Las “nobles” sanciones estadounidenses

Por Jesús Arboleya

Diversos países y organizaciones de diverso carácter, incluyendo a la ONU, así como individuos a través de las redes sociales, han solicitado al gobierno de Estados Unidos que, como respuesta humanitaria a la pandemia de la COVID-19, suspenda las sanciones establecidas sobre algunas naciones. Aunque son muchos los países sobre los que pesa algún tipo de sanción norteamericana, se mencionan de manera especial los casos de Irán, Venezuela, Corea del Norte, Cuba y Rusia, que son los más afectados.

En respuesta a estas presiones, el Departamento del Tesoro acaba de emitir una declaración titulada “FactSheet: Provision of HumanitarianAssistance and Trade to Combat COVID-19”, según su título en inglés, donde se explica la posición estadounidense al respecto. En una breve nota al pie del documento, se aclara que un “factsheet” tiene solo un valor informativo, por lo que no puede ser utilizado para sustituir lo establecido en la ley ni como argumento para modificarla. No hay que llamarse a engaño, este documento no goza de autoridad para anunciar cambios en la política vigente, ni es una señal de posible benevolencia, como han interpretado algunos.

En realidad, no se habla de una eliminación de las sanciones, ni siquiera de una atenuación de las mismas. Por el contrario, lo que hace el Departamento del Tesoro es tratar de justificar estas políticas enfatizando el supuesto sentido democrático que las impulsa y una pretendida “nobleza” en su aplicación, toda vez que, según dice, siempre han estado previstas excepciones con fines humanitarios, establecidas mediante Licencias Generales o Específicas, a las que pueden recurrir los estados afectados.

Es cierto que estas disposiciones existen, sería políticamente incorrecto presentar a la opinión pública acciones devastadoras para otros pueblos, en la mayor parte de los casos impuestas de manera unilateral y violatorias de la ley internacional, sin establecer ciertas salvaguardas humanitarias, precisamente para salvar la cara, como ha ocurrido en este caso. Sin embargo, cualquier país bloqueado por Estados Unidos sabe lo complicado que puede resultar llevar a buen término alguna gestión basada en estas excepciones, dada la gran madeja de complicaciones legales y burocráticas que hay que salvar, máxime cuando la voluntad política del gobierno se orienta en sentido contrario y un clima de amenazas desestimula la participación de productores, comerciantes o entidades bancarias relacionadas con este comercio potencial.

En el caso de Cuba, las licencias generales mencionadas y algunas específicas concedidas, fueron en su mayoría resultantes de la interpretación más amplia que hizo el gobierno de Barack Obama de lo establecido en la ley Helms-Burton.Precisamente para abrir brechas al bloqueo, contra el cual se expresó personalmente, y así facilitar el mejoramiento de las relaciones entre los dos países.Aun así, ni siquiera siendo política oficial, priorizada por el presidente, fue fácil romper las barreras existentes. De todas formas, estas disposiciones sirvieron para ampliar las relaciones económicas en algunos frentes y anunciar perspectivas en otros, un proceso que se modificó radicalmente con la llegada al poder de Donald Trump.

La intención declarada del gobierno de Donald Trump ha sido revertir lo avanzado y restringir al mínimo las posibilidades de alternativas comerciales. En verdad, si ahora pueden mencionar estas licencias en el caso de Cuba, es porque sobrevivieron la devastación que sufrió la mayoría.

Además, se incrementaron las persecuciones, no solo contra entidades norteamericanas, sino también extranjeras, con el objetivo de cerrar el cerco económico contra Cuba. No es un secreto, el propio presidente se ha vanagloriado de tal grado de hostigamiento y los daños que causa a la economía cubana, porque eso es lo que le pide la ultraderecha cubanoamericana de Miami y ningún coronavirus se puede sobreponer a los planes electorales del magnate newyorkino.

Con todo lo que diga el FactSheet del Tesoro, tampoco las donaciones humanitarias han escapado a esta lógica diabólica. En medio de la pandemia, acaba de ocurrir el retraso de una importante donación privada de productos sanitarios chinos, porque la empresa transportadora adujo posibles sanciones del gobierno norteamericano, para solo mencionar un caso.

Es un mal chiste que, a raíz de la publicación del documento del Tesoro, Pompeo nos diga que el bloqueo no es tan malo y se encarame en la política de Obama, repudiada por ellos hasta el delirio, para hablar de aperturas, asegurando que las puertas siempre han estado abiertas, solo que Cuba no ha sabido utilizarlas. Menos sentido tiene que se diga ahora, precisamente cuando las puertas de Estados Unidos están cerradas para todo el mundo, toda vez que, más que ofrecer, cosa que ha prohibido el presidente, el gobierno se dedica a piratear productos sanitarios destinados a otros países.

Creo que estamos en presencia de un ejercicio de manipulación bastante burdo y quizás por eso la notificación del Departamento del Tesoro ha tenido poca repercusión en los medios de prensa. Lo lamento por aquellos que lo recibieron con algún viso de esperanza, es solo otra “fakenews”, de Trump y sus compinches.

Tomado de: https://www.cubainformacion.tv

Jesús Arboleya

Historiador, profesor e investigador cubano, especialista en relaciones Cuba–EEUU. Doctor en Ciencias Históricas con una decena de libros publicados. Profesor de la Universidad de La Habana, de 1993 a 1996, investigador del Centro de Estudios sobre Asuntos de Seguridad Nacional. En 2004 ganó el premio del Concurso Internacional Pensar a contracorriente con su ensayo La revolución del futuro. En 1996 resultó ser Mención Especial del Premio Casa de las Américas, con su publicación, Cuba: Revolución, Contrarrevolución y Emigración. En 2013 ganó el Premio Casa de las Américas con su libro Cuba y los cubanoamericanos. El fenómeno migratorio cubano.

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