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Ana Belén (+Video)

Por Rosa Miriam Elizalde @elizalderosa

No puede recibir visitas, salvo de un hermano. No le está permitido hablar por teléfono, ni recibir periódicos, revistas ni ver televisión. Nadie puede indagar por su salud ni conocer por qué está en un centro destinado a delincuentes con problemas psíquicos, cuando ella no está loca. Tampoco le permiten relacionarse con otras personas en esa cárcel, donde ha pasado dos décadas en absoluta soledad.

Ana Belén Montes ha cumplido el domingo pasado 64 años de edad en uno de los pabellones del infierno, un lugar donde “lo peor es estar encerrado con uno mismo”, como escribió Nelson Mandela en su biografía, a sabiendas de lo que decía después de 27 años de confinamiento. Ciudadana estadounidense e hija de puertorriqueños, se encuentra encarcelada desde 2001 en la prisión Centro Médico Federal (FMC), en Fort Worth, Texas, reservada para criminales muy peligrosos y con problemas mentales. Según consta en la lista de la Oficina de Prisiones de Estados Unidos, lleva el número 25037-016, debe salir en libertad el 1 de julio de 2023 y cuando lo haga, seguramente mantendrá la misma discreción con la que entró a la cárcel y mantuvo durante su vida en libertad. Era oficial de alto rango en la Agencia de Inteligencia Militar (DIA, por sus siglas en inglés), del Pentágono, y estaba a cargo de Cuba. Fue acusada de espionaje, pero su gran delito ha sido poner la conciencia por encima de la seguridad personal, de una carrera exitosa y de una vida regalada en un suburbio de Washington.

Según su abogado defensor, Plato Cacheris, Montes cometió actos de espionaje debido a razones morales, porque “ella sentía que los cubanos eran tratados injustamente por EEUU”. En un controvertido artículo publicado en diarios de amplia circulación y con fuentes privilegiadas, acceso a documentos clasificados y a su escasa correspondencia desde la cárcel, tratan de presentarla como una soplona tenebrosa, la última en el juego mortal de la Guerra Fría. Pero cometen el error de citar una carta a un familiar en la que Ana Belén dice “no me gusta nada estar en prisión, pero hay ciertas cosas en la vida por las que merece la pena ir a la cárcel”, con lo que dejan pistas al lector de la verdadera naturaleza del castigo a esta mujer.

En su alegato ante el juez que la condenó, apenas una cuartilla y media que logró llegar a las catacumbas de internet, afirma: “Honorable, me involucré en la actividad que me ha traído ante usted porque obedecí mi conciencia más que obedecer la ley. Considero que la política de nuestro gobierno hacia Cuba es cruel e injusta, profundamente inamistosa, me consideré moralmente obligada a ayudar a la isla a defenderse de nuestros esfuerzos de imponer en ella nuestros valores y nuestro sistema político… Es posible que el derecho a existir de Cuba, libre de la coerción política y económica, no justifique el haber entregado a la isla información clasificada para que pudiera defenderse. Solamente puedo decir que hice lo que consideré más adecuado para contrarrestar una gran injusticia.”

El juicio, por tanto, no fue simplemente un caso contra una oficial que tuvo la temeridad de alertar los abusos contra un país que no le hizo nunca daño a Estados Unidos, mientras que desde ese territorio se ha alentado el terrorismo, el magnicidio y el exterminio por “hambre y desesperación”, como expresaron abiertamente hace 60 años los arquitectos del bloqueo contra Cuba. Es el esfuerzo coordinado por el estado de vigilancia y seguridad para extinguir el derecho constitucional a exponer crímenes cometidos por los que detentan el poder. Es la crucifixión de los individuos solitarios que corren riesgos personales para que las víctimas conozcan la verdad -los Daniel Ellsbergs, los Ron Ridenhours, los Deep Throats y los Chelsea Manning. Es el escarmiento a todos aquellos que desde el interior del sistema hacen público hechos que cuestionan la narrativa oficial, como John Kiriakou, el ex analista de la CIA, que reveló cómo el gobierno de EEUU utilizaba las técnicas del “submarino” para torturar a los presos. No habríamos sabido que la vigilancia masiva es posible, y que se hace en secreto y a diario, de no ser por Edward Snowden.

En la película de Steven Spielberg, The Post: los oscuros secretos del Pentágono los personajes se debaten en dilemas personales que son también de índole ética: “¿No irías a la cárcel por evitar una guerra?”, le pregunta a un periodista Daniel Ellsberg, quien filtró miles de documentos sobre la invasión estadounidense a Viet Nam a fines de la década del 60 del siglo pasado. Como Ana Belén, él ha sido considerado a partes iguales un traidor y un héroe, según los anteojos de quien juzgue.

Ya no hay manera decente de ignorar estas cosas, a pesar de los pavorosos mentideros del poder. En Cuba, Vicente Feliú puso música a los versos del poeta Miguel Sotomayor, y la canción dedicada a Ana Belén Montes se escucha en los conciertos del trovador:

Duele

saberte sumida en el silencio

en un medio de demencia y soledad.

Duele tanto

que haya bocas que enmudecen

cuando debieran gritar.

Duele tanto, tanto

saber de tu sufrimiento cuando no existe crimen

si la lucha es por justicia, por la vida y por la paz.

Duele mucho

que mis brazos sean palomas esposadas

que aletean sin poderte liberar.

Tomado de: La Jornada

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El ataque que no ocurrió

Embajada de los Estados Unidos en La Habana

Por Rosa Miriam Elizalde @elizalderosa

Lo llamaron ataques sónicos, incidentes de salud, síndrome de La Habana. En nombre de unos supuestos ruidos inexplicables cuyas causas eran difusas, el gobierno de Estados Unidos decidió retirar en septiembre de 2017 a todo el personal no esencial y sus familias de la embajada de su país en Cuba. Corrieron la voz de que una veintena de diplomáticos referían síntomas tan variados como mareos, vértigo, confusión mental, sordera parcial, trastornos del sueño y lagunas de vocabulario básico, supuestamente provocadas por la exposición a sonidos persistentes de origen desconocido en sus casas o habitaciones de hotel.

El gobierno cubano negó una y otra vez que fuera responsable de esa extraña enfermedad que ni las leyes de la física ni decenas de científicos de muy variadas disciplinas podían explicar. Si era un arma sónica o de microondas, según las versiones sucesivas del Departamento de Estado de Donald Trump, ¿cómo era posible que las ondas fueran percibidas por ciertas personas reunidas en un mismo lugar y otras no? ¿Cómo puede una fuerte emisión de energía tener efecto selectivo? ¿Alguien tenía la pistola mágica de James Bond? ¿Se trataba de Spectre –siglas en inglés de Ejecutivo Especial para Contraespionaje, Terrorismo, Venganza y Extorsión–, la organización secreta contra la cual luchaba el más célebre de los espías de las películas británicas?

El Archivo de Seguridad Nacional, organismo no gubernamental e independiente con sede en la Universidad George Washington, ha divulgado en estos días el resumen ejecutivo de un informe de 2018 de la Junta de Revisión de Responsabilidad (ARB, por sus siglas en inglés) del Departamento de Estado, después de una investigación de cuatro meses sobre los raros ataques contra diplomáticos estadunidenses en La Habana, que sirvieron de pretexto para iniciar las sanciones del gobierno de Trump contra Cuba –242 medidas en cuatro años aplicadas contra un solo país, un récord sin precedente en la política exterior estadunidense–.

El informe refiere que fueron elementos de la Agencia Central de Inteligencia estadunidense (CIA, por sus siglas en inglés) en La Habana los primeros en dar la alarma de los extraños síntomas. No sabemos qué estaban haciendo estos espías, pero teniendo en cuenta el largo historial de más de 60 años de guerra sucia, intentos de asesinato y planes fantasiosos contra Fidel Castro, como poner bombas en los tabacos del líder cubano y veneno en sus trajes de buceo, la agencia seguramente no les pagó la estancia para que tomaran daiquirís debajo de una palmera en el Hotel Nacional de Cuba.

Aunque excepcional, ese no es el dato más relevante de esta investigación de la ARB, que culpa al Departamento de Estado de falta de liderazgo superior, comunicaciones ineficaces y desorganización sistémica. Lo notable es el reconocimiento de que no pueden explicar lo que ocurrió en La Habana y la incapacidad para identificar a un culpable. No sabemos el motivo de estos incidentes, cuándo realmente comenzaron o quién lo hizo, subraya el informe entregado el 7 de junio de 2018 al entonces secretario de Estado, Mike Pompeo.

La sobredimensión de los pretendidos ataques en La Habana fue y sigue siendo el gran problema de esta saga. Los que creen que algo ocurrió porque lo dice el Departamento de Estado o sostienen que hay un misterio aún por desentrañar, enfrentan la enorme dificultad de tener que probar algo que no ocurrió. En la ciencia, como en la jurisprudencia, se puede probar lo que sí es, pero resulta metafísicamente imposible certificar lo que no es. Si alguien intenta convencernos de que 10 ángeles caben en la punta de un alfiler, debería haberse documentado al menos uno. Lógica pura y simple, salvo cuando la intención es aportar una prueba diabólica, aquel recurso de los procesos de la Inquisición donde la víctima estaba obligada a demostrar su inocencia.

El otro gran problema de esta fantasía es la terrible relación que tuvo la administración Trump con la verdad. Las mentiras de este presidente sobrepasaron una lista de más de 20 mil hechos falsos, que cierra con el asalto al Congreso de Washington porque él y sus seguidores se opusieron a la realidad verificable de unas elecciones que le dieron la victoria a Joseph Biden.

El doctor Robert Bartholomew, profesor emérito del Departamento de Medicina Sicológica de la Universidad de Auckland, en Nueva Zelanda, dijo el martes al programa Mesa redonda de la televisión cubana que en el llamado síndrome de La Habana se ha mezclado de manera interesada la política con la ciencia y que el gobierno de EU encubrió este hecho para convertirlo en un futbol político contra los cubanos. Añadió: “Este caso se puede resumir en una sola frase: ‘cuando escuchas el sonido de cascos en la noche, piensas que son caballos, no cebras’. Pero los médicos del Departamento de Estado optaron por la hipótesis más exótica desde el principio: asegurar que eran unicornios”.

Tomado de: La Jornada

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La insoportable levedad de los monopolios digitales

Por Rosa Miriam Elizalde @elizalderosa

El cierre de las cuentas de Trump llega demasiado tarde y no tiene el olor de claveles, sino de otra práctica discrecional de los monopolios privados en Internet, que actúan según soplen los vientos en Washington.

La expulsión de Trump del paraíso de las plataformas de redes sociales, como consecuencia del asalto al Capitolio el pasado 6 de enero, se ha presentado como un triunfo de los demócratas y de millones de ciudadanos del mundo hartos de la bravuconería del mandatario, pero decenas de analistas han mostrado preocupación frente a la decisión conjunta de estas empresas privadas de bloquear a discreción a sus usuarios, sea un presidente o cualquier otro titular de una cuenta. Llevan años de prácticas monopólicas y un enorme estómago para tolerar todo el odio del mundo y multiplicar la extrema derecha hacia todos los confines.

Expertos en desinformación y defensores de derechos civiles han advertido durante mucho tiempo sobre el aumento de la retórica violenta en los sitios de redes sociales y sobre el papel de los políticos estadounidenses en operaciones de guerra psicológica, como las que se desataron en Gran Bretaña en los días del Brexit; en el Brasil que eligió a Jair Bolsonaro como presidente, o en Estados Unidos durante la llamada campaña permanente de Donald Trump por la presidencia, que comenzó en 2016 y aún no ha terminado. El denominador común de estos tres procesos tiene un nombre, Steve Bannon, exoficial de la Marina estadounidense y gurú de la llamada “derecha alternativa” mundial.

Antes de ganar la presidencia, Trump usó Twitter para amplificar su campaña racista afirmando, falsamente, que Barack Obama no nació en Estados Unidos. Como presidente, compartió mensajes de odio dirigidos a musulmanes y publicó contenidos en los que hablaba con desprecio de mexicanos y centroamericanos, una clara violación de las políticas de la plataforma. En junio de 2020 retuiteó a sus decenas de millones de seguidores un video en el que un acólito gritaba “White Power!” (Poder Blanco). Alentó la violencia contra las protestas del movimiento Black Lives Matter en un mensaje compartido en múltiples plataformas que incluía la frase “cuando comience el saqueo, que comience el tiroteo”.

El periódico británico The Guardian publicó en diciembre de 2019[1] una extensa investigación que demostraba que los algoritmos de Facebook y Youtube han actuado como árbitros de la política estadounidense durante años. Más allá del sesgo ideológico, estos gigantes han impuesto un sesgo tecnológico: sus algoritmos favorecen el contenido escandaloso, pues se comparte más y atrapa más a la audiencia, algo que da alas a las conspiraciones de la extrema derecha y a los linchamientos políticos. El pasado 31 de enero The Wall Street Journal destapó[2] los mensajes internos de Facebook que revelan que los directivos de la compañía tienen plena conciencia de que su modelo de negocio “explota la división” social en todo el mundo.

El escándalo de Cambridge Analytica, que utilizó los datos de los usuarios de Facebook para inducir comportamientos electorales, y el genocidio en Myanmar en 2018,[3] tras una campaña deliberada de odio en esta plataforma, son fantasmas que han perseguido en los últimos años a la compañía del pulgar azul. Sin embargo, las denuncias no han tenido mayores impactos regulatorios y los ingresos de la multinacional tecnológica siguen alcanzando cifras de vértigo: se incrementaron en un 22 % en 2020 con 85 965 millones de dólares, mientras que las ganancias netas aumentaron un 58 % más que en 2019 al registrar 29 146 millones de dólares.[4] Nunca han tenido más usuarios que ahora: 2 800 millones (un 12 % más que el año pasado), lo que implica que más de un tercio de la humanidad está conectada a Facebook.

“Facebook, Twitter y Youtube están tratando de ponerse un manto de campeones de la libertad de expresión, pero la verdad es que son negocios, impulsados ​​por los resultados trimestrales y el deseo insaciable de Wall Street de obtener ventas y ganancias cada vez mayores”, aseguró en enero el editorialista de The New York Times, Greg Bensinger. [5]

Hay muchas preguntas en juego, además de la certeza de que estas compañías tienen como principal horizonte sus propias ganancias. ¿Qué se necesita para que estas empresas tomen medidas significativas contra comportamientos similares a los de Trump en otras partes del mundo? ¿Cuándo actuarán para proteger a todos sus usuarios dentro y fuera de Estados Unidos? ¿Qué harán para evitar que los poderosos grupos políticos y las fuerzas de inteligencia utilicen las plataformas para desinformar, manipular y silenciar las opiniones inconvenientes para Washington?

La discrecionalidad de las plataformas

Poco después de que Twitter bloqueara a Trump, una red de centenares de cuentas falsas manipuló la conversación social sobre las elecciones de Ecuador, que tuvo lugar el pasado domingo 7 de febrero. Un estudio elaborado por 13 investigadores ecuatorianos y españoles detectó la amplificación artificial del discurso del banquero Guillermo Lasso, candidato presidencial, mientras criticaba a su oponente de la izquierda, Andrés Arauz.

Según la investigación publicada por la Universidad Técnica de Manabí y la Universidad Rey Juan Carlos y alojada en el portal del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales,[6] se utilizaron técnicas de astroturfing,[7] que consiste en difundir un mensaje por las redes sociales para crear una corriente de opinión falsa haciéndola pasar por espontánea y popular. Utilizaron cuentas con imágenes robadas de otras plataformas y portales pornográficos, además de fotografías falsas creadas con sistemas de inteligencia artificial, como ocurrió en noviembre de 2019 durante el golpe de Estado contra el mandatario Evo Morales.

Muchas de las cuentas contra Arauz fueron creadas en enero, mientras que otras “se reciclaron de otros países o tenían un uso comercial como difundir contenidos de reality shows”, de acuerdo con el estudio. Los principales implicados en estas estrategias de desinformación no han sido penalizados por Twitter, a pesar del vínculo evidente con los principales actores políticos de derecha y las denuncias de usuarios e investigadores. La campaña “Vamos Guillermo”, que armó la ola de ataques en Twitter, invirtió más de 11 000 dólares en Facebook para promocionar videos y propaganda a favor de Lasso entre cientos de miles de usuarios.

Sin embargo, esta laxitud no aplica para todos por igual. Durante la administración Trump, Twitter bailó frecuentemente al son de las disposiciones del Departamento de Estado en su guerra declarada contra Cuba. El 12 de mayo de 2020 la plataforma bloqueó 526 perfiles gestionados desde la isla, que compartían información de una comunidad conocida como #DeZurdaTeam. No explicó su decisión a los usuarios que vieron canceladas abruptamente sus cuentas, pero al día siguiente, el 13 de mayo, lo haría nada menos que Michael Kozak, subsecretario interino para Asuntos del Hemisferio Occidental, quien convocó una sesión informativa con periodistas e invitó a Lea Gabrielle, directora del Centro de Compromiso Global (GEC), también del Departamento de Estado.[8]

Mientras Twitter callaba las razones por las que había bloqueado a los cubanos, los funcionarios estadounidenses dijeron a la prensa que el Departamento de Estado había identificado “más de cuatro docenas de cuentas cubanas” —¡la agencia gubernamental, no la superempresa privada!

En esa reunión que divulgó con entusiasmo la embajada de Estados Unidos en La Habana se expresaron los ejes de actuación del Departamento de Estado respecto a países que identificaron como “actores malignos”: Rusia, China, Irán, Venezuela y Cuba. Explicaron la política del GEC para “contratar influencers locales y periodistas” que se dedican a “exponer y contrarrestar la desinformación”. A la par, “el Departamento de Estado ha desarrollado asociaciones con comunicadores locales clave que tienen el alcance y la resonancia con las audiencias objetivo”.

Casi dos meses después, el 2 de julio, The Miami Herald publicó[9] los avances de esta estrategia contra la isla, al presentar el sitio web www.lasciberclarias.com, gestionado desde la Florida, que tiene “las habilidades técnicas promovidas por el Departamento de Estado” para identificar cuentas falsas o con comportamiento inauténtico de Cuba.

Lea Gabrielle comentó al Herald los avances en la política presentada en mayo y alabó abiertamente el trabajo del Departamento de Estado con las empresas tecnológicas, que hacen un seguimiento a la red cubana, “tras detectar intentos de manipulación de las plataformas”.

“Tenemos un diálogo continuo con las empresas de tecnología y estamos trabajando con ellas para compartir nuestras ideas sobre los intentos de los actores estatales y no estatales de aprovechar sus plataformas para difundir desinformación y propaganda”, añadió Lea Gabrielle al Miami Herald.

En todos esos meses, Twitter no hizo ningún comentario sobre estas declaraciones del Departamento de Estado que demuestran la coordinación y dirección federal de las operaciones contra Cuba desde esa plataforma, pero —¡oh, sorpresa!— el 8 de octubre de 2020 publicó el informe sobre las 526 cuentas bloqueadas en mayo. Tardó cinco meses para dar una respuesta a los usuarios cubanos censurados y lo hizo a través de un informe del Stanford Internet Observatory,[10] de la Universidad de Stanford, en California, al que le entregó todos los datos históricos de los “infractores”. No se limitó al momento en que se produjo la supuesta violación de la política de la plataforma, sino que puso a disposición de los investigadores de esa universidad privada estadounidense toda la actividad de nacionales cubanos desde 2010 hasta mayo de 2020, sin explicar qué legalidad sustenta la entrega a terceros de la información de centenares de personas que no viven en Estados Unidos ni se rigen por sus leyes.

A diferencia de los investigadores que documentaron las operaciones en redes contra Evo Morales y Andrés Arauz, el Observatorio de la Universidad de Stanford no encontró evidencias de uso de sistemas automatizados (bots) en las cuentas cubanas. Sin embargo, algunos detalles de esta historia que entrelaza al Departamento de Estado, Twitter y la universidad californiana son particularmente llamativos:

1) La muestra de la investigación de Stanford (526 cuentas o más de 4 docenas, como dijo Gabrielle) era conocida desde inicios de mayo por el Departamento de Estado, probablemente antes de que Twitter las bloqueara. Lea Gabrielle habla de ello 24 horas después de que la plataforma desactivara las cuentas cubanas, sin que Twitter notificara públicamente por qué lo hacía y, mucho menos, sin revelar el número de perfiles eliminados.

2) Twitter presentó este golpe a la red cubana como una actividad de rutina para detectar “operaciones de información respaldadas por un Estado”, y describió el bloqueo de cuentas dedicadas a la propaganda de otros cuatro gobiernos, además de Cuba (Irán, Arabia Saudita, Tailandia y Rusia).  Ese mismo día Facebook anunció que había retirado una red de ultraderecha vinculada al grupo conservador Turning Point USA. Las agencias titularon “Facebook y Twitter desmantelan redes falsas en EEUU y Cuba”.[11]

3) Ni Twitter ni la Universidad de Stanford reconocieron que estas “operaciones de información respaldadas por un Estado” (state-linked information operations) ejecutaron órdenes de agencias gubernamentales estadounidenses para bloquear las cuentas cubanas, a pesar de las declaraciones previas de dos altos oficiales del Departamento de Estado que se atribuyeron tácitamente la operación. En el comunicado de Twitter del 8 de octubre solo se menciona esta subordinación cuando describe las cuentas rusas eliminadas. Se afirma que, en este caso, la plataforma “ha trabajado en colaboración con pares de la industria y el FBI”.

4) Las fuentes utilizadas por Stanford para incriminar al gobierno cubano en una operación de cibertropas en Twitter provienen de instituciones que reciben financiamiento público de agencias federales estadounidenses, como Freedom House y Cubanet. También, del Atlantic Council, un think tank que mal disimula sus vínculos con el gobierno de Estados Unidos y la Organización del Tratado del Atlántico Norte, y que coordina el Digital Forensic Research Lab, una especie de policía transnacional de Internet. También, del Open Observatory of Network Interference, con sede en Italia y vinculado igualmente al Atlantic Council.

5) Stanford aseguró que el comportamiento de las cuentas cubanas bloqueadas “indica que los usuarios pueden estar siguiendo patrones de Venezuela que han sido documentados por otros investigadores”. Los “investigadores” que referencia también son del Atlantic Council, cuya subordinación a las políticas más conservadoras en Estados Unidos han sido documentadas por décadas. Amenaza, como el Departamento de Estado, con mantener bajo observación la red cubana en Twitter: “A medida que el uso de las redes sociales por parte de los cubanos continúa creciendo y la conectividad aumenta, será interesante seguir atentos a las campañas coordinadas cuyo objetivo es promover un sentido de nacionalismo y unidad de los cubanos frente al ‘imperialismo yanqui’”.

6) Como ha hecho Twitter sistemáticamente, la investigación ignoró las evidencias de cibertropas organizadas contra el gobierno cubano desde laboratorios de intoxicación y desinformación en Estados Unidos, provistas de tecnología de última generación, cientos de sitios para contaminación de la red y trampas digitales cuyo propósito es robar datos personales para manipular a los cubanos.

La investigadora estadounidense Shoshana Zuboff, autora de un libro fundamental, The Age of Surveillance Capitalism, decía a propósito del ataque al Capitolio y las decisiones que han tomado las plataformas: “Hay un golpe del que no estamos hablando”,[12] y se refiere a la infinita capacidad que tienen estas empresas privadas para decidir quién tiene derecho a existir en la red y quién no, “aunque no fueron elegidas para gobernarnos”. “Esta es la esencia del golpe epistémico —añade. Reclaman la autoridad para decidir qué sabe quién, se atribuyen los derechos de propiedad sobre nuestra información personal y tienen el poder de controlar los sistemas e infraestructuras críticas de información”.

Por supuesto, no es cualquier poder, sino aquel que avanza en la dirección en que sople el viento desde Washington. Cuando se le preguntó cómo se adaptaría Facebook a un cambio político hacia una posible administración de Biden, un portavoz de la compañía, Nick Clegg, respondió: “Nos adaptaremos al entorno en el que estamos operando”.[13] Y así fue. El 7 de enero, cuando quedó claro que los demócratas controlarían el senado, las plataformas bloquearon indefinidamente la cuenta de Trump.

Notas:

[1] https://www.theguardian.com/australia-news/2019/dec/06/inside-the-hate-factory-how-facebook-fuels-far-right-profit

[2] https://www.wsj.com/articles/facebook-knew-calls-for-violence-plagued-groups-now-plans-overhaul-11612131374

[3] https://www.nytimes.com/2018/10/15/technology/myanmar-facebook-genocide.html

[4] https://www.efe.com/efe/america/economia/facebook-dispara-sus-beneficios-pero-alerta-ante-los-cambios-en-el-iphone/20000011-4451096

[5] https://www.nytimes.com/2021/01/13/opinion/capitol-attack-twitter-facebook.html

[6] https://www.alainet.org/sites/default/files/pdf_2439.pdf

[7] https://en.wikipedia.org/wiki/Astroturfing

[8] https://cu.usembassy.gov/telephonic-press-briefing-with-ambassador-michael-kozak-u-s-special-envoy-lea-gabrielle/

[9] https://www.miamiherald.com/news/nation-world/world/americas/cuba/article243927322.html

[10] https://fsi.stanford.edu/news/twitter-takedown-october-2020

[11] https://www.elperiodico.com/es/internacional/20201009/facebook-twitter-redes-falsas-eeuu-cuba-8148601

[12] https://www.nytimes.com/2021/01/29/opinion/sunday/facebook-surveillance-society-technology.html?action=click&module=Opinion&pgtype=Homepage

[13] https://www.bloomberg.com/news/features/2020-09-17/facebook-and-mark-zuckerberg-need-trump-even-more-than-trump-needs-facebook

Tomado de: La Jiribilla

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¿Washington derriba el tablero?

Si la administración Biden intenta cambiar el tablero de Trump, debería tener en cuenta de una vez que la pieza clave en este ajedrez con Cuba siempre ha sido la reina, la soberana.

Por Rosa Miriam Elizalde @elizalderosa

Soplan vientos de cambio en Washington. Anthony Blinken ofreció esta semana una fugaz declaración sobre Cuba en una entrevista a la cadena MSNBC en la que derribó, pieza a pieza, el tablero mundial de su antecesor Mike Pompeo. Cuando la periodista Andrea Mitchell le preguntó si revocará la inclusión de la isla en la lista de países patrocinadores del terrorismo, la respuesta del nuevo secretario de Estado se redujo a “estamos mirando todo”.

El “todo” es el atado de sanciones que dejó Donald Trump como regalo envenenado para Joe Biden. El apretón de tuercas que comenzó en la primavera de 2017 con el pretexto de unos ataques sónicos a diplomáticos estadunidenses en La Habana —que hasta el sol de hoy nadie ha podido probar—, terminó en las últimas cuatro semanas de la administración republicana con decenas de medidas unilaterales y la inclusión del país caribeño en la lista maldita.

Pero el papel hostil de las administraciones estadunidenses ante la irritante costumbre de la revolución cubana de defender su soberanía, ni comenzó con Trump ni se quedó sólo en el plano de las decisiones públicas de la Casa Blanca.

Desde 1959, Estados Unidos se ha apoderado de la “oposición” cubana, tanto dentro como fuera de la isla. En 1960, la propuesta del presidente Dwight D. Eisenhower para acabar con Fidel Castro fue “una poderosa ofensiva de propaganda”, una “organización encubierta de inteligencia y acción” en la isla y “una fuerza paramilitar fuera de Cuba para futuras acciones guerrilleras”.

Cuando la contrarrevolución empezó a dar señales de indolencia, Eisenhower ordenó al jefe de la CIA, Richard Bisell: “Si no puedes domesticarlos, no los ayudes”. En su libro Reflections of a Cold Warrior, Bissell cuenta que la principal tarea de la agencia en Cuba era un programa para “fabricar” una oposición que fuera “responsable, atractiva y unificada”. En 1961, la CIA montó en barco a todo el que pudo y lo fletó a una invasión por Playa Girón, en la costa sur de Cuba, con la idea de que los “opositores” internos completarían el trabajo en 24 horas. Las acciones militares fueron planeadas por el republicano Eisenhower y puestas en práctica por el demócrata John F. Kennedy, por cierto.

Desde entonces, han fracasado una y otra vez, pero aun así insisten en dirigir y financiar esa oposición “responsable, atractiva y unificada”, con la mala suerte de que ha carecido de las tres cualidades. Ni siquiera ha podido llegar a ser oposición, en puridad de términos, por esa manía de Washington de dirigirla con descaro y millones de dólares de sus contribuyentes. Hasta hoy. Los funcionarios del Departamento de Estado de Trump llamaron “colegas” a estos “disidentes”. Timothy Zuñiga-Brown, embajador en funciones en La Habana, no sólo los recibió calurosamente en una embajada que ha cancelado los trámites consulares en medio de una pandemia y obliga a los cubanos con familia en EU a pedir visa en México y Guyana, sino que hizo de chofer y guardaespaldas de los susodichos “opositores” que, agradecidos, clamaban en Facebook que Trump era (y sigue siendo) su presidente.

Zúñiga-Brown tiene la altura intelectual de Romulus M. Saunders, el ministro de EU en España durante la administración de James Polk, que negoció un acuerdo secreto con Madrid en 1848 para comprar a Cuba por 100 millones de pesos. El entonces secretario de Estado se quejó de “haber colocado en tales manos la misión de adquirir la perla de las Antillas… Debe admitirse que se pudiera haber escogido a un agente más hábil, a fin de desenvolver la negociación con España, ya que nuestro actual ministro en Madrid no habla otro idioma sino inglés y aun éste, a veces lo asesina”.

Uno de los intelectuales cubanos más notables del siglo XIX, Domingo del Monte, que como buen criollo de la época no tenía ni un solo átomo de aprecio por los representantes imperiales, definió a Saunders como “el pelele que estaba de embajador –patán campesino, muy obtuso y aguanajado–”. ¡¿Obtuso y aguanajado?!, ni que hubiera tenido frente a él al enviado de Trump en La Habana.

En la Casa Blanca se olvida con mucha frecuencia que la sociedad cubana no tolera ni la oposición ni la imposición prefabricadas, y es lo que es por rechazo a la intención bicentenaria de EU de comprarse, por las buenas o por las malas, una ínsula en el Caribe. El propio Che dejó escrito que la revolución cubana “obró en marxista” no por una actitud preconcebida, sino como una solución lógica a los problemas planteados. Y uno de los problemas planteados era la depredación colonial de Cuba y su utilización como gran meublé, gran prostíbulo, gran casino de Estados Unidos.

Si la administración Biden intenta cambiar el tablero de Trump, debería tener en cuenta de una vez que la pieza clave en este ajedrez con Cuba siempre ha sido la reina, la soberana. Es una ficha de alargada sombra en la política nacional y no por casualidad ha terminado dando nombre a dos vacunas.

Tomado de: La Jornada

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El legado de Joker

Luc Descheemaeker (Bélgica)

Por Rosa Miriam Elizalde @elizalderosa

En sus últimas horas en la Casa Blanca, Donald Trump publicó los logros de su administración, una lista jactanciosa de supuestos éxitos políticos, económicos y diplomáticos, que escandaliza tanto por lo que dice como por lo que omite.

Olvida mencionar, por ejemplo, los 400 mil muertos por coronavirus en Estados Unidos, los dos históricos procesos de destitución y el plan de autogolpe del 6 de enero, cuando sus partidarios intentaron tomar la sede del Congreso en Washington. Quien lee hasta el final tiene la sensación de que la lista ha sido redactada con la impunidad tragicómica de Joker, porque al igual que el villano del cómic, antes de desaparecer de Ciudad Gótica en helicóptero se esfuerza en regalar una última payasada siniestra.

Por cierto, el Joker que me recuerda Trump no es el que encarna el actor Joaquin Phoenix, sino el de la película El caballero oscuro (2008) que le dice a Batman: Tú creías que podíamos ser decentes en tiempos indecentes. En esta obra radicalmente alejada de las películas de superhéroes al uso, hay una fina línea que separa al héroe del antihéroe y a éste del villano que siempre está al acecho: “Es el héroe que Ciudad Gótica se merece, pero no el que necesita ahora […]. No es un héroe, sino un guardián silencioso, un protector vigilante, un caballero oscuro”.

Joker Trump admite, al mejor estilo macartista, que su administración se levantó contra el comunismo y el socialismo en el hemisferio occidental. A partir de este subtítulo, la lista de sus logros se enfoca en Cuba: revirtió la política de la administración de Barack Obama, se comprometió a mantener intacto el bloqueo, promulgó nuevas políticas para perseguir las finanzas, cortó las remesas, impidió los viajes, permitió demandas en tribunales estadunidenses contra empresas extranjeras que supuestamente trafican con bienes expropiados en la isla después de 1959…

Josefina Vidal, quien fue la principal negociadora con el gobierno de Barack Obama en el proceso de restablecimiento de las relaciones entre los dos países, reaccionó a estos logros de la administración Trump: Legado nefasto y vergonzoso de crueldad gratuita contra todo un pueblo, a cambio del apoyo político de una minoría enferma de venganza, fracasada y mil veces derrotada.

La embajadora se refiere a los políticos de Florida que pactaron con Trump para arrasar con Cuba y, de paso, nos recuerda que la actitud del Joker de la Casa Blanca es la del individuo indecente como metonimia de la indecencia social que lo llevó a la presidencia. Nadie es tan desagradable, cruel, perturbador y siniestro sin un coro de adulones y una circunstancia que lo propicien.

El acápite de la lista de logros que dedica a Cuba es la prueba de que el último propósito identificable de Trump era dejar un sembrado de minas en los jardines de la Casa Blanca para recibir a Joseph Biden. La cadena de sanciones contra la isla –las últimas emitidas ya con un pie en el estribo–, intenta abortar la intención del nuevo presidente de retomar la peculiar política de distensión que inició en 2014 el gobierno de Barack Obama con La Habana. Un editorial de The New York Times, firmado por la junta directiva del rotativo, asegura que la administración Trump no deja puentes sin quemar y lanza un bocado a los exiliados cubanos que arroparán a Joker y a sus hijos naturales o putativos con intenciones presidenciables.

La podredumbre moral que lleva a Joker a ser visto como un héroe por millones de ciudadanos en EU habita en esa masa embriagada de furia que intentó tomar el Capitolio, y que sigue adorando a Trump, como vimos ayer durante el espectáculo final con el que se despidió de su presidencia. La conjura de la ira que conocemos muy bien los cubanos, desemboca siempre en la irracionalidad. Es la complicación moral de esta película retorcida que hemos visto, una y otra vez, en los últimos cuatro años. Esperemos que Biden la corrija y que, aun en tiempos indecentes con el trumpismo vivo y coleando en Estados Unidos, él pueda ser el presidente decente que le ha prometido a su país y al mundo.

Tomado de: La Jornada

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Nihilismo y revolución

Foto Alex Castro

Por Rosa Miriam Elizalde @elizalderosa

En Cuba, como en México y otros países donde gobierna la izquierda, no sólo se está bregando con el drama de la economía en tiempos de Covid, sino con el acto difícil de la afirmación no nihilista de la vida. El paradigma actual intenta imponer que todas las figuras de la autoridad simbólica han declinado y se disuelven en el aire. La verdad, los imperativos éticos, los proyectos existenciales, las causas políticas, el sentido estético, ya no parecen disponer de ningún suelo firme.

Pero la memoria es terca y este viernes se inaugura en La Habana el Centro de Estudios Fidel Castro, dedicado a la investigación sobre la obra del líder histórico de la Revolución cubana, y que, por excepción, lleva su nombre. Antes de su muerte, el 25 de noviembre de 2016, expresó su voluntad, que cobró fuerza de ley, de que no se llamaran como él instituciones, plazas, parques, avenidas, calles y otros lugares públicos, ni que su rostro apareciera en condecoraciones, reconocimientos o títulos honoríficos.

Tuvo y tiene enemigos que han querido empequeñecerlo o lavar su biografía en la mojiganga nihilista del fin de las ideologías y de la historia. Hablando de estos asuntos la escritora española Belén Gopegui ha recordado que Fidel Castro no fue el fin, sino el “comienzo de una nueva época en la que ya nadie podrá creer jamás en la declaración de un Estado, de un político, de un individuo, en abstracto. Se pedirán acciones. Se querrá ver cuáles son las acciones de quien usa las palabras. ¿Qué pasa en Cuba? Ojalá los grandes medios se preocuparan, no sólo en estos días, por saber qué pasa realmente en Cuba; al fin y al cabo, como ha dicho Fidel, el socialismo es la ciencia del ejemplo”.

No le perdonan que además de encabezar una revolución en una isla escasamente conocida hasta 1959, Fidel se convirtiera por mérito propio en una figura mundial. Que fuera un animador permanente del Movimiento de Países No Alineados y que Cuba terminara siendo el vértice donde remataban los movimientos independentistas, a menudo convertidos luego en partidos de gobierno en las nuevas naciones de Asia y África. Cuba compartía la participación abierta en conflictos como el de Angola con una diplomacia que tejía lazos para que esa red pudiera ser ofensiva y defensiva al mismo tiempo. Sin el internacionalismo cubano bajo la dirección de Fidel Castro, dijo Nelson Mandela, no se habría producido entonces el fin del apartheid. Hablaba la voz moral de África, un símbolo que proyecta una larga e incómoda sombra en el depresivo nihilismo del mundo actual.

Hay mucho que estudiar de esa relación del líder cubano con los procesos revolucionarios en los últimos 70 años, pero el pasado nunca es sólo patrimonio colectivo, sino intransferible experiencia personal. Por suerte, el Centro de Estudios Fidel Castro no es un mausoleo, sino un lugar vivo en el cual caben el análisis erudito y las historias que vivieron en primera persona cubanos de todas partes, que resisten las falsedades de las redes sociales convertidas a ratos en una especie de basurero universal y que impiden que muchos nos subamos en el tren sin retorno de la memoria al olvido.

Como tantos periodistas en Cuba que compartimos decenas de reuniones y encuentros con Fidel, tengo mis propias historias para capear el temporal nihilista. La última vez que lo vi fue el 25 de diciembre de 2010, ya retirado de los cargos oficiales. Él seguía cada detalle de la epidemia de cólera que hacía estragos en Haití, y se comunicaba regularmente con la brigada médica cubana en ese país, en particular con un grupo de graduados de la Escuela Latinoamericana de Medicina, que recorrían zonas donde no había llegado ninguna expedición sanitaria.

Fidel Castro hacía todo tipo de preguntas sobre los habitantes del lugar: quiénes vivían allí, qué enfermedades padecían, si tenían alguna instrucción, qué comían, cuántos niños, ancianos, mujeres embarazadas; si el río tal o más cual era caudaloso, qué vegetación, qué temperatura, cómo afectó el terremoto del año anterior… la brigada llevaba poco tiempo, pero era evidente que se había preparado para el duelo con un curioso insaciable. El teléfono tenía el altavoz activado y seguíamos el hilo de la conversación, en presencia de Dalia, la esposa de Fidel.

En lo que parecía ser el cierre del diálogo, él quiso saludar, uno por uno, a los integrantes de la brigada. Escuchamos varios acentos latinoamericanos que hablaban animadamente de su familia, el pueblo donde nacieron, los sueños de regresar a trabajar a su nación. Uno de ellos estaba notablemente emocionado: “¿De dónde eres, mijo?” “De Bolivia”, respondió el muchacho tras una pausa larga: “De Valle Grande, comandante. De La Higuera, donde mataron al Che” A partir de ese momento, el joven no pudo pronunciar más palabras.

Nunca olvidaré la expresión del viejo guerrillero, el gesto de incredulidad y admiración, como si la posibilidad de encontrar un médico como Ernesto Guevara, nacido en La Higuera, formado en La Habana y salvando vidas en Haití, fuera un hecho al margen de Fidel Castro y de sus infinitas posibilidades combinatorias para el futuro.

Tomado de: La Jornada

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El hombre hueco

Foto The New York Times

Por Rosa Miriam Elizalde

El último episodio de Trump contra Cuba es casi divertido. Después de más de 140 sanciones desde 2017, sin casi nada más que arrebatar a los cubanos e incumplida la promesa de disciplinar a la Isla comunista, se despide de la Casa Blanca con el acto ridículo de meter en su lista negra a la empresa que comercializa el café Cubita.

¿Ha habido alguna vez en la historia algún líder en el que la discrepancia entre el alcance global de su poder y la ridiculez de su persona haya sido más patética? Quizá algún emperador romano. Nerón, por ejemplo, quien, además de déspota, machista y pirómano, mandó asesinar a su madre, Agripina, parece que envenenó a su hermanastro, Británico, ejecutó a su primera esposa, Claudia, y mató de un puntapié a la segunda, Popea, en pleno embarazo. Pero tocaba la lira, y en el gusto por la música aventajó a Trump, aparte de que no se le habría ocurrido decretar el incendio de Roma y, a la vez, prohibir la circulación del vinagre, una bebida que mezclada con miel era tan popular en el Siglo I como el café ahora.

Los cubanos estamos tan hartos de Trump que el eco de lo que hace en estas últimas semanas de su presidencia nos llega amortiguado, rondando ya la ladera de la indiferencia. Después de haber cortado las remesas, los viajes de los norteamericanos y de los barcos petroleros, después de la persecución a empresas de terceros países y de las multas mil millonarias a los bancos que operaban con Cuba, casi nadie le ha dado importancia a esta ocurrencia contra la distribuidora de café. Y los que se enteraron, pusieron la anécdota al final de la larga cola de fracasos del Nerón gringo.

Acá la vida cotidiana convive con otros sones. El próximo 1 de enero sale de circulación el peso convertible (CUC) y Cuba iniciará su proceso de unificación monetaria, que ha tardado siete años en concretarse. Quedará una única moneda oficial, el peso cubano (CUP), con una tasa de conversión de 24 pesos por dólar, lo que han dejado mal parados los pronósticos de una severa devaluación de la moneda nacional. La llamada “Tarea Ordenamiento” viene acompañada a su vez por una reforma de salarios, pensiones y subsidios para las personas más vulnerables.

El presidente Miguel Díaz-Canel reconoció que el fin de la doble moneda no será “la solución mágica a todos los problemas” de la economía, pero “permitirá avanzar de manera más sólida”, en un contexto marcado por la crisis económica internacional, la Covid-19 y los efectos del bloqueo de Estados Unidos.

En este punto, los que se esfuerzan en ignorar las sanciones unilaterales del poderoso vecino contra la isla y sus operaciones abiertas y encubiertas, le dan la exclusiva del drama económico cubano a la burocracia y a la ineficiencia gubernamental, mientras que un capitalista de tomo y lomo como Patrick Chovanec, profesor de la Universidad de Columbia, ha recordado este martes que “no se niega la ayuda médica y humanitaria a una población debido a desacuerdos políticos, aun en la guerra”. (Por cierto, el ex Secretario de Comercio de la administración Bush, Carlos Gutiérrez, reaccionó instantáneamente al tuit de Chovanec: “¡Esto es lo que le hemos hecho a Cuba durante 60 años! Es hora de un cambio de política.”)

El desabastecimiento y la incertidumbre han disparado las colas y los precios en el mercado negro, al tiempo que el gobierno enfrenta la especulación y a los acaparadores, y reconoce la impopularidad de las tiendas que operan solo con divisas, una medida que intenta reorientar a la economía interna el dinero que se escurría fuera del país. Se hacen malabares para que las familias reciban su inalterable canasta básica de alimentos, mientras las autoridades aseguran una y otra vez que “nadie quedará desamparado”.

Pero el año más duro que han vivido los cubanos en mucho tiempo termina con una formidable noticia: la “Soberana 02”, el candidato nacional de vacuna contra la Covid 19, ya comenzó la fase dos de ensayos clínicos y es el primer fármaco de su tipo en América Latina en avanzar a esa etapa. De los más de 200 proyectos de vacunas que se gestionan en el mundo, “Soberana” es la número 30 de 14 países que han recibido autorización de la entidad regulatoria correspondiente para avanzar a los ensayos con seres humanos.

En medio de todo esto, imagínese el drama de los que intentan interpretar las últimas horas de la política internacional estadounidense bajo Trump y descubren que la empresa Kave Coffee recibió toda la atención del presidente en la agonía final de su mandato, por el pecado de vender café Cubita. Es un insulto hasta para la memoria de Nerón. Recuerda la letanía final del poema de T.S. Eliot “Los hombres huecos”: “Así es como el mundo acaba/ Así es como el mundo acaba/ Así es como el mundo acaba/ No con un estallido sino con un gemido.”

Tomado de: La Jornada

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Golpe blando en Cuba

Por Rosa Miriam Elizalde

Tiene muy mala prensa la invasión, esos primeros planos de botas extranjeras pisando una playa o un barrio, como El Chorrillo, en Panamá, que aún no conoce la cifra de sus muertos. Después de más de un siglo de práctica implacable, las intervenciones militares de Estados Unidos en América Latina han caído en el desprestigio, perdieron glamur, han pasado de moda. Ahora se aferran a los golpes blandos.

El golpe blando consiste en travestir a una minoría en mayoría, amplificar sus reclamos, crispar las controversias y enfrentamientos y desgastar a la verdadera mayoría que gobierna hasta hacerla caer por medio de alguna farsa judicial, como en Honduras; parlamentarista, como en Brasil; electoral, como en Bolivia, o forzando una intervención extranjera, como se pretende en Venezuela y algunos sueñan para Cuba.

Es más complicado que los golpes duros de los marines, pero, a diferencia de ellos, tienen el colorido de estos tiempos, con sus arquetipos de dictadores en el bando de los malos, y un bando de los buenos con sus arquetípicos luchadores por la libertad, con sus simulacros de épicas remasterizadas y con sus falsos discursos de heroísmos ciudadanos, todos ellos, buenos y malos, diseñados como protagonistas de una película de acción clase Z por las grandes herramientas de dominación: las corporaciones mediáticas y las plataformas sociales.

Bueno, en eso andamos en Cuba por estos días. Tenemos a falsos artistas que se atrincheraron en una casa del barrio San Isidro, de La Habana Vieja, y un contexto en el que se confunden legítimas necesidades de interlocución con las autoridades culturales, confusiones, oportunismos políticos, pandemia y tensiones económicas agravadas por un carrusel de medidas del régimen de Trump: corte de las remesas, persecución de barcos petroleros, sanciones financieras…

En horas se desactivó la operación de los artistas sin que se documentara ni un solo rasguño. A partir de ahí, hemos visto la otra película conocida: el encargado de Negocios de la embajada de Estados Unidos en La Habana (embajador en funciones) trasladando en su propio automóvil a los atrincherados, mientras funcionarios de alto rango del Departamento de Estado llaman públicamente colegas a estos empleados locales del golpe blando. Algunos involucrados hacen alarde de sus simpatías por Donald Trump, al que reconocen como su presidente, y de recibir financiamiento de los fondos del gobierno federal para la promoción de la democracia.

Como ha documentado el investigador estadunidense Tracey Eaton, el gobierno estadunidense ha gastado entre 20 y 45 millones de dólares al año, desde 1996, cuando se dio carta blanca al apoyo financiero para grupos locales y observadores internacionales con el fin de provocar el cambio de régimen en Cuba, bajo la sección 109 de la Ley Helms-Burton. Por esta vía se han destinado más de 500 millones de dólares a estas operaciones, aunque no es el único camino del dinero, ni el más común para fomentar el gran negocio de la disidencia cubana. Nadie sabe a ciencia cierta cuánto se destina a las operaciones encubiertas, ni cuánto es el monto total que ha llegado a San Isidro por este intento de arrimar un fósforo al polvorín.

Buena parte de esta tajada llega también a un clúster de medios digitales creados por el gobierno estadunidense para la desinformación sobre temas cubanos. Cientos de publicaciones aparecieron en Florida a partir de 2017 con Cuba en alguna parte del nombre con el que salen a Internet. El objetivo es darle volumen a la información tóxica sobre la isla, rempaquetando una única agenda para públicos diferentes y proyectando como propia de los cubanos la agenda de Estados Unidos. A diferencia de otros momentos de la llamada Guerra de Cuarta Generación o Guerra no Convencional, los nuevos laboratorios del golpe blando operan simultáneamente en el mundo físico, sicológico, perceptivo y virtual, para que después de la confusión sólo quede tierra arrasada en términos culturales.

The Guardian entrevistó hace unos días al corresponsal de uno de estos medios digitales de Florida que en septiembre recibió una subvención de 410 mil 710 dólares de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacionales. El periodista de ADN Cuba dijo al diario británico que las medidas tomadas por la Casa Blanca el mes pasado para prohibir las remesas enviadas a los cubanos por sus familiares desde Estados Unidos son perfectas, porque la mayor parte del dinero termina en las arcas del Estado, una mentira escandalosa. Si estuviera en Estados Unidos, habría votado por Trump, añadió ese periodista imparcial que, como otros, lleva semanas echando leña a la caldera de San Isidro. No es lo mismo que invadir un país, pero no deja de ser un jugoso intento de disfrazar de mayorías libertarias a las minorías violentas.

En medio de todo esto han escamoteado a las pobres audiencias desinformadas de este mundo lo que en realidad acontece en términos verdaderamente culturales dentro de la isla. Ahora mismo más de mil 800 películas y más de 800 guiones inéditos se han inscrito en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, de La Habana. Nos preparamos para esta fiesta anual, que es una apuesta por mantener viva la cultura sin que resuenen, más que en el denso amasijo de la desinformación, los efectos del golpe blando.

El odio es una larga espera, dijo el escritor franco-africano Rene Maran. Y casi siempre, también, un gran fracaso.

Tomado de: La Jornada

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Los doce césares

Por Rosa Miriam Elizalde @elizalderosa

Clandestina, un pequeño negocio privado que vende ropa con diseño nacional en La Habana vieja, colgó este mensaje en Facebook el 7 de noviembre: se acabó el drama. Resumió en cuatro palabras la sensación colectiva de alivio ante la noticia de que habrá nuevo presidente en Estados Unidos a partir del 20 de enero.

Más que de satisfacción por la victoria de Joe Biden, la emoción es la del condenado al que le aflojan un poco el torniquete que no lo deja respirar. Está por concluir la peor administración de la historia estadunidense y la que, en medio de una pandemia mortal, ejecutó una implacable letanía de sanciones que no parecía tener fin y que ha afectado al ciudadano común en Cuba de todas las formas posibles.

Donald Trump castigó a los cubanos sin más motivo que el que lleva a un perro grande a intentar apoderarse de un hueso: cortó las remesas, persiguió los barcos petroleros, estranguló las finanzas, golpeó al turismo y calumnió a las brigadas médicas que han enfrentado al Covid-19. Por si fuera poco, fantaseó con que un grupo de colaboracionistas emigrados a Florida lo anclarían cuatro años más en la Casa Blanca.

No conozco a otro personaje de la política estadunidense que genere más desprecio. Es difícil no profesar con vehemencia este discreto sentimiento hacia quien se ha ganado entre los cubanos no sólo la reputación de déspota, sino la de hazmerreír en jefe. Francisco Rodríguez Cruz, un periodista de agudo sentido del humor, pedía con sorna ser justos con el presidente republicano: los únicos en el gobierno de Trump que trabajaron bastante, fueron los de la oficina contra Cuba. Y hasta esos están abandonando el barco.

Mauricio Claver-Carone, arquitecto de la política hacia Cuba y Venezuela en la Casa Blanca y actual presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), felicitó a Biden por su victoria. Trump debe haberlo sentido como una puñalada trapera. A nadie extrañaría un tuit del mandatario recordando a Claver-Carone que tiene ese puestecito gracias a él, porque lo sacó de un oscuro lobby anticubano en Washington y lo convirtió en asesor principal de su política para Latinoamérica antes de catapultarlo al BID.

Que los cubanos expresen alivio no significa que haya entusiasmo desbordado. La sicóloga Reina Fleitas comentó a IPS que Biden ha hecho pública la promesa de una política menos restrictiva hacia la isla, pero muchos políticos prometen y no cumplen, o lo hacen parcialmente, y eso nos obliga a no crearnos falsas expectativas.

El politólogo Esteban Morales Domínguez, coautor de un libro esencial para entender la historia de las relaciones entre los dos países, titulado De la confrontación a los intentos de normalización. La política de los Estados Unidos hacia Cuba, cree que, aunque aflojarán las presiones de Washington, nunca desaparecerá el lastre de querer controlar a la isla, que ha sido la intención y el destino de cualquier política estadunidense.

El presidente Miguel Díaz-Canel también ha sido cauto: reconocemos que, en sus elecciones presidenciales, el pueblo de Estados Unidos ha optado por un nuevo rumbo. Creemos en la posibilidad de una relación bilateral constructiva y respetuosa de las diferencias, que, traducido al lenguaje popular, según Paquito Rodríguez Cruz, significa que nos cuadra una pila el cambio, pero no nos chupamos el dedo.

Otros cubanos han decidido festejar la patada que millones de estadunidenses le han dado al magnate, pero por razones que tienen que ver más con la historia entre ambos países, que con los comicios. Trump es el presidente número 12 que, desde 1959, intenta destruir la revolución cubana sin conseguirlo.

El escritor Luis Toledo Sande ha recordado que Cuba se ha ganado el derecho de celebrar la derrota de 12 césares empeñados en doblegarla. Otros han utilizado también la analogía de Vidas de los doce césares, pero subrayan la frase más célebre de ese famoso libro de Suetonio: el zorro cambia de piel, pero no de hábito.

Tomado de: La Jornada

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Diez apuntes sobre el “voto cubano” en Florida

En Miami, esta camioneta circuló este jueves con un cartel que pide convertir a Cuba en el estado 51 de USA. Foto Twitter.

Por Rosa Miriam Elizalde, Daniel González

Dos tercios de los condados de Florida votaron por Donald Trump, como lo hizo buena parte de los estadounidenses de origen latinoamericano, con una participación récord en estas elecciones. En Estados Unidos los mexicanos representan con holgura el mayor porcentaje de votantes hispanos (son casi el 60 % del padrón), un 14 % reúne a los que provienen de Puerto Rico y, en tercer lugar, aparecen los cubanos con un 5 %. ¿Por qué entonces la sobrevaluación de este último grupo?

Nadie duda que la campaña de desinformación de Donald Trump funcionó en la comunidad emigrada de nuestro país, pero en lo que llegan las cifras definitivas de votantes, habría que tomar con pinzas al “voto cubano”. Aquí unos rápidos apuntes al respecto.

1.-No hay cifras definitivas del “voto cubano” o de cualquier otra comunidad. Están en curso los conteos en el país. Según la American Community Survey 2014-2018, los cubanos empadronados en 2016 en Florida eran 697 785. De ellos, 367 233 se declararon a favor del Partido Republicano; 180 227 por el Partido Demócrata, y 150 325 otra afiliación política. Finalmente, hace cuatro años votaron 564 938. Entre 52 y 54% lo hicieron por Trump y entre el 41 y 47% por Clinton. Tanto NBC News como Fox News estimaron una tasa de participación de los cubanos en estas elecciones del 58%, a un nivel similar al de 2016.

2.-El “voto cubano” en Miami-Dade fue mayoritario para el candidato republicano, como en la elección anterior. Sin embargo, esto no impidió que se eligiera una alcaldesa demócrata -la primera mujer en ese cargo en el condado-, a pesar de que el otro aspirante era un cubano y republicano, Steve Bovo, por más señas hijo de un integrante de la fracasada Brigada 2506 que invadió a Cuba en 1961.

3.-Este miércoles The New York Times reconocía que Florida vivió en un clima de desinformación sin precedentes, especialmente en los medios de comunicación en español y en las redes sociales a nivel local. La histeria macartista llegó a tal enajenación que se acusó a Joseph Biden de comunista, socialista y hasta de practicar la brujería, y aun así, el Partido Demócrata ganó el condado de Miami Dade con más de 7 puntos de ventaja frente a su oponente.

4.-El “voto cubano” no es un monolito. Un millón nació en la Isla y al menos otro millón descienden de cubanos, pero ha vivido toda su vida en Florida. Todos se identifican como tales en el censo nacional. En esos dos grupos hay ciudadanos estadounidenses y otros que no lo son, unos hablan solo inglés y otros solo español, se han registrado para votar o no, son republicanos, demócratas o independientes, tienen familia directa en Cuba o no.

5.-Michel Bustamante, académico de la Universidad Internacional de Florida, sostiene que la comunidad cubana es mucho más complicada que como se le ha descrito en medio de la contienda electoral. Habla de una «disonancia cognitiva», notable en las comunidades cubanas de Hialeah y Miami. Muchos envían remesas a sus familiares o viajan regularmente a la isla, pero a la vez expresan apoyo a las sanciones de Trump.

6.-La relación con Cuba no es el tema principal que define el voto de un cubano residente en Estados Unidos y ni siquiera ha estado entre las motivaciones principales para ir a votar. Según datos de la encuesta Latino Decisions, las principales preocupaciones de los hispanos de Florida son la pandemia (52 %), el empleo y la economía (44 %) y los costos de atención médica (28 %). Otros analistas han percibido que, incluso para aquellos más receptivos por la retórica anticubana de la administración, el miedo a la Covid era mayor al odio contra el gobierno de La Habana.

7.-No existe un “voto cubano” único, como tampoco se puede hacer una afirmación similar respecto a ninguna comunidad de inmigrantes en Estados Unidos, sean mayores o menores que la cubana. El surgimiento del término y su permanencia en el tiempo tiene que ver con la política de estado aplicada contra Cuba durante 60 años, que difiere totalmente de cualquier otra articulada hacia el resto de las naciones del mundo. La emigración cubana en Estados Unidos es un subproducto de esa política.

No por gusto Bustamante decía este miércoles en un tuit: “La Casa Blanca ha establecido una alianza de conveniencia con la maquinaria republicana local que una vez se opuso a Trump en las primarias de 2016, pero que desde entonces le ha ayudado a avivar las llamas de los ataques antisocialistas a un nivel despreciable y sin precedentes”.

8.-No existe un “voto mexicano” a pesar de que está geográficamente concentrado en territorios que un día cambiaron de soberanía. No existe un “voto soviético” o “chino”, a pesar de que la Guerra Fría se tradujo en enorme hostilidad hacia la extinta URSS y hacia China, que originaron respectivos flujos migratorios de esas naciones.

9.-El “voto cubano” está condicionado políticamente. Como todo grupo social significativo, entre los cubanoamericanos hubo un sector que se dedicó a la política local y el resto a sobrevivir. A partir de las elecciones de 1980 se generó una relación de conveniencia entre el Partido Republicano y una élite cubanoamericana que negoció espacio y acceso dentro del sistema de gobierno estadounidense, a cambio de una cuota de los votos. Tanto republicanos como demócratas han cortejado a la comunidad cubana desde entonces, pero solo en Florida.  Un grupo no despreciable de cubanos reside en la zona New Jersey-NY y sin embargo allí no se habla de forma recurrente del tal “voto cubano”.

10.-En muchos estados de EEUU los resultados de la votación se deciden por una cantidad marginal de votos. Cualquier grupo con identidad similar que se exprese a favor de uno u otro candidato en las urnas puede hacer la diferencia, como estamos viendo ahora mismo en la disputa por Georgia o Pensilvania para decidir al próximo presidente de ese país. Los cubanos se han presentado una y otra vez en bloque, para continuar beneficiándose de los fondos federales, como lo hacen los puertorriqueños o los haitianos residentes en la Florida, por ejemplo.

Como han apreciado muchos analistas por estos días, más que reducir la complejidad de este escenario a un estereotipo, habría que valorar en qué medida uno u otro equipo de campaña ha comprendido los cambios que se han operado entre los cubanoamericanos y en qué medida ambos, republicanos o demócratas, apuestan por la posibilidad real de atraer simpatizantes en esa comunidad.

La verdad histórica es que desde 1980 los republicanos invadieron, conquistaron y se establecieron en los medios cubanoamericanos, mientras que los demócratas han hecho intentos furtivos en una plaza que consideran ajena y en la que han renunciado a ejercer presencia permanente.

Parte de la debilidad demócrata es que sus principales dirigentes comparten o conviven con la política de estado de enfrentamiento con Cuba, sea por la vía de las presiones o por el acercamiento “democratizador”. Los demócratas locales del sur de la Florida repiten prácticamente los mismos mensajes de hostilidad contra Cuba que sus congéneres republicanos, posan para ser tan duros como ellos y terminan por desconocer y alienarse de aquellas nuevas generaciones de cubanos que son amplia mayoría y que no aspiran ni necesitan para triunfar de los fondos de los programas asociados al “cambio de régimen”.

En las elecciones que recién concluyen los demócratas vieron poco a poco desaparecer la ventaja que tuvieron inicialmente sobre los republicanos en la Florida. Entre las primeras explicaciones se recurrió a la actuación del supuesto “voto cubano”, cuando en realidad los votos que le faltaron a Biden resultaron de la ausencia de apoyo de otros grupos y minorías.

Demócratas y republicanos pueden optar o no por mantenerse cultivando la ficción sobre el “voto cubano”, pueden seguir financiando o no los programas federales con que los cortejan, pero lo cierto es que una y otra vez habrá una relación conflictiva entre los intereses de política exterior de los Estados Unidos como país y los juegos electorales en un punto de la geografía de ese país.

Al enfocarse en ese minúsculo voto, en términos nacionales, ambos partidos desconocen la posición de amplios sectores de votantes estadounidenses que están favor de una relación lo más normalizada posible con Cuba y que tienen intereses concretos en los negocios, la ciencia, la cultura, las relaciones académicas, salud y otros sectores.

Detrás del inmovilismo de Washington con sus sanciones unilaterales a Cuba por más de 60 años, detrás del poder prestado a la maquinaria de odio de Florida, se mezclan el cálculo y el despotismo, la vieja retórica anticomunista y el fracaso de siempre. Veremos cómo quedan los votos cuando se conozcan los números definitivos -por cierto, el periodista John Kruzel, de The Hill, ha denunciado un número significativo de votos perdidos en el sur del estado. Antes de cacarear tanto por el “voto cubano”, esperemos el final de este tormentoso recuento electoral que ha convertido a Estados Unidos en una república bananera y a Donald Trump en el autócrata más patético de la historia de ese país.

Tomado de: Cubadebate 

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