Luis Suárez Salazar: El futuro es un campo de batalla. Por: Dalia González Delgado

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Desde que Barack Obama asumió en enero su segundo periodo de gobierno, inició una intensa actividad diplomática en América Latina. El mandatario estadounidense viajó a México y Costa Rica, mientras su vicepresidente, Joe Biden, aterrizó a finales de mayo en Brasil, Colombia y Trinidad y Tobago. Luego, la Casa Blanca acogió en los primeros días de junio al presidente chileno, Sebastián Piñera, y más tarde al mandatario peruano, Ollanta Humala. El propio Biden describió la iniciativa como “el periodo más activo de contacto a alto nivel con América Latina en mucho tiempo” y reconoció que “el Hemisferio Occidental siempre ha sido importante para Estados Unidos, pero más aún hoy en día porque tiene más potencial que en cualquier momento de la historia”.

¿Está Estados Unidos a la reconquista de una región que se les escapa de las manos? ¿Qué puede esperar América Latina de este segundo mandato de Barack Obama? Con esas interrogantes Cubahora se acercó a Luis Suárez Salazar, experto en relaciones internacionales.

Cinco ejes de una política 

Durante la presidencia de George W. Bush, Estados Unidos perdió en América Latina eso que ellos llaman “liderazgo”, comentó el catedrático. Así, uno de los documentos de la campaña presidencial de Obama en el 2008 fue titulado “renovar el liderazgo de Estados Unidos en el Hemisferio Occidental”. Siguiendo la lógica de sus antecesores, en ese documento se expresaba la intención de su administración de prolongar ese “liderazgo” a lo largo del siglo XXI. Esa ha sido una de sus misiones luego de ocupar el Despacho Oval.

Suárez identifica cinco ejes en los cuales se movió desde entonces la política de Obama hacia nuestra región. El primero sería “contra el ALBA-TCP” (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos).

“Esa era una línea, con diferentes expresiones, pero colocando en el centro de sus estrategias las políticas contra Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador, aunque por supuesto no con las estrategias brutales de Bush. En esa lógica debemos colocar el golpe de Estado en Honduras. Algún día sabremos cuánto Obama sabía o no, pero lo cierto fue que terminó respaldando el golpe y lo que vino después”. Ahí tuvo un eje de su política, tanto en el discurso como en la práctica, pública y no pública, como el financiamiento a la oposición y otras actividades desestabilizadoras que ha denunciado Eva Golinger con lujo de detalles”.

El segundo eje que Obama empezó a desarrollar es lo que Suárez ha llamado “recontrolar el gran Caribe”, lo cual incluye a México, Centroamérica, el CARICOM, la República Dominicana, Venezuela, Colombia, la República Cooperativa de Guyana y Surinam. A juicio del especialista, ahí la política “esencialmente fue muy continuista” con respecto a la de Bush.

Un tercer eje sería “el control del Pacífico”. “Vienen al encuentro dos cosas que a veces se confunden: la Alianza para el Pacífico y el llamado Tratado Transpacífico (TPT). La primera es de factura neoliberal latinoamericana; incluye México, Colombia, Perú y Chile, y se están sumando Costa Rica y Panamá. Los gobiernos de todos esos países tienen acuerdos de libre comercio y estrechos compromisos en el campo de la seguridad con Estados Unidos. Eso trata de debilitar las posiciones de Nicaragua en Centro América, y las de Ecuador en Sudamérica; ya que este es el único país del eje del Pacífico del hemisferio occidental que no tiene acuerdos de ese tipo con Estados Unidos. Y, al igual que Nicaragua, es un miembro activo del ALBA-TCP.

“Aunque en sus orígenes fue una iniciativa de los gobiernos de Chile y de algunos países asiáticos, ahora el Tratado Transpacífico está siendo impulsando por la administración de Obama con los gobiernos de diversos países de esa región. Está orientada más que todo a enfrentar la influencia de China, tanto en su propia región, como en otras zonas del mundo, incluida América Latina. Por eso ambas iniciativas están articuladas y la prioridad que le ha venido confiriendo la administración de Obama a incorporar a todos los países de la Alianza para el Pacífico al TPT”.

Opina Luis Suárez que con este movimiento hacia el Pacífico, el actual gobierno de Estados Unidos también pretende contrarrestar el punto más débil de su sistema de dominación en el continente americano: el Atlántico Sur. “Si miramos la composición del ALBA, de Petrocaribe, del MERCOSUR veremos que —con excepción de Bolivia y Ecuador— todos esos proyectos están integrados por los gobiernos de los países ubicados en el eje del Atlántico Sur. Y a estas alturas, los grupos de poder en los Estados Unidos saben que Brasil se está convirtiendo en una potencia global, y por lo tanto las estrategias de la administración Obama tratan de controlar, cooptar, evitar que esa potencia emergente se les convierta en una potencia antagónica. Ahí podemos identificar otro eje de la política de Obama”.

El quinto eje está vinculado con lo que Luis Suárez llama “ralentizar los proceso de concertación política, cooperación e integración económica que se están desplegando en América Latina y el Caribe al margen de la voluntad de Estados Unidos”.

“Ahí entra, por ejemplo, el ALBA-TCP, la gran preocupación que tiene Estados Unidos con la consolidación de la UNASUR y, de alguna manera, los avances que se han venido obteniendo en la institucionalización de la CELAC; ya que al final la política de la administración Obama y del que denomino gobierno permanente de Estados Unidos sigue orientada a tratar de mantener y preservar y fortalecer, el Sistema Interamericano”.

Posibles cambios en el nuevo mandato

Luis Suárez Salazar considera que aunque la segunda presidencia de Obama seguirá moviéndose sobre esos ejes, se observan algunos cambios, siempre orientados a lograr la recomposición de su sistema de dominación en el continente americano.

“Dentro del discurso de la clase dominante norteamericana —explica— hay dos palabras claves: prosperidad y seguridad. Durante el primer mandato de Obama la seguridad estaba muy sobredimensionada con respecto a la prosperidad. Pero ahora, en los discursos que hizo durante su visita a México y en la Cumbre del SICA, habló más de la prosperidad, aunque obviamente sin abandonar el componente de “la seguridad”. Y, a su vez, esa “prosperidad” siempre aparece asociada a la profundización o ampliación de los mal llamados tratados de Libre Comercio con Estados Unidos.

Para sustentar esta idea, el experto cubano pone como ejemplo un discurso pronunciado por el vice-presidente Joseph Biden en mayo del presente año frente al Consejo de las América en Washington. Allí, hizo un llamado a que la comunidad de negocios estadounidense entienda que Latinoamérica no es “un socio pobre”, que ahora deben mirar a la región como un “socio económico”, donde se ha ido desarrollando una clase media que es un mercado potencial. Para Suárez, ese discurso podría considerarse como uno de los pilares del “programa de Obama durante su segundo mandato”.

Por otra parte, argumenta que el vicepresidente norteamericano resaltó mucho en su intervención el tema energético. “En las proyecciones estratégicas que tiene Estados Unidos, el centro de gravedad de la energía en el mundo se va a mover del Oriente Medio hacia el continente americano, por las reservas petroleras, pero además por el potencial que ha demostrado que tiene el continente en energía hidráulica, energías alternativas, como los agro-combustibles”.

Durante su recorrido por la región, Biden visitó a los que Estados Unidos considera “sus dos principales aliados, uno real y otro potencial: Colombia y Brasil”, subraya Luis Suárez.

“El papel de ambos países en las estrategias de Estados Unidos también aparece remarcado en la Política de Defensa hacia el Hemisferio Occidental elaborada por el Pentágono para el decenio 2013-2023. En ese documento —dado a conocer públicamente en octubre del 2012— también se resalta la importancia que le confiere Estados Unidos a la elaboración de nuevas alianzas con las fuerzas armadas latinoamericanas y caribeñas. A eso que he llamado ‘el ALCA militar’”.

Relación Estados Unidos-Brasil

Según explica el experto, durante la primera administración Obama las relaciones con Brasil empezaron muy bien, pues sus nexos con el presidente Lula eran “estrechos”. No obstante, esos nexos se debilitaron —comenta el catedrático— cuando Obama rechazó la propuesta que había elaborado Lula y el gobierno de Turquía con vistas a lograr un acuerdo en torno al uso pacífico de la energía atómica por parte del gobierno de Irán. Según denunció Lula, aunque Obama había aceptado las negociaciones que se estaban desarrollando, rechazó el acuerdo entre Brasil-Turquía e Irán antes de que este se hiciera público.

Esto creó una situación muy complicada en las relaciones previamente existentes entre Lula y Obama. Ante esa realidad, Estados Unidos se propuso mejorar las relaciones con el gobierno de Brasil a partir de la elección de la actual mandataria Dilma Rouseff. “Si miras el récord de contactos Dilma-Obama —no solo de visitas oficiales, sino de contactos en diferentes foros internacionales—, han sido bastante fluidos. Se encontraron en Naciones Unidas, compartieron tribuna en la Cumbre de las América efectuada en Cartagena; Obama visitó Brasil y le confirió a Dilma el privilegio de que realizara una visita de Estado a Estados Unidos, algo que no había ocurrido con ningún presidente latinoamericano desde hace años”.

Parecía que estaba todo marchando bien hasta que se creó esta disputa sobre el espionaje denunciado por Edward Snowden, a la que el académico cubano considera que debemos darle “mucha importancia”, por las implicaciones que tienen esas actividades de espionaje para las proyecciones de Brasil no solo en el plano regional, sino también global, incluidos los acuerdos que se han venido elaborado entre el gobierno de ese país y de los demás estados integrantes del llamado Grupo BRICS: Rusia, India, China y Sudáfrica”.

“La participación de Brasil en ese grupo es coherente con sus aspiraciones históricas de convertirse en una potencia global. En la psicología del brasileño medio hay conciencia de que su país es ‘el más grande del mundo’, y que por tanto, tiene todo el derecho a ocupar otra posición en el mundo, incluida su aspiración de ser uno de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU. Y sin dudas, los gobiernos de Lula y de Dilma han venido impulsando esas aspiraciones de diferentes sectores sociales y políticos brasileños, incluidos sectores de las clases dominantes y del estamento militar”.

En ese contexto, considera Luis Suárez, el tema del espionaje le crea un “obstáculo” a la política de la administración Obama hacia Brasil, porque se ha demostrado que Estados Unidos no solo espiaba a Dilma y a otras instancias del gobierno brasileño, sino también a Petrobras, que es la empresa estatal encargada de la exploración y explotación de las grandes reservas petroleras que han descubierto en lo que ellos llaman la “Amazonía Azul”. De modo que se hace evidente que el espionaje estadounidense no solo tiene objetivos políticos, sino también persigue conocer los planes de la industria petrolera brasileña y las nuevas tecnologías que esta está desarrollando para garantizar la explotación de sus reservas en las profundidades de su extensa zona económica en el Océano Atlántico”.

A pesar de las contradicciones existentes entre ambos países, Luis Suárez considera que Obama seguirá trabajando por mejorar las relaciones con el gobierno presidido por Dilma, pues para los Estados Unidos “es muy importante tratar de subordinar a Brasil o, al menos, desarrollar relaciones con ese país de la manera menos confrontativa que le resulte posible, tanto por el peso que tiene Brasil en el continente americano, como en la edificación de un mundo multipolar”.

Consideraciones finales

Antes de concluir un diálogo que se extendió por más de una hora, preguntamos al experto en relaciones internacionales si se podría esperar un cambio en la política de Washington con respecto a Venezuela.
“No espero nada diferente”, dijo; “ya que el gobierno de Estados Unidos continuará trabajando para fortalecer la posiciones de la derecha venezolana, para desestabilizar y si le fuera posible derrocar a la Revolución Bolivariana, a través de vías predominantemente ‘pacíficas’, ya que ellos temen que la situación de Venezuela se les vaya de las manos y que en ese país se desarrolle una guerra civil que pueda afectar los importantes abastecimientos de petróleo que Estados Unidos sigue recibiendo de Venezuela y, que a su vez, pueda irradiarse hacia otros países andinos”.

A pesar de esas y otras afirmaciones, a  Luis Suárez no le gusta hacer pronósticos; siempre prefiere hablar sobre los “diversos escenarios” que pudieran presentarse en el porvenir; ya que en su criterio “el futuro no está predeterminado, es un campo de batalla, entre actores sociales, políticos”, en el cual, en medio de complejas y superpuestas contradicciones, cada uno está tratando de convertir en realidad su “futuro deseado”; lo que en el lenguaje popular suele definirse como “llevarse la sardina para su sartén”.

Texto tomado de la publicación: www.cubahora.cu

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