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Sean McFate: “La victoria moderna no se obtiene en un campo de batalla sino en la conciencia de una sociedad”

Las nuevas reglas de la guerra: la victoria en épocas de desorden, de, Sean McFate

Por Jorge Elbaum

Los modelos geopolíticos de injerencia y su impacto en América Latina. El libro de Sean McFate exhibe con total procacidad las iniciativas de manipulación, vigilancia, simulación y engaño sistémico utilizadas por Washington para intentar conservar su poder devaluado

El deterioro de la política doméstica de los Estados Unidos tiene correlato en la degradación de su política exterior. La tradición injerencista de Washington busca impedir su paulatina declinación como referencia de la política mundial y apela a innovadoras conceptualizaciones y prácticas para evitar un mayor deterioro.

En un intento por sortear las repetidas derrotas estratégicas sufridas desde la Guerra de Corea hasta la actualidad, el ex paracaidista y contratista militar (eufemismo de mercenario), actualmente devenido en académico, Sean McFate, publicó un libro en 2019 que se constituyó en el texto de cabecera de las usinas de información del Departamento de Seguridad Nacional y del Departamento de Estado. El almirante James Stavridis, que fuera responsable del Comando Sur hasta 2009 y luego Jefe Supremo de la OTAN hasta 2013, catalogó a McFate como el nuevo Sun Tzu, en referencia al general chino del siglo V, autor de El arte de la guerra.

El libro de McFate se titula Las nuevas reglas de la guerra: la victoria en épocas de desorden, y se ha constituido en el texto de consulta obligada para los funcionarios que ejecutan las políticas de intervención en los países que Estados Unidos considera bajo su ámbito de influencia. Desde el prólogo, se anuncia que es una respuesta a los peligros detectados por los oficiales que han participado de las últimas aventuras trágicas del modelo imperial: el ascenso de China, el resurgimiento de Rusia, la creciente escasez de los recursos naturales y las conflictividades intraestatales. Las sugerencias planteadas por McFate exhiben con total procacidad las iniciativas de manipulación, vigilancia, simulación y engaño sistémico utilizadas por Washington para intentar conservar su poder devaluado. El desembozado injerencismo planteado en Las Nuevas Reglas reivindica la militarización de la política a partir de la utilización de los medios de comunicación, la gestión del desorden y la generación de conflictos internos.

La hipótesis central del autor es que Estados Unidos ha sido derrotado en todas las confrontaciones militares desde la Segunda Guerra Mundial (Corea, Vietnam, Cuba, Afganistán, Irak y Siria) porque no ha comprendido el cambio de los desafíos bélicos. Según McFate, el centro de las nuevas guerras está en la política y no en el territorio de la acumulación de armas. Las batallas del presente y del futuro se llevan a cabo en un nuevo escenario: la construcción de imaginarios y de sentido común; la búsqueda por imponer formas de realidad; y –sobre todo– el manejo de la información, los datos y la segmentación de que deriva esos agregados. “La victoria moderna no se obtiene en un campo de batalla sino en la conciencia de una sociedad”.

El enfoque supone que la victoria en el campo de batalla es obsoleta. El autor afirma críticamente que Estados Unidos invierte billones de dólares en aviones de combate y robots asesinos y que, sin embargo, no logra imponerse: “Necesitamos el dominio de (…) la subversión estratégica para evitar que los problemas se conviertan en crisis y las crisis en conflictos”. Para eso se requieren más académicos, más Hollywood, más ONGs, más servicios de inteligencia y menos portaviones. El conflicto actual se desenvuelve en las sombras, en los ejércitos privados (las empresas contratistas de mercenarios), el anonimato, las operaciones de confusión y propaganda. Las fuerzas militares convencionales –profetiza McFate– deben ser reemplazadas por grupos enmascarados ajenos a las regulaciones convencionales de la guerra. Entre sus propuestas, llega a considerar la creación de cuerpos similares a la Legión Extranjera, con agentes reclutados de diferentes países, capaces de defender los intereses estratégicos de las corporaciones dentro de territorios (catalogados) sin Estado.

Sus actores prioritarios estarán en guerra permanente porque las escenas bélicas no comenzarán ni terminarán. Serán una continuidad acorde con el desorden global, los ejércitos privados, la entropía, el terrorismo, las operaciones de inteligencia y la búsqueda permanente por ganar la legitimidad; es decir, la aquiescencia de una población. Lo que McFate propone –y las delegaciones diplomáticas de Washington están ejercitando– es la exaltación de una guerra total en la que se asume la imposibilidad de respetar las regulaciones de los conflictos armados (la Convención de Ginebra, por ejemplo), porque ese tipo de enfrentamiento ya no existe y porque supone un handicap para los antagonistas. La tortura, el asesinato de civiles, la utilización de minas personales, el secuestro extrajudicial, el acatamiento de la soberanía de los aliados, el exterminio de prisioneros de guerra, etc., son cláusulas que ya no pueden ser respetadas porque su acatamiento supone una ventaja sobre los formatos actuales del conflicto.

Entre las sombras

La nueva biblia bélica pretende ser una caracterización, pero termina imponiéndose como un decálogo de ejecución. Los corolarios de su doctrina se observan con claridad en los capítulos tercero y cuarto del Documento de Seguridad Estratégica de diciembre 2017, difundido por Donald Trump, donde se ensayan reconversiones de las fuerzas militares en grupos de operaciones dedicados a tareas especiales, cuyo centro son los contenidos culturales, los memes, la ridiculización de dirigentes políticos enemigos, las operaciones judiciales, el control de los aparatos comunicacionales y el engaño planificado. La política ya no se piensa como una forma diferente de la guerra, sino que es una de sus facetas. “Si los gobiernos pueden hacer que la comunicación estratégica sea rentable –subraya McFate–, el sector privado puede ser creativo para satirizar a Putin montando osos. En esa misma lógica cuestiona que China haya comprado algunos estudios de Hollywood, hecho que hace imposible “presentar al gigante asiático como un villano en las películas”, enfoque que ayudaría más que las armas para enfrentarlos.

Para poder insertarse en el nuevo mundo de la guerra, habrá que derivar parte de inmensos recursos bélicos a la administración de mentiras comunicacionales (fake-news) ajenas a cualquier regulación soberana. Esto supone el retorno a un mundo pre-westfaliano (casi hobbesiano, de guerra de todos contra todos) donde conviven ejércitos privados, guerras sin Estados y organizaciones terroristas de triple bandera, dirigidos por fondos de cobertura financieros. Lejos de rechazar la anarquía y la anomia, McFate –autor también del libro El mercenario moderno– las conceptualiza como un territorio fértil para los nuevos formatos bélicos. Se trata de una conflictividad atemporal, de pugnas duraderas sin bandos totalmente triunfantes. Una administración permanente de la crisis global para sostener el status quo del liderazgo global de Washington. Un reciente ejemplo de este paradigma fue transparentizado por el sincericidio del empresario Elon Musk, quien afirmó por redes sociales: “Derrocaremos a quien haga falta” para poder acceder al recurso natural que se requiere para la producción de sus autos eléctricos (el litio).

Algunos de los apotegmas apuntados en Las Nuevas Reglas indican que

“las mejores armas no disparan balas”, sino que son campañas efectivas de propaganda, lobby y relaciones públicas, basadas en la compra de voluntades y en el poder blando que supone la utilización de cócteles diplomáticos, la concesión de ventajas aspiraciones y la invitación a Congresos de Seguridad y lucha antiterrorista: una Green Card –sugiere McFate– puede comprar a muchos políticos, jueces o periodistas. Las batallas sangrientas, afirma, serán cada vez menos eficaces. La nueva guerra debe transformarse en un espectáculo de héroes y villanos, luego de que se demonice al contrincante y se lo caracterice ante el gran público como el enemigo del pueblo, en clara analogía de Henrik Ibsen.

En la misma lógica que el recordado libro de Jean Baudrillard (La guerra del Golfo no ha existido), pero con un tono más cínico, McFate señala que siempre será necesario el camuflaje de las acciones políticamente consideradas incorrectas, con el objetivo de obtener ventajas. No se puede salir derrotado de Vietnam –sugieren Las Nuevas Reglas– porque se autorice la divulgación del uso generalizado del napalm. Su pensamiento, inserto en una lógica imperial (que pretende la supresión de soberanías de terceros países), priva a McFate de identificar las verdaderas causas estructurales de la conflictividad mundial: la desigualdad, el hambre, el control corporativo de los recursos naturales, la degradación ambiental, la violencia patriarcal sistémica, el neocolonialismo y/o la beligerancia funcional a la comercialización de armas.

En el anexo, el autor brinda 36 recomendaciones para los nuevos comandantes político-militares, responsables de garantizar a futuro la continuidad de la hegemonía de Washington. Las estratagemas devienen de exégesis arbitrarias y forzadas de las indicaciones realizadas por Sun Tzu hace 15 siglos.

  1. Se deben esconder las verdaderas intenciones. En el caso de Argentina, el discurso de los valores, la república y la corrupción son claros ejemplos de cómo se enmascara la cruda intención de impedir la integración regional, la soberanía estatal, el empoderamiento de los sectores populares y la democratización de la renta, la propiedad y la riqueza.
  2. Hay que detectar aliados antes de considerar los ataques. Las delegaciones diplomáticas de Washington funcionan habitualmente como un centro de reclutamiento de elites locales dispuestas a impedir el fortalecimiento de las representaciones nacionales y populares. “Dispone alianzas con los enemigos de tus enemigos”.
  3. Es necesario falsificar, tergiversar, confundir y complejizar el discurso y el debate social. Se buscará, sobre todo, que sea imposible comprender con claridad los beneficiarios y víctimas de cada una de las medidas políticas. El autor lo dice más claramente: “Es necesario inventar realidades creíbles”. Para ejemplificar esta máxima, afirma: “Cuando Rusia quiere desestabilizar Europa, no amenaza con una acción militar, como hizo la URSS. En cambio, bombardea Siria. Esta táctica llevó a decenas de miles de refugiados a Europa y exacerbó la crisis migratoria, instigando el Brexit”.
  4. Hay que irritar al enemigo. Se trata de entablar negociaciones sobre problemas aparentes para impedir que se aborden aspectos estructurales. “Marea a tu enemigo, sorpréndelo, discute cosas intrascendentes (…) Vuelve loco a tu enemigo, ponlo nervioso, ritualízalo”. El autor propone el diseño de subversiones a medida, revolución de colores y operaciones psicológicas de prensa como centro estratégico de la doctrina militar.
  5. Saca a tu enemigo de su lugar de fortaleza. La actual pandemia pone en evidencia que el denominado control de la calle, expresado en términos de exhibición de la capacidad de movilizar a la sociedad civil, supone una incomodidad para la tradicional capacidad de movilización social de las organizaciones populares. La insistencia de Juntos por el Cambio en que “el oficialismo ha perdido la calle” aparece como una evidente homología al apotegma de McFate.
  6. El enfrentamiento en la sombra será el dominante. Esto incluye la ciberguerra, la inoculación del odio hacia referentes políticos, el despliegue de servicios de inteligencia en todas las áreas, y la difusión orgánica de la desinformación y la fragmentación social planificada. En la guerra planteada se llega a la victoria parcial cuando se conquista la aceptación de los ciudadanos. Gana el que impone una noción de verdad. “Quien decide qué es real, es el ganador”. En este marco, las operaciones encubiertas son las únicas eficaces. La manipulación de la opinión pública es el misil estratégico. Hay una batalla por la narrativa, por los relatos y esa disputa se gana también con la confusión, la creación de verdades alternativas y de invisibilizaciones.
  7. Los militares, por su formación, son vulnerables a los medios de comunicación. Ergo, hay que formar soldados mediáticos, actores, hábiles declarantes, instigadores de odios, etc.

La maquinaria bélica de Washington sigue impulsada por una maquinaria monopólico-corporativa que necesita aniquilar la libertad y la soberanía de las naciones que no son funcionales a la continuidad de su modelo dominante y su intrínseca celebración de la muerte. Los gigantes hacen ruido cuando caen. Esa es la causa por la que hay que estudiar sus movimientos, sus libros guerreristas y sus doctrinas. Sobre todo, para reducir el daño. Pero también para evitar que derrumben sobre inocentes.

En abril de 2019 Donald Trump se comunicó telefónicamente con Jimmy Carter –de 94 años de edad– para intercambiar opiniones sobre el conflicto con China y la pérdida de ventajas económicas, tecnológicas y comerciales respecto a Beijing. Carter divulgó la comunicación y le brindó su opinión al actual mandatario: “En 1979 iniciamos la regularización de las relaciones diplomáticas con ese país. ¿Sabes cuántas veces China ha estado en guerra con alguien desde ese momento? Ninguna. Y nosotros vivimos en guerra … somos la nación más guerrera de la historia del mundo, debido a la tendencia de Estados Unidos de obligar a otras naciones a adoptar nuestros principios (…) ¿Cuántas millas de ferrocarril de alta velocidad tenemos en este país? China tiene unas 18.000 millas de trenes de alta velocidad, y Estados Unidos ha desperdiciado, creo, 3 billones de dólares en gastos militares. (…) China no ha malgastado ni un centavo en la guerra, y es por eso que están por delante de nosotros”.

Este intercambio entre Carter y Trump deja en claro porqué el jefe del Departamento de Estado Mike Pompeo distribuye el libro de McFate a sus interlocutores, mientras que Xi Jinping obsequia el programa de integración y cooperación mundial denominada Nueva Ruta de la Seda con el que se pretende integrar el este de Asia, Europa, África y América Latina en iniciativa conjuntas de infraestructuras de caminos, puertos y trenes de alta velocidad.

De un lado la obsesiva reflexión sobre la guerra. Del otro los puentes de la cooperación internacional. América Latina deberá interpretar la encrucijada.

Tomado de: https://culturayresistenciablog.wordpress.com

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El documental de Netflix sobre Cambridge Analytica y el fraude electoral en Argentina (+tráiler)

Por Jorge Elbaum

La plataforma Netflix distribuye desde la semana pasada un documental sobre cómo la empresa Cambridge Analytica (CA) condicionó elecciones en diversos lugares del mundo, utilizando en forma ilegal datos personales de millones de usuarios de internet. El título original de la película es The Great Hack.

Su traducción literal es El gran hackeo. Con el objetivo de concederle un cariz más asociado a los aspectos del derecho personal a la propiedad de la información (por sobre cuestiones ligadas a la malversación del sistema democrático), Netflix la presentó al mundo hispanoparlante como Nada es privado.

El escándalo internacional divulgado por la difusión de las actividades de CA puso en evidencia que el origen de la empresa se conectaba con contratistas militares, organismos de inteligencia y acaudalados magnates, todos comprometidos en tendencializar procesos electorales en diversos países del mundo.

El impacto local del film, dirigido por Jehane Noujaim y Karim Amer, se articula con la intervención de CA en las campañas electorales argentinas de 2015 y 2017 y el rol jugado por sus plataformas en la configuración de climas políticos opuestos al kirchnerismo.

La empresa CA, dirigida por Alexander Nix, compró a Facebook, propietaria también de WhatsApp desde febrero de 2014, 87 millones de perfiles completos capaces de delimitar 5000 puntos de interés de cada uno de los mismos [1]. Dicha información fue utilizada para orientar el voto de millones de sufragistas en distintas partes del mundo y potenciar el triunfo en diversas compulsas electorales.

Luego de tres años y medio de gobierno, el macrismo ha dado sobradas evidencias de una marcada eficiencia en el uso del artificio y el engaño para ejercer específicas formas de captación, imposición de agendas y tergiversación de la realidad. Uno de los dispositivos más utilizados ha sido la manipulación comunicacional, apelando a herramientas provistas por la inteligencia artificial, la big data, la posterior detección de segmentos poblacionales capaces de ser persuadidos y la elaboración de contenidos sensibles orientados a sus características específicas e individuales.

El vínculo de CA con América Latina se remonta a los tiempos menemistas cuando su CEO Alexander Nix se instaló en Argentina y registró una sede corporativa en Buenos Aires bajo el nombre de Strategic Communication Laboratories (SCL), en Arenales 941 [2]. En esa misma oficina, su amigo polista Lucas Carlos Talamoni Grether radicó su empresa Black Soil, dedicada al rubro agrícola, de la cual Nix aparece también como socio, en su formato de offshore radicada en Panamá.

Sus contactos locales, además, lo relacionan con el pampeano Juan Pepa, que tiene residencia en Londres y Santa Rosa, de quien Nix fue socio entre 2007 y 2010 en la empresa Rubirosa Ltd, dedicada a la comunicación estratégica, rubro coincidente con el de CA. Nix y Pepa compartieron iniciativas caritativas en la Asociación Pro Alvear, encargada de recaudar fondos para fines benéficos relacionados con la promoción social. Uno de los padrinos de Pro Alvear (textual) es Mauricio Macri [3].

El segmento textual del intercambio entre Damian Collins (DC) –integrante de la Comisión de Asuntos Digitales del parlamento británico— y Alexander Nix (AN) incluye el siguiente contrapunto:

DC: ¿Trabajó en Argentina?

AN: Sí, trabajamos en Argentina.

DC: Estoy viendo una nota que alguien compartió conmigo de una reunión del grupo SCL (la empresa madre de Cambridge Analytica) del 27 de mayo, donde hay una nota que dice: «Campaña antikirchnerista presentada al tomador de decisiones, esperando devolución».

AN: Correcto.

DC: Pero para ser claro. Las reuniones giraban alrededor de esa premisa, que era una campaña antikirchnerista, entonces estaban trabajando para un partido de la oposición u otra persona interesada en influenciar la política en Argentina, que no estaba apoyando al Gobierno.

AN: Esa sería la apariencia.

Dividir para restar

En enero de 2018, los periódicos The Guardian y The Observer junto con el New York Times (NYC) divulgaron una cámara oculta en la que Alexander Nix afirmaba haber influido en procesos electorales. Según los analistas de CA entrevistados para el documental, el modelo de trabajo de CA consistió, en primer término, en instalar el temor y el odio (hacia un sujeto prediseñado) entre aquellos segmentos de la sociedad que son percibidos como presa fácil de dichos sentimientos.

Para individualizar a los receptores de los bombardeos de sentido se utilizaron rastreos de aspiraciones, gustos, fobias y sensibilidades de cada uno de los perfiles. Dichos registros aparecen como huellas en la historia personalizada de los tránsitos que se realizan a diario por las redes, los usos que le damos al celular y la ubicación geográfica desde donde se llevan a cabo dichas interacciones con otros. En ocasiones esa información se puede cruzar, además, con datos de seguros, transacciones bancarias, consultas médicas y/o comunicaciones personales [4].

Esa ingeniería permite la detección precisa de conglomerados de sujetos (denominados persuadibles por CA), agrupados en colectivos genéricamente considerados indecisos o grupos parcialmente indiferentes a los discursos políticos. Este universo es el objetivo básico de las plataformas que actúan como CA: descartan trabajar sobre aquellos colectivos que ya están convencidos. Apuntan únicamente al sector más influenciable, conformado por sujetos ajenos al universo de los debates políticos.

La acumulación de perfiles (big data) se procesa mediante algoritmos automatizados (inteligencia artificial) logrando conformar subgrupos tipologizados a quienes se le destinarán mensajes a medida: a los amantes de los perros (por ejemplo) se les advertirá sobre el peligro de que el Frente de Todxs proscriba la tenencia de canes en los edificios. A los adultos mayores se les advertirá, subrepticiamente, sobre la potencial legislación de una norma dispuestas a liberar a los presos sociales, con el objeto de sembrar el pánico.

La película producida por Netflix deja en claro que las microsegmentaciones son más eficaces si se logra, previamente, dividir artificialmente a la sociedad. En Argentina dicha partición se logró instituir mediante la denominada grieta, a partir de la cual se consiguió canalizar posteriormente una serie creciente de etiquetas sintetizadoras de todos los males. De no existir la partición (la división en el campo popular), enseñan los testimonios provistos por los analistas de CA, aparecería como más ardua la labor de anclar mensajes pregnantes al interior de los grupos escogidos.

La segmentación trabaja sobre minorías, que en caso de paridad, pueden establecer una diferencia electoral definitoria. Al ser detectados por fuera de la interacción política se los agrupa y encasilla por intereses específicos. Dada la delimitación de información precisa se logra abordarlos desde sus íntimos deseos. Sin embargo, estas herramientas advierten que la segmentación virtualizada no logra suplantar la acción política clásica, territorial, cara a cara: sólo puede complementarla en relación a aquellas fracciones que la actividad política no logra penetrar.

Una vez que el mal está instalado, que se ha logrado convencer a una parte de la sociedad acerca de la existencia de enemigos (corruptos, violentos, antirrepublicanos), se habilita la circulación de mensajes condenatorios entre los grupos de incautos. Sin división previa, marcada, instituida, las campañas de estigmatización carecen de territorio fértil para habilitar su reproducción cariocinética. En última instancia las operaciones de CA, y las de todas las empresas (o concepciones políticas dedicadas a la manipulación emocional y/o electoral), reconocen que únicamente son eficaces sobre quienes carecen de conciencia crítica y logran ser presa fácil de fantasmagorías fabricadas a medida.

Los analistas que han estudiado en profundidad los efectos de la virtualización electoral consideran que estas herramientas no pueden compararse con los mecanismos comunicacionales genéricos (TV, radio, prensa escrita), porque su efectividad se orienta a incidir en los niveles más profundos de la sensibilidad de los receptores seleccionados. Mientras que los medios tradicionales se dirigen a un espectador promedio y a facetas básicas y genéricas de índole sociodemográfica, la targetización (obtenida en este caso por CA mediante la compra de información personalizada a Facebook, sin mediar autorización de sus titulares), sólo logra interpelar con mayor exactitud a destinatarios específicos [5].

Farsas digitales

Las investigaciones realizadas por la Comisión de Asuntos Digitales de la Cámara de los Comunes, la Justicia de Estados Unidos y el Parlamento Europeo, revelaron que el supremacista Steve Bannon fue uno de los articuladores de la campaña del Brexit al vincular a CA con Nigel Farage, titular del partido político eurófobo UKIP, quien terminó convirtiéndose en el gran triunfador de la consulta por el abandono del Reino Unido de la Unión Europea [6].

Tiempo después Bannon se convirtió en vicepresidente de CA, recalando en el entorno de Donald Trump como uno de sus jefes de campaña. En esa función ayudó a recaudar 250 millones de dólares de aportes, a través de las herramientas ofrecidas por Facebook. Mediante esa misma plataforma organizó el envío de 50.000 anuncios diarios personalizados a microsegmentos detectados por CA [7]. Uno de los más prominentes inversores de la compañía fue el actual Consejero Nacional de Seguridad (Ministro de Defensa) de Donald Trump, John Bolton. Luego del triunfo del Brexit, Bolton aportó 1 millón de dólares entre 2014 y 2015, periodo en el que CA trabajó para la campaña de Mauricio Macri promoviendo segmentaciones de corte antikirchnerista.

La denuncia contra CA se inició a partir de una investigación coordinada por una periodista británica de The Observer, Carole Cadwalladr, quien logró entrevistar a uno de los funcionarios prominentes de CA, Christopher Wylie. Cadwalladr detalla en forma pormenorizada las actividades ilícitas impulsadas por Bannon y Nix, entre las que figura la asociación entre CA y la agencia Palantir, conformada para promover relevamientos de datos en distintas partes del mundo [8].

Palantir es una start-up apalancada por el fondo In-Q-Tel, propiedad de la Agencia Central de Inteligencia, CIA, según el NYT [9]. El ex titular de la Unidad Especial de Investigación del atentado a la AMIA, Mario Cimadevilla, que renunció a su cargo en marzo de 2018 (y denunció al titular de la cartera de Justicia Germán Garavano por encubrimiento), declaró que Andrés Ibarra, responsable del ministerio de modernización, se encontraba negociando con Palantir la digitalización de la información pertenecientes a la causa AMIA [10]. A partir de ese dato, la organización APEMIA, formada por familiares y amigos de las víctimas del atentado, realizó un pedido de información sobre la licitación (cuyo monto rondaba los 1.900.000 dólares) que nunca fue respondida [11].

Más del 90 % del tráfico de internet entre América Latina y el mundo circula a través de servidores instalados en Estados Unidos. Los datos residuales de dichas interacciones poseen sedes físicas en nubes instaladas en países septentrionales. Washington define ese quantum de información como soporte de su seguridad estratégica [12]. A pesar de que el mundo digital se ha convertido en un elemento central del sistema social y económico, todavía no se abordan con rigurosidad los efectos sobre la pérdida de la soberanía (personal y/o nacional) que su manipulación admite, ni las consecuencias sobre la descomposición del sistema democrático que potencialmente genera.

Cambridge Analytica es la forma de hacer política del macrismo, dada su necesidad intrínseca de instalar divisiones artificiosas, ajenas a las demandas sociales postergadas de las grandes mayorías sociales. Habrá que aprender a evitar quiebres inútiles y a no sumarse a las grietas instituidas por quienes requieren esas rupturas. Y aprender, mientras tanto, a interpelar a los incautos, capaces de definir, en determinadas circunstancias, opciones electorales definitorias.

Notas

[1] Ese conglomerado de información supone el reconocimiento pormenorizado de todos los intereses, prácticas, consumos, deseos y aspiraciones de cada uno de los 87 millones de perfiles entregados por FB a CA. Sobre cada uno de esos sujetos la inteligencia artificial jerarquiza aspectos de mayor incidencia potencial para influir sobre ellos y reconvertirlos en contenidos de odio contra enemigos previamente estigmatizados.

[2] Datos revelados por los periodistas Mariana Escalada y Agustín Ronconi del portal www.eldisenso.com

[3] https://www.elcohetealaluna.com/sexo-mentiras-y-video/

[4] El último miércoles el Defensor del Pueblo bonaerense, Guido Lorenzino, realizó un pedido formal a la Jefatura de Gabinete de la Nación con el objeto de conocer si la base de datos de la ANSES, se ha utilizado con fines electorales. http://bit.ly/2YxB0ql

[5] Moore, Martin: Democracy Hacked: How Technology is Destabilising Global Politics. Oneworld, Columbia, 2018.

[6] http://bit.ly/2ZrlOIn

[7] http://bit.ly/2YkZDXG

[8] https://n.pr/2ZoUXfT

[9] https://nyti.ms/2YpiO2Y

[10] http://bit.ly/2YFFS8A

[11] http://bit.ly/2MAGxWy

[12] http://bit.ly/3347kQW

Tomado de: http://estrategia.la

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