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Repudio

Ares (Cuba)

Por Soledad Cruz Guerra

A mí tampoco me gustan los ignominiosos actos de repudio. Por eso me indigna la andanada de ofensas, amenazas, linchamientos mediáticos, falsas noticias que desde Miami y otros puntos del planeta lanzan los totalitarios enemigos de Cuba, enceguecidos por el odio, incapaces del menor razonamiento, proclamando sin pudor sus intenciones de aniquilar, matar, arrasar con todos los que no piensen como ellos, si lograran apoderarse de la Isla.

No he leído ninguna declaración pública de ilustres personalidades, ni de sensibles académicos, ni de críticos analistas sobre esa verdad evidente. Tampoco la vi sobre los lamentables sucesos del 11 de julio contra el vandalismo de los que atacaron mercados, tiendas, tiraron piedras a un hospital, volcaron carros policiales y hasta pretendían quemar vivos a agentes del orden.

Entonces, el 11 de julio, a lo sumo, se limitaron a manifestar que no querían que se reprimiera al pueblo, como si pueblo solo fueran los violadores de la tranquilidad ciudadana, los delincuentes pagados para fomentar el caos, los que formaron el show frente al Instituto de Radio y Televisión, sabiendo a quien servían como luego se ha ido demostrando.

Esa violencia, que tomó desprevenida a la sociedad cubana, demostró la impiedad de sus organizadores para con un pueblo abrumado por la pandemia, para con un país prácticamente estrangulado por las extremas sanciones de la administración Trump. Pero demostró también que los presuntos “pacíficos” promotores del cambio de gobierno en Cuba —para instaurar el capitalismo— no tienen ninguna capacidad para evitar los hechos violentos que, desde las redes sociales, estimula la turba de odiadores, quienes apoyan a Archipiélago porque saben que tiene los mismos objetivos, aunque los disfrace impúdicamente apelando a Martí o a Gandhi.

Me quedé literalmente estupefacta cuando leí en las redes sociales que algunas “almas sensibles” acusaban al presidente cubano de provocar la división cuando llamó a defender en las calles a la nación, ante aquellos actos ignominiosos de repudio a la paz, en medio de una crítica situación económica y epidemiológica.

Ocurre que los provocadores de la violencia y sus intoxicados seguidores niegan el legítimo derecho a la defensa alegando que la Patria no es la Revolución. Ignoran que, antes de 1959, la falta de soberanía y la dependencia de Estados Unidos pisoteaban el concepto emancipador de patriotismo con el cual surgió la nación cubana, legado por los independentistas originarios.

A pesar de los defectos, los errores, las deformaciones de los hombres y mujeres que han hecho, sostenido y dirigido la Revolución, ella ha sido la garantía de una patria libre, independiente, soberana, y ha extendido el concepto de patriotismo más allá del folklore, el puerco asado en púa, el ron, fomentando un sentimiento de solidaridad universal, según el principio martiano de que patria es humanidad.

Por supuesto que para defender esos baluartes espirituales no se debe acudir a los mismos métodos de vulgarización empleados por los enemigos, hay que mostrar el repudio legítimo a los que ponen en peligro la soberanía, con la altura que merece tan elevada causa, aunque cualquier desliz en ese aspecto no se compara con la agresividad de la guerra mediática que se le hace a Cuba, con la violencia desatada el 11 de julio, con la instigación constante a producir atentados ignorados voluntariamente por quienes inventan marchas “pacíficas”.

Y aunque, repito, a mí tampoco me gustan los ignominiosos actos de repudio, la guerra que se nos ha declarado desde Miami merece una fuerte línea de defensa, el mayor de los repudios.

Tomado de: La Jiribilla

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Un asunto esencialmente cultural

Obra del artista plástico cubano Roberto Fabelo

Por Soledad Cruz Guerra

Con premeditación y alevosía las inconformidades de la sociedad cubana fueron capitalizadas por los organizadores de estallidos sociales en países cuyas políticas no se doblegan a la tiranía de Estados Unidos. La pandemia y el estrangulamiento económico con más de 200 medidas implantadas por Trump contra la Isla fomentaron mayores problemas materiales, produjeron crispación psicológica e incrementaron cierto cansancio por la demora de soluciones a carencias e inadecuados funcionamientos que se acumulan desde la crisis de los 90.

Los “tanques pensantes” de la administración estadounidense prepararon desde hace años las estrategias de subversión en Cuba para cuando Fidel Castro no estuviera físicamente y la denominada generación histórica fuera desapareciendo por ley natural, y desde la caída de la Unión Soviética y el campo socialista aprovecharon el desconcierto, que también se produjo en la Isla, ante tal suceso para “acoger” y fomentar las “rebeldías” de algunos artistas ante lo que consideraban excesivas regulaciones del socialismo cubano.

Los precedentes años 80 habían producido alertas con exposiciones retadoras de jóvenes artistas plásticos que querían hacer como en cualquier parte del mundo: cuestionar todo lo establecido aunque en cualquier parte del mundo esa aparente libertad de expresión no produce ningún cambio en el sistema, aunque los movimientos artísticos tengan seguidores o evidencien los desórdenes estructurados por un sistema por propia naturaleza avasalladoramente injusto, que hace más de 200 años repite el mismo discurso “libertario” de las posibilidades del bienestar para todos y ha conseguido que el uno por ciento de la población mundial acapare las mayores riquezas, que las incremente en las mayores crisis mientras la pobreza crece incluso en los llamados países desarrollados.

La abierta y confesa disposición de EE. UU. de destruir a la Revolución cubana desde su nacimiento, confirmada con atentados, agresiones, bloqueo, ha condicionado un fuerte espíritu autodefensivo de plaza sitiada y condiciones anómalas para el desarrollo fluido de la sociedad en todos los órdenes y producido no pocas deformaciones en decisiones, decisores y una población ejemplar por su resistencia, pero no inmune a las debilidades de la naturaleza humana sobre las cuales saben “trabajar” con particular pericia los ideólogos de seductores paraísos reservados a una minoría planetaria pero que crean la ilusión de ser alcanzables.

Analizado con objetividad era imposible que una pequeña isla del Caribe desafiara el poderío indiscutible de EE. UU, pasando por encima incluso de los preceptos de El arte de la guerra, de Lao Tsé, sobre todo luego de perder a los aliados del este europeo, pero lo ha conseguido, entre otras razones por mantener a la mayoría unida en el empeño de no dejarse doblegar.

Crear fisuras en ese escudo protector es el propósito de la escalada contrarrevolucionaria desatada en plena pandemia bajo diferentes rótulos, pero similares intenciones, que fueron instruidos para instigar luego los disturbios del 11 de julio que encontraron eco en delincuentes confirmados por sus antecedentes penales, individuos y grupos vinculados al ámbito cultural con pretendidas intenciones pacíficas pero que saben perfectamente a quién sirven creando esas situaciones, miembros de sectores poblacionales agobiados por las penurias cotidianas y falta de atención a sus reclamos cuando ocuparse de enfrentar la pandemia concentra recursos, energías y una verdadera epopeya científica.

¿Es tan difícil entender esa cadena de sucesos para personas ilustradas, presumiblemente con sensibilidad e inteligencia como para no ignorar que es un crimen intentar desestabilizar el país en circunstancias tan cruentas?

Que algunas personas reconocidas por sus obras artísticas hayan apoyado a los instigadores de los “plantones” creadores de disturbios desde 2020 demuestra que se puede tener un gran talento y no saber discernir desde el punto de vista cultural, a quién, a qué, se beneficia con esa actitud.

Un teatrista que se declara fuera del sistema político cubano, un gran cineasta que aboga por una Cuba distinta, un músico notable que apoya la intervención humanitaria sin tomar en cuenta el contexto nacional e internacional, ¿han pensado seriamente qué sería de este país si los herederos de las grandes familias burguesas que lo poseían se vuelven a apropiar del territorio nacional, si se adueñan de los medios comunicacionales esos que protagonizan en Miami los programas más sórdidos, vulgares, sin el más mínimo sentido no ya cultural, sino elementalmente humano?

¿Ese poco creativo retorno a un pasado, que es presente en la mayoría de países pobres del mundo, serviría para enmendar los amplificados errores del socialismo? ¿Y qué harían con los horrores del capitalismo neoliberal que crecen por día?

Cuba tiene una importante base cultural que abarca escuelas sobre los más diversos saberes, entre ellas las costosas dedicadas a la enseñanza artística, la capacidad para un desarrollo científico mostrado en la lucha por la pandemia, un aporte importante en la colaboración con otros países en educación, salud, deportes; países que con los recursos del sistema capitalista no pueden mostrar esos logros, incluso los de economía con mayor pujanza como Chile, Colombia, Brasil, donde las poblaciones se rebelan añorando derechos que las cubanas y los cubanos tienen.

¿Acaso destruir esas conquistas innegables puede ser la base de una Cuba mejor? Y a destruir han llamado los “pacíficos” impíos a quienes no les importó que aumentaran los contagios y ahora responsabilizan a la respuesta de quienes tenían el derecho de defenderse del ataque artero a la tranquilidad de las calles que son de todos los que no las profanen provocando conflictos evitables.

Cierto es que se han acumulado problemas en las bases de la sociedad que no han sido atendidos como merecen a pesar de las advertencias de las Ciencias Sociales, cuyas investigaciones mostraron los fenómenos de pobreza, marginalismo, condiciones precarias que estaban creando serias fisuras culturales también al establecer desigualdades notorias entre barrios de la periferia de las ciudades, entre provincias que no recibían los beneficios del turismo, sector emergente de la economía en el cual, además, se observaban manifestaciones de discriminación racial.

No se puede negar que elementos fundamentales para el incremento de la cultura ciudadana, como la participación real en la gestión de gobierno desde la base con el delegado de la circunscripción y sus rendiciones de cuenta, no han alcanzado la efectividad requerida aunque la convocatoria para discutir la nueva Constitución fue un ejercicio democrático de mucho valor participativo.

Sin dudas, hay que enmendar muchas cosas, hay que repensar otras y transformar definitivamente perversiones que se han producido al evadir principios como el de que cada cual aporte según su capacidad y sea remunerado según su trabajo o el de la propiedad estatal sobre los fundamentales medios de producción, y que los ciudadanos y ciudadanas puedan poner su creatividad y responsabilidad en los otros sin tantas variaciones sobre lo que se puede o no hacer.

Pero una cosa es criticar, señalar, exigir y exigirnos mayor eficacia en todo y otra negar que a pesar de la mala pasión de Estados Unidos por Cuba se han mantenido las fundamentales conquistas a favor de la mayoría. Y peor, imperdonable, que creadores de la cultura artística abran brechas, no para edificar, sino para darle paso a la anticultura que promueven las fuerzas hegemónicas como demuestra lo que ocurre ahora mismo en cualquier rincón del mundo. Felizmente, por convicción y discernimiento, son muchos los artistas que junto a maestros, trabajadores, campesinos, científicos, obreros, médicos e ingenieros laboran arduo para defender esa cultura afianzada en la soberanía y en la voluntad de trascender los obstáculos propios y ajenos para conseguir el bienestar no alcanzado por los pobres de la Tierra.

Tomado de: La Jiribilla

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¿Crítica a la crítica?

Por Soledad Cruz Guerra

No tengo suficiente información sobre cómo anda la crítica artística, cultural, de espectáculos en el mundo para ubicar en contexto internacional la situación de las llamadas opiniones especializadas en la ínsula del debate constante sobre todos los temas desde mucho antes de la existencia de Internet, que ha propiciado la convicción de que se puede manifestar cualquier criterio aunque no se sostenga en argumentos, ni en los conocimientos sobre el asunto que se trate y que es respetable en nombre de los derechos de expresarse libremente.

Pero aprecio, en lo que puedo ver dentro de esas apabullantes y, a la vez fragmentadas, marejadas de informaciones, valoraciones, evaluaciones que llegan de todas partes por las redes sociales, sitios web, blogs que las antiguas normativas estéticas están hechas trizas, no solo por la pérdida de jerarquías en el ejercicio del criterio que propician las nuevas tecnologías, también por el muy generalizado concepto de las teorías de la postmodernidad de que todo vale.

En realidad la crítica no ha gozado nunca, ni aquí, ni en otras partes del planeta, de buena acogida, ni por los creadores, ni por los públicos que les siguen, cuando señala aspectos no conseguidos, pifias, enfoques poco logrados o realizaciones carentes de calidad técnica o estilísticas según los presupuestos ideoestéticos de quienes manifiestan la inconformidad con las obras de pretensiones artísticas que han ampliado sus recursos expresivos y sus zonas de influencia más allá de los escenarios, libros pantallas, cuadros e incluso de la radio y la televisión gracias a los actuales soportes que propicia la conexión en línea.

Ahora mismo cualquiera puede poner sus “¿obras?” en las redes sociales y recibir millones de apoyos que aumentarán mientras más escandalizadora, irreverente, delirante, transgresora sean para ya una mayoritaria población de nativos digitales a la que se han unido millones no originarios de esa condición pero que la han asumido como propia y como posibilidad de desafiar las normas en todos los órdenes de la existencia, que no les garantizaron los beneficios que cumplirlas prometían tanto en la vida personal como en la social en un mundo en que los centros hegemónicos de los diferentes tipo de poder violan a diario los principios humanistas que posibilitaron las fundamentales conquistas de la civilización peligrosamente amenazadas por la quiebra.

Aunque a algunos “reduccionistas” de las interinfluencias crean que nada de eso tiene que ver con Cuba, al país llegan los influjos de todos esos factores, antes incluso de la notable ampliación de las conexiones a Internet por los nexos con tantos nativos de la isla establecidos por todo el orbe y los continuos viajeros que parten y llegan al territorio nacional.

He querido trazar esas someras coordenadas para llamar la atención sobre las evidencias de que vivimos en mundo que ha cambiado aceleradamente códigos comunicacionales, de percepción, de conceptos sobre la vida y, por supuesto, sobre los productos de pretensiones artísticas lo cual supone una mirada aguda y renovado instrumental para los analistas al exponer sus criterios ante públicos “bombardeados” por múltiples y contradictorias propuestas que van desde el incremento de los fanatismos de todo tipo a tendencias a negar todo lo establecido y la posibilidad de “linchar mediáticamente” a los que intenten contradecir lo que hayan asumido como válido.

Ante tal panorama la crítica, el ejercicio del criterio, el comentario valorativo, la opinión especializada como expresiones profesionales se enfrentan a retos superiores con los que siempre tuvieron que lidiar, porque en realidad la muy antigua aspiración de empoderar a los públicos con los elementos técnicos de las diferentes manifestaciones artísticas que le aportaran ciertos factores objetivos para juzgar no se concretó al no figurar en los planes educacionales de la enseñanza artística con la regularidad e intensidad de otras asignaturas como la Matemática, la Gramática, la Física o la Química. Ahora tampoco se estudia, como requieren los tiempos que corren el uso de las nuevas tecnologías.

Otro asunto que se ha vuelto aún más complejo son los misterios del gusto en cuya construcción tiene un peso los referentes culturales, ambientales, familiares. También las tendencias imperantes en la sociedad, pero además está sujeto a los llamados valores axiológicos que explican como una canción de dudosa calidad es apreciada porque recuerda un momento importante de la vida, una historia de amor. Y esos elementos subjetivos condicionan que no siempre es lo de más calidad estético artístico lo que goza de mayor favor popular.

En Cuba, contrariamente a lo que parece, circulan muchas opiniones sobre el ámbito artístico cultural tanto en la denominada prensa tradicional como en las nuevas plataformas comunicacionales, pero mayoritariamente ponderativas, tanto de eventos como de obras y la ausencia de evaluaciones que sitúen lo que aportan o no respecto a otras, el lugar que ocupan en el proceso de desarrollo de cada manifestación, lo que reiteran o repiten, la falta de novedad en las propuestas, la pobreza en los recursos del lenguaje empleado hacen pensar en que todo el mundo es bueno comenzando por los presentadores de programas televisivos y radiales que se deshacen en calificativos laudatorios y conceden título de maestros y maestras pródigamente.

Es casi escandaloso que los reportes y comentarios sobre eventos, talleres, seminarios, festivales y congresos solo se refieren a generalidades y no especifiquen cual fue el saldo teórico conceptual, que aspectos de los temas tratados resultó revelador, qué pasó con los acuerdos de anteriores reuniones, en qué medida se concretaron, cómo influyeron en la evolución de la cultura comunitaria, en la creación, qué temas estimularon debates, contradicciones, o mostraron tendencias antes no tenidas en cuenta y esas carencias evaluativas lastran las posibilidades del periodismo cultural de avisar a sus destinatarios del estado real del diálogo entre creadores, de estos y las instituciones que luego parece inexistente cuando en realidad no ha sido mostrado en toda su riqueza.

La crítica cinematográfica sobresale por haber conseguido una estabilidad en sus proyecciones y una valiosa diversidad de voces que hacen análisis de los aciertos y desaciertos de los filmes, lo cual, por lo menos, no es tan visible en otras artes quizás porque no tienen una presencia significativa en medios todavía con influencia masiva como la radio y la televisión o los periódicos impresos, aunque en diversas revistas —convencionales y digitales, como La jiribilla—, aparecen frecuentes valoraciones sobre teatro, danza, artes plásticas, audiovisuales.

Incluso, si se revisa la programación radial se encontrarán espacios destinados a opiniones valorativas sobre música, como los que existen en CMBF, y en la televisión la revista “Buenos días” también ofrece esa posibilidad, mientras el Noticiero cultural que anda celebrando cumpleaños de fructífera existencia, de manera abarcadora conjuga la información y los criterios sobre los sucesos artísticos culturales. El ICRT cuenta también con el sitio En vivo y la UNEAC con su web donde, como en tantos otros existentes —Cubaliteraria, el del Ministerio de Cultura y la lista sería larga—, hay posibilidad de ejercer el criterio.

Entonces, ¿por qué tenemos esa sensación de indigencia crítica? Un factor sería la dispersión que ofrecen las nuevas tecnologías, otro la carencia de consecutividad en las páginas culturales de los periódicos, la falta de inmediatez de que aparezca una crítica en ellas tras el estreno de exposiciones, puestas en escenas teatrales, danzarias, televisivas y radiales y el no aprovechar las redes sociales para replicar las opiniones que se vierten en cualquier otro medio. Y por supuesto, como esencial, la capacidad de los profesionales de la opinión de servir por sus análisis de referentes por mostrar, hacer evidente, los elementos que distinguen la calidad del facilismo, develar los significados no apreciados a simple vista, sin temor a provocar debates, polémicas que en definitiva siempre tiene como buen saldo mover el pensamiento.

La crítica, el periodismo, la enseñanza, la política, todos los empeños de comunicar requieren ser replanteados ante los nuevos modos que las novedades tecnológicas van estableciendo, pero quizás una opción viable sería lograr un buen programa de televisión centrado en la crítica artística cultural tomando todos los riesgos que implica porque a nadie le gusta que señalen manchas a su obra, ni a nadie le gusta que cuestionen lo que le gusta y está seguro de que como le gusta es bueno. Un programa suficientemente atractivo para despertar interés que se replique en la radio y las redes sociales, y que se pueda criticar a la crítica como compensación a los aludidos. Y con la condición y la convicción de que el diálogo comienza por el respeto y el conocimiento posible parte de aquella vieja máxima de que sabemos menos de lo que creemos, pero siempre podemos aprender algo nuevo.

Tomado de: Cubaperiodistas

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La sagrada paz agredida

Por Soledad Cruz Guerra @solecruzcu

La paz debería ser sagrada para todas y todos los que dicen tener sensibilidad artística y presunción intelectual. No deben encauzarse las inconformidades de cualquier tipo poniendo en peligro la estabilidad misma de la nación en su momento más álgido. Es una suprema irresponsabilidad inducir el caos social cuando se sabe que tratan desde Estados Unidos de repetir las llamadas revoluciones de colores que cualquiera, medianamente informado, conoce a dónde han conducido.

No tiene ninguna justificación moral apoyar o defender a quienes han sido capaces de ultrajar la bandera, pero sobre todo a quienes reciben dinero de la contrarrevolución en Miami de los fondos destinados a la subversión en Cuba. No se puede ser oportunista para mantener la visa de Estados Unidos, las becas, los contratos, los financiamientos para proyectos.

¿Qué le espera al país con la intervención de Estados Unidos justificada por esos y esas adalides de la democracia que conocen en Occidente, y a pesar de poder establecerse en otros lugares han preferido permanecer en el país?

Lo que existe en cualquiera de los países pobres como Cuba, pero sin las garantías sociales como las que ofrece el país ante situaciones como la pandemia. ¿Y eso equivale a alguna esperanza de mejoramiento? Creo que todas las ciudadanas y ciudadanos tenemos derecho a ser escuchados y atendidos por el Gobierno que eligió la mayoría. La votación en la reforma constitucional fue una muestra de eso, y reclamar y contribuir a su buen funcionamiento.

Pero ser cómplices de una política trazada y financiada por Estados Unidos que públicamente pretende recuperar la Isla bajo sus dominios es, cuando menos, un modo poco profundo de sensibilidad artística y dotes intelectuales. Claro, el ego, la vanidad, el dinero a cualquier costo es la esencia misma de algunos y algunas de cualquier ideología. Lamentablemente.

Soy partidaria convencida de la crítica, de la real participación popular en la conducción de la sociedad, de la obligatoriedad del Gobierno de rendir cuentas, del respeto a la Constitución que hemos aprobado, y como cualquier miembro de esta sociedad tengo muchísimas inconformidades. Pero nunca le haría el juego a los que desde el odio piden días para matar si regresaran a Cuba, a los que no darían una oportunidad al debido proceso jurídico ni respetarían la libertad de expresión, a los que coaccionan a todos los artistas e intelectuales cubanos residentes en el país y a cualquier artista del mundo que venga a Cuba.

¿Qué libertad de expresión es esa cuando muchos artistas extranjeros no vienen a Cuba por temor a ese tipo de represalias? ¿Cómo nadie protesta por la libertad artística ante esa realidad? Es muy fácil pretender contribuir a la destrucción de la paz social en las circunstancias de Cuba y propiciar una guerra de la que todas y todos saldremos perjudicados.

¿Dónde están los artistas e intelectuales de Afganistán, Irak, Libia, de cualquier país donde Estados Unidos ha plantado su bandera totalitaria? Ni San Isidro, ni ningún santo, ni orisha, ni divinidad alguna bendecirá a los que están pretendiendo enfrentar los males que sufre la sociedad y fomentan otros más peligrosos para la existencia misma de la nación.

Tomado de: Cubaperiodistas

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Contradicciones de la “libre” opinión

Lied Lorain Guerra. Periodista de la Redacción Cultural del Noticiero Estelar de la Televisión Cubana. Foto tomada de su perfil de Facebook

Por Soledad Cruz Guerra

Las reacciones violentas frente al comentario de la periodista Lied Lorain Guerra sobre la telenovela El rostro de los días no es un fenómeno nuevo, aunque si amplificado en las redes sociales, donde también hubo muchas coincidencias con sus puntos de vista sobre ese producto televisivo que tuvo una notable repercusión social, la cual la convirtió en asunto de interés del Noticiero Nacional de Televisión.

Las valoraciones no complacientes sobre personas, sucesos, obras de pretensiones artísticas no son bendecidas en ninguna parte del mundo, ni lo han sido en ninguna época. Los artistas que suelen tener una mirada cuestionadora de la realidad no la tienen con sus obras, los humoristas, incluso, se ponen muy serios cuando se señala cualquier aspecto no convincente en su quehacer. Todas y todos claman por críticas para los otros, para sí no.

En ese contexto histórico universal el periodismo de opinión en Cuba siempre ha tenido que sortear no pocos escollos. El hecho de ser una sociedad acosada desde el exterior condicionó un fuerte espíritu de autodefensa, que ha signado a todos los intentos de hacer factible el socialismo, porque ciertamente esa aspiración ha sido atacada con particular saña desde su surgimiento y tuvo particular influjo en la prensa.

Sin embargo, en el terreno de las artes siempre hubo una mayor presencia de la opinión sobre las diversas ramas, con la consabida reacción poco receptiva de quienes se sentían afectados, que intentan generalmente negarle al que señala lo que no considera efectivo, los conocimientos para hacerlo, sin tomar en cuenta las diferencias de la crítica en revistas especializadas con los comentarios periódicos del devenir cultural, para los cuales está preparado cualquier profesional del periodismo con título universitario, mirada atenta y vocación por el tema.

Tengo una larga experiencia relativa  a las reacciones frente a cualquier opinión que “empañe” ciertos estados de gracia ocasionados en parte de los públicos por la simplicidad de realizaciones acomodadas a propiciar, a los posibles receptores, lo que ellos disfrutarán sin ningún esfuerzo, reforzando los ideales del bien, del mal, de la felicidad desde las primeras narraciones de príncipes y princesas y hadas, que luego se convirtieron en historias de ricos y pobres salvados por la varita mágica del dinero, según las novelas de Corín Tellado.

Aunque la radio novela y la telenovela tienen una larga historia en el consumo popular en Cuba, me pareció valioso que guionistas y realizadores nativos intentaran aprovechar las reglas dramatúrgicas de esos géneros y su popularidad para estimular el interés en los más variados asuntos desde los años 60 del anterior siglo. Y sentí traicionado ese propósito creativo cuando se decidió exhibir La esclava Isaura, al estilo de las telenovelas jaboneras del pasado.

Mi opinión contraria, en las páginas de Juventud Rebelde, a lo que consideraba un retorno injustificado provocó una repulsa de proporciones escandalosas, estimulada también por la televisión que acudió a muy connotados intelectuales para justificar su propuesta. Llegaron literalmente sacos de cartas al periódico y de pronto estaba convertida en el enemigo público número uno. Eran los años iniciales de la década del 80 del Siglo XX.

Ese episodio, que creó preocupaciones sobre mi seguridad física en no pocos de mis allegados, no limitó mi convicción sobre la importancia de dar opiniones sobre distintos aspectos de la realidad y las pretensiones en lenguaje de ficción, o cualquier otro recurso expresivo, de mostrarla, no por considerar que tuviera la razón o que era infalible, sino porque las opiniones propias, argumentadas, generan otros criterios a favor o en contra y hacen mover el pensamiento, condicionan que aparezcan  aristas no tenidas en cuenta sobre un tema, propician polémicas indicativas de cómo anda la receptividad sobre un suceso, siempre y cuando esas respuestas no se conviertan en escarceos vanos, ataque y ofensas como ocurre en las redes sociales, donde es casi imposible establecer un diálogo porque cada cual cree que su opinión es la certera.

Cada opinión se construye sobre los presupuestos estéticos de cada cual, los referentes artísticos que se tengan, los criterios de la función social de las producciones para el consumo cultural, y es lógico que alguien entrenado en esos factores tomará en cuenta aspectos, detalles, simbolismos que no serán percibidos para los que asumen el ver una obra audioivisual como puro entretenimiento, lo cual suele ser para no pocos la función exclusiva de las telenovelas.

Los gustos, por otra parte, no sólo tienen relación con esos elementos descritos, sino con valores sentimentales, con la concordancia de ciertas experiencias personales, con el disfrute ingenuo de ver representadas las ilusiones que en la existencia real no logran realizarse con la misma facilidad que en algunas obras destinadas a su cultivo para conquistar públicos mayoritarios.

El divorcio entre las apreciaciones de la crítica y los espectadores se produce justo a causa de los enfoques completamente diferentes. El espectador no quiere que le cuestionen su disfrute y la crítica se propone mostrar las costuras visibles de cualquier realización, sus puntos débiles, sin dejar de reconocer lo que bien funcionó.

Es muy difícil lograr armonía cuando el pasar de los años demuestra que, por distintas razones, el gusto de una buena parte de los públicos se ha mantenido fiel a ciertos códigos y muchas realizaciones también, no sólo en Cuba, sino en todo el mundo, realidad que no justifica la agresión como método de discrepancia, pero ello está de moda en las redes sociales, donde cualquiera puede opinar, y de la manera que lo hace, demuestra cuál es su condición humana, de qué presupuestos parte y hace evidentes sus características culturales, elementos que hacen respetable o no su opinión.

El fenómeno de las redes sociales, los ataques persistentes por muy diferentes causas a personalidades de cualquier ámbito de la sociedad, debe llevar a una estrategia inteligente. No se debe discutir con la ignorancia y la maledicencia, no vale la pena darle relevancia a quienes no lo merecen y sí tomar en cuenta las formulaciones que ayuden a un mejor entendimiento.

En estos tiempos de desbordamiento de la “libre” opinión, donde todos se sienten con derechos a expresarse, Lied Lorain Guerra ofreció sus puntos de vista sobre El rostro de los días, los argumentos, y eso es absolutamente legítimo en su condición de periodista. ¡Ojalá que el NTV continúe ofreciendo valoraciones, aunque no sean complacientes, en su sección cultural, aprovechando el interés manifiesto de sus seguidores!

Muy saludable que la televisión tenga la capacidad y dé la oportunidad de analizar las luces y sombras de sus producciones, distanciándose del criterio de que no se puede ir contra sí misma y contribuya a polemizar sobre nuevos temas y problemas.

Tomado de: https://www.cubaperiodistas.cu

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La historia también la hacen las mujeres

Assunta Adelaide Luigia Modotti Mondini, conocida como Tina Modotti fue una fotógrafa italiana, activista y luchadora social en México.

Por Soledad Cruz Guerra

La Gran Revolución Francesa, inauguradora de la época moderna según los especialistas, declaró los derechos de igualdad entre los hombres, pero no tuvo ningún pronunciamiento sobre los derechos de la mujer, que más o menos han sido siempre la mitad del planeta habitado. Sin embargo, una mujer se atrevió, en 1791, a hacer una Declaración de los derechos de las mujeres y los ciudadanos, Olimpe de Gauge, se la dedicó a la Reina María Antonieta y como ella, terminó guillotinada. En 1792 la inglesa Mary Wolstone Graft redactó Vindicación de los derechos de la mujer, pero tampoco fue tomada en cuenta. Y no fue hasta principio de siglo XX que la sociedad humana reconoció a la mujer el derecho a la educación y, por primera vez, el voto en la Inglaterra de 1928.

En realidad, siempre hubo voces llamando a los que tenían el poder para tomarlas en cuenta y suficientes ejemplos de valía como Sor Juana Inés de la Cruz que en la segunda mitad del siglo XVII estaba declarando hombres necios que acusáis a la mujer sin razón para demostrarle que ellos eran los responsables de los defectos que señalaban en las mujeres. Pero en 1010 aparece lo que se considera la primera novela sobre tema de mujer escrita por la japonesa Marasaki Shikibe, Historia de Ginji. En 1405 Christine de Pisan se pronuncia contra las ideas de inferioridad femenina en La ciudad de las damas.

Desde muy temprano una mujer, Flora Tristán, se adelantó incluso a Carlos Marx y Federico Engels al plantear los mecanismos de explotación en la sociedad y llegó a postular: Todas las desgracias del mundo provienen del olvido y el desprecio que hasta hoy se ha hecho de los derechos naturales e imprescindible de los obreros, y entre ellos incluía a las mujeres trabajadoras, doblemente explotadas, en su obra La unión obrera y la emancipación de la mujer. Igualmente denunció en otro libro, La situación de las mujeres extranjeras pobres en Francia, la doble discriminación por mujeres y extranjeras.

Los socialistas utópicos señalaron desde temprano que el progreso de una sociedad tenía que medirse por la situación de la mujer y Engels es categórico en su obra La propiedad privada, el estado y la familia, de que la condición de la mujer no es un estigma biológico, sino un problema social. Alexandra Kolantai en Rusia, ve en las mujeres obreras una fuerza para los cambios de la sociedad y organiza su primer congreso en su país. La alemana Clara Zetkin intenta reunir fuerzas al preparar la primera conferencia mundial de mujeres en 1907, pero lamentablemente el movimiento comunista ve en el feminismo, en la lucha de las mujeres por sus reivindicaciones, tendencias anárquicas y burguesas y considera que con el establecimiento de otro tipo de sociedad sin explotación se solucionarán las demandas. Clara logra que se proclame el 8 de marzo Día Internacional de la Mujer. Las mujeres tuvieron luego de la Revolución de octubre los derechos consagrados por la sociedad socialista y fueron cosmonautas como Valentina Thereskova pero tuvieron que seguir luchando contra la antaña mentalidad que ha sido causa de grandes sufrimientos para mujeres tan excepcionalmente revolucionarias en todos los sentidos como  la italiana Tina Modotti, la española Pasionaria,  porque aun dedicando lo mejor de sí mismas a la causa colectiva de la emancipación humana las mujeres sufren esa violencia  solapada de  no ser consideradas, ni respetadas como seres humanos plenos.

Sin embargo, en su larga lucha reivindicativa las mujeres fueron haciéndose de sus espacios, fueron deshaciendo mitos con evidencias tan fuertes como las legendarias luchadoras Juana de Arcos, Juana Azuardy, Manuelita Sáez, como la premio Nobel de Química de María Curie en 1911, por citar aspectos que no se consideraban femeninos.

En Cuba desde las primeras manifestaciones de rebeldía ante la opresión las mujeres ofrecieron no solo la miel de su cariño, sino sus energías creadoras, que incluyeron desde cortarse las largas cabelleras, las camagüeyanas de mediado del siglo XIX, como protesta por el asesinato de los primeros expedicionarios de la libertad frente al colonialismo español, la solicitud de la también hija del Camagüey Ana Betancourt de incluir los derechos de la mujer en la primera Constitución de la República en arma, en Guáimaro, a dar la vida como Urselia Díaz, Lidia Doce y Clodomira  Ferrales en tiempos más recientes.

Los afanes libertarios no solo tuvieron representantes femeninas sobre las armas, sino también sobre las ideas como María Luisa Dolz, a quien Fernando Portuondo sitúa al mismo rango de José de la Luz y Caballero en sus trabajos fundacionales de la educación para la mujer. Magdalena Peñaredonda Doley, es otro ejemplo significativo. No solo alcanzó el grado de Comandante del Ejército Libertador durante la guerra iniciada en 1895 y fue calificada por Martí como modelo de paciencia y patriotismo, sino que mediante el periodismo fustigó a los gobiernos venales que traicionaron la República por la cual combatió.

Desde 1918 Charito Guillaume inició las luchas por la liberación de la mujer en el Club femenino de Cuba. En 1927 ingresó al primer Partido Comunista, dos años después de fundado y en 1931 es una de las fundadoras de la Liga de Pioneros de Cuba donde aporta su experiencia de maestra rural, la cual le servirá también para el fomento de escuelas y bibliotecas en los centrales azucareros. La lucha contra la dictadura de Machado fue parte de su fogueo, como también ocurrió a la excelsa intelectual Mirta Aguirre, prosista, poeta, profesora, mujer de gran cultura al servicio de su pueblo, comunista como Elena Gil, como María Morales, una obrera telefónica que sirvió de guía a Elena para ser partícipe de la huelga de los telefónicos en 1925, luego fue parte del III Congreso Nacional de Mujeres y en la Asociación Popular pro enseñanza de la mujer, larga experiencia que le sirvió para dirigir los planes de Superación de la Mujer en 1961 como parte del Gobierno Revolucionario.

El Frente Cívico de Mujeres del Centenario Martiano es otro referente importante de la participación de la mujer en las luchas emancipatorias. Surge a iniciativa de Aida Pelayo para luchar contra la dictadura de Batista instaurada con el golpe de estado del 10 de marzo de 1952 y se constituye en noviembre de ese año bajo el principio de dirección colectiva. En él se entrelazan luchadoras de la generación del 30 como la propia Aida, Carmen Castro Porta y María Pazos con otras de ese momento, muchas provenientes del Partido de Chibás, entre las que se encuentra Pastorita Núñez. Es quizás la primera expresión organizada de la lucha contra Batista que se intensificará por todo el país y producirá el ataque al Cuartel Moncada.

Cuentan que cuando los disparos despertaron la mañana de carnaval de Santiago de Cuba aquel 26 de julio de 1953, las mujeres fueron las primeras en inquietarse y averiguar que estaba sucediendo en el Cuartel Moncada. La ciudad, especie de segunda capital en el extremo sur oriental de la isla, fue escogida para la acción revolucionaria no solo por los más de mil kilómetros que la separan de La Habana sino por la tradición de rebeldía acuñada durante toda su existencia.

Gloria Cuadras era por esa fecha de julio una mujer fogueada en las luchas políticas y una comunicadora destacada en la emisora CMKC, donde tenía el periódico radial Cuba Libre. Los oyentes estaban acostumbrados a escuchar sus valientes comentarios sobre la situación nacional llevada al desastre constitucional desde que Fulgencio Batista se hizo del poder gracias al golpe de estado del 10 de marzo de 1952.

El plan de ataque se había elaborado con tal secreto que solo el santiaguero Renato Guitart lo conocía. Algunos pensaron que el tiroteo de la madrugada de la Santa Ana era fruto de una riña cuartelaria, pero tan pronto se supo que se trataba de jóvenes revolucionarios liderados por Fidel Castro, Gloria Cuadras se dio a la tarea de explicar a sus oyentes quienes eran esos muchachos que ella conocía del Partido ortodoxo de Chibás y de inmediato se sintió del lado de aquellos empeñados en hacer cambiar los rumbos de la historia cubana. Desde aquel mismo día fui del 26, aun cuando el movimiento todavía no se había creado, aseguró años después.

Su gran osadía radial contribuyó a que la ciudad ganara claridad sobre lo que había sucedido y defendiera de la saña castrense a los participantes. Muchas familias acogieron a los asaltantes y algunas mujeres corrieron riesgos después para ayudar a los sobrevivientes presos en la Cárcel de Boniato, la fundamental de Santiago de Cuba. María Teresa Taquechel Manduley, Alba Griñán, Ana María Alvarado, Nilsa Espín, entre otras, vinculadas a la Federación Estudiantil Universitaria de Oriente, formaron parte de ese grupo al que luego se sumó Celia Sánchez Manduley que vino desde Manzanillo a interesarse por los acontecimientos.

Dos mujeres formaban parte de la aguerrida tropa revolucionaria que asaltó al Moncada: Haydee Santamaría y Melba Hernández, fundamentales ambas en la preparación del suceso. Otra mujer, Natalia Revuelta, había quedado en la capital para informar a los medios de prensa. Muchas mujeres se irían involucrando en esa lucha, como María Lara, la Abuela de Santiago de Cuba que de niña compartió con los soldados mambises, fue fundadora del Partido Comunista y apoyo incondicional del Movimiento 26 de Julio,  unas en tareas más notorias, otras en las más humildes, unas cocinando y lavando la ropa de la tropa, otras de mensajeras, en los tiempos insurreccionales y luego de 1959 convirtiéndose en la fuerza calificada mayoritaria del país, creando vacunas, en las representaciones diplomáticas, con lauros en el deporte y en la cultura artística

La estatura histórica  alcanzada por las grandes heroínas Haydee Santamaría, Celia Sánchez, Vilma Espín, Melba Hernández está sustentada por una larga travesía desde la mítica rebelión de la negra esclava Carlota, la entrega que  hizo de sus hijos Mariana Grajales a las luchas independentistas, los clubes de mujeres en la emigración fundados por la patriota Emilia Casanova, el movimiento feminista iniciado por Aurelia del Castillo, las luchas obreras de las que fue líder la afrodescendiente Inocencia Valdés, las sufragistas que luego de mucho batallar ganaron el derecho al voto en 1934.

La crisis de los 90 tuvo también fuertes consecuencias para las mujeres enfrentadas a las precarias condiciones de la vida cotidiana. Se produjeron lamentables retrocesos como el uso del sexo tarifado como medio fácil de resolver carencias, algunas volvieron al trabajo doméstico, otras abandonaron el país, pero la mayoría siguió graduándose en las universidades, asistiendo a su trabajo, negándose a ceder el terreno ganado a gracias a la Revolución que le dio la oportunidad legal y humana de hacer su propia revolución liberadora como seres humanos. Hoy, ante los desafíos de la sociedad cubana, es indispensable la labor de la mujer desde la casa hasta los altos cargos, entendiendo que la igualdad no es reproducir los defectos del actuar masculino, no es parecerse a los hombres sino propiciar que emerja lo humanamente mejor. Todavía queda mucha Historia por hacer.

Tomado de: https://www.cubaperiodistas.cu

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Los cabos sueltos de un fuego

Pawel Kuczynski (Polonia)

Por Soledad Cruz Guerra

Cuentan que Montaigne dijo que pretender enseñar a un niño es encender una llama y la metáfora me parece de máxima vigencia en una ínsula empeñada en privilegiar al conocimiento como placer ante los devaneos de una civilización que no ha aprendido a usar el galopante desarrollo tecnológico para el mejoramiento humano, dicho de manera rotunda y en términos martianos.

En Cuba se prendió ese fuego hace mucho tiempo, pero tal vez no arde con toda la intensidad que pudiera por falta de articulación de los elementos de combustión. En el país se han creado las condiciones para fomentar planes de lecturas, para publicar libros que complementen ese interés y estimulen la creación literaria destinada a niños y las niñas, pero todavía ni los escritores, ni los teatristas, ni los realizadores audiovisuales interesados en comunicarse con esos destinatarios y destinatarias que serán los hombres y mujeres del futuro tienen el reconocimiento social, ni la participación requerida en los procesos del conocimiento para los más chicos.

¿Cuántos libros de literatura para niños llegan a las bibliotecas de las escuelas? ¿Cuántas veces en la semana el matutino está dedicado a leer un cuento o un poema? ¿En cuál de las grandes actividades masivas hay la presencia de una de esas personas que escriben para los escolares? De la programación radial y televisiva, ¿qué espacio se dedica a reflejar la literatura para niños y niñas que se hace en el país? ¿Qué vínculos existen entre la campaña por la lectura y la asociación de escritores? ¿Qué peso tiene en la producción audiovisual la dedicada a los niños y niñas? ¿Cuántos poemas para los chicos están musicalizados? ¡Cuántas investigaciones están disponibles para saber cuáles son las tendencias entre los públicos primigenios?

Claro, por supuesto, que en comparación con las tres cuartas partes subdesarrolladas de este planeta se ha realizado una labor enorme y magnífica, pero en comparación con nosotros mismos, aunque todos abrazamos el principio de que nada hay más importante que un niño, todavía los temas de ese universo están relegados, o no suficientemente tratados e inconscientemente se ven como cosas de niño, algo que no es de la máxima importancia. Ese criterio subyacente influye en padres, luego en maestros y más tarde en todos los mecanismos sociales de autoridad, aunque se publiciten todos los días los derechos de los infantes, que dicho sea de paso deberían estar complementados con los derechos de los padres para dar algún apoya a la pérdida de autoridad que comienza en el seno familiar, llega a la escuela y luego a los ciudadanos y ciudadanas que carecen por completo del más mínimo respeto a nada. En ese sentido se ha roto el antiguo autoritarismo dañino, pero no se ha fomentado suficientemente una ética de las relaciones a partir de una cultura del diálogo, que permita un entendimiento sin tiranizaciones de una parte, ni la otra.

Todos los procesos de la realidad son complejos, mucho más cuando, como ha pasado en Cuba, la prisa obligada de ciertos factores de cambio impide una sedimentación que es la base de la cultura, amenazada ahora a escala global por una dinámica que compromete conceptos muy arraigados sobre el ser humano y el aprendizaje que se van transformando sin que tengamos tiempos para percatarnos. Uno de ellos es que los niños de hoy en día tienen una información que ya hubiera deseado para sí algunos de los más grandes sabios de la antigüedad, no siempre les llega por las vías más edificantes y sí de manera más simple a partir de los presupuestos sentados por el audiovisual.

La ventaja en Cuba, por sus características sociopolíticas, es que se puede diversificar esa tendencia, usarla con mejores fines si en verdad se logra articular un sistema donde exista una relación de intercambio permanente entre escritores, realizadores audiovisuales, programaciones en los medios masivos y las escuelas. Ya existen algunas experiencias provechosas en programas de radio y televisión escritos por autoras reconocidas en el ámbito de la literatura para niños, pero podrían ser mayores.

Pero para conseguir esos propósitos que existen es imprescindible una mayor beligerancia de la literatura para niños que ha tenido un notable progreso en las décadas más reciente como demuestran varias antologías que denotan diversidad estilística y de temas. Pero los escritores para niños siguen sufriendo las consecuencias del viejo prejuicio sobre la importancia de su labor. No son suficientemente visibles ni en la radio, ni en la televisión que son los medios para referir su existencia. No son promocionados a partir de los premios más importantes: el Nacional de Literatura o el de la Crítica en la medida que debieran, no se les dedica una Feria Internacional del Libro, muchos no tienen ni la Orden de la Cultura Nacional o si la tienen es por otros tipos de escritura e incluyo, por supuesto, lo que han escrito teatro para niños.

Independientemente de que en realidad los escritores y escritoras cubanas no son suficientemente promocionados o sólo lo son un grupo de presencia permanente, los que han centrado su quehacer en los públicos infantiles lo son menos. Entonces los padres no los conocen, ni los maestros, y por tanto no pueden sugerirlos, y se trata de padres y maestros que quizás tampoco leyeron literatura en su infancia porque no era suficiente, porque todavía padecía de mayores indigencias publicitarias o porque forman parte de generaciones que no escucharon las nanas cantadas por sus padres, ni los cuentos tradicionales que en ciertos lamentables momentos fueron desterrados por no considerarse ideológicamente convenientes y se perdieron la magia que tanto estimula la imaginación, como perdieron el encanto de las canciones para niños porque en los matutinos empezó a utilizarse cualquier música.

De manera que los asuntos relativos a la infancia tienen muchas aristas diferentes que analizar, hasta ese empeño de las madres de vestir a las niñitas como adultas con las peores tendencias presuntamente en moda. Y de manera multidisciplinaria habrá que estudiar todo eso para saber a qué atenerse en los planos más cercanos a lo científico. Pero la literatura tiene la gran ventaja de que puede incidir en todos esos fenómenos y puede ser la base, como lo ha demostrado ciertas producciones, de un mejor audiovisual, pero incluso si no hay recursos técnicos como los que requieren las nuevas tecnologías, un cuento, un poema, una canción dichos, leídos, cantados pueden ser un suceso atractivo y reivindicación de la palabra como expresión del pensamiento.

No existe ningún obstáculo que no puedan vencerse para esa mejor articulación entre los diversos factores de la sociedad que pueden contribuir a una mayor influencia en ese universo complejo también de aprender enseñando a la gente de mañana. El fuego ha sido encendido, pero, entre todos, hay que lograr que crepite con mayor fuerza.

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Desacralizar no es vulgarizar

Cartel del filme Páginas del diario de José Martí, del cineasta cubano José Massip

Por Soledad Cruz Guerra

La polémica sobre el modo de mostrar las grandes figuras de la historia en los medios artísticos hace mucho sobrevuela el ambiente de las realizaciones en Cuba.

La representación de los héroes y heroínas como seres impolutos, encartonados, convertidos en frías estatuas distancia la posibilidad de una comunicación natural con sus vidas y sobre todo la probabilidad de pretender imitarlos por parecer inalcanzables para los comunes mortales.

Ese es uno de los criterios que se alega con razón en el sentido de lo provechoso que puede resultar abarcar la integralidad de esas personalidades que por sus actitudes extraordinarias se convierten en símbolos de valores para la sociedad y como humanos al fin, no son perfectos.

El indispensable José Martí, cuya inteligencia y sensibilidad lo han convertido en una Biblia sobre los más diversos asuntos de la existencia y la sociedad, ofreció brillantes ejemplos de cómo valorar a figuras prominentes en su semblanza de Carlos Manuel de Céspedes e Ignacio Agramonte, donde con amorosa delicadeza muestra sus características, contradictorias incluso.

Otra tendencia, reclama el no establecer límites y dejar al libre arbitrio de cada cual el tratamiento de las figuras que con aciertos y desaciertos han construido la nación desde las luchas independentistas hace más de 150 años.

Ello equivaldría a que cualquiera podría hacer trizas los símbolos nacionales porque no los comparte, porque no tiene capacidad para entender sus significados o simplemente le molesta la grandeza ajena porque no la puede alcanzar ni en su vida, ni en su pretendida obra y escandalizar menoscabando lo reconocido, establecido como valores, suele ser un modo efectivo de hacerse notar.

Pero hay un detalle muy importante que suelen olvidar los que no saben apreciar el legado de héroes y heroínas, hacedores del devenir histórico o personas que sobresalieron por su aporte a diferentes campos del saber y hacer. Los seres que alcanzan esa categoría se desmarcan de sus propios defectos, debilidades, -semejantes tal vez a los otros seres humanos- trascendiéndolos por su entrega a una causa, deponiendo el egoísmo atávico a favor de una obra de beneficio al bien común y eso los distingue ya de quienes no se proponen, ni logran alcanzar tan elevados presupuestos.

Intentar humanizar a las grandes personalidades vulgarizando sus vidas y acciones festinadamente, amplificando sus posibles flaquezas y no mostrando como se impusieron a ellas es cuando menos un miserable consuelo para los mediocres de alma y secuestrar la reconfortante posibilidad de mostrar a nuestra especie de que, así como lo común habita en lo extraordinario, también lo extraordinario puede habitar en lo común.

Los públicos, como los que pretenden ser artistas, están conformados de muy diversos factores y sus concepciones sobre la vida, el arte, la historia responden a su formación, a las interpretaciones de sus experiencias vitales, sus traumas, frustraciones, lugares que ocupan en la sociedad y toda sociedad tiene zonas dañadas, porque incluso en las mejores condiciones, tanto familiares como sociales se producen conductas que niegan la precaria construcción de los principios humanistas que intentan , desde tiempos remotos, alejar a los terrícolas de su esencia animal.

Tal aseveración, evidente para cualquiera con un mínimo de sentido de observación, explica que haya público para todo tipo de propuesta, desde los asesinatos grabados hasta funciones de canibalismo difundidos en INTERNET. Pero, ¿acaso en nombre de la libertad creativa hay que promover y celebrar tales productos?

¿Quién dicta las normas, quien ha puesto límites, quien decide que es lo bueno y lo malo? Esencialmente la propia praxis de la especie en sentido general, descontando las imposiciones de las fuerzas hegemónicas según sus intereses.

La humanidad, en parte, aprendió la inconveniencia de la procreación entre consanguíneos, los daños que puede producir el canibalismo, las drogas, la violencia, así como los efectos didácticos de la bondad, la piedad, el esfuerzo por el entendimiento, la influencia de los buenos ejemplos y nacieron los símbolos como síntesis y muestra de los valores que podrían producir una vida más plena.

Lamentablemente hay muchos signos del resquebrajamiento, a escala universal, de ese aprendizaje difícil durante milenios, incluso hay inductores de que se produzca para beneficio de intereses perversos como se demuestra en El arte de la inteligencia, del ex director de la CIA Alan Dulles, para promover la subversión en la URSS.

“Sembrando el caos en la Unión Soviética sustituiremos sus valores, sin que sea percibido, por otros falsos, y les obligaremos a creer en ellos. Encontraremos a nuestros aliados y correligionarios en la propia Rusia. Episodio tras episodio se va a representar por sus proporciones una grandiosa tragedia, la de la muerte del más irreductible pueblo en la tierra, la tragedia de la definitiva e irreversible extinción de su autoconciencia. De la literatura y el arte, por ejemplo, haremos desaparecer su carga social. Deshabituaremos a los artistas, les quitaremos las ganas de dedicarse al arte, a la investigación de los procesos que se desarrollan en el interior de la sociedad. Literatura, cine, teatro, deberán reflejar y enaltecer los más bajos sentimientos humanos. Apoyaremos y encumbraremos por todos los medios a los denominados artistas que comenzarán a sembrar e inculcar en la conciencia humana el culto al sexo, la violencia, el sadismo, la traición. En una palabra: cualquier tipo de inmoralidad…”.

Esa receta de Dulles sigue aplicándose ahora en Internet porque el nihilismo, la pérdida de esperanza, las dudas sobre la utilidad de la virtud, la despolitización, son elementos favorables para que los terrícolas pierdan su confianza en sí mismos como portadores de cambios a su favor.

Desacralizar no es vulgarizar, sino humanizar, hacer próximos, comprender en contexto, a los hombres y mujeres que fueron indispensables en la construcción de esta nación que, como país codiciado, acosado y agredido siempre ha necesitado enarbolar sus símbolos para continuar la lucha por la independencia que no cesa porque sigue amenazada. Y ese es, sobre todo, un asunto eminentemente cultural.

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La República de José Martí

Tinta sobre cartulina del artista plástico cubano José Delarra

Por Soledad Cruz Guerra

Criatura inagotable, eterna y contemporánea, tanto tiempo después de su nacimiento, el 28 de enero de 1853 y de su muerte en campaña, el 19 de mayo de 1895, José Martí tiene mucho que enseñar a los empeñados en unirse como “la plata en las raíces de los andes” a pesar de contradicciones y diferencias.

Volver sobre sus páginas siempre asombra porque no hay asunto de la naturaleza, la sociedad, lo terreno y lo divino que no haya motivado su interés, pero no hay pasión que supere su amor por Cuba, no sólo liberarla de la opresión colonial, sino dentro de esa lucha crear las bases para el nacimiento de una república que no repitiera los errores de sus vecinas, del norte y del sur en el Siglo XIX.

Martí, que supo prever los peligros que entrañaba para la región el afán imperial de Estados Unidos, también señaló certero los defectos de las que llamó dolorosas repúblicas latinoamericanas donde la independencia de España no evitó los males de la colonia, porque “quedó la libertad entre los poderosos que no la amaban, o la entendían sólo para su casta superior; porque la masa pública no conocía la libertad, ni la sabían defender, ni entendía los medios de propagarla y mantenerla porque la mayoría nacional, que es la que asegura la libertad, entendió sólo de ella el espíritu de independencia contra el extranjero”.

El hombre que proclama yo quiero que la primera ley de la República sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre, está pronunciándose por otro tipo de organización social. Diferente a la que ha conocido en las repúblicas del continente. Quien lo lea con hondura descubrirá que quiere una distribución diferente de las riquezas. Sabe que la opulencia de unos produce desequilibrio y como el Jesús de Nazaret piensa y se lo escribe a su amigo Eligio Carbonell el 10 de enero de 1892: “Este mundo tiene increíbles vilezas, ocasionadas casi todas por el interés. No hay más modo de salvarse, Eligio, que moderar las necesidades. La sobriedad es la virtud. El que necesita poco es fácilmente honrado”. Y define: “Es preferible el bien de muchos a la opulencia de pocos. El progreso no es verdad sino cuando penetra en las masas y es parte de ellas.”

Es un pacifista que organiza una guerra contra el colonialismo porque no le han dejado otra alternativa para procurar con la libertad una República donde el trabajo honrado y la concordia de los elementos diversos produzcan el bienestar de todos.

Todos es su palabra sagrada, y cuando alguien, por mucho que lo respete y admire no entiende esa máxima pelea duro por convencerlo y no se rinde. Antepone por eso a los efectos nefastos del caudillismo durante la Guerra de los diez años (1868-1878) en Cuba y en la de independencia las repúblicas americanas, el principio ecuménico y democrático de con todos y para el bien de todos.

Tiene que bregar duro con muchas incomprensiones de los heroicos guerreros por la independencia, que respeta y quiere con verdadera devoción, pero no alcanzan a entender la inteligencia y el desprendimiento de este hombre más joven que tiene un concepto renovado de la patria republicana que quiere fundar y de los peligros que le acechan fruto de su pensamiento agudo que avizora y anticipa lo que será el imperialismo para el continente del Bravo a la Patagonia, y sabe que la tarea de gigante que exigen los tiempos no la pueden sostener personas o grupos de personas, sino la nación entera para que sea obra perdurable. Los viejos y los nuevos. Los veteranos guerreros y los bisoños.

Por eso le dice a Rodríguez Otero en 1886:

“Ni hay hombres más dignos de respeto que los que no se avergüenzan de haber defendido la patria con honor: ni sujetos más despreciables que los que se valen de las convulsiones públicas para servir, como coqueta, su fama personal o adelantar, como jugadores, su interés privado.”

En una carta a Máximo Gómez fechada en Nueva York, 20 de octubre de 1884, le explica sus preocupaciones ante el celo de los viejos guerreros de monopolizar la guerra que él está organizando:

“Un pueblo no se funda, General, como se manda un campamento; y cuando en los trajines preparativos de una revolución, más delicada y compleja que otra alguna, no se muestra el deseo sincero de conocer y conciliar todas las labores, voluntades y elementos que ha de hacer posible la lucha armada, mera forma del espíritu de independencia, sino la intención, bruscamente expresada a cada paso, o mal disimulada de hacer servir todos los recursos de la fe y de guerra que levante el espíritu a los propósitos cautelosos y personales de los jefes justamente afamados que se presentan a capitanear la guerra. ¿Qué garantías puede haber de que las libertades públicas, único objeto digno de lanzar un país a la lucha, sean mejor respetadas mañana?”

En esa misma carta le reclama al general respeto por el trabajo “con mucho dolor” de organizar una nueva hornada de luchadores y le expresa: Domine Ud., General, esta pena, como dominé yo el sábado el asombro y disgusto con que oí un importuno arranque de Ud. y una curiosa conversación que provocó a propósito de él el General Maceo, en la que quiso-¡locura mayor¡ darme a entender que debíamos considerar la guerra de Cuba como una propiedad exclusiva de usted, en la que nadie puede poner pensamiento ni obra sin cometer profanación, y la cual ha de dejarse, si se la quiere ayudar, servil y ciegamente en sus manos. ¡No: no, por Dios- ¿pretender sofocar el pensamiento, aún antes de verse, como se verán Uds., mañana, al frente de un pueblo entusiasmado y agradecido, con todos los arreos de la victoria? La patria no es de nadie: y si es de alguien, será, y esto sólo en espíritu, de quien la sirva con mayor desprendimiento e inteligencia.

Ante el General Antonio Maceo defiende sus posiciones con absoluta claridad  en carta del 8 de enero de 1894 cuando ya la guerra está próxima: “Y que es a usted por orgullo y cariño, que ojalá entienda usted, tan grandes como son, digo yo muy naturalmente  todo lo que pienso y quisiera decirlo todo día por día- porque sin compararme en el valer, me siento uno con usted en la capacidad de morir en el país, y de servirlo con sinceridad, y mejorarlo desde las raíces, y de suprimirme y sufrirlo todo por su servicio- siento en usted un alma gemela. No me diga lisonjero, ni que le digo esto por necesitar ahora de usted para llevar adelante como gloria mía esto que he desenvuelto de manera que sea la obra de todos y no puede ser sin todos.”

Después de muchos años de aunar voluntades diversas, desde las más humildes hasta las más reconocidas, desde 1878, José Martí logra proclamar el 10 de abril de 1892 el Partido Revolucionario Cubano y precisa que  se ha fundado “para poner la república sincera en la guerra, de modo que ya en la guerra vaya, e impere por poder incontrastable, después de la guerra” porque cree que los partidos que duran arrancan de la conciencia pública, “ vienen a ser el molde visible del alma de un pueblo, y su brazo y su voz.” Cuando al año siguiente se produce la elección anual Martí celebra este suceso democrático de elegir a los representantes, la posibilidad de que el que es delgado hoy, puede dejar de serlo mañana y recalca: “La grandeza es esa del partido revolucionario: que para fundar una República ha empezado por la República. Su fuerza es esa: que es la obra de todos, da derecho a todos.

En ese mismo texto, Persona y patria, de abril de 1893 Martí expresa:

“Tenemos la médula de la República, criada en la médula y el destierro; y los hábitos y el recelo saludable del gobierno republicano” y agrega “el cubano, indómito a veces por lujo de rebeldía, es tan áspero al despotismo como cortés con la razón. El cubano es independiente, moderado y altivo. Es dueño y no quiere dueños. Quien pretenda ensillarlo, será sacudido”.

Como es conocedor profundo de las fuerzas que han movido la historia y conoce el alma humana, en su artículo Los pobres de la tierra, apunta los factores que ha de tener en cuenta la conducción del país:

“Un pueblo está hecho de hombres que resisten, y hombres que empujan: del acomodo que acapara, y de la justicia, que se rebela: de la soberbia que sujeta y deprime, y del decoro, que no priva al soberbio de su puesto, ni cede el suyo: de los derechos y opiniones de todos sus hijos está hecho un pueblo y no de los derechos y opiniones de una clase sola de sus hijos: y el gobierno de un pueblo es el arte de ir encaminando sus realidades, bien sean rebeldías o preocupaciones, por la vía más breve posible, a la condición única de la paz, que es aquella que no haya un solo derecho mermado.”

El 14 de marzo de 1892, cuando sale a la luz el  periódico Patria en Nuestras ideas vuelve sobre la república que quiere fundar: “Se habrá de defender, en la patria redimida, la política popular, en que se acomoden por el mutuo reconocimiento, las entidades que el puntillo o el interés pudieran traer a choque” y en la proclamación del Partido Revolucionario Cubano, el 10 de abril de 1892 reitera que la labor de este partido que organiza la guerra para que “el país, por falta de ordenación oportuna, no atraiga y justifique el arrebato de un caudillo impaciente, con igual daño grave del caudillo y de la república; para componer la guerra, y preparar la victoria, de modo que las aseguren, por el equilibrio de la justicia de los hechos, los factores mismos que por su diversidad y recelos pudieran perturbarla y para procurar que la fundación de la república no caiga en manos incapaces, ni parciales”.

Martí que ha conocido en profundidad los sistemas políticos de Estados Unidos y América Latina, comprende la importancia imprescindible de la unión y funda un partido para organizar la tarea republicana que se ha propuesto desde la guerra misma, pero aclara en Patria el 30 de abril de 1892:

“La unidad de pensamiento, que de ningún modo quiere decir la servidumbre de la opinión, es sin duda condición indispensable del éxito de todo programa político, y de toda especie de empresa, principalmente de aquellas que por la fuerza, la novedad y la oportunidad del pensamiento se acercan más al éxito que cuando iban sin otro rumbo que la pasión o el deseo desordenado, que más perturban que serán los ánimos y alejan que acercan, en un país harto probado y harto razonador para lanzarse a tentativas oscuras que no satisfagan su juicio.”

Y define: “Abrir al desorden el pensamiento del Partido Revolucionario Cubano sería tan funesto como reducir su pensamiento a una unanimidad imposible en un pueblo compuesto por factores diversos, y en la misma naturaleza humana.”

José Martí es un referente valiosísimo para la unidad sostenida en la diversidad de los empeñados en preferir “el bien de muchos a la opulencia de pocos”.

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Uso de los medios comunicacionales

Soledad Cruz «Cuando se observa la programación de los canales televisivos da la impresión de que se llenan espacios, pero no existe una verdadera estrategia comunicacional según los intereses ideos estéticos que se proclaman como esenciales».

Por Soledad Cruz Guerra

Mucho se habla de la necesidad de informatizar la sociedad. Con frecuencia se producen eventos sobre el tema en la Universidad de las ciencias informática, se efectúan ensayos de conexión a INTERNET en los hogares, la Asociación de escritores realiza encuentros sobre escritura y mundo digital, se programan talleres, seminarios.

En realidad, urge librarnos de ese “pecado” que tanto se reprocha de no estar “conectados” con el mundo, pero mientras se consigue lograrlo es “pecado” mayor no usar en todas sus potencialidades los llamados soportes tradicionales como la radio, la televisión y la prensa “en papel”.

El aprovechamiento creativo de los medios masivos de comunicación no ha sido una característica notable en nuestra sociedad, ni tampoco la propaganda y la publicidad en función de los intereses esenciales, de la defensa de los ideales de bienestar y justicia, del fomento de los mejores sentimientos humanitarios.

Intentando evadir el sentido manipulador del uso de esos recursos mundialmente, se ha ido a parar en la pobre utilización de los medios tradicionales que todavía pueden tener una influencia en la vida de lectores, radioyentes, televidentes.

Resulta escandaloso como hoy por hoy se violan reglas fundamentales de la información. Se anuncia un evento, un concierto, un espectáculo y se pasan por alto elementos fundamentales como la hora, o el lugar donde se realiza y la dirección del sitio. O se apela a términos como “en los horarios habituales” o “en el conocido teatro de Centro Habana” como si todos los receptores conocieran esos elementos.

No se piensa en el que pueda interesarse por primera vez, en quienes desconocen esos detalles y así no se cumple con unos de los principios informativos básicos que es dar información, hacer conocer.

En la radio y la TV no se tiene en cuenta la necesidad de reiterar elementos fundamentales para el que sintoniza después de comenzada la información, cuando la regla elemental en estos casos es repetir en varias oportunidades a que o quien se refiere, de lo que se trata.

Tampoco se ofrecen las ubicaciones geográficas que enriquezcan el conocimiento. Se cuenta algo de un poblado, no se dice a cuantos kilómetros está de la capital del país, o de la capital provincial, en qué punto cardinal se encuentra, que hecho histórico o costumbre lo caracterizan, factores que enriquecen cualquier información que se ofrezca.

En el caso de la televisión faltan imágenes que permitan tener una idea de cómo es un sitio u otro, vistas panorámicas que permitan apreciar sus valores arquitectónicos, o paisajísticos y los televidentes cubanos no suelen tener una mirada amplia sobre el país, no sólo en el plano visual, sino en el informativo mismo porque hay municipios, pueblos, comunidades que nunca aparecen por ninguna parte a pesar de que hay telecentros en casi todas las provincias.

Es muy curioso que haya un espacio para los telecentros, cuando en realidad estos deberían tributar a la red nacional en todos los programas posibles, justo como una forma de mostrar el país de una punta a la otra.

El reporte de eventos y sucesos es otro aspecto lastimoso, porque se suele recurrir a generalizaciones o vaguedades, y no se especifica que signó este o aquel, qué de nuevo aportó, que problemas planteados en encuentros anteriores encontraron solución. Ocurre que como esos elementos no se consignan las informaciones parecen las mismas, llenas de lugares comunes y por tanto ni atractivas, ni verdaderamente útiles.

Y para colmo todo eso se traslada al mundo digital a pesar de que en sus soportes hay más posibilidades espacio temporales de profundizar en los asuntos, de ofrecer mayor cantidad de elementos, de enriquecer la visualidad del receptor y también los diseños en los contenidos y las forma.

También se aprecian buenas prácticas, pero de lo que se trata es de enfocar las no funcionales o carentes de eficacia en un mundo atiborrado de informaciones ciertas o “inventadas” que requiere mayor rigor como alternativa.

Otros aspectos dignos de ser tenidos en cuenta para una utilización mayor y mejor, de los medios comunicacionales, por su carácter de servicio público, es el análisis de qué se divulga más, a qué quien se les hace mayor publicidad, por qué se informa hasta la saciedad a algunas figuras y otras de igual o mayor valía son omitidas completamente.

Cuando se observa la programación de los canales televisivos da la impresión de que se llenan espacios, pero no existe una verdadera estrategia comunicacional según los intereses ideos estéticos que se proclaman como esenciales. Esa debe ser la razón de que se exhiben productos, películas, obras muy valiosas un día y al otro pueden aparecer “ofertas” de dudosa calidad y contenidos.

Existen numerosos programas musicales, de documentales, de literatura, de entrevistas, de materiales cubanos y extranjeros, pero no se complementan en la diversidad de objetivos que permitan encontrar en cada uno lo que no hay en el otro. Y es un asunto no estrictamente relacionado con la proverbial falta de recursos, sino con la falta de aprovechamiento de los que se tienen.

Y esa falta de estrategias propicia que los espectadores no tengan claro que podrán encontrar, ni crear hábitos de seguir un programa u otro según su interés o lo que espera de los medios tradicionales que en Cuba siguen teniendo un peso importante mayoritariamente.

Usar creativa y profesionalmente las posibilidades de esos soportes, que, además, se insertan en todas partes en el mundo digital permite a la larga un mejor uso de las novísimas tecnologías, y evitará ver repetida en ellas las mismas carencias.

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