Que se ponga de pie, el verdadero terrorista (I). Por: Octavio Fraga Guerra* (VIDEO)

El segundo desembarcoPara los héroes de la República de Cuba,

Gerardo, Ramón, Antonio, René y Fernando.

Para el cineasta estadounidense Saul Landau,

que dejó una huella, una gran obra documental.

 

I

Al cineasta documental como a todo intelectual de su tiempo, le asiste la vocación utópica de intervenir en la sociedad. De cambiar lo “real” cuando ha de ser cambiado.

En sus derroteros artísticos, sociales y políticos, está refundar lo presente por un mundo más inclusivo, definitivamente más justo. Está en su derecho -como todo mortal-, de criticar y abordar lo que ha de ser pasto de su ingenio creativo. Para transformar su entorno inmediato, su espacio de ideas o temas. Y batallar por esta humanidad contra el “ingenio” de unos descerebrados guerrerista que son parte de una élite, que nos pretenden empujar hacia “nuevas cruzadas pacificadoras”.

Estas han de ser y son lúcidas aspiraciones de los creadores de un género esencial del arte. Ganado por derecho conquistado y sustentado por sólidos argumentos cuyas lecturas y firmamentos, habitan en la historia de este gran arte.

Obviamente todo autor fílmico tiene una responsabilidad ante los textos que construye. También es preciso respetar sus propuestas, que no significa compartir su intencionalidad a tono con la sociedad que le toca vivir. Es en definitiva el “punto de vista” que identifica a los creadores de este universal género. Esa sociológica perspectiva no lo solo llevada al realizador como artista visible de una obra colectiva, si no a todos los que hacen de este sueño un proyecto común.

Le cabe el reto es fundar un mundo más habitable, claramente más tolerante. Donde equidad y justicia sean esa permanente balanza de verdades para engrandecer la existencia del ser humano. Ante estos trascendentales desafíos, les asiste -desde los preceptos éticos y humanista-, fustigar la inmoralidad de la que siguen haciendo práctica los mass media. Se encaran esquivos, prepotentes, subliminales y manipuladores contra una sociedad global que ha acumulado memoria. Que ha cimentado valores y principios que son patrimonio de la humanidad toda.

Ha sido debatido por los creadores audiovisuales, en torno al tema, de si el “cine verdad” puede cambiar e influir en esta era global que anda de prisa y sin aliento. Es un asunto en el que algunos expresan claras reservas. Otros distantes miradas, contradictorias posturas.

Este abanico de dudas responde -en parte-, a la lógica de un proceso de realización y producción que culmina con el arte final y el ruedo de la obra, que en no pocos casos pulula en los mal llamados “espacios alternativos”. O en los festivales de cine, necesarios pero con una vida útil efímera de cara al público.

El necesario acercamiento ante los incontables lectores que aún no han saboreado sus fortalezas, es significativo como para seguir empeñados en darle fuerzas y nuevas rutas.

Ante estas vacilas, defiendo con responsabilidad que la suma de todas las manifestaciones artísticas y del pensamiento, como reunión de saberes e ideas, -todas ellas- se impone jerarquizar. Es clave reunirlas como un todo dialéctico. Entre los documentalistas se estila decir, que “hacemos obra por el placer del conocimiento”.

II

¿Para que esta declarada jerarquización? ¿A qué retos podría responder esta aritmética de saberes?

Son muchas las brechas y obstáculos que se impone bregar. Son una acumulación de retos heredados o construidos que han redimensionado la naturaleza humana. Sus fustas nos conducen hacia indeseados itinerarios individualizadores, fetichistas, o enajenantes. Hacia la legitimación irreversible de hombres y mujeres dóciles que no han de pensar pues “otros lo harán por nosotros”.

La banalización en todas sus vertientes afincada en no pocos estratos sociales. El ocio insulso puesto en un inaceptable umbral aprisionando la cultura. La atomización de las legítimas tradiciones culturales llevadas a un espacio periférico o en el peor de los casos, a un nicho descafeinado. La ya mencionada memoria que se transfigura, se criminaliza, se desdibuja, sin sus raíces y sus vértices.

Ante este bregar de definiciones derrotistas y dianas a desarticular, se impone arremeter desde la cultura contra la vulgarización de la sociedad, incluso en el seno de los creadores y su impronta. Un escenario donde el éxito efímero y baldío se crece como si nada. En la que priman en no pocas ocasiones, las huecas historias o las “propuestas estéticas” de dudosa ruta y fragmentado cimiento.

Se impone particularizar dentro de este género mayor, sus más velados cercos. Sin dudas hay cuatro que ameritan particularizar, pues constituyen los principales obstáculos de su crecimiento.

Para empezar, subrayo las políticas de programación concebidas en televisoras que incluyen a filmes documentales. Hablo de obras, que el abordaje de sus arquitecturas está velado o simplemente son escritos con miradas sinuosas y complacientes. Presumen de realizaciones “impecables”, pero en los temas que enfrentan, urge que se profundice desde los fundamentos del cine. Desde la historia y la responsabilidad que todo creador tiene con los lectores a los que quiere “tocar” con su apuesta cinematográfica.

Bill Nichols, uno de los teóricos más lúcidos y enriquecedores de este medular arte expresaba con cardinal acierto:

“El placer y el atractivo del filme documental residen en su capacidad para hacer que cuestiones atemporales nos parezcan, literalmente, temas candentes. Vemos imágenes del mundo y lo que éstas ponen ante nosotros son cuestiones sociales y valores culturales, problemas actuales y sus posibles soluciones, situaciones y modos específicos de representarlas. El nexo entre el documental y el mundo histórico es el rasgo más característico de esa tradición”. (1)

Otra línea de preocupación, es que exista una nítida y multiplicada presencia de publicaciones que eduquen al lector fílmico en las estéticas, las narrativas y las temáticas propias de un género que está en constante evolución. Un cine que persiste incansable, a tono con la sociedad y la historia.

La era digital ha revolucionado las maneras de abordar la cultura. De aportar espacios de información, en la que se incluyen los debates y el análisis. Sin embargo el cine documental no está visiblemente acompañado en medio de esta línea que se delata arrojadiza. Un arte que fundó el cine.

La tercera, -de permanente redimensionamiento-, es la reflexión práctica en torno a construir ciertos esquemas económicos, que permitan a los creadores hacer su obra. Y hacerlo sin el sosiego de un proceso creativo que ha de ser acompañado y que -en muchos de los casos-, son producidos por el bolsillo de los creadores o el patrocinio ajeno a los vericuetos fundacionales de este arte. Estos “benefactores”, en ocasiones pretenden intervenir en los códigos, las lecturas y las ideas de los creadores.

Las nuevas tecnologías han abaratado los costes de producción y han contribuido a relanzar nuevas manera de hacer documentales. Pero este cardinal asunto, entraña diseñar esquemas de comercialización y distribución, que han de ser pensados y estructurados más allá de los habituales escenarios que acogen propuestas fílmicas para ser presentados como lo que son, letras fílmicas del conocimiento.

Una cuarta causa es la barrera de la censura en la pequeña pantalla. La cerrazón de los que deciden que se exhibe y que no. Sin valorar cualidades artísticas, estéticas e ideológicas. Los orígenes y la historia de las grandes obras documentales, la distingue por ser claramente revolucionarias.

Cabe señalar que en este asunto, los censores son ejecutivos ajenos a los derroteros del arte documental. Mediadores con poder que responden a políticas no escritas de los que en verdad mandan en las redes de distribución cinematográfica y las cadenas de televisión. Todas ellas supeditadas a las “reglas del juego” de los que financian la permanencia de un proyecto, de un espacio, de una institución.

Estos no declarados jueces, están al acecho ante posibles obras que rompan “la tranquilidad y el ocio” de los receptores acostumbrados a un discurso, a una perspectiva, a una manera de “leer” propuestas audiovisuales y para los empresarios de los mass media esto es sagrado. Se juegan que los “protectores” de su existencia les corten el grifo.

III

Mi cercanía con el cine documental español, que sigue produciendo a pesar de las políticas de recorte que en materia de cultura se han materializado en los últimos años, me ha permitido conocer la censura en filmes de una gran factura y una calidad incuestionable. Obras que podrían ser presentadas en gruesos festivales y en las cadenas de televisión de España y el mundo.

Animal, el documental (2) de Ángel Mora. Ojos que no ven (3) de Iria Producciones. El segundo desembarco: multinacionales españolas en América Latina (4) de José Manzaneda, o Apaga y vámonos (5) de Manel Mayol. Son algunas de las apuestas fílmicas que no han podido acceder a redes televisivas y a la gran pantalla de los convencionales circuitos de la nación ibérica y el mundo.

Animal, el documental, retrata con acierto periodístico, la barbaridad que aún persiste en torno a las “fiestas” taurinas. Con su apuesta fílmica su creador destruye el eslogan de la “tradición cultural”. Lo hace con una fotografía reveladora y con argumentos cuyos testimoniantes de excepción arruinan los paradigmas de una execrable experiencia, cada vez más fustigada por la sociedad española.

Ojos que no ven, pone en primer plano las huellas del fascismos tras la mentada “transición democrática” en el estado español y como la impunidad tolerante de la “justicia”, hace no haciendo ante hechos delictivos. Ante purgas raciales que transitan por el subsuelo de una sociedad, que hoy se replantea muchos de estos agrietados argumentos.

El segundo desembarco…, es un vasto documento que desmitifica el machacado argumento de que las multinacionales españolas afincadas en América Latina, llevan la prosperidad a esa región planetaria. La tesis documental dibujada en la geografía del filme, expone la oculta verdad. Estas desprestigiadas empresas, -en algunas países- lejos de contribuir al desarrollo de estas naciones roban los recursos que son del pueblo. Lo hacen con leoninos contratos aceptados por gobiernos que forman parte de la corruptela histórica de la geografía sudamericana que hoy anda insurgente y unida.

Apaga y vámonos, no es una obra menor. Su importante recorrido por festivales internacionales y los premios que ha cosechado legitiman su valor referencial. Esta pieza construida desde una narrativa con marcado acento de investigación periodística, desnuda con acierto el expolio que realizó en Chile la multinacional española Endesa y el estrago que causó su abordaje en dos comunidades mapuches-pehuenche, forzadas a irse de sus ancestrales tierras. Se relata que fueron inmoralmente privatizadas por el gobierno de Eduardo Frey, que desconoció la historia y las tradiciones culturales de una comunidad esencial en esa nación castigada por la dictadura pinochetista.

Estas obras contribuyen a conocer la sociedad presente como un libro de ensayo. Nos permiten desmenuzar las esencias de temas urgentes que hoy son más visibles en la sociedad española. Una acertada ruta de estos documentos fílmicos, que aún siguen siendo objeto de la censura por las grandes cadenas de la nación ibérica, contribuiría a la reflexión social y el análisis responsable de capítulos que han de ser conocidos por todos.

El mundo sería más cercano, si los muchos lectores cautivos pudieran “ojear” estas obras desde los derroteros dramatúrgicos y argumentales de un cine que ha de ser parte esencial de toda la cultura. El diapasón de documentales vetados en los espacios televisivos es amplio, como para escribir -al menos- un abultado artículo de este capital asunto. Ante un género que entronca y hermana con la historia.

No solo existe el veto para los que abordan con rigor la realidad social, política y cultural de España. La historia de los últimos 50 años ha cosechado miles de horas en pantalla, como para hacer una biblioteca inabarcable. La omisión, la trunca decisión de imposibilitar su puesta en pantalla, o el ostracismo social, son algunas de las “respuestas” de los que ostentan el poder mediático, ante esta verdad de la que se impone escribir.

IV

Sobre Cuba y la Revolución que la define, se tejen burdas campañas o cercos que asemejan gruesas mamparas. Rumores que avistan pretensiones desestabilizadoras. Filtran y recomponen “un discurso”, que por momentos parece fotocopia de un original cuyo origen resulta inocuo y difícil de saber sobre su origen.

Se trata de mutilar la verdad, la historia de un pueblo que resiste y no cesa en soñar. Se empeñan en satanizar a sus líderes y al pueblo que le acompañan, que no son unos pocos “castristas” como le gusta adjetivar a estos medios.

Se trata de un pueblo que apuesta por un modelo de sociedad martiano y marxista. Una isla de hombres y mujeres respetuosos, empeñados por la vida y de una probada solidaridad.

Cualquier obra artística que tambalee esa arquitectura construida por años como un esqueleto inamovible, es vetada por los que diseñan las pautas editoriales que son pasto del misterio. Que habitan en algún cajón de oficinas acristaladas, en cuyas marquesinas se divisa el ajetreo de una mañana de telediario.

A este inmoral molde, -según esa perspectiva-, pertenece una obra de cine documental de acento mayor. Escrita, producida y dirigida por el cineasta estadounidense Saul Landau. Su título: Que se ponga de pie, el verdadero terrorista. Sugestivo, acusatorio, abierto. Un cabecero que incita a conocer lo que el creador nos quiere revelar.

El académico y periodista francés Salim Lamrani, un estudioso de las relaciones entre occidente y Cuba aporta una idea que sirve de “pie forzado” para entrar en los sedimentos de este documental. Un texto cinematográfico, que se incorpora lúcido a la parapeto de la historia que servirá de memoria para el futuro de los hombres y mujeres que apuestan por la vida:

La representación de la realidad cubana por las multinacionales occidentales de la información es parcial, politizada y manipulada. Hay unanimidad para describir Cuba como la antecámara del infierno. Las voces y las plumas que no comparten este punto de vista son sistemáticamente censuradas. (6)

Notas

  1. Nichols, Bill. La representación de la realidad, Paidós, 1997.
  2. http://www.youtube.com/watch?v=EAf1VTczyeg
  3. http://www.ojosquenoven.org
  4. http://www.pazcondignidad.org/ca/publicacionesmateriales/recursosdidacticos-/832-qel-segundo-desembarco-multinacionales-espanolas-en-america-latinaq-documental
  5. http://prensalibrepueblosoriginarios-mapuche.blogspot.com.es/2012/05/documental-apaga-y-vamonos.html
  6. Serrano, Pascual. Desinformación. Como los medios ocultan el mundo. Ediciones Península, 2009.

 

*Editor del blog: https://cinereverso.org

El segundo desembarco: multinacionales españolas en América Latina. (Documental)

El segundo desembarco. Multinacionales españolas en América Latina (OMAL, 2010) from OMAL on Vimeo.

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