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Víctor Fowler: Viaje hacia el interior del conocimiento

Víctor Fowler. Poeta, ensayista, crítico e investigador cubano. (La Habana, 1960).

Por Octavio Fraga Guerra @CineReverso

Es difícil enmarcar a un intelectual que apunta a ocuparse de las escrituras de un amplio diapasón de temas sustantivos. Es también, misión imposible afincarlo en los estrechos marcos de teorías inocuas, esas que descansan en baldas ancladas en los vórtices de la nada, dispuestas a legitimar la “filosofía” del menor esfuerzo y el trazo apurado. ¿Es pertinente poner en moldes los tesones de un hombre que apuesta por los pilares del pensamiento moral?

Enumerar los oficios que desarrolla mi entrevistado resuelve, en parte, la vistosidad del mapa intelectual que le distingue. Y, por otra parte, permite cartografiar la complejidad de sus empeños y las ganas de hacer de quién ha entregado mucho. Pero, claro está, no le basta.

Poeta, ensayista, crítico, columnista y escritor, entre otros deberes no reseñados en publicaciones y notas de un libro, a Víctor Fowler se le acaba de conceder, con total justeza, el Premio de Periodismo Cultural José Antonio Fernández de Castro (2023), que otorga el Ministerio de Cultura de Cuba. Entonces, se impone hacer recuento de su labor, de sus más descollantes resultados, a sabiendas de que con el tiempo habrá que sumar otros.

Este cubano forma parte de los que andan inquietos por la vida, de los que el tiempo no le alcanza. A fin de cuentas, todo queda en un suspiro que se diluye en los quebraderos del mar.

Se graduó en 1987 como Licenciado en Lengua y Literatura Española en el Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona, pero no le fue suficiente. Tampoco, trabajar en el Programa Nacional de Lectura de la Biblioteca Nacional José Martí o asumir la dirección de publicaciones de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, donde dirigió la revista digital Miradas.

Son también elegidos trazos de sus empeños, donde el lirismo y la metáfora cobran sentido para su vida, haber escrito más de una docena de poemarios acogidos por las editoriales Extramuros, Letras Cubana, Editora Abril, Ediciones Unión o Ediciones Matanzas.

Compulsar ideas, desanudar reflexiones y, lo más importante, avistar los horizontes imperceptibles que nos aguardan, resueltos con lúcida prosa para entendernos como nación, incluyen los cometidos y las escrituras de Víctor Fowler.

Todo este capital habita en papel impreso, en sus ensayos La Maldición. Una historia del placer como conquista (Editorial Letras Cubanas, 1998); Rupturas y homenajes (Ediciones Unión, 1998); La lectura, ese poliedro (Biblioteca Nacional José Martí, 2000); Historias del cuerpo (Editorial Letras Cubanas, 2001); Paseos corporales y de escritura (Editorial Letras Cubanas, 2013) y Caminos nuevos (Letras Cubanas, 2019), al que se le otorgó el Premio de la Crítica 2022. También, en plurales publicaciones periódicas.

Ante la urgencia de atrapar sus palabras en unas pocas cuartillas y, contribuir a su justa visibilidad como hombre de ideas, en medio de tanta frivolidad y palabras huecas que nos acechan, comparto las reflexiones de un colega, al que me une, entre otros asuntos, las letras sobre lo más sustantivo y auténtico del cine.

—Poeta, ensayista, periodista. ¿Solventas esas dispares escrituras, desde una idea planificada o te aflora lo espontáneo como acto de legítima creación?

—Creo que de forma mezclada. El ensayismo exige una perseverancia dura, como la de corredores de larga distancia que a diario se entrenan (hace poco vi un documental al respecto) en las condiciones más duras. En mi caso, se trata de los centenares y, a veces, miles de páginas que debo revisar y leer para escribir un texto. Comprar, comprobar, analizar, marcar, extraer, tachar, seleccionar, conectar… es un esfuerzo enorme y agotador; aunque, a decir verdad, también alegre, divertido, en cada nuevo descubrimiento que uno mismo va haciendo al mismo tiempo que avanza la escritura. La poesía, por su parte, unifica el arrebato con cierto diseño. Lo primero es una especie de disparo hacia la emoción y con ello me refiero al momento en el cual una imagen, una frase, una sonoridad o sensación provocan ese extraño cortocircuito inicial, seminal, para el poema); lo otro, la angustia del diseño, corresponde a las horas, días, semanas —en ocasiones se puede demorar años— en los que ese pequeño elemento original se instala en el cerebro y allí te acosa, persigue, reaparece en los momentos más inesperados, abruma y exige diseño, proyecto, plan y solución.

“Es increíble, cuando se observa de lejos, todo lo que hacemos (¡a la misma vez!) para la escritura del poema, pues tenemos que “resolver” problemas de sonoridad, sintaxis, significado de las palabras, organización estrófica, relaciones con el entorno inmediato, con la tradición nacional, el ámbito de la lengua y con la literatura universal.

“Dejé para el final el periodismo para destacar que aquí se agrega, a todo lo que antes señalé, la tremenda tensión dialéctica que impone la inspiración que ya sabemos, la obsesión que persigue, el sufrimiento para encontrar la estructura adecuada al contenido que se desea expresar, más la obligación de no sobrepasar la cantidad de líneas que nos fueron asignadas y el dictado (verdadera hacha sobre la cabeza) de la fecha de cierre. Para colmo, mientras mayor alcance se proponga periodista y periódico, más exigencia habrá en cuanto al uso de lenguajes altamente comunicativos a la vez que la intención de compartir y movilizar ideas socialmente significativas.

“En mi caso, lo mismo se alternan que se entrecruzan; al menos, eso quisiera”.

—¿De cuáles zonas del escenario cultural cubano te nutres más para el ejercicio periodístico? ¿Por qué?

—Esa pregunta es difícil porque me fascina todo o, en general, la dinámica de los procesos culturales en toda su extensión; dicho de otra forma, lo mismo las particularidades de “hechura” de una película, cuadro o libro que los flujos y fuerzas que modelan el consumo o la interpretación. Amo la capacidad creativa humana, en el campo cultural en este caso (y toda creación, uso, adaptación, consumo) es hecho de carácter cultural. Creo que mis preguntas de siempre son: ¿por qué? ¿cómo? ¿para qué? ¿en beneficio de quién? ¿con qué intención? ¿qué no podemos ver? ¿qué se oculta detrás de lo evidente? ¿cómo son establecidas las conexiones?

—¿Qué tiempo le reservas a la lectura? ¿Cómo construyes tus prioridades de este capítulo y hacia donde apuntas con esa praxis?

—Leo en cantidades demoledoras y apabullantes. Sobre temas tan diversos que apenas consigo definir cuáles. Tal vez debo destacar la teoría literaria y, en general, del arte y la cultura; el cine; la poesía y la narrativa. En los tres a cuatro idiomas en los que puedo, con mejor o regular aprovechamiento; a veces utilizando servicios de traducción, que los hay gratuitos para suerte de gente como yo, y hasta imaginando las palabras. De lugares abiertos y transparentes; o de vericuetos bien enrevesados de la red global. Me suelen sorprender altísimas horas de la madrugada bien sea leyendo o intentando descargar algún texto para revisarlo más tarde; de hecho, ha habido ocasiones en las que la evidencia de claridad me indica que amaneció y allí estoy, en mi pequeña atalaya. Así mismo, no son pocas las ocasiones en las que tanto intento hacer que el agotamiento se encarga de vencer y termino, como decimos los cubanos, completamente “derrengado” en el sillón o con la cabeza encima del teclado de la laptop.

—En tus trabajos ensayísticos y del periodismo se avistan los pilares de la poesía. ¿Compartes esta mirada o padezco de daltonismo literario?

—La poesía cruza y permea todo. Allí se funden la interrogación por la verdad y la búsqueda de la belleza. Es tan difícil, bajo estos presupuestos, comenzar un texto como concluirlo en un fin que —en esencia— nos invita a una apertura: el viaje hacia el interior del conocimiento. Por cierto que, nunca acabado.

—Como necesaria practica social y cultural, la lectura ha ocupado recicladas líneas de tu labor intelectual. Sobre esta permanente urgencia, ¿cuál es el horizonte que no podemos perder?

—Leer ha sido una de mis formas favoritas para entregar y recibir amor. Gracias a la lectura he recorrido lugares imposibles y mágicos, reales o imaginarios; interactuado con grandes personajes y sus historias, los he escuchado, visto, casi que estado “ahí”. Pero también he podido conocer, evaluar, enjuiciar, integrar a mi quehacer y conceptos sentimientos, posiciones, enseñanzas, valores. La lectura ha sido mi gran acompañante, de horas mejores o peores, de lo alto y lo bajo.

“Para colmo, me tocó trabajar —durante años— como especialista del Programa Nacional de la Lectura, carne de mi carne, y entonces me atrevo a decir que si hay algún horizonte que no podemos perder es aquel que aparece cuando la lectura es juego, descubrimiento, alegría, búsqueda, voluntad de diálogo, confirmación de la raíz y salto en dirección al mundo. Refinamiento del lenguaje y de las ideas. Reproducción y producción de belleza. Más y siempre más”.

—Se estila organizar el periodismo por zonas temáticas. ¿Compartes estas fragmentaciones? ¿Por qué?

—Las comparto y las departo: manera esta de responder(lo) en serio y en broma. Un periodista puede tener su punto fuerte en un área determinada (por ejemplo, el periodismo deportivo). Imaginemos que hace una tremenda presentación —llena de emociones, conocimiento técnico y proposiciones creativas— acerca de un gran partido (de pelota, fútbol, voleibol, competencia de atletismo o gimnástica, etc.)

“¿Prestaron atención a que dije “conocimiento técnico”? Cuando se trabaja a primer nivel, ¿de qué otra manera obtenerlo, sino mediante el empleo de centenares de horas en la recopilación de informaciones, el rastreo y depuración de archivos (de texto, audio o audiovisuales), el establecimiento de redes de contacto con colegas del más alto grado de reconocimiento? En este sentido, en tanto crezca el grado de profesionalización, entonces va a ser más visible una suerte de división en parcelas (temáticas) para la profesión periodística.

“En paralelo a ello, la condición transversal de numerosos temas hará que sea posible —a lo largo de campos diversos— generar escritura a propósito de problemas que, de una u otra forma, se manifiestan en todos; ello obliga, sin duda, a una muy sólida formación y al procesamiento de cantidades muy grandes de información que, además, tendrá que provenir de diferentes fuentes y campos. Transformar dicho proceso de investigación y filtraje en textos de valor periodístico es ya un tremendo desafío.

“Ahora, en un tercer lugar estará el trabajo de aquellos pocos que lo mismo pueden desarrollar su trabajo en terrenos de estricto análisis del espacio político internacional que a propósito de procesos culturales del país (por ejemplo, la necesidad de avanzar hacia mejores versiones de los carnavales habaneros) o consiguen centrar atención en la estructura de la más reciente de nuestras telenovelas. Respeto y celebro esa tremenda amplitud de intervenciones posibles, a la que considero en una especie de escalón privilegiado”.

—¿Cómo dibujarías los roles y cometidos sociales de un periodista que aborda la cultura artística y literaria?

—A mi entender, un periodista que aborda la cultura artística y literaria es: a) un intérprete de los procesos del arte y la cultura, en todas sus dimensiones, en el país donde vive; b) un traductor e introductor de los principales logros y flujos del arte y la cultura que lo rodea en los ámbitos regional, de la lengua, de la geografía política a la que pertenece dentro de las escalas planetarias y a nivel global; c) una figura de diálogo, suerte de conector para los públicos nacionales (comprobados o posibles).

“Esta conexión, en primer lugar, se verifica en el encuentro de las directivas, lineamientos, proposiciones, diseños, aplicaciones, logros o errores de las políticas culturales dentro del país. En paralelo, cosa que interpreto como una especie de variedad en esto de elegir primeros lugares, los roles y cometidos sociales del periodista igualmente se manifiestan cuando —en un abanico que abarca desde la defensa airada hasta la interpretación sesuda— le toca trasladar, comentar, explicar, experiencias de otros mundos e insertarlas en el propio o proceder en dirección contraria.

“El periodismo traslada al texto realidades y esperanzas, verdades, sueños, opiniones críticas y logros. Todo, todo”.

—¿Hay periodistas en tu familia?

—Si bien en mi familia destacan los maestros de escuela y los zapateros, también los hubo con profesión periodística entre los más cercanos. Una prima de mi madre —lo cual, dentro del modelo familiar “de antes”, la convertía en más o menos mi tía-abuela, por tener mayor edad que mi madre— se casó con el periodista Tomás Borroto Mora, quien trabajó para el periódico Hoy y más llegó a ser, si no recuerdo mal, jefe de redacción en Radio Reloj; de él es la página, mil veces vista, en la que se anuncia que el líder azucarero Jesús Menéndez fue asesinado. Allí, en esa casa (que estaba en la esquina de la mía), aprendí a leer y escribir, además de la aritmética básica y tal cosa me permitió (no sé si ello se puede hoy), hacer exámenes de fin de curso y “saltar” desde el pre-escolar hasta el segundo grado. Además de ello, Alejandrino, uno de los hermanos de Tomás, fungió como Secretario de redacción de una revista hoy día olvidada que llevaba por título (como toda una declaración acerca de la esencia de la profesión que dignificaba), nada menos que “Medicina y Cultura”. Más en el borde exterior de las influencias se encontraba el cuñado de mi prima Luz María, hija de Tomás, nada menos que Rosendo Gutiérrez Román, director durante años del semanario Palante. Eso es parte del ambiente en el que crecí y, en consecuencia, de los quehaceres que vi y los temas que, a mí alrededor, escuchaba desde niño.

—Has estado enrolado en varios proyectos editoriales. ¿Cuáles son los que más satisfacciones te han proporcionado?

—De los proyectos editoriales en los que participé me complace destacar cuatro. Junto con el poeta Omar Pérez López (además, traductor, ensayista y periodista), encabecé (a fines de los 80, del pasado siglo) la nave de Naranja Dulce, entonces Suplemento Cultural del mensuario El Caimán Barbudo. Dirigí la Revista Miradas, de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, en su época digital. Más tarde, concebí y di nacimiento a la Revista de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano (esta, también en versión electrónica) y, finalmente, también me tocó ser parte de quienes condujeron los primeros momentos de la Revista EnVivo, del ICRT.

—¿Qué experiencias te dejó dirigir la revista Miradas, de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños?

—Para empezar, fue un desafío enorme; basta recordar que, pocos años antes, en época de menos dificultades para la impresión en papel, la revista había sido dirigida por Ambrosio Fornet. Señalo siempre como la gran figura de la Miradas digital a Julio García Espinosa, quien me apoyó en cada segundo de realización de esta que nos propusimos. Por lo demás, como siempre hago cuando me toca hablar de esta revista, tengo que poner en primer plano el extraordinario empeño y amor que, para ello, pusieron los miembros de mi entonces equipo: Dean Luis Reyes y Joel del Río, quien escribían, traducían y pensaban la publicación junto conmigo; nuestra más que mecanógrafa estelar, Teresa Díaz; así como el informático Mario Mayor. Sin eso, presidido por los interminables diálogos y aprendizajes con Julio, no hubiese habido revista.

“De esta forma, la primera experiencia sería la del amor al cine y la del trabajo en equipo. Junto a eso, la idea, necesidad, convicción y voluntad de que el cine (más bien, la producción y los problemas de la representación audiovisual) están profundamente imbricados con las identidades nacionales y grupales, los proyectos políticos, las luchas de los sujetos por el alcance de la igualdad real. Esto implica que lo están con los pasados y su comprensión, en las diversas culturas, así como con los caminos presentes y futuros de ciudadanos, estamentos, países y regiones. Investigamos y conectamos con cinematografías, autores y críticos de países que nos ayudaron a conformar un espectacular mapa de la producción contemporánea. Allí está la docena de números de la revista que alcanzamos a publicar.

“Además de ello, el concepto de “cine” que allí defendimos incluyó tanto la producción “de industria” como la experimental; lo hecho para ser visto en salas de exhibición y las producciones televisivas; el cine y la televisión; la animación, el documental y la ficción; el acercamiento a los oficios, al análisis institucional y de los consumos; pero también —a tono con lo experimental— nos propusimos explorar bordes de la imagen, como lo pertinente a la representación digital, los videojuegos, etc.”.

—Te propongo listar las urgencias del vasto campo de la política cultural de la Revolución Cubana. De todas ellas ¿Cuáles apuntan a ser tus prioridades?

—Identificación, promoción y desarrollo del talento de (y en) espacios vulnerables y desfavorecidos; muy en especial en las denominadas comunidades en transformación. Promoción del talento y las obras de creadores del arte, la literatura y cultura nuestra en el mundo. Conocimiento de obras, personalidades creadoras y corrientes artístico-literarias y culturales de países del circuito del alto desarrollo primer mundista. Conocimiento de obras, personalidades creadoras y corrientes artístico-literarias y culturales de países del circuito (en todas sus variantes posibles) del sub-desarrollo. Fortalecimiento de la identidad nacional, los ideales de independencia, el impulso hacia el desarrollo, los proyectos de justicia social de la revolución cubana y su esencia solidaria e internacionalista en la arena global. Introducción de la más profunda cientificidad en la dirección, control, análisis y toma de decisiones a propósito de los procesos culturales en el país. Voluntad de satisfacer las demandas de los públicos y enriquecer sus opciones de esparcimiento, aprendizaje y, en general, consumo cultural. Reconocer el sacrificio de las generaciones mayores y escuchar y abrir espacios de participación a las más jóvenes.

“Si tuviese que retirar alguna, la verdad que no sabría cual; de modo que pido excusas, pero es que siento que hay que hacerlo todo y con la misma fuerza: a la vez”.

—En la geografía cultural cubana habitan esenciales narrativas, relatos, gestas y personajes que nos engrandecen como nación, pero muchas de ellas son socializadas con “socorridas” etiquetas. ¿Qué variables impulsan esta indeseada aritmética? ¿Cómo torcer esta cuadratura simplificadora de la comunicación social?

—Los problemas de comunicación social que mencionas son tan evidentes y están tan ahí (es decir, son tan visibles y palpables) que la única forma de cambiarlos, mejorarlos o superarlos es hacerlo. La vaciedad retórica, las arquitecturas formulaicas, la vaciedad de los triunfalismos, la combinación de incultura y sobreideologización no pueden ser reparadas ni maquilladas (para que luzcan mejor), sino que sólo admiten su eliminación: su sustitución por los quehaceres y reglas de un orden creativo nuevo fundando en la búsqueda y representación de la verdad.

“Ahora, una verdad radical, que esquive y se oponga a toda manipulación e instrumentalización que aligere el contenido, y que profundice en las opciones emancipatorias del sujeto humano”.

—Los comportamientos racistas anclados en la sociedad cubana, son también parte de tus urgidas preocupaciones. ¿Cómo ha de evolucionar el relato periodístico contemporáneo para responder, con certeza y lucidez cultural, a estos comportamientos execrables?

—Según veo, esa evolución no puede sino verse traducida en conocimiento cada vez más profundo de las diversas formas de la presencia del racismo; conocimiento de la Historia y de la teoría, pero en compañía al conocimiento y expresión, en el texto, de lo que a diario sucede a nuestro alrededor con los temas de racismo y discriminación: en el país nuestro y en el mundo.

“O sea, la presencia de cualquier caso que podamos calificar como racista —justo por lo execrable— es buen ejemplo de algunos de los momentos que merecen ser esperados del mejor periodismo: a) reflejo, noticia, información acerca del acontecimiento; b) análisis profundo de lo sucedido, con uso de fuentes confiables y de alto valor; c) toma de posición ante el asunto; d) exploración y/o propuesta de caminos para la no-repetición del hecho o para su superación; e) revisión periódica del estado del hecho o ambiente donde tuvo lugar el hecho que convocó la intervención periodística”.

—En el Diccionario de conceptos de Alejo Carpentier, preparado por ti y Carmen Berenguer, el adjetivo aparece en el primer pliego. Te lo recuerdo: “Algo más que aconsejaría siempre a los jóvenes escritores: cuidado con el adjetivo, son las arrugas del idioma. Lo que más envejece es el adjetivo, hasta el punto, que ciertos tránsitos de la literatura se caracterizan por una utilería de adjetivos, un almacén de adjetivos…”. Esta tesis, de este cubanísimo, entronca con la práctica periodística. ¿Habitan en el periodismo cultural cubano actual una amalgama de adjetivos que parecen más adorno que esencias? Si estás de acuerdo con esta interrogación, ¿qué variables sustentan este dibujado escenario?

—El adjetivo es un instrumento hermoso para el idioma. De una parte, contribuye a mostrar la complejidad de un panorama o problema, ya que enseña grados y niveles, claridades o sombras, solidez o fragilidad. El adjetivo puede, desde esa óptica, otorgar a los textos una especial riqueza y atractivo. Del otro lado, cosa esta típica y real marca de identidad del triunfalismo, el adjetivo se acumula en pirámides gigantescas y abrumadoras para decir(nos) nada; es un conjunto vacío, uno de los vehículos favoritos de las peores retóricas. Todo depende del fondo y la intención.

—Con Minidiccionario del mundo de hoy, arropada en el diario Granma, apuntas hacia un amplio campo de tópicos. ¿Tienes reservada una batería de asuntos para este espacio? ¿Qué puntos de mira persigues con estas líneas resueltas con variados acentos?

—Con el Mini-diccionario, tal como avisa la coda (del mundo de hoy), intento aproximarme a conceptos que, en la medida que se vayan sumando, deben operar como herramientas para “desarmar” la realidad que nos rodea y avanzar en su comprensión. Tengo, sí, decenas de tópicos que me gustaría desarrollar y es terrible el compromiso. Primero, porque sólo dispongo de unas cuarenta líneas en Arial 14 para presentar, de manera comprensible y que invite al lector a seguir su propio camino de conocimiento, un tema. Segundo, porque —para poder hacer esto con profesionalidad y respeto— debo en ocasiones revisar no menos de una decena de textos; es decir, ha habido veces de casi dos centenares de páginas para hallar la cita exacta o el matiz que justifica la idea. O sea, no sólo debo leer, sino encontrar esos textos que, junto con el ser muy actuales, deben de responder a un reconocido primer nivel académico-profesional. Cuarto, porque el espectro temático a incluir es apabullante; suerte que no se trata de una tortura que estoy obligado a cumplir, sino que, en el camino, aprendo y disfruto. Quinto, porque en cada caso trato de colocar debajo una bibliografía (por desgracia, no hay espacio para reproducirla en la versión impresa del periódico, sino sólo en la digital) actualizada para quienes quisieran ir más lejos que la breve conceptualización que ofrezco. Sexto, porque también es presentada una lista de términos relacionados con el que es objeto de análisis en cuestión; de esa manera, es de esperar que —al servicio de esas lecturas del presente— se vaya formando un tejido conceptual entre los lectores.

—Con Una aventura en Harvard, 1900: Los maestros cubanos, que encabeza tu libro: Caminos nuevos (Editorial Letras Cubanas, 2019), retratas los antecedentes de sucesivas administraciones de los EE.UU. en hacer una labor de zapa ideológica contra los pilares que nos distinguen. Poniendo este cuadro en la contemporaneidad ¿Qué falta por hacer, en nuestro periodismo cultural, para socializar nuestro capital simbólico ante permanentes arremetidas que laceran los cimientos de la nación?

—Pregunta difícil y con aristas múltiples. Pero ya que responder toca, me atrevo a decir que nada es más importante que estudiar, analizar, descomponer la composición de esas “permanentes arremetidas” y entonces, desde allí, con esa pasión de ciencia, preparar y circular las respuestas e intervenciones adecuadas al efecto.

“Dado que, en cualquier situación, experimento descontento cuando se imponen tendencias que privilegian los comportamientos reactivos, creo que debo explicar que prefiero y celebro aquellas intervenciones que se proponen ir mucho más allá que el desafío; esto es, ser creativo, plantar bandera, proponer, apropiarse de lenguajes, modificarlos, inventarlos.

“Ahora, sólo se puede combinar invención con identidad cuando hay un conocimiento amplio de las mejores creaciones de la cultura universal en toda sus épocas, geografías, amplitud temática y, en general extensión, junto con un conocimiento e identificación tales con la raíces culturales del país, al punto de que el mantenimiento de su soberanía e independencia se han tornado parte de la identidad misma que se reivindica.

“Sólo el amor al conocimiento y a la más radical justicia pueden animarlo”.

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Todo va de maravilla

Julian Assange, periodista y editor del sitio web WikiLeak Foto Agencia Envolverde

Por Edward Joseph Snowden

Edward Snwoden explica por qué la decisión del Tribunal Supremo británico de extraditar a Assange podría sentar un precedente extremadamente peligroso para la profesión del periodismo. Y el denunciante no perdona a todos los “periodistas” que han optado por condenar a Assange, cavando la tumba de su propia profesión.

Evangelio, una palabra del inglés antiguo, es un concepto que significa “buenas noticias”. Y es el evangelio lo que ha escaseado al adentrarnos en la temporada navideña. Cada vez que este hecho me deprime, recuerdo que encontrar el mal, la fechoría e incluso el sufrimiento en los titulares, es sólo una señal de que la prensa está haciendo su trabajo. No creo que ninguno de nosotros quiera despertarse por la mañana y leer “¡Todo va de maravilla!” sobre nuestro cóctel de ponche de huevo, aunque incluso si lo hacemos, sabemos que un titular así es sólo una indicación de todo lo que no se informa.

Al entrar en esta época navideña, me siento acosado por extraños sentimientos religiosos; digo extraños porque no soy muy creyente, ni en Dios, ni en los gobiernos, ni en las instituciones en general. Trato de reservar mi fe para las personas y los principios, pero eso puede llevar a algunos años de escasez en el apaciguamiento de la sed espiritual. Puedo encontrar una forma de atribuir mis impulsos al ritualismo del Covid-19 –las abluciones de desinfección y enmascaramiento, el aislamiento penitente, el ¿qué significa todo esto? que surge de la confrontación con la impotencia y el capricho de la enfermedad–, pero una fuente más convincente podría ser la novedad de la paternidad: siendo la religión un sustituto de la tradición en general, me pregunto: ¿qué voy a dejar a mi hijo? ¿Qué herencia intelectual y emocional?

Junto con las “buenas noticias”, he estado pensando en la “mala fe”, una frase que siempre me recuerda el chiste de Thomas Pynchon, en el que todo lo malo se convierte en un balneario alemán: Bad Kissingen, Bad Kreuznach, Baden-Baden… Bad Karma.

Conocía la frase sobre todo por su cosecha jurídica, pero empecé a notar que se aplicaba cada vez más a la política durante los ciclos de la historia de Bush-Obama: los republicanos siempre estaban “negociando de mala fe”, u “operando de mala fe”, y sólo empeoró después de eso: la frase se hizo más frecuente una vez que Trump asumió el cargo. Así que me sorprendió descubrir que “mala fe” tiene raíces mucho más profundas que nuestro derecho consuetudinario: male fides, del latín. Su uso, que es fascinante explorar, era originalmente literal: se utilizaba para caracterizar a alguien que practicaba la religión equivocada. De ahí pasó a la contradicción Whitmaniana, pero muy anterior a ella. Alguien que estaba “en mala fe” estaba en contradicción consigo mismo; tenía dos corazones, o dos mentes, o más. En este sentido, incluso Jesús podría decirse que estaba en mala fe, siendo en parte humano y en parte divino.

Me impresiona profundamente la generosidad de esta definición primitiva: hay una simpatía –una simpatía con “una casa dividida contra sí misma”– que falta por completo en el sentido contemporáneo, en el que la “mala fe” es una fechoría intencionada. Esto sigue siendo, al menos para mí, una historia cautivadora que hay que descifrar: cómo una frase que significaba, a grandes rasgos, “mentirse a uno mismo sin saberlo” llegó a significar, a grandes rasgos, “mentir a otros a sabiendas”.

Estoy seguro de que todos tenemos nuestros ejemplos favoritos (o menos favoritos) de esta práctica doble (o múltiple) –esta condición que sólo luego se convirtió en práctica–, pero para mí, la categoría de mala fe que se lleva el premio siempre ha sido el legalismo burocrático que me resulta más familiar. Tal vez una mejor manera de decirlo sería: aquellas situaciones en las que el derecho se opone a la justicia.

Estoy seguro de que conocemos bien este fenómeno: el representante del seguro médico o el empleado del instituto de transporte que dice “tengo las manos atadas”; el oficial de policía o el soldado que invoca sin ironía ciertas de las fuerzas del orden más malvadas del siglo pasado cuando se encogen de hombros y dicen: “Sólo estoy cumpliendo órdenes, amigo”; o incluso aquellos que salen en la televisión para sugerir que los denunciantes (whistleblowers) podrían estar protegidos, si sólo se sometieran a los “canales adecuados”, que es el código para estar en una parte muy particular del suelo suspendido por encima de un tanque con la etiqueta: ¡PELIGRO! PIRAÑAS.

Fue Jesús el que pidió perdón a sus crucificadores diciendo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”, pero estos insoportables practicantes de la mala fe invierten la fórmula: saben exactamente lo que hacen, y sin embargo lo hacen. Me pregunto si pueden incluso perdonarse a sí mismos.

Esta Navidad puede ser la última que el fundador de WikiLeaks, Julian Assange, pase fuera de la custodia de Estados Unidos. El 10 de diciembre, el Tribunal Superior británico falló a favor de la extradición de Assange a Estados Unidos, donde será procesado en virtud de la Ley de Espionaje (de 1917) por publicar información veraz. Para mí está claro que los cargos contra Assange son infundados y peligrosos, en desigual medida: infundados en el caso personal de Assange, y peligrosos para todos.

Al tratar de procesar a Assange, el gobierno de EE.UU. pretende extender su soberanía a la escena mundial y hacer que los editores extranjeros sean responsables de las leyes de secreto de EE.UU. Al hacerlo, el gobierno de EE.UU. establecerá un precedente para procesar a todas las organizaciones de noticias en todas partes –todos los periodistas en todos los países– que se basan en documentos clasificados para informar sobre, por ejemplo, los crímenes de guerra de EE.UU., o el programa de aviones no tripulados de EE.UU., o cualquier otra actividad gubernamental o militar o de inteligencia que el Departamento de Estado, o la CIA, o la NSA, preferiría mantener encerrado en la oscuridad clasificada, lejos de la vista del público, e incluso de la supervisión del Congreso.

Estoy de acuerdo con mis amigos (y abogados) de la ACLU: la acusación del gobierno estadounidense contra Assange equivale a la criminalización del periodismo de investigación. Y estoy de acuerdo con innumerables amigos (y abogados) de todo el mundo en que en el centro de esta criminalización se encuentra una paradoja cruel e insólita: a saber, el hecho de que muchas de las actividades que el gobierno de Estados Unidos preferiría silenciar se perpetran en países extranjeros, cuyo periodismo será ahora responsable ante el sistema judicial estadounidense. Y el precedente establecido aquí será explotado por todo tipo de líderes autoritarios en todo el mundo. ¿Cuál será la respuesta del Departamento de Estado cuando la República de Irán exija la extradición de los reporteros del New York Times por violar las leyes de confidencialidad iraníes? ¿Cómo responderá el Reino Unido cuando Viktor Orban o Recep Erdogan pidan la extradición de los reporteros de The Guardian? No se trata de que Estados Unidos o el Reino Unido vayan a acceder a esas demandas –por supuesto que no lo harían–, sino de que carecerían de cualquier base de principios para su negativa.

Estados Unidos intenta distinguir la conducta de Assange de la del periodismo más convencional calificándola de “conspiración”. ¿Pero qué significa eso en este contexto? ¿Significa animar a alguien a descubrir información (algo que hacen a diario los redactores que trabajan para los antiguos socios de WikiLeaks, The New York Times y The Guardian)? ¿O significa dar a alguien las herramientas y técnicas para descubrir esa información (lo que, dependiendo de las herramientas y técnicas implicadas, también puede interpretarse como una parte típica del trabajo de un editor)? La verdad es que todo el periodismo de investigación sobre seguridad nacional puede ser tachado de conspiración: el objetivo de la empresa es que los periodistas persuadan a las fuentes para que violen la ley en interés del público. E insistir en que Assange de alguna manera “no es un periodista” no hace nada para quitarle fuerza a este precedente cuando las actividades por las que ha sido acusado son indistinguibles de las actividades que nuestros periodistas de investigación más condecorados realizan rutinariamente.

Cualquiera que haya visto las malas noticias esta última semana, seguro se ha encontrado con una versión precisamente de esta pregunta, ¿es Assange un X o un periodista? En esta fórmula absurda, X puede ser cualquier cosa: hacktivista, terrorista, reptiliano. No importa qué pieza se coloque para completar el rompecabezas, porque el ejercicio no tiene sentido.

Este tipo de indagación sincera, crédula, petulante y complaciente, es sólo el ejemplo más reciente –justo a tiempo para Navidad–, de la mala fe en la carne y en la palabra, presentada por profesionales de los medios de comunicación que nunca tienen peor fe que cuando informan –o juzgan– a otros medios.

La ocultación, la retención, la manipulación del significado, la negación del significado, estas son sólo algunas de las formas en que algunos periodistas, –y no sólo los periodistas estadounidenses–, han conspirado, sí, conspirado para condenar a Assange en ausencia, y, por extensión, para condenar a su propia profesión, para condenarse a sí mismos. O tal vez no debería llamar “periodistas” a los autómatas de Fox, o a Bill Maher, porque ¿cuántas veces han hecho el duro trabajo de cultivar una fuente, o de proteger la identidad de una fuente, o de comunicarse de forma segura con una fuente, o de almacenar el material sensible de una fuente de forma segura? Todas esas actividades constituyen el alma del buen periodismo y, sin embargo, son precisamente las actividades que el gobierno estadounidense acaba de intentar redefinir como actos de conspiración criminal atroz.

Criaturas de dos corazones y dos mentes: los medios de comunicación están llenos de ellos. Y demasiados se han contentado con aceptar la determinación del gobierno de Estados Unidos de que lo que debería ser el propósito más elevado de los medios de comunicación –la revelación de la verdad, frente a los intentos de ocultarla– está súbitamente en duda y muy posiblemente sea ilegal.

¿Ese escalofrío en el aire en esta temporada navideña? Si se permite que la persecución de Assange continúe, se convertirá en una helada.

A abrigarse.

Tomado de: Investig’ Action

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Por Alan Macleod

Hasta su reciente divorcio complicado, Bill Gates disfrutaba de una especie de pase gratuito en los medios corporativos. Generalmente presentado como un nerd amable que quiere salvar el mundo, el cofundador de Microsoft fue bautizado de manera poco irónica como «Saint Bill» por The Guardian.

Si bien los imperios mediáticos de otros multimillonarios son relativamente bien conocidos, la medida en que el efectivo de Gates respalda el panorama de los medios modernos no lo es. Después de clasificar más de 30,000 subvenciones individuales, MintPress revela que la Fundación Bill y Melinda Gates (BMGF) ha realizado más de $ 300 millones en donaciones para financiar proyectos de medios.

Los destinatarios de este dinero incluyen muchos de los medios de comunicación más importantes de Estados Unidos, incluidos CNN,  NBC, NPR, PBS y The Atlantic. Gates también patrocina una gran cantidad de organizaciones extranjeras influyentes, incluidas la BBC,  The Guardian, The Financial Times y The Daily Telegraph en el Reino Unido; destacados periódicos europeos como Le Monde (Francia), Der Spiegel (Alemania) y El País (España); así como grandes emisoras globales como Al-Jazeera.

El dinero de la Fundación Gates que se destina a programas de medios se ha dividido en varias secciones, presentadas en orden numérico descendente, e incluye un enlace a la subvención correspondiente en el sitio web de la organización.

Premios directamente a los medios de comunicación:

NPR $ 24, 663,066

The Guardian (incluido  TheGuardian.org) $ 12, 951,391

Cascade Public Media $ 10, 895,016

Public Radio International (PRI.org/TheWorld.org) $ 7, 719,113

La conversación $ 6, 664,271

Univision $ 5, 924,043

Der Spiegel (Alemania) $ 5.437.294 dólares

Proyecto Syndicate $ 5, 280,186

Semana de la Educación  $ 4, 898,240

WETA $ 4, 529,400

NBCUniversal Media $ 4, 373,500

Nation Media Group (Kenia) 4.073.194 dólares

Le Monde (Francia) 4.014.512 dólares

Bhekisisa (Sudáfrica)  $ 3, 990,182

El País  $ 3, 968,184

BBC $ 3, 668,657

CNN  $ 3, 600,000

KCET  $ 3, 520,703

Population Communications International (Population.org)  $ 3, 500,000

The Daily Telegraph $ 3, 446,801

Chalkbeat  $ 2, 672,491

The Education Post  $ 2, 639,193

Rockhopper Productions (Reino Unido)  $ 2, 480,392

Corporación de Radiodifusión Pública  $ 2, 430,949

UpWorthy $ 2, 339,023

Financial Times  $ 2, 309,845

The 74 Media $ 2, 275,344

Texas  Tribune $ 2, 317,163

Ponche (Nigeria)  $ 2, 175,675

News Deeply  $ 1, 612,122

The Atlantic  $ 1, 403,453

Radio pública de Minnesota  $ 1, 290,898

YR Media  $ 1, 125,000

The New Humanitarian  $ 1, 046,457

Sheger FM (Etiopía)  $ 1, 004,600

Al-Jazeera $ 1, 000,000

ProPublica $ 1, 000,000

Crosscut Public Media  $ 810,000

Revista Grist $ 750,000

Kurzgesagt  $ 570,000

Corporación de Radiodifusión Educativa $ 506,504

Clásica 98.1 $ 500,000

PBS $ 499,997

Gannett $ 499,651

Mail and Guardian (Sudáfrica) 492,974 dólares

Inside Higher Ed. $ 439,910

BusinessDay (Nigeria) $ 416,900

Medium.com $ 412,000

Nutopía  $ 350,000

Independent Television Broadcasting Inc. $ 300,000

Servicio de Televisión Independiente, Inc. $ 300,000

Caixin Media (China) $ 250,000

Servicio de noticias del Pacífico $ 225,000

Revista Nacional $ 220,638

Crónica de la educación superior $ 149,994

Belle y Wissell, Co. $ 100,000

Fideicomiso de los medios $ 100,000

Radio pública de Nueva York $ 77,290

KUOW – Radio pública de Puget Sound $ 5,310

En conjunto, estas donaciones suman $ 166, 216,526. El dinero generalmente se destina a asuntos cercanos al corazón de Gateses. Por ejemplo, la subvención de la CNN de 3,6 millones de dólares se destinó a «informar sobre la igualdad de género con un enfoque particular en los países menos desarrollados, produciendo periodismo sobre las desigualdades cotidianas que padecen las mujeres y las niñas en todo el mundo», mientras que el Texas Tribune recibió millones para «Para aumentar la conciencia pública y la participación de los problemas de la reforma educativa en Texas». Dado que Bill es uno de los partidarios más fervientes de las escuelas autónomas, un cínico podría interpretar esto como la introducción de propaganda a favor de las escuelas autónomas en los medios de comunicación, disfrazada de información objetiva.

La Fundación Gates también ha donado casi $ 63 millones a organizaciones benéficas estrechamente alineadas con los grandes medios de comunicación, incluidos casi $ 53 millones para BBC Media Action, más de $ 9 millones para la Fundación Staying Alive de MTV y  $ 1 millón  para The New York Times Neediest Causes Fund. Si bien no financia específicamente el periodismo, aún deben tenerse en cuenta las donaciones al brazo filantrópico de un reproductor de medios.

Gates también continúa financiando una amplia red de centros de periodismo de investigación, por un total de poco más de $ 38 millones, más de la mitad de los cuales se han destinado al Centro Internacional de Periodistas con sede en DC para expandir y desarrollar los medios africanos.

Estos centros incluyen:

Centro Internacional para Periodistas $ 20, 436,938

Premium Times Center for Investigative Journalism (Nigeria)  $ 3, 800,357

The Pulitzer Center for Crisis Reporting  $ 2, 432,552

Fundación EurActiv Politech  $ 2, 368,300

Fundación Internacional de Mujeres en Medios de Comunicación  $ 1, 500,000

Center for Investigative Reporting $ 1, 446,639

Instituto de encuestas InterMedia $ 1, 297,545

La Oficina de Periodismo de Investigación $ 1, 068,169

Red de Internews $ 985,126

Centro de Medios del Consorcio de Comunicaciones $ 858,000

Instituto de Noticias sin Fines de Lucro $ 650,021

The Poynter Institute for Media  Studies $ 382,997

Centro Wole Soyinka de Periodismo de Investigación (Nigeria) $ 360,211

Instituto de Estudios Avanzados de Periodismo $ 254,500

Foro Global para el Desarrollo de los Medios (Bélgica) $ 124.823 dólares

Centro de Mississippi para Informes de Investigación $ 100,000

Además de esto, la Fundación Gates también provee a las asociaciones de prensa y periodismo con dinero en efectivo, por una suma de al menos $ 12 millones. Por ejemplo, la Asociación Nacional de Editores de Periódicos, un grupo que representa a más de 200 medios, ha recibido 3,2 millones de dólares.

La lista de estas organizaciones incluye:

Asociación de Escritores de Educación $ 5, 938,475

Asociación Nacional de Editores de Periódicos $ 3, 249,176

Fundación Nacional de  Prensa $ 1, 916,172

Consejo de Washington  News $ 698,200

Fundación de la Sociedad Estadounidense de Editores de Noticias $ 250,000

Comité de Reporteros para la Libertad de Prensa $ 25,000

Esto eleva nuestro total acumulado a $ 216,4 millones.

La fundación también aporta el dinero para capacitar directamente a periodistas en todo el mundo, en forma de becas, cursos y talleres. Hoy en día, una persona puede formarse como reportero gracias a una subvención de la Fundación Gates, encontrar trabajo en un medio financiado por Gates y pertenecer a una asociación de prensa financiada por Gates. Esto es especialmente cierto para los periodistas que trabajan en los campos de la salud, la educación y el desarrollo global, en los que el propio Gates es más activo y donde el escrutinio de las acciones y motivos del multimillonario es más necesario.

Las subvenciones de la Fundación Gates relacionadas con la formación de periodistas incluyen:

Universidad Johns Hopkins $ 1, 866,408

Teachers College, Universidad de Columbia  $ 1, 462,500

Universidad de California Berkeley $ 767,800

Universidad de Tsinghua (China)  $ 450,000

Universidad de Seattle $ 414,524

Instituto de Estudios Avanzados de Periodismo $ 254,500

Universidad de Rhodes (Sudáfrica) $ 189,000

Universidad Estatal de Montclair $ 160,538

Fundación de la Universidad Pan-Atlántico $ 130,718

Organización Mundial de la Salud  $ 38,403

El proyecto Aftermath $ 15,435

La BMGF también paga por una amplia gama de campañas de medios específicas en todo el mundo. Por ejemplo, desde 2014 ha donado $ 5,7 millones a la Population Foundation of India para crear dramas que promuevan la salud sexual y reproductiva, con la intención de aumentar los métodos de planificación familiar en el sur de Asia. Mientras tanto, asignó más de $ 3.5 millones a una organización senegalesa para desarrollar programas de radio y contenido en línea que incluyera información sobre salud. Los partidarios consideran que esto está ayudando a los medios de comunicación críticamente subfinanciados, mientras que los oponentes podrían considerar que un multimillonario usa su dinero para plantar sus ideas y opiniones en la prensa.

Proyectos de medios apoyados por la Fundación Gates:

Centro Europeo de Periodismo $ 20, 060,048

Servicio Universitario Mundial de Canadá $ 12, 127,622

Well Told Story Limited $ 9, 870,333

Solutions Journalism Inc. $ 7, 254,755

Fundación de la Industria del Entretenimiento $ 6, 688,208

Fundación de Población de la India $ 5, 749,826

Medios de participación: $ 3, 914,207

Réseau Africain de l’Education pour la santé  $ 3, 561,683

Nueva América $ 3, 405,859

Fundación AllAfrica $ 2, 311,529

Steps International $ 2, 208,265

Centro de Defensa e Investigación $ 2, 200,630

El taller de sésamo $ 2, 030,307

Panos Institute West Africa $ 1, 809,850

Laboratorio de Ciudades Abiertas $ 1, 601,452

Universidad de Harvard $ 1, 190,527

El aprendizaje importa $ 1, 078,048

Centro de Investigación sobre el SIDA de Aaron Diamond $ 981,631

Fundación Thomson  Media $ 860,628

Centro de Medios del Consorcio de Comunicaciones $ 858,000

StoryThings  $ 799,536

Centro de Estrategias Rurales $ 749,945

The New Venture Fund $ 700,000

Helianthus Media $ 575,064

Universidad del Sur de California $ 550,000

Organización Mundial de la Salud $ 530,095

Phi Delta Kappa International $ 446,000

Ikana Media $ 425,000

Fundación Seattle $ 305,000

EducaciónNC $ 300,000

Beijing Guokr Interactive $ 300,000

Subida $ 246,918

La Academia Africana de Ciencias $ 208,708

Buscando aplicaciones modernas para la transformación real (SMART) $ 201,781

Coalición de Video del Área de la Bahía $ 190,000

Fundación poderosa $ 185,953

Congreso de Padres y Maestros de la PTA Florida $ 150,000

ProSocial  $ 100,000

Universidad de Boston $ 100,000

Centro Nacional para el Aprendizaje de las Familias  $ 100,000

Development Media International $ 100,000

Universidad Ahmadu Bello $ 100,000

Sociedad Indonesia de eSalud y Telemedicina $ 100,000

The Filmmakers Collaborative $ 50,000

Foundation for Public Broadcasting in Georgia Inc. $ 25,000

SIFF $ 13,000

Total: $ 97, 315,408

$ 319.4 millones y (mucho) más

Sumados, estos proyectos de medios patrocinados por Gates suman un total de $ 319,4 millones. Sin embargo, hay claras deficiencias con esta lista no exhaustiva, lo que significa que la cifra real es indudablemente mucho más alta. En primer lugar, no cuenta las subvenciones, es decir, el dinero que los destinatarios dan a los medios de comunicación de todo el mundo. Y aunque la Fundación Gates fomenta un aire de franqueza sobre sí misma, en realidad hay poca información pública valiosa sobre lo que sucede con el dinero de cada subvención, salvo una breve descripción de una o dos frases escrita por la propia fundación en su sitio web. Solo se contabilizaron las donaciones a las propias organizaciones de prensa o proyectos que pudieran identificarse a partir de la información del sitio web de la Fundación Gates como campañas de medios, lo que significa que miles de subvenciones que tienen algún elemento mediático no aparecen en esta lista.

Un ejemplo de ello es la asociación de BMGF con ViacomCBS, la empresa que controla CBS News, MTV, VH1, Nickelodeon y BET. Los informes de los medios en ese momento señalaron que la Fundación Gates estaba pagando al gigante del entretenimiento para que insertara información y anuncios de servicio público en su programación y que Gates había intervenido para cambiar las historias en programas populares como ER y Law & Order: SVU.

Sin embargo, al comprobar la base de datos de subvenciones de BMGF, «Viacom» y «CBS» no se encuentran por ninguna parte, la subvención probable en cuestión (por un total de más de $ 6 millones) simplemente describe el proyecto como una «campaña de participación pública destinada a mejorar las tasas de graduación de la escuela secundaria y tasas de finalización de estudios postsecundarios dirigidas específicamente a padres y estudiantes”, lo que significa que no se contabilizó en el total oficial. Seguramente hay muchos más ejemplos como este. «Para una organización benéfica con privilegios fiscales que tan a menudo pregona la importancia de la transparencia, es notable lo intensamente reservada que es la Fundación Gates sobre sus flujos financieros», dijo a MintPress Tim Schwab, uno de los pocos periodistas de investigación que ha examinado al multimillonario de la tecnología.

Tampoco se incluyen las ayudas destinadas a la producción de artículos para revistas académicas. Si bien estos artículos no están destinados al consumo masivo, regularmente forman la base de las historias en la prensa convencional y ayudan a dar forma a las narrativas en torno a temas clave. La Fundación Gates ha contribuido ampliamente a fuentes académicas, con al menos $ 13,6 millones  destinados a la creación de contenido para la prestigiosa revista médica The Lancet.

Y, por supuesto, incluso el dinero otorgado a las universidades para proyectos puramente de investigación eventualmente termina en revistas académicas y, en última instancia, en los medios de comunicación. Los académicos están sometidos a una gran presión para publicar sus resultados en revistas de prestigio; “Publicar o perecer” es el mantra en los departamentos universitarios. Por lo tanto, incluso este tipo de subvenciones tienen un efecto en nuestros medios. Ni estas ni las subvenciones que financian la impresión de libros o el establecimiento de sitios web cuentan en el total, aunque también son formas de medios.

Tentáculos largos y de perfil bajo

En comparación con otros multimillonarios de la tecnología, Gates ha mantenido su perfil como controlador de medios relativamente bajo. La  compra de The Washington Post por 250 millones de dólares por parte del fundador de Amazon, Jeff Bezos, en 2013 fue una forma muy clara y obvia de influencia mediática, al igual que la creación de First Look Media, la empresa propietaria de The Intercept, del fundador de eBay, Pierre Omidyar.

A pesar de volar más bajo el radar, Gates y sus empresas han acumulado una influencia considerable en los medios. Ya confiamos en los productos de Microsoft para la comunicación (por ejemplo, Skype, Hotmail), las redes sociales (LinkedIn) y el entretenimiento (Microsoft XBox). Además, el hardware y el software que usamos para comunicarnos a menudo es cortesía de Seattleite. ¿Cuántas personas que leen esto lo hacen en un teléfono Microsoft Surface o Windows y lo hacen a través del sistema operativo Windows? No solo eso, Microsoft posee participaciones en gigantes de los medios como  Comcast y AT&T. Y la «MS» en MSNBC  significa Microsoft.

Guardianes de Media Gates

El hecho de que la Fundación Gates esté respaldando una parte importante de nuestro ecosistema de medios genera serios problemas de objetividad. «Las subvenciones de la fundación a las organizaciones de medios plantean cuestiones obvias sobre conflictos de intereses: ¿cómo puede ser imparcial la información cuando un actor importante tiene el control del bolsillo?» escribió el Seattle Times local de Gates   en 2011. Esto fue antes de que el periódico aceptara dinero de BMGF para financiar su sección de “laboratorio de educación”.

La investigación de Schwab ha descubierto que este conflicto de intereses llega directamente a la cima: dos columnistas del New York Times habían estado escribiendo con entusiasmo sobre la Fundación Gates durante años sin revelar que también trabajan para un grupo, la Solutions Journalism Network, que, como se muestra arriba, ha recibido más de $ 7 millones de la organización benéfica del multimillonario tecnológico.

A principios de este año, Schwab también se negó a co-informar sobre una historia sobre COVAX para la Oficina de Periodismo de Investigación, sospechando que el dinero que Gates había estado inyectando en el medio haría imposible informar con precisión sobre un tema tan cercano al corazón de Gates. Efectivamente, cuando el artículo se publicó el mes pasado, repitió la afirmación de que Gates tuvo poco que ver con el fracaso de COVAX, reflejando la postura de la BMGF y citándolos en todas partes. Solo al final de la historia de más de 5,000 palabras reveló que la organización que defendía pagaba los salarios de su personal.

“No creo que Gates le haya dicho a la Oficina de Periodismo de Investigación qué escribir. Creo que la oficina, implícitamente, aunque inconscientemente, sabía que tenían que encontrar una manera de contar esta historia que no estuviera dirigida a su financiador. Los efectos de sesgo de los conflictos financieros son complejos pero muy reales y confiables», dijo Schwab, y lo describió como «un estudio de caso sobre los peligros del periodismo financiado por Gates».

MintPress también se puso en contacto con la Fundación Bill y Melinda Gates para hacer comentarios, pero no respondió.

Gates, quien amasó su fortuna construyendo un monopolio y protegiendo celosamente su propiedad intelectual, tiene una gran culpa por el fracaso del lanzamiento de la vacuna contra el coronavirus en todo el mundo. Aparte del fiasco de COVAX, presionó a la Universidad de Oxford para que no hiciera que su vacuna financiada con fondos públicos fuera de código abierto y estuviera disponible para todos de forma gratuita, sino que se asociara con la corporación privada AstraZeneca, una decisión que significó que aquellos que no podían pagar fueron bloqueados. Que Gates haya hecho más de 100  donaciones a la universidad, por un total de cientos de millones de dólares, probablemente jugó algún papel en la decisión. Hasta el día de hoy, menos del 5% de las personas en países de bajos ingresos han recibido incluso una dosis de la vacuna COVID. El número de muertos por esto es inmenso.

Desafortunadamente, muchas de estas críticas reales a Gates y su red están oscurecidas por teorías de conspiración locas y falsas sobre cosas como insertar microchips en vacunas para controlar a la población. Esto ha significado que las críticas genuinas al cofundador de Microsoft a menudo se desmonetizan y se suprimen algorítmicamente, lo que significa que los medios están fuertemente disuadidos de cubrir el tema, sabiendo que probablemente perderán dinero si lo hacen. La escasez de escrutinio del segundo individuo más rico del mundo, a su vez, alimenta sospechas extravagantes.

Gates ciertamente se lo merece. Aparte de sus vínculos profundos y potencialmente de décadas con el infame Jeffrey Epstein, sus intentos  de cambiar radicalmente la sociedad africana y su inversión en el controvertido gigante químico Monsanto, es quizás el impulsor clave del movimiento de las escuelas autónomas estadounidenses: un intento de esencialmente privatizar el sistema educativo estadounidense. Las escuelas autónomas son profundamente impopulares entre los sindicatos de maestros, que ven el movimiento como un intento de disminuir su autonomía y reducir la supervisión pública sobre cómo y qué se les enseña a los niños.

Todo el camino al banco

En la mayor parte de la cobertura, las donaciones de Gates se presentan en términos generales como gestos altruistas. Sin embargo, muchos han señalado las fallas inherentes a este modelo, señalando que permitir que los multimillonarios decidan lo que hacen con su dinero les permite establecer la agenda pública, lo que les otorga un enorme poder sobre la sociedad. «La filantropía puede y se está utilizando deliberadamente para desviar la atención de las diferentes formas de explotación económica que sustentan la desigualdad global en la actualidad», dijo Linsey McGoey, profesora de sociología en la Universidad de Essex, Reino Unido, y autora de No Such Thing as a Free Gift.: La Fundación Gates y el precio de la filantropía.

Agrega: “El nuevo ‘filantrocapitalismo’ amenaza la democracia al aumentar el poder del sector empresarial a expensas de las organizaciones del sector público, que enfrentan cada vez más restricciones presupuestarias, en parte al remunerar excesivamente a las organizaciones con fines de lucro para brindar servicios públicos que podrían ser entregado más barato sin la participación del sector privado».

La caridad, como señaló el ex primer ministro británico Clement Attlee, “es una cosa fría y gris sin amor. Si un hombre rico quiere ayudar a los pobres, debe pagar sus impuestos con gusto, no repartir dinero por capricho”.

Nada de esto significa que las organizaciones que reciben el dinero de Gates —los medios de comunicación o de otro tipo— sean irremediablemente corruptas, ni que la Fundación Gates no haga ningún bien en el mundo. Pero sí introduce un evidente conflicto de intereses por el cual las mismas instituciones en las que confiamos para responsabilizar a uno de los hombres más ricos y poderosos de la historia del planeta están siendo financiadas silenciosamente por él. Este conflicto de intereses es uno que los medios corporativos han tratado de ignorar en gran medida, mientras que el filántropo supuestamente altruista Gates sigue enriqueciéndose, riendo todo el camino hasta el banco.

Alan MacLeod es académico y periodista. Es redactor del personal de Mintpress News y colaborador de Fairness and Accuracy in Reporting (FAIR). Es el autor de Bad News From Venezuela: Twenty Years of Fake News and Misreporting.

Tomado de: The Grayzone

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La crónica periodística: amplitud y diversidad

La magia de la crónica, de Earle Herrera

Por Miriam Rodríguez Betancourt

En mis acercamientos al estudio de la crónica periodística he notado una tendencia dañina para su propio desarrollo y ejercicio en nuestro Periodismo, y que, creo, parte de una concepción esquemática: considerar como crónica, en puridad, solamente a un tipo de ella: la que aborda un hecho o personaje que conmueve al periodista quien expresará, entonces, su sentimiento con un cuidado estético mayor del lenguaje en el que prevalece la emoción.

Considero que esa tendencia se basa, en primer lugar, en el origen del género el cual “aprovecha una tradición literaria e histórica de largo y espléndido desarrollo para adaptarla a las páginas de la prensa”, como apunta el profesor español Juan Cantavella, huella que le acompaña a pesar de la amplitud temática de sus objetos de información y la especificidad que ha ido adquiriendo como género periodístico.

El uso recurrente del yo, como presencia implícita o explícita del narrador, del testigo, del protagonista también; el colorido, la emotividad, la evocación, que están inscritos en la crónica desde su aparición en la historia, son atributos que no perdió en su sucesivo desarrollo y adaptación al periodismo, aunque por la diversidad de objetivos, enfoques y teorías para la comunicación periodística,  encontramos crónicas más apegadas a los hechos noticiosos. Pero aun así, el género mantiene ese tono personal, emotivo, subjetivo en cualquiera de sus tipos, aunque no con el mismo grado de intensidad.

Otro factor causal sería la indefinición de las definiciones sobre crónica periodística. Un somero recuento al respecto nos lleva a dar la razón al colega Rolando Pérez Betancourt cuando la calificó como un género jíbaro, es decir, escurridizo, inatrapable.

No en balde, uno de sus más acuciosos estudiosos, el ya mencionado Juan Cantavella, apunta “la notable amplitud del campo semántico del término crónica y la diversidad de conceptos que de él se desprende”, lo malo, dice él, es que dentro del periodismo no se han llegado a establecer exactamente sus características y aplicaciones, con lo que crece la confusión.

Veamos algunas definiciones que, en mi opinión, esclarecen bastante el concepto, por su  precisión y alcance y, sobre todo por su enfoque integral:

Según el profesor Jesús Arencibia, “la crónica es el género periodístico-literario con antecedentes en la historiografía que destaca por su complejidad y libertad estilística, en el cual pueden confluir la narración de hechos, la visión emocional de la realidad, y la capacidad analítico-descriptiva para valorar los fenómenos. Y Julio García Luis dice que ella ilumina determinado hecho o acontecimiento “(…) sin acudir a una argumentación rigurosa, formal, directa, sino mediante la descripción de la realidad misma, de alguna pincelada valorativa y del manejo de factores de tipo emocional”.

El venezolano Earle Herrera, brillante periodista y escritor, en su libro “La magia de la crónica”, coincide con su colega cubano en cuanto a la flexibilidad con que hay que abordarla, precisamente por su tránsito periodístico que rompe con pautas y normas rígidas no sólo para este género, sino para todos: “(…) hoy (la crónica) no es una simple narración cronológica ni tampoco la pura versión informativa de un hecho. Pudiendo contener ambas cosas (…) ha de tener otras características para ser considerada propiamente crónica: ambientación, fuerza expresiva, cierta atmósfera que puede ser poética, evocativa o sugerente de algún estado de ánimo; tono humorístico o irónico y algo que le da el talento y el estilo de cada autor”.

Los estudiosos de la crónica concuerdan en que si la definición de este género es bien controvertible, su tipología y consecuente clasificación lo son más aún. El olvido, desconocimiento o subestimación de tal variedad, influye también en el empleo recurrente de un solo tipo de crónica.

Según el tema, la crónica puede ser deportiva, parlamentaria, judicial, de espectáculos, de enviado especial, policíaca, religiosa, de guerra, política, de ambiente, literaria, y siguen muchísimas más, que, a su vez, se subdividen, como es el caso de la crónica de sucesos; la de sociedad o social.

Se añaden otros tipos: la doctrinal, la artística, biográfica, la descriptiva y la utilitaria. Especial atención recibe en los textos y manuales, la crónica viajera o de viajes, tan vinculada al origen mismo del género. Por su enfoque, puede ser general, especializada, analítica, sentimental, humorística, de remembranza, histórica, de interés humano, costumbrista, local.

Julio García Luis, con la lucidez que le fue habitual, lo expresó claramente: “acometerla (la clasificación) con empeño ortodoxo es un ejercicio estéril porque, de acuerdo con el ángulo que  se adopte, ya sea el tema, el estilo, la forma de presentación en el periódico las conclusiones pueden ser muy diversas”.

No pocos autores coinciden en que existen tantos tipos de crónicas como cronistas en el ancho mundo periodístico. Tampoco en cuanto a su estructura se pueden consignar criterios unánimes. Algunos recomiendan emplear la estructura cronológica de narración, pero  esta indicación no puede ser tomada al pie de la letra, todo dependerá, en buena medida, del tema abordado y del estilo de cada cronista.

Otros, y cito a José Luis Martínez Albertos, proponen que las crónicas se realicen con “el esquema estructural de los reportajes de acción (Action  Story), tal como se suele hacer en el mundo anglosajón, esto es, comenzar por lo que el periodista considere lo más importante y después seguir aportando datos que permitan un completo entendimiento del suceso y su proceso evolutivo en el tiempo”.

Cuando pensamos en la crónica como el único o el más privilegiado género en que es posible emplear con más libertad recursos literarios, estamos privando a los restantes de posibilidades  creativas, lo que responde también a otro criterio dogmático, en tanto se niega, de hecho, la variedad de registros que constituyen la realidad de la comunicación lingüística, como apunta Luis Angulo Ruiz y, en consecuencia, ello disminuye al periodista en su integralidad desde el punto de vista expresivo.

En resumen, cualquier tipo de crónica debía atender a los siguientes principios, recomendados por la mayoría de los estudiosos del género:

—Relatar con apego al orden temporal. Lo recuerda Gargurevich: “el tiempo es la primera dimensión que encierra el concepto de crónica”. En este sentido, coinciden los expertos: la crónica observa un orden cronológico, incluso aun cuando no se relate en orden secuencial estricto.

—Conservar el matiz personal, y cuidar el tratamiento expresivo. Estas son, justamente, características sobre las que hay mayor consenso, aunque no unanimidad, que ya se sabe lo difícil que resulta en lo que se refiere a los géneros periodísticos.

—No importa si el cronista trata un asunto pasado o actual, si su lenguaje es de alto vuelo poético o de rasante dimensión informativa, lo que describe y comenta, lo que se traslada en fin, surgirá de íntima visión como del pincel del pintor que interpreta la naturaleza, prestándole un acusado matiz subjetivo, sentencia  el maestro Vivaldi.

Es cierto, como he venido afirmando, que no todas las crónicas exigen el mismo grado de tratamiento literario ni de subjetividad, pero el periodista no puede olvidar que él no es un simple taquígrafo de la realidad, sino su intérprete, y que tiene que disponer, precisamente, de los más variados recursos expresivos para, con mayor o menor calidad literaria, con mayor o menor acierto,  dar cuenta de esa realidad  en cualquier género.

A modo de conclusión, algunos autores afirman que la crónica no es un género para empezar con él en cuanto se llega a una redacción, pero tampoco hay que temerlo ni dejarlo a un lado porque se piense que sólo se halla al alcance de los muy veteranos o “literatos”. También manifiestan que no es fácil  porque demande mayor rigor en el tratamiento expresivo sino porque no se limita a informar, sino a interpretar y explicar los sucesos sobre los que está dando noticia,  desde la observación, la reflexión y la experiencia.

Por su confluencia con otros géneros como la información o noticia, el reportaje, y el comentario, se hace necesario encontrar el punto de encuentro entre todos estos que es, justamente, en el que ella se sitúa.

En cuanto a su enseñanza, presenta similares dificultades a las que afrontamos con otros géneros; en definitiva, sus exigencias no son tan radicalmente diferentes. En todos hay que saber contar una historia, describir un ambiente, desarrollar la observación, expresar las ideas con claridad.

La estructura de la crónica goza de mucha libertad para su conformación. Se pueden enseñar -y aprender- las técnicas narrativas, de redacción, las elegancias del lenguaje, y los elementos que conducen a la síntesis. Lo que no se puede enseñar es el talento, la creatividad, que son “materias” de otro tipo (aunque sí hay métodos para estimularlas, porque a veces están dormidas y no siempre por falta de talento sino por el simple hecho de no ponerlas a prueba).

En fin, el problema no es tratar a la crónica, por su ambivalencia  y amplitud, como un cajón de sastre, ni tampoco recluirnos en la rigidez de una clasificación limitada, sino entrar en ese bosque a encontrar las múltiples especies que, en su diversidad, enriquecen los senderos. Y estudiarlas con una mirada crítica, ajena a cualquier camisa de fuerza apriorística, y argumentar, estudiar y opinar. Así es como se adelanta, en este ámbito y en cualquier otro, aunque se  rectifique, polemice o disiente que, por cierto, es lo mejor que puede pasar.

Tomado de: Cubaperiodistas

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Ejemplar de los falsos diarios de Hitler

Por Juan Pablo Csipka

Una noticia sacudió al mundo en abril de 1983. La revista alemana Stern anunció que tenía los diarios personales de Adolf Hitler, escritos de su puño y letra y que abarcaban el período comprendido entre 1932 y 1945; esto es, entre la inminencia de su llegada al poder y su muerte en el búnker de la Cancillería, con Berlín asediada por las tropas soviéticas. Hasta entonces, ningún biógrafo del Führer había anotado nada acerca de diarios personales, menos todavía durante los años de su dictadura y la guerra que desencadenó.

Un yate conduce a los diarios

El responsable del presunto hallazgo fue un veterano periodista de Stern, llamado Gerd Heidemann. Nacido en 1931, había ganado reputación con sus notas sobre conflictos en África y Medio Oriente. A comienzos de los 70, su interés pasaba por coleccionar souvenirs del nazismo.

En 1973, Heidemann tuvo la oportunidad de comprar el Carin II, un pequeño yate que había pertenecido a Hermann Göring. Hipotecó su departamento en Hamburgo y se quedó con el barco. La idea era repararlo, venderlo y hacer negocio con la diferencia. Más tarde viajo a Sudamérica y entrevistó en Bolivia a Klaus Barbie, jefe de la Gestapo en Lyon. En Chile visitó a Walther Rauff, responsable de la cámara de gas móvil que mató a casi cien mil personas.

Para 1980, Heidemann estaba agobiado por las deudas que le generó la operación con el Carin II. El arreglo era más costoso de lo que había pensado y decidió vender el barco para, al menos, recuperar la inversión. Qué mejor que tantear a coleccionistas del nacional-socialismo. Fue así que viajó a Stuttgart, a la casa de Fritz Steifel, para negociar la venta del yate. El hombre no estaba muy interesado y en la conversación le mostró parte de su colección. Steifel quiso darse lustre y puso en sus manos una reciente adquisición: un volumen forrado en tela negra. Era un diario personal y sus páginas estaban escritas a mano. Cubrían el período comprendido entre enero y junio de 1935. Su autor: el mismísimo Hitler.

Operación Seraglio

20 de abril de 1945. Hitler celebra su cumpleaños número 56 en el búnker. Los soviéticos avanzan sobre Berlín. En diez días más, el Reich de los mil años que vaticinara el antiguo cabo austríaco terminará con su suicidio. El secretario privado de Hitler, Martin Bormann, activa la Operación Seraglio, el plan de evacuación del entorno del dictador. Diez aviones despegan rumbo al sur de Alemania. El último vuelo cae a tierra en Heidenholz, cerca del límite con Checoslovaquia. Entre los muertos está el ayuda de cámara del Führer, Wilhelm Arndt.

Hans Baur, piloto personal del dictador, le informa del accidente. «¡Le confié documentos extremadamente valiosos que mostrarían a la posteridad la verdad de mis acciones!», afirma que le dice Hitler, según recoge en un libro publicado en 1958. Ese contenido habría estado dentro de unos cofres confiados a Arndt. Los lugareños se apropian de lo que encuentran antes que se acordone la zona del desastre. Nunca se sabe, a ciencia cierta, cuáles son esos documentos. Y allí está la chispa que prende la imaginación de un falsificador.

La obsesión de Heidemann

Steifel le contó a un intrigado Heidemann que los diarios fueron a parar a las manos de un oficial de Alemania del Este y que éste se los había pasado de contrabando a un hermano anticuario en el Oeste, quien a su vez le narró al coleccionista la Operación Seraglio. Heidemann no pudo obtener el nombre del vendedor. Sí pudo averiguar que los diarios manuscritos constaban de 26 volúmenes que abarcaban seis meses cada uno a lo largo de los últimos (y decisivos) trece años de la vida de Hitler.

El periodista entendió que si conseguía los diarios iba a lograr el bombazo de su carrera. A través de sus contactos en el submundo de los coleccionistas de objetos del nazismo pudo saber que el anticuario era de Stuttgart y que se llamaba Peter Fischer. Heidemann le hizo llegar un mensaje: el interés por comprar la colección completa de los diarios para publicarlos en Stern.

La oferta era jugosa: dos millones de marcos y la garantía de mantener su nombre en el anonimato. Al mismo tiempo, Heidemann viajó a la zona del accidente del avión, encontró las tumbas de quienes murieron allí y dio por cierto el testimonio de Baur. Los diarios tenían que ser verdaderos.

El falsificador

Konrad Kujau había nacido en las afueras de Dresde en 1938. Tenía 25 años cuando comenzó su carrera como falsificador y pasó varias temporadas en prisión. Para 1970 descubrió un filón en la compra y venta de objetos nazis. Adquiría material en Alemania del Este (prohibido por la legislación del gobierno comunista) y lo vendía en el Oeste. Se hizo una cartera de clientes en Stuttgart y aprovechó sus dotes de falsificador para inflar el precio de los productos a la venta. Por ejemplo, un casco de la Primera Guerra pasó a valer mucho más por una nota apócrifa que aseguraba que había sido usado por Hitler en la trinchera de Ypres. Kujau llegó a pintar cuadros que atribuyó a Hitler, un artista frustrado en su juventud, y para fines de los 70, cuando usaba el alias de Peter Fischer, se abocó a su obra más famosa: los diarios.

O, mejor dicho, el diario. Porque solamente había falsificado el volumen vendido a Steifel. Cuando recibió la propuesta de Stern, le respondió a Heidemann que el anonimato era sagrado porque temía por la vida de su hermano militar en la Alemania comunista, el que le había dado los volúmenes. En parte era cierto: Kujau/Fischer tenía un hermano al otro lado de la cortina de hierro, pero no era militar, sino empleado de ferrocarril. También exigió tratar solamente con Heidemann. Aceptó el dinero y planteó que la entrega llevaría meses, porque los diarios saldrían contrabandeados de Alemania Oriental, uno por uno, en un proceso que llevaría meses. La verdad de fondo era que Kujau precisaba tiempo para falsificarlos.

Kujau dedicó los meses siguientes a escribir los diarios desde la voz de Hitler. Lo hizo con la ayuda de un libro que recopilaba sus discursos entre 1932 y 1945. Dio rienda suelta a su imaginación con alusiones personales. Por ejemplo: “Siguiendo los deseos, los doctores me han revisado. Me dieron unas pastillas que me generan mucha flatulencia y, según Eva, mal aliento”. O: “Tengo que conseguirle entradas a Eva para los Juegos Olímpicos”. Cuando la estafa se descubrió, el fundador de Stern, Henri Nannen, dijo que no podía creer que Kujau “se hubiera tomado la molestia de forjar algo tan banal».

El Hitler recreado por el falsificador era extremadamente calmo, con momentos como este: «Apertura del Congreso del Partido. Proclamación. Entrega de la insignia del Reich al alcalde de la ciudad de Núremberg. Un encuentro cultural». Por no hablar de las entradas en las que afirmaba que «las medidas contra los judíos eran demasiado fuertes para mí”. La cuestión del antisemitismo era central en lo que se suponía la noticia de la década, porque no había constancia por escrito de que Hitler hubiera ordenado el Holocausto, lo cual alimentó desde 1945 las teorías negacionistas. Y se suponía que los diarios despejarían dudas.

El proceso de falsificación fue así: Kujau escribía un borrador a lápiz y pasaba el texto en tinta al diario, en volúmenes que no superaban las mil palabras, y en una caligrafía poco legible. Además, mojó las hojas de los cuadernos con té, para simular el paso de los años. En la portada de cada cuaderno pegó las iniciales de Hitler en letras góticas. Cometió un error en el primer tomo que armó: las letras no eran AH, sino FH. La F fue interpretada como la inicial de Führer y eso evitó que lo descubrieran. Mantuvo las letras FH en cada volumen que le dio a Heidemann entre 1981 y comienzos de 1983, y en un principio recibió 85 mil marcos contra entrega por cada diario. Después pasó a recibir 200 mil por unidad. Heidemann había negociado con Kujau, pero a su vez se aseguraba su ganancia. Stern compró el material en nueve millones de marcos, unos cuatro millones de dólares. La revista esperaba hacer un negocio multimillonario con la venta de los derechos a otros medios.

Entran los historiadores

El 25 de abril de 1983 se decidió hacer pública la existencia de los diarios. Entonces jugaron su partido los historiadores respecto de la autenticidad del material. David Irving, connotado negacionista, tuvo acceso a fotocopias: notó errores de ortografía y cambios en el estilo de un diario a otro. Logró llegar a la casa de Steifel, que no le dio más datos.

Sin embargo, una eminencia se jugó por la validez de los manuscritos. Hugh Trevor-Roper era uno de los principales expertos sobre la Segunda Guerra. Validó la autenticidad de los diarios, junto a sus colegas alemanes Gerhard Weinberg y Eberhard Jäckel. Las palabras del prestigioso historiador inglés fueron temerarias, porque aún no se había sometido el material a análisis químicos: «Ahora puedo decir con satisfacción que estos documentos son auténticos; que la historia sobre su paradero desde 1945 es cierta; y que la forma en la que se narra actualmente los hábitos de escritura y la personalidad de Hitler, e incluso quizás algunos de sus actos públicos, deben ser, en consecuencia, revisados”. A esto se sumó un conflicto de intereses desde lo ético, muy criticado en esos días antes que se descubriera la verdad: Trevor-Roper colaboraba en The Sunday Times, que había obtenido la exclusiva para publicar los diarios en inglés.

A la espera de los análisis (Stern se había confiado en exámenes caligráficos y en la opinión de los historiadores), se tomó partido entre los que creían en la veracidad de los textos y los que sostenían que eran falsos. Los rumores hablaban de simpatías nazis de Heidemann. Hans Bloom, de los archivos federales alemanes, se expresó en palabras que, si bien no fueron proféticas, expresaban el valor, a su juicio, de los cuadernos: “Aun si fueran verdaderos, no hay mayor diferencia, porque son textos aburridos e insensatos”.

Mientras, los peritajes de la policía alemana no podían confirmar si el material era verdadero o no. Los peritos informaron a Stern que se precisaban pruebas más exhaustivas y, urgida por el impacto de la primicia, la revista decidió anunciar la existencia de los diarios de Hitler. El semanario se apoyó en el dictamen de Trevor-Roper, que los dio por auténticos y luego diría que, según Stern, el papel había sido analizado. Al historiador Gerhard Weinberg le llamó la atención que todas las páginas llevaran la firma de Hitler y expresó que un falsificador no haría eso, así que también los validó. Además de The Sunday Times, propiedad de Rupert Murdoch, otras publicaciones compraron los derechos, con lo que Stern ya se había asegurado dos millones de dólares de ganancia.

La conferencia de prensa en la que se dio a luz el texto ológrafo de Hitler trajo malos augurios. Los periodistas presentes preguntaron con insistencia sobre la autenticidad de los diarios y Trevor-Roper lamentó públicamente que «el método normal de verificación histórica haya sido, quizás necesariamente, hasta cierto punto sacrificado por los requisitos de una primicia periodística».

Se descubre la verdad

Entonces llegó el desastre. Stern decidió confiar tres tomos de los diarios a los Archivos Federales de Alemania Occidental. El informe fue lapidario. Los tres volúmenes contenían trazas de poliamida 6, un tejido sintético inventado en 1938 y que no se había comercializado sino a partir de 1943. La revista envió los demás cuadernos a analizar. El fraude era total. El blanqueador y las fibras del papel eran de la posguerra. Al menos un juego de las iniciales FH eran de plástico y la antigüedad del material escrito no superaba los dos años. Incluso, se pudo comprobar cuál era el libro usado por Kujau, dado que el falsificador había copiado hasta los errores históricos. Era Discursos y proclamas de Hitler, 1932-1945, de Max Domarus. Además de falsificar, había plagiado.

Heidemann dijo que no sabía nada y que pensó que los textos eran reales. Cuando la prensa publicó que Stern había pagado nueve millones de marcos, Kujau decidió hablar, porque apenas había cobrado dos millones. Aseguró que el periodista estaba al tanto de la estafa y escribió su confesión con la caligrafía de los diarios. El jefe de redacción de Stern, Peter Koch, presentó su renuncia. Se calcula que la revista tuvo pérdidas por 19 millones de marcos.

La peor parte del bochorno se la llevó Trevor-Roper. A las 24 horas de publicada la primera entrega en Stern (dos millones de ejemplares con un suplemento de 48 páginas) entró a imprenta la edición de The Sunday Times con la versión en inglés. Pocos minutos después, y previo al anuncio de los Archivos Federales que zanjaron la polémica, fuentes del editor Magnus Linklater le avisaron que los alemanes habían probado la falsedad de los diarios. En la siguiente hora, Linklater habló por teléfono con Trevor-Roper y le expuso la situación. Trevor-Roper le dijo que él validaba los diarios, y Linklater no ordenó parar las rotativas. Para cuando la edición de The Sunday Times con la primera entrega de los diarios estaba en la calle, la verdad ya había salido a la luz. Trevor-Roper dilapidó su prestigio y, aunque siguió publicando hasta su muerte en 2003 con buena recepción de público y crítica, nunca se recuperó. Linklater perdió su cargo.

Fue Murdoch quien ordenó hacer rodar la cabeza del editor tras comprobarse el fraude. Antes del escándalo, Trevor-Roper no tenía una buena impresión del multimillonario. En una carta de 1982, decía a un amigo: «Murdoch es un megalómano rodeado de matones”. La frase aparece en la biografía que Adam Sisman le dedicó al historiador, y es impiadoso con Murdoch en muchas de sus opiniones. La historia de los falsos diarios quedó como una anécdota incorporada a la cultura popular, como en el film alemán Schtonk!, de 1992, que con nombres cambiados, y en un tono altamente satírico, reconstruyó el episodio.

Heidemann y Kujau fueron a juicio en agosto de 1984. El periodista fue acusado de robarle a Stern 1,7 millones de marcos y Kujau fue imputado por recibir 1,5 millones para la estafa, con lo que se generaron dudas sobre el destino de más de cinco millones, algo que sigue sin aclararse. Se llegó a decir que Heidemann financió con ese dinero a veteranos de las SS y que Alemania del Este estaba implicada, dado que años más tarde se supo que el periodista figuraba como agente de la Stasi, su órgano de inteligencia.

El falsificador y el periodista fueron condenados a cuatro años y medio de cárcel. A Heidemann no se le probó que estuviera al tanto de la falsificación. En 2008 contó que vivía de la asistencia social y está próximo a cumplir 90 años. Kujau murió en 2000, sin haber cumplido su promesa de escribir un libro sobre los diarios. Dos años antes tuvo que enfrentar una situación paradójica. Apareció con su nombre un libro titulado La originalidad de la falsificación. El responsable del mayor fraude periodístico que se recuerde salió a decir que él no había escrito ese libro.

Tomado de: Página/12

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El periodismo, ante el desafío de los tiempos

«… las páginas iniciales de La edad de oro rinden homenaje a nuestros héroes, Hidalgo, Bolívar y San Martín, patrimonio común del conjunto de nuestros países».

Por Graziella Pogolotti

En una novela de Julio Verne dos periodistas, uno británico y otro francés, mantienen una permanente rivalidad. Para garantizar la primicia de la información y dar «el palo periodístico» respecto a los avatares de Miguel Strogoff, el correo del zar, cada cual intenta arribar más pronto al telégrafo situado en la mayor cercanía.

Con esos incidentes que animan el relato y suscitan simpatía en los lectores, el narrador estaba reflejando dos rasgos característicos de su época. Por una parte, preludio de lo que sucede en nuestra contemporaneidad, la invención del telégrafo acortaba el tiempo y la distancia entre las distintas zonas del planeta. Por otra, la Revolución Industrial introducía cambios tecnológicos en las imprentas y abarataba la producción de papel. Las tiradas de los periódicos se multiplicaron y a sus contenidos accedieron millones de lectores, seducidos por variadas propuestas que respondían a intereses igualmente diversos.

A lo estrictamente informativo, abierto a los anchos horizontes del mundo, se añadían artículos, comentarios, crónicas, gacetillas chismográficas y novelas por entrega, folletines precursores de las actuales telenovelas, que enganchaban al destinatario, pendiente del próximo capítulo para conocer el destino de la heroína. La visión romántica del cazador individual de la noticia desaparecía. La prensa se había convertido en decisivo factor para la conformación de la opinión pública al servicio de grupos de intereses y de partidos políticos.

Así lo comprendió José Martí. Entregó al periodismo una parte importante de su actividad creadora, con el objetivo de vincular el futuro de la isla al destino de la América Latina toda. Conocidos son los textos escritos para el diario La Nación, de Buenos Aires, en los que devela, entre otras muchas cosas, las intenciones ocultas tras la Conferencia Monetaria Panamericana celebrada en Washington.  Su tarea fundadora en este sentido fue mucho más allá.

A la altura de mi edad avanzada, he regresado a las páginas de La edad de oro para dilucidar la estrategia concebida por el Maestro en una publicación periódica dirigida a los niños. Con vistas a la formación de una ciudadanía consciente desde las primeras edades, allí desarrolla una narrativa inspiradora de un imaginario que despliega, en términos concretos, las bases teóricas expresadas en las páginas de Nuestra América.

En el sedimento nutricio de nuestra savia habrá de injertarse el conocimiento del legado de una cultura universal de amplios horizontes y derroteros plurales.

En correspondencia con este propósito, las páginas iniciales de La edad de oro rinden homenaje a nuestros héroes, Hidalgo, Bolívar y San Martín, patrimonio común del conjunto de nuestros países. Con visión preclara, en tiempos de escaso adelanto en las investigaciones arqueológicas, reivindica los altos valores artísticos de la obra de incas, aztecas y mayas, a la vez que refuta la condena a los sacrificios humanos en voz de conquistadores  que inmolaron a muchos en el fuego de la Inquisición.

El perfil de nuestra América, con su impronta singular, se inscribe en el prolongadísimo proceso de una historia humana que comenzó  por buscar refugio en cuevas para desafiar luego la ley de la gravedad en las catedrales góticas, los palacios y santuarios renacentistas, hasta la audacia experimental ferrovítrea del siglo XIX.

Así, instalado en el proyecto emancipador, ineludible garantía para el porvenir de nuestras tierras, recorre con pasmosa lucidez visionaria la Exposición universal de París de 1889, en el centenario de la Revolución  Francesa. No descarta la importancia del progreso tecnológico, sin caer por ello en la ingenua trampa de un positivismo acrítico. Se detiene en las muestras de un extenso conjunto de pabellones. Concede preferencia particular a los países periféricos, aquellos que un siglo más tarde se agruparían en un tercer mundo en vías de desarrollo. Ajeno a la visión eurocéntrica imperante en su época, aborda con respeto la singularidad cultural de cada nación.

Saber, sensibilidad artística y reconocimiento de los valores de una  auténtica modernidad se manifiestan en la descripción de la Torre Eiffel. Símbolo en la actualidad de la capital de los franceses, recibió en su época un rechazo generalizado, sobre todo por parte de la comunidad intelectual de entonces. Muchos reclamaban su derribo una vez concluida la feria.

Martí destacó el prodigio técnico y la elegancia de una silueta afinada, erguida hacia el cielo. Comprendió la necesidad de dotar a su interlocutor de las herramientas para el ejercicio de un pensamiento crítico, arraigado en la realidad profunda de las tierras de América y en diálogo entre lo propio y lo universal, mediante la seducción de una palabra respetuosa de las facultades de la infancia.

Por falta de financiamiento, la publicación de La edad de oro no pudo sobrepasar los cuatro números. En tan breve tránsito sentó pautas que conservan plena vigencia a pesar de los cambios introducidos desde entonces por el acelerado desarrollo tecnológico, utilizados de manera  perversa para levantar valladares frente a la lucha por la emancipación humana, cada vez más apremiante por el acrecentamiento de las brechas entre ricos y pobres, el uso de nuevas formas de colonialismo a través de la manipulación de las conciencias y la necesidad de preservar la salud  del planeta amenazada por el capitalismo depredador.

A contracorriente de tan poderosas fuerzas, corresponde al periodismo participar en la construcción  de un interlocutor crítico que, desde la perspectiva de nuestra América, se abra al conocimiento en profundidad de los conflictos políticos, económicos, sociales y culturales que nos conciernen. Para hacerlo con eficacia, tenemos que afinar nuestra capacidad de seducción, sin olvidar nunca que la plenitud humana se alcanza también en el reconocimiento y disfrute de la belleza.

Tomado de: Juventud Rebelde

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El periodismo histórico hecho por memoriosos prosistas

Como bien lo abordara Carpentier, el cronista es el pilar sobre el cual se erige el periódico presente.

Por Mauricio Escuela

Recuerdo de mis años de universitario cierta revista virtual que hacíamos entre estudiantes y profesores de Historia. Dicho medio, desde la humildad del dato y la sencillez del diseño, sirvió como plataforma académica y de opinión para un periodismo sobre temas del pasado que mantienen su vigencia. La prensa generalista cubana carece comúnmente de análisis aterrizados para llevar el devenir trascendente a los lectores. Se cataloga al periodismo como una herramienta inmediata y perecedera, pero se olvidan a veces piezas como las de Martí y Pablo de la Torriente que dieron al mundo la luz de los acontecimientos en una clave que va más allá del dato, de la información, del crudo reporte que pasa sin penas ni gloria.

El periodismo histórico, ese que padece el maltrato, aparece poco y se hace desde presupuestos superados, sin problematización, sin que los conflictos estén en la centralidad del análisis. Pensadores del pasado, como Marx y Hegel, fueron periodistas de su tiempo. Y es que el cronista escribe las novelas en caliente, como lo dijera Alejo Carpentier en una célebre conferencia. Se trata del reflejo humano y luminoso de la vida, a partir de los destellos de la metáfora y la exactitud sensible.

La historia, como se concibe desde la antigüedad, no es una fachada inmóvil, sino que camina junto a nosotros, nos indaga, es un diálogo propenso a los problemas, a las vías en apariencia sin solución, a que se hable en un idioma sabio y conflictivo desde la máxima filosófica. Se parte de lo acontecido, se le sitúa en contexto, se lo enmarca en un mundo en el cual no podemos escapar a las referencias, a las decisiones que nos tornan hacia una forma determinada, hacia un ser de este o aquel mundo,  a una imagen de lo que hacemos…

El periodismo histórico tiene que ver con la historicidad y lo perecedero del hombre. No se hace solo de frases o a partir de búsquedas en los anaqueles, sino que deberá tomar vida, como en el teatro de títeres. La obra revive en el presente, nos lleva a lo que pasó. Quien dirige el espectáculo debe ser un histrión, un dramaturgo, un maestro de la belleza, pero también un ser honesto, que sepa de qué lado está la justicia. Porque nada es neutral, ni siquiera la buena prosa. Hallar en la vida lo firme y lo honrado, defenderlo, tener esa brújula por fórmula creadora, nos hace mejores profesionales.

En aquella revista que llevábamos siendo unos estudiantes, participaron profesores de un altísimo prestigio. El director, de hecho, es un Doctor en Ciencias que hoy ejerce como panelista del programa de televisión Escriba y Lea. Sin embargo, la ingenuidad de los jóvenes, la frescura de la etapa, no nos dejaban ver la grandeza de ese ejercicio local, universitario, casi una opinión dada en clase como acontece en las aulas.

Sobre mi escritorio, en este momento, descansa la novela Hombres sin mujer de Carlos Montenegro. Según declaró el autor en vida, eliminó buena parte de la belleza de la prosa para poder abordar la crudeza de los acontecimientos. Y es que la obra versa sobre la vida carcelaria en la Cuba de inicios del siglo pasado. Una retahíla de episodios que se destacan por la dureza, la crueldad y a la vez la vida sensible mil veces herida y vilipendiada. Montenegro pasó buena parte de su juventud preso y ello le sirvió para hacer la denuncia, para indagar la forma del ser que se esconde en los antros de perdición, para darnos un pedazo de la realidad. Siendo él mismo un excelente periodista, la prosa del autor se nos torna reportaje histórico, crónica de sucesos, esencia firme. Para el escritor no hay una sola cosa que no deba ser dicha, sino que nos devela el universo estrafalario en el cual el humano se deshumaniza, lo cual duele, incita a conocer y transforma.

A eso se refirió Carpentier, al periodista como un sitio especial en el tiempo, ya que grafica el devenir a partir de la pluma. La investigación ocurre como parte de la vida natural y de implicaciones cotidianas. Quien escribe pareciera que nos habla como un amigo, que nos lleva de la mano a los hechos y los dibuja con sencillez. Porque la mejor prosa es transparente, no obstaculiza ni hace ruido, sino deja ver qué hay del otro lado, se comporta como un cristal en una vidriera. El periodista exhibe lo que conviene y lo que no, compara, sopesa y evalúa a su forma y según su talento. La historia le puede o no estar agradecida, pero la firmeza del autor está en primer lugar en deuda con él mismo, es parte de su ontología, de su metafísica más íntima.

El talento reside en pensar y sentir, dos verbos sin los cuales no puede escribirse nada. Quien hace una prosa deberá vivirla antes, aunque se aborden temas de hace milenios atrás. El demiurgo tiene en sus manos las artes para resucitar a los muertos. Muchas personas, por ejemplo, le echan en cara a Montenegro que él no estuvo de hecho al mismo nivel que los demás presos, ya que pasó su condena como trabajador de la biblioteca del lugar. En realidad, el autor tiene el derecho a indagar la vida de otros, a preguntarla, para a partir de ahí vertebrar su discurso. Nada es al final exacto, nada refleja la totalidad que se escapa como categoría y como cosa real una y otra vez.

Heródoto, que fue el padre de la historia, hacía en sus obras una reflexión personal y mítica sobre los hechos. Otro tanto pasaba con Jenofonte y sus sucesos vueltos a narrar tantas veces. El autor rebasa, desde los tiempos inmemoriales, el hecho, y le insufla su personalidad. Toca, a quien lee, sostener la bondad de ese acontecimiento, merecerla y tomarla como suya. Nada está vivo sino se lo recuerda, se lo retoca, se va a sus raíces.

El periodismo histórico no solo funciona como género o temática, sino que fundamenta el hecho de hoy, el suceso que en apariencia no tiene raíces, no se vertebra, no existe en la realidad concreta. No puede hacerse reporterismo sin la historia, no se concibe un valor noticiable sin que se le mire desde la óptica trascendente del tiempo que pasó. Como bien lo abordara Carpentier, el cronista es el pilar sobre el cual se erige el periódico presente. Las novelas hechas sobre la marcha de los hechos, las que nacen en la temperatura de los conflictos, maduran con el análisis, cuajan con el reposado dato y el juicio que le debe su pertinencia al autor de trabajos históricos.

Nada escapa a la lupa del que piensa, a la sentencia del atrevido que hilvana una prosa reveladora. Como en todos los tiempos hay desmemoriados, pero hay también memoriosos que como un célebre personaje literario de Borges no solo no olvidan, sino que viven en ese recuerdo que los embarga y hace maravillosos.

Tomado de: Cubahora

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Buen Abad y las claves para entender la semiótica comunicacional latinoamericana

Fernando Buen Abad Domínguez. Filósofo y escritor mexicano, doctor en Filosofía. Foto: Eduardo Flores/Andes

Por Patricia María Guerra Soriano @Patri99_Guerra

Pensar la comunicación política semióticamente implica el desarrollo de una epistemología insurgente centrada en interpretar las lógicas de sociabilidad, estructurarlas y a la vez desconfigurarlas tras la búsqueda de sentidos enunciados por la propia historia.

En ese universo de discursos, formas y representaciones políticas, que encuentran lugar también en los medios de comunicación como plataformas divulgativas e interpretativas de los fenómenos sociales, la semiótica se ocupa de la significación de las formas simbólicas que estructuran lugares y hacen predecibles determinados acontecimientos.

Aunque siempre existe una realidad que se resta a los códigos políticos y comunicacionales, el Doctor Fernando Buen Abad, especialista en Filosofía de la Imagen, Comunicación, y Crítica de la Cultura, repiensa la semiótica de la comunicación política latinoamericana y reditúa el interés por construir una semiótica de la emancipación que promueve la construcción de un proyecto teórico-metodológico regional capaz de oponerse a la agresión simbólica del capitalismo.

Whastapp mediante, las respuestas de Buen Abad destilan a ratos pesimismo por el estado actual del campo de la comunicación en América Latina y a ratos —como él mismo declara— un cierto optimismo que confía en la construcción de políticas concretas que democraticen la información y la comunicación como derechos legítimos de la ciudadanía.

Los medios de comunicación son uno de los frentes de lucha donde los comunicadores (periodistas, cientistas de la información, comunicadores sociales, diseñadores) disputan la hegemonía de las influencias. ¿Qué distingue a los medios de comunicación de la izquierda cuando comunican política? ¿Qué signos marcan su discurso?

Hay una serie de distintivos históricos y políticos que marcan diferencias radicales entre cualquier proyecto de “comunicación hegemónica” desarrollada por el capitalismo y las alternativas llamadas de izquierda, revolucionarias o progresistas, que no se someten a los intereses de clase y que en todo caso ponen de relieve los intereses de las mayorías. Esta gran distinción central marca un recorrido totalmente distinto desde la elección de los temas, es decir desde la base semántica de los proyectos de comunicación, hasta las estrategias tácticas y de interlocución, vocabulario, formas, medios y modos para hacer explícitos y colectivos los contenidos que quieren transferirse o compartirse.

Otra distinción está en la base misma de la definición de la palabra comunicación. En algún sentido, la lógica hegemónica descarga la idea de que comunicación son los medios; mientras, desde la otra perspectiva, comunicación significa construcción de comunidad, poner en común.

Ahora, ¿cómo la tecnología se desarrolla? ¿a qué objetivos se orienta? Eso también marca definitivamente la diferencia entre los proyectos comunicacionales. En el campo del pensamiento hegemónico o capitalista de la comunicación, es la tecnología por la tecnología misma e incluso se hace del formalismo, del ornato; finalmente, se construye un discurso que pasa a ser mercancía.

De ahí que la idea de las herramientas subordinadas a un proyecto de puesta en común desde las bases con un proceso democrático de selección, tanto de los temas como de las formas y de las interlocuciones, implica una modificación sustancial.

En resumen, están en pugna teorías y metodologías concebidas, cuya práctica tiende a puntos totalmente distintos y contrapuestos de resultados; mientras que en un caso la lógica de la mercancía es lo que prima para el uso de las herramientas de la comunicación y conjunto con ello la subordinación de las consciencias, de los grupos; en el otro lado, se tiende a todo lo contrario: a la democratización de las herramientas y de los discursos y al proceso de transformación revolucionaria permanente que debe estar implícita en todo aquello que se proponga el desarrollo de la humanidad en condiciones de igualdad y acceso libre a las herramientas para el desarrollo, incluidas las herramientas de comunicación.

En una entrevista reciente apuntaba: “El tema de la comunicación debería ser agenda urgente en todo frente de lucha emancipatoria y en realidad vemos que no es así”. ¿Qué deficiencias están determinando la construcción de una comunicación política desde los medios de comunicación de la izquierda? ¿Por qué?

Nos ha tomado mucho tiempo, a mi entender, la valoración de los alcances, las oportunidades, las riquezas, incluso las fuerzas que nos añaden en la lucha cotidiana la incorporación de herramientas de comunicación entendidas como herramientas de apoyo, como instrumentales que con sus características ayudan a enriquecer tanto cuantitativa como cualitativamente la interlocución con los distintos frentes y grupos

Los movimientos emancipadores de izquierda que recorren todos los espectros teórico-metodológicos y confían en la verdadera emancipación de los seres humanos a partir de sus propias fuerzas organizadas libremente, deberían contar con capacidades específicas para la transmisión de los conocimientos y el enriquecimiento dialéctico de las ideas.

Esa dinámica social y política no ha tenido un crecimiento en términos de sus formas y sus diversificaciones y creo que, en más de una ocasión, se ha desaprovechado a pesar de la existencia y desarrollo de importantes ideas transformadoras de justicia social, de un humanismo revolucionario que revoluciona también al humanismo y que revoluciona las relaciones humanas.

No hemos logrado crear una gran corriente que provoque, anime, estimule y convenza a los frentes importantes que están en las bases de los pueblos y que están aguardando esas oportunidades de articulación, de consolidación de ideas y de acciones; incluso, en esos frentes en los cuales se cocina la cotidianidad y se resiste el peso de todas las injusticias del capitalismo, ha tomado mucho tiempo identificar madurar y consolidar tácticas y estrategias de comunicación. No quiere decir esto que no existan o que no hayan habido experiencias exitosas de comunicación social en las bases, por el contrario, hay muchas pero muy desarticuladas.

En el mundo entero y en nuestro continente han proliferado vocaciones comunicacionales. Me gusta la metáfora de un gran archipiélago de voluntades comunicacionales, pero se trata de un archipiélago inconexo y paradójicamente inconexo porque no hemos logrado las estrategias de intercomunicación entre todos esos frentes, lo cual refleja también algún proceso todavía de maduración lenta sobre la utilidad de las herramientas de comunicación.

No quiere decir que las herramientas para la comunicación o las estrategias de comunicación por sí mismas automáticamente modificarán las sociedades, pero bien cierto es que sin esas estrategias hoy nos vemos en desventaja frente a los modelos hegemónicos que imponen modos de pensar, modos de ser, estilos de vida, estilos ideológicos, en fin el aparato ideológico hegemónico del capitalismo que se despliega a través de todas las argucias imaginables mediante sus herramientas de comunicación. A veces de manera excesivamente pasiva, se desconocen sus estrategias narrativas, sus recursos semióticos y su diversificación de llegadas con distintos interlocutores o destinatarios.

Sin negar las importantes victorias que se han tenido y que se tienen, creo que estamos en una desventaja seria, con debilidades que hay que analizar y poner en la mesa del debate porque en ese sentido de la desigualdad comunicacional vamos a un territorio con grandes desventajas.

Se habla con mucha frecuencia sobre el control ejercido por los grandes emporios mediáticos de derecha que responden a los intereses del capital y no hacen más que promover un pensamiento chatarra plagado de falacias, ¿cómo funciona en estos casos la comunicación política? ¿sobre qué herramientas semióticas se sostienen hasta el punto de lograr su propósito e influenciar a una estimable audiencia?

La comunicación política hegemónica es un medio de la democracia burguesa que se dedica a vender ilusionismos, por ejemplo, hacer creer en un candidato o candidata por determinada apariencia, por cierto palabrerío, discursos, algunos de ellos más o menos articulados (en general los menos), al acudir a un golpe bajo de manipulación de la sensibilidad social, de chantaje emocional, psicológico. Lo cierto es que con el uso de ese conjunto de ingredientes de la mecánica mediática hegemónica se llega al éxito.

Hemos visto en toda la región, una y otra vez, episodios de uso de las herramientas de comunicación en manos de la derecha donde la subestimación de la inteligencia de los interlocutores es de por sí una ofensa y no obstante, logran algún tipo de solidaridad de clase e ideológica. Las promesas que se saben no serán cumplidas porque se está manipulando la sensibilidad de los pueblos, son utilizadas como coartadas perfectas para sus engaños mediáticos. En realidad constituyen experiencias muy aberrantes y dolorosas que nacen de la contradicción de que el propio elector termina votando por un “payaso” que se muestra como una especie de salvador o un mesías, mientras algunos sectores del pueblo no alcanzan a identificar la gravedad de las falacias que se le presentan.

En ese sentido se promueve un pensamiento chatarra hegemónico que se vuelca sobre las estrategias narrativas de la publicidad y propaganda políticas.  De modo que urgen herramientas que nos permitan dar una batalla comunicacional, desmontar espectáculos de propaganda decadente y habilitarnos para saber cómo trabajar la construcción de un proyecto discursivo y narrativo de la política que sea totalmente distinto, usando la radio, la televisión y cuanto medio tengamos pero con táctica y estrategias narrativas. Es una urgencia, un campo de problematizaciones diversas tanto para el análisis como para la producción de discurso político de fondo verdaderamente transformador.

¿Cómo construir, desde los medios de comunicación, una semiótica para la emancipación?

Por lo pronto creo que se requiere un cuerpo teórico sólido de ideas que permita crear a la vez una definición teórico-metodológica capaz de ubicar y redefinir a la semiótica, a la propia comunicación y a la propia idea de emancipación en el contexto contemporáneo y en el contexto específico de las distintas luchas comunicacionales que están dándose.

Es fundamental el desarrollo de una semiótica emancipadora, es decir, una disciplina que estudie la producción de signos a fondo no solamente para defendernos de la agresión simbólica del capitalismo sino para propiciar estrategias narrativas, discursivas de nuevo orden, frente a lo cual se necesita  un desarrollo científico más amplio y que pasemos a una época en la que no tengamos miedo de meternos en el debate de la comunicación y aprovechemos todos los aportes que se vienen recogiendo desde distintas escuelas teórico-metodológicas en las que el marxismo ha hecho muchas contribuciones.

La esencia está en consolidar una semiótica para la emancipación como un movimiento capaz de enriquecerse con experiencias múltiples, con trabajos teóricos y científicos de fondo y con los ingredientes de la riqueza cultural y la chispa imaginativa de los pueblos.

A pesar de que tengamos grandes avances e importantes autores y escuelas, está por construirse una semiótica para la emancipación. Estamos acudiendo a esa necesidad con algunas intuiciones, con muchos errores de apreciación y de ensayo, pero con la claridad de que hay un campo “vacío” en el desarrollo teórico y científico que exige creatividad e imaginación, audacia teórica y metodológica y que nos coloca como desafío los escenarios de la vida política que no son solamente los de las elecciones, sino aquellos que hay que disputar con argumentos dinámicos y renovados sin perder las tradiciones.

A mí me parece que nosotros ni siquiera hemos alcanzado todavía a corporizar una herencia de la semiótica marxista que podíamos y deberíamos ya tener en marcha y sin embargo, veo lentitud en todos nosotros con el debido respeto correspondiente a cada quien. Es un cuerpo teórico-metodológico que está ahí aguardando con sus herramientas no para repetir de manera arqueológica ideas sino para dinamizar los instrumentales básicos de este cuerpo del marxismo y ser capaces de, con esa reserva importante de propuestas filosóficas, teológicas, políticas, avanzar hacia el desarrollo dialéctico de nuevas herramientas para el presente. Una semiótica para la emancipación posee un espacio promisorio pero necesitamos ir consolidándola como un cuerpo cada día más afianzado, con más objetos de estudio consolidados y con más desarrollo teórico y producción práctica.

Una de las claves para enfrentar la concentración monopólica de los medios de comunicación es democratizando sus herramientas, componente que depende, principalmente, de la voluntad política de los Gobiernos, ¿cómo, desde los medios, insuflar en la ciudadanía ese reclamo, y esa necesidad de ver la democratización de la comunicación como un derecho legítimo?

Es cierto que es necesaria la voluntad política de los Gobiernos para avanzar hacia una iniciativa democratizadora de las herramientas de la comunicación, pero también de la construcción de sentido ajustado a las condiciones concretas del desarrollo social.

Ahora hay que preguntarse cuáles Gobiernos porque los Gobiernos burgueses, al servicio del capitalismo, si bien han logrado esa especie de apropiación de instrumentos y herramientas, también han trabajado en el proceso de cercenar el derecho social a la comunicación y a la información. No basta con tener igualdad de oportunidades sino que además hay que tener igualdad de condiciones. Se trata de una disputa porque más de uno se contenta en los discursos con hablar de las oportunidades en abstracto, pero raras veces hay una disquisición profunda, un análisis serio sobre las condiciones objetivas que se requieren.

La democratización de las herramientas para un proyecto de comunicación que no sea el hegemónico y de subordinación de conciencias, necesita una revisión profunda sobre qué clase de tecnología va a requerir. Me atrevo a pensar que debemos discutir si realmente necesitamos la televisión con la infraestructura que hoy presenta y cuál es la televisión que se requiere en términos no solamente de sus contenidos, sino de sus instrumentos. Hay que preguntarse lo mismo para la radio, para la prensa, en función de repensar el proceso de distribución de información con el propósito de satisfacer el derecho de los pueblos a estar informados y a comunicarse.

Este espectro de discusiones, que no aparece fácilmente en las agendas de las políticas de los distintos gobiernos, nos hace preguntar por los costos que tiene la dependencia tecnológica de ese modelo hegemónico, la transferencia brutal de los recursos para consumir una tecnología por otro lado perfectamente sellada por un proceso de caducidad al cual nos someten y nos obligan tras el objetivo de renovar el gasto y el consumo de esa tecnología en todo el continente.

La discusión merece profundizarse a título de saber si no estamos también en un escenario histórico que nos empieza a cuestionar sobre qué tecnología para la comunicación estamos necesitando hoy, tomando en cuenta los problemas educativos de la región y la historia profunda depositada en las raíces mismas de cada uno de los pueblos donde las experiencias de comunicación originarias han sido sustituidas por otras.

En otras ocasiones también se ha referido a la importancia de construir una metodología diferente, una semántica del proceso de transformación, ¿cómo construir una metodología actualizada? (acciones para comenzar a trabajar).

Es cierto que quienes tenemos deseos de no solamente una revolución de la comunicación sino una comunicación revolucionaria, estamos pensando, como requisito, el desarrollo de un dispositivo teórico y metodológico que recoja las tradiciones de los procesos históricos más importantes para que todos los pueblos puedan expresar, desde sus diversidades, sus proyectos de lucha de manera conjunta.

Por tanto, se construye como reclamo un material de organización conceptual porque no creo que la vida del ensayo y del error con algunas posiciones “anarquistas” o “anarquizadoras” nos vayan a dar algún resultado medianamente útil. Tampoco hay tiempo que perder en función de cómo está el desastre de la desigualdad comunicacional e informativa en el mundo, al extremo de que se han legitimado, como la nueva mercancía de ese circo, las fake news y el deporte de engañar a la gente haciendo pasar por verdad una mentira y haciendo que esa mentira satisfaga y además, produzca resignación o indiferencia en los pueblos.

Necesitamos un cuerpo de ideas teóricas y prácticas con las que podamos  reconstruir la noción de lo colectivo como fundamento esencial para definir la información y la comunicación. Hay que actualizar métodos de participación, incluso métodos de los modelos expresivos de los distintos pueblos, pues nuestro continente tiene la magnificencia de poseer una riqueza de proyectos sintácticos de pueblos que hablan cada cual a su manera, desde la diversidad y tienen mucho para decir, aportar y contribuir, desde la denuncia, pero también desde la creatividad. Eso ya propone un esfuerzo ordenador y orden, en este sentido, significa desarrollo del pensamiento crítico en función de los contextos y las coyunturas históricas.

Ese cuerpo metodológico debe ser autocrítico permanente de sí mismo y  además una herramienta para perfeccionarse como una condición sine qua non al constituir un proyecto que pretenda transformar la realidad de la dominación y la del desastre que se ha hecho en materia de comunicación e información en el mundo.

¿Cuál es el estado de la enseñanza en las universidades donde se forman los futuros comunicadores? A su entender, ¿cuáles deberían ser las herramientas imprescindibles en esa preparación?

Alrededor del año 1978, se realizó en México un primer encuentro latinoamericano sobre la enseñanza de la comunicación en el que participaron teóricos como Armand Mattelart, Héctor Schmucler, Ariel Dorfman y otros muchos nombres importantes de la época y del presente que también apuntaron algunos temas centrales en la enseñanza de la comunicación. Uno de ellos, tenía que ver con transparentar cuáles son los ejes teóricos-metodológicos dominantes en la enseñanza de la comunicación. De ahí que se caracterizaron tres grandes ejes: la escuela funcionalista, la estructuralista y la marxista y luego se llamó a revisión la producción bibliográfica al respecto ubicada en las universidades.

Desde ese momento quedó asentada la necesidad de transparentar ante el estudiantado, los ejes teóricos a partir de los cuales trabajaban las escuelas, centros de investigación o de enseñanza. Era indispensable contar con la anuencia de los estudiantes para decidir qué les interesaba y qué no, o por lo menos para no ser engañados al “venderles” teorías y metodologías sin aclarar de qué vertientes nacían.

Este sigue siendo un requisito ético fundamental al que no muchas escuelas o facultades o academias acuden con puntualidad, de hecho hay un tráfico ideológico permanente en el que predomina, en cerca de las mil facultades de comunicación de América Latina, la lógica de la concepción mercantil de la información y de la comunicación.

Habría que definir también en esos marcos teóricos de qué sociedad ideal están hablando, de qué clase de conducta colectiva hablan, a partir de qué esquemas de participación, de organización, de legislación. En muchos casos, las escuelas como la estructuralista y no toda, pero alguna parte de ella, plantea la necesidad de introducir cambios en la sociedad, no obstante sin afectar al capitalismo.

Por otra parte, están las posiciones que convocan al debate sobre la revolución dentro de las comunicaciones y aquí la palabra revolucionario necesitaría un tiempo que no tengo para repensarla en clave de las transformaciones profundas y definitivas para contrastar lo que se tiene con lo que se necesita y ver cómo avanzamos hacia la solución de estrategias alternativas y tecnologías que habiliten a todo el mundo en el marco de las nuevas dinámicas, hacia un humanismo de nuevo género, un humanismo revolucionario y revolucionado también y que dignifique al ser humano para terminar con la explotación, con la acumulación del capital que somete a inmensas mayorías al capricho de un sector.

Eso en general, no aparece como una condición en los programas de estudio. Suele escasear la lógica de la transformación radical y profunda y revolucionaria de las herramientas de comunicación, de su uso, distribución y acceso. No hay propiedad común de la comunicación tampoco como eje profundo de nuevas teorías y aunque hay que decirlo, no quiero con esto desautorizar o desconocer los magníficos intentos de muchas escuelas, corrientes y movimientos académicos para abrir paso a formas de pensar y de hacer desde las universidades con la comunicación y la información, en términos generales, las condiciones objetivas son muy asimétricas, incluso hay datos específicos de persecución de profesores y atosigamiento a investigadores, teóricos, ensayistas que piensan de manera no hegemónica la comunicación.

También es verdad que hay proclividad a premiar, becar, aplaudir y celebrar e insertar en el marco laboral a todos aquellos que disciplinadamente no protestan, se leen el santoral completo de las biografías que les imponen y después dan cuenta de una buena memoria y nunca interpelándola ni  abriendo campos de debate que son tan urgentes en la enseñanza de la comunicación.

Los medios de comunicación que promueven una ideología de izquierda tampoco deben resultar complacientes ante lo mal hecho por su propio movimiento, ¿cómo practicar la crítica desde este frente?

Es cierto que una de las condiciones para pararse en ese vector llamado de izquierda es la crítica y desde luego la autocrítica y también la necesidad de interpelar esos dos conceptos para saber exactamente qué tienen que significar en esta corriente de comunicación de izquierda transformadora revolucionaria, no obsecuente con los modelos de dominación. Hace falta mucho trabajo de concitación de esfuerzos para trabajar de manera inter, multi y transdisciplinaria. Soy de los que cree que la crítica aplicada a la acción significa ordenar las realidades, es conocer lo urgente, lo impostergable, desarrollar el pensamiento crítico como una herramienta que permite a la propia construcción, distribución e interpretación del conocimiento una dinámica diferente porque nadie se “traga” ningún enunciado como si fuese la verdad absoluta, porque nadie está obligado a aceptar como tesis agotadas e intocables aquellas que están probando en el campo del conocimiento apenas su vinculación con las verdaderas transformaciones históricas que la humanidad está necesitando. Es importante que se ejerza un sentido profundo de autocrítica constante, un rigor de ciencia a su vez móvil, divertida, que nos produzca felicidad por ser justamente un ejercicio de profundización sobre los conocimientos.

Tenemos pendientes desafíos del corto plazo, debemos corregir errores, preconcepciones y luego arreglar definiciones a propósito de la organización de las herramientas democratizadas para la comunicación, la propia redefinición de la democracia social, la concepción de la participación entre iguales y la ruptura con las formalidades de la democracia burguesa para entrar a una fase de revolución democrática y por supuesto, de democracia revolucionaria.

Después de la VI Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños en la que 33 países debatieron desde antípodas ideológicas, se destacó, en el punto 42 de su declaración final, la importancia de las tecnologías de la información y la comunicación como herramientas para fomentar la paz, la inclusión social, el bienestar humano, el desarrollo y el conocimiento, ¿confía realmente en el cumplimiento de este objetivo en función de empoderar a la ciudadanía contra la manipulación mediática? ¿por qué?

Me permito ser escéptico respecto a los enunciados que se hacen a veces en las reuniones cumbre y después su cumplimiento en la práctica, sobre todo si las condiciones objetivas para esa práctica lo que indican es exactamente lo contrario a lo que se propone en el papel.

Algo me conduce a cierto nivel de pesimismo, por una parte cuando veo que las condiciones objetivas de los procesos de monopolización se han acelerado, cuando veo cómo esos procesos de concentración monopólicos son un peligro contra las democracias en la región, cuando veo que las voces múltiples no se verifican en las estructuras de comunicación privada, incluso en algunas públicas. Me queda como el sabor de cierta impotencia porque por buena y oportuna que sea una declaración de una reunión, de ahí a la solución o la intervención sobre los problemas hay a veces plazos demasiado largos.

Espero que al mirar las necesidades que se van presentando de gran urgencia hoy en la región, tengamos la capacidad de organizar las políticas concretas que van a permitir la democratización de la comunicación y la información. Todo eso está por verse, espero que no se quede este punto 42 de la declaración de la Cumbre de la Celac, en un buen deseo o en una consigna simplemente al aire hueca por no contar con un instrumental concreto, con un proyecto teórico- metodológico, con un calendario, con un sistema de medición específica para analizar los logros y los avances, errores y retrocesos y que en la siguiente oportunidad que surja, dar cuenta clara de qué pasó entre el dicho y el hecho, entre la voluntad y la realidad.

De todas maneras, a pesar de tener un reconocimiento con cierto nivel de expectativa pesimista, soy de la idea de que, tarde o temprano, va a resurgir una gran importante corriente de comunicación emancipadora que logre romper con el aislamiento de las distintas voluntades de comunicación que han nacido en todo el continente.

Ojalá que eso lo permita la propia Celac y entiéndase, de una vez por todas, que sin un proyecto auténticamente revolucionario en materia de comunicación, no se puede completar el otro conjunto de tareas revolucionarias que se necesitan en las distintas escalas de lo que entendemos por revoluciones a fondo en las ciencias, en las artes, en la literatura, en las organizaciones políticas y desde luego, en las tareas de la comunicación.

Tomado de: Cubaperiodistas

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Imagen Cuba (II y final): Prensa, luego existo

«… la credibilidad se cimentará en la misma medida en que se expongan con claridad los fundamentos y presupuestos de las innovaciones emprendidas; asimismo, mostrarlas con virtudes e imperfecciones en su devenir».

Por Roger Ricardo Luis

Medio siglo después del triunfo, la Revolución inició un proceso de cambios en busca de autogestionar un socialismo a la medida, con los colores nacionales, considerado por las más altas instancias políticas y gubernamentales de la nación como próspero y sostenible.

Un ejercicio social de esa complejidad tiene su expresión simbólica y para hacerlo, además de voluntad política y decisiones las más de las veces audaces y oportunas, se necesita una estrategia comunicativa.

La práctica comunicacional predominante hasta hoy, basada en el control centralizado de los medios y la información, resulta inoperante para encauzar la apremiante necesidad de una información actualizada, pertinente y sistemática en todos los niveles de funcionamiento de la sociedad cubana. Además, deviene perturbadora en el ámbito de la sociedad informacional que de manera creciente toma cuerpo en el país.

La Primera Conferencia Nacional del Partido Comunista de Cuba, celebrada los días 28 y 29 de enero de 2012, mostró interés por el tema y en los objetivos de trabajo  69, 70 y 71 aparecen reflejados los propósitos animadores de la línea de cambios en esa dirección (1).

Pero no basta con la voluntad política. Tenemos suficientes ejemplos de normativas en las cuales se reiteran las mismas indicaciones para resolver idénticos problemas que, con el tiempo, se fueron complejizando y a los cuales se han añadido nuevas dificultades sin encontrar en la “concreta” una salida eficiente para casi ninguno.

Clave para emprender el camino a la solución está en el cambio de mentalidad, suerte de “abracadabra” tantas veces reiterado en los discursos y con peligro inminente de trastocarse solo en consigna.

Una de las cuerdas más sensible del asunto, el de la prensa, fue abordada por el entonces primer vicepresidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez, al pronunciar las palabras finales del IX Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), celebrado en julio del 2013.

Dijo: “(…) No sabemos comunicarnos y como no sabemos comunicarnos, o como tenemos imperfecciones en ese sistema de comunicación (…) hemos entrado en un círculo vicioso: el Partido espera determinadas realizaciones de la prensa y cuando hay algún incidente o algún hecho que altera eso, el Partido se mete más gerenciando que orientando, empieza a suplir el papel de dirección de los medios, las direcciones de los medios se sienten atadas, algunos hasta se pueden acomodar y ahí se empieza a romper la sinergia, ahí se empieza a romper la retroalimentación, ahí se empieza a romper el papel que tiene que desempeñar, y eso se refleja entonces en los periodistas (…) y, al final, se nos van alterando todas las cosas (…) nos desinformamos y nos incomunicamos” (2).

El también miembro del Buró Político del PCC, en esa misma ocasión, refiriéndose a los problemas comunicacionales en los organismos de la administración central del Estado, entre otras instituciones, expresó: “No hay ni estructuras funcionales ni estructurales para organizar la comunicación. Y les digo: ¿Alguien que trabaja para una sociedad socialista con las exigencias que tiene la nuestra, con una población que es instruida, que es educada, que razona, puede pretender trabajar y puede pretender tener éxito sin comunicarse, sin tener una expresión de comunicación hacia la población, hacia la sociedad, hacia el país?” (3).

Como puede apreciarse, el cambio de mentalidad se erige pivote de la transformación en ejecución y debe discurrir por el examen crítico y el redimensionamiento de las prácticas comunicativas relegadas, hasta ahora y por lo general, a un segundo plano desde el uso instrumental, factual y sectorializado de estas.

Existe entonces una conexión orgánica de lo antes expresado con la conceptualización e implementación práctica de la marca país. Se trata de concebir un registro simbólico único y versátil (muchos rostros, un solo país) que responda dialécticamente a las necesidades de representación de la Isla en los diversos escenarios internacionales.

La Imagen Cuba puede y debe convertirse en un laboratorio permanente de estrategias para el desarrollo de modelos de circulación de ideas relacionadas con la intención política por una parte y el resultado social por otro; asimismo, en punto de encuentro de recursos humanos especializados desde donde se generen acciones prospectivas en la dirección deseada. Ello significa conocer aquello que, del universo de relaciones políticas, económicas y sociales, es válido para dar vitalidad a la representación significante de referencia.

Lo referido apunta contra la persistencia corrosiva del modelo transmisivo y verticalista de comunicación difusionista. Su accionar toma por base la orquestación de campañas homogeneizantes donde prevalece como tendencia el discurso centrado en el poder proveniente de quien lleva las riendas de la información y los medios y, al mismo tiempo, organiza el mensaje lo estructura, dosifica y distribuye según criterios de conveniencia sujetos con frecuencia a coyunturas.

En otras palabras, sin un relato objetivo y ético de la realidad mediada de la Isla por parte de nuestra prensa, la Imagen Cuba quedaría hueca, sería una fachada de cartón. Una de las claves para subvertir ese escenario estaría en sacar la producción periodística de la zona de confort donde hasta ahora habita, asentada en rutinas productivas sobre las cuales se ha visto obligada a trabajar a lo largo del tiempo.

Conectado con lo antes señalado está la credibilidad, institución cardinal en el ejercicio de la profesión, cuya erosión debe repararse mediante la producción de un discurso periodístico oportuno, inteligente, sustancioso y creativo, capaz de mostrar a Cuba no solo desde el heroísmo, triunfos y buenos propósitos, sino también desde su complejidad y problemáticas.

Convertido en un reclamo social, el cambio de la prensa pública no acaba de cristalizar, pues resulta difícil despojarse del corsé que durante años constriñe la actividad de los periodistas a la labor como propagandistas, restando protagonismo a otras funciones inherentes al ejercicio de la labor informativa cuyas resonancias se expresan también en la propensión a la desprofesionalización de la prensa.

Es indispensable subrayar la existencia de una relación cuasi carnal entre las normativas en este campo y la profesionalidad. Una política errada remite al deterioro de las competencias de los saberes periodísticos, y cuando estas últimas se incrustan en el tejido gremial se convierten en freno a la mejor de las directrices.

Al inventario de dificultades se suma la postura restrictiva de las fuentes instituciones para brindar información, denunciada por años por los periodistas. Esa situación tiende también a convertirse en una lectura perjudicial de la imagen de la Revolución al denotar opacidad en la relación con sus ciudadanos.

En esa dirección, el secretismo oficial y su compañera inseparable, la burocracia, siguen siendo parásitos muy dañinos al ejercicio de la profesión de informar. Esos dos males a la Revolución le resultan lesivos a su proyección política y simbólica. Ello demerita el valor del imaginario, no solo porque esconde “oficialmente” el origen de deficiencias a la vista de los de adentro y los de afuera, sino también porque los adversarios se sirven con regusto de esas falencias para desacreditarla.

Mientras más información de calidad se brinde, menos espacios habrá para el mal entendido, el rumor, la especulación, la distorsión y la manipulación. No se trata de desvestirse ingenuamente ante el vecino fisgón, pero tampoco es menester usar todo el tiempo ropas de la época victoriana en el Caribe.

Lo justo y significativo en esa dirección es acabar de devolverle a la información que le corresponda la condición de bien público. Ello comporta la obligación de brindarla oportuna y a cabalidad por quienes la manejan, pues el acceso a ella es un derecho humano básico por ser el fundamento de la transparencia y del ejercicio de la democracia participativa proclamada por las altas instancias políticas del país.

Otro aspecto a tener en consideración en la relación Prensa-Imagen Cuba es la necesidad de visibilizar el intenso debate social que acontece a lo largo del archipiélago. Negarlo, esconderlo, minimizarlo o fragmentarlo conduce, cuando menos, a descalificar la esencia democrática enarbolada como principio de la Revolución y, por el otro, desdibujar distingos de nuestra idiosincrasia como ser expresivos, polémicos, sinceros, insumisos, valientes.

En esa misma dimensión, la narrativa de nuestra realidad, dada su riqueza expresiva y para ser verosímil, debe apartarse cada vez más de la jerga burocrática, del almidón retórico, de la parálisis imaginativa.

Debe tenerse muy en cuenta que tanto Internet y muy especialmente las redes sociales se han convertido en espacios decisivos para  la imagen país. Por un lado, porque la red de redes acabó con los estancos informativos, mientras la web 2.0, ha dado la posibilidad a los cibernautas de aportar, desde su paleta de colores, la visión de nación que ellos viven, sienten o padecen.

La Imagen Cuba deberá ser la expresión de la comunicación para el cambio, es decir, consustancial al profundo proceso de transformación socialista que la dirección del país trata de impulsar. En tal sentido, la credibilidad se cimentará en la misma medida en que se expongan con claridad los fundamentos y presupuestos de las innovaciones emprendidas; asimismo, mostrarlas con virtudes e imperfecciones en su devenir.

Es por ello que la representación simbólica de la marca país indefectiblemente debe afincarse en el correlato cotidiano de una prensa que haya superado las limitaciones y distorsiones provenientes de políticas informativas que nunca debieron existir y mucho menos en los nuevos tiempos.

Notas

(1)Objetivo No. 69. Reflejar a través de los medios audiovisuales, la prensa escrita y digital con profesionalidad y apego a las características de cada uno, la realidad cubana en toda su diversidad en cuanto a la situación económica, laboral y social, género, color de la piel, creencias religiosas, orientación sexual y origen territorial.

Objetivo No. 70. Lograr que los medios de comunicación masiva informen de manera oportuna, objetiva, sistemática y transparente la política del Partido sobre el desarrollo de la obra de la evolución, los problemas, dificultades, insuficiencias y adversidades que debemos enfrentar; supriman los vacíos informativos y las manifestaciones del secretismo, y tengan en cuenta las necesidades e intereses de la población.

Objetivo No. 71. Garantizar que los medios de comunicación masiva se apoyen en criterios y estudios científicos, sean una plataforma eficaz de expresión para la cultura y el debate y ofrezcan caminos al conocimiento, al análisis y al ejercicio permanente de la opinión. Exigir de la prensa y las fuentes de información el cumplimiento de sus respectivas responsabilidades, a fin de asegurar el desarrollo de un periodismo más noticioso, objetivo y de investigación.

Objetivos de trabajo del Partido Comunista de Cuba aprobados por la Primera Conferencia Nacional. En: http://www.granma.cubaweb.cu/secciones/1ra-conferencia-pcc/objetivos.html

(2) y (3) Diaz-Canel, Miguel (discurso), Enfoque (UPEC), La Habana, Edición Extraordinaria, agosto 2013, p. 5.

Tomado de: Cubaperiodistas

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Imagen Cuba (I): Dialéctica de una realidad

Tras el primero de enero de 1959 se inició también el proceso de transformación del perfil del cubano con un significativo proceso de elevación de su autoestima. Alegre, valiente, solidario, inteligente, emprendedor, así se autopercibe.

Por Roger Ricardo Luis

No se equivoca quien piensa que la prensa es la expresión de la nación representada en sus espacios cotidianamente.

De ahí la existencia de una relación estrecha entre los medios informativos y el concepto de marca país reducida o confundida muchas veces con campañas de marketing y/o publicidad, aunque ambas disciplinas desempeñen un importante rol en su concepción y ejecución.

En esencia, la Imagen Cuba ha de entenderse como un hecho cultural y,  por tanto, simbólico, cuya magnitud y alcance abarca un heterogéneo campo de actores, intereses y expectativas. Hasta ahora, se ha visibilizado de manera puntual o intermitente por algunas entidades gubernamentales desde el limitado abordaje de campañas reactivas ante el accionar del vecino poderoso y adversario político, y, en otros casos, como operación de mercadeo para vender una postal turística.

Camino por andar en este campo, la concreción de tal proceso precisa tanto de un abordaje contextual como de enfoques y ejes de análisis contemporáneos para situar al tema en la justa perspectiva de su necesidad e importancia.

Uno de los soportes estratégicos destinado a sustentar ese relato multifacético de la nación por su valor directriz y metodológico es la Política de Comunicación del Estado y del Gobierno aprobada en 2018, cuya más reciente señal de vida desde entonces la encontramos en la creación del Instituto de Información y Comunicación  Social, anunciada en la Gaceta Oficial el pasado 24 de agosto.

Vale entonces subrayar lo expresado por el periodista, escritor y notable teórico de la comunicación boliviano, Luis Ramiro Beltrán (1930-2015), quien define la política nacional de comunicación como “(…) el conjunto integrado, explícito y duradero de políticas parciales, organizadas en un conjunto coherente de principios de actuación y normas aplicables a los procesos o actividades de comunicación de un país (1)”.

Es así como la imagen país deviene entidad donde se pone en juego la percepción de cómo una nación, una sociedad  en su conjunto quiere ser vista, fenómeno, por demás, requerido de consenso y capacidad para manifestarlo. Se trata también de la asociación de ideas que de modo reflejo provoquen el distingo de lo nacional en el ámbito foráneo y, de manera muy concreta, en la mente del receptor de otro país.

Asimismo, no puede obviarse que esa manifestación de lo nacional es un prerrequisito, en el ámbito interno, para la gobernabilidad, y, en el exterior, para la reputación. También persigue dar cuenta de la diversidad, planteándose lo distinto como indispensable en tanto forma de convivencia en la llamada aldea global.

De ella puede decirse, además, su condición de territorio simbólico donde se pone de relieve el valor intangible del prestigio de una nación. Como señala el sociólogo francés Pierre Bourdeau: “Los símbolos constituyen elementos de integración por excelencia, cuya aceptación contribuye a generar consenso en torno a una legitimidad de determinado orden sobre la base de valores, normas y principios morales socialmente compartidos” (2).

Por tanto, la marca país deviene visibilidad y comunicación del rostro nacional dibujado con los trazos precisos del ejercicio de la política, la economía, la cultura y el quehacer social, como también de la huella de su historia e identidad.

En esa dirección existe convergencia entre los investigadores al identificar la comunicación estratégica como la política pública aprobada e implementada por la autoridad gubernamental con el interés de posesionar con primacía al país a partir del accionar proactivo y constante de mensajes con audiencias seleccionadas a través de diversos medios y canales. Tanto la marca país y la comunicación estratégica tienen sólido asidero en el ámbito de la Comunicación Política desde la representación de su creciente mediatización.

Desde esa perspectiva, la información de interés público se ha convertido en espacio decisivo de disputa simbólica y cultural, por tanto, escenario político e ideológico de batalla de ideas. Es decir, la dimensión simbólica de la comunicación mediática (y dentro de ella la comunicación periodística, en tanto narración de hechos verdaderos, actuales y de interés humano) se traduce en comunicación pública destinada a proporcionar y poner a circular relatos con sus versiones de la realidad insertos en modelos de interpretación del acontecer que, una vez reconocidos por la sociedad, adquieren rango de movilización social.

Como miembro de la comunidad internacional, Cuba interactúa en ese escenario y busca marcar su espacio de influencia desde las coordenadas simbólicas de sus principios y presupuestos identitarios.

Rostros antagónicos en contexto de disputa

El triunfo de la Revolución el primero de enero de 1959 se erigió también en un parteaguas en la percepción que se tenía hasta entonces de Cuba en el extranjero. Para entonces, el concepto de marca país no existía en el mundo, pero estaba ahí, de hecho, en las acciones como acto de dominación cultural.

Antes de esa fecha, la nación quedó caricaturizada como la tierra de la rumba y el ron, poblada por una raza de vagos y pícaros. Así nos tipificaban, pues era pertinente como esquema de representación acorde con la vieja doctrina de la “Fruta madura”. Basta remitirse a todo cuanto publicó sobre los cubanos William Randolph Hearst en su cadena de diarios para movilizar la opinión pública estadounidense a favor de coartar militarmente la independencia de Cuba en las postrimerías del siglo XIX.

Esa condición de subalternos mediocres requerida de “mentes y manos superiores” para llegar a ser “alguien” en la vida, la industria cultural de la época, liderada por la estadounidense, se encargó de martillarlo con premeditación y alevosía.

Con la victoria revolucionaria y el inmediato enfrentamiento frontal con el vecino norteño afloraron dos maneras de mostrar la isla desde trincheras opuestas. La gramática de lo acontecido en Cuba devino vertiginosamente campo de disputa simbólica con base en la controversia política, pues no puede soslayarse la naturaleza clasista e ideológica de los medios de comunicación.

Esa situación adquirió rango de guerra mediática a partir del hábil aprovechamiento hecho por EE.UU. desde entonces de su extensa red de poder simbólico, pues como apunta Ignacio Ramonet: “Estados Unidos se las arregló para obtener el control de las palabras, de los conceptos y del sentido; exige enunciar los problemas que crea con las frases que propone; ofrece códigos que permiten descifrar los misterios que la misma superpotencia impone y dispone, apuntalándose como “un destacamento especial” que ha sabido muy bien arropar el dominio del imperio apoyándose en el poder de la información, del saber y de las tecnologías” (3).

Con su colosal capacidad de construcción y fijación de la agenda de los medios, la llamada gran prensa estadounidense y las trasnacionales de la comunicación de masas se hicieron eco del discurso político anticubano. Fueron abanderados en promover en la opinión pública local e internacional una narrativa hostil hacia Cuba: la de ínsula-cárcel, una suerte de metáfora macabra de la Isla del Diablo de donde huyó Papillon en la famosa novela homónima de Henri Charriere (4).

Matrices de opinión resumidas en expresiones como régimen totalitario, derechos humanos violados, falta de libertades de todo tipo han servido a lo largo de un sexenio para tejer el mito de “la isla de gobierno comunista” o “almacén del pasado” con el objetivo de posesionar la idea en la opinión pública internacional y en la mente de los cubanos que la Revolución es un modelo fallido, obsoleto y, por tanto, debe cambiarse por cualquier vía.

Aún con una colosal desventaja de visibilidad mediática en su contra, comenzó a emerger desde 1959 el perfil de isla heroica capaz de desafiar al imperio más poderoso. Palabras como dignidad, solidaridad, valentía, identifican a Cuba en crecientes sectores de la opinión pública internacional.

Tras el primero de enero de 1959 se inició también el proceso de transformación del perfil del cubano con un significativo proceso de elevación de su autoestima. Alegre, valiente, solidario, inteligente, emprendedor, así se autopercibe. Ello ha sido posible desde la compresión de la solvencia proveniente del reencuentro crítico hecho con su cultura, identidad, historia e ideología, como también de saberse actor de la transformación social de la cual  ha emergido como agente del cambio.

Cuba es también la expresión de lo singular en el mundo de hoy. Por ello deviene foco de atención de visiones polarizadas. Es muy difícil encontrar en ese ámbito, al menos, un perfil aproximativo al fiel de la balanza que merece la realidad de la isla.

De ahí la urgencia, valor y trascendencia de la imagen país.

Notas:

(1) Luis Ramiro Beltrán, “Comunicación para el desarrollo en Latinoamérica. Una evaluación sucinta al cabo de cuarenta años”, Red de Cátedras de Comunicación de UNESCO, (Orbicom), 2002.

(2) Pierre Bourdieu, “Language and symbolic power”, Cambridge, Editorial Polity Press, 1991.

(3) Ignacio Ramonet, “Propaganda silenciosa. Masas, televisión y cine”, Fondo Editorial del ALBA, La Habana, 2006, p. 30.

(4) Henri Charriere, “Papillon”, Editorial RBA, Barcelona, 2011. La novela vio la luz en 1969 y en 1973 fue llevada al cine por Franklin J. Schaffner, con Steve McQueen como protagonista y Dustin Hoffman como actor secundario.

Tomado de: Cubaperiodistas

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