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La Reforma universitaria

Alma Mater. Universidad de La Habana Foto Cubadebate

Por Graziella Pogolotti

Transcurría el año 1918 cuando en Córdoba, Argentina, estallaba un brote renovador que muy pronto, como mancha de aceite, se extendería a la América Latina toda. Un siglo después de haberse desgajado nuestras repúblicas del dominio de España las universidades permanecían anquilosadas.

La propuesta transformadora de los jóvenes argentinos incluía aspectos de orden académico, pero se proyectaba mucho más allá. Problematizaba, en términos innovadores, la función del alto centro docente en la sociedad. Estudiantes asumían responsabilidades políticas, culturales y educacionales con vistas a salvar las brechas que los separaban de las masas populares desamparadas.

Aunque el contexto desfavorable cercenó la realización total del propósito, el modelo introdujo algunos cambios. Aparecieron en todas partes departamentos de extensión cultural que, en alguna medida, trataron de paliar las deficiencias de las políticas gubernamentales y, sobre todo, a partir de entonces las universidades se convirtieron en focos de fermento de ideas y de participación juvenil en la vida pública.

En Julio Antonio Mella coincidieron el cuerpo atlético y la inteligencia poderosa, dotada para conjugar el análisis de la realidad concreta con la lectura provechosa, libre de esquemas y simplificaciones dogmáticas, de Marx y Martí. Asimiló la lección renovadora de la Reforma universitaria de Córdoba. Animó la fundación de la FEU, intentó depurar el claustro de los profesores adocenados y dio cauce a la creación de la Universidad Popular José Martí, destinada a la formación de la clase obrera.

Asesinado en México por la tiranía de Machado, algunos logros iniciales fueron cercenados. Pero la semilla estaba sembrada. La juventud universitaria se lanzó al combate. Dejó una estela de mártires, a quienes se les rendía homenaje cada 30 de septiembre, fecha de la caída de Rafael Trejo en 1930.

La tradición se radicalizó al perpetrarse el golpe de Estado de Fulgencio Batista. Las universidades se convirtieron en centros propulsores de acciones combatientes que trascendían la voluntad de derrocar la dictadura. Había que modificar las raíces de un sistema conformado por la dependencia del capital foráneo y los rezagos del neocolonialismo.

Sin embargo, el proyecto reformador de la enseñanza había quedado trunco. Al cumplirse un año de la Campaña de Alfabetización tomaba cuerpo el rediseño integral de la educación superior. Para fundar soberanía en el área del conocimiento se abrieron las hasta entonces inexistentes facultades de Economía y Biología.

En la base de la pirámide, el departamento devino la célula básica que articulaba investigación y docencia, configuraba programas y planes de estudio, planeaba la superación permanente del claustro y emprendía la urgente actualización y modernización del saber en los distintos ámbitos de la ciencia. En la Universidad Central de Las Villas, el Che había llamado a los centros de educación superior a pintarse de pueblo.

Para los profesores de entonces, muchos de ellos novicios, se planteaba un desafío gigantesco de estudio y búsqueda de amplias fuentes bibliográficas. Era una carrera contra el tiempo, porque los estudiantes de nuevo ingreso estaban tocando a las puertas. En algunas áreas pudo contarse con la colaboración de especialistas procedentes de otros países. Llegaron de la América Latina, de Europa occidental, de Estados Unidos y de los países socialistas. Deslumbrados por los rasgos singulares de una Revolución triunfante que enlazaba el movimiento de liberación nacional con la proyección hacia el socialismo, los movía un generoso espíritu solidario.

Inmersos en el empeño de participar en la edificación de un país, no habíamos cobrado conciencia de tener una asignatura pendiente. No bastaba con instruir. Era necesario formar. Para hacerlo, resultaba indispensable conocer la Cuba que habíamos heredado. Pasar de la concepción teórica de la naturaleza del subdesarrollo al contacto concreto con sus dimensiones sociales y culturales.

Fidel convocó a impulsar un trabajo de animación sociocultural en zonas intrincadas de la isla. Con entusiasmo misionero acopiamos un muestrario de imágenes de las artes visuales y selecciones de textos literarios. Marchamos dispuestos a enseñar. Topamos entonces con el universo largamente marginado en lo profundo de la sociedad. Nos sentimos desarmados. Comprendimos la necesidad de forjar herramientas para edificar el diálogo con el otro. De maestros nos convertimos en aprendices. Modificamos definitivamente nuestra noción de cultura, entendida ahora desde perspectivas antropológicas y sociales.

Integrada al proyecto transformador revolucionario, la Reforma universitaria modernizó la enseñanza. Abrió la mirada hacia anchos horizontes. Siguiendo el precepto martiano, injertó el saber del mundo en el tronco de nuestras repúblicas.

Tomado de: Juventud Rebelde

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Fidel y la educación

Fidel Castro Ruz Foto Vanguardia

Por Graziella Pogolotti

Fidel concibió la educación como uno de los ejes fundamentales en la estrategia orientada a la conquista de la soberanía, la justicia social y la necesaria lucha contra el subdesarrollo. Para lograr tan ambiciosos propósitos transformadores, había que introducir profundas reformas estructurales, a la vez que se procedía a la construcción de un sujeto crítico, capaz de asumir con plena conciencia el proceso emancipador.

A pocos años del triunfo revolucionario se emprendieron, en rápida sucesión, la Campaña de Alfabetización, la Reforma Universitaria, que arribará a su sexagésimo aniversario en el próximo 2022, y la fundación de los primeros centros de investigación científica. El plan de becas viabilizó el acceso al estudio de niños y jóvenes procedentes de los sectores más humildes. Vencido el analfabetismo, se implementaron vías para garantizar la superación permanente de las grandes mayorías. En muchos centros de trabajo las oficinas se convertían en aulas después de la jornada laboral. Del dominio de las primeras letras se pasaba al empeño por escalar el sexto grado.

La escuela es el ámbito formal a través del cual los educandos adquieren instrucción, habilidades, formas de convivencia y principios éticos esenciales. Le corresponde favorecer el despertar de curiosidades, germen del indispensable acceso a las realidades del mundo y acicate para la preparación de futuros investigadores e innovadores.

Para el logro de la complejísima operación de formar ciudadanos, instruir representa el primer peldaño en la delicadísima misión de estimular inteligencias y afinar sensibilidades.

Se requieren planes y programas que conjuguen la preservación de la memoria viva —hecha de historia y tradición, raíz de identidad— con la proyección hacia una modernidad caracterizada por desafíos sin precedentes planteados por avances tecnológicos que se articulan a un pensamiento neoliberal invasivo, a la depredación del planeta, a la exacerbación del individualismo, al desplazamiento de la competitividad en detrimento de la solidaridad, a la profundización de las desigualdades, al socavamiento perverso de las funciones del arte y la cultura y a la manipulación de las conciencias por parte del poder hegemónico. En ese mar de conflictos habrán de estar comprometidas las nuevas generaciones.

Planes y programas de estudio, métodos de enseñanza despojados de autoritarismo ofrecen herramientas para ingresar en el universo del mañana. Pero el papel fundamental descansa en la tarea insustituible del maestro, figura que reclama con urgencia el debido reconocimiento social, denominación genérica que, violando las normas de la ortografía, habría que escribir siempre con mayúscula. Merecedor de una justa remuneración salarial, su formación actual exige un permanente y riguroso plan de superación que conduzca a eliminar deficiencias palpables en muchos resultados docentes en lo referido al dominio de la lengua materna y de la historia, con la aplicación de prácticas destinadas a estimular el ejercicio del pensar.

La educación corresponde a la escuela. Pero no solo a ella. El hogar armónico y funcional transmite memoria, siembra valores y promueve expectativas de vida. El entorno edificado, libre de desechos, con calles y aceras primorosamente preservadas, imponen al transeúnte el respeto a las normas básicas de conducta para la conservación de un hábitat que todos compartimos. No menos importante resulta el rescate de las delimitaciones entre espacio público y privado. Después de meses de confinamiento, el regreso a la normalidad se manifiesta en el estallido atronador del ruido. Los antiguos pregones, ajustados a la medida de la voz humana, modelados por nuestra tradición musical, han sido sustituidos por bocinas que repiten el mismo monótono mensaje y perforan el oído de quienes, en el hogar o en el centro de trabajo, disfrutan del merecido descanso o requieren la indispensable concentración para llevar a cabo cumplidamente su tarea. Las noches tampoco deparan el reposo que todos demandamos, cuando festejos y bares perturban la tranquilidad hasta altas horas de la madrugada.

Maestro del arte de la comunicación, Fidel fue un educador incansable y sistemático. Rompió los esquemas establecidos para la oratoria por la retórica al uso, tan frecuentemente empleados por la demagogia política que aún opera en las campañas electoreras en muchos lugares del mundo. En relación directa con el pueblo, su interlocutor privilegiado, comprendió la naturaleza del intercambio entre la pantalla del televisor y su destinatario, instalado en la intimidad del hogar. Supo adoptar en este caso, un eficaz estilo conversacional. Como lo afirmó en alguna ocasión, compartió con el oyente «el parto de las ideas», modo de poner en práctica un productivo ejercicio del pensar. Su extraordinaria capacidad comunicativa le permitió extender el diálogo implícito a las concentraciones masivas en la Plaza de la Revolución. Esa facultad inspiró al Che una reflexión constitutiva de uno de los hilos conductores de El socialismo y el hombre en Cuba.

Forma y contenido se fundían armónicamente en un propósito común. El pueblo tenía que convertirse conscientemente en protagonista de una historia, crecer para arrostrar los mayores desafíos.

En un recorrido que se extiende desde la euforia del triunfo de enero hasta sus memorables palabras en el Aula Magna, lugar y circunstancia cargados de simbolismo, siempre afrontó la verdad en toda su esperanza, analizó los problemas de la Isla en su contexto específico y también en el de un planeta del cual, de manera ineludible, formamos parte. Nunca evadió encaminar el análisis de los fenómenos en su más intrincada complejidad.

Compleja es la época que nos ha tocado vivir. Tenemos que superar enormes obstáculos objetivos. Para lograrlo es indispensable la formación de un sujeto lúcido y participante. Su desarrollo pasa por el camino de la educación.

Tomado de: Juventud Rebelde

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Ernesto Soberón Guzmán: Cuba ha estrechado lazos con sus connacionales en el exterior

Ernesto Soberón Guzmán, director de la Dirección General de Asuntos Consulares y Cubanos Residentes en el Exterior de la Cancillería cubana

Por Hedelberto López Blanch

Con una experiencia de seis años al frente de la Dirección General de Asuntos Consulares y Cubanos Residentes en el Exterior (DACCRE) del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba, Ernesto Soberón Guzmán conversó con JR para actualizar diversos puntos relacionados con los cubanos residentes en el  exterior tras casi dos años de pandemia de coronavirus.

Soberón Guzmán desde 2015 funge como director general del DACCRE y antes ocupó otras responsabilidades diplomáticas entre ellas la de embajador en la Mancomunidad de Las Bahamas (2011-2015).

¿Cómo han sido las relaciones con los cubanos residentes en el exterior en estos dos años de pandemia? ¿La Covid-19 fue un impedimento para reforzarlas?

La incidencia internacional de la actual pandemia ha impedido el funcionamiento tradicional, entiéndase presencial, en materia de actividades sociales en la mayor parte de los países del mundo, cuestión a la cual no escapan las Asociaciones de Cubanos Residentes en el Exterior.

Sin embargo, esto ha propiciado que el entorno digital ganara preponderancia como un escenario insustituible para la realización de encuentros, intercambios y acciones en favor de Cuba y nuestro pueblo. Las plataformas de reuniones virtuales y las redes sociales Facebook, Twitter y YouTube se han convertido en un espacio donde nuestros connacionales, de conjunto con nuestros consulados y las instituciones cubanas, desarrollan iniciativas dirigidas a los nacionales en el extranjero y sus descendientes. El ejemplo más reciente, fue el I Festival Cultural Virtual “Cuba va conmigo”, en el cual participaron 88 artistas cubanos radicados en 15 países, y la primera edición del concurso de igual nombre dirigido a niños y adolescentes cubanos y descendientes en el exterior.

Durante los últimos dos años, han tenido lugar dos encuentros regionales virtuales de cubanos residentes en Europa, cerca de una veintena de encuentros de connacionales en Italia, Francia, Croacia, Alemania, Turquía, Kazajstán, Reino Unido, Dinamarca, Canadá, China, Panamá, Haití, Belice, Brasil y Mozambique.

En reconocimiento a la labor de los médicos cubanos, dentro y fuera de la Isla, los connacionales radicados en otros países y las Asociaciones de Cubanos Residentes en el Exterior han realizado más de un centenar de acciones, declaraciones y publicaciones desmintiendo y condenando la campaña mediática contra nuestros galenos y en apoyo a la nominación al premio Nobel de La Paz a la Brigada Médica “Henry Reeve”.

Una gran parte de los connacionales en el exterior favorece una relación constructiva con Cuba y se oponen a la inclusión de nuestro país en la Lista de Estados Patrocinadores del Terrorismo, el recrudecimiento del bloqueo y la campaña de odio, manipulación mediática, incitaciones a la violencia y los llamados terroristas a intervenciones militares en la Isla.

Por otro lado, durante esta etapa se estableció la posibilidad de que los cubanos residentes en el territorio nacional puedan regresar al país con su pasaporte vencido y sin prorrogar. Además, se mantiene vigente la prórroga automática y sin costo de estancia ininterrumpida en el exterior, más allá de los 24 meses establecidos, así como la condición de residentes en Cuba.

¿De qué forma han afectado a nuestros connacionales residentes en el exterior las más de 240 medidas adoptadas por la anterior administración de Donald Trump y ahora continuadas, y hasta ampliadas, por la de Joe Biden?

La ausencia de cambios en la política hacia Cuba por parte del actual gobierno de Estados Unidos, a pesar de las promesas preelectorales, no solo ha contribuido a profundizar los efectos de las medidas adoptadas por Trump, sino que también ha constituido una oportunidad para los defensores de una política agresiva estadounidense contra nuestro país, al tiempo que obstaculiza los lazos de la nación con los residentes en el exterior.

La persistencia de la política estadounidense de bloqueo, y las medidas adoptadas por las sucesivas administraciones de Washington para su recrudecimiento, atentan contra todos los cubanos sin importar el lugar donde residan. Entre éstas puedo citar, las afectaciones que sufren directamente las familias cubanas en la Isla; las negativas de bancos a los connacionales en terceros países para realizar transacciones financieras o recolectar fondos para apoyar a Cuba; obstáculos a los vínculos de las familias cubanas, e impiden el desarrollo socioeconómico del  país.

Las restricciones a las remesas, y la lectura que el actual gobierno realiza de este tema, devienen un ataque injustificado a los canales oficiales que durante muchos años han funcionado para la tramitación de las transacciones. Las remesas constituyen un tema familiar y humanitario, no un asunto político. Las familias cubanas tienen el derecho a recibir remesas sin que exista politización o manipulación de este tema, y más aún en las actuales condiciones de pandemia.

En el plano migratorio, el cierre arbitrario e injustificado de los servicios consulares en Cuba, obligando a nuestros nacionales a viajar a terceros países sin garantía alguna de otorgamiento de visado y la eliminación de vuelos a las provincias, excepto La Habana, unido a otras acciones, afectan el derecho de los cubanos a viajar, e incluso, a emigrar, obstaculizando el flujo migratorio regular, ordenado y seguro entre Cuba y Estados Unidos.

En respuesta a esta política hostil y obsoleta contra Cuba, un número importante de nuestros nacionales y amigos solidarios en el exterior protagonizan desde marzo de este año las jornadas internacionales para exigir el levantamiento del bloqueo económico, comercial y financiero, las cuales tienen lugar el último fin de semana de cada mes.

La inmensa mayoría de los cubanos favorece una relación constructiva con su país de origen, el mejoramiento de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, expandir los vínculos económicos entre ambas naciones y los viajes de los estadounidenses sin restricciones a la Isla, además de reconocer al bloqueo como una política fallida.

¿Cuál es su criterio sobre el apoyo que han dado nuestros nacionales residentes en diferentes países para ayudar a contrarrestar la pandemia de coronavirus y el bloqueo que afecta a Cuba y a nuestro pueblo desde hace 60 años?

Durante estos casi dos años de pandemia se han recrudecido las medidas de asfixia económica, comercial y financiera contra nuestro país. A causa de estas restricciones impuestas por el bloqueo estadounidense, a Cuba se le ha obstaculizado en extremo adquirir insumos y materiales médicos imprescindibles en el enfrentamiento e inmunización del pueblo contra la Covid-19.

Ante esta situación, se ha recibido ayuda internacional y donativos de gobiernos, empresas extranjeras, asociaciones de solidaridad, cubanos residentes en el exterior y otros amigos, con el fin de apoyar al sistema de salud cubano en el enfrentamiento a la pandemia.

Nuestros nacionales, a título personal, y las asociaciones de cubanos residentes en el exterior como parte de iniciativas en varios continentes, y de conjunto con amigos solidarios, han enviado donativos desde 34 países, lo que ha permitido la llegada a Cuba de más de 10 millones de jeringuillas y agujas para apoyar la vacunación y otros insumos, medicamentos y equipamientos para la detección del virus de la Covid-19, la protección del personal de salud y nuestra población, el tratamiento a los pacientes en diferentes hospitales, y el apoyo al estudio y desarrollo de los candidatos vacunales cubanos.

Aprovechamos este espacio para reiterar que para el envío expedito de ayuda, resulta necesario, en primer lugar, el traslado de la información sobre la ayuda que se desea enviar, a través de nuestras embajadas y consulados, que están en condiciones de apoyar en todas las coordinaciones. En el caso de las personas naturales, se pueden apoyar también de las asociaciones de solidaridad y de cubanos residentes en el exterior que contribuyen a consolidar diferentes iniciativas en un mismo envío, lo cual en ocasiones facilita el traslado y abarata costos.

A las acciones anteriores, se suman las caravanas, manifestaciones, declaraciones y peticiones realizadas por los connacionales en el exterior, exigiendo el fin del bloqueo y otras medidas que afectan directamente a las familias.

El pueblo y gobierno de la Isla agradecen y reconocen profundamente a los cubanos residentes en el exterior y a los amigos de distintas partes del mundo, quienes durante la pandemia han apoyado a Cuba y han reiterado el llamado a eliminar medidas relacionadas con el bloqueo.

¿Cuáles acciones se han acordado en estos años para mejorar las relaciones con los cubanos residentes en el exterior?

La actualización de la política migratoria cubana ha tenido como objetivo estrechar los lazos entre Cuba y sus residentes en el exterior como parte de un proceso continuo e irreversible. Basta revisar las medidas migratorias adoptadas durante estos últimos 43 años por nuestro gobierno, a partir del Diálogo del 78, para darse cuenta que han estado dirigidas a facilitar los viajes, en un sentido u otro, y fortalecer la comunicación acorde a las condiciones y posibilidades de cada momento.

Más recientemente, como parte del compromiso del gobierno cubano para atender a la comunidad en el exterior durante la pandemia se han desarrollado disímiles acciones como: el seguimiento y la asistencia a nuestros ciudadanos que enfermaron de Covid-19; la organización de vuelos chárter para el regreso al territorio nacional de cubanos que se encontraban en otros países. De esa forma retornaron más de 5 700 ciudadanos varados en 56 países, en más de 90 vuelos desde el 21 de marzo del 2020; la posibilidad para los residentes en Cuba de regresar con su pasaporte vencido y sin prorrogar; la prórroga automática y sin costo de la estancia en el exterior por un plazo mayor a los 24 meses establecidos.

Además, se ha aprovechado al máximo el uso de las facilidades que brindan las nuevas tecnologías de la informática y comunicaciones en función de la atención a los residentes en el exterior.

El Gobierno cubano ha aprobado diversas leyes para impulsar la inversión extranjera. ¿Qué posibilidades se abren para que la emigración cubana pueda invertir en la Isla y cuáles son los requisitos que se deben cumplir?

Cuba continúa edificando el proceso continuo e irreversible de acercamiento entre el país y sus nacionales en el exterior, iniciado por nuestro Comandante en Jefe con el “Diálogo del 78”. En este sentido, en los últimos años se han promovido e incrementado los intercambios académicos, científicos, culturales, deportivos, entre ciudadanos cubanos radicados en otros países, incluido Estados Unidos, y las instituciones cubanas, como parte de la voluntad del gobierno de fortalecer y diversificar esos nexos, así como promover su participación en el desarrollo de variadas esferas del país.

Las transformaciones actuales para impulsar y dinamizar la economía cubana abren nuevos espacios para la participación de los cubanos en el exterior en los procesos de desarrollo socio-económico. Según las regulaciones vigentes, los connacionales residentes en el exterior pueden insertarse mediante inversiones, negocios, proyectos de colaboración y de desarrollo local.

En ese sentido, hoy se trabaja en la identificación de propuestas de negocios y de inversión extranjera, incluyendo aquellos con montos discretos, de manera que faciliten la posibilidad de contribuir al desarrollo del país desde lo local, si fuese esa la preferencia. La legislación cubana se aplica por igual a los inversionistas de todos los países, sin establecer criterios discriminatorios. Sin embargo, ante este diapasón de proyectos y posibilidades, el bloqueo constituye el principal obstáculo para que los inversionistas, incluidos los nacionales, puedan insertarse en los proyectos de desarrollo.

A partir de la aprobación de las nuevas disposiciones referentes al trabajo y formas económicas de producción no estatales, el Decreto-Ley 46 establece la creación y funcionamiento de las micro, pequeñas y medianas empresas (MIPYMES), concebidas como parte del encadenamiento productivo y para estimular y dinamizar la participación de actores económicos internos en el desarrollo económico, al tiempo que constituyen una nueva oportunidad para nuestros nacionales que, encontrándose en el exterior, residan de manera permanente en el territorio nacional.

Por la importancia que reviste el tema, está concebido la realización del Foro de Negocios con la participación de cubanos residentes en el exterior con intereses de negocios e inversiones en la Isla, como parte de la II Edición del Foro Empresarial Cuba 2021, a celebrarse del 29 de noviembre al 2 de diciembre en formato virtual, lo que contribuirá a avanzar en el fortalecimiento de los vínculos entre los cubanos que viven en otros países y la nación.

¿En cuántos países hay asociaciones de cubanos residentes en el exterior y cuántos se han repatriado en estos últimos años?

Actualmente, existen 166 organizaciones de este tipo en 79 países, que apoyan a Cuba en sus principales reclamos internacionales. En los últimos años han restablecido su residencia en el territorio nacional alrededor de 72 000 ciudadanos cubanos, lo cual constituye otra muestra de los lazos existentes.

En Cuba se han desarrollado tres reuniones de “La Nación y la Emigración”. ¿Hay alguna fecha prevista para realizar la IV Conferencia?

La posposición de la IV Conferencia “La Nación y la Emigración” se debió a la situación epidemiológica internacional debido a la Covid 19, de la cual Cuba no estuvo exenta.

No obstante, se reitera la voluntad de nuestro gobierno de celebrar la Conferencia una vez existan las condiciones necesarias para ello en aras de fortalecer esos lazos, de propiciar un intercambio más amplio y fructífero y de trabajar de conjunto por la independencia, el desarrollo y el bienestar de la Patria. El camino por el cual apostamos desde 1978, es una mayor relación entre nuestros nacionales en el exterior y su Patria.

Tomado de: Juventud Rebelde

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Le decían magistra

Vicentina Antuña. Pedagoga, ensayista, filósofa y política cubana. (1909-1993)

Por Graziella Pogolotti

Para nosotros, iniciar los estudios universitarios significaba dar un salto hacia adelante en un proceso de aprendizaje que integraba el crecimiento intelectual y el acceso a una realidad social más compleja. Mis inclinaciones personales se centraban en la búsqueda de respuestas ante los problemas planteados por la contemporaneidad en sus aristas culturales y humanas. Todo parecía distanciarme del arduo esfuerzo impuesto por el estudio del latín clásico. Pero aquella mañana, en el tempranero primer turno de clase, nos recibió la amplia sonrisa de Vicentina Antuña, respaldada por una aureola transmitida por generaciones.

Le decían magistra, modo de reconocer la estatura de una enseñanza que sobrepasaba en su alcance el estrecho dominio del aula, donde habríamos de vencer los escollos de la Gramática hasta llegar a traducir textos de Julio César y de Salustio, a la vez que preservábamos para siempre en la memoria las fábulas de Fedro inspiradas en Esopo. Lo esencial de la enseñanza no se limitaba a los arcontes de Grecia, porque el tronco habría de estar en nuestra república. El rigor pedagógico y académico, necesario en todo proceso formativo, se complementaba con el diálogo informal, que daba apertura a un aprendizaje extracurricular enfocado hacia los más amplios horizontes.

En efecto, a la salida de la clase, Vicentina se instalaba en la minúscula cafetería para disfrutar una tacita de infusión. Allí la rodeábamos. Sin considerar límites de horario, la estancia se prolongaba con debates que abordaban los más acuciantes problemas de la contemporaneidad, atravesados por el acontecer de la política y por nuestras inconformidades respecto al adocenamiento de la enseñanza universitaria.

Movidos por la intransigencia juvenil, adoptábamos a veces posiciones de extrema intolerancia. Vicentina nos incitaba a matizar el análisis. Una llamada de atención sobre la responsabilidad inherente al ejercicio de la crítica dejó una impronta definitiva en mi conducta posterior. La autoridad de su palabra dimanaba de su actitud ejemplar en el aula, de su respaldo a muchas de nuestras iniciativas y de su proyección social a través de una práctica concreta en el enfrentamiento de los males que lastraban la vida republicana, todo ello apuntalado en irrenunciables principios éticos.

Participó activamente en la organización del movimiento feminista cubano, asociado a las posiciones más progresistas. Desde la Sociedad Lyceum, como parte de su directiva, contribuyó a crear un espacio de resistencia cultural que brindó apoyo a la vanguardia artística desamparada por las instituciones oficiales, proyectó hacia el ámbito público la voz de los más connotados intelectuales de la época, con énfasis en reputadas figuras comprometidas con la defensa de la República Española, así como la de personalidades latinoamericanas representativas de lo más avanzado del continente. En los días de la dictadura de Batista, la institución amparó la exposición Homenaje a Martí.

Ante la crisis irreversible de la República neocolonial, Vicentina se decidió a intervenir en la vida política. Se encargó de la sección femenina del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo). Ya bajo la tiranía batistiana asumió un ramal de la resistencia cívica del Movimiento 26 de Julio.

Su trayectoria docente, su proyección social y su conducta cívica le confirieron un sólido reconocimiento en los campos de la cultura y la educación. Con ese respaldo, encabezó la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación después del triunfo de la Revolución. Junto a Vicentina Antuña, el poeta José Lezama Lima, fundador antaño de la revista Orígenes, se ocupó de la difusión de la literatura e impulsó la publicación de textos representativos de lo más valioso de nuestra tradición. También el compositor José Ardévol, animador del Grupo de Renovación Musical, refundó instituciones fundamentales en esa área.

Maestra siempre, la educación constituía su preocupación mayor. Sin conceder horas al descanso y sin renunciar a la tarea encomendada en el ámbito de la cultura, se entregó de lleno al proceso de Reforma Universitaria, transformación radical de conceptos y programas que arribará próximamente a su sexagésimo aniversario. Por las noches, al término de la jornada laboral, rodeada de un estrecho número de colaboradores, afrontaba la puesta en marcha de un diseño renovador para la Escuela de Letras y de Arte de la Facultad de Humanidades. Después asesoraría al Ministerio de Educación en el perfeccionamiento de la enseñanza del español. Recibió honores, pero no la sedujeron los oropeles. Su ancla esencial se mantuvo en el aula, allí donde su acción directa podía configurar el perfil ético e intelectual de los más jóvenes.

Al igual que la mía, generaciones sucesivas le siguieron diciendo magistra. Recibimos de ella lecciones de rigor mediante el desciframiento de clásicos de la latinidad. Más allá de esa frontera, en diálogo informal aprendimos a leer la realidad en su complejidad y riqueza de matices.

Vicentina Antuña no dejó obra escrita. Fecunda e impalpable, marcó la formación de seres humanos, ciudadanos conscientes apegados a sólidos principios éticos. Fue su modo de hacer Patria. Su memoria, hoy más necesaria que nunca, tiene que preservarse a través del testimonio de quienes la conocieron. Su padre, emigrante asturiano, labró la tierra en las cercanías de Güines. Animada por la voluntad de contribuir a la construcción de una nación justa y soberana, Vicentina sembró futuro.

Tomado de: Juventud Rebelde

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Joven cine cubano: gentil y sensitivo

Por Joel del Río

Cuatro buenas noticias, que ya son muchas en una época marcada por la interminable sucesión de malos augurios, se asocian con el estreno en salas de la más reciente producción del Icaic: Cuentos de un día más, integrada por seis cuentos que dirigieron ocho realizadores si contamos, además de los cinco directores respectivos de cada historia, el dueto que integraron Katherine T. Gavilán y Sheila Pool en Los días, y la dirección general del maestro Fernando Pérez, cuyo mágico toque de distinción se percibe aquí y allá a lo largo de un metraje concebido en paralelo con su nuevo filme Riquimbili o El mundo de Nelsito, que seguramente veremos el año que viene.

Cuando mencionaba un cuarteto de buenas nuevas me refería, en primer lugar, a la reapertura de las salas de cine en la capital con una programación suficientemente atractiva como para atraer espectadores; también estaba pensando en que tal reapertura tiene lugar con un nuevo largometraje de ficción cubano que manifiesta una insospechada capacidad artística para ilustrar en pantalla grande los difíciles tiempos que corren, y traducir al lenguaje del cine tanto el quebranto como la negativa a dejarnos vencer por los descalabros y la inercia que nos acompañaron durante 2020 y la primera mitad de 2021.

Otros dos argumentos me permiten asumir ciertas cuotas de optimismo: Cuentos de un día más resulta de la colaboración entre el Icaic y varios colectivos audiovisuales independientes (i4films, Wajiros Films, DB Estudio. Cocuyo Media Lab) todos mancomunados con la intención de aupar al cine cubano como un todo, más allá de compartimentos estancos. Además el filme manifiesta la justificadísima confianza en el talento no solo de los realizadores jóvenes, sino, sobre todo, de las realizadoras, porque tres de los cuentos están dirigidos por mujeres, y esta no es una victoria pequeña cuando recordamos la deuda que el Icaic acumuló con las cineastas en sus primeros 40 años de historia.

Se cuenta que la más reciente película dirigida por Fernando Pérez está protagonizada por un niño, tal y como ocurría con producciones recientes del cine cubano desde Conducta (2014, Ernesto Daranas) hasta Yuli (2018, Iciar Bollaín), pasando por las sucesivas Cuba libre (2015, Jorge Luis Sánchez) o Esteban (2016, Jonal Cosculluela), y tal vez debiéramos incluir en la relación a El techo (2017, Patricia Ramos), aunque sus tres personajes principales ya son adolescentes. Y es precisamente una niña la protagonista de La trenza, el cuento dirigido y escrito por Rosa María Rodríguez, que también confiere importante espacio a la madre de la niña y a una paloma: esta última asumida con un carácter simbólico de hermosas resonancias éticas.

La trenza abre la sucesión de breves historias integrantes del nuevo largometraje. En un entorno violento y lóbrego, la joven cineasta quiere descubrir, y lo logra, ciertos gestos de amor y comunión a veces inadvertidos por quienes levantan un muro de prejuicios contra ciertos barrios y ciertas gentes, catalogados con el polémico epíteto de «marginal». Y además de Rosa María Rodríguez también figuran en función directriz el dueto integrado por las realizadoras Katherine T. Gavilán y Sheyla Pool, en Los días, mientras que Mercuria estuvo en manos de la novel, casi recién egresada, Carolina Fernández-Vega Charadán. Ambos cortos manifiestan una especie de rebose narrativo, y saturación de acciones dispuestas para crear suspenso, cuando estos requerían pausas, detenimientos, recreación en caracterizaciones y conflictos dentro del escaso tiempo de que dispone un corto, porque las historias seguramente hubieran alcanzado mayor vuelo en circunstancias más favorables.

Exceso de sobreentendidos y cierto atropellamiento en el decir y el hacer de los personajes entorpecen, en Los días, la presentación coherente y convincente de un erotismo teatral e histriónico, ideado para salvar a una pareja de la intemperie cotidiana. El tema, bastante original en nuestro contexto, se ve aquí lastimado por la premura, y requería, a ojos vistas, de mayor maduración antes de llegar a la puesta en escena. Y si Los días restringe al mínimo el espacio escénico con tal de concentrarse en la introspección de personajes que apenas llegamos a comprender, Mercuria se derrama visualmente por las calles de media capital para seguir las huellas de una muchacha que hace entregas a domicilio, en moto. La sucesión de encuentros y aventuras disímiles nunca llegan a impedir que ella nos resulte finalmente un ser entrañable.

Ellas optaron por la abundancia de peripecias y sucesos, mientras que Alan González decidió extremar el minimalismo en La muchacha de los pájaros, donde el espectador debe adivinar lo que ocurre antes de que una muchacha ocupe la casa de alguien que murió, o emigró, o decidió legar su propiedad, porque la incertidumbre es el móvil que le permite al espectador preguntarse por el modo en que se rellenarían los abundantes espacios en blanco dejados, ex profeso, por el guion. La muchacha que menciona el título habla muy poco, está casi siempre sola (como la mayor parte de los personajes del largometraje) y trata de descubrir un sitio permanente, o simplemente acogedor, en su nueva morada. Hermosísimo es el final que no clausura sentidos ni explica intenciones, sino que le suministra un epílogo alegórico, de escapados pájaros y árboles enormes, quizá repletos de nidos. Osado, muy osado ha sido el realizador para decidirse, más que a contar a sugerir una historia, remitiéndose más bien a tratar de atrapar el elusivo perfil de la espiritualidad bajo presión.

Vibrante homenaje al cine cubano es Ella y él, de Yoel Infante, donde la soledad y la incomunicación vuelven a tener, como en otros cortos, contundente presencia en la vida de los personajes: un expresidiario que consigue trabajo como custodio de un cine, y una mujer imposibilitada de volver a su casa por los toques de queda de una ciudad desierta. No siempre se vinculan convincentemente el homenaje a los grandes filmes del cine cubano con el romance incipiente entre dos solitarios, y el surrealismo que domina la narración tampoco alcanza como elemento de juntura entre ambos cauces, pero los desniveles se subsanan gracias a la profesionalidad incombustible de Héctor Noas (inolvidable la danza que derrocha swing por los pasillos vacíos), y a una fotografía espléndida, construida a partir de impresionantes movimientos en grúas y de muy incitantes angulaciones.

Cuentos de un día más cierra con el conmovedor y hermosísimo Gallo, de Eduardo Eimil, que además de compartir con el espectador soledades y pérdida de sus personajes también recurre al sempiterno valor de la solidaridad y la resiliencia, que triunfan en una de las escenas finales más hermosas que nos ha regalado el cine cubano en los últimos años. Es posible que el espectador que soy, un cubano tocado, como muchos, por las angustias y desastres de la COVID, se sintiera particularmente vulnerable ante las muchas emociones que el corto provoca, o también puede ser que Gallo le llegara a Eimil en un momento de absoluto dominio de todos los elementos narrativos y expresivos del cine, pero solo puedo garantizar que el final, con el rostro transido del actor Mario Guerra, me dejó simplemente emocionado, y esperando más, no porque fuera insuficiente lo que había visto, sino porque de lo bueno uno siempre espera renovadas entregas.

Tomado de: Juventud Rebelde

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El despertar de una generación

Jóvenes alfabetizadoras en la Plaza de la Revolución

Por Graziella Pogolotti

Conviven entre nosotros varias generaciones, cada una de ellas modelada por tiempos y circunstancias diferentes. De la más antigua —ayer denso y frondoso bosque— el paso de los años va dejando árboles dispersos. Sus raíces se hunden en el recuerdo de las luchas contra la tiranía, en las vivencias de una República en proceso de descomposición y en los albores épicos del triunfo de enero de 1959.

La siguiente surgió con el anhelo de cumplir tareas de gigantes. Tuvo la oportunidad de hacerlo cuando, apenas a la salida de la infancia, fue convocada a participar en la Campaña de Alfabetización. Estamos arribando a las seis décadas de aquella hazaña portentosa, asociada simbólicamente a la cartilla y al farol.

Transcurría el año 1961, en el cual se sentaron dos pilares fundamentales para la conquista de la soberanía: la victoria de Playa Girón y el inicio de una revolución en el terreno de la educación, decisiva para el logro de la plena emancipación humana, cimentada en la formación de un sujeto crítico, consciente y participativo, capaz de potenciar al máximo sus facultades creativas.

En secuencia célebre de Memorias del subdesarrollo, Sergio contempla la ciudad a través de un catalejo. El conflicto planteado por Tomás Gutiérrez Alea en ese clásico de la filmografía latinoamericana se adscribe al debate de ideas que caracterizó a la década del 60 del pasado siglo. Desde los ángulos más diversos —la economía, la sociología, la política y la cultura— se llevaba a cabo un sistemático desmontaje de las formas de opresión colonial y sus consecuencias en la vida de las naciones emergentes.

Roberto Fernández Retamar se refirió reiteradamente a la dramática contradicción entre países subdesarrollantes y subdesarrollados, porque la dependencia engendra deformaciones estructurales de la economía, con sus repercusiones en el abismo de desigualdades creado en la sociedad y en la cultura. En este último caso se manifiesta en un reducido sector ilustrado con visos de modernidad, instalado sobre un trasfondo que permanece al margen de la historia.

Con la Campaña de Alfabetización, sus protagonistas, aquellos adolescentes formados en contextos urbanos, descubrieron la violencia impuesta por el subdesarrollo a través de la miseria extrema, las vidas cercenadas por la falta de acceso a los servicios médicos, así como las expresiones de otra cultura y de otros valores. Lo hicieron a través de la convivencia cotidiana en territorios regidos por el más absoluto desamparo y la ausencia de información.

Fue un aprendizaje que rebasaba las enseñanzas de los libros de historia y revelaba, con la crudeza de la confrontación directa, las realidades siempre silenciadas que configuraban la esencia y el destino del país. Como antecedente de esa experiencia, en conmemoración del 26 de Julio, más de medio millón de campesinos pudieron visitar La Habana, acogidos muchos de ellos en hogares capitalinos.

El rescate de la soberanía de la nación y el enfrentamiento al imperialismo pasaban por el reconocimiento del otro, por la redefinición del concepto de cultura y por la valoración de la naturaleza del subdesarrollo. Constituían el fundamento de una larga lucha por la emancipación, que imponía la necesidad de superar una pesada carga en lo interno, acumulada a través de siglos de dominación colonial.

Para las manos encallecidas en el duro laboreo, adaptarse al manejo del lápiz constituyó un desafío. Había que asumirlo cada noche, robar horas al sueño al cabo de la jornada de trabajo, alumbrados tan solo por el farol parpadeante. Valía la pena sobreponerse al cansancio e intentar la tarea. Significaba, ante todo, un acrecentamiento de la autoestima, un paso decisivo en la conquista de la dignidad. No tendrían que volver a padecer la humillación de firmar con una cruz documentos de implicaciones desconocidas.

Representaba también, para ellos y para sus hijos, la posibilidad de incorporarse a una acelerada dinámica social, de construir proyectos de vida y de constituirse en sujetos actuantes en la transformación del país. Sin esa acción precursora, convertida en una auténtica y profunda revolución cultural, no hubiéramos podido lograr el desarrollo científico que hoy nos enorgullece.

Fue una hazaña sin precedentes. Pulverizó los pronósticos de los más calificados especialistas a nivel internacional. Nació de la confianza depositada en las potencialidades latentes en el pueblo, convocado a participar en un empeño redentor. Entre los actores se contaban los muchachos procedentes de las capas urbanas y aquellos otros, deseosos de adueñarse de la letra confiados en la construcción de un porvenir mejor, así como los pedagogos formados en la mejor tradición cubana que supieron elaborar métodos de instrucción ajustados a las posibilidades de maestros neófitos.

Al cumplir su sexagésimo aniversario, la evocación de la Campaña de Alfabetización no puede reducirse a un homenaje formal. Sigue constituyendo fuente de aprendizaje. Incita a la relectura productiva de las razones y el sentido del proceso revolucionario cuando la confrontación con el poder hegemónico pasa por la economía y alcanza la sociedad, la cultura y los medios de comunicación. Hoy como ayer, en un contexto de creciente complejidad, se impone hurgar en lo profundo de nuestra realidad mediante el estudio y el empleo de las herramientas de la ciencia para sentar las bases, a través del diálogo con el otro, de una hegemonía cultural con vocación emancipadora.

Tomado de: Juventud Rebelde

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Amor a la ciudad

Vista aérea de La Habana

Por Graziella Pogolotti

Desde el mar observé por primera vez la ciudad que habría de hacerse mía. Era noche cerrada. El barco permanecía al pairo, en espera de la mañana, para entrar al puerto. Frente a nosotros, el arco luminoso del malecón parecía abrir los brazos en señal de acogida. Al desembarcar permanecí aturdida entre la estridencia de una polifonía de voces y el calor sofocante de un veraniego mes de noviembre.

La presencia tonificante del salitre empezó a entrarme por los poros. Poco a poco, paso a paso, fui conquistando la ciudad. A medida que iba creciendo, la mirada se extendía hacia horizontes más vastos. El comienzo de todo fue un barrio de La Habana Vieja. Mi callejuela tenía apenas tres cuadras, desde el entonces Palacio Presidencial, símbolo del poder político, hasta lo que en esa época seguían llamando «relleno», los parques alineados junto al canal de entrada al puerto. En ese ámbito pequeño inicié el aprendizaje de la realidad y la historia del país.

En el barrio convivían modestos oficinistas y dependientes del comercio, el abogado reducido a la condición de viajante de farmacia, la maestra jubilada con magra pensión, digna e impecable con su sempiterno vestido negro, así como aquellas otras graduadas normalistas que nunca consiguieron ubicación laboral. Algunos de mis coetáneos abandonaron la escuela y sus aspiraciones de deportistas para hacerse cargo del oficio  heredado de sus padres.

Mañanera y puntual, de enérgico andar, Conchita Fernández era entonces secretaria de Fernando Ortiz. Lo sería luego de Eduardo Chibás y de Fidel. Completaban el panorama mis vecinas de la planta baja. Una de ellas ejercía la prostitución por cuenta propia y se convertiría más tarde en delatora al servicio de los esbirros de Batista. A través de la intensa actividad de la otra, sargenta política, descubrí los manejos de la maquinaria de los partidos tradicionales. Sin recato alguno, con la puerta siempre abierta, ella recibía a los peticionarios, apremiados por la urgente necesidad de cama en un hospital. En años de elecciones, el movimiento acrecentaba su ritmo con el trasiego constante de la compra y venta de votos.

Transcurría la Segunda Guerra Mundial. Herederos de una economía de plantación, a cambio del azúcar crudo, lo importábamos todo. Algunos antiguos palacios españoles, hoy restaurados, entonces almacenaban mercancías en los alrededores de los muelles y despedían la pestilencia causada por las cebollas y las papas en proceso de descomposición. El transporte marítimo priorizó, en convoyes destinados a evitar ataques submarinos, la entrega de recursos que demandaba una Europa involucrada en el conflicto bélico. Como consecuencia de ello, sufrimos la escasez de suministros. La ORPA, oficina encargada de regular la distribución de productos estratégicos, racionó la venta de gasolina, por lo cual algunos apelaron al llamado «carburante nacional» que utilizaba un significativo componente de alcohol. Escasearon los productos de aseo, la leche y la carne, tal y como lo describe Virgilio Piñera en un capítulo de acento costumbrista en La carne de René.

Durante la guerra, Estados Unidos instaló una base militar en las cercanías de La Habana. Tenía un club para oficiales en la esquina de Cuba y Peña Pobre. Los fines de semana, al anochecer, los vecinos cerraban prudentemente puertas y ventanas para evitar las vejaciones de quienes salían borrachos del Sloppy Joe’s, en espera de que la policía militar, con empleo de golpes y puntapiés, se ocupara de los más violentos.

Sin embargo, a pesar de nuestro modesto vivir, dependiente del «fiado» bodeguero, garrapateado con negrísimo carbón en las hojas de mugrientas libretas, estábamos en la periferia de La Habana profunda, que se extendía desde la zona portuaria hacia extensos territorios de la urbe. Allí se desahogaba la marinería al cabo de largas jornadas de abstinencia. Más allá, en las calles de La Habana, los ajustes de cuenta entre grupos en pugna se producían a tiro limpio.

Al entrar en la Universidad mis horizontes se ensancharon. Desde la altura de la simbólica escalinata, la ciudad se extendía a mis pies, bañada en el espléndido colorido del crepúsculo. Aprendí en las aulas. Crecí en el debate de ideas que animaba la vida estudiantil, portadora de la memoria viva de una historia de combate, en diálogo con los acontecimientos que sacudían la América Latina.

En la pequeña Guatemala, una revolución popular había intentado una tímida reforma agraria. El imperio se abalanzó con violencia extrema sobre el país inerme. Vivimos de cerca esa trágica experiencia.  Habíamos conocido a algunos de aquellos jóvenes optimistas y confiados en un futuro mejor. Algunos cayeron, víctimas de la represión. Como ellos, también nosotros aspirábamos a construir un país, a forjar un proyecto de plena soberanía.

Los estudios de arte me enseñaron a descifrar los códigos de un universo edificado a lo largo de los siglos, memoria tangible atemperada al clima y al régimen de las brisas. Descubría las claves de un conjunto singular, hecho de las casas y de la gente que las habita, de su gestualidad, su vocerío y su comunicación afable. El amor a la ciudad creció cuando mis actos cobraron sentido en la dimensión más alta de un destino compartido con las grandes mayorías, en tanto partícipe, en mi tarea cotidiana, del empeño por refundar un país. Siento como propias sus lacerantes cicatrices.

El aniversario de su nacimiento convoca al recuento y a la reflexión serena, al análisis crítico, a la superación de nuestras deficiencias y al rescate de nuestros mejores valores. Ante las amenazas agigantadas del imperio, es hora de la marcha unida en favor de la independencia conquistada y en el propósito de seguir haciendo un país cada vez más justo.

Tomado de: Juventud Rebelde

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Sociología de la educación

José de la Luz y Caballero (1800-1862) Pedagogo y filósofo cubano. Considerado maestro por excelencia y formador de conciencias que engrandeció el sentido de la nacionalidad cubana.

 Por Graziella Pogolotti

Al igual que otras ciencias sociales y humanísticas, la pedagogía se desarrolla en permanente y siempre renovado diálogo interdisciplinario. Responde a una concepción del mundo —filosofía— y se integra a un proyecto de nación, para lo cual se remite a la historia y la sociología. Tampoco puede prescindir de la sicología porque su compromiso fundamental se centra en la formación del ser humano.

Confieso haber sucumbido a la fascinación ante modelos de supuesta validez universal. Pero la insurgencia anticolonial desencadenada después de la Segunda Guerra Mundial condujo a la independencia política de muchos países y promovió un amplio debate crítico en el campo de las ideas. Por esa vía se fue desmontando el andamiaje de un complejo sistema opresor que apuntalaba la violencia ejercida con el empleo de las armas mediante la construcción de la subjetividad del oprimido. Al impacto producido por Los condenados de la tierra, del martiniqués Frantz Fanon, siguieron investigaciones y estudios realizados por especialistas en distintas ramas del saber.

En ese contexto, el enfoque sociológico aplicado al análisis de la realidad en Argelia revelaba la verdad oculta tras la apariencia de un sistema bien engrasado. Saltaba a la vista que los programas de estudio metropolitano descartaban el acercamiento a la historia y la geografía locales. Privaban a los nativos de la información básica acerca de su entorno inmediato.

La desventaja se acentuaba en lo tocante al dominio de la lengua. Para los hijos de los colonos, el francés constituía su idioma materno. Por su origen y procedencia, los argelinos eran portadores, en primera instancia, de lengua y cultura de raíz árabe. A todo ello se añadían condicionamientos de orden social. La desigualdad existente entre los hogares acomodados y el vivir cotidiano en la pobreza, la precariedad, el hacinamiento y la lucha por la supervivencia determinaban diferencias sustanciales en el desempeño docente de alumnos, condenados en algunos casos a contribuir con su esfuerzo al mantenimiento de la familia. La convergencia de factores académicos, culturales y económicos interponía significativos obstáculos al acceso a la educación superior y al diseño de un proyecto nacional.

El movimiento anticolonial de mediados del siglo pasado condujo al replanteo crítico del papel de la educación en el proceso de emancipación de los pueblos. Mucho antes, sin embargo, aparejado a las guerras en favor de la conquista de nuestra primera independencia, el pensamiento latinoamericano había concedido particular importancia al tema. En su peregrinar por tierras de América, Simón Rodríguez, maestro de Bolívar, intentó sembrar escuelas y volcar en ellas el fruto de un largo aprendizaje. Había recorrido las principales capitales europeas y conocía las ideas dominantes en el llamado «siglo de las luces». Dotado de singular espíritu crítico, no quiso trasplantar modelos. América necesitaba formar a los protagonistas de su transformación, a los constructores de su destino. Reconoció el peso de nuestras culturas originarias. En el Alto Perú, actual Bolivia, quiso introducir el estudio del quechua. Fue un visionario prematuro.

José Martí conoció en lo profundo los principales centros de poder de su época. Vivió en España y advirtió en Estados Unidos las señales del imperialismo naciente. Su observación del presente, en lo económico, lo social, lo político y lo cultural, se proyectaba hacia la definición de los conceptos que habrían de presidir la construcción del porvenir de nuestras tierras. Para remover conciencias ejerció el periodismo, utilizó sus extraordinarias facultades oratorias y concedió tiempo al diálogo en el intercambio personal y a través de su enorme epistolario. Condenó en el «aldeano vanidoso», transplantador de modelos, al colonizado mental. Comprendió que la garantía de nuestro porvenir se sustentaba en el reconocimiento de un destino compartido. Mientras preparaba la Guerra Necesaria, asentó en Nuestra América lineamientos esenciales de un testamento político. Teníamos que apoderarnos del saber acumulado por la humanidad, pero el tronco nutricio habría de ser el de nuestras repúblicas.

Ya sabemos que el planeta se achica rápidamente. A comienzos del siglo XX, el manifiesto futurista asumió el vértigo de la velocidad. Del ferrocarril y el telégrafo pasamos a la aviación y nos encontramos ahora bajo los efectos de la revolución en las telecomunicaciones. Somos más interdependientes y estamos más interconectados. El poder hegemónico se vale de todos los medios para instaurar el neoliberalismo como único modelo de validez universal.

La doctrina económica divulgada por los Chicago boys tiene ramificaciones que abarcan todos los sectores de la vida social, entre ellos, los de la cultura y la educación. La fórmula se manchó de sangre cuando se implantó con el uso de la extrema violencia bajo la dictadura de Pinochet. Se expandió luego hacia otros países de América Latina, con similar estela trágica.

La precarización del Estado, reducido a su papel represor, repercutió negativamente en el sistema de enseñanza. Despojada de recursos, la universidad pública no dispuso de lo necesario para fomentar políticas de desarrollo científico. Aherrojado al desempeño de una función utilitaria, el papel de la universidad se simplificó al entrenamiento de técnicos aptos para responder a las demandas del mercado empresarial.

La tradición pedagógica cubana creció articulada a la conformación de un proyecto nacional. Los discípulos de José de la Luz y Caballero participaban siempre en el sabatino intercambio con el maestro. Muchos se incorporaron a la lucha por la independencia. Años más tarde, Enrique José Varona concibió un programa destinado a favorecer el desarrollo del país. Es un legado cultural que, hoy como ayer, tenemos que atemperar a las exigencias de la contemporaneidad.

Tomado de: Juventud Rebelde

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Reflexiones sobre el trabajo social comunitario

Podíamos contar en el Escambray con la experiencia acumulada por el grupo de teatro que dirigía Sergio Corrieri.

Por Graziella Pogolotti

Recién nombrado rector de la Universidad de La Habana, José M. Miyar Barruecos visitó la entonces llamada Escuela de Letras y de Arte. Muy pronto, estudiantes y profesores del alto centro de estudios lo conocieron por Chomy, un apelativo más familiar y cercano.

En aquel primer encuentro era portador de una propuesta singular. El proyecto consistía en emprender, a partir de una estadía de varias semanas, estudios dirigidos a difundir la cultura en zonas históricamente desfavorecidas del país. Grupos de maestros se distribuirían junto a sus alumnos a lo largo del territorio nacional, desde Minas de Matahambre hasta Punta de Maisí. La idea nos entusiasmó. Encendió la llama del espíritu misionero latente en cada uno de nosotros.

Por vía académica habíamos accedido a un extenso conocimiento de la historia de Cuba en lo político, lo social y lo económico. Disponíamos de una visión teórica de su estructura socioclasista. Nuestro trabajo profesional se orientaba al abordaje de los procesos evolutivos de las artes y la literatura. Contábamos con información actualizada acerca de las ideas dominantes en la época sobre los problemas derivados del legado neocolonial, el consecuente subdesarrollo y las concepciones desarrollistas de matriz latinoamericana.

Con todo ello creíamos tener las herramientas requeridas para llevar adelante una tarea culturizadora. El choque con la realidad concreta nos impondría un profundo examen autocrítico. Sin renunciar a nuestra vocación de maestros comprendimos que, ante los desafíos de una realidad compleja y contradictoria, tendríamos que asumir la modesta posición socrática de permanentes aprendices.

Se imponía, en primera instancia, una revisión del concepto de cultura, que rebasaba en mucho la evolución de las artes visuales, la arquitectura, la música, las expresiones escénicas y literarias procedentes de fuentes europeas, africanas y latinoamericanas.

Todo grupo humano es portador de una cultura forjada en condiciones concretas de vida, modos de supervivencia, prácticas laborales, formas de establecer relaciones interpersonales, de conservar tradiciones a través de una memoria a veces deshilachada, de tener sueños y expectaciones. En ese complejo entramado histórico y social se fraguan valores.

Para desencadenar acciones transformadoras en cada contexto específico había que formular proyectos de investigación. El propósito era propiciar el siempre renovado conocimiento de la realidad, sometida a cambios acelerados en virtud de la obra mayor emprendida por la Revolución. Con las posibilidades abiertas por el acceso universal a la educación, la electrificación extendida a todo el país incentivaba el progreso material y ponía los medios de comunicación al alcance de las grandes mayorías.

No había pasado mucho tiempo desde aquel impacto iniciático cuando, a la vuelta de los años 70, la universalización de la Universidad impulsada por Fidel ofreció la oportunidad de implementar un proyecto de investigación-desarrollo. Podíamos contar en el Escambray con la experiencia acumulada por el grupo de teatro que dirigía Sergio Corrieri. El territorio padecía de un relativo estancamiento, resultante de la etapa de lucha contra bandidos.

La voluntad política delineó entonces una acelerada modernización que ofrecía a los campesinos la opción de pasar del bohío aislado —todavía alumbrado por rudimentarias chismosas— a pequeños conglomerados urbanos, donde dispondrían de electricidad, agua corriente y televisión. La oferta era tentadora, pero implicaba rupturas de hábitos, modalidades laborales y un arraigado vínculo con la tierra, ratificado con la adquisición de la propiedad a partir de la Reforma Agraria.

En ese contexto específico, la investigación de terreno se convertía en componente básico de una acción cultural efectiva. El método de entrevistas provocaba en el interlocutor el rescate de su historia de vida. A través del recuerdo del pasado y el presente iba apuntando una proyección de futuro. Sobre esa base se definían vías de acercamiento a expresiones del arte y la literatura.

Eran los primeros pasos para la construcción de un sujeto participativo, apto para la transformación progresiva de su realidad. El trabajo emprendido no pudo mantener la continuidad requerida. La vida universitaria recobró su cauce tradicional.

Ahora, cuando las miradas se detienen en los barrios menos favorecidos, se me agolpan los recuerdos de una experiencia vivida medio siglo atrás. Fue una aventura hacia lo desconocido. Al intentarla, nos sentíamos desarmados. Sobre las huellas que pudimos haber dejado en el Escambray ha crecido la hierba. Para los animadores de aquel proyecto, en cambio, dejó una marca imborrable. Constituyó un aprendizaje intenso. Implicó un enorme desafío intelectual. Modificó nuestro concepto de cultura. Aprendimos que la investigación sistemática de la realidad ofrecía las claves para entablar un diálogo productivo con el otro, para desencadenar procesos de autorreconocimiento y propiciar la apertura hacia zonas más amplias de la creación artístico-literaria. Era el modo de contribuir a la construcción de un sujeto participativo, transformador de su contexto y encaminado hacia una progresiva emancipación.

Tomado de: Juventud Rebelde

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El papel de las ciencias sociales

La Habana Foto Agencia EFE

Por Graziella Pogolotti

En su acción y su palabra, el Presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez insiste en la necesidad de vincular el enorme potencial de saber acumulado con la toma de decisiones para encontrar respuestas eficaces a los desafíos que hoy afrontamos.

Su prédica se sustenta en los resultados tangibles alcanzados en el campo de la biotecnología con la producción de vacunas, conquista impensable en cualquier país del tercer mundo sometido a un implacable y prolongado acoso económico. Disponemos ahora de los beneficios de una estrategia diseñada por Fidel desde el triunfo de la Revolución, cuando se emprendió, a un mismo tiempo, la Campaña de Alfabetización, la Reforma Universitaria, la creación de avanzadísimas instituciones de investigación científica y se implementó un sistema de becas para rescatar talentos diseminados por todo el país.

El impulso a la biotecnología se traduce en el enfrentamiento a la pandemia, en el fomento de empleos altamente calificados y en la producción de bienes con significativo valor agregado. Similar conducta puede aplicarse también a otros sectores, como la agricultura, apremiante para el bienestar requerido por nuestro pueblo y para la apertura hacia mercados externos.

Reconocer el papel de la alta tecnología no implica soslayar el peso decisivo de quienes, atrás de la tierra y en la base de la pirámide, construyen con el paciente laboreo cotidiano de sus manos y sus mentes. Por ese motivo, resulta imprescindible mantener actualizado el diagnóstico de los entresijos de una realidad social compleja y en constante mutación, razón por la cual, sin menoscabo de la inversión necesaria, habrá de llevarse a cabo en el curso del próximo año un nuevo Censo de Población y Viviendas.

El análisis demográfico no se limita a una simple recopilación estadística. Para entender lo que somos y las circunstancias que presiden nuestra existencia en lo material y en lo espiritual, la información habrá de someterse al examen por parte de otras disciplinas de las ciencias sociales. Así nos lo enseñó el historiador y demógrafo Juan Pérez de la Riva, singular personalidad que merece rescatarse del olvido con la relectura de trabajos fundadores, como el ineludible sobre el barracón, indispensable para valorar la dramática consecuencia de un legado histórico, conformador de mentalidades y de expresiones de una cultura de la pobreza.

Juan Pérez de la Riva había nacido en cuna de oro. Los cinco miembros de su escasa familia se perdían en el inmenso espacio del palacio hoy destinado al Museo de la Música. Espíritu sensible, se unió a la causa de los humildes. Se introdujo en el conocimiento del marxismo y se opuso a la dictadura de Machado. Nacido por casualidad en Francia, el hecho sirvió de pretexto para su expulsión de Cuba en tanto extranjero indeseable.

Su estancia en Europa le abrió el horizonte hacia las tendencias modernas de la demografía y la historia. De regreso a la Isla, se refugió en la administración de su finca en los alrededores de la Sierra del Rosario. Conoció de cerca la dura condición del campesino. Al triunfar la Revolución, antes de que se produjera la Reforma Agraria entregó su tierra y vino a La Habana en procura de trabajo. Desde entonces, se dedicó a la investigación y a la formación de las nuevas generaciones. Con sus alumnos, realizó trabajos de campo en las zonas más agrestes del país.

Lengua, acriollamiento, mestizaje cultural y tradición histórica compartida aseguran la unidad de la nación. Pero soslayar el peso de las diferencias territoriales constituiría un error de perspectiva. Juan Pérez de la Riva analizó esa realidad.

Favorecida por el paso de las flotas, La Habana se enriqueció con los beneficios de una temprana economía de servicios. Luego, la trata negrera devino fuente de acumulación de capitales que impulsaron la industria azucarera en la zona occidental del país. La región oriental, en cambio, sobrevivió con la precaria producción de frutos menores y el comercio de contrabando con el área del Caribe, hasta su suplantación por los extensos latifundios cañeros y ganaderos que sometieron a extrema explotación a los pobladores. De ahí el origen de una emigración interna, animada por el espejismo que ofrecía la apariencia rutilante de la capital. En el transcurso de los 60 del pasado siglo, afirmaba el historiador y demógrafo, se implementaron políticas de desarrollo urbano con vistas a mejorar el entorno de las provincias preteridas.

Referente necesario para la toma de decisiones, la demografía ofrece una síntesis del comportamiento de la sociedad en un momento dado. Conviven en ella el hoy y el ayer, así como factores objetivos y subjetivos. Para la cabal interpretación de los datos se requiere la aproximación multidisciplinaria y transdisciplinaria del conjunto de las ciencias sociales, desde la historia, la economía, la sociología, hasta la sicología social y la antropología. Similar perspectiva integradora de saberes habrá de resultar de extrema utilidad para el diseño de las acciones que ahora se emprenden en nuestros territorios más vulnerables.

La solución de los problemas más apremiantes exige la adopción de medidas que conduzcan a favorecer, a mediano plazo, transformaciones sustantivas en las mentalidades de los pobladores, en tanto protagonistas conscientes de la modificación de su realidad.

Tomado de: Juventud Rebelde

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