(VIDEO) Arsenio a los 100 años. Por: Guillermo Rodríguez Rivera*

He leído, en más de una ocasión, que la más importante orquesta cubana de música bailable es la Sonora Matancera. Lo he leído, especialmente, en publicaciones extranjeras.

Fundado en 1924 en la ciudad de la que toma su nombre, el conjunto Sonora Matancera, como casi todas las agrupaciones de música popular bailable por esos tiempos, va a radicarse a los pocos años en la capital del país.

Pero es a partir de 1940, cuando asume su dirección el guitarrista Rogelio Martínez, cuando la agrupación va a alcanzar su máxima popularidad en Cuba y a empezar a proyectar con mucha fuerza su presencia hacia el extranjero.

Rogelio aúna en torno a la Sonora, a solistas como Bienvenido Granda, Celio González, Laíto Sureda, Yayo “el Indio”, Caíto y, sobre todo, la excepcional voz femenina de Celia Cruz. Al poco tiempo, todo el que cultivaba la música popular del Caribe hispano grababa o aspiraba a grabar con la Sonora Matancera: Daniel Santos, Bobby Capó, Alberto Beltrán, Nelson Pinedo, Leo Marini, Carlos Argentino, estuvieron entre las voces que se unieron, en los momentos de su plenitud, a la Sonora. E hicieron la fama de la Sonora.

En 1960, Rogelio Martínez decidió mudarse a New York, con todo el conjunto. Él era, por encima de su condición de director musical, un avezado promotor, y esa decisión de emigrar garantizó el lugar que habría de ocupar su conjunto en el panorama musical de la música latina.

Casi en ese mismo momento, estaba iniciándose el bloqueo económico –embargo, lo llamaron ellos– de los Estados Unidos contra Cuba, y la figura mayor de la música bailable del Caribe, Benny Moré, quien decidiera permanecer en su país, nunca más hizo un disco para la RCA Víctor, empresa grabadora de la que era artista exclusivo.

Digo estas cosas porque no tuvo demasiada fortuna personal el músico cubano que crea el formato del conjunto, antes que la Sonora Matancera. Estoy hablando de Ignacio Loyola Rodríguez, nacido en Güira de Macurijes, en la provincia de Matanzas, en agosto de 1911. El pasado año, con muy poca relevancia, conmemoramos el siglo de su nacimiento.

A Arsenio le llamaron “El Cieguito Maravilloso” porque, el genial tresero que fue, había perdido la vista en un accidente, a los trece años.

Arsenio fue quien creó el formato del conjunto, que luego vimos en grupos como la Sonora, que no contará sino hasta muchos años después de su creación con un pianista como Lino Frías. Lino fue el creador de la espectacular ·”Mata Siguaraya” que cantó Celia Cruz antes de que Benny Moré lo hiciera de modo insuperable.

El piano fue el instrumento que hizo la diferencia entre el septeto sonero y el conjunto. Arsenio supo agenciarse el mejor pianista que se podía tener en la Cuba de entonces. Su pianista se llamó Luis Martínez Griñán, un mulato guantanamero conocido por su apodo de “Lilí”. “Lili” fue el pianista y arreglista de Arsenio, y un elemento esencial en lo que significó su conjunto. Un poco deseando cambiar del clima musical que lo rodeaba, Arsenio se fue a Nueva York, donde sin duda esperaba la salvadora operación oftalmológica que le devolviera la visión. No lo consiguió, y convirtió ese fracaso, esa frustración, en un bolero inmortal que todos los cubanos hemos cantado y seguiremos cantando: “La vida es un sueño”. Eso fue en los inicios de la década de los cincuenta, y ya el Ciego Maravilloso no regresó a Cuba. En la gran manzana, Arsenio siguió tocando música cubanísima y me parece que su huella está decididamente en eso que después iba a llamarse salsa.

Antes de abandonar Cuba, le había pasado la dirección de su conjunto al trompetista Félix Chapottín. Afortunadamente, junto a Chapottín quedaron la sabia colaboración de Lilí Martínez y la voz excepcional de Miguelito Cuní.

Arsenio supo mezclar rumba y son montuno, le cantó a los barrios habaneros  en los que “el Conjunto” se volvió una leyenda.

Admiro a nuestros mejores músicos populares de hoy, pero no puedo dejar de evocar –o acaso imaginar– con nostalgia, aquellos tiempos en que los bailadores perseguían a Arsenio hasta los jardines de La Tropical, y al tresero maravilloso le bastaba con que “un negro pobre” se moviera con el sonido de su fabuloso conjunto.

*Escritor cubano nacido en 1943. Su producción incluye poesía, novelas como “El cuarto círculo” (1976, en coautoría con Luis Rogelio Nogueras) y ensayos como “Por el camino de la mar. Los cubanos” (2005).

Tomado del blog: www.segundacita.blogspot.com.es

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