodrome), pero sustituyendo el ciberpunk tecnológico por el horror agrario 100% orgánico.

El contador de cartas: ganarse la vida renunciando a vivir

En calidad de guionista de Taxi driver o Toro salvaje y de realizador de Hardcore, un mundo oculto, Paul Schrader es un histórico de eso que se ha dado en llamar el Nuevo Hollywood. Después de algunos años embarcado en proyectos problemáticos o que han cosechado una visibilidad reducida, el éxito crítico del austerísimo drama El reverendo volvió a situarle en un primer plano. Y su autor vuelve a aplicar un tratamiento muy parecido a una historia ambientada en un entorno bastante diferente: pasamos de un pastor protestante en una crisis múltiple de fe y de salud a un exconvicto veterano de la ‘guerra contra el terrorismo’, reconvertido en anonimísimo profesional del blackjack, cuyo encuentro con el hijo de un antiguo compañero le despierta conflictos internos.

El contador de cartas es, como El reverendo, otro retrato de hombre atormentado muy característico de su autor. Con todo, ambos filmes tratan de la fricción con el mundo circundante, sea a través del horror ante los abusos medioambientales o de la participación en la war on terror. Como noir contemporáneo (y lacónico, y austerísimo) que es, el nuevo filme de Schrader también parece elevar su propio comentario sobre la vivencia del capitalismo. Es algo habitual en un género negro que suele ser terreno abonado para los relatos de vidas extremadamente sometidas al deseo (o la necesidad) de dinero.

También en este aspecto, Schrader opta por adentrarse en parajes psicológicamente turbios y pantanosos. Su antihéroe sacrificial ha optado por ganarse la vida y castigarse simultáneamente: se ha autocondenado a vivir una vida de desarraigo en espacios de tránsito, en habitaciones de hoteles de carretera, en pasillos y mesas de casinos. Una persona a la deriva, con la memoria ejercitada después de años de entrenamiento en la prisión, puede ganar la pedrea del capitalismo cosechando modestas ganancias en el blackjack. Siempre que permanezca en el rincón discreto reservado a los individuos de su clase, siempre que no gane la atención del casino y su banca llevándose beneficios ‘excesivos’.

Tomado de: El Salto

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Manuel Menchón: “La muerte de Unamuno es un relato de Prensa y Propaganda de Falange para ocultar lo que pasó”

Manuel Menchón. Cineasta y escritor español Foto: Málaga hoy

Por Luis Miguel Barcenilla @BarcenillaLM & Jon Bernat Zubiri Rey @jonbernat

Miguel de Unamuno murió, repentinamente, como quedándose dormido, sin dolor, con una babucha chamuscada. Esa es la versión oficial que llega recubierta por palabras de presuntos grandes historiadores e intelectuales hasta nuestros días. Relato que cuestiona Manuel Menchón (Málaga, 1977), cineasta y ensayista, a través de Palabras para un fin del mundo  (2020) y La doble muerte de Unamuno (Capitán Swing, 2021), libro coescrito junto a Luis García Jambrina. “Podemos afirmar que la versión oficial de la muerte de Unamuno es falsa y por lo tanto, hay que seguir investigando. ¿Por qué se crea un relato si no es para sustituir a otro?”, enuncia Menchón.

El 31 de diciembre de 2021 se han cumplido 85 años desde que Miguel de Unamuno muriese en extrañas circunstancias en su casa de Salamanca. La posibilidad de que fuese asesinado cobra cada vez más fuerza.

No sabemos si asesinaron a Miguel de Unamuno, pero podemos asegurar que el relato de su muerte es propagandístico. Parte del órgano de Prensa y Propaganda de Falange, en concreto. Podemos afirmarlo porque el receptor de sus últimas palabras, y es algo que no se nos había contado, no era ni amigo ni alumno ni discípulo, sino el Jefe de Prensa y Propaganda de Falange en Huelva, el señor Bartolomé Aragón. Esto se había ocultado hasta ahora. Además es importante saber que quienes portan el cadáver de Unamuno son cuatro miembros destacados del mismo órgano falangista, a las órdenes de Millán-Astray: Víctor de la Serna (escritor y periodista), Miguel Fleta (tenor), Antonio de Obregón (cineasta) y Salvador Díaz Ferrer (periodista).

¿Y los vínculos entre Millán-Astray y Aragón?

Los hemos encontrado. Cuando Millán-Astray llega a la península para sumarse a los golpistas, participa en un acto multitudinario en Huelva cubierto por el periódico de Falange que dirigía Bartolomé Aragón. Además, se da la casualidad de que Millán-Astray firma la ficha de Falange en la ciudad de Huelva.

Un periódico nada amigable con don Miguel.

Este periódico que dirige Aragón manipula las declaraciones que hace Unamuno. Cuando, supuestamente, don Miguel hace una donación forzada al Movimiento de 5.000 pesetas, que no se ha demostrado que lo hiciera, Bartolomé Aragón pone que habían sido 50.000. Tanto en el titular como en el cuerpo, lo que nos dice que no es una errata. Y por si fuera poco, Aragón tenía formación como economista, por lo que podía discernir entre 5.000 y 50.000 pesetas de la época. No queda ahí la cosa. Es importante reseñar que Aragón, previamente al golpe militar, tenía amistad con Torres López, que durante la guerra será jefe de Prensa y Propaganda de Salamanca, y con Rodríguez Aniceto, que es censor y colaborador de prensa extranjera. Ambos bajo el mando de Millán Astray.

Prensa a la que Unamuno terminó, también, por dejar de lado.

Todos los periódicos que llegaban a Salamanca querían entrevistar a Unamuno. Escogen a periodistas de derechas de medios de derechas. Lo hacen porque luego han de pasar por la traducción que hace el propio equipo de Prensa y Propaganda de Falange. Ponen lo que les da la gana en boca de Unamuno. A partir de ese momento, cuando deja de dar entrevistas, solo podemos fiarnos de sus cartas.

Todo es un constructo casi cinematográfico, ¿no?

Si la muerte está en el centro y hay un paréntesis que lo abre y otro que lo cierra, lo abre el que lo ve morir y preserva sus últimas palabras y lo cierra un funeral falangista para la prensa. El relato oficial dice que Unamuno gritó “Dios no puede abandonar a España, España se salvará porque tiene que salvarse”. Alguien que muere por una hemorragia intracerebral no puede hablar. Y Aragón también dijo que le había visto quedarse dormido. Es contradictorio. La supuesta frase final es muy parecida al lema que utilizaban en los actos de Falange: “Dios por la salvación de España”. En definitiva, la muerte de Unamuno es un relato de Prensa y Propaganda de Falange. Pero ¿Para ocultar qué?

¿Sabemos qué pasó dentro de la casa cuando murió Unamuno? Llega un médico reputado, amigo suyo y dictaminó que, efectivamente, había muerto. Pero ahí todo vuelve a estar descuadrado.

Sabemos qué pasó dentro de la casa y no se ha tenido en cuenta hasta ahora. La primera biografía de don Miguel en español es la de Salcedo, escrita durante el franquismo, donde aparece un documento manipulado. Esta es la versión que llega, la más extendida. Pero un año antes, la investigadora norteamericana Margaret T. Rudd, había entrevistado a la sirvienta de Unamuno, que estaba en la casa cuando todo ocurrió. Ella narra qué pasa cuando Unamuno se queda a solas con Bartolomé Aragón. Es más, Rudd entrevistó al propio Aragón. Ya entonces la investigadora deja caer en el libro, que hasta hoy no ha sido publicado en español pero lo hará próximamente gracias a la Universidad de Salamanca, que la muerte de Unamuno es un relato propagandístico. También describe a Aragón como un hombre muy violento y muy fascista.

A día de hoy, entonces ¿Qué sabemos de lo que pasó aquella tarde de fin de año?

En primer lugar, sabemos que Bartolomé Aragón visitaba por primera vez a Unamuno. Nunca antes había estado allí. Llama la atención que elijas un 31 de diciembre por la tarde para hacer una primera visita a un intelectual. Aragón llevaba en Salamanca desde noviembre, así que podía haber elegido otro día. Segundo, no iba a ser él quien fuera a visitarlo, iba a ir el que en ese momento era Rector [Madruga Jiménez], que sustituía a Unamuno en la Universidad de Salamanca. Madruga finalmente no acude porque tiene que acudir a un funeral. Esto está cotejado. Lo curioso es que se pida cita para visitar a Unamuno dando el nombre de su amigo Madruga. En la casa no había nadie, los nietos y las hijas están viendo belenes. La sirvienta cocina en la planta de arriba y escucha gritos de Unamuno. Esto lo cotejó Rudd entrevistando a la propia Aurelia, la empleada doméstica. Cuando baja a ver qué ha pasado vuelve el silencio y cree que don Miguel simplemente se ha enfadado. La situación se repite pero ahora Bartolomé Aragón señala: “¡Yo no le he matado! ¡Yo no le he matado!”. Según Aragón, Unamuno se había levantado del sillón para gritar la famosa frase. Creo que el falangista pudo decir esto para justificar los chillidos que había oído la sirvienta.

O se quedó dormido como un tierno abuelo hasta la muerte o sufrió hemorragia bulbar, entonces.

Es incompatible. En caso de hemorragia intracerebra lo normal es que se te nuble la mirada, que fallases al intentar hablar y que quien está contigo se dé cuenta que algo no va bien. Desde luego no parece que te estés quedando dormido como afirma el relato de propaganda.

Extraño. Lo que escribe el médico es de muy alta extrañeza. El juez tenía que dar fe con el certificado del médico.

Y además desapareció el informe médico, como otros tantos documentos. Cualquier hemorragia intracerebral tiene que ser presenciada por el médico para ser dictaminada como tal. Si, como médico, no has presenciado la muerte, pero crees que es la razón, tanto hoy como en esa época, había que hacer una autopsia judicial. ¿Por qué? Porque es una hemorragia que puede causarse sin dejar señales externas a través de una fuerte contusión, una rotura de vértebras, una jeringuilla con oxígeno en la aorta…

Y no solo eso, es que señala una causa de poca frecuencia en pacientes con hemorragias intracraneales.

Las hemorragias bulbares representan un 7% de las hemorragias intracraneales. La cerebelosa representa un 52%, por ejemplo. Hubiera sido más sencillo que, teniendo hipertensión, pusiera que le había dado un infarto o ictus, sin tanto detalle. Esa es la clave. El doctor está intentando decir que hay que hacer una autopsia que no ha hecho y deja evidencia de que no la ha hecho diciendo algo que es imposible de hacer sin abrir el cráneo.

¿Un guiño? ¿Una falsa pista?

Unamuno tenía varios hijos que estudiaron medicina. Algo que hoy es extraordinario y en ese momento, más. Esto es de primero de medicina. Uno de ellos era oftalmólogo. Estudian todo el cerebro porque hay cegueras que son cerebrales. Un especialista en el tema está dando un veredicto imposible o errado. Algo quería decir con ello.

Y también, según Bartolomé Aragón, Adolfo Núñez le manda a por medicinas. Pero Unamuno ya no tenía vida.

Es que Aragón da muchas versiones. Si había muerto, ¿por qué iba a ir a por medicinas? Si le manda a por medicinas, ¿por qué luego nunca regresa a la casa?

Un médico muy cercano a Unamuno y al asesinado alcalde Casto Prieto.

El médico Adolfo Núñez no solo era amigo de Unamuno y del represaliado Casto Prieto, es que era concejal republicano. También era muy activo en la vida social de Salamanca. Los tres formaban parte de la institución cultural Casino de Salamanca. Uno era presidente, otro secretario y el último, tesorero. Estaban muy unidos. Con el golpe militar no fusilan a Núñez porque es incorporado al cuerpo médico militar. Cómo no iba a tener Franco a uno de los mejores cirujanos. A Adolfo Núñez le ponen una sanción de 75.000 pesetas en diciembre de 1936, una barbaridad. No se ha encontrado el porqué de la multa. Si ya está con los golpistas, ¿por qué se la ponen? El expediente del médico desapareció un año antes [1942] de que él muriese tras una larga enfermedad [1943]. Solo queda la carpetilla del archivo.

¿Y qué razón dan?

Que había humedades. Por supuestas riadas y humedades han desaparecido muchos documentos…

Entonces, ¿fue asesinado o no?

Una hemorragia intracraneal puede provocarse de muchas maneras. Pero el médico no podía saberlo. Sin dejar pistas físicas también está el envenenamiento, la asfixia… Sin análisis del cuerpo es imposible dictaminar. La clave es que sí se dictamina.

Miguel de Unamuno, desde el día 12 de octubre, había estado recluido en su casa, arrestado de facto, aunque no oficialmente. Más de dos meses encerrado y habiendo sufrido represión.

Le prohíben libros. El propio Bartolomé Aragón realiza una gran quema de libros en Huelva donde arden títulos del bilbaíno. A Unamuno le pasa de todo. Manipulan continuamente sus escritos en prensa y sus entrevistas. Dicho por él. El 13 de octubre, el Jefe Provincial de Falange, tras el acto en el Paraninfo de Salamanca, escribe a la familia Unamuno un telegrama urgente diciendo que se ha enterado de lo ocurrido: “Me he enterado de un grave incidente con ocasión del acto del Paraninfo. Tu padre dijo unas cosas que suscitaron protestas crudas y violentas de los asistentes con Millán-Astray a la cabeza. Sería doloroso que a tu padre pudiera sucederle algún incidente desagradable”. Se le retira el título de alcalde vitalicio sin aviso. El 14 de octubre todo el profesorado de la Universidad de Salamanca le retira su apoyo como Rector.

Y vuelve a la carga el fundador de la Legión, que ya le había amenazado de muerte unos días antes ante el público y Carmen Polo.

El 18 de octubre, en la primera aparición pública de Millán-Astray, este da un discurso amenazando a los intelectuales: “¡Ay de aquellos intelectuales que marchen por las sendas tenebrosas! Y los que empleen los caminos sutiles, los disfraces, los juegos de palabras desde los que se lanzan flechas ponzoñosas y se esconde el pecho. ¡Esos serán fulminados!”. Lo normal hubiera sido una arenga militar a los requetés a los que se dirigía…

Y Franco firma la definitiva destitución de Unamuno como Rector.

El 22 de octubre ya Unamuno no podía ir a la universidad. El 23 asesinan a Salvador Vila, discípulo de don Miguel y rector de la Universidad de Granada. Amigo íntimo por el que Unamuno había mediado para que lo liberasen. Solo un día después de la firma de Franco.

Contra Vila no había cargos de peso.

No. Es más, su biógrafa, Mercedes del Amo, siempre había apuntado al acto del 12 de octubre como hecho fundamental para asesinar a Salvador Vila.

Sigue, si quieres, con la cronología.

Esperan al 8 de diciembre para ejecutar a Atilano Coco porque es el Día de la Inmaculada Concepción y él era un pastor protestante.

Es terrorífico para Unamuno.

Lo hacen para que don Miguel se vaya enterando.

Pudo ser orquestado por fases. Primero, el miedo.

Una hija del propio intelectual oyó a los militares decir que si se montaba en algún coche debían abrir fuego. Legalmente no estaba en arresto domiciliario, pero no era posible que saliera. Además, el 1 de noviembre de 1936, el padre Tusquets, confesor de Carmen Polo y Franco, en abierto y en la radio le acusa de masón. “Yo acuso, y acuso sin retóricas, con pruebas a Unamuno, en cuya ayuda intervino toda la Francmasonería liberal y socialista de Francia”, dice. Si hasta los golpistas masones fueron asesinados… ¿cómo iba a salir a la calle Unamuno después de eso?

¿Por qué no lo mataron sin más miramientos? No les costaba hacerlo… como con Lorca.

No lo asesinan a todas luces porque el caso de Lorca se extendió internacionalmente. En ese momento Unamuno era candidato a premios como el Nobel y Franco no quería perder apoyos fuera. Por eso mismo el 12 de octubre, tras el tumulto que se forma por el discurso de Unamuno, tienen que protegerlo. Millán-Astray ordena a don Miguel dar la mano a Carmen Polo para que no le disparen los falangistas presentes. Una humillación para Unamuno, porque allí mandaba el rector. Se oían ruidos de armas. Hubiera sido un escándalo. Hay que dimensionar.

Y Unamuno no pisó nunca más Salamanca.

De hecho le envía una carta al director de ABC de Sevilla el 11 de diciembre donde explica que está disfrazadamente encerrado. De cara a la prensa, no podía aparecer que el intelectual estaba en contra de los golpistas. ¿Cómo iba a salir a la calle, si había sido acusado de masón? Lo hubiera matado cualquier fascista.

La represión no es solo la muerte.

Amputaron una parte de su persona. Mataron a sus amigos, prohibieron sus obras, fue recluido. Sí, Unamuno fue un intelectual represaliado hasta su muerte. Hicieron desaparecer toda su dimensión política. Parte de su persona fue borrada. Fue enterrado con honores falangistas, como uno de los suyos, pero prohibían sus libros. Se le consideraba hereje máximo por parte de la Iglesia. “Maestro de herejes”, llegan a decir.

¿Tenemos una foto fija del momento?

Exacto. Es un gran problema, porque debemos recordar que Salamanca tarda solo dos días en caer. Al día siguiente del golpe militar, tras un baño de sangre en la Plaza Mayor de la ciudad, siendo Unamuno alcalde honorario y tras haber sido capturado su amigo Casto Prieto, él se dirige a la población desde el balcón del propio Ayuntamiento para decir: “Estoy acá como elemento de continuidad. La República acá me trajo y aquí me tenéis con gesto de paz, como Fray Luis de León”. Para evitar más derramamiento de sangre.

Y como da ese discurso, parece que apoya el golpismo.

Pero no se ha contado que al día siguiente, con alcalde militar al frente, ya no acude. Pero claro, los sublevados habían empezado la guerra diciendo que iban a poner orden en la República. Decían que eran republicanos.

Le convierten en golpista

Le convierten en un misil contra el republicanismo. El propio Azaña ataca a Unamuno al creer que está contra ellos. Lo ven como una traición. Azaña destituye a Unamuno como Rector, pero este, que no se llevaba bien con el líder de la República, acude al día siguiente a su puesto en la Universidad de Salamanca. Franco lo restituirá legalmente. Unamuno había caído en la mentira. Considera que los golpistas le han tomado el pelo.

Y se refuerza la idea.

Es cierto que podría considerarse que, al estallar la guerra, Unamuno era equidistante porque estaba en contra del marxismo y el fascismo, pero no estaba en contra de la democracia.

¿Desapareció Bartolomé Aragón?

La versión oficial la escribe Bartolomé Aragón la misma noche en la que Unamuno falleció. Está tan en shock y está tan compungido que se recluye en su hotel a relatarlo por escrito. Loscertales, Rector que había impulsado la destitución de Unamuno, enemigo a nivel académico, va al hotel la noche del 31 de diciembre y le entrega el papel. Delirante.

Y hay un supuesto poema de don Miguel en la habitación. Un poema desconocido donde Unamuno parece saber cuándo va a morir.

Es un dato que añade más tarde en otra de sus contradictorias versiones. Bartolomé Aragón tenía ese poema, supuestamente, en la habitación del hotel siendo un libro de poemas que se había autoeditado Unamuno como 30 años antes (en 1906). Aragón nació en 1909. Era imposible. Un relato patético y cutre. El 10 de enero se va al frente. Un supuesto compungido amigo con una posición estable en la retaguardia de la Universidad, ¿se va al frente a pasar frío?

¿Y qué concluyes?

¿Qué es lo que sustenta la muerte oficial de Unamuno? Vemos la extraña dictaminación del médico, la ocultación de la identidad real de Bartolomé Aragón, cómo roban el cuerpo de Unamuno de casa para que falangistas del cuerpo de Prensa y Propaganda porten el ataúd, cómo organizan la foto… porque en Salamanca era imposible sacar esa foto sin haber erigido un dispositivo premeditadamente, no hay posibilidad de poner una cámara en esa altura. También es importante el cambio de horas en los documentos oficiales para que legalmente pudiera realizarse el entierro a plena luz del día y pudiesen hacer las fotos propagandísticas del funeral.

¿Crees que es posible que se reconozca o por lo menos se investigue?

Podemos afirmar que la versión oficial de la muerte de Unamuno es falsa y por lo tanto, hay que seguir investigando. ¿Por qué se crea un relato si no es para sustituir a otro? ¿Por qué ningún unamunólogo ha investigado a la última persona que estuvo con don Miguel? El 12 de octubre de 1936 conduce a la muerte de Miguel de Unamuno. ¿Por qué un apestado como Unamuno tras el encontronazo con Millán-Astray recibe honores falangistas?

Tomado de: El Salto

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‘Luz por todas partes’, un ensayo audiovisual para demoler con estilo la sociedad de la videovigilancia total

Por Ignasi Franch @ignasifranch

Hace unas semanas, Luz por todas partes se alzó con el premio del jurado a la mejor película internacional en el festival Documenta Madrid. Después de participar también en el Festival Internacional de Cine Independiente L’Alternativa, la obra está disponible por un tiempo limitadísimo (entre los días 3 y 5 de diciembre) en la extensión virtual de este último certamen a través de la plataforma Filmin.

Se trata de una nueva oportunidad de acercarse a esta demolición —marcada por un tono sobrio y meditativo que se envuelve de un bello dispositivo estético— de los sueños-pesadillas de la sociedad de la videovigilancia total y la correspondiente extracción masiva de datos.

Luz por todas partes cuestiona la supuesta objetividad de la tecnología y nos habla de la omnipresencia de ojos mecánicos. A la vez, es una de esas películas que encarnan implícitamente, y quizá involuntariamente, algunos efectos colaterales.

El tsunami constante de imágenes que se graban no implica un acceso a ellas. Las horas y horas de metraje capturado por las cámaras de los cuerpos policiales estadounidenses que pasan a los archivos de la empresa Axon, fabricante de las pistolas eléctricas Taser y muchos gadgets más, no son accesibles para el público. Y la película del documentalista (¿o ensayista de la imagen?) Theo Anthony parece condenada a tener una difusión muy restringida dentro del competitivo mercado del contenido audiovisual. Un mercado que tiende, como tantas esferas de la vida contemporánea, a estar dominado por los productos corporativos. Por desgracia, parece difícil concebir que Luz por todas partes pueda conseguir un espacio más allá de ser uno de los muchos estrenos semanales que se pierden entre el flujo de contenidos de las plataformas de vídeo por streaming, o de un estreno limitado en unas pocas salas comerciales de la geografía española.

El acercamiento de Anthony puede recordar a otro gran documental de especial utilidad pública que ha quedado sepultado por el torrente de imágenes. Oeconomia era una contundente confrontación con los idearios y los falsos dogmas dominantes en materia económica, pero se alejaba de las maneras del audiovisual protesta. Su indagación era insistente, pero no escenificaba ninguna indignación (aunque pudiese generarla). Su realizadora, Carmen Losmann, destacaba el mal funcionamiento del sistema, o el desencaje entre lo enunciado y lo que acontece verdaderamente, pero sin atender especialmente a la ética de la economía. Devenía una especie de nerd que buscaba las incongruencias de los discursos superficiales del neoliberalismo económico, y hacía emerger su lógica profunda real, sin explicitar unos principios que la situasen a la contra.

Quizá Anthony lanza unos ciertos hilos de conexión con la sensibilidad comunitaria de los movimientos sociales, pero su empeño sigue resultando de ejemplo de un cine político que es contrario a la gesticulación. Y que no resulta menos penetrante por ello.

Sobre los ojos electrónicos y sus sesgos

Luz por todas partes incluye varios relatos. Por una parte, tenemos al documentalista que visita la sede de Axon, que graba a un curso para policías de iniciación al uso de los productos Axon o que documenta los intentos de un empresario de reflotar un polémico proyecto de vigilancia de la ciudad de Baltimore a través de cámaras aéreas. Entre los fragmentos de estos relatos, aparece el Anthony ensayista (en quien podemos ver varios referentes: desde la divulgación estéticamente cuidada de la historia de la brujería en Häxan hasta las películas de Chris Marker) que ofrece un recorrido histórico: se detiene en diversos intentos humanos de objetivar el visionado y la interpretación del mundo a través de la tecnología. Caben desde las observaciones astronómicas hasta la implantación estandarizada de fichas policiales con diversos retratos, huellas dactilares y mediciones, que inspiraría los estudios sobre supuestos fenotipos criminales y sus correspondientes derivados en forma de ensoñaciones eugenésicas.

El cine de ficción nos ha hablado muchas veces sobre la indeterminación de las percepciones y los posibles fallos en la interpretación de estas. El thriller de terror italiano llegó a convertirlos en un cliché narrativo. Véase, por ejemplo, buena parte de la filmografía de Dario Argento, comenzando por El pájaro de las plumas de cristal o Rojo oscuro. En algunas elaboraciones narrativas, el ojo mecánico desplazaba al ojo humano. El giallo de autor Blow up, de Michelangelo Antonioni, y su derivado Impacto, de Brian de Palma, son otros ejemplos de ello. Anthony opta por un cierto ensayismo audiovisual para dimensionar estos fallos en la captura y decodificación de las imágenes del mundo, y por afirmar reiteradamente la imposibilidad de la objetividad. Los sesgos que siempre condicionan, sea por el mismo funcionamiento de la visión humana, por el diseño de los dispositivos electrónicos orientados al uso policial…

El autor invita al espectador a malpensar, porque la adopción de las tecnologías suele estar promovida por unos poderes con sus propios intereses y cosmovisiones. Los tecnooptimistas de la película, siempre con intereses económicos, llegan a poner en palabras verdaderas distopías de sociedades panópticas bajo vigilancia permanente. En su papel de emisor de autobombo empresarial, un portavoz de Axon parece inconsciente de las connotaciones inquietantes de sus palabras. Afirma que una cámara y un arma condicionan de manera similar la conducta de la persona observada-apuntada, sin pensar en cómo sus palabras explicitan la coacción y la violencia implícitas en su mundo de ojos electrónicos omnipresentes.

Luz por todas partes también recoge voces a la contra. Un anónimo asistente a una reunión en un centro comunitario de Pittsburgh lanza unas precisas cargas de profundidad contra el securitarismo, sus asimetrías y sus negocios derivados, antes de que la discusión se disperse y encone. El cineasta, a través de una voz en off, ensaya una enmienda calmosa a la totalidad del tecnooptimismo pro-vigilancia. Una voz en off femenina habla de las distorsiones derivadas del gran angular de las cámaras corporales que usa la policía, y de las connotaciones de estas: la perspectiva subjetivizada no muestra qué hace la persona que porta el dispositivo, y las posibles amenazas a las que esta se puede enfrentar parecen más cercanas. La voz nos recuerda que estas grabaciones, especialmente cuando pueden ser consultadas por los agentes participantes antes de prestar testimonio, facilitan la producción retroactiva de una narrativa que justifique el uso de la fuerza.

Luz por todas partes evidencia que la crítica de la brutalidad institucional y de los sistemas que favorecen su impunidad puede ser sobria, distante. A pesar de que el recorrido que propone su autor es desasosegante y transmite inquietud respecto al presente y el futuro, el resultado es una película extrañamente bella. Puede tener su lógica que el filme tenga algo de experiencia sensorial, dado que atiende al fenómeno de la percepción. Las meditaciones sobre (im)posibilidad de ver, registrar e interpretar objetivamente la realidad llegan al espectador a través de un montaje poético y una sugerente banda sonora. Porque nos podemos confrontar estilosamente a la distopía cotidiana.

Tomado de: El Salto

Tráiler Luz por todas partes (Estados Unidos, 2021) de Theo Anthony

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Ser inmigrante y haitiano en República Dominicana

Foto Telesurtv

Por Alberto Piernas @AlbertoPiernas

Hay una frase criolla muy utilizada por la población de Haití que dice “Kouri pou lapli, tonbe nan larivyè”, literalmente “huir de la lluvia para caer en el río”. Una cita que define la situación maldita que el país más pobre del mundo arrastra desde hace décadas a causa de las catástrofes naturales, la tensión política y la falta de recursos. Un sumidero de injusticias que obliga a millones de haitianos a dejar atrás su país para buscar una vida mejor en otros países, con Estados Unidos a la cabeza de la lista. Sin embargo, los sueños de muchos haitianos se ven lastrados al ser deportados de nuevo a su país de origen para ser empujados a una vida incierta.

La situación migratoria en Haití ha empeorado este 2021, especialmente tras el golpe de Estado producido tras el magnicidio del Presidente de Haití Jovenel Moïse el pasado mes de julio y un terremoto de magnitud 3,8 ocurrido en agosto. En el horizonte, el objetivo de llegada es Estados Unidos, país al que miles de haitianos han llegado a sus fronteras procedentes de otros países latinoamericanos como Argentina, Chile, Brasil o México, encontrando una tierra prometida que les escupe en forma de deportaciones masivas a su país de origen. El principal efecto colateral de esta situación obliga a miles de haitianos a entrar en República Dominicana, país con el que Haití comparte ubicación en la isla de La Española.

La convivencia entre ambos países, ya de por sí tensada durante la última década a causa de la llegada masiva de los haitianos, se ha intensificado durante estas semanas.

“A veces recuerdo cuando mi mamá nos decía que esta vez no nos iba a dejar”, cuenta Milianie, una joven de 16 años que fue deportada en 2015 junto con su madre y otras tres hermanas. Fany, su madre, no tenía documentación y vivía desde hacía más de 10 años en tierra dominicana, donde vendía dulces de coco en la calle. En dos ocasiones salió a vender y no regresó hasta cinco días después. Poco después, sus hijas escucharon hablar que fue deportada. Siempre funciona así: sin preguntar nada, sin saber si han dejado o no a sus niños en casa, el camión de migración los lleva a la frontera, sin ni siquiera tener tiempo de avisar a sus familiares.

Al igual que la madre de Milianie, otros muchos haitianos buscan cualquier manera de poder regresar otra vez para buscar a sus hijos y recoger todas sus pertenencias. Así es la vida de los inmigrantes haitianos, de un país que deambula por todo el continente americano evocando un éxodo que recuerda al egipcio huyendo de las siete plagas.

Cuenta Milianie que su madre Fany, soltera, fue deportada hasta cuatro veces antes de que le pasara también a ella y a sus hermanas. Aquella vez, la “guagua” pasó por el barrio recogiendo a los haitianos y no entendían por qué se los estaban llevando a otro lugar. Comenzaron a llorar. La deportación de menores ya comienza en la propia escuela, donde hablan español, ya que los haitianos que crecen en República Dominicana son víctimas de discriminación y para escaparse hablan español y fingen no ser haitianos. Muchos de ellos son deportados por la mañana y por la tarde buscan cualquier manera de regresar. La migración en la frontera dominico-haitiana es puro negocio y, para poder volver, la persona vende todo lo que tiene para conseguir dinero a fin de retomar el camino de vuelta. Todo ello sin obtener garantías de poder quedarse.

Pero la historia de Milianie recogida por Manos Unidas es tan solo una de las muchas que engloba la diáspora haitiana. Según la ONU, 4.4 millones de haitianos padecen de inseguridad alimentaria y más de dos millones de personas, una quinta parte de su población, se han visto forzadas a emigrar a otros países.

“El caldo de cultivo de la crisis migratoria haitiana está en el fundamento mismo de la nación. Desde su nacimiento como pueblo, Haití comenzó su historia bajo la inestabilidad política que fue generando una cadena de violencia que engendra la pobreza. A lo largo de la historia, la nación no ha tenido nunca un plan de desarrollo duradero que ayude a los haitianos a encontrar un mínimo de bienestar en su tierra.”, cuenta a El Salto el padre Freddy Elie, director del hogar Niños de Esperanza y especialmente vinculado a la tensa situación entre República Dominicana y Haití. “El sueño de la mayoría de los haitianos es viajar a EE UU sobre todo. Y buscan cualquier manera de dejar el país. El haitiano crece pensando que su felicidad está en otro lugar y tienen que salir a buscarla”.

Miles de personas abandonan cada año su país con destinos a países de América Latina y Estados Unidos, si bien cruzar la frontera con República Dominicana es la salida más habitual. En su país vecino malviven más de un millón de haitianos, según afirma Manos Unidas. En la mayoría de los casos, trabajan en condiciones pésimas en el sector agrícola o en la construcción y sufren la negación de sus derechos más básicos.

“Cada día llegan cinco camiones con migrantes haitianos solo al acceso fronterizo de Elías Piña. Es puro negocio: los haitianos son deportados por la mañana y por la tarde ya están intentando regresar”, continúa el Padre Freddy, quien encuentra una especial relación entre la deportación masiva desde Estados Unidos y la situación actual en República Dominicana. “La deportación de haitianos en República Dominicana siempre se liga con asuntos políticos. La deportación masiva de Estados Unidos viene a reforzar la práctica de los dominicanos. Si el país más grande y con más recursos deporta así, por qué no ellos. En algunos barrios los dominicanos incluso atacan a los migrantes quemando sus viviendas.”

Las mujeres haitianas, especialmente amenazadas

A finales de septiembre, el Gobierno de República Dominicana anunció que prohibiría al país la entrada de las mujeres embarazadas de más de seis meses a fin de evitar que se sobrecarguen los hospitales. El número de partos de mujeres haitianas en República Dominicana se ha triplicado en diez años, llegando a 30.322 partos en 2020, según la agencia EFE. Pero esta es tan solo la punta del iceberg de una opresión hacia la mujer que alcanza todos los rangos de edad.

“Sorprende que actualmente en la deportación se haga especial hincapié en las mujeres embarazadas”, continúa el Padre Freddy, quien asegura que esto es solo una de las muchas dimensiones del problema. “Si hablamos de mujeres migrantes haitianas no podemos dejar de lado el abuso, sobre todo sexual. Muchas tienen que negociar para el viaje clandestino porque no tienen un buen trabajo al llegar. Lo más fácil es transformarse en ‘mercancía’ vendiendo su cuerpo para sobrevivir. Otro aspecto es que no tienen una formación adecuada ni conocimientos sobre la procreación o el control de natalidad, por lo que caen fácilmente embarazadas. De este fenómeno, son muchas las mujeres, sobre todo jóvenes, que contamos entre migrantes.”

Guilaine Jean Luis es una madre soltera haitiana que, junto a su hija, dejó atrás todas sus pertenencias, su formación y su futuro tras ser deportada: “Estamos pasando una situación muy difícil ahora porque estamos viviendo una deportación todos los días y no podemos más. A la niña la deportaron de la escuela y no podemos cruzar porque lo dejamos todo atrás, las cosas en casa, no podemos comprar porque te mandan para Haití sin saber a dónde vas. Yo también estudio y tampoco puedo ir. Está todo muy difícil y necesitamos trabajar para poder comer”, nos cuenta a través de una nota de audio.

Haiti necesita un cambio radical y esta transformación tiene que comenzar desde dentro: “los haitianos tenemos que tomar conciencia de nuestra situación y trabajar para salir adelante”, insiste el Padre Freddy. En Haití, se sigue entonando el “Kouri pou lapli, tonbe nan larivyè” y miles de migrantes siguen huyendo de la lluvia. El problema es que el río al que caen, está desbordado.

Tomado de: El Salto

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Trauma y represión a seis años de la operación Pandora II

Foto Público

Por Quim Gimeno

En octubre se cumplieron seis años de la operación Pandora II, en la cual diez personas fuimos detenidas bajo la ley antiterrorista. Seis años pueden parecer poco, pero, a día de hoy, mi vida —así como seguramente la de muchos del resto de encausados— ha cambiado mucho y hay cosas que las miro ya con el regusto de boca de haber quedado atrás. En los últimos años he dedicado mucho de tiempo a entender lo que me ha pasado en relación a diferentes procesos personales, entre ellos la represión. Esta búsqueda me ha llevado a descubrir y entender el trauma y como actúa en diferentes esferas de nuestra vida.

Sin querer entrar mucho y utilizando una descripción poco precisa, cuando hablo aquí de trauma me refiero al estado en que se queda nuestro cuerpo —en concreto partes del cerebro y del sistema nervioso autónomo— al ser expuestos a situaciones que no podemos procesar. Cuando acontece la herida traumática, nuestra psique se fragmenta, aislando la parte en que queda la memoria traumática, manteniéndose los mecanismos de protección ante el peligro en alerta, e impidiéndonos, a pesar de que a menudo de forma inconsciente, volver al estado de reposo inicial. Las consecuencias de esto pueden ser hipervigilancia y reactividad, estados de depresión y ansiedad, revivir eternamente la situación traumática a partir de flashbacks o pesadillas, estados de ánimo alterados, etc.

La historia de lo que hoy en día denominamos trauma, a pesar de tener un largo recorrido, cambia drásticamente a partir de diferentes experiencias de guerra del siglo pasado. Al volver, los soldados (sobre todo norteamericanos) a casa, muchos de ellos llegaban con heridas psíquicas que les impedían retomar sus vidas con normalidad. Esto fue especialmente significativo en la guerra de Vietnam, la cual dejó una elevada tasa de suicidios entre los “veteranos”. Es en este momento cuando diferentes organismos e instituciones norteamericanas empiezan a invertir mucho en investigación. Gracias a esto la neurociencia pudo entender mucho sobre cómo funcionaba y qué impacto tenía el trauma.

Algo de lo que se dieron cuenta era que las mismas huellas cerebrales y neuronales que observaban en los soldados, quedaban en personas que habían sufrido otras vivencias: maltrato de diferente tipo, supervivientes a catástrofes naturales o de asesinatos, etc. De hecho, la evolución de estas investigaciones nos ha enseñado que el trauma no es algo que pase solo a partir de hechos tan impactantes como una guerra o en situaciones que podemos considerar como altamente dramáticas, sino que también con experiencias que vivimos cotidianamente. La realidad es que la mayoría de personas tenemos en mayor o menor medida nuestra propia huella traumática.

Volviendo al tema que nos ocupa, la represión, estas investigaciones aportan luz sobre factores interesantes a la hora de afrontarla. Cuando, durante las guerras mundiales, aparecieron masivamente casos de trauma, uno de los primeros debates médicos se centró en el carácter moral de los pacientes. Desde la ética marcial de la época, un soldado tenía que ser un guerrero glorioso y no tenía que mostrar ningún tipo de emoción. Por lo tanto, en muchos casos estos pacientes eran vistos como inferiores, o incluso como holgazanes o cobardes. Algunos médicos llegaron a describirlos como inválidos morales. Poco a poco las investigaciones fueron demostrando el contrario: este tipo de daños también se manifestaban en quienes tenían una personalidad moral muy alta. De hecho, salieron a la luz casos de soldados que, a pesar de haber destacado por su valentía en el combate, habían acabado sufriendo lo que entonces denominaron neurosis de guerra. Finalmente, las autoridades médicas acabaron asumiendo la evidencia: cualquier soldado expuesto al peligro durante cierto tiempo podía desarrollar las mismas heridas psíquicas.

Si extrapolamos esto a nuestro mundo, podemos observar analogías muy claras: todos y todas podemos salir heridos de experiencias traumáticas como la represión. De hecho, a veces también insistimos al mantener la imagen moral del guerrero revolucionario, el cual no tiene miedo y se enfrenta a la lucha con la verdad como espada y la conciencia social como escudo; pero lo cierto es que este guerrero, si existe, también es susceptible de ser herido cuando se expone a una situación traumática. Somos vulnerables y, cuanto antes lo aceptamos, antes lo podremos integrar. Esto es algo importante de nombrar, ya que existe un tipo de pacto de silencio que nos impide hablar públicamente de ciertas cosas, como si nos volviera débiles o se generalizara un estado de miedo, y no nos damos cuenta de que es precisamente esto lo que nos debilita. Muchas personas que afrontan la represión con fortaleza y dignidad, detrás de los comunicados políticos y de las declaraciones judiciales, sienten el peso emocional de la experiencia que están pasando y lo viven en silencio. Esto solo sirve para aislarnos y,  consecuentemente, es un factor que tiende a debilitar nuestras comunidades.

Enlazado con esto, otra cosa que descubrieron es que lo más efectivo a la hora de afrontar y superar la herida traumática no era ni la moral marcial, ni el patriotismo, ni el odio al enemigo; era nada más y nada menos que el amor que sentían los soldados entre ellos. Los lazos interpersonales les ayudaban a superar la situación. Esta es, sin duda, una información de mucha relevancia: a la hora de afrontar la represión, nuestra mejor salvaguardia son los vínculos comunitarios que establecemos. Si las relaciones interpersonales que tenemos están dañadas, somos más susceptibles de no poder afrontar ciertos procesos. Esto es más importante todavía cuando estalla la represión, momento en que la tensión y el miedo acostumbran a suponer que nuestras diferencias crezcan. Nos guste o no, la represión es capaz de romper incluso los grupos que aparentemente están más unidos. Es por ello que es vital que esta unión sea más efectiva —y afectiva— que aparente.

A día de hoy diría que los vínculos humanos lo son todo en un movimiento revolucionario: la base, la estructura y la finalidad. Una de las mayores derrotas políticas que podemos vivir es la ruptura y disgregación de nuestras comunidades, cosa que muchas hemos podido experimentar y de lo que a menudo nos damos cuenta cuando ya es tarde.

Aun así, la lógica del trauma puede llevar implícita una tendencia al aislamiento. El daño en las relaciones no es algo secundario, sino que los acontecimientos traumáticos tienen un efecto directo en el sistema de vinculación que une el individuo con el grupo. Además, el trauma empuja a las personas a rehuir las relaciones íntimas y, al mismo tiempo, a buscarlas desesperadamente. La ruptura en la confianza básica, los posibles sentimientos de vergüenza e inferioridad y la necesidad de evitar situaciones que recuerdan al trauma llevan a las personas a rehuir las relaciones próximas. A la vez, el miedo intensifica la necesidad de protección. Es por ello que la persona traumatizada puede tender a aislarse y aferrarse de forma ansiosa e incoherente. Si entendemos que, además, las situaciones traumáticas muchas veces afectan todo un grupo, podemos imaginar las dificultades que atravesará este para poder afrontarlas.

Es importante que aprendamos a dejar de escondernos en los discursos y análisis sociológicos, hay otros factores importantes a atender a la hora de afrontar procesos colectivos. Se trata de poner nuestros propios cuerpos en el centro de lo que denominamos política o, en todo caso, entender que cuando vivimos ciertas situaciones es difícilmente eludible. Para finalizar quiero aclarar que no todo lo que tiene que ver con la represión nos habla de fragilidad, ni mucho menos, también lo hace de fuerza, coraje y determinación. Tendemos a pensar que una cosa y una otra son excluyentes, pero de lo que realmente se trata es de aprender a integrar la relación entre ambas.

El autor, una de las personas represaliadas en aquella operación policial ordenada por la Audiencia Nacional de España, profundiza en las investigaciones sobre el trauma psicológico y la fuente de información que aportan a la hora de afrontar procesos represivos como el que ha vivido.

Tomado de: El Salto

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La muerte de Antonio Machado en un campo de concentración de Francia

Por Félix Población

España Democrática era el órgano en Montevideo (Uruguay) del Comité Nacional Pro Defensa de la República Democrática Española. En su número del 8 de marzo de 1939, semanas después del fallecimiento del poeta sevillano, da a conocer su muerte “en un campo de concentración en Francia”, no en el modesto hotel Bougnol-Quintana de Collioure donde encontró refugio gracias a las indicaciones del jefe de estación de la localidad, cuando don Antonio, su madre, su hermano José, la esposa de este y Matea Monedero, la asistenta de la familia, llegaron en tren el 28 de enero de 1939. Los acompañaba también el escritor Corpus Varga (Andrés García Corpus de la Varga, 1887-1975).

Fue en el citado hotel, como es sabido, donde con pocos días de diferencia fallecieron Antonio Machado y su madre, Ana Ruiz. El redactor de la información a la que aludo debió dejarse llevar por la gran tragedia humana que supuso para miles de republicanos españoles ser internados en los campos de concentración franceses,  una vez cruzada la frontera de los Pirineos. No estuvo don Antonio entre los muchos que perecieron en aquella invernal intemperie de miseria y hambre con la que obsequió aquella república a los republicanos españoles. El dolor de los vencidos que cabe imaginar en su ánimo y en el envejecido aspecto que presentaba en sus últimas fotografías influyó sin duda en que su vida se apagara 29 días después de su llegada a Francia, el 22 de febrero de 1939.

Se cuenta que, muy al contrario de lo que ocurrió con miles de sus compatriotas, internados en los campos de concentración franceses, las autoridades de aquel país pretendieron trasladar a París el cadáver de don Antonio para rendirle honores, pues se le consideraba a la misma altura que Paul Valery, pero su hermano José se negó a ello. El poeta español fue enterrado de prestado en el pequeño cementerio de Collioure, hasta donde acuden cada año miles de sus lectores.

Hasta 1958, los restos mortales de Machado ocuparon un nicho cedido por una amiga de la señora Quintana, dueña del hotel. Después pasaron al lugar que hoy ocupa, gracias a una colecta en la que colaboraron, entre otros,  Albert Camus, René Char, André Malraux y Pau Casals. El músico se ofreció a tocar en el segundo sepelio del poeta, pero por oposición de la familia a un acto público Casals tocó su violonchelo con el cementerio vacío. Nadie sabe, por lo tanto, si entonces se escuchó el conmovedor Cants del ocells (Canto de los pájaros), adaptación para el chelo de la popular canción catalana.

Según el periódico España Democrática, desconocedor de los últimos derroteros de la vida de don Antonio en esas cuatro semanas que duró su exilio, el poeta falleció “confundido entre la multitud de evacuados a raíz de la caída de Cataluña”. Tanto en el titular como en el texto de la noticia se une el nombre de Antonio Machado al de Federico García Lorca. Asesinado éste por los militares felones, para el redactor de la información no contrastada y solo supuesta a tantos kilómetros de distancia “era Machado la más alta expresión de la poesía lírica”.

La muerte de ambos poetas es glosada así por el periódico: “Federico, muerto a balazos, asesinado por la espalda, sobre la cinta blanca de una carretera bajo el cielo de Granada. Machado, confundido entre la multitud de hombres, mujeres y niños que desde hace casi tres años sufren la más dolorosa de las tragedias, puso punto final a su emocionante peregrinaje a través de los campos de su patria, muriendo de dolor y de pena, en un campo de concentración, bajo el cielo de Francia. Triste, doloroso destino el de estos dos grandes de las letras española. Triste y doloroso, pero heroico. Han muerto los dos, confundidos con los ideales de su pueblo; defendiendo su libertad y su derecho, en el terreno que les correspondía hacerlo; denunciando al mundo que la reacción fascista encarnaba fundamentalmente la negación de la cultura”.

No faltan en las dos páginas que España Democrática dedicó a la noticia ni el poema que don Antonio escribió con motivo del asesinato del autor de La casa de Bernarda Alba, ni los dos sonetos a la España vendida y al general comunista Enrique Líster. También se nos recuerda en la información que Antonio Machado no quería dejar Madrid cuando el gobierno del Frente Popular se trasladó a Valencia, ante el asedio de las tropas sublevadas a la capital de la República en el otoño de 1936. Encontramos igualmente en la misma página que ilustra este artículo un poema a la primavera y otro titulado Al otro conde don Julián, “que abrió las puertas de España a la invasión sarracena”. El que más me llama la atención quizá de todos los que se publican es el que el poeta escribió durante su estancia en Valencia en Villa Amparo, primera etapa de su camino hacia el exilio:

Otra vez el ayer. Tras la persiana,/ música y sol; en el jardín cercano,/ la fruta de oro; al levantar la mano,/ el puro azul dormido en la fontana./ Mi Sevilla infantil, ¡tan sevillana!,/ ¡cuál muerde el tiempo tu memoria en vano!/ ¡Tan nuestra! Aviva tu recuerdo, hermano./ No sabemos de quién va a ser mañana./ Alguien vendió la piedra de los lares/ al pesado teutón, al hambre mora,/ y al ítalo las puertas de los mares./ ¡Odio y miedo a la estirpe redentora/ que muele el fruto de los olivares,/ y ayuna y labra, y siembra y canta y llora!

El documento hemerográfico nos lo ha facilitado mi estimado amigo Manuel Álvarez Machado a través de su Revista machadiana, que siempre leo con sumo interés y en la que Manuel no deja de aportar de modo regular documentación muy valiosa sobre la vida y obra del poeta, a quien releo desde mi adolescencia con toda la frecuencia a la que me obliga mi temprana admiración por su persona y lo que dejó escrito.

Tomado de: El Salto

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Rittenhouse: el símbolo que buscaba el supremacismo

Por Pablo Muñoz Rojo

Que las personas que Kyle Rittenhouse mató el 25 de agosto en Kenosha no eran víctimas ya lo sabíamos. Lo dejó claro el juez previamente al juicio cuando estableció que no se les podría considerar durante el proceso judicial como tal, pero sí como “matones” o “saqueadores”. Ya sabíamos por tanto que en este caso víctimas, de haberlas, solo podía haber una y se sentaba en el banquillo de los acusados.

No busco entrar a desarrollar la presunción, a la que me adhiero, de que si Rittenhouse no hubiera sido un chico blanco el resultado del juicio habría sido otro. Es más, la propia situación que derivó en la muerte de dos personas, difícilmente se hubiera llegado a dar siendo un joven no blanco fuerte y visiblemente armado introduciéndose en una manifestación de supremacistas blancos. La policía directamente no le habría permitido llegar a tal punto de una forma u otra. Por el contrario, Rittenhouse y otros como él llegaron a dar botellas de agua a la policía esa noche. Un joven visiblemente musulmán con determinada estética nunca hubiera llegado tan lejos. De alguna forma esa imagen hubiera generado más amenaza que un hombre blanco portando un fusil.

Si bien no hay duda de que lo anterior es especular, tampoco la hay en que tal especulación se apoya en un proceso histórico, en los datos sobre la judicialización de unas poblaciones y otras; los datos sobre las brechas del gatillo fácil de la policía sobre unos y otros; en los datos sobre las diferencias en condenas y sentencias; los datos de los ataques terroristas supremacistas en los últimos 20 años en el país superando por mucho a cualquier otro tipo de terrorismo; etc. En definitiva, en una historia de larga trayectoria que llega a nuestros días.

Tal premisa —la que relaciona sospecha y raza— está ampliamente documentada. Podemos acordarnos de Tamir Rice, un niño negro de 12 años que fue asesinado por la policía cuando portaba una pistola de juguete. Rittenhouse caminaba con un fusil entre la policía y nunca fue alertado, muchos menos disparado, ni antes de que matara a dos personas ni después. Pero superando y aceptando esta idea demos paso otro elemento que considero clave para entender el veredicto.

La justicia en Estados Unidos está marcada claramente por el carácter socioeconómico de quienes pasan por ella. Es una justicia que condena a las personas pobres, quienes no se pueden permitir el costo de los mejores abogados, sobre todo en un sistema basado, en parte, en jurados civiles. El asunto es que ese carácter socioeconómico no viene solo, sino que está profundamente racializado pues la pobreza y las clases asalariadas vienen a estar fuertemente racializadas, igual que la riqueza y los dueños de los medios de producción. Ahora bien, esa justicia que está condicionada por los recursos económicos no duda en llegar a salvar a determinadas personas en función de los intereses de la defensa de un estatus quo definido desde la blanquitud.

La defensa de la blanquitud está relacionada con el poder y eso implica las estructuras económicas dominantes y quienes las controlan. La defensa legal de un joven blanco de familia de clase obrera no habría sido altamente financiada por otros hombres blancos (anónimos) —se lo que estoy diciendo— si no fuera porque el caso implicaba el juicio político contra un hombre que salió a defender la blanquitud acompañado de un fusil y que tal acto, terminó de una de las formas que entraban dentro de lo probable, matando a dos personas e hiriendo a otra. Cuando vas fuertemente armado a otra ciudad y te adentras en una manifestación ideológicamente contraria en un contexto de muchísima tensión, que termines disparando a una de esas personas con lo que ello puede implicar no debería sorprender a nadie. Los dos millones de dólares que recibió para costear su defensa no llegaron porque fuera un joven de familia obrera, sino por su condición racial explicitada en su manifiesta ideología frente al antirracismo.

Así, la amplia financiación de la defensa, esencial para entender el resultado del juicio, no se da porque interese lo que le pase a un joven blanco obrero, sino por lo que representaba simbólicamente. El supremacismo, que controla entre otras cosas el capital, salió en defensa de sí mismo a sabiendas de cómo funciona la justicia. Esos dos millones de dólares dan entre otras cosas para que la defensa genere dos simulacros de juicio con sus propios jurados. Una suerte con la que no cuenta la amplia mayoría de quienes pasan por los tribunales.

A partir de ahí el éxito viene dado. El verdugo pasa a ser víctima y el relato vuelve a estar dominado por ellos. Ahora vendrán entrevistas que buscarán humanizar la respuesta inhumana que tuvo, y buscarán situarlo ya no solo legalmente sino socialmente, y lo que es peor, moralmente como en el lado bueno de la historia. Ya se ha anunciado la publicación de un documental próximamente en el popular medio de extrema derecha Fox News. Rittenhouse era el símbolo que supremacismo necesitaba y por eso no dudó en invertir en él.

Debe entenderse que con esto no solo se refuerza el símbolo, sino que se crea la legitimidad legal, moral e incluso política para los futuros Rittenhouse. Al final, este joven solo dio un paso más de aquel matrimonio que apareció fuertemente armado en San Luis apuntando a los manifestantes del Black Lives Matter desde la puerta de su casa y que se convertirían en imagen de la campaña de Trump llegando a aparecer en alguno de sus mítines.

El peligro de esta sentencia viene de la creación de un precedente: la ausencia de consecuencias para cualquiera que se presente armado contra una manifestación antirracista. Todo ello bajo la premisa de que la amenaza siempre parte de los otros. Y esto es precisamente lo que se ha venido legislando en diferentes estados del país como Misuri, Oklhahoma o Florida en relación con las personas que decidieron embestir con sus coches durante las protestas de Black Lives Matter en el 2020. Según Ari Weil, investigador sobre terrorismo del proyecto Seguridad y Amenazas de la Universidad de Chicago, desde el inicio de las protestas el 27 de mayo hasta el 5 de septiembre habían tenido lugar por lo menos 104 casos de personas arrollando con sus vehículos a manifestantes entre los que, por lo menos en 43 de ellos, se evidenció malicia y premeditación. La consideración del coche como un arma de legítima defensa amparada en diferentes legislaciones, como en el caso de las armas de fuego, viene a blindar jurídicamente a aquellos que bajo una sensación de amenaza deciden, como en este caso, disparar contra personas en una manifestación.

Se ampara así parte de los comportamientos y formas de actuar que el supremacismo ha venido realizando y que ha terminado con la vida de personas que estaban ejerciendo su derecho a la protesta por el fin del racismo. Se evidencia así la connivencia del racismo estructural desde lo legislativo a lo judicial a partir de toda una arquitectura, que marcada por la racialidad de las clases sociales, sirve para determinar el devenir y las consecuencias legales de los actos en función de quien los perpetúe y a su vez en función de los intereses políticos, económicos e ideacionales de quienes tienen la capacidad de financiarlos. Todo ello forma parte de la violencia invisible, estructural, que es codificada por el capitalismo racial.

Tomado de: El Salto

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Netflix y la batalla ideológica

Por Sabino Caravaca

Imagínate que llegas a casa después de un día de trabajo, universidad o simplemente de haber estado con tus amigos. Llegas, enciendes el ordenador o el televisor y abres Netflix. Después de estar un buen rato buscando una serie, quizás más tiempo que lo que dura un capítulo, decides poner un documental sobre la historia de la Segunda Guerra Mundial.

En él, se exponen los errores del por entonces presidente de Reino Unido, Arthur Neville Chamberlain, y cómo llevó a que Alemania pudiera aumentar su influencia en Occidente. De repente, tu percepción sobre quién fue culpable de algunos hechos que acontecieron a estos errores cambia totalmente. ¿Por qué actuó de esa manera? ¿Cómo se creyó las mentiras de Hitler? ¿Por qué no renunció antes? etc. Tu percepción sobre el papel de Reino Unido en la guerra cambia por completo. Días más tarde, y sin saber muy bien por qué, decides investigar sobre el director del documental: Alejandro Bernard. Buscando en sus redes sociales, hay algo que te da mala espina y comienzas a indagar sobre su vida. Entonces, leyendo unos cuantos artículos, encuentras que parte de ese documental está financiado directamente por el Gobierno de un país en concreto, el cual es rival ideológico y económico con Reino Unido. De pronto, caes en la cuenta de lo que ha pasado.

Este ejemplo ficticio solo ilustra una guerra que se da cada día, cada hora y a cada segundo en nuestras vidas: la batalla ideológica. En resumidas cuentas, podríamos decir que la batalla ideológica es una constante por el pensamiento, donde las armas son los relatos y el objetivo es tu mente. Al igual que en el ejemplo del documental, esta batalla se da en casi la totalidad de nuestra vida: series, redes sociales, personajes influyentes, etc. Pero donde más se da esta batalla es, sin duda, en la política en su sentido más clásico.

En política, se lleva años realizando campañas ideológicas a través de los relatos; de hecho, en mi opinión, la política es esencialmente una batalla de relatos con el fin de construir realidades materiales. Porque, a fin de cuentas, si algo lo cree todo el mundo es más fácil que otros lo puedan llevar a cabo. Estas batallas pueden llegar a ser más o menos perceptibles. Todos estaremos de acuerdo, en que en el periodo de la Guerra Fría se enfrentaban dos modelos: el comunismo y el capitalismo. Propaganda, discursos e intromisión de mensajes en las líneas enemigas (y sobre todo en las propias), son las principales armas para esta batalla.

Pero no todas estas batallas se dan a la luz. De hecho, nuestra rutina está plagada de mensajes y relatos con el fin de cambiar nuestras percepciones. Ya sea qué marca compro, qué opino de la nueva medida del gobierno, o qué votaré el día de mañana.

Las formas de consumo ideológico se han ido transformando a lo largo de los años. Hollywood, por ejemplo, fue concebido como parte de la maquinaria ideológica de Occidente, con una efectividad innegable, moldeando el pensamiento y la visión de: qué fue, qué es y qué será el mundo. De hecho, plataformas como Netflix o HBO, parecen haber tomado su legado adaptándose a las nuevas formas de “entretenimiento” (audiovisuales). Es por eso que, muchos actores políticos, ya intentan acaparar el mercado del relato con el fin de construir no solamente una visión nacional, sino también internacional.

Higher Ground Productions, una productora estadounidense creada en 2018, ha firmado varios contratos para producir tanto series y películas como documentales exclusivos para Netflix. Lo curioso es que, esta productora, pertenece al ex presidente Barack Obama y a la ex primera dama, Michelle Obama; y es que, si hay alguien que haya entendido a la perfección cómo funciona la batalla ideológica son los Obama. A través de la firma de tres películas, cuatro series y varios documentales, no sólo buscan entretener a la audiencia de esa plataforma. Para Obama esto supone un paso más, no solamente para llevar su mensaje a nivel nacional, ligado a los intereses de su partido, sino también para construir una narrativa de alcance internacional. Recordemos que, actualmente, la plataforma cuenta con más de 208 millones de abonados, con el alcance y la influencia que esto supone. Y es que, en palabras de Ted Sarandos, director de contenido de Netflix: “Higher Ground están construyendo una compañía centrada en contar historias que ejemplifiquen sus valores”.

Además de las intervenciones directas de perfiles políticos, podemos observar cómo incluso las series denominadas “progres” o “anti establishment”, sucumben también a intereses partidistas. Es el caso de Broad City, una serie en la que dos estadunidenses veinteañeras viven aventuras relacionadas con sexo, drogas y alcohol. En uno de sus capítulos (3×05) no dudaron en hacer aparecer y dar publicidad electoral a la entonces candidata Hilary Clinton. Una intervención duramente criticada por los fans de la serie y una muestra más del interés que suscita el poder narrativo del audiovisual actual.

Pero si hay una narrativa que colma la mayoría de los productos de “entretenimiento”, esa es sin duda alguna la narrativa neoliberal. Historias de éxito, donde lo único que importa e influye parece ser el individuo. “O pisas o te pisan”, “la moral no te llega a ningún lado” o “si fracasas será por tu culpa», son algunos de los mantras que se repiten una y otra vez. Se mitifica a personajes como Pablo Escobar en Narcos, a Frank Underwood en House of Cards o a Heisenberg en Breaking Bad. Estos son algunos de los muchos ejemplos de personajes manipuladores, egoístas y ruines que solo buscan su propio beneficio y son endiosados por los fans de las series. Una narrativa individualista y amoral que trata de centrar la visión y la comprensión de los hechos en el individuo.

Recordemos que el discurso político, en todas sus variantes, no se centra solo en los intereses construidos, sino que se emplea como herramienta para construir nuevos intereses, donde estos últimos siempre están guiados por la ideología. El entretenimiento se convierte en una batalla por el sentido y la percepción. “Siembra vientos y recogerás tempestades», decía la Biblia, y es que, el poder constructor de realidades puede llegar a ser peligroso. Consumir historias sutilmente ideologizadas, como las de las series, de forma inconsciente y constante, hace que interioricemos determinados pensamientos e ideas, e incluso que lleguemos a concebirlas como propias, aun yendo en contra de nuestros principios o intereses.

Y aunque los medios para difundir el relato cambien, los instrumentos ideológicos se adaptan: desde Netflix y HBO hasta Facebook e Instagram, desde Twitter a los memes. Una batalla política, ideológica y de lucha por las percepciones que, por lo visto, resulta ser infinita. Y, al igual que en nuestra historia sobre Netflix, la observaremos y seremos víctimas de esta lucha desde la comodidad del sofá de nuestra casa.

Tomado de: El Salto

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¿Quién quiere ser un maltratador?

Foto Compromiso Atresmedia

Por Jordi Elgström

Vivimos otro 25N y con esta fecha, cobra más importancia que nunca la necesidad de abordar el tema de la violencia sexista con rigurosidad y feminismo. Yo trabajo con hombres que han ejercido violencia y, en este campo, entender es clave para poder cambiar a las personas y acabar con la violencia desde la raíz.

Como buen psicólogo, vengo aquí más a plantear preguntas que a responderlas. Lo que voy a plantear es una que lleva tiempo rondándome por la cabeza y en las sesiones que mantengo con hombres. ¿Qué significa ser un hombre maltratador? Creo que en esta época, en la que el trabajo con hombres ha demostrado ser un elemento imprescindible en el abordaje preventivo de la violencia de género, reflexionar sobre las categorías con las que nos movemos es fundamental para seguir avanzando en la comprensión y el cambio político.

Qué significa maltratador

No deja de ser curioso que en las principales lenguas europeas el concepto de maltratador per se no exista y todo se resuelva con el termino abusador o agresor (abuser, abusatore, agresseur o abusador). Si nos basamos en la etimología, maltrato es un concepto esquivo: ¿no estaríamos incluidos todos (o casi) los hombres en la definición? ¿Quién no ha insultado, humillado, herido, incomodado o gritado en algún punto más de le hubiera gustado? Si mi jefe me insulta en el trabajo, es un imbécil pero no es un maltratador. ¿O sí?

Ante esto podemos decir que, cuando hablamos de maltratadores, nos referimos a aquellas personas que, más que episodios esporádicos, tienen dinámicas de violencia hacia otres o que, si sólo tienen episodios, son de una violencia más extrema. Pero, de nuevo, ¿dónde está el límite? Insultar a tu pareja es una forma de tratar mal, pero ¿hacerlo una vez te convierte en un maltratador? ¿Y si lo hago dos veces? ¿Solo me convierto en un maltratador si insulto a diario?

Podríamos buscar similitudes con otro tipo de delitos como el robo. Todos alguna vez hemos podido robar alguna cosilla, pero no por ello entramos en la casilla identitaria de ladrones. De igual manera que, en el significado social de la palabra, robar una bolsa de patatas no te convierte o categoriza en ladrón, pero quizás robar un banco sí. De la misma manera, ¿es idóneo identificar en la misma categoría todas las situaciones de maltrato o quizás deberíamos encontrar una identificación más gradual?

Un debate polarizado

Aunque éste pueda parecer un debate quisquilloso y tiquismiquis, realmente adquiere mucha importancia si categorizamos las prácticas sociales en cajitas. En lugar de entender la violencia como un espectro, en el que tenemos dudas, tendemos a diferenciar a la gente en cajas categóricamente muy diferente entre ellas, hecho que favorece la polarización del discurso.

Pero oye, ¿y qué problema hay en polarizar el discurso? En realidad, puede haber bastantes puntos a favor de este tipo de enfoque:

Por un lado, poner nombre a las cosas sirve como primer paso para tomar consciencia de las mismas. Seguro que ha habido personas que han normalizado y justificado la violencia de su padre o pareja hasta que han conceptualizado a esa persona como a un maltratador y eso les ha permitido defenderse o trabajar en la reparación del propio daño y la cura.

Permite conceptualizar y englobar a todos aquellos hombres que ejercen malos tratos. Aunque puedan existir grados, una diferenciación más estricta puede favorecer a la hora de simplificar y hacer más accesible el discurso. Ser más flexibles en los gradientes puede generar un relativismo retórico que lleve a que nadie se categorice como maltratador más allá de algún caso extremo y patologizado.

Se genera un debate social que enmarca a los hombres maltratadores como hombres indeseables que, a su vez, puede ayudar a cambiar el precepto de la propia masculinidad presente en esa sociedad. Algunos hombres podemos vernos reflejados en este concepto y, por miedo al mismo, iniciar un proceso de cambio o evitar actitudes de maltrato y entender que ese modelo de comportamiento no es el adecuado.

Como vemos, puede resultar útil políticamente el discurso de choque ya que permite poner sobre la mesa un tema históricamente invisibilizado, así como resulta un discurso contundente, claro y directo. Esto ha facilitado su difusión y que se comparta como una oleada.

El precio de la polarización

Ahora bien, si bien existen muchos puntos fuertes, el uso del término maltratador de una manera rígida también puede tener algunos riesgos.

Uno de los mayores peligros del uso indiscriminado del concepto es que polariza. No son pocas las veces que he escuchado frases como “yo no sé cómo puedes trabajar con maltratadores”, “yo es que acabaría con todos los maltratadores” o “nunca entenderé porque algún hombre puede comportarse así”. Aunque esta polarización facilita que algunos hombres se puedan identificar, también deja en bandeja que otros muchos no se identifiquen con el mismo por percibirlo como un concepto extremo que no se aplica a su situación. Y lo mismo puede pasar con las víctimas: pueden entender que su agresor no se ajusta a esos parámetros dicotómicos, lo que lleva a normalizar y no identificar a una persona como agresor.

La asignación de este concepto puede resultar una carga que a muchos hombres les puede dificultar avanzar. Uno de los principales pasos para generar un cambio en hombres que han ejercido violencia es el reconocimiento y responsabilización de sus acciones. Una vez pasado ese umbral, es más sencillo iniciar procesos de cambio. Con una categorización fuerte muchos hombres pueden resistirse a reconocer abiertamente sus acciones, no ya por predisposición a trabajar en las mismas, sino por miedo a que se le categorice con una identidad difícilmente revocable (¿cuándo a ojos de la sociedad un maltratador deja de serlo?).

Nos aleja de comprender cómo pueden funcionar las dinámicas de maltrato. Si un hombre tiene problemas para controlar la impulsividad, no tiene herramientas para solucionar problemas de una forma no violenta o no ha oído la palabra asertividad en su vida, por mucho que se les presione categóricamente, no van a poder cambiar, y no porque no quieran sino porque no saben cómo hacerlo. Si os pido que os comportéis de una manera más estoica, apostaría a que la mayoría de nosotros no sabríamos cómo hacerlo por mucho que nos presionaran discursivamente.

Por último, en este juego de identidades, persiste el problema de la irreparabilidad. Un ladrón se puede rehabilitar. “Yo antes era un ladrón”. La etiqueta vuela y muta. Con la etiqueta de maltratador las cosas no son tan maleables. No pocas son las experiencias que he escuchado de hombres que han hecho un cambio desde su agresión y que a pesar de todo y de los años, se les sigue conceptualizando como maltratadores, con el trato que representa hacia ese colectivo. Y a pesar, que podamos considerar que llevar esa etiqueta forma parte de la responsabilización de los propios hechos, en la vertiente más moral puede que una conceptualización tan rígida del término no haga justicia con la realidad y que genere daños colaterales desproporcionados.

¿Qué conclusión se puede sacar de todo esto? Por un lado, que no existe una solución tan dicotómicamente sencilla y que abrir el tema podría ser útil para generar más debate e investigación al respecto. Y por otro lado, poner en relevancia la importancia de la forma en que categorizamos las identidades en el discurso social, regido precisamente por una fuerte militancia en las propias identidades. Por último, me gustaría señalar que, como ha comentado mi amigo Lionel Delgado en varias de sus charlas, evidentemente, este tipo de debates son muy difíciles de llevar en entornos políticos y que responde más bien al dilema que existe entre movilización y trabajo cotidiano con hombres. Algunos de las que tenemos de enfocar la militancia son complejos de implementar en el trabajo de transformación y viceversa. Espero con este artículo haber podido aportar elementos a un debate que se muestra muy necesario.

Jordi Elgström. Psicólogo y terapeuta de hombres que han ejercido violencia, Co-coordinador del proyecto Hombres Contra el Patriarcado.

Tomado de: El Salto

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