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Miguel Machalski: “Originalidad es encontrar la manera de sugerir o plasmar ciertas nociones”

Por Octavio Fraga Guerra @CineReverso

Transcripción de la entrevista a Miguel Machalski, guionista, consultor y tutor de guiones de Argentina, en el espacio Diálogos en reverso, de la Unión de Periodistas de Cuba, realizado el 8 de febrero de 2023 basado en su libro, El guion cinematográfico: un viaje azaroso (Ediciones EICTV, 2009).

Octavio Fraga: Hola, bienvenidos a otra sesión de Diálogos en Reverso, un espacio de la Unión de Periodistas de Cuba que tiene su espacio los miércoles a la una de la tarde. Hoy tenemos otro gran invitado, y digo gran, porque tiene una hoja curricular importante, sustantiva, intensa. Miguel Machalski, bienvenido a nuestras pláticas sobre cine.

Miguel Machalski: Muchas gracias por la invitación, Octavio, muy agradecido.

Octavio Fraga: En las dos ediciones anteriores hemos subrayado —nos parece importante recordarlo— que Diálogos en reverso lo vamos a dedicar este año, al abordaje libros de cine y sus autores, o volúmenes que, aunque su cuerpo temático no sea necesariamente de cine, por sus contenidos tributen al arte cinematográfico. Nos parece importante hacer este recorrido con los autores que nos pueden enriquecer, aportar, actualizar conceptos e ideas, también valoraciones.

El libro que hemos tomado como objeto para nuestro diálogo con Miguel Machalski se titula, El guion cinematográfico: un viaje azaroso. Es una edición del año 2009, pero sus páginas tienen absoluta vigencia.

Como ya es habitual en Diálogos hacemos una pequeña presentación antes de la plática, y digo pequeña —también difícil— porque, como anunciaba al principio, Miguel tiene una hoja de trabajo versátil.

Nuestro invitado se desarrolla en el ámbito internacional como guionista, consultor y tutor de guiones. Ha co-filmado, o filmado, más de veinte guiones cinematográficos de diversos géneros, comedia, drama, relato histórico. También ejerce como asesor de proyectos vinculados al cine en Europa, África, Medio Oriente y América Latina, labor que materializa con una absoluta intensidad y entrega. Ha trabajado en eventos culturales y festivales de cine e imparte, además, talleres nacionales e internacionales organizados por instituciones públicas y privadas. Colabora regularmente con grandes estudios de Europa, por citar uno, Proimágenes de Colombia, muy conocido en ese país y en América Latina. Es autor de tres libros publicados. Además de El guion cinematográfico: un viaje azaroso, están El punto G del guion cinematográfico, publicado en Madrid, y ScreenTelling, publicado en inglés, disponible en versión electrónica.

Bueno Miguel, tienes una potente hoja de trabajo que yo he acortado, y agradecemos una vez más que hayas aceptado nuestra invitación.

Miguel Machalski: Bueno, yo te agradezco también.

Octavio Fraga: Este espacio es muy informal, apostamos siempre por la mayor cercanía posible, gracias a esta posibilidad que nos da la herramienta de la videoconferencia. Empiezo con la primera pregunta y son muchas las que quiero hacerte.

En el prólogo a la edición de este libro el cineasta cubano Fernando Pérez, acota una diferencia entre principios y normas para la escritura del guion. ¿Podría desgranar esa idea?

Miguel Machalski: Primero, ese libro lo escribió otra persona que ya no soy yo. Estamos hablando de la primera edición, que fue del 2009, así que ya van más de catorce años. No sé si siempre estoy de acuerdo con esa persona que escribió ese libro, con lo que decía en aquel momento. O, mejor dicho, no creo que esté en desacuerdo, pero sí se ha ensanchado, se ha abierto a muchas otras experiencias que he tenido, experiencias profesionales y personales también. Considero que toda esta cuestión de la escritura del guion, de contar cuentos, de hacer cine, no es sólo un tema profesional o vocacional, sino que tiene mucho que ver con la vida, es muy vivencial también.

Uno de los puntos que más destaco en mi trabajo como consultor es que la escritura de un guion es un acto creativo, no es un acto técnico y que, incluso, hasta la palabra que a veces se usa, la cuestión del aprendizaje del guion (no estoy totalmente de acuerdo con el termino aprendizaje) es una experiencia, es un proceso. En ese proceso hay un guía, un facilitador y hay una persona que se entrega al facilitador para sacar de sí su potencial creativo, estrictamente hablando. Muchas veces hago referencias con la música, porque soy un poco músico al mismo tiempo. Hay una maestra, una mentora de música, Nadia Boulanger, que en Francia ha sido quien guió a gente como Astor Piazzolla, Abel Visconti, grandes músicos, y, lo que ella misma representó como creadora es mucho más importante que lo que ella logró fomentar, estimular, inspirar a otros músicos. Creo que el rol del consultor es ese; no pasa por normas. Hay un conjunto de normas que podemos decir que son reglas. Este es un enfoque más bien norteamericano o anglosajón de la escritura de guiones, que no descalifico, pero de ninguna manera es lo único —ni quizás lo más importante— entonces no le diría a un joven guionista que quiere embarcase en ese camino que ignore completamente estos manuales que tienen una serie de normas o recetas, o fórmulas, no sé qué palabra podemos usar, pero que no use eso como única brújula en su camino.

Desde mi punto de vista, los principios son más bien algunas maneras de ver las cosas que no son reglas, son pautas que permiten al autor o al creador decidir para dónde ir. Lo que me molesta un poco con la idea de las normas es que a veces pueden sonar un poco como que esta es la manera correcta de hacer lo que sea, ya sea escribir un guion o construir una mesa. Y el principio es, más bien, una especie de concepto general que permite a cada uno encontrar, quizás, su propia norma (podemos llamarla así), pero una norma única y personal que le permite a esa persona obtener los resultados que está buscando en el plano creativo.

Octavio Fraga: Tomando como base su experiencia como tutor y asesor de guiones, volveré sobre esa experiencia que usted tiene, ¿cómo ha evolucionado el guion cinematográfico en los últimos años? ¿Cómo lo ve hoy?

Miguel Machalski: El guion ha ido evolucionado en la medida en que el mercado ha ido evolucionando. La manera de ver cine ha ido evolucionando, los costos de producción —todos estos elementos que son periféricos, que son colaterales— han incidido también en la manera de escribir guiones, sin hablar de las series de televisión, que han introducido nuevas pautas narrativas. Hay quienes repudian el lenguaje televisivo como menor. Yo no lo considero así, sobre todo algunas series que he estado viendo que me parecen de una escritura excelente. Eso sí, el protocolo, la manera de encarar la escritura del guion y la manera de contar cuentos ha cambiado mucho, y hay que incidir mucho en guiones de largometraje, a tal punto que no son pocos los proyectos que yo asesoro actualmente, que están presentados como largometrajes, pero que en realidad puede convenir más que se conviertan en series. O sea, desde el punto de vista de la eficacia del relato, presentan nuevas posibilidades de producción, según el país, los fondos y demás. Esa no es mi área de pericia. Yo algo sé de eso por, simplemente, estar por ósmosis, por estar ahí, pero lo que a mí me interesa es cuál es la mejor manera de contar.

También hay una cosa que estoy viendo mucho en los últimos años: ¿hasta qué punto los autores son tributarios de los fondos de apoyo de sus respectivos países? Teniendo en cuenta que trabajo con muchos países en diferentes continentes, un guion que logre generar los fondos necesarios para hacer la película, la pregunta subyacente no es cómo hago para hacer la mejor película que quiero hacer sino cómo hago para convencer a los comités de lectura para obtener los fondos que necesito. Y digo que a veces esto es falso, porque es una especie de profecía autocumplida. No es que realmente los comités sean tan cerrados, aunque a veces lo son, sino que el autor empieza a decir: “Uy, si pongo esto no le va a gustar a este o al otro”. Me parece una presuposición no siempre acertada, pero eso va configurando un poco la escritura de guiones, es un tema bastante largo.

Hay otro tema que se ve mucho en la cuestión de los géneros. Hace algunos años la ausencia de un género definitivo no era un problema, muchas películas eran dramas o comedias dramáticas. Hay una cierta tendencia, hoy en día, de ir hacia el género porque es una etiqueta más visible, más nítida, que permite colocarse frente a un público que no está. Este es un fenómeno mundial, obviamente tiene mucho que ver con internet y con las plataformas que permiten ver películas fuera de las salas, también porque yo creo que el género atrae mucho. No digo que este es un elemento de marketing, no es mi especialidad tampoco. A veces incito a que una película tenga un género bien identificado o un género múltiple. Puede ser comedia y thriller al mismo tiempo, pero que sea identificable permite, más fácilmente, acceder a los fondos financieros —y a cualquiera que evalúe un guion— a identificar un poco más el tipo de película de la que se está hablando, y no impide, por otra parte, estar contando algo mucho más relevante.

Octavio Fraga: Volviendo sobre ese mismo análisis de los guiones que ha leído en los últimos años ¿Podría identificar alguna tendencia, corriente de conjunto, de maneras de hacer el guion que rompa con lo que se ha hecho anteriormente?

Miguel Machalski: No, yo diría que una cosa que voy notando es que cada vez más el standard o el nivel técnico-profesional de escritura está mejorando mucho en todas partes del mundo. Me pasa mucho menos, es decir, en estos guiones que son un poco como un ovni, que están escritos con un standard que uno no entiende, que tiene una letra muy pequeña, entonces la extensión está un poco distorsionada, uno no sabe, tiene sesenta páginas. Yo no sé si es una película de una hora o de dos horas, o que no respetan normas previas. Son esas reglas de escritura que permiten una lectura, que el lector esté manejando las mismas referencias. Entonces yo creo que cada vez más se está profesionalizando la escritura. Ahora, el tipo de narrativa no tanto. Lo que sí hay muchos cambios en los temas, hay más proliferación de temas sobre las diferencias de género o la cuestión transgénero, mucho guion, muchas historias que giran en torno a ese tema. Son tópicos de la sociedad muy actuales. En Europa se aborda mucho sobre los refugiados, ya están empezando a aparecer, sobre el tema de Ucrania, de Rusia y, por supuesto, los temas medioambientales. Eso a granel. Lo que va pasando en la sociedad se ve reflejado —consciente o inconscientemente— en las historias que se cuentan.

Octavio Fraga: En el libro usted apunta, con muchos subrayados, diría yo, lo crucial que resulta el personaje en el empaque del guion. Me gustaría que profundizara en esa idea, es un capítulo muy importante.

Miguel Machalski: Sí, cómo no, antes de hacer eso, quisiera añadir un poco, con respecto a lo que decía antes.

Octavio Fraga: Adelante.

Miguel Machalski: El tema medioambiental, el tema de las guerras, el tema de las crisis económicas, el tema de las crisis individuales con respecto a las tendencias o pertenencias de género, así sean muy importantes, suele suceder que se convierten en géneros, donde el tema de la historia es la dificultad que tiene un individuo en que acepten que es una mujer en un cuerpo de hombre. Ahora, no todos los individuos que tienen esta problemática son iguales. Si tú eres una mujer en un cuerpo de hombre y yo soy una mujer en un cuerpo de hombre, tenemos además de eso muchos otros factores que nos definen como seres humanos. En las películas de refugiados, muchas veces los personajes se definen como refugiados, y nadie es solamente un refugiado, cada refugiado es único, y esto en realidad es como casi una introducción a tu segunda pregunta, el personaje. Un ser humano no es representativo de un lugar en la sociedad, o de un pensamiento político, o de un lugar histórico, cada ser humano tiene factores singulares que hacen que ese personaje —dentro de su contexto— tenga ciertas conductas, ciertos comportamientos, y eso me parece muy importante, porque me encuentro mucho con personajes genéricos que son prisioneros de la historia y del tema, y no artífices de la historia y del tema. En una palabra, si tú quieres hablar de alguien que es xenófobo o racista, que no quiere, de ninguna manera, que vengan refugiados a su país, y tú quieres hacer una denuncia a través de ese abordaje, si la película o la historia se queda solamente en el plano de la denuncia se convierte, muy fácilmente, en un panfleto. El público que va a estar de acuerdo con eso que tú dices, ya está de acuerdo desde antes. Un fascista, un nazi, un racista, no va a ver esa película. Entonces estás dirigiéndote a los que ya están convencidos. Entonces yo cuando me veo con ese tipo de cosas, pienso, bueno, vamos a ver quién es este tipo que es racista, qué dice este tipo que tiene ese odio, ese miedo del otro. Entremos más en su mundo interno, veamos cuáles son sus demonios internos, veamos con qué se está peleando él para estar peleándose en el otro, en qué medida él se siente similar al otro y no le gusta esa similitud que ve en él. Entonces, su rechazo del otro es un rechazo de sí mismo, en una palabra, hay un poco más psicológico sin ser lo que llamo psicologista. No soy muy aficionado a las películas que hacen como terapia del personaje dentro de la película, pero sí me parece interesante que los guionistas se detengan a ver quién es esa persona que está en ese lugar, porque va a crear personajes mucho más reales, con muchos más matices, y va a plantear el problema desde otro lugar que el de las circunstancias. O sea, el hecho de que ese tipo sea racista y no que quiera que vengan ucranianos a su país, no es solamente producto de las circunstancias, es producto de un perfil y de factores de su vida que le generan ese rechazo. Y si no hubieran extranjeros que quieren venir a su país, tendría ese rechazo en otro lugar de su vida, porque lo que tiene que resolver no es que los ucranianos vengan o no vengan, tiene que resolver cosas en él. Entonces yo creo que hay una complejidad —que muchas veces falta— en el momento presente, en los guiones que leo y trabajo mucho. Le dedico mucho más tiempo a trabajar en quiénes son esas personas que están en ese lugar, en la trama, el argumento, la estructura, pero, a mi modo de ver, es dependiente de lo otro.

Harold Pinter, por citarlo, decía que él ponía a sus personajes en una situación, imaginaba las situaciones y después se sentaba a ver qué hacían en esa situación. Me parece muy bonito como idea, porque además no son títeres que uno mueve a su antojo, hay que ver quién es esta persona y por qué hace o no hace lo que uno le está imponiendo a través de la trama, del argumento.

Octavio Fraga: Uno escribe para un público, obviamente, ¿pero podemos hablar de un tipo de público, de muchos? ¿qué variables debe manejar el guionista sobre este capítulo, considerando que los lectores fílmicos resultan sujetos intocables?

Miguel Machalski: Bueno, lo que pasa es que a veces yo escucho en muchos de los paneles donde comparto con otros colegas, sin decir que tienen razón o no, “tú escribe el guion que quieras, no pienses en el público, no pienses en el dinero, no pienses a quién está dirigido, porque si no eso te va a frenar”. Estoy un poco de acuerdo, pero no del todo. Pienso que no sirve para mucho que tú te pases horas, días y semanas, cuando no años, desarrollando una historia que finalmente no tiene un destinatario. En el otro extremo, está la cuestión de escribir pensando tanto en el destinatario que ya no estás escribiendo la historia que quieres escribir, sino la que piensas que el otro quiere escuchar, ver o leer. Un guionista es un poco como los acróbatas, los malabaristas chinos tienen como no sé cuántos platos dando vueltas. Entonces, tiene que estar atento a que no se le caiga ninguno, estar atento a todos. Este es el cuento, la historia, el guion que me sale de las tripas, del corazón, es lo que quiero contar, pero estoy contándolo de una manera que la gente a quien yo quiero llegar me pueden escuchar, les va a interesar escucharme. Creo que era John Steinbeck, que decía: “Una historia no sirve para nada si no trata sobre el oyente”. Puedo contarte una historia que te sea muy ajena, que no tenga nada que ver con tus circunstancias personales, pero que tenga algún vínculo universal que puedas traspasar, trasponer a tu realidad. Hay que pensar en el espectador en este sentido, si yo le escribo un poema de amor a mi amada y ese poema es tan enigmático que no me va a entender, yo entiendo que venga una persona y me diga: “Mira, Miguel, si tú quieres realmente acomodarla, escribe una cosa un poquito más…”, Hay que buscar un equilibrio entre la calidad poética y una lectura para esa persona, que es mi amada, porque si no caes al puente. 

Dicho esto, hay también otro asunto a contemplar, y tiene mucho más que ver con aspectos no estrictamente guionísticos y creativos. En qué nicho del mercado uno se quiere colocar. Si tú estás pensando en hacer una película autoral, bastante pequeña en términos de producción para el circuito de festivales, vas a tener que aceptar que el público sea bastante restringido y que de repente estás escribiendo una historia, una película “difícil”, como puede ser hoy en día Tarkovski para un espectador que no tiene experiencia cinematográfica o un joven que ve películas de superhéroes, está bien. Pero muchas veces lo que va a impedir que se haga son cuestiones financieras, no hay público suficiente, sin entrar en cuestiones comerciales de lucro, sino simplemente de sostenibilidad, de viabilidad. Yo recuerdo una anécdota, no voy a dar nombres, en un momento dado empecé a trabajar con un argentino, por cierto, un muchacho joven que había hecho un par de películas de muy bajo costo, muy festivaleras, muy personales, bonitas, interesantes, con calidad, pero para un público, digamos, restringido. Este cineasta quería pasar a otro tipo de películas más grandes, de presupuestos considerablemente más elevados y —palabras suyas— donde su abuelita no se quedara dormida. Entonces yo digo, okey, lo entiendo perfectamente, eso significa que vas a intentar buscar ciertos mecanismos dramáticos y narrativos para enganchar un poco más, siempre que enganchar no signifique algo ofensivo o que rebaje, y en realidad, finalmente no hubo caso. Cada vez que él escribía una nueva versión del guion volvía con un texto donde muy probablemente la abuelita se iba a quedar dormida. Entonces le dije: ninguna cosa es buena o mala, eres tú quien estás diciendo que quieres hacer este tipo de película con este tipo de guion. Entonces, vuelves a hacer la tercera película, pero no vas a conseguir dos millones de dólares como estabas pretendiendo como presupuesto. Esto lo puedes hacer, pero con trescientos mil dólares. El guionista tiene que tener una noción sobre la realidad del mercado, mal que nos pese usar esa palabra. Incluso, las pequeñas películas autorales de arte y de ensayo, tienen también su mercado, y no es sostenible, uno no puede ser cineasta haciendo películas que no entren en cierto circuito que te permita ejercer este oficio como profesión y no como hobbie.

Octavio Fraga: Ahora lo voy a ubicar en el crítico de cine que tributa hacia las publicaciones generalistas, que son muy importantes porque llegan a un público mayor. Quizás usted no esté totalmente de acuerdo conmigo, pero los contenidos de estas publicaciones siguen siendo el director y los actores protagónicos de la película, el centro de atención de la crítica, y el guion y la labor del guionista resulta relegada, ¿por qué?

Miguel Machalski: Yo estoy de acuerdo con eso y pasa porque el guion es un elemento un poco invisible en la película. Fue visible al principio, porque lo primero que hay de la película es el guion, quiera uno o no, salvo muy pocas excepciones. Hay cineastas que filman sin guion. No sé, John Cassavetes. Hay algunos ejemplos, pero son excepciones que ponen una regla. Hoy en día es muy difícil que le den dinero a un cineasta para hacer películas sin un guion, pero, hablando del guion, ese primer elemento se va disolviendo en el proceso de elaboración de la película hasta terminar desapareciendo. En la película no es que desaparezca, pero es como digerido por ella, y ya lo que sale luego es otra cosa. Lo que pasa es que también —creo que lo dije en el libro, lo digo todo el tiempo—, el guion es un poco híbrido, porque uno está escribiendo palabras en papel que tienen que reflejar imágenes en la pantalla, es como escribir una pieza de música para un escultor, ¿exagero?, no es tanta la diferencia. Una parte es la disciplina literaria por más que no se considere literatura y, la otra, es una disciplina audiovisual. Entonces, ¿qué pasa? Que la figura del guionista va como un poco desapareciendo, por lo menos ante el público. Por supuesto, de puertas adentro, porque se sabe quiénes son los guionistas, quiénes son los buenos, pero para el público es muy difícil que el guionista se conozca. Y otra razón, no menor, es que son pocos los directores que abiertamente agradecen o estiman que el éxito de una película es también responsabilidad del guionista. Más bien lo ocultan, No muy agradable para decir, tampoco es muy agradable de experimentar. Una vez más soy un poco precavido con respecto a dar nombres, pero hay casos de binomios de director y guionista que producen películas sumamente interesantes en gran parte, por lo menos en un cincuenta por ciento si no más, gracias al guion. Y, una vez que esa película se realiza y sale, el realizador como que oculta o por lo menos no menciona al guionista. Esto no ocurría tanto en el pasado. Buñuel siempre habló muy claramente de que Jean-Claude Carrière era su guionista, no su co-guionista, era su guionista. Obviamente, si tú paras a alguien en la calle y le dices: “¿Conoces a Jean Claude Carrière? seguramente no sepa quién es. Este un fenómeno que tiene que ver, también, con que el público lo que ve es la película, no ve el guion, incluso la figura del consultor, del asesor de guion, ahora ya empieza a ser un poquito más conocida, pero hace unos años, yo decía que trabajaba de asesor de guiones y me decían: “What’s that? ¿Qué es asesor de guión?”, como si pudiera imaginar que el pintor tiene un asesor —ponle verde y no azul—; entonces, eso te dice hasta qué punto el guion es como un elemento que tiende a pasar al olvido.

Octavio Fraga: Algunos investigadores de la cinematografía estadounidense apuntan a que los productores de Hollywood son verdaderos conocedores del guion ¿mito o verdad?

Miguel Machalski: Son conocedores del tipo de guion que necesitan para entrar en un mercado muy específico, que es el mercado norteamericano. Esto no es ni verdad ni mentira. A muchos productores de Hollywood tú les das un guion de Krzysztof Kieślowski o le das un guion de Fernando Pérez o de Lucrecia Martel y no sé si pueden evaluarlo debidamente ¿Por qué? Porque no tienen las herramientas. Y los hay también realmente cinéfilos, que saben mucho de cine, que ven todo tipo de cine, saben evaluar los guiones desde ese lugar. No hay que olvidar que la industria norteamericana no es equiparable con ninguna otra del mundo, salvo la india. Bollywood es la única industria en el mundo que maneja las sumas de dinero y el volumen de producción similar a Hollywood, y funcionan con una lógica también. Si una película va a costar ochenta millones de dólares, tanto el guionista como el asesor, como el productor, tiene que tener en cuenta que no pueden equivocarse, nadie puede equivocarse. Hay parámetros que hacen que una película tenga un potencial, que genere ingresos, que permitan una inversión de ochenta millones. Entonces no creo que sea ni mito ni verdad, la cuestión de todo depende del contexto, del tipo de industria, del tipo de película, si la película está destinada a un público local, doméstico —que hay muy pocas ahora— porque casi todas quieren entrar en el mercado internacional. Entonces, un productor francés que evalúa un guion latinoamericano, muchas veces, desde nuestra perspectiva, no está viendo un montón de cosas, pero está viendo otras, que él sabe cuáles son los elementos que faltan o sobran para que esa película entre en un circuito, ya sea más comercial, ya sea más festivalero, dentro de Europa. Es una cuestión de qué parámetros uno está utilizando.

Octavio Fraga: Mucho se ha escrito en los últimos años sobre el cine experimental y también sobre el guion experimental. Sobre este segundo capítulo, ¿me podría dar su definición?

Miguel Machalski: Experimental es algo que uno hace, ya sea en un laboratorio científico como escribiendo un guion, y lo hace a ver qué resultados da para establecer posiblemente algún standard a partir de ahí. Si yo hago el experimento de escribir un guion donde voy a decidir que lo escribo al estilo de Rayuela, de Julio Cortázar, en lugar de hacer un orden cronológico —no sólo un desorden cronológico— sino escribir las escenas de tal modo que uno pueda empezar en el medio, al final, o al principio, o donde quiera, y después saltar a otro lugar, me resulta bastante poco viable. Pero yo diría: “Bueno, bien, vamos a ver qué pasa”, es experimental porque uno lo hace una vez. Si los resultados son concluyentes uno de repente afina ese enfoque y termina convirtiéndose en una forma de crear guiones. Ahora, si el experimento falla, pues no se repite el desorden cronológico en las historias en mosaico que aficiona mucho a Guillermo Arriaga, el gran guionista mexicano que escribió Babel, Amores perros, 21 gramos. Es un cineasta que juega con el orden de causa y consecuencia de una manera magistral. Lo lógico es poner una causa y darle una consecuencia. Él lo que hace es coger las consecuencias y las pone dentro de las causas, entre otras cosas, en lugares y situaciones diferentes. Ahora bien, él no escribe guiones experimentales, a estas alturas menos que menos, lo tiene todo perfectamente dominado. Si yo te escribo un guion, como te decía antes, al estilo Rayuela, donde puedo empezar en cualquier lado, y primero hay que ver cómo se financia eso, porque es complicadísimo que alguien apueste el dinero que hace falta para hacer una película hoy en día para un experimento. El problema es que el cine es costoso. Tú puedes escribir una novela experimental y que te la publiquen puede ser complicado, pero, en todo caso, los costos son muchísimo menores. Puedes pintar un cuadro experimental, puedes componer una música experimental, todo eso “no cuesta nada”, pero si haces un guion experimental, que, por supuesto tiene por objeto, como destino, convertirse en una película experimental, en el camino has gastado cientos de miles de dólares. Hoy en día, tú puedes ir con una cámara digital, tienes un programa de edición y, es cierto que puede costar muy poco, y ahí puedes hacer lo que quieras, puedes ser totalmente experimental. Pero luego hay que ver qué haces con ese trabajo finalizado, cómo se difunde, si vas más allá de una cosa que uno hace para uno mismo. A veces me han venido con guiones experimentales, yo tengo poco para decir, no tengo muchos elementos. Digo: “Bueno, a ver, haces la película y después hablamos”, porque desde el guion es difícil evaluarte, es muy personal y, además, en lo experimental el creador tiene en la cabeza una visión de lo que eso puede ser, que difícilmente pueda plasmar en la página. Yo quiero hacer películas experimentales dentro de lo que es la “industria cinematográfica”, y lo pongo entre comillas porque entiendo que es una palabra un poco ambigua si se quiere. Está todo el tema del acto creativo, enmarcado dentro de cierto lugar que llamamos mercado.

En mi casa puedo ser todo lo experimental que quiera, a partir del momento en que empiezo a salir afuera con ese guion experimental, no sé hasta qué punto puede ser recibido o entendido, y en el último instante, generar interés y comunicación, porque uno crea para comunicar.

Octavio Fraga: ¿De cuáles herramientas no se puede desprender un guionista para hacer una buena historia?

Miguel Machalski: Siempre teniendo en cuenta que puede haber excepciones, es bastante difícil prescindir de la noción de conflicto en un entorno. O sea, si yo te cuento que esta mañana me levanté a tal hora, y me duché, y comí un desayuno de frutas con una banana y un durazno, y que luego salí a dar un paseo con mi perro y después volví a casa y me puse a leer un guion, y lo dejo ahí, bueno, ¿y, para qué me estás contando esto? Si yo digo que salí y en el parque cuando fui a dar un paseo me encontré con la oreja de un ser humano, como en Blue Velvet, en Terciopelo azul, de David Lynch, apareció un conflicto que no tiene que ser una pelea, apareció algo que no va con la normalidad de una situación, porque realmente uno no se encuentra con orejas humanas con facilidad cuando está paseando el perro en el parque, no necesita ser tan grande la historia. Estaba caminando por el parque y de repente escucho que dicen “Miguel”, y veo a un amigo que hace cuarenta años que no veo, ya eso merece que se esté contando una historia, porque estoy contando algo que es excepcional dentro de la normalidad de la situación. Hay que entender que normalidad de la situación no es la normalidad aceptada o consensual; digamos, un asesino no nace, un asesino a sueldo lo que hace es matar gente por contrato, eso no es que sea una vida muy normal, pero si yo empiezo mi historia así, hasta ahí no hay conflicto. El conflicto va a aparecer el día en que ese asesino recibe un contrato y en lugar de ejecutarlo no lo hace, o sea, hay una ruptura perfecta de la normalidad en la vida de ese personaje. Entonces, yo entiendo el conflicto en un sentido muy abierto. No porque tiene que haber armas o muertes, o bolsas con millones de dólares. Conflicto en el sentido de que la armonía, que puede ser bastante disfuncional tiene una ruptura y puede haber excepciones. Son muy pocas, pero las excepciones no me sirven si no es para confirmar una regla, hay muy pocas películas donde realmente ves que no hay algún tipo de conflicto, porque el conflicto es el que genera inquietud, expectativas, que son todos elementos que generan interés.

Eso puede estar hecho de una manera mucho más sutil, mucho más obvia, puede aparecer antes o después en el relato. No estoy hablando de la forma sino del fondo, esa es una herramienta que muchas veces yo creo que falta en las historias. No sé si hablar de esto, pero me voy un poco a otro tema, y es que el cine latinoamericano se convierte en un género. Un muchacho que vive en una villa, que no logra conseguir trabajo, y le proponen hacer de camello y entra en el mundo del narcotráfico, por supuesto que es altamente dramático y conflictivo, pero el problema, más bien lo interesante, es cuando le dicen que tiene que vender drogas a un pariente suyo que él quiere mucho; ahí estamos entrando en otra dimensión, cómo va a resolver él ese problema, ese dilema.

Muchas películas latinoamericanas, no necesariamente por voluntad de los creadores, sino por una especie de presión consciente o inconsciente del llamado mercado internacional, generan historias que responden a las expectativas de ese mercado. Es muy difícil que una película de amor o una película de desavenencia conyugal lleguen al mercado internacional. Eso se está flexibilizando, las películas argentinas están empezando a salirse de ese esquema, pero durante un tiempo eran problemas políticos, los desaparecidos, los problemas económicos, los temas que mediáticamente se supone, constituyen la identidad de un país. Una película cubana, a ver cómo entra en el mercado internacional si no menciona de una u otra manera la Revolución, la situación política de Cuba, una historia donde no pones esto, sino es más simplemente como telón de fondo, pues difícilmente esa película va a ser producida y asumida en el llamado mercado internacional. Esta es una cosa subjetiva, es una gran lástima y es una estrechez de mira de parte del mercado internacional.

Octavio Fraga: ¿Una película se pueda considerar “creativa” porque ha roto con las estructuras que le preceden, con las estéticas y narrativas de guiones anteriores a estas otras producciones?

Miguel Machalski: Bueno, hay que hacer la distinción en lo que es la película y lo que es el guion.

Octavio Fraga: Perdona, Miguel, siempre me estoy refiriendo al guion, ¿para que el guion se considere creativo tiene que haber roto con los anteriores que le precedieron?

Miguel Machalski: No, porque realmente a veces me parece que hay un esfuerzo tan grande en ser original que uno cae en lo pretencioso, en lo enigmático, en lo poco entendible. Como estamos hablando justamente del guion con respecto a la película, es obvia la intención de ser originales y creativos, tan es así que resulta un poco artificial, pero luego, existe esa posibilidad. Ahora, un guion que trate de romper con esos esquemas, que la intención sea romper con ese esquema, lo veo más difícil, porque uno puede llegar a no entender qué tipo de película quiere hacer. Voy a hacer una analogía con la música, es un poco como que el guion es una melodía, el director va a ponerle la armonía, y es interesante cómo melodías bastante simples cuando uno ve la nota, la nota única que recorre la melodía, se convierte en otra cosa, porque los instrumentos que se usan le dan otra pátina, se escucha de otra manera. La voluntad preexistente de que voy a escribir algo creativo y original puede ser un poco peligrosa y no conduce a nada, porque además genera una especie de obligación que uno se impone a sí mismo como guionista, de que hay que ser original o creativo.

Octavio Fraga: En el libro usted dice: “El propio guion puede considerarse como un adversario a superar o un enigma a descifrar” ¿Se refiere al distanciamiento necesario del texto que “exige” una segunda lectura?

Miguel Machalski: Yo no sé si estoy totalmente de acuerdo con eso ahora. (RISAS)

Octavio Fraga: Lo dice usted. (RISAS)

Miguel Machalski: Sí, sí, ya sé. Pero cuántas cosas digo con las cuales no estoy de acuerdo, con los años que pasan ni hablar. No es que no esté de acuerdo. Alguien de la Nouvelle vague francesa, —no me acuerdo si fue Truffaut o Godard— decía que había que filmar contra el guion. Porque ellos tenían otra postura y estaban en una postura anti Hollywood, y entonces consideraban el guion como un mal necesario, en ese sentido la palabra adversario aparece ahí, y con eso no estoy muy de acuerdo. Hay ciertos cineastas que pueden tener la capacidad de filmar con o sin guion, o con una hoja de ruta, más que un guion, pero no todos pueden, y no son necesariamente más o menos talentosos. Cuentan que con Óscar Wilde, fueron con seis páginas al fondo de apoyo y le dieron el dinero para hacer su película muy interesante. Django Reinhardt, el guitarrista gitano, había perdido dos dedos de la mano izquierda y tocaba con tres dedos, ¿esto qué significa, que todos los guitarristas tenemos que tocar con tres dedos? Yo diría, mejor considerar el guion como un cómplice, como un aliado, y no como un adversario. Yo mismo tengo dudas, no sé qué quise decir con eso, lo voy a confesar, hay que ver qué tenía en la cabeza. Un enigma a descifrar también.

Sí me parece interesante un guion que no te está sirviendo en bandeja todas las respuestas, que va generando preguntas, pero si es demasiado enigmático te vas desentendiendo, vas perdiendo la conexión, te vas desinteresando. Es bueno que un guion sepa usar la narrativa de manera que vaya generando siempre interés, no necesariamente tiene que ser de esas cosas, un poco sensacionalistas de algunas películas; hay maneras más sutiles o más artísticas, o más originales, por cierto.

Hablando de la originalidad, muchas veces la originalidad es encontrar la manera de sugerir o plasmar ciertas nociones, ciertas ideas de una manera nueva, en lugar de usar un flash back o utilizar algunos clichés, que siempre han sido clichés visuales. El personaje está muy perturbado y pone la cabeza debajo del agua, y en el último momento sale así para afuera: ¿en cuántas películas hemos visto esto? A ver si el guionista se las ingenia para dar a entender esa misma angustia que tiene el personaje de una manera diferente. Entonces la creatividad, esto es con relación a la pregunta anterior, se va a centrar más en ciertos detalles y no tanto en contar una cosa original en su conjunto, y eso, con respecto al enigma, me parece más interesante, me parece que sí funciona, que puntualmente haya enigmas y que no en la totalidad del guion, como está, como dice la cita, sea enigmático.

Octavio Fraga: ¿En el cine latinoamericano es hoy una pieza importante el consultor de guiones?

Miguel Machalski: Está volviéndose, y digo esto porque hace casi treinta años que estoy en esto, un poco menos, y al comienzo era una figura que no se entendía mucho, de la que se desconfiaba mucho; en el cine europeo también, no sólo en el latinoamericano. Hay que ver, hasta qué punto se veía al consultor de guion como el que intervenía en la industria norteamericana para convertir el guion en algo más vendible y comercialmente válido, con lo cual era una figura que un poco molestaba para el cine de autor, y los europeos y latinoamericanos rechazaban eso hasta que esta figura se fue volviendo más habitual, y además, se fue entendiendo, un poco más, como eso que dije al principio, un facilitador, un acompañante, alguien que va a ayudar al guionista-director —que muchas veces es la misma persona— a hacer la película y contar la historia que él o ella quieren contar, y no hacer la película que va a entrar dentro de determinado cliché de mercado. He trabajado mucho, cada vez más con Perú, con Chile, con Brasil; he trabajado mucho también en Colombia. Es una figura que se va aceptando cada vez más y, además, se va confiando cada vez más en su cometido, porque surgen cada vez más consultores como Ana Sanz, de quien te hablé antes, Michel Marx, un francés que también es hispanohablante, o Gualberto Ferrari, son latinoamericanos con accesibilidad artística. No están mirando al guion como un producto sino como obra, en todo caso a una obra que va a ser la película, pero sí, últimamente no tengo tanto problema o ningún problema en explicar qué es lo que hago. Mis amigos, que no saben nada de eso, vienen y me dicen: “Lo que haces es traducir los guiones”, “No, no es traducir los guiones”, les digo. Es más, como un terapeuta. No me considero un doctor, como dicen, soy un terapeuta del guion y del guionista. Porque hay que ver hasta dónde uno llega, hasta las profundidades del alma del autor, a través de las historias que están contando, que nunca son anodinas ni banales.

Octavio Fraga: Me apropio de otra cita suya, donde dice: “El haber visto mucho cine no proporciona los instrumentos suficientes para analizar la escritura guionística”. Eso es cierto, sin embargo, en mi vivencia, al compartir con amigos que son parte del mundo del cine, veo que se avista como una idea generalizada ¿Por qué?

Miguel Machalski: Esto ya lo hemos visto muchas veces. El que analiza el guion de la película a partir de la película, o bien recalca problemas del guion o bien los edita; además, la película ha pasado por una segunda escritura que es el montaje, no hay que olvidarse de esto, y esto es lo más interesante para mí. La primera vez que leí un guion, lo analicé, hice un informe, y después vi la película, después me pasó miles de veces. Hasta qué punto uno tiene que poder, desde la lectura del guion, vislumbrar los posibles problemas que pueden aparecer en la película. Encuentro muchos guionistas que no han visto mucho cine, y que han visto el cine de los últimos veinte, treinta años, con suerte, y que incluso no saben quién es Tarantino, o los hermanos Coen. Lo que me parece muy importante es leer guiones. Uno ha leído cientos, cuando no miles de libros en su vida, y aunque no haya hecho un análisis consciente de cómo se ha construido el libro le van quedando toda una serie de pautas y parámetros que a la hora de sentarse a escribir, obviamente, sirven, están ahí almacenados. A mí me sorprende un poco, cuando entro en un taller de guion y pregunto, y hay treinta personas quiénes han leído cinco guiones en su vida. Bueno, hay unas cuantas manos que se levantan, diez guiones, hay mucho menos, y veinte guiones, no hay ninguna mano que se levante. Les digo: “lean guiones”, los manuales sirven mucho menos que una lectura meticulosa del guion, más la escritura de un guion, luego el ejercicio perfecto. Además, hay muchos guiones en internet. Ahora no hay la excusa de que no se consiguen los guiones porque sí se consiguen, uno lee el guion, reflexiona, toma notas, y después ve la película con el guion en la mano, y dice: “Esta escena que a mí me parecía un poco torpe o repetitiva, claro, la filmaron de esta manera”, O quedó bien porque hay silencios en la escena que en el guion no están sugeridos, en fin.

Ese trabajo de cotejar lo que se escribió con lo que quedó en la película me parece fundamental, pero sí, hace falta cierta especialización para poder leer el guion en la película, sabiendo que de repente lo que se escribió puede no estar ahí, o preguntarse si hay una cosa que falta ¿Habrá faltado en el guion también o no se filmó, o desapareció en la edición, o se cortó porque se filmó y no quedó bien? Eso no lo puedes saber hasta tanto no leas el guion, por supuesto.

Octavio Fraga: No abundan, por lo menos en Cuba, las películas con un solo actor, los llamados monólogos cinematográficos. Recuerdo, hace unos años, haber visto una de Almodóvar con Carmen Machi, La concejala antropófaga (España, 2009) que además hizo el guion en pleno rodaje de un largo y aprovechó un set de la película para rodar ese soliloquio, que es una maravilla, ¿Es complicado escribir un guion para un monólogo?

Miguel Machalski: Sí, complicadísimo. Este capítulo podría entrar dentro de lo que podría ser un guion experimental, en la medida en que se hace muy, muy poco. Luego está la cuestión de cómo se puede filmar eso. Hay dos películas interesantes, una creo que se llama Los inocentes, sueca o danesa, de un policía que está en su oficina y es el único personaje que se ve en pantalla, pero habla por teléfono con una mujer que le va diciendo: “Tiene que venir a ayudarme porque…”, En fin, hay todo un tema ahí, pero poco a poco uno va entendiendo que lo que la mujer le está contando no es la verdad. Todo esto lo vemos únicamente a través de este personaje, el policía, y la voz por teléfono de la mujer. Hay otra película reciente que se llama Buried, Enterrado, toda la película es un tipo en un ataúd, que está vivo y está queriendo salir del ataúd. Es una película sumamente angustiante. No es un monólogo, él está solo, pero tiene un teléfono, y el acto se va desarrollando a través de sus conversaciones por teléfono.

Una película, donde hubiera realmente un monólogo, puede ser una película bastante teatral, que no es mala cosa. Hay películas que son muy teatrales y me parecen fantásticas pero es un desafío guionístico importante, es más un desafío dramatúrgico. Es de un dramaturgo esto, es de un escritor de teatro, uno tiene que tener madera de escritor de teatro para escribir un monólogo, a mi modo de ver.

Octavio Fraga: ¿Qué importancia le atribuye, tengo colegas que no les gusta usar este recurso, a la emocionalidad para llegar al lector cinematográfico?

Miguel Machalski: Mucha, con el conflicto pasa lo mismo que con la emoción, se malinterpreta lo que significa emoción, emoción no es necesariamente que uno salga con las lágrimas rodándote por las mejillas, o que te dé un miedo así. La emoción es lo que nos define como seres humanos, y una película, a menos que la deliberada falta de emoción genere emoción, a ver si luego explico eso, pero en sí me parece muy importante que haya emoción. Si no hay emoción hay mucho chance de que la película sólo transmita algo a nivel cerebral, a nivel intelectual, y lo que pasa a nivel intelectual hace menos mella, queda menos en las personas que lo que pasa por el corazón, o las tripas, o como quieran decirlo, por las emociones. Además, la falta de emoción puede crear algo, un poco artificial. No existen los seres humanos sin emociones, existen los seres humanos que ocultan sus emociones, que niegan sus emociones, que reprimen sus emociones, y eso puede ser muy estresante. Una persona que —claramente el personaje— no reacciona ante cosas de las cuales todos reaccionaríamos normalmente, a mí me impresiona y me genera una emoción.

Hay una película polaca que habla de dos niños, eran pequeños, que matan a un niño más pequeño. Fue un caso real, esa película es muy difícil de ver, no tuvo mucha repercusión porque efectivamente, el público la rechaza, y está contada con una ausencia total de emoción, pero lo que está contando es muy potente. La emoción no necesariamente tiene que estar en la película, sino contada de tal manera que te genere una emoción. Hay películas donde no hay eso, en general pasan al olvido, y seguro que estas personas de las que hablas van a poder citar ejemplos, pero como siempre, los ejemplos son excepciones. Las excepciones no nos sirven aquí, esa película que pudo hacer eso funcionó por una alquimia particular, se juntaron una serie de factores que hicieron que funcionara bien con respecto al espectador, y que el espectador se metiera en la película. Quizás ese cineasta, en particular, supo hacerlo, pero ponerlo ahí como una especie de principio, volviendo a la primera pregunta tuya, me parece discutible.

Octavio Fraga: En el libro, usted le dedica un apartado al tema del pitching, personalmente no me gusta, he visto cómo se hace, he sido jurado de pitching en Cuba ¿Crees que sea el único camino o debe ser el camino para el futuro de un guion?

Miguel Machalski: No, lo que pasa es que el pitching forma parte de una lógica de mercado, hoy en día es muy difícil que un productor lea un guion, a menos que ya esté metido en el proceso de producción buscando proyectos. Lee un tratamiento de diez páginas de la película, hasta ahí no más, una sinopsis puede que ser de página y media. La ventaja del pitching es que el productor escucha en un tiempo relativamente corto varias presentaciones, proyectos, y ahí puede elegir ¿Que sea la mejor manera? No, no lo es, pero tiene que ver con la cantidad de proyectos que hay allá afuera, hay cientos y cientos. Tiene que ver con la cantidad de guiones que se escriben y, durante la pandemia no te cuento. Yo nunca trabajé tanto como en la pandemia. Se ve que todo el mundo estaba confinado en su casa y no tenía otra cosa que hacer que escribir guiones. Es casi como una condición sine qua non para uno poder salir afuera y presentar su guion.

Ahora bien, dicho esto, por un lado el pitching es como una especie de espectáculo, lo que es un poco lamentable. Yo he visto pitching de proyectos que además ya conozco y que son sumamente interesantes, y porque el guionista, el director, no tienen mucha facilidad de palabras o no son muy carismáticos. Lo que quieras, cae en saco roto o no se nota lo interesante que es. Entonces, hay también muchos, cada vez más, talleres y formaciones de cómo hacer un pitching y los buenos formadores que conozco, algunos, lo que hacen es potenciar las características de cada individuo. Si tú eres una persona tímida no te va a decir que hagas algo que va en contra de tu timidez, sino que uses tu timidez en la manera de presentar el proyecto, usan la singularidad de cada persona. Fuera de esto, el pitching es una herramienta creativa que puede ser muy interesante porque obliga al autor a poder sintetizar en pocos minutos, en pocas frases, la esencia de su historia. Una cosa con la que me encuentro muy frecuentemente, aparte de que los personajes son construcciones, son referenciales, son genéricos, es que no se sabe bien de qué quiere hablar realmente el autor, o bien hay tantos temas que se asfixian unos a otros, o bien el tema que se quiere tratar no se tiene claramente. Una postura ideológica de parte del autor es más interesante cuando esa postura la tiene que identificar el espectador volviéndose más activo en el proceso de participación de la película.

Desde mis talleres de guion les hago hacer pitching a los guionistas, pero no con el objeto de ellos presentar en un mercado su proyecto, sino a ver si son capaces de sintetizar el alma de su proyecto y, la mayoría de las veces, al principio, se van por las ramas. Incluyen detalles que no son pertinentes para uno entender de qué se está hablando, de qué quieren hablar. Eso es muy importante, porque los proyectos en los que uno no sabe bien de qué se puede hablar son muchos, y muchas veces es difícil, porque el autor está queriendo, quizás, hablar, de muchas cosas al mismo tiempo, está interviniendo su propia vivencia emocional, que vuelve engorrosas las cosas. Entonces, yo creo que mi papel como consultor lo asimilo un poco con el del terapeuta, es ayudar al guionista, al autor a identificar aquello que está impidiendo la claridad necesaria. Y el pitching ayuda mucho y es interesante en un proceso que creativo el pitching que se hace al principio. No estoy hablando del pitching en situaciones de mercado, estoy hablando, incluso, de estar a solas con el autor. Al final uno dice: “Ah, ya entiendo, en ese sentido sí valoro el pitching”.

Octavio Fraga: Bueno, Miguel, muchísimas gracias por su tiempo, muchísimas gracias por aceptar nuestra invitación. Y muchas gracias también por su libro.

Miguel Machalski: Un gusto.

Octavio Fraga: Ha sido muy edificante todo lo que nos ha aportado. Ya sabe, este Diálogos será multiplicado, socializado, y le va un abrazo desde Cuba.

Miguel Machalski: Bueno, devuelvo el abrazo, muchas gracias también. Cuídese mucho.

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Jorge Fraga. Poética de una escritura (Palabras de presentación)*

Por Octavio Fraga Guerra @CineReverso

Se impone empezar esta presentación por un inventario de agradecimientos para todos los que hicieron posible la materialización de Jorge Fraga. Poética de una escritura (Ediciones ICAIC, 2022). En primer lugar, mi gratitud para Mercy Ruiz, directora de esta casa editorial por más de 17 años, quien ostenta el Premio Nacional de Edición (2020), reconocimiento que otorga el Instituto Cubano Libro por su extraordinaria labor como editora, gestora y promotora de esta gran herramienta cultural.

Subrayo también mi agradecimiento a la joven Carla Muñoz, probada profesional de los avatares de la arquitectura de las palabras. Es, sin dudas, una valiosa incorporación para el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficas, nuestro Instituto, ante los muchos desafíos que le deparan. Sus ideas han enriquecido el empaque de esta pieza, fortaleciendo la intencionalidad y el sentido de letras impresas que habitan en sus cuartillas.

Mi reconocimiento también a Beatriz Rodríguez, quien ha sumado sus mejores oficios, marcados por el rigor y el acento crítico sobre las palabras que habitan en este volumen. Su callada manera de dialogar con el texto no es sinónimo de distanciamiento; se implica con certera mirada, hurgando en los flujos de los sentidos y la solución más sustantiva, pensando en el lector, en todos.

Una omisión imperdonable sería no citar a Hugo Vergara, quién ha desarrollado una juiciosa labor de edición, diseño de cubierta, el interior y realización del texto. Le distingue la economía de recursos estéticos, solución que subrayó mi padre en sus reflexiones sobre el arte y la cultura, siempre distante de los maltrechos adornos que enturbian al lector de lo esencial: el contenido del libro. La sobriedad, que no se ha interpretar como facilismo, es otra manera de construir lo bello.

El prólogo de Ambrosio Fornet, Fraga vigente: un testimonio personal, es, sin dudas, un texto sentido. Sus palabras responden al compromiso y la amistad de dos intelectuales entregados a los destinos del cine y la cultura cubana. Boceta, en síntesis, las esencias ideológicas de un hombre que se forjó con la lectura, la ética y la praxis revolucionaria. Pocho, que es uno de los grandes regalos de mi vida, articula su mirada en torno a los derroteros de una labor que hizo, en complicidad con mi padre, en favor del guion, un asunto que en la contemporaneidad urge potenciar ante la dispar evolución aritmética del cine cubano.

Entrevista con Ambrosio Fornet, del académico colombiano Guido Tamayo, redondea la intencionalidad de este libro, al dibujar algunas facetas de un cubano que amo la vida y se entregó a ella. Y lo hizo, sin pausa, desde los pilares del conocimiento, dispuesto a compartir libros, ideas, emociones, historias, a ser parte de los más encendidos debates, a los que nunca rehuyó. Eso sí, alejado de las excrecencias del pensamiento dogmático o los acentos reduccionistas que nos cercenan anticipaciones, horizontes, contextos, realidades, autocomplacencias. En verdad, nunca le interesó la transcendencia, el estar el algún lugar prominente. El trabajo lo absorbía todo y era su manera de vivir en felicidad, en la cuadratura de sus mejores abismos.

De Guido Tamayo se incluye también el texto, Jorge Fraga: la pasión de un guionista. Este otro “apartado” de Poética de una escritura se erige como parte de la cartografía humanista de mi padre, dispuesta en esta entrega, para fotografiar los saberes y acentos de un cubano comprometido con la nación.

Las palabras de Álvaro Castillo Granada, Un cubano amigo mío, del librero colombiano, fueron escritas poco tiempo después del fallecimiento de mi padre. En estas líneas subyace la relación de Fraga —como le decían en el ICAIC— con los libros y su pasión por la lectura. Cuando la leí no me sorprendió ninguna de sus palabras, me identifiqué con todos sus acentos, obviamente emocionado, descubrí un retrato sustantivo. La primera habitación de nuestra casa estaba colmada de libros y publicaciones periódicas. No solo de cine, también de semiótica, filosofía, economía, cultura, pedagogía, política, matemáticas y una lista interminable de temas. Se entregaba cada noche, después de las comidas en familia a descubrir filosofías, historias, interrogaciones. Su relación con los libros era de amor, de lealtad y gratitud. Ejercía el arte de compartir libros, de regalar a los amigos palabras que ensancharan sus horizontes. Los textos ensayísticos eran sus lecturas permanentes. De los únicos libros que nunca se desprendió fue de las obras completas de Marx, Engels y Lenin editadas en Cuba y de las obras completas de su maestro, José Martí, asumidas con altura por el Centro de Estudios Martianos. Estas navegaron a Colombia cómplices de sus ideas.

El primer cuerpo de Poética de una escritura cierra con El maestro verdadero del cineasta, periodista y académico colombiano Leopoldo Pinzón. Son las palabras de un amigo que aportan anécdotas, pasajes estrictamente personales. Suman una suerte de estado de gracia en torno a sus contribuciones, no solo para el cine cubano, también para el colombiano, al que le entregó todo su capital intelectual. Solo su enfermedad, en la última etapa de su vida, le impidió desarrollar a plenitud esa labor que tanto le gustaba: el arte del magisterio.

También lo desarrolló por años en el noveno piso del ICAIC, secundando una iniciativa de su jefe y amigo, Julio García Espinosa. Y además, en la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana. Lola Calviño, mi jefa en la Cinemateca de Cuba, que fue su alumna, me cuenta —con reiterada emoción— las conferencias que impartía mi padre en nuestra casa de 19 y H a sus alumnos de Historia del Arte. En sus recurrentes recuerdos, Lola me pinta vestido con un pijama y, como un alumno más, sentando en un banquito, en una esquina de nuestra larga mesa, escuchando lo que hoy me parece un velo impenetrable.

A todos estos amigos, mi gratitud por cada una de las palabras que impregnan al libro de belleza y confabulación. Son letras que ahora fortalecen la memoria y la voluntad de un hombre apasionado, convertidas en legado y huella de un tiempo infinito.

Mi agradecimiento a Patricia Posada, a quién está dedicado este libro —con absoluta justicia—, por su discreta contribución para que Poética… se sumara al catálogo de Ediciones ICAIC. Le agradezco también a la señora Luz Amalia Camacho, decana de la Facultad de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad del Externado de Bogotá, quién accedió, sin dudarlo, a que los lectores cubanos puedan sumar este volumen, por ahora en formato digital, a los anaqueles de libros por leer.

¿Qué capítulos podrá encontrar el lector en Poética de una escritura? Su autor aborda, desde los acentos teóricos que distinguen al guion, cuatro temas, esenciales para labor de los cineastas contemporáneos: la idea, el argumento, la escaleta y el guion literario. Son estos los ejes fundamentales del desarrollo de toda escritura cinematográfica, que entraña múltiples desafíos en una era marcada por las tecnologías, no siempre edificantes, y las escrituras cinematográficas mediocres, banales, que no compulsan el pensamiento creativo.

Fraga, en el prefacio, deja claro los pretextos que le animaron a escribirlo. “Ofrecemos al “lector” las reglas o leyes de un “buen guion”, pero las presentamos con sus limitaciones, comentadas, de modo que el “lector” pueda utilizarlas o no como hipótesis de trabajo; es decir, como criterios relativos a lo que él tiene por propio de su personalidad o de sí mismo. Esto es lo que permite a este “libro” considerarse coherente, si lo es, con el cine de autor.”[i]

En esta línea, Ediciones ICAIC, está desarrollando una labor transcendental en favor del cine cubano. Muchos de los cineastas con los que intercambio ideas, subrayan que, su mayor obstáculo para realizar su obra es la falta de recursos materiales y financieros que tributen en la producción de sus filmes, en la edificación de sus ideas. Esa es una marca histórica del cine latinoamericano, también, del mal llamado “Tercer mundo”.

La colección Guion que coordina el narrador y ensayista, también guionista, Arturo Arango para Ediciones ICAIC, constituye una ejemplar contribución a esta escueta lista de retos, marcados por la necesidad, también intencionalidad, de formar a escritores cinematográficos que dispongan de material referencial de piezas antológicas, donde se apunte a la construcción de un capital simbólico —enorme tarea— en el cine nacional. Aventuras de Juan Quin Quin (2014), de Julio García Espinosa; Memorias del subdesarrollo (2017), de Edmundo Desnoes y Tomás Gutiérrez Alea; De cierta manera (2018), de Sara Gómez y Tomás Gutiérrez Alea y El hombre de Maisinicú (2019), de Manuel Pérez Paredes y Víctor Casaus, son esas huellas que debemos seguir fotografiando. Estos primeros volúmenes constituyen un ejercicio práctico de política cultural.

El verdadero desafío del cine cubano contemporáneo es lograr el mejor acabado del guion y la escritura renovada de argumentos ideoestéticos que respondan a los impactos de un lector cinematográfico marcado por la desidia estética, el consumo de piezas mediocres, simplistas, muchas veces predecibles y aburridas hasta el cansancio.

En la cinematografía nacional —este es un escueto listado de problemáticas— no abundan las buenas historias. Tampoco se avistan soluciones dramáticas renovadoras o las simbologías que han de permear toda pieza de “autor”: evolucionan sobre frágiles escaladas narrativas. Los diálogos son subvalorados como protagonistas del cuerpo cinematográfico y en el ejercicio de la escritura, se desconocen otros saberes que las ciencias sociales, edificadas en la nación, nos regalan. Son un capital erigido como aportes de una inmensa historia y quedan, como piezas empolvadas, en los estantes de una vitrina contemplativa. Obviamente se han materializado filmes de probados valores narrativos y estéticos, no siempre acompañados por el riguroso análisis y la exigida estrategia de comunicación.

¿Dónde se inscribe Poética de una escritura, de Jorge Fraga, ante los desafíos que se agolpan en la cinematografía nacional? En la contribución de un cuerpo teórico que sirva de herramienta de trabajo para los que apuestan por una escritura de un cine comprometido, renovador, sustantivo, donde el guionista, es el constructor de un mapa, que ha de leer —con aguda mirada y exigida creatividad— un colectivo de cineastas, dispuestos a encender la ilusión de enriquecerse la vida, y enriquecérnosla— con una historia memorable.

[i] Fraga, Jorge. Jorge Fraga. Poética de una escritura. Ediciones ICAIC, 2022. Pag 48.

*Palabras de presentación del libro: Jorge Fraga. Poética de una escritura (Ediciones ICAIC, 2022) como parte de la programación del 43 Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana. 7 de diciembre de 2022. Sala Taganana, Hotel Nacional de Cuba.

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Poética de una escritura en el Festival de Cine de La Habana

Por Octavio Fraga Guerra @CineReverso

El próximo miércoles 7, a las 10:00 am, en la Sala Taganana del Hotel Nacional de Cuba, presento el libro Poética de una escritura, de mi padre, Jorge Fraga. Me gustaría que ese día reserven un tiempo de sus agendas para compartir la alegría de un empeño materializado por la voluntad del colectivo de Ediciones ICAIC y la complicidad de amigos e intelectuales comprometidos con el cine y la cultura. Esta cita forma parte del programa de actividades de la edición 43 del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, que cada diciembre tiene su espacio en La Habana. Los colegas Luciano Castillo y Arturo Sotto presentarán otras entregas de este sello editorial, así como la gama de títulos editados en e-books y audiolibros.

Poética de una escritura

Jorge Fraga

Ediciones ICAIC, 2022.

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¡Salva al gato! va al cine. Guía para guionistas de todos los argumentos del mundo

Autor: Blake Snyder

Después del éxito de ¡Salva al gato!, una guía que se convirtió en un clásico entre guionistas profesionales y amateurs, Blake Snyder publicó en 2007 ¡Salva al gato! Va al cine. Escrito con la misma agilidad y gracia que su precedente, en él el autor insiste en su teoría de que los verdaderos «géneros cinematográficos» no son los clásicos (acción, amor, oeste, policíaco…) sino una serie de diez situaciones que se repiten en las películas que más recordamos: el monstruo en casa, la lámpara maravillosa, el triunfo del tonto… La estructura de un guión es para Snyder lo decisivo y existe de hecho un modelo de estructura en el que encajan la mayor parte de las películas que han triunfado. Este nuevo libro analiza, uno a uno, más de cincuenta guiones de películas de éxito (de Todos los hombres del presidente a Olvídate de mí, pasando por Toro Salvaje, Matrix, Mystic River o Fargo) que orientarán en un sentido práctico al guionista profesional, y también a estudiantes de guión, a aficionados al cine e incluso a críticos por la capacidad de análisis que el autor muestra al revelar los secretos narrativos de esas cincuenta películas concretas.

Blake Snyder. Guionista, consultor, educador y escritor, se dedicó completamente a la creación de guiones en 1987 y dos años más tarde vendió el guión que culminó en el rodaje de ¡Alto! o mi madre dispara. A partir de ese momento negoció un guión tras otro –Blank Check, coescrito con Colby Carr para las producciones de Disney y Nuclear Family co-escrita con James Haggin para Steven Spielberg, entre otros-, lo que le valió el calificativo “uno de los guionistas de mayor éxito de Hollywood. Como autor, ha publicado ¡Salva el gato! en 2003 con la idea de compartir su propia experiencia y teoría con guionistas noveles y profesionales que no logran sacar adelante sus historias. Tras el éxito arrollador de la primera entrega, en 2007 escribió una segunda parte titulada Save the Cat! Goes to the Movies. En 2009, publicó un tercer libro: Save the Cat! Strikes Back: More Trouble For Screenwriters To Get Into… and Out of. En septiembre de 2009, Snyder murió de una embolia pulmonar.

Tomado de: Alba Editorial

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¡Salva al gato! El libro definitivo para la creación de un guión

Autor: Blake Snyder

Blake Snyder, uno de los guionistas de más éxito de Hollywood, ofrece una pintura ágil, divertida y franca de la trastienda de la industria cinematográfica. ¡Salva al gato! hace referencia a una de sus infalibles teorías para lograr que las ideas resulten más atractivas y cualquier guión más satisfactorio y, sobre todo, susceptible de venderse. Se trata de un término acuñado por el propio Snyder en alusión a una escena, absolutamente ineludible, en que el público va a conocer al protagonista de la película por primera vez y éste hace algo entrañable –por ejemplo, salvar al gato- y que involucra irremisiblemente al espectador en la historia y al personaje, una escena que bajo ningún concepto puede faltar en una película. Pero, sobre todo, ¡Salva al gato! muestra las herramientas que todo guionista está obligado a dominar si acaso quiere vender su trabajo. Snyder demuestra, de forma provocadora, que solo es posible vender un guión si el protagonista “salva al gato”.

Blake Snyder. Guionista, consultor, educador y escritor, se dedicó completamente a la creación de guiones en 1987 y dos años más tarde vendió el guión que culminó en el rodaje de ¡Alto! o mi madre dispara. A partir de ese momento negoció un guión tras otro –Blank Check, coescrito con Colby Carr para las producciones de Disney y Nuclear Family co-escrita con James Haggin para Steven Spielberg, entre otros-, lo que le valió el calificativo “uno de los guionistas de mayor éxito de Hollywood. Como autor, ha publicado ¡Salva el gato! en 2003 con la idea de compartir su propia experiencia y teoría con guionistas noveles y profesionales que no logran sacar adelante sus historias. Tras el éxito arrollador de la primera entrega, en 2007 escribió una segunda parte titulada Save the Cat! Goes to the Movies. En 2009, publicó un tercer libro: Save the Cat! Strikes Back: More Trouble For Screenwriters To Get Into… and Out of. En septiembre de 2009, Snyder murió de una embolia pulmonar.

Tomado de: Alba Editorial

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Juan Rulfo en el cine: Los guiones de Pedro Páramo y El gallo de oro

Autor: Juan Rulfo

Las relaciones de Juan Rulfo con el cine fueron más extensas de lo que el público no especializado suele suponer. Douglas J. Weatherford ha estudiado todos los ángulos de esta vinculación entre Rulfo, su obra y la cinematografía a lo largo de los años, revisando archivos públicos y privados tanto en México como en los Estados Unidos; reuniendo documentos y testimonios desconocidos hasta hoy para ubicarlos en una gran obra de investigación que Editorial RM y la Fundación Juan Rulfo han editado y cuyo primer volumen presentan ahora. Incluye además los ensayos de José Carlos González Boixo, el gran especialista español en la obra de Juan Rulfo, y de Fernando Mino, investigador mexicano de la obra fílmica de Roberto Gavaldón.

Tomado de: Editorial RM

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Las paradojas del guionista. Reglas y excepciones en la práctica del guion

Con esta obra Daniel Tubau desmonta muchos de los tópicos que rodean el mundo del guión. Y lo hace rehuyendo las fórmulas magistrales y buscando más las excepciones que las normas.Y qué mejor manera de enfrentarse a ello que mediante paradojas propias de la creación. Todas se relacionan con la naturaleza de la redacción de guiones y el trabajo del guionista.

Gran parte de la vida de Daniel Tubau gira en torno a la narrativa audiovisual en su triple faceta de guionista, director y profesor. Tras más de veinte años trabajando en productoras, actualmente es free-lance. Anualmente, imparte cursos de guión en la Universidad Carlos II, la Universidad Juan Carlos I o la Escuela de Cine de Madrid (ECAM), su interés por las nuevas tecnologías y el mundo digital se refleja en sus talleres de creación de series web. Es además autor de libros de filosofía (Silvia en el río de Heráclito) y de ciencia ficción (Recuerdos de la era analógica) además del título para guionistas Las paradojas del guionista, también publicado en Alba.

Tomado de: Alba Editorial

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El guión. Story. Sustancia, estructura, estilo y principios de la escritura de guiones

Autor: Robert McKee

Partiendo de conceptos básicos (¿qué es una escena?, ¿qué es una secuencia?, ¿cómo lograr el clímax de un acto?, ¿cómo lograr el clímax de una película?) McKee muestra el misterio de las estructuras, explica las características de cada género, define la importancia de la ambientación, la diferencia entre la caracterización y la realidad de un personaje, en suma, todo aquello que hace que un guión destaque por encima de los demás. Ilustrado con muestras de guiones clásicos (Casablanca, Chinatown, etc), McKee analiza cómo está construida cada escena para que funcione y, lo que es más importante, por qué funciona. Por su profunda comprensión de los mecanismos que mueven las historias y su original método de enfocar la redacción de guiones, El guión constituye una herramienta imprescindible para todo aquel que quiera llevar una idea a la pantalla. En los seminarios que Robert McKee imparte por todo el mundo se han gestado algunos de los guiones de las películas más premiadas de Hollywood. El autor es además consultor de productoras como Tri-Star y Golden Harvest Films.

Quincy Jones, Diane Keaton, Gloria Steinem, Julia Roberts, John Cleese y David Bowie son algunos de sus célebres alumnos, mientras que series como Friends, Barrio Sésamo, M. A. S. H., Ally McBeal y Cheers por citar algunas, han surgido de sus clases de redacción de guiones. Algunos ejemplos de películas que deben su existencia a McKee son, El hombre elefante, Forrest Gump, Gandhi, Leaving Las Vegas, Toy Story, El show de Truman, Un pez llamado Wanda, entre otras.

Robert McKee

Autor y conferenciante estadounidense, imparte seminarios de guión por todo el mundo. Es además consultor de las productoras Tri-Star y Golden Harvest Films. Quincy Jones, Diane Keaton, Gloria Steinem, Julia Roberts, John Cleese y David Bowie son algunos de sus célebres alumnos, mientras que series como Friends, Barrio Sésamo, M.A.S.H, Ally McBeal y Cheers por citar algunas, han surgido de sus clases de redacción de guiones. Algunas películas que deben su existencia a McKee son El color púrpura, El hombre elefante, Forrest Gump, Gandhi, Leaving Las Vegas, Toy Story, El show de Truman y Un pez llamado Wanda, entre otras.

Tomado de: Alba Editorial

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Jean-Claude Carrière, el hombre que soñaba para otros

Luis Buñuel (izquierda) junto a Jean-Claude Carrière (derecha)

Por Luciano Monteagudo

El hombre lo tenía bien claro y lo dijo con todas las letras cuando estuvo en Buenos Aires, allá por 1991, en una conferencia que ofreció en la Universidad del Cine. “Una cosa muy extraña para mí, desde que empecé a trabajar en cine, es que no existe una ‘historia del guion’. En la historia del cine hay historias de cada uno de los aspectos técnicos, menos del guion. Como si el guion fuera una no existencia. Y en realidad es así: un guion no existe, es sólo una etapa de una película. Al final del rodaje, ese objeto efímero y paradójico que se llama ‘guion’ va a parar a la basura. No existe más, perdió la vida”.

Y, sin embargo, el francés Jean-Claude Carrière —fallecido el lunes por la noche en su casa de París, a los 89 años, de causas naturales, mientras dormía— hizo caso omiso de esa condición efímera de su oficio y durante casi seis décadas escribió más de 150 guiones de películas de corto y largometraje y de televisión, convirtiéndose en el guionista más famoso y requerido de la historia del cine europeo. Fue también un prolífico novelista, ensayista y dramaturgo. Y siempre trabajó con los mejores. En teatro, por ejemplo, junto a dos glorias como los legendarios Jean-Louis Barrault y Peter Brook, para quien adaptó el Mahabharata, el gran texto épico-mitológico indio, nada menos. Y en cine, fundamentalmente, durante casi dos décadas, junto a Luis Buñuel, con quien hizo seis películas —Diario de una camarera (1964), Belle de jour (1967), La Vía Láctea (1969), El discreto encanto de la burguesía (1972), El fantasma de la libertad (1974), Ese oscuro objeto del deseo (1977)— y al que ayudó a escribir sus memorias, Mi último suspiro (1982), además de convertirse en su mejor amigo y confidente.

¿Tarea difícil la de escribir guiones para el singularísimo Buñuel? No para Carrière, en todo caso, que siendo 32 años menor que el gran director aragonés inmediatamente se ganó su aprecio, por varios gustos en común, que inmediatamente, en un almuerzo de trabajo en el Festival de Cannes de 1963, zanjaron todas las diferencias: el buen vino (Carrière provenía de una familia rural de viñateros), la buena comida, el surrealismo (que el joven Jean-Claude había frecuentado desde su adolescencia) y la debilidad por los clásicos de la comedia muda hollywoodense. De hecho, ambos tenían un aguzado sentido del humor, que estuvo también en los inicios de Carrière en el cine, cuando empezó colaborando con Jacques Tati y en su troupe se hizo compinche de Pierre Étaix, con quien codirigió dos cortometrajes (uno de ellos, Feliz cumpleaños, de 1962, ganó el Oscar de Hollywood) y luego escribió sus largos El suspirante (1962), Yoyo (1965) y Ese loco, loco deseo de amar (1969).

A partir de ese almuerzo cannoise organizado por el productor francés Serge Silberman, que sentó las bases de la primera colaboración entre ambos, le siguieron muchísimos otros. “Siempre estábamos solos en algún lugar remoto, a menudo en México o España, hablando en francés o en español, sin amigos, sin mujeres, sin esposas. Absolutamente nadie alrededor. Apenas nosotros dos. Comer juntos, trabajar juntos, beber juntos para obsesionarnos por completo con el guion en el que estábamos trabajando. Calculé que comimos juntos, solo los dos, más de 2000 veces. Que es mucho más de lo que muchas parejas pueden decir”, alardeó en alguna entrevista.

Como no podía ser de otra manera, Buñuel también significó para Carrière su puerta de entrada a España, un país al que aprendió a amar tanto como al suyo, o incluso más, en tanto le dedicó todo un libro, Para matar el recuerdo: memorias españolas (2011), una crónica deliciosa de sus muchos encuentros con el director de Viridiana pero también de sus apuntes y recuerdos sobre la infinidad de personajes y peculiaridades de la cultura española: desde Fernando Rey y Paco Rabal hasta el cineasta trash Jesús Franco, pasando por Goya, la religión, la cocina y “el amor por el pecado”, que Carrière tanto disfrutó.

Pero el guionista de Buñuel (como llegó a quedar etiquetado) también estuvo al lado de otros grandes cineastas europeos e incluso alguno asiático. Ayudó a Jean-Luc Godard a volver al cine industrial luego de su etapa militante, con Sálvese quien pueda, la vida (1980) y Pasión (1982). Con Louis Malle colaboró en distintas etapas de su filmografía, primero con ¡Viva María! (1965) y El ladrón de París (1967), y mucho después con Milou en mayo (1990), una visión en escorzo de los acontecimientos de mayo del ’68 que no dejaba de tener esa dosis de humor absurdo que siempre asoma en la obra de Carrière.

Como es el caso de Liza, un amor para la eternidad (1972), de Marco Ferreri, con Marcello Mastroianni y Catherine Deneuve. O Tamaño natural (1974), de Luis García Berlanga, donde Michel Piccoli compartía su vida con una muñeca inflable. O Max, mon amor (1986), del japonés Nagisa Oshima, donde Charlotte Rampling engaña en París a su marido nada menos que con un… chimpancé.

“El guion no es sólo el sueño de un film, sino también su infancia”, escribió Carrière en su libro La película que no se ve (1994). “Atraviesa un período lleno de titubeos y balbuceos, descubriendo poco a poco todo que hay en su interior (o lo que no hay, pues es bastante frecuente que se abandone una historia a medio camino, por falta de ideas o de dinero, y acabe oxidándose en la estanterías, como las piezas de los viejos camiones en el desierto), y luego gana seguridad en sí mismo (…) En ese movimiento que va de la virtualidad a la realidad, del film-sueño, o el film-niño, al film adulto y consciente, el guionista aprende a retirarse de la aventura. Durante los primeros meses es el dueño. La película, en ese momento, le pertenece. Conoce todos sus detalles: es el único que la ve. Pero entonces llega el momento, cuando se decide el inicio del rodaje, en el que debe ceder el poder. El proyecto se le escapa. Para existir, debe pasar a otras manos”.

Con el alemán Volker Schlöndorff, Carrière se inició en la adaptación de textos famosos, como fueron El tambor (1979), sobre la novela de Günter Grass, que ganó la Palma de Oro del Festival de Cannes y el Oscar al mejor film extranjero, y El gran amor de Swann (1984), basado la primera entrega de En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust. No fueron sus únicas colaboraciones: también hicieron juntos otros títulos menos recordados, pero quizás más valiosos, como El ocaso de un pueblo (1981), con Bruno Ganz y Hanna Schygulla, y Ulzhan (2007), rodada en Kazajastán.

Otra sociedad fructífera fue con el checo Milos Forman, muy en particular su primera película juntos, Búsqueda insaciable (Taking Off, 1971), una comedia sobre los desencuentros generacionales que hoy se mantiene tan fresca como entonces y que fueron desarrollando a cuatro manos durante su primer viaje a Nueva York. Luego volvieron a coincidir en Valmont (1989), sobre la novela de Choderlos de Laclos, y en Los fantasmas de Goya (2006), filmada en España con Javier Bardem.

Con el polaco Andrzej Wajda hizo en Francia Danton (1983) y Los poseídos (1988), sobre la novela de Fiódor Dostoyevski. Y para el estadounidense Philip Kaufman acondicionó la novela de Milan Kundera La insoportable levedad del ser (1988), que le valió el Oscar de la Academia de Hollywood al mejor guion adaptado. Luego, en 2014, recibió un Oscar honorífico por los logros de su amplísima carrera.

En los últimos años, Carrière fue convocado por el iconoclasta francés Philippe Garrel, para quien firmó los guiones de sus tres largometrajes más recientes: A la sombra de las mujeres (2015), Amante por un día (2017) y La sal de las lágrimas, estrenada en la Berlinale del 2020. “Es alguien a quien siempre admiré y que, de alguna manera, también por una cuestión de orden generacional, me hacía acordar a mi padre”, le contó Garrel a Página/12 durante su paso por el Bafici 2018. “Por supuesto, yo estaba al tanto de sus guiones para Luis Buñuel, como El discreto encanto de la burguesía o El fantasma de la libertad, porque como decía Stanislavski, el gran maestro de actores, ‘siempre hay que dejar lugar al inconsciente’. Pero lo que me interesaba de Carrière era sin embargo un aspecto menos conocido de su obra, sus guiones para Jean-Luc Godard, como el de Sauve qui peut (la vie), cuando Godard volvió al cine luego de su período militante, o el de Passion, en el que ni siquiera figura acreditado en los títulos. Le dije: ‘quiero ese mismo tipo de guion, como los que hiciste para Godard’. Quería un guionista que no fuera meramente un dialoguista, que pensara en términos de cine, que yo le pudiera acercar mis ideas y con estas ideas él a su vez me propusiera escenas en un sentido puramente cinematográfico. El me proporcionaba la estructura —una estructura lejos de todo psicologismo, pero en la que inmediatamente se comprende todo lo que sucede en una escena— y yo entonces a partir de allí me sentía más libre para trabajar en la modernidad de la puesta en escena. Para mis últimas películas no pude haber contado con un guionista mejor que Carrière. Es un honor trabajar con él”. A lo largo de seis décadas de trabajo, fueron muchos quienes compartieron ese honor.

La película que no se ve (1994, Editorial Paidós) Jean-Claude Carrière

El guion en primera persona

por Jean-Claude Carrière*

De todos los objetos relacionados con la literatura, el guion es aquel que cuenta con menos lectores: como mucho un centenar. Y todos buscan en él únicamente su interés particular y profesional. A menudo los actores sólo se fijan en su papel (lo que se llama una “lectura egoísta”), los productores y distribuidores en las posibilidades de éxito, el director de producción en los figurantes y los rodajes nocturnos, el ingeniero de sonido oirá ya el film sólo con volver las páginas y el director de fotografía imaginará su luz, etcétera. Todo un abanico de lecturas individuales. Una herramienta que se lee, se anota, se disecciona… y se abandona. Sé que ciertos coleccionistas los conservan y que a veces incluso se publican, aunque sólo si el film funciona: entonces sobreviven a sí mismos.

De todas las formas de escritura, la cinematográfica me parece la más difícil pues para ponerla en práctica son necesarias unas cuántas cualidades que raramente se encuentran reunidas. Hace falta talento, por supuesto, como para todo, pero también inventiva, emotividad, tenacidad. Es necesario un mínimo de capacidad literaria e incluso de habilidad. También un sentido especial del diálogo, que debe parecer real sin serlo, y un buen bagaje técnico. Como decía Tati, hace falta saber cómo se hace una película. De lo contrario, estaremos escribiendo sobre el absoluto, sobre utopías, y nuestras frases, por elegantes que sean, permanecerán irrealizables, aunque sólo sea por razones de presupuesto.

*De su libro La película que no se ve (1994, Editorial Paidós)

Tomado de: Página 12

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«Cultivar la paciencia de escribir una palabra tras otra», los consejos de Kurosawa a los aspirantes a artistas

Akira Kurosawa, una de las leyendas del cine mundial

Akira Kurosawa es uno de los directores más influyentes de todos los tiempos. Nombrado por Steven Spielberg como “el Shakespeare del cine contemporáneo”, el japonés acumula 66 premios y 21 nominaciones.

Sus películas son estudiadas a conciencia en todo el mundo, especialmente entre los estudiantes de cine, gracias a la que fuera una innovadora forma de filmación y a lo interesante de sus historias: sólidas y apasionantes como pocas. Premiado en festivales tan representativos como Berlín, Venecia, Cannes o Moscú y aclamado en los BAFTA o los Óscar donde, en 1990, le otorgaron el Óscar honorífico por su trayectoria.

Después de haber escrito 75 películas, Kurosawa compartía este gran consejo en una entrevista:

«Solamente a través de la escritura de guiones es como aprendes los detalles sobre la estructura de una película y sobre lo que es el cine. A los jóvenes aspirantes que llaman a mi puerta les insisto en esto: “Hoy en día cuesta mucho dinero hacer una película, y es difícil llegar a ser director. Debes aprender y experimentar cosas variadas para ser director, y eso no se consigue fácilmente. Pero si de verdad quieres hacer películas, escribe guiones primero. Todo lo que necesita un guión es un papel y un bolígrafo. Sólo a través de la escritura de guiones aprenderás los detalles de la estructura de una película y lo que es el cine”.

Eso es lo que les digo, pero ellos no lo hacen. Encuentran que escribir es muy duro, y así es. Escribir guiones es un trabajo muy duro, es más, Balzac dijo que, para los escritores, incluido los novelistas, lo más necesario y esencial era poseer la paciencia para llevar a cabo la tarea de escribir palabras de una en una. Esa es la primera condición para cualquier escritor. Cuando consideras la obra completa de Balzac desde ese punto de vista, es simplemente asombroso porque ha producido un volumen tal de escritos que nos llevaría una vida leerlos todos», explicaba el director.

Ahora te estarás preguntando cómo escribía Balzac. Pues cuentan que el novelista francés iba escribiendo e inmediatamente enviando a imprenta para imprimir cada página en grande. Cuando estas páginas le llevaban de vuelta, hacía las correcciones al margen, dejando poco del texto original. Después, mandaba estas correcciones al impresor. Así era como conseguía producir tanto.

«El aspecto esencial era tener la paciencia de escribir una palabra tras otra hasta alcanzar la expresión adecuada. Mucha gente carece de esta paciencia. Sólo necesitas papel y bolígrafo para escribir un guión. La tediosa tarea de escribir ha de convertirse en una segunda naturaleza para ti.

Si te sientas y escribes tranquilamente durante todo el día, tendrás al menos dos o tres páginas, aunque haya sido una batalla. Si lo mantienes, podrás llegar a tener dos centenares de páginas en poco tiempo. Creo que los jóvenes de hoy no conocen este truco. Ellos empiezan y pretenden terminar inmediatamente.

Cuando vas a escalar una montaña, lo primero que te dicen es que no mires la cima, sino que mantengas los ojos clavados en el suelo mientras asciendes. Vas subiendo pacientemente paso a paso, y si miras a la cima, acabarás frustrado. Creo que escribir es lo mismo. Necesitas acostumbrarte a la tarea de escribir. Se necesita un esfuerzo para aprender a verlo no como algo penoso, sino como una rutina. Pero la mayoría tiende a rendirse a mitad de camino.

Les suelo decir a mis ayudantes de dirección que, si se dan por vencidos una vez, acabarán así siempre y se rendirán ante las primeras dificultades. Les digo que escriban —no importa qué— hasta que tengan algún tipo de final. Digo: “no se te ocurra abandonar, aunque se haga duro a mitad del camino”, pero cuando las cosas se ponen difíciles, ellos se rinden. Además, los jóvenes de hoy no leen, no creo que ninguno de ellos haya leído la literatura rusa en profundidad.

Es importante que en algún momento hagan una serie de lecturas. A menos que tengas una buena reserva dentro, no podrás crear nada. Por eso digo a menudo que la creación proviene de la memoria. La memoria es la fuente de la creación, no puedes crear algo a partir de la nada. Tanto si es de lecturas o de tus propias experiencias, no podrás a menos que tengas algo en tu interior. En este sentido, es importante hacer lecturas variadas. Las novelas actuales están bien, pero creo que también hay que leer a los clásicos. Si se estableciera una escuela de cine, sería importante hacer hincapié en las lecturas». Así insistía en el tema el gran Akira Kurosawa.

Tomado de: Cultura Inquieta

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