Rumbo a Luau

Tropas cubanas en Angola

Por René Rodríguez Rivera

El 2 de Enero de 1976 llegamos al aeropuerto de Cabinda. Fui en el último grupo con la Retaguardia de la Compañía. Montamos en un avión de dos motores con unos 50 asientos. El aparato tomó rumbo al mar y se alejó de la costa, quizás algo más de un kilómetro. Un compañero que se sentó a mi lado me dijo: “Todo ese territorio norte está en manos del FNLA”, cosa que por demás ya yo sabía. Mobutu tenía ocupado el territorio norte con su títere Holden Roberto.

Al llegar a Luanda nos esperaban en el aeropuerto oficiales cubanos y fuimos a pernoctar a la Misión Cubana en Luanda. Al amanecer vino a verme el Jefe de los médicos cubanos Milton Echevarría (ya fallecido) y me dijo que si quería quedarme en Luanda él podía resolverlo, pero yo preferí continuar con mi Unidad Militar, con la que había estado en Cabinda.

En la mañana nos llevaron al aeropuerto y comenzamos a cargar un avión de dos motores de la época de la Segunda Guerra Mundial que todos llamaban Don Atlas. Antes nos habían explicado que nos dirigíamos a Saurimo, en el lejano este angolano. El norte estaba en manos del FNLA y el sur lo controlaban los surafricanos y la Unita. Volaríamos sobre una larga y estrecha franja parcialmente  controlada por el MPLA. La situación no podía ser peor.

Me acerqué al aparato y vi como subieron al mismo los equipos médicos que solo estaban comprendidos por una caja de mediano tamaño y en su interior material quirúrgico y medicinas. Le pregunté a un cubano si no se pesaba la carga y me dijo que no, que no había tiempo ni medios para hacerlo. Después de la carga montamos los hombres con nuestros fusiles y nos sentamos en esos asientos de tiras de lona que se ven en las películas de paracaidistas, con la espalda en la pared. Lo que no había eran paracaídas. Nos acomodamos junto a la carga compuesta de morteros, cañones 75, municiones de todo tipo y recipientes con gasolina de avión. A mi lado se sentó el Capitán Alfonso Pérez Isaac y me dijo: “Médico, son dos horas de vuelo hasta Saurimo”.

Habríamos volado unos 20 minutos cuando bruscamente se abrió la puerta de la cabina del piloto y salió un cubano gordito en camiseta y ordenó: “A ver, rápido, traigan todas esas mochilas del fondo hacia acá, pero apúrense”. La operación se hizo rápidamente y Pérez Isaac me susurró al oído: “Eso fue porque la carga va desnivelada”. Un tiempo después sobrevolamos la ciudad de Malanje en el centro norte del país, que estaba en manos del MPLA. Sería más menos medio día cuando aterrizamos en el aeropuerto de Saurimo, el que había sido una base aérea muy utilizada por los portugueses.

Descansamos toda la tarde y la noche en una base militar aledaña al aeropuerto o pertenecientes a él. Dormí en una camita pequeña pero cómoda y en la mañana volvimos a tomar aquel viejo avión rumbo a Luau (antes Texeira de Souza), un pueblo en la frontera con la provincia congolesa de Katanga, la misma en que asesinaron a Patricio Lumumba. Volamos muy próximos a la tierra hasta que aterrizamos en la pista del pueblito. Descendí del avión con mi fusil y mochila y nos recibió el Comandante Colas; también estaban Vecino Alegret y otros oficiales. Nos llevaron a un local en donde estaríamos hasta nuevo aviso. El Comandante reunió a los Oficiales y nos informó de la situación.

Del otro lado de la frontera había una tropa de mercenarios que amenazaba atacar a Luau. Nuestra unidad tenía la misión de defender el pueblo, destruir el puente del ferrocarril y después avanzar hacia el este, rumbo a la capital de la provincia Luso (hoy Luena). Al anochecer el Comandante me ordenó preparar condiciones para garantizar la asistencia médica pues esa noche se destruiría el puente del ferrocarril. Me asignaron un jeep con un chofer y entre un sanitario y yo preparamos todo lo que estimábamos necesario.

Serían aproximadamente las nueve de la noche cuando me dieron la orden de dirigirme hacia el puente. Me recibió el Mayor Olachea, Segundo Jefe de La Unidad, y me dijo: “Sitúense aquí, bajo esos árboles, y no enciendan luces. Si comienzan a disparar desde el otro lado protéjanse en esa zanja de la carretera”. Y nos señaló el sitio en cuestión.

El tiempo no parecía transcurrir, hasta que de pronto escuchamos una poderosa explosión en dirección al río y pensamos que era la voladura del puente. Unos minutos después pasaron en un alarido sobre nuestra posición lo que interpretamos como proyectiles de artillería, que fueron a caer varios cientos de metros detrás de donde estábamos. Inmediatamente respondió nuestra artillería reactiva (BM 21), con ese terrible sonido ensordecedor. El sanitario, el chofer y yo nos acurrucamos en la zanja e inmediatamente cesó el fuego de ambas partes. Unos minutos después llegó el Político y me dijo: “Médico, misión cumplida; no hay bajas, pueden retirarse para el pueblo”. Arrancamos el Jeep y contentos regresamos por la oscura carretera a Luau.

Dormí a pierna suelta.

Tomado de: Segunda Cita

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