Textos prestados

Un SMS que denigra a la familia cubana. Por: Odette del Risco Sánchez* (VIDEO)

SMSCada vez es más frecuente encontrar grupos musicales cuyos principales consumidores son los adolescentes. Particularmente en el panorama musical cubano, han surgido agrupaciones como Los Ángeles y SMS, capaces de abarrotar espacios públicos, motivar algarabía o arrancar profundos suspiros en las jóvenes fanáticas.

Los “fans” –como popularmente se les llama a sus seguidores -, se debaten, no solo “cara a cara” sino también a través de las redes sociales, sobre cuál de los dos grupos les resulta más atractivo. Para ello alegan características de uno y otro que se refieren fundamentalmente a sus ropas o accesorios tecnológicos, peinados, los ritmos y melodías de sus canciones o la identificación con determinada letra.

Sin embargo, a pesar de la popularidad que alcanzan ambas agrupaciones, muchas veces transmiten mensajes que nos llaman a la reflexión sobre la manera superficial en la que algunos temas son abordados desde las industrias culturales. “La familia de mi novia”, como se titula una de las canciones interpretadas por SMS, por ejemplo, posee una letra con carácter ofensivo hacia las familias cubanas con bajo poder adquisitivo. Y es una pena que un tema que se acompaña de un audiovisual, en el que participan además estelares actores como Verónica Lynn y Osvaldo Doimeadiós, no haya provocado en mí una reacción favorable.

La historia que narra puede ser la vivencia de cualquier joven cubano cuyos padres se desempeñen como trabajadores del sector estatal, ya sean obreros, profesionales o intelectuales. Esos que no reciben remesas, no trabajan en el sector cuentapropista, o no se benefician de estrategias informales, ilícitas o ilegítimas, que los provean de una economía acomodada. ¿Por qué crear un producto que ridiculice a las familias de bajos ingresos? Aparecen frases en la canción como: la familia de mi novia, humilde y poco poderosa… con su pinta deshonrosa… Habría que estarse pensando qué se entiende por conceptos como: humildad, honra y poder. Evidentemente, desde el imaginario del creador de la obra, el poder económico prevalece y es sobrevalorado ¿Cómo explicar y sobre todo, demostrar a los adolescentes valores como la honradez y la humildad, ante la existencia de mensajes contradictorios en nuestros medios de comunicación? Los productos comunicativos deben realizarse pensando en la educación cívica de niños, adolescentes y jóvenes, por supuesto, sin discursos repetitivos o dogmáticos, y dando alas a la creatividad.

Debemos actuar de manera responsable desde cada espacio de interacción con los jóvenes. La educación en materia de valores no es un asunto únicamente de la familia o la escuela, incluye a diversos entes como la comunidad, el centro laboral y los medios masivos de comunicación. La articulación de dichos agentes de socialización, resulta una premisa para garantizar el objetivo de formar buenos ciudadanos y seres humanos, lo cual supone un reto para la sociedad cubana actual.

Texto tomado del blog: http://futurocubano.wordpress.com

*Investigadora del Centro de Estudios sobre la Juventud de Cuba.

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¿Y los valores? Por: Luis Toledo Sande*

Obra del pintor cubano Raúl Martínez.

Obra del pintor cubano Raúl Martínez.

“La honradez es el vigor en la defensa de lo que se cree, la serenidad ante las exigencias de los equivocados, ante el clamoreo de los soberbios, ante las tormentas que levanten los que entienden mejor su propio provecho que el provecho patrio” José Martí

El novelista, arqueólogo y esteta André Malraux sostuvo que la vida, especialmente la juventud, es un mercado de valores, y hay quienes no compran nada. Así opinaba metafóricamente, sobre una realidad que desborda edades, el internacionalista que combatió el fascismo en España y en Francia, su país, contra cuyas fuerzas colonialistas luchó en Asia.

Por todo ello resulta especialmente significativo que, al expresarse, su campo de referencias fuera uno es resulta consustancial relacionar calidad y valor, o precio: el mercado. Tanta presencia ha tenido en el devenir humano que, junto a las acepciones vigentes de comercio, el diccionario de la Real Academia Española registra esta, considerada en desuso: “Comunicación y trato de unas gentes o pueblos con otros”. José Martí, de ética y espiritualidad insobornables, se refirió a la escasez de “comercio intelectual” entre los déficits que Cuba necesitaba encarar.

Una de las complicaciones sufridas por la humanidad ha radicado en que las relaciones mercantiles son diabólicas e imprescindibles. ¿Cómo sustituir la sociedad de mercado, que llega a lo aberrante, por la sociedad sin mercado, que acabaría en parálisis? Pero no son pocas las mistificaciones de tal realidad, aunque solo se viera en los recursos expresivos: en general, las virtudes que son o deberían ser propias de la condición humana —título de la más célebre novela de Malraux— se asocian, lo hemos visto, con lo mercantil.

Con la palabra fiar —que viene de fe y en el ámbito comercial se ha representado con espinas gráfica y conceptualmente— se vinculan otras como fianza, que remite a leyes y dinero, y confianza, que suele interpretarse como lo más espiritual. El resumen de la ubicuidad del mercado en la vida, incluyendo conceptos éticos y morales, estriba en que las buenas cualidades se llaman también valores: acaban así confundidas con objetos y con la economía, que, además de insoslayable, puede ser particularmente grosera.

Hace pocos años un amigo confiable hablaba —con señas y hasta con entusiasmo, pero sin santo— acerca de un familiar suyo, especializado en axiología, teoría que merece atención y tal vez no debiera llamarse de los valores, sino de la dignidad, o del decoro. Según el testimoniante, el pariente aludido escribía alguno de los textos de su especialidad en la sala de su casa, cerca de donde una hija, sentada sobre las piernas del novio cubano, recibía llamadas que le hacía desde París el amante francés.

Las contingencias de géneros podrían ser otras, y a estas alturas no está uno para escandalizarse por minucias, ni para meterse en los berenjenales de la chismografía, que pocas berenjenas da, y ninguna buena. Es más productivo recordar el discurso con que Lenin, el casi olvidado líder bolchevique, trasmitió a los jóvenes comunistas de la naciente Unión Soviética una idea-brújula: la moral socialista se basa en la honradez con que se asuma, se administre y se defienda la propiedad social, no en los frustrantes melindres de la moralina, que sataniza el uso de las entrepiernas y es harto propensa a las simulaciones.

No hay que transitar por los vericuetos de la mojigatería, ni desconocer un hecho: el ideal del matrimonio por amor es un invento bastante reciente en la historia de la humanidad. En el inicio fueron las relaciones sexuales por el instinto hormonal y reproductivo que el ser humano heredó de sus ancestros irracionales —o más irracionales que él (y ella)—, y que, al igual que otros atavismos, perduran como fuerza generatriz. Quede para otro momento el tratar las relaciones entre el sentido de la moral sustentado por Lenin y los caminos recorridos desde el matrimonio por imposición o contrato hasta la tierna posibilidad del nexo por amor.

Rocemos ahora uno de los recursos más perversos entre los empleados por quienes burlan para su provecho la propiedad social, incluido el derecho a ejercer el pensamiento propio y la palabra que lo expresa. El recurso en cuestión ha consistido en identificar moral y moralina, con lo cual la primera se desacredita, para facilitar actos contra la propiedad que debe ser de veras social.

Los valores se anulan cuando se reducen a frases, sean consignas políticas o postulados supuestamente científicos, o religiosos. Difícilmente haya formulación teórica superior en alcance a la conocida máxima del héroe puertorriqueño Pedro Albizu Campos. Sustitúyase en ella hombre por ser humano, y será irrebatible: “El valor más permanente en el ser humano es el valor”. De este depende la robustez de todos los demás que se tenga o se quiera tener.

Texto tomado del blog: http://luistoledosande.wordpress.com

Luis Toledo Sande*Nació en Velasco, Holguín, en 1950. Licenciado en Estudios Cubanos y doctor en Ciencias Filológicas por la Universidad de La Habana. Se ha desempeñado como redactor-editor en la Editorial Arte y Literatura; investigador y sucesivamente subdirector y director del Centro de Estudios Martianos; profesor titular del Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona, tarea compartida con la asesoría nacional, en la dirección del Ministerio de Educación, para la presencia del legado de José Martí en los planes de enseñanza del país; jefe de redacción y luego subdirector de la revista Casa de las Américas. Hacia finales de 2005 fue nombrado Consejero Cultural de la Embajada de Cuba en España, responsabilidad que concluyó satisfactoriamente en diciembre de 2009. De regreso al país, optó por ejercer el periodismo en la prestigiosa revista Bohemia.

Ha mantenido programas radiales semanales en CMBF y en Radio Habana Cuba. Ha participado como asesor en programas televisuales, y ha sido jurado en el Premio de la Crítica, el de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y otros certámenes nacionales, y en el Premio Literario Casa de las Américas.

Ha impartido conferencias y participado en foros profesionales en Cuba, Venezuela, Nicaragua, República Dominicana, México, Costa Rica, Colombia, Puerto Rico, Argentina, España, Italia, Yugoslavia, Andorra, Checoslovaquia, India y China.

A su obra pertenecen volúmenes de diferentes géneros: Precisa recordar, Flora cubana, Tres narradores agonizantes, Libro de Laura y Claudia, De raíz y memoria, Textículos (reúne Amorosos textículos e Infernales textículos), De Cuba en el mundo, Más que lenguaje y varios acerca de José Martí. Entre estos últimos se hallan las colecciones de ensayos Ideología y práctica en José Martí y José Martí, con el remo de proa, así como la biografía Cesto de llamas, que recibió Premio de la Crítica de Ciencias Sociales, cuenta con varias ediciones en español dentro y fuera de Cuba y se ha publicado asimismo en inglés y en chino.

Textos suyos de diversos géneros han aparecido en numerosos libros colectivos y publicaciones seriadas, dentro y fuera de Cuba, y ha prologado obras (algunas con selección suya) de Luis Vélez de Guevara, José Martí, Miguel de Carrión, Jesús Castellanos, Carlos Loveira, Jorge Mañach y otros. Preparó y prologó el primero de los dos tomos de la Valoración Múltiple de José Martí publicada por la Casa de las Américas. Tiene otros libros en proceso de edición.

Entre los reconocimientos que ha recibido se halla la Distinción Por la Cultura Nacional.

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Cadenas. Por: David Brooks

Policía afincada en la localidad de Fergunson. Estado de Missouri

Policía afincada en la localidad de Fergunson. Estado de Missouri

“Lo único que queremos es quitarnos las cadenas / Lo que único que queremos es ser libres”, canta el rapero J. Cole. Mensaje común y ambiguo en la música popular desde siempre, pero esta vez tiene un contexto muy particular: otro joven afroestadounidense baleado por policías en el mero centro de este país.

La canción fue la primera sobre el incidente en Ferguson, Misuri, en generar atención masiva, pero para la comunidad hip-hop estos incidentes son personales y demasiado comunes. “¿Me puedes decir por qué cada vez que salgo tengo que ver negros morir?”, canta J.Cole.

Las escenas en los días después de que Michael Brown, afroestadounidense de 18 años, cayó muerto por balas de un policía blanco local en la calle en su pueblo, un tipo de suburbio de San Luis, Misuri, dieron la vuelta al mundo y fueron calificadas por reporteros y hasta militares veteranos como “zona de guerra”.

Las expresiones de ira de ese pueblo por la muerte de uno de sus hijos fueron confrontadas por la policía local que, con equipo militar, apuntó ametralladoras y rifles de asalto M-16 a jóvenes y hasta a niños, lanzó gas lacrimógeno en tanquetas blindadas y disparó balas de goma contra cientos de ciudadanos afroestadounidenses e incluso contra periodistas.

Desde que se declaró la “guerra contra el terrorismo” y las fuerzas policiacas del país fueron bautizadas como la primera línea en ese “frente”, se traslada cada vez más equipo militar a estas fuerzas locales. Con ello, se vuelven de cierta manera tropas de ocupación de sus propios pueblos.

Eso, combinado con las secuelas de más de un siglo de segregación racial en la región de Ferguson, nutrió las tensiones: la fuerza policiaca de Ferguson, pueblo predominantemente afroestadounidense, es 95 por ciento blanca.

El incidente en Ferguson no fue inusual. Esa misma semana otro afroestadounidense desarmado fue ultimado a tiros por un policía en Los Ángeles; dos semanas antes otro fue ahorcado por un policía cuando lo arrestaban por vender cigarros sueltos en Nueva York. La lista de víctimas reciente es larga y la histórica es incontable.

Lo que ocurrió en Ferguson una vez más reveló algo debajo de la superficie del país que afirma ser faro de la libertad y la justicia: la violencia institucional y sistémica, que tiene una expresión racial muy particular.

Ser afroestadounidense en Estados Unidos es vivir en peligro. “Hay más afroestadounidenses sometidos al control del sistema correccional hoy día –en prisión, libertad condicional o bajo fianza– que los esclavizados en 1850”, comenta la jurista académica Michelle Alexander, autora del extraordinario libro The New Jim Crow, sobre la encarcelación masiva y el racismo institucional.

Aunque los afroestadounidenses son sólo 12 por ciento de la población nacional, es seis veces más probable que un negro acabe encarcelado que un blanco. Por cada dos blancos presos hay 11 negros presos en este país; las condenas aplicadas a afroestadounidenses son 20 por ciento más largas que para blancos acusados de delitos similares. Si la tasa de encarcelación continúa subiendo al mismo ritmo que durante los últimos 30 años, uno de cada tres hombres negros estará en la cárcel en algún momento de su vida (comparado con uno de cada 17 blancos). Casi 6 millones de estadunidenses tienen anulado su derecho al voto de por vida, después de estar encarcelados por un delito: 2 millones 200 mil son afroestadounidenses (cifras del Sentencing Project).

En entrevista reciente con Bill Moyers, Alexander agregó: “hemos creado un sistema de encarcelación masiva, un sistema penal sin precedente en la historia del mundo. Tenemos la tasa de encarcelación más alta del mundo… Y la mayor parte del incremento en encarcelación ha sido entre la gente de color empobrecida…” Subraya que esto es en gran medida resultado de la llamada guerra contra las drogas, que más bien ha sido contra los pobres y las minorías. Indicó que aunque los negros son sólo 13 por ciento de los que usan drogas ilícitas, son 36 por ciento de los arrestados por droga y 46 por ciento de los condenados a penas de cárcel. Según el Sentencing Project, más de 60 por ciento de la población encarcelada pertenece a minorías raciales o étnicas.

Más allá del sistema de “justicia”, la violencia del racismo se expresa en casi todos los ámbitos de la vida social. Por ejemplo, en el sistema escolar, los afroestadounidenses suelen estar en escuelas inferiores con menos recursos que sufren de una elevada tasa de abandono. Para los hombres negros hay más probabilidad de que pasen un tiempo encarcelados que de graduarse de una universidad.

En el ámbito socioeconómico, el índice de pobreza supera 50 por ciento en muchos barrios urbanos afroestadunidenses; la expectativa de vida para negros pobres en Washington, la capital del país, según algunos estudios, es menor a la de Gaza o Haití; la tasa de desempleo alcanza a ser más que el doble de los blancos (la tasa de desempleo de blancos es de 5.3 por ciento, y la de afroestadounidenses es de 11.4 por ciento).

“Existir como afroestadounidense de clase obrera es ser vulnerable; vivir en una área pobre y negra simplemente te deja como colateral”, afirma el columnista Gary Younge en The Guardian. Cita a un experto sobre la condición de la comunidad afroestadounidense que declara: “por las cifras, por todos los datos oficiales, aquí en la confluencia de historia, del racismo, de la pobreza, de poder económico, esto es lo que valemos: nada”.

“Con cada vida de un negro que perdemos, acabamos diciendo lo mismo. Exigimos que nuestra humanidad sea reconocida. Oramos por las vidas de nuestros jóvenes. Les recordamos a todos nuestra historia. Y después muere otro afroestadounidense”, escribió Mychal Denzel Smith en The Nation. Concluye: “el silencio no es opción, pero las palabras no son suficientes”.

Pedir calma y paciencia ante la ira de Ferguson –como ha hecho la cúpula política– son sólo palabras que por ahora no han logrado romper las cadenas que siguen arrastrando a este país.

Texto tomado de la publicación:http://www.jornada.unam.mx

David Brooks*Periodista, corresponsal del diario La Jornada en los Estados Unidos.

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La OTAN y el espejismo del dominio mundial. Por: Guillermo Rodríguez Rivera*

OTANPara quien conozca la historia, la fantasía del dominio mundial no es nueva.

Los imperios que han empezado a crecer a expensas de los demás, han generado muchas veces ese sueño, cuyo fracaso ha anunciado muchas veces, también, el inicio de su decadencia. No voy a ser prolijo en los ejemplos: frescos están, en los dos siglos precedentes, los grandes ejemplos de Napoleón Bonaparte y Adolf Hitler.

El genio corso era un humilde teniente francés al que la Revolución de 1789 le dio la democrática oportunidad de convertirse en jefe militar sin ser aristócrata. Inicialmente, defendió a la revolucionaria Francia y tuvo el honor de que el genio de Beethoven le dedicara su 3ra. Sinfonía, que el propio músico denominó como la Heroica. Después, la ambición del Emperador lo lanzó a la conquista del mundo que le circundaba. Fue en Rusia donde sufrió aquel devastador 1812, que le hizo volver destrozado a sus tierras francesas, pero la ambición no cesó hasta el descalabro de la llanura de Waterloo y el destierro final en Santa Elena.

Hitler no fue un pobre teniente que ascendió a la gloria reservada antes a los nobles, sino un demagogo que arrastró a la venganza a un pueblo derrotado, alimentándole la mítica creencia en su superioridad sobre todos los demás pueblos de la tierra. Les hizo creer que avasallar desde esa supuesta superioridad era posible. Como Napoleón, pero con mucho más odio, se lanzó sobre sus vecinos y también en la fría Rusia lo detuvo el coraje de un pueblo que combatía por su tierra y por su patria.

Desde la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos han venido alimentando la idea del dominio del mundo: crearon entonces la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) con los aliados que debían acompañarlos a la guerra. En un tiempo, la OTAN era la defensa frente a la amenaza del Pacto de Varsovia, pero desde la desaparición del Pacto y del mismo país al que consideraban su único rival –la Unión Soviética–, el sueño de ser el policía del mundo no abandona a los norteamericanos y sus aliados.

Han creado una industria militar que los está obligando a combatir incesantemente para poder alimentar esa gigantesca producción de armas que hoy por hoy es su industria mayor. Pero, a la vez, los que viven en la primera economía del mundo, en el país que consume muchísimo más de lo que produce, no quieren perder la vida en una guerra a la que no puede hallársele justificación moral.

Potencias muy fuertes, también nucleares, pobladas por millones de personas como son Rusia y China, han comprendido que no pueden permitir que las cerquen y, paulatinamente, vayan imponiéndoles una ley que se hace contra ellas. El sueño del dominio mundial siempre deviene pesadilla. Es hora de que la gran nación que es Estados Unidos despierte de una fantasía que no conduce más que al camino de la perdición.

Texto tomado del blog: http://segundacita.blogspot.com.es

Guillermo Rodríguez Rivera*Santiago de Cuba, Cuba; 1943.Colaborador en la lucha contra la tiranía batistiana, pertenece a la llamada segunda generación de escritores que publicaron después del triunfo revolucionario de 1959, también reconocida como generación del primer Caimán Barbudo. Destacado por la versatilidad de su extensa obra publicada, que incluye poesía, narrativa y ensayo; un legítimo gusto por las letras que se evidencia en su quehacer académico y en la significativa labor de promoción literaria acumulada.

Doctor en ciencias filológicas y profesor titular de la Universidad de la Habana, centro en la cual ha ocupado diversas responsabilidades. Su labor docente se extiende a universidades de otros países como Francia, España, Venezuela, México, Italia y Estados Unidos. Impartió el curso sobre apreciación literaria en el espacio televisivo Universidad para Todos, transmitido por la televisión cubana, junto a los doctores Rogelio Rodríguez Coronel y Virgilio López Lemus. Ha realizado comentarios literarios en programas de la radio y la televisión como: La poesía; Teatro en TV; Prólogo y Escriba y Lea.

Es miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y del consejo de dirección de la Fundación Nicolás Guillén. Fue redactor de la revista Mella, órgano oficial de la AJR y participante en la fundación del mensuario El Caimán Barbudo, donde sería el primer jefe de redacción, cargo desempeñado posteriormente en las revistas Cuba Internacional y Unión.

Tiene publicados, entre otros, los poemarios: Cambio de impresiones (La Habana: La Tertulia, 1966). En carne propia (Editorial Letras Cubanas, 1983). Así como las antologías: Para salir del Siglo XX (Mérida, Venezuela: Solar 1994). Canta (Ediciones Unión, 2004), Premio de la Crítica 2004. Su obra ensayística aborda diferentes temas de la literatura, el arte y la sociedad cubanas, y comprende entre otros, los volúmenes: Exploración de la poesía (Universidad de la Habana, 1981), de conjunto con Mirta Aguirre. Sobre la historia del tropo poético (Editorial Letras Cubanas, 1984). Crónicas del relámpago (Editorial de Ciencias Sociales, 2008). Por el camino de la mar. Los cubanos (Editorial Boloña, 2004), texto que fue ampliado y publicado en el 2005 y 2008, bajo el título Por los caminos de la mar los cubanos, o, Nosotros los cubanos, con nota introductoria de Cintio Vitier. Esta obra fue editada también en inglés y francés por la editorial José Martí, en el 2007.

Su narrativa comprende los títulos:

El cuarto círculo (Editorial Arte y Literatura, 1976), en colaboración con Luis Rogelio Nogueras. Alguien (Editorial Capitán San Luis, 1996). Ya que te vas (Ediciones Unión, 2006). Canción de amor en tierra extraña (Ediciones Unión, 2007).

Ha realizado la edición, prólogo y selección antológica de varios libros publicados por editoriales nacionales y de España. Otros artículos teóricos y críticos sobre literatura y música han aparecido en diversas revistas culturales cubanas y extranjeras. Ha participado en numerosos congresos y eventos internacionales, entre los que sobresalen: Cumbre de los Pueblos, Mar del Plata, Argentina; Foro Social Mundial, Caracas, Venezuela, ambas en el año 2005, y el Encuentro de la Red de Redes en Defensa de la Humanidad, por el 70 aniversario de la muerte de Federico García Lorca, en Anzoátegui, Venezuela, en el año 2006.

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El último proyecto de la FNCA en el umbral del fracaso. Por: María Carla González*

Dinero USAEl futuro “cambio de régimen” en Cuba, tan codiciado por las organizaciones contrarrevolucionarias y la ultraderecha de EE.UU., está borroso. La “vanguardia” que pretendieron preparar como representante del mismo se mostró fragmentada en su propósito opositor, prevaleciendo el proyecto personal sobre el adoctrinamiento de sus patrocinadores: la USAID y la FNCA.

De nada valieron juramentos y promesas; ni las gestiones de paseos y poses junto a flamantes políticos como Bob Menéndez e Ileana Ross. Estos jóvenes extraviados y en su mayoría de ínfima preparación académica simplemente aprovecharon la oportunidad de hacer turismo y otros decidieron emigrar.

La subversión, disfrazada con becas estudiantiles manipuladas por familiares de los contrarrevolucionarios más mediatizados por el gobierno de EE.UU. al resto de la llamada disidencia, demuestra su esterilidad una vez más.

Recientemente un artículo del Nuevo Herald reveló que tres de los jóvenes que fueron al Miami Dade College para recibir entrenamiento en técnicas subversivas, decidieron acogerse a la excluyente e inhumana “Ley de Ajuste” y permanecer en territorio estadounidense. De manera tal, que su ley se convirtió en su propia cruz.

Aunque al iniciarse el curso en enero pasado, Rolando Montoya, Rector del MDC negó la vinculación del mismo con la política, los jóvenes fueron obligados a prestar juramento de regresar a Cuba so pena de reembolsar los gastos incurridos, aproximadamente de 16 mil USD. Es decir emplearon la fórmula mercenaria y de chantaje de amarrar compromiso con dinero, solo aplicable a quienes guardan el cerebro en el bolsillo. Resulta risible y contradictorio pretender atribuir un carácter apolítico a las becas, dado que los fondos provienen del financiamiento que la USAID (institución archiconocida por sus intentos de subvertir el orden en varios gobiernos latinoamericanos) entrega a la FNCA. Las recientes revelaciones de A.P. son una muestra fehaciente del carácter subversivo de los proyectos que financia.

La deserción de estos jóvenes tiene que haber sido decepcionante para los directivos de la FNCA quienes luego de emplear tanto dinero para preparar ¨líderes¨ quedaron ridiculizados públicamente ante la negativa de regreso. Habrá que seguir si luego de la ¨desobediencia¨ no estará en peligro la subvención vitalicia y gubernamental que sustenta el confort de sus vidas, mediante Ley de Ajuste.

Las situaciones generadas en torno al acontecimiento corren la cortina y dejan entrever las contradicciones entre Jorge Mas Santos y mercenarios en Cuba, fundamentalmente Berta Soler, de las Damas de Blanco, quien según revela el periodista Edmundo García, no sólo permitió a esos jóvenes viajar a Miami conociendo sus intenciones de desertar sino que los apoya en su decisión de no regresar a Cuba, oponiéndose abiertamente a las instrucciones de su principal patrocinador.

Los que decidieron faltar a su juramento son San Miguel Molina, el rapero Raudel Collazo, y Aleidys Catá Moya, sobrina de Berta Soler y Angel Moya, cuyos nombres el Herald se cuidó de reservar.

San Miguel Molina, planteó en UNIVISION 23 que la Fundación no lo apoya: “No entiende que no quieran (La Fundación) que hagamos lo mismo que ellos hicieron”. Desde luego, no entiende que La FNCA lo utiliza para justificar los fondos recibidos y que un disidente fuera de Cuba no es útil por lo que se desecha.

Raudel Collazo, quien se declara seguidor de Malcom X, ha planteado en su cuenta de Facebook: “Paz, amor, libertad y a la mierda la política”. Debe tener un problema serio de cortes mentales y me atrevería a asegurar que no sabe ni quién es Malcom X. Primero era seguidor de Malcom y ahora de repente le está sobrando la política después de haber posado artísticamente con Bob Menéndez. Sépase, que solo por ser un becado de la FNCA logró una foto con Bob Menéndez, porque a este no le interesan ni los negros ni los raperos. Si no que le pregunten a Jay-Z, que fue valiente al venir a Cuba, y la mafia lo quiso crucificar. Si no pudieron es porque tiene $, es contribuyente y cercano a la Casa Blanca.

Parece que a los que idearon el programa “Somos un solo pueblo” se les olvidó que el cubano es muy habilidoso y aplica muy bien el refrán “donde las dan las toman”, la oferta de hacer turismo gratuito es tentadora y si además las propias leyes estadounidenses amparan este tipo de emigración y sus familiares en Cuba los apoyan, estos no serían los únicos que utilicen esta vía para emigrar con gastos pagos.

Texto tomado del blog: http://lasantamambisa.wordpress.com

*Editora del blog La Santa Mambisa

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¿Quién es el enemigo? Por: Thierry Meyssan*

Soldados israelíes cargando municiones para abastecer a los tanques que asesinan al pueblo palestino.

Soldados genocidas israelíes cargando municiones para abastecer a los tanques.

Cada cual tiene su propia opinión para explicar las masacres que el Estado de Israel está cometiendo en Gaza. En los años 1970-1980 eran vistas como una expresión del imperialismo anglosajón. Pero hoy muchos interpretan esas matanzas como un conflicto entre judíos y árabes. Pasando revista unos cuatro siglos de Historia, Thierry Meyssan, analista y consultante de varios gobiernos, analiza el origen del sionismo, sus verdaderas ambiciones y señala el verdadero enemigo.

Nota de la publicación.

La guerra que desde hace 66 años ha venido librándose ininterrumpidamente en Palestina atraviesa una nueva etapa con las operaciones israelíes «Guardianes de nuestros hermanos» y «Roca indestructible», extrañamente traducidas en la prensa occidental como «Margen Protector».

Es evidente que Tel Aviv –que optó por explotar la desaparición de 3 jóvenes israelíes para desencadenar estas operaciones militares y «arrancar de raíz el Hamas» esperando poder explotar el gas de Gaza, conforme al plan ya enunciado en 2007 por el actual ministro de Defensa de Israel [1]– se ha visto superado por la reacción de la Resistencia palestina. La Yihad Islámica respondió disparando cohetes de alcance medio, muy difíciles de interceptar, que se agregaron a los que dispara el Hamas.

La violencia de los acontecimientos, que ya han costado la vida a más de 1 500 palestinos y a 62 israelíes (con la salvedad de que las cifras israelíes están sometidas a una férrea censura militar y probablemente son minimizadas), ha provocado una ola de protestas en el mundo entero. Además de sus 15 miembros, el Consejo de Seguridad de la ONU –reunido el 22 de julio– escuchó las intervenciones de otros 40 Estados que decidieron expresar su indignación ante el comportamiento de Tel Aviv y su «cultura de la impunidad». Al extremo que, en vez de las 2 horas habituales, la reunión del Consejo de Seguridad de la ONU sobre la «crisis de Gaza» duró 9 horas [2].

Simbólicamente, Bolivia declaró Israel «Estado terrorista» y abrogó el acuerdo de libre circulación firmado con ese país. Pero las declaraciones de protesta generalmente no vienen acompañadas de ayuda militar para los agredidos, con excepción de la de Irán y, simbólicamente, la de Siria. Estos dos países respaldan a la población palestina a través de la Yihad Islámica –la rama militar del Hamas– sin apoyar su rama política, que es miembro de la Hermandad Musulmana, y también aportan su respaldo al FPLP-CG [Frente Popular por la Liberación de Palestina-Comando General].

Al contrario de lo sucedido durante las operaciones anteriores («Plomo fundido» en 2008 y «Columna de nubes», traducida está última en Occidente como «Pilar defensivo»), los dos Estados que protegen a Israel en el Consejo de Seguridad de la ONU (Estados Unidos y el Reino Unido) facilitaron esta vez la elaboración de una declaración del presidente del Consejo de Seguridad donde se subrayan las obligaciones humanitarias de Israel [3]. Más allá de la cuestión fundamental de un conflicto que sigue sin resolver desde 1948, lo que estamos viendo es un consenso para expresar una condena mínima del uso desproporcionado de la fuerza por parte de Israel.

Sin embargo, tras este aparente consenso se esconden análisis muy diferentes: algunos autores interpretan el conflicto como una guerra de religión entre judíos y musulmanes mientras que otros lo ven como una guerra política según un esquema colonial clásico. ¿Cuál es la realidad?

¿Qué es el sionismo?

A mediados del siglo XVII, los calvinistas británicos se reagruparon alrededor de Oliver Cromwell y cuestionaron la fe y la jerarquía del régimen imperante en Gran Bretaña. Después de derrocar la monarquía anglicana, el «Lord protector» pretendió permitir al pueblo inglés alcanzar el estado de pureza moral necesario para atravesar una tribulación de 7 años, acoger el regreso de Cristo y vivir apaciblemente con él durante 1 000 años (el «Millenium». Para ello, según su interpretación de la Biblia, había que dispersar a los judíos por todo el mundo, reagruparlos después en Palestina y reconstruir allí el templo de Salomón. Bajo esa perspectiva, Oliver Cromwell instauró un régimen puritano, anuló en 1656 la medida que prohibía a los judíos instalarse en Inglaterra y anunció que su país se comprometía a crear en Palestina el Estado de Israel [4].

Al ser derrocada la secta de Cromwell, al final de la «Primera Guerra Civil Inglesa», y resultar muertos o exilados sus partidarios, se restableció la monarquía anglicana y esta abandonó el sionismo –o sea, el proyecto de creación de un Estado para los judíos. Pero resurgió en el siglo XVIII, con la «Segunda Guerra Civil Inglesa» –así se denomina en los manuales de Historia de la enseñanza secundaria del Reino Unido– que el resto del mundo conoce como la «Guerra de Independencia de los Estados Unidos» (1775-83). Contrariamente a lo que todo el mundo cree, esa guerra no se basó en los ideales de la Ilustración, que más tarde animaron la Revolución Francesa, sino que fue financiada por el rey de Francia y se libró por motivos religiosos y al grito de «¡Nuestro Rey es Jesús!».

George Washington, Thomas Jefferson y Benjamin Franklin, por sólo mencionarlos a ellos, se presentaron como los sucesores de los partidarios exilados de Oliver Cromwell. Lógicamente, Estados Unidos retomó el proyecto sionista.

En 1868, la reina Victoria designó como primer ministro de Inglaterra al judío Benjamin Disraeli, quien propuso conceder algo de democracia a los descendientes de los partidarios de Cromwell para poder apoyarse sobre todo el pueblo y extender por el mundo el poder de la Corona. Sobre todo propuso una alianza con la diáspora judía como medio de aplicar una política imperialista cuya vanguardia sería precisamente esa diáspora. En 1878, el propio Disraeli incluyó «la restauración de Israel» en el orden del día del Congreso de Berlín sobre la nueva repartición del mundo.

Fue sobre esa base sionista que el Reino Unido restableció relaciones con sus ex colonias de América, ya convertidas en Estados Unidos, al término de la «Tercera Guerra Civil Inglesa», denominada en Estados Unidos como «American Civil War» y en Europa continental como la «Guerra de Secesión» (1861-1865), en la que salieron vencedores los WASP (White Anglo-Saxon Puritans) sucesores de los partidarios de Cromwell [5]. También en este caso es de manera totalmente errónea que se presenta esa guerra como una lucha contra la esclavitud sin tener en cuenta que 5 Estados del norte todavía seguían practicando esa forma de explotación.

O sea, casi hasta el final del siglo XIX, el sionismo es un proyecto exclusivamente puritano y anglosajón al que se suma sólo una élite judía. Pero es firmemente condenado por los rabinos, quienes interpretan la Torah como una alegoría y no como un plan político.

Entre las consecuencias actuales de esos hechos históricos está el que haya que reconocer que el sionismo, además de plantear como objetivo la creación de un Estado para los judíos, también sirvió de base a la fundación de Estados Unidos. A partir de esa conclusión, la cuestión de saber si las decisiones políticas de ese conjunto se toman en Washington o en Tel Aviv deja de tener relevancia. La misma ideología controla el poder en ambos países. Por otro lado, al ser el sionismo el elemento que permitió la reconciliación entre Londres y Washington cuestionarlo es atacar la base misma de esa alianza, la más poderosa del mundo.

La adhesión del pueblo judío al sionismo anglosajón

En la historia oficial actual generalmente se pasa por alto el periodo del siglo XVII al siglo XIX y se presenta a Theodor Herzl como el fundador del sionismo. Sin embargo, según las publicaciones internas de la Organización Sionista Mundial, eso también es falso.

El verdadero fundador del sionismo contemporáneo no es un judío sino un cristiano dispensionalista. El reverendo William E. Blackstone era un predicador estadounidense que consideraba que los verdaderos cristianos no tendrían que sufrir las duras pruebas del fin de los tiempos. Predicaba que los verdaderos cristianos serían sustraídos a la batalla final y enviados al cielo (el llamado «arrebatamiento de la Iglesia», en inglés «the rapture»). Para el reverendo Blackstone, los judíos librarían esa batalla, de la que saldrían además convertidos a la fe del Cristo victorioso.

Es la teología del reverendo Blackstone lo que sirvió de base al inquebrantable apoyo de Washington a la creación de Israel. Y eso sucedió muchos antes de la creación del AIPAC y de que ese grupo de presión proisraelí tomara el control del Congreso de Estados Unidos. En realidad, el poder de ese grupo de presión no reside tanto en su dinero y su capacidad para financiar campañas electorales como en esa ideología, que aún sigue vigente en Estados Unidos [6].

Por muy estúpida que pueda parecer, la teología del «arrebatamiento» es hoy en día muy poderosa en Estados Unidos. Incluso se ha convertido en un fenómeno de librería y ha llegado a las pantallas cinematográficas (Ver el film Left Behind, con Nicolas Cage, cuyo estreno está programado para el mes de octubre).

Theodor Herzl era un admirador del comerciante de diamantes Cecil Rhodes, el teórico del imperialismo británico y fundador de Sudáfrica, de Rhodesia (a la que incluso dio su nombre) y de Zambia (ex Rhodesia del Norte). Herzl no era israelita y ni siquiera le había hecho la circuncisión a su hijo. Ateo, como muchos burgueses europeos de su época, Herzl recomendó al principio la asimilación de los judíos, estimando incluso que debían convertirse al cristianismo. Sin embargo, retomando la teoría de Disraeli, Herzl concluyó que la mejor solución era hacerlos participar en el colonialismo británico creando un Estado judío, en la actual Uganda o en Argentina, así que siguió el ejemplo de Cecil Rhodes con la compra de tierras y con la creación de la Agencia Judía.

Blackstone logró convencer a Herzl de que debía vincular las preocupaciones de los dispensionalistas con las de los colonialistas. Para eso bastaba con estipular que la creación de Israel debía ser en Palestina y justificarla con referencias bíblicas. Gracias a esa idea bastante simple Blackstone y Herzl lograron que la mayoría de los judíos se sumara a su proyecto. Hoy en día Herzl está enterrado en Israel –en la cima del Monte Herzl– y el Estado israelí puso en su ataúd la Biblia anotada que Blackstone le había regalado.

Así que el objetivo del sionismo nunca fue «salvar al pueblo judío dándole una patria» sino hacer triunfar el imperialismo anglosajón asociando los judíos a esa empresa. Además, no sólo el sionismo no es un producto de la cultura judía sino que la mayoría de los sionistas nunca fueron judíos, mientras que la mayoría de los judíos sionistas no son israelitas [7]. Las referencias bíblicas, omnipresentes en el discurso oficial israelí, sólo reflejan el pensamiento del sector creyente del país y su principal función no es otra que convencer a la población estadounidense.

Fue durante ese periodo cuando se inventó el mito del pueblo judío. Hasta aquel momento los judíos se habían considerado como personas pertenecientes a una religión y reconocían que sus correligionarios europeos no eran descendientes de los judíos de Palestina sino de otras poblaciones que se habían convertido a esa religión durante el transcurso de la Historia [8].

Blackstone y Herzl fabricaron artificialmente la idea según la cual todos los judíos del mundo serían descendientes de los antiguos judíos de Palestina. A partir de ese momento el término «judío» comienza a aplicarse no sólo a la religión israelita sino que pasa a designar también una etnia. Basándose en una lectura literal de la Biblia, todos los judíos pasan así a ser beneficiarios de una promesa divina sobre la tierra palestina.

El pacto anglosajón para la creación de Israel en Palestina

La decisión de crear un Estado judío en Palestina fue tomada conjuntamente por los gobiernos de Gran Bretaña y Estados Unidos. La negoció el primer juez judío de la Corte Suprema estadounidense, Louis Brandela, bajo los auspicios del reverendo Blackstone, y fue aprobada tanto por el presidente estadounidense Woodrow Wilson como por el primer ministro británico David Lloyd George después de los acuerdos franco-británicos Sykes-Picot, en los que Francia y Gran Bretaña se repartían el «Medio Oriente». Este acuerdo sólo se hizo público de forma paulatina.

Al futuro secretario de Estado británico para las Colonias Leo Amery se le confió la tarea de instruir a los veteranos del «Cuerpo de Muleros de Sión» para crear, con los agentes británicos Ze’ev Jabotinsky y Chaim Weizmann, la «Legión Judía» en el seno del ejército británico.

El 2 de noviembre de 1917, el ministro británico de Relaciones Exteriores, Lord Balfour, envió a Lord Walter Rotschild una carta abierta en la que se comprometía a crear un «hogar nacional judío» en Palestina. El presidente estadounidense Woodrow Wilson incluyó la creación de Israel entre sus objetivos de guerra oficialmente reconocidos (es el n° 12 de los 14 puntos presentados al Congreso de Estados Unidos el 8 de enero de 1918) [9].

Todo ello demuestra que la decisión de crear el Estado de Israel no tiene nada que ver con la masacre contra los judíos desatada 20 años después en Europa, durante la Segunda Guerra Mundial.

El 3 de enero de 1919, durante la conferencia de paz de París, el emir Faisal –hijo del sharif de la Meca y futuro rey del Irak británico– firmó con la Organización Sionista Mundial un acuerdo donde se comprometía a respaldar la decisión anglosajona.

Así que la creación del Estado de Israel, concretada en contra de la población de Palestina, también contó con la complicidad de las monarquías árabes. En aquella época, el sharif de la Meca Husein ben Ali no interpretaba el Corán como lo hace el Hamas, no pensaba que «una tierra musulmana no puede ser gobernada por no musulmanes».

La creación jurídica del Estado de Israel

En mayo de 1942, las organizaciones sionistas realizaron su congreso en el hotel Biltmore de Nueva York. Los participantes decidieron convertir el «hogar nacional judío» de Palestina en el «Commonwealth judío» (referencia al Commonwealth brevemente instaurado por Cromwell en lugar de la monarquía británica) y autorizar la inmigración masiva de los judíos hacia Palestina. En un documento secreto se fijaron 3 objetivos muy precisos:

– (1) El Estado judío abarcaría la totalidad de Palestina y probablemente la Transjordania;

– (2) el desplazamiento de la población árabe a Irak y

– (3) el control por parte de los judíos de todos los sectores de desarrollo y control de la economía en todo el Medio Oriente.»

En aquel momento, casi todos los participantes en el congreso de Nueva York ignoraban que la «solución final de la cuestión judía» (die Endlösung der Judenfrage) acaba de entrar en aplicación secretamente en Europa.

En definitiva, cuando los británicos ya no hallaban qué hacer para complacer simultáneamente a los judíos y los árabes, la ONU –que sólo contaba entonces con 46 Estados miembros– propuso un plan de partición de Palestina a partir de las indicaciones que le habían proporcionado… los británicos. Debía crearse un Estado binacional conformado por un Estado judío, un Estado árabe y una zona «bajo régimen internacional especial» para administrar los lugares sagrados (Jerusalén y Belén). El proyecto fue adoptado mediante la Resolución 181 de la Asamblea General de la ONU [10].

Sin esperar por la continuación de las negociones, el presidente de la Agencia Judía, David Ben Gurión, proclama unilateralmente el Estado de Israel, inmediatamente reconocido por Estados Unidos. Los árabes que vivían en territorio israelí se vieron sometidos a un régimen de ley marcial, se limitaron sus desplazamientos y sus pasaportes fueron confiscados. Los países árabes que acababan de alcanzar la independencia decidieron intervenir pero, al no disponer de ejércitos ya conformados, fueron rápidamente derrotados. Durante aquella guerra, Israel procedió a una limpieza étnica y obligó no menos de 700 000 árabes a huir de sus hogares.

La ONU envió como mediador al conde Folke Bernadotte, diplomático sueco que había salvado miles de judíos durante la Segunda Guerra Mundial. El conde Bernadotte comprobó que los datos demográficos transmitidos por las autoridades británicas eran falsos y exigió que se aplicara plenamente el plan de partición previsto para Palestina. No está de más recordar en este punto que la Resolución 181 implica el regreso de los 700 000 árabes expulsados de sus tierras, la creación de un Estado árabe y la internacionalización de Jerusalén.

El conde Folke Bernadotte, enviado especial de la ONU, fue asesinado el 17 de septiembre de 1948, por orden del futuro primer ministro de Israel, Yitzhak Shamir.

La Asamblea General de la ONU reaccionó adoptando la Resolución 194, que reafirma los principios ya enunciados en la Resolución 181 y proclama además el derecho inalienable de los palestinos a regresar a su tierra y a ser indemnizados por los perjuicios sufridos [11].

Sin embargo, Israel –que mientras tanto había arrestado, juzgado y condenado a los asesinos de Bernadotte– fue admitido como miembro de la ONU, después de comprometerse también a respetar y aplicar sus resoluciones. Inmediatamente después de la admisión de Israel como Estado miembro de la ONU, los asesinos del enviado de la ONU fueron amnistiados y el individuo que había disparado sobre el conde se convirtió en guardaespaldas personal del primer ministro israelí David Ben Gurión.

Desde su admisión en la ONU, Israel ha violado constantemente las sucesivas resoluciones de la Asamblea General y del Consejo de Seguridad sobre la cuestión israelo-palestina. Sus vínculos orgánicos con dos de los miembros del Consejo de Seguridad con derecho de veto han mantenido a Israel fuera del alcance del derecho internacional. Israel se ha convertido así en un Estado offshore gracias al cual Estados Unidos y el Reino Unido pueden darse el lujo de fingir ser Estados que respetan el derecho internacional, cuando en realidad lo violan a través de ese seudo Estado.

Creer que la cuestión de Israel es un problema exclusivo del Medio Oriente es un error total y absoluto. Hoy en día, Israel opera militarmente en todo el mundo, como agente del imperialismo anglosajón. En Latinoamérica fueron agentes israelíes quienes organizaron la represión durante el intento de golpe de Estado contra el presidente de Venezuela Hugo Chávez, en 2002, y también en Honduras durante el derrocamiento del presidente Manuel Zelaya, en 2009. En África, había agentes israelíes por todos lados durante la guerra de los Grandes Lagos y fueron ellos quienes organizaron la captura de Muammar el-Kadhafi. En Asia, agentes israelíes dirigieron el asalto y masacre contra los Tigres Tamiles, en 2009, etc. En cada ocasión, Londres y Washington juran que nada tienen que ver con lo sucedido. Por otro lado, Israel controla numerosas instituciones mediáticas y financieras, como la Reserva Federal estadounidense.

La lucha contra el imperialismo

Hasta el momento de la disolución de la URSS era evidente que la cuestión israelí está vinculada a la lucha contra el imperialismo. Todos los antiimperialistas del mundo –incluyendo el Ejército Rojo japonés– apoyaban la causa palestina e incluso luchaban junto a los palestinos en el Medio Oriente.

Hoy en día, la globalización de la sociedad de consumo y la pérdida de valores que esta ha provocado han traído una pérdida de conciencia sobre el carácter colonial del Estado hebreo. Árabes y musulmanes son los únicos que siguen sintiéndose implicados en la causa palestina y dan pruebas de empatía con el destino de los palestinos, pero ignoran los crímenes israelíes cometidos en el resto del mundo y no reaccionan ante los demás crímenes del imperialismo.

Sin embargo, en 1979, el ayatola Ruholla Khomeini explicaba a sus seguidores iraníes que Israel no era más que una marioneta en manos de los imperialistas y que el único verdadero enemigo era la alianza entre Estados Unidos y el Reino Unido. Por el sólo hecho de haber expresado esa simple verdad, Khomeini fue caricaturizado en Occidente y los chiitas fueron presentados como herejes en Oriente. Hoy en día, Irán es el único Estado del mundo que envía armas y consejeros a la Resistencia palestina mientras que los regímenes sionistas árabes debaten amablemente con el presidente israelí por videoconferencia en medio de las reuniones del Consejo de Seguridad del Golfo [12].

Notas

[1] «Extendiendo la guerra del gas en el Levante», por Thierry Meyssan, Al-Watan / Red Voltaire, 21 de julio de 2014.

[2] «Réunion du Conseil de sécurité sur le Proche-Orient et l’offensive israélienne à Gaza», Réseau Voltaire, 22 de julio de 2014.

[3] «Declaración de la Presidencia del Consejo de Seguridad sobre Gaza», Red Voltaire, 28 de julio de 2014.

[4] Sobre la historia del sionismo, el lector puede remitirse al capítulo «Israel y los anglosajones» de mi libro L’Effroyable imposture 2, Manipulations et désinformations, Edition Alphée, 2007. Los lectores encontrarán numerosas referencias bibliográficas en ese texto.

[5] The Cousins’ Wars: Religion, Politics, Civil Warfare and the Triumph of Anglo-America, por Kevin Phillips, Basic Books (1999).

[6] Ver principalmente American Theocracy (2006) de Kevin Phillips, excepcional historiador que fue consejero de Richard Nixon.

[7] Es importante recordar en este punto que el término «israelita» designa fundamentalmente a los hebreos seguidores de la ley de Moisés mientras que el término «israelí» es simplemente el gentilicio utilizado para designar a los ciudadanos de Israel. Nota de la «Red Voltaire».

[8] El lector interesado podrá consultar una interesante síntesis de los trabajos históricos sobre ese tema titulada Comment le peuple juif fut inventé (en español, “Cómo se inventó el pueblo judío”), por Shlomo Sand, Fayard, 2008.

[9] La formulación del punto 12 es particularmente oscura. Durante la conferencia de paz de París, en 1919, el emir Faisal invocó ese punto para reclamar el derecho de los pueblos que habían vivido bajo el yugo otomano a disponer de sí mismos. Y le respondieron que podía escoger entre una Siria bajo uno o varios mandatos. Para sorpresa de la delegación estadounidense, la delegación sionista argumentó por su parte que en el punto 12 el presidente Wilson se había comprometido a respaldar el Commonwealth judío. En definitiva, Wilson confirmó por escrito que había que interpretar el punto 12 como un compromiso de Washington a favor de la creación de la creación de Israel y de la restauración de Armenia. Ver «Les quatorze points du président Wilson», Réseau Voltaire, 8 de enero de 1918.

[10] «Résolution 181 de l’Assemblée générale de l’Onu», Réseau Voltaire, 29 de noviembre de 1947.

[11] «Résolution 194 de l’Assemblée générale de l’ONU», Réseau Voltaire, 11 de diciembre de 1948.

[12] «El presidente de Israel habló ante el Consejo de Seguridad del Golfo a fines de noviembre», Red Voltaire, 3 de diciembre de 2013.

Texto tomado de la publicación: http://www.voltairenet.org

Thierry Meyssan*Intelectual francés, presidente-fundador de la Red Voltaire y de la conferencia Axis for Peace. Sus análisis sobre política exterior se publican en la prensa árabe, latinoamericana y rusa. Última obra publicada en español: La gran impostura II. Manipulación y desinformación en los medios de comunicación (Monte Ávila Editores, 2008).

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Cultura de la honradez o La carga necesaria. Por: Luis Toledo Sande*

"Gente". Obra del pintor cubano Eduardo Roca (Choco)

“Gente”. Obra del pintor cubano Eduardo Roca (Choco)

“Las almas nacidas para la honradez no tienen conveniencia, ni viven tranquilas, fuera de la honradez”. José Martí

En 1973, en su discurso del acto central con que se honraron los sucesos ocurridos en Santiago de Cuba y Bayamo el 26 de julio veinte años atrás, Fidel Castro, guía de aquellos hechos y de la Revolución desatada con ellos, exclamó antes del Patria o Muerte final: “Desde aquí te decimos, Rubén: el 26 de Julio fue la carga que tú pedías”. Acababa de citar el “Mensaje lírico civil” de Martínez Villena, un texto enlace de la dignidad de la poesía y la civilidad por la cual la vanguardia del pueblo cubano había combatido durante décadas, y que seguía quebrantada. Ejemplo él mismo de la lucha revolucionaria, el autor del “Mensaje” proclamó en los versos citados: “Hace falta una carga para matar bribones,/ para acabar la obra de las revoluciones”, y tenía en mente un fin mayor: “para que la República se mantenga de sí,/ para cumplir el sueño de mármol de Martí”.

Los actos armados de 1953 fueron el brote ígneo de una nueva etapa de insurgencia para transformar una realidad nacional que negaba las aspiraciones de los fundadores de la patria. Era contraria en especial a los ideales del José Martí que había abrazado como brújula el afán de que la ley primera de la república buscada fuera “el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre”, declaración en la cual el sentido del propio legado martiano autorizaría a sustituir hombre por ser humano, para conjurar la herencia patriarcal.

Sería un grueso acto de ignorancia, o de invidencia voluntaria, desconocer lo hecho por la Revolución Cubana para abonar la aspiración rectora que Martí legó a nuestra Constitución vigente y, aún más, a la necesaria cultura de funcionamiento social afincada en la ética como baluarte de la civilidad y la ley. Y sería un suicidio nacional menospreciar esos valores porque hayamos satanizado el concepto de república al identificar estrechamente con él a la Cuba que existió de 1902 a 1958, cuyas calamidades tampoco autorizan a subvalorar los ímpetus revolucionarios vividos en esa etapa. Entre ellos se ubican los que desde 1953 protagonizó la vanguardia de la generación del centenario martiano.

Soslayar la importancia de la ética y de la civilidad republicana nos haría cómplices de una realidad ante la cual el propio guía histórico de la Revolución expresó el 17 de noviembre de 2005: “Este país puede autodestruirse por sí mismo; esta Revolución puede destruirse, los que no pueden destruirla hoy son ellos; nosotros sí, nosotros podemos destruirla, y sería culpa nuestra”. Puso por encima de la hostilidad que “ellos”, los enemigos, han lanzado contra la Revolución desde el exterior, los males que pueden minarla desde dentro, y ninguno es más letal que la corrupción, crecida en el desorden y la indisciplina.

Tampoco puede Cuba permitirse autocomplacencia alguna por el hecho de que los índices de la corrupción que hay en ella puedan ser o parecer irrisorios comparados con la que prima en otros lares del mundo. Para ella cualquier grado de corrupción es grave, porque resulta medularmente incompatible con el proyecto de justicia social con que está responsabilizada como aspiración.

No es casual que el discurso pronunciado por Fidel Castro en noviembre de 2005, lo recordara de manera explícita y perentoria el general de ejército Raúl Castro ante la Asamblea Nacional del Poder Popular el 7 de julio de 2013. A despecho de normas de silencio que pudieran estimarse buenas, no se detuvo por previsibles usos que haría de sus palabras “la gran prensa internacional, especializada en denigrar a Cuba y someterla a un frenético escrutinio”, con campañas que no se detendrán por muy prudente que sea la prensa revolucionaria, cuya “discreción” puede equivaler al incumplimiento de su tarea.

Sin ignorar riesgos, el dirigente puntualizó que seguía una razón fundamental: “no debemos restringirnos” cuando es necesario “debatir con toda crudeza la realidad, si lo que nos motiva es el más firme propósito de rebasar el ambiente de indisciplina que se ha arraigado en nuestra sociedad y ocasiona daños morales y materiales nada despreciables”. Y añadió: “Hemos percibido con dolor, a lo largo de los más de veinte años de período especial, el acrecentado deterioro de valores morales y cívicos, como la honestidad, la decencia, la vergüenza, el decoro, la honradez y la sensibilidad ante los problemas de los demás”.

En ese punto citó el discurso de Fidel de 2005 y enumeró problemas cuya erradicación urge, empezando por el hecho de que “una parte de la sociedad ha pasado a ver normal el robo al Estado”. Sería útil saber qué porciento de la sociedad integra la parte que considera normal hurtarle al Estado, como se denomina comúnmente el saqueo de la propiedad social, con la que, para cuidarla y administrarla, están responsabilizados los organismos estatales, y el Estado mismo, que no es propietario. Quizás la connivencia se haya generalizado en el cuerpo social por los caminos de la llamada pequeña corrupción cotidiana.

Por esos vericuetos se entroniza una cultura de la tolerancia y la complicidad opuesta desde la raíz a la cultura de la honradez, necesaria para que la propiedad social funcione como es debido y los valores justicieros ocupen el lugar y desempeñen el papel activo que les corresponden. No cabe responsabilizar por completo del mal a las penurias que el pueblo viene sufriendo como consecuencia del encarnizado bloqueo imperialista, en primer lugar, y, también, del insuficiente trabajo y la ineficiencia en la administración de los recursos. Ver como causa única las penurias aludidas sería desentenderse de un hecho que debe hacernos reflexionar, no solo para conocerlo, sino para actuar mejor: no será exagerado ni irresponsable afirmar que en Cuba parece haberse perdido aquella cultura de la decencia popular que hacía a los humildes decir de sí mismos con orgullo: “pobres, pero honrados”.

Quien no olvide que el lenguaje es la expresión material del pensamiento, dará justa importancia a un hecho en el cual no será impertinente insistir: las palabras decencia y decente se perciben en retirada, si no olvidadas ya, mientras que, en la otra cara de la moneda, robar se suplanta por luchar, resolver y otros eufemismos. Las calamidades no se dan solas, aisladas: minan a la sociedad en su conjunto, y así la prostitución —que en sus versiones actuales quizás tenga más bases en el quebranto de la familia y en el desorden social desde edades tempranas que en la precariedad económica— ha dado lugar a términos como jinetera y jineterismo, y dejemos el punto ahí para olvidar que alguna vez a las jineteras hubo quienes las llamaron mambisas, por su condición de “luchadoras”.

Claro, es “moralmente” más cómodo comprar artículos diversos —alimentos, piezas de repuesto, ropa, calzado, cosméticos…—, y dialogar con esas personas si las llamamos luchadores y jineteras que si les decimos ladrones y prostitutas. Pero no es cuestión de vocablos, sino de normas de comportamiento y convivencia, y resulta imprescindible conocer las raíces, para tratar de limpiar de esas yerbas el país.

Probablemente parte de esas raíces se hundan en el llamado igualitarismo, no visto como aspiración que no se ha alcanzado plenamente ni en los socializados servicios funerarios, sino como fruto de prácticas y nociones que han llevado a confundir al pueblo con el lumpen. En su discurso citado, Raúl Castro señaló: “Conductas, antes propias de la marginalidad, como gritar a viva voz en plena calle, el uso indiscriminado de palabras obscenas y la chabacanería al hablar, han venido incorporándose al actuar de no pocos ciudadanos, con independencia de su nivel educacional o edad”.

Conceptos como centro y marginalidad son dinámicos, y sus connotaciones se mueven. En estas líneas no se pretende analizar a fondo el hecho de que, si uno sale por sus medios, como un paisano más, y recorre las calles de una ciudad como La Habana a pie o haciendo uso del transporte público, puede percatarse de que, a menudo, en el centro activo se ve a la chusma, y, como arrinconadas, a las personas decentes. Y un aliado natural de esa chusma son los delincuentes de cuello blanco que hasta la usan como intermediaria en el trasiego comercial —clandestino, se dice, pero con alta eficiencia— de artículos sustraídos de almacenes cuya administración se les ha confiado a ellos, o a ellas.

La chabacanería es ostentosa; pero cabe conjeturar que el núcleo duro del desorden se hallará en el manejo turbio de la propiedad social. Y quizás ese nocivo torcimiento se afinque, mucho más que en el mal entendido igualitarismo, en la vulneración de la igualdad, de la honradez con que debe ejercer su papel quien administre no un emporio privado —cuyos dueños harán todo lo posible y lo imposible para que no les roben—, sino quienes asuman la tarea de administrar, en representación del Estado, bienes públicos.

Por eso hay razones más que suficientes para alarmarse ante alguna tendencia que asoma a pedir piedad, o falta de vigilancia, para funcionarios públicos que “luchan”. En apoyo de esa tendencia se dice que nadie quiere dirigir, y que no está bien que la población ponga ojos vigilantes, de antemano, sobre quienes acepten hacerlo. Muchos no querrán ocupar cargos de dirección, pero no faltarán, ni escasearán, quienes compitan con el macao para mantenerse en su concha. Si lo hacen para defender causas justas, merecen ser felicitados; pero si los guía el propósito de mantener ventajas materiales no siempre bien habidas, toda vigilancia será poca. Nadie tiene derechos especiales sobre los bienes de la patria, que van desde el pago del transporte hasta las mayores empresas, y pasan por la información.

Difícilmente lo que le haya hecho mal al país sea el exceso de control eficaz. Lo más probable es lo contrario, y no será la fiscalización la fuente de daños que lamentar. Arduo será probar que se equivoca quien sostenga que el origen mayor de calamidades no está en descubrir deformaciones, sino en que estas se den y, al darse, muestren cómo personas llamadas a representar el orden y la honradez acumulan beneficios inmorales, nómbrese como se nombre la causa legal que se les siga cuando se descubren sus manejos. El intento de desterrar el igualitarismo mal asumido no debe conducirnos a olvidar que quien, en Cuba, acepte dirigir o administrar recursos de propiedad social, no debe aspirar a las ventajas materiales que logra un negociante exitoso en un país capitalista.

La brújula no debe descuidarse, sino todo lo contrario, porque la realidad se haga más compleja en la medida en que las formas de propiedad se diversifiquen y se interconecten. En ese entorno serán mayores los peligros; pero únicamente la legalidad, establecida claramente y aplicada con el debido rigor a partir de la Constitución, y una conciencia ciudadana cultivada con esmero, podrán poner freno a irregularidades y delitos que hacen peligrar no solo a la economía de la nación, sino a la propia sobrevivencia de esta frente a los desafíos que la asedian por fuera y por dentro. Si se da alguna contradicción entre la ética y la ley, habrá que revisar y replantearse la segunda.

En los rejuegos terminológicos promovidos por adalides de la desideologización, no es imposible oír que se desapruebe, como supuesta maniobra deslegitimadora, la aplicación del calificativo de bandidos con que se bautizó a los alzados contrarrevolucionarios que intentaron derrocar a la Revolución armados por el imperio. De hecho eran bandidos: integraban bandas. Pero está sobre el tapete algo más que un aséptico deslinde etimológico. Se trata de saber quiénes son los enemigos del pueblo.

Si aquellos bandidos sobresalieron entonces entre los enemigos de la Revolución, popular desde sus cimientos, hoy la ponen en peligro —con mayores posibilidades de éxito quizás, puesto que no forman bandas aisladas y pueden confundirse, o se confunden, con el resto de la sociedad— los que medran con la corrupción y propician que esta se generalice. Hay que afinar la puntería en cuanta medida se aplique para no darles cuartel. Urge impedir que las normas, lejos de poner coto a los delincuentes —dicho sea en el sentido más etimológico de la palabra, aplicable a quien viola la ley—, genere más restricciones que, en vez de favorecer la productividad, ofrezcan asideros y trillos para las infracciones y, por tanto, para la corrupción, con la cual colaboran los burócratas de la inercia y las trabas.

No hay mecanismo infalible, pero cada ley, cada control, cada declaración jurada de contribuyente o funcionario, cuanto se haga en ese terreno, debe combinar prevención y pulso educativo, y la represión que sea justo y menester aplicar. Sigue siendo necesaria una carga contra los bribones, para perfeccionar la obra de la Revolución que barrió “la costra tenaz del coloniaje”, y para que no se vuelvan inútiles “en humillante suerte,/ el esfuerzo y el hambre y la herida y la muerte”. Continúa en pie el reclamo de una meta mayor: “para que la República se mantenga de sí,/ para cumplir el sueño de mármol de Martí”. Solo así se le rendirá a Rubén Martínez Villena el mejor tributo a su memoria.

Texto tomado del blog: http://luistoledosande.wordpress.com

Luis Toledo Sande*Nació en Velasco, Holguín, en 1950. Licenciado en Estudios Cubanos y doctor en Ciencias Filológicas por la Universidad de La Habana. Se ha desempeñado como redactor-editor en la Editorial Arte y Literatura; investigador y sucesivamente subdirector y director del Centro de Estudios Martianos; profesor titular del Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona, tarea compartida con la asesoría nacional, en la dirección del Ministerio de Educación, para la presencia del legado de José Martí en los planes de enseñanza del país; jefe de redacción y luego subdirector de la revista Casa de las Américas. Hacia finales de 2005 fue nombrado Consejero Cultural de la Embajada de Cuba en España, responsabilidad que concluyó satisfactoriamente en diciembre de 2009. De regreso al país, optó por ejercer el periodismo en la prestigiosa revista Bohemia.

Ha mantenido programas radiales semanales en CMBF y en Radio Habana Cuba. Ha participado como asesor en programas televisuales, y ha sido jurado en el Premio de la Crítica, el de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y otros certámenes nacionales, y en el Premio Literario Casa de las Américas.

Ha impartido conferencias y participado en foros profesionales en Cuba, Venezuela, Nicaragua, República Dominicana, México, Costa Rica, Colombia, Puerto Rico, Argentina, España, Italia, Yugoslavia, Andorra, Checoslovaquia, India y China.

A su obra pertenecen volúmenes de diferentes géneros: Precisa recordar, Flora cubana, Tres narradores agonizantes, Libro de Laura y Claudia, De raíz y memoria, Textículos (reúne Amorosos textículos e Infernales textículos), De Cuba en el mundo, Más que lenguaje y varios acerca de José Martí. Entre estos últimos se hallan las colecciones de ensayos Ideología y práctica en José Martí y José Martí, con el remo de proa, así como la biografía Cesto de llamas, que recibió Premio de la Crítica de Ciencias Sociales, cuenta con varias ediciones en español dentro y fuera de Cuba y se ha publicado asimismo en inglés y en chino.

Textos suyos de diversos géneros han aparecido en numerosos libros colectivos y publicaciones seriadas, dentro y fuera de Cuba, y ha prologado obras (algunas con selección suya) de Luis Vélez de Guevara, José Martí, Miguel de Carrión, Jesús Castellanos, Carlos Loveira, Jorge Mañach y otros. Preparó y prologó el primero de los dos tomos de la Valoración Múltiple de José Martí publicada por la Casa de las Américas. Tiene otros libros en proceso de edición.

Entre los reconocimientos que ha recibido se halla la Distinción Por la Cultura Nacional.

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Nueva injerencia de la USAID en Cuba: tres efectos, tres causas. Por: Jorge Ángel Hernández

USAIDEl reportaje de la Associated Press (AP) que revela la intervención de la USAID en los asuntos políticos de Cuba, ha sido difundido por agencias de información de buena parte del mundo. Ni siquiera los medios más politizados contra la revolución cubana han podido ignorarlo, aprovechando sobre todo el acápite de las incompetencias de la operación en la que el foco de participación se ha centrado en jóvenes latinoamericanos. Su deliberada intención se hallaba en generar un clima de insatisfacción entre nuestra juventud que permitiera acciones drásticas de protesta y rebelión contra el sistema político cubano y, en consecuencia, la correspondiente campaña mediática internacional.

El patrón de juicio va, por tanto, de la denuncia del injerencismo estadounidense a lo torpe, y hasta ingenuo, de este tipo de maniobra. Y se deja para el razonamiento lógico general la identificación tácita de la verdadera ruta del dinero, pues estos “activistas”, quienes conocían el carácter subversivo de la misión que se les encomendaba, cobraban, según las revelaciones de AP, poco más de cinco dólares la hora, o sea, bastante menos de lo que permitirían las erogaciones oficiales de la USAID para seguir con el viejo proyecto de desestabilización del sistema soberano cubano, firmado desde marzo de 1960 por el entonces presidente Dwight Eisenhower.

Como antes con la revelación del programa llamado Zunzuneo, la ola de réplicas y glosas del reportaje tiende a reproducir tres efectos esenciales:

1º. Se descubre, justo gracias a AP, que la USAID ha financiado operaciones de desestabilización política cuando debía contribuir al desarrollo internacional.

2º. Es más condenable el carácter aficionado de esas operaciones que su esencia injerencista.

3º. Los programas que, al margen de la legalidad, intentan poner en práctica en la Isla, atañen a la salud, la cultura y la educación, en los cuales la USAID incide, a fin de cuentas, en otras partes del mundo.

Se reitera así, en primer orden, que solo si proviene de los monopolios de la información, el dato se da como valioso, y cierto. Si las revelaciones hubieran salido de órganos de prensa cubanos, o de otros medios alternativos de América Latina o de Europa, como ha pasado en muchas otras ocasiones, las agencias que se hubieran arriesgado a reproducirlas se habrían cuidado muy bien de entrecomillar las aseveraciones y, para compensarlas, de marcar determinados problemas de la sociedad cubana que bajo la lupa de la magnificación, y la simplificación analítica, recorren el panorama informativo global. Duda y justificación. El reportaje de AP no deja de cumplir con ello, aunque duda de la eficiencia del Programa y justifica tácitamente su proceso de cambio de estrategia. Hay que atender, entonces que estamos ante un cambio de estrategia en el Programa subversivo, más acorde con las nuevas circunstancias económicas, internas y externas, y sobre todo, reinsertable en el ámbito de transformación de las tecnologías informativas. Esa es la causa esencial de los hechos que la Agencia AP, tan filodisidente con respecto a Cuba, acaba de descubrir y revelar con tanto bombo.

En el segundo efecto, hallamos una táctica común a este tipo de “escándalo”: se culpa a individuos en tanto se ignora el papel que el sistema desempeña. De acuerdo con los patrones estándares de Guerra Fría, cualquier acción es válida si contribuye a socavar el régimen enemigo. Incluso en los discursos del último presidente electo de los EE.UU., Barack Obama, el derrocamiento de la revolución cubana aparece como un objetivo no cumplido. Las recientes “filtraciones” de lo que dirían las memorias de su ex secretaria de Estado, y posible candidata a la silla suprema de la Casa Blanca, Hilary Clinton, acerca del bloqueo a Cuba, se fundamentan en el hecho de que no ha dado resultado, o sea, no ha conseguido derrocar el socialismo cubano. En ese aspecto no hay cambios: la meta sigue siendo acabar el comunismo. Y es, por tanto, la causa que compulsa el efecto segundo que tanto se ha reproducido.

Y aunque pudiera parecer un previsible fracaso focalizar la incidencia subversiva en sectores con políticas altamente privilegiadas por el sistema cubano, como la cultura, la salud y la educación, con resultados comparativos que abruman aun en el mundo desarrollado, la elección no es muy torpe que digamos: intenta asentarse en los efectos de atomización que la crisis del Periodo Especial, y sus consecuentes medidas de administración central estatal, van extendiendo en nuestra sociedad. Una atomización cuyas derivaciones tienen mayor efecto social, precisamente, porque el alto desarrollo de esos sectores, universal, gratuito, o subsidiado en la mayoría de los casos, y muy barato en el resto, forma parte de la psicología social de los cubanos. Se trata de una exigencia que se le hace a la revolución desde el mismo proceso de cumplimiento de su propio programa.

La causa viene, justo, de la individuación de los casos por encima de la generalización de los programas revolucionarios. Si se emplearon farsantes, como califica a uno de ellos el creador de El Mejunje, de Santa Clara, Ramón Silverio, o inexpertos a los cuales no les importaba demasiado el trasfondo político, es harina de otro costal, en verdad mucho menos importante.

El reportaje muestra efectos visibles que, no obstante, retienen los objetivos centrales de las causas que intentan derrocar a toda costa la revolución cubana.

Texto tomado de la publicación: http//: www.lajiribilla.cu

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¿Quién gobierna Washington? Por: Tom Engelhardt*

ASNLa cuarta rama del gobierno

Como todo niño en edad escolar lo sabe, hay tres ramas en el gobierno de Estados Unidos: el ejecutivo, el legislativo y el judicial. Este es el cimiento y el concepto básico de educación cívica. Solo hay un problema: que no es exactamente así.

Durante los años de la Guerra Fría y más acentuadamente en el siglo XXI, el gobierno de EE.UU. ha experimentado un cambio. Ha desarrollado una cuarta rama: el estado de seguridad nacional, cuya principal característica podríamos decir que es un impulso insaciable para expandir su poder y alcance. Si bien aún carece de prerrogativas formales de poder gubernamental esta Cuarta Rama goza incluso de menor supervisión que el Congreso y el Ejecutivo. Esto es notable en este momento en que el ejecutivo y el legislativo brillan por la inactividad para contrarrestar sus respectivos poderes; una situación impensable en el pasado. Los líderes de seguridad nacional, amparados en una penumbra de secreto,  toman decisiones sobre asuntos cruciales, haciendo por lo general lo que quieren, en el contexto de la reciente polémica en torno a la posibilidad de hacer público un informe del Senado sobre las prácticas de tortura y transferencia ilegal de prisioneros ejecutadas por la CIA.

Todo esto es o debería ser obvio, pero sorpresivamente no es reconocido en el mundo estadounidense. El crecimiento de la Cuarta Rama comenzó en un momento de movilización por un conflicto global, la II Guerra Mundial. Ganó fuerza y se consolidó con la Guerra Fría, en la segunda mitad del siglo XX, cuando la otra superpotencia, la Unión Soviética, proveyó la excusa para la expansión.

Los funcionarios de la seguridad nacional tuvieron dificultades, después de la caída de la Unión Soviética, cuando el “terrorismo” aún no había aparecido en el horizonte y los enemigos eran escasos. En la era posterior al 11 de septiembre de 2001, en una falsa atmósfera de guerra, alimentada por billones de dólares de los contribuyentes y bajo la bandera de la “seguridad” de EE.UU., ha crecido a un nivel sin paralelo en tamaño y capacidad de poder. Tanto que ha sido la chispa para un boom inmobiliario en Washington y sus alrededores (al igual que en el resto del país). En las series del diario Washington Post del 2010 “Top Secret America”, Dana Priest y William Arkin presentaron un resumen del alcance de ese boom para el sector que trabaja en inteligencia en EE.UU. Dice: “En Washington y sus alrededores, desde septiembre de 2001, se están construyendo o se han construido 33 complejos de edificios para actividad de inteligencia ultra secreta. En conjunto ocupan el equivalente de casi tres Pentágonos o de 22 edificios del Capitolio; un área de unos 17 millones de pies cuadrados”. Y la construcción continúa en 2014.

En este siglo, se estableció un segundo “Departamento de Defensa” a escala completa: el Departamento de Seguridad Nacional (Homeland Security). Alrededor de este se ha desarrollado una mini versión del complejo militar-industrial, con el consabido conjunto de asesores, gente que hace lobby en los centros de poder de Washington, contribuciones políticas y relaciones de poder: el tipo de conglomerado sobre el cual alertó el Presidente Eisenhower en su famoso discurso de despedida en 1961. Mientras tanto, el complejo militar-industrial original ha ido ganando fuerza e influencia.

De manera creciente, después del 11 de septiembre, bajo el rótulo de “privatización”, aunque para ser más precisos debería ser rotulada “corporatización”, el Pentágono llevó consigo a la guerra a una serie de compañías predilectas. En el proceso, le dio al término “guerra capitalista” un significado más literal, gracias a su apoyo financiero global y al traspaso de tareas que tradicionalmente permanecían dentro del ámbito militar hacia una serie de corporaciones guerreras.

Al mismo tiempo, los 17 integrantes de la Comunidad de Inteligencia de EE.UU. -sí, hay 17 agencias de inteligencia en el estado de seguridad nacional- han seguido creciendo, algunos a un ritmo prodigioso. Algunos de ellos se han transformado en modelos particulares de corporaciones, transfiriendo algunas de sus operaciones hacia contratistas privados de manera drástica, con lo que ahora tenemos también “servicios de inteligencia capitalistas”. Con el temor post 11 de septiembre inyectado en sociedad y el viento del terrorismo soplando a sus espaldas, los Servicios de Inteligencia gozan de una notable libertad para desarrollar sistemas de vigilancia que abarcan esencialmente a todos, incluidos, según parece, las demás ramas del gobierno.

Pensemos en Edward Snowden, el ex empleado de la CIA que pasó a trabajar en el lado corporativo de la economía de seguridad nacional en desarrollo, como el primer efecto boomerang desde y contra el mundo de “inteligencia capitalista”. Gracias a él tenemos una visión desde adentro sobre la magnitud de las ambiciones y operaciones de la Agencia de Seguridad Nacional. El alcance de las operaciones de vigilancia y el rango de las comunicaciones locales e internacionales que esta agencia recolecta son asombrosos, y aún existe más información que será revelada. Y tengamos en cuenta que esto se refiere a una sola de las agencias.

También sabemos que este mundo secreto ha desarrollado un conjunto de leyes secretas al igual que su propio sistema legal secreto, basado principalmente en el principio de legalizar todo lo que quieran hacer. Como lo ha reportado Eric Lichtblau en The New York Times, tiene su propia Corte Suprema equivalente: la Corte de Vigilancia de Inteligencia Extranjera. Y sobre todo esto, las otras ramas del gobierno solo tienen un conocimiento limitado mientras que los ciudadanos estadounidenses no saben casi nada.

Desde el Pentágono al Departamento de Seguridad Nacional y al laberíntico mundo de los servicios de inteligencia, el ascenso al poder del estado de seguridad nacional ha sido un verdadero espectáculo. Toda vez que alguna noticia de las operaciones especiales -con el potencial de enervar al público- comienza a surgir, la Casa Blanca y el Congreso plantean “reformas”. Pero dichas reformas, en el mejor de los casos, solo controlarían de manera limitada los poderes expansivos de este estado dentro del estado. Hablando en términos generales, los poderes y prerrogativas del estado de seguridad nacional están más allá de cualquier control de la tercera rama del gobierno, el poder judicial. Con demasiada frecuencia, la Cuarta Rama del gobierno es tratada con deferencia por el poder ejecutivo y, salvo honrosas excepciones, el Congreso le rinde pleitesía y expresa muy pocas dudas sobre su accionar.

Además, hay que tener en cuenta que de las cuatro ramas del gobierno, solo dos de ellas -la Corte Suprema activista y el estado de seguridad nacional- parecen capaces de formular políticas en este momento.

“Confundir” al Congreso

Desde esa perspectiva, examinemos un conjunto de sucesos relacionados que han sido tratados por los medios de prensa como una pelea de gatos entre los privilegiados y poderosos. Me refiero a las acusaciones y contraacusaciones, a la ira, a la indignación e irritación, al igual que a las noticias de actos ilegales alrededor de las 6300 páginas del “reporte sobre la tortura” de Agencia Central de Inteligencia (CIA, según sus siglas en inglés), compilado por el Comité de Inteligencia del Senado, que aún no ha sido publicado. Esta polémica revela mucho acerca de la naturaleza de los mecanismos de supervisión y control sobre la Cuarta Rama del gobierno en 2014.

Uno de los deberes del Congreso es vigilar el funcionamiento del gobierno usado sus poderes para investigar y supervisar. En el caso del programa de la CIA de la era Bush abarcando la “entrega” de prisioneros (rendition), los sitios negros (prisiones en el extranjero) y las “técnicas de interrogatorio perfeccionadas” (es decir, tortura), el Comité de Inteligencia del Senado inició una investigación en marzo de 2009 para averiguar qué ocurría cuando algunos sospechosos eran llevados a prisiones en el extranjero y brutalmente interrogados. “Millones” de documentos de la CIA, entregados por la Agencia, fueron analizados por los integrantes del Comité de Inteligencia en un sitio seguro de la CIA, en el norte de Virginia.

Entre los papeles entregados a los investigadores del Comité de Inteligencia del Senado, se encontraba una copia parcial del documento conocido como “Revisión interna Panetta”, informe que había sido compilado para el anterior director de la CIA.  Dicho informe habría llegado a conclusiones claras sobre los excesos de los interrogatorios llevados a cabo por la CIA en esos años. Según la senadora demócrata Dianne Feinstein, quien dirige el comité, este documento estaba dentro de una pila de documentos entregados por la CIA. Nadie sabe si fue intencional o por descuido o gracias a un denunciante. (La CIA sostuvo hasta hace poco tiempo, que miembros del comité lo habían robado del sistema digital de la CIA.)

La Agencia o sus contratistas privados (¡los sistemas de inteligencia capitalista nos acechan!) hicieron diversos esfuerzos para obstruir la investigación del comité como eliminar documentos del sistema de computadoras al que tenía acceso “seguro” el comité. No obstante, el comité finalizó el reporte en diciembre de 2012, y se lo entregó a la Casa Blanca “para comentarios”, y luego comenzó la diversión.

A pesar de que se filtraron pocos detalles sobre el contenido específico del informe, se dice que su efecto será devastador. Mostraría, entre otras cosas, que las “técnicas de interrogación perfeccionadas” usadas por la CIA fueron significativamente más brutales que las descriptas a los supervisores del Congreso; que fueron mucho más allá de lo delineado en el “memo de la tortura” por los abogados del gobierno de Bush (las que ya eran suficientemente brutales); de que gracias a la tortura no se descubrió ningún complot; y que figuras de alto rango de la Agencia, en declaraciones bajo juramento, “confundieron” al Congreso (un término amable para no decir “mintieron”, que potencialmente implicaría un delito llamado perjurio). Senadores que han tenido acceso al informe han asegurado que cuando sea hecho público, los estadounidenses se sentirán en shock.

Recordemos que la senadora que preside el comité de inteligencia, Dianne Feinsten, era una de las congresistas que más respaldo le había brindado al estado de seguridad nacional y a la CIA. Hasta hace poco tiempo, había sido esencialmente la senadora modelo del estado de seguridad nacional. Ella y sus colegas, impactados por la información recibida, quieren que el informe sea desclasificado y que se haga público sin más demoras. Pero se  decidió que el informe sea revisado para asegurarse de que no se mencionaran nombres de agentes activos y colaboradores. Dos años y medio más tarde, luego de incontables revisiones y objeciones por parte de la CIA y de la Casa Blanca, el informe aún no ha sido hecho público (a pesar de que haya reportes sobre que será o no será revelado pronto).

Durante este periodo, la CIA decidió que estaba en emergencia y puso en práctica sus habilidades para espiar al Comité y a sus empleados. Esgrimiendo el argumento de que los empleados habían “hackeado” las computadoras de la CIA para obtener el informe “Revisión Interna Panetta”, la CIA hackeó las computadoras del Comité. Mientras tanto, Robert Eatinger, el abogado general interino, quien había sido el jefe legal de la unidad antiterrorista a cargo del programa de interrogatorios de la CIA, y cuyo nombre fue mencionando1600 veces en el reporte del Senado, presentó (citamos a Feinstein) una “acusación de actividades ilegales contra los mismos empleados del Congreso que están investigando y elaborando un informe que detalla cómo los funcionarios de la CIA -incluyendo al mismo consejero general- proveyeron información incorrecta al Departamento de Justicia sobre el programa”. (Años atrás, en 2005, Eatinger fue uno de los dos abogados responsables de no haber impedido la destrucción de cintas de videos de la CIA documentando interrogatorios brutales de sospechosos de terrorismo en prisiones secretas.)

Además, según la senadora Feinstein, cuando el director de la CIA, John Brennan se reunió con ella, le mintió y trató de intimidarla diciéndole que “la CIA había penetrado la red segura del comité donde se hallaba el producto del trabajo interno del comité y las comunicaciones entre los integrantes, y que iba a ordenar la recopilación de evidencia adicional de la red interna para averiguar más datos sobre las actividades de supervisores del comité”. En otras palabras, el que estaba bajo investigación, espiaba a sus investigadores. Y más aún, en base a un episodio, en el que una de las personas que más respaldo les daba desde el Congreso, había cruzado una línea, la Agencia lanzó sus dardos contra la senadora.

El mensaje era claro: supervisión o no supervisión, “no te cruces en mi camino”.

Agreguemos que, dado que la CIA es la responsable de perjurio y no la víctima, no hay razón para tomar en serio los argumentos interesados de sus funcionarios, pasados o presentes, o ninguna versión de sucesos o cargos presentados por ellos. Estamos hablando, después de todo, de una institución responsable de actos de interrogación brutales, de dar una descripción falseada de los mismos, de mentir al Congreso acerca de su accionar, de destruir evidencia de sus peores actividades, de espiar al Comité del Congreso y su sistema de computadoras, y de obtener “mensajes de e-mail legalmente fuera de su alcance y otras formas de comunicación entre denunciantes y abogados relacionados con la Agencia y el informe del Comité”. Además, según un reciente artículo de portada del New York Times, el exdirector durante el gobierno de Bush, George Tenet, ha realizado maniobras conspirativas “en un contraataque contra el voluminoso informe del Comité del Senado” en conjunto con el actual director y varios exfuncionarios de la Agencia. (Y hay que tener en cuenta que “unas 200 personas bajo la responsabilidad de Tenet que han participado de alguna manera en el programa de interrogatorios” siguen trabajando para la Agencia.)

La Era de la Impunidad en Washington

En diciembre de 2012, el informe comenzó un recorrido en zigzag a través del proceso de “revisión y desclasificación, que aún no termina. La CIA se interpuso una vez más. El Senado estaba resuelto a desclasificar la evidencia recopilada en el informe, sus conclusiones y las 600 páginas del resumen. La CIA, que ya había hecho su trabajo de bloqueo del proceso de investigación del Senado, ahora se aseguró de que el proceso de aprobación fuera interminable.

Para comenzar, la Casa Blanca le otorgó a la CIA el rol central en la revisión y en el proceso de veto, lo que significa que le dio las facultades para demorar la marcha, detenerla y también para eliminar información crucial o perjudicial del informe mediante la reescritura del mismo. Para tener una idea del poder que poseen en Washington los organismos que componen la Cuarta Rama del gobierno (y cuáles son sus límites), solo hace falta examinar este caso.

A catorce años del inicio del siglo XXI, nos hemos acostumbrado tanto a este tipo de situaciones que raramente pensamos en lo que significa que la CIA -acusada de diversos delitos- sea la agencia que decida qué puede ser conocido por el público, en conjunción con la condescendiente Casa Blanca. El actual director de la Agencia, hay que hacerlo notar, ha sido un confidente cercano y un amigo del presidente, y durante años fue su asesor clave en el área de contraterrorismo. Para tener una idea de lo que esto realmente significa, quizás sea útil hacer el siguiente paralelo: imaginemos que en 2004, la Comisión del 11-S estaba forzada a entregarle su informe final a Osama bin Laden para que lo revisara y aprobara antes de que sea hecho público. Puede sonar como algo extremo, pero la CIA no está menos involucrada en el proceso. Y este proceso interminable que todavía continúa, aunque se suponga que la Casa Blanca debe presentar algo, posiblemente con muchas correcciones, quizás en los días tórridos de agosto.

Tengamos en cuenta también que solo estamos hablando del asombroso poder de una de las 17 agencias que componen la Comunidad de Inteligencia, que es solamente una parte de un vasto estado de seguridad nacional. Solo una. Pensemos en ella como si fuera una prueba de fuego para el estado de transformación de las relaciones de poder en el nuevo Washington. O podríamos mirarlo desde esta perspectiva: en base a un solo informe negativo del Senado sobre sus actividades, la CIA estuvo dispuesta a atacar a una legisladora conocida por ser una de las más fervientes defensoras del estado de seguridad nacional. Trató de intimidarla, intentó presentar cargos contra sus asesores, y la empujó a que ella “reticentemente” y casi con desesperación presentara frente al Senado una significativa denuncia de la agencia a la que había defendido durante mucho tiempo. Luego, la semana pasada, el director de la CIA retrocedió, quizás dándose cuenta de que habían llegado demasiado lejos, incluso para Washington en el 2014. Entre pedidos del Senado para que renunciara, pidió disculpas por las acciones extremas de empleados de bajo rango de la Agencia. (Sería una pérdida de tiempo esperar una reforma verdadera en la CIA.)

En su discurso ante el Senado, Feinstein acusó a la Agencia de atentar potencialmente contra las leyes y la Constitución. Dijo: “Estoy seriamente preocupada pues pienso que la búsqueda de la CIA [en el sistema de computadoras del Comité] podría haber violado los principios de la división de poderes que la Constitución de Estados Unidos garantiza, incluyendo la cláusula sobre libertad de expresión y debate. Podría haber afectado el marco constitucional que es esencial para que el Senado pueda ejercer una supervisión eficiente sobre las actividades de inteligencia o sobre cualquier otra función gubernamental… Además de las implicaciones constitucionales, la búsqueda de la CIA podría estar en infracción de la Cuarta Enmienda, el Acta de Abuso y Fraude relacionado con computadoras al igual que la Orden Ejecutiva 12333, que prohíbe que la CIA haga vigilancia o investigaciones internamente”.

En el proceso, describió detalladamente a una agencia cubriendo sus pasos, reacia a admitir cualquier error o de brindar información crucial, mientras intentaba bloquear e incluso desmantelar toda supervisión del Congreso. El equilibrado discurso de Feinstein debería ser leído por todos los estadounidenses, especialmente porque ella no ha sido una opositora sino una constante defensora de la Cuarta Rama.

Retrospectivamente, este “incidente” podría ser considerado como un momento crítico en la todavía no finalizada evolución del poder del gobierno en EE.UU. La prensa cubrió brevemente el discurso de Feinstein, como un alboroto más de Washington, y luego lo dejó para ir tras otras noticias más candentes. Mientras tanto, el llamado proceso de aprobación del informe del Senado continuó durante otros meses adicionales en la Casa Blanca y en la sede de la CIA en Langley, Virginia, como si nada hubiera ocurrido; la Casa Blanca se negó a intervenir en el tema; y el Departamento de Justicia se negó a presentar cualquier tipo de cargo contra la agencia. Mientras que un puñado de senadores amenazó con invocar la Resolución 400 del Senado –un poder en desuso, que data de hace 40 años, y que le da al Senado la facultad de desclasificar información- pero no dejó de ser una amenaza trivial. (Para lograr poner en efecto dicha ley hubiera sido necesaria que una mayoría del Senado votara contra la CIA y la Casa Blanca, algo altamente improbable.)

Suceda lo que suceda con el informe del Senado y a pesar de las disculpas pedidas por la CIA, no podemos contar con que el Senado presente cargos de perjurio contra los ex directivos de la CIA por mentir al Congreso. (No lo hizo, después de todo, en el caso previo que involucraba al Director de Inteligencia Nacional James Clapper.) Ni tampoco podemos esperar que se presenten cargos contra figuras importantes dado que el Departamento de Justicia se negó, en los años de gobierno de Obama, incluso a investigar a integrantes de la CIA que fueron responsables de la muerte de prisioneros.

El hecho es que, para la Cuarta Rama, esta sigue siendo la era de la impunidad. Ocultos por un velo de secreto, alimentados por leyes y cortes secretas, rodeados por las corporaciones y los políticos de su agrado, su poder para elaborar políticas y actuar como les plazca en nombre de la seguridad de los estadounidenses sigue visiblemente en ascenso. A pesar de los retrocesos que pueda experimentar, la tendencia hacia una mayor expansión y control pareciera ser indetenible en este momento. En el contexto del informe del Senado sobre la tortura, la pregunta sigue vigente: ¿Quién gobierna en Washington?

Texto tomado de la publicación: http://www.rebelion.org

*Co-fundador de American Empire Project y autor de The United States of Fear al igual que de una historia de la Guerra Fría, The End of Victory Culture. Dirige TomDispatch.com del Nation Institute. Su nuevo libro, Shadow Government: Surveillance, Secret Wars, and a Global Security State in a Single Superpower World (Haymarket Books) será publicado en septiembre.

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Economía de Cuba y América Latina: oportunidades y desafíos (I). Por: José Luis Rodríguez*

“Cuba planea duplicar exportación de productos farmacéuticos y de biotecnología en los próximos cinco años”. Titular de la publicación cubadebate.cu. Edición del 12 de abril de 2013. Foto: Correo del Orinoco

“Cuba planea duplicar exportación de productos farmacéuticos y de biotecnología en los próximos cinco años”. Titular de la publicación cubadebate.cu. Edición del 12 de abril de 2013. Foto: Correo del Orinoco

La cumbre de la CELAC celebrada en La Habana ha traído a un primer plano las potencialidades de los vínculos comerciales, financieros y de integración económica entre Cuba y diferentes países de América Latina y el Caribe.

Esto resulta particularmente relevante para el proceso de transformaciones que tiene lugar en nuestro país y también en el esfuerzo por mejorar nuestra inserción en el sistema de relaciones económicas internacionales.

El análisis de este tema requiere un análisis previo, teniendo en cuenta que las condiciones de la economía cubana muestran un elevado nivel de dependencia de sus vínculos con el exterior.

En efecto, la relación entre las transacciones comerciales externas y el PIB a precios corrientes alcanzó un nivel del 26,5% en 2012, cifra algo superior a la de 2000, cuando registró 23,1%, mientras que el coeficiente de importaciones se mantuvo en 18,8%, en un entorno similar al del período señalado, lo cual indica un crecimiento mayor de las exportaciones.

Por otro lado, cuando se añade el valor de las exportaciones de servicios, que pasan a ser preponderantes a partir de 2005, puede estimarse que la dependencia del sector externo se elevaría a 38,6%.

De un modo más sintético puede decirse que la estructura de la economía cubana actual precisa que para generar un crecimiento de 1% en el PIB se produzca un incremento de 1,55% en las importaciones (ver el interesante análisis de Nancy Quiñones titulado Déficit externo de Cuba en el período 1990-2010, incluido en la revista Cuba Investigación Económica, Nos. 1 y 2 de enero-diciembre de 2011), lo cual supone contar con elevadas capacidades de crédito para lograrlo, factor que se convierte en una limitante estructural que es preciso superar en el más breve plazo posible.

Es en este contexto que resultan de una importancia estratégica los esfuerzos que se vienen realizando para lograr un gradual equilibrio financiero externo mediante la promoción de exportaciones y la sustitución de importaciones.

En esa dirección se aprecian algunos resultados, si se toma en cuenta que en los últimos años el intercambio comercial externo del país sufrió una importante transformación, ya que se logró transitar de una balanza comercial de bienes y servicios deficitaria hasta 2008, a una superavitaria que se estima alcanzó 4,2% del PIB en 2012.

Este resultado se ha conseguido –no obstante– a partir de una severa restricción de importaciones y de un incremento en exportaciones de bajo valor agregado. En efecto, aún el 72,5% de la estructura de los productos que se exportan consiste en mercancías de baja integración tecnológica; el 6,2% de media-baja; el 7,2% de media-alta y el 13,6% de alta composición tecnológica.

De igual modo, la estructura de las importaciones refleja una reducción de 34% en la compra de bienes de consumo, mientras que la proporción de los bienes de capital en el total importado bajó de 13,1% en 2008 a 8,1% en 2012.

En el caso de las exportaciones, la expansión de los servicios de fuerza de trabajo altamente calificada ha contribuido a incrementar las posibilidades de obtener mayores ingresos utilizando el acervo de capital humano creado tras el triunfo de la Revolución.

En todos estos ámbitos el papel que han venido desempeñando varios países latinoamericanos merece una valoración particular. (Continuará).

Texto tomado de la publicación: http://www.cubacontemporanea.com

José Luis Rodríguez

José Luis Rodríguez

*Asesor del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial (La Habana, Cuba)

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