Archives for

Carlos Mendoza: “Santiago Álvarez dejó documentales que a mí me parecen obras maestras”

Carlos Mendoza. Documentalista y escritor mexicano Foto: RT

Por Octavio Fraga Guerra @CineReverso

Transcripción de la entrevista a Carlos Mendoza, escritor y cineasta mexicano, en el espacio Diálogos en reverso de la Unión de Periodistas de Cuba, realizada el 25 de enero de 2023 basado en su libro, La invención de la verdad: nueve ensayos sobre cine documental.

Octavio Fraga: Hola, buenas tardes. Bienvenidos al espacio Diálogos en Reverso en su segunda temporada. Son la una de la tarde y ya tenemos a nuestro primer invitado de este 2023, Carlos Mendoza. Es cineasta y un estudioso del cine documental. Bienvenido a este espacio de la Unión de Periodistas, un gusto tenerlo acá.

Carlos Mendoza: Igualmente para mí, Octavio, muchísimas gracias por la invitación. Para mí es un privilegio estar en el espacio y compartir con ustedes.

Octavio Fraga: Antes de empezar a presentar a Carlos quiero hacer la siguiente acotación sobre Diálogos en reverso. El año pasado hicimos unas catorce entrevistas donde contamos con una diversidad de invitados: críticos e investigadores de cine, cineastas, también directores de revistas especializadas de cine. Este año vamos a entrevistar, exclusivamente, a autores de libros de temática cinematográfica o autores de títulos que tributan al desarrollo del cine.

“Nuestro invitado es de lujo. Carlos Mendoza es profesor a tiempo completo de cine documental en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos de la UNAM, fundador y director, desde el año ’89, del Canal 6 de Julio, muy conocido en el gremio del cine documental. Ha dirigido nueve mediometrajes en soporte cinematográfico, uno de ellos, El Chahuistle, obtuvo el Premio Ariel al mejor documental en el año ‘82, distinción que otorga la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMACC). Con Petatera ganó, en el año ’99, el Premio José Rovirosa que otorga la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México).

“Ha sido guionista y realizador de cerca de setenta video-documentales. La casa productora Canal 6 de Julio obtuvo, en el año ’91, un reconocimiento especial dentro del Premio Manuel Buendía a la trayectoria periodística. En el 2000 su documental Operación Galeana fue galardonado dentro del certamen Pantalla de Cristal con tres reconocimientos: mejor documental, mejor guión para documental y mejor animación para documental.

“Tiene varios libros publicados: El ojo con memoria, Apuntes para un método de cine documental, Canal 6 de Julio: la guerrilla fílmica, El guión para cine documental, un texto muy apreciado entre los que nos importa el cine documental, Cine y montaje documental, de Ficticia. La invención de la verdad. Nueve ensayos sobre el cine documental, que es el libro centro de nuestra conversación de hoy, entre otros títulos. Algunos de estos libros tienen más de una edición.

“El 25 de octubre de 2002 recibió el Premio Volcán que otorga el Festival Pantalla de Cristal como reconocimiento a su trayectoria como documentalista. Tlatelolco: las claves de la masacre, una de las piezas más reconocidas de su filmografía, ganó el segundo Premio Coral en el género documental en el Festival de La Habana en el 2003, un sustantivo filme de investigación periodística que siempre recomiendo.

“Ha participado en múltiples coloquios, mesas redondas, y ha impartido, también, cursos y conferencias en México, además de Nicaragua, España y Alemania. En este momento está trabajando en un proyecto, aprobado por la Universidad Nacional Autónoma de México, titulado: Documental Social Americano. Identidad y Contramemoria”.

—Bueno Carlos, empiezo por la pregunta de rigor. En el apartado Relaciones y agradecimientos del libro, esquivas bocetar tus definiciones sobre los términos documental y no ficción, ¿no los diría hoy? 

Carlos Mendoza: Yo en ese momento no conocía el trabajo de un teórico estadounidense, que me parece fundamental, se llama Carl Plantinga. Nosotros, como parte de la maestría en cine documental que creamos en la UNAM, ubicamos la primera traducción de su libro: Representación y retórica de los filmes de no ficción. Plantinga es el que define, con más precisión, ese término de no ficción. Él se refiere a la no ficción como el discurso que es producto de una construcción marcadamente retórica, que descree o se aparta de este documental más realista que predominó en las primeras décadas del siglo —desde los veinte hasta cerca de los años cincuenta— que fue un poquito más. Es el documental que algunos identifican ligado a John Grierson, el fundador de la escuela británica. A mí me parece que la definición que hace Plantinga es muy precisa. Sin embargo, hay otros autores —muchos más— que usan el término no ficción con mucha más laxitud, con menor flexibilidad, y lo usan, casi, como una expresión de la teoría escéptica del documental, que también caracteriza a Plantinga. Es esta postura que descree del documental, que considera que el documental en general —sobre todo el documental social— ha sido una representación insuficiente de la realidad y que no tiene prácticamente valor como una expresión distinta a la ficción. Esta visión de la no ficción pues, justamente, acerca al documental más a estas posturas que propenden a defender que el documental y la ficción, prácticamente no tienen fronteras que los separen.

“Entonces, yo usé el término no ficción, deliberadamente, como sinónimo, porque se menciona tanto la palabra documental que facilita mucho la redacción, esto lo hacen otros teóricos, lo ha hecho Bill Nichols, que no usa o no se aproximan a la definición de Plantinga, es en ese sentido que lo enuncié. De los siete trabajos que he hecho posteriormente sí me ocupo de esta división, que sí considere válida, y que debemos observar. Pero quiero insistir, hay muchos autores que la usan, muchas veces, bastante caprichosa”.

Octavio Fraga: En el libro usted afirma: “El cine documental se ha convertido en súbita moda”. ¿Esa sentencia la ratificaría hoy tras 15 años de haberse publicado este volumen? ¿Qué tendencias estéticas, narrativas y temáticas caracterizan en la última década al cine documental?

Carlos Mendoza: Eso lo escribí porque, por lo menos en México sucedió, y creo que en otros países de América Latina. Los noventa fue, especialmente, una década del relanzamiento del documental en buena parte de nuestra vida cultural. Se apoyaba muy poco, había muy pocos espacios para difundirlo, y creo que esto estaba ligado, en buena medida, a la censura, a una visión desde el poder, desconfiada del documental, que sí había estado, digamos, señalándole muchas cosas al régimen de entonces en México. Los que nos dedicábamos al documental en esos años éramos realmente muy pocos y nos costaba muchísimo trabajo difundir el documental, incluso en la Escuela de Cine de la UNAM el documental estaba muy relegado, muy disminuido. Sin embargo, en México, más o menos sobre el 2002 o el 2003, hay un trabajo de Michael Moore que se llama Masacre en Columbine que es un éxito de taquilla y que viene a desmontar la idea de que el documental no interesaba, que no era rentable. Esto tumbó el mito, que estaba también ligado a una postura de censura por parte de las entidades culturales de México. A partir de ahí la institución estatal que apoya el cine, que es el Instituto Mexicano de Cinematografía, empieza a dedicar fondos para apoyar el documental, coincidiendo, más o menos con estos años, y sí hay un desarrollo súbito del documental que es muy, digamos, vertiginoso. Al principio parecía muy prometedor; yo creo que lo que ha pasado de ahí para acá es un poco confuso —en el ámbito mexicano ha sido bastante confuso— porque se ha promovido un documental que no era el que se venía haciendo de una manera natural por parte de los estudiantes de cine y de otra gente que se ligaba o se acercaba al cine, que era un documental muy interesado en la perspectiva social, política del país. Eso sucedió mucho en la Escuela de Cine de la UNAM, se empezó a hacer un documental con pretensiones más autorales, quiero decir que el documental que mencioné antes tampoco estaba exento de pretensiones autorales pero sí estaba mucho más marcado en un compromiso social mucho más claro, y empieza, digamos, a dispersarse. Empiezan a hacerse búsquedas mucho más diversas, y algunas de ellas, asociadas a visiones que vienen de Europa desde la perspectiva de la postmodernidad. Entonces, me parece que hay una amalgama o una diversidad de expresiones y de tendencias que a mí no me parecen negativas, no me parecen malas. Cada quien tiene que hacer las búsquedas que considere, que cada quien quiera hacer, que sean pertinentes; sin embargo, esta última visión, digamos, postmoderna, que viene acompañada de un ánimo medio abolicionista, de descalificar, esa sí descalifica a ciertas vertientes del documental social, al que considero la expresión un poco rudimentaria, poco interesante por sabida. Me parece que ese es, más o menos, el escenario que tenemos hasta la fecha, de una gran diversidad de búsquedas de diferente tipo.

“Por ese camino veo revisionistas, no está tan definido, pero que se ha relegado a muchas expresiones del documental social que, paradójicamente, son de las que más le interesa al público, por lo menos en México. El gran público, o el público más amplio que se acerca al documental, generalmente tienen como referente el documental social, el documental político, que ha sido emblemático en la historia de esta modalidad en México”.

Octavio Fraga: Mucho se ha estudiado, de alguna manera usted lo aborda en el libro, la relación —yo diría— histórica entre el documental y el periodismo, sin embargo, he leído poco sobre la relación entre documental y literatura, ¿cuál es su visión sobre esta relación literatura-cine documental?

Carlos Mendoza: Yo creo que eso tiene relación con la primera pregunta, la diferencia entre documental y no ficción, me parece que la no ficción —que no está peleada con el documental social, con temas de interés público— pues frecuentemente los aborda con más libertad, con mucha más flexibilidad. Hay muchas películas que toman prestados fragmentos de películas de ficción, eso lo hizo Santiago Álvarez desde películas como LBJ o algunas otras, pero también lo han hecho algunos cineastas estadounidenses como Peter Davis marcadamente en 1974, ‘75, con un film titulado Mentes y corazones, (Hearts and Minds), y luego algunos otros realizadores, Michael Moore lo ha hecho frecuentemente. Entonces me parece que ahí hay una asociación, si no es con la literatura propiamente sí con una flexibilidad mayor, menos periodística, menos realista. Yo hablaría de realismo crítico, no de realismo en el sentido bergsoniano, pero sí hay —me parece— búsquedas que se pueden equiparar a la relación entre el documental y literatura, que no están peleadas necesariamente con el periodismo. Estamos viviendo, cada vez más, películas o documentales que son híbridos, que tienen una mezcla de investigaciones muy rigurosas con maneras más libres de hacer el relato, de contar el relato, con muchas más licencias retóricas, y que no están reñidas ni con la historia del documental, ni con las temáticas, no sé si está de acuerdo en esto.

Octavio Fraga: Totalmente de acuerdo. Incluso me permitiría comentarle, el cine de ficción lo ha hecho históricamente, pero el documental no debería descartar toda la teoría desarrollada sobre la literatura, y todas las estructuras narrativas que habitan en la literatura, que pueden construirse sin hacer un trasvase, como enuncia Fernando Buen Abad en otro tópico cultural, que estuvo en este espacio. Por ejemplo, toda la teoría desarrollada en torno a la literatura rusa, puede ser tomada, también, para el cine documental.

Carlos Mendoza: Sí, en el libro yo comento este fenómeno del periodismo ligado a la literatura, Truman Capote, Wolfe y otros autores —algunos de ellos estadounidenses— por donde pasa también Kapuscinski, que digamos, es la conexión o ese punto donde se mezclan las aguas de la literatura con el periodismo, que no es fácil de establecer. Sin embargo, se trata de trabajos con una muy importante referenciación a problemas, a temas abordados desde perspectivas, que tampoco están reñidas, en absoluto, con el periodismo. Entonces me parece que, este mismo fenómeno, se traslada al ámbito del documental.

Octavio Fraga: La crónica es también una fuente natural del documental ¿Qué cimientos teórico-prácticos de la crónica periodística pueden enriquecer al cine documental contemporáneo?

Carlos Mendoza: La crónica es un género que está hermanado al documental observacional, así lo definen algunos autores, sobre todo Nichols, así está aceptado. Digamos, el que hacen desde Jean Rouch hasta Weisner, pasando por otros realizadores, y me parece que no hay prácticamente una línea que separe a lo observacional del viejo género de la crónica. La crónica son relatos, generalmente cronológicos, donde se trata que el espectador sienta que está presente en el lugar donde sucedió eso, y en el que cobran gran importancia las atmosferas, y me parece que las definiciones coinciden básicamente. Entonces, en ese sentido, los géneros yo les llamo histórico-periodísticos, son los que mejor explican estos modos de abordar el conocimiento, que son al final de cuenta los géneros.

Octavio Fraga: Usted señala en este volumen que no toda pieza documental ha de terminar en una puesta profunda, trascendente ¿Qué lectura podemos hacer de esta aseveración?

Carlos Mendoza: Bueno, hay una gran diversidad de documentales que tienen a su vez una gran diversidad de objetivos a seguir, y yo creo que hay muchos documentales que se ocupan de asuntos inmediatos, o no tan de fondo, que en unos años dejan de tener la misma vigencia que tuvieron originalmente, y me parece que son válidos. En el caso del documental social, hay muchísimos que recogen un momento y que tienen una vigencia limitada, pero que también tienen gran importancia mientras esa vigencia permanece. Hay documentales que son para muchos años, yo no sé si podemos decir que para siempre —puede ser que sí— hay otros que no, pues abordan temas a más corto plazo, digamos que tienen una fecha de caducidad como los medicamentos, pero que curan, que también sanan.

Octavio Fraga: Santiago Álvarez sentencia, usted lo ha citado en el libro, “el Noticiero ha de ser un producto elaborado técnica y artísticamente inobjetable”, ¿Cuál es su interpretación de esta aseveración, venida de un cineasta esencial del documental latinoamericano y cubano?

Carlos Mendoza: Bueno, yo creo que no sólo es muy precisa esta definición, sino que además viene acompañada de la propia obra de Santiago Álvarez tanto en sus documentales, en los que hay muchos cortometrajes, algunos mediometrajes, pero también en el Noticiero ICAIC que estaba muy lejos de ser, a veces sí lo era, una simple relación de hechos. Hay episodios o entregas del Noticiero ICAIC que tenían un formato como el Noticiero habitual, pero muchísimas veces las entregas, los capítulos de este Noticiero estaban elaborados a partir de una idea muy flexible, muy creativa, muy libre del discurso, y eso necesariamente tenía un efecto muy positivo en el espectador, y en ese sentido Santiago Álvarez es un paradigmático, porque además lo hacía con una enorme naturalidad. No es que él se haya propuesto ser un documentalista especialmente creativo, sino que él veía las cosas, y entre otras, por la urgencia del trabajo y por la rapidez con que tenía que entregar frecuentemente, pues confiaba en su espontaneidad, en esa creatividad, en esa visión fresca que mantuvo durante muchos años, que es muy meritoria, y que ahí está para quien la quiera revisarla.

Octavio Fraga: La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) ha incluido, en el 2009, a la serie Noticiero Icaic Latinoamericano en el Registro “Memoria del Mundo”. Se entregan a todas las obras y colecciones del patrimonio documental mundial por su transcendencia como bien patrimonial, documental e histórico.

Carlos Mendoza: Yo había leído algo, no lo sabía con tanta precisión. Le comento que, en mis años de juventud, cuando se proyectaban las entregas del Noticiero ICAIC en la UNAM —en donde eso se podía hacer— era un motivo de jolgorio, de regocijo de la gente verdaderamente notable, sobre todo de los estudiantes. Entonces, como decíamos al principio, Santiago Álvarez está ligado estrechamente a nuestra vocación, a nuestra historia.

Octavio Fraga: Persisto en Santiago Álvarez. Otra vez usted lo cita en el libro: “Una misma noticia debe ser filmada para el cine con una óptica audaz contantemente renovada”. Partiendo de esta tesis y en la zona sociológica del tema, pensando en el lector audiovisual ¿qué pasa en la sociedad global, cuando se manipulan los hechos, cuando se distorsionan los contextos o se materializa el descafeinamiento de los antecedentes históricos que convergen en esa materia prima que es la noticia? 

Carlos Mendoza: Ahora estamos viviendo en varios de países de América Latina, y no sólo de América Latina, también de Europa, el apogeo de las noticias falsas, de las fake news. Ese es otro ejemplo que dio Santiago Álvarez, que a pesar de que era, en muchos sentidos, la visión de la Revolución cubana, la visión del estado cubano en los primeros años de la Revolución, de más de la mitad de la década, su elaboración estaba firmemente asentada en hechos, aunque se tomara muchas libertades para contarlos; digamos, la distancia que tenía en relación al hecho histórico o la información dura del hecho histórico, y que, generalmente, era muy responsable, yo creo que siempre. La vida ha dado muchas vueltas, tenemos la influencia de las redes sociales, del Internet, que ha traído un cierto auge, un apogeo de los discursos breves, muy superficiales, de esta inmediatez —en algunos casos muy preocupantes— y esto ha traído un fenómeno que todavía su alcance no lo podemos aquilatar del todo, y es que la gente ya no lee, incluso no leen los periodistas, sólo se basan en datos muy básicos, muy superficiales. Esto nos está trayendo un fenómeno muy complicado de fake news, de engaños, que se ensañan una y otra vez, que además están teniendo mucho éxito. Aquí decimos en México se van con esa pinta, se van con esa creencia de que eso que están leyendo, o que les llega por TikTok, o lo que les llega por otras redes, es verdad, y eso está trayendo muchos problemas, y muy graves, en sectores amplios de la población que terminan creyendo verdaderos disparates. La gente ya no tiene ni siquiera la preocupación de corroborar si eso que están leyendo, eso que está viendo en un TikTok es verdad. Estoy hablando de cosas verdaderamente disparatadas que con mucha frecuencia la gente acepta y empieza a creer que eso es cierto, y hasta las defiende y las discute.

Octavio Fraga: “Las guerras empiezan por culpa de los medios”, nos dice Julian Assange. No pretendo que sea una pregunta que apunta a buscar una receta, pero ¿cómo podemos abordar ese asunto?

Carlos Mendoza: Yo no sé si hay una defensa contra eso, porque junto con ese fenómeno que yo intentaba describir hay otro fenómeno muy presente en nuestras sociedades ahora, en los países en donde hay gobiernos digamos progresistas y que desatan, despiertan un gran revuelo al lado de los intereses de poder de los medios hegemónicos que es la polarización. La mezcla de noticias falsas con la polarización hace muy difícil que gente que lee una noticia falsa y que se enciende, se indigna y se pone a discutir y a hacer otras cosas, se preocupe por conocer lo que realmente está detrás de esa información.

“Desde luego que la ética es un componente fundamental del quehacer de los documentalistas, aunque debiera ser también responsabilidad de los grandes medios, me parece que esto está en crisis en los medios corporativos, en los medios ligados a los intereses de empresas que se dedican básicamente a otras cosas y que también tienen los medios de comunicación. Estamos viviendo un momento muy difícil en ese sentido, y es difícil predecir hacia dónde puede conducir esto. Hay un documental estadounidense muy interesante que se llama El dilema de las redes sociales que está basado en entrevistas a gente que antes formó parte de las directivas de YouTube, de estas redes, y ellos son muy pesimistas en cuanto al futuro que nos deparan estos medios, o estas redes. Decían que, hay algunos que temen que lleve, realmente, a una guerra civil, y creo que es muy preocupante lo que está pasando con esa falta de ética en medios que son en verdad mucho más influyentes que cualquier documental.

Octavio Fraga: En el libro usted aborda la relación entre artículo de opinión y ensayo ¿Cómo tributan estos dos géneros periodísticos, por su experiencia también como realizador, a la construcción del documental?

Carlos Mendoza: Desde hace unos años se ha puesto de moda, ha tenido vigencia —no lo digo peyorativamente— se le ha dado mucha importancia al género del ensayo, que está hermanado con el artículo, es un género de opinión básicamente opinativo, y es muy interesante lo que se le suele atribuir. Primero se le considera como una novedad en el mundo del documental, pero realmente no es así.

Si nos remontamos, por ejemplo, al trabajo de Alain Resnais, o al que hace el propio Resnais con Chris Marker Las estatuas también mueren (Les statues meurent aussi), vemos que no es nuevo. Sin embargo, se le ha querido atribuir una serie de cualidades, que sí, que el ensayo tiene cualidades muy importantes. Hablábamos de Santiago Álvarez y los documentales de Santiago Álvarez tienen un componente ensayístico muy importante. Él dejó documentales que a mí me parecen obras maestras. Aparte de que su discurso es muy interesante, es un documentalista que se adelanta por décadas a las llamadas nuevas tendencias, a lo que luego empezaron a llamar nuevas tendencias, sobre todo en Europa, que es esta cosa de utilizar los rótulos, de utilizar otro tipo de recursos, y me parece, que bueno que haya una tendencia hacia el ensayo

“Hay una tendencia muy marcada hacia el ensayo en primera persona. Patricia Guzmán lo ha hecho en los últimos años con productos muy interesantes; sin embargo, yo creo que cada género tiene sus propias cualidades, cada género indica una forma, un modo de abordar el conocimiento, y no necesariamente el ensayo es un género que esté por encima de los otros. Se están haciendo cosas muy interesantes a partir de los demás géneros que conforman el ámbito del documental, sin embargo, este es un período en el que el ensayo está siendo ponderado. Yo recomendaría leer nuevamente el libro de Plantinga, que hace una reflexión sobre eso, diciendo que el ensayo está muy bien, pero que el ensayo no es superior a los demás géneros, que tiene sus cualidades, y tiene sus limitaciones como los demás géneros”.

Octavio Fraga: Usted dice: “Investigar es poner en práctica el cruzamiento de información y la asociación de ideas como ejercicio de comprensión e interpretación imaginativa, un ejercicio que puede llevarnos a vislumbrar lo esencial de un tema y los recursos idóneos para ponerlos en la pantalla”. Me parece espectacular su sentencia. Yo le pregunto, ¿cómo resolvemos este asunto ante esa generación de cineastas de documentales que deniega o desprecia la investigación?

Carlos Mendoza: Yo no sabía que también allá tenían esta situación de que los estudiantes de cine están mucho más interesados en buscar recursos creativos, formas originales de elaborar sus discursos, y voltean poco hacia la investigación. La investigación es fundamental, entre otras cosas porque investigando se tiene un acervo de referentes estéticos, pues en un momento dado, nos pueden ayudar a resolver de una manera más imaginativa, aunque le tomemos prestado a otras cosas que hemos visto en otros documentales, en recursos, en ideas. Es, básicamente, ensanchar nuestra visión acerca de un tema determinado o de una materia del conocimiento, y está ligado a nuestra curiosidad por saber y por entender las cosas de mejor manera.

Yo consideraría, o considero, que es lamentable —en México nos pasa mucho con los estudiantes— que tengan esa renuencia a la investigación. También es un desafío para nosotros ver cómo los incentivamos a investigar de ciertas perspectivas, de ciertas técnicas, me parece preocupante, y la investigación es fundamental.

Octavio Fraga: Usted lo dijo ahorita, yo lo comparto, no lo quise subrayar, tiene que ver también con el tema de la poca lectura en ciertas zonas de los jóvenes creadores.

Carlos Mendoza: Sí.

Octavio Fraga: La lectura lleva un entrenamiento previo, una habitualidad, etcétera, y hay jóvenes que desprecian la lectura. Creen que porque ven un video de quince minutos ya se lo aprenden todo, y como la investigación lleva todo un componente de lecturas, pues la desprecian.

Carlos Mendoza: Sí, estoy de acuerdo. Como he tenido muchos años dedicados a la docencia yo he sido testigo de proyectos de alumnos que cambian muchísimo desde el punto de vista formal, de ser proyectos que se estaban desarrollando, pues, de manera muy predecible, muy poco atractivos, que dieron el vuelco a proyectos muy interesantes gracias a la investigación que llevó al realizador a encontrar acervos, imágenes, fotografías, referentes en otras películas, en espacios donde no creían que podían encontrar nada, y que terminan cambiando completamente el signo de esos discursos que no parecían ser tan atractivos, yo estoy convencido de eso. Hay que buscar la manera de persuadir más a los jóvenes a que investiguen. 

Octavio Fraga: La ideología, en el más amplio sentido del término, se construye desde el ámbito familiar, desde las vivencias personales, de la lectura y otros muchos aprendizajes que nos rodean ¿Cree usted en la imparcialidad? ¿Cómo entronca ese concepto en la apuesta final de una obra documental?

Carlos Mendoza: Yo creo que la imparcialidad puede ser importante en determinados temas, yo no tengo ningún problema con documentales de realizadores que se asumen como gentes que toman partido con un tema, o contra una causa o contra una determinada entidad, la que sea, un gobierno, un dirigente, una clase política, dependiendo de cuál sea el objetivo final del trabajo. Por ejemplo, ese trabajo de Tlatelolco yo creo que tendría que ser absolutamente imparcial, hablo del trabajo que usted comentaba al principio, porque se trata de mostrar lo más objetivamente posible a la gente, lo más apegado a la modalidad discursiva de la descripción qué fue lo que sucedió. Si uno empieza ahí: ¿qué fue lo que sucedió?, si uno empieza a hacer juicios de valor y a adjetivar, en esos casos corre mucho peligro el discurso de perder su eficacia y de alejarse del objetivo que persigue.

“Por ejemplo, yo no tengo ningún problema con Roger y yo, Roger and Me, de Michael Moore, que desde el principio se está mofando de un señor que cierra una planta en el pueblo que él nació, que deja sin empleo a miles de personas, y que ya tiene una idea de la vida y de su propio quehacer tan diferente y tan distorsionada a lo que podía ver un trabajador, unos hijos de trabajadores. En esos casos, a mí me parece que una cierta parcialidad —que está sustentada también en argumentos y en pruebas confiables— tampoco me parece que sea problemático, depende mucho del tema, y depende muchísimo del objetivo que se persigue”.

Octavio Fraga: Uno de los excesos del documental contemporáneo, le apunto que también pasa en Cuba, es el uso de la entrevista como recurso narrativo predominante ¿Fragilidad creativa, desidia estética, ausencia de rigores en la confrontación de los decisores en torno al arte final?

Carlos Mendoza: El tema de la entrevista a mí me parece que es complicado porque yo creo que podemos mencionar muchos trabajos basados en entrevistas que son, desde mi punto de vista, obras maestras y que están basados fundamentalmente en entrevistas. Yo creo que la entrevista es un género que hay que saber valorar, ponderar, hay que saber elegir muy bien a las fuentes con las que se va a dialogar, hay que saber muy bien hacia dónde se quiere llegar; pero también la entrevista puede ser un recurso muy fácil ¿Cómo puedo realizar un documental en muy poco tiempo que no me lleve mucho problema en la edición? Pues haciendo entrevistas consabidas, entrevistas predecibles, aburridas, etcétera ¿De qué depende? Son sutilezas del oficio las que nos permitirían marcar una intención. Pongo un ejemplo, hay un documental de un uruguayo, Gonzalo Arijón, sobre un tema muy conocido que fue el accidente que sufre un grupo de estudiantes uruguayos en los Andes, que se quedan como un mes perdidos en una cima de los Andes. El documental se llamó en un principio Náufragos y luego se llamó La sociedad de la nieve. Me parece que es una obra maestra. Hay otro documental, no sé si lo conoces, de dos documentalistas de la Alemania, de la RDA, a propósito del golpe de estado en Chile que se llama Los muertos no callan, de Heynowski y Scheumann, son dos entrevistas juntas a las viuda de dos funcionarios del gobierno de la Unidad Popular. Bueno, es la riqueza expresiva de esas mujeres, la propiedad con la que se expresan, la forma en la que desarrollan el relato de anécdotas, de lo que vivieron, de lo que les tocó vivir. A mí me parece magistral, eso no se acerca a este fenómeno que tanto lamentamos a veces, que son los llamados talking heads, los bustos parlantes, que son predecibles, aburridos ¿Dónde está la diferencia? Yo creo que en valorar precisamente las fuentes de las que están hablando y su cercanía con el tema, en qué momento permito un respiro, en qué momento corto un fragmento de la entrevista, cómo regreso a ella, cómo les hago ocupar el espacio a los protagonistas, cómo no le pongo la cámara, cuántas cámaras voy a usar, y me parece que algunos filmes —que son básicamente entrevistas— son más ricos, mientras otros pueden durar mucho menos que los que estoy mencionando como muy positivos; a los quince minutos ya no nos dice nada porque ya todo es predecible y porque no hay, ni siquiera, un vínculo que valga la pena entre el entrevistado y el tema y no queda claro para dónde vamos, etcétera.

“Es un tema complejo, pero yo soy defensor de la entrevista; la entrevista me parece un recurso valiosísimo que lo vincula con el testimonio, y el testimonio lo vincula con el rescate de la memoria, que ha sido una tarea muy importante de muchos documentalistas sobre todo de Suramérica, de Argentina, de Uruguay, de Chile, en los últimos años, y me parece que tenemos que ponderarla, cuidar, porque es un recurso que se puede vulgarizar muy fácilmente”.

Octavio Fraga: Usted dice: “El estilo no es únicamente el espejo de la ética sino que se trata también de un componente que influye en la interacción de la estrategia que el autor adopta para organizar internamente su trabajo ¿Debemos nuclear este artículo para articular una relación comunicativa eficaz con el lector fílmico?

Carlos Mendoza: Sí, creo que sí, pero no nos debemos de preocupar tanto del estilo. Yo creo que el estilo, y un gran ejemplo de esto nuevamente es Santiago Álvarez, el estilo fluye de una manera que tiene que aflorar de una manera natural, esa es mi idea. Cuando uno rebusca mucho una idea ya está corriendo algo de peligro, y me parece que hay documentales que son magníficos, cuyo mérito es respetar la historia y no querer aderezar ningún componente especial, muy rebuscado. Yo no sé si ustedes conocen también un documental que se llama Buscando a Sugar Man. 

Octavio Fraga: Sí.

Carlos Mendoza: Bueno, a mí me parece que es un gran documental.

Octavio Fraga: Sí, sin dudas.

Carlos Mendoza: Tengo una magnífica opinión de él, y me parece que el mérito del realizador es que respetó la historia y no le quiso meter ningún elemento, ningún componente presuntamente innovador ni presuntamente original, sino respetar tal cual la historia. Es una magnífica historia que está contada de la mejor manera posible, no hay alardes de búsquedas innovadoras ni de aportes desconocidos, y me parece que funciona magníficamente en la medida que respeta una historia que es apasionante, que a todo el mundo le puede resultar interesante.

Octavio Fraga: ¿Qué importancia simbólica y narrativa le atribuye a la palabra en la construcción de una pieza documental?

Carlos Mendoza: Tremenda pregunta. Bill Nichols dice que las imágenes, tarde o temprano, acuden a la palabra para explicar su sentido, pero sobre todo sus implicaciones más profundas. Hay relatos que están basados en lo visual que son muy interesantes y que son magníficos, pero me parece que la palabra es fundamental. Hemos visto documentales muy apoyados en lo verbal, muy apoyados en la palabra que, a pesar de ser muy hablados, de ser muy verbales, son interesantes, son atractivos y no nos cansa. Nuevamente, cómo la usamos la palabra, para qué la usamos. Generalmente cuando los temas son complejos hay que acudir a la palabra; a veces no, a veces se puede prescindir de las palabras y se agradece. Yo creo que no hay fórmulas, no hay recetas, así como los poetas y los escritores, hay que ponderar muy bien el uso de las palabras, y hay que cuidarla lo más posible.

Octavio Fraga: En el libro de alguna manera usted parafrasea a John Rush cuando dice que la tecnología está íntimamente ligada a la forma. Eso me parece importante y, por supuesto, al contenido. Obviamente la tecnología nos condiciona el cómo podemos narrar, cómo podemos hacer una obra. Esta pregunta es quizás ¿Tenemos alguna manera de zafarnos de ese entramado para hacer una obra “única”?

Carlos Mendoza: Sí, yo creo que sí, hay un ejemplo que a mí me parece que explica muy bien esto, hay un documental brasileño de Jorge Furtado que se llama La isla de las flores.

Octavio Fraga: Sí, lo conozco.

Carlos Mendoza: La isla de las flores es un documental de 1989, basado en un registro de imagen no sincrónico; es una tecnología previa al final de los años cincuenta, al advenimiento de este equipo que nos permitió empezar a sincronizar sonido con imagen. Llega en esos años, y este trabajo es posterior y ese documental se pudo haber hecho perfectamente en los años cuarenta o a principios de los años cincuenta porque es una voz en off y una imagen, a veces la imagen es deliberadamente pobre, es una imagen que ni siquiera tiene un trabajo de iluminación, ni de registro muy cuidadoso, y es una obra muy original, una obra muy ingeniosa, creativa, y va atrás en relación a su época.  

“En 1989 empezaba la tecnología digital, empezaba a ser accesible, sin embargo, lo que está ocurriendo ahora con la tecnología digital es maravilloso y nos aporta un montón de recursos que podemos identificar claramente. Yo pondría como ejemplo nada más los drones, cuántos documentales no tienen ya estas tomas cenitales; ya vemos el mundo desde una perspectiva que antes era casi imposible, sobre todo de hacerlo con esa minuciosidad, con ese esmero, con ese detalle que nos permiten los drones; la tecnología va marcando estilos, va marcando recursos que a su vez van conformando estilos. Cada innovación tecnológica significativa tiene un impacto en los discursos de cada época, pero hay gente que se libera de esto y que hace trabajos muy imaginativos, muy originales, a partir de recursos que no son los más innovadores, los más nuevos y más recientes; también depende mucho de la creatividad, del objetivo, de las características del realizador, me parece un tema muy apasionante”.

Octavio Fraga: Siempre aflora un debate entre la relación del historiador con el cineasta, no sólo en el cine documental, también en la ficción cuando se aborda un tema histórico. La historia, obviamente, es recurrente en el cine documental, y habita una insatisfacción, una crítica, sobre el abordaje del documentalista sobre ese tema ¿Esa confrontación, que no necesariamente tiene que ser encontrada, entre el historiador y el cineasta, tiene que ver, en parte, con el desconocimiento de la praxis del cineasta sobre cómo tiene que hacer su obra?

Carlos Mendoza: Sí, yo creo que también tiene que ver con el desconocimiento que el historiador tiene con las posibilidades que le ofrece el documental, es en los dos sentidos, y tiene que ver con la pregunta de la imparcialidad, de esta búsqueda del equilibrio, de la objetividad, entre comillas objetividad, pero me parece que también el historiador despreciaba mucho la imagen, no sabía cómo verla, qué ver en ella.

“En México, afortunadamente, ya empiezan a haber más historiadores que se involucran en el estudio de la imagen y que la empiezan a mirar como una fuente válida, y es que la imagen puede ser una fuente histórica tan confiable como los medios escritos siempre que se contextualice, siempre que se sepa en qué condiciones, cuándo, dónde y cómo fue producida, y el documentalista tiene que entender la importancia de esa imagen. Creo que uno de los principales vicios del documental, que se hizo durante mucho tiempo, es que se le daba a la imagen un valor meramente ilustrativo, para acompañar un discurso verbal. En México, muchos de los documentales que se hicieron sobre el ‘68, sobre el 2 de octubre, son documentales que lo mismo tenían imágenes del 2 de octubre que del 10 de junio del ‘71, que se presentaban como imágenes del 2 de octubre las imágenes de un mitin realizado en otro lugar, que no corresponden a la fecha trágica de la matanza de Tlatelolco y, sin embargo, decían estar en la Plaza de Tlatelolco. El movimiento estudiantil de ese año realizó dos o tres mítines en ese mismo lugar, entonces casi cualquier imagen de ese lugar era la imagen de los minutos previos a la matanza; no es cierto, pero eso es factible saberlo y es factible controlarlo, y todo documentalista que tiene en sus manos un tema histórico tiene que cerciorarse de qué imágenes está usando, cómo se originaron, cómo se produjeron, si corresponden realmente al hecho o no y ser muy autocrítico en el uso de estas imágenes, del mismo modo que el historiador tiene que entender que hay claves para elucidar la autenticidad de un documento visual, de establecer cuándo fue producido, cómo fue producido, y a qué evento y suceso corresponde”. 

Octavio Fraga: Bueno, Carlos, muchísimas gracias por su tiempo, por estar aquí con nosotros durante esta hora, casi exacta de conversación. Nuestra reiterada gratitud y, por supuesto, seguiremos en contacto para otros proyectos que podamos compartir juntos.

Carlos Mendoza: Cómo no, con mucho gusto, y el agradecido soy yo. Ha sido un motivo de alegría, de honor, estar con ustedes compartiendo este espacio, y desde luego, yo te diría, que sigamos en contacto y que establezcamos colaboración en lo que sea posible.

Octavio Fraga: Un abrazo desde Cuba.

Carlos Mendoza: Igualmente, muchísimas gracias y un fuerte abrazo para todos.

Leer más

Todo el arte es político y parte de bases estéticas

José Rivera Guadarrama, periodista, poeta y escritor mexicano

José Rivera Guadarrama, periodista, poeta y escritor mexicano

Por Octavio Fraga Guerra @CineReverso

Transcripción de la entrevista a José Rivera Guadarrama, periodista, poeta y escritor mexicano, en el espacio Diálogos en reverso de la Unión de Periodistas de Cuba, realizada el 2 de marzo de 2022 sobre el tema “Cartografías de lo estético en el cine latinoamericano”.

Octavio Fraga: Hola, buenas tardes. Una vez más bienvenidos al espacio “Diálogos en reverso”, de la Unión de Periodistas de Cuba. Como cada tarde de miércoles, a la una, desde La Habana, tenemos pláticas con cineastas, críticos de cine, investigadores del cine o periodistas, como el de hoy, quién es también poeta y escritor. Nuestro invitado es el mexicano José Rivera Guadarrama. Es un placer, también un gusto para nosotros tenerte en este encuentro de los miércoles.

José Rivera Guadarrama: Muchas gracias Octavio por la invitación, por el espacio también. Es una forma de aprovechar esta cercanía que nos permiten los medios digitales. Reitero, agradezco esta invitación, y adelante.

Octavio Fraga: Bueno, te decía José que es una práctica de nuestro Diálogos… leer, también comentar, la ficha curricular del invitado. José Rivera Guadarrama radica en Ciudad México, es colaborador de La Jornada Semanal, suplemento cultural del diario La Jornada, uno de los más prestigiosos periódicos de nuestro continente. Ha sido jurado internacional de eventos de televisión en América Latina, tiene estudios de filosofía, periodismo e historia del arte. Cuenta con más de diez años en el oficio de periodista e imparte talleres y cursos relacionados con la profesión. Trabajó en campañas de partidos políticos en temas de propaganda. Imparte también talleres de literatura, periodismo y cine, y aborda habitualmente asuntos relacionados con la estética, violencia, tecnologías digitales, así como los discursos de la literatura. Además, tiene publicado varios libros de poesía y narrativa.

Empezamos con la primera pregunta. Te propongo, como punto de partida para este diálogo, que nos dibujes una definición de lo estético en una película con respecto al resto de las artes.

José Rivera Guadarrama: El tema de lo estético en nuestro país es muy complejo. Muchas veces me he preguntado si hay un cine latinoamericano o una Latinoamérica dentro del cine. El cine siempre se está cuestionando, o nos está cuestionando, cuáles son las características de las sociedades actuales.

La aparición del cine en nuestro país es bien interesante. Como bellas artes aparece a finales del siglo xix, en 1895. Arriesgándome mucho, diría que el cine es la culminación de la modernidad o de la industrialización del siglo xix, que comienza en Inglaterra, Alemania, etcétera, con varios tipos de descubrimientos. Entonces, para mí, el cine es esa cúspide de la industrialización y de la modernización en las sociedades.

En 1896, un año después, ya estaba el cine en México. En ese tiempo justo había un movimiento social y político muy interesante en nuestro país. Gobernaba el dictador Porfirio Díaz, un político que duró treinta años en el poder, un poco antes de nuestra Revolución Mexicana (1910). El cine llega a México con este personaje, que es muy interesante en el desarrollo de nuestra historia política nacional y cultural. Porfirio Díaz conoce el desarrollo del cine y lo trae a México. Y entonces podríamos decir que ese político militar y dictador es uno de los primeros actores de cine de nuestro país. No trajo a los hermanos Lumière, vinieron algunos como embajadores de ellos, pero filmaron escenas de este personaje de los inicios del cine en México. Eso me da mucha pauta para analizar cuáles han sido las características, de nuestro cine mexicano y latinoamericano en general.

Entonces, el cine, como esa culminación de la industrialización recae en el tema del por qué se le llama o se le matiza como el séptimo arte; todas las artes no tienen ese matiz.

Decimos las artes escénicas, las artes de escritura, etcétera, pero el cine siempre es el séptimo arte, y una de las características que viene a colación con lo que he estado mencionando es que el cine no es un producto o no es una actividad individual.

Ese es uno de los problemas de por qué tardó tanto en ser aceptado como un arte, como un séptimo arte, porque las previas se adjudicaban a una sola persona, eran individuales. Una persona o un artista, que incidía en la sociedad o en las demás artes, pero en el cine no pasa lo mismo; intervienen muchos personajes para construir una obra artística.

Está el director, están los guionistas, los actores, todo ese conjunto de personajes que no había antes. Antes era el escritor, el poeta, el actor, el dramaturgo, el escultor. Entonces, una de las características importantes del cine es que es una construcción social. Se conjunta todo un movimiento, incluso ideológico y cultural, para expresarlo.

Ahora, yéndonos al origen del cine, ¿cuáles son las temáticas de la primera película conocida a nivel mundial realizada por los hermanos Lumière?

La literatura antigua, por ejemplo, se basa mucho en la mitología. En Homero, se exaltan personajes o dioses, también deidades. No hablan de seres humanos como nosotros, sino de personas que tienen el dominio sobre los personajes, que incluso se divierten con las tragedias que infunden a los seres humanos, finitos, mortales, defectuosos, como somos nosotros; así, mucha de la literatura y del arte exaltaba esas deidades.

Con el cine no pasa así. Eso es algo bien curioso Con las primeras propuestas de cine, los hermanos Lumière toman la cámara y filman la cotidianidad de personas iguales a nosotros. Entonces, el cine, después de los hermanos Lumière ha sido como una forma de extender todas esas propuestas temáticas. Es muy arriesgada esta hipótesis, pero así me lo parece.

Una de las escenas que recuerdo muchísimo de esa primera película de los hermanos Lumière es la salida de los obreros de la fábrica. No hay efectos especiales, no hay personajes líderes, están retratando una cotidianeidad como esa. Otra que marca mucho la temática del cine y de las analogías posteriores es, por ejemplo, la escena del juego. Dos personas aristocráticas o burguesas, como queramos llamarlos, están jugando mientras un mesero los atiende, y observa un poco cuál es su dinámica, pero se retira. Otra escena, es la de un niño que interrumpe a un jardinero pisándole la manguera; es el inicio del cine cómico. Creo que las propuestas del cine mundial y del cine latinoamericano siempre están rebatiendo o amplificando ese tipo de temáticas.

Ese cine primigenio mexicano que yo comentaba tiene tintes políticos, porque entonces si nuestra revolución surge en 1910, y es uno de los movimientos políticos y sociales más importantes del país, ¿por qué entonces no hay cine de la Revolución Mexicana? Hay cine que retoma algunas escenas de la revolución, pero no hay un cine o no hay directores revolucionarios, dicho con todo el significado de la palabra. No se entendía muy bien en nuestro país qué alcances podría tener el cine ni qué opciones sociales o de inserción social podría tener. Contrario al cine ruso. La Revolución Rusa se da por las mismas fechas, Lenin lo entiende muy bien y retoma esos elementos para hacer un cine, vamos a decirlo con todas las palabras, de propaganda socialista.

Después vienen regímenes totalitarios como el fascismo, que también retoma el cine para hacer todo un movimiento expresivo a partir de lo estético, a partir de esas propuestas artísticas. Leni Riefenstahl es un caso conocido a nivel mundial del cine alemán, o del cine de Hitler. En esas mismas épocas, en México, o en parte de Latinoamérica, no había, si acaso, todavía cine, y sigue habiendo un poco de cine clandestino, por llamarlo de alguna manera.

Entonces para mí la pregunta del cine latinoamericano, haciendo una especie de cartografía estética, si de verdad existe un cine latinoamericano, o más bien una Latinoamérica dentro del cine, quien más ha entendido este movimiento o estas propuestas estéticas ha sido Norteamérica, lo incluyo cuando hablo de América, el resto del continente ha ido avanzando.

El cine, como cualquier otro movimiento, es de irrupción, de cierta connotación agresiva, después viene la teorización, por una parte, y después la estandarización. Nuestro país, en estos momentos, está disfrutando de unas propuestas estéticas y de cineastas mexicanos que no se había visto antes. Estamos hablando de Guillermo del Toro, de González Iñárritu, etcétera. Estas personas ya no están pensando en temáticas de cine mexicano o escenas cotidianas de México, ni de Latinoamérica. Ellos están pensando en un cine más mundializado en cierto sentido. Hay como una marca muy evidente de que ellos no están recreando escenas muy específicas de cine latinoamericano A mí me gusta ese tipo de expresiones, de expandir las propuestas estéticas a partir de una formación, por supuesto, con raíces latinoamericanas. Creo que son los ejemplos más significativos hasta el momento de este cine latinoamericano. Entonces México, desde la apreciación cinematográfica, tiene mucho que experimentar todavía.

Para mí el llamado Siglo de Oro mexicano no es como tal un Siglo de Oro porque hubo empresas privadas —por supuesto culturales— que nos infundieron una cultura. Estoy hablando del caso más concreto de Televisa y de sus empresarios, de Emilio Azcárraga, de todos los Azcárraga, que difundieron a través de sus canales un comportamiento o un desarrollo cultural y político de nuestro país. Desde esa perspectiva, ese cine para mí no representa demasiado nuestras condiciones sociales, incluso cuando vino Luis Buñuel a filmar las películas aquí en México se lo prohibieron. Algunos dijeron: “Es que este no es nuestro México”, y Buñuel dijo: “¿Cómo no va a ser México? Este es el México real, el que está sucediendo, y no el que ustedes, líderes empresariales y políticos, quieren darnos a conocer”. Entonces, ese valor de rescatar esas microhistorias, si se puede llamar de esa manera, es también necesario y fundamental en el trayecto de nuestro cine. Nos falta mucho por explorar, pero vamos por muy buen camino.

Octavio Fraga: José, me parece muy interesante lo que has dicho, pero te reitero una parte de la pregunta que resulta importante señalar ¿Cuáles son para ti las diferencias o lo que distingue al cine como producto estético —no es una palabra que me guste—, del resto de las expresiones del arte y la cultura? ¿Qué es lo estético y qué lo diferencia del resto de las expresiones artísticas?

José Rivera Guadarrama: Lo humano. Como te decía, el cine como séptimo arte no exalta las características de los dioses, las deidades. Lo que hace más bien es reflejar las condiciones sociales, culturales, contemporáneas. Lo que está sucediendo es lo que el cine está reflejando. En ese sentido, no hay ese distanciamiento como lo plantea Jacques Rancière. ¿Cuál es la condición del espectador en ese sentido? Rancière dice que el teatro lo que hacía era separar al espectador de lo que estaba sucediendo; el cine hace todo lo contrario. Esa es una de sus características distintas en comparación con las otras artes; el cine es ese acercamiento entre espectador y actores. O entre propuesta estética que al instante, en cierto sentido, nos está enfrentando a una realidad. Ese romper, esa brecha de acercamiento, también nos da la facilidad como espectadores, insertos dentro de un círculo artístico, de generar nuestras propias propuestas.

Entonces lo que para mí es diferente en el cine, es que rompe esa brecha entre el espectador pasivo y un realizador o realizadores que quieren imponer de alguna manera cierta perspectiva estética. Por supuesto que lo hacía la literatura, lo hacía cualquier otro tipo de expresión artística. Pero, lo que nos transmite el cine es ese acercamiento y esa forma de corroborar nosotros mismos lo que está sucediendo. Y esa inquietud también es la que plantea el cine desde un principio.

Si Platón hubiera existido cuando surgió el cine, él lo hubiera descartado de inmediato, porque para Platón las artes eran como una reproducción de lo falso. Entonces imagínense ver una película frente a la pantalla reproduciendo cosas que para Platón no existían. Él diría: “Esto no es arte, no deberíamos considerarlo como arte”. Recordando su obra La República, en el libro VII, cuando hace la alegoría de la caverna, es eso, estar sentados viendo hacia el frente sombras que se reproducían y nosotros tomándolas como realidad. Y Platón ahí dice: “Es que esa no es la realidad, tienes que salir de la caverna, escalar mucho para poder ver la realidad de la realidad”.

Entonces el cine, cuando reproduce esa misma escena o características, se encuentra con esa objeción filosófica y estética que ha arrastrado durante mucho tiempo. El cine no es un reproductor de una realidad, pero demuestra todo lo contrario. Entonces la labor de muchos filósofos, cineastas y teóricos es reivindicar el valor artístico, político y cultural del cine como ese acercamiento contemporáneo y actualizado de lo que está sucediendo. En cierto sentido, casi todo lo que está reproduciendo el cine contemporáneo en México es lo actual. Es un acercamiento más que un distanciamiento como propuesta cinematográfica estética.

Octavio Fraga: Algunos estudiosos marcan la década del cincuenta del siglo pasado como el comienzo de un florecimiento de varias estéticas en el cine latinoamericano. Desde tu perspectiva ¿cuáles son las variables económicas, políticas, culturales e históricas que hicieron posible ese florecimiento estético en nuestros países?

José Rivera Guadarrama, periodista, poeta y escritor mexicano

José Rivera Guadarrama: Bueno, hay que partir también de un contexto mundial. Recordemos que el mundo a partir de mediados del siglo pasado estaba sobreponiéndose de la Segunda Guerra Mundial y de los conflictos de la Guerra Fría, etcétera. Entonces, las vanguardias estéticas, incluido el cine, tuvieron que cambiar de temática de una manera drástica. Estaban en efervescencia los movimientos raciales en Estados Unidos, los movimientos feministas, estaban teorizando también muchos pensadores sobre los derechos humanos. Estaba también el tema de la ilustración que nos ha dado intelectuales, en muchos sentidos. Decían que con la razón, como seres pensantes podríamos dirimir y solucionar todos los problemas que habíamos acarreado durante todo el trayecto de la historia; además, la ciencia nos decía que haciendo las cosas de determinada manera podríamos obtener resultados inmediatos.

A partir, o antes de 1950, los teóricos y los artistas se preguntaban cuáles son las razones para pensar que la racionalidad humana nos ha llevado a una pacificación mundial. Eso no es cierto ¿Cuál ha sido la característica de los desarrollos industriales, de los desarrollos científicos? Podríamos decir, son las armas de destrucción masiva ¿Dónde están los artistas? Los artistas se preguntaron cuál es el papel del arte en estos momentos de tanta violencia.

La historia de la humanidad, como diría Marx, es la lucha de clases, más bien la historia de la humanidad es la constante violencia entre seres humanos. Entonces el arte dice, ¿cuál es la función del arte en estos sentidos? Pues vamos a tener que hacer algo desde estas trincheras. El arte de vanguardia comienza a cuestionar y a criticar todas esas actitudes que decían de la ilustración y de los conceptos industrializantes. A partir de mediados del siglo pasado la cuestión del arte es retomar cuáles son las características contemporáneas, y los artistas tuvieron que cambiar su forma de ser, su forma de pensar, incluso los materiales que empleaban tuvieron que cambiarlos. Esto es lo que a muchos artistas o críticos del arte de vanguardia no les gusta. Por ejemplo, ¿por qué un artista tomaba una bota de un soldado, le intervenía algo y lo exponía como una obra de arte? ¿Por qué compartes materiales como los readymade, del tema de Marcel Duchamp que toma el urinario, y le pone las palabras mutt, una fecha, y lo exhibe como una obra de arte? Muchos críticos y contempladores de arte dicen: “¿Esto qué es?” Nos está mostrando la realidad, no hay materiales para poder construir arte, las fábricas de pintura estaban destruidas, todos los transportes habían sido retomados por el estado para transportar armas, para construir hospitales, campos de concentración. Entonces todos esos lugares donde se producía material para el arte estaban destruidos, el arte se estaba restructurando, lo que tuvo que hacer es tomar esos elementos que existían y transformarlos, hacer un mensaje crítico y analítico a la sociedad. Decían: “Estamos haciendo este arte porque no tenemos otra, es la destrucción en la que estamos, tenemos que reestructurarnos”. El arte no puede detenerse, la filosofía tampoco, las humanidades tampoco, esto es lo que nos ha dado el aspecto económico capitalista, y a partir de ahí tenemos que ser incisivos en ese tipo de dinámicas en las que estamos insertos y con las que no estamos de acuerdo. Entonces el arte, a partir de esos momentos, tiene que ser o tiene que volverse, digamos, más crítico. Ya no es un arte contemplativo, ya no es un arte estético, el que nos han enseñado en las instituciones, la pintura es Velázquez, la literatura es Homero, etcétera, etcétera.

Vienen críticos y teóricos de la sociedad y dicen: “Vamos a hacer una revisión estética de cuáles han sido las propuestas de las mayores obras de arte”, y agregan: “Todo es violencia” Y si todo es violencia, ¿entonces el arte qué puede hacer, volverse más violento, hacerlo más explícito, o retomar elementos, digamos, más naturales para explorar en ese sentido? Vienen las vanguardias que ya no les interesa reflejar el asunto de una naturaleza muerta, pasiva, sino más bien, lo más abstracto, en lo cual nosotros vamos tomando un papel activo en cuestionar esas obras de arte. Ya no nos presentan la realidad tal cual es, así, de manera bonita, sino que ahora explotan en nuestro cerebro las multitudes de formas para decir “¿Y esto qué es? “¿Esta violencia qué es?”

Entonces, a partir de esa fecha, el arte ha cuestionado mucho el sentido de la violencia y el sentido del papel de la humanidad como humanos en nuestro desarrollo y en nuestro devenir. Por desgracia, el arte no puede solucionarlo, pero su papel, más bien, es vislumbrar cuál sería una crítica más fuerte hacia nuestros desarrollos y hacia nuestras propuestas. Estamos otra vez en temas bélicos, Rusia, etcétera, entonces, ¿cuál es el papel del arte y cuál es el papel de los líderes políticos? ¿Por qué no podemos resolver nada de eso? ¿Por qué seguimos inhumanizándonos a pesar de tanta tecnología y tanto conocimiento? ¿Cuál es el valor del conocimiento? También es lo que se cuestiona el arte, ¿por qué nos enseñan tantas cosas? ¿Por qué sabemos tanto si no sabemos aplicar el conocimiento, si no sabemos utilizarlo bien, y lo hacemos de una manera destructiva y deshumanizante?

Octavio Fraga: En el año ‘71 Glauber Rocha, uno de los grandes cineastas de América Latina, también un teórico del cine, escribió un texto que seguramente conoces, Estética de la violencia, donde casi al final sentencia: “Nuestro cine es un cine que se pone en acción en un ambiente político de hambre, y que padece, por lo tanto, de las debilidades propias de su existencia particular”. Obviamente, esta fotografía está vigente hoy en nuestros países, yo diría incluso que en el mundo ¿Tú identificas hoy algunas corrientes estéticas en América Latina que sigan fotografiando esa realidad que Glauber Rocha escribió en el año ‘71?

José Rivera Guadarrama: Sí, por supuesto. El problema ahí es que se hace desde la clandestinidad, y eso es algo que no me gusta mucho. Se hace desde cierta precariedad en muchos sentidos.

Hay como dos corrientes de cine muy marcadas de cine latinoamericano, el cine que retrata esos movimientos sociales, guerrilleros, por ejemplo. Ahora que mencionamos ese tema, en México ha habido muchos movimientos guerrilleros; está la Liga Comunista 23 de Septiembre, está Genaro Vázquez, etcétera, etcétera, en Cuba también. Fue toda una influencia en Chile, Argentina, pero, ¿dónde está ese material? Ese material muchas veces no está pensado para las grandes salas de cine, está pensado sólo para ciertos sectores sociales, educativos sobre todo, pero no está llegando al gran público. Creo que allí hay un prejuicio en ese sentido, de decir que si voy a hacer cine revolucionario no estoy pensando en las grandes salas,  no estoy pensando en esas cadenas de cine que hay aquí en México, CineMex, Cinépolis, etcétera, sino más bien para proyectarlo en pequeños espacios. Eso, desde mi perspectiva, es lo que ha impedido un poco la exposición explícita de los ideales de estas personas, de estos personajes que han construido nuestra historia y nuestro devenir contemporáneo, entonces yo creo que ahí deberíamos explotar, en todo caso, estos materiales.

En México, uno de los movimientos más fuertes y que sí ha hecho cine es el movimiento estudiantil de 1968 y del ’71. Hay varias películas que se acercan a ese tipo de movimientos, pero fuera de eso no existe un material de consulta o un material para grandes públicos sobre nuestros líderes guerrilleros, campesinos, obreros. Claro, el financiamiento es muy fuerte, hacer una película no es nada barato, se necesita mucho personal, como ya lo decía: el cine es una construcción social.

Entonces, si es una construcción social podemos ir pensando en cómo podemos construir una ideología social de ese tipo de cine. Existe el cine comercial, y está perfecto, que toma ciertos elementos también de esta temática, pero ¿por qué entonces el otro se mantiene marginal? ¿qué es lo que hace falta o qué es lo que se necesita para proyectarlo sin prejuicios en esas salas de cine o en esos festivales? Ahí es donde también deberíamos pensar como organizadores de festivales, cineastas, público, por qué no dar ese espacio a esos materiales que son fundamentales.

El cine es un elemento de emancipación, y así ha funcionado en diversos países, lo han retomado como un fuerte elemento expresivo para generar ideología ¿pero, cuál sería el temor de mostrarlo a estas alturas del tiempo? Tendríamos que retomarlo, incluso, sólo para exponerlo nada más y verlo como un experimento estético y qué resultaría de ese tipo de materiales. Entonces sí hay ese cine contestatario, revolucionario, está, digamos, ese cine clandestino que no se plantea hacer para el gran público. Deberíamos cambiar un poco, quitarnos ese prejuicio de que lo masivo es carente de ideología o carente de contenido.

Octavio Fraga: El investigador chileno José M. Santacruz, escribió un artículo para la revista L’Atalante, que seguramente conoces, muy prestigiosa en todo el gremio de los críticos de cine. Dice: “La violencia estructural contra las sociedades también fue una violencia simbólica contra ese proyecto estético” (se refiere al nuevo cine latinoamericano) ¿Compartirías esa tesis de José María Santacruz? ¿Cuáles son las coordenadas que convergieron en esa embestida, contra ese cine en particular?

José Rivera Guadarrama: Habría que matizar muy bien a qué se refiere con esos términos, porque otra vez volvemos al origen del cine. Desde las propuestas estéticas de una cineasta francesa muy importante, que también ha sido olvidada, Alice Guy, de la cual escribí hace un tiempo, vemos una diversidad de temáticas que se están reproduciendo, como decía Whitehead de los filósofos, no estamos haciendo, corrigiendo, o la filosofía ya es pie de página de Platón y de Aristóteles.

Muchos de las propuestas estéticas contemporáneas tienen muchísimo que ver con las que Alice Guy planteaba a finales del siglo xix, de mil ochocientos noventa y tantos. Alice Guy, su obra, ya tenía contenido feminista, contenido anarquista. Tiene películas con ese título,  Anarquía en las barricadas, por ejemplo, o de ciencia ficción, El hada de los repollos, no sé cómo se le dice en Cuba al repollo, a esa especie de lechuga.

Octavio Fraga: Col, coles.

José Rivera Guadarrama: Coles, El hada de las coles, donde ella ya está imaginando cuál es la reproducción in vitro. Cuando ese tema ni siquiera se conocía ya Alice Guy estaba, incluso, arriesgando al feminismo. Tiene una película que se llama Las consecuencias del feminismo en el cual invierte los papeles de las personas. El hombre se queda con los niños y la mujer se va a trabajar. Entonces, esa cineasta ya había adelantado muchísimas cosas, ya estaba pensando incluso en la crucifixión. Tiene películas que recrean escenas de la Biblia, fue la primera mujer que hizo una película con actores, con guion.

Entonces, te decía, hay que matizar también o buscar muy bien cuál es la propuesta o el concepto que tenemos de cine de ciencia ficción. Reconocemos mucho a Georges Méliès como otro de los grandes cineastas de ciencia ficción. Esos son los gérmenes del cine, lo que tenemos que hacer es ir con el desarrollo tecnológico e imaginativo, también de las sociedades contemporáneas, pero la temática siempre va a estar ahí.

Para mí el cine va a ser una construcción social con un enfoque social al que se le pueden agregar elementos tecnológicos. Incluso, las películas más contemporáneas, Matrix si se quiere. Alice Guy está en Matrix. Mucho del cine norteamericano también está en esas películas. Retomando también otro elemento de estos, ¿por qué el cine norteamericano tiene propuestas estéticas de súper héroes y nuestro cine latinoamericano no tiene súper héroes en el cine? ¿cuáles son las características del súper héroe? El súper héroe está retomando los elementos de la literatura o del arte antiguo, son personas que tienen súper poderes y aquí hay algo bien interesante. Todos los súper héroes del cine norteamericano hollywoodense siempre hacen que la justicia gane. Superman es un ser humano, se pone un traje y adquiere súper poderes y lucha contra la injusticia; Spiderman también es una persona cotidiana de carne y hueso, se pone una máscara, obtiene súper poderes y es el rey de la justicia; Batman también. ¿Qué pasa con nuestros personajes del cine latinoamericano que son personas reales pero no adquieren súper poderes? El tema a mí me interesa muchísimo, es ese sesgo de que no llegan a completar su propósito. Cito una película muy emblemática de nuestro país que se llama El violín —no sé si ustedes la vieron— del 2006, de un autor que se llama Francisco Vargas. Ahí se recrean en una escena unos personajes que quieren hacer la guerrilla, entonces están recolectando armas, se van a la sierra, y este señor, el violinista, toca un violín con la intención de apoyar a estos movimientos guerrilleros, pero no llegan a concretar la emancipación guerrillera. Esa es una de las temáticas importantes y fundamentales de nuestro cine, e incluso de nuestros movimientos revolucionarios y de emancipación: no llegan a concluirse, cosa contraria a las propuestas cinematográficas norteamericanas donde la justicia se impone ante los malos y esa dialéctica siempre va a estar presente.

¿Por qué entonces nuestro cine, o nuestros personajes, nuestros líderes, nuestros seres de carne y hueso, no llegan a completar su proyecto emancipador? Es una de las interrogantes a la que siempre le he dado vueltas y viene a colación con esto. No tengo la respuesta, obvio, porque es un tema muy complicado y daría mucho para investigar. Entonces la diferencia del éxito entre el cine norteamericano y el nuestro, es que ellos sí ganan y nosotros nos quedamos siempre rezagados. Aquí la injusticia se impone a los justos, y allá la justicia se impone a los injustos ¿Qué necesitamos? Pues no lo sé.

Octavio Fraga: El cine latinoamericano evolucionó desde una anchura narrativa, y también, desde una desmesura estética, dos variables que hicieron posible el Nuevo Cine Latinoamericano que ha sido revisitado, re-estudiado, etcétera. ¿Para ti cuáles son las variables que hicieron posible ese emerger y ese desarrollo de un gran movimiento cinematográfico continental?

José Rivera Guadarrama: Por una parte hacer como un reconocimiento, una investigación histórica de cuál había sido el desarrollo del cine; otra de ellas, del nuevo cine latinoamericano, es cuáles son las condiciones reales que tenemos en nuestro continente. Conocemos a estas alturas muy bien, cuáles son las propuestas estéticas del cine europeo, de determinado país también. Cuál ha sido el cine, o cómo ha sido utilizado el cine en las diferentes etapas de la historia de la humanidad, no sólo de un continente o de un país, sino de la humanidad, cuáles son las ventajas de ese tipo de cine. Lo que no sabemos es cuáles son los resultados concretos y tangibles de este cine latinoamericano o de sus propuestas estéticas. Creo que en nuestro continente hace falta explorar muchísimo. Hasta hace poco aquí en nuestro país teníamos prejuicio de consumir cine nacional, cine mexicano ¿Por qué?, porque pensábamos que nuestro cine reflejaba otra época, estoy hablando del llamado cine de oro mexicano que estereotipaba a nuestro país, nuestras costumbres. Está el cine de charros, por ejemplo, o de prototipos, o estereotipos, que muchas veces ya no corresponden a nuestra realidad. Entonces uno decía, ¿cuál es el cine de Pedro Infante? Pues es un macho sometiendo o imponiéndose con su rudeza a la sociedad. Quiere demostrar su hombría, o su valentía, su dominio a través de un comportamiento social que en realidad no corresponde a eso. En realidad México es otra cosa y Latinoamérica es una multiculturalidad que no estaba explorada.

Entonces el Nuevo Cine Latinoamericano lo que está haciendo es una exploración de esa multiculturalidad que tenemos, que estaba resguardada. Otra vez cito a estas industrias y a estos empresarios monopolistas que ellos nos querían hacer ver un México, una sociedad que no era. Entonces una de las características de este nuevo cine es la exploración estética desde otras posturas, retomando esas microhistorias, esos lugares, esos personajes fundamentales e importantes que están ahí perdidos, y ya no sólo imitando ciertas corrientes o corrientes de vanguardia como se hacía antes.

Quisimos hacer en buena parte de Latinoamérica cine surrealista, y lo que hacíamos era —como a mí me gusta llamarlo— un cine kitsch. Es decir, lo adornábamos, decorábamos lo que ya estaba decorado y eso era como un lastre que teníamos. Sí sabemos que existen todas esas corrientes, el neorrealismo, el expresionismo, el surrealismo, etcétera, para que nosotros podamos explorar otras características. Lo que tendríamos que hacer ahora es romper todos esos esquemas, investigarlos, teorizarlos más, pero abriendo esas brechas, que sea algo no lineal sino más bien que se estrella contra algo, de ahí se derivan muchísimas cosas.

Una de las característica del cine contemporáneo es la exploración, un término deleziano, ¿no?, lo rizomático, ya no es algo lineal o ya no es como una raíz que va de arriba hacia abajo, sino que ahora es hacia diversas partes, y este cine en particular. Esta época en la que estamos nosotros es eso, una exploración del cine, porque ahora no hay prejuicio de consumir cine mexicano, pero nos hace falta una exploración en México y en Latinoamérica en general. Una exploración más profunda de nuestro cine para ver si podemos llegar a un cine latinoamericano o todavía quedarnos en una Latinoamérica dentro del cine.

Directores importantes de este continente están llegando a otras latitudes, festivales de cine como el de La Habana —que es importantísimo— donde llegan directores de diversos países y películas también, eso es lo que nos hace falta. Conocer el contexto en el cual nos estamos desenvolviendo a nivel mundial para, a partir de ahí, crear nuevas experiencias estéticas y nuevas experiencias temáticas dentro del cine. Es una exploración, creo yo, que va a tardar mucho tiempo, no va a ser inmediato que podamos desarrollarlo. Por lo pronto, a mí me tiene entusiasmado cuál es la dinámica del cine latinoamericano que en realidad compite muy bien con otros países y con otras propuestas estéticas, por supuesto.

Octavio Fraga: Ubiquémonos en las dos últimas décadas del siglo pasado y las dos de este siglo. Yo no percibo, quizás tú tengas otra mirada, importantes estéticas descolonizadoras en el cine de América Latina ¿Cuál es tu versión sobre este asunto?

José Rivera Guadarrama, periodista, poeta y escritor mexicano

José Rivera Guadarrama: Soy optimista en ese sentido. También hay que tomar en cuenta que estamos pasando un proceso tecnológico importante. Para muchos cineastas, teóricos y consumidores de cine como en nuestro caso, que somos amantes del cine, hay un tema bien interesante y preocupante; estamos pasando de un cine analógico a un cine digital. Pareciera una cosa sencilla, pero es muy profunda. Antes hacer cine era muy caro, carísimo, y los actores deberían ser precisos, es decir, sólo teníamos un carrete que nos había costado muchísimo, y entonces no podíamos repetir tantas escenas, había una profesionalización de los actores, de los cineastas, de los productores, de todo ese conjunto de personas que eran necesarias para hacer cine.

Te voy a decir una precisión abrumadora. Ahora, con la tecnologización o la digitalización del cine, se ha perdido el rigor, ahora cualquiera puede hacer cine. Tenemos los teléfonos celulares con cámaras que cada vez se van perfeccionado más y más. Entonces, si ahora yo me equivoco, me puedo equivocar las veces que quiera porque puedo editar las imágenes y las puedo acomodar como yo quiero, a la intención o a la intensidad con la que yo quiero. Ya no necesito actores profesionales para poder transmitir un mensaje concreto, ahora le puedo decir: “Repite esa acción, vamos a tomarla de esta manera”, o los actores podemos hacer, digamos, esos efectos. Una pantalla verde atrás, montamos escenarios, etcétera, entonces ahí es donde ahora están preocupados, muy preocupados, algunos teóricos y críticos. Porqué hay una abundancia de cine; nos estamos enfrentando a la abundancia de propuestas cinematográficas y estéticas por la digitalización y por el acceso —cada vez más fácil— a este tipo de tecnologías.

Yo no creo que eso sea una desventaja, más bien creo que es una ventaja que deberíamos aprovechar mucho, y quitarnos ese otro prejuicio de que el tiempo pasado había sido mejor. Yo soy optimista en que a partir de este desarrollo tecnológico podamos tener mejores propuestas estéticas, cinematográficas y narrativas. Ese material que teníamos, esa forma de hacer cine anterior pues ya está ahí, ya se quedó, ahora es como un material de consulta, que insisto, no es nuevo. Esta digitalización, estos trucos, esta tecnología pues ya la tenía Georges Méliès en su época, entonces yo diría que no hay que temer de la tecnología y tampoco a las propuestas cinematográficas actuales, lo veo con un optimismo muy emocionado, emocionante, de estas propuestas estéticas.

Entonces el cine, por supuesto, va a la digitalización, y cada vez más gente, más usuarios amateurs, o lo que sea, van a estar haciendo este tipo de producciones. Estamos en una época tecnológica, en una época digital, en una época de la inmediatez, en donde incluso propuestas cinematográficas están adoptando las redes sociales o esos mensajes que aparecen en las redes sociales en películas, es inevitable. Hay mucha apuesta, sin dejar de lado los movimientos sociales contraculturales, que también siempre van a ser necesarios.

Entonces mi visión es optimista hacia las nuevas propuestas estéticas, yo nunca he dicho que el cine anterior sea mejor o que el arte antiguo sea mejor que el contemporáneo, no. A mí me gusta lo contemporáneo porque lo siento, porque lo estoy viviendo, porque lo puedo analizar, y vislumbrar cuál podría ser un poco el desenlace en ese sentido.

Octavio Fraga: El cine estadounidense, a mi criterio, ha capitalizado ese recurso tan eficaz que es la emocionalidad. México aportó el melodrama a nuestra cultura cinematográfica, sin embargo yo no veo ese recurso protagonizando hoy el cine latinoamericano. Quizás tiene que ver también con lo que tú has dicho ahora de la inmediatez, del abordaje de la tecnología o el desconocer estos recursos que existen en la tradición cultural pretérita ¿Ves a la emocionalidad como un recurso pertinente? Yo creo que es necesaria en el cine latinoamericano.

José Rivera Guadarrama: Es bien curioso cómo Norteamérica se posiciona dentro del cine, o acapara, más bien, el cine. Una consecuencia, una característica de eso fue que Europa durante medio siglo estuvo en guerra, estuvo en conflicto, entonces, Estados Unidos, no participaba en esos conflictos. Claro, participaba con armamentos y con muchas otras cosas, hicieron que su economía creciera. Entonces, cuando Europa estaba en esos conflictos a mediados del siglo pasado Estados Unidos aprovechó todo ese tipo de crecimiento económico para posicionar su cine.

En Europa, mucho tiempo estuvieron censurados diversos materiales o diversas propuestas cinematográficas, había todo un aparato del estado para controlar las producciones. Tenían que ser evaluadas y aprobadas por ciertos comités, como en el caso de Alemania, el caso de Rusia, incluso de Italia y España. Entonces, mucho tiempo, el cine, por ese alcance, por esa inmediatez y por esa influencia que tenía en las sociedades, se controló, para no transmitir, digamos, ideología.

 

Estados Unidos dijo: “No, nosotros, a ver, aquí la industria privada que haga su cine”, es más, que Hollywood sea todo un terreno o toda un área para desarrollar propuestas estéticas”. Ellos se basaron más en lo comercial, y dijeron: “Aquí hay una industria muy lucrativa”, y no pensaron qué es lo que está queriendo la sociedad, sino, más bien, qué es lo que quiere consumir la sociedad, dónde podemos darle ese faltante emocional en el cual está la sociedad contemporánea, y ahí viene lo que mencionabas, la exaltación de los sentimientos. El mundo estaba lleno de temor, estaba enfrentado a una Guerra Fría, en cualquier momento iba a haber un conflicto bélico, hablando de bombas, que iban a destruir el país, etcétera.

Para no estar en temor, pues hay que exaltar los sentimientos, hay que exaltar, si se quiere, la banalidad de nuestra vida y la fragilidad de nuestra vida, ahí el mercado norteamericano y las propuestas del cine norteamericano vieron esas posibilidades, y las explotaron, y las siguen explotando de una manera brutal en estos sentidos. Lo que pasa que en nuestro continente, o en esta parte del continente, hay un aspecto fundamental que tú mencionabas,  la descolonialidad o la colonialidad. Todavía somos sujetos colonizados, nos estamos descolonizando, pero siempre estamos recurriendo —sobre todo— a pensadores y a propuestas estéticas europeas.

Estamos viendo hacia Norteamérica, todo lo que suene a Norteamérica nos suena a malo, nos suena a banal, nos suena a imperialismo, etcétera, pero Europa también ha hecho daño. A mí me gustaría que un europeo me dijera —un francés europeo— que propone la liberación. ¿Qué país fuera de Francia tiene una prosperidad económica, cultural, filosófica? Ninguno. Todas sus colonias están en pobreza extrema, aquí en Latinoamérica tenemos casos emblemáticos: Haití ¿Qué colonias de Inglaterra tienen auge económico?, salvo Estados Unidos. Fuera de eso, no hay, entonces, siempre estamos viendo hacia Europa.

A mí me molesta cuando dicen que la madre patria es España. Que tuvo una aportación, y es valiosa, no podemos quitarnos esa historia, pero sí podemos analizar o criticar cuáles fueron las partes buenas y las malas, siempre aprovechando esos recursos, y mirar, digamos, hacia nuestra condición contemporánea. Si se quiere criticar, perfecto, pero a partir de eso decir: “Vamos a buscar otras formas de expresión, otras formas de expresionismo latinoamericano”.

Y entonces, en esa descolonialidad han surgido propuestas estéticas. Yo decía Guillermo del Toro, que no es que sea un descolonizado de manera total porque tiene elementos también de nuestra cultura como los otros directores. Iñárritu y Cuarón, que son como los cineastas más representativos de nuestro país, no están descolonizados. Están pensando en otro tipo de cine y en otras temáticas, y eso es lo que nos hace falta.

O sea, decir que nuestro cine, nuestros cineastas, nuestros actores, nuestro mercado incluso, tiene mucho, mucho potencial. Y sí, a partir de ahí, una crítica descolonial del cine, imagínate, estaría súper padre. No hay tampoco propuestas estéticas que afronten ese tipo de temáticas, por el prejuicio de que pueden censurarnos, queremos llegar a otros países, vamos empujando muy bien, vamos teorizando en ese sentido, y estoy seguro que —en poco tiempo—nuestro cine va a estar tomando mucho auge en todos los derroteros.

Octavio Fraga: ¿Si te dijeran que una película sin intervención estética no es arte, te parecería absoluto ese enfoque?

José Rivera Guadarrama: ¿Una película sin intervención estética?

Octavio Fraga: ¿Es arte?

José Rivera Guadarrama: Para mí arte es todo lo hecho por un ser humano con una intención humana. Hay teóricos estéticos que dicen que los animales no humanos también hacen arte. Pero bueno, ellos no están pensando en nosotros, y nosotros tampoco estamos pensando en hacer arte o en hacer algo, lo que sea, para compartirlo con un tigre. Todo lo que hace el ser humano tiene una intención, y en esa intención o esa intencionalidad es lo que yo denomino arte. Toda propuesta estética, toda propuesta literaria, toda propuesta periodística, todo lo que sea humano tiene una intencionalidad artística.

Rancière decía: “Todo arte es político”, pero está tomando la palabra política desde el término griego, de polis, y la polis es lugar donde conviven los seres humanos, donde dirimen sus problemáticas. En ese sentido, todo el arte también, para mí, es político, porque está poniéndonos en cuestión a los seres humanos racionales en cierto aspecto.

Entonces, para mí toda propuesta estética, cinematográfica, tiene un sentido estético, en la intención de incidencia dentro de la sociedad o dentro de la polis, que ahí ya dentro de su propuesta, no sé, romántico, crítico, comercial, comedia, etcétera. Pero en sí, desde ese momento, para mí, ya es arte cualquier propuesta estética incluso desde el cine. Entonces sí, todo puede ser una expresión artística desde cualquier ámbito, lo que la diferencia es la intencionalidad con lo que se está haciendo, incluso el arte o el cine de propaganda tiene mucho de artístico. Hay tomas importantísimas de Leni Riefenstahl que han prevalecido hasta ahora, incluso, este director ruso de El acorazado Potemkin, Serguei Eisenstein. ¿No?

Hay tomas que quedaron para siempre, que han sido homenajes a ese tipo de propuestas estéticas porque se deben quedar ahí. Walter Benjamin, este teórico y filósofo, importante, alemán de la época del nazismo, él decía algo bien interesante: la política, o más bien la estética política hay que cambiarla por una politización de la estética. La política vista como el ejercicio del poder y la imposición del poder sí ha querido imponernos una estética, entonces ahí el valor del arte sería también cuestionar esa estética, poner dentro de la polis, o politizarla y decir: “A ver, ¿cuál es la condición política de estos momentos del cine?, ¿cuáles son las inferencias políticas, económicas del cine, de las propuestas cinematográficas de estos momentos?”. Para, a partir de ahí, crear otras alternativas y decir: “No, también existe este tipo de propuestas”. Entonces habría también que machacar mucho esos términos, pues para mí, todo el arte es político, y parte también de bases estéticas.

Octavio Fraga: La globalización catapultó la socialización del pensamiento y la postmodernidad tomó espacios en el continente, en todas zonas de nuestras sociedades, ¿Crees que la postmodernidad o estas corrientes postmodernas que ha habido en el arte, y que todavía están pululando en la sociedad global, contribuyó a un descafeinado del cine latinoamericano más auténtico?

José Rivera Guadarrama: El tema de la postmodernidad también habría que analizarlo desde distintas perspectivas, quiero pensar que estamos hablando de la postmodernidad desde esta postura de Lyotard. Él decía que la postmodernidad ya carecía de todos los grandes mitos, que ya no había grandes relatos. Después viene Fukuyama y dice lo mismo. O sea, la postmodernidad nos enseñó que esos grandes relatos no han funcionado ¿Cuál es el resultado del capitalismo?, pues esta brutalidad en la que estamos. ¿Cuál era el gran relato de todas las religiones? Pues que las sociedades vivan felices, que alcancemos la plena humanidad. Pues no existe, hasta este momento no existe. Entonces desde esa postura de Lyotard se acabaron los grandes relatos, es lo que estaba diciendo de alguna manera Kierkegaard en la época de Hegel.

Hegel pensaba en la totalidad del ser, y que al final el arte era una parte de esa totalidad, y Kierkegaard decía ¿qué pasa con los seres humanos? Sí somos una sociedad hecha, pero construida de individuos, en esa individualidad es donde debemos también estar cuestionándonos. Kierkegaard fue uno de los grandes críticos de la dialéctica hegeliana, y ese papel o esa función también viene a analizarla Lyotard con su tema de la postmodernidad.

La modernidad comienza, o es parte fundamental de la industrialización, y como decía al principio, para mí el cine es la culminación de esa modernidad o de esa industrialización; entonces el cine inserto en esta postmodernidad lo que tendría que hacer es explorar también esas otras propuestas o esas otras temáticas que aún no están exploradas.

Para mí, la postmodernidad no es algo malo, algo descafeinado, sino más bien es como ponerle nombre a lo que viene después de la modernidad. Termina la modernidad, digámoslo, viene la postmodernidad, como terminan todas las corrientes artísticas y vienen las vanguardias y después las postvanguardias. Pero eso para mí no quiere decir que seamos una sociedad descafeinada o una sociedad que no tenga alguna ruta o algunos objetivos claros. Sí los tenemos, pero hay momentos como este de Rusia, que está invadiendo todo ese tipo de cosas, que coartan esas aspiraciones sociales, entonces desde una propuesta estética lo que tendríamos que hacer es retomar y remontar, además, esos conceptos.

El cine, para mí es una herramienta fundamental que nos puede dar todo ese tipo de expresiones porque no sólo es imagen y no sólo es audio, sino también es una corporalidad. Entonces, el ser humano, desde su corporalidad puede impedir y puede incidir en la sociedad, lo que el cine hace es hacer explícitas cuales son nuestras capacidades corporales, de comunicación o de transmisión de un mensaje si se quiere politizado ¿Qué mejor? ¿no?, pero necesita el cine.

Lo postmoderno no me daña, no me siento mal con esa palabra, al contrario, me gusta analizarla y decir, “Pues sí, es una postmodernidad”, pero no quiere decir que todo esté acabado o que todo esté explorado, hay que hacerlo incluso más explícito todavía para que a partir de eso entonces ahora sí podamos decir, la postmodernidad superó incluso a la modernidad, y eso es lo que me gustaría, que el cine postmoderno supere al cine moderno o pre-moderno.

Octavio Fraga: Coincidirás conmigo en que el modelo industrial europeo y estadounidense es el que está abarcado en todos los países de nuestro continente. Ubicándome en la ficción, ¿no pensarías tu que una suerte de cine artesanal podría ser una vía para hacer un cine auténtico, diferente, en América Latina? Digo artesanal ubicándome en cómo se hace en nuestros países el cine documental, por la precariedad, por las condiciones difíciles de producción que te impulse a replantearte modelos de estéticos.

José Rivera Guadarrama: Sí, me gusta muchísimo el concepto de artesanal. Yo me considero un artesano, y un artesano, sin saberlo, es un deconstructor. El artesano está a la base de todo, pero también proyectando deconstrucciones. Entonces sí, nuestro cine o nuestras propuestas de cine latinoamericano mantienen en la base cierta propuesta artesanal, pero no ya ubicada como una precariedad o como una falta de imaginación. Nuestros cineastas ya tienen todo un conocimiento también estético, están revalorizando esa cultura que permanece ahí. La están revalorizando y la están explorando apenas. En ese sentido, lo artesano no quiere decir antiguo, no quiere decir inadecuado, sino más bien propositivo con bases, digamos, sólidas, y a partir de ahí van hacia un cierto progreso. Es como delimitar también cuáles son nuestras posibilidades y cuáles son las herramientas que tenemos a la mano, y a partir de ahí construir otros aspectos.

Y sí, el cine de otros países y de otros continentes es brutal, pero ahí en esa brutalidad estamos también nosotros. El cine de la India también es muy amplio, tiene toda otra temática, pero no se compara a nuestro cine. Y otra cosa que te iba a comentar, que viene a colación con estas invitaciones que estás haciendo y con todo el equipo ustedes que están logrando ese diálogo constante entre diversos países, entre diversas culturas, entre diversas formas de hacer cine, formas de expresarse, que nos da este acercamiento, que decía también Rancière, romper esa brecha, esto es importante.

Y también quería felicitarlos por esta iniciativa. Esto es lo que hace falta también, dialogar, ponernos en debate, cuáles son los temas, cuáles son las directrices que podemos vislumbrar en el cine. Entonces la tecnología también nos está dando esta forma de conocer otras culturas, allí es donde yo a la globalización le agradezco o veo la parte positiva, porque estamos conociendo otras culturas de manera inmediata. Ya no tenemos intermediarios, ya no hay un maestro o una institución que me diga: “La cultura europea en este momento, o el cine europeo, está en estos momentos o de esta manera”. Yo puedo constatarlo de inmediato. Entonces esta globalidad, esta interacción entre todos nosotros es vital, y es fundamental aprovecharla, para saber cuáles son las condiciones de otros países y dónde estamos también nosotros con nuestras propuestas estéticas; aunque muchas veces replicamos ciertas partes o ciertas corrientes, no importa. Pero también estamos aportando muchas propuestas desde nuestras trincheras y desde nuestro desarrollo, también del cine.

Entonces al cine revolucionario, clandestino habría que darle una identidad y expandirlo, exportarlo, mundializarlo o globalizarlo. Cambiaría el término de globalidad o de globalización por lo que Manuel Castells menciona, la glocalidad. Ya es un mundo local, somos una globalidad local, tenemos bien diferenciados nuestro lenguaje, nuestro comportamiento, etcétera. Es muy difícil que desconozcamos las características actuales de otra parte del mundo, la interconexión tiene esas ventajas y debemos aprovecharlas también para integrarnos, integrar todas las propuestas en esta glocalidad mundial.

Octavio Fraga: Esta es la última pregunta, además, te agradezco tu paciencia, pero me parece una pregunta importante. En nuestro país le damos mucha importancia a los valores culturales, a la identidad, a lo que nos hace cubanos, y sé que en México por supuesto también. Te pregunto, insisto en el tema de la estética ¿Crees que es importante o es útil el que haya una intencionalidad estética por parte del cineasta del país que sea para lograr un resultado narrativo, cultural, etcétera, en función del lector fílmico?

José Rivera Guadarrama: Sí, por supuesto, ahí el problema es que no podemos medir de inmediato cuáles son los resultados; es decir, cuando un director de cine o una productora de cine lanza una película con determinada temática pues no podemos medir el nivel de incidencia en ese sentido, y yo creo que las artes no tienen esa labor. Entonces la propuesta estética de nuestro continente, de nuestro país, pues es eso, exaltar cuáles son las condiciones de nuestra educación, de nuestra cultura, de nuestra política, de nuestro nivel socioeconómico incluso, y sobre todo —a mí me gusta eso— pensar siempre en una unidad de nuestro continente exaltando todas las riquezas naturales que tenemos, y hacerle frente, por supuesto, a otros continentes. Yo siempre voy a exaltar a mi continente, a mi continente americano, porque sin dudas unidos con todas las artes, podemos superar a otras propuestas estéticas contemporáneas, no sólo estéticas sino también políticas, educativas, ideológicas, etcétera.

Una propuesta de unificación estética sería relevante y estaría muy bueno lograr ese objetivo ¿Cómo podríamos integrar a todos los países? impulsando, digamos, de alguna manera, algún proyecto estético desde las distintas disciplinas, cine, literatura, etcétera, y ver cuál sería el resultado, no sería inmediato, por supuesto, ni siquiera sabemos predecir cuál sería el resultado, pero como continente yo creo que ese esfuerzo debe ser fundamental, e ir pensando cómo integrar. Insisto, esto que ustedes están haciendo es un gran esfuerzo también por integrar toda esa parte propositiva.

Octavio Fraga: Gracias, José. Bueno, nuestra gratitud por tu tiempo, has estado conversando una hora y dieciocho minutos con nosotros, en nombre del equipo de “Diálogos en reverso”, de la Unión de Periodistas de Cuba, te agradecemos tu tiempo, tu paciencia y tus ganas de aportarnos tus ideas, de compartirlas. Muchas gracias reiteradas desde La Habana.

José Rivera Guadarrama: Un abrazo a todos desde México también, y a todo el continente, seguimos.

Octavio Fraga: Un abrazo para ti, cuídate mucho.

José Rivera Guadarrama: Gracias, hasta luego.

Octavio Fraga: Hasta luego.

Leer más

La violencia contra las mujeres en México

Por Teresa C. Ulloa Ziáurriz

Tras unos días de conmemorar el Día Internacional contra la Violencia hacia las Mujeres y tras los 16 días de activismo contra esa violencia que es una campaña internacional anual que se inicia el 25 de noviembre, Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, y se extiende hasta el 10 de diciembre, Día de los Derechos Humanos.

En todos los países las colectivas y el movimiento feminista hemos preparado la marcha y la jornada. Y no es de extrañar que las jóvenes hayan tomado las calles y muestren su enojo, su rabia y su impotencia ante un gobierno omiso que no ha sido capaz de generar una sola política pública para prevenir los feminicidios.

Y a pesar de que la CEDAW y la Convención de Belem do Pará incluyen la trata y la prostitución como formas graves de violencia contra las mujeres, lo cierto es que estas formas y modalidades no se han reconocido como violencia contra las mujeres en la legislación mexicana.

Según la Declaración de las Naciones Unidas sobre la Violencia contra las Mujeres, de 1993, por «violencia contra la mujer» se entiende todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o sicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada.

Se entenderá que la violencia contra la mujer abarca los siguientes actos, aunque sin limitarse a ellos:

La violencia física, sexual y sicológica que se produzca en la familia, incluidos los malos tratos, el abuso sexual de las niñas en el hogar, la violencia relacionada con la dote, la violación por el marido, la mutilación genital femenina y otras prácticas tradicionales nocivas para la mujer, los actos de violencia perpetrados por otros miembros de la familia y la violencia relacionada con la explotación;…

Ahora bien, por cuanto hace a la Convención Americana para Prevenir, Sancionar la Violencia contra las Mujeres o Convención de Belem do Pará, ésta establece que los Estados Parte, entre ellos México, condenan todas las formas de violencia contra la mujer y convienen en adoptar, por todos los medios apropiados y sin dilaciones, políticas orientadas a prevenir, sancionar y erradicar dicha violencia y en llevar a cabo lo siguiente:

abstenerse de cualquier acción o práctica de violencia contra la mujer y velar por que las autoridades, sus funcionarios, personal y agentes e instituciones se comporten de conformidad con esta obligación;

actuar con la debida diligencia para prevenir, investigar y sancionar la violencia contra la mujer;

incluir en su legislación interna normas penales, civiles y administrativas, así como las de otra naturaleza que sean necesarias para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer y adoptar las medidas administrativas apropiadas que sean del caso;

abstenerse de cualquier acción o práctica de violencia contra la mujer y velar por que las autoridades, sus funcionarios, personal y agentes e instituciones se comporten de conformidad con esta obligación;

actuar con la debida diligencia para prevenir, investigar y sancionar la violencia contra la mujer;

incluir en su legislación interna normas penales, civiles y administrativas, así como las de otra naturaleza que sean necesarias para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer y adoptar las medidas administrativas apropiadas que sean del caso;

abstenerse de cualquier acción o práctica de violencia contra la mujer y velar por que las autoridades, sus funcionarios, personal y agentes e instituciones se comporten de conformidad con esta obligación;

actuar con la debida diligencia para prevenir, investigar y sancionar la violencia contra la mujer;

incluir en su legislación interna normas penales, civiles y administrativas, así como las de otra naturaleza que sean necesarias para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer y adoptar las medidas administrativas apropiadas que sean del caso.

Sin embargo, hasta el momento, nuestro país no cuenta ni con el Plan Nacional para Erradicar la Violencia contra las Mujeres, ni el Plan Nacional para Prevenir, Sancionar y Erradicar los Delitos en Materia de Trata de Personas, ambos previstos en el Plan Nacional de Desarrollo, de donde se desprende que no son prioridad, ni se encuentran en la agenda pública.

Y por qué es necesario mencionarlo, porque las cifras son alarmantes:

Hasta el mes de marzo de 2021, según datos oficiales, había registros de al menos 20,939 mujeres y niñas desaparecidas y no localizadas en México. Cada día se reporta la desaparición de 9 mujeres de entre 12 y 17 años en México. No existe un registro de las que pudieran ser víctimas de delitos en materia de trata de personas y no inician la investigación por delitos en materia de trata hasta que aparezcan, así que a ellas nadie las busca.

Ahora bien, por cuanto hace a violencia familiar, según el INEGI, en enero de 2021, la Ciudad de México abrió 2,301 carpetas de investigación (CI), lo que lo posicionó como el estado con mayor incidencia de violencia familiar en el mes, seguido por Estado de México, con 1,691, y por Nuevo León, con 1,258. Las llamadas por violencia familiar al número 911 han aumentaron durante la pandemia exponencialmente, sobre todo durante el confinamiento.

De 2015 a 2019, en nuestro país, se abrieron 66,865 carpetas por violación, y se estima que sucede una violación cada 10 minutos en el país, delitos que causan agravios y severos daños psicológicos y físicos a las víctimas.

Los feminicidios diarios en México se triplicaron de 2015 a 2020. Cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) confirman que en 2020 se registraron en promedio 10 feminicidios diarios en México, una tendencia que se ha mantenido desde el segundo semestre del 2018. Durante 2020, cerca de 3,700 mujeres han perdido la vida, víctimas de feminicidio, cantidad que incluye tanto lo que las Fiscalías tipificaron como feminicidio, así como las muertes violentas de mujeres.

Todos los días y en todas partes las mujeres son asesinadas.  Crímenes en situaciones de conflictos armados o guerras; en la calle, relacionados con violaciones o con el crimen organizado, la prostitución o la pornografía dura, que lleva a las mujeres que la practican a tratos crueles, inhumanos y degradantes, que incluyen el feminicidio; o cometidos por sus maridos, parejas, exparejas. Todos crímenes ligados a la sexualidad, en donde el factor de riesgo es ser mujer o niña. Y en esta tipificación también se invisibiliza la violencia que imponen los vientres de alquiler contra las mujeres gestantes, generalmente pobres y en condición de exclusión social.

Mientras que el concepto de violencia contra las mujeres tiene ya varias décadas, el de feminicidio es más reciente.  Y a mi manera de ver, se trata del concepto de genocidio, la intención de destruir total o parcialmente a un grupo, en este caso, las mujeres y las niñas.

Esta realidad indica el carácter social y generalizado de la violencia basada en las desigualdades entre mujeres y hombres.

También cuestiona los argumentos que tienden a disculpar y a representar a los agresores como “locos” o a concebir estas muertes como “crímenes pasionales” o bien, a atenuar su importancia en el caso de situaciones de conflicto o guerra.

Tanto el concepto de “violaciones en la guerra” como el de “crimen pasional” perpetúan la idea de que el criminal actúa poseído por fuerzas exteriores, inmanejables por él —el amor, la pasión, la venganza—, que la situación lo sobrepasa, que ha cometido actos que no controla, o muchas veces, que son justificados en el marco de otros crímenes.

El feminicidio debe ser comprendido en el contexto más amplio de las relaciones de dominio y control masculino sobre las mujeres, relaciones naturalizadas en la cultura patriarcal, en sus múltiples mecanismos de violentar, silenciar y permitir su impunidad. Y así como la sociedad disculpa; quienes interpretan las leyes, también disculpan.

Algunos de esos crímenes, como los que se dan en el marco de las relaciones personales, en los feminicidios íntimos, son disculpados con el argumento de la emoción violenta, la pasión, etc. Esta situación no hace más que reforzar la impunidad de los femicidios.

En consecuencia, hasta tanto no se haga visible y se comprenda su gravedad, no habrá sanción efectiva.

Según el estudio realizado por la Comisión Especial de Feminicidios del Congreso Mexicano, que encabezó la Dra. Marcela Lagarde y de los Ríos, 1,205 niñas y mujeres fueron asesinadas en todo el país en 2004, según cifras del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, hoy se habla de 3,700 en el 2020, aunque según cifras oficiales son un poco menos de 1,000 y más de 2,800 mujeres asesinadas violentamente y cada 4 minutos una mujer o niña es violada.

Como dijo Doña Marcela Lagarde y de los Ríos, las niñas y las mujeres asesinadas en México tienen distintas edades, pertenecen a todas las clases sociales y estratos socioeconómicos, aunque la mayoría son pobres o marginales; algunas fueron mujeres ricas, de clase alta…; el abanico abarca analfabetas, con estudios básicos, otras más eran estudiantes, técnicas, universitarias, postgraduadas y con excelencia académica, aunque la mayoría tenía pocos estudios.

Eran: desconocidas, conocidas, cónyuges, parientas y amigas; había entre ellas solteras, casadas, ex esposas, unidas, novias, ex novias, hijas, hijastras, madres, hermanas, nueras, primas y suegras, vecinas, empleadas, jefas, subordinadas, … la mayoría eran niñas y mujeres de esfuerzo, trabajadoras formales e informales; … ciudadanas de a pie, activistas, políticas y gobernantes, casi todas eran mexicanas y, entre ellas, algunas  tzotziles como las Lunas de Acteal, otras rarámuris, otras más nahuatls; algunas eran extranjeras…

A la mayoría las asesinaron en sus casas, de las otras no se sabe dónde…; algunas tenían huellas de violencia sexual, en la mayoría de los cuerpos no hay rastro; algunas estaban embarazadas; otras eran mujeres con discapacidad.

Algunas fueron encerradas, otras secuestradas, todas fueron torturadas, maltratadas, atemorizadas y sufrieron humillaciones; unas fueron golpeadas hasta la muerte, otras estranguladas, decapitadas, colgadas, acuchilladas, balaceadas;… todas estuvieron en cautiverio; aisladas y desprotegidas, aterradas, vivieron la más extrema impotencia de la indefensión; todas fueron agredidas y violentadas hasta la muerte; algunos de sus cuerpos fueron maltratados aún después de haber sido asesinadas. La mayoría de los crímenes está en la impunidad.

Por eso es necesario que se emprendan acciones para la prevención, que son menos caras que las acciones de protección y asistencia. Lo que significa que es necesario un mayor esfuerzo para detener esta otra terrible pandemia contra el 52.7% de la población.

Por eso creo que durante el proceso de socialización debemos entender que las niñas y los niños aprenden por el ejemplo, por eso decimos que si crecen en un hogar donde el padre golpea a la madre, los niños van a aprender que así es como los hombres deben tratar a las mujeres y las niñas van a aprender que así las deben de tratar.

Además, hay que educar en igualdad, con respeto, sin perpetuar estereotipos de superioridad de los hombres e inferioridad de las mujeres.

Por otro lado, se debe exigir a los medios masivos de comunicación y al sector de la mercadotecnia que erradiquen los mensajes que normalizan la violencia contra las mujeres, las que las colocan como responsables del cuidado de la casa y las hijas e hijos o bien su objetivización y sobresexualización.

Habría que diseñar materias en todos los niveles escolares dedicadas a la promoción de la igualdad entre mujeres y hombres y a erradicar la violencia contra las mujeres.

Campañas masivas para provocar el repudio social a todos los tipos y modalidades de violencia contra las mujeres, al fin y al cabo todas y todos tenemos una madre, una hermana, una hija o una esposa.

Reducir los niveles de impunidad de los delitos de violencia contra las mujeres y las niñas.

Y en medio de esta pandemia de violencia contra las mujeres y feminicidio, además tenemos que enfrentar la violencia y censura que ejerce el queerismo sobre las mujeres, la invisibilización a la que nos quieren condenar, que incluso hoy están proponiendo que se eleve a nivel constitucional la discriminación por género y el reconocimiento a la identidad de género autopercibida. Una batalla más que promueve la violencia machista.

Tomado de: Tribuna feminista

Leer más

Violencia de género, pandemia devastadora

Por La Jornada

El Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y la Niña se conmemoró ayer (25 de noviembre) en todo el mundo con manifestaciones públicas y llamados a poner fin a este flagelo que amenaza a mujeres, adolescentes y niñas sin distingo de condición socioeconómica, nacionalidad, etnia o nivel de estudios. En México, además de los reclamos transversales del movimiento feminista en todo el orbe, los actos de protesta estuvieron marcados por la crisis de desapariciones forzadas y feminicidios, por lo cual fueron precisamente las madres y familiares de víctimas de estos crímenes quienes encabezaron la marcha que tuvo lugar en la capital del país.

La ubicuidad de esta violencia se explica por sus múltiples orígenes y por su inocultable carácter estructural: la minusvaloración y cosificación de las mujeres es cultural, social, económica, familiar, política; se encuentra enquistada en nuestras concepciones del mundo y en no pocas ocasiones es consagrada en el marco legal. Como destacó la Organización de Naciones Unidas (ONU), la violencia contra las mujeres constituye una verdadera pandemia con devastadores efectos sobre más de la mitad de la humanidad: según recoge el organismo, una de cada tres mujeres ha sufrido violencia en algún momento de su vida, por lo que puede caracterizarse como “una de las violaciones a los derechos humanos más graves, extendidas, arraigadas y toleradas en el mundo; se manifiesta de múltiples formas y en diversos ámbitos —públicos, privados e incluye los espacios digitales— y trasciende todas las fronteras”.

Este panorama global es inadmisible, pero resulta incluso más desalentador constatar que nuestro país se encuentra por encima de la media en los indicadores de agresiones contra las mujeres: aquí, son dos de cada tres mujeres quienes han sufrido algún tipo de violencia a lo largo de sus vidas, y de enero a septiembre de este año 10.5 mujeres han sido asesinadas cada día. Además, es sabido que estas cifras están sujetas a un considerable subregistro, por lo cual puede afirmarse que prácticamente no hay mujer que no haya sufrido alguna forma de misoginia.

Por lo dicho, debe entenderse como una de las tareas más urgentes de la sociedad actual atacar todas las expresiones de violencia contra las mujeres desde cada uno de los frentes de responsabilidad: hay una parte, no menor, que corresponde a las autoridades gubernamentales, pero también hay obligaciones para el mundo empresarial, las iglesias, las familias, los docentes, las figuras públicas y todos los sectores sociales. Para ello, resulta fundamental construir consensos y traducirlos, de manera tan inmediata como sea posible, en acciones concretas en todos los medios: desde las adecuaciones legales pertinentes, pasando por las modificaciones institucionales requeridas —sobre todo, en el Poder Judicial— para que los cambios en las leyes no se queden en el papel; hasta las transformaciones inaplazables en los ámbitos educativo, de salud, de cultura, laboral, familiar y en las más elementales normas de convivencia. En este esfuerzo, será crucial detectar y desmontar las estructuras económicas que propician la violencia contra las mujeres, así como atender a la queja generalizada de que los aparatos de poder no las escuchan.

Por último, no puede soslayarse que las expresiones de violencia sin sentido como las que se repitieron en las marchas de ayer se encuentran en las antípodas de lo que se requiere para la construcción de consensos y el efectivo desmantelamiento del clima opresivo para las mujeres, y que, lejos de concientizar sobre la situación, enajenan el apoyo social necesario para cualquier avance sustantivo. Tales acciones, que no son exclusivas de los actos de denuncia de la violencia machista, adquieren en este caso un cariz tristemente paradójico por tener entre sus víctimas a otras mujeres, las policías que acuden a realizar su trabajo de protección, tanto de las manifestantes como del patrimonio público y privado.

Tomado de: La Jornada

Leer más

Desaparecidos

Foto: El Mañana

Por Jorge Carrillo Olea

Es posible asegurar que no hay dolor humano más cruel que el causado por una desaparición. Cualquiera que fuera su forma y final, se sufre emocional y físicamente por el agudo sentimiento de frustración e impotencia que hunde ante la fuerza bruta de los captores.

Aun cuando la víctima consiga resistir durante el tiempo de su cautiverio, la huella dolorosa del agravio será eterna. La desaparición puede terminar con la liberación, el rescate o la muerte, pero sus efectos sicológicamente destructivos serán permanentes.

Tormento adicional para los ya de por sí abatidos deudos es imaginar los posibles sufrimientos por torturas a los que podría estar siendo sometida la víctima. Es frecuente que se prive a las familias de un cuerpo que llorar, de información, incluso de la simple certeza, y de cierto consuelo si se llega a conocer la muerte del ser querido. Y ahí se inicia otro infierno: la identificación y disposición del cadáver.

El sufrimiento inicial de los deudos dura hasta la localización de la persona o personas desaparecidas; en otros casos se mantiene con el conocimiento de la muerte, aunque quizá con un amargo alivio si el cadáver se recupera. En cualquier caso, el dolor nunca concluirá.

El allegado a un desaparecido padece, pues, eternamente, ya que la secuela traumática es una herida profunda que no cierra, o que se reabre cada día tal vez sostenida por vanas ilusiones.

Las causas de las ausencias son en la mayoría de los casos actos criminales. Otras personas desaparecen accidentalmente por sucesos inesperados, como una inundación, incendio o naufragio. También hay quienes se esfuman voluntariamente buscando una nueva vida.

México se acerca a una cifra nefasta: 100 mil personas desaparecidas o no localizadas, según la Comisión Nacional de Búsqueda, organismo que, asegura, lleva este registro desde 1964. Hasta 1984 la respuesta gubernamental al problema era meramente política, en tanto que el ejecutor de acciones criminales, entre éstas las torturas y desapariciones, se encontraba dentro del mismo gobierno: la Dirección Federal de Seguridad, de tenebroso récord.

A partir de 1984 la atención tomó perfiles humanitarios. En trabajo conjunto con organizaciones sociales, de las que el Comité Eureka, de Rosario Ibarra, sería el mejor ejemplo, se logró devolver serenidad, principalmente a numerosas madres. La base conjunta de nombres de desaparecidos era de poco más de 400 casos; aquello sobre los que hubo una buena o mínima resolución para las familias fueron escasos.

Por desgracia, poco a poco se identificó que muchos casos eran desapariciones definitivas. El Comité Eureka, fiel a sus principios, nunca lo aceptó. También se llegó a ubicar a reclusos internados con nombres falsos a quienes lógicamente se buscaba con su verdadera identidad, lo que hacía difícil su localización.

Años después, a partir de 1989, se volvió a la visión policiaca, aunque aderezada sólo con leves esfuerzos oficiales, más que nada de simulación. Vestía mucho el título del puesto relativo a la atención de los derechos humanos, pero el resultado fue escaso. Es teniendo en la memoria aquellas lamentables inercias del pasado que hoy se aplaude el compromiso presidencial de redefinir metas y protocolos de trabajo en la materia.

Para ello se confió en Alejandro Encinas nombrándolo subsecretario de Gobernación. Es funcionario de gran prestigio, sensibilidad y experiencia. De tres años de trabajo en favor de derechos humanos, su voz acepta que el rendimiento es aún insuficiente; lo reconoce con integridad que alienta. Como triste logro, ya están a la vista decenas de fosas clandestinas, cientos de cadáveres anónimos y cientos de criminales impunes.

Es posible escribir así porque el subsecretario, con su entereza, lo estimula. Son verdades que se deben revelar pese a lo que demuestran: dolor humano, criminales sin castigo y autoridades federales, estatales y municipales irresponsables.

Se están revelando amargas realidades que describen la magnitud y complejidad de un problema casi abandonado por autoridades anteriores. Sólo aquellos que no han vivido en carne propia los sufrimientos señalados no entenderán los alcances de este drama.

Los ausentes y sus deudos no son simples números; se trata de seres humanos invadidos de dolor e incertidumbre. De cada desaparecido, siempre es esperado su retorno. Es una historia de sufrimiento y esperanza.

Recién ha venido a México el Comité de Naciones Unidas contra las Desapariciones Forzadas, ante el que Alejandro Encinas, después de informar de logros e insatisfacciones, explicó que “se está construyendo un nuevo paradigma en materia de las políticas públicas y de las responsabilidades del Estado para enfrentar esta crisis, que no hemos podido superar pero que estamos empeñados en que el Estado mexicano cumpla con su responsabilidad”.

Ojalá que las tan reiteradas noticias sobre crímenes de este orden sigan alertando a la comunidad. Ojalá que las informaciones amargas no insensibilicen a quien las conozca, lo que sería terrible para la armonía humana. Ojalá no se genere un sentimiento de normalización ante el fenómeno, lo que significaría renunciar a valores humanitarios esenciales. Ojalá no perdamos respeto por quien sufre ni perdamos la esperanza de alivio.

Tomado de: La Jornada

Leer más

Utopías y distopías: las revistas de cine en México

Revista Cine Toma (Portada)

Por José María Espinasa

Atento al acontecer cultural de nuestro país, acaso soñando con utopías o temiendo distopías, el autor de este artículo se pregunta con legitimidad sobre una de tantas paradojas de estos tiempos: “Ahora que abundan los festivales cinematográficos de toda laya, ¿qué revistas de cine en papel puede leer el espectador mexicano?”

*****

Al escribir en una entrega anterior sobre la relación entre cine y literatura el tema se me impuso. Hay frases que uno no recuerda dónde las leyó y que quedan resonando en la memoria. “Todo lo pensamos entre todos” es una hipótesis extraña que, supongo, leí en algún libro de difusión científica, espacio en el que actualmente es un hecho de claridad meridiana: la ciencia actual se trabaja en equipo. Es, sin embargo, más interesante el asunto cuando esto ocurre sin planificación ni organización, un poco por casualidad, pero ya sabemos que la casualidad no existe. Así, hace unos años se empezó a poner de moda la palabra distopía, algo así como la utopía negativa o vuelta del revés, no algo que se deseaba sino aquella realidad terrible a la que lo deseado nos lleva: el mundo feliz que se revela universo concentracionario o la búsqueda de la libertad que erige dictaduras de larga duración. Y así, por azar, encontré en el número 52 de la revista Cine Toma, la siguiente cita de Fernando Birri: “La utopía está en el horizonte y si está en el horizonte yo nunca la voy a alcanzar, porque si camino diez pasos la utopía se va a alejar diez pasos, y si camino veinte pasos la utopía se va a colocar veinte pasos más allá, o sea que yo sé que nunca la alcanzaré. ¿Para qué sirve? Para eso, para caminar.”

Suelo decir a mis alumnos de edición que las revistas de cine son un fenómeno paradójico en un país como México. No sólo no abundan sino que al universo fílmico, en especial a la industria, no le son simpáticas: no quieren que se hable de cine sino que la gente vaya a verlo o lo consuma en plataformas. Grave error, pues eso adelgaza la densidad de la experiencia y el espectador iletrado abandona mucho más fácilmente la costumbre de ver películas que el espectador preparado. Así, la notable Cine Toma, revista hermana de Paso de Gato (de teatro) murió hace unos tres o cuatro años al perder la publicidad gubernamental y no tener publicidad privada. Ahora que abundan los festivales cinematográficos de toda laya, ¿qué revistas de cine en papel puede leer el espectador mexicano? Si está suscrito a alguna de otro país o en otro idioma tiene suerte. ¿Mexicanas? Actualmente creo que no hay (aunque no estoy seguro del todo, no sé si Estudios Cinematográficos, de la UNAM, sigue saliendo). En la web hay algunos portales que se puede consultar. Algo similar ocurre con el mundo de las artes plásticas: hay ferias, museos, galerías y una pintura de alto nivel y no hay revistas de reflexión sobre arte. Hay que vender los cuadros, dicen, no pensar sobre ellos.

En ese camino, las revistas culturales impresas se vuelven utopías y sirven, como dice Birri, para caminar. También las distopías, por eso la idea ha encontrado suelo fértil en el terreno editorial. Y por eso nacen nuevos proyectos editoriales con una frecuencia que las leyes del mercado no sólo no pueden explicar, sino que no pueden tolerar. Por eso también uno suele leer revistas de hace cinco, diez o cien años, pues el concepto de actualidad que despliegan es totalmente distinto de esa idea efímera del momento, y si esto sucede con las de cine o teatro, cuantimás con las literarias. Una de las distopías más frecuentes es aquella en que la literatura y la lectura han desaparecido, se las prohíbe –como en Fahrenheit 451– o se les combate en el mercado. Y si el libro encontró hace más de quinientos años, en la imprenta, un vehículo para pluralizar y difundir el hábito de la lectura, hoy la técnica es su principal enemigo y los avances digitales, al solucionar problemas como el alto costo o la distribución, lo que la están volviendo es prescindible. Se me dirá que nunca se lee más que ahora, pero nunca se ha leído con tan poca profundidad.

El medio cinematográfico está buscando un regreso impetuoso de la pandemia: festivales en abundancia, noticias en la red, buenas ideas en marcha –como la nueva sede de la Cineteca Nacional en la Cuarta Sección de Chapultepec– y en ese contexto hay que pensar las razones del porqué la industria cinematográfica no apuesta y no le interesa la creación de una densidad cultural en ese ámbito. La poca publicidad que tenía Cine Toma venía del Estado, no de la industria, y al acabarse la revista no pudo seguir saliendo (en contraste, con un esquema reducido a tiempos de pandemia, Paso de Gato sobrevivió). En el pasado, las revistas de cine o estaban apoyadas directamente por el Estado o por la universidad; los intentos independientes fueron pocos y efímeros. En otros países el crecimiento industrial y comercial del cine tiene también una base cultural en revistas y colecciones de libros, centros de investigación y experimentación. En México, insisto, abundan los festivales de cine y, sin embargo, no hay cultura fílmica escrita, pese a contar con una nueva generación de críticos y ensayistas notables en ese ámbito. Es algo similar a la paradoja editorial: muchas ferias del libro en un país de bajo índice de lectura. ¿Es una utopía que pudiera volver a salir Cine Toma? ¿Lo es pensar que el momento es ideal para el surgimiento de otras propuestas editoriales sobre cine?

Tomado de: La Jornada Semanal

Leer más

La liberación de la censura: cine porno mexicano de los 90

Fotograma del filme Garganta profunda (Gerardo Damiano, 1972)

Por Rafael Aviña

El cine porno, ese cine de la clandestinidad y lo prohibido: delirio fílmico extremista, donde los genitales se convierten en los verdaderos protagonistas y las secreciones oscilan entre la simple escenografía y la inesperada vuelta de tuerca climática, con una cámara que alardea buscando nuevos ángulos para capturar el mayor número de malabarismos orales, acrobacias sexuales y todo tipo de penetraciones. Un género que daría un salto importante con los célebres nudies de los años cincuenta a partir de personalidades como el cineasta independiente estadunidense Russ Meyer, responsable de The Inmoral Mr. Teas o Vixens, así como la desnudista y actriz porno adolescente Candy Barr, quienes prepararían el camino para la época de esplendor del género, al liberarse la pornografía fílmica en la década de los setenta en Estados Unidos, tal y como se aprecia en el interior de las tramas de un par de obras mayúsculas: ¿Dónde está mi hija? Hardcore (Paul Schrader, 1979) y Taxi Diver (Martin Scorsese, 1976), escrita por el propio Schrader.

No obstante, esa etapa dorada del cine porno en Estados Unidos llegaría a México hasta el inicio de los noventa, cuando la Dirección de Cinematografía decide liberar la censura y autoriza un circuito especial de cines porno sin restricciones. El primer indicio fue la brevísima exhibición de Calígula (1979) el clásico del director italiano Tinto Brass, producida por la revista Penthouse, protagonizada entre otros por Malcolm McDowell, Peter O’Toole y Helen Mirren, estrenada pocos días y con un amparo legal por Gustavo Alatriste, en el Estado de México. Y ahí quedó todo. Sin embargo, en junio de 1993, Cinematografía permite el estreno en salas comerciales –entre ellas el cine Arcadia– de la película Paprika (1991) del mismo Tinto Brass, que mostraba no sólo los generosos pechos de Deborah Caprioglio, su bella protagonista, sino una escena de lluvia dorada; el público que acostumbraba a asistir a estas funciones para vociferar desde la oscuridad toda clase de improperios, se quedó mudo y helado; era la primera ocasión que una escena así se veía en las pantallas mexicanas…

En el principio fue Calígula

No obstante, la barrera de lo prohibido se quebró en definitiva semanas después, con la exhibición de Instintos sensuales/Bella e porca… prácticamente insaziabile (1991) del italiano Alex Perry, un indudable filme XXX con toda la parafernalia gráfica del porno, lo que daría pie al estreno normal en el Auditorio Plaza de Gustavo Alatriste de Calígula y otras más, como Esposa de día, amante de noche, del mismo Perry. No sólo eso, después de tantos tabúes, celo y ocultamiento, se derrumbaban por completo los obstáculos de la carne y la censura y se estrenaría con veinte años de retraso un filme considerado piedra de toque del género: Garganta profunda/Deep Throat (1972) de Gerardo Damiano, cinta sin ambiciones y más bien fallida, que se trastocaría en el gran éxito de taquilla del cine porno, protagonizada por Linda Lovelace, la primera diva del hardcore.

Por cierto, luego de Deep Throat, Damiano consiguió otro clásico del género: El diablo y la señorita Jones (1973), que mezclaba rituales eróticos y apuntes dizque filosóficos sobre la muerte y el placer, la soledad y la incomunicación, a partir de la historia de Justine Jones (la increíble Georgina Spelvin) y su trayectoria hacia el infierno, que inicia con sus impulsos por la masturbación, seguidos de un enorme apetito sexual y frustración erótica, para ser finalmente condenada a la eternidad sin sexo…

Alegorías involuntarias

Por supuesto, el cine pornográfico mexicano aportaría elementos patéticos a esa liberación sexual de los años noventa, en una supuesta era del destape, acorde con los lineamientos de la política moderna que se vivía en esa década, en donde cabía un cine mexicano con clasificación XXX, capaz de mostrar el evento genital en todas sus posibilidades, superando en apariencia aquellos cortos clandestinos del período silente como Chema y Juana, Mamaíta, Tortillas calientes o El sueño de Fray Vergazo, entre otros, en un instante que, lejos de aprovechar la apertura de la censura, respondería con una de las producciones más raquíticas del cine hardcore nacional. En efecto, faltaba la contribución mexicana a ese género de las fantasías íntimas y las secreciones.

En un principio, empezaron a circular en los puestos callejeros de aquellos años noventa, videos con la leyenda: “Pornografía mexicana”; se trataba de hardcore malechote, maquilado en la frontera y con actores latinos. Después, hacia 1993, cuando la censura permitió el porno en circuitos específicos (cines, Teresa, Savoy, Venus, Ciudadela y otros), surgirían un par de tímidos intentos de pornografía nacional heterosexual: Las profesoras del amor y Traficantes de sexo, ambas dirigidas por Ángel Rodríguez Vázquez.

La primera de ellas, en cuyos créditos se aprecia el nombre del director como Gabriel Vázquez, se exhibió en salas de cine en aquel 1993, aunque fue realizada en 1987, para poner el toque folclórico al cine de la calentura sin tapujos. Heredera de las sexycomedias del sexenio de José López Portillo (Las cariñosas, Bellas de noche, Las del talón y más), se trata de la primera cinta de pornografía dura de largometraje con felaciones, penetraciones y otras rutinas típicas del subgénero mostradas a cámara. Ejemplos de un cine obsceno, de sexualidad explícita y, sobre todo, despojadas de cualquier asomo de erotismo; una mera exposición genital de lo más paupérrimo y una curiosa muestra de humor surrealista e involuntario, en la que se mezclaban luchadores y masajistas.

Su segunda película porno, Traficantes de sexo (1993), por parte de un autor de cintas como El fuego de mi ahijada (1978), Las nenas del amor (1981), Lo negro del Negro (1984), o Las paradas de los choferes (1988) que causaron inquietud en los responsables de autorizar su clasificación en su momento, aparentaba una intención de supuesta denuncia sobre la prostitución y el sida (¡válgame Dios!). Los socios, Alfonso y Jorge, observan ocultos a las hermanas guerrerenses Lucy y Mary, quienes se bañan en un río: ellas han sido elegidas para su negocio de prostitución en la capital. Más tarde, entre platos de longaniza en salsa roja y copas de mezcal, aquellos y las robustas hermanas protagonizan una gruesa e involuntaria secuencia de sexo escatológico: “Estamos dispuestas a todo, con tal de salir de la rutina de provincia”, dicen.

Se trata de una suerte de versión hardcore en tono alivianado de Espejismo de la ciudad (Julio Bracho, 1975) y/o Del rancho a la capital (Raúl De Anda, 1941), cuyos protagonistas son en realidad actores de tercera y cuarta categoría, o verdaderas mujeres “del oficio”. Aquí, los genitales de hombres y mujeres se convierten en las verdaderas estrellas de un filme que, en lugar de elegir la sátira o la parodia, se inclina por una absurda trama melodramática, para sumarse temáticamente desde la sudorosa esquina del porno a filmes como Amor que mata (Valentín Trujillo, 1994) y/o Bienvenido-Welcome (Gabriel Retes, 1994). Lo que pudo ser un recorrido por el inframundo del cabaret y la prostitución –de ahí proviene buena parte del reparto–, es desechado en aras de una complacencia bastante primitiva.

De hecho, no existe una sola toma bien iluminada, lo que va en contra de la propuesta: vender carne y fantasía hormonal. A su vez, lo que mejor ilustra su torpeza sensual es la falta de maquillaje en sus ¿actores?, lo que deja al descubierto acné, granos, manchas e incluso piquetes de moscos. Por último, una incógnita digna de un estudio psicológico: como suele suceder en toda cinta porno nacional, las erecciones son mínimas y las eyaculaciones a cámara (el llamado money shot que el género exige) no existen. ¿Vergüenza, subdesarrollo fílmico para variar, o una profunda alegoría sobre la represión que los mexicanos padecían en aquella década?

No obstante, faltaba su contraparte: el porno gay, uno de los tabúes del cine erótico en nuestro país que inauguraba en apariencia un filme rodado en video digital producido y editado por Laars Robledo y dirigido por Summer Gandolf, pseudónimos de un entusiasta equipo que buscaba proyección en un mercado de gran potencial en esos momentos. Nominado a Mejor Guión en el Festival Heat Gay de Barcelona, Sexxxcuestro (2001), rebasaba las expectativas del que era, en ese año, el nuevo drama gay de Jaime Humberto Hermosillo, Sexxxorcismos (2001), al franquear la barrera entre erotismo soft y pornografía dura. No obstante, lo hacía de manera mediocre y elemental a través de una colección de situaciones hardcore del cine gay.

Más allá del impacto de la cultura homosexual de aquel tiempo, un espacio logrado a pulso a pesar de la censura y el bloqueo, Sexxxcuestro estaba muy lejos de trastocarse en un icono gay. El valor del filme era meramente comercial, a partir de una anécdota simplona que se pretendía original: un joven es secuestrado y después mantiene escenas de sexo con sus captores y un policía que ha ido a buscarlo, para finalizar en una orgía a la que se suma el padrino del primero. Es cierto que los aspectos técnico y formal estaban cuidados; no obstante, esta historia con escenas que envidiaría Linda Lovelace no pasa de ser un porno como cualquier otro, el generado entonces por una efímera industria que intentó de manera fallida renacer de entre sus cenizas y secreciones…

Tomado de: La Jornada Semanal

Leer más

Ninón Sevilla: la rumba en libertad

Ninón Sevilla ​​ fue actriz de cine y televisión, bailarina, vedette y rumbera cubana-mexicana de la Época de Oro del cine mexicano. (1921-2015)

Por Sender Escobar

Edith Piaf llegaba a México por primera vez. En la recepción de bienvenida alguien le preguntó:

― Madame, ¿qué le gustaría conocer de México?

― A Ninón Sevilla ―respondió la autora de La vie en rose―.

Criada por su abuela, la niña educada en una escuela de monjas quiso consagrarse a la religión como misionera, pero transformar el sonido de la música en movimiento fue una pasión más fuerte. A escondidas de su familia, comenzó a bailar en los cabarets de la efervescente Habana nocturna.

Emelia Pérez Castellanos decidió llamarse Ninón Sevilla. Con su nombre artístico homenajeaba a otra mujer que en la Francia del Rey Sol Luis XIV rompió con los cánones de una época y su entorno, la escritora: Ninon de Lenclos, a quien Emelia admiraba por su vida y obra literaria.

Su talento para el baile comenzó a ser llamativo para varios productores y en el escenario del Teatro Martí formaría parte de los espectáculos de los comediantes Leopoldo Fernández “Tres Patines” y Mimí Cal Nananina.

“(…) Toda la tenuidad de la atmósfera y la riqueza de las montañas y las magias de luz con que el centro del continente abrió su seno la virgen madre de América (…)”, Escribiría el Apóstol sobre los paisajes de México, a donde llegó Ninón en 1946, país que se convertiría en su hogar a partir de entonces, contratada por el productor boricua Fernando Cortés para actuar en la compañía del Teatro Lírico de Ciudad de México.

Su debut musical en Guadalajara superó en aplausos del público a una de sus compañeras de espectáculo, la argentina Libertad Lamarque. La presencia escénica de la joven rubia de 25 años y llamativa figura no fue indiferente para Pedro Arturo Calderón, dueño Producciones Calderón, donde Ninón haría su entrada al cine en pequeños roles en las películas Carita de cielo, Pecadora y Señora Tentación.

Las cámaras de un cine que vivía su esplendor encuadraron a una cubana que formaría parte de una época en la que la música era centro de los argumentos cinematográficos. La bailarina sería protagonista por primera vez en el filme de Alberto Gout Revancha, junto al popular compositor Agustín Lara. A partir de entonces Ninón marcaría un hito de sensualidad y rítmica en las producciones cinematográficas mexicanas.

El cine de rumberas alcanzaba su esplendor; María Antonieta Pons, Rosa Carmina, Amalia Aguilar y ella, todas cubanas, dueñas de explosividad y magnetismo, danzaban con la música de la tierra donde nacieron, lo que permitió la internacionalización y popularidad de los géneros musicales surgidos en la Mayor de las Antillas.

Un talentoso compositor cubano, Dámaso Pérez Prado, llegaba a México ayudado por la actriz, quien rentó el Teatro Margo en la capital para estrenar un nuevo ritmo, que tuvo como cantante escogido para la ocasión a un cienfueguero llamado Benny Moré. El contagioso mambo tuvo su introducción cinematográfica por Ninón como bailarina del nuevo ritmo y el chachachá corrió igual suerte en las películas que protagonizaba. Cuba y su música no dejaron de estar presentes en el trabajo artístico de la habanera.

Sus películas rompían récords de taquilla en países como Brasil y Francia, donde fue elegida como la dueña de las piernas más hermosas del cine, en competencia con Marlene Dietrich y Ginger Rogers. Años más tarde en el país galo Ninón recibió alabanzas del director francés François Truffaut, al llevar la danza a una dimensión mayor como arte.

Ninón no solo fue un ícono de la sensualidad de la época, también representó un símbolo de la liberación femenina ante los estigmas puritanos de la sociedad, al provocar con danza y actuaciones a la censura de entonces, que ejercía bajo los conceptos de un moralismo decadente.

Retirada de la pantalla grande cuando su género predilecto, el cine de rumberas, perdía notoriedad, sus últimas apariciones artísticas de esa primera etapa fueron en el cine español con la película Zarzuela 1900 y en la puesta teatral de Jean Paul Sartre: La puta respetuosa, cierre audaz de Ninón cuando el físico y el baile no podían ser los atractivos principales.

Sin embargo, el silencio mediático de la actriz se rompería cuando retornó al cine en la película Noche de carnaval, en 1984, con la que obtuvo un premio Ariel de actuación. Desde entonces abarcó los géneros televisivos y teatrales con la misma fuerza que cuando se iniciara en el cine como actriz y bailarina. La película Rumbera caliente constituyó su despedida definitiva del séptimo arte en 1989.

Ninón Sevilla y el paradigma que representaba su obra no pasó desapercibido para la Academia Mexicana de Cine y la cultura de ese país. Reconocida en el 2009 con el premio Diosa de Plata “Dolores del Río” por su trabajo y contribución al mundo artístico, la actriz, aún emocionada por la recepción del público que aplaudía de pie en el momento de la premiación, respondió en una entrevista poco tiempo después: “Sigo siendo muy cubana”.

Más que una bailarina que hizo de la rumba su bandera de libertad, su esencia cubana y consagración en tierras mexicanas a través de la danza como idioma universal, Ninón Sevilla descifró la mística de su triunfo en una frase: “Los pueblos son los que hacen a los artistas”.

Tomado de: Cubacine

Leer más

El arte de la voz

Carmen Donna-Dío fue una actriz de doblaje y bailarina cubano-mexicana. (1921-2005)

Por Sender Escobar

Existen frases de personajes de ficción que permanecen grabadas en el imaginario popular. Parte de la magia reside en la entonación y acento de quien ha logrado tal efecto. El mundo del doblaje y la interpretación oral tiene en su historia hechos tan singulares como trascendentes.

En 1938, durante la Noche de Halloween, el actor Orson Welles narraba en directo por la radio estadounidense un capítulo de La Guerra de los Mundos, del escritor inglés H.G Wells. El futuro director de El Ciudadano Kane anunció que el planeta tierra era invadido por los marcianos. La falsa noticia causó verdadero pánico entre la población, que salió a la calles para escapar, mientras otros llamaban incesantemente a las estaciones de policía de Nueva Jersey y Nueva York.

La dramatización tan veraz del hecho, ante las quejas de la prensa, provocó que al día siguiente Welles pidiera disculpas, aclarando que solo era una broma como parte de la obra radial.

La singularidad de una voz también ha constituido el legado de artistas cuando su arte declinaba ante la pérdida de popularidad y baja calidad de sus trabajos.

El actor mexicano Germán Valdés Tin Tan había caído en una espiral de fracasos cinematográficos que a la postre lo llevarían también a una delicada situación económica. Sin embargo, dos producciones animadas de Disney: El libro de la Selva y Los Aristogatos, donde realizó el doblaje e interpretó los temas musicales del oso Baloo y el gato Tomás O´Malley, fueron sus últimos trabajos exitosos con diálogos y canciones inolvidables.

Cuba, país donde surgió la radio novela, posee en su historia no solo grandes del teatro y las cámaras. La voz como único instrumento ha tenido en artistas como Aníbal de Mar o María Valero intérpretes únicos de los personajes creados por Felix B. Caignet para las series Chan Li Poo y El Derecho de Nacer.

Cuando iniciaron los primeros trabajos en México para llevar las producciones en inglés al público castellano, una cubana: Carmen Donna-Dío (1921-2005) fue pionera de la historia del doblaje latinoamericano. Hoy cumpliría 100 años una habanera de voz multifacética, que dio vida a través del sonido a personajes únicos del cine y la televisión.

Bautizada como María del Carmen Donna-Dío Rodríguez, el ambiente artístico hogareño fue una influencia indiscutible en su vocación. A los 17 años emigra a México con su familia e inicia su vida artística en el país azteca como acompañante de guitarra de su padre, un reconocido concertista, en el programa de radio Cuerdas y Guitarras.

Su interés por la actuación es continuo y recibe clases de dicción y dramaturgia con maestros particulares. Gracias al aprendizaje y el timbre grave de su voz, es contratada en varias emisoras como protagonista de series radiales, casi siempre en roles antagónicos.

Olga Donna-Dío, también actriz de doblaje e hija de Carmen, relata que su madre muchas veces fue sacada de los estudios tras cada capítulo de la radio novela Corona de Espinas con una fuerte custodia policial, pues el público furioso que no conseguía separar la ficción de la realidad, esperaba por ella para enfrentarla.

En 1950 forma parte de la generación que fundó la televisión mexicana y comienza a trabajar como actriz y presentadora en programas de comedia. En el mismo año, Disney establece un convenio con la compañía Estudios Churubusco para el doblaje al español de sus películas animadas y el directivo de la empresa Edmundo Santos, pareja artística de Carmen durante varios años, la contrata.

Debuta como actriz de doblaje en la película Cenicienta donde interpretó a Anastasia, una de las hermanastras de la protagonista. Desde entonces participó como parte del elenco de doblaje en las más conocidas producciones extranjeras llevadas al público hispano como Peter Pan, Dumbo, El zorro y el sabueso, El Libro de la Selva etc.

Algunos de sus interpretaciones más relevantes fueron: Cruela de Vil en la versión animada y en persona de Los 101 Dálmatas; la despistada y cariñosa Nana de la serie inglesa El Conde Patula, personaje al que Carmen puso especial empeño, pues veía reflejado en él, parte de su personalidad.

Uno de los mejores doblajes realizados por la actriz fue a la madrastra de Blancanieves convertida en bruja, timbre de voz que acrecentó en sus carcajadas, diálogos persuasivos y amenazantes, la mítica de una de las villanas más distinguidas y recordadas en la historia del cine.

Pero el trabajo de la cubana no quedó limitado solamente al mundo de los dibujos animados y las comedias, también fue solicitada en largometrajes que exigían fuerte preparación dramática.

Realizó complejos doblajes a actrices como Bette Davis, de quien recibió una carta de felicitación donde le confesaba que ella deseaba tener su voz para actuar.

Las personalidades que interpretó Carmen llevan décadas en el recuerdo de la infancia y adolescencia de varias generaciones que hemos visto, más de una vez, los clásicos de las películas infantiles y series de comedia de los años 80 y 90 del siglo pasado, transmitidas en nuestra televisión.

Aunque su rostro es prácticamente desconocido para el público cubano, durante 52 años hasta su retiro en el 2002, Carmen Donna-Dío hizo del doblaje un arte trascendente para todos los públicos, desde la más repudiable maldad hasta el más tierno de los diálogos que personificó.

Tomado de: Radio Coco

Leer más

American curios

Por David Brooks

Es Halloween y el susto está por todas partes.

Este país desde sus orígenes se ha definido en gran medida en torno al temor ante “lo otro”, sus políticos han justificado guerras, invasiones, intervenciones, tortura, genocidios de indígenas, esclavitud, discriminación y un fervor armamentista sin igual hasta hoy día. Casi todo organizado en torno a una constante “amenaza” que casi siempre proviene del exterior. El enemigo, como en casi todos los países, es “demonizado” –la amenaza mexicana, la “amarilla”, la “roja” (primero indígenas, después comunismo)– y así nutriendo más guerras, olas antimigrantes, xenofobia y una percepción del crimen vinculado a minorías y a los “otros” (con ello se ha llegado a ser el país más encarcelado del mundo).

El país más poderoso de la historia es aparentemente el país más asustado del mundo.

Por eso Estados Unidos necesita el presupuesto militar más masivo del planeta (más grande que el total combinado de los próximos 11 países con mayor gasto militar), el temor siempre ha sido entre las mejores armas de los políticos para justificar y mantener su poder y las guerras casi constantes a lo largo de la historia de este país.

Pero este Halloween, los principales demonios y monstruos, “enemigos” y otros que amenazan a este país ya no provienen de “afuera”, no son extranjeros, ni extraterrestres, ni están disfrazados de otras cosas, sino que son estadunidenses. Según el consenso de las agencias de inteligencia y de seguridad interna y de una amplia gama de analistas políticos, la mayor amenaza a Estados Unidos hoy día proviene de extremistas blancos y sus promotores, entre ellos el ex presidente Donald Trump y sus aliados. “Cuando visitaba Estados Unidos en los 60 y 70, tenía que firmar una declaración de que no tenía la intención de derrocar al gobierno estadunidense por la fuerza. Nunca me di cuenta que ésta sólo se aplicaba a los extranjeros”, tuiteó recientemente el gran cómico inglés John Cleese, integrante de Monty Python.

Las investigaciones en curso sobre el atentado de golpe de Estado del 6 de enero continúan revelando una red cada vez mayor de complicidades entre agrupaciones extremistas de derecha y legisladores federales y asesores republicanos. El Washington Post, en una amplia investigación, concluye que ese día sólo fue una parte del “asalto por el presidente Donald Trump sobre la democracia estadunidense” que impulsó desde meses antes y que esa “insurrección no fue un acto espontáneo ni un evento aislado. Fue una batalla sobre una guerra más amplia en torno a la verdad y sobre el futuro de la democracia estadunidense” (https://www.washingtonpost.com/politics/interactive/2021/jan-6-insurrection-capitol/).

Hace una semana una gama extraordinaria de prominentes escritores, académicos y analistas conservadores tradicionales, centristas y liberales publicaron una Carta Abierta en Defensa de la Democracia deplorando el asalto por fuerzas trumpistas al proceso político-electoral. “Instamos a todos los ciudadanos responsables a quienes les importa la democracia –funcionarios públicos, periodistas, educadores, activistas, sociedad en general– a hacer de la defensa de la democracia una prioridad. Ahora es el momento para que líderes de todos tipo… se presenten a ofrecer su apoyo a la República”, escribieron.

Durante los años de Trump y ahora con el Partido Republicano subordinado a su proyecto neofascista, voces desde Noam Chomsky hasta las de ex generales –en sí algo inusitado– han repetido que el experimento democrático estadunidense está más amenazado hoy que nunca desde la Guerra Civil, algo que podría tener graves consecuencias internacionales.

Mientras el Halloween desafortunadamente ha contaminado a México desde hace años, el Día de Muertos está infiltrando cada vez más a Estados Unidos. Tal vez eso abre la posibilidad de convocar a los grandes defensores de este pueblo de migrantes –con cempasúchil y copal y tal vez un poco de whisky también– a acompañar la lucha para rescatar sus principios democráticos y para dejar de asustarse y, con ello, asustar a todos a su alrededor.

Harry Belafonte. Zombie Jamboree. https://open.spotify.com/track/1WC367oL0q70xpMlGuy90b?si=d65cce3040c44968

Tomado de: La Jornada

Leer más
Page 1 of 512345»