Como indudable marca autoral, una compleja estructura dramática nos lleva a desconfiar de sus extrañas criaturas, mientras un tratamiento narrativo fuera de lo convencional otorga dinamismo a sus relatos, brindando algunos de los más impactantes momentos cinematográficos del nuevo milenio»
(página 304, a propósito de Denis Villeneuve).
Como su título indica, un centenar de directores ordenados por orden cronológico, sintetizados en apenas tres o cuatro páginas de texto, con apuntes en muchos casos originales y, eso sí, con los títulos que recibieron sus films en Sudamérica… que no siempre coinciden con los asignados en España.
Su selección incluye a todos los grandes del séptimo arte que uno pueda imaginar: desde los pioneros (Edwin S. Porter, Robert Wiene, Charles Chaplin) a aquellos que definitivamente forjaron el lenguaje cinematográfico (Fritz Lang, John Ford, Jean Renoir), incluyendo maestros de distintas nacionalidades (Sergei Eisenstein, Kenji Mizoguchi, Luis Buñuel) y de distintas épocas (John Huston, Ingmar Bergman, Federico Fellini) hasta llegar a la actualidad (Woody Allen, Pedro Almodóvar, Quentin Tarantino).
Hasta ahí una selección natural, lógica, con el criterio cronológico (de su primera obra, se entiende) como hilo conductor. Impecable criterio.
Pero todo autor tiene sus filias y sus fobias, de ahí que en el listado encontremos algún director discutible entre los «clásicos», como John Lee Thompson, al que Curcio incluye por Los cañones de Navarone y El cabo del terror… y llega a dejar escrito que es autor de «una serie de obras indispensables entre las que destacan El oro de McKenna y El desafío del Búfalo Blanco». Aunque, definitivamente, la valoración de este director británico se le va de las manos cuando afirma que el cuarto episodio de la saga El justiciero de la ciudad (Death wish 4), con Charles Bronson de protagonista, es un «título importante» (página 105).
Y, entre los más recientes, la lista de preferencias personales se dispara, con la inclusión de directores de indudable talento (Denis Villeneuve, David Fincher, Sofia Coppola) junto a otros que han gozado de gloria efímera y hoy ya no brilla tanto su estrella (Tim Burton, M. Night Shyamalan, Christopher Nolan) o, sencillamente, presuntos autores que este cronista no entiende por qué están en la lista (David Gordon Green, Luc Besson, Lars von Trier).
Listados, en fin, que todos tenemos y que cada uno defendemos a nuestra manera.
Maximiliano Curcio maneja bien la capacidad de síntesis. Descubre puntos de interés en los autores tratados. Apoya su selección con ejemplos y datos que sirven para dotar de sentido lo que en algunos casos es una apreciación personal. Como todas las elecciones.
Pero el libro se lee con facilidad.
Y es un libro útil.
Su edición digital facilita tenerlo a mano para consultas inmediatas.
Eso que muchas veces hacemos a través de Internet, pero con una fuente (casi siempre) fiable. Con criterio.
Su propia naturaleza —unas cuantas páginas de cada director, centradas en los temas y títulos más significativos— permite saltar de uno a otro con alegría, sin compromiso, buscando en el texto un apoyo a nuestras propias preferencias o inquietudes.
No incluye filmografías, ni datos biográficos, ni siquiera el título original, solo el utilizado en Argentina, salvo algunas excepciones. Esto no es una enciclopedia.
Es un repaso rápido a cada trayectoria, con ideas sencillas y títulos elegidos.
Algo así como «manual sobre directores de cine para público poco iniciado».
Con ese planteamiento, uno puede acudir para consultar sobre un «autor», sobre todo si es de finales del siglo XX o del XXI, buscando una introducción válida para enfrentarse a cualquier nuevo título suyo… y contar con un marco que permita situar ese nuevo film en el contexto de su obra.
Con tal brevedad en cada análisis, parece difícil que pueda ser útil. Y sin embargo lo es. Útil y original en muchos momentos.
No se limita a lugares comunes, a los análisis habituales.
No recorre las autopistas de la comunicación a toda velocidad. Prefiere adentrarse por senderos poco transitados.
Y en esos senderos encuentra la luz y las huellas de una autoría que en ocasiones no han sabido ver analistas anteriores.
Así se entiende la inclusión de algunos nombres poco habituales en este tipo de manuales de campaña, como Alfonso Cuarón, Yorgos Lanthimos o Carlos Reygadas.
Y hasta puede depararnos sorpresas agradables su particular selección de títulos en cada director.
Un ejemplo: leyéndolo, uno descubre que se puede hablar de la obra de Kubrick sin ni siquiera citar 2001: una odisea del espacio, pero, pese a todo, decir cosas atractivas, coherentes y que merece la pena leer:
«El estilo de Kubrick se basa en su formación fotográfica, pergeñando cada escena como si de una instantánea se tratara. Hereda el trabajo de cámara de Max Ophüls, la construcción narrativa de Orson Welles, la teoría de montaje de Sergei Eisenstein y la visión fatalista de John Huston»
Tomado de: Encadenados
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