Uso de los medios comunicacionales

Soledad Cruz “Cuando se observa la programación de los canales televisivos da la impresión de que se llenan espacios, pero no existe una verdadera estrategia comunicacional según los intereses ideos estéticos que se proclaman como esenciales”.

Por Soledad Cruz Guerra

Mucho se habla de la necesidad de informatizar la sociedad. Con frecuencia se producen eventos sobre el tema en la Universidad de las ciencias informática, se efectúan ensayos de conexión a INTERNET en los hogares, la Asociación de escritores realiza encuentros sobre escritura y mundo digital, se programan talleres, seminarios.

En realidad, urge librarnos de ese “pecado” que tanto se reprocha de no estar “conectados” con el mundo, pero mientras se consigue lograrlo es “pecado” mayor no usar en todas sus potencialidades los llamados soportes tradicionales como la radio, la televisión y la prensa “en papel”.

El aprovechamiento creativo de los medios masivos de comunicación no ha sido una característica notable en nuestra sociedad, ni tampoco la propaganda y la publicidad en función de los intereses esenciales, de la defensa de los ideales de bienestar y justicia, del fomento de los mejores sentimientos humanitarios.

Intentando evadir el sentido manipulador del uso de esos recursos mundialmente, se ha ido a parar en la pobre utilización de los medios tradicionales que todavía pueden tener una influencia en la vida de lectores, radioyentes, televidentes.

Resulta escandaloso como hoy por hoy se violan reglas fundamentales de la información. Se anuncia un evento, un concierto, un espectáculo y se pasan por alto elementos fundamentales como la hora, o el lugar donde se realiza y la dirección del sitio. O se apela a términos como “en los horarios habituales” o “en el conocido teatro de Centro Habana” como si todos los receptores conocieran esos elementos.

No se piensa en el que pueda interesarse por primera vez, en quienes desconocen esos detalles y así no se cumple con unos de los principios informativos básicos que es dar información, hacer conocer.

En la radio y la TV no se tiene en cuenta la necesidad de reiterar elementos fundamentales para el que sintoniza después de comenzada la información, cuando la regla elemental en estos casos es repetir en varias oportunidades a que o quien se refiere, de lo que se trata.

Tampoco se ofrecen las ubicaciones geográficas que enriquezcan el conocimiento. Se cuenta algo de un poblado, no se dice a cuantos kilómetros está de la capital del país, o de la capital provincial, en qué punto cardinal se encuentra, que hecho histórico o costumbre lo caracterizan, factores que enriquecen cualquier información que se ofrezca.

En el caso de la televisión faltan imágenes que permitan tener una idea de cómo es un sitio u otro, vistas panorámicas que permitan apreciar sus valores arquitectónicos, o paisajísticos y los televidentes cubanos no suelen tener una mirada amplia sobre el país, no sólo en el plano visual, sino en el informativo mismo porque hay municipios, pueblos, comunidades que nunca aparecen por ninguna parte a pesar de que hay telecentros en casi todas las provincias.

Es muy curioso que haya un espacio para los telecentros, cuando en realidad estos deberían tributar a la red nacional en todos los programas posibles, justo como una forma de mostrar el país de una punta a la otra.

El reporte de eventos y sucesos es otro aspecto lastimoso, porque se suele recurrir a generalizaciones o vaguedades, y no se especifica que signó este o aquel, qué de nuevo aportó, que problemas planteados en encuentros anteriores encontraron solución. Ocurre que como esos elementos no se consignan las informaciones parecen las mismas, llenas de lugares comunes y por tanto ni atractivas, ni verdaderamente útiles.

Y para colmo todo eso se traslada al mundo digital a pesar de que en sus soportes hay más posibilidades espacio temporales de profundizar en los asuntos, de ofrecer mayor cantidad de elementos, de enriquecer la visualidad del receptor y también los diseños en los contenidos y las forma.

También se aprecian buenas prácticas, pero de lo que se trata es de enfocar las no funcionales o carentes de eficacia en un mundo atiborrado de informaciones ciertas o “inventadas” que requiere mayor rigor como alternativa.

Otros aspectos dignos de ser tenidos en cuenta para una utilización mayor y mejor, de los medios comunicacionales, por su carácter de servicio público, es el análisis de qué se divulga más, a qué quien se les hace mayor publicidad, por qué se informa hasta la saciedad a algunas figuras y otras de igual o mayor valía son omitidas completamente.

Cuando se observa la programación de los canales televisivos da la impresión de que se llenan espacios, pero no existe una verdadera estrategia comunicacional según los intereses ideos estéticos que se proclaman como esenciales. Esa debe ser la razón de que se exhiben productos, películas, obras muy valiosas un día y al otro pueden aparecer “ofertas” de dudosa calidad y contenidos.

Existen numerosos programas musicales, de documentales, de literatura, de entrevistas, de materiales cubanos y extranjeros, pero no se complementan en la diversidad de objetivos que permitan encontrar en cada uno lo que no hay en el otro. Y es un asunto no estrictamente relacionado con la proverbial falta de recursos, sino con la falta de aprovechamiento de los que se tienen.

Y esa falta de estrategias propicia que los espectadores no tengan claro que podrán encontrar, ni crear hábitos de seguir un programa u otro según su interés o lo que espera de los medios tradicionales que en Cuba siguen teniendo un peso importante mayoritariamente.

Usar creativa y profesionalmente las posibilidades de esos soportes, que, además, se insertan en todas partes en el mundo digital permite a la larga un mejor uso de las novísimas tecnologías, y evitará ver repetida en ellas las mismas carencias.

Tomado de: https://www.cubaperiodistas.cu

Soledad Cruz Guerra

Periodista, ensayista y escritora cubana nacida en Florida, Camagüey. Licenciada en Periodismo en la Universidad de la Habana. Comienza a trabajar en Juventud Rebelde, en 1970, como reportera. Años después fue una de sus más sobresalientes articulistas. Designada en 1991 representante de Cuba en la UNESCO. Colaboraciones suyas fueron publicadas en las revistas Plural, de México, Temas, de Panamá, En rojo y negro de Puerto Rico, Conjunto de Casa de las Américas. Creadora y ejecutora del Proyecto Plan de Reanimación cultural de la Sierra Maestra. Ha sido Embajadora de Cuba ante la UNESCO desde agosto de 1994 hasta diciembre de 2001. Obras publicadas en Cuba, Fábulas por el amor, Editora Abril, La Habana, 1988 (narrativa infantil), Jinete en la memoria, Editora Abril, La Habana, 1989 (narrativa para adolescentes y jóvenes); Adioses y bienvenidas, Editora Abril, La Habana 1990 (novela para jóvenes), Documentos de la otra, Editorial Capitán San Luis, La Habana 1991 (poesía), Erótica del adiós, Editorial Ácana, Camagüey, 2004 (poesía), Las dudas del fuego, Ediciones de La Discreta, Alpedrete, Madrid 2011, Eternamente tuya, Editorial Gente Nueva, La Habana, 2008. Polémica de las estaciones, Editorial Unión, La Habana 2010.

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