La atmosfera de fatalidad es inevitable cuando las instituciones mentales son el sitio de argumento para una película. La impredecible conducta de los pacientes, el agobio del personal clínico y cierta maldad intrínseca en los encargados de dominar y neutralizar a personas salidas de control, son parte de la cotidianidad de lugares donde el juicio y la razón se han diluido entre alucinaciones, delirios y sedantes.
Un hombre muy bueno que viene de muy lejos, según explica un paciente, ha llegado al hospital donde el doctor Julio Denis ejerce como uno de los médicos principales. Rantés afirma haber venido a la tierra en una nave espacial. Denis (Julio Quinteros) cree que se trata de otro paciente que se ha refugiado en el hospital para escapar de problemas con la ley, pero la seguridad de los argumentos de Rantés desconciertan, no solo a Denis, también al personal del siquiátrico que observa cómo un hombre que se para en dirección al sudeste durante horas en el patio del centro hospitalario, afirma recibir y transmitir información a su mundo. El recién llegado ejerce un magnetismo inusitado en los pacientes, que se comportan de manera pacífica y dócil, como si Rantés (Hugo Soto) fuera el único capaz de entenderlos sin que exista de por medio un diagnóstico a sus padecimientos.
Dirigido y escrito por Eliseo Subiela, Hombre Mirando al Sudeste analiza un mundo signado por el prejuicio y el desdén como son los hospitales siquiátricos. Hasta la llegada de Rantés, Denis mantenía cierto escepticismo con la vida: su divorcio, la separación de sus hijos a quienes no dedicaba todo el tiempo necesario, determinaban su actitud médica que lejos de brindar esperanza, dibuja un espejismo de comprensión a los nuevos ingresos.
(…)Yo tampoco sentía más nada por mi profesión, era la primera vez en mucho tiempo que yo me interesaba a fondo por un paciente de hospital y era la primera vez en mucho tiempo que yo estaba contento(…) narra Denis mientras suena de fondo un saxofón.
Con música original de Pedro Aznar, el poder de este arte es un vínculo común y sanador entre paciente y doctor, una herramienta capaz de mantener sin palabras la lógica de una relación que nace de confrontaciones, cuando Denis actuaba con la predisposición natural hacia Rantés, que estaba muy lejos de ser un paciente común y corriente dentro de los internos del hospital.
-Yo no quiero que me cure, quiero que me entienda.
Afirma el paciente al doctor en uno de los frecuentes diálogos que tienen sentados en el despacho de Julio. El Dr. Denis está empeñado en hacer un diagnóstico sobre la personalidad de Rantés, que da a conocer sus habilidades musicales, argumentando que fue programado para hacer eso y más.
Rantés enfrenta abiertamente la conducta vacilante de Julio y lo reta a llamar por teléfono a un número que, según dice, si habla con esa persona, una sola llamada telefónica podría cambiar el curso de la historia de la humanidad. Julio continúa preguntando, pero no levanta el teléfono ante la invitación de Rantés, que le expone de su misión de rescate en la tierra:
-¿De qué rescate habla?- pregunta el doctor.
-Del rescate de las víctimas, de los que no pudieron vivir en medio del espanto. De los quebrados por el horror, de los que ya no tienen nada que esperar, aquí.
Las heridas del Proceso de Reorganización Nacional en Argentina, aún están abiertas y Rantés pretende salvar a los hombres del arma más peligrosa de todas: La estupidez.
La relación de ambos se va convirtiendo en un vínculo fraterno y comienza a preocupar a la dirección del hospital la conducta de Rantés, lejos de ser violenta o dislocada es analítica, persuasiva y gregaria con los demás pacientes del hospital. La visita de una mujer nombrada Beatriz Dick (Inés Verenengo), llamada por Rantés La Santa, es para Denis una posible pista para desentrañar las misteriosas afirmaciones del hombre venido de otro planta, pero lejos de ser una revelación, La Santa es otra nube de enigmas para el siquiatra.
La interrupción de Rantés durante un concierto público, al tomar la batuta y dirigir una orquesta mientras suena El Himno de la Alegría de Beethoven, trasciende a las noticias y el Dr. Denis es llamado por el director del hospital para rendir cuentas por el paciente que se encontraba en su compañía:
-Es una suerte que no se le haya ocurrido llevar un desfile militar. En lugar de estar en policiales, estaríamos en primera plana: “Demente Ordena Ataque Militar”.
-Eso ya pasó, y no creo que fuera culpa de Rantés- responde Denis con igual ironía ante la afirmación sarcástica del director.
Sin la protección directa del Dr. Denis, Rantés es sometido a un proceso médico que lo hace sucumbir precisamente al arma contra la cual había venido a salvar a parte de la humanidad.
Película de culto, Hombre Mirando al Sudeste también ha sido reverenciada en el cine estadounidense, en la película Mr. Jones de Mike Figgis, Richard Gere paciente maniático compulsivo, toma la batuta durante un concierto y comienza a dirigir la orquesta. En una entrevista realizada por Televisón Española, el actor declaró que era un homenaje a la película argentina. Sin embargo en el 2001, el filme norteamericano K-Pax con el mismo argumento de la película de Subiela, sin darle crédito a la misma, fue acusada de plagio por el director argentino.
Hombre Mirando al Sudeste constituye un homenaje a la importante y trascendente literatura argentina, inspirada en la más conocida novela de Adolfo Bioy Casares: La invención de Morel, el propio Jorge Luis Borges en el prólogo del libro, calificó la obra de perfecta. Además de ser el nombre Julio Denis, uno de los seudónimos de otro de los más conocidos e influyentes escritores argentinos: Julio Cortázar, cultivador de la fantasía en su amplia obra literaria.
Las afirmaciones enigmáticas de un hombre que ha llegado de otro planeta, dirigen la mirada al sudeste de la conciencia humana donde existe la utopía de una salvación posible, si escuchar lo diferente sin prejuicios, fuera la lógica que moviera a los hombres de este mundo.
Texto cortesía del autor para el blog CineReverso
Tráiler del filme Hombre mirando al sudeste (Argentina, 1986) de Eliseo Subiela
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