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Aproximaciones a la construcción del terrorismo “islámico”: su presencia en África

Iswap, rama de Dáesh en el África occidental. Foto: El Orden Mundial

Por Yoslán Silverio González @yoslansilverio

En las últimas décadas se ha producido un aumento de los hechos relacionados con las acciones de grupos terroristas de las más variadas características. Han sido precisamente aquellas organizaciones con un programa ideológico basado en una interpretación muy estrecha y radical del islam las que más han acaparado la atención de la comunidad internacional. Esto se debe a que sigue predominando un enfoque que relaciona al terrorismo con el islam, el cual resulta funcional a los poderes hegemónicos, puesto que, de esta manera, logran legitimar y hacer avanzar sus intereses geoestratégicos en regiones tan importantes como las del Medio Oriente y el África Subsahariana.

En particular, la zona medio-oriental ha sido la que más ha experimentado la mediatización, manipulación e instrumentalización por parte de las potencias occidentales, del terrorismo con fines políticos. En esta reconfiguración del escenario político, los grupos terroristas son utilizados de las más diversas maneras, incluso apoyando a unos contra otros. Por lo tanto, se han convertido en un tema de amplia polémica y discusión en los foros internacionales y en un factor de mediación en las relaciones entre los Estados.

Uno de los fenómenos que ha causado mayores índices de inseguridad y de inestabilidad en la región de África del Norte y el Medio Oriente ha sido la emergencia de las concepciones fundamentalistas islámicas. En su auge estuvieron implicados varios factores entre los que se encontraron la ofensiva político-militar de occidente sobre la región, el fortalecimiento de Israel como aliado de Estados Unidos y las sucesivas derrotas árabes frente a los sionistas, el agotamiento de los proyectos nacionalistas árabes y la crisis económica como resultado de la aplicación de los programas de ajustes estructurales en casi todos estos países.

La falta de respuesta ante la agudización de los problemas económicos y sociales, traducidos en la incapacidad de los gobiernos seculares en brindar una solución, provocó el auge de las posturas más conservadoras dentro del islam, que planteaban la necesidad de “rescatar” los “auténticos” valores islámicos, iniciándose un proceso de reislamización que trascendió a las sociedades árabes. Un momento crucial fue el triunfo de la Revolución Islámica de Irán, en 1979, que a pesar de haberse producido fuera del mundo árabe y sunita, impactó profundamente sobre el resto de la región. Otro centro importante de emanación de estas ideas fue Arabia Saudita, cuyo poder económico derivado del petróleo le permitió impulsar y financiar – con los llamados petrodólares – su modelo conservador del wahabismo, que también penetró en países del África Subsahariana.

La dispersión de dichas concepciones no fue homogénea. Comenzaron a surgir diferentes tendencias políticas: unas más moderadas que planteaban llegar al poder mediante los procesos eleccionarios para luego iniciar reformas religiosas dentro de las sociedades y otras más radicales que demandaban la eliminación de los gobiernos seculares. En la medida en que no les permitió participar en el juego electoral de la democracia multipartidista en boga por esos años, las tendencias más conservadoras se fueron radicalizando, aumentado sus niveles de violencia.

La presencia militar de los soviéticos en Afganistán, a partir de 1979, significó una etapa de ruptura, porque este fue el contexto en el cual los Estados Unidos y su Agencia Central de Inteligencia (CIA) comenzaron a instrumentalizar a los llamados muyahidines que representarían las tendencias más radicales dentro del islam. Este grupo armado sería posteriormente la base del régimen talibán y el núcleo formador de Al Qaeda bajo la égida de Osama Bin Laden. Luego de concluido el capítulo afgano, muchos de estos “yihadistas” regresaron a sus lugares de origen, como por ejemplo a Argelia, y trataron de impulsar su “lucha” armada que comenzó a tomar matices terroristas por los métodos violentos que aplicaban contra las poblaciones, consideradas éstas como takfir o infieles.

De esta manera, se fueron fortaleciendo por toda la región diferentes concepciones dentro de las corrientes islámicas más radicales, que por sus altos niveles de violencia indiscriminada contra la población civil musulmana se comenzaron a catalogar como terroristas. Estos grupos se fueron transformando y escindiéndose con la aparición de nuevos líderes. Así comenzó a percibirse desde occidente la “amenaza islámica” y a construirse el concepto de “terrorismo islámico”. Este término fue creado de forma intencional y empezó a ser manipulado por las potencias occidentales para desestabilizar gobiernos no proclives o no subordinados a las políticas e intereses de Washington, sus aliados europeos y regionales. Este fenómeno del “terrorismo de base islámica radical” va más allá del concepto musulmán de la yihad islámica – auténtico método de lucha interna y de concientización religiosa para enfrentarse al agresor externo como por ejemplo la yihad palestina. También ese tipo de terrorismo “islámico” en la práctica no representan el islam, simplemente lo viola de manera constante.

Fue así que, a raíz de los atentados contra las Torres Gemelas y el Pentágono, los Estados Unidos y sus aliados justificarían las guerras impuestas primero a Afganistán (2001) y luego contra Iraq (en 2003, donde utilizaron como pretexto la supuesta existencia de las armas químicas) o la intervención en otros países para la consecución de sus intereses geoestratégicos en una subregión suministradora por excelencia de hidrocarburos y ubicada geográficamente en una de las principales rutas comerciales marítimas. Esto además estaba relacionado con el propósito de frenar la expansión China en el mundo, así como continuar presionando sobre las tradicionales áreas de influencia de Rusia en el Medio Oriente.

En el caso de los países subsaharianos estos grupos terroristas son percibidos como una amenaza externa, exportados hacia sus regiones, por promulgar concepciones religiosas que no tienen nada que ver con las prácticas musulmanas sincréticas y moderadas que profesan los diferentes pueblos africanos islámicos. Contrario a lo que se quiere presentar, el terrorismo no es un método utilizado únicamente por estos “musulmanes radicales”, ni el islam es una religión proclive a la violencia indiscriminada. Por lo tanto, se debe tener en cuenta que islamismo no es igual a terrorismo como divulga la propaganda occidental. Todos los terroristas nos son islamistas y todos los islamistas (1) no son tampoco terroristas.

Debido a la fuerte manipulación a la que están sometidos, todo movimiento político-militar que surja en la región, es clasificado casi de manera automática, como terrorista. En este sentido, se trata de deslegitimar a organizaciones con un carácter nacionalista o islamista conservador que no respondan a los intereses de potencias extrarregionales o regionales y que a veces se presentan como organizaciones contestatarias a los gobiernos locales.

Cruzadas mediáticas, inclusiones en listas acusatorias y acciones bélicas dirigidas a perseguir bajo el señalamiento de “terroristas” se utilizan sistemáticamente contra varias organizaciones islámicas enemigas de EE.UU, entre las que se destacan, Hezbollá (2), Hamas (3), Al Fatah (4) y la Hermandad Musulmana (5), caracterizadas por sus luchas populares y sociales de enfrentamiento al terrorismo de Estado aplicado por el régimen sionista de Israel contra los palestinos. Por estas razones, es necesario dejar establecido que los grupos Al Fatah, Hamas, Hermandad Musulmana y Hezbollah, no son organizaciones terroristas teniendo en cuenta sus características, programas y evolución histórica.

El profesor Dr. Reinaldo Sánchez Porro plantea que “en las luchas políticas antirepresivas hay una diferencia entre los actos y las operaciones subversivas contra la estructura toda de un poder y el recurso a la violencia indiscriminada. Es condenable todo acto criminal que ponga en peligro o lleve a la muerte a personas inocentes ajenas al conflicto en cuestión, como modo conscientemente admitido de presión sobre las autoridades gubernamentales (…) esto es terrorismo y no admite justificación de ningún tipo”(6) . Estas palabras ofrecen claridad en la diferenciación entre lo que es terrorismo y lo que es lucha contra la dominación.

Sin embargo, a nivel de la comunidad internacional no existe tal claridad, debido al prisma con el cual se analice el fenómeno. De esta situación se deriva la complejidad de establecer una definición sobre terrorismo, por la falta de consenso y dependiendo de quién sea el que lo esté valorando. Dicha problemática también ha servido para aumentar el grado de conflictividad en las relaciones internacionales y al mismo tiempo la militarización de las mismas, debido al incremento de los presupuestos militares para “enfrentar” las acciones de grupos hostiles a los intereses de los países capitalistas desarrollados y sus aliados regionales.

Por estas razones, se han adoptado diferentes iniciativas institucionales en el marco de la ONU. Una de ellas fue la creación del Comité contra el Terrorismo, basándose en lo dispuesto en las resoluciones 1373 (2001) y 1624 (2005) del Consejo de Seguridad. Su objetivo era fortalecer las capacidades de los Estados miembros para combatir las actividades terroristas dentro de sus fronteras y en todas las regiones. El Comité contra el Terrorismo y su Dirección Ejecutiva tenían la responsabilidad de vigilar la aplicación de dichas resoluciones del Consejo de Seguridad (7). Posteriormente, el Secretario General de la ONU estableció, en 2005, el Equipo Especial para la Lucha contra el Terrorismo y, el 8 de septiembre de 2006, la Asamblea General aprobó la Estrategia Mundial contra el Terrorismo. Se trataba de la primera vez en que los Estados acordaban un marco global para enfrentar este flagelo.

Bajo los auspicios de las Naciones Unidas y de otras organizaciones intergubernamentales se han elaborado y aprobado 16 instrumentos jurídicos universales, a saber, 11 convenios, 4 protocolos y una enmienda. La mayoría de estos instrumentos (8) están en vigor y constituyen el marco jurídico para la adopción de medidas multilaterales antiterroristas, así como la tipificación como delito de actos de terrorismo específicos, entre los que figuran el desvío de aviones, la toma de rehenes, los atentados cometidos con bombas y su financiación (9).

En este contexto, las potencias occidentales comenzaron a catalogar a determinados países como “patrocinadores” del terrorismo para justificar acciones de presión internacional e intervenir en los asuntos internos de aquellos gobiernos que no tuviesen la capacidad de hacer frente a dichos grupos y lograr así determinados objetivos, como los cambios de gobierno, por ejemplo, en Iraq, Afganistán y Libia. De igual forma, elaboraron listas de organizaciones clasificadas por ellos como terroristas, dando origen a un fuerte debate entre académicos y políticos en torno a cómo definir qué es terrorismo.

Para la profesora cubana Elsie Plain Rad Cliff el terrorismo es la aplicación de la violencia indiscriminada que puede extenderse a la totalidad de la población y toma en la mayoría de los casos a los civiles como blanco de sus ataques. Sus acciones son imprevisibles debido a la sorpresa con que siempre actúan, lo que contribuye a infundir el terror; produce un sufrimiento innecesario al golpear las áreas más vulnerables de la sociedad; emplea rehenes y escudos humanos para lograr lo que se proponen. Entre los métodos más utilizados están el empleo de la violencia física indiscriminada contra civiles, mediante la tortura, el secuestro, la ejecución extrajudicial o la desaparición. En el orden táctico pueden adoptar un esquema basado en la realización de atentados con explosivos u otros medios incendiarios para la destrucción de bienes privados y públicos. Un terrorista es un individuo que actúa contra civiles usando métodos ilegales para conseguir un fin político (10). Todo lo anterior ha complicado evidentemente el cumplimiento de las 19 convenciones contra el terrorismo y las resoluciones del Consejo de Seguridad, con la excepción de las resoluciones 1269 (1999) y 1566 (2004) donde se indica que, sea cual sea su motivación, ningún acto de terrorismo es justificable.

Por su parte, la Unión Africana y sus organismos subregionales no se quedaron rezagados, más bien, fueron pioneros en la implementación de los mecanismos legales para el combate al terrorismo. A un año de los atentados a las embajadas de EE.UU en Nairobi (Kenya) y Dar el Salaam (Tanzania) en África Oriental, en 1998, la entonces Organización para la Unidad Africana (OUA), había adoptado, en su 35 Cumbre, celebrada en Argel, en julio de 1999, la Convención sobre la Prevención y el Combate al Terrorismo. Este documento fue un hito, por ser el primer instrumento legislativo confeccionado para su enfrentamiento.

Los siguientes pasos que evidenciaban el compromiso africano en la lucha contra el terrorismo se expresaron en la Cumbre de Dakar (Senegal) en octubre de 2001, en la cual se adoptó la Declaración de Dakar contra el terrorismo. En 2002, la recién creada UA había adoptado el Plan de Acción sobre la Prevención y Combate contra el Terrorismo, en una Cumbre Intergubernamental de alto nivel desarrollada en Argelia en septiembre de ese año. A la Convención de 1999, le siguió el Protocolo de la OUA para la prevención y el combate al terrorismo, adoptada en 2004 (11). Todos constituyen el marco legal en el cual actúan los diferentes mecanismos de seguridad en el continente, entre ellos el Consejo de Paz y Seguridad de la propia UA.

Con la implementación del Consejo de Paz y Seguridad de la UA (12), como órgano rector de los temas sobre los conflictos, se fortaleció el aparato institucional en la lucha contra el terrorismo. Un paso importante fue la creación del African Centre for the Study and Research on Terrorism (ACSRT) (13) cuya oficina central está en Argel. Este centro es una consulta obligada para el tema en el caso africano. También entre los centros de investigación africanos que da seguimiento a los temas relacionados con el terrorismo en el continente, se encuentra el Institute of Security Studies (ISS) cuya oficina central radica en Pretoria, Sudáfrica y tiene oficinas regionales en Nairobi, Kenia; Addis Abeba, Etiopia; y en Dakar, Senegal (14).

Luego de haber expuesto el contexto internacional en el cual se comenzó a debatir en torno al terrorismo, los diferentes criterios que existen al respecto, la manipulación a la que es sometido por parte de los países imperialistas y habiendo hecho la distinción entre terrorismo y fundamentalismo islámico, así como entre terrorismo y movimientos de liberación nacional, se impone la adopción de un criterio sobre cómo se entenderá el terrorismo en este trabajo. Para tales efectos se decidió subscribir el concepto defendido por la OUA/UA en la citada Convención sobre la Prevención y el Combate al Terrorismo de 1999, cuyos aportes principales fueron en primer lugar, una definición amplia del terrorismo sin el calificativo de islámico y, en segundo lugar, la diferenciación entre actos terroristas y las acciones desarrolladas por grupos de personas en su lucha por la autodeterminación (15).

Aquí se estableció como terrorismo: “cualquier acto que (…) pueda hacer peligrar la vida o la integridad física y causar heridas serias o la muerte, de cualquier persona o grupo de personas. Se define también como cualquier acto que pueda dañar la propiedad privada o pública, los recursos naturales, el patrimonio cultural y que tengan premeditadamente la intensión de intimidar, sembrar el miedo, presionar a un gobierno y afectar los servicios públicos” (16).

Una definición exacta que caracteriza el accionar de los grupos que operan en África, es la ofrecida por el profesor español Fernando Reinares en su concepto sobre el terrorismo de carácter transnacional. Reinares plantea que el terrorismo transnacional: “es aquel que de una u otra manera atraviesa fronteras estatales, básicamente porque quienes lo ejecutan mantienen estructuras organizativas o desarrollan actividades violentas en más de un país, incluyendo por lo común territorios sobre los cuales no tienen jurisdicción alguna las autoridades (…) Esto significa que los actos de violencia involucran a más de un país y con frecuencia a individuos de dos o más nacionalidades, tanto en lo que se refiere a los terroristas como a sus víctimas.” (17)

Para el caso de los países africanos al sur del Sahara, este fenómeno comenzó de manera más visible en las últimas dos décadas. Las regiones del Cuerno africano y del Sahel, que incluye territorios del África Occidental y Central, han pasado a ser áreas de atención y ejes centrales de la llamada lucha contra el terrorismo en el continente. Una división por subregiones no siempre se corresponde con la lógica de funcionamiento de estos grupos puesto que debido a su carácter transnacional pueden operar indistintamente en una u otra área. En este caso estaría por ejemplo el grupo Al-Qaeda del Magreb Islámico (AQMI) cuya base central radica en Argelia, pero sus áreas de operaciones principales se encuentran diseminadas por toda la línea del Sahara-Sahel. El accionar de dichas organizaciones se ha concentrado contra las instituciones gubernamentales del área, contra las poblaciones locales y los intereses foráneos, fundamentalmente europeos: actividades de sabotaje a las propiedades de empresas transnacionales y secuestros de turistas europeos.

En el caso de África las organizaciones más fuertes han sido Al-Shabaab (en el Cuerno Africano (particularmente en Somalia y activo desde 2006); Al-Qaeda del Magreb Islámico y sus grupos afiliados (AQMI, activo desde 2007) y Boko Haram (norte de Nigeria y zona en torno al Lago Chad, activo desde el 2009). También existen otros grupos que se han reconfigurando como el Movimiento para la Unicidad de la Yihad en el África Occidental (MUYAO desde 2012) en el Sahel occidental y otros vinculados al Estado Islámico, como una de las escisiones producidas dentro del propio Boko Haram. También existen más de una decena de otros grupos y células terroristas operando por estas zonas, muchas de las cuales no tienen siquiera una filiación oficial clara.

Para analizar estos grupos se debe tener en cuenta el contexto socioeconómico y político en el cual surgieron y se desarrollaron, su capacidad de “liderazgo”, su estrategia de lucha o programa, sus métodos y tácticas terroristas. De igual forma, habría que incluir las formas de financiamiento de ellos, tanto sus fuentes internas como externas, sus acciones militares o de otro tipo, el apoyo que reciben de determinados sectores sociales (nivel de aceptación popular) y el nivel de relaciones con otros grupos. No se pueden dejar fuera de cualquier estudio de este tipo, las consecuencias económicas y sociales de sus acciones, su repercusión en el orden político interno y regional.

En el auge de estos grupos no se puedo soslayar las implicaciones de las políticas y las acciones desarrolladas por un conjunto de actores regionales e internacionales en su relación con el grupo en cuestión. En este sentido, destacan las posturas asumidas por los Estados Unidos, Francia, la Unión Europea y la ONU, así como otros gobiernos nacionales y regionales afectados directamente por el terrorismo. Las posturas de estos actores no han contribuido a su eliminación, puesto que sigue primado el enfoque miliar para el abordaje de este problema. De igual manera, las posturas asumidas por los organismos subregionales africanos como: la Unión Africana (UA), la Comunidad Económica de Estados del África Occidental (CEDEAO), el Grupo del G5 del Sahel (G5S) y la Autoridad Intergubernamental para el Desarrollo (IGAD) han sido poco efectivos en lidiar con la expansión que han tenido en los últimos años.

El desarrollo de los grupos terroristas en el África Subsahariana ha sido un fenómeno de reciente data y solo se ha extendido en la zona Sahelo-sahariana y en el África Oriental. En estas regiones han resultado ser los países más afectados: Mali, Níger, Nigeria, Chad, Camerún, Somalia y Kenia. En el resto de los países de estas áreas los ataques han sido mucho más esporádicos, como los ocurridos en Burkina Faso, en Costa de Marfil y en Uganda, aunque en Burkina Faso se ha producido un crecimiento vertiginoso del terrorismo en las zonas rurales del norte del país. Sus operaciones en el África Subsahariana son cada vez más transnacionalizadas y existe una marcada preocupación en la región por los niveles de intercambio que puedan existir entre algunas de estas organizaciones, sobre todo en su vínculo con las redes de traficantes. Ha habido una tendencia hacia una mayor interconexión entre dichos grupos. Una situación parecida ha experimentado el África Oriental con las acciones de la organización somalí Al Shabaab vinculada a Al Qaeda.

El factor de la pobreza extrema relacionado con las hambrunas, así como los desplazamientos forzados de grupos poblacionales han servido como elementos propiciadores de la expansión de las labores de reclutamiento por parte de estos grupos, que legitiman su discurso con la promesa de mejoras bajo un gobierno “realmente islámico”. Los problemas de inseguridad interna y desestabilización política se han convertido en una amenaza para los Estados sahelianos afectados.

De lo anterior se deriva el aumento de la presencia de actores internacionales como los Estados Unidos y la Unión Europea, específicamente de Francia. En el caso de Estados Unidos su implicación en la lucha contra el terrorismo se ha centrado en aumentar la cooperación desde el punto de vista militar con los ejércitos locales, evidenciado en las maniobras y entrenamientos realizados. Mientras, Francia ha recibido fuertes críticas por su rol en la supuesta “lucha contra el terrorismo” en el Sahel, que desde el lanzamiento de la Operación Barkhane, no han tendido resultados reales, lo que les ha planteado posible retirada de sus efectivos del Sahel, tema este que no va a ocurrir, por los intereses galos en esa región. De esta forma, el escenario saheliano ha pasado a estar en el centro de atención de las potencias occidentales que buscan a través del enfrentamiento al terrorismo, siempre en aquellos lugares donde se vean afectados sus intereses, hacer consolidar su presencia o aumentarla donde esta no sea suficiente y peor aún, lograr su legitimación en el área.

Este proceso ha sido determinante en el nuevo contexto de las relaciones internacionales marcado por las contradicciones entre Estados Unidos y Rusia en el marco de la guerra en Siria, donde los grupos terroristas fueron instrumentalizados por parte de Washington para desestabilizar a ese país. En el caso del África Subsahariana este fenómeno no ha supuesto contradicciones entre las principales potencias, más bien ha evidenciado la forma en la que se manipulan y utilizan estos grupos en la región de Medio Oriente, mientras que en el África Subsahariana se pretende “luchar” contra la misma problemática.

Un aspecto característico de estos grupos es su carácter transnacional e híbrido, puesto que no solo se concentran en lograr sus “reivindicaciones” políticas, religiosas y sociales sino también se vinculan con las amplias redes del tráfico transfronterizo, logrando incluso llegar a controlar algunas de éstas. En la mayoría de los casos se ha producido una disminución del apoyo social del cual disfrutaban dentro de algunos sectores de las poblaciones locales. Los ejemplos más evidentes se pueden constatar en Boko Haram y Al Shabaab. Este retroceso en la “legitimidad” de estos grupos se ha debido al rechazo social por la violencia desatada y el empeoramiento de la adversa situación económica.

La respuesta de los gobiernos más afectados ha sido positiva en cuanto al enfrentamiento a los grupos – al menos en el discurso político – pero carecen de los medios militares para lograr una solución a la problemática. Esto los ha llevado a aumentar los vínculos con las potencias occidentales en cuanto al suministro financiero y logístico para hacer frente a las acciones militares de carácter terrorista. Los niveles de inseguridad a lo interno de todos estos países siguen siendo altos a pesar de que se han logrado reducir las áreas de operaciones militares de dichos grupos y el número de sus efectivos. Desafortunadamente, sigue privando el enfoque militar – auspiciado por las potencias occidentales – como la única solución a este flagelo. Los programas socio-económicos implementados para lograr frenar el proceso de radicalización de las poblaciones más vulnerables no han sido suficientes ni efectivos.

La lucha contra el terrorismo sigue estando en la agenda de las organizaciones subregionales africanas que ha posibilitado mayores niveles de coordinación entre los diferentes gobiernos en aras de establecer un frente común contra la proliferación de estos grupos. El ejemplo más significativo ha sido el despliegue militar multinacional de la CEDEAO, primero contra los grupos terroristas en el norte de Mali y luego contra Boko Haram en torno al Lago Chad. Prácticamente no existe una oposición a la presencia militar extranjera – tanto francesa como estadounidense – en el área, ni contra su política de “asistencia” militar, debido a que no existe otra estrategia para combatirlos que no sea la militar.

A pesar de que los grupos terroristas hayan retrocedido tendencialmente – reducción del número y efectividad de sus ataques, así como de las áreas bajo su control directo – las condiciones económicas y sociales que potencian el desarrollo de este fenómeno, persisten. Esto significa que su impronta se mantendrá. Aunque algunos se hayan fragmentado o desplazado por diferentes territorios, haciéndose más fuerte en uno u otro lugar, su presencia sigue siendo un reto para la seguridad y la estabilidad de los países subsaharianos inmediatos a las áreas donde estos grupos han operado. En particular, la zona del Sahel sigue siendo la más afectada por el terrorismo sin que se vislumbre una mejoría en la situación de seguridad de la región.

Este artículo forma parte de la introducción del libro titulado Principales tendencias del terrorismo en África, en proceso de edición final.

Referencias bibliográficas

(1) Es necesario que el concepto de islamista no se confunda con el de islámico puesto que islámico o musulmán es toda persona que siga las revelaciones de Mahoma producidas en el siglo VII, mientras que los islamistas: son aquellos musulmanes que quieren establecer un Estado islámico regido por la Sharía en su pretendida versión inicial, deseando que los principios establecidos en el Corán y la Sunna sean cumplidos cabalmente por todos los practicantes de la fe. “A través de la reafirmación cultural y religiosa islámica proponen un modelo político y social basado en los principios del islam original (…). Estos grupos deslegitiman a los poderes establecidos culpándolos del fracaso económico, social y político de sus regímenes a causa de su alejamiento del modelo islámico”. Ver: Gema Martín Muñoz, Begoña Valle Simón y Ma. Ángeles López. El islam y el mundo árabe. Ediciones Mundo Árabe e Islam, Madrid, 1996, pp. 339 – 340.

(2) Hezbollá es una organización política, religiosa, social, militar y patriótica chiita, que se opone al Estado de Israel. Fue creada en el seno de la comunidad chiita libanesa. Tuvo un desarrollo acelerado tras la invasión del territorio libanés por Israel en 1982. En julio de 2006, Israel volvió a invadir la parte sur del país, ocasión en la que Hezbollá lo derrotó y tuvieron que retirarse.

(3) Organización palestina creada en 1987 que se define como Movimiento de Resistencia Islámica (rama palestina de la Hermandad Musulmana). Su principal objetivo es la recuperación de los territorios ocupados por el Estado de Israel y el establecimiento de una nación liberada en los espacios históricos originales, incluidos la Franja de Gaza y Cisjordania con la capital en Jerusalén. Desde el 2006 mantiene el control en la Franja de Gaza luego de haber ganado las elecciones a su rival Al Fatah.

(4) Es el principal movimiento político militar que integra la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), fue el primer grupo organizado de resistencia palestina creado en la clandestinidad por Yasser Arafat en octubre de 1959. Actualmente la OLP es una organización política encabezada por el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmud Abbas.

(5) La organización político-religiosa de los Hermanos Musulmanes (HHMM) fue creada en Egipto en 1928 por Hasan Al-Banna. Con su programa islámico conservador se opuso al gobierno de Nasser y estuvieron proscriptos en el país sin que pudieran presentarse en las elecciones como partido político. A raíz de la caída de Mubarak en 2011, su candidato – Mohammed Mursi – ganó las elecciones presidenciales. Su ascenso al poder siguió generando tensiones hacia el interior de la sociedad egipcia que culminaron con un golpe de Estado dirigido por el general Al Sisi. Aunque la organización islamista está considerada como no partidaria de la violencia, comenzó a ser perseguida por este gobierno bajo la acusación de terrorista.

(6) Reinaldo Sánchez Porro. “Prologo”. En: Edna Iturralde. Cuando callaron las armas. Edición Gente Nueva, La Habana, julio de 2012, p. 9 – 10.

(7) Consejo de Seguridad. Comité contra el Terrorismo. Disponible en: http://www.un.org/es/sc/ctc/

(8) Estos instrumentos se complementan con las siguientes resoluciones de la Asamblea General: (A/RES/49/60, A/RES/51/210 y A/RES/60/288) y del Consejo de Seguridad: S/RES/1267 (1999), S/RES/1373 (2001), S/RES/1540 (2004), S/RES/1566 (2004) y S/RES/1624 (2005). Ver: Acciones de las Naciones Unidas contra el terrorismo. Disponible en: http://www.un.org/spanish/terrorism/strategy-implementation.shtml

(9) En virtud del régimen de sanciones contra Al Qaeda y los talibanes, el Consejo de Seguridad exigía que todos los Estados impusieran sanciones a las personas y las entidades incluidas en la lista de colaboradores de Al Qaeda y los talibanes, dondequiera que se encontrasen. En abril de 2007, el Consejo de Seguridad había incluido en esa lista a 362 personas y 125 entidades. Debido a las sanciones adoptadas, 34 Estados habían congelado los activos financieros de quienes figuraban en la lista por una suma de más de 90 millones de dólares estadounidenses. Ver: Ídem.

(10) Elsie Plain Rad Cliff. “El terrorismo internacional y sus diversas interpretaciones. Una aproximación al tema desde un enfoque tercermundista”. En: Thalia Fung. El mundo contemporáneo en crisis. Editorial Félix Varela, La Habana, 2011, p. 101 – 115.

(11) Protocol of the OAU Convention on the prevention and combating terrorism. Adopted by the Third Ordinary Session of the Assembly of the African Union, Addis Ababa, 8 de julio de 2004, p. 2. Disponible en: https://au.int/sites/default/treaties/treaty_protocol_oau_convention_prevention_combating_of_terrorism_e.pdf

(12) Consejo de Paz y Seguridad de la UA. Disponible en: http://www.peaceau.org/en

(13) African Centre for the Study and Research on Terrorism. Disponible en: http://www.caert.org.dz/

(14) Institute of Security Studies. Disponible en: https://www.issafrica.org/topics/counter-terrorism

(15) En este caso estarían los saharauis, a quienes Marruecos acusa de estar vinculados con las redes de AQMI y al Frente Polisario como una organización terrorista para deslegitimar su lucha por la independencia del Sahara Occidental.

(16) OAU Convention on the prevention and combating terrorism. Cumbre de Argel, julio de 1999, p. 3 y 4. Disponible en: https://au.int/sites/treies/treaty_oau_convention_on_prevention_and_combating_of_terrorism.pdf

(17) Fernando Reinares. “El terrorismo internacional”. En: Panorama Estratégico 2004-2005. Ministerio de Defensa, junio de 2005. Instituto de Estudios Estratégicos Real Instituto El Cano, p. 48.

Tomado de: Centro de Investigaciones de Política Internacional

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Del ejercicio intimidatorio a la cortada mordaz

Por Octavio Fraga Guerra @CineReverso

Estos datos no son una aritmética vacía o un par de cifras —desamarradas en números miles— que tan solo ocupan el “imperceptible espacio” de una cuartilla de nada. Tampoco resultan un collage artístico dispuesto a colmar respuestas, muchas veces anulada, despreciada, escondidas en algún cajón archivístico, pues resultan incomodas, inoportunas, imposibles de justificar por los mass media, por los que construyen las Fake News de “nueva generación”. Es la ofensiva semántica, la calculada escritura de letras y símbolos que pretende anular la verdad, los hechos, la historia.

Sobre los pliegues de estos números, en cada una de sus dispares formas habitan historias inconclusas, verdades imperturbables, sueños truncados. También vidas anuladas por la praxis del terrorismo. Bajo los pilares de estos números habita una detallada cronología, debidamente contrastada, que documenta la filosofía y la práctica del terror, materializada por el gobierno de los Estados Unidos contra una nación libre, soberana, independiente. Se trata de aplastar la voluntad de un pueblo, que en el ejercicio del escrutinio, votó por una constitución marxista y martiana.

En más de sesenta años, en Cuba, 3478 compatriotas han perdido la vida víctimas de actos terroristas. Otras 2099 resultaron discapacitadas de por vida. Son las huellas de embestidas cobardes, de actos hostiles opuestos al signo civilizatorio de la humanidad.

¿Tenemos que aceptar sumisos, cabizbajos, en silencio, dispares agresiones pensadas para anular nuestra soberana voluntad? ¿Han de ser perdonados los que arremeten contra la vida y la integridad de los cubanos? Se impone aplicar el ejercicio de la ley con el debido proceso.

El Canciller Bruno Rodríguez Parrilla reveló ayer, en su cuenta de twitter, otro pasaje de terrorismo contra la nación: “Denunciamos ataque terrorista con cocteles molotov contra nuestra Embajada en París”. Y añadió el Ministro de Relaciones Exteriores de la República de Cuba: “Responsabilizo al Gobierno de EEUU por sus continuas campañas contra nuestro país que alientan estas conductas y por llamados a la violencia, con impunidad, desde su territorio”.

Atacar a nuestras sedes diplomáticas, es atacar a Cuba. Ningún gobierno y pueblo que se respete puede aceptar semejantes actos de terrorismo, que responde a una creciente hostilidad construida desde Miami, con la oportuna “ceguera” y complicidad de la administración del expresidente de los EE.UU. Donald Trump, heredara, “cual sin nada” por el actual inquilino de la Casa Blanca, Joe Biden.

Desde mediados del año pasado, quizás mucho antes, los cubanoamericanos de siempre, radicados en Miami, han estimulado de manera explícita incitaciones al ejercicio del terror en Cuba, a subvertir la tranquilidad y la estabilidad de nuestro país. Algunos, de manera obscena y desfachatada, han exhibido armas de fuego, obviamente desde Miami.

Son señales manifiestas de hostilidad que responden a un guion calculado, diseñado con escritura de relojería, donde la aritmética juega un rol predominante. Ni la administración de Trump, tampoco la de Biden, ha condenado —como era de esperar— dichas acciones intimidatorias.

El gobierno de los Estados Unidos dispone —es sabido— de una gama de agencias para truncar estos actos, ahora simbólicos, que son en verdad, pensados pastos para la consumación del terrorismo.

¿No revelan acaso una mirada cómplice del gobierno de los Estados Unidos estos comportamientos? Tildan a Cuba de país promotor del terrorismo, la ubican en una lista espuria, mientras en territorio estadounidense se gestan acciones que son un claro atentado a la tranquilidad de nuestro país.

¿Debe aceptarse con pasividad a quienes en Cuba o en otras naciones estimulan una intervención militar en la isla? ¿Hay que plegarse al ejercicio intimidatorio, a la cortada mordaz para anular nuestra voluntad de seguir construyendo una sociedad humanista, que es la voluntad de millones de cubanos?

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Ana Belén Montes, prisionera de conciencia

Por Gilberto López y Rivas

En bello texto, nuestra colega de Cuba Rosa Miriam Elizalde dio a conocer el caso de Ana Belén Montes, de familia puertorriqueña, ciudadana estadunidense, quien acaba de cumplir 64 años, y desde hace dos décadas se encuentra encarcelada en una lúgubre prisión federal en Fort Worth, Texas, reservada para criminales peligrosas y con problemas mentales, en condiciones penitenciarias extremadamente crueles e inhumanas, que revelan el odio y el afán de venganza que provocan en sus enjuiciadores, el temple, la integridad y la firmeza de convicciones de esta singular heroína de los pueblos que, a pesar de los rigores del aislamiento absoluto, la prohibición expresa de periódicos, revistas o televisión, y sobreviviente de un cáncer, no ha sido doblegada ni mucho menos vencida (https://www.jornada.com.mx/2021/03/04/opinion/016a1pol).

Las tareas de inteligencia en favor de Cuba, por las cuales fue procesada y condenada a 23 años de cárcel, las desempeñó a partir de razones morales y políticas, expuestas valientemente durante su juicio, en un alegato histórico que fundamenta plenamente el hecho de ser prisionera de conciencia y presa política del gobierno de Estados Unidos: “Obedecí a mi conciencia más que obedecer la ley”, señaló ante el juez. “Nosotros hemos hecho gala de intolerancia y desprecio hacia Cuba durante cuatro décadas. Nosotros nunca hemos respetado el derecho de Cuba a definir su propio destino, sus propios ideales de igualdad y justicia. No entiendo cómo continuamos tratando de dictar cómo Cuba debe seleccionar sus líderes, quiénes no deben ser sus dirigentes y qué leyes son las más adecuadas para dicha nación. ¿Por qué no los dejamos decidir la forma en que desean conducir sus asuntos internos, como Estados Unidos ha estado haciendo durante más de dos siglos?”

Ana Belén aseveró que un proverbio italiano describía sus creencias políticas: “Todo el mundo es un solo país. En ese ‘país mundial’ el principio de amar al prójimo tanto como se ama a uno mismo, resulta una guía esencial para las relaciones armoniosas entre todos nuestros países vecinos. Este principio implica tolerancia y entendimiento para las diferentes formas de actuar de los otros. Establece que nosotros tratemos a otras naciones en la forma en que deseamos ser tratados, con respeto y consideración. Es un principio que, desgraciadamente, yo considero nunca hemos aplicado a Cuba”.

Fue reclutada por los servicios de inteligencia cubana desde 1984, mientras trabajaba en el Departamento de Justicia en Washington y cursaba una maestría en la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de la Universidad Johns Hopkins, al percatarse de las opiniones críticas de esta talentosa joven en relación con la política del gobierno de Estados Unidos hacia Centroamérica. Estos principios morales y creencias políticas la determinaron a entregarse de lleno a una doble vida, con las tensiones, faenas y peligros que este compromiso significaba; por un lado, seguir una exitosa carrera como oficial de alto rango en la Agencia de Inteligencia Militar, que le permitió convertirse en la experta sobre Cuba en el Pentágono y, por el otro, ser una dedicada receptora de información al servicio de Cuba y su asediada revolución socialista.

Durante 17 años, Ana Belén fue una agente clave de los esfuerzos de Cuba en su defensa contra el terrorismo que Estados Unidos adopta como política de Estado en el ámbito planetario, pero intensificado, en el caso cubano, incluso con anterioridad al triunfo del movimiento revolucionario 26 de Julio en 1959. Además de la guerra económica, comercial y financiera que resultó en un cruel bloqueo, Cuba ha sufrido múltiples agresiones armadas abiertas y encubiertas, centenares de actos terroristas de diversa naturaleza, incluyendo atentados e intentos de asesinato contra el principal líder de la revolución, secuestro de aviones, bombardeos desde naves marítimas y aéreas, robo de cerebros de personal especializado, mantenimiento de una quinta columna dentro de la isla, ahora a cargo de “disidentes de la cultura”, que propagan una permanente campaña de odio contra el gobierno socialista.

Enormemente cuidadosa para su labor clandestina, nunca sustrajo documentos de su trabajo, ya sea escritos o electrónicos. Los memorizaba, tratando de recordar los detalles, y los pasaba en su computadora personal en su modesto domicilio, los encriptaba en discos para ser entregados a sus contactos, previamente acordados en sesiones por radio de onda corta. Con toda razón, Douglas Calvo Gainza reconoce que Ana Belén: “Lo ha dado todo y lo ha resistido todo”. El cantautor David Rovics le dedicó la hermosa canción: Eres una espía como las que me gustan (http://rompiendomurosxlos5.blogspot.com/2016/01/eres-una-espia-como-las-que-me-gustan.html), extraordinario y merecido homenaje a Ana Belén Montes, militante, de las imprescindibles, por la vida, la justicia, la libertad y la paz.

Tomado de: La Jornada

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El enigma de La Coubre

Por Hernando Calvo Ospina

Aquel viernes 4 de marzo de 1960 el carguero francés La Coubre atracó en el muelle de La Habana como a las 9h30. Había embarcado mercancías en los puertos de Hamburgo, Amberes y Le Havre, las que también depositaría en puertos de Estados Unidos, Mexique y Haití.

Luego de activarse las medidas de seguridad se autorizó la presencia de personal extranjero a la nave. Inmediatamente, como indicó el segundo capitán Jean Le Fèvre en su testimonio escrito, una veintena de soldados armados subieron a bordo y se distribuyeron especialmente en la parte trasera del barco, desde el puesto de mando.  [1]

Seguidamente, debidamente identificados, subieron los estibadores. A las 11h00 se empezó la descarga de las mercancías ubicadas en la parte delantera del barco. Al mismo tiempo Le Fèvre entregó las llaves para que un tripulante abriera los candados que, excepcionalmente, tenía la bodega VI, situada al extremo trasero. Puestas en mallas, con grúas del barco se fueron sacando y depositando en el muelle 967 cajas de madera que contenían millón y medio de municiones. Ello duró hasta las 14h45.

Le Fèvre ordenó abrir otro compartimento de esa bodega y se procedió a la descarga de 525 cajas que contenían 25.000 granadas. Este armamento había sido vendido por la Fabrique Nationale d’Armes de Guerre de Bélgica, y cargado en Amberes entre el 15 y 16 de febrero.

Además de 36 tripulantes, viajaban dos pasajeros en La Coubre: un sacerdote francés que iba a México, y Donald Lee Chapman, periodista estadounidense. Este nos contó por teléfono que ese día, luego del almuerzo, se instaló entre las mercancías de cubierta para aprovechar el sol. «Recuerdo que no pudimos quedarnos atrás. Había un buen ambiente en el barco. No pasó mucho tiempo desde que estuve ahí cuando todo comenzó a explotar».

El entonces jefe de máquinas, Marcel Guérin, nos relató en la ciudad francesa de Le Havre que faltaba muy poco para las 3pm cuando decidió ir a su camarote para redactar una nota a la esposa. «Apenas había escrito “Querida” cuando escuché una explosión indefinible. El barco avanzó como un cohete. Pensé que el aceite o el vapor habían explotado en la sala de máquinas. La pared de mi habitación se había derrumbado y el lavamanos se había estrellado contra mi almohada».

Guérin fue a la sala de máquinas, que empezaba a llenarse de llamas y humo. Con sus ayudantes cortaron la electricidad, pero no lograron parar al motor ni cerrar la puerta de seguridad. Ante ello y al ver que el agua iba entrando dejaron el lugar.

Le Fèvre acababa de salir de la oficina del capitán cuando se produjo el estallido. Creyó que había sido en el muelle, pero al llegar a cubierta todo era confusión y gritos; el barco se había inclinado hacia la derecha unos 15 grados y alejado unos 4 metros del muelle; la parte trasera estaba en ruinas.

La historiadora Adelaida Béquer nos contó en La Habana: «Fue una explosión tan grande que pensé que los Estados Unidos habían comenzado a invadirnos. Nunca olvidaré esa enorme nube de humo, y la oscuridad…».

Con el gigantesco hongo de humo subieron trozos de metal, madera y fragmentos de metralla que fueron cayendo en un radio de 500 metros.

Cuando Le Fèvre fue informado por Guérin ordenó abandonar el barco. Conociendo la cantidad existente de combustible y explosivos presintió otra explosión más violenta. Unos se tiraron al agua, mientras otros bajaron por una red lanzada por marinos y cubanos. Todos se ayudaban. El capitán tuvo que ser cargado pues una puerta le había impactado, quebrándole los huesos de una pierna. El cura huyó apenas tocó tierra, presentándose a una comisaría de policía horas después.

Bomberos, personal médico, policías, militares y varios ciudadanos que llegaron en tiempo récord para prestar auxilio, sin hacer caso a los gritos de los franceses que pedían alejarse del barco.

El grupo se había distanciado unos 300 metros cuando sucedió la segunda explosión: «Eran como las 3h40pm», escribió Le Fèvre.

Esta fue la más letal por la cantidad de socorristas presentes, y hasta hubiera podido matar a varios dirigentes del país. Por ejemplo, al Che Guevara, quien como médico empezaba a atender heridos a las afueras del muelle; a Fidel y Raúl Castro, a quienes les faltaron unos 300 metros para llegar.

Rosario Velasco la viuda de Arturo García nos hace sentir lo que vivió: «Yo sabía que él tenía que descargar un barco. Por eso me dirigí al puerto, pero no me dejaron pasar. Alguien me dijo que él había muerto, entonces empecé a buscarlo por los hospitales. Así vi mutilados y pedazos de cuerpos. Al encontrarlo por poco no lo reconozco: estaba negro y él era indio; lleno de metralla la espalda y con los huesos rotos. Estuvo nueve días sufriendo».

El marinero Jean Robevieux, narró: «Un cubano con las dos piernas arrancadas pide ayuda y expresa su sufrimiento. Es horrible. El hombre mutilado intenta en vano levantarse usando los codos y las manos, pero sigue cayendo…». [2]

Guérin nos dijo: «Al día siguiente vi a los cubanos, inconsolables, sacar de las bodegas inundadas del barco y del mar trozos de seres humanos, con cubos o palos. Como si estuvieran pescando.»

Se calcula que hubo unos 70 muertos, más de un centenar de heridos y 27 desaparecidos. Seis tripulantes perecieron; dos fueron encontrados bastante deshechos en las aguas de la bahía. Se constató la muerte de cuatro por pedazos de ropas: la explosión los desintegró. Todos supervisaban la descarga del armamento.

A las diez de la noche Fidel Castro convocó al Consejo de Ministros. Entre otros, se aprobó desembolsar un millón de dólares para ayudar a las familias de lisiados y muertos, incluyéndose a las familias de los seis marinos. Tres semanas después, el 23 de marzo, una delegación de la Central de Trabajadores de Cuba, CTC, entregó en París diez mil dólares a cada familia.

Poco después de la segunda explosión se empezaron las investigaciones. A la madrugada del cinco de marzo, Castro y otros dirigentes revolucionarios analizaron lo recogido.

Los tripulantes fueron los primeros en ser escuchados por los servicios de seguridad. Saliendo del muelle fueron montados a un camión militar y llevados al Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, no lejos de ahí. «Nos preguntaron dónde habíamos cargado la munición; en qué puertos habíamos atracado; cuándo habían embarcado los dos pasajeros; y si habíamos notado algo inusual», contó el segundo capitán en sus informes. Guérin nos dijo que fue más una charla que un interrogatorio. Diplomáticos tunecinos tradujeron.

Luego llegaron Fidel Castro, el Che Guevara y el presidente Osvaldo Dorticós quienes sólo se interesaron por su estado de ánimo. Al cabo de dos horas fueron trasladados al céntrico Hotel Plaza en calidad de «víctima»”. Ahí recibieron la visita de Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir, quienes estaban de paso por Cuba. El embajador francés sólo hizo presencia al día siguiente.

Unas semanas después la mayoría regresó a casa, pero Le Fèvre, Guérin, y otros marinos debieron quedarse seis meses hasta que el barco fue reflotado y remendado por una empresa cubana, para ser remolcado hasta Francia.

A pedido de Le Fèvre, Chapman dejó de colaborar con los bomberos y fue a una estación de policía para llamar al representante francés de la naviera en Cuba, quien no estuvo ni para la llegada del barco. Luego habló con su embajada. Terminadas las llamadas fue detenido y conducido al Estado Mayor.

Pasados los interrogatorios vinieron Fidel Castro y el Che Guevara. «Castro no me acusó de nada. Me preguntó si creía que era un sabotaje, pero yo no sabía nada. Solo fue llegando a Cuba que el capitán me informó de que había explosivos a bordo, pero no en tales cantidades», nos contó Chapman. El lunes 7 de marzo se le autorizó abordar un avión a Miami.

El sábado 5 el Secretario General de la Marina Mercante françesa y el director de la Compañía General Transatlantica, empresa estatal propietaria de La Coubre, enviaron a La Habana una «Misión de Información». Las compañías aseguradoras del buque y de las mercancías procedieron de igual manera.

Los primeros entierros fueron en esa tarde del sábado. Los autos con los sarcófagos recorrieron unos cinco kilómetros de calles casi tapizadas con flores. Castro, entonces Primer Ministro, dio las palabras de despedida sobre una improvisada tarima a pocos metros del cementerio Colón. Sartre y de Beauvoir fueron invitados al estrado, desde donde presenciaron impactados ese mar de seres en luto, quizás medio millón.

A medida que hablaba, Castro daba minuciosas explicaciones de los hechos, por lo que Sartre escribiría: «Fui testigo de un relato minucioso y preciso de una investigación policial…”.[3]

Al leer ese discurso y compararlo con los diversos informes presentados semanas después por los miembros de la Misión y de las aseguradoras, la descripción de los hechos es casi idéntica.

La primera explosión fue a bordo. De las 1 492 cajas, se habían desembarcado las que contenían proyectiles. Unas 20 cajas de granadas ya estaban depositadas en el muelle.

Sobre las causas, por ejemplo, Louis J. Audigou, representante del Secretario General de la Marina Mercante francesa, concluyó en su informe: «…que dicha información y constataciones sugieren que es improbable un error en la calidad de las mercancías; que es improbable un accidente involuntario durante la descarga …»

Los marinos aseguraron que no existieron gritos o ruidos a causa del desprendimiento de una caja de la red que transportaba las granadas.

Castro no se contentó con ello: el sábado en la mañana pidió que se lanzaran desde un avión varias cajas con granadas de ese tipo. Ninguna estalló. Nos explicó Alberto León Lima, chófer del dirigente en esos momentos: «Es que eran para lanzar con fusil, pero antes había que retirarles dos seguros de lo contrario no explotaban, aunque chocaran contra un tanque de guerra y se desbarataran.»

Sobre la segunda explosión, varios tripulantes creyeron que había sido en el hangar al haber escuchado pequeños estallidos entre las cajas de municiones, cerca de las 20 cajas con granadas.

Sin embargo, el agente de la Lloyd of London, principal aseguradora, John R. Wheeldon, explicó en su informe que con la primera explosión muchas cajas cayeron al fondo del barco, dejando escapar granadas. Las que no terminaron en el agua, quedaron expuestas al fuego desatado, siendo las que explotarían cuarenta minutos después.

Hasta ahí llegaron las búsquedas de los enviados a La Habana. No había pasado una semana y sus telex anunciaban que llegar a la verdad sería complicado. Quizás por eso el 10 de marzo la dirección de la naviera dio esta consigna que, extrañamente, las aseguradoras acogieron: «Por el momento no tenemos la intención de investigar la causa del accidente, lo que importa es saber si «La Coubre» debe considerarse perdida o, si, por el contrario, puede ser reflotado». Lo que se reafirmó cuando días después Audigou cerró su informe expresando: «Es imposible, en ausencia de pruebas formales, llegar a una conclusión definitiva sobre la(s) causa(s) de la primera explosión».

Es que quedaba una sola posibilidad, difícil a reconocer por todas las implicaciones que podría traer. Aquel 5 de marzo Castro aseguró: «El movimiento de una de las cajas provocó el funcionamiento de un detonador que provocó la explosión».

Unos meses después, el 14 de junio, se le dio razón en un informe restringido del Ministerio de Asuntos Extranjeros de Bélgica, realizado a partir de un informe «preliminar» de sus autoridades judiciales: «No es imposible que existan mecanismos de relojería capaces de dispararse después de 14 días y que, por otro lado, puedan existir dispositivos sin un mecanismo de explosión al retirar una carga sobre la que descansan. …»

¿O sea que fue un acto terrorista?

Pero, ¿quiénes pudieron instalar la trampa mortal? Castro aseguró que ninguno de los trabajadores cubanos sabía que le tocaría descargar ese barco, pues era por sorteo. También desechó que un tripulante o los viajeros lo hubieran hecho: «Es difícil imaginar que alguien pueda creer que es posible detonar 30 toneladas de explosivos en un barco y salir ileso…». Además, con la alta posibilidad del estallido del combustible, que no sucedió por la pronta intervención de los bomberos.

Con todos los elementos expuestos sostuvo sin ambages: «Y entre los que no querían que recibiéramos esas armas estaban los funcionarios del gobierno de Estados Unidos…».

Sobre esto, el investigador cubano Tomás Diez Acosta nos dijo: «Las primeras medidas contra Cuba fueron impedir la venta de armas a este país. Y la revolución tenía que armarse para hacer frente a las diversas agresiones que recibió».

Washington no quiso venderle ni repuestos para las existentes.

Se presionó a gobiernos europeos para que no entregaran el armamento que la dictadura había pagado. Así Londres se negó a suministrar 15 aviones, pero tampoco devolvió el dinero.

En La Habana el historiador René González Barrios nos precisó que para adquirir nuevo armamento «Cuba se dirigió a los países europeos, no a la Unión Soviética, y Bélgica dio un paso adelante».

El ex oficial de la Marina francesa, Joseph Le Gall, escribió: «La Embajada de Estados Unidos en Bruselas, a través de un cónsul (¿miembro de la CIA?) y su agregado militar, intentaron, en vano, presionar al Ministerio de Asuntos Exteriores belga para que no cumpliera su contrato.».[4]

Bélgica ya había enviado a Cuba un primer lote de armas en octubre de 1959, siendo también transportado por La Coubre.

Ese 5 de marzo Fidel Castro se había preguntado: «¿Por qué este interés en que no podamos comprar medios para defendernos? (…) pretenden intervenir ellos mismos en nuestro suelo?». La respuesta la recibió el 17 de abril de 1961, cuando se dio la fracasada invasión por Bahía de Cochinos.

Ese bloqueo de armas era una de las medidas tomadas por la administración de Dwight D. Eisenhower para cercar y acabar con esa revolución. El mismo presidente contó en sus Memorias: «Después de que Castro entrara en La Habana, en el gobierno empezamos a buscar medidas que pudieran ser efectivas para reprimirlo» [5]

No había terminado 1959 y ya la CIA organizaba y armaba grupos al interior, mientras avionetas procedentes de la Florida bombardeaban poblados, industrias y campos agrícolas.

Ahora, si la bomba fue puesta fuera de Cuba, como aseguró Castro en su discurso, debió ser en Le Havre o Amberes.

En el puerto francés la bodega VI, que era refrigerada, sólo fue abierta por el segundo capitán para ubicar quesos que iban para Haití, quedando junto a otros embarcados en Hamburgo. En La Habana no hubo necesidad de tocar esa carga porque estaba acomodada a un lado de los explosivos y separada por tablones.

Queda Amberes. Los proyectiles se cargaron el 15 de febrero en un muelle de la ciudad. Al día siguiente La Coubre navegó hasta un embarcadero a mitad del río Escalda, entre los antiguos Fuertes Lillo y Liefkenshoek, donde estaban las granadas. Luego de cargarlas, el capitán y el responsable del traslado del armamento desde la fábrica firmaron al delegado de la naviera en Amberes el «Reçu à Bord», Recibo a bordo.

Esta hoja, que estuvo entre los documentos sobre la explosión de La Coubre vetados al público hasta el año 2011, contiene unas palabras escritas a mano que dicen:

«quelques caisses décerclées. Caisse n° 696. Une planche déclouée (et reclouée)»

Que se puede traducir: «Algunas cajas desaseguradas. Caja n.° 696. Una tabla desclavada (y reclavada)».

Se consta en los informes que el traslado de ese armamento desde las fábricas estuvo bajo estricta vigilancia de la Aduana, la Gendarmería, el Inspector Especial del Gobierno de Bélgica y el responsable de su transporte.

Pero en ese lugar estuvieron tres noches con sus días bajo la custodia de sólo dos aduaneros, quienes, extrañamente, pidieron ser reemplazados el 15 de febrero porque se agriparon.

No existe ningún documento donde se mencione que hubo algún interrogante ante el estado de esas cajas por parte de las autoridades presentes, ni del capitán o su segundo.

El ex jefe de la contra inteligencia cubana, Fabián Escalante Font, nos dijo que para la instalación de la bomba debió haber existido «la colaboración de los servicios de inteligencia de Francia y de Bélgica (…) Ellos pudieron, por ejemplo, facilitar la tarea de los asesinos».

Casualmente, por esas fechas existía una célula clandestina en el Ministerio del Interior francés, encargada de realizar atentados contra quienes apoyaran la independencia de Argelia. Era el «Service VII», más conocida como la «Main Rouge», Mano Roja. Tarea esencial fue evitar que llegara armamento al Frente de Liberación Nacional de Algeria, FLN. Así se asesinaron traficantes de armas y se hundieron cinco buques, siendo inutilizados once más. La mayoría fueron saboteados en Amberes. [6]

Cuba era un lugar sin importancia para Francia hasta que los revolucionarios se tomaron el poder y dieron reconocimiento al FLN. Entonces los servicios de seguridad galos empezaron a trabajar estrechamente con los estadounidenses, al punto que la embajada francesa se convirtió en un centro de operaciones de la CIA. [7]

¿Es que la Main Rouge colaboró con la CIA para emplazar la bomba entre las granadas como retaliación?

Con Maxime Ivol, el radio operador de La Coubre, charlamos en dos ocasiones. En cada una dijo: «La única certitud que tengo es que el barco no explotó solo: lo explotaron. ¿Quién? ¿La CIA con la ayuda de una célula del Ministerior del Interior francés? ¿Por qué no? Pero me parece que nunca conoceremos la verdad».

Llama la atención que el Estado francés no se interesó en investigar sobre la voladura del navío. Ni realizó un pronunciamiento.

Se dice en otro documento de la French Lines, negado al público hasta el 2011, que trata sobre el «Règlement amiable», solución amigable, al que llegaron los propietarios del barco y las aseguradoras, en enero de 1969: «Nuestros aseguradores afirmaron estar enfrentando un suceso derivado de un riesgo de guerra civil o terrorismo por el cual el buque no estaba asegurado. Ciertamente, no aportaron la prueba irrefutable, pero tampoco podemos negarla.»

El periodista Chapman también nos dijo: «Durante algún tiempo asumí que las explosiones de La Coubre fueron accidentes. A lo largo de los años, al conocer lo que hizo la CIA contra Castro y Cuba, llegué a creer que fue mi Gobierno por intermedio de la CIA. Haciendo uso de la Ley de la Libertad a la Información, pedí que se me entregara copia de los documentos que tenían sobre la explosión y me los negaron: que esperara ciento cincuenta años, me respondieron».

De Hernando Calvo Ospina se acaba de publicar el libro El Enigma de La Coubre, en versiones castellana, francesa y portuguesa (Brasil).

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[1]Una parte de la información aquí presentada proviene de los archivos de la Compagnie Générale Transatlantique, conservados en la French Lines & Compagnies, que guarda el patrimonio histórico de la Marine Marchande française, en Le Havre, Francia. La mayoría estuvo vetada al público hasta el año 2011. El autor fue el primero en acceder a su totalidad.

[2] L’Explosion du La Coubre. Témoignage d’un rescapé. Le Marin, Rennes, 20 de julio de 1990.

[3] Sartre, Jean-Paul, Ouragan sur le sucre, France-Soir, Paris, 15 juillet 1960.

[4] Le Gall, Joseph, L’énigme de La Coubre. Cuba: explosion en eaux troubles, Marine et Océans, París, abril-mayo de 2007.

[5] Eisenhower, Dwight D. Batailles pour la paix, 1959/1961, Editions de Trévise, París, 1968.

[6] Ministerio de Relaciones Exteriores de Bélgica (MAE), Direction des affaires politiques (DGAP), Mission de liaison avec l’Algérie (MLA), Dossier n.º 1990/AMT, Bruxelles.

[7] De Vosjoli, Thyraud. Lamia, l’Anti-barbouze, Les Éditions de l’Homme, Montreal, 1972.

Publicado como Texto inédito en Le Monde Diplomatique.

Tomado de: Cubainformación

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El terrorismo de Estado en Colombia, de Hernando Calvo Ospina (+Libro PDF)

El terrorismo de Estado en Colombia, de Hernando Calvo Ospina

Prólogo

Por Ignacio Ramonet

Algunos momentos, algunas palabras

Según la historia, a partir de la segunda mitad del siglo XIX existen en Colombia dos partidos políticos, el Liberal y el Conservador. No es falso. Pero ello no es suficiente. En realidad, desde esa época, el país está dividido entre aquellos que lo poseen todo y aquellos que nada tiene.

No entraré en los detalles de la tragedia colombiana, que Hernando Calvo Ospina desarrolla aquí ampliamente y con gran talento. A modo de introducción, me contentaré con recordar algunos hechos significativos, emblemáticos de esta penosa historia.

Elegido al Congreso en 1929, el liberal Jorge Eliécer Gaitán decidió combatir a lo que él llamó la oligarquía: los ricos de ambos partidos. Con el paso del tiempo sus discursos se hacen incendiarios. Desde la tribuna, en mangas de camisa, él remata sus arengas con “¡Contra la oligarquía, a la carga!”. A pesar de ello, aboga por un cambio pacífico. Cuando se le daba como favorito a la presidencia de la república, el 9 de abril de 1948 es asesinado en Bogotá.

Un detalle insólito: la ley estadounidense permite a sus ciudadanos examinar, después de ciertos años, los documentos que poseen organismos públicos como la CIA, el FBI, o el Departamento de Estado. La CIA tiene información sobre la muerte de Gaitán pero hasta el día de hoy se niega a revelarla.

El asesinato de Gaitán provoca una insurrección generalizada —que Washington atribuye al “comunismo internacional” —, y una guerra civil a la que se ha llamado “La época de la violencia” (1948-1957): unos 300 mil muertos quedan tirados en los campos. En ese tiempo de horror y apocalipsis los liberales y comunistas, señalados como objetivo, son destinados al suplicio.

Como complemento del poder, políticos y terratenientes utilizan a policías que, en uniforme o en civil, demuestran una crueldad sin límite. Se les conoce como chulavitas. También a sueldo de los mismos, los llamados “pájaros” van “volando” de región en región haciendo del terror su compañera.

Condenados a muerte, casi vencidos, y dispersos en un primer tiempo, los opositores entienden que una lucha gigantesca ha empezado. Han sido abofeteados, tratados de hez de la sociedad, perseguidos como a vagabundos importunos. Los miles de miserables que no poseen nada, y para quienes el respeto a la vida y un pedazo de tierra es suficiente, se suman a otros perseguidos que, armados de escopetas y machetes, se están organizando en incipientes grupos. Esos, que en realidad solo tratan de subsistir y defender la vida de sus pequeñas comunidades, ahora van a combatir. Influidos por la revolución cubana, varios intelectuales y estudiantes los apoyan.

En 1964, para acabar con esta revuelta, la de esa guerrilla de campesinos insumisos a los cuales se les denominó “moscovitas”, Estados Unidos dona 300 millones de dólares, envía asesores y armamento. Se implementa la Operación Marquetalia. En 1999, Estados Unidos aportó 1.600 millones de dólares para impulsar el llamado “Plan Colombia”. Hasta el 2006 ya había gastado 4 mil millones de dólares en el Plan. Sin más resultados que en 1964.

Se sigue diciendo que la inmensidad de las llanuras, los obstáculos naturales, la presencia de selvas inexploradas, hace imposible aniquilar a los guerrilleros. Pero no a la población civil.

Al año siguiente, 1965, para luchar contra esos “subversivos”, los consejeros militares estadounidenses sugieren la creación de organizaciones civiles armadas. Ya no se les llama “pájaros” o “chuladitas”, sino “autodefensas”, legalmente reconocidas.

En una fecha tan lejana como es el 2 de septiembre de 1958, esos campesinos guerrilleros le hacían llegar una carta al presidente Alberto Lleras Camargo: «la lucha armada no nos interesa, y estamos dispuestos a colaborar por todas las vías a nuestro alcance en la empresa pacificadora que decidió llevar este gobierno.» Entre los firmantes, Manuel Marulanda Vélez, actual jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC.

En carta al Parlamento, con fecha del 20 de julio de 1984, y mientras negociaban con el presidente Belisario Betancur, las FARC anuncian el lanzamiento de un movimiento político nacional, la Unión Patriótica, UP. La intención de esa guerrilla era, junto a otros partidos y movimientos democráticos, ir ingresando a la vida política legal. Este trabajo de Hernando Calvo Ospina cuenta en detalle cual fue su destino. Una tragedia para tres mil militantes, simpatizantes y dirigentes de la UP, víctimas de escuadrones paramilitares… Pocos, realmente, pertenecían a las FARC. Una intransigencia política total de la clase dirigente.

Se dice que Colombia constituye una excepción notable en América Latina: solo ha vivido cinco golpes de Estado desde su independencia de la Corona española. En 1958 se depuso al general Gustavo Rojas Pinilla, y desde entonces el gobierno ha estado siempre en manos de civiles. Rige cierto modelo democrático. Sin embargo, tan solo en cuatro años fueron asesinados cuatro candidatos a la presidencia: Jaime Pardo Leal (1987), Luis Carlos Galán (1989), Carlos Pizarro y Bernardo Jaramillo (1990). Con sus particularidades, todos reclamaban reformas. Extraña concepción de lo que es una democracia…

Es que, sobrealimentados y avaros, incapaces de confrontar la realidad, ricos y poderosos piensan que los civilizados dignos de ese nombre pueden, para reducir y acabar con los “bárbaros”, utilizar bárbaros más bárbaros que ellos. Así lanzan las hordas de paramilitares, que son las mismas “autodefensas”, y les permiten que hagan alianza con los barones de la cocaína para que ayuden a financiar “su” guerra. Las Fuerzas Armadas los convierte en parte de su cuerpo, corazón y alma. Por eso los equipa, los instruye, los informa, los apoya… Con el pláceme de un gran sector de la clase política y de los gremios económicos.

Los paramilitares se ensañan con la población civil rural. Sistemática y calculadamente van acabando con la oposición política legal. Así estos seudo clandestinos, que se hacen llamar Autodefensas Unidas de Colombia, AUC, bajan uno a uno todos los escalones que separan lo humano de la bestia. El terror tiene que golpear en el corazón de quien pueda ser enemigo en potencia. Asesina a uno y asustarás a mil.

En diciembre de 1997, el presidente Ernesto Samper Pizano anuncia la creación de un “bloque especial de búsqueda” para capturar a los jefes paramilitares. Promete que esos grupos “serán perseguidos hasta en el infierno.” Todo queda en intenciones. Tres años después, Phil Chicola, jefe de la oficina de Asuntos Andinos en el Departamento de Estado, estima que “según la ley de Estados Unidos, estos grupos deben cometer actos que amenazan los intereses nacionales estadounidenses para poder ser incluidos formalmente en la lista [de grupos terroristas].” 1 En cambio, en 1982 el embajador estadounidense en Bogotá, Lewis Tambs, sin pruebas, trató de “narcoguerrilla” a las FARC. Por decisión del presidente George W. Bush, esa guerrilla y el otro grupo insurgente, el Ejército de Liberación Nacional, ELN, se convierten en “narcoterroristas” después del 11 de septiembre 2001. Dos pesos, dos medidas.

¿”Narcoguerrilla”? ¿”Narcoterroristas”? ¿”Exrevolucionarios” descarriados? Provocando el empobrecimiento de importantes sectores de la población, los sucesivos gobiernos han favorecido el cultivo de la coca y las actividades ligadas al tráfico de cocaína. Pero son muchos los que tienen las manos metidas en el “negocio”: los militares, bastantes políticos de derecha y los sectores económicos. Bien metidas las tienen los paramilitares. Y aunque en una muy mínima medida, algún sector de la guerrilla también se ha untado con el pretexto de ayudar a financiar la causa.

Me conformaré con citar las palabras de Daniel García Peña, quien en 1997 dirigió una comisión exploratoria para definir los términos y condiciones de posibles conversaciones de paz, bajo la presidencia de Samper:

El discurso mil veces repetido sobre una guerrilla sin ideales y convertida en organización mafiosa es falso. Se trata de una organización político-militar que, como la guerra cuesta caro, impone su impuesto revolucionario sobre la cosecha [de coca], pero no tiene ninguna participación en el tráfico. Si se tratara de un cartel, no tomaría pueblos ni adelantaría operaciones militares.

Un poco más tarde, el 18 de mayo de 2003, el enviado especial del secretario general de Naciones Unidas, James Lemoyne, afirma: “La columna vertebral de la principal guerrilla del país se compone de personas comprometidas ideológicamente.”

Todo conflicto político se termina en una mesa de negociaciones. Y por qué no, ya que son necesarias, con reformas sociales. Eso no sucede en Colombia. Con un empecinamiento en extremo sorprendente, cada gobierno le ha declarado la guerra a las guerrillas; ha multiplicado los gastos militares; les ha subido el sueldo a las Fuerzas Armadas… Y cada presidente, desde mediados de la década de los sesenta, ha prometido acabar con la guerrilla antes del final de su mandato. Para constatar, al partir, ¡qué la oposición armada es más fuerte que cuatro años antes! La injusticia social la ha nutrido. Y, también, sin duda, la represión indiscrimada y ciega.

Nada. Aquí nada se debe al azar. La “limpieza” política realizada por el ejército y los paramilitares ha vaciado de campesinos pobres a muchas regiones colombianas. Hombres y mujeres que cometieron uno de estos “errores”, o todos juntos: vivieron en territorios inmensamente ricos; se organizaron para exigir sus derechos; militaron o dieron su voto a formaciones políticas de oposición; o quizás —quizás— simpatizaron con las guerrillas. Sus tierras pasaron a manos de terratenientes, jefes paramilitares, y de representantes de poderosos intereses económicos.

El azar no existe. En 1997, evocando el futuro de las relaciones comerciales entre Colombia y Estados Unidos, el embajador estadounidense Myles Frechette declaraba:

Mi gobierno invita con insistencia al gobierno colombiano a que abra lo más ampliamente posible el mercado de las telecomunicaciones en el marco de la ley colombiana, o de ser necesario que cambie la ley para adoptar las reglas adecuadas y efectivas de competencia.” 2

Luego reclamó lo mismo para el petróleo, la energía y la agricultura. Dos años más tarde, una de las exigencias de la enmienda al Plan Colombia que imponen algunos senadores estadounidenses, es que se les dé la prioridad a las inversiones extranjeras, y en particular al sector de la industria petrolera. El Consortium US Columbia Business Partnership —Occidental Petroleum Company, BP, Caterpillar, Bechtel & Pfizer— defendía con toda fuerza la adopción del Plan.

Todo fue aceptado. Y más: las Fuerzas Armadas y sus paramilitares se  encargaron, con el apoyo del Plan y de los asesores estadounidenses, de incrementar el vaciado de campesinos e indígenas en las extensas zonas petroleras.

Dando también entera satisfacción a quienes “ordenan”, el presidente Álvaro Uribe Vélez, “negocia” desde el 2006 un Tratado de Libre Comercio con Washington. Su firma será como un asesinato a la economía colombiana…

Este mismo presidente le ofrece una reinserción “suave” a los paramilitares. Washington no se opone, aunque ya los tiene incluidos en su lista de organizaciones terroristas. Al contrario, sus diplomáticos participan en varios actos públicos con jefes paramilitares, cuya extradición pide su gobierno por narcotráfico. Es que no solo han masacrado poblaciones: los paramilitares se han convertido en el cartel de droga más poderoso de Colombia. Washington se contenta con hacer esporádicas declaraciones. Los paramilitares no han atacado ni el mínimo de sus intereses estratégicos en Colombia: los han cuidado como si fueran suyos.

Entonces el presidente Uribe Vélez ha tenido manos libres para firmar la ley de Justicia y Paz, 21 de junio de 2005. Esta les otorga a los “paras”, también acusados de crímenes de lesa humanidad, una casi impunidad, la legalización de sus fortunas y una jubilación dorada. A pesar de que en cuatro años, desde que firmaron un “cese al fuego” el 15 de julio de 2003, hayan cometido unos 3 mil asesinatos más.

Pero, ¿este gobierno hubiera podido ser menos bondadoso con el paramilitarismo? Fue este gobierno, como los que le precedieron, quien derramó esa plaga sobre el pueblo. Fue el Estado quien formó, fomentó, animó y protegió al paramilitarismo. Porque el paramilitarismo es una estrategia estatal, avalada y apoyada por Washington, para el beneficio de los poderosos conglomerados económicos. Han sido aliados en la destrucción y la muerte para compartir el botín.

Pero se dejó que los paramilitares se convirtieran en poderosos señores de la guerra. Y esos jefes mafiosos, que casi ni aceptan el mínimo castigo, y menos aún ser los únicos en cargar con toda la culpabilidad, lanzan una amenaza a quienes los criaron y dirigieron: si la justicia se “encarniza” con ellos, podrían revelar sus inmensos secretitos.

A partir de documentos confiscados a uno de ellos, “Jorge 40”, marzo 2006, se llevó a cabo la detención de varios diputados y senadores de la costa atlántica, todos ligados a los partidos que apoyan al presidente Uribe Vélez. Desde ese momento el fuego se extendió sobre hierba seca, porque comenzó el escándalo conocido como la “Parapolítica”. Por culpa de su padre y hermano, inculpados de relaciones con los paramilitares, la ministra de Relaciones Exteriores, María Consuelo Araujo, ha debido renunciar. Por las mismas razones Jorge Noguera, exjefe de la policía política —Departamento Administrativo de Seguridad, DAS, que depende de la presidencia de la República—, uno de los protegidos del presidente, fue encarcelado.

Son unas muestras. Pero la lista que señala acusadoramente a la clase política tradicional colombiana, en especial a los aliados del presidente Uribe Vélez, es muy grande. La hecatombe judicial El terrorismo de Estado en continúa, y toca a senadores, diputados y muchos altos funcionarios de Estado. Sin dejar por fuera a mandos militares y de policía.

Cierta cantidad de “personalidades” tiene cada día más dificultad en tragar saliva. Han descubierto que el perro que los cuidaba ayer, los amenaza hoy. Para impedir posibles revelaciones, 59 jefes paramilitares fueron trasladados, de repente, del centro vacacional donde habían sido concentrados, hacia una prisión de alta seguridad. Entonces anunciaron, el 7 de diciembre 2006, que consideraban el “proceso de paz” como terminado. El presidente Uribe dice que debe seguir.

Acorralado por las constantes revelaciones, el presidente Uribe responde con ataques, y se ensaña en quienes no debe. Acusa a los movimientos de defensa de los derechos humanos y a la izquierda legal, como al Polo Democrático Alternativo, de pactar “con los terroristas”. Parece que no le importa que con ello haga correr a sus miembros inmensos peligros: al menos que sea algo deliberado. Desde hace algunos meses nuevos escuadrones de la muerte surgen por todo el país, que ya amenazan y van asesinando a los opositores…

Sin parar la arremetida, el jefe de Estado se fue contra la Corte Suprema de Justicia. Su presidente, César Julio Valencia, se vio obligado a reaccionar en octubre 2007, rechazando acusaciones de Uribe Vélez. Le dijo al presidente que con ellas pretendía obstruir la acción de la justicia, en el cuadro de las investigaciones adelantadas sobre “parapolítica”. Es que los jueces estaban pisando huellas profundas de las relaciones existentes entre jefes narco-paramilitares y demasiados parlamentarios: 17 presos y más de 40 judicializados, todos pertenecientes a grupos políticos pro-Uribe. Sin contar a gobernadores y alcaldes presos “uribistas”.

No cabe duda que apenas comienza el forcejeo. ¿Quién sabe si las importantes revelaciones hechas en este libro por Hernando Calvo Ospina, sobre los mecanismos del terrorismo de Estado en Colombia, no serán a corto o mediano plazo confirmadas por los propios implicados? Por tanto este trabajo es sumamente valioso. Más aun, su atenta lectura es indispensable para entender la tragedia del pueblo colombiano.

Notas

  1. El Tiempo, Bogotá, 1 de mayo 2000.
  2. Apolinar Díaz Callejas, “Colombia bajo doble fuego: crisis interior y señorío de EE UU”. Papeles de cuestiones internationales, N° 62, Madrid, 1997.

Sobre el autor:

Hernando Calvo Ospina, nació en Cali, Colombia en 1961, residente en Francia, es escritor, periodista y colaborador permanente de Le Monde Diplomatique. Especializado en la política geoestratégica de EEUU en especial hacia América Latina, ha participado en documentales para la cadena de televisión británica BBC, la franco-alemana ARTE, y la alemana ARD. Es autor de varios libros, incluidos dos sobre la música popular bailable caribeña y ensayos como ¿Disidentes o Mercenarios? y Ron Bacardi, la Guerra Oculta, los cuales han sido publicados en once idiomas.

El terrorismo de Estado en Colombia, de Hernando Calvo Ospina Libro integro en PDF

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Los cinco soldados del silencio: Espías de Castro (+Video)

Espías de Castro. (Irlanda, 2020) de Ollie Aslin y Gary Lennon

“Las cosas de muchos hombres no se hacen con la voluntad, ni con el heroísmo, de un solo hombre. Héroe, se lo puede ser todos los días: pero el verdadero héroe es el que sacrifica su heroísmo al bien de su patria”.

José Martí

Para Gerardo, René, Fernando, Ramón y Antonio.

Por Octavio Fraga Guerra @CineReverso

La relación entre la historia y el cine ha sido estudiada por décadas. Gruesos análisis son parte de un imprescindible acervo teórico conceptual sobre este asunto, vitales en sus esencias para quienes asumen lecturas críticas y sus articulaciones con los procesos culturales, así como su impacto en los derroteros de la creación artística.

Como imprescindible ciencia social, y parte de su encargo socio-educativo, la historia relata, expone, interpreta el pasado. En este campo científico, los investigadores apelan a técnicas de condensación para articular un relato y se apropian además de otras herramientas auxiliares (mapas, documentos, iconografías, fotos, testimonios) para construir una mirada escolástica de los hechos y explicarlos.

Desde otro canal, el cine se articula con la historia como un “contraanálisis” de la sociedad y la narra. Aunque toda obra cinematográfica entraña una expresión ideológica del momento en que esta se materializa, como todo relato que evoluciona por un pensamiento nutrido de herencias, abordajes (muchas veces reciclados) y también de esenciales principios.

El género histórico cinematográfico apuesta por comprender e interpretar el pasado. No pretende sustituir a la Historia en sus funciones sociales. Se sitúa como cómplice de ella, igual que hace la literatura y la tradición oral. Para algunos estudiosos, el arte cinematográfico es una fuente instrumental de la ciencia histórica.

Otras miradas teóricas apuntan a películas de valor histórico o sociológico que, sin una subrayada intención de hacer Historia, revelan un agudo contenido ideoestético. Estos filmes, por sus fortalezas narrativas, pueden llegar a convertirse en importantes testimonios históricos, en documentos de necesaria consulta. Se trata de películas con un gran peso de realismo que el historiador francés Marc Ferro definió como “de reconstrucción histórica”.

En este abanico de enfoques en torno a la relación entre cine e historia, cabe significar las películas de género, cuyos títulos evocan un pasaje o se basan en personajes determinados. Su objetivo es narrar hechos del pasado, distantes de un enfoque histórico riguroso. Estas entregas apuntan más bien a la leyenda o al carácter novelado del retrato humano de sus protagonistas.

Dentro de un llano número de singularidades cinematográficas evolucionan otros filmes de intencionalidad histórica que apuestan por evocar un periodo o hecho histórico. Se articulan reconstruyendo, con más o menos rigor, hechos pretéritos desde una visión subjetiva, obvios distingos del realizador y el guionista.

El cine es mucho más que obras de arte. Es un virtuoso espectáculo edificado con sustantivos relatos resueltos desde articuladas puestas en escena, que evolucionan en acusadas dramaturgias y portentosas narrativas.

En su conexión con la historia, el cine reconstruye, boceta, articula en un guion los hechos que por su naturaleza pretérita le asisten. Obviamente, queda implícita la marca ideológica de sus creadores.

Todas sus texturas evolucionan pobladas de significados, sustantivos apuntes estéticos y meridianos símbolos. Son la suma de un mapa de pensadas conexiones dispuestas para conectar con el lector audiovisual.

Estas son algunas de las tesis más significativas que han marcado por décadas la relación entre la historia y el cine. Sin embargo, en la contemporaneidad, esta relación, no siempre orgánica, se ha enriquecido y evolucionado con otros conceptos asociados a los pilares de la comunicación, al rol de los medios como articuladores de puntos de vistas o enfoques editoriales. Y por supuesto, al objetivo primario que ha de distinguir a todo medio de comunicación: informar.

Conceptos como fake news, desinformación, manipulación, omisión, se integran al panorama discursivo de esta era. Son signos que se imbrican en la cotidianidad social, en los diálogos de nuestras vidas.  Tras bambalinas, las redes sociales constituyen un escenario cada vez más influyente en las conductas de la individualidad y su relación con otras formaciones grupales.

Estas trazan hondas estrategias para inocular matrices de opinión sobre temas que engrosan políticas editoriales, subordinadas a los intereses de patrocinadores, y no al servicio público.

Ollie Aslin y Gary Lennon, Director y productor del documental Espías de Castro

II

Con estas premisas tomo nota del documental Espías de Castro (Irlanda, 2020) de los cineastas Ollie Aslin y Gary Lennon. En la portada del filme, sus protagonistas: los Héroes de la República de Cuba, Gerardo Hernández Nordelo, René González Sehwerert, Fernando González Llort, Ramón Labañino Salazar y Antonio Guerrero Rodríguez.

Poco más de dos minutos y medio de sobrios testimonios, de palabras claves tomadas de sus llanos acentos, solventados con un montaje de entrecruzados. En este prefacio se revela la naturaleza de cinco hombres signados por el destino y la voluntad de tomar partido por su país, resueltos a enfrentar los desafíos de otro gobierno que le distingue la soberbia, la prepotencia y la inoculación de la guerra como instrumento de su política exterior.

Esta portada fílmica evoluciona también por acusados resortes simbólicos. Se apropia de otro audiovisual para edificar paralelismos que resultan ser, como recurso cinematográfico, una estela superpuesta de sustantivos antecedentes acerca de un tema que transversaliza al documental. Son retrospectivas de otros hechos narrados en la serie En silencio ha tenido que ser, dirigida por Jesús Cabrera (1979), la más lograda pieza de su tipo en Cuba, desde la fundación de la Televisión Cubana.

El documental, en este paréntesis del tiempo, resuelve también darle espacio a otros personajes contrapuestos como anticipo de su línea discursiva, tono que predomina en todo su recorrido. Es la manera de narrar, sin dudas orgánica, para desmontar hechos contaminados por los medios de comunicación de los Estados Unidos y Occidente, donde la semántica se torna un recurso decisor.

Con este mestizaje de testimonios anclados en varias partes de la puesta audiovisual, los cineastas Aslin y Lennon fortalecen el curso narrativo de su filme y sus puntos de vista; todo ello resuelto para destronar enquistados enfoques.

La incorporación fílmica de esos otros recursos contribuye a bocetar perfiles identitarios: apuntes de rasgos sicológicos, declaradas ideologías y argumentos históricos que en otras entregas fílmicas evolucionan despobladas de contextos. Son parte de las claves de esta sólida narración fílmica, fortalecida también con los pilares del conflicto.

La historia como materia de apoyatura cinematográfica es incorporada en un segundo tempo del filme, tomada como recurso esencial de su relato. Los realizadores construyen horizontales croquis de corte documental que emergen con los argumentos de los protagonistas. Es un collage de valor complementario que revela una construcción coral.

El filme está reforzado con imágenes de archivo, también coloreadas, intervenidas, como parte de una mirada de renovación estética, profusamente retocadas para conectar con el lector fílmico de la nueva generación. Transitan estos “recortes” con aires actualidad iconográfica. Son documentos, ya usados en otros filmes y en sendos reportajes televisivos.

En el documental Espías de Castro el uso de estos materiales clarifica vacíos historiográficos de zonas muchas veces refinadas por la escritura occidental, que dibuja la década de los cincuenta del siglo pasado en Cuba como un período idílico, prospero, de modernidad descollante. Esta suma de recursos es reforzada también con cartones y caricaturas, parte del capital simbólico resignificado en la contemporaneidad.

No es pretensión de los autores cinematográficos desarrollar una escrupulosa cronología de hechos; tan solo subrayar algunas claves para una mejor comprensión de los argumentos que sostiene la película. Con este capítulo ponen en primer plano el curso de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos, pátina narrativa por donde transita buena parte del relato fílmico.

Son apuntes de escenas contundentes, notas fílmicas que exponen las huellas de actos terroristas perpetrados contra Cuba, recapitulaciones de ángulo contextual, de un pasado que el pueblo cubano no anulará de su memoria. Requeridos resortes que los autores de esta no ficción incorporan en un montaje de obvios subrayados, de anticipos históricos, concebidos para dialogar con lectores cautivos.

La ya citada serie En silencio ha tenido que ser, que narra otras historias asociadas a planes terroristas organizados contra Cuba, es tomada permanentemente en el filme para recrear el mundo vivencial de los protagonistas de Espías de Castro. Pero la presencia en el filme de esta otra entrega audiovisual, tiene dos clara lecturas. El bloqueo informativo que sobre el tema está engranado por los tradicionales medios de comunicación y, en un segundo abordaje, los antecedentes de las prácticas terroristas, venidas desde los Estados Unidos contra el pueblo cubano.

René González Sehwerert Héroe de la república de Cuba, junto a su esposa Olga Salanueva y su hija

III

El contrapunteo de imágenes de narrativa testimonial, las probadas lecturas simbólicas, la arquitectura de un engranaje informativo y el abordaje histórico son apuestas eficaces de cara al espectador fílmico. La respuesta certera de estos recursos descansa en el montaje, que evoluciona con piezas pintadas de signos sobre un carril inmaterial de idas y vueltas. No se trata del manido enfoque de pluralidad, de imparcialidad descollante: toda obra de arte entraña un punto de vista.

Los autores de Espías de Castro incorporan en esta no ficción otras zonas temáticas que fortalecen el desarrollo del filme. Enfatizan desde la apropiación de la memoria, sumas de un capital simbólico de naturaleza archivística.

Hechos como la invasión a Playa Girón (1961), ejecutada por tropas mercenarias de origen cubano asentadas en los Estados Unidos —sellada por la historiografía occidental como Invasión a Bahía de Cochinos— son parte de ese diapasón de hechos que engrosan una narrativa audiovisual donde la historia es protagónico resorte.

También, el vil atentado contra un avión civil de la Compañía Cubana de Aviación (1976) que cercenó la vida de 73 personas, y otros actos terroristas ejecutados contra el pueblo cubano; todos estos financiados y apoyados por el gobierno de los EE.UU.

Los cineastas Ollie Aslin y Gary Lennon entienden que solo con los argumentos no basta para dimensionar y ensanchar todas las texturas que convergen en torno a los pretextos que les motivaron para hacer el documental. Se justifica entonces esa apropiación, en la que denuncian al terrorismo como práctica de intimidación, de imposición de una “ideología” frente a la voluntad de una nación y el ejercicio cotidiano de su soberanía.

Pero el contrapunteo en esta pieza no solo evoluciona desde los pilares de la memoria o la jerarquización del archivo. El testimonio, tratado desde la entrevista, es parte de ese bosquejo cinematográfico que contribuye a la conexión con otras aristas subyacentes en lo argumentativo.

Las declaraciones de dos terroristas de origen cubano asentados en los Estados Unidos, José Basulto y Orlando Bosch (este último fallecido en el año 2011) también pulsan el curso narrativo del filme y completan la tesis cinematográfica del contrapunteo, que fortalece la legitimidad del discurso audiovisual.

No se avistan en sus testimonios de probados autores de hechos execrables filtros o intervenciones estéticas; no pululan en la pantalla elementos mediadores gestados por programas informáticos, muchos de ellos creados para embellecer o yuxtaponer un milímetro de cine. La sobriedad se impone, para presentar a estos actores del terror y legitimar el discurso cinematográfico. Son escenas pensadas para articular respuestas dirigidas hacia un lector permeado con otras inoculadas simbologías.

En sus histriónicas afirmaciones los terroristas no esconden la autoría de sus prácticas ni su responsabilidad en acciones violentas. La semántica de los medios de comunicación han “resuelto” maquillarlos con palabras diseñadas al milímetro, incorporadas como parte de una reciclada estrategia de vaciar dolorosos hechos que son parte de la memoria de una nación.

“Disidentes”, “exiliados”, “combatientes”, “luchadores por la libertad y la democracia”, son algunos de los adjetivos que los medios corporativos han cimentado en estas más seis décadas en las que han pretendido anular toda mirada crítica sobre los actos terroristas. Es la estrategia de los poderes del signo contra la contundencia de los hechos.

En períodos recientes un pensado guion apunta a desatar en Cuba las llamadas “revoluciones de colores” o “golpes blandos”, teorizados en el manual del “politólogo” estadounidense Gene Sharp.

Algunas de sus articulaciones pretenden inocularlos mediante el ataque a los símbolos de la nación, una escalonada línea de embestidas “de corte pacífico” contra las instituciones del estado, la burda desinformación articulada en los ya conocidos medios de comunicación financiados por agencias del gobierno de los Estados Unidos.

Otras variables son el no reconocimiento a la Constitución refrendada por el pueblo cubano el 24 de febrero de 2019, y el estímulo a la desidia, la subversión y la desestabilización social y política. Todo ello pensado para justificar un plan mayor: la intervención militar directa de tropas yanquis en territorio cubano. Los objetivos de estos “nuevos” mercenarios, entroncan con los terroristas cubanos asentados en Miami.

Valga subrayar que la aplicación obcecada del Bloqueo económico, comercial y financiero contra Cuba, articulado por sucesivas administraciones del gobierno de los Estados Unidos, ha lacerado el desarrollo de la nación en más seis décadas. Los daños acumulados durante este período ascienden a 144 mil 413.4 millones de dólares. Esta medida, refinada por años, impacta en todos los sectores económico, sociales y culturales de la Isla.

Por otra parte, decenas de acciones terroristas ejecutadas en Cuba y en otros países han anulado la vida de 3 mil 478 compatriotas y otros 2 mil 99 han quedado con discapacidades físico motoras y probadas huellas sicológicas.

Gerardo Hernández Nordelo. Héroe de la República de Cuba

IV

Asentado en estas realidades, el espectador cinematográfico de Espías de Castro reconocerá sobrios diálogos entre un vasto arsenal de argumentos, pensados para un mejor ejercicio crítico de la historia del terrorismo contra Cuba. Su larga cronología y las huellas que ha dejado están dispuestas en los archivos de la nación. Y lo más importante, en las herencias y la memoria de varias generaciones.

Esta pieza es la edificación cinematográfica de algunos pilares de nuestra historia desprovista de vestiduras novelescas. Es el relato fílmico de cinco hombres que asumieron cambiar las rutas de sus sueños e incorporar transformaciones sicológicas desde los pilares de la discreción: un monólogo de silencios para enfrentar con inteligencia, perversas agresiones terroristas diseñadas desde los Estados Unidos.

En Espías de Castro el testimonio se viste con medular protagonismo. Convergen en los encuadres de la pantalla sinuosas circunstancias, abruptos desgarramientos, predecibles conflictos, revelados pasajes, parte de una suma de baldas textuales desde la oralidad, dispuestas para dibujar sus conexiones.

Los cineastas desprecian los fondos de estos diálogos: no es la puesta en escena lo que pretenden posicionar o poner en primer plano. Es la aritmética de sustantivos apuntes debidamente jerarquizados y lo que estos nos revelan.

Las palabras se tornan en portentosos significados; las convergencias de sus declaraciones suman una aritmética que permite entender y adentrarse, hasta donde es posible, en los difíciles cursos de sus vidas. Antecedentes debidamente biografiados, razones para ser parte de una causa común o procesos de entrenamiento y preparación de cinco hombres frente a los peligros que entraña una misión colectiva.

Se integran coloreados pasajes en la pantalla del filme para solventar desde el dispositivo cine, riesgos, aplomos, entregas, coyunturas, desafíos, obstáculos. Se trata de bocetar esa requerida humanización cinematográfica resuelta en todo un capítulo fílmico donde es posible “dialogar” con Gerardo, René, Fernando, Ramón y Antonio. Es el recurso de un cruce de palabras en primera persona, equilibrados en función de una organicidad, resuelto en el guion.

Las fotografías familiares engrosan otra unidad de capital simbólico, oportunamente narrado para mapear la vida de estos hombres, que estuvieron dispuestos a ser un muro de silencio frente al ejercicio del terror.

Este es un núcleo narrativo esencial del film, un punto y seguido articulado desde la emocionalidad y el verbo erguido, desarrollado con escalonadas respuestas cinematográficas que atrapan y comprometen a seguir en sus brazas narrativas. Entonces los cineastas invitan a estar en otros paralelos del relato, que fortalecen las rutas de sus argumentaciones dispuestas desde los cimientos de la verdad, desde los principios de la vida.

Biografiar no es solo anclar testimonios en lógicas evoluciones, en aristotélicas respuestas. Es también posicionar simbologías personales, gestualidades conexas, también contenidas. O poner el acento sobre lo que resulta ser pasto de afirmaciones erigidas como un collage de cromatismos. Todas ellas son esenciales en cada entrega fílmica para empatizar con los argumentos que comparten estos héroes ante el lector audiovisual.

El montaje, en los abecedarios que nuclean esta zona del filme, apuesta por desgranar horizontales resignificaciones. En un pliego de palabras donde la metáfora de cada letra converge con el otro, con el anterior argumento, siempre llano, fortalecido. Es una triangulación audiovisual que se arropa de identidad y cuerpo, de sólidas posturas personales, presentes en toda la pieza documental.

Antonio Guerrero Rodríguez, Ramón Labañino Salazar y Fernando González Llort. Héroes de la República de Cuba

V

Un filme de esta naturaleza, por el tema que aborda, no está exento de tratamientos que emparentan con el cine policiaco, con el séptimo arte que socializa los atractivos mundos del contraespionaje o historias propias de la Inteligencia. Pero ese no es el sentido del filme, el centro o cercanos vértices de sus significados, al menos para Ollie Aslin y Gary Lennon.

Ellos apuestan por intervenir en otras zonas donde convergen las motivaciones, los pretextos y razones de los Cinco para asumir ese rol, donde la palabra Patria encumbra sus destinos.

Los protagonistas de este documental comparten antecedentes, datos, anécdotas; también memorias que entroncan en las geografías de Miami, núcleo donde habitan los grupos terroristas de origen cubano. Gerardo, René, Fernando, Ramón y Antonio no niegan su participación en acciones de penetración en estos círculos que pulsan sus miras hacia la Casa Blanca.

¿Las acciones de los Cinco desarrolladas en Miami fueron un peligro para la seguridad nacional de los Estados Unidos? ¿No le asiste a Cuba el derecho a defenderse de históricas acciones terroristas perpetradas contra la Isla y en otras regiones del mundo?

Son obligadas preguntas que afloran en este filme como parte de los ejes sustantivos del relato. Estas son las claves de Espías de Castro, que engrosan el arsenal de toda su orgánica evolución y suman respuestas a esa relación cine-historia, también desde el ámbito de la comunicación o el ejercicio del montaje desinformativo, que algunos documentales han incorporado en sus pilares ideoestéticos.

Además, son invitados otros interlocutores esenciales, no necesariamente partidarios de la Revolución cubana, superpuestos desde un enfoque plural para cerrar estas subrayadas interrogantes que son también los esenciales pretextos de los cineastas.

Cinco Héroes Cubanos

VI

Por su parte, los Cinco comparten algunas de sus reflexiones, desde cómo penetraron a esos grupos terroristas hasta los procesos preparatorios de sus identidades, partes de un aprendizaje previo, necesario para acceder a los anclajes de dichos grupos mercenarios. Es la invitación provocada por Ollie Aslin y Gary Lennon para mostrar un giro legitimador de sus actos y los desafíos que estos entrañan.

Entonces saltaría la pregunta que todo lector fílmico podría formular, una vez apreciado el filme ¿Los Cinco eran espías de Castro?, como sintetiza el nombre del documental. La respuesta de uno de ellos fue categórica: sí.

Pero, ¿No le asiste a Cuba el derecho a defenderse de acciones terroristas?

Los Cinco aportan un capital vivencial y un contundente trazo de argumentos que legitiman las tesis de los cineastas. No solo comparten sus experiencias en territorio estadounidense; también el sentido de su participación en actividades de alto riesgo, con un obvio margen de peligro para sus vidas.

En esta parte del documental, que puede ser leída como un punto de giro, los cineastas convocan al exfiscal de los Estados Unidos Guy Lewis y a los abogados de la defensa de nuestros Cinco compatriotas.

Asimismo, como un gran puzle narrativo que revela capítulos de una red edificada por la Inteligencia cubana para destronar planes terroristas, los documentalistas resuelven delimitar funciones, tareas, sentidos de sus acciones, materializadas en un territorio hostil donde también bocetaron los pilares éticos que sostuvieron su labor,

Gerardo, René, Fernando, Ramón y Antonio nunca tuvieron acceso a información secreta, clasificada o considerada de interés para la Seguridad Nacional de los Estados Unidos. Sus labores estaban enfocadas a la protección de la integridad de la Nación cubana.

El espectro de recursos desarrollados en esta pieza documental refuerza la tesis anterior: como parte del cuerpo de testimoniantes es incorporado José Basulto, líder de Hermanos al rescate, una organización terrorista asentada en Miami.

Un pasaje histórico presente en el documental desató un clímax de tensión entre los gobiernos de Washington y La Habana, en el período liderado por expresidente de los Estados Unidos Bill Clinton: avionetas tripuladas por miembros de dicha organización terrorista incursionaron más de una vez en territorio cubano bajo la mirada “ciega” de la Casa Blanca.

En varias ocasiones, por vía diplomática, el gobierno de Clinton fue alertado por Cuba de estas incursiones y de los peligros que entrañaba para la integridad de la Isla.

El testimonio de René González, quién logró materializar un vínculo con el líder de Hermanos al rescate y penetrar esta organización de corte violento, aporta un pasaje de planes pensados para atentar contra el sistema eléctrico de Cuba.

En una parte de la entrevista con José Basulto se revela el cinismo de este “personaje” cuando sentencia: “Somos el resultado de la política exterior de los Estados Unidos”. Sus palabras desgranan parte de las evoluciones narrativas del filme, donde la caracterización de identidades es un elemento sustantivo, distingo del relato.

Los Cinco tenían también el cometido de vigilar al terrorista Orlando Bosch, con residencia histórica en Miami. La voladura de un avión civil de Cuba, planeado junto al también terrorista Luis Posada Carriles, hecho citado en este artículo, fue parte de su abultado currículo genocida. ¿No es este un acto de legítima defensa de la nación cubana?

Espías de Castro recuerda que los actos violentos perpetrados contra Cuba no es un asunto del pasado, del período fundacional de la Revolución. En el año 1997 se desató una serie de actos terroristas materializados en instalaciones hoteleras de La Habana que se cobró la vida al turista italiano Fabio Di Celmo y le causó heridas, de diferentes grados, a varios cubanos.

En ese período se estaban gestando planes militares organizados desde Miami por la organización terrorista Alfa 66. Los aportes documentales de estos subrayados, resueltos desde el relato periodístico, refuerzan la tesis del filme.

¿No debió el Buró Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés) neutralizar estos planes desarrollados en suelo estadounidense? ¿No se supone que la política del gobierno de los Estados Unidos es la de abortar cualquier plan que contenga el terrorismo como instrumento que anula la vida?

En la cronología de la historia de las relaciones de los Estados Unidos con Cuba, desde el triunfo de la Revolución Cubana en enero de 1959, están todas las respuestas.

Los Cinco fueron sometidos a severos tratamientos que pretendieron anular los pilares de su dignidad. Fueron llevados, en múltiples ocasiones, a la Unidad de Alojamiento Especial (El Hueco) como parte de la filosofía que distingue al sistema carcelario estadounidense.

Ellos transitaron por dos períodos legales devenidos juicios amañados, el primero en la ciudad de Miami, donde, a pesar de no contar con pruebas que demostraran supuestas acciones que los incriminara como espías de Castro, recibieron duras condenas, incluidas dos Cadenas perpetuas, esta última rayada para Gerardo Hernández Nordelo.

El pueblo cubano se volcó por años protagonizando escalonadas acciones, sucesivas campañas, personales empeños, todo por la liberación de los Cinco Héroes de Cuba. En un discurso, el Comandante Fidel Castro Ruz expresó: ¡Volverán! Y volvieron.

La solidaridad internacional, sistemáticamente silenciada por los mass media corporativos, desarrolló un portentoso plan de acciones en favor de su regreso a Cuba.

Esta pieza fílmica recoge, desde los resortes de la emocionalidad y el trazo horizontal de la reconstrucción de la verdad, hechos, que son parte del último período de la historia de los Cinco, soldados del silencio.

Los cineastas Ollie Aslin y Gary Lennon narran, con apego a la verdad, los cimientos de una historia, de un relato, que entronca con el vertical sentido del filme: revelar la historia del terrorismo contra Cuba en más de sesenta años de confrontación.

Ficha técnica

Título en inglés: Castro’s Spies, título en español: Espías de Castro; dirección: Ollie Aslin y Gary Lennon; productora ejecutiva para Screen Ireland: Lesley McKimm; productores ejecutivos: John McBeth y Jamie Wilson-Webb; cinematografía: Raja Nundlall, Alex Sapienza, Stephen Standen; editor de cine: Ollie Aslin; productor Asociado: Keith Bolender; música original: Damien Lynch; colorista: Eugene McCrystal; mezclador de regrabación: Aza Hand; gráficos: BIGSTAR; ventas mundiales: Submarine Entertainment; país de producción: Irlanda; duración:103 minutos; año: 2020.

Tráiler del filme Espías de Castro (Irlanda, 2020) de Ollie Aslin y Gary Lennon

Castros Spies promo Spanish from Gambit Pictures on Vimeo.

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Signos de guerra contra Cuba, un compendio (+Video)

El terrorista Orlando Gutiérrez-Boronat, radicado en Miami, solicita al gobierno de los EE.UU. liderar una intervención militar contra Cuba

Para los que se dejan confundir con la palabra mal intencionada, para los que creen que hablar de agresiones, terrorismo, invasión, mercenarismo, el servilismo de cínicos youtubers o la complicidad de lacayos son tercas lucubraciones. Para los que creen que los shows y actos vandálicos en nuestra isla son espontáneos. Para los que ya olvidaron a las tres mil 478 compatriotas que murieron, en estos sesenta años de Revolución, víctimas de actos terroristas y los dos mil 99 que quedaron incapacitados. Para ellos, este breve compendio de 5 minutos.

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Familiares de las víctimas del atentado contra el avión de Cubana teñidos de dolor

Por José Luis Méndez Méndez

En junio de 1976 se dieron cita en Bonao, República Dominicana, un grupo de terroristas de origen cubano representativos de organizaciones extremistas asentadas en territorio de Estados Unidos. Como coordinador figuró el criminal Orlando Bosch Ávila, prófugo entonces de la justicia estadounidense por haber violado la libertad condicional al ser juzgado por varios delitos, incluida la extorsión contra emigrados cubanos con empleo de métodos terroristas.

El propósito del encuentro era coordinar las acciones futuras contra representaciones cubanas, su personal e intereses de países que a pesar de las presiones mantenían relaciones con el gobierno cubano. Dos reuniones se produjeron, una constitutiva de la llamada Coordinación de Organizaciones Revolucionarias Unidas (CORU), alianza terrorista y otra para planificar más de 20 actos de terror de inmediata ejecución. Todos los presentes firmaron, excepto los miembros del grupo fascista Movimiento Nacionalista Cubano, MNC, quienes alegaron que tenían en curso una acción ordenada por la Dirección de Inteligencia Nacional de Chile, DINA, que no era otra, como se conoció después, que el asesinato del exembajador chileno en Washington, Orlando Letelier del Solar, que sería cumplida el 21 de septiembre de 1976.

El dictamen de Joe D. Whitley, Fiscal General asociado actuante en el proceso de admisión a Estados Unidos de Bosch Ávila, de fecha 23 de enero de 1989, avala su participación en el derribo del avión cubano al concluir: «Bosch, mientras estuvo fuera de Estados Unidos, fundó y dirigió la Coordinación de Organizaciones Revolucionarias Unidas (CORU), una organización anticastrista terrorista la cual hubo de aceptar su responsabilidad en numerosas explosiones en Miami, Nueva York, Venezuela, Panamá, México, Argentina y otros sitios».[1]

«En octubre de 1976, Bosch fue detenido en Venezuela en relación con la explosión de un avión de la línea aérea civil cubana el 6 de octubre de 1976, que resultó en la muerte de 73 hombres, mujeres y niños. Aunque detenido en Venezuela durante 11 años por cargos producto de ese incidente, fue finalmente liberado. En su juicio, se presentaron pruebas de que los dos hombres condenados por homicidio en relación con la explosión, estaban en contacto con Bosch antes y después del hecho».

Añadía el dictamen judicial: «A raíz de su liberación el 17 de mayo de 1988, Bosch fue detenido por el Servicio de Inmigración y Naturalización (SIN). En aquel momento, el Director del Distrito del SIN en Miami le entregó a Bosch un aviso de exclusión temporal, alegando que era excluible de Estados Unidos debido a que: «Existen razones para creer que buscaría entrar en Estados Unidos sola, principal, o incidentalmente para mezclarse en actividades perjudiciales para el interés público».

Además: «Que es o ha sido un extranjero que aboga o enseña o ha sido un miembro de una organización que apoya la necesidad o la conveniencia de atacar o matar a funcionarios de cualquier gobierno, además la lesión o la destrucción de la propiedad y ejercita los sabotajes».

«Existen bases razonables para creer que probablemente él, después de entrar, se mezclaría en actividades que serían prohibidas por las leyes de Estados Unidos relacionadas al espionaje, el sabotaje, el desorden público, o en otras actividades subversivas para el interés nacional». Además, el aviso planteaba que Bosch también era excluible sobre la base de que ha sido condenado por «un delito de bajeza moral, más que un simple delito político».

¿Qué siguió después? El delincuente fue indultado por el presidente George H. W. Bush, contrario al parecer del Departamento de Justicia y el dictamen del Fiscal General. El entonces presidente dirigía la Agencia Central de Inteligencia cuando explotó en pleno vuelo el avión de Cubana de Aviación el 6 de octubre de 1976.[2]

Ahora se sabe, tras años de investigación, que el terrorista internacional de origen cubano Pablo Gustavo Castillo Díaz [3], alias «El Cojo», uno de los autores materiales del asesinato del técnico cubano Artaigñán Díaz Díaz, ocurrido en México el 23 de julio de 1976, que escapó después del crimen a Venezuela, estudió las rutas aéreas de Cubana de Aviación por el Caribe y seleccionó la nave que fue después siniestrada.

También se constató que el 11 de octubre de 1976, cuando es detenido Orlando Bosch en Caracas, estaba acompañado por Castillo. Este fabricó las bombas que después son colocadas en el avión cubano por los mercenarios venezolanos Freddy Lugo y Hernán Ricardo Lozano. Lo hace con el explosivo y los detonantes que le proporcionó un experto en explosivos de la Disip a cambio de un paracaídas que pertenecía al terrorista anticubano Rolando Otero Hernández, quien se autodenominaba «Cóndor» y actuaba como asalariado de Luis Posada Carriles dentro de la Operación Cóndor dirigida por la Dirección Nacional de Inteligencia de Chile.

La siempre presente CIA, cuando se trata de conspiraciones para asesinar o destruir, está culpada en sus propios documentos, que dan fe del conocimiento anticipado que tuvo de los planes que se urdían para derribar el avión cubano y nada hicieron para evitarlo, no transmitieron una simple alerta oportuna a las autoridades cubanas.

Un documento secreto de la CIA desclasificado y fechado 13 de octubre de 1976, con la acotación «Terreno no. 7514», identificaba a la fuente como: «Un antiguo funcionario del gobierno de Venezuela, quien es habitualmente un informante confiable» y alertaba: «Esta información no es para discutirse con ningún funcionario extranjero, incluyendo aquellos del gobierno de Venezuela».

El texto sobre el plan de derribo señalaba: «Bosch hizo la declaración: “ahora que nuestra organización ha salido del trabajo Letelier con buena presencia, vamos a tratar algo más”». Añade el informe: «A los pocos días en una comida para recaudar fondos, Posada fue escuchado diciendo “vamos a atacar a un avión cubano” y “Orlando tiene los detalles”».

Después del derribo del avión cubano Luis Posada Carriles sugirió sacar al terrorista Orlando Bosch de Venezuela y el 9 de octubre este cruzó al territorio colombiano.

Anteriormente, el 22 de junio de 1976, la CIA tuvo conocimiento adelantado de los planes para derribar aviones civiles cubanos, así lo revela el documento de esa agencia estadounidense fechado y distribuido ese día y que significaba:

«Informe de clase secreto, sensible, fuentes y métodos de inteligencia involucrados. No divulgar a nacionales extranjeros. No distribuible entre contratados o consultores contratados. A continuación, reseñaba: «Un hombre de negocios con vínculos estrechos con la comunidad de exiliados cubanos. Habitualmente es un informante confiable. Reveló que un grupo extremista de cubanos exiliados, del cual Orlando Bosch es el líder, planea colocar una bomba en un vuelo de la aerolínea Cubana de Aviación que viaja entre Panamá y La Habana. Los planes originales para esta operación planteaban que se pondrían dos bombas en el vuelo del 21 de junio de 1976, número 467, el cual estaba programado para salir de Panamá a las 11:15 a.m. de la hora local de Panamá». [4]

Del documento se enviaron copias al Departamento de Estado, Dirección de Inteligencia del Ejército, Ejército, Armada, Fuerza Aérea, FBI, y la CIA, pero el gobierno cubano no fue destinatario de esta información, que precisaba incluso que se colocarían dos bombas, como ocurrió posteriormente en Barbados, mencionaba al criminal Orlando Bosch como gestor del crimen, que, además, el objetivo sería un avión civil de la línea aérea Cubana de Aviación y todos estos datos precisos fueron conocidos por la CIA cuatro meses antes del 6 de octubre, cuando 73 personas perdieron la vida, incluidos 57 cubanos.

Notas:

[1] Documento archivado en la Fiscalía General de los Estados Unidos con el número A28 851 622.

[2] El criminal Orlando Bosch Ávila murió impune en la ciudad de Miami.

[3] Este terrorista murió impune en la ciudad de Miami.

[4] Véase más información sobre este plan en el libro Cielo Amenazado, del propio autor.

Tomado de: Contexto Latinoamericano

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José Pertierra: “Me duele saber que Posada Carriles y Orlando Bosch murieron sin pagar por sus crímenes”

José Pertierra. Abogado

Por Isaura Diez

Hace 44 años la explosión de dos bombas en el vuelo CU-455 ocasionaron la muerte a 73 personas, un hecho terrorista contra Cuba que se mantiene impune pese a las evidencias. El promedio de edad de los pasajeros era de 30 años, entre ellos iba una niña de nueve, así como 16 esgrimistas del equipo juvenil de Cuba que habían ganado todas las medallas de oro en el Campeonato Centromericano y del Caribe. De acuerdo con los documentos históricos, en total fueron 57 cubanos, 11 guyaneses y cinco norcoreanos quienes murieron tras las explosiones de los C-4 puestas en el avión por dos venezolanos al mando de Luis Posada Carriles y Orlando Bosh.

El abogado José Pertierra, quien tiene su bufete en Washington, y fue el representante legal de Venezuela para la extradición de Luis Posada Carriles, concedió esta entrevista a Isaura Diez, periodista de Prensa Latina. A continuación, publicamos el texto íntegro.

¿Qué evidencias existían que apuntaban a la participación intelectual de Posada Carriles y Orlando Bosh en el atentado?

La evidencia abunda. Hernán Ricardo, uno de los autores materiales, confesó a los oficiales policiacos de Trinidad que él y su cómplice, Freddy Lugo, detonaron dos bombas en el avión, y que trabajaban para Posada Carriles. Además, Ricardo admitió que había sido entrenado por la propia CIA. Ricardo le dibujó a sus interrogadores un diagrama del detonador del C-4 que había colocado en el avión. Dijo que había recibido $25,000 por el derribo del avión cubano de pasajeros. Lugo confesó también, y dijo que después del desplome de la nave con 73 personas a bordo, Ricardo nerviosamente le comentó que habían asesinado a más personas que Carlos el Chacal. Estas confesiones existen. Están escritas a mano por Hernán Ricardo y Freddy Lugo personalmente. Las leí con mis propios ojos y se las enviamos a las autoridades estadounidenses cuando tratamos de extraditar a Posada Carriles. Ambos admitieron haber recibido instrucción, de parte de la CIA, sobre el uso de explosivos

Tenemos entendido que un primer tribunal militar los juzga y absuelve a ambos ¿Por qué?

Después de haber sido arrestados en Caracas, las autoridades los encausaron ante un tribunal militar. Pero éstos no tenían la potestad jurídica para procesar a personas que no eran militares venezolanos. El tribunal militar revisó los cargos y los desestimó por falta de jurisdicción. No hubo absolución. El tribunal militar simplemente dictaminó que no le correspondía el caso, porque éste tendría que ser ventilado ante un tribunal civil. La fiscalía venezolana entonces presentó la causa ante un tribunal procesal civil, acusándolos de homicidio calificado de 73 personas. Antes de que el caso concluyera, Posada Carriles se fugó de la cárcel de San Juan de los Morros en Venezuela con la ayuda de sus amigos en Miami y en Washington. Pocas semanas después de haberse fugado de la prisión y a pesar de ser fugitivo de la justicia con código rojo de Interpol, la CIA contrató a Posada Carriles para que trabajara en la operación conocida posteriormente como Iran/Contra en la base militar de Ilopango, El Salvador. El código procesal penal de Venezuela prohíbe dictaminar sentencia en la ausencia del acusado. Como Posada Carriles ya no estaba presente para poder procesarlo, el caso quedó pendiente hasta que el terrorista murió en el 2018.

¿Cuál recurso utilizó Estados Unidos para no aceptar la extradición de Posada a Venezuela?

EU simplemente no le hizo caso a nuestra solicitud de extradición. Presentamos toda la evidencia. La ley de extradición dice que, si la evidencia muestra que el acusado probablemente es culpable del delito, habría que detenerlo con fines de extradición y enviarlo a Venezuela. Además, un acuerdo multilateral firmado tanto por Venezuela como por los Estados Unidos obligaba a Washington a extraditar el terrorista o juzgarlo por homicidio calificado en territorio estadounidense. El acuerdo se llama Convenio para la represión de actos ilícitos contra la seguridad de la aviación civil, y existe desde el año 1971. EU hizo caso omiso a su tratado de extradición con EU y a sus obligaciones con el Convenio de 1971.

¿Por qué? Porque Posada Carriles tenía muchos secretos de la CIA que contar. A Washington no le convenía extraditarlo, porque sabía que el terrorista podía implicar a la CIA y a Washington en terrorismo de estado.

Imaginamos que pudo acceder en varias ocasiones al expediente sobre el crimen ¿Qué es lo que más recuerda sobre los documentos allí vistos?

El expediente de Posada Carriles que revisé y que sometimos a Washington contiene evidencia contundente de la culpabilidad de Posada Carriles por el crimen de Barbados. Asesinó a 73 personas a sangre fría. Pero lo que más me impactó fue el informe realizado por el médico forense de Barbados que describe la condición en que se encontraban los restos de una niñita guyanesa: “El cuerpo de una niña de unos 9 años de edad. Sin cerebro …, sólo los huesos faciales, el cuero cabelludo y el resto del cabello. Los pulmones y el corazón destruidos. El hígado y los intestinos destrozados. Ausencia del glúteo de la extremidad inferior derecha. Fractura compuesta de la tibia y el peroné…” Se llamaba Sabrina, y viajaba con su familia a Cuba. Fue una de las 15 personas, cuyos restos pudieron ser recuperados de las aguas de Paradise Beach.

¿Qué siente usted al saber que tanto Bosh como Posada murieron libres, sin pagar los crímenes que cometieron?

El terrorismo es abominable. El combate debiese siempre ser en el campo de honor, contra un enemigo capaz de defenderse. No contra civiles indefensos y niñitas de 9 años. Los Estados Unidos pregona ser el líder de una guerra mundial contra el terrorismo, pero la combate a la carte. Persigue a los musulmanes que supuestamente son responsables de terrorismo contra los intereses de EU, pero Washington conduce su guerra utilizando herramientas terroristas. Encarcela indefinidamente a musulmanes en Guantánamo, y los tortura en violación de la ley internacional y su propia constitución. A la vez, protege a los terroristas que ellos han reclutado, entrenado, armado y dirigido. ¿Cuántos otros terroristas mayamenses están amparados por Washington en el sur de la Florida? Posada Carriles era un operativo de la CIA. De acuerdo a su propio abogado, “todo lo que hizo Posada Carriles en América Latina lo hizo a nombre de Washington”. ¿Qué hizo el cliente? La CIA lo reclutó para que participara en la invasión a Cuba en 1961. Posada se incorporó a la Brigada 2506, pero no desembarcó.

Posteriormente, la CIA lo mandó a Venezuela, donde torturó y asesinó impunemente a revolucionarios venezolanos, como jefe de operaciones especiales de la inteligencia venezolana. Fue el autor intelectual de la voladura de CU-455 el 6 de octubre de 1976. Un crimen que mató a 73 personas. Hernán Ricardo, uno de los autores materiales de la voladura del avión, dibujó un diagrama de la organización terrorista que Posada Carriles y Orlando Bosch formaron para realizar la voladura del avión y otros actos terroristas. Se llamaba Coordinación de Organizaciones Revolucionarias Unidas (CORU), y Ricardo señaló con su propia letra que la organización estaba dirigida por la CIA.

Nueve días después de la voladura del avión, Fidel Castro anunció que “la CIA tuvo una participación directa en la destrucción del avión de Cubana en Barbados”. Me duele saber que Posada Carriles y Orlando Bosch murieron sin pagar por sus crímenes de lesa humanidad. Este 6 de octubre, millones de cubanos recordamos a las víctimas de Barbados. Como dijo Fidel aquel 9 de octubre de 1973, “lloramos hoy junto a los seres queridos de las víctimas del abominable crimen. ¡Y cuando un pueblo enérgico y viril llora, la injusticia tiembla!” Tenemos memoria.

Tomado de: Cubaperiodistas

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