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Repudio

Ares (Cuba)

Por Soledad Cruz Guerra

A mí tampoco me gustan los ignominiosos actos de repudio. Por eso me indigna la andanada de ofensas, amenazas, linchamientos mediáticos, falsas noticias que desde Miami y otros puntos del planeta lanzan los totalitarios enemigos de Cuba, enceguecidos por el odio, incapaces del menor razonamiento, proclamando sin pudor sus intenciones de aniquilar, matar, arrasar con todos los que no piensen como ellos, si lograran apoderarse de la Isla.

No he leído ninguna declaración pública de ilustres personalidades, ni de sensibles académicos, ni de críticos analistas sobre esa verdad evidente. Tampoco la vi sobre los lamentables sucesos del 11 de julio contra el vandalismo de los que atacaron mercados, tiendas, tiraron piedras a un hospital, volcaron carros policiales y hasta pretendían quemar vivos a agentes del orden.

Entonces, el 11 de julio, a lo sumo, se limitaron a manifestar que no querían que se reprimiera al pueblo, como si pueblo solo fueran los violadores de la tranquilidad ciudadana, los delincuentes pagados para fomentar el caos, los que formaron el show frente al Instituto de Radio y Televisión, sabiendo a quien servían como luego se ha ido demostrando.

Esa violencia, que tomó desprevenida a la sociedad cubana, demostró la impiedad de sus organizadores para con un pueblo abrumado por la pandemia, para con un país prácticamente estrangulado por las extremas sanciones de la administración Trump. Pero demostró también que los presuntos “pacíficos” promotores del cambio de gobierno en Cuba —para instaurar el capitalismo— no tienen ninguna capacidad para evitar los hechos violentos que, desde las redes sociales, estimula la turba de odiadores, quienes apoyan a Archipiélago porque saben que tiene los mismos objetivos, aunque los disfrace impúdicamente apelando a Martí o a Gandhi.

Me quedé literalmente estupefacta cuando leí en las redes sociales que algunas “almas sensibles” acusaban al presidente cubano de provocar la división cuando llamó a defender en las calles a la nación, ante aquellos actos ignominiosos de repudio a la paz, en medio de una crítica situación económica y epidemiológica.

Ocurre que los provocadores de la violencia y sus intoxicados seguidores niegan el legítimo derecho a la defensa alegando que la Patria no es la Revolución. Ignoran que, antes de 1959, la falta de soberanía y la dependencia de Estados Unidos pisoteaban el concepto emancipador de patriotismo con el cual surgió la nación cubana, legado por los independentistas originarios.

A pesar de los defectos, los errores, las deformaciones de los hombres y mujeres que han hecho, sostenido y dirigido la Revolución, ella ha sido la garantía de una patria libre, independiente, soberana, y ha extendido el concepto de patriotismo más allá del folklore, el puerco asado en púa, el ron, fomentando un sentimiento de solidaridad universal, según el principio martiano de que patria es humanidad.

Por supuesto que para defender esos baluartes espirituales no se debe acudir a los mismos métodos de vulgarización empleados por los enemigos, hay que mostrar el repudio legítimo a los que ponen en peligro la soberanía, con la altura que merece tan elevada causa, aunque cualquier desliz en ese aspecto no se compara con la agresividad de la guerra mediática que se le hace a Cuba, con la violencia desatada el 11 de julio, con la instigación constante a producir atentados ignorados voluntariamente por quienes inventan marchas “pacíficas”.

Y aunque, repito, a mí tampoco me gustan los ignominiosos actos de repudio, la guerra que se nos ha declarado desde Miami merece una fuerte línea de defensa, el mayor de los repudios.

Tomado de: La Jiribilla

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Las máscaras caen

Por Enrique Ojito

Debió sentirse como pez en tierra. Habría que pensarlo por dos razones claves: por un lado, acudió a aquel taller en el campus de Madrid de la Universidad de Saint Louis, de Estados Unidos, en su condición de artista y joven intelectual —lo declaró el propio dramaturgo cubano— y, por otro, el encuentro, celebrado del 12 al 14 de septiembre del 2019, no se detuvo ni por un segundo en la obra de Eurípides, Shakespeare, ni en la de Calderón de la Barca.

¿Qué hacía, en la cuarta versión del taller Diálogos sobre Cuba, Yunior García Aguilera, hoy el rostro visible de la marcha anunciada para el 15 de noviembre, denegada por las autoridades locales debido a la ilegitimidad de sus propósitos? ¿Quiénes convocaron y asistieron a la cita en la capital española? ¿Es tan santo como se pinta este actor y director de teatro, nacido en Holguín?

Caballeroso como el que más, García Aguilera accedió a la invitación para intervenir en el evento que les formulara a él y a otros mercenarios la politóloga Laura Tedesco, vicedecana de Humanidades en la Universidad de Saint Louis (Campus Madrid) y directora, junto a Rut Diamint, del proyecto de investigación Tiempo de cambios y el nuevo rol de las fuerzas armadas en Cuba, de la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT), de Argentina.

De la comunión ideológica entre ambas académicas, obsesionadas en emitirle el certificado de defunción al proyecto político de la nación antillana, resultaron los artículos “Atrapados en Cuba”, “Gatopardismo en Cuba” y tantos otros, publicados en www.openDemocracy.net, web británica financiada por la Fundación Ford y la Open Society Foundations (OSF), uno de los instrumentos protagónicos de la agenda injerencista internacional de Washington. Fundada por el multimillonario George Soros, la OSF ha apostado por las llamadas “revoluciones de colores” para llevar a la sepultura determinados gobiernos, estrategia aplicada en países de Europa del Este, en las denominadas Primaveras Árabes y contra procesos de izquierda en Latinoamérica.

Precisamente, en uno de los textos socializados por el sitio digital, el binomio Tedesco-Diamint inquiría sobre el caso cubano: “¿Piensan los miembros del Partido Comunista y los miembros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias que podrán mantener la estabilidad política y la paz social en medio de un estancamiento económico que puede agravarse cuando el régimen venezolano colapse completamente?”.

A rajatabla lo preguntan en el artículo “Cuba ¿final a la deriva?” difundido en mayo del 2019; poco más de cuatro meses después, el taller madrileño, al que también asistió el profesor Richard Youngs, experto del tanque pensante Fondo Carnegie para la Paz Internacional.

Ni crean que Youngs disertó sobre el teatro contemporáneo en Estados Unidos o en el Reino Unido —podría haberle dedicado un tiempito, al menos, al Nobel de Literatura (2005) Harold Pinter—. El también experto del Global Think Tank, radicado en Washington, colocó sobre la mesa de análisis el rol de las Fuerzas Armadas en los países de América Latina y habló sobre el poder transformador del activismo político. Los asistentes conocieron de su prolífica obra y, en particular, de uno de sus libros acerca de la democracia, movimientos cívicos y procesos contrarrevolucionarios en Europa a raíz de las “revoluciones de colores”.

Pero, tamaños “profes” contaron con más de un alumno en aquel curso de formación de “agentes de cambio”. Para quien lo dude, en openDemocracy, Tedesco y Diamint subrayaron: “Miguel Díaz-Canel apuesta por el inmovilismo (…). Y, sin embargo, el cambio será inevitable. No sabemos cuándo, ni cómo, ni quién lo impulsará o lo llevará a cabo”.

No sorprende, entonces, que en la lista de invitados a Madrid aparecieran Manuel Cuesta Morúa, Reinaldo Escobar (esposo de Yoani Sánchez) y Yanelis Núñez Leyva, directora ejecutiva de un proyecto con People In Need, organización checa financiada por el Departamento de Estado para subvertir la Revolución cubana.

Contratado por la Fundación Nacional para la Democracia (NED, por sus siglas en inglés) para impulsar sus proyectos subversivos en la Mayor de las Antillas, y con vínculos con la Agencia Internacional para el Desarrollo (Usaid), Cuesta Morúa integró la relación de mercenarios que usurparon el nombre de Cuba y fueron aceptados para asistir en los Foros Paralelos de la VII Cumbre de las Américas, celebrada en Panamá en abril del 2015.

Cuba demostró que Manuel Cuesta en el 2014 devino instrumento de la NED y del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (Cadal), con sede en Argentina, para realizar un foro y montar un show mediático en el contexto de la II Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, desarrollada en enero del 2014 en La Habana.

Ese propio año, el Cadal invitó a tierra bonaerense al periodista Reinaldo Escobar, director editorial de 14ymedio —plataforma digital de la industria mediática anticubana— y asalariado de los fondos federales estadounidenses, a pesar de que no lo confesara en una entrevista con la revista Ñ, del diario Clarín, durante la visita a la nación austral.

Está demostrado que antes de ir a Madrid, Yunior García viajó a Argentina en febrero del 2018 a las sesiones del proyecto investigativo Tiempo de cambios…, auspiciado por la UTDT, a cuyo claustro pertenece Diamint, coordinadora de iniciativas en materia de la defensa, liderazgo político y la democracia, para la Fundación Ford y la OSF.

Según refiere el sitio web de la casa de altos estudios, dicho proyecto —desconocedor de que las FAR y la Revolución cubana son montaña y río de la misma sierra— “busca (e) informa a actores disidentes y críticos, con las fuerzas armadas revolucionarias de Cuba (FAR) de dos maneras diferentes. Por una parte, comunica estrategias a actores relevantes de ese campo disconforme, acerca de la necesidad de conocer el rol de las fuerzas armadas, su papel en el gobierno y su posible papel en un proceso de cambio. Por otra parte, ofrece alternativas para una futura inserción de las FAR en vistas de una apertura política”. ¿Quién niega que esta línea de pensamiento no se aviene a una versión tropical de la Revolución de Colores?

Al taller argentino asistió, además, Cuesta Morúa, de sólidos vínculos con Gabriel Salvia, director general del Cadal, quien solicitó respaldo internacional a la marcha convocada para el 15 de noviembre, no autorizada por Cuba debido a sus fines desestabilizadores y apegada a la cartilla del llamado “golpe suave”, que persiste en la agenda de la Casa Blanca contra la isla.

Aseguran que otra que anda soltando candela por la boca, ante la posición de las autoridades cubanas, es la mentora de Yunior García, la catedrática Tedesco; aunque su discípulo no la ha recriminado por ello y siga aferrado a su discurso de “civismo” y de defensa al supuesto derecho a la manifestación pacífica violentado.

Con ciertos indicios de padecer delirium tremens, la activista política (es más que la eminente doctora en Ciencias Políticas por la Universidad de Warwick, Reino Unido) se adelantó en anunciar la caída del monumento de José Martí a la sombra de la alta torre del memorial habanero al escribir, a cuatro manos con Diamint, el artículo “En Cuba, el unicornio azul se perdió, la Revolución también”, a raíz del surgimiento del denominado Movimiento San Isidro (MSI), aupado por la Embajada de Estados Unidos en La Habana, y los sucesos del 27 de noviembre del 2020 (27N), cuando personas con reclamos diversos —incluidas las empecinadas en abortar el proyecto político cubano y creadores dignos— se congregaron frente a la sede del Ministerio de Cultura (Mincult).

Justamente, el nombre de Yunior García cerraba la lista de participantes propuesta por un grupo erigido en voz de todos los reunidos en el Mincult, enviada el 3 de diciembre en un mensaje electrónico, calificado de “insolente” por ese ministerio, con la pretensión de “imponer, de modo unilateral, quiénes, con quién y para qué aceptarán dialogar”.

Luego del fallido MSI, del 27N y de las protestas del 11 de julio —García Aguilera organizó un intento de toma del Instituto Cubano de Radio y Televisión—, el director teatral se ha sumado a Archipiélago, un proyecto subversivo y de genes anexionistas, de cuyo Consejo Deliberativo forma parte, junto con el terrorista, radicado en la Florida, Orlando Gutiérrez-Boronat, quien ha solicitado a voz en cuello una intervención militar en Cuba, liderada por Estados Unidos.

Para no defraudar a sus mentores españoles y argentinos, el dramaturgo encabeza la convocatoria de la provocación del 15 de noviembre, en línea con la instrucción 167 del manual del “golpe suave”, de Gene Sharp: “‘Ataques’ no violentos: invasiones; se comienza con una marcha y se toma posesión pacífica de un lugar o un inmueble”.

En fin, este es el “Mesías” que nos convida a arrepentirnos, que nos convida a tanta mierda —como advertiría el poeta— y así darnos un rinconcito en sus altares.

Tomado de: Escambray

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Revoluciones de colores, esnobismo y música incendiaria (III)

Joseph Goebbels: «Las opiniones existentes en un auditorio pueden redireccionarse hacia nuevos objetivos mediante palabras que se asocian con criterios existentes».

Por José Ángel Téllez Villalón @aangeltellez

Más que programas políticos, las “regresiones de colores” tienen como guías, las reglas del espectáculo. Para su triunfo, más que sujetos consientes, se necesitan muchedumbres enardecidas, ávidas de nuevos credos; los que en la “puesta en escena” se improvisan. Se demandan más que políticos (comprometidos, estrategas y elocuentes oradores), habilidosos performers; líderes capaces de borrar toda experiencia histórica y construir una imagen de la realidad, artificial y carnavalesca, donde sus seguidores canalicen sus emociones más instintivas.

La multitud inmersa en el espectáculo sale del régimen del diálogo para entrar en el del contagio, en el de la imitación compulsiva. Basta que uno pocos se sepan el guion y que lo representen convincentemente. Hay que actuar y actuar, sin que quede muy claro de qué va la obra. Generar acciones extrovertidas y jubilosas, para entrenarlos en su rol: meros “instrumentos para producir ilusiones”; para vivir un eterno presente, el que dicta el guionista. “Parte de la población sometida a la hipnosis del espectáculo se aleja de las tradiciones y normas originarias de la racionalidad de las sociedad anterior y salta a la postmodernidad”, resume Kara-Murza. La ciudadanía devenida multitud, más propensa a imitar que a tener criterios propio, salta entusiasmada al escenario de  la postverdad y  de la manipulación.

Uno de los actos más mediáticos de la “Revolución de Terciopelo” de 1989 fue el de la muerte de un joven manifestante a la cuenta del “sangriento régimen dictatorial”. La imagen del “cuerpo sin vida” en la ambulancia recorrió decenas de televisoras occidentales. ¡Oh, qué horror! En la universidad todos se alarmaron, pero se descubrió  que había dos estudiantes con el nombre y el apellido de la víctima. La noticia ya había surtido efectos cuando se aclaró que ninguno de los dos había estado en la manifestación y que el papel del muerto lo había escenificado un teniente de la KGB checa.

En 2011, durante la llamada “Primavera Árabe”, fue noticia que el “régimen de Asad” había asesinado y arrancado las cuerdas vocales de un cantante sirio famoso por las protestas en la ciudad de Hama. Según la narrativa occidental la letra, “un rabioso rosario de ataques a ritmo de tambor contra el presidente sirio llamándolo ´mentiroso´ y `burro´ fue escrita en los muros, sonaba en las radios de los minibuses y se compartía como tono de los teléfonos móviles”. El espectáculo demandaba el estatus de “sagrado” para el himno «Yalla Erhal, ya Bashar» (Vamos Bashar, hora de irse) y la muerte de su autor Ibrahim Qashush, «el ruiseñor de la revolución».

Cinco años después, la revista británica GQ reveló que el verdadero autor del himno era Abdul Rahman Farhood, que seguían vivo y residía en una ciudad europea. Rahman declaró a la revista que el responsable de los rumores y de la falsa noticia fue uno de los miembros de los Comités de Coordinación Local, que tampoco se tomó la molestia de desmentirla para «no tener problemas». El muerto no tenía nada que ver con las canciones y había sido asesinado por los propios grupos de oposición, porque sospecharon que era “informante del régimen”.

Las operatorias se reciclan; los más nuevos imitan a los actores precedentes, creyentes del guion de Gene Sharp. Para la “Revolución de las Rosas” en Georgia la organización juvenil Kmara (Basta) utilizó la ideología y métodos, e incluso los símbolos, de Otpor, el famoso grupo serbio. Pora en Ucrania; Kel-Kel en Kirguistán,  el movimiento Defensa en Rusia, Zubr en Bielorús, Yok en Azerbaiyán, Bolga en Uzbekistán y Gajara en Kazajstán han importado y adoptado estas tecnologías políticas. Todos creyeron que por el oeste saldría el sol.

La música, una de las expresiones de la naturaleza humana, aporta sentidos artísticos y sociales particulares cuando se constituye en prácticas colectivas. Resulta un espacio de vínculo, es un espacio relacional necesario para la acción compartida. Ese “hacer” música con otros, compartir gustos por un determinado género o estrella musical, identificarse públicamente como sus fanáticos o seguidores, se constituye en un espacio de diálogo, un tiempo de escucha y de conformación colectiva.

El aficionado a un determinado estilo musical suele dotar de significado a los sonidos que escucha, en función de las expectativas que la música le ha causado. Seguir cierto género, lo condiciona a la hora de recibir otros tipos de música porque tenderá a juzgar la novedad en función de los marcos de referencia que tiene creados como consecuencia de sus gustos y motivaciones, condicionadas por su estatus social, económico y político. Hasta en esos niveles, se libran las luchas de clases.

Cada acto musical genera procesos de significación. Y estos significados no se encuentran sólo en el texto, es decir, en la obra musical, sino en su puesta en escena, en el performance. Los acostumbrados a escuchar música en otro idioma que apenas entienden, asombrados por timbre tecnológicos, sonidos guturales, extravagantes vestimentas y exóticos comportamientos en los escenarios, terminan sobrevalorando ciertos signos, y subvalorando las palabras y los discursos. Tampoco es lo mismo compartir música “oficial” que música “prohibida”.

Además de ser un tiempo de expresarse, de interactuar y comunicarse con los de la comunidad primigenia, el “musicar” cierto género puede constituirse en un tiempo para entrar en relación con el entorno, con el “afuera”. En un tiempo  para “ex-ponerse”, ponerse “fuera” de lo tradicional y estar con “otros”. El (des)encuentro con esa música “extraña”, es también el (des)encuentro con el tejido cultural donde se produjo. Este “choque” provoca un reconocerse, un valorarse respecto a ese otro marco de significación.

Al chocar con esos canales de signos de la cultura occidental, una parte de la sociedad civil del campo socialista se sintió inferior, fuera del mundo. Y creyó que el rock los adelantaba, a una “primavera social” de Coca Cola, MacDonal´s y Pizza Hut.  Entonces repitieron,  a coro, aquella cancioncita de 1955 del polímata Boris Vian: «Je suis un snob… je suis un snob… je m`appelle Patrick mais on me dit Bob.»

Como lo definió Proust, metafóricamente pero con la sabiduría de un sociólogo, el esnob es “[Quelqu’un] dans l’imagination [duquel] fleurit tout un printemps social”. Porque eso hace el esnob, inventarse una mirada diagonal y una creencia; imaginar un lugar superior al “aquí y ahora”, donde florezca su distinción, su diferenciarse del clan que desprecia. Desprovisto de razón, sólo confía en la ceguera que lo guía, cual lazarillo. Es esclavo de ese credo que se cree convicción; se entrega apasionadamente a la novedad y a la apariencia.

Para rehuir de ese grupo “inferior”, “rezagado”, “aburrido”, el esnob busca un refugio en otro lugar, en otro tiempo o en otro cuerpo falso, aparente; en la extravagancia, en el artificio. Mientras lo distinga del vulgo, de la comunidad de origen, que desprecia. No importa cuanto tenga que fingir, cuánta simulación y disfraz tenga que asumir; cuánta jerga extranjera se tenga que aprender.

Por esa aspiración de saltar a ese otro grupo que considera superior, por aparentar el prestigio de ese mismo grupo, se convierte en un gran imitador. Para el esnob portar determinados atributos, ostentar determinados productos o estar en ambientes específicos equivale a “formar parte” del club de los elegidos, el de los nobles por la sangre y el espíritu. Teme ser como la mayoría y quedarse atrás. Lo aterra el riesgo de “quedar fuera” de lo más selecto y distinguido. Sobre todo, quedar fuera de lo que es central, de donde se dictan las pautas en el vestir, en el consumir y en el lucir, dígase Europa occidental y los EE.UU. Necesita del cosmopolitismo como del oxígeno.

Autorepresentarse como hippies en Checoslovaquia o Yugoslavia era salirse de la cultura oficial, promovida por las instituciones; saltar hasta el preciado “in”, “dentro” de otra cultura que creían superior; dejar la “oficial” donde lo “obligaban” a permanecer. A la vez, era montarse en la ola de moda, el último grito de la música, los géneros que defienden los “famosos”, los “exitosos” de las revistas y los spots.

Como planteara Goebbels, en una dimensión ideológica: “Las opiniones existentes en un auditorio pueden redireccionarse hacia nuevos objetivos mediantes palabras que se asocian con criterios existentes. Lo mismo sucede con otros signos, mediante la canalización  o sustitución de una estructura de signos, de un estereotipo, “ya listo” o asentado en el imaginario, por otro que se pretende normalizar. La tarea del propagandista, escribió H. Lasswell, “habitualmente consiste en favorecer en lugar de fabricar”.

Bastaba inundar el éter de música occidental y cercarlos con MTV, para canalizar el esnobismo ya identificado en una parte de los ciudadanos de Europa del Este. Lo que había, probado por años con el marketing comercial, lo extendieron a la confrontación geopolítica, a la Guerra Fría (Cultural).

Bastaba convidarlos, como enseñan en “Mixed Emotions” los Rolling Stones: “Life is a party/ Let’s get out and strut, yes”; Let’s go out dancing/ Let’s rock ‘n’ roll yeah; “You’re not the only one/ With mixed emotions/ You’re not the only ship/ Adrift on this ocean” (No eres el único/ Con emociones encontradas/ No eres el único barco/ A la deriva en este océano).

El goteo de los signos occidentales erosionó lenta, pero firmemente, aquel sistema. La música resultó una poderosa herramienta de seducción y para canalizar significaciones asociadas, culturales e ideo-políticas. Una gran parte de las  generaciones más jóvenes, de los que había nacido después de la guerra, no se sintieron identificados con los valores que se les transmitían desde las instituciones. Les resultaron más atractivas las propuestas mercantilizadas desde el otro lado de “La cortina de acero”. Tenían los productos, el contenido, pero no la apariencia, ni la vitrina.

El rock, como producto social, portaba ciertos significados del ambiente donde se cuajó y se enlató, incluido el espíritu de rebeldía. “Musicar” lo extranjero y lo prohibido fue como el pasto, irrigado por esas “dos aguas” del esnobismo referidas por Rouvillois: el esnobismo “mundano” y el “intelectual o de la moda”. Allí engordó la muchedumbre que hizo falta después, como actores de la regresión al capitalismo.

En el póster del espectáculo, una metáfora que fue el eslogan del primer concierto de los Rolling Stones en Praga, en 1990: Tanks are rolling out, the Stones are rolling in.

El “poder suave” de occidente había vencido.

Tomado de: Cubahora

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Revoluciones de colores, esnobismo y música incendiaria (II)

Esta fue la chispa que desencadenó el escalamiento de las demandas de la disidencia y las acciones subversivas lideradas por Václav Havel.

Por José Ángel Téllez Villalón @aangeltellez

“The Velvet Revolution” debiera considerarse la más larga y primera regresión “de colores”…

La denominación de “Revolución de Colores” tiene que ver con el más importante precedente de estas tecnologías “para el cambio de régimen”; con la “Revolución de Terciopelo” de 1989,  en Checoslovaquia. Se dice que para aludir su cualidad “no violenta” y  el fuerte componente simbólico que la caracterizó. Pero lo que no se destaca, es la marca importada que resuena en ese nombre acuñado por Rita Klímová, la traductora al inglés de los disidentes y luego embajadora en Estados Unidos. Me refiero a la maquinación del impulso esnobista que imantó el movimiento de esta acción colectiva, con raíces de más de 20 años.

Por debajo de lo aparente, de que no pasaba nada meses antes del último empujón de noviembre de 1989, con la acción sistemática de los mismos “jugadores políticos” de la década del 70, se venía  desmoronado la autoridad del Gobierno y el régimen de obediencia. La “de Terciopelo” tuvo sus orígenes en los sucesos posteriores a la llamada “Primavera de Praga”; la invasión de 1968 comandada desde Moscú y las protestas por la represión del undergraund checo en 1976.

Checoslovaquia fue considerada «la cuna de música rock en Europa central”. El rock’n’roll, conocido allí como BigBít, inundó el país en un  estado liminal de «deshielo» cultural. Praga fue incluida en varias giras  internacionales, lo que contribuyó a la popularidad y expansión del género y sus concomitantes formas estéticas. El Estado en un momento inicial respaldaba las bandas.

Desde la década del 60, “musicando” BigBít, se fue conformando una comunidad cultural admiradora de Occidente. La fiebre esnobista se alimentó en directo, en los clubes de Praga donde tocaban las bandas imitadoras de Zappa, Velvet Underground, Captain Beefheart, Fugs; por el éter, mediante las frecuencias de Radio Free Europa y Voice of America; descubriendo nuevos timbres en los LP traídos del extranjero; admirando estrellas de cine en las portadas de revistas que le trajo un familiar; tomando Kofola (cola nacional) en una reutilizada botella de Coca-Cola; modificando una moto local para que pareciera una Harley… Mediantes estas experiencias estéticas, sumergiéndose en este “alternativo” espacio cultural, nacieron y crecieron los melenudos hippies checos.

El disidente e historiador checo Čuňas contó que fue detrás una banda sonora hasta Budapest, a ver la película estadounidense Happy Motorcycle Riders. Al descubrir  en esta a los hippies gringos se dijo así mismo “esto es, esto es lo que quiero ser”. Evžen Fiala de la banda Hells Devils, mientras hacía el ademán de disparar con un arma, gritó una vez en el escenario: «¡Traeremos a Estados Unidos aquí!». Evžen Fiala, era el gerente de The Primitives, considerada los «padres del underground».

En la dirección artística de The Primitives, estuvo el historiador de arte y crítico cultural Ivan «Loco» Martin Jirous. En el invierno de 1965, en la Universidad Charles, había sido cautivado por el poeta beatnik norteamericano Allen Ginsberg. El responsable de los extravagentes performances de The Primitives, como admirador de Andy Warhol supo que este tenía una banda en casa, The Velvet Underground, de Lou Reed y John Cale. De ahí, la implicación de Jirous con la banda de rock psicodélico The Plastic People of the Universe.

El grupo también conocidos como PPU fue fundado en 1968 por el bajista Milan Hlavsa. Este adoraba a Frank Zappa y a la banda Velvet Underground. Vale señalar que el nombre de la agrupación se tomó de una canción de Zappa con Mothers of Invention, «Plastic People», de su álbum Absolutely Free (1967). Como para Jirous, su letrista, el inglés era el idioma del rock, invitó a Paul Wilson, un profesor canadiense radicado en Praga, para que les enseñara las letras de sus ídolos occidentales, para hacer covers con ellas, y para que tradujera las letras originales de PPU, del checo a la lengua  anglosajona.

Según el historiador Sean Wilentz  en el año de 1967 el joven dramaturgo Vaclav Havel había viajado a New York, a razón del estreno de una obra suya, producida por el empresario teatral Neoyorkino Josep Papp. Es entonces que en una visita que hizo a la Universidad de Columbia, un amigo le recomienda escuchar la banda The Velvet Underground. Escuchar el primer disco de Velvet, con el icónico plátano diseñado por Warhol en la portada, cambió la vida de Vaclav; a tal punto que, al regresar a la Checoslovaquia, impulsó una corriente musical underground de protesta.

Havel compró una casa campestre en Hrádecek, un pequeño pueblo del noreste checo, que sirvió como centro de reuniones y como plataforma para que varias bandas clandestinas de rock interpretaran sus ácidas canciones. Años después, ya siendo Presidente, declararía que, durante esa temporada de turbulencia, absorbía de estas bandas  «un temperamento, un estado de espíritu no conformista, una orientación antisistema y un interés por los desposeídos y humillados”.

Cuentan que en marzo del ’76, en un pub de Praga, se conocieron Havel y Jirous. Este último convence al dramaturgo de que la música de Plastic People era “la articulación internamente libre de una experiencia existencial, el intento de brindar esperanza a los más excluidos”. Por ello, Jirous invita a Havel a un concierto clandestino del principal representante del “Praga Underground”, que tendría lugar dos semanas más tarde. Pero antes de la fecha son arrestados 19 miembros del underground, entre ellos los de Plastic y Jirous.

Estos acontecimientos fueron aprovechados por Havel, como la chispa que desencadenó la “Revolución de Terciopelo”. Los sucesos  protagonizados por los intelectuales disidentes, los movimientos estudiantiles de protesta; los actos extremos de los estudiantes Jan Pallach y Jan Zajic, quienes se rociaron con nafta y se prendieron fuego en la plaza de San Wenceslao; fueron parte del viento que agitó el gran incendio iniciado en 1976.

La censura y enjuiciamiento de los miembros de PPU dio lugar a La Carta 77, un manifiesto firmado por unos 300 intelectuales y científicos checoslovacos, con amplia repercusión internacional, como era de esperar. Esta fue la chispa que desencadenó el escalamiento de las demandas de la disidencia y las acciones subversivas lideradas por Václav Havel.

El rock fue parte de los recursos disponibles para un sector juvenil checo para conformar una comunidad opositora; como elemento aglutinante e identificador de este espectro de la sociedad civil checa. Al mismo tiempo sirvió como reacción y protesta ante las imposiciones de un “retado” gobierno que estigmatizó al género y lo reprimió. Hecho  que aprovecharon los “retadores”.

Al perder el apoyo institucional y convertirse en “prohibidos”, los rockeros checos, adquirieron un mayor potencial como agentes de cambio, para “desbalancear” al poder estatal, mediante la desobediencia y la postura retadora. Teniendo en cuenta, que en términos políticos esta táctica de lucha “no violenta” se basa en la no cooperación, que los gobernados no hagan lo que se les ordena, y que  hagan lo que está prohibido.

Como señaló el propio Čuňas, las acciones del gobierno contra el underground, los hicieron conocidos en todo el país y más allá. “Hubo gente que nunca llegó a escuchar la música de Plastic People of the Universe en los años 60 (debido a la falta de presentaciones), especialmente viviendo fuera de Praga. Hasta el año 1976 nosotros (los undergraounds) no éramos tan conocidos en absoluto”. Fue la “anti-propaganda” en los programas televisivos y los artículos en los medios de prensa gubernamentales, los que lo “premiaron” con mayor publicidad.

Con La Carta 77 se produjo la implicación de diferentes grupos (literarios, filosóficos, intelectuales católicos, disidentes establecidos) con los del espacio cultural subterráneo; se aunaron así una serie de actores y prácticas en la oposición política. La represión de la banda Plastic People desencadenó la fusión de diversos grupos separados hasta entonces, underground y disidentes, esferas públicas y privadas; trabajadores manuales e intelectuales. Lo reconoce el propio Havel en su libro El poder de los sin poder.

Estas protestas transformaron al underground en algo más que una molestia, amenaza o problema interno para el régimen, comenzó  a ser una “violación de los derechos humanos” y foco de la política internacional. El juicio de 1976, se convirtió en noticia para los medios globales, hegemónicamente anticomunistas. La banda llegó a simbolizan todo el mundo subterráneo y fueron presentados como héroes en la prensa extranjera. Motivaron la solidaridad de músicos  como Lou Reed y Gary Lucas. En parte, la ubicuidad de la música en todas las culturas fue el eje para desacreditar el gobierno: “¿Cómo se puede perseguir a alguien simplemente por ¿tocar música?», fue el cuestionamiento predilecto de la prensa occidental.

Tal como se recoge en los manuales de Gene Sharp, “los actos de protestas y persuasión son actos simbólicos  de oposición pacífica o intentos de convencimientos que van más allá de la expresión verbal (…)”. “Su mensaje puede ser dirigido a influir en el adversario, el público en general, el mismo grupo quejosos o una combinación de los tres”. Para esta especie de “judo político”, se recomienda, conseguir que se “vea mal” el opresor”, que “reciba cada vez menos apoyo”, explotando el hecho de que la “la violencia contra un grupo noviolento hace que el agresor se vea mal, despreciable, antipático, a tal grado que la opinión pública y privada se puede volcar en su contra”.

De ahí la estrategia, para sancionar al “represor” ante la opinión pública, de emplear a los artistas; expertos en “actos simbólicos” y  quienes por tradición son distinguidos por su sensibilidad y  humanismo, por ejercer las actividades más alejadas de la “fuerza bruta”. Desbalance que se maximiza cuando estos gozan de popularidad o de gran prestigio.

No es como planteara el politólogo británico Timothy Garton Ash, al referirse a la duración de estas transiciones hacia el capitalismo, que para derrocar en 1989 al régimen totalitario los polacos necesitaron diez años, los húngaros diez meses, los alemanes orientales diez semanas y los checos y eslovacos diez días. “The Velvet Revolution” debiera considerarse la más larga y la primera regresión “de colores”.

Tomado de: Cubahora

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Revoluciones de colores, esnobismo y música incendiaria (I)

Srdja Popovic: Muchos actores a nivel internacional estaban interesados en hacer caer a ‘Sloba’

Por José Ángel Téllez Villalón @aangeltellez

Las “revoluciones de colores” son las versiones kitsch de las revoluciones “clásicas”. “Son las revoluciones de la postmodernidad que han tomado mucho del fascismo”, apuntó el académico ruso Serguei Kara-Murza. Las emociones cabalgando sobre una nueva tecnología para derrocar gobiernos, etiquetada con el inocente nombre de “métodos no violentos”. Lo que importa en estas fast-revoluciones es presionar, desestabilizar, tumbar, no resolver contradicciones sociales. Se copian los tips de aquellas revoluciones para el stiling del espectáculo.

Fueron diseñadas por tanques pensantes occidentales, para con menos gastos que con las guerras convencionales y con menos revuelo de la opinión pública, derrocar a sus adversarios. Resultan de la apropiación de ciertos métodos revolucionarios para subvertir, deconstruyendo, las normas de legitimidad, de valorar a los políticos. Son operatorias híbridas, lideradas por agentes entrenados, con las que las élites imperialistas cosechan los frutos de tantos años de influencia, de engatusamientos, de inoculación de su superioridad, por goteo simbólico.

Unos de los rasgos postmodernos de estas revueltas es el carácter lúdico de las operatorias, para tomar el poder, se juega con el poder. Como “todo vale”, no hay método “correcto”, “político”, “legítimo” o “ético”. Se reconoce, sin sonrojo, que se recibe financiamiento externo, de agencias y ONG extranjeras. Se recurre a la burla, al sarcasmo, al lenguaje soez. Se apropian de los símbolos del adversario para subvertirle sus significados. Se recurre a la postverdad y a las fake news, con el propósito de manipular y capitalizar reacciones.

Como se ha planteado, no se puede explicar el éxito de estas pseudorevoluciones, sin reconocer el papel que han jugado organizaciones de Estados Unidos o que estaban próximas a ellas. Sin  el apoyo del Imperio y de sus socios en Europa ninguna de estas revueltas en el entorno postsoviético habrían tenido “éxito”. No solo por la asesoría, el respaldo financiero y mediático, sino además por su hegemonía, su influencia apuntalada por las imperialistas industrias culturales.

Desde los tiempos de la Guerra Fría, la acción exterior estadounidense fue externalizada por ONG, tanques pensantes y fundaciones que se encargaron, junto a una red de emisoras y televisoras, de enganchar a una parte de la sociedad civil, con el “the american way of life”, el “the american way of thinking” y el the american way of playing”. Empeño al que se sumó una legión de intelectuales, supuestamente de izquierda o antistablisment, encargados de promover los valores de la “democracia liberal”, y una quinta columna de esnobistas disidentes.

En su mayoría, los líderes de los movimientos que empujaron el “desmerengamiento” del Socialismo existente en Europa del Este, eran fervientes adoradores de la cultura gringa y especialmente de su música. Tenían una relación directa o indirecta con instituciones académicas y culturales de Estados Unidos. Para los líderes de las revoluciones de colores avanzar era marchar al ritmo de la banda yanqui; para democratizar el país era necesario implementar las ideas y valores que dictaban las instituciones estadounidenses.

El interés geoestratégico del área postsoviética y la voluntad del Imperio resulta clave para entender el porqué de la Revolución de las Rosas (Georgia, 2003), la Revolución Naranja (Ucrania, 2004) y la Revolución de los Tulipanes (Kirguistán, 2005), la Revolución de los Melones (Kirguistán, 2010), la Revolución de los Acianos (Bielorussia, 2006), la Revolución de las Lilas (Moldavia, 2009), y la Revolución de Terciopelo (Armenia, 2018).

La de Serbia fue la primera aplicación práctica exitosa de esta novedosa tecnología para montar insurrecciones artificiosas sobre manifestaciones originalmente espontáneas. Se articuló para derrocar del poder al ejecutivo de Slobodan Milosevic. El país mantenía relaciones cordiales con Rusia y hostiles respecto a la órbita de la OTAN. Eso explica la inversión de cuantiosos recursos financieros, tecnológicos y simbólicos.

En palabras de Srdja Popovic, líder del movimiento que derrocó a Milosevic, “Muchos actores a nivel internacional estaban interesados en hacer caer a ‘Sloba’. Era gente con la que podías hablar de política y conseguir dinero, como la Fundación Nacional para la Democracia (National Endowment for Democracy, NED), el Instituto Republicano Internacional (IRI) y el Instituto Nacional Democrático (NDI), que colaboraban con partidos políticos, y Freedom House, que trabajaba con los medios de comunicación”.

Algunas fuentes estiman que el gobierno de EE. UU. y varias ONG  estadounidenses sumaron cerca de 41millones de dólares en la promoción de programas para formar y coordinar a los grupos contendientes al gobierno, poner en marcha las manifestaciones y para fabricar material propagandístico. Solo en 1999, concedieron a la oposición serbia 25 millones de dólares. “Según Paul B. McCarthy, entonces responsable regional de la NED, OTPOR recibió la mayor parte de los 3 millones de dólares gastados por la organización estadounidense en Serbia a partir de septiembre de 1998. Peter Ackerman y Jack Duvall contaron en A Force More Powerful  que Freedom House pagó la impresión de 5.000 ejemplares del libro From dictatorship to democracy: A conceptual framework for liberation, del Albert Einstein Institution, para ser repartidos entre los disidentes serbios.

“Entre el 31 de marzo y 2 de abril de 2000, el Instituto Nacional Republicano financió un taller sobre técnicas de lucha noviolenta para 30 activistas de OTPOR en Budapest, Hungría”. Así  se reconoce el  libro Cómo Librar la Lucha Noviolenta: Prácticas del Siglo XX y Potencial del Siglo XXI, de Gene Sharp, con la colaboración de Joshua Paulson y la asistencia de Christopher A. Miller y Hardy Merriman.  Participó en el taller el excoronel  estadounidenses Robert Helvey. Según Popovic, el análisis de poder descrito en “Las políticas de la acción noviolenta”, de Gene Sharp, y luego presentado por Robert Helvey en los talleres efectuados en Budapest, ejerció la mayor influencia en la planificación estratégica de OTPOR.

Bajo el lema «Está acabado», el movimiento estudiantil OTPOR,  creado en 1998, se convirtió en la fuerza de choque contra Milošević. Para sistematizar las movilizaciones en la calle y en los grandes espacios públicos, para promover un estado de desestabilización permanente y provocar la “represión” del Estado serbio, los de OTPOR siguieron los lineamientos e instrucciones de varias agencias e institutos estadounidenses, como el Instituto Albert Einstein de Gene Sharp, el Centro Internacional para el Conflicto No Violento (ICNC) de Peter Ackerman y Jack Duvall, Freedom House, la USAID, la NED y el Instituto Republicano Internacional.

Gracias a este apoyo y a la asesoría de expertos estadounidenses, la campaña mediática contra del político serbio se desarrolló de una forma juvenil y atractiva. Pegatinas, grafitis, conciertos y otros recursos fueron usados para minar su imagen. El rociado de signos, comprendió el empleo de consignas como ¡Resistencia porque amo a  Serbia! Y “Es la hora”. Y otros, claramente importados  como ¡Ti Si Nam Potreban!, el “Te necesitamos” del Tío Sam. La ofensiva comprendió el uso de Internet y el correo electrónico. Sus principales armas fueron las simbólicas, camisetas, carteles y pegatinas con la imagen del puño, el desafío mediatizado de los arrestados, las representaciones teatrales satíricas y los conciertos musicales.

El 22 de noviembre de 1999 y el 13 de enero de 2000, fecha en que se celebra el año nuevo ortodoxo, los de OTPOR organizaron dos  megaconciertos de música rock. Eventos en los que se combinaba la significación de rebeldía y resistencia del rock, al ser un género  musical que no aprobaba el Gobierno, la oportunidad de introducir discursos subversivos. Una vez finalizado el concierto, para asentar la idea de que no había nada que celebrar se presentaron en una pantalla gigante las fotografías y los nombres de miles de yugoslavos  muertos en las distintas guerras que habían tenido lugar bajo el  mandato de Milošević.

Las acciones múltiples y ruidosas, con gran peso en lo simbólico, lúdicas y provocativas, tenían como propósito tentar al ejecutivo a tomar acciones represivas contra los participantes. De ahí las publicaciones que ridiculizaban al gobierno y los conciertos contra el régimen con música prohibida. Todas con repercusión en los medios de la prensa independiente y de las trasnacionales occidentales.

Por ello el gran respaldo a la estación de radio B92 que salió al aire en 1989, con el financiamiento de Open Society Foundations de George Soros y la USAID. En 1996, con la ayuda del proveedor de Internet holandés XS4All, RTV B92 comenzó a transmitir sus programas a través de Internet. Sus transmisiones también se reproducían a través del Servicio Mundial de la BBC, mientras que varias estaciones locales en tierra hicieron que los programas estuvieran disponibles en toda Serbia. Entre pistas y pistas de rock, y con el apoyo de Radio Liberty, se desarrolló la campaña mediática contra el ejecutivo serbio, a la vez que se alimentaba el enganche con la música occidental.

En la ceremonia de los MTV Europe Music Awards de 1998 en Assago, cerca de Milán, se le entregó el premio Free Your Mind a Radio B92. Durante la transmisión en vivo, el director de emisora, Veran Matić, salió al escenario con una camiseta de OTPOR con la inscripción «Живи Отпор!» (¡Vive la Resistencia!), sobre el logo del puño cerrado. En su discurso de aceptación, pronunciado en serbio, Matić mencionó explícitamente a los cuatro estudiantes que habían sido arrestados y condenados días antes.

El componente de la música en las actividades de OTPOR se hizo especialmente pronunciado en los días cercanos al derrocamiento de Milošević. El movimiento incluso recurrió a la promoción de conciertos  y organizó varios conciertos en Belgrado de la banda eslovena de música industrial  Laibach. Vale recordar que el líder de OTPOR era un enamorado de la cultura occidental. Srda Popovic tocaba el bajo en una banda de rock gótico llamada BAAL, liderada por Andrej Aćin quien luego se dedicó a filmar películas.

Los integrantes del movimiento estudiantil asociaban el rock con la rebeldía. “Si alguien canta ‘Le estoy tirando piedras al sistema’, eso es lo mismo que hacemos nosotros”, comentó uno de ellos. El discurso iconoclasta de las bandas de rock de los 90, contribuyó a asentar la idea -gestionada luego por OTPOR- de que no tenían que depender exclusivamente de los políticos de la oposición y de que había cierto swing en ser contestatarios. La acción colectiva del 2000 fue condicionada por la acumulación de significados culturales producidos por agrupaciones como Rambo Amadeus, Darkwood Dub, Dza ili Bu y Eyesburn. La instrumentalización de estos mensajes sirvió para que ser arrestado fuese estar en la onda; “ser llevado a la cárcel significaba que eras atrevido y valiente, lo que por supuesto significaba que eras sexy”- comentó luego Srdja Popovic.

Contó el experto en “golpes blandos” que caló el efecto de los “retos simbólicos”, del desafió protagonizado por artistas, cuando su agrupación favorita, Rimtutituki, una tarde de 1992 en la Plaza de Belgrado llena de soldados y tanques, realizó el performance “S.O.S. paz o no cuentes con nosotros” con el apoyo mediático de Radio B92. La banda de rock estaba en la parte trasera de un camión de plataforma, dando vueltas por la plaza, interpretando canciones en contra de la guerra, burlándose del militarismo y del poder. “Mientras  corría detrás del camión, animando a mis músicos favoritos, me sobrevino una serie de revelaciones. Comprendí, para empezar, que el activismo no tenía por qué ser aburrido, que quizá si adoptara la forma de un concierto punk sería mucho más efectivo que las latosas manifestaciones de toda la vida”.

El cantante y compositor, escritor, poeta y director serbio Đorđe Balašević fue uno de los participantes en las manifestaciones contra Slobodan Milošević. Desde antes se había declarado opositor. A menudo en sus conciertos criticaba y se burlaba de Milošević y de otros políticos serbios. En diciembre del 2000, ya consumado el golpe,   Balašević celebró un concierto en el Teatro Nacional de Belgrado para honrar a los miembros de OTPOR.

Estas acciones se enumeran en el libro de Sharp, De la Dictadura a la Democracia. Un Sistema Conceptual para la Liberación. Entre los  métodos de protesta y persuasión no violentas, se anuncian como Actos públicos simbólicos: el drama y la música (35. Sátira y burlas, 36. Interpretaciones teatrales y musicales y 37. Canto) y como medios para  Comunicaciones con un público más amplio: Discos, radio y televisión.

Tomado de: Cubahora

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La fuerza de las ideas y la importancia del consenso

Por Mildred de la Torre Molina

Los sucesos frente a la sede del Ministerio de Cultura han ocupado la atención de la inmensa mayoría de los cubanos. Los medios oficiales y los autodenominados independientes han hecho posible su amplia difusión. Bien puede afirmarse que existe una amplia visibilidad de los acontecimientos y, con ello, la emersión de diferentes puntos de vista sobre tres cuestiones esenciales: la pertinencia del diálogo entre los artistas, escritores e intelectuales en general, la gestión de las políticas culturales dentro de las instituciones y el papel de los medios de comunicación masivos. Obviamente, cada uno de ellos, deriva en otros no menos importantes y también necesitados de reflexión.

Los asistentes al último encuentro del día 27 de enero no dialogaron con las autoridades porque carecían de ideas. Resulta evidente que sus propósitos eran propagandísticos, mediáticos de corte banal, un verdadero show para cumplimentar lo exigido por los círculos que los apoyan y pagan desde el exterior.

En Cuba existe una larga tradición de diálogos de pensamiento. Por lo que la convocatoria actual no constituye una novedad. Sobre ese particular los historiadores y filósofos nos hemos pronunciado. Hay una prolífera literatura al respecto. Somos un país de pensadores. Así queda demostrado a través del arte, la literatura y las ciencias en general. Nuestro país se ha construido gracias al talento de múltiples generaciones de creadores cubanos que han aportado grandes saberes para el mejoramiento humano. La Revolución es el resultado de esa larga y hermosa gesta.

Ciertamente, se ha dicho y repetido muchas veces, no siempre las políticas y determinadas personalidades han facilitado el intercambio ideopolítico y cultural. Como todo proceso renovador ha tenido que enfrentar a los quietistas, reaccionarios y conservadores a ultranza cuyas miras son sus intereses personales o el sostenimiento de sus cargos burocráticos y no el libre desempeño de las fuerzas progresistas. Pero estos siempre han sido vencidos por la pujanza del poder político y de los movimientos revolucionarios internos. Nuestra historia así lo ha evidenciado.

Históricamente el movimiento intelectual cubano, con independencia de sus posiciones políticas, filosóficas, científicas y artísticas, ha defendido su concepción de país. La prensa escrita primero y posteriormente la radio y la televisión, junto a los escenarios institucionales, han sido los emisores de proyectos, programas y plataformas ideológicas dirigidos a sostener, reformular o transformar la sociedad cubana. Las inconformidades, devenidas en rebeldías, casi siempre han tenido un espacio en los círculos políticos insulares, por lo que el criterio público no es una utopía sino parte de nuestra forma común de ser y andar. Este no es un pueblo que guarda el silencio para otros tiempos venideros donde pueda ser escuchado por el poder gubernamental, dice lo que cree, opina lo que siente, exige lo que considera justo en cualquier espacio y momento. Él nunca ha podido ser amordazado.

Integramos un país institucionalizado y regido por una constitución ampliamente discutida y aprobada por la mayoría del pueblo. Eso nos enorgullece porque somos parte del sistema jurídico y no ajenos a sus normas y preceptos. Sin embargo, mucho hay que hacer para lograr que nuestra democracia sea totalmente participativa, cuestión que no depende de las legislaciones sino de la educación cívica de cada uno los ciudadanos.

Existen todas las condiciones para el ejercicio de la libertad de expresión. No hay alguien que nos prohíba emitir criterios sobre el desempeño de las políticas gubernamentales en el país. No hay quien nos dicte normas sobre lo que debe o no decirse públicamente, en pequeños, medianos o grandes espacios de opinión. El respeto y el valor ético de las ideas son sus únicos reguladores junto a la decencia, la honestidad y los principios morales. En lo que se dice y hace siempre hay un compromiso ciudadano para con el presente y el futuro del país.

Resulta inmoral aparentar inconformidades mediante el espectáculo de la banalidad. Que los títeres de la mediocridad salgan por los medios digitales, hagan sentir una rebeldía insulsa, muestren imágenes sin fundamentos sobre la realidad que vivimos y vociferen insultos y obscenidades, es irrespetar al país que los alberga.

Queremos el diálogo, la discusión franca, abierta y desprejuiciada, la diversidad de criterios, el aprendizaje continuo sobre cómo hacer política para el desarrollo justo y equilibrado de nuestra sociedad, encontrar la mancomunidad de pensamientos, los consensos derivados del talento constructivo y la palabra de quienes sostienen los pilares de la comunidad. Necesitamos un diálogo que rebase las agrupaciones sociales tradicionalmente identificadas y el de las políticas con sus instituciones y sus cuadros, es un intercambio entre los que deben estar representados todos los sectores del país, en tanto la cultura y sus políticas atañen a la totalidad de la nación. Recuérdese que necesitamos una nueva reagrupación social que reidentifique las diferentes posiciones con respecto al futuro de Cuba. Queremos andar y nunca detenernos. Queremos ser parte útil del presente y del futuro. Los mediocres de alma nunca serán nuestro referente para construir la patria de todos los cubanos.

Como bien decía José Martí, refiriéndose a los autonomistas y anexionistas: nosotros caminamos, ellos retroceden.

Tomado de: La Jiribilla

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Tania Bruguera, un producto estadounidense (+ Video)

Tania Brugera, un producto estadounidense

De diversas maneras y con una articulación regida por manuales de la guerra no convencional, un grupo de personas transgreden normas de convivencia social en Cuba​.

Sus ejecutores suelen ser figuras construidas por el Imperio estadounidense durante años. Han sido entrenadas y monitoreadas al detalle. Muchas de sus acciones se intentan disfrazar de legítimas, como “parte del ejercicio de la libertad de expresión”, cuando en realidad son claras provocaciones​.

Una figura fabricada, desde el ego y la manipulación, es Tania Bruguera.

A continuación, presentamos un material que lo demuestra

Tomado de: Auca en Cayo Hueso 

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¿Filantropía o mercenarismo? Legionarios de Goliat (II)

Por Ernesto Limia Díaz @ErnestoLimia

En su nota publicada en El Toque, Laura Tedesco y Rut Diamint siguen los consejos de Richard Youngs y a codazo limpio tratan de eludir el tema del financiamiento que han recibido de Open Society y de otras instituciones que a su vez son subcontratadas por los contratistas de la NED y la Usaid.

Fue con dinero de Open Society que entre 2009 y 2012 realizaron un trabajo de investigación sobre líderes políticos en Argentina, Colombia, Ecuador, Uruguay y Venezuela. Se entrevistaron con 285 políticos, incluidos expresidentes, exvicepresidentes, vicepresidentes en ejercicio, alcaldes, alcaldesas, diputados, senadores, líderes de partidos políticos, periodistas y dirigentes sindicalistas. Los resultados les permitieron publicar en 2015 en Londres un libro panfletario en el que todos los dirigentes más radicales del progresismo, a pesar de haber llegado a la presidencia en elecciones democráticas, son “conceptuados” de usurpadores. No escapa ninguno: Néstor Kirchner y Cristina Fernández, Rafael Correa y Hugo Chávez; a Nicolás Maduro le suben la parada y lo tachan de “dictador”.

Ya estaban preparadas para empeños mayores y recibieron fondos para el proyecto “Diálogos sobre Cuba”. Desde 2016 han estado cuatro veces en la Isla y visitaron La Habana, Cienfuegos y Santa Clara; a su vez, en 2016 y 2018 asistieron a las conferencias anuales del Instituto Superior de Relaciones Internacionales (ISRI) Raúl Roa García. Todavía les quedó suficiente dinero para organizar conferencias en Buenos Aires, Miami y Madrid, en el camino trazado para agilizar eso que nuestros adversarios han dado en llamar la “transición democrática” —o sea, el regreso de Cuba al capitalismo—. No hablan del origen de esos fondos; pero los resultados de sus trabajos salen demasiado a menudo en Open Democracy y Nueva Sociedad —revista de la Fundación Friedrich Ebert, vieja tapadera de la CIA y la NED—.

En la referida nota intentan velar sus propósitos, o —para ser más exactos— el de sus contratistas: “No promovemos el aniquilamiento, sino el diálogo, la reconciliación aun en escenarios complejos”, dicen. ¿Les habrán preguntado a Marco Rubio y a la ultraderecha de la Florida si aspiran a algún tipo de reconciliación? No creo que batistianos y neofascistas piensen en ello, pero la esencia de lo que sí piensan estas dos legionarias que pretenden dar lecciones queda expuesta en breves líneas de su texto: “¿A qué le tienen miedo? Sabemos que la pérdida del statu quo va a significar la desaparición de los privilegios para algunos, eso es una revolución viva. Esta revolución moribunda, como es evidente, solo sirve a unos pocos” (Tedesco y Diamint, 2021). O sea, la nuestra es una “revolución moribunda” que “solo sirve a unos pocos”. Ellas trabajan para hacer la que aprendieron con Richard Youngs: la de “colores”.

Laura Tedesco y Rut Diamint mienten cuando esgrimen que sus conferencias en Miami, Buenos Aires y Madrid —en medio de la arremetida de la administración Trump— son para debatir el rol de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y no persiguen el interés de aniquilarlas en el plano simbólico. Algunas de sus publicaciones previas al evento muestran lo contrario.

“De militares a gerentes. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias en Cuba” (Nueva Sociedad, no. 278, noviembre-diciembre, 2018)

Tanto en su rol militar como económico, los miembros de las FAR han sido el ángel custodio de la Revolución. Como tal, se han mantenido invisibles, fieles a los hermanos Castro y al imaginario revolucionario, dispuestos a servir tanto en misiones internacionales como en la agricultura cubana o detrás de escritorios de empresas turísticas.

[…] hay preguntas que son importantes en la Cuba actual: en un contexto en el que la amenaza de invasión estadounidense se desdibuja, ¿cuál es el rol de las FAR? Por varias razones, a los gobernantes cubanos, incluyendo al actual presidente Díaz-Canel, les conviene seguir viviendo en el enfrentamiento de la Guerra Fría. En varios sentidos, la Revolución Cubana, especialmente su ala más conservadora, está más cómoda con Donald Trump en la Casa Blanca que con Barack Obama. Este statu quo evita la incertidumbre del cambio.

Hay una contradicción que vale la pena resaltar. Los mismos militares que siguen pensando el mundo desde la lógica de la Guerra Fría se han reconvertido en empresarios que negocian con extranjeros. Su rol para defender la Revolución es, actualmente, asegurar la entrada de divisas. Han aceptado una apertura controlada en lo económico, pero en lo político y en lo militar su pensamiento histórico sigue intacto.

La ausencia de Fidel y un Raúl octogenario abren muchos interrogantes sobre el rumbo futuro de la fidelidad de los miembros de las FAR, la forma de resolver las diferencias entre “fidelistas” y “raulistas” o qué condiciones impulsarán a las FAR a ser agentes de cambio u obstáculos para las transformaciones que proponga el gobierno de Díaz-Canel.

[…]

Las FAR siguen inmersas en la Guerra Fría tanto en sus doctrinas como en su armamento y su manera de entender el mundo. Por razones estratégicas, la mayoría de sus integrantes no habla con extranjeros y solo se relaciona con cubanos para repetir las glorias de los primeros años de la Revolución. No publican su presupuesto, ni cifras de personal. No hay estadísticas. Ni fotos. No son visibles. Y el analista que intenta estudiarlas termina preguntándose si realmente existen hoy unas FAR o simplemente hay un grupo de hombres y mujeres con entrenamiento militar que cumplen funciones en el terreno económico en un país un tanto a la deriva, estancado y cada vez más solo.

“Cuba ¿final a la deriva?” (Open Democracy, 2 de mayo, 2019)

La sobrevivencia eterna de la revolución es una utopía que ni los propios generales de las FAR pueden creerse. Es posible no sepan cómo salir. Ni cómo protegerse a sí mismos en un proceso de cambio.

Díaz-Canel podría ir ya preparando su transformación a reformista o su discurso de despedida. Cuba necesita un líder que surja de las instituciones cubanas (¿quizás un miembro de las FAR, una de las instituciones más respetadas por los cubanos?), capaz de dialogar con el régimen y con los que ya están agotados del régimen. Un líder que quiera reconciliar el pasado con el futuro, que entienda e incluya a la diversidad de la sociedad cubana. Que no quiera rendirse a los pies de los Estados Unidos, pero tampoco condene a las próximas generaciones a las penurias y limitaciones del actual sistema cubano. La historia de la revolución cubana con sus luces y sombras merece, por lo que representó en la región, frente a los avances imperialistas de Estados Unidos durante la guerra fría, un final respetuoso y digno. Mientras contemplamos la larga agonía venezolana, podríamos ir aprendiendo cómo evitarla.

 “Cuba, la pandemia y las FAR” (Nueva Sociedad, julio, 2020)

Cuba se distingue de la mayoría de los países latinoamericanos porque sus Fuerzas Armadas no han estado involucradas en violaciones de derechos humanos y mantienen un alto nivel de popularidad. Sin embargo, existe una mirada crítica hacia los altos mandos de las FAR por considerarlas las dueñas de la economía [sic], especialmente por su manejo casi exclusivo del sector turístico. Las clases sociales que la Revolución intentó borrar del mapa cubano están bien determinadas en una de sus instituciones más emblemáticas: los altos mandos de las FAR se han convertido en empresarios capitalistas, y los mandos medios y bajos (aún más los soldados que realizan el servicio militar) representan al pueblo cubano. Es importante hacer esta distinción para poder descifrar las opiniones de los entrevistados y de las publicaciones oficiales e independientes sobre el rol de las Fuerzas Armadas durante esta pandemia.

[…]

Las misiones médicas que el gobierno ha enviado al exterior se confunden, a veces, con las FAR. Un artículo en France 24 recordaba que Fidel Castro aseguraba en 1998 que ningún profesional sanitario sería alfil político de su gobierno por el mundo. “Nuestros médicos no se mezclarán lo más mínimo en asuntos de política interna. Serán absolutamente respetuosos de las leyes, tradiciones y costumbres de los países donde laboren. No tienen por misión propagar ideologías”. Es difícil constatar si todos los miembros de las brigadas médicas son simultáneamente activos de las FAR. En junio pasado, un médico de la misión en Andorra, capitán del Ejército, abandonó la misión justo antes del regreso a Cuba. Se supone que ha solicitado asilo en España, pero no hay información en los medios sobre su paradero. El médico era un miembro activo de las FAR y jefe de la misión.

Aunque las medidas adoptadas en Cuba responden a una situación de emergencia y son similares a las que han acordado muchos otros países, hay un vacío legal respecto a regular la participación de las FAR, y existe una tradición del régimen de ajustar sus políticas con el auxilio de unas Fuerzas Armadas seleccionadas por su lealtad a la Revolución.

[…]

Hoy, la crudeza de la vida cotidiana hace desaparecer la energía para pensar en otras cuestiones. Lo urgente, resolver el día a día, se lleva todo por delante. Quizás por eso la COVID-19 no figura entre los titulares. Podríamos concluir que la pandemia no parece ser un grave problema de salud pública en Cuba como sucede en Brasil, México o Argentina. La consecuencia más inmediata es que, en Cuba, la jerarquía de las Fuerzas Armadas continúa asegurando sus privilegios, ahora encumbrados merced a las tareas sanitarias. Gracias a las dificultades económicas vinculadas a la COVID-19, las FAR refuerzan su poder económico, mientras los cubanos, a quienes la Revolución vino a liberar, sobreviven condenados al desabastecimiento y las colas infinitas.

Después de los acontecimientos de noviembre —y en correspondencia con la hoja de ruta trazada por Youngs—, cuando se calmaban las cosas convinieron en que era momento de pasar a un escalón superior y el 11 de diciembre de 2020 publicaron un nuevo artículo en Open Democracy: “En Cuba, el unicornio azul se perdió, la Revolución también”. Mienten una y otra vez para brindar legitimidad a los personajes de la piyamada de San Isidro, a la vulgaridad que condiciona las actividades de muchos de ellos y su orientación anexionista; para pasar por alto el acto de desacato del marginal procesado penalmente, quien en un video grabado por él mismo declaró a Trump su presidente, y con posterioridad confesó sus vínculos con un individuo que organiza actividades terroristas contra Cuba desde el territorio de Estados Unidos. Tampoco dicen que uno de sus integrantes —el 27 de enero volvió a la carga en el Ministerio de Cultura— solicitó la intervención armada del ejército yanqui; ni que desde el terreno —en franca violación de los preceptos de la Convención de Viena para las relaciones diplomáticas— Timothy Zúñiga-Brown condujo la provocación de San Isidro en noviembre de 2020.

Mienten al afirmar que “…los jóvenes cubanos, que sí tienen acceso a las redes, elijen otras vías de información que ya no son las generadas en Miami. Existen medios de comunicación como 14ymedio, El Toque, Periodismo de Barrio, El Estornudo, Diario de Cuba o el podcast El Enjambre cuyos editores y periodistas son jóvenes que viven en Cuba” (Tedesco y Dimint, 10/12/2020). En primer lugar, la mayoría de los jóvenes cubanos es revolucionaria; no pongo en duda que alguno lea sus noticias, pero a estas alturas ya se sabe de qué van; en segundo, porque la retórica de ambas politólogas esconde un pequeño detalle: varios de esos sitios digitales operan fuera de Cuba y en lo que sí coinciden todos es que al igual que los de Miami tienen una orientación ideológica neoliberal y son pagados con los fondos de los programas de cambio de régimen de la Usaid y la NED, por tanto, forman parte de la plantilla editorial del gobierno de Estados Unidos.

Mienten cuando dicen que luego de los hechos de noviembre en el Ministerio de Cultura se produjo en La Habana un despliegue militar para reprimir en caso de manifestaciones. Todo el que conoce a Cuba sabe que fue el pueblo quien enfrentó en el malecón habanero la manifestación contrarrevolucionaria del 5 de agosto de 1994, y que la historia se volvería a repetir ante una nueva edición de un hecho como ese, sin contar que hablan de un grupito provocador con muchas ganas de posar para cámaras y videos y una plataforma mediática para sobredimensionarlo.

Mienten cuando tratan de hacer creer que en Cuba hay un clima de intolerancia y de falta de libertad de creación. Ellas mismas se desdicen en su artículo:

En este punto queremos resaltar que desde 2016 hemos realizado varios viajes de estudio a Cuba y si algo nos había llamado poderosamente la atención había sido la cantidad de obras de teatro con una visión muy crítica de la situación política, económica y cívica. Jóvenes actrices, actores, escritores, directores de teatro o de cortos cinematográficos, fotógrafos, curadores, escultores o pintores encontraban espacios donde expresar su descontento, cansancio con la censura y profunda desilusión con la vida cotidiana y el futuro. Sin embargo, ninguno de ellos se consideraba contrarrevolucionario (Tedesco y Diamint, 10/12/2020).

Como decimos acá: “te peinas, o te haces papelillo”. Queda claro que el proyecto “Diálogos sobre Cuba” tiene un sentido político. Sus autoras están descolocadas acerca de la realidad nacional; de poco les han servido sus visitas. Confunden el interés de un pequeñito segmento con las aspiraciones de un pueblo que lucha por edificar su presente y futuro socialista en condiciones estoicas; sin contar que hace rato dejaron de hacer ciencia para dedicarse al activismo político. Su artículo lo pone en evidencia:

¿Qué actitud han tomado los organismos regionales o internacionales frente a la violencia del Estado sobre los artistas? Según el relevamiento que pudimos hacer, y que seguramente es incompleto, de las 30 publicaciones de mayor prestigio internacional que contaron las agresiones a los miembros del Movimiento San Isidro, de ellas, 22 son de medios de Europa y Estados Unidos y 6 de medios de América Latina. Naciones Unidas no se expresó. Los organismos regionales están paralizados. Incluso, presidentes que se vanaglorian de su defensa de la libertad se quedaron callados. La izquierda latinoamericana parece haberse quedado atrapada en los años 70. Nada de los sucesos que las matrices: Rusia y China, adoptaron para sobrevivir, ha modificado el anquilosado ideal de una revolución fallida. Se escudan en el bloqueo y eso les alcanza para negar los fracasos que cotidianamente abruman a los ciudadanos de Cuba. En contraste, Venezuela centra la atención de medios y de políticos, aunque el sufrimiento y la represión no son muy diferentes en los dos casos.

Mientras tanto, los ciudadanos cubanos viven abrumados por la represión, la dolarización de su economía, la escasez de alimentos, la indiferencia de la región, las sanciones del gobierno norteamericano y un sinnúmero de académicos, periodistas e izquierdistas trasnochados que creen que Cuba ha alcanzado el paraíso socialista (Tedesco y Diamint, 10/12/2020).

En el fondo comprendo que la ofuscación nuble sus sentidos: están en juego su proyecto y su más importante logro en cuatro años: identificar un “joven” dramaturgo, con talento y obra, que se dice revolucionario. Lamento anunciarles que Yunior García Aguilera, camino a los 39 años, ya no es un joven. En cuanto a la condición revolucionaria de este hombre hecho y derecho, al que jamás se le ha censurado una puesta y ha hecho causa común con anexionistas y trumpistas, prefiero remitirme a lo que puso en boca del personaje Cordelia uno de los grandes de su gremio: “El tiempo descubrirá lo que encubren los pliegues de la astucia” (“El rey Lehar”, acto I, escena I).

Bibliografía:

Shakespeare, William: “El rey Lehar”. Obras completas, Aguilar S. A. de Ediciones, Madrid, 1951.

Tedesco, Laura: “De militares a gerentes. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias en Cuba”, Nueva Sociedad (Buenos Aires), no. 278, noviembre-diciembre, 2018.

____________ y Ruth Diamint: “Cuba ¿final a la deriva?”, Open Democracy, 2 de mayo de 2019. Disponible: https://www.opendemocracy.net/es/democraciaabierta-es/cuba-final-a-la-deriva/  (consultado 2 / 1 / 2021).

________________________: “Atrapados en Cuba”, Open Democracy, 18 de febrero de 2020. Disponible: https://www.opendemocracy.net/es/democraciaabierta-es/atrapados-en-cuba/ (consultado 28.1.2021).

_________________________: “Cuba, la pandemia y las FAR”, Nueva Sociedad (Buenos Aires), julio de 2020. Disponible: https://nuso.org/articulo/cuba-la-pandemia-y-las-far (consultado 26.1.2021).

_________________________: “En Cuba, el unicornio azul se perdió, la Revolución también”, Open Democracy, 10 de diciembre de 2020. Disponible: https://www.opendemocracy.net/es/cuba-perdio-la-revolucion/ (consultado 29.1.2021).

_________________________: “La cobardía de la desinformación”, El Toque, 25 de enero de 2021. Disponible: https://eltoque.com/la-cobardia-de-la-desinformacion/ (consultado 25.1.2021).

Tomado de: La Jiribilla

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Para sanar el cuerpo de la cultura

Por José Ernesto Norváez Guerrerro @NovaezJose

Los hechos ocurridos este 27 de enero en la puerta del Ministerio de Cultura (Mincult) son una redición, en menor escala, del mismo guion aplicado dos meses antes en el mismo lugar. Esta vez fue un grupo más reducido y mucho menos heterodoxo.

Frente a la pluralidad de posturas y aspiraciones de noviembre, ahora todos los concurrentes estaban alineados políticamente en torno a un discurso que adversa, más o menos abiertamente, la institucionalidad cultural cubana. Los acompañaba un grupo de periodistas y comunicadores que trabajan para medios que sí son claramente financiados para adversar el Estado cubano.

La insistencia en torno al Mincult, en detrimento de otros ministerios mucho más relacionados con sus reclamos, da una idea de la importancia que tiene este Ministerio en el esquema de negación del orden social vigente. El no aceptar el diálogo ofrecido en múltiples ocasiones, y transmitido en video directo por ellos mismos, evidencia que la intención detrás de esta movida era esencialmente mediática.

El intento por capitalizar políticamente los hechos del 27 de noviembre lleva a forzar constantemente escenarios de tensión que posibiliten situaciones de conflicto. El objetivo a mediano plazo parece ser colocar regularmente en el debate público nacional este tipo de hechos, obligar a la institucionalidad a una larga cadena de explicaciones y contra demostraciones que la desgasten y dotar de una legitimidad simbólica a jóvenes figuras emergentes, con obras todavía en proceso de maduración y a otras sin obra alguna.

Se busca canalizar inquietudes artísticas legítimas, que muchas veces guardan relación con las propias carencias materiales de la actualidad, con la insuficiencia de las instituciones, etc. para irlas llevando cada vez más a posiciones con un sentido político directo.

La estrategia de fondo es ir vaciando de sentido progresivamente la institucionalidad cubana, no solo la cultural, hasta llevar al Estado a una situación de crisis donde se pueda forzar el cambio, ya sea por vía violenta, ya sea por la profunda crisis de funcionamiento, que haga inoperante el aparato.

Esto no es paranoia, es historia. Este fue el esquema que se aplicó en contra de las sociedades de Europa del Este y más particularmente en contra de la URSS. En su magnífico libro La CIA y la guerra fría cultural la investigadora Frances Stonor Saunders demuestra cómo el campo cultural era y es un espacio de batalla privilegiado.

El socialismo se realiza a través de sus instituciones. Al calor del proceso revolucionario, surgen las nuevas instituciones mediante las cuales se canalizará la voluntad política de este. La institucionalidad revolucionaria es resultado por un lado de los reclamos populares y, por otro, de la voluntad política. Esto no quiere decir, desde luego, que sean eternas o que cumplan siempre correctamente su función. Algunas tienden, con el tiempo, a enfermarse de ineficiencia y burocracia. Otras se vacían de sentido.

El deber del Gobierno revolucionario es someter a una revisión permanente el funcionamiento de la institucionalidad. Transformar prácticas, destrozar burócratas y llevar las instituciones a un funcionamiento que responda verdaderamente a las necesidades de los sectores sociales que representan. Y hacerlo mediante el diálogo permanente con el pueblo, sometidos al control crítico de este.

Pero este ejercicio necesario no tiene nada que ver con la negación total de la institucionalidad revolucionaria. Desear que un organismo funcione mejor no tiene nada que ver con desconocerlo. La estrategia que aplican sostenidamente hoy en contra del Mincult responde a un espíritu de deslegitimación y desconocimiento. De ahí que no interese entonces llegar a un diálogo resolutivo, sino generar situaciones de crisis. Interesa más el espectáculo que la palabra.

La experiencia de la URSS demuestra que, con todos los errores políticos y problemas sociales, los pueblos soviéticos vivían mejor bajo el socialismo que en el modelo neoliberal que lo sucedió. Y no porque consumieran más, el socialismo no puede ser un problema cuantitativo, sino porque tenían más oportunidades de desarrollo humano, distribuían mucho mejor la riqueza que se generaba y la esperanza y calidad de vida del pueblo era mucho más alta

Esto sin idealizar. La URSS tenía grandes y profundos problemas, como los tiene cualquier proyecto real y los cubanos hemos sacado y debemos continuar sacando múltiples lecciones de ese proceso. La principal, quizá, para el funcionamiento de las instituciones: el burocratismo es enemigo del socialismo.

Lo interesante del proceso en la URSS fue que se logró llevar a amplios sectores de la cultura y la sociedad a actuar en contra de sus propios intereses. Esta es una lección que no podemos perder de vista.

Tampoco se trata de demonizar los espacios no institucionales. En una sociedad civil rica y conectada con el mundo es normal que además de lo que se pueda gestar institucionalmente, existan numerosos proyectos paralelos. El deber de la institución es acompañarlos y apoyarlos siempre que se pueda. Ellos son parte de la riqueza cultural y espiritual de la nación. Pero hay que saber diferenciar sentidos y separar el trigo de la paja.

El ataque contra el Mincult es esencialmente contra el proyecto soberano y socialista de país. De ahí que se apele a fórmulas vagas, a reclamos políticos confusos que parecen pedir mucho y no comprometen a nada. Los conceptos son dados cargados. Pedir libertad de expresión, sin especificar la naturaleza y las formas de esta libertad, es apelar a la abstracción de las representaciones liberales, detrás de las cuales está siempre la lógica del capitalismo.

Hay mucho que sanar en el cuerpo de la cultura. Pero la solución no la traerán los especuladores del escándalo, sino las miles de cubanas y cubanos dispuestos a un diálogo inclusivo para pensar críticamente el país mejor que todos queremos.

El no aceptar el diálogo ofrecido en múltiples ocasiones, y transmitido en video directo por ellos mismos, evidencia que la intención detrás de esta movida era esencialmente mediática.

La institucionalidad revolucionaria es resultado por un lado de los reclamos populares y, por otro, de la voluntad política.

En una sociedad civil rica y conectada con el mundo es normal que además de lo que se pueda gestar institucionalmente, existan numerosos proyectos paralelos. El deber de la institución es acompañarlos y apoyarlos siempre que se pueda.

Tomado de: Cultura y Resistencia

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¿Filantropía o mercenarismo? Legionarios de Goliat (I)

Por Ernesto Limia Díaz @ErnestoLimia

Dos investigadoras que más que académicas parecen activistas políticas, Laura Tedesco y Rut Diamint, publicaron en El Toque —sitio de la plataforma mediática online de Estados Unidos— la nota “La cobardía de la desinformación”, en respuesta a la serie “De patria y cultura en tiempos de Revolución”, divulgada por La Jiribilla. Arriesgaron lo poco que conservan de su propia credibilidad para resguardar su más valioso aporte al programa de cambio de régimen: el holguinero Yunior García Aguilera, dramaturgo y director teatral, que pareciera haberse propuesto acumular méritos para contender con Marco Rubio en una eventual carrera por la presidencia de la República Made in USA que sobrevendría si consiguieran derrocar el socialismo en Cuba. Ante el inminente tránsito generacional en la dirección del Partido, creen que las nuevas hornadas de revolucionarios no estaremos a la altura de nuestros padres y abuelos.

En su nota cargada de adjetivos y vituperios, apuntan que en un evento coordinado por ellas en la Universidad de Saint Louis / Campus Madrid en septiembre de 2019 —en el que este dramaturgo departió con viejos activos de la NED dentro de la contrarrevolución criolla—, el expresidente español Felipe González los “deleitó con anécdotas sobre su amistad y sus conversaciones con Fidel Castro”. Aclararon que no iban a entrar “en una discusión sobre política española” —no está en el guion aprobado—, “solo resaltar que el autor del artículo hace acusaciones sin citar sus fuentes (¿Cuáles son esos documentos desclasificados de la CIA? ¿Han sido publicados? ¿Dónde?)” (Tedesco y Diamint, 2021).

Cabe preguntarse qué habrá contado sobre Fidel —y cuál el matiz— este individuo elevado a la secretaría general del PSOE en una operación de la Inteligencia franquista y la CIA, pero eso no es lo más importante. Lo que sí vale la pena precisar es que Tedesco y Diamint mienten cuando aparentan “desayunarse” con la noticia de que en 1983 González creó los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL), que secuestraron, torturaron, asesinaron y sepultaron en cal viva a 27 presuntos militantes etarras, un capítulo de terrorismo de Estado enterrado en décadas de impunidad.

Fue un secreto a voces desde que ocurrieron los hechos en la década de los 80, y arrojó brasas al fuego la salida a la luz pública de declaraciones y memorias de implicados en el proceso que puso tras las rejas, a partir de 1998, a varios funcionarios del gabinete presidido por González; los de mayor relevancia: José Barrionuevo Peña, ministro del Interior (1982-1988) y de Transporte, Turismo y Comunicaciones (1988-1991); Rafael Vera Fernández-Huidobro, secretario de Estado para la Seguridad del Gobierno (1986-1994); Julen Elgorriaga, gobernador civil de Guipúzcoa (1982-1987); el general Enrique Rodríguez Galindo, entonces jefe interino de la Comandancia de la Guardia Civil de Intxaurrondo, y el teniente coronel Ángel Vaquero, oficial bajo su mando. Pese a todo, no fue hasta el 16 de junio de 2020 cuando aparecieron evidencias contundentes tras la desclasificación por parte de la CIA de un análisis global sobre el terrorismo que elaboró su Directorado de Inteligencia el 19 de junio de 1984. El capítulo sobre España pone de manifiesto la complicidad de la Administración Reagan con el terrorismo de Estado para sostener a González en el poder y a 26 años de los acontecimientos generó gran revuelo en la Península. Cito un párrafo para ilustrar:

…el gobierno parece estar decidido a adoptar una estrategia no ortodoxa para lidiar con ETA. González ha decidido crear un grupo integrado por mercenarios y controlado por el ejército para combatir a los terroristas que están fuera de la ley. [Tachado] los mercenarios se encargarían de asesinar a los líderes de ETA en España y Francia. De hecho, en el sur de Francia ha surgido un grupo ―que se denomina Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL)― similar a los escuadrones violentos que el gobierno tiene intenciones de crear. GAL ha asesinado en el sur de Francia a dos conocidos activistas de ETA-M y ha secuestrado en Hendaya (comuna en Francia) a un empresario español sospechoso de colaborar con los terroristas. Madrid ha negado sin mucha insistencia tener conocimiento alguno acerca de GAL o relaciones con la organización, pero los políticos vascos, convencidos de la complicidad del gobierno central, han protestado enérgicamente. En la prensa española abundan comentarios y especulaciones que afirman que las autoridades están detrás de GAL, y el gobierno de González ha indicado que está dispuesto a hacer lo que sea necesario para erradicar a ETA (Winston, 1984: 19).

En medio del conflicto generado por este informe de la CIA, González fue invitado al evento en la Universidad de Saint Louis y ello es lógico. Con el surgimiento del socioliberalismo, a Estados Unidos se le acabaron los monigotes que se hacían pasar por gente de izquierda y no le queda otro remedio que continuar recurriendo a este personaje a quien ya ningún revolucionario escucha.

Laura Tedesco y Rut Diamint reaccionaron airadas ante la afirmación de que el británico Richard Youngs es un “…viejo contratista de la NED”. El término empleado debió ser “…viejo beneficiario de los fondos de la NED”, pero ellas exageraron el efecto de tal imprecisión para desviar la atención de lo que sí resulta esencial: “…que preparó una conferencia sobre el poder transformador del activismo político”. Dicen más las legionarias: “Youngs, analista de un think tank y autor de más de 15 libros, nunca ha recibido fondos de la NED. Una búsqueda honesta, fácil y rápida era suficiente para evitar la desinformación” (Tedesco y Diamint, 2021). Aceptada la sugerencia, se puede constatar que es mucho más que un beneficiario de los fondos de la NED: es, sin duda, uno de los más importantes teóricos con que cuenta Estados Unidos acerca del activismo político para desencadenar “revoluciones de colores”.

Youngs se graduó de ciencias políticas en Cambridge y se doctoró en filosofía en Warwick. En 2004 recibió la propuesta de pasar a la Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo Exterior (Fride), creada en 1999 en Madrid por Diego Hidalgo Schnur, fundador y miembro del Consejo de Administración del Grupo Prisa —conglomerado transnacional de la información que entonces tenía 14 987 empleados y un mercado de 700 millones de personas (1235 emisoras radiales y 23 canales de televisión en Europa, Estados Unidos y Latinoamérica)—, cuya orientación profascista y negocios con la ultraderecha de Miami lo llevaron a confabularse en la cruzada anticubana.

Hijo de un fervoroso adepto del general Franco que se manchó las manos de sangre durante la Segunda República Española, Hidalgo Schnur creó Fride tras concluir una maestría en Ciencias Políticas en Harvard en 1999, para extender a Europa la agenda global de Estados Unidos. Fue también uno de los padres de la Fundación Gorbachov e impulsó la constitución del Club de Madrid, que reúne a una centena de exjefes de Estado y Gobierno con expertos y académicos para concertar esfuerzos en materia de promoción de la doctrina neoliberal.

El 8 de noviembre de 2005 Fride y Freedom House, una de las más importantes contratistas de la Usaid y la NED, coorganizaron en Bruselas la conferencia “¿Objetivos comunes, estrategias diferentes? Opciones para una agenda transatlántica sobre Cuba”, que con patrocinio de la Usaid reunió a funcionarios europeos y estadounidenses, eurodiputados y expertos de ONG, académicos y representantes de la contrarrevolución cubana. La idea fue contrastar las visiones de la Unión Europea (UE) y de Estados Unidos respecto a Cuba y evaluar las posibilidades de concertar una agenda común. Asistieron Tomás Duplá del Moral, director de Relaciones Exteriores de la Comisión Europea para América Latina; Javier Sandomingo, director para Iberoamérica en el Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación español; Caleb McCarry, coordinador para la Transición Cubana en el Departamento de Estado norteamericano, y David Mutchler, coordinador del Programa Cuba de la Usaid.

Durante el debate McCarry explicó el diseño para acelerar el cambio de régimen en Cuba y David Mutchler anunció que la Usaid promovería la experiencia adquirida con Lech Walesa en Polonia. Hubo consenso en que Estados Unidos y la UE perseguían objetivos diferentes: Washington pretendía promover una transición rápida con un papel preponderante de la ultraderecha de Miami, mientras Bruselas abogaba por preservar las relaciones con el gobierno cubano en un clima constructivo que propiciara reformas internas.

Luis Yáñez-Barnuevo, eurodiputado por el grupo socialista, recordó que Felipe González mantuvo una relación fluida con Fidel que incomodaba al entonces presidente George H. W. Bush, pero “…ambos llegaron a un acuerdo: cada vez que hablara con Fidel Castro, Felipe González llamaría inmediatamente al presidente Bush y le explicaría la conversación” (Gratius y Utset, 2006: 19). Yáñez-Barnuevo no imaginó cuán ilustrativa resultaría esta anécdota para los revolucionarios cubanos tres lustros después del evento.

Ya en ese momento Richard Youngs era codirector de Fride. Cuando le tocó hablar en la conferencia, brilló. Cito en extenso:

Existen varios casos donde una coordinación transatlántica fue posible y jugó un papel positivo en cuanto a la promoción de la democracia. A su parecer, Ucrania, Siria y Bielorrusia son buenos ejemplos. La lección que se puede sacar de estas experiencias es que la coordinación puede conllevar a resultados positivos, incluso en países con procesos políticos estancados. Particularmente útil es una cierta división de tareas entre la UE y Estados Unidos in situ. Por ejemplo, en Ucrania, la UE asumió un papel importante en materia de gobernanza, mientras que Estados Unidos se concentró más en programas de educación cívica. Esta división de tareas podría ser un ejemplo de lo que se podría hacer en la Cuba del futuro.

[…] el analista Larry Diamond sostuvo recientemente que Estados Unidos tiene que aprender a liderar “desde atrás”. Su argumento fue que Estados Unidos puede lograr más sin una presencia masiva y dominante, lo cual en el caso de Cuba sería evidente. Otros ejemplos para ello son Turquía o la Iniciativa para el Gran Oriente Medio […]. Una vez que Estados Unidos se quedó detrás del escenario y no actuó de forma unilateral, se progresó mucho más en la agenda democrática. Esto permitió a la sociedad civil europea jugar un papel más proactivo en asuntos políticos.

[…]

[…] uno de los posibles escenarios en Cuba podría ser que la apertura económica fuera mayor que la apertura política. En otras partes del mundo se ha visto que, dado este escenario, la UE y Estados Unidos tienden a apoyar con mucho entusiasmo las reformas económicas como vía para generar reformas políticas. En la práctica, tanto la UE como Estados Unidos no han hecho un buen uso de sus instrumentos económicos, teniendo en cuenta que reformas económicas no conducen automáticamente a una apertura política (Gratius y Utset, 2006: 20-21).

No se le podía pedir un mejor estreno: convocó a tejer hacia Cuba una política “del bueno y el malo” entre Estados Unidos y la UE, para socavar la Revolución desde dentro. El pacto lo terminó de sellar José Manuel Romero, vicepresidente de Fride, cofundador del Club de Madrid y abogado personal del rey Juan Carlos, en el acto de clausura: “…reafirmó el compromiso de Fride de seguir cooperando con Freedom House, tanto en asuntos cubanos como en otros posibles temas de la agenda transatlántica” (Gratius y Utset, 2006: 27).

A partir del 2006 Fride organizó varios eventos asociados al tema Cuba, intentando alinear una política que tomó como principales plataformas de lanzamiento a España y Canadá, para que —con las propias palabras de Youngs— Estados Unidos liderara “desde atrás”. En 2010 un resumen de política de Susanne Gratius despertó cierta ansiedad. Según ella, el Partido en Cuba tenía un papel secundario en comparación con las FAR y los militares cubanos no tenían nada que ver con las dictaduras de Chile o Argentina, donde el ejército participó en la represión. En Cuba tampoco existía una Violeta Chamorro como en Nicaragua y “Raúl Castro no es Pinochet”. No era tan evidente un cambio político “pacífico, pactado y gradual” como consideraba la UE. Nada tenía que ver la Isla con lo ocurrido en Polonia, Hungría o Rumanía. “En cuanto al caso de Rusia, aunque hay algún paralelismo respecto al mercado negro y la corrupción del sistema socialista, no existe ningún Gorbachov cubano. Además, la cercanía de Estados Unidos y su modelo político marcan una clara diferencia con la trayectoria de Rusia”. Abogó entonces por una política consecuente, a más largo plazo, con incentivos que promovieran los cambios desde dentro, sin alimentar la lógica de la injerencia interna ni legitimar al gobierno. “No perder de vista la dimensión política del cambio, hasta ahora ausente en las estrategias de poder cubano, tampoco significa negar los signos de apertura en Cuba” (Gratius, 2010: 3-4).

Para entonces Richard Youngs había sido promovido a director general de Fride. Allí se mantuvo hasta el verano de 2013, cuando pasó a la oficina en Bruselas de la Fundación Carnegie para la Paz Internacional, un tanque pensante con sede en Washington cuya presidencia asumió un año más tarde William J. Burns, experto en subversión ideológica con 35 años de trabajo en el Departamento de Estado y el Consejo de Seguridad Nacional —desde Reagan hasta Obama—. ¿Cuál fue el primer resultado relevante de Youngs en esta nueva tarea? Coordinar un estudio sobre “ayuda” para impulsar a los donantes a “…responder a la escala del cambio que se está produciendo dentro de los movimientos de la sociedad civil” en todo el planeta. Cinco fueron sus recomendaciones de política: 1) Combinar el apoyo a los grupos de actitud más confrontacional con la asistencia a los actores que tienen una función de construcción de puentes en relación con las autoridades estatales; 2) “experimentar con nuevos actores” y “adoptar un enfoque exploratorio”; 3) diseñar medidas innovadoras y mecanismos de financiación flexibles para socavar las restricciones legales establecidas en más de cincuenta naciones contra la actitud injerencista de los “donantes”; 4) desarrollar un “enfoque más equilibrado y matizado para apoyar las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC)”, menos orientado a la formación de personas y más hacia la preparación del “entorno propicio” para que tengan un impacto político. “Además, es necesario abordar los efectos adversos de las TIC, las formas en que también ayudan a los regímenes”; 5) “vincular a la sociedad civil, más allá de la protesta”, fomentando “el aprendizaje mutuo entre los movimientos sociales que han participado en grandes protestas en los últimos años”. Y concluye: “La recomendación clave para los donantes es tener un enfoque equilibrado para repensar el apoyo de la sociedad civil”, deben reconocer los cambios tanto positivos como negativos que se han producido, para brindar una respuesta ágil y flexible “a las nuevas circunstancias, sin perder las lecciones ya aprendidas de la parte menos cambiante de la sociedad civil” (Youngs, 2015).

La Fundación Carnegie para la Paz Internacional presta una especial atención a la conceptualización de cómo impulsar los cambios políticos y adecuar los resultados teóricos a los “…desafíos prácticos que enfrentan los implementadores de programas democráticos que operan en entornos políticamente sensibles y, a menudo, físicamente inseguros”. Su vicepresidente Thomas Carothers, funcionario de la Usaid en la Administración Reagan y experto en “transiciones democráticas”, declaró en una mesa redonda organizada en 2016 que los programas de promoción de la democracia se extendían a más de cien naciones y disponían de un fondo de 10 000 millones de dólares anuales. Más de 14 000 proyectos se instrumentaron entre 1990 y 2010. Para la Fundación Carnegie constituye una prioridad de primer orden evaluar la eficacia de los programas de la Usaid y la NED, mientras que en los estudios de caso centra la mira en Open Society y Freedom House. En este debate Youngs señaló que los subcontratistas que operan en el terreno demandan una “financiación más flexible que les permita eludir la represión del régimen” y reveló que Europa ha reorientado sus programas hacia enfoques de mayor connotación política y confrontación. “En el contexto de la UE, la gran noticia de los últimos años ha sido la creación del European Endowment for Democracy, una organización aparentemente establecida como un antídoto explícito a todas las características de la asistencia ‘dócil’ […]”. Y concluyó: “Si un programa democrático dado es ‘compatible con el régimen’ o no, depende del contexto político y requiere que se controle su impacto a largo plazo. Y tratar de determinar este impacto es el enigma mismo de la promoción de la democracia […]” (Carnegie Endowment, 2016).

No había transcurrido un mes de su conferencia en el evento organizado por Tedesco y Diamint en la Universidad de Saint Louis / Campus Madrid, cuando Richard Youngs publicó en Open Democracy, medio que tiene como su mayor financista a Open Society, el artículo “Después de la protesta: caminos más allá de la movilización masiva”, en el que resume los resultados de una investigación de la Fundación Carnegie que incluye estudios de caso de todo el mundo. ¿Qué ideas despliega al respecto? Vuelvo a citar en extenso:

Las revueltas son cada vez más una ruta principal a través de la cual la gente común busca lograr una transformación social, política y económica. […]. Sin embargo, existe un problema importante con la atención que atraen tales protestas […]. En el fragor de la revuelta, la participación de la población local es alta en energía y creatividad. Las organizaciones cívicas y políticas se dedican a debatir tácticas y objetivos. La atención de los medios internacionales es intensa. Y los gobiernos de todo el mundo debaten con urgencia cómo responder cuando los ciudadanos toman las calles. Pero una vez que se apaga una protesta, toda esta atención política, mediática y diplomática tiende a evaporarse rápidamente.

[…]

Este es el momento en el que los manifestantes deben tomar decisiones difíciles. ¿Simplemente se desvinculan de la política o construyen nuevos tipos de campañas cívicas? ¿Se incorporan a los partidos políticos existentes, construyen sus propios equipos o se alejan por completo de la política dominante? ¿Cómo retienen y desarrollan la capacidad para volver a movilizarse en el momento adecuado en el futuro? ¿Y cómo se protegen de la represión gubernamental que a menudo sigue a las protestas?

Estos son los tipos de decisiones que determinan si las protestas masivas conducen a cambios profundamente arraigados o son simplemente efímeras […]. Aquí es cuando cualquier ganancia obtenida por una revuelta puede pasar a un nivel político más alto o desaparecer.

[…]

Si bien muchas personas celebran la naturaleza supuestamente sin líderes de las protestas, los reformadores deben desarrollar algún tipo de procesos y capacidades de toma de decisiones institucionalizados a lo largo del tiempo. La agilidad de los movimientos de protesta contemporáneos se celebra con razón como algo crucial para su poder. Sin embargo, lo que funciona como un activo en medio de una protesta puede convertirse fácilmente en un lastre en el período en el que los activistas necesitan diseñar programas de reforma a más largo plazo y buscar convertir la energía dispar de una revuelta en una estrategia política más adaptada.

Otro factor es si los manifestantes pueden permanecer unidos. Las divisiones internas aparecen fácilmente entre los reformadores una vez que se desvanece la adrenalina unificadora de la acción callejera. Cuando esto sucede, a los regímenes les resulta más fácil evitar o incluso revertir las reformas después de que las protestas cesan. Para mantener el impulso cívico, los activistas deben mirar más allá de los medios de acción directa efectiva y considerar cómo construir puentes entre la diversa gama de actores involucrados en todas las protestas de hoy. Donde esto sucede, como en Túnez, es más probable que la reforma política eche raíces que donde no lo hace, como en Zimbabwe, por ejemplo. Después de los picos de protesta, los manifestantes también necesitan construir un conjunto más amplio de alianzas dentro de sus propios países, ya que pueden encontrarse algo aislados de otros sectores que también están aparentemente a favor del cambio. Esto a menudo significa que necesitan desarrollar algún tipo de relación con la política dominante.

[…]

Estas consideraciones son muy pertinentes para el papel que pueden desempeñar los actores internacionales en el período posterior a la protesta. Cuando las protestas están en pleno auge, los actores externos deben actuar con la máxima cautela. Los regímenes pueden fácilmente difamar las protestas con ser manipulados por poderes externos.

En cambio, la presión internacional puede ser más productiva en el período posterior a las protestas. Los actores externos como los gobiernos occidentales, la Unión Europea o las Naciones Unidas pueden ayudar a reunir a diferentes actores para desarrollar estrategias posteriores a las protestas. […]. También pueden financiar proyectos para mejorar la cooperación entre los manifestantes y el sector formal de las ONG.

Los grupos internacionales pueden brindar asistencia técnica a los manifestantes sobre cómo pasar a la política de partidos, evadir la represión y vincularse con diferentes tipos de activismo cívico. Y pueden aspirar a garantizar que las revueltas masivas no sean simplemente turbulencias intrascendentes, sino una parte integral de su apoyo a otras áreas de transformación social, económica y política.

[…] tanto el alcance como la necesidad de apoyo internacional a menudo pueden ser mayores justo después de una protesta que durante ella. A medida que la protesta se atenúa, la comunidad internacional puede y debe intensificar su compromiso. Sin embargo, en la práctica, los donantes y las ONG internacionales pueden fácilmente desviar su atención hacia la próxima situación de emergencia tan pronto como la revuelta actual ya no domine los titulares. La atención internacional normalmente se desplaza hacia otros lugares a medida que las protestas en un país determinado comienzan a calmarse, pero es precisamente en este momento cuando la participación externa puede ser más productiva.

[…] es importante tener en cuenta que es cuando las multitudes finalmente se van a casa, cuando ocurren muchas de las políticas realmente decisivas y el intercambio de poder. El momento posterior a la protesta puede no ser tan dramático en términos mediáticos como el calor de una manifestación a gran escala, pero es de vital importancia para influir en si las protestas son finalmente significativas y si su impacto es positivo o menos benigno para la democracia. Si bien los activistas de muchos países han comenzado a prestar más atención a sus estrategias posteriores a las protestas, esta es un área de acción de la sociedad civil que aún necesita un replanteamiento y un ajuste considerables. La calma de una protesta no debe tratarse como un punto final, sino como el comienzo preparatorio crucial de una nueva fase de activismo político (Youngs, 2019).

Después de constatar algunas de las actividades de la Fundación Carnegie y leer esta hoja de ruta, se puede entender por qué su presidente, William P. Burns, acaba de ser nominado como nuevo director de la CIA. Cualquier semejanza con lo que está ocurriendo en Cuba no es pura coincidencia. Mienten Laura Tedesco y Rut Diamint al asegurar que su evento no perseguía el propósito de adiestrar en los nuevos métodos de activismo político para el cambio de régimen, sobre todo porque la primera conoce el trabajo y proyecciones de Youngs, y sus publicaciones anteriores develan una proyección prejuiciada sobre la Revolución.

Bibliografía

Carnegie Endowment for International Peace: “Roundtable Review of The Taming of Democracy Assintance”, July 25, 2016. Disponible en: https://carnegieendowment.org/2016/07/25/roundtable-review-of-taming-of-democracy-assistance-pub-64226

Gratius, Susanne y Xavier Utset: Democratización: Informe de conferencia 8 de noviembre, 2005 (PDF), Madrid, Fride / Washington, Freedom House, 2006. Disponible en el sitio web de Fride www.fride.org.

_______________ y Jorge Domínguez: Democratización: Informe de Actividad marzo-octubre, 2006 (PDF), Madrid, Fride, 2006. Disponible en el sitio web de Fride www.fride.org.

________________: Cuba y Europa más allá de la Posición Común (PDF), Policy Brief, Madrid, Fride, Nº 48 – Noviembre 2010. Disponible en el sitio web de Fride www.fride.org.

Winston, Colin: “Spain: Terrorist Resurgence”, en Terrorism Review (PDF), Secret, Directorate of Intelligence, Central Intelligence Agency, GI TR 84-002, 19 January 1984.

Youngs, Richard: “Repensar la sociedad civil y el apoyo a la democracia”, Carnegie Europa, 22 de abril de 2015. Disponible en: https://carnegieeurope.eu/2015/04/22/rethinking-civil-society-and-support-for-democracy-pub-60000 (consultado 28.1.2021).

_____________: “After protest: pathways beyond mass mobilization”, Open Democracy, November 10, 2019. Disponible en: https://www.opendemocracy.net/en/transformation/after-protest-pathways-beyond-mass-mobilization/ (consultado 28.1.2021).

Tomado de: La Jiribilla

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