Quiero una canción: la guitarra es la guitarra. Por: Rubén Ricardo Infante. (Especial Cultura Cubana)

Libro

En Cuba la trova ha sido un género variable en su definición en el tiempo. Siempre se ha mantenido como representante de la mejor canción, pero ha sufrido periodos de esplendor y otros de silencio de cuerdas.

La joven vanguardia artística tiene una presencia notable dentro de este género, heredera de importantes momentos en la historia de Cuba, se nutren de ejemplos como el Movimiento de la Nueva Trova, del cual en apretada conjunción surgió la propia Asociación Hermanos Saíz (AHS).

Bajo el principio de reunir parte de la obra de los jóvenes trovadores cubanos, Manuel Leandro Ibarra recopiló las voces (los textos, los poemas) de un total de veinte creadores de toda la isla. Con la publicación de este libro, Ediciones La Luz nos ofrece un panorama vivo de la canción trovadoresca. Con Quiero una canción se abre una etapa importante para este género en Cuba, son los más jóvenes quienes hacen una compilación como esta, son quienes la integran y le dan cuerpo y alma a una tradición.

En este libro se manifiestan, más que las búsquedas, los encuentros con un proyecto llevado a cabo por su autor: el espacio “Quiero una canción”, convocado como uno de los eventos dentro de las Romerías de Mayo, el cual defiende la trova y encuentra las maneras de promoverla como género.

Dice Víctor Casaús en el prólogo que este libro “trasciende, para nuestra suerte, ese horizonte inmediato para entregarnos pistas y verdades, datos e intuiciones que enriquezcan nuestra visión y nuestra comprensión del estado actual de esa canción inteligente, pensante, participadora, crítica y autocrítica, trasgresora de barreras innecesarias y soñadora de bellezas y universos que también debieran siempre acompañarnos”.

Es importante destacar que las canciones aquí reunidas son, al mismo tiempo, crónicas de estos años y el inventario de los sueños por venir. Después de apreciar una parte de la labor de estos trovadores, también se plantean otras preguntas, hallazgos, dudas, o certezas.

Es apreciable también la vena política que acompaña la mayor parte de las canciones como testimonio de la conquista de territorios de amor. La relación que se establece entre los espacios de presentación para estos creadores y los proyectos que surgen de ellos, es también un motivo para confirmar que: a pesar de ser pocos los espacios que defienden la trova, existe un marcado interés por algunos artistas, o espacios que exclusivamente promueven este género o instituciones que realizan todo tipo de empeño porque este no muera.

Entre estos espacios habría que mencionar A Guitarra Limpia en el Centro Pablo, desde donde se han generado una serie de iniciativas para mantener en alto la creación y difusión de este talento. Son también relevante las convocatorias libradas como parte de los concursos “Una canción para Miguel”, “Una canción para Pablo”, “Una canción para Frida y Diego”, entre otras.

Como libro,Quiero una canción posee la virtud de ser un documento reciente y, a la vez, anuncio de la memoria. Como obra, de seguro será útil para visualizar las poéticas de los jóvenes que piensan, sueñan y hacen la canción en la isla. Su estructura está muy relacionada con su perspectiva del diseño, se abre con una foto del creador con el instrumento, una síntesis curricular y la muestra o texto de cuatro canciones.

Canta Augusto BlancaQuiero una canción / para regalarla al viento, / quiero una canción / para que la cantes siempre,/ quiero una canción / para que la prendes en tu oído / Y aún la escuches / Cuando estés dormida. Uno de los temas que más impresiona por la sencillez en la letra y en donde la poesía está presente.

En Cuba la trova ha sido un género variable en su definición en el tiempo. Siempre se ha mantenido como representante de la mejor canción, pero ha sufrido periodos de esplendor y otros de silencio de cuerdas.

La joven vanguardia artística tiene una presencia notable dentro de este género, heredera de importantes momentos en la historia de Cuba, se nutren de ejemplos como el Movimiento de la Nueva Trova, del cual en apretada conjunción surgió la propia Asociación Hermanos Saíz (AHS).

Bajo el principio de reunir parte de la obra de los jóvenes trovadores cubanos, Manuel Leandro Ibarra recopiló las voces (los textos, los poemas) de un total de veinte creadores de toda la isla. Con la publicación de este libro, Ediciones La Luz nos ofrece un panorama vivo de la canción trovadoresca. Con Quiero una canción se abre una etapa importante para este género en Cuba, son los más jóvenes quienes hacen una compilación como esta, son quienes la integran y le dan cuerpo y alma a una tradición.

En este libro se manifiestan, más que las búsquedas, los encuentros con un proyecto llevado a cabo por su autor: el espacio “Quiero una canción”, convocado como uno de los eventos dentro de las Romerías de Mayo, el cual defiende la trova y encuentra las maneras de promoverla como género.

Dice Víctor Casaús en el prólogo que este libro “trasciende, para nuestra suerte, ese horizonte inmediato para entregarnos pistas y verdades, datos e intuiciones que enriquezcan nuestra visión y nuestra comprensión del estado actual de esa canción inteligente, pensante, participadora, crítica y autocrítica, trasgresora de barreras innecesarias y soñadora de bellezas y universos que también debieran siempre acompañarnos”.

Es importante destacar que las canciones aquí reunidas son, al mismo tiempo, crónicas de estos años y el inventario de los sueños por venir. Después de apreciar una parte de la labor de estos trovadores, también se plantean otras preguntas, hallazgos, dudas, o certezas.

Es apreciable también la vena política que acompaña la mayor parte de las canciones como testimonio de la conquista de territorios de amor. La relación que se establece entre los espacios de presentación para estos creadores y los proyectos que surgen de ellos, es también un motivo para confirmar que: a pesar de ser pocos los espacios que defienden la trova, existe un marcado interés por algunos artistas, o espacios que exclusivamente promueven este género o instituciones que realizan todo tipo de empeño porque este no muera.

Entre estos espacios habría que mencionar A Guitarra Limpia en el Centro Pablo, desde donde se han generado una serie de iniciativas para mantener en alto la creación y difusión de este talento. Son también relevante las convocatorias libradas como parte de los concursos “Una canción para Miguel”, “Una canción para Pablo”, “Una canción para Frida y Diego”, entre otras.

Como libro,Quiero una canción posee la virtud de ser un documento reciente y, a la vez, anuncio de la memoria. Como obra, de seguro será útil para visualizar las poéticas de los jóvenes que piensan, sueñan y hacen la canción en la isla. Su estructura está muy relacionada con su perspectiva del diseño, se abre con una foto del creador con el instrumento, una síntesis curricular y la muestra o texto de cuatro canciones.

Canta Augusto BlancaQuiero una canción / para regalarla al viento, / quiero una canción / para que la cantes siempre,/ quiero una canción / para que la prendes en tu oído / Y aún la escuches / Cuando estés dormida. Uno de los temas que más impresiona por la sencillez en la letra y en donde la poesía está presente.

Texto tomado de la publicación: www.caimanbarbudo.cu

 

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