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La fea verdad de Facebook

Mark Zuckerberg es presidente y director ejecutivo de Meta, empresa que fundó originalmente con el nombre de Facebook en 2004

Por Rosa Miriam Elizalde

Nadie duda de que Mark Zuckerberg hace grandes esfuerzos para reinventar su monopolio. Asediado desde hace años por especular con los datos de los usuarios de Facebook, permitir la circulación de teorías conspirativas, incentivar el genocidio, transmitir masacres en vivo y manipular a los adolescentes para que no puedan dejar la pantalla, aunque los afecte, el empresario intenta cambiar el eje de la polémica, sin tocar el modelo de negocios que inició hace 18 años y que lo transformó en uno de los hombres más ricos del mundo.

La corporación Facebook cambió su nombre por Meta y anunció con bombo y platillo una enorme inversión para construir el Metaverso, un espacio de realidad virtual en que se podría hacer todo, como si se estuviera físicamente en el lugar elegido.

¿Por qué este cambio? Sin que aluda directamente a ello, la respuesta puede encontrarse en un libro que acaba de salir en español, de las periodistas de The New York Times Sheera Frenkel y Cecilia Kang, Manipulados. La batalla de Facebook por la dominación mundial (Editorial Debate, 2021). En inglés: An Ugly Truth: Inside Facebook’s Battle for Domination.

En los océanos de tinta que se le han dedicado a la plataforma, es la primera vez que se documentan más de mil horas de entrevistas con ejecutivos, antiguos y actuales empleados y sus familiares, amigos y compañeros de clase de ­Zuckerberg, además de inversores y asesores de Facebook, y abogados y activistas que llevan mucho tiempo luchando contra la empresa. Las autoras tienen mejores fuentes que todos sus predecesores en el género y logran desmenuzar el modelo de negocio concebido deliberadamente para aniquilar la competencia y exprimir a una tercera parte de los habitantes del planeta, con unas ganancias de 85 mil 900 millones de dólares en 2020, y un valor de mercado de 800 mil millones.

Frenkel y Kang demuestran que “las megaganancias de la red social se han producido repetidamente a expensas de la privacidad y la seguridad del consumidor y la integridad de los sistemas democráticos. Sin embargo, eso nunca se interpuso en su camino hacia el éxito”. Su posición privilegiada se la deben a la visión de conjunto que les ofrece la plataforma a sus directivos, con un equipo de inteligencia contra amenazas que “ha trabajado anteriormente en la Agencia de Seguridad Nacional, en la FBI y en otros organismos gubernamentales, estudiando precisamente a los hackers y otros enemigos que ahora tienen bajo vigilancia”.

Una de las sorprendentes revelaciones del libro es que hay más crítica dentro de la empresa de lo que pensamos. Muchos empleados de Facebook han intentado alertar sin éxito a sus superiores sobre los desastres que provocan unos algoritmos obsesionados con el crecimiento de la plataforma y la ganancia. Algunos incluso advirtieron sobre la catástrofe de Myanmar.

Los ejecutivos de la compañía no sabían nada sobre ese país slavo que era un nuevo territorio por conquistar. Al entrar en Myanmar, Facebook “arrojó un fósforo encendido a décadas de tensión racial cocinadas a fuego lento y luego miró a otro lado cuando los activistas señalaron que el humo asfixiaba lentamente al país”, afirma el libro. Al final, la ONU declaró que las tensiones étnicas habían derivado en un genocidio en toda regla con la “contribución sustancial” de la compañía del pulgar azul. Estimó que 24 mil rohinyás fueron asesinados y 700 mil musulmanes huyeron a Bangladesh.

Mientras eso ocurría, subía de tono la retórica incendiaria de 18 millones de usuarios de la red social que eran monitoreados sólo por cinco hablantes nativos de Birmania, ninguno de los cuales vivía en Myanmar. (Hace dos semanas se supo que decenas de miles de refugiados rohinyás han demandado a Facebook –hoy Meta– en Estados Unidos y Reino Unido, por promoción del discurso de odio.)

El libro demuestra que este caso es quizás el ejemplo más extremo de cómo los algoritmos de la plataforma privilegian el extremismo, pero no el único. Más de 90 por ciento de los usuarios activos de Facebook viven fuera de Estados Unidos y Canadá, y la empresa suele hacerse de la vista gorda ante el discurso de odio, porque estimula el crecimiento de los usuarios sobre todo en las “zonas oscuras” del planeta que llegan tarde, y mal, a la Internet.

Pero el asalto al Capitolio de Washington hace un año ubicó el problema en casa, algo que hemos padecido también los cubanos por derivación de las políticas de línea dura hacia la isla que campean en Florida y las profundas brechas de seguridad de la plataforma social. El libro muestra la incapacidad lingüística de entender, y por ende moderar, millones de publicaciones de usuarios en comunidades de habla no inglesa; la incomprensión de sus propios algoritmos; la inacción a la hora de intervenir donde los programas de inteligencia artificial no llegan (la compañía sólo adopta medidas entre 3 por ciento y 5 por ciento de los casos de discursos de odio, y en 0.6 por ciento de las publicaciones de contenido violento); y un palpable descuido, desidia incluso, a la hora de responder a las denuncias de los usuarios.

De modo que la “fea verdad” de Facebook es el negocio tóxico de una empresa privada dispuesta a mantener a cualquier precio la hegemonía y el dominio sobre millones de súbditos digitales. Uno de los entrevistados por las periodistas comenta que “el problema de Facebook es Facebook”. Falso. El problema de Facebook es el sistema diseñado para que estos monopolios no sólo prosperen, sino que hasta cambien de nombre para perpetuarse. La pregunta que plantean Frenkel y Kang parece entonces pertinente: ¿qué vamos a hacer ante esta realidad?

Tomado de: La Jornada

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Hasta siempre, Fidel

Por Rosa Miriam Elizalde

A esta misma hora, hace cinco años, los restos mortales recibían los honores del pueblo de Santiago de Cuba. El armón militar había recorrido en cinco horas, comenzando a las siete de la mañana y sin escala, los pueblecitos que van desde Bayamo a la Ciudad Héroe.  En la noche, medio millón de santiagueros se concentraba en duelo en la Plaza “Mayor General Antonio Maceo”.

Ustedes pueden seguir en este libro, con lujo de detalles, el itinerario que comenzó con el mensaje de Raúl en el que nos anunciaba que a las 10:29 de la noche del 25 de noviembre de 2016  falleció el Comandante en Jefe de la Revolución cubana, Fidel Castro Ruz. Pueden seguir las guardias de honor, los discursos, las filas interminables en la Plaza de la Revolución para despedirlo y firmar el juramento de cumplir con el concepto de Revolución, la creatividad para decir adiós, las luces de los móviles que alumbran el paso del armón por la Carretera Central durante la noche, los abrazos, las lágrimas, los crisantemos blancos sobre la urna funeraria, las madres y los padres con sus hijos, los jóvenes y los ancianos, los blancos y los negros, la expresión de dolor que dice de mil maneras es verdad, murió, se ha apagado el luminoso perfil de Fidel y cae ahora sobre todos nosotros la sombra melancólica de su memoria.

El libro termina en las primeras horas de la mañana del domingo 4 de diciembre, cuando el General de Ejército deposita la pequeña arca con las cenizas del revolucionario en el Cementerio de Santa Ifigenia. A lo largo de 1 121 kilómetros, de La Habana hasta Santiago de Cuba, más de 5 millones de cubanos despedían al líder en un país que se había paralizado con la noticia y que compartía con tristeza serena la frase “Yo soy Fidel”, consigna que cada cual expresó como pudo, con voces rotas, con trazos en pedazos de cartón, con piedras en las laderas de la montaña o tatuada con creyón de labios en el rostro de una muchacha.  Hubo quien entendió que no solo había muerto un símbolo, un genio político, un gigante de la Historia (en mayúsculas), sino un padre, un hermano y un esposo, y colgó de un puente una gran sábana que decía: “Gracias, Dalia, por cuidar a Fidel”.

Cuando Alberto Alvariño, el jefe de la Oficina de Preservación de Patrimonio del Palacio de la Revolución, fue a vernos a Ernesto Niebla y a mí para proponernos hacer este libro, ambos estábamos en shock y creo que no habíamos vivido ni la mitad de las emociones de aquellos días, porque aún no había salido el armón militar de La Habana. ¿Cómo íbamos a replicar el sentimiento de millones de cubanos, sentimiento que era colectivo pero que a la vez era muy íntimo, abrumadoramente personal? ¿Cómo traducir aquel dolor que, como diría la poeta matancera Carilda Oliver, era todavía difícil de interpretar y que crecía con una profundidad implacable?

Obviamente tuvimos que tomar distancia de unos pocos días para armar la arquitectura del libro. Decidimos entre todos que sería eminentemente gráfico. Pensado para el lector que había vivido en primera persona estos acontecimientos o para alguien que, en la distancia de los años o de los siglos, pudiera comprender qué pasó del 25 de noviembre al 4 de diciembre de 2016 en este país. Por tanto sería factual: habría datos, un mapa con el recorrido de la caravana, la hora exacta en que pasaba el armón por cada tramo de la Carretera Central, pequeños textos explicativos, los discursos de los actos, las breves notas oficiales que se emitieron en esos días, algunos versos. Pero la reina de este volumen sería la fotografía de prensa y es por eso que verán aquí 529 imágenes de 40 fotógrafos que cubrieron los homenajes para publicaciones nacionales y provinciales, además de las que aportó el equipo de Estudios Revolución. Son fotos seleccionadas entre miles, algunas hechas con cámaras muy sofisticadas y otras muy modestas, aunque todas, en conjunto, arman una especie de lectura y escritura visual de ese momento en que Cuba dice Hasta siempre Fidel.

Queríamos que quien vivió estos hechos y el que no, alguien que en el futuro viera este libro, sintiera la cercanía con lo real, con una emoción en bruto que pudiera compararse con aquel momento de Hanoi Martes 13, el documental de Santiago Álvarez, en que la imagen tomada al vuelo, inestable e incluso desenfocada describe no solo el sentimiento de los protagonistas, sino del fotógrafo.  Como cuando están filmando un bombardeo en Vietnam y aparece en cámara un niño alcanzado por la metralla. En ese breve instante, quizás el más dramático de la película, la imagen pierde nitidez porque el camarógrafo está llorando. “La belleza es la verdad y la verdad es la ausencia de retórica”, decía Santiago.

Niebla es un artista que honra el Premio Nacional de Diseño del Libro, que recibió en 2019. La fusión de un diseño exquisito, junto con la edición cuidada de Juan José Valdés, a cargo en la Imprenta Federico Engels  y, por supuesto, la fotografía de más de 40 compañeros, logran un lenguaje estético único. Aquí no vemos otra cosa que el pueblo cubano como personaje central de un momento que quedará registrado para siempre en la historia nacional; un pueblo que expresa su dolor con dignidad y que nos transmite de mil maneras un solo sentimiento: la única defensa contra una pérdida así es el amor.

Tomado de: Cubaperiodistas

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José Luis Rodríguez: “Cuba no se está proponiendo un socialismo de mercado”

José Luis Rodríguez. Asesor del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial (CIEM). Fue Ministro de Economía de Cuba.

Por Rosa Miriam Elizalde

José Luis Rodríguez, ministro de Economía de Cuba entre 1995 y 2009, es de los pocos expertos de la Isla que mantiene públicamente un análisis sistemático y riguroso, desde posiciones socialistas, sobre las transformaciones que agitan la Isla. En un país que se levanta casi todos los días con un nuevo decreto en la Gaceta Oficial que avanza hacia cambios estructurales del modelo económico, apenas se escuchan a los funcionarios explicando las medidas en lengua de la calle, mientras en el espacio digital —con una altísima capilaridad en la Isla a pesar de la débil infraestructura de Internet— florece todo tipo de análisis especulativo, frecuentemente con la brasa arrimada a propuestas neoliberales.

En cualquier caso, la economía es el tema de los temas en el país. Cuba se enfrenta a un dilema de hierro: o actualiza, revisa y reconstruye su estructura económica o la Revolución corre el riesgo de sucumbir ante la presión combinada de sus propios errores y las agresiones del bloqueo de EEUU, en un momento delicadísimo de reacomodo del consenso de Washington hacia la Isla.

Rodríguez, asesor del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial (CIEM), de La Habana, responde preguntas en vísperas de la última sesión plenaria del año en el Parlamento cubano, que tiene en agenda el análisis de los resultados del llamado “proceso de actualización” y los planes para el 2015.

Hacia dónde va Cuba

¿Por qué actualización y no reforma económica?

Puede deberse a dos razones. Por un lado se ha querido enfatizar que todos los cambios que se están proponiendo suponen la actualización de un modelo socialista, que se ha calificado también como socialismo posible. Por otra parte, se ha querido tomar distancia de las reformas —que a nombre de supuestamente perfeccionar el socialismo— llevaron a su desaparición en Europa.

¿Cuál es exactamente el modelo Económico elegido? ¿Hacia dónde va Cuba?

El modelo del socialismo cubano elegido supone el perfeccionamiento de la sociedad que se ha construido hasta aquí y tiene varios rasgos fundamentales que reiteran su matriz socialista.

En primer lugar se mantiene la propiedad social sobre los medios de producción fundamentales —es decir— los que resultan determinantes para el desarrollo del país. Se establecen límites al desenvolvimiento de la propiedad no estatal al reducir su capacidad de acumulación y se asegura la prestación de servicios sociales básicos universal y gratuitamente.

Al mismo tiempo, se abren espacios a la pequeña propiedad privada —como autoempleo o trabajo por cuenta propia—, la propiedad cooperativa agropecuaria y no agropecuaria y las empresas mixtas con capital extranjero. Se parte así del concepto que otras formas de propiedad no estatal pueden contribuir al desarrollo del país, sin ser predominantes y si se les encauza adecuadamente, es decir, sin que se conviertan en preponderantes.

Este es un cambio significativo, pero a él se ha llegado partiendo de que —por un lado— una  propiedad estatal únicamente no asegura el éxito del socialismo en la fase de construcción socialista en que nos encontramos; por otro lado, durante años se trató  de seguir ese camino y el balance no ha sido favorable.

Por último hace ya tiempo que la teoría marxista llegó a la conclusión de que la existencia de relaciones de mercado en el socialismo obedece a un determinado grado de desarrollo en el cual no puede socializarse directamente el trabajo individual de los productores, y se requiere de las categorías mercantiles para hacerlo. Por lo que se impone la necesidad de reconocer esa realidad si queremos avanzar a un desarrollo más racional. Eso no significa que la presencia de las relaciones de mercado —en el grado en que las mismas se reconocen— no tenga que ser monitoreadas y sometidas a control social para compensar sus efectos socialmente negativos. Lo dicho anteriormente da una idea de que en nuestras condiciones esto es lo que puede asegurarnos un desarrollo socialista posible de acuerdo a las circunstancias de subdesarrollo en que se desempeña nuestra economía, aunque —desde luego— no es nada sencillo.

¿Socialismo de mercado?

Desde la llamada cubanología se interpreta que lo que se está produciendo en Cuba es la «transición a una economía socialista de mercado», que necesariamente debe ir acompañada de cambios estructurales en el sistema político del país. ¿Usted qué cree?

En relación a lo primero, cualquiera que estudie la evolución histórica de las experiencias del llamado socialismo real claramente entenderá que nosotros no nos estamos proponiendo un socialismo de mercado.

Esta fue una apelación para calificar las reformas económicas emprendidas en los años 60 del pasado siglo, que propiciaron una amplia introducción de mecanismos de mercado en países como Yugoslavia, Hungría y también en la URSS con la Perestroika. Esas reformas suponían que el mercado en su actuación no era para nada contradictorio con el socialismo, por lo que  se amplió cada vez más la presencia de esos mecanismos para hacer más «eficiente» la gestión económica, sin tomar en cuenta la connotación social de los mismos y sin monitorear y compensar sus efectos perversos. La historia demostró que del socialismo de mercado quedó solo el mercado sin socialismo.

Las críticas de la cubanología siguen la lógica de que si se introduce el mercado, debe llegarse hasta las últimas consecuencias —es decir al capitalismo— para lograr una eficiencia superior. De ahí que presupongan eufemísticamente cambios políticos para atemperarse a esa tendencia, lo que no es otra cosa que provocar el transito al capitalismo. Por más vueltas que le quieran dar, eso es lo que está en el fondo de sus «recomendaciones».

Abundan los que exigen celeridad a los cambios e incluso quienes se pronuncian por un «shock». ¿Es posible imponer mayor ritmo a las transformaciones?

No puede perderse de vista que —luego de muchos años de Período Especial— las expectativas de la población son muchas y en muchos casos muy intensas. Sin embargo, la magnitud de los cambios que se requieren en el funcionamiento de la economía para satisfacer las necesidades de la población es de una gran magnitud y complejidad. Se trata incluso de implementar medidas sobre las cuales no existen experiencias en nuestro medio, por lo que se requiere un periodo de prueba para validarlas e incluso valorar no solo su impacto económico, sino también sociopolítico, habida cuenta de la gran importancia de los factores subjetivos en este proceso.

Una decisión precipitada en este sentido puede comprometer el proceso de actualización. Esto no significa que no se avance en todo lo que sea posible y que no comprometa los objetivos estratégicos a alcanzar. Por ejemplo, se han adoptado decisiones que flexibilizan la venta de viviendas particulares, el acceso a instalaciones turísticas internacionales y se admite la recontratación de jubilados que pueden —además— cobrar un salario sin perder su pensión.

En síntesis, la afirmación del Presidente Raúl Castro de avanzar sin prisas pero sin pausas, pienso que tiene total validez.

Difícil precisar ritmos de cambio en la economía

¿Dónde no se ha producido el cambio que se esperaba al aprobarse los Lineamientos hace dos años y medio?

En primer lugar es preciso recordar que los Lineamientos tienen un período de implementación de 5 años o más en algunos casos, por lo que muchos impactos esperados en el cronograma de aplicación pueden encontrarse aún en proceso de realización.

Por otro lado, la concreción de resultados en la economía cubana —que tiene un nivel de apertura superior al 47%, por lo que depende mucho de lo que ocurra en la economía internacional— está sometida a un elevado nivel de incertidumbre. Si a esta realidad añadimos la presencia del bloqueo económico de Estados Unidos, es muy difícil lograr una elevada precisión en los ritmos de cambio en la economía.

Adicionalmente hay medidas que originalmente se plasmaron bajo determinadas premisas y a lo largo del tiempo han tenido que ser complementadas con otras decisiones. Un ejemplo está en la entrega de tierras ociosas para la producción agropecuaria, que fue  normada originalmente por el Decreto Ley 259 y después fue complementada con el Decreto Ley 300, así como por otra serie de medidas para facilitar la gestión del sector. También la experimentación de nuevas formas de gestión del poder popular en las provincias de Artemisa y Mayabeque se ha extendido en el tiempo más allá del plazo original, a partir del análisis de las experiencias de su compleja implementación.

¿Qué beneficios se perciben de las transformaciones iniciadas en el 2011?

El ordenamiento del modelo económico cubano ha tenido que necesariamente comenzar por las grandes decisiones que modifican la estructura de gestión en la macroeconomía, por lo que —lógicamente— es en esa esfera donde podemos apreciar algunos resultados de importancia.

Si nos remitimos a los problemas más significativos que recogen los Lineamientos de la Política Económica y Social observaremos que estos son el desbalance financiero externo y la baja productividad presentes en el país.

En el primer aspecto se observa cómo de un saldo comercial negativo en relación al PIB que era -5% en el 2008, se ha pasado a un saldo positivo de +1,6% en el 2013 gracias a la expansión de las exportaciones y a la sustitución de las importaciones y el ahorro.

En otras palabras, el saldo positivo del comercio exterior, aporta recursos que permiten iniciar un proceso gradual de renegociación y pago de la deuda externa. En este último aspecto se aprecia cómo se obtuvo recientemente la condonación del 90% de la deuda de la antigua URSS con Rusia —deuda inscripta en el Club de París— y también se logró la condonación del 70% de la deuda con México, al tiempo que se ha dedicado un volumen sustancial de recursos a liquidar los adeudos externos a partir del año 2009.

Todo esto es de importancia estratégica, pues permite crear mejores condiciones para ampliar la inversión extranjera, elevar la tasa de inversión del país y aumentar los ritmos de crecimiento hasta alcanzar en pocos años  cifras del orden del 6 al 8%.

En relación con la productividad del trabajo, esta ha crecido un 7,8% en los últimos 5 años, ritmo que si bien no resulta muy elevado, ha permitido en la última etapa que este indicador crezca más rápido que el salario medio para evitar presiones inflacionarias.

No obstante, queda mucho por hacer para lograr un crecimiento equilibrado y autosostenible, pero esto también requiere tiempo y recursos.

Fin de la doble moneda, ajuste cauteloso

La mayoría de la población no percibe aún mejoras en la microeconomía ¿cómo mantener el consenso en tales circunstancias?

Todo proceso de ajuste económico —aun cuando se haga con criterios esenciales para preservar lo alcanzado por nuestra sociedad— enfrenta desafíos  inevitables a corto plazo.

Probablemente uno de los mayores desafíos radica en cómo realizar los cambios estructurales indispensables para que el país se desarrolle y, al mismo tiempo, lograr mejoras en el nivel de satisfacción de las necesidades de la población, que —como ya se apuntó— acumulan carencias propias del Período Especial.

Algunas decisiones adoptadas apuntan en esa dirección. Por ejemplo, el proceso de reestructuración de las empresas estatales permite que las mismas ajusten el pago de salarios a los resultados productivos, lo cual —donde se han aplicado las medidas propuestas— ha posibilitado incrementar sustancialmente los salarios sin provocar presiones inflacionarias, lo que potencialmente abre nuevas alternativas al 49% de los ocupados en el sector estatal que laboran en empresas.

La situación es más compleja en el sector presupuestado, pero también —sin afectar el equilibrio fiscal  indispensable— se han elevado los salarios en el sector de la salud y a los deportistas. De igual modo,  en el sector no estatal de la economía —donde labora alrededor del 26% de los ocupados— se obtienen ingresos más elevados.

No obstante, a pesar de estos avances y las potencialidades que se perciben, el deterioro del salario real y las restricciones para expandir servicios como el transporte y la construcción de viviendas, constituyen factores a tomar en cuenta en la lucha por el indispensable equilibrio que debe irse alcanzando entre la satisfacción de las expectativas y la creación de condiciones para lograrla.

Junto a ese avance, necesariamente gradual, debe lograrse un mayor nivel de información y participación de los trabajadores en todo este proceso, lo que constituye —en mi opinión— un elemento esencial para mantener el consenso indispensable.

¿Cuánto pesa la unificación monetaria para el éxito global de la transformación de la economía en Cuba?

La dualidad monetaria que llevó a la circulación paralela del peso cubano (CUP) y el peso convertible (CUP), que se implementó en 1993, permitió evitar una devaluación de la tasa de cambio oficial que —de haberse efectuado— hubiera llevado a una situación muy difícil de controlar. Igualmente en el sector empresarial permitió implementar en paralelo un proceso de descentralización en la toma de decisiones, que hoy podemos evaluar positivamente desde la distancia que nos separa de los años 90.

También la dualidad monetaria permitió —mediante la creación de las Casas de Cambio (CADECA)— drenar una parte significativa del exceso de liquidez que se acumuló en manos de la población en esos años y llegó al 73% del PIB. Al mismo tiempo  se abría un consumo en divisas —también gravado por un impuesto sobre la venta— para al menos la parte de la población que tenía acceso a la misma, que llegó aproximadamente a estimarse en el 60% de la población a finales de la pasada década.

Todos estos impactos positivos se fueron perdiendo en la misma medida en que la doble circulación monetaria y la doble tasa de cambio asociada a esta fue haciendo cada vez más complejo el manejo de la contabilidad en dos monedas, lo que hacía muy difícil conocer la situación económica real en el país.

Por tanto, un proceso de cambios como el actual tiene como requisito indispensable ordenar nuestra contabilidad y las estadísticas retornando a un sistema monetario único con el peso cubano como centro.

No obstante, se trata de un proceso de elevada complejidad que llevará necesariamente un periodo de tiempo, ya que se trata de devaluar la tasa de cambio oficial que se mantiene hoy en 1 CUP=1 CUC o peso convertible (equivalente a un USD) y hacer converger la tasa de cambio entre el Estado y la población donde se cambia 1 CUC = 25 CUP. Es sin dudas una operación  en la que se requiere avanzar cautelosamente para que resulte exitosa.

En la actualidad se trabaja en el grupo de transformaciones de mayor complejidad en medio de una coyuntura externa no favorable. No obstante, la hoja de ruta que se trazó con los Lineamientos aprobados en el 2011, asegura los cambios indispensables para avanzar estratégicamente en la creación de condiciones para un desarrollo sostenible a mediano plazo.

Tomado de: Cubadebate

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¿Cinco años sin Fidel?

Por Rosa Miriam Elizalde

Hace hoy cinco años murió Fidel Castro, pero siento que han pasado décadas en Cuba desde el 25 de noviembre de 2016. Llegó Trump y pasó lentamente con su rosario de sanciones que se han sentido peor que nunca por la pandemia. Vino Biden con su corte de pusilánimes, desgranando cada día con amenazas veladas o directas, sin atreverse a cumplir sus tímidas promesas electorales.

En un lustro, particularmente en los dos últimos años, se ha desatado un argot incendiario en medios y redes, cuyo blanco no es sólo el gobierno cubano. Se ha querido arrasar con Fidel. El líder cubano ha recibido cientos de homenajes en todo el mundo desde la noticia de su muerte, pero en simultáneo se ha lanzado contra su memoria un bombardeo de calumnias para intentar transformar en ruinas el proyecto nacional, popular y democrático de la revolución que él encabezó.

Para presentarlo como el símbolo de la derrota y el fracaso se le muestra como un idealista solitario que condujo a Cuba a la ruina. Se cargan de negatividad y perversidad todas sus acciones (reales o inventadas) para convertirlo en el malo remalo de la película y, por tanto, merecedor de cualquier ultraje. Hay quien se excusa, cínicamente, en la desmitificación.

Pero nada de esto alcanza a mellar el símbolo. La verborragia de los profesionales del odio y de los desmitificadores termina por alimentar la figura del hombre que encabezó la lucha armada en la Sierra Maestra, que puso el pecho a las balas y a los huracanes, que condujo la guerra internacionalista en África, que sobrevivió a 637 atentados y que vimos siempre en primera línea batallando contra la injusticia, el egoísmo y el individualismo. También, contra la tontería y la soberbia, a la que enfrentó en clave de humor o con salidas que desmienten la caricatura torcida que hacen de él. Me consta.

Recuerdo la conferencia de prensa celebrada en La Habana, en abril de 1990, con los ecos de la disolución de la Unión Soviética de fondo y mientras Washington ya tenía “la servilleta puesta para almorzarse a la isla con cuchillo y tenedor”, como escribiría entonces Eduardo Galeano. Fidel advirtió a los periodistas que una agresión a Cuba repetiría la hazaña de Numancia, la ciudad ibérica que resistió el ataque de los incultos pero poderosos romanos en 146 antes de Cristo, y prefirió inmolarse antes que rendirse. Cualquier cubano entendía, dijo, por qué aquel pueblo se resistió a entregar su lengua, sus dioses, sus modos de vivir, sus campos y sus ciudades al imperio. Para virtudes y defectos preferían, en cualquier caso, sin dudarlo, los propios. Un periodista español preguntó cómo era posible que él convocase al pueblo al holocausto. “Si tus antepasados hubiesen pensado como tú, ahora me estarías preguntando en francés”, respondió el líder revolucionario.

Pero en Fidel la idea numantina jamás fue fanatismo ni nacionalismo suicida. Mientras ese diálogo ocurría, un laboratorio científico cubano producía e intentaba comercializar la primera vacuna contra la meningitis tipo B, que había sido el principal problema de salud de los niños en la isla y mataba cada año a 85 mil personas en el mundo. Washington quería el fármaco, pero se negaba a pagar un solo centavo al gobierno de La Habana y puso como condición cambiarlo por comida. A la principal investigadora, Conchita Campa, le sorprendió la respuesta de Fidel cuando tuvo que comunicarle la noticia: “Los niños que se van a salvar en Estados Unidos no tienen la culpa de tal arrogancia. Claro que la vamos a cambiar por alimentos”. Así llegaron los primeros pollos gringos que comieron los cubanos después del bloqueo naval impuesto por John Kennedy en 1961.

Se siente como si el tiempo se hubiera alargado y volviera a pasar todo en simultáneo. La revolución de 1959, la hostilidad de Estados Unidos, los 60 iniciáticos y los 70 más inflexibles, los 80 estables, los 90 insufribles tras la caída soviética y las dificultades de la vida cotidiana. Pasamos por el costado más duro del bloqueo y por la amenaza de una invasión militar, como la de Playa Girón. Por la isla cerrada y por la isla abierta al turismo. Por las colas, la enfermedad y las vacunas. Por el Miami terrorista y farandulero, y por el Miami invisible de los migrantes que quieren normalidad para rencontrarse con sus familiares. Pasamos por todo en estos cinco años, pero hay algo que ocurrió por primera vez. Fidel Castro comenzó a estar de otro modo. Aún así, está y estará.

Tomado de: La Jornada

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La larga sombra de la marcha

Por Rosa Miriam Elizalde

Estos son los hechos. El 20 de septiembre comenzaron a llegar cartas a ocho sedes de los gobiernos municipales o provinciales de Cuba, en las que se anunciaba la celebración de marchas “pacíficas”. No era una petición formal para ocupar las calles más concurridas de algunas ciudades, sino la notificación de que lo harían y el reclamo de protección de las autoridades. Los firmantes, un pequeño grupo de personas con residencia actual en la isla; la motivación, “el cambio” sin apellidos. En virtud de la ley y del obsesivo apoyo estadunidense, el gobierno dijo no.

Han trascurrido casi dos meses y son escasos los indicios de que la marcha ocurrirá en algún espacio físico en Cuba. La maquinaria propagandística de Florida asegura todo lo contrario y añade que se replicará este fin de semana en un centenar de ciudades, la tercera parte en territorio estadunidense.

Ayer, el canciller cubano Bruno Rodríguez intervino ante el cuerpo diplomático acreditado en La Habana y repasó el itinerario de lo que llamó “el libreto ya en ejecución” de Estados Unidos contra Cuba. La provocación sigue la trama muchas veces vista, pero ¿qué no es esta marcha señalada para el 15 de noviembre?

  1. No es autónoma.

Dos días después de la entrega de la primera carta a las autoridades, comenzó el carrusel de declaraciones de funcionarios y congresistas estadunidenses. Hasta este miércoles, se habían producido 29 intervenciones públicas desde Washington o Florida con todo tipo de demandas y amenazas a las autoridades de la isla. No se ha visto obsesión semejante con ningún otro tema de la política interna estadunidense en las últimas semanas.

El vocero del Departamento de Estado, Ned Price, ha explicado con pelos y señales las supuestas causas, objetivos, contenidos y demandas que tendría la marcha. El senador Marco Rubio celebró la operación en menos de 24 horas de circular la noticia, mientras un par de asesores principales de Biden han amenazado con más sanciones al gobierno de La Habana.

Por si fuera poco, el dinero llueve. En septiembre de 2021, el gobierno demócrata entregó casi 7 millones de dólares a 12 organizaciones que publicitan a diario la “marcha cívica por el cambio” en Cuba, en lo que analistas ven la mano peluda de las “revoluciones de colores” exportadas por Occidente a la periferia rusa.

Además de apoyo “moral”, político y financiero, los diplomáticos estadunidenses ofrecen soporte logístico, dan palmaditas en la espalda y de vez en cuando hacen de chofer de los “opositores”. Lo único que falta en términos de injerencia es un espectáculo como el de la subsecretaria de Estado estadunidense, Victoria Nuland, que repartió galletas y bocaditos a los manifestantes antigubernamentales en plena Plaza Maidan, de Ucrania, en 2014.

  1. No está desconectada de otros procesos.

La marcha es sólo un episodio de una estrategia más integral y abarcadora. El gobierno de Biden ha interpretado que el efecto combinado de la pandemia, la crisis global y el bloqueo económico, más las 243 medidas adicionales impuestas por Donald Trump, ofrecen condiciones excepcionales para golpear a Cuba. No necesita a sus espías para darse cuenta de que hay más colas, inflación y desabastecimiento en un país que lleva 60 años gestionando la escasez, pero debe saber también que la marcha no tiene acompañamiento popular. Cuba está regresando a la normalidad y con ello, a la apertura de los vuelos, al encuentro de familias que no se han visto en dos años, al regreso de los estudiantes a las escuelas y a la reanimación de la economía nacional y doméstica.

  1. No es pacífica.

El grupo privado de Facebook que aparece como organizador de la marcha es cualquier cosa menos moderado. De cada 10 publicaciones, ocho recurren a la violencia simbólica y a la descalificación política de quienes defienden el proyecto socialista o celebran algún éxito social en Cuba. El debate en estos espacios no es para modificar opiniones, sino para agitar prejuicios, instalar el odio entre los cubanos como fuente excluyente de legitimidad de un gobierno que ha conducido al país en condiciones muy difíciles.

El repertorio es un macartismo desenfrenado y un desmesurado impulso a la estigmatización que son prácticas comunicativas muy comunes en el clima político actual de EU, pero ajenas al escenario político, cultural e idiosincrático de los cubanos. Bruno Rodríguez aseguró ayer que Facebook podría ser demandada por estas prácticas contra Cuba.

  1. No es sincrónica.

Se habla de la sincronización de las marchas dentro y fuera de Cuba para promover el cambio. Pero no hay tal cosa. En Cuba, definitivamente no hay ambiente de marcha, mientras los organizadores de Florida hablan de la participación de un centenar de ciudades convocadas para el fin de semana, sin precisar la cantidad de personas que lo hará.

En realidad, los dispuestos a este tipo de zafarrancho anticastrista suelen ser pocos numéricamente, pero eso no importa. Un solo individuo, el 30 de abril de 2020, atacó a tiros con un arma de asalto a la embajada de Cuba en Washington, en una calle céntrica de esa ciudad, recordaba el canciller. En la noche del 26 de julio otro llanero solitario lanzó un coctel molotov contra la embajada de Cuba en París.

  1. No es lo que dicen.

El fantasma conservador que recorre el mundo y llega a Cuba no es lo que parece ni lo que se ve a simple vista. Detrás del mantra de la “marcha no violenta” está la larga sombra del reaccionario de toda la vida que combina ahora el ultraliberalismo económico, la moral conservadora, los conceptos vacíos y el uso creativo de las redes sociales. Sueña con merendarse la Revolución cubana a más tardar el próximo 15 de noviembre, al tiempo que deja en suspenso un interrogante moral. ¿Cómo es posible que se hable de protesta cívica, pacífica e independiente, con Washington lubricando el camino de amenazas y dólares?

Tomado de: La Jornada

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Cuba como trastorno obsesivo compulsivo

Por Rosa Miriam Elizalde

La alcancía volvió a sonar. Hace menos de un mes, en septiembre de 2021, la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid) otorgó 6 millones 669 mil dólares en subvenciones para proyectos destinados a un “cambio de régimen” en Cuba, eufemismo para evitar decir “intervención directa de una potencia extranjera”.

La administración demócrata ha favorecido especialmente al Instituto Republicano Internacional (IRI) con una generosidad bipartidista que jamás tuvo Donald Trump. También han recibido espléndidas partidas otros grupos de Florida, Washington y Madrid que han pedido la invasión a la isla y pintan un panorama apocalíptico en La Habana, con lo que aseguran más dinero el próximo año.

Las arcas públicas de Estados Unidos parecen inagotables para la industria anticastrista. En el último año, al menos 54 organizaciones han sido beneficiadas con los programas para Cuba del Departamento de Estado, la National Endowment for Democracy (NED) y la Usaid. Esta agencia ha otorgado en los últimos 20 años a Creative Associates International, una tapadera de la CIA, más de mil 800 millones de dólares para el espionaje, la propaganda y el reclutamiento de agentes de “cambio” en la isla. Uno de sus proyectos más conocidos, el llamado “Twitter cubano” o ZunZuneo, resultó en un soberbio fracaso que develó una trama de corrupción y violaciones flagrantes de la ley estadunidense. El ZunZuneo le costó el puesto al director de la Usaid, pero las operaciones de Creative Associates International se mantienen a toda vela, ahora de manera encubierta.

El investigador estadunidense Tracey Eaton, que durante años ha seguido la ruta de estos fondos, comentó en entrevista reciente que muchos de los programas de financiamiento para el “cambio de régimen” en Cuba son tan furtivos que probablemente jamás sabremos quiénes son todos los destinatarios ni el monto total, y a juzgar por los milloncejos conocidos, la subvención debe alcanzar una cifra faraónica. Las estrategias de “construcción de la democracia” se consideran “secretos de oficio” y están exentas de divulgación en virtud de la Ley de Libertad de Información estadunidense, según cartas que Eaton ha recibido del Departamento de Estado y de la Usaid.

Estados Unidos se vuelve loco ante el supuesto indicio de intrusión rusa, china o islámica en la política local y en las plataformas en línea. Sin embargo, no duda ni por un minuto en intervenir groseramente en Cuba, como ha expuesto el diario digital MintPress News, que documentó cómo grupos privados de Facebook instigaron los disturbios del 11 de julio en varias ciudades cubanas. “La participación de ciudadanos extranjeros en los asuntos internos de Cuba está en un nivel que difícilmente se puede concebir en Estados Unidos”, dice la publicación y añade: “Las personas que provocaron las protestas del 11 de julio en Cuba siguen planeando acciones similares para octubre y noviembre”.

Los planes de subversión política de la superpotencia militar son una vergüenza y un escándalo, pero nada indica que Washington alcanzará ahora lo que no pudo en 60 años. De hecho, esta obsesión del gobierno estadunidense tiene dos siglos, como ha demostrado Louis A. Pérez, investigador de la Universidad de Carolina del Norte, en un brillante ensayo titulado Cuba como trastorno obsesivo compulsivo.

“El tema de Cuba rara vez ha sido un tema de disquisición razonada. Desafía una explicación fácil, y ciertamente no puede entenderse única –o incluso principalmente– dentro de la lógica del cálculo de políticas que dan cuerpo a las relaciones exteriores de Estados Unidos, principalmente porque no hay lógica”, escribe el historiador.

Lo que sí tiene lógica es la permanencia en el tiempo de la “intransigencia” cubana. Ernesto Che Guevara solía repetir en sus discursos de los primeros años de la revolución de 1959 que “Cuba no será otra Guatemala”. Es decir, su independencia del imperio estadunidense no sería boicoteada con bombardeos mediáticos primero, movilizaciones inducidas y ataques militares después.

La costumbre de derrocar alternativas independentistas es tan larga y la arrogancia por una abrumadora fuerza militar y mediática tan ciega, que el gobierno estadunidense no ha logrado prever sus continuas derrotas ni ha superado el trauma de tener una isla levantisca “casi a la vista de nuestras costas”, como decía John Quincy Adams, y para colmo, sin el más mínimo interés de ser “el estado que nos falta entre la entrada al Golfo y la salida del vasto valle del Misisipi”.

La gran verdad de todo esto, comenta sabiamente Louis A. Pérez, es que los cubanos han aprendido de la historia, pero Washington no.

Tomado de: La Jornada

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México lindo y hermano

Miguel Díaz-Canel y Andrés Manuel López Obrador. Foto Alejandro Azcuy

Por Rosa Miriam Elizalde

Tendría que ser un mexicano el que nos explicó del modo más elocuente qué es una isla. En La ruta de Hernán Cortés, Fernando Benítez dice que “una isla es una realidad claramente delimitada, una invitación al aislamiento y una manera de escaparse del mundo conocido. Una isla es también un pequeño universo original, un castillo rodeado de su foso, un lugar sui generis, sin fronteras, sin vecinos molestos, autónomo y redondo… Robinson, el más grande de los náufragos, no hubiera existido sin una isla”.

Una isla no existe sin tierra firme y sin náufragos. A México llegaron los primeros cubanos independentistas, expulsados por los déspotas coloniales y republicanos. El más mexicano de todos los cubanos, el poeta José María Heredia, está enterrado en una tumba desconocida en Toluca. José Martí, nuestro héroe nacional, que vivió y se casó en estas tierras, confesaría que “si yo no fuera cubano, quisiera ser mexicano; y siéndolo le ofrendaría lo mejor de mi vida”.

El héroe comunista Julio Antonio Mella, inmortalizado por las fotos de su amada Tina Modotti, moriría el 10 de enero de 1929 en la calle Abraham González, de la colonia Juárez, en la Ciudad México. Tras recibir los disparos de un sicario del dictador Gerardo Machado, tuvo tiempo de identificar a su asesino y expresar “muero por la revolución”. En Tinísima, Elena Poniatowska recreó la escena y los funerales que encabezarían Diego Rivera y Frida Khalo. Cuando Diego despidió el duelo, elogió “la pureza de acción y de opinión y el valor temerario” del cubano y años después pintó a Mella mirando amorosamente a Tina en su serie Del corrido a la revolución.

Ha sido documentada hasta el más mínimo detalle la experiencia mexicana de Fidel y Raúl Castro, del Che Guevara y sus compañeros que se lanzaron en el yate Granma, desde el puerto de Tuxpan, en la aventura revolucionaria que terminó con la victoria del ejército rebelde y la fuga del dictador Fulgencio Batista, en 1959. A partir de ahí, mucho ha corrido y, con presidentes más o menos propensos, no faltó la actitud invariablemente digna de México contra al cerco estadunidense a Cuba.

Pero ésa es sólo una parte de la ecuación binaria entre la isla y la tierra firme. La otra parte de la historia tiene que ver con lo que una antigua costumbre griega entendía por “símbolo”, que era la acción de dividir en dos un objeto, una moneda o un trozo de barro, y los dueños acudirían a sus mitades cuando fuera necesario, en una situación en la que se necesite hospitalidad o solidaridad, por ejemplo. La historia de la relación de México y Cuba no es reductible a etiquetas anticomunistas de última hora, porque es símbolo, pacto de reconocimiento mutuo, valor que no pertenece a ninguna de las partes por separado. Es cultura, material e inmaterial, y es común.

Hay sangre cubana en la Guerra de Independencia de México y está ahí, aunque no lo cuenten en los textos escolares. Eran cubanos algunos de los más cercanos colaboradores de Benito Juárez y su yerno y cercano colaborador, el poeta Pedro Santacilia. Andrés Manuel López Obrador recordaría esta semana en la mañanera que el embajador de la isla, Manuel Márquez Sterling, intentó salvar la vida del presidente Francisco Madero y llevarlo a Cuba, en febrero de 1913. Sin saber que sería asesinado poco después, don Francisco le regaló una fotografía dedicada especialmente al amigo cubano que había ido a verlo en el cautiverio: “guárdela en memoria de esta noche desolada”.

Será difícil para muchos cubanos, ésos que vivimos cercados por el foso del bloqueo estadunidense, olvidarnos de estas celebraciones por el Grito de la Independencia en México. Desoyendo los alaridos de la derecha trasnacional y rindiendo honor a la historia de los dos países, AMLO levantó la mitad mexicana del símbolo e hizo el discurso más emocionante que recordemos muchos cubanos desde Lázaro Cárdenas hasta hoy: “Miguel Díaz-Canel (…) representa a un pueblo que ha sabido, como pocos en el mundo, defender con dignidad su derecho a vivir libres e independientes, sin permitir la injerencia en sus asuntos internos de ninguna potencia extranjera”.

Y cuando Andrés Manuel dice algo así, habla el México que ha sabido construir conviviendo, el que ha creado vínculos en vez de muros, el que ha compartido espacios comunes, el que no grita que se tiene “sentido común”, sino que tiene, de verdad, un sentido de lo común. Habla el México lindo y hermano. Un símbolo.

Tomado de: La Jornada

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Las remesas que no llegan

Por Rosa Miriam Elizalde

Con el dinero que gana limpiando casas en la mañana y una oficina en la noche, Virgen Elena Pupo, migrante cubana de 47 años, ha logrado sacar adelante a su familia en Washington DC, pero no ha podido ayudar a sus padres en Holguín, separada de ellos por más de 2 mil kilómetros. A la ciudad del noroeste de Cuba, golpeada en estos días con el incremento de casos de Covid-19, no llegan ni vuelos ni remesas de Estados Unidos por las políticas de Donald Trump que ha mantenido Joe Biden.

Una semana antes de las elecciones en Estados Unidos, el 27 de octubre de 2020, Trump emitió su última medida contra la isla. Incluyó entonces en la Lista Restringida de Cuba a la empresa financiera cubana Fincimex, contraparte de Western Union, con el pretexto ridículo de que pertenece a la corporación empresarial cubana Gaesa.

La medida cortó de golpe los canales para remesas, y los ancianos padres de Virgen Elena, en medio de la epidemia, no han podido recibir ninguna ayuda.

Este lunes, Fincimex anunció en un comunicado retrasos en las entregas de remesas que llegan a Cuba por terceros países, debido a la dificultad de encontrar instituciones financieras que autoricen las operaciones. La inclusión de esta empresa en la lista de entidades restringidas por el Departamento del Tesoro estadunidense, “sigue generando en el sector bancario internacional temores a aceptar operaciones dirigidas a la entidad y tendencias a limitar su alcance”.

Es una situación contra toda lógica. Las remesas han salido al rescate de las familias castigadas por el coronavirus en todo el mundo. Según el Banco Mundial, el envío de dinero de los emigrados a sus familiares superó en 2020 la suma de la inversión extranjera directa (259 mil millones de dólares) y la ayuda oficial al desarrollo (179 mil millones) de los países en desarrollo. Por ejemplo, en los primeros seis meses de 2021, las remesas tuvieron un crecimiento histórico en México, como dio cuenta recientemente La Jornada. Alcanzaron 23 mil 681 millones de dólares, 22.4 por ciento más que igual periodo del año anterior.

“Mientras el Covid-19 sigue devastando a las familias de todo el mundo, las remesas siguen siendo un salvavidas fundamental para los más pobres y vulnerables”, comentó a propósito Michal Rutkowski, director mundial de Protección Social y Empleo del Banco Mundial. Esto pasa en México y en todas partes. Los envíos regulares que hacen los migrantes latinoamericanos pobres a sus familias se han convertido en vitales para muchas de las economías de la región. Generalmente son los trabajadores pobres quienes mandan hasta ocho veces por año sumas pequeñas sacándolas de donde no tienen. Han sido el segundo ingreso de México durante años y cerca o más de 20 por ciento del producto interno bruto de Honduras, El Salvador, Guatemala y otros países. Protegen a millones de personas. ¿Por qué lo hacen, por qué tanto sacrificio? Las encuestas dicen que la explicación de este gran gesto solidario de enorme impacto macroeconómico está ante todo en la familia. Lo hacen por inspiración moral, por lealtad a sus padres, hermanos, hijos y sobrinos.

En un estudio realizado en 2006 sobre las remesas y su impronta en la familia cubana, el investigador Edel Fresneda Camacho reconocía que esta ayuda no se destina a la inversión productiva. “Constituye una fuente importante de ingresos para las familias receptoras, de su capacidad de consumo y ahorro e implican un mejoramiento en las condiciones de vida”, que en el caso de Cuba incluye la posibilidad de invertir en un pequeño negocio particular.

Él y otros investigadores han dado cuenta de los escarceos manipuladores de Washington en este frente. En los años 90, durante la crisis conocida en Cuba como el Periodo Especial, Estados Unidos reforzó el cerco económico. Bill Clinton prohibió de agosto de 1994 a 1998 las remesas excepto bajo condiciones estrictamente humanitarias: enfermedad o en casos de personas con permiso oficial de inmigración. Bush impuso restricciones aún más crueles, al permitir sólo visitas a la isla, una vez cada tres años, si se trataba de familiares muy cercanos –los tíos y primos no eran considerados “familia”–.

Aun así, la remesa se las ingenió para continuar llegando a la isla. Hasta ahora. Sin oficinas de Western Union, sin posibilidad de envíos por DHL, con bancos bajo intimidación y vuelos suspendidos a todas las provincias –salvo los muy limitados a La Habana–, a Virgen Elena sólo le queda esperar que sus ancianos padres resistan la pandemia. Y ruega cada día para que el sentido común tome posesión en la Casa Blanca, ubicada a sólo dos cuadras de la oficina que ella limpia en las noches con la terca voluntad de seguir sacando a flote a sus seres queridos.

Tomado de: La Jornada

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Cambio de régimen, mentiras y películas de video

Por Rosa Miriam Elizalde

Veinte años de mentiras de Washington, pero sólo 10 días bastaron a los talibanes para tomar el control de Afganistán. El remate lo ha hecho Joe Biden al hilvanar una excusa patética, otra vez mentirosa: Nuestra misión en Afganistán no era construir una nación, ni crear una democracia unida. Nuestro único interés nacional en Afganistán ha sido y sigue siendo prevenir un ataque terrorista en Estados Unidos.

¿Quién le cree? The Washington Post compiló hace año y medio unas 2 mil páginas de notas de más de 400 entrevistas con militares, diplomáticos, cooperantes y oficiales afganos. Creían que ofrecían testimonio en condición de anonimato y hablaron hasta por los codos de los errores del ejército estadunidense y del engaño deliberado a la población de ese país (y al mundo) para sostener a toda costa el proyecto de cambio de régimen en Afganistán. Lecciones aprendidas, llamaron a esta inusual papelería.

Cada dato fue alterado para presentar el mejor cuadro posible… Las encuestas, por ejemplo, eran totalmente poco fiables, pero reforzaban la idea de que todo lo que hacíamos era lo correcto, afirmó Bob Crowley, el coronel que ejerció de consejero de contrainsurgencia entre 2013 y 2014. El ex secretario de Defensa Donald Rumsfeld, arquitecto del Ejército Ciberespacial de EU, añadió: No tengo ningún tipo de visibilidad sobre quiénes son los malos.

Más de 800 mil efectivos estadunidenses fueron desplegados en Afganistán desde 2001. El Departamento de Defensa ha reconocido 2 mil 443 bajas y unos 20 mil 589 heridos. Esta institución militar, junto al Departamento de Estado y la Agencia para el Desarrollo Internacional (Usaid), sin incluir otros entes como la CIA o el Departamento de Asuntos de Veteranos, desde 2001 han gastado 2.26 billones de dólares, según estimaciones del proyecto Costos humanos y presupuestarios de la guerra contra el terrorismo, de la Universidad Brown, de Rhode Island.

El proyecto Costos de la guerra también estima que han muerto 241 mil afganos como resultado directo de la intervención militar. Estas cifras no incluyen muertes por enfermedades, pérdida de acceso a alimentos, agua, infraestructura y otras consecuencias indirectas de la guerra.

Imposible obviar las similitudes de estos datos con los planes de cambio de régimen en Cuba y las continuas amenazas de los políticos de Florida. Cerca de 250 millones de dólares de fondos federales han invertido en las últimas dos décadas agencias federales estadunidenses para el cambio de régimen en la isla. Hay que aclarar que esos son los caudales públicos, documentados por el Cuba Money Project, del investigador Tracey Eaton. Nadie sabe cuánto dinero ha viajado por los canales clandestinos y secretos, mientras la intervención militar siempre es una opción sobre la mesa para los senadores Marco Rubio y Robert Menéndez, y la congresista María Elvira Salazar, por citar a los que encabezan el ala del fundamentalismo anticubano en Washington.

Además del cambio de régimen y el dinero, lo que une la historia imperial de EU con Afganistán y Cuba son las películas de video. Las que hemos visto en estos días por las redes se parecen a la que narró y vivió el escritor Eduardo Galeano. El uruguayo era miembro del tribunal internacional que juzgó en Estocolmo (1981) la invasión soviética en Afganistán.

Según la explicación oficial, la invasión quería defender al gobierno laico que estaba intentando modernizar el país. Nunca olvidaré el momento culminante de aquellas sesiones, escribió Galeano. Un alto jefe religioso, representante de los fundamentalistas islámicos, dio una larga disertación llena de rabia anticomunista. El freedom fighter del gobierno de EU –ahora terrorista–, tronó: ¡Los comunistas han deshonrado a nuestras hijas! ¡Les han enseñado a leer y a escribir!

Creo que Galeano estaría de acuerdo conmigo en que el grito de aquel señor podía ser intercambiado por los que emiten, un día sí y otro también, los legisladores de la cruzada contra Cuba en Washington.

Tomado de: La Jornada

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La buena gente que regalará Internet a Cuba

Wetransfer es una empresa asentada en Ámsterdam, que de pronto decidió regirse por las leyes de Estados Unidos y negar ese acceso a los cubanos.

Por Rosa Miriam Elizalde

GitHub, la mayor plataforma de software libre del mundo, ha publicado un listado incompleto de 60 programas informáticos, sitios y servicios restringidos para Cuba por la sinrazón del bloqueo estadunidense*, que según el senador Marco Rubio no existe. Ahí aparecen desde la plataforma de videoconferencia más popular en estos tiempos de pandemia, Zoom, hasta la mayoría de las aplicaciones de Google, como Code, Cloud, Maps y Play Publics.

El listado es parcial porque no están los servicios bloqueados hace unas pocas semanas, como Wetransfer, que permite a cualquiera que no viva en Cuba la transferencia de archivos informáticos por Internet y que los periodistas usábamos para enviar fotos, audios o videos a nuestras redacciones. Wetransfer es una empresa asentada en Ámsterdam, que de pronto decidió regirse por las leyes de Estados Unidos y negar ese acceso a los cubanos.

La paradoja es que esto ocurre cuando la Casa Blanca, tan buena gente siempre con los del sur, se ha enfocado en dos ejes de un mismo discurso injerencista: dialogará con los cubanos (entiéndase Miami) para decidir qué nuevas sanciones endosa a la isla, y ha decidido dotar a Cuba de una nueva infraestructura de Internet gratuita para que seamos muy felices.

El diálogo con los cubanos (de Miami), que no quieren plática con Biden, por quien no votaron y aún creen que robó la elección a Donald Trump, es visto como extravagancia de la política exterior estadunidense. David Brooks, corresponsal de este diario en EU, hizo referencia hace unos días al encuentro de Biden con un grupito de cubanoestadunidenses en la Casa Blanca para escuchar opiniones sobre lo que ocurre en la isla, aunque la mayoría de los que estaban presentes no han puesto un pie en nuestro archipiélago en mucho tiempo. El senador Robert Menéndez, por ejemplo, sólo ha visto una palma cubana en fotografías, mientras el empresario Emilio Estefan lleva 58 años sin saber cómo luce la farola del Morro de Santiago de Cuba, tierra que lo vio nacer.

Sin embargo, como afirma Brooks, expertos en política exterior y relaciones bilaterales han confirmado que es único el caso de Cuba, en el que Washington, bajo ambos partidos, consulta con la diáspora de un país dentro de EU para elaborar la política hacia esa nación.

Lo de Internet aún es más extraño. Washington acusa al gobierno cubano de ser enemigo de Internet, pero bloquea aplicaciones de uso común en cualquier lugar del planeta. Promete una nueva infraestructura con globos estratosféricos y otras variantes surrealistas, pero ha sometido por estos días a Cuba a toda variante posible de guerra de información en redes y ciberguerra directa.

Los usuarios cubanos hemos visto un incremento sin precedentes del despliegue de noticias, fotos y videos falsos desde sitios chatarras en la Florida, que replican incluso trasnacionales mediáticas. Han repetido hasta el infinito videos del 11 de julio como si fueran nuevos, táctica engañosa para dar la impresión de que las protestas se han mantenido hasta hoy, aunque el país está en total calma. Se incita al uso de pasarelas electrónicas (VPN) para burlar la red pública nacional y, particularmente, se publicita el uso de Psiphon, tecnología desarrollada y financiada por la United States Agency for Global Media, la agencia de propaganda de Washington.

Los medios cubanos y los sitios web institucionales han recibido cientos de ataques de denegación de servicios desde suelo estadunidense, donde además se han registrado nombres de dominio con palabras groseras que redireccionan a páginas de la red nacional. Y por si fuera poco, vivimos bajo el acoso de cibertropas organizadas desde Miami que usan granjas de troles y robots para generar en Twitter y Facebook la percepción de caos en Cuba e insultar y amenazar hasta de muerte a los principales dirigentes, periodistas, artistas y otras figuras públicas, además de ciudadanos comunes que se atreven a criticar los disturbios, a llamar al sentido común contra la pretendida intervención militar o simplemente no expresan rechazo explícito al gobierno cubano ni se suman al fascismo con chusmería que inunda las redes.

Hay números, datos y registros sistematizados de hechos que se extravían en medio de tanto fogonazo cotidiano y tanto alarido anticomunista en los oídos de la Casa Blanca. Pero el colmo de todas estas operaciones se puede escuchar en un podcast entre expertos de Miami, cerebros de la comunidad de inteligencia y funcionarios de muy alto rango de la Comisión Federal de Comunicaciones de EU**. Allí, públicamente, estos señores hablan de presionar a la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) para que cometa violaciones al derecho internacional (por ejemplo, que hagan la vista gorda si se instalan los globos sobre Cuba); reconocen que han introducido teléfonos satelitales para el espionaje y la organización de las protestas en la isla; admiten que Psiphon es pagado por ellos y prometen dinero a raudales a las compañías de telecomunicaciones para que violen la legislación cubana, entre otras lindezas.

El gran argumento es que esto hace ver a EU como el bueno de la película, aunque el tema se le cae cuando un joven cubano quiere actualizar su teléfono o descargar un videojuego. Entonces al muchacho le sale en la pantalla un cartel muy educativo: usted vive en un país bloqueado.

Tomado de: La Jornada

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