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Criminal de guerra recompensado, revelador de la verdad castigado

Foto Chicago Sun-Times

Por Vijay Prashad @vijayprashad

El 12 de julio de 2007, dos helicópteros estadounidenses AH-64 Apache dispararon balas de cañón de 30 milímetros contra un grupo de civiles iraquíes en Nueva Bagdad. Estos artilleros del ejército estadounidense asesinaron al menos a una docena de personas, entre ellas el fotógrafo de Reuters Namir Noor-Eldeen y su conductor Saeed Chmagh.

Reuters pidió inmediatamente que Estados Unidos realizara una investigación sobre el asesinato. En cambio, el gobierno de dicho país les dio la versión oficial de que los soldados de la compañía Bravo, 2-16 de infantería, habían sido atacados con armas ligeras en el marco de su operación Ilaaj en el barrio de al-Amin al-Thaniyah. Los soldados solicitaron ataques aéreos, que llegaron y limpiaron las calles de insurgentes. Reuters tenía información de que los helicópteros filmaron el ataque, por lo que el medio de comunicación solicitó el video a los militares estadounidenses. Estados Unidos se negó, alegando que no existía tal video.

Dos años después, el reportero del Washington Post David Finkel publicó The Good Soldiers [Los buenos soldados], un libro basado en el tiempo que pasó como miembro del batallón 2-16. Finkel estaba con los soldados en el barrio de al-Amin al-Thaniyah cuando escucharon a los helicópteros Apache en acción. Defendió a los militares estadounidenses, señalando que “la tripulación del Apache había seguido las reglas de combate” y que “todos habían actuado adecuadamente”. Los soldados, escribió Finkel, eran “buenos soldados, y había llegado la hora de la cena”. En su relato, Finkel dejó claro que había visto un video del incidente, aunque el gobierno estadounidense negó su existencia a Reuters y a las organizaciones de derechos humanos.

El 5 de enero de 2010, Chelsea Manning, soldado estadounidense en Irak, descargó en discos compactos una serie de documentos y videos relacionados con la guerra y se los llevó a Estados Unidos. El 21 de febrero de 2010, Manning entregó el material relacionado con Irak a la organización WikiLeaks, creada en 2006 por un grupo de personas comprometidas lideradas por el ciudadano australiano Julian Assange. WikiLeaks y Assange revisaron el material y publicaron el video completo de los helicópteros Apache en su sitio web bajo el título “Collateral Murder” [Asesinato colateral] el 5 de abril de 2010.

WikiLeaks, Collateral Murder (Asesinato colateral), 2007.

El vídeo es espeluznante. Muestra la espantosa inhumanidad de los pilotos. La gente en tierra no estaba disparando a nadie, pero los pilotos disparan indiscriminadamente. “Mira a esos bastardos muertos”, dice uno de ellos; “bonito”, dice otro después de disparar a los civiles. Saleh Mutashar Tuman, conductor de una furgoneta, llega al lugar de los hechos, se detiene y se baja para ayudar a los heridos, entre ellos Saeed Chmagh. Los pilotos solicitan permiso para disparar contra la furgoneta; rápidamente se les concede la autorización y comienzan a abrir fuego. Minutos más tarde, el especialista del ejército Ethan McCord —que forma parte del batallón 2-16 en que estaba Finkel— observa la escena desde el suelo. En 2010, McCord contó a Kim Zetter, de Wired, lo que había presenciado: “Nunca había visto a nadie ser disparado por una bala de 30 milímetros. No parecía real, en el sentido de que no parecían seres humanos. Estaban destruidos”.

En la furgoneta, McCord y los demás soldados encontraron a Sajad Mutashar (10 años) y Doaha Mutashar (5 años) gravemente heridos; su padre, Saleh, estaba muerto en el suelo. En el video, el piloto vio que había niñxs en la furgoneta: “Bueno”, dijo insensiblemente, “es su culpa por llevar niñxs a una batalla”. Cuando WikiLeaks hizo público el video, Sajad Mutashar, que entonces tenía doce años, dijo: “Quiero recuperar nuestros derechos de los estadounidenses que nos dañaron”. Su madre, Ahlam Abdelhussein Tuman, dijo: “Me gustaría que el pueblo estadounidense y el mundo entero entendieran lo que ocurrió aquí en Irak. Perdimos nuestro país y nuestras vidas fueron destruidas”. Se les respondió con el silencio. Sajad, que se recuperó parcialmente de sus heridas, fue asesinado por un coche bomba en Bagdad en marzo de 2021.

Robert Gibbs, secretario de prensa del expresidente de Estados Unidos, Barack Obama, dijo en abril de 2010 que los hechos mostrados en el video eran “extremadamente trágicos”. Pero la verdad ya había salido a la luz. Este video mostró al mundo el carácter real de la guerra de Estados Unidos contra Irak, que el Secretario General de las Naciones Unidas, Kofi Annan, calificó de ilegal. Ni el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, ni el primer ministro del Reino Unido, Tony Blair, han tenido que responder a la acusación de la ilegalidad de su guerra contra Irak, aunque el periodista iraquí Muntadhar al-Zaidi lanzó sus zapatos a Bush en Bagdad en 2008 mientras decía: “Este es un beso de despedida del pueblo iraquí, perro”, y el cineasta David Lawley-Wakelin interrumpió el testimonio de Blair en la investigación Leveson en 2012 para llamarlo criminal de guerra.

Cuando WikiLeaks y Assange publicaron ese video, avergonzaron al gobierno de Estados Unidos. Todas sus afirmaciones sobre la guerra humanitaria perdieron credibilidad. A partir de ese momento el gobierno de EE. UU. —ya sea bajo el mando de Obama, Trump o Biden— buscó castigar a Assange. Había que llevar a Assange a Estados Unidos y meterlo en prisión. No se iba a permitir que nadie se saliera con la suya al revelar la verdad del belicismo estadounidense.

En 2019, el gobierno de Ecuador le retiró el asilo diplomático en su embajada de Londres y lo entregó a las autoridades británicas. Pocos días después, el gobierno británico explicó por qué el fundador de WikiLeaks estaba en la prisión de Belmarsh: “Podemos confirmar que Julian Assange fue detenido en relación con una solicitud de extradición provisional de Estados Unidos, donde está acusado de delitos informáticos”. El Departamento de Justicia de EE. UU. dijo que Assange era buscado por una “conspiración de hackeo informático”. Pero Assange no hackeó ningún computador. El material fue recogido por Chelsea Manning, que lo entregó a WikiLeaks, que a su vez lo publicó junto con una serie de medios de comunicación. Assange es un periodista y un editor, no un hacker. Lo que se castiga aquí es el periodismo.

Es por eso que ocho medios de comunicación de todo el mundo se unieron para publicar una declaración sobre la reciente decisión del tribunal británico de que Assange puede ser extraditado a Estados Unidos. A continuación se encuentra la declaración:

El 10/12 un tribunal británico emitió un veredicto que despeja el camino para la extradición del periodista y editor Julian Assange a EE. UU. Si la extradición se lleva a cabo, Assange enfrentará un proceso penal, y si es condenado, podría pasar el resto de su vida en la cárcel.

Julian Assange y su organización WikiLeaks publicaron información vital recibida de denunciantes como Chelsea Manning, que describe los crímenes de guerra y las atrocidades de Estados Unidos en Irak y Afganistán. Entre ellos, “Asesinato colateral”, el espeluznante video que mostraba al personal militar estadounidense matando a civiles iraquíes, incluidos dos periodistas. Las revelaciones de WikiLeaks también sacaron a la luz la corrupción y las violaciones de los derechos humanos por parte de gobiernos de todo el mundo, y estos informes han sido asumidos y citados por organizaciones de medios de comunicación de todo el mundo.

Por este delito de periodismo, Julian Assange ha sido perseguido durante más de una década. Es el primer editor acusado en virtud de la Ley de Espionaje. El gobierno de Estados Unidos y sus aliados en todo el mundo se han negado a aceptar el hecho de que Assange es un periodista. La persecución de Julian Assange es, por tanto, un ataque fundamental al periodismo, a la libertad de prensa y a la libertad de expresión.

Las organizaciones de medios que aquí firmamos rechazamos y denunciamos este ataque contra Julian Assange y el periodismo. La libertad de prensa seguirá siendo una frase vacía mientras se mantenga la persecución a Julian Assange y WikiLeaks.

ARG Medios, Brasil de Fato, BreakThrough News, Madaar, NewsClick, New Frame, Pan African TV, and Peoples Dispatch.

En 2004, la artista iraquí Nuha al-Radi murió de leucemia causada por el uranio empobrecido que Estados Unidos utilizó en Irak. Su cautivador libro, Los diarios de Bagdad. Crónica de una mujer sobre la guerra y el exilio (2003), nos habla del sufrimiento que padecieron todos los seres vivos de su Bagdad natal durante los bombardeos estadounidenses de 1991: “Los pájaros han recibido el peor golpe de todos. Tienen almas sensibles que no pueden soportar todo este horrible ruido y vibración. Todos los pájaros enjaulados han muerto por el impacto de las explosiones, mientras que los pájaros en libertad vuelan al revés y dan locas volteretas. Cientos, si no miles, han muerto en el huerto. Los solitarios supervivientes vuelan distraídos”.

El 28 de enero de 2007, unos meses antes de ser asesinado por el helicóptero Apache del ejército estadounidense, Namir Noor-Eldeen fue a una escuela secundaria del distrito de Adil, en Bagdad, donde un ataque con mortero había matado a cinco alumnas. Noor-Eldeen tomó una fotografía de un niño que pasaba junto a un charco de sangre con una pelota de fútbol bajo el brazo. Junto a la sangre roja y brillante hay unos cuantos libros de texto arrugados. Fue el ojo humano de Noor-Eldeen el que tomó esta impactante imagen de lo que se ha convertido en normal en Irak. Esto es lo que la guerra ilegal de Estados Unidos le ha hecho a su país.

Assange, que publicó la historia sobre la muerte de Noor-Eldeen, está sentado en su celda, esperando ser extraditado. Tras el veredicto del tribunal superior, el periodista John Pilger señaló: “Hace poco pasé por la mansión de 8 millones de libras de Tony Blair en la plaza Connaught de Londres. Está a una hora de viaje sombrío de la prisión de Belmarsh, donde Julian Assange “vive” en una pequeña celda. Esta es la Navidad de 2021 en Gran Bretaña: el criminal de guerra recompensado, el revelador de la verdad castigado, quizás hasta la muerte” (traducción libre).

Tomado de: Instituto Tricontinental de Investigación Social

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Juan Pasarelli: Los medios son cómplices de la desinformación para promover guerras

Juan Pasarelli, periodista y cineasta guatemalteco,

Por Octavio Fraga Guerra @CineReverso

El pasado 10 de diciembre el Tribunal Superior de Justicia de Londres autorizó la extradición del australiano Julian Assange, periodista y editor de WikiLeaks. Por la relevancia e impacto que esta noticia tiene para el ejercicio del periodismo, la Unión de Periodistas de Cuba (Upec) convocó este diálogo con Juan Pasarelli, periodista y cineasta guatemalteco, quien ha seguido todo el proceso jurídico que se lleva a cabo contra el líder de esta organización internacional.

Octavio Fraga: Buenos días. Diez de la mañana, hora de Cuba, cuatro de la tarde, hora de Londres. Tenemos hoy, como invitado, a  Juan Passarelli, que el 8 de enero del año en curso abrió nuestro espacio “Diálogos en reverso”. Él es el director del documental La guerra contra el periodismo. El caso de Julian Assange. Le damos la bienvenida a Juan y las gracias por aceptar este encuentro.

Juan Passarelli: Gracias, Octavio, es realmente un privilegio que me inviten desde la Upec, yo tengo mucho cariño por Cuba, tengo familia en Cuba, familia del lado de mi mamá que viene de Cuba, los llevo cerca en mi corazón.

Octavio Fraga: Bienvenido. Quiero empezar con la pregunta de rigor sobre el tema de Julian Assange. Como sabes, el 10 de diciembre el Tribunal Superior de Justicia de Londres autorizó su extradición a los Estados Unidos, este ha sido reclamado por Washington ¿Cuál es tu interpretación primaria sobre esta decisión? ¿Qué apuntes compartirías al respecto?

Juan Passarelli: Mira, creo que ahorita lo que se ha visto es realmente una tragedia en términos de derechos humanos. El punto más importante que tenía que evaluar la Corte es si lo mandaba al país que planeó su asesinato o si protegía sus derechos humanos. La corte no lo mencionó una sola vez. A pesar de que sabía que la CIA planeó el asesinato de Julian Assange y su secuestro, y que llegaron hasta la Casa Blanca con esta información, se enfocó en unas supuestas garantías, que no son tales. Los jueces decidieron decir que sí, que no tienen ninguna razón por la cual dudar de estas garantías, y decidieron cambiar la decisión que tomó la primera corte, que era la de no extradición por términos de salud. También nos acabamos de enterar antes de ayer que Julian sufrió un derrame cerebral durante la audiencia de esta corte en octubre. Estamos comenzando a ver que físicamente él ya no puede más, porque lo han estado torturando durante once años.

Octavio Fraga: El caso Assange todavía tiene espacio para recurso, para seguir litigando su no extradición, ¿te aventurarías a pronosticar lo que va a pasar en los próximos meses? Sabemos que será un proceso dilatado.

Juan Passarelli: Sus abogados dijeron que iban a apelar a la Corte Suprema, esta es una apelación que esta instancia puede decidir tomar o no, y también dieron indicaciones que harán una segunda apelación a la Alta Corte para algunos temas que no se tocaron en la apelación estadounidense, que son la libertad de prensa, la obvia naturaleza política de los cargos y del caso en sí. Cabe señalar que en el tratado de extradición firmado entre los Estados Unidos y Reino Unido se prohíbe una extradición por causas políticas, y algunos otros temas de ese tipo. Entonces habrán dos cursos que creo se estarán tomando simultáneamente. En la Corte Suprema no se argumenta el caso, sino si hubo ilegalidades o no, y eso será interesante de ver.

Después hay un último recurso cuando se exhaustan los recursos nacionales, que es la Corte Europea de los derechos humanos. Es seguro que Julian seguirá sufriendo en la cárcel por cargos políticos por algún tiempo innecesario más.

Octavio Fraga: ¿Esta amenaza de Washington contra el periodismo de investigación, cómo lo interpretas? ¿Cómo dibujarías el futuro del periodismo que tú desarrollas como profesional de los medios?

Juan Passarelli: Este es el caso más importante que tenemos de libertad de expresión en la historia moderna, que el país más poderoso del mundo decida por primera vez en su historia darle cargos de espionaje a un periodista por lo mismo que hizo The New York Times, el The Guardian, El País, Le Monde, es algo inaudito. Sienta un precedente de que no nos podremos escapar. Los abogados de cada uno de estos periódicos estarán entonces mucho más atentos a los posibles reportajes de un nuevo Chelsea Manning, un nuevo Edward Snowden. Y esos abogados pondrán presión para que no se libere más información. Entonces veremos una autocensura como primer nivel, y si hay otra de estas grandes filtraciones, puede que también se persiga a los periodistas de estos medios.

Octavio Fraga: Y además, el que quiera aportar un testimonio revelador, necesario, de bien público, se lo pensará. Te pregunto.

Juan Passarelli: Eso es evidente. Hemos visto que desde la época de Obama se incrementó drásticamente el uso de la Ley de Espionaje contra periodistas, contra esta gente que decide liberar en bien común y en bien de la población, información que es de carácter criminal respecto al comportamiento de gobiernos e instituciones. Obama puso a más gente detrás de barras por liberar información a través de esta Acta de Espionaje, a más gente que todos los presidentes anteriores juntos. Lo hemos seguido viendo con Trump, y ahora otra vez con Biden.

Hablan mucho de la protección a los periodistas, y lo estamos viendo constantemente, incluso en esta Cumbre que hubo recientemente. No están realmente haciendo lo que están diciendo, son palabras vacías, y lo que estamos viendo es que a los propios disidentes que ellos tienen los están tratando con normas que son realmente abusivas y que llegan a ser consideradas como tortura, como en el caso de Julian. Esto no lo digo yo, lo dice el Relator Internacional de la Tortura de las Naciones Unidas, Nils Melzer.

Octavio Fraga: Discúlpame que me vaya un poco del tema. Si nos ubicamos en la invasión a Irak perpetrada por los Estados Unidos, el operador de cámara español José Couso fue asesinado por tres oficiales de las fuerzas armadas de este país, y nunca han sido juzgados en tribunal alguno, y fue un asesinato en toda regla.

Juan Passarelli: De hecho, ninguno de los tantos crímenes que se revelaron en las filtraciones de Wikileaks en 2010 y 2011 con respecto a la guerra de Irak, la guerra de Afganistán, o la base naval de Guantánamo, han sido procesados. El caso de la inaudita tortura de Jalid El-Masri, un ciudadano alemán que fue confundido con un supuesto terrorista, y miles de otros casos de tortura, ejecuciones extrajudiciales, etcétera. Todos estos criminales de guerra no han sido juzgados, no hay ni siquiera un proceso abierto en contra de ellos. Pero la persona que reveló estos crímenes, está amenazada de pasar ciento setenta y cinco años detrás de las barras.

Octavio Fraga: Al principio tocaste un tema que se impone abordar. Me refiero a la revelación de que la CIA pretendía secuestrar y asesinar a Assange en la embajada de Ecuador en Londres ¿Cuál es tu interpretación sobre eso? ¿Es ira, venganza, miedo a que se conozca la verdad? ¿Qué es?

Juan Passarelli: Bueno, sabemos que la CIA fue humillada fuertemente al levantarse las revelaciones sobre Vault 7, donde se mostró su armamento digital. Algunas de las armas que poseían tenían la posibilidad de prender y apagar cámaras, prender y apagar micrófonos de móviles y de ordenadores, también una herramienta que a mí me pareció muy interesante y que fue poco reportada: podían hackear automóviles modernos e incluso presionar el acelerador o los frenos, y uno se puede imaginar para qué quisieran hacer eso ¿verdad?, sabiendo que la CIA tiene un gran historial de asesinatos extrajudiciales. De esa forma, también planearon el secuestro de Julian y el asesinato dentro de la embajada ecuatoriana; tenemos suficiente evidencia para saber que esto es real, incluyendo testimonios de treinta ex-funcionarios de la CIA. Un caso que se está llevando a cabo ahorita en España, en donde los contratistas de seguridad que cuidaban la embajada estaban, según trabajadores de la empresa, trabajando para la CIA, mandando videos, mandando audio de micrófonos ocultos directamente a la CIA por años. Desde al menos el 2016, sabemos que hubo trato con ellos y se tenía guardada información. De 2014 es la información más vieja que he visto. Entonces casi todo el tiempo que estuvo Julian ahí estuvo espiado, y el espionaje subió de una manera increíble hasta el 2018, cuando realmente era inaguantable, así como también las condiciones que se le comenzaron a imponer dentro de la embajada. Él no podía casi salir de su cuarto, tenía a un embajador y a unos guardias de seguridad que le imponían reglas arbitrarias. Le quitaron el internet, y cualquier pequeña cosa que él pudiera hacer podía ser tomada en su contra como excusa para sacarlo, que fue lo que eventualmente hicieron. Invitaron a un tercer país a arrestarlo para extraditarlo al país del cual ellos lo estaban protegiendo. Es realmente una desgracia el gobierno de Lenin Moreno para Ecuador, un país que ha sido aliado con un pueblo realmente admirable, que tomaron la decisión de protegerlo. Sus élites fueron vendidas, así como la cabeza de Julian, por tres millones de dólares del Fondo Monetario Internacional.

OCTAVIO FRAGA: En el 2012 el cineasta estadounidense Oliver Stone afirmó en el Festival de Cine de San Sebastián que el ex presidente del gobierno José María Aznar debía ser juzgado por el Tribunal de la Haya por su complicidad con George W. Bush en la invasión de Irak. Yo agregaría al ex Primer Ministro del Reino Unido Tony Blair. ¿Cuál es la paradoja de esta legítima demanda aun no cumplida puesta en el contexto del caso Assange?

Juan Passarelli: Lo que es muy importante ver es el papel que juegan los medios en la forma, en la desinformación, y en contribuir con lo que es claramente una guerra psicológica que originan departamentos de inteligencia del Pentágono, del MI-6, entre otras agencias. Hubo un ataque en 2010 cuando Wikileaks comenzó a lanzar los papeles de Afganistán, y luego los de Irak, y luego otra vez con los cablegate, con los cables diplomáticos, que decía: “Wikileaks podría tener sangre en sus manos”, los medios quitaron el podría y dijeron: “Wikileaks tiene sangre en sus manos”.

Lo que Wikileaks reveló fueron quince mil muertes nuevas de civiles en esa guerra, la gente que estaba causando esas muertes: el presidente George Bush, Tony Blair, y todos esos operadores de guerra, quienes fueron realmente lastimados por estas filtraciones y nombrados con nombres y apellidos. Por eso es que es una gran amenaza para los Estados Unidos y otros países que siguen promoviendo la guerra como un método para incrementar sus capacidades económicas y seguir robando los recursos naturales de otros países soberanos. Esto es algo muy importante, el papel de los medios en desinformar a la población sobre quiénes son realmente los que cometen los homicidios en estas guerras.

Alguien que liberó información sobre crímenes, sobre tortura, sobre cómo a una niña de seis años la torturaron hasta la muerte con un taladro en la cabeza, sobre cómo ejecutaron a sangre fría a una familia iraquí, en donde había dos abuelos, una abuela y dos o tres personas adultas, incluyendo dos mujeres y cinco niños, uno de ellos de seis meses, que fueron literalmente ejecutados después de haber sido esposados. Y luego, los Estados Unidos mandó a tirar una bomba en la casa para eliminar la evidencia. Esa es la información que Wikileaks liberó. Wikileaks nunca puso a nadie en peligro, fueron los estados los que estaban asesinando a millones de gente durante los últimos veinte años de la supuesta guerra contra el terrorismo, son millones de muertos, el ochenta por ciento civiles, y decenas de millones de personas migrantes que han sido afectadas por estos conflictos.

Los medios realmente han mordido el anzuelo que le han puesto los gobiernos y no los han cuestionado, por lo cual, como dice Julian, son complicitos en estas guerras, porque su trabajo es enseñarle a la población lo que está haciendo realmente el estado por el cual ellos votaron, y lo que hemos visto en general es que estos medios son complicitos en desinformar a la población para promover guerras.

OCTAVIO FRAGA: El Tribunal Superior de Justicia de Londres anunciaba la autorización para extraditar a Assange hacia los EE.UU. el mismo día que el gobierno de Biden hacia pública la iniciativa de destinar 30 millones de dólares para: “fomentar la independencia, el desarrollo y la sostenibilidad de los medios independientes”. ¿Tienes idea de a cuales medios se refiere esta iniciativa? ¿No te parece un chiste de mal gusto este anuncio?

Juan Passarelli: Pues me parece un chiste que los medios decidieron reportar eso sin darle ningún contrapeso a lo que estaban diciendo. En parte, el trabajo del gobierno es hacer pensar, un gobierno partidista, hacer pensar a la población lo que ellos quieren transmitir. El trabajo de la prensa es desmentir cuando ellos están hablando barrabasadas como esas ¿Treinta millones para apoyar a periodistas de dónde? Periodistas disidentes de regímenes contra los que ellos están en contra; periodistas probablemente de Rusia, de China, de Venezuela, y otros enemigos de los Estados Unidos. Pero los disidentes del occidente, los disidentes de los Estados Unidos, los disidentes en Inglaterra y en Europa, a ellos los persiguen, y los persiguen con las mismas técnicas crueles de los peores dictadores de la historia. Entonces es realmente risible ese tipo de propaganda, pero es más risible, es más espeluznante, que los medios no le den ese contrapeso necesario para que la población entienda esto.

Octavio Fraga: Desde tu perspectiva esa noticia no ha tenido un enfoque crítico de los medios ¿Esa es la mirada que tú le das a esa noticia?

Juan Passarelli: Ni esa ni la mayor cantidad de decisiones más importantes que han tomado los gobiernos del occidente en los últimos sesenta años.

Hay algo que te quería comentar y lo he tenido en mente desde que comenzamos a conversar. Wikileaks ha hecho las revelaciones más importantes de la era moderna,  con excepción tal vez de las de Snowden y algunas como los Panamá Papers, que realmente no han tenido el impacto que deberían. Porque se han liberado alrededor del tres al cinco por ciento de todos los documentos que tienen, y esto es porque los periodistas que trabajan en eso tienen en esos papeles, tienen esta filosofía que a mí me parece detestable, de que ellos saben lo que la población debe de saber, en vez de dar el material al público y entender que realmente ellos tienen una comprensión muy limitada de cómo funciona el mundo, y de que la población en general debería poder educarse con este tipo de material.

Cuando comenzó la guerra de Irak los grandes medios como CNN, NCBC, BBC y otros que estuvieron reportando estos acontecimientos, tenían como deber reportar que no había armas de destrucción masiva. Lo que hicieron fue, simplemente, ser portavoces de estos gobernantes que pretendían iniciar una guerra pensada para responder a sus propios intereses. Esto se ve en la guerra muy claramente, pero se ve en todas las decisiones que son reportadas, la COVID, cualquier tema. Si ves las noticias del día a día, realmente lo que tienes que pensar —especialmente en televisión— es qué de todo lo que te están diciendo es verdad, no al revés.

Octavio Fraga: Juan, me lo comentaste al principio, pero quiero señalarlo. Me refiero a que Assange, en plena audiencia, tuvo un derrame cerebral, lo cual es una evidencia de su deterioro físico como persona recluida ¿De qué prisma están hechos los jueces del Reino Unido? ¿Qué mirada tienen ellos para aún así justificar la extradición hacia Estados Unidos? Tenemos el ejemplo de la Base Naval de Guantánamo, asentada en nuestro país contra de la voluntad del pueblo cubano, donde sabemos que se torturó, se humilló a muchas personas, y aun así aprueban su extradición.

Juan Passarelli: Mira, la primera juez tuvo la moral de decidir, al menos, no extraditarlo por salud. El caso es cien por ciento político, hasta un niño lo puede ver. Nils Melzer, el Relator de la Tortura de la ONU, no sólo ha hecho declaraciones diciendo que Julian está siendo torturado en la prisión británica en donde está, que por cierto, le dicen el British Guantánamo, sino que también ha declarado que no hay forma de que en el Reino Unido ni en los Estados Unidos Julian reciba un juicio justo, por alguna razón este caso está fuera de control del aparato judicial. Pareciera como que las carreras de esta gente están tan apegadas a cómo funciona el sistema político estadounidense y británico que no hay voluntad para ser independientes, por eso estamos dependiendo —casi de manera exclusiva— del público y de una presión política de la población y de los periódicos.

The Guardian, un periódico que ha sido crítico de Assange, también un periódico al cual Julian le dio las más grandes revelaciones de la historia, tanto diplomáticas como militarmente, publicó por segunda vez un editorial que dice que no, que están extremadamente en contra, unilateralmente en contra de una extradición, que lo que se está cometiendo es un abuso de los derechos humanos y la libertad de prensa sin precedentes, y que debe ser liberado inmediatamente.

Vuelvo y te repito: ¿cómo un juez, en este caso dos, deciden enviar a una persona al país que planificó su homicidio? Esto es ridículo, hay una excepción para cada norma, y se llama Assange. En este caso hemos visto el caso amañado en cada parte de los once años que lleva luchando por su libertad, algo de corrupción; en cada pedacito ha habido movidas políticas para tratar de alargar el caso y de dejarlo en prisión el mayor tiempo posible, tanto que muchos expertos lo llaman: punishment by process. Es una forma de lastimarlo con el proceso antes de que sea procesado injustamente.

Octavio Fraga: Cierro este dialogo con una pregunta sobre alguien que conoces muy bien, que es muy cercano a ti. Se trata de John Pilger, el cineasta y periodista australiano radicado en el Reino Unido, que fue parte de los testimoniantes de tu documental, y además, activo defensor de la causa por la liberación de Assange. Te pregunto, ¿cuál es la implicación del gremio de cineastas del Reino Unido con el caso Assange, y en qué medida crees que pueda tener un peso el gremio de los artistas, de los periodistas, de los intelectuales, en torno a la liberación de Assange?

Juan Passarelli: Pues tenemos mucha gente detrás. Creo que del lado de los cineastas, y cuando hablo de cineastas me refiero más a los documentalistas que a los de ficción. Porque pareciera que la ficción está viviendo también una ficción en la vida diaria, donde las películas que salen de Hollywood y de otros lados, apoyan a la guerra y a los departamentos de inteligencia.

Vemos un gran apoyo para Julian en muchísimos gremios, en gremios de derechos humanos, en gremios de leyes, hasta hay un grupo que se llama Doctores por Assange, y los cineastas no son excepción, gente como John Pilger han sido luchadores durante una década por la libertad de Julian. Él hizo una película que se llama La guerra que usted no ve, en la cual enseña a Wikileaks como una de las soluciones para el siglo xxi ya que hay una complicidad, como te hablé antes, entre los medios y los estados del occidente para difundir al público información que no es verdadera.

Octavio Fraga: Bueno, muchas gracias a Juan por tus palabras. Por sus testimonios y valoraciones, y bueno, que tengas un estupendo día.

Juan Passarelli: Hasta la victoria siempre, mis amigos cubanos.

Octavio Fraga: Gracias, un abrazo para ti en nombre de la Unión de Periodistas de Cuba.

Juan Passarelli: Un abrazo.

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El inhumano juicio contra Assange: un riesgo para la justicia de todos

Julián Assange, editor del sitio web WikiLeaks

Por John Pilger

La reciente audiencia sobre el caso Assange estuve ausente de la autollamada “prensa libre”. La mayoría de la gente no sabe que un tribunal en el corazón de Londres juzga sobre su propio derecho a saber, a cuestionar y disentir.

La primera vez que vi a Julian Assange en la prisión de Belmarsh —durante el 2019, un poco después de que le quitaran su calidad de refugiado en la embajada de Ecuador— me dijo “creo que estoy enloqueciendo”.

Había adelgazado y estaba demacrado, con los ojos hundidos. Lo delgado de sus brazos se acentuaba por una tela identificadora de color amarillo amarrada alrededor de su brazo izquierdo, un símbolo que evoca el control institucional.

Durante todo el tiempo que duró mi visita, estuvo confinado a una celda aislada en un ala conocida como “atención sanitaria”, un nombre orwelliano. En la celda contigua, un hombre claramente perturbado gritaba durante toda la noche. Otro sufría de cáncer terminal. Otro estaba gravemente discapacitado.

“Un día nos dejaron jugar monopolio”, me dijo, “como terapia. ¡Esa fue nuestra asistencia sanitaria!”

“Esto es Alguien voló sobre el nido del cuco”, le dije.

“Si, sólo que más loco”.

El humor negro de Julián lo rescató muchas veces, pero ya no más. Las insidiosas torturas que sufrió en Belmarsh han tenido efectos devastadores. Hay que leer los informes de Nils Melzer, Relator especial de la ONU sobre la tortura, y las opiniones clínicas de Michael Kopelman, profesor emérito de neuropsiquiatría en el King College de Londres y del Dr. Quinton Deeley, y reservar el desprecio para el sicario estadounidense en los tribunales, James Lewis QC, que calificó esto como un “proceso de enfermedad (malingering)”.

Me conmovieron especialmente las palabras expertas de la Dra. Kate Humphrey, neuropsicóloga clínica del Imperial College, de Londres, quien declaró el año pasado al Old Bailey que el intelecto de Julian había pasado de estar en “el rango superior, o mejor dicho, probablemente muy superior” a “un nivel significativamente por debajo” de su nivel óptimo, hasta un punto donde le costaba mucho retener información y “rendir en un rango bajo a medio”.

En otra escena judicial de este vergonzoso drama kafkiano, pude ver cómo a Julián le costó recordar su nombre cuando el juez le pidió que lo dijera.

Estuvo encerrado durante la mayor parte de su primer año en Belmarsh. Ante la negación de realizar ejercicio adecuadamente, recorría su pequeña celda, ida y vuelta, ida y vuelta, para “mi propio auto-maratón” me dijo. Se podía sentir la desesperación. Encontraron una hojilla de afeitar en su celda. Escribió “cartas de despedida”. Llamó varias veces a los samaritanos.

Primero le negaron sus lentes de lectura, abandonados en la brutalidad de su secuestro de la embajada. Cuando los lentes finalmente llegaron a la cárcel, tardaron días en entregárselos. Su defensor, Gareth Peirce, se cansó de escribir cartas al director de la cárcel, reclamando por la retención de sus documentos legales, la negación del acceso a la biblioteca de la prisión y al uso de una laptop básica que tenían preparada para un caso como este. La prisión se tomó semanas, incluso meses en responder. El gobernador, Rob Davis, fue galardonado con la Orden del Imperio Británico.

Los libros que le envió un amigo, el periodista Charles Glass, sobreviviente de una toma de rehenes en Beirut, fueron devueltos. Julian no podía llamar a sus abogados estadounidenses. Desde el comienzo, estuvo constantemente medicado. Una vez, cuando le pregunté qué le estaban dando, no pudo responderme.

A finales de octubre, durante la audiencia ante la Corte Suprema para decidir si finalmente Julián iba a ser o no extraditado a Estados Unidos, solo pudo comparecer —brevemente, durante el primer día— por video-conferencia. Se veía indispuesto e inquieto. A la Corte se le dijo que no había asistido “excusado” por su “medicación”; pero su compañera, Stella Moris, declaró que Julian había solicitado asistir y que el permiso fue negado. No hay dudas de que comparecer ante el tribunal que te va a juzgar es un derecho.

Este hombre, profundamente orgulloso, también exige el derecho a mostrarse fuerte y coherente en público, como hizo en Old Bailey el año pasado. En ese momento, consultó constantemente con sus abogados a través de las rendijas de su jaula de cristal. Tomó muchas notas. Se puso de pie y protestó, con una rabiosa elocuencia, contra las mentiras y abusos del proceso.

No quedan dudas sobre el daño que se le ha hecho a Julián durante esta década de encarcelamiento e incertidumbre, incluyendo más de dos años en Belmarsh (cuyo brutal régimen es celebrado en la última película de Bond).

Pero tampoco quedan dudas sobre su coraje y su heroica capacidad de resistencia y resiliencia. Esto podría llevarlo a superar la actual pesadilla kafkiana (si logra sobrevivir al infierno estadounidense).

Conocí a Julian cuando llegó a Gran Bretaña en 2009. En nuestra primera entrevista, me habló del imperativo moral detrás de WikiLeaks: el derecho a la transparencia de los Gobiernos y el Poder es un derecho democrático básico. Lo he visto aferrarse a este principio incluso en detrimento de sus condiciones de vida.

Casi ninguno de estos notables rasgos de su carácter ha aparecido en la llamada “prensa libre”, cuyo futuro, según dicen, está en riesgo en caso de que Julian sea extraditado.

Obviamente, porque esa “prensa libre” no ha existido nunca. Lo que ha existido son periodistas extraordinarios que han ocupado cargos en “los medios” —clausurada esta opción, el periodismo independiente se ha visto obligado a volcarse en internet—.

Allí, se ha convertido en un “quinto poder” un samizdat de trabajo voluntario, sostenido por quienes fueron excepciones honorables en los medios, ahora reducidos a una cadena de clichés. Palabras como “democracia”, “reforma”, “derechos humanos” son despojadas de su significado en el diccionario y la censura funciona por omisión o exclusión.

La reciente audiencia fatídica ante la Corte fue “desaparecida” de la “prensa libre”. La mayoría de la gente no sabe que una Corte en el corazón de Londres se sentó a juzgar su derecho a la información; el derecho a cuestionar y discernir.

Muchos estadounidenses, si saben algo del caso de Assange, creen en la fantasía de que Julián es un agente ruso responsable de la derrota de Hillary Clinton contra Donald Trump en las elecciones presidenciales del 2016. Esto es sorprendentemente similar a la mentira de que Saddam Hussein tenía armas de destrucción masiva, lo que justificó la invasión a Irak y la muerte de —aproximadamente— un millón o más de personas.

Es poco probable que sepan que el testigo principal de la investigación que sustenta uno de los cargos inventados contra Julián admitió recientemente que mintió, fabricando su “evidencia”.

Tampoco habrán oído o leído sobre las revelaciones de que la CIA, bajo su antiguo director Mike Pompeo (un imitador de Hermann Goering), planeaba asesinar a Julián. Nada nuevo. Desde que conozco a Julián, ha estado bajo amenaza (y cosas peores).

En su primera noche en la embajada de Ecuador durante el 2012, figuras oscuras se arremolinaron frente a la embajada golpeando las ventanas, tratando de entrar. En EE. UU., figuras públicas —incluyendo a Hillary Clinton, recién llegada de destruir Libia— tienen mucho tiempo pidiendo el asesinato de Julián. El presidente actual, Biden, lo denominó un “terrorista tecnológico”.

La ex primera ministra de Australia, Julia Gillard, tuvo tantas ganas de complacer a los que llamó “nuestros mejores amigos” en Washington, que pidió que se le quitara el pasaporte —hasta que le advirtieron que eso sería ilegal—. El actual primer ministro, Scott Morrison, un diplomático, cuando se le preguntó sobre Assange, dijo: “debería dar la cara”.

La temporada de caza contra el fundador de WikiLeaks empezó hace más de una década. En 2011, The Guardian explotó el trabajo de Julián como si fuera propio, acumulando premios de periodismo y acuerdos con Hollywood, para luego volverse en contra de su fuente.

Vinieron años de condenables ataques contra el hombre que se negó a ser parte del club. Fue acusado de no cuidar, en la redacción de los documentos, los nombres de las personas que podían entrar en riesgo. En un libro de The Guardian, escrito por David Leigh y Luke Harding, Assange es citado diciendo, durante una cena en un restaurante en Londres, que no le importaba si los informantes nombrados llegaran a sufrir daños.

Ni Harding ni Leigh estaban en esa cena. John Goetz, un periodista de investigación de Der Spiegel, sí estuvo allí, y en su testimonio declaró que Assange no dijo nada de esto.

El gran denunciante Daniel Ellsberg declaró al Old Bailey el año pasado que Assange había redactado, personalmente, 15.000 documentos. El periodista de investigación neozelandés, Nicky Hager, quien trabajó con Assange en las filtraciones de la Guerra de Afganistán e Irak, describió cómo Assange tomó “precauciones extraordinarias en la redacción de los nombres de los informantes”.

En 2013, le pregunté al cineasta Mark Davis sobre esto. Un respetado locutor radial de SBS-Australia, con Davis como testigo, acompañó a Assange durante la preparación de los archivos filtrados para su publicación en The Guardian y The New York Times. Me dijo: “Assange fue el único que trabajó día y noche extrayendo los 10.000 nombres de personas que podían ser fichadas por la revelaciones de los registros”.

En una conferencia ante un grupo de estudiantes de la Universidad City, David Leigh se burló de la idea de que “Julian Assange terminará en un traje anaranjado”, despreciando con sorna lo “exagerado” de sus temores. Más tarde, Edward Snowden reveló que a Assange lo tenían sujeto a un “cronograma de persecución”.

Luke Harding, quien coescribió con Leigh el libro de The Guardian en donde se reveló la contraseña de los cables diplomáticos que Julián había confiado al periódico, estaba fuera de la embajada de Ecuador cuando Julián pidió el asilo. Parado junto a una línea de policías, se regodeó en su blog: “Scotland Yard puede reírse de último”.

La campaña fue implacable. Los columnistas de The Guardian escarbaron hondo. “Él es, realmente, la cagada más grande”, escribió Suzanne Moore de un hombre que no conocía.

El editor que presidió todo esto, Alan Rusbridger, se ha unido últimamente al coro que repite que “defender a Assange es proteger la prensa libre”. Después de publicar las revelaciones iniciales de WikiLeaks, Rusbridger podría preguntarse si la posterior excomunión de Assange de The Guardian será suficiente para proteger su propio pellejo de la ira de Washington.

Es probable que los jueces de la Corte Suprema anuncien su decisión sobre la apelación estadounidense el próximo año. Lo que ellos decidan determinará si el poder judicial británico ha destruido, o no, los últimos vestigios de su criticada reputación. En el país de la Carta Magna este vergonzoso caso debería haber salido de los tribunales hace tiempo.

El tema acá no es el posible impacto sobre una cómplice “prensa libre”. Es la justicia negada —voluntariamente— para un hombre perseguido.

Julian Assange es un narrador de verdades cuyo único crimen ha sido revelar los crímenes y mentiras del Gobierno en una gran escala, realizando así uno de los más grandes servicios públicos que he visto en toda mi vida. ¿Necesitamos recordar que la justicia para uno es la justicia para todos?

Tomado de: Investig Action

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Twitter se asocia con Reuters respaldada por el gobierno del Reino Unido y vinculada a la CIA para censurar opiniones alternativas

Por Ben Norton @BenjaminNorton

El gigante de las redes sociales Twitter ha anunciado que trabajará con Reuters y Associated Press para censurar la supuesta «desinformación» en la plataforma, mientras promueve activamente las noticias que consideran «creíbles».

Ambos medios de comunicación son portavoces fiables de los gobiernos occidentales, pero Reuters lleva la relación acogedora un paso más allá.

Durante la primera guerra fría, Reuters fue financiada por el gobierno británico para difundir propaganda antisoviética e información errónea que sirviera a los intereses de la política exterior del Reino Unido en Oriente Medio y América Latina.

Hoy, Reuters todavía trabaja en estrecha colaboración con el gobierno británico. El editor de Grayzone, Max Blumenthal, reveló cómo la compañía de medios ha participado en un programa encubierto de guerra de información del Ministerio de Relaciones Exteriores del Reino Unido destinado a crear un «cambio de actitud» en los periodistas rusos, «debilitar a Rusia» y promover los objetivos geopolíticos de la OTAN.

De hecho, fue la publicación de ese informe fáctico lo que llevó a Twitter a colocar una etiqueta de advertencia sin precedentes en todos los tweets vinculados al artículo de Blumenthal, advirtiendo a los usuarios que los materiales que prueban la colaboración de Reuters con el gobierno británico “pueden haber sido obtenidos mediante piratería informática.»

Las turbias actividades de Reuters no se detienen ahí. Un alto funcionario al que se le asignó «la responsabilidad de promover la capacidad de Thomson Reuters para satisfacer las distintas necesidades del gobierno de EE. UU.», Dawn Scalici, directora de negocios globales del gobierno, había trabajado anteriormente como agente de la CIA durante al menos 33 años.

La AP también está cerca de los gobiernos occidentales, y cuenta con una larga historia de hacerse eco de sus dudosos puntos de conversación  El Newswire publicó numerosos artículos en el período previo a la invasión estadounidense de Irak afirmando falsamente que el líder Saddam Hussein tenía  armas de destrucción masiva” (ADM). Una década antes, también publicaba noticias falsas sobre supuestos bebés kuwaitíes que los soldados iraquíes sacaban de las incubadoras.

En mayo de este año, AP despidió a su reportera Emily Wilder por sus tweets en los que criticaba a Israel y su pasado activismo estudiantil en apoyo de los derechos de los palestinos.

El gobierno de EE. UU. Utiliza una excusa de «desinformación» para censurar a los medios independientes

La asociación de Twitter con estas instituciones completamente comprometidas es parte de una tendencia más amplia en la que las empresas de tecnología de Silicon Valley se alinean con los gobiernos occidentales para tomar medidas enérgicas contra los medios independientes y las fuentes alternativas de información.

El principal ejecutivo de Twitter responsable de la curaduría de contenido relacionado con Oriente Medio en la plataforma trabaja simultáneamente con la unidad de guerra psicológica del ejército británico, la Brigada 77, que se especializa en la guerra de información, como reveló por primera vez Middle East Eye.

La supuesta amenaza de “desinformación” o “desinformación” se ha convertido en un pretexto clave para censurar a los medios de comunicación independientes. Los think tanks de Washington financiados por el gobierno han aprovechado el tema de conversación para justificar la eliminación de plataformas y silenciar las voces que desafían los intereses corporativos y de política exterior occidentales.

Altos funcionarios del gobierno de Estados Unidos y sus portavoces de facto en estos think tanks han reiterado sin cesar que la «desinformación» representa una «amenaza a la seguridad nacional».

Bajo las órdenes del FBI, las corporaciones de redes sociales han eliminado páginas administradas por medios de comunicación alternativos que el Departamento de Justicia de los Estados Unidos acusó, sin ninguna evidencia, de ser desinformación respaldada por un estado extranjero. El gobierno de los Estados Unidos incluso ha llegado a apoderarse unilateralmente de sus nombres de dominio web.

Como informó The Grayzone, Twitter se asoció con grupos de presión de derecha financiados por los gobiernos de Estados Unidos y Europa para censurar los medios de comunicación extranjeros. Los órganos de propaganda del gobierno de Estados Unidos como Voice of America, creado por la CIA, también pagan a Twitter para difundir desinformación contra los adversarios de Washington.

Google (que posee YouTube), Facebook (que posee Instagram) y Twitter han colaborado con los gobiernos occidentales para censurar las cuentas administradas por periodistas ciudadanos en Venezuela, Irán, Siria, Rusia, China y otros países a los que Washington apunta por cambios de régimen y desestabilización. .

La hipocresía transparente de las corporaciones de Silicon Valley que se asocian con los medios de comunicación comprometidos para censurar las voces independientes se demostró claramente cuando Facebook incorporó el sitio web neoconservador The Weekly Standard para que sirviera como un «verificador de hechos».

Fundado por el cabildero pro-guerra Bill Kristol, The Weekly Standard fue calificado como la “biblia neoconservadora” por publicar noticias falsas para vender la guerra de Irak y promover los objetivos maximalistas de la política exterior de Estados Unidos. (Otro conglomerado de Big Tech que no rinde cuentas, Wikipedia y su Fundación Wikimedia, respaldada por empresas, enumera The Weekly Standard como una fuente «confiable» a la par de los principales periódicos, al tiempo que permite que un grupo de editores con motivaciones políticas incluyan en la lista negra a The Grayzone).

Con el respaldo de gobiernos occidentales cada vez más autoritarios, estas instituciones de Big Tech han librado una guerra sistemática contra la libertad de prensa y expresión, censurando puntos de vista alternativos, especialmente cuando desafían el consenso bipartidista de política exterior de Washington.

El gobierno del Reino Unido financió a Reuters para difundir propaganda de la guerra fría

El 2 de agosto, Twitter anunció que «está colaborando con The Associated Press (AP) y Reuters para expandir nuestros esfuerzos para identificar y elevar información creíble».

La corporación de Silicon Valley explicó que tiene un «equipo de curaduría» que «obtiene y eleva el contexto relevante de fuentes confiables» para «agregar contexto confiable a las conversaciones» y «desacreditar la información errónea».

El gigante de las grandes tecnologías admitió que trabaja con grandes conglomerados de medios corporativos para ajustar su algoritmo y evitar que ciertos puntos de conversación se vuelvan virales.

Lo que Twitter no mencionó en su comunicado de prensa es que Reuters tiene un historial de recibir financiación directa del Reino Unido para difundir propaganda. La propia Reuters admitió este hecho.

En enero de 2020, el medio de comunicación publicó un informe en el que reconocía: «El gobierno británico financió en secreto a Reuters en las décadas de 1960 y 1970 a instancias de una unidad de propaganda antisoviética vinculada a la inteligencia británica y ocultó la financiación utilizando la BBC para realizar los pagos, muestran documentos gubernamentales desclasificados».

«El dinero se utilizó para ampliar la cobertura de Reuters de Oriente Medio y América Latina y se ocultó por el aumento de los pagos de suscripción de noticias a Reuters de la BBC», escribió la compañía.

Reuters recibió dinero del Departamento de Investigación de Información (IRD), que describió como una «unidad de propaganda antisoviética británica con estrechos vínculos con la inteligencia británica».

Un documento interno muestra que Londres sabía que estaba obteniendo el valor de su dinero: «Los intereses de HMG [el gobierno de Su Majestad] deberían estar bien atendidos por el nuevo acuerdo», dijo, y agregó que Reuters «podría y proporcionaría» lo que Londres quería.

Y este no es el único vínculo de Reuters con las agencias de espionaje occidentales. Reuters también tiene estrechos vínculos con la CIA.

De 2015 a 2018, Reuters empleó a la agente de la CIA Dawn Scalici como «la primera directora de negocios globales del gobierno de la compañía».

Reuters dijo que Scalici estaba «a cargo de la responsabilidad de promover la capacidad de Thomson Reuters para satisfacer las necesidades dispares del gobierno de EE. UU.», y agregó que «desarrolla relaciones estratégicas con electores del sector gubernamental y tomadores de decisiones claves, desarrolla campañas para promover Thomson Reuters» crecimiento del negocio y trabaja con los altos ejecutivos de la empresa para determinar los objetivos y planes estratégicos relevantes».

El medio de comunicación continuó: “Antes de unirse a Thomson Reuters, la Sra. Scalici sirvió 33 años en la Agencia Central de Inteligencia (CIA). En su última asignación federal, se desempeñó como Gerente de Inteligencia Nacional para el Hemisferio Occidental dentro de la Oficina del Director de Inteligencia Nacional (ODNI). En este cargo, fue responsable de supervisar la inteligencia nacional para un área de responsabilidad que abarca desde el Ártico hasta la punta de América del Sur, incluida la Patria de los Estados Unidos».

En 2019, Scalici pasó a ser contratista de la CIA McKinsey & Company, donde actualmente se desempeña como «Jefa de Diligencia».

Reuters ayuda a ejecutar la operación secreta de guerra de información del Ministerio de Relaciones Exteriores del Reino Unido

Cuando anunció su asociación formal con Reuters y AP, Twitter enumeró una serie de herramientas que tiene en su arsenal de conservación de información. Uno de ellos es el uso de «etiquetas» para rotular contenidos que denomina «información errónea» o afirma que necesita «contexto informativo».

Irónicamente, el mundo vio exactamente cómo funciona esta nueva forma de censura suave por etiqueta cuando The Grayzone informó sobre el trabajo secreto de Reuters con el gobierno británico.

En febrero de 2021, el editor de The Grayzone, Max Blumenthal, publicó una investigación titulada «Reuters, BBC y Bellingcat participaron en programas encubiertos financiados por el Ministerio de Relaciones Exteriores del Reino Unido para ‘debilitar a Rusia’, revelan documentos filtrados».

Documentos internos filtrados de la Oficina de Relaciones Exteriores, Commonwealth y Desarrollo, publicados por un grupo que se hace llamar Anónimo, mostraron cómo Reuters y los otros medios de comunicación son instrumentos en una operación británica de guerra de información dirigida explícitamente a «debilitar la influencia del Estado ruso».

Los documentos revelaron que la Fundación Thomson Reuters «estaba en constante comunicación con la Embajada Británica en Moscú, para evaluar los niveles de riesgo, incluido el riesgo de reputación para la embajada».

Como parte de su acuerdo con Londres, Reuters ayudó a crear y gestionar una red de periodistas y activistas de los medios antigubernamentales dentro de Rusia. El programa buscaba crear un «cambio de actitud en los participantes», al mismo tiempo que promovía un «impacto positivo» en su «percepción del Reino Unido».

En respuesta a los informes fácticos de The Grayzone, Twitter decidió por primera vez poner una etiqueta de advertencia en todos los tweets que enlazan con el artículo de Blumenthal, afirmando «Estos materiales pueden haber sido obtenidos mediante piratería».

La etiqueta de advertencia de la censura desencadenó un mini escándalo en Twitter y, sin darse cuenta, se transformó en un meme. Cientos de usuarios han publicado el artículo con imágenes no relacionadas, etiquetándolos cómicamente como materiales potencialmente pirateados.

Sin embargo, la floreciente relación de Twitter con los sujetos de la investigación de Grayzone que fue censurada suavemente no es motivo de risa.

Ben Norton es periodista, escritor y cineasta. Es el editor asistente de The Grayzone y el productor del podcast Moderate Rebels, que es coanfitrión con el editor Max Blumenthal.

Tomado de: The Grayzone

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Definitivamente, han pasado cincuenta años (+Video)

Cartel de Nelson Ponce (Cuba)

Por Daniel Céspedes Góngora @CespedesGongora

Casi todo el cine del maestro Stanley Kubrick (1928-1999) revela su amor por la literatura. Se diría que, mientras iba leyendo una novela determinada, las escenas y secuencias de la posible adaptación fílmica ya rondaban en su cabeza. Pero desde antes imaginaba su propio guion, pues Kubrick —admitámoslo— era meticuloso y majadero a la hora de seleccionar lo que quería en rigor del relato ajeno. Lo hacía suyo contra viento y marea.

Fue siempre un gran adaptador y, como no es lo que se espera, sorprendería haciendo mejores películas que los referentes de los que tomaba: Barry Lyndon (1975), de William Makepeace Thackeray, y El resplandor (1980), de Stephen King, por mencionar solo dos ejemplos. Tal vez fuera arriesgado decir lo mismo de La naranja mecánica (1971), ya que el libro homónimo de Anthony Burgess, aun cuando estuviera inspirado en un suceso autobiográfico, era —y es aún— la conquista de un autor por adentrarse en un costado del mundo crudo e inquieto. ¿Hasta dónde es permisible hacer lo que a uno le plazca? ¿Tiene que conformarse el individuo con un sistema político que no respalda sus intereses?

Si bien la película de Kubrick acoge y privilegia al personaje central de Alexander “Alex” DeLarge (Malcolm McDowell), el cineasta sabía que aquel es —como su película— de una generación inconforme por la represión. Incapaz por sí sola de ajustarse a las maniobras del poder, muestra no obstante por negación sus cuestionamientos a algunos de los métodos de controlar y “arreglar” al ser humano. Es el caso de la técnica de Ludovico, que recuerda el condicionamiento pavloviano con los canes.

Pero Alex DeLarge es de todos modos un líder delincuente, egocéntrico, carismático y muy violento. Las variantes de violencias que nos presenta Kubrick ponen el dedo sobre la llaga en los procederes de las instituciones encargadas de los estudios psiquiátricos y psicológicos. Por las razones que sean, la crítica principal sería contra el conductismo generalizado en la sociedad, con un futuro acaso ya no tan distópico.

Alex y sus amigos —los drugos— se reinventan en su proyección social, su iconología parte asimismo de un manifiesto que no necesita ni siquiera escribirse. Basta con un accionar que abarque la libre determinación en la que una vestimenta particular y hasta una nueva jerga (nadsat) identifiquen los intereses de la pandilla libertina. Alex, como cabecilla, sería la “golová” o “quijotera” del grupo integrado por los drugos Pete (Michael Tarn), Georgie (James Marcus) y Dim (Warren Clarke).

En el estreno, desde un poco antes, Anthony Burgess, quien fuera además músico, alabó la banda sonora de la película y, en sentido general, calificó casi todo el resultado de obra maestra, “brillante”, para ser más fiel a lo que expresó. Sin embargo, no le gustó para nada el final. Aunque hay que recordar que el capítulo 21, el de la madurez, no se incluyó ni en la primera edición del libro ni en la película. Para ser franco, aunque ambos se llevaron muy bien (Burgess le dedicó su libro Napoleon Symphony), venían presentando problemas. El escritor llegó a hacer declaraciones duras contra el director. En el fondo, era el choque de dos creadores talentosísimos y perfeccionistas. Pero Kubrick estaba en su reino: era el cineasta.

De ahí las diferencias con respecto al libro.

Prohibida y muy criticada por su supuesta incitación a la violencia, La naranja mecánica, a cincuenta años de su estreno, se ganó desde hace años el calificativo bien merecido de obra de culto.

Tomado de: Cubacine

Tráiler del filme La naranja mecánica (Reino Unidos, 1971) de Stanley Kubrick

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Los ojos de Anthony Hopkins (+Video)

Por Julio Martínez Molina @juliogranma

Los ojos constituyen la herramienta prima mediante la cual un intérprete del rango histriónico de Anthony Hopkins expresa en El padre (The Father, 2020) la enfermedad que ataca a su personaje. En la mirada vagabunda escogida por el actor para la ocasión ha de encontrarse y perderse cuanto queda de un ser humano dañado por el Alzheimer. En esa pupila a la deriva se esfuma, para sí mismo, la historia de un hombre que, por muchos momentos ya, no resulta capaz de reconocerse, a los suyos y al propio relato de su vida.

Es El padre, por consecuencia, una película sobre el extravío y la pérdida inherentes a cualquier patología mental, un filme asomado al abismo de la incertidumbre: ese portal a mundos desconocidos donde quedan desdibujados sentidos, filias e ideas. Escenario provocador de gran dolor, sobre todo para los seres queridos de la persona presa de la demencia.

Mas, no obstante el poso de pena sobre el cual se asienta relato semejante, no existe aquí, digamos, el tono más elegíaco de una película de tema similar como Siempre Alicia (Richard Glatzer/Wash Westmoreland, 2014). Así, la cinta, incluso, recurre al humor y la hija del personaje central (Olivia Colman) no asume el aciago episodio de la vida de su padre a la manera de una calamidad, sino como parte de un proceso, en este caso aparejado a la senilidad, cuya mejor manera de afrontar sería a base de paciencia e infinita comprensión, las mismas que no poseemos muchos al vadear tales dramas familiares.

La película mediante la cual ese señor de la escena británica apellidado Hopkins se granjeara el Oscar al Mejor Intérprete, a los 83 años, es una pieza de actores. No solo al servicio del protagonista de El silencio de los corderos, sino además al de su coterránea Olivia Colman, merecedora de la estatuilla por La favorita y reconocido rostros de series como Broadchurch y la más reciente temporada de The Crown. En tal aspecto, El padre abre el apetito de ver cine, al refocilarnos con la interacción de dos camaleones que devoran sus papeles. Este arte siempre ha tendido, por la vía de sus intérpretes, el primer peldaño a la conexión con el espectador.

Inspirada en su propia obra de teatro estrenada en 2012 (la cual antes dio lugar al largometraje Florida, dirigido por Philippe Le Guay para 2015 a la gloria del finado Jean Rochefort), la película del novelista, dramaturgo y realizador francés Florian Zeller, empero, no se encuentra a la altura de su peso actoral en el aspecto de la hilatura dramatúrgica.

El primerizo director sortea la raíz escénica del trabajo a través, sobre todo, de la sabia edición del griego Yorgos Lamprinos y la dirección de fotografía de Ben Smithard, pero a la hora de manifestar en pantalla la confusión mental del personaje central, a quien trastrabilla es al propio espectador, en tanto nunca establece un centro de gravedad para el anclaje de lo real. Podría argumentarse que resulta intencional, obvio, habida cuenta de que el relato asume el punto de vista del personaje; aunque es el asunto no es ese, sino la anfibología en la construcción/orden dramáticos.

Además de tal carencia,  El padre no es portadora del aliento poético, el brillo ígneo, la hondura, fuerza desgarradora, sutileza e inteligencia de otros títulos de temática más o menos similar pero superiores, como Lejos de ella (Sarah Polley, 2006), Amor (Michael Haneke, 2012) o hasta la misma Nebraska (Alexander Payne, 2013).

Tomado de: La Viña de los Lumière

Tráiler del filme El padre (Reino Unido, 2020) de Florian Zeller

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Julian Assange y el colapso del Estado de derecho

Por Chris Hedges

Una sociedad que prohíbe la posibilidad de decir la verdad anula la posibilidad de vivir en la justicia.

Esa es la razón por la que esta noche estamos aquí. Todos los que conocemos y admiramos a Julian condenamos su prolongado sufrimiento y el de su familia. Exigimos que se ponga fin a los muchos errores e injusticias que se han cometido con su persona. Le respetamos por su valor y su integridad. Pero la batalla por la libertad de Julian nunca ha sido solo por la persecución a la que se sometía a un editor. Es la batalla por la libertad de prensa más importante de nuestra era. Y si perdemos esa batalla las consecuencias serán devastadoras, no solo para Julian y su familia sino para todos nosotros.

Las tiranías invierten el Estado de derecho. Convierten la ley en un instrumento de injusticia. Esconden sus crímenes mediante una falsa legalidad. Utilizan la dignidad de tribunales y juicios para ocultar su criminalidad. Aquellos que, como Julian, exponen ante el público esa criminalidad son personas peligrosas, porque sin el pretexto de la legitimidad la tiranía pierde credibilidad y lo único que le queda es el miedo, la coacción y la violencia.

La prolongada campaña contra Julian y Wikileaks es una ventana hacia la demolición del Estado de derecho, un paso más hacia lo que el filósofo político Sheldon Wolin llama nuestro sistema de totalitarismo invertido, una forma de totalitarismo que mantiene la ficción de la antigua democracia capitalista, incluyendo sus instituciones, iconografía, símbolos patrióticos y retórica, pero que internamente ha entregado todo el control a los dictados de las corporaciones globales.

Yo estaba en la sala del tribunal cuando Julian Assange fue juzgado por la juez Vanessa Baraitser, una versión moderna de la Reina de Corazones de Alicia en el País de las Maravillas, que exigía la sentencia antes de declarar el veredicto. Fue una farsa judicial. No existía base legal alguna para mantenerle en prisión. No había base legal alguna para juzgarle, siendo un ciudadano australiano, según la Ley de Espionaje de EE.UU. La CIA le estuvo espiando en la embajada ecuatoriana a través de una compañía española, UC Global, contratada para proporcionar la seguridad a la embajada. Este espionaje incluyó las conversaciones confidenciales entre Assange y sus abogados cuando discutían los términos de su defensa. Este mero hecho debería haber invalidado el juicio. Julian está prisionero en una cárcel de alta seguridad para que el Estado pueda continuar los abusos degradantes y la tortura que espera provoquen su desintegración psicológica o incluso física, tal y como ha testificado el relator Especial de la ONU para la Tortura, Nils Melzer.

El gobierno de Estados Unidos ha dado instrucciones al fiscal londinense James Lewis, tal y como ha documentado con elocuencia [el exdiplomático, periodista y defensor de derechos humanos británico] Craig Murray. Lewis presentó dichas directrices a la juez Baraitser, que las adoptó como su decisión legal. Todo el show fue una pantomima judicial. Lewis y la juez insistieron en que no estaban intentando criminalizar a los periodistas y amordazar a la prensa, al mismo tiempo que se afanaban en establecer un marco legal para criminalizar a los periodistas y amordazar a la prensa. Y esa es la razón por la que el tribunal se esforzó tanto por ocultar el proceso judicial a la opinión pública, limitando el acceso a la sala del tribunal a un puñado de observadores y poniendo todas las dificultades posibles para imposibilitar su visionado en línea. Fue un oscuro juicio amañado, más típico de la Lubianka que de la jurisprudencia británica.

Yo sé que muchos de los que estamos hoy aquí nos consideramos radicales, puede que hasta revolucionarios. Pero lo que estamos exigiendo tiene de hecho un tinte conservador, dentro del espectro político. Exigimos la restauración del Estado de derecho. Algo tan sencillo y básico que no debería resultar incendiario en una democracia en funcionamiento. Pero vivir en la verdad en un sistema despótico es un acto supremo de desafío. Esa verdad aterroriza a quienes detentan el poder.

Los arquitectos del imperialismo, los señores de la guerra, las ramas legislativa, judicial y ejecutiva del gobierno, controladas por las grandes empresas, y sus serviles cortesanos de los medios de comunicación son ilegítimos. Si pronuncias esta sencilla verdad quedas desterrado, como hemos estado muchos de nosotros, a los márgenes del panorama mediático. Si demuestras esa verdad, como han hecho Julian Assange, Chelsea Manning, Jeremy Hammond y Edward Snowden al permitirnos fisgar en las interioridades del poder, serás perseguido y procesado.

Poco después de que Wikileaks publicara los archivos de la Guerra de Irak en octubre de 2010, que documentaban numerosos crímenes de guerra de Estados Unidos –incluyendo imágenes del ametrallamiento de dos periodistas de Reuters y otros 10 civiles desarmados en el video Asesinato Colateral, la tortura sistemática de prisioneros iraquíes, el ocultamiento de miles de muertes de civiles y el asesinato de cerca de 700 civiles que se habían acercado demasiado a los puestos de control estadounidenses–, los destacados abogados de derechos civiles Len Weinglass y mi buen amigo Michael Ratner (a quien acompañaría posteriormente para reunirse con Julian en la embajada ecuatoriana) se reunieron con Julian en un apartamento de Londres Central. Las tarjetas bancarias personales de Assange habían sido bloqueadas. Tres ordenadores encriptados habían desaparecido de su equipaje durante su viaje a Londres. La policía sueca estaba fabricando un caso en su contra con la intención, le advirtió Ratner, de extraditarle a Estados Unidos.

“Wikileaks y tú personalmente os enfrentáis a una batalla que es tanto legal como política”, le dijo Weinglass a Assange. “Como aprendimos en el caso de los Papeles del Pentágono, al gobierno de Estados Unidos no le gusta que se haga pública la verdad. Y no le gusta que le humillen. No importa que sea Nixon, Bush u Obama, un Republicano o un Demócrata, quien ocupe la Casa Blanca. El gobierno de EE.UU. intentará evitar que publiques sus repugnantes secretos. Y si tienen que destruirte a ti, y destruir al mismo tiempo la Primera Enmienda y los derechos de los editores, están dispuestos a hacerlo. Creemos que van a perseguir a Wikileaks y a ti, Julian, por publicarlos”.

“Que van a perseguirme, ¿por qué razón?”, preguntó Julian.

“Por espionaje”, continuó Weinglass. “Van a acusar a Bradley Manning por traición, acogiéndose a la Ley de Espionaje de 1917. No creemos que se le pueda aplicar porque es un denunciante de conciencia, no un espía. Pero van a intentar obligar a Manning a que te implique a ti como colaborador”.

“Que van a perseguirme, ¿por qué razón?”

Esa es la cuestión.

Han perseguido a Julian por sus virtudes, no por sus defectos.

Han perseguido a Julian porque sacó a la luz más de 15.000 muertes no denunciadas de civiles iraquíes; porque hizo públicas la tortura y los malos tratos a unos 800 hombres y muchachos de entre 14 y 89 años en Guantánamo; porque publicó que Hillary Clinton ordenó en 2009 a los diplomáticos estadounidenses que espiaran al Secretario General de la ONU Ban Ki Moon y a otros representantes de China, Francia, Rusia y Reino Unido, un espionaje que incluía obtener su ADN, el escaneo de su iris, sus huellas dactilares y sus contraseñas personales, continuando métodos habituales de vigilancia ilegal como las escuchas ilegales al Secretario General de la ONU Kofi Annan las semanas previas a la invasión de Irak de 2003 dirigida por Estados Unidos; le han perseguido porque divulgó que Barack Obama, Hillary Clinton y la CIA orquestaron el golpe militar de 2009 en Honduras que derrocó al presidente elegido democráticamente, Manuel Zelaya, y lo reemplazó con un régimen militar corrupto y asesino; porque reveló que George Bush hijo, Barack Obama y el general Davis Petrous llevaron a cabo una guerra en Iraq que, según las leyes posteriores al proceso de Núremberg, se considera una guerra criminal de agresión, un crimen de guerra y porque autorizaron cientos de asesinatos selectivos, incluyendo los de ciudadanos estadounidenses en Yemen, donde también lanzaron secretamente misiles, bombas y ataques con drones que acabaron con la vida de decenas de civiles; porque reveló que Goldman Sachs pagó a Hillary Clinton 657.000 dólares por dar conferencias, una suma tan enorme que solo puede considerarse un soborno, y que Clinton aseguró en privado a los líderes empresariales que cumpliría sus órdenes, mientras prometía a la opinión pública una regulación y una reforma financiera; porque sacó a la luz la campaña interna para desacreditar y destruir a Jeremy Corbyn por parte de miembros de su propio Partido Laborista; porque mostró cómo la CIA y la Agencia Nacional de Seguridad utilizan herramientas de hackeo que permiten al gobierno la vigilancia al por mayor a través de nuestros televisores, ordenadores, smartphones y programas antivirus, lo que permite al gobierno registrar y almacenar nuestras conversaciones, imágenes y mensajes de texto privados, incluso si están encriptados.

Julian sacó a la luz la verdad. La desveló una y otra y otra vez, hasta que no quedó la menor duda de la ilegalidad, corrupción y mendacidad endémicas que definen a la élite gobernante global. Y por descubrir esas verdades es por lo que han perseguido a Assange, como han perseguido a todos aquellos que se atrevieron a rasgar el velo que cubre al poder. “La Rosa Roja ahora también ha desaparecido…”, escribió Bertolt Bretch cuando la socialista alemana Rosa Luxemburgo fue asesinada. “Porque ella a los pobres la verdad ha dicho, los ricos del mundo la han extinguido”.

Hemos experimentado un golpe de Estado empresarial, mediante el cual los pobres y los hombres y mujeres trabajadores se ven reducidos al desempleo y el hambre; la guerra, la especulación financiera y la vigilancia interna son las únicas ocupaciones del Estado; por el cual ya ni siquiera existe el habeas corpus; por el que los ciudadanos no somos más que mercancías que se usan, se despluman y se descartan para los sistemas corporativos del poder. Negarse a contraatacar, a tender lazos y ayudar al débil, al oprimido y al que sufre, a salvar el planeta del ecocidio, a denunciar los crímenes internos e internacionales de la clase dominante, exigir justicia, a vivir en la verdad es llevar la marca de Caín. Quienes detentan el poder deben sentir nuestra ira, y eso significa realizar actos constantes de desobediencia civil, significa acciones constantes de protesta social y política, porque este poder organizado desde abajo es el único que nos salvará y el único poder que liberará a Julian. La política es un juego de temor. Es nuestro deber moral y cívico hacer sentir miedo a los que están en el poder, mucho miedo.

La clase dominante criminal nos tiene a todos sujetos por el miedo. No puede reformarse. Ha abolido el Estado de derecho. Oscurece y falsea la verdad. Busca la consolidación de su obsceno poder y su obscena riqueza. Por tanto, citando a la Reina de Corazones, metafóricamente, claro, yo digo: “¡Que les corten la cabeza!”.

Tomado de: Resumen Latinoamericano

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El nido (+Video)

El nido (Reino Unido, 2020) de Sean Durkin

Por Rolando Pérez Betancourt

Una familia de clase media alta se muda de Nueva York a Londres convencida de que podrá superar aún más su rango social y económico en la Inglaterra de Margaret Thatcher. Al frente marcha un hombre de negocios que cree sabérselas todas, pero al mismo tiempo está poseído por una compleja personalidad que, gradualmente, iremos desentrañando en El nido (2020), producción británica dirigida por Sean Durkin en su vuelta al cine, diez años después de haber triunfado con Martha Marcy May Marlene.

Dos actuaciones descuellan en este filme que exhibirá próximamente la televisión: la de Jude Law y Carrie Coon. ¿Podrá triunfar el inglés Rory O’Hara de vuelta a  su viejo trabajo londinense, adonde piensa llevar la sabiduría de dinámico empresario adquirida en Estados Unidos?

El director Durkin, también guionista, carga las tintas en la construcción emocional de unos personajes que se desenvuelven dentro y fuera de la vida familiar. Se hace evidente entonces que El nido gusta trabajar los gestos, las miradas y las reacciones ante las poses, o mentiras que salen a flote en fiestas y conversaciones de todo tipo, diálogos que pueden revelar los sentimientos más diversos y hasta las secretas intenciones de los involucrados, porque después de todo la apariencia de clase triunfadora hay que mantenerla, aunque por debajo el barco esté haciendo aguas.

Una historia que combina elementos tan disímiles como el amor, la ambición, la ternura, el miedo, la desolación y hasta la crueldad, todo ello supeditado a un estatus social que termina por convertir a los O’Hara en seres temerosos de rodar barranco abajo.

Y como si fuera poco, el palacete del siglo XVII que alquila el megalómano Rory en su vuelta al país natal, es lo suficientemente impresionante en sus sombras y recovecos como para pensar que en él pudieran habitar fantasmas. Fundamental resulta el papel de Carrie Coon como la esposa enérgica que, a regañadientes, sigue a su esposo en la aventura europea y que gradualmente descubre que los colores de la dicha pueden empastelarse.

Cierto que por momentos el filme se vuelve algo predecible, porque antes hubo otros con un drama central parecido, pero ello no quita para asegurar que con El nido estaremos ante una historia contundente y bien armada en la que, una vez más, el papel de la familia resultará decisivo.

Tomado de: Granma

Tráiler del filme El nido (Reino Unido, 2020) de Sean Durkin

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Desobediencia (+Video)

Desobediencia (Reino Unido, 2017) de Sebastián Lelio

Por Rolando Pérez Betancourt

El tema de mujeres que se rebelan contra tradiciones y roles sociales impuestos ha venido motivando el interés de no pocos directores y cinematografías en los últimos tiempos, entre ellos el chileno Sebastián Lelio, aplaudido por Gloria —que tuvo un remake en el cine estadounidense dirigido por el propio cineasta— y Una mujer fantástica, con la que obtuvo el Oscar y el Goya a la mejor película extranjera.

En Gloria, apoyada en una espectacular Paulina García, salía a relucir la marginación a la que la sociedad somete a mujeres que ya no son jóvenes y pretenden seguir siendo alegres y participativas, en este caso una dama próxima a cumplir los 60. Una mujer fantástica traía la historia de la transexual Marina, interpretada por Daniela Vega, en solitaria batalla contra la exesposa y la familia de su pareja, recién fallecido, para reclamar su derecho a participar en los funerales.

Desobediencia (2018), que se exhibirá próximamente por nuestra televisión, es un intenso drama de transgresión acerca de Esti y Ronit, dos mujeres enfrentando las estrictas reglas de la comunidad judía ortodoxa en la que nacieron y se criaron, en un barrio del este de Londres, donde ninguno de sus habitantes parece comprender el calibre del «amor prohibido» que una vez las unió.

El filme se basa en una novela de la británica Naomi Alderman y cuenta con dos actuaciones estelares, con Rachel Weisz, como Ronit, y Rachel McAdams en la piel de Esti. La primera hace años que se decidió a abandonar las ataduras de una sociedad religiosa que la obligaba a acatar las decisiones tomadas por otros. Esti, por el contrario, prefirió quedarse y, empujada por los mismos prejuicios que hicieron huir a la amiga, se matrimonia con un conocido de la infancia.

Transcurridos los años, las dos mujeres vuelven a encontrarse en el mismo barrio y se hace evidente que, lo que una vez sucedió entre ellas, es una verdad compartida en secreto por una comunidad donde dogmas y formalidades religiosas se siguen cumpliendo al pie de la letra.

Aunque el protagonismo pareciera marcar el personaje de Rachel Weisz (fotógrafa en Nueva York, rabiosa soltera con faldas cortas y cabellos al viento), el mayor interés se desplaza hacia la Esti de la McAdams, maravillosa como la mujer que quiere y no puede, y se frena y disimula, pero sin remilgos se pone a tararear Lovesong, famoso tema del grupo The Cure, referido al desgarro y la tristeza de saber la imposibilidad de coexistencia entre lo que se quiere y lo que se debe. Es evidente que a Esti la invade una mezcla de rebeldía y culpa, a causa de su conducta infractora, pero ahí radica la complejidad de un personaje múltiple, que en un principio iba a interpretar Rachel Weisz, pero que, siendo ella misma la productora del filme, le cedió a su compañera de reparto; jugada maestra porque, en el equilibrado desempeño de ambas, se sostiene buena parte de esta historia.

Desobediencia deja correr, a lo largo de su metraje, la idea, tomada de un personaje rabino, de que los seres humanos no son ni ángeles ni demonios y se ubican en una zona conflictiva en la que el deber y el deseo luchan permanentemente por la supremacía. Apoyándose a ratos en el melodrama, el filme no es perfecto y quizá el conflicto hubiese podido tener una estructura más complicada, pero el director chileno vuelve a demostrar su maestría para crear personajes femeninos decididos a ir por lo suyo, mujeres que, como él mismo ha asegurado, preferirían pedir perdón, antes que permiso.

Tomado de: Granma

Tráiler del filme Desobediencia (Reino Unido, 2017) de Sebastián Lelio

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Promising Young Woman: Un carrusel de emociones ambivalentes (+Video)

Promising Young Woman (Reino Unido, 2020) de Emerald Fennell

Por Javiera Navarrete

-A mí también me afectó, ¿sabes? Ser acusado así es la peor pesadilla de todos los hombres.

– ¿Y puedes adivinar cuál es la peor pesadilla de todas las mujeres?

Promising Young Woman es una película que ha suscitado muchos elogios, preguntas e incluso duros cuestionamientos, ya sea respecto a si pertenece o no al género del thriller de venganza, o en relación a su propuesta estética (femenina) y ética (feminista).

La ópera prima de Emerald Fennell narra la historia de Cassie (interpretada por Carey Mulligan), una exestudiante de medicina que vive hace años en duelo por la muerte de su mejor amiga, Nina. Nos adentramos en la vida cotidiana de Cassie, en su trabajo rutinario y poco emocionante en una cafetería, en su familia que teme por su bienestar al verla apagándose en plena juventud, y en la principal actividad que moviliza la vida de la protagonista, la búsqueda de venganza o justicia por el crimen sexual que condujo a la muerte de Nina.

En este escenario, los personajes secundarios son circunstanciales e incluso funcionales en la vida de Cassie, ya que ella no establece vínculos sinceros con ninguno de ellos, de manera que vive el dolor del duelo voluntariamente en silencio y sola. Este dolor toma en Cassie la forma de sufrimiento y su soledad la vive desde la desolación, a pesar de su aparente fachada de mujer joven, independiente, educada, que además es bonita (y blanca, por cierto).

Se puede cuestionar de esta construcción de personaje una actitud un tanto tóxica, que reniega de la dimensión vulnerable intrínseca a todo ser humano, en pos de una presentación social de la persona a través de un despliegue de autosuficiencia que puede incomodar a les espectadores, porque se siente forzado en tanto autoimpuesto como mecanismo de defensa. Pero creo que justamente ese es el punto, que esa misma construcción de personaje es la que nos permite transitar entre la identificación con la protagonista y el extrañamiento necesario para ver la película con ojos críticos.

Una de las principales premisas de Promising Young Woman se encuentra condensada en el desarrollo del personaje de Ryan, el inesperado (e inconveniente) interés amoroso de Cassie, quien en principio se muestra amable, preocupado y paciente, pero que nunca comprende realmente los procesos con los que ella está lidiando. Podríamos aducir que esto se debe a que Cassie no abre sus emociones con él, a quien no revela nada de su vínculo con Nina hasta que se ve compelida a hacerlo. El montaje de romance con banda sonora de Paris Hilton (y lo que implicaba para la trama), se ve interrumpido abruptamente en el momento en que Cassie descubre el papel que su novio desempeñó como espectador pasivo en el ultraje de su amiga. Cuando lo increpa, el remordimiento inicial de Ryan se torna en una actitud displicente, que minimiza la situación y, en consecuencia, lo resitúa como un agente perpetuador de la cultura de la violación.

Diría que en esta película hay tres caminos que sigue la protagonista en su forma de resolver simbólicamente el conflicto que la agobia. Sin perder de vista, por supuesto (como advierte en La imaginación simbólica Gilbert Durand), que todo proceso simbólico tiene efectos de realidad en la vida social. El primero, refiere a este intento de re-educación que emprende Cassie, a través de la metódica performance de mujer borracha que le permite increpar a hombres que le ofrecen ayuda y luego tratan de abusar de ella. El segundo, corresponde a la venganza dirigida hacia personas específicas, encubridoras del crimen contra su amiga. Sin embargo, si nos detenemos a mirar más allá de la superficie, notamos que no es un ajusticiamiento en el sentido que estamos acostumbradas a ver en el cine Rape & Revenge, sino que se aleja de esas convenciones, al no violentar realmente a estas personas, sino ponerlas en una situación que las conduzca a dimensionar la gravedad de su comportamiento.

El tercer camino refiere a la búsqueda de justicia, que se materializa en su plan final, cuyo objetivo es hacer caer al hombre que violó a Nina. Para ello, tuvo que planificar hasta el más mínimo detalle, lo que me lleva a pensar en toda la energía que Cassie volcaba en todas sus acciones, en lo agotador y poco saludable de esa perspectiva. Pero también es agotador ser víctima de violencia y estar a la defensiva, algo a lo que estamos tan acostumbradas en la vida real, pero poco en el cine.

Vemos en Cassie una espiral obsesiva, movilizada por una construcción de sentido en torno al proyecto de hacer justicia por sus propias manos. Hasta cierto punto, las mujeres podemos sentirnos identificadas con Cassie, porque compartimos la experiencia encarnada de la violencia patriarcal, que nos afecta brutalmente día a día más allá de las pantallas. Pero, tal como ha sido señalado en otros escritos [por ej, véase acá y aquí], hay una dimensión ética de la representación que puede ser problemática, si se lee sin detenerse en los mecanismos ideológicos que están en tensión detrás de los recursos formales y discursivos de la obra misma.

El peligro de reduccionismo radica en aquellos discursos que retratan la violencia sexual desde una narrativa única, que posiciona a todas las mujeres como víctimas y a todos los hombres como victimarios. Esto no solo reproduce estructuras de género binarias, sino que impone una mirada estigmatizante sobre el trauma, que lo rectifica en los cuerpos de manera tal que hace imposible imaginar otras formas de procesarlo.

A pesar de estar estructurada en la clásica fórmula enigma-resolución, el cierre narrativo de esta historia está lejos de ajustarse a las expectativas de diversos públicos. Más allá de una potencial satisfacción emocional ante la clausura propuesta a través de la aplicación de la justicia (justicia patriarcal, no lo olvidemos), esta película resuena en sus espectadores porque desencadena una serie de preguntas: ¿a qué costo fue esa búsqueda de justicia?, ¿podemos sentirnos reconfortadas ante ese desenlace? Por supuesto que no.

A mi juicio, son las limitaciones y ambivalencias de Promising Young Woman las que la hacen una obra tan interesante y atractiva para el debate. Es una película exigente con el público, que demanda analizarla de manera situada, considerando su contexto de producción y de recepción. En estos tiempos de corrección moral y películas que son vendidas de feministas como estrategia de marketing, hay que reconocer de Emerald Fennell que se atrevió a proponer un punto de vista sobre la cultura de la violación, que incluye su carácter sistémico, y se aleja de las convenciones de cierto cine para mujeres que tienen como fin una satisfacción emocional momentánea, fácilmente olvidable.

En su libro Cine de mujeres, Annette Kuhn planteó una pregunta fundamental que está en sintonía con mis propias reflexiones al momento de escribir sobre esta película: “El feminismo de una obra, ¿está allí por las características de su autor, por ciertas características de la obra en sí, o por el modo en que ‘se lee’?”.

Las premisas de esta película, construidas en clave de interpelación, requieren de un espectador crítico, que no absorba irreflexivamente todo lo que ve con disposición de consumista del cine hecho por mujeres, y que se cuestione sus propias expectativas respecto a una posible “película feminista perfecta”. Tal como escribiera Annette Kuhn, “los conjuntos de significados no habitan en los textos, sino que más bien los textos se crean, al menos en cierta medida, en su interpretación o recepción”. Por eso me parece evidente que no basta con que exista esta película para transformar las conciencias, en el sentido de que no es un proceso que dependa del texto en sí, sino que es en el encuentro entre el texto fílmico y sus espectadores donde se activa su potencialidad como intervención cultural feminista.

Tomado de: El Agente Cine

Tráiler del filme Una joven prometedora (Reino Unido, 2020) de Emerald Fennell

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