Diálogos

Laura Restrepo alerta sobre el uso de la cultura por el poder. Por: Ericka Montaño

Laura Restrepo“Fascinante, la pelea que da la juventud por la libertad de información”.

“La exaltación y la utilización que hace el poder de la cultura me parece una de las cosas más peligrosas para ésta”, señala la escritora colombiana Laura Restrepo, quien la próxima semana presentará su novela más reciente, Hot sur, una de las más ambiciosas de su carrera, cercana al género del thriller y en la que habla del fin del sueño americano y la búsqueda de una alternativa.

Laura Restrepo recibe a La Jornada en su casa, ubicada al sur de la ciudad, acompañada de sus dos perros, Oso y Alelí, para hablar de lo que hay alrededor de ese sueño roto.

El tema lo marca lo que dice uno de los personajes principales de la novela, Cleve Rose, quien escribe: “Me aburren los amagos de salvación a través de la escritura. Me sacan de quicio quienes juegan a que la literatura es un culto; la cultura una religión; los museos unos templos; las novelas, unas biblias y los escritores unos profetas”.

¿Eso lo dice usted en voz del personaje?

―Es que le tengo bronca a toda esa construcción que se ha hecho alrededor de la cultura y de la figura del escritor y del artista, me parece una suplantación de otras cosa más reales. Me fastidia que a la falta de creencias verdaderas en el ser humano, se ha erigido esta figura de la cultura y se hacen estos templos que son los museos y entonces visitar el museo para mí que tiene exactamente la connotación que tenía visitar la iglesia antes, y al escritor se le para en un pedestal de la manera más injustificada, más absurda y los festivales literarios como una exaltación. A mí me da bronca.

“Me parece que la cultura no está para eso, está para volar estructuras viejas, para generar posibilidades nuevas, la cultura toda, y no para convertirse en objeto de culto. Hacer eso es la mejor forma de petrificarla, anularla y hacerla inservible”.

FRANCOTIRADOR, NO MONUMENTO

Ser escritor sirve, la literatura sirve, prosigue Restrepo, “pero no para convertirse en culto de nadie, precisamente porque la cultura tiene que estar en la posición de francotirador, no erigirse en monumento. A la cultura se le aniquila en el momento en que se le coloca como objeto de culto, cuando su fuerza está en su marginalidad, lo mismo el escritor.

 

“Me gusta mucho lo que dijo José Emilio Pacheco cuando recibió el Cervantes, en el sentido de que el escritor pertenecía a una cofradía mendicante. Eso es todo lo contrario del escritor como mesías, o salvador, o del escritor como profeta, y como figura de culto, es una manera sutil de neutralizarlo y de acabar con su fuerza. La exaltación y la utilización que hace el poder de la cultura me parece una de las cosas más peligrosas para ésta”.

Sin embargo, es lo que estamos viviendo.

―Claro. Es el intento por todos lados. Afortunadamente la cultura es como un río tremendo y no hay quien la pueda encauzar porque siempre habrá quienes marchen en contra del poder, pero que el poder tiene ese intento de encauzarla de convertir a las figuras de la cultura en figuras aliadas, lo vemos por todos lados.

Existen ahora las redes sociales, Internet, medios alternativos, ya no va a ser tan fácil que esto ocurra.

–Esa es la maravilla, por eso el poder quiere controlar precisamente las redes sociales, neutralizarlas, y privatizarlas. A mí me parece fascinante la pelea que da la juventud por la libertad de información y la libertad de Internet y por de verdad apropiarse y de asegurarse de ese medio técnico fascinante de comunicación que se ha abierto, pero también entiendo que uno de los terrenos de batalla más duros va a ser precisamente inhibir toda esa posibilidad de comunicación e información libre que se ha abierto, no por nada están casos como el del soldado que tienen preso por filtración de secretos de Estado, y el de Julian Assange, quien es el preso número uno.

“Creo que son los presos más importantes y significativos que tiene el planeta, porque son a los que están apuntando al peor delito en este momento que es la libertad de información, la libertad y utilización de las redes sociales y de toda la tecnología electrónica en favor de información, la comunicación y la convocatoria libre, es una herramienta poderosa. Ese va a ser un campo de batalla fundamental y en la suerte de Assange y de este soldado va a definir quién gana esta batalla”.

Son los jóvenes también los que dan la batalla.

―La juventud de hoy se está movilizando, desde luego alguna parte estará conforme con lo que está pasando, pero eso es algo difícil porque son demasiados los jóvenes que no ven futuro.

“Es muy difícil reivindicar el cómo vamos porque no van a tener trabajo ni techo, van a seguir viviendo en la casa de los padres. Es difícil para la juventud y no por nada están en la calle. En México, en Chile, en España, las cosas se han puesto críticas para esa generación venidera.

 

“¿Cómo van a sustentar su autonomía, proyectar su personalidad, su propia identidad si les están negando todos los caminos para que lo hagan?”.

Ahí es fácil que los grupos criminales se apropien de esos jóvenes, y tenemos ahora ese ciclo de violencia que no acaba.

―¡Claro!, porque también tenemos otro falso remplazo a la sin salida del american dream: aparecen estas posibilidades mafiosas, que a mi forma de ver es el propio capitalismo pero en su versión extrema, porque es el descubrimiento de que la muerte era la última traba que había para una plusvalía sin límite. Antes la plusvalía era matar de hambre, frío y en el aislamiento, pero hoy ya es la muerte física.

“Es ese falso camino en Colombia tan recorrido y ahora yo, que estoy tan ligada a este país, vuelvo a vivirlo acá, donde la noción de que la vida es mejor que la muerte se confunde. La noción clave de toda civilización es la convicción de que la vida es mejor que la muerte. Eso empieza a borrarse porque lo que da rédito es la muerte: si la vida no me da trabajo, posibilidades, familia, deporte, cultura, si me la paso aburrida aquí, la muerte me da ropa de marca, una identidad, adrenalina y me da dinero, entonces opto por la muerte. Eso sucede masivamente y está sucediendo masivamente con la juventud mexicana como sucedió con la juventud colombiana”.

¿Usted está reviviendo todo ese proceso?

―El horror, imagínate algo que uno ya vivió, y ahora en esta etapa de negar el problema, que yo lo veo como más peligroso que el anterior. Por ejemplo, dicen que en Colombia se acabó el problema, ya está del otro lado. ¿Quién dice que ya está del otro lado? Qué falta de respeto con las víctimas que hay allá todos los días.

“El tráfico de droga no ha disminuido un ápice, entonces, ¿cómo así que se acabó el problema? En México ya comenzó esa etapa de negar. No solamente he vivido toda la etapa de la criminalidad en Colombia y luego acá, sino toda esta etapa de la negación de la criminalidad ahora cuando todavía está en su apogeo”.

EN EL FILO DE LA NAVAJA

¿En qué punto estamos como sociedad?

―Creo que estamos en el filo de la navaja. Por eso quería una novela que se ubicara en ese filo, una especie de apuesta del todo o nada, porque creo que bien podemos caer en que el planeta se destruye. Creo que es el momento en el que o se concibe un cambio, que pasa por un cambio de mentalidad, o hasta aquí nos trajo el río: así es de tremendo, es decir la cantidad de población despojada y despojada de todo, es cada vez mayor.

La cantidad de movimientos que piden que esto cambie también se multiplican.

―Claro. Ves a los jóvenes por todos lados que no tienen futuro y que están pidiendo ese cambio. Quizá el nuevo sueño aún no tenga nombre, pero el solo hecho de que se le invoque y se le persiga, es una manera de empezar a nombrarlo.

Tomado de la publicación: www.jornada.unam.mx

Leer más

Ticio Escobar: arte latinoamericano inmediato.

Ticio EscobarEntrevista al intelectual paraguayo Ticio Escobar: “el arte no puede prescindir ni del concepto ni de la imagen; de hacerlo, en un caso sería puro discurso u orden simbólico; en otro, mera ilusión o apariencia, reflejo o simulacro”


«Creo que en América Latina resulta fundamental vigorizar las instituciones y circuitos propios de un arte crecido, en general, a la intemperie y amenazado por la voracidad del mercado. Apostar a lo institucional no significa renegar de la crítica del sistema del arte, sino reforzar la esfera pública y garantizar la mejor organización y continuidad de sus espacios».

¿Cómo definiría hoy a América Latina?

―Desde el punto de vista de la producción artística, considero que el término “América Latina” no designa una sustancia previa a la historia, sino que marca un espacio, pragmáticamente construido en función de determinadas estrategias políticas y simbólicas.

»En general, cuando hablamos de América Latina tendemos a referirnos al lugar de la periferia en oposición al centro; pero ambos términos no pueden ser entendidos ya como polos de una disyunción fatal: la reconfiguración de las cartografías del poder mundial recusa un esquema basado en puras referencias históricas y territoriales. La globalización produce un reordenamiento de posiciones a escala mundial: el llamado Primer Mundo, se encuentra en crisis y cada vez más poblado por inmigrantes del Tercer Mundo, y éste deviene trama de redes corporativas y sede de altos intereses trasnacionales. Por eso, los términos centro y periferia deben ser reformulados para que puedan dar cuenta de nuevas situaciones de transterritorialización económica y cultural. Resulta obvio que la tensión centro-periferia sigue operando, pero no puede ser comprendida a partir de emplazamientos geográficos fijos, sino desde la acción de asimetrías radicales que dividen desordenadamente el mundo y que no sólo se refieren a desigualdades socioeconómicas; también involucran el medioambiente, la calidad de vida y la dignidad humana. Pero esa tensión no puede ser resuelta de manera definitiva; configura un “indecidible” que depende de posiciones e intereses contingentes.

»Hechas estas salvedades, hablar de lo latinoamericano en arte puede ser útil para subrayar la diferencia que nutre mucha obra producida en la región. Aunque el término mismo indique un constructo discursivo, no puede negarse que existen circunstancias geográficas, históricas y políticas compartidas por los pueblos de América Latina. Estos patrimonios valiosos y malas herencias marcan un lugar que puede ser abordado desde poéticas particulares».

¿Cómo pensar nuestras prácticas artísticas en un contexto globalizado que intenta aplanar las identidades?

―La cultura contemporánea quiere recobrar la densidad de los signos aplastados por la lógica del consumo, inscribir momentos de una memoria sustraída, anticipar horizontes sustentables, poner en crisis los límites de la representación. Y esta pretensión implica dos desafíos complicados. Por un lado el de reponer utopías más allá de los fundamentalismos globalizantes (la nueva polarización pos 11 de setiembre); por otro, el de imaginar conjuntos sociales y desarrollar proyectos políticos de articulación sin arriesgar la identidad ni negar la diversidad. Asumir estos retos supone renunciar tanto a los universalismos de signo totalitario como a la dispersión y el encapsulamiento de las identidades; ambos extremos bloquean el desarrollo de políticas democráticas. De lo que se trata es que las identidades mantengan abierto su horizonte de ciudadanía y de polis: que ni sean arrasadas por la globalización ni se conviertan en nuevos particularismos mesiánicos y autosuficientes.

¿Cuáles son las obras, artistas o colectivos de artistas que más se destacaron en la primera década del siglo XXI a) en su país b) en la región latinoamericana?

―El tema es complicado porque cuando hablamos de “destaque” estamos aplicando hoy categorías de valorización de mercado, independientes del aporte real que hayan dado los artistas y los movimientos al desarrollo del arte crítico, o del arte a secas (que siempre será crítico en cuanto tal). Grandes artistas y movimientos indígenas y populares, que densificaron los imaginarios de la región, no figuran en los catálogos del mainstream. Por otra parte, la cuestión supone una perspectiva modernista, que encara los movimientos y los artistas como momentos de etapas lineales. Prefiero saltar esta pregunta.

¿Cómo se da en nuestra expresión el conflicto concepto vs. Imagen?

―En el arte de América Latina, así como en el arte en general, la existencia de un espacio propio del arte parece amenazada ante el avance de dos frentes impulsados, respectivamente, por formas y contenidos extraartísticos.

»Por un lado se produce una contraofensiva fuerte de los contenidos temáticos, discursivos y pragmáticos del arte que refutan el largo predominio moderno del significante. Las preguntas relativas a lo real (el retorno ontológico), así como a las condiciones de enunciación y recepción de la obra y a sus efectos sociales (el tema de la performatividad), colapsan la esfera cerrada del arte.

»El segundo frente, el esteticismo globalizado, avanza desde una dirección contraria. Y promueve que todo el ámbito de la experiencia (pública y privada) se encuentre sobredeterminado estéticamente por las lógicas comunicativas, mercantiles y políticas de la cultura de masas (la bella forma ha sido incautada en clave informativa y publicitaria).

»Embretado entre ambas acometidas (la contenidista y la formalista), el arte se halla en situación difícil. Por un lado, si opta por la vía estética (la de la pura imagen) pierde su densidad y reniega de su vocación contestataria. Por otro, si sigue el camino excluyente del concepto, pierde la intensidad de la apariencia y la contención de la forma y termina por disolverse en discursos y programas, en conceptos, prácticas y enunciados ajenos al oficio de la mirada; es decir, termina por perder su propio espacio.

»Ante tal disyuntiva, el arte no puede prescindir ni del concepto ni de la imagen; de hacerlo, en un caso sería puro discurso u orden simbólico; en otro, mera ilusión o apariencia, reflejo o simulacro. Cuando Hegel hablaba de la muerte del arte, no estaba sosteniendo que no habrían de producirse más obras, sino que el concepto (Begrief) prescindiría de la imagen y asumiría, así, directamente el objeto sin la mediación tramposa de lo imaginario. Para el citado filósofo, la imagen es un mal necesario; no puede conocerse la esencia sin haber pasado por el teatro de sombras de la apariencia. Pero el arte ha sobrevivido a su fatídica predicción: el concepto sigue sin poder alcanzar ciertos oscuros intersticios de lo real, a los que puede accederse sólo a través de imágenes. Éstas nunca serán demasiado fieles ni exactas, pero constituyen indicios indispensables para vislumbrar lo innombrable, que está en el centro del arte».

¿Son bien aprovechados los recursos de nuevas tecnologías en la expresión?

―La tecnología, como cualquier instrumento de la expresión, tiene el valor de lo que Derrida, siguiendo a Platón, llama phármakon, término que significa tanto remedio como veneno. Es indudable el aporte tecnológico en la manipulación y difusión de la imagen contemporánea, pero también es obvio el riesgo de esteticismo y puro efectismo visual que acarrean los nuevos medios (cada época llama nuevos medios a las innovaciones tecnológicas de su presente). Walter Benjamin, a pesar de ser un admirador de estos medios, advertía acerca de los riesgos de banalización de los mismos, puesto que existe una “inmadurez en la relación entre sociedad y tecnología”. Ciertos peligros que acarrea el uso indiscriminado y puramente mercadológico de las tecnologías (como el diseñismo, el neoformalismo esteticista, la pérdida de contenidos, el culto del ingenio y la destreza, el vértigo ante lo nuevo, el fetichismo del simulacro y la ilusión anestesiada ante lo real), constituyen advertencias críticas que vale considerar. Heidegger se preocupaba por el “desborde de la técnica”; en su texto Pregunta por la técnica plantea la cuestión de quién domina a quién en la relación ser humano/tecnología. Obviamente esto no significa una apocalíptica condena de las tecnologías, sino una consideración sobre su carácter instrumental, que en los tiempos de metástasis de mercado requiere vigilancia especial. El desafío es no perder la poesía: ante él, el arte supo sortear riesgos tan complicados como el que plantean las nuevas tecnologías.

¿Nuestro desafío creativo está en la politicidad del arte o en la artisticidad de la política?

―Ese es el dilema que lanzó Walter Benjamin. Apostemos con él a la politización del arte (la otra vía, según su posición, llevaría al fascismo…).

¿Cómo se plantean las relaciones con las instituciones culturales?

―Respecto a la institucionalidad cultural, resulta interesante confrontar las tendencias críticas del arte latinoamericano de fines del siglo XX con direcciones equivalentes y contemporáneas desarrolladas en las metrópolis, especialmente los diferentes modelos de arte activista, político o alternativo producidos en Nueva York: las propuestas más definidas e influyentes y las mejor sustentadas teóricamente. Éstas se centran básicamente en la obsesiva puesta en cuestión del propio sistema del arte: la impugnación de la institucionalidad (museos, galerías, curadurías, ediciones, crítica), así como la emergencia de nuevas identidades (étnicas, raciales, sexuales, culturales) y ciertos emplazamientos del (micro)poder (género, cuerpo). Las periferias heredan estas preocupaciones pero, al hacerlo, las desplazan y desvirtúan; las reenvían a otros lugares. Las convierten en obsesión por el cuerpo torturado o desaparecido, las vinculan con el tema de la construcción de la memoria y la reconstrucción de lo público, las confrontan con discusiones sobre la relación global/local; las comprometen con los horrores del hambre y la violencia, con la necesidad de reimaginar utopías a contrapelo de un presente infortunado.

»En relación específica con las instituciones, el autocuestionamiento del sistema del arte no significa lo mismo para regiones carentes de una institucionalidad bien afirmada en ese ámbito: una institucionalidad en parte necesaria o, al menos, demandada por los sectores más críticos. Por eso, las posiciones contestatarias del Sur, más que contra una institucionalidad del arte carente de fuerza y prestigio ―incapaz de constituirse en contrapolo hegemónico―, orientan sus frentes contra el esteticismo flojo propagado por los mercados globales y, aun, contra ciertos estereotipos del arte del mainstream (lo políticamente correcto, el clisé multiculturalista, las lecturas exotistas del arte latinoamericano, etc.). Es decir, creo que en América Latina resulta fundamental vigorizar las instituciones y circuitos propios de un arte crecido, en general, a la intemperie y amenazado por la voracidad del mercado. Apostar a lo institucional no significa renegar de la crítica del sistema del arte, sino reforzar la esfera pública y garantizar la mejor organización y continuidad de sus espacios».

Las relaciones culturales de nuestra región con otros países (España, Estados Unidos de Norteamérica, Alemania) ¿se están dando dentro de la colaboración entre los pueblos, o son penetración cultural, continuidad del colonialismo?

―Creo que las relaciones internacionales implican todos esos supuestos y, aun, otros, como intercambios interculturales capaces de generar nuevos hechos de cultura. Puesto que no existe un desenlace definitivo para la tensión entre nuestra región y los países del Norte (llamémoslos así por convención), los vínculos entre ambos términos fluctúan siempre impulsados por conflictos y acuerdos diversos. No se trata de rechazar o aceptar lo impuesto o propuesto por el Norte, sino de asumir, ignorar, reelaborar o adoptar lo que convenga a proyectos propios. La negociación se vuelve instrumento necesario de esta posición: permite establecer sistemas de alianzas provisionales, apropiarse de imágenes o discursos ajenos, renovar las técnicas de la presión y los argumentos de la crítica y replegarse para buscar flancos mejores de acometida. Pero sobre todo esto, debemos recordar que mientras la hegemonía cultural suponga la administración del sentido, los lenguajes de los países latinoamericanos serán transcriptos siempre desde el lugar del centro. Y enunciada desde fuera de su propio ámbito, la diferencia será tratada como desviación del modelo hegemónico globalizado. Por eso, lo fundamental es afirmar un lugar propio de enunciación; y esa lucha por el sentido supone siempre una posición política que incluye tanto enfrentamientos y posiciones de resistencia como acuerdos y negociaciones.

¿Cómo surge su relación con la expresión artística, cuáles son sus objetivos y cuáles son su trabajos más destacados?

―Mi relación con el arte tiene dos nutrientes, la filosofía y la política. Mi formación primera, la de abogado, impulsó una serie de desplazamientos disciplinales. En la Facultad de Derecho comencé a interesarme por la filosofía jurídica, que me condujo a la filosofía, a secas, y luego a la filosofía del arte, la estética, la crítica de arte. El otro camino se inicia con la militancia política, que incluía la defensa de los derechos culturales, especialmente los étnicos. El arte indígena me ha permitido, si no resolver, por lo menos acceder a cuestiones fundamentales de la contemporaneidad. Mis trabajos más destacados tienen que ver con estos temas.

¿Cuáles son sus próximos proyectos?

―He renunciado al cargo de ministro de Cultura de mi país luego del reciente golpe de Estado parlamentario. Seguiré trabajando en el área de las políticas culturales y el arte.

Tomado de la publicación: www.laventana.casa.cult.cu

Leer más

Las 16 noches de un primer encuentro. Entrevista con Salomón Gadles Mikowsky. Por: Rachel D. Rojas

Salomón Gadles MikowskyPara Salomón Gadles Mikowsky todo se remonta al hecho de haber nacido en Cuba, aunque tenga nombre de extranjero. Por esa razón, regresa a La Habana para celebrar el I Encuentro de Jóvenes Pianistas, del cual ha asumido la dirección artística, entre otras responsabilidades.

El prestigioso académico comenzó a estudiar piano como alumno del reconocido profesor cubano César Pérez Sentenat. Aun cuando desde 1955 reside en Nueva York, donde decidió permanecer luego de obtener una beca en el célebre conservatorio de artes escénicas Juilliard School, su trabajo siempre ha estado muy relacionado con la tierra donde nació.

Al concluir sus estudios en la afamada institución, fue nombrado profesor de piano en el nivel de preparatoria y, por aquellos años, también recorrió las aulas de la New York University y de la University of the Arts de Filadelfia. Después de una lesión neurológica que afectó su mano derecha, Mikowsky tuvo que abandonar la idea de una carrera como concertista y se encaminó hacia el universo académico. En ese ámbito, realizó una tesis doctoral sobre los orígenes y el desarrollo de la danza cubana del siglo XIX y sobre su figura cimera, Ignacio Cervantes. Un fragmento de esa tesis fue publicada en Cuba en 1988, por la editorial Letras Cubanas, bajo el título Ignacio Cervantes y la danza en Cuba. Con motivo de este I Encuentro, realizado en La Habana durante 16 noches, el libro ha sido reeditado por Ediciones Boloña, de la Oficina del Historiador.

El encuentro entre jóvenes músicos de diversas nacionalidades en la Isla ha sido el pretexto para buscar a Mikowsky y escuchar los detalles sobre el evento, y con ellos su propia historia.

¿Cuál es el objetivo fundamental que persigue este Encuentro de Jóvenes Pianistas?

Siempre he tenido interés por trabajar en Cuba, en mi patria. En el año 2000, me invitaron a ser miembro del jurado en el concurso Ignacio Cervantes. Como parte de aquel festival se ofreció un concierto de jóvenes pianistas que me impresionó muchísimo, por el grado de seriedad del trabajo que estaban haciendo los maestros en Cuba. Entonces, conocí al Historiador de la Ciudad y le propuse que hiciera una sala adecuada para que los estudiantes tuvieran un lugar donde realizar sus recitales de graduación y otras actividades. En aquel momento, me ofreció dos posibilidades, pero ninguno de los dos lugares era el idóneo. Cada vez que volvía a La Habana le preguntaba si había encontrado el local, pero no aparecía. Hasta que hace unos tres años me dijo que había encontrado el lugar perfecto. Se trata del antiguo Casino Español, que está en Prado y Ánimas. En la actualidad, es un Palacio de los matrimonios, pero en su tercera planta se encuentra la Sala Ignacio Cervantes, renovada maravillosamente.

Eusebio Leal me dijo que no necesitaba dinero alguno para la restauración, pero sí necesitaba un piano. Por esa razón compré un Steinway, cuyo proceso de envío, a causa del bloqueo, se convirtió en un verdadero dolor de cabeza. Lo intenté por Canadá, por México, por Alemania, incluso por China. Pero finalmente ya está aquí.

El otro propósito que perseguía era tener un festival en Cuba. He dirigido varias ediciones del International Piano Festival con mis alumnos, quienes han tocado en varias ciudades europeas. Pero quería hacer algo así aquí. Incluso, me hubiera gustado que fuera con la Orquesta Sinfónica Nacional. Eso todavía se está conversando… con buenas posibilidades para el futuro. Así que, por el momento, se decidió hacer el encuentro solo con recitales de piano, a través de la Oficina del Historiador y con la colaboración de diferentes entidades.

Nací frente al Capitolio Nacional. Y hubiera querido pensar que se construyó el Capitolio porque yo nací al frente, pero fue al revés: primero el Capitolio y luego mi nacimiento. Intento decir que soy muy cubano, que amo a mi Patria y que durante el resto de mi vida profesional quiero estar muy vinculado con Cuba. Quiero que mis alumnos vengan continuamente a tocar a la Isla y que compartan con los estudiantes de aquí, que representan a la escuela cubana de piano, que es muy valiosa y la respeto muchísimo. Quiero que haya compenetración y que aprendan unos de otros: eso me da mucha satisfacción. Mis alumnos saben que, a pesar de que algunos de ellos han tocado en las salas más importantes del mundo, los conciertos en La Habana son, para mí, los más importantes que ellos pudieran ofrecer.

Tuve festivales durante 19 años en Tenerife, en Tarragona, en París, en China, etc.… hay muchísimos festivales en todas partes. Pero en Cuba, tener 16 noches seguidas con 11 pianistas internacionales y cinco pianistas cubanos es una oportunidad increíble, y quizá nunca se haya hecho antes. El problema está en que me hubiera gustado que participaran más estudiantes en los conciertos. Puede que la divulgación no haya llegado a todos. La prueba es que una tarde salí con mis estudiantes para enseñarles la ciudad y fuimos al Instituto Superior de Arte (ISA). Cuando le preguntamos a un grupo de alumnos de allí si sabían que se estaba realizando un encuentro de pianistas, no tenían ni idea. Eso me incomoda un poco, porque se ha hecho un esfuerzo muy grande y los que más se benefician de estos eventos son los estudiantes.

¿Qué criterios mediaron en la concepción del programa artístico?

Ahora que hemos conversado sobre la posibilidad de tener un segundo encuentro, yo haría una lista de otros 35 pianistas que han sido alumnos míos: de diferentes generaciones, con variedad de estilos y repertorios. Además, quiero dar la oportunidad a muchos que tienen el nivel necesario para ofrecer un buen concierto. Pero la asistencia tiene que ver con la disponibilidad de tiempo en el momento en que se realiza el evento. Algunos pudieron estar aquí para estas fechas y otros no.

En el caso de la participación cubana, estuvo Daniel Rodríguez que tocó hace unos días; lo conozco desde mi anterior visita a Cuba y lo considero un muchacho muy talentoso. A él le escuché, con la Orquesta Sinfónica Nacional, interpretar un concierto de Mozart. Tiempo después, escuché a Aldo López-Gavilán, en EE.UU., y fue impresionante. Él mismo recomendó a López-Nussa para hacer un concierto a cuatro manos. Y, además, está mi alumna, Willanny Darias, que es cubana también. Así que para el año que viene serán otros, porque la participación cubana está muy mediada por lo que me recomiendan, en tanto no estoy familiarizado con los jóvenes talentos que van creciendo aquí.

Los programas, en esta ocasión, fueron severos. En ciertos casos cambié una obra que le hubiera encantado al público por una más contemporánea, bien ácida y disonante, pero que creí importante para los estudiantes cubanos, porque es lo que se está componiendo en Europa y EE.UU. actualmente.

Hay un elemento negativo y es el hecho de que, por vivir en Nueva York, no tengo las partituras de lo que se está componiendo ahora en Cuba. Me he quedado en lo básico: Cervantes, Saumell, Lecuona, etc. Pero así y todo mi alumno ruso Alexandre Moutouzkine tocó una obra de Juan Piñera, que es un magnífico compositor; la misma Willanny tocó Momentum, de Tania León, una compositora cubana que está triunfando en EE.UU.; y he recibido partituras de Leo Brouwer. Lo más importante fue que mi alumna china, de 15 años, interpretó obras de Cervantes y de Lecuona. ¿Por qué quise que fuera ella y no una cubana, a quien la música le es natural? Porque a una china le es muy difícil comprender el ritmo cubano, la “sandunga”. Y el hecho es que ella va a tocar esa música también en Pekín y en otras partes de China. Así hacen otros alumnos míos, tocan esos temas por todo el mundo y, de esa manera, estamos ayudando a la promoción y el conocimiento de la mejor música cubana.

¿También por eso ha colaborado con la formación de músicos cubanos en EE.UU.?  

Como mi nombre es extranjero, pocos estudiantes pianistas que han viajado a EE.UU. han estado conscientes de que soy cubano. Entonces, han estudiado con diversos profesores. Por ese motivo, cuando vine a Cuba hace tres años, lo hice con el propósito de escuchar y de que me recomendaran a jóvenes pianistas que tuvieran el talento y la seriedad de trabajo necesaria. Me hablaron de Willanny, porque era muy estudiosa, y me dio una audición. Fue un trabajo inmenso lograr la visa norteamericana y la beca que necesitaba, pero todo salió bien. Y yo estoy muy contento de contar con una cubana entre mis estudiantes. Me imagino que hace varios años debo haber tenido algún cubano como estudiante, pero no lo recuerdo. Al menos, en los últimos 20 años, ella es la única.

¿Cómo ocurrió la restauración del piano que perteneció a Harold Gramates?

No recuerdo si yo vi el estado en que estaba el piano. Me enteré del deterioro del instrumento a través del técnico que lo restauró. Él desempeña un excelente trabajo y necesitaba los materiales, así que se los envié desde Nueva York: las cuerdas, los martillos, etc. También hay ciertas piezas que no hace falta cambiar. Porque ese piano tiene quebrada la resonancia, que es una tabla ubicada por debajo, y está ligeramente curvada; es la que da la sonoridad al piano. Eso no se puede arreglar en Cuba. Para corregir esto tendría que enviarla a alguna ciudad donde se construya esa pieza. Pero no vale la pena, porque es un piano pequeño, y para su uso en la sala está muy bien. Los estudiantes ya están tocando allí.

Sí me parece muy importante la conservación de los grandes pianos, y por eso traje conmigo al mejor técnico de Nueva York, que ha hecho un informe de las condiciones en que se encuentran estos instrumentos. Se trata de Ludwig Tomescu, que es de origen rumano y trabajó por muchos años como técnico principal de la Steinway. También ha trabajado mucho en las grandes salas de concierto de Latinoamérica. Aquí laboró sobre los pianos; hizo todo lo que pudo en ellos sin reemplazar piezas: regularlos, mejorar la cuestión del sonido, etc. El reporte se envía a cada institución: la Orquesta Sinfónica Nacional tiene el reporte del estado de sus pianos, el Historiador de la Ciudad tiene el reporte del piano de la Basílica Menor de San Francisco de Asís, etc. Al menos, cada una de esas instituciones sabe ya lo que debe hacer con ellos.

¿Qué piensa de la reedición de su libro Ignacio Cervantes y la danza en Cuba, en la Isla?

Ese libro fue mi tesis doctoral en la Universidad de Columbia, en el año 1973, y estuvo dedicada a la danza cubana del siglo XIX, especialmente a Ignacio Cervantes. Luego, en 1988, se publicó un fragmento de esa investigación en Cuba y ahora se acaba de presentar la segunda edición con motivo de este encuentro.

Recién lo he estado mirando detenidamente, porque el ejemplar que me habían dado lo puse el primer día en la vitrina de la Sala Ignacio Cervantes. Pero estoy muy contento, porque tiene un diseño muy bueno. Aunque me he dado cuenta de que todo lo que contiene lo he olvidado. Ya no puedo imaginar cómo hice ese trabajo, porque fue una investigación muy larga. La búsqueda de fuentes de información y la organización de los materiales fue muy difícil. Y estoy contento porque, una vez que el trabajo está hecho, lo que más se quiere es que se publique y que se lea.

¿Cómo describiría a un buen pianista?

Primero que nada tiene que ser musical; pero, además, debe tener sensibilidad, personalidad y un equipo que pueda controlar y en el cual pueda reproducir sus intenciones. Cuando se siente en el piano debe realizar con sus dedos todo lo que se propone. Debe existir una estrecha relación entre el deseo de interpretar una obra de una manera y la posibilidad de hacerlo. Lo demás es una buena escuela y, sobre todo, ser sincero: tocar enfocado en la belleza de la música y no con la intención de ser aplaudido, no por el placer del aplauso fácil.

¿Qué le interesa en particular de la música cubana?

Primero que nada, y en general, me interesa porque nací frente al Capitolio, porque soy cubano, porque amo a mi Patria, y porque me interesa difundir su patrimonio musical. En particular, y desde el punto de vista de lo popular, el mundo entero baila la música cubana. Es una combinación ideal, que se debe a la parte de la historia cubana donde se mezclaron los colonizadores españoles con los indios taínos y los negros africanos.

Los negros hicieron una contribución rítmica increíble —los negros y los gitanos son las personas que tienen más ritmo en todo el mundo. Hay que ver a los niños gitanos en las cuevas españolas palmeando diferentes ritmos, que han aprendido por tradición, pero que muchos compositores clásicos han intentado escribir sin éxito. Muchos han dicho que son imposibles de escribir, que no se les puede encontrar un patrón—. Entonces, el elemento rítmico es básico. También está presente la melodía europea, la española, y en particular la italiana, que tuvo mucha influencia en Cuba con sus óperas. Y, por último, son importantes también los grandes talentos que han bailado, cantado y tocado esta música en todo el mundo, talentos que se han formado aquí.

Tomado de la publicación: www.lajiribilla.cu

Leer más

Ismael Serrano: “La Revolución tiene que ser global”. Por: Yinett Polanco y R. A. Hernández.

Ismael Serrano

“Si vivir es bueno, es mejor soñar,
y mejor que todo, madre, despertar”
Antonio Machado, Proverbios y cantares.

Hace algunos años, justo una noche de enero del 2004, el poeta, amigo y colaborador Waldo Leyva junto con nuestro querido periodista y poeta Bladimir Zamora, le trajeron a la antigua sede de la revista La Jiribilla, en el Palacio del Segundo Cabo. Entonces, solo unos pocos conocíamos en Cuba algunas de sus canciones. Algunos místicos agrupados en torno a ese hermoso proyecto que es la Tropa Cósmica de Silvio Rodríguez se dieron a la tarea de recopilar temas donde se aludiera de manera directa al trovador cubano. Su nombre saltó junto con el de otros como Pedro Guerra, Fernando Delgadillo, Javier Bergia, Alejandro Filio, Raly Barrionuevo; su legendaria canción “Vine del Norte” bastó para que se nos abrieran las puertas a su poesía y comprendiéramos que estábamos ante un cantautor singular.

Ismael Serrano regresó a Cuba, nueve años después, y ya no somos unos pocos los que conocemos muchas de sus tantas canciones, a pesar de que en la mayoría de los circuitos de divulgación siga siendo desconocido. Trae un disco nuevo bajo el brazo: Todo empieza y todo acaba en ti, en lo que él mismo ha dado en llamar Edición especial vespertina; trae una mochila cargada de utopías y compromisos, y viene a contarnos nuevas historias, otras tristezas, pero también llamados de esperanza, fuerza y lucha.

La coyuntura histórica actual de su país es tema constante en sus pláticas y en sus composiciones. “Habrá que someter a referéndum” o “Despierta”, que grabó en colaboración con Silvio Rodríguez, está dedicada al movimiento de los indignados o 15-M en España. “Despierta, arranca las cortinas y vístete de calle, que la vida te cubra como el agua fría la cara…”, así nos convoca el trovador desde el poema original que dio germen a muchas de las canciones de esta, su decimoprimera producción discográfica.

A despertar y permitirnos soñar con una sociedad mejor nos invita este bloguero, periodista, columnista, conductor radial, poeta, un poco pintor, productor discográfico, editor, por supuesto contador de historias y canciones, pero también actor y guionista cinematográfico, en fin, casi un ser renacentista del siglo XXI; que accedió dentro del apretado tiempo de su estancia en Cuba y en el contexto de sendos conciertos en La Habana y Santa Clara a conversar, como aquella vez, con La Jiribilla.

En los ya lejanos años 90, cuando comenzaste este largo y a ratos tortuoso camino, parecía que habría un resurgir de la figura del cantautor y de la canción de autor. De entonces a acá, ¿cuánto ha cambiado el reverso de esa moneda?, ¿desaparecieron los cantautores o “los cantaoyentes”?

Los cantautores son reflejo de la sociedad. En los años 70 el cantautor era lo que era también porque la sociedad era la que era. No solamente constituían un fenómeno musical, eran un fenómeno social, un catalizador de un momento de efervescencia política que se vivía en la calle, en las universidades, en la vida cotidiana. Hoy en día, si bien existen fenómenos esperanzadores como el movimiento de los indignados, esa efervescencia no se percibe en España. La juventud ha perdido en muchos aspectos su conciencia social, con lo cual el oyente ha perdido capacidad de análisis político, una cierta insensibilidad social que lo aleja de la canción de autor.

Es cierto que las plataformas de comunicación, los medios de difusión musicales convencionales no dejan espacio para este tipo de música, se ha homogeneizado la propuesta musical en muchos aspectos, excluyendo alternativas como pueden ser los cantautores; pero no solo le pasa a los cantautores, también le sucede a los cantantes de hip hop, por ejemplo, es decir, la gente con un mínimo de conciencia social y crítica que no tiene espacio. El “cantaoyente” está ahí, pero no ha tenido la posibilidad de descubrir a los cantautores.

Hubo un tiempo en España cuando ponías la radio y podías escuchar una canción que te tocaba y te transformaba la mente, que te cambiaba la vida, ahora eso es sumamente difícil. Hoy en día, para encontrar una música que realmente te guste y te emocione se requiere una voluntad de búsqueda que te lleva a Internet a indagar en determinados foros porque la música que suena es de evasión. La música testimonial, comprometida, no ya desde el punto de vista político, sino comprometida literariamente, con los contenidos, ha sido excluida. Antes encontrabas, ahora se busca. No es que la gente haya perdido capacidad para emocionarse, es que no tiene la opción de conocer lo diferente si no tiene voluntad de búsqueda.

En ese sentido ha cambiado el panorama musical tanto como ha cambiado el modelo discográfico. Antes se tenía una mirada a largo plazo que se ha perdido, se desarrollaba la carrera de un artista con el tiempo, con un repertorio, ahora no; hoy se persigue la rentabilidad inmediata y en ese contexto no siempre un cantautor halla los espacios que realmente merece. Existen muchos cantautores jóvenes, existe un circuito de música en directo en Madrid muy activo, pero no es todo lo masivo que debiera ser.

Podríamos hablar de un panorama homogéneo hasta dentro de los propios cantautores, que prefieren privilegiar sus letras y no la composición musical. Sin embargo, Ismael Serrano se caracteriza por hacer patentes sus influencias del jazz, del bossa, incluso del hip hop. ¿Cómo es el proceso de composición en tu caso?

Por lo general, se tiene una idea del cantautor como alguien que privilegia los textos por encima de la música; pero eso no le hace justicia a la tradición. Si algo debiera definir al cantautor es la búsqueda del equilibrio entre la música y los textos. Si se analizan las armonías de gente como Silvio Rodríguez, como Joan Manuel Serrat y tantos otros, uno se da cuenta de que son una complejidad mayor que el pop que habitualmente tiene estructuras muy sencillas. El cantautor es esencialmente un renovador del folclore popular, al que le da una dimensión poética por un lado, y por otro, nuevas búsquedas armónicas y melódicas que hacen sus temas un poco más complejos.

En mi caso, el proceso de composición de cada canción es diferente. Soy muy poco disciplinado para componer, no tengo un protocolo ni una rutina. Algunas canciones surgen a partir de un texto, otras a partir de una melodía, por lo general ambos van de la mano, son muy dependientes una del otro. No es un proceso en el que me disponga a priori a componer sino que son ideas que van llegando a mí. Uno tiene la sensación, aunque suene un poquito pretencioso y cursi, de que se encuentra con las canciones que, de cierto modo, te vienen persiguiendo y te encuentras con ellas cuando agarras la guitarra. Para mí hay un lugar de encuentro feliz cuando agarro la guitarra —es de las pocas cosas que sé hacer solo— y entro en ese proceso de introspección.

Papá cuéntame otra vez” ha sido una suerte de himno para una generación que tal vez intentó soñar otro despertar, otro Mayo Francés. Y, ahora, retomas un poco esa idea que reaparece en tu nuevo disco con temas como, “Despierta” y “Habrá que someter a referéndum”. ¿Pueden las canciones cambiar o influir en su tiempo? ¿Qué papel crees que deban desempeñar las nuevas generaciones ante su futuro? ¿Cuánto le falta por hacer todavía a agrupaciones como el movimiento de los indignados, al 15-M, o a Okupa Wall Street, en EE.UU.?

Escribí “Papá cuéntame otra vez” junto con mi hermano Daniel cuando yo tenía 18 años. Antes incluso de que saliera mi primer disco. Con ella pretendía hacer la bronca a una generación —la generación de mis padres— que había luchado por un mundo muy diferente al que nos habían regalado. Habían renunciado a ciertos sueños, a ciertos ideales, a ciertas luchas, y les hacía ese reproche desde la impunidad que me otorgaba la juventud de entonces. Les decía que quizá no hubiera estado de más haber continuado con alguna de aquellas reivindicaciones.

Con 39 años uno no puede seguir interpretando esa canción de la misma forma porque es de caraduras. No puedo seguir reprochándole a mi padre el fracaso del mundo en el que vivo cuando mi generación también es responsable de lo que ocurre. Sigo cantándola por varios motivos: porque tengo memoria, porque sigo creyendo en los sueños de los que habla el tema y porque considero que mi generación aún está a tiempo de construir un relato propio.

Una de las cosas que ha revelado en España esta crisis es el déficit democrático en el que vivimos: entre los jóvenes menores de 25 años hay un desempleo del 57 porciento, pero no solamente eso, sino que han sido excluidos del relato político actual, del ámbito en el que se toman las decisiones relacionadas con su futuro. Estos ajustes estructurales que están desmantelando el estado de bienestar apelan a una solución a largo plazo. (John Maynard) Keynes decía que a largo plazo estamos todos muertos, es decir, estás condenando a una generación, a la generación más joven, al olvido y al fracaso absoluto.

Últimamente se está debatiendo mucho en España cómo los iconos de la transición española han caído en crisis, poniendo de manifiesto que esa transición ha terminado y ha sido demolida. El modelo social, político, las instituciones creadas durante la transición se tambalean, desde la propia corona —a raíz de varios casos de corrupción y de ciertas actitudes del rey reprobadas por toda la sociedad— a otras instituciones democráticas y a la propia clase política que la gente siente como lejana y en la cual no se ve una renovación, no ya desde el punto de vista ideológico sino simplemente de caras.

¿Qué le hace falta a la gente joven en la sociedad española? Hace falta un espacio que no le permiten tener, no se permite una renovación generacional desde el punto de vista político. Además, la gente joven está asustada en muchos aspectos. En España, desde la transición hasta ahora, la historia ha sido una ascensión social. La crisis era previsible, mucha gente sabía que iba a ocurrir porque se estaba alimentando una burbuja que finalmente ha estallado y ahora, por primera vez en décadas, ese ascensor social se ha detenido y no solamente se ha detenido sino que está bajando: nuestros hijos van a vivir peor que lo que han vivido nuestros padres.

La sociedad está en estado de shock y el sistema ha sido tan perverso que ha convertido los derechos en privilegios, por ejemplo: cuando el derecho al trabajo se devalúa como se ha devaluado, cuando tener trabajo se convierte en un privilegio, uno no repara en las condiciones de trabajo y acepta cualquier empleo en cualquier condición. Una de las consecuencias de esa crisis es la devaluación de los salarios, la devaluación de la calidad de los trabajos que, cada vez, son más precarios, se vive en lo que algunos han denominado la sociedad de riesgo, en la que no sabes qué te va a ocurrir mañana. En esa sociedad de riesgo, en ese estado de precariedad, con esa espada de Damocles permanentemente sobre su cabeza la gente está asustada y eso es fundamentalmente lo que ocurre hoy en España. El sistema ha creado esa sensación de riesgo permanente de modo que paraliza a una sociedad que además está atomizada.

Una de las características de la transición era que la ciudadanía tenía un protagonismo activo: se le veía presente en la calle, en las decisiones políticas. Ahora no. Hace poco salió una entrevista con Mariano Rajoy, el presidente del gobierno en España, en la que decía que él no había cumplido con sus promesas electorales pero había cumplido con su deber. Qué revela esto: que entre los deberes de un político no está el cumplir con el compromiso electoral. El sistema democrático se devalúa totalmente. Aunque hay un movimiento de indignación activo que fue el 15-M hay una sensación de hartazgo y, más allá del miedo, hay una sensación de que no se puede influir en la realidad política. Hay una cierta resignación, la ciudadanía ha perdido conciencia de su capacidad para influir, se le ha arrebatado el protagonismo político y anda en ese estado de incertidumbre.

Cualquier cosa puede detonar el conflicto social en cuanto la gente sea capaz de sobreponerse a ese estado de resignación y de establecer vínculos entre unos y otros de tal forma que pueda recuperar su capacidad de influir, o, al menos, su conciencia de que puede influir en la realidad. Es un momento crucial en la historia de mi país porque asistimos al derrumbe de una transición que dio un modelo político y social que se está agotando en tanto todas las instituciones, y cuando digo todas las instituciones me refiero desde el Parlamento, los políticos, la corona, hasta los propios medios de comunicación, periódicos y periodistas de prestigio que fueron significativos durante una época cuya credibilidad se tambalea.

Todo empieza y todo acaba¿La canción “Despierta” es un llamado a eso?

Sí, por eso quería cantarla con Silvio. He grabado una versión de ese tema con él, porque Silvio, en cierto modo, supone la conciencia en España. Su voz está vinculada con el despertar político de una generación que protagonizó un momento de efervescencia en España.

A partir de este significado de las canciones de Silvio en tu obra y en tu vida, ¿qué otras influencias cubanas existen en tus creaciones?, ¿qué es Cuba para ti, tomando como punto de partida este regreso?

Una de las cosas que me unen a Latinoamérica antes de poder visitarla es que gran parte de mis referencias estaban aquí. Conocí la poesía de la mano de Pablo Neruda, Jaime Sabines, César Vallejo, Mario Benedetti. Crecí también escuchando la música de Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Vicente Feliú, Víctor Jara, la voz de Mercedes Sosa… eso me une también al continente. Incluso, comparto referencias ideológicas que pasan por las Madres de la Plaza de Mayo, por los movimientos indigenistas y sindicalistas en Latinoamérica, por la lucha por los derechos humanos, por el Che.

Empecé conociendo el continente por el Cono Sur —Argentina y Chile— y ese vínculo se hizo más estrecho. Conocí a Silvio personalmente en el año 1997, en un concierto que se hizo en Chile, en el Estadio Nacional, en homenaje al Che Guevara. Él fue muy cercano conmigo, muy generoso. He tenido también la oportunidad de conocer a otros músicos cubanos en España como Pablo Milanés, Santiago Feliú, Frank Delgado, Polito Ibáñez. Recuerdo que en una de las visitas que hice aquí, a la Isla, Vicente Feliú tenía una peña en la Biblioteca Nacional y fui allí a verlo, estuve cantando con él. Hice una gira por México llamada “Despertadores” y uno de los cantautores con quienes compartí escenario fue con Amaury Pérez. Siempre he estado pendiente de la música que se hacía aquí. Ellos también tienen una relación con España que cultivan con sus visitas, con sus conciertos y he tratado de estar pendiente de todo eso. El contacto ha sido fluido, permanente.

Casi todos los cantautores de mi generación en España les debemos los conocimientos armónicos, recursos líricos, poéticos que, indudablemente, están en nuestra música; es una referencia ineludible. Se lo he escuchado decir a gente como Pedro Guerra, como muchísimos otros, que reconocen en Silvio, en Pablo, en toda la trova cubana una influencia clara, y en mi caso también. Aprendí a tocar la guitarra intentando sacar los acordes de una canción de Silvio.

En el concierto Principio de Incertidumbre, citando a José Saramago, decías que “hoy en día existen dos grandes superpotencias… una es EE.UU., la otra eres Tú, somos todos, nosotros”. Justo ahora España y, en general, Europa pasan por un momento social bien complejo. ¿Cuál crees que deba ser la responsabilidad del cantautor, del intelectual comprometido con este, su tiempo?

Los cantautores deben ser altavoces de su tiempo, de un sentir general. Algo que ha definido mucho al movimiento del 15-M y al movimiento de la indignación es la ausencia de líderes, incluso el rechazo de rostros reconocibles que lideraran el movimiento. Los portavoces no eran personas fijas sino que se rotaban, como si intentasen huir de los líderes fijos. No fijar la representación de un movimiento en una única persona es una opción, pero también responde a la ausencia de un liderazgo claro de referentes morales e ideológicos. Esta es, además, una crisis de referentes, no existe una intelectualidad sobre todo entre la gente joven, no se sienten representados. La intelectualidad como modelo de la transición también está en crisis porque los intelectuales representan el stablishment de esa transición y no dejan espacio para nuevos representantes, para nuevos valores y para nuevos referentes.

En la canción “Papá cuéntame otra vez” trataba de decir que, al menos, mis padres tienen un relato que contar. Nosotros no tenemos un relato. Quizá el 15-M pueda ser el prólogo de ese relato. Nosotros hemos crecido con la caída del Muro de Berlín, hemos crecido cuando se ha dicho que la historia ha terminado, hemos crecido durante un periodo de la historia de nuestro país donde se ha abandonado el debate de las ideas, hemos crecido en el desencanto de los partidos políticos tradicionales, hemos crecido liberados de los dogmas, de las estructuras ideológicas fijas y cerradas con las que crecieron nuestros padres y que daban respuestas claras a los problemas de la gente. Nos hemos liberado de eso pero nos ha faltado por hacer un discurso propio.

Hemos crecido en una sociedad atomizada que nos ha impedido tener un espacio común precisamente para establecer ese discurso propio, para articular un debate. Hemos crecido sin un medio de comunicación; así como nuestros padres cuando eran jóvenes durante la transición tenían sus medios de comunicación como El País, que desde la transición hasta ahora había sido un medio progresista o Ajo Blanco, que era una revista de debate político muy significativa. Nosotros hemos sido excluidos de los medios y ni qué decir de la gente más joven que yo. Hay una crisis identitaria que responde incluso a una crisis de la intelectualidad en la que se pueda sentir representada la gente más joven.

Quizá eso influye en que, por ejemplo, los músicos estamos ausentes del debate como gremio. Me gustaría pensar que individualmente estoy intentando aportar algo a ese discurso que nos falta pero como colectivo, desde el punto de vista intelectual, los músicos no estamos a la altura. Podría parecer que esa postura es un poco acomodaticia o de letargo pero no es así, es más bien de exclusión, los jóvenes han sido excluidos de los procesos políticos e intelectuales que ha vivido España en este tiempo.

Te referías a los medios de comunicación, tú mismo tienes un espacio de opinión en Público.es, has sostenido espacios en la radio, llevas un blog. ¿Esa es otra manera de participar?

También. Soy hijo de periodista y el reto de ser permeable a la realidad y hacer crónica con ella me viene de esa “deformación” familiar, por así decirlo, de esa “deformación” profesional que mi padre emplea en todo, incluso para escribir poesía. Es expresión del compromiso que tiene que ver con la educación, con el lugar en el cual hemos crecido, de una historia de mucha militancia. Cuando he tenido la oportunidad de tener una tribuna siento el deber de hacer una crónica desde una perspectiva crítica y exigente, desde mi visión de izquierda. Eso es algo que no se debe perder el periodista: huir de la complacencia, del discurso acomodado. En la radio también he participado en algunas tertulias, por lo general siempre ha sido con ese matiz, uno mira las ideas desde su prisma ideológico.

He intentado ser siempre crítico con el poder, sea cual sea, más aún cuando uno lo siente afín. He intentado tener una conciencia social que te haga ser capaz de hacer un análisis serio de la realidad. Ese es otro de los problemas que padece mi generación, se habla de Internet como de un vehículo para establecer nuevos medios de comunicación, a los músicos se nos plantea como la solución a nuestros problemas para difundir nuestra música y no reparamos en que Internet impone el encapsulamiento del mensaje hasta tal punto que se está perdiendo la capacidad de hacer una lectura en profundidad de los procesos. El caudal de información que recibimos por Internet es tan grande que finalmente se coinvierte en ruido. Es muy difícil discriminar lo realmente útil de lo que no lo es.

Las propias redes sociales imponen cada vez más el encapsulamiento. Twitter me parece una herramienta maravillosa porque permite una comunicación directa sin intermediarios, pero impone como límite los 140 caracteres; poner límites al mensaje impide hacer una escritura con matices. Cada vez que tenemos la pantalla de Internet abierta tenemos al mismo tiempo en el explorador nuestro correo, nuestro blog, nuestro Facebook, nuestro Twitter, varios medios de comunicación y vamos de uno a otro espacio. Está estudiado que Internet está haciéndonos perder capacidad para hacer lecturas en profundidad de los sucesos y procesos.

Umberto Eco sentenciaba que Internet nos ha hecho quedarnos cada vez más solos…

Porque proyecta un tipo de relaciones virtuales que no se corresponde con lo real. Somos capaces de tener cientos de amigos a través de las redes sociales y lo desconocemos todo sobre el hombre que vive en la puerta del frente. Cuando vemos que va a subir la escalera evitamos bajar para no cruzarnos con él. Internet genera grupos de afinidades y pierdes el valor de la diferencia. Nos homogeneíza, aunque no lo parezca. Sí ha influido mucho en las formas de movilización de la gente, en la Primavera Árabe, en el 15-M. Es verdad que nos brinda un espacio tremendamente útil para dar a conocer nuestras ideas, nos convierte en líderes de opinión a todos, todos podemos tener nuestro blog, pero esa masividad se convierte en ruido. Yo aún creo en la cabecera del periódico que da una cierta credibilidad, ahora que los periódicos están en crisis, a mí me parece que una cabecera o titular dice mucho de la credibilidad del medio, de la firma y también de la dirección editorial e ideológica, que nos puede ayudar a entender la noticia pero todos esos matices se están perdiendo.

Haces hincapié en la influencia de América Latina en tu música y en cómo has tenido la suerte de conocer y aprehender de casi todo el continente a través de tus giras. ¿Qué opinas sobre los procesos y transformaciones sociales que están teniendo lugar en este continente?

Por primera vez en mucho tiempo Latinoamérica se mira a sí misma, quiero decir, los diferentes países establecen sus complicidades, sus lazos, dan un golpe en la mesa con respecto a las injerencias que habitualmente venían padeciendo tanto de EE.UU. como de Europa, y establecen un modelo propio, con sus sombras, con sus luces, pero propio. Esto me parece muy positivo, se han experimentado avances con logros a nivel social y de mejoras de la calidad democrática de los modelos que me parecen incuestionables.

Me preocupa hasta qué punto los cambios son estructurales y sostenibles en el tiempo. A veces, la situación es tan precaria que se cae en el asistencialismo y lo realmente importante es que esos cambios sean estructurales; el problema de los personalismos también hace que peligre la sostenibilidad de los cambios pero creo que sí son transformaciones duraderas en tanto se está viendo también una modificación en la mentalidad de la gente y las instituciones democráticas están recuperando una credibilidad que hasta ahora habían perdido. Es un momento decisivo de la historia de Latinoamérica porque estos nuevos modelos surgen ante el desencanto de viejas y conocidas políticas neoliberales que han ido desgastando la credibilidad de las “democracias” de este lado. Son cruciales estos procesos en tanto tienen que dar respuesta a las ambiciones de la gente, a las expectativas que la sociedad ha depositado en ellos porque el peligro de que no se le dé soluciones reales y sostenibles a la gente es que el desprestigio de las instituciones contagie a la democracia en sí misma. En los lazos que Latinoamérica está estableciendo está el futuro del continente.

Luego del concierto de La Habana vas a ofrecer otro en Santa Clara, una ciudad que fue —y es— muy importante para (y por) el Che, allí descansan sus restos. Justo este mes cumpliría 85 años. Decías incluso que habías conocido a Silvio en un concierto de homenaje al guerrillero cubano-argentino. ¿Sigue siendo necesario el Che?, ¿qué significa Che para Ismael Serrano?

El Che aparece en diferentes canciones mías por su mirada global tan necesaria en estos días, esa mirada internacionalista que le trajo hasta Cuba y que le llevó a morir en Bolivia. Admiro su capacidad de sacrificio y entrega que lo hizo dejarlo todo, tiene algo que ver incluso con la música en el sentido de entender la patria como el camino, y ese camino le trajo aquí y le llevó a África, a Bolivia. Su actitud me recuerda el poema de Kavafis que dice que lo importante no es tanto la meta como el viaje. Era un hombre de mirada solidaria en periplo constante y me resulta cercana esa sensibilidad para entender la lucha y la tragedia ajena como propia, esa permeabilidad que le llevó a recorrer Latinoamérica y a estar pendiente a lo que ocurre y a que ese viaje le influyera en su manera de mirar el mundo. Es un referente ideológico claro en mi carrera. Me impacta su empeño por entender que la revolución tiene que ser global o difícilmente puede ser sostenible, que solo a través de la solidaridad entre los pueblos se puede construir un mundo mejor y un nuevo modelo perdurable en el tiempo.

Tomado de la publicación: www.lajiribilla.cu

 

Leer más

Juan Gelman: “Vivir con miedo a la muerte es morir antes de tiempo”. Por: Miguel Russo.

JGDesde su casa en México, el autor de Poemas de Sidney West, cuenta cómo fue escribir su reciente libro Hoy luego de conocerse la sentencia contra los asesinos y torturadores del centro clandestino de detención Automotores Orletti.

Juan Gelman dijo, hace muy poco, que “en poesía el tema es lo de menos; mientras sea poesía, puede hablar de cualquier cosa”. Tomando esa frase como disparador, sumando a ella la reciente aparición de su libro Hoy, escrito luego de conocerse las condenas a los asesinos y torturadores del centro clandestino de detención conocido como Automotores Orletti, Miradas al Sur contactó al Premio Cervantes en su casa de México y cruzó mails –cruzar mails con Juan Gelman es divertirse con los contratiempos informáticos, casi una manera de sentirlo charlar del otro lado de la mesa– para realizar esta entrevista.

–A lo largo de su producción poética, ¿qué cosas quedaron afuera todavía, como materias pendientes de resolver a la hora de sentarse a escribir?

–Uno no se sienta a escribir para resolver materias pendientes. La única materia pendiente cada vez es el poema, la expresión de lo que la imaginación encuentra en la vivencia.

–En contrapartida, entonces, ¿qué temas le fueron más afines?

–En mi opinión, y vuelvo a lo que dispara esta entrevista, el único tema de la poesía es la poesía y por eso puede hablar de todo.

–Y en cuestión de palabras, ¿cuáles son esas, principales, profundas, que aparecen como caballitos de batalla o como decidoras de algo que quiere escabullirse?

–Depende del tono de lo que se está escribiendo. La música de los versos de amor no es igual a la de los versos del desamparo.

–Su último libro –ateniéndose, antes o después de su lectura, al texto de contratapa (“Los textos de Hoy fueron escritos después de las sentencias condenatorias a los asesinos y torturadores de Automotores Orletti”)–, ¿puede leerse como una consecuencia? Señaló que en el juicio de Automotores Orletti dictaron perpetua a uno de los culpables del asesinato de Marcelo y que, mientras algunos jóvenes que no habían vivido la dictadura saltaban de alegría, usted no sentía nada, ni odio, ni alegría. Y continuó diciendo que al preguntarse el porqué de esa reacción, decidió escribir “para explicarme qué había pasado”. ¿No lo atemorizó ese “no sentir nada”, cómo se repuso de esa sensación o, mejor dicho, de esa ausencia de sensación?

–No, no me atemorizó, más bien me abrió la pregunta de por qué era así. Habían pasado 35 años del asesinato de mi hijo Marcelo y de mi nuera María Claudia y del robo de mi nieta en los que sentí muy hondo el dicho mexicano: “Justicia tardada, justicia negada”. Néstor Kirchner puso fin a esa situación de impunidad y también pasaron años antes de que se condenara a algunos de los victimarios. El tiempo no desgasta la voluntad de justicia, pero ya era cosa cantada. Para explicarme por qué no sentía nada empecé a escribir los primero textos de Hoy.

–¿Cuándo decidió quitar los primeros textos, los que pensó –como dijo– que eran periodísticos? Y, dicho esto, ¿cuándo y cómo apareció el tono poético?

–Los primeros textos eran, en efecto, periodísticos, crónicas, testimonios, pequeños relatos que no me decían mucho. En medio de ellos surgió el primer texto poético y por ahí se fue el resto.

–¿Qué sintió al descubrir que “ese” y no otro era el tono indicado?

–Que la necesidad de expresión me llevaba por ese camino y no por otro.

–Señala en el texto XXVI que “la relación entre las cosas y la palabra que las nombra no rinde…”, ¿cómo seguir, entonces, escribiendo, desde qué otra relación?

–Podríamos decir, como se usa tanto ahora, que es una cita fuera de contexto, que no indica para nada que no se pueda escribir. Pero la relación de la palabra con la cosa material o inmaterial que nombra es un gran espacio de lo invisible mudo donde bucean los poetas para encontrar lo que no tiene nombre todavía.

–En el mismo sentido, dos textos después (XXVIII), dice “necesitan que secuestro / tortura / asesinato / sean palabras sin materia, distraídas…”. Esa distracción, ¿se puede corregir sólo desde la poesía o, mejor aún, es corregible, qué materia debe aplicarse para lograrlo?

–Creo que los padres y la enseñanza pública deberían oxidar las palabras que disfrazan los hechos. Vivimos en una época en que el recorte de las conquistas obreras se denomina “flexibilización laboral”. Orwell estaría encantado.

–“El único mensaje que se puede dar a quien ame a la poesía es que lea a los grandes poetas de su lengua: definitivamente, esa es la mejor universidad”, dijo. ¿Con qué grandes poetas argentinos –que usen además, si considera que lo hay, un idioma argentino– armaría esa universidad? ¿Sería definitiva?

–La escritura de Raúl González Tuñón, Juanele Ortiz, Paco Urondo, Mario Trejo, Oliverio Girondo, Coco Madariaga, Enrique Molina, Olga Orozco, Edgar Bailey, Joaquín Gianuzzi, Roque Dalton, Antonio Cisneros, Alejandra Pizarnik, para mencionar sólo a los que se fueron, y la de tantos otros son una universidad inapreciable, maestros de quienes se aprende mucho para encontrar la propia voz. Pero no me refería solamente a la poesía argentina (¿o es que en realidad sólo hay una poesía en lengua castellana?), sino a la de toda América latina y España, de Pablo Neruda a Antonio Machado, de César Vallejo a José Angel Valente, de Jorge Boccanera a Federico García Lorca.

–Si me permite el atrevimiento de robarle una pregunta del texto XCV, pregunto: ¿Con qué bondad se mata a la injusticia?

–Permito, no más. Ahora bien, ¿por qué no inventamos algo?

–Muchos lo imaginamos, quizá por una visión del siglo XIX, escribiendo sentado a una mesa en su casa, cuaderno y lapicera. Pero, en realidad, ¿dónde escribe, cómo, rodeado de qué elementos?

–No soy tan viejo, che. Escribo de noche, en una pieza del departamento que convertí en mi estudio. Allí hay una biblioteca y libros dispersos por todas partes, algunos cuadros, dibujos que me regalaron mis nietos, ceniceros (a granel). Fumo mucho cuando escribo y uso una computadora. Pero lo que más necesito es la noche, su silencio, la abolición del mundo.

–Dice en el poema CXXXVI, “se muere en arrabales de sí mismo, altos fuegos preguntan qué es un padre y se apagan cuando empiezan a oír”, y un poco después, en CXLIII, “en el miedo a la muerte la muerte no vale la pena”. ¿Es posible el exorcismo ante la muerte, es condenable, poetizable –perdón por el término–, esperable o definitivamente un término que atestigua en toda su brutalidad aquella relación a la que hacía mención entre palabra y cosa?

–Bueno, me parece que vivir con miedo a la muerte es morirse antes de tiempo. La muerte es el “Mal” último y no hay exorcismo que la pare. Por lo demás, Borges decía que si se supiera qué pasa después desaparecería el 99 por ciento del arte en el mundo. ¿Quiso decir que el arte y la palabra existen contra la muerte? Tal vez.

–Hay poemas dedicados a su hijo Marcelo, sobre todo, pero también a Miguel Briante, a Antonio Cisneros, a Chavela Vargas, a Mario Trejo, entre otros. ¿Son pedazos que le faltan y de allí la consecuencia de nombrarlos para volverlos a reunir o es un grito hacia lo irremediable?

–Bien decís que son pedazos faltantes de uno mismo que sólo pueden llenar los recuerdos, malos o buenos. Les dedico poemas cuando alguno de ellos me visita ese día por alguna razón particular.

–¿Puede imaginar a alguno de los condenados en el juicio de Automotores Orletti leyendo su libro?

–Ayudame, dale, ¿cómo suponés que lo harían?

–¿Hubo dolor, bronca, desasosiego en la escritura del libro?

–Proust opinaba que el que escribe es un desconocido que vive en el fondo de cada uno y que, llegado el momento, sale y escribe. No sé cómo la pasó “ése” cuando escribía los poemas de Hoy, mientras yo era feliz, porque el acto de escribir es una gran felicidad. Hay poetas que viven para escribir y otros escriben para vivir, como decía Marina Tsvetáieva. Creo que pertenezco a la última tribu.

Tomado de: www.sur.infonews.com

Leer más

“Internet ha multiplicado la soledad”: Umberto Eco

Umberto EcoEntrevista al escritor, ensayista y semiólogo Umberto Eco: “La cultura es una crisis continua. La cultura no está en crisis, es una crisis continua. La crisis es condición necesaria para su desarrollo”

Umberto Eco (Alessandria, 1932) ha llegado a Burgos como el peregrino que remata su andadura en Santiago: con la sensación de haber cumplido una promesa. “Cuando tenía 20 años y preparaba mi tesis sobre estética medieval, veía que el modelo de los portales románicos que estudiaba eran las escenas del Apocalipsis de [las iglesias de] Castilla y León. Uno de los más bellos Apocalipsis se encontraba en Burgos, aunque ya no existe. Además, al escribir El nombre de la rosa, tenía en mente la idea de un bibliotecario ciego también de Burgos, de Silos; es decir, todas mis fantasías han pasado por aquí”, cuenta satisfecho.

El semiólogo recibió ayer en la Universidad de Burgos un doctorado Honoris Causa —“el 39º”, recuerda— en Historia Medieval.

El escritor, autor de ensayos sobre cómics y de novelas exitosas como la citada, de 1980, o El péndulo de Foucault (1989) —ejemplos de lo que los críticos han dado en llamar, no sin reparos por la contradicción, best sellers cultos—, aparenta veinte años menos y apenas si utiliza un bastón para apoyarse; de hecho, arrastra más las erres que las piernas.

La víspera ha estado trepando por las escaleras de un archivo burgalés “donde se encuentran ejemplares con más de mil años de antigüedad, y sin embargo nadie es capaz de decirnos cuánto nos va a durar un USB…”. La conversación va de la ceca a la meca y vuelve a las andadas, del libro al ciberespacio; a juzgar por las continuas referencias informáticas, podría deducirse que si tuviera que reeditar su clásico Apocalípticos e integrados (1964), el célebre ensayo sobre la comunicación de masas, podría renombrarlo “Apocalípticos y enRedados”.

De la Galaxia Gutenberg a la Galaxia Internet, el semiólogo italiano teje una sutil tela de araña plagada de referencias librescas y detalles tecnológicos y de actualidad a los que solo pone un coto: ni una palabra sobre política italiana o la crisis europea.

Cosa extraña esta última, porque su discurso está empapado de un entusiasta fervor europeísta, aunque no deja de reconocer la crisis de ideas (o la lucha de tópicos) actual. “Sí, Europa está dividida en dos estratos: uno superior con una profunda identidad europea; usted lo sabe todo sobre el Fausto de Goethe, nosotros todo sobre Don Quijote, tenemos una cultura común. He encontrado hace poco una página bellísima de Proust, en el último volumen de En busca del tiempo perdido, cuando cuenta desde París la guerra contra los alemanes y cómo bombardeaban estos la ciudad, y sin embargo los personajes, que sabían que podían morir bajo las bombas, escribían artículos sobre Schiller. La clase intelectual (francesa), al margen de la guerra, continuaba sintiéndose europea. Esto no sucede con personas de otro medio intelectual, que no han comprendido todavía que tienen la suerte, por primera vez en cincuenta años, de no estar matándose entre ellos. En Europa han muerto 40 millones de personas. Pero la comodidad de atravesar las fronteras sin papeles ha hecho olvidar todo eso”.

Para forjar más Europa, Eco reivindica fórmulas de intercambio como el Erasmus. “Ha sido una gran idea, no solo porque ha permitido conocerse, e incluso casarse, a europeos de distintos países, y permitirá crear en las próximas décadas una clase dirigente al menos bilingüe… Pero fuera de ese nivel es muy difícil. En un congreso de alcaldes europeos en Florencia, propuse para los trabajadores [municipales] un intercambio parecido al Erasmus, y salió un alcalde de Gales, y dijo: ‘Me la sopla que uno de los míos vaya a Ámsterdam; en todo caso a Londres…’ (risas)”.

Hablando de Europa, resulta imposible sustraerse a la palabra “crisis”, aunque orille adrede lo político. ¿La crisis le sienta mal a la cultura, la perturba mucho o, al contrario, la espolea? “La cultura es una crisis continua. La cultura no está en crisis, es una crisis continua. La crisis es condición necesaria para su desarrollo”.

¿Y la mercantilización del producto cultural, o el riesgo de privatización del patrimonio? Es un fenómeno que en realidad tiene muchos siglos de antigüedad, recuerda Eco, en referencia al patrocinio privado de actividades culturales (la restauración del Coliseo romano por una firma de zapatos, o los palacios venecianos propiedad de grandes fortunas que exhiben su poderío y su logo): “Eso siempre ha existido. Virgilio era pagado por Augusto; Ariosto cobraba de un duque. De alguna manera, si yo hubiese vivido en el siglo XVII habría debido estado al servicio de un señor; hoy no, mi trabajo literario o docente me permite vivir. En este sentido, la cultura es hoy más libre. Todos los textos en el ochocientos se inician con una loa al señor, al rey, es como si hoy tuviese que encabezar todos mis libros con un elogio de Berlusconi (risas)… Es justo que una empresa colabore con fondos para restaurar el Coliseo de Roma…”.

En sus múltiples escritos Eco ha dejado dicho que la verdadera felicidad es la inquietud por saber, por conocer. “Es lo que Aristóteles llamaba maravillarse, sorprenderse… La filosofía siempre comienza con un gran ohhh!”. ¿Y el conocimiento es acaso como el viaje a Ítaca de Kavafis, un recorrido que no debe terminar jamás? “Sí, pero además el placer de conocer no tiene nada de aristocrático, es un campesino que descubre un nuevo modo de hacer un injerto; evidentemente, hay campesinos a los que esos pequeños descubrimientos procuran placer y a otros no. Son dos especies distintas, pero naturalmente depende del ambiente; a mí me inoculó el gusto por los libros de pequeño… Y por eso al cabo de los años soy feliz, y a veces infeliz, pero vivo activamente mientras que muchos viven como vegetales”.

Un bibliómano como Eco ha integrado la presencia de Internet en su vida diaria como en su día hiciera con el automóvil o el teléfono (que no suena ni una vez durante el encuentro): como un hecho consumado ni manifiestamente bueno ni todo lo contrario. “Internet es como la vida, donde te encuentras personas inteligentísimas y cretinas. En Internet está todo el saber, pero también todo su contrario, y esta es la tragedia. Y además si fuese todo el saber, ya sería un exceso de información… Si yo comienzo a estudiar en la escuela necesito un libro así [hace un apócope con las manos], no uno enorme, que no entenderé, a nadie se le ocurre darle la [Enciclopedia] Británica a un niño…”.

Como investigador, Eco utiliza Internet como lo que considera que debe ser, una herramienta, y no un fin en sí mismo. Por tanto, no augura conflictos de intereses ―ni de espacios― entre lo virtual y la realidad tangible del papel, bien sea prensa o un volumen de mil páginas. “Se puede leer Guerra y paz en ebook, obviamente, pero si lo has leído hace diez años, y lo retomas, el libro objeto te mostrará los signos del tiempo y de la lectura previa… Releerlo en un ebook es como leerlo por primera vez. Es una relación afectiva, como ver de nuevo la foto de la abuela (risas)… El libro como objeto continuará existiendo, de la misma manera que la bicicleta sigue existiendo pese a la invención del automóvil; es más, hoy hay más bicicletas que hace unos años. Lo mismo podemos decir del fin de la radio por culpa de la televisión…”.

“Internet es una cosa y su contraria. Podría remediar la soledad de muchos, pero resulta que la ha multiplicado; Internet ha permitido a muchos trabajar desde casa, y eso ha aumentado su aislamiento. Y genera sus propios remedios para eliminar ese aislamiento, Twitter, Facebook, que acaban incrementándola porque relaciona con figuras muchas veces fantasmagóricas, porque uno cree estar en contacto con una bellísima muchacha que en realidad resulta ser un mariscal de la Guardia Civil… (risas)”.

El doctor Honoris Causa se despide recomendando una lectura de prensa casi con lápiz y papel. “Los periódicos han perdido muchísimas funciones. Por la mañana lo hojeo rápidamente porque las noticias principales ya me las ha contado la televisión, pero continúa siendo importante por los editoriales, por los análisis, y es fundamental no leer uno, sino al menos dos cada día. Se debería enseñar a leer periódicos a la gente, dos o tres, para ver la diferencia entre las opiniones, no para conocer las noticias, eso ya nos lo dice la tele”.

La televisión, esa tele vulgarizada hasta el extremo por obra y gracia de ese Berlusconi de quien sigue resistiéndose a hablar más que de pasada, pero que vino a ser, en versión embrionaria, la gran revolución sociocultural que Internet fue después. “La televisión en Italia ha hecho mucho bien a los pobres, les ha enseñado un nivel estándar de idioma, y mal a los ricos, que se quedaban en casa en vez de ir a un concierto. Y no hablamos de ricos o pobres en función del dinero que tengan, sino de ideas, de ganas. La televisión en Italia ha enseñado a hablar a masas de campesinos, obreros, en la Italia unificada. Internet es lo contrario: a los ricos que lo saben usar, les va bien; los pobres, que no lo saben usar, no tienen capacidad para distinguir”.

Tomado de la publicación: www.laventana.casa.cult.cu

 

Leer más

“Quienes garanticen la independencia de los medios de comunicación deben ser los ciudadanos y no el dinero” Por: Leyre González Grande

PSEn 1964 la ciudad de Valencia vio nacer a un periodista de los que nadan a contra corriente y que deciden correr con el viento de frente en vez de a favor. Pascual Serrano es un hombre convencido de que el único modo de derrumbar una casa en ruinas y construir una nueva es cambiar los pilares. Y si la casa es la propia, es posible que haya que tirar piedras contra el propio tejado.

Serrano es un periodista crítico con los medios de comunicación. Así lo refleja en el su último libro ‘Periodismo Canalla’ en el que repasa la situación del sector y señala que la crisis no es tanto de los periodistas como de los medios de comunicación.

Pregunta: ¿Qué entiende usted por “periodismo canalla”?

Respuesta: Periodismo Canalla pretende referirse a todas las circunstancias que hay entorno al periodismo que favorecen el convertir el resultado en algo precisamente canalla. En el propio subtítulo del libro queda claro que lo que convierte el periodismo en algo canalla no es otra cosa que las empresas de comunicación.

P: ¿Qué es lo que se hace mal desde los medios?

R: En otros libros he intentado explicar los métodos de trabajo, algunos ideológicos y otros estructurales con los que se desinformaba, pero en este libro, no trato tanto qué es lo que hacen mal los periodistas, sino qué miseria hay entorno a los medios de comunicación, a la economía de mercado, a los directivos… es decir, trato de explicar cómo, según mi opinión, el principal enemigo del periodismo y de la información son las empresas de comunicación.

P: Habla de que más que informar, se desinforma… ¿esa desinformación a qué se debe?

R: Se debe a dos razones: la primera, la del formato que no permite informar, por la brevedad, por la inmediatez, por la necesidad de ser el primero en contar la noticia. Se quiere ser espectacular, frívolo y morboso, y todo esto impide un contexto adecuado para explicar el mundo. En segundo lugar, están los motivos ideológicos, claro, la línea editorial de cada periódico que por su puesto nunca va en contra de la fuente de sus ingresos.

P: ¿Y qué es lo que manda entonces? ¿La publicidad?

R: Hasta ahora mandaba primero el capital, es decir, quiénes eran los dueños de las empresas de comunicación. Después obviamente los anunciantes. ¿Qué es lo que sucede ahora? Que las dos cosas se van al pairo. Ya no son rentables los grandes medios de comunicación, el capital es meramente especulativo y a los accionistas ya no les interesan los medios y a los anunciantes tampoco. Pretenden hacernos creer que hay una crisis en los medios, pero yo trato de demostrar que no, que la crisis está en un modelo por el cual pretenden hacerse ricos.

P: ¿Y los grupos políticos? ¿También marcan la hoja de ruta de los medios?

R: Los políticos hace mucho tiempo que no pintan tanto. Hace ya mucho tiempo que son los mercados quienes marcan la política y los medios. Siempre son los mercados, bien mediante sus accionistas o por vía de sus acreedores. En España, aunque aparentemente los bancos no sean dueños de los medios de comunicación, realmente sí están detrás de los hilos, porque aquí, todos deben mucho dinero a los bancos.

P: ¿Pero puede existir otro modelo de prensa que no tenga que depender de los ingresos publicitarios en estos tiempos que corren?

R: Ahora incluso mejor que en otros tiempos. A las pruebas me remito, hay un montón de proyectos nuevos que están surgiendo como alternativas a los grandes medios de comunicación. Los inversores necesitarían una gran cantidad de dinero proveniente de la publicad para seguir haciendo su negocio. Esto ahora no pasa, su negocio se está hundiendo y como alternativa, son muchos los periodistas que salen de estos grandes medios para juntarse, montar una cooperativa y se alojan por ejemplo en un portal en internet o en una publicación periódica escrita. Paradójicamente, el cierre de Público fue el detonante para que surgieran muchísimos experimentos periodísticos que aunque no todos funcionarán, creo que ahora es más viable crear un proyecto que dé de comer a diez periodistas, que no uno que sea rentable para los accionistas de la bolsa.

P: Hace poco, conocidos medios internacionales acusaban a la prensa española de ocultar deliberadamente la situación crítica del país. De engañar a los ciudadanos. ¿Estas cosas pasan?

R: Totalmente de acuerdo. Es una mentira relativa, porque los medios ahora no quieren, o no pueden, engañarnos con el hecho de que existe una crisis, pero antes de 2008, ya era evidente que esa crisis se estaba fraguando, que estábamos metidos en una burbuja inmobiliaria absurda, que nuestros bancos no tenían ninguna garantía… Entonces todos estaban callados, y eso que los analistas son los mismos que ahora. ¿Por qué estaban callados? Porque ellos no forman parte del saqueo, forman parte de los saqueadores. Es una oligarquía financiera la que nos ha llevado a esta situación, y los medios forman parte de ese sistema. Ahora que la crisis no se puede ocultar, ¿cuál es la función de los grandes medios? Contarnos que no hay ninguna alternativa que no sea la de aceptar recortes, austeridad… y por supuesto asumir la necesidad de salvar a los bancos.

P: ¿Y los ciudadanos, se dejan engañar? ¿O le ven las orejas al lobo?

R: Yo cada día me levanto con una impresión diferente. Cuando veo que el partido más votado a día de hoy seguiría siendo el PP no puedo evitar pensar que sí que se dejan engañar, pero creo que poco a poco va cambiando. Los ciudadanos no se van creyendo a los medios de comunicación. Desde los periódicos nos intentan convencer de que ya no les compran por culpa de internet, pero tampoco les compran porque no se creen nada de lo que cuentan y no están aportando ninguna información valiosa. Los ciudadanos ya no se fían de los medios y se van inmunizando ante ellos. Lo que nos corresponde ahora a los que apostamos por un modelo alternativo es dar otras claves de comportamiento desde los medios. Una de las más importantes es precisamente, que los nuevos proyectos necesitan el apoyo de los ciudadanos. Ahora hay que convencer a los ciudadanos de que con este periodismo participativo, no les van a regalar una cubertería o un DVD los fines de semana y no sólo eso, sino que además incluso hay que pagarlos, porque para existir, necesitan su apoyo. Los ciudadanos tienen que entender que hay que apoyar estas nuevas propuestas que no quieren vivir de bancos ni accionistas.

P: ¿Este modelo de desinformación tiene vuelta atrás? ¿Por dónde hay que empezar para cambiar esto? ¿Precisamente por esta concienciación?

R: Nunca hay una vuelta atrás. Cambian los escenarios y nos tenemos que reubicar. Internet ha cambiado todo el panorama, en algunos casos bien, en otros mal y en otros regular. Para empezar, como digo, hay que entender que el negocio ya no es rentable, lo cual no es ningún motivo de preocupación. Ahora con todo esto, debemos empezar a consolidar este nuevo paradigma del periodismo que promueve que los que gestionen los medios ya no sean los anunciantes ni accionistas sino los propios periodistas, y que quienes garanticen la independencia de esos medios sean los ciudadanos y no el dinero. Es la única salida que veo. Los ciudadanos tiene que entender ahora que el periodismo necesita su apoyo, pero deben empezar a exigir un tipo de periodismo más profundo, más contextualizado, y no el frio, rápido, inmediato y breve.

Tomado de la publicación: www.diario.es

Leer más

Eusebio Leal: “No es posible entender la Revolución sin la República”. Por: Pedro Martínez Pirez*

Eusebio LealPedro Martínez Pírez:Eusebio, ¿República mediatizada, seudorrepública o simplemente república, la cubana que nació el 20 de mayo de 1902 y terminó el Primero de enero de 1959?

Eusebio Leal Spengler: Creo que república, y que, además, es una república que nace bajo las circunstancias de no ser la hija legítima de la Revolución, sino su aborto. Quiero decir: se había fundado una república en Guáimaro, ahí está nuestra tradición revolucionaria, democrática. Los principios fundamentales de nuestras esperanzas futuras se sentaron en Guáimaro, en abril de 1869. Si observamos el proceso que vino después, vamos a ver cómo a partir de la creación de ese territorio libre del colonialismo español —el que el Ejército Libertador pudo sostener y donde, querramos o no, estuvo el gobierno revolucionario con todas sus luces y sombras—, nace ese proceso. Y se extingue cuando se declara disuelto el Gobierno Revolucionario, no el que fenece con la paz de El Zanjón, y ni aun con el Consejo Revolucionario que se crea después de la Protesta de Baraguá, y que persuade a Antonio Maceo de la necesidad de su partida al exterior, convenciéndolo de que no perezca en una reyerta inútil, cuando ya no había esperanzas materiales y solamente quedaba y quedaría el eco y la luz del acto moral de Baraguá; sino el que termina después de los hitos posteriores, aun el de 1895, con la disolución del Ejército Libertador más tarde, y con la del gobierno presidido por Bartolomé Masó.

Podríamos analizar todos y cada uno de estos hitos: la primera república, la cespediana; la que se extingue con el pacto de El Zanjón; la que sobreviene con el Consejo Revolucionario, presidido por el venerable Silverio del Prado, por Manuel Calvar, por Maceo, por Vicente García; la que sobreviene después, en el 95, con posterioridad a la discusión en La Mejorana entre Martí, Gómez y Maceo, en la que se debate la forma de gobierno. Esto queda atrás en el momento en que, de hecho, se declara disuelto el Ejército mambí, se extingue el gobierno revolucionario, y comienza ese lapso oscuro que es la ocupación norteamericana, enjuiciada por Máximo Gómez, de forma breve y precisa, en su anotación del 8 de enero de ese año 1899: «tristes se han ido ellos [los españoles] y tristes nos hemos quedado nosotros, porque un poder extranjero los ha sustituido».

Máximo Gómez reconoce implícitamente que había un poder real —el español—, que a lo largo de siglos había privado al pueblo cubano de ejercer, llegado a la madurez de su vida, estando presentes en la sociedad cubana los elementos formativos que la favorecían, una opción independentista —a la que nunca tuvimos en realidad acceso—, fallido primero el intento de que Cuba se incorporase al movimiento de liberación hispanoamericana iniciado en México, y en todo el sur por Bolívar y por los padres fundadores; el resultado del 68 después, y finalmente el desastre de la intervención norteamericana, que Gómez en ese mismo párrafo señala. En esa misma anotación, dice que es una «intervención impuesta por la fuerza». En esta entrevista no podemos explayarnos en criterios diversos sobre el hecho, pero lo cierto es que los norteamericanos llegan, eso es lo histórico; desconocen al gobierno revolucionario; utilizan al Ejército Libertador como unos cargadores, como unas tropas de adelanto que van limpiándoles el camino, hasta que se esfuma la ilusión de que los americanos vienen a Cuba como aliados. El propio Gómez —para volver a citarlo— en su célebre carta de respuesta al Capitán General Ramón Blanco, que le insta a una alianza entre tropas cubanas y españolas para arrojar fuera a los yanquis, le responde: «Me asombra su atrevimiento, al proponerme nuevamente términos de paz, cuando usted sabe que cubanos y españoles jamás pueden vivir en paz en el suelo de Cuba. Usted representa en este Continente una monarquía vieja y desacreditada y nosotros combatimos por un principio americano; el mismo de Bolívar y Washington […] Yo solo creo en una raza: la Humanidad; y para mí no hay sino naciones buenas y malas; España habiendo sido hasta aquí mala, y cumpliendo los Estados Unidos, hacia Cuba, un deber de humanidad y civilización, en estos momentos»; para, poco después, con aquella agudeza que tenía, y como hombre que conocía demasiado la cuestión cubana por dentro, y había oído tanto a Martí, diga: «No veo el peligro de nuestro exterminio por los Estados Unidos, a que usted se refiere en su carta. Si así fuese: “La Historia los juzgará”». El juicio está montado en la ocupación americana, en ese período de ocupación —1900-1902—, cuando quedan claras todas las intenciones; cuando estas se ponen de manifiesto, con brutalidad absoluta, en la asamblea constituyente de 1901 en el Teatro Martí; cuando se les advierte a los asambleístas que si no hay enmienda no hay República. Y a la constituyente, que tenía como único objetivo —para el cual había sido elegida—, preparar una base constitucional para la República futura, le impone el deber de legislar sobre cómo serían las relaciones futuras entre Cuba y los Estados Unidos, y le impone la Enmienda Platt, que no solamente merma, sino mutila todos los atributos de soberanía de la República que nace el 20 de mayo de 1902.

Sí, fue una República, fue reconocida por las grandes potencias, por España, por los Estados Unidos; fue reconocida por Europa, por Japón, por China. Ahí tenemos las cartas de reconocimiento de todas aquellas personalidades. Fue reconocida por todos los pueblos iberoamericanos; pero en realidad la República, como tal, no existió, porque desde el punto de vista jurídico, el gobierno de los Estados Unidos podía intervenir en Cuba sin consultar al Congreso ni al Presidente. Y eso lo ejerció entre 1902 y 1905, en todas las presiones sobre el gobierno de Tomás Estrada Palma, y de una forma brutal cuando ese propio presidente, prevaricando de sus deberes, llama al gobierno norteamericano, en una acción en la cual participa el Ministro de Cuba en Washington, Gonzalo de Quesada, quien pide al presidente de los Estados Unidos la intervención en Cuba. Ambos, Gonzalo de Quesada y Estrada Palma, eran discípulos amados de Martí.

Hasta el último momento de su vida está refiriéndose con cariño y con afecto a Estrada, a quien él había llamado «el cenobita de Central Valley». En la carta del Secretario de Estado norteamericano está citado el telegrama de Quesada que dice: «esto aquí nadie lo sabe, solamente el Presidente y yo». Es decir, se hizo a espaldas del Congreso, a espaldas de los sectores de opinión. En medio de un conflicto interno, se solicita la intervención norteamericana. Es un acto de soberbia del presidente Estrada Palma, al no querer reconocer los resultados de unos comicios electorales que estaban viciados, porque la República que se entroniza nació con todos los vicios de corrupción propios del modelo que le había sido propuesto como fórmula de existencia. Dicen que el Presidente norteamericano estaba muy molesto, porque la torpeza de los políticos cubanos venía a deshacer la imagen «grande y generosa» que los Estados Unidos habían dado ante el mundo. La nación norteamericana había cumplido el compromiso solemne de ambas cámaras —expresado en la fórmula de que el pueblo de Cuba es y de derecho debe ser libre y soberano— al intervenir en Cuba. Esa libertad había sido conculcada por la Enmienda Platt, pero quedaba una formulación pública, un teatro montado, y ese teatro venía a ser disuelto por Tomás Estrada Palma, y eso no convenía a los intereses norteamericanos. Ellos no querían estar aquí, la escena maravillosa había sido la partida, la entrega de la República; pero tuvieron que volver, y cuentan que el Presidente norteamericano le expresó a Gonzalo de Quesada: «Dígale al presidente Palma que yo puedo enviar ahora mismo los barcos que me pide, pero que piense en la mancha imborrable que caerá sobre su nombre».

P. M. P.:A partir del 20 de mayo de 1902 nace un nuevo Estado, y se crea una república que usted dice que no existió en los primeros años por la vigencia de la Enmienda Platt, pero que ha dejado una historia con luces y sombras, a partir de Estrada Palma, pasando por José Miguel Gómez, Menocal, Zayas, Machado…

E. L. S.: Nosotros podemos explicar la historia; lo que no podemos hacer es borrarla. Cuando no se tiene el valor de explicarla, se acude al expediente de omitirla. Yo pienso que eso es un grave error, que ha costado muy caro a los que la han negado. Varias veces he escuchado decir al compañero Fidel que quienes han negado su historia han desaparecido.

No podemos dejar de pensar que el Secretario de Educación Pública del gobierno interventor, en un período, fue Enrique José Varona. Ya sabemos qué representa Varona en la historia de la evolución del pensamiento cubano. Sabemos que en el momento del voto por la Enmienda o contra la Enmienda se escinde la opinión cubana. Una posición era la de quienes creían necesario rechazarla —recurriendo a un expediente de heroísmo que no tenía convocatoria, porque se habían roto las bases de unidad, y la información que podría haber permitido movilizar a muchos, estaba fragmentada. Otros creían que debíamos tomar lo que se nos daba y luchar por lo que aspirábamos, o por lo que habíamos luchado siempre. Esa es una verdad; y vamos a observar cómo, tanto en el gobierno de Tomás Estrada Palma como en los posteriores, participa un conjunto de figuras de gran relevancia para Cuba que no pueden ser, en forma alguna, borradas y tijereteadas de la historia. Nos quedaríamos sin nadie si no somos capaces de situar lo que usted ha llamado, con razón, la luz y la sombra de un proceso. No hay posibilidad ninguna, es un proceso en el cual se forja un sentimiento antimperialista, en que renacen con fuerza, después de la poda, los más valiosos sentimientos patrióticos. Es un período en el cual figuras como Juan Gualberto Gómez, Manuel Sanguily, Enrique José Varona, por citar solamente algunos nombres, van a librar la batalla por el análisis y la búsqueda de una posición cubana frente a las nuevas amenazas de injerencia norteamericana —que son en muchos casos rechazadas— y contra las relaciones que se han creado en Cuba, precisamente por no haber triunfado la revolución martiana «con todos y para el bien de todos».

No estaba publicada todavía la mayor parte de la obra de Martí; por eso comprendemos la avidez con que Mella, profundamente flechado por el Maestro, busca testimonios martianos en las figuras sobrevivientes de la gran gesta; por eso el papel del doctor Eusebio Hernández, por ejemplo; una tremenda figura, no solo un gran científico, sino un gran patriota, de primerísima línea, consejero de Maceo, compañero y amigo de casi todos los fundadores. Hay un libro precioso con su correspondencia y con todo lo que significó. Además, Mella lo pondera de forma extraordinaria.

Es la etapa en que nace el movimiento obrero, en que se llevan a cabo las primeras huelgas, en que va surgiendo, precisamente, una conciencia proletaria en medio de las necesarias influencias, que venían de nuestra propia matriz española o europea, como el anarcosindicalismo. Tuvimos hasta la fortuna de tener en esa corriente a hombres de la talla de Alfredo López, a quien Mella reverencia como una verdadera figura de primera línea en el orden humano. Es la etapa en que se forja y nace el primer Partido Comunista de Cuba, con un Primer Secretario que era español y que es deportado poco después; lo cual agrega condimento a que nuestra ruptura con España siempre fue con la España política, pero no con la de la raíz, de la rabia y de la idea de que hablaba García Lorca; porque de ahí nos vienen los fundadores de las organizaciones obreras, de la masonería librepensadora y anticlerical, de las organizaciones culturales iniciales. No olvidemos que sin esa continua relación con la España vital no se comprendería la partida a España, apenas treinta años después, de aquella masa de jóvenes que va a combatir por el sueño democrático de la humanidad, en defensa de la República, y que vaya entre ellos uno de los jóvenes más esclarecidos de su generación, Pablo de la Torriente Brau.

Esto es muy complejo, no admite simplificación, no admite decir que todo ha comenzado con nosotros. El movimiento encabezado por Fidel es, como él mismo lo definió, una continuación de la revolución iniciada por Céspedes. Esa revolución adopta, desde el 68 hasta el 59, distintas etapas, y una de ellas es la de la lucha en el período republicano, proclamado luego de la primera y segunda intervención norteamericana en Cuba, y del terrible amago de intervención que sobreviene a la revolución del 30. Hubo entonces injerencia política, pero ya no pudo haber intervención militar con desembarco, porque ya había cristalizado una conciencia que pone al país al borde de una verdadera y grande revolución.

Tampoco podemos omitir que, en medio de todo eso, hay en la República elementos vitales que luchan, por ejemplo, de una forma patriótica por deshacer la Enmienda Platt, desde el punto de vista jurídico, y lo logran cuando hacen que sea finalmente abolida, no como un acto de generosidad del nuevo trato preconizado por Franklin D. Roosevelt, sino como resultado de una gran lucha nacional, en la cual los embajadores, los ministros cubanos —entre ellos Cosme de la Torriente— van a desempeñar un papel muy importante para la desarticulación del aparato jurídico de la Enmienda. Ellos logran barrenarla completamente. Además, estaba delante el proceso revolucionario, fallido, inconcluso; pero real, en el cual se paga el altísimo precio del exilio y muerte de Mella, de la partida frustrada y del asesinato de Guiteras, hechos que nos permiten pensar en el precio que paga el pueblo cubano por todo esto.

También hay un movimiento obrero que tiene una significación enorme en este período, con una gran ventaja para Cuba, y es que los grandes dirigentes obreros del país, formados en el seno de aquel primer Partido Comunista, lo fueron de una forma muy flexible. Dirigentes muy originales porque partían de experiencias vividas muy originales, porque cumplían sus deberes de cara a la clase trabajadora; verdaderos dirigentes, extraordinariamente queridos por el pueblo cubano. No se puede concebir la historia de ese movimiento sin hablar, por ejemplo, de Jesús Menéndez, caído en plena juventud y que logró lo que parecía imposible, en una batalla contra las más poderosas transnacionales de aquel momento.
No podemos olvidar —en la Habana Vieja en particular— el papel de Aracelio y de Margarito Iglesias, como no se puede olvidar el de Miguel Fernández Roig o el de José María Pérez, por solamente citar los nombres de los mártires.

P. M. P.: Durante la República se crea también la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), y en la Protesta de los 13 hacen irrupción los intelectuales.

E. L. S.: Claro que sí, un movimiento intelectual muy fuerte que se inicia, precisamente, con aquellos jóvenes libertadores que, al concluir el proceso independentista, quedan inconformes con el destino incierto de Cuba. Entonces se produce un movimiento, y ahí está ese fermento intelectual de hombres de los que hoy estamos conmemorando los centenarios. Con nombres como Don Fernando Ortiz que, ya desde el comienzo, desde su juventud, está buscando las raíces y las claves interpretativas de la sociedad cubana; Emilio Roig de Leuschenring, «el infante terrible», como lo llamaron; aquella generación que está en la Protesta; figuras que conocimos y nos pudieron dar un testimonio tan hermoso de aquellos años como José Zacarías Tallet y Juan Marinello, por citar algunos nombres.

Tenemos a Rubén Martínez Villena, siguiendo la huella de Mella, a quien Neruda, con tanta razón, llama «el discóbolo cubano»; detrás de ellos, Raúl Roa y toda esa gran generación, extraordinariamente elocuente, dotada de la capacidad de la oratoria, de la conversación, que logran en sus tertulias en el Naranjal, en el hotel Ambos Mundos, en el Lafayette, en el corazón de La Habana, donde se reúnen con los viejos representantes del pensamiento cubano, con el propio Eusebio Hernández, con Juan Gualberto, con Sanguily, con Varona. Vemos el fin de la vida de Varona; ahí está Roa describiendo en una semblanza lo que significó este para la juventud cubana, y cómo van a buscarlo, y cómo Varona —despojado ya de todo, sin nada material—, se convierte en el abanderado de esa moral, de esa ética cubana, indestructible.
Creo que sí, que hubo un movimiento de cambio, de transformación, una generación que tuvo articulistas brillantes, caricaturistas brillantes como Conrado Massaguer, por ejemplo; revistas espléndidas de pensamiento cubano como Social, hasta llegar al momento crucial, ya en el 30, con una generación aún más joven que viene detrás. Por ahí llegaremos a Nuestro Tiempo, por ahí llegaremos a Orígenes, por ahí llegamos a toda la pintura cubana de esa época; por ahí andamos del brazo de músicos como Amadeo Roldán, de Caturla. Entonces, simple y sencillamente, te diré que esa República fue extraordinariamente fecunda, en todos los aspectos.

P. M. P.:¿Cuáles son los momentos o facetas de la historia de aquella República que demandan hoy un ejercicio más acuciante de reinterpretación o revalorización?.

E. L. S.: Creo que toda la historia republicana es muy importante para su estudio; porque se corre el riesgo siempre de simplificaciones, de reducciones muy mecánicas, en las cuales falta la capacidad de investigar situaciones concretas nacionales e internacionales, el papel de las grandes personalidades en la historia de Cuba, el de las vanguardias políticas y culturales que fueron tan importantes y que borran por completo la imagen del proceso republicano como desierto de virtudes. En él aparecen precisamente los precursores y promotores del proceso revolucionario en su doble vertiente; quiero decir en su vertiente política y en su vertiente cultural. Esta es una coincidencia muy importante en la historia de Cuba, que marca una regularidad de la Revolución, y es la coincidencia de las vanguardias culturales con las vanguardias políticas. Una inclinación a los problemas sociales ha sido determinante, de forma permanente en esas vanguardias cubanas. Las élites han sido, son, se hacen evidentes, pero son intrascendentes. Las que desempeñan un papel importante son las vanguardias, y no se puede confundir lo uno con lo otro. El proceso republicano es riquísimo: en las relaciones internacionales, por ejemplo, la batalla librada por Cuba por la derogación del apéndice constitucional, es decir, de la Enmienda Platt. ¿Cómo se logra esa derogación formal, que fue una victoria jurídica sobre el Departamento de Estado norteamericano? ¿Cómo se logra el reconocimiento de la pertenencia de Isla de Pinos a Cuba, que era discutida? Y con Isla de Pinos se discutía también la existencia virtual del archipiélago. Se le concedía a Cuba soberanía nada más que sobre la isla grande. Esa batalla fue importantísima. La presencia de Cuba en la fundación de la Liga de las Naciones, la presencia de Cuba en la fundación de la UNESCO, la presencia de Cuba en el Tribunal Internacional de La Haya. El hecho de que haya sido un cubano su presidente —el doctor Bustamante—, el papel que su doctrina jurídica tuvo para los derechos internacionales, y sobre todo el derecho de las pequeñas naciones, particularmente las pequeñas naciones hispanoamericanas. Entonces yo considero que hay que estudiar la República, que no puede ser borrada de un plumazo; hay que ver el papel que desempeñaron las contradicciones, las posiciones de los grupos de batalla en esa época. Por ejemplo, los que aprobaron la Enmienda Platt, bajo qué condiciones. Generalmente no hubo ninguna anuencia, o casi ninguna a favor del carácter real de la Enmienda como elemento de intervención, como elemento de sujeción, como elemento de menoscabo de la soberanía cubana, hasta hacer inviable esa soberanía. No hubo generalmente anuencia a eso. Los que la aceptaron para continuar la lucha consideraban que era necesario tomar en ese momento lo que se nos daba, para buscar y aspirar a lo máximo. Quiero decir que hay que estudiar, estudiar profundamente, y no se puede, de ninguna manera, hablar de la República como de un monstruo inexistente, de algo que no existió. No es posible.

P. M. P.: ¿Cómo evalúa la labor realizada por la historiografía republicana? ¿La obra, por ejemplo, de figuras como Ramiro Guerra, Herminio Portell Vilá, Leví Marrero y Emilio Roig de Leuchsenring?

E. L. S.: Son, a veces, enfoques distintos, distanciados por una actitud fundamental ante la cuestión de la injerencia norteamericana en Cuba. Ramiro Guerra, por ejemplo, es el historiador; es un maestro, un pedagogo. Su Historia es un documento de una eticidad absolutamente inobjetable, y él en sus libros se asoma, se coloca ante el dilema de la injerencia norteamericana en la República, la denuncia; no produce un análisis profundo de las causas y razones, y no desnuda el fenómeno; pero llega hasta el umbral, evidentemente; es hasta ahí donde podía llegar. Y eso está avalado por su conducta, por su vida personal, y por su carácter. Emilio Roig sí entra de lleno en el problema.

Yo te diría, por ejemplo, que para comprender el pensamiento cubano, es indispensable estudiar La expansión territorial de los Estados Unidos, de Ramiro Guerra. Es un libro fundamental para poder entenderlo. Pero también es importante estudiar a Herminio Portell Vilá, que después, con su vida, se aparta de las que habían sido sus convicciones; pero no olvidemos nunca que es el autor de una obra monumental que se llama Cuba y sus relaciones con Estados Unidos y España. Es un libro esencial para estudiar, para comprender el diferendum cubano-norteamericano; esta obra y otras del profesor Portell Vilá. Tomó un protagonismo importante en los congresos internacionales de historia, convocados por Emilio Roig; estuvo en un círculo de amigos, muy apreciado por Roig; después vino un distanciamiento profundo cuando, llevado por su anticomunismo absoluto, no se da cuenta de las originalidades y de las virtudes que estaban presentes en la Revolución cubana. No la interpreta, y aterrorizado, se va a poner al servicio de los propios intereses que ha combatido. Este es un análisis que hay que hacer, pero sin invalidar la obra. Esto es importantísimo.

P. M. P.: ¿Leví Marrero y Emilio Roig?

E. L. S.: Leví Marrero: una obra monumental. Una obra mo-nu-men-tal, que nadie puede desconocer. Hay que situarlo dentro de esa obra de la geografía política cubana, en que cada cual hace un aporte importantísimo, muy concluyente: es el trabajo de Pedro Cañas Abril, son las investigaciones de Sara Isalgué y de Salvador Massip, son los propios trabajos del joven Núñez Jiménez en su momento. Pero Leví Marrero es un hombre de gran sabiduría y su obra es una obra enciclopédica que tendrá que ser consultada, independientemente de sus posiciones personales. Es algo a lo que se puede aplicar aquello de que «el arte no tiene patria, pero los artistas sí». O sea, podemos enjuiciar las posiciones personales del doctor Leví Marrero; podemos someterlas a debate; pero no su obra.

P. M. P.: ¿Y Emilio Roig?

E. L. S.: Emilio Roig de Leuschenring fue uno de los hombres más completos, a mi juicio. Pero es un hombre que se desenvuelve en otros rangos. Emilito se percató de la importancia de la polémica política y de la prensa; no se perdió nunca en su gabinete a hacer historia, solamente a investigar y a publicar libros, sino que fue un polemista; y además un costumbrista. Se dio cuenta de que las costumbres y el carácter tenían mucho que ver y condicionaban o tipificaban mucho la posición de los cubanos ante la sociedad y la historia; por eso fue un costumbrista, por eso fue un periodista. Advirtió el papel de la ciudad, de las grandes ciudades, y particularmente de La Habana, como lugar que tiene un gran peso en la historia de los acontecimientos. Y por eso fue, además, el historiador de la ciudad. Se dio cuenta de la importancia de los monumentos públicos como resortes de la memoria, y por eso defendió y creó instituciones. Pero lo más importante de su obra, de su sentido martiano, de su carácter cubano, es que está signada por una comprensión de que el pueblo cubano había luchado y había logrado su independencia por su propio esfuerzo; de que Cuba debía ser libre —como decía Martí— de España y de los Estados Unidos; de que el imperialismo norteamericano había tenido un papel nefasto en sus relaciones con Cuba. No hablo de la cultura norteamericana, no hablo de la nación norteamericana, hablo de la acción imperial desnudada a lo largo de su obra: en su estudio sobre la Enmienda Platt, en su ensayo luminoso «Cuba no debe su independencia a los Estados Unidos». Él deja claro, muy claro, que hay una diferencia absoluta entre las vanguardias políticas, defensoras de la justicia, defensoras de los inmigrantes, defensoras de los pobres, de los negros, de Cuba, y la élite política plagada de intereses inconfesables que siempre creyó que Cuba era la fruta madura que debía desprenderse del árbol. He ahí la distinción entre Roig y las otras personalidades que hemos mencionado.

P. M. P.: En el Centro Histórico de La Habana hay algunos símbolos de esa República; está el Palacio Presidencial, el Capitolio, y está también el Palacio del Segundo Cabo, que es anterior, pero donde sesionó la primera Legislatura cubana.

E. L. S.: Y acabamos de terminar la restauración de la Cámara de Representantes, construida en 1913, anterior al Capitolio y que hemos conservado; porque el Palacio del Segundo Cabo se transformó, se cambió; pero hemos logrado restaurar la Cámara de Representantes, restituir en ella un busto de Máximo Gómez, cien años después, el mismo día y a la misma hora en que había sido expulsado por una Asamblea Legislativa formada por muchos cubanos de mérito, no solo por oportunistas y traidores. El que se paró allí para decir «si hay que fusilar a Máximo Gómez y hace falta un General para hacerlo, cuenten conmigo», era un patriota imborrable de la historia de Cuba. Tal era la confusión del momento.

El mismo día y a la misma hora, entronizamos su monumento en bronce en el hemiciclo de este primitivo Parlamento, de esta Cámara Baja cubana. En el mismo edificio en el que Raúl Roa realizó su impresionante labor editorial y de divulgación cultural en el Ministerio de Educación, en los tiempos de Aureliano Sánchez Arango. En el mismo lugar a donde llegó Eduardo Chibás, con su denuncia, que era en definitiva un enfrentamiento contra la corrupción conceptual y latente de la República, independientemente de que fuese cierto o no que Aureliano tuviese las fincas que se le atribuían en Guatemala. El lugar desde donde Armando Hart dirigió la campaña de alfabetización —porque ya era Ministerio de Educación en el momento del triunfo de la Revolución. Ahí estuvimos, y el doctor Hart me dijo, «desde aquí dirigimos el movimiento de la alfabetización en Cuba». Ese lugar está totalmente restaurado, con todos los atributos del Ministerio de Educación y los de la Cámara de Representantes, las condecoraciones de aquella época, las medallas conmemorativas, los documentos, el texto constitucional de 1940. Es decir, no podemos explicar la historia de Cuba, ni amar la historia actual, desconociendo el pasado, ni admitir tampoco una explicación simplista porque, sencillamente, es poco serio.

P. M. P.: ¿Cuál sería a su juicio el balance de la cultura de aquella República y su legado al momento actual?

E. L. S.: Bueno, figúrate. Si nosotros, por ejemplo, no comprendemos el papel desempeñado por el grupo de Avance, o por Orígenes, o por la Sociedad Pro-Arte Musical, no podemos entender la cultura cubana. Fue allí, en Pro-Arte Musical, donde se abrió un espacio a la cultura, un espacio muy democrático, porque las vanguardias políticas cubanas —que eran vanguardias de izquierda, no crípticas, sino confesas— estaban allí; allí fueron a participar en la musicología, en el ballet, en las artes plásticas, en el teatro, pero sobre todo en la música. En ese período cristaliza el teatro cubano. ¿Qué pensar del grupo de Avance? Son las ideas, la defensa de las ideas, la organización de la vida cultural, las exposiciones, el trabajo con las personalidades políticas. ¿Qué pensar de Orígenes? Un grupo de meditación, de reflexión, como siempre tiene que haberlo en toda sociedad. No era una élite en una torre de marfil, era una vanguardia. Quizás menos polémica, una vanguardia que estaba en el culto de ciertas cosas, que son indispensables a toda sociedad y que la mezquindad de la vida republicana y de la sociedad —que podríamos llamar política— no permitía generar, y ellos lo hicieron. Y, desde luego, estaban también las grandes individualidades de la cultura cubana. En ese período hay una serie de cosas de una importancia tal, que no podríamos entender la Revolución sin la República.

Tomado de “Catalejos” el blog de la Revista Temas: www.temas.cult.cu/blog

Pedro Martínez Pirez*Destacado periodista cubano, diplomático, legislador, internacionalista y profesor titular de la Universidad de La Habana. Ha incursionado en los cinco medios fundamentales del periodismo: prensa escrita, radial, televisiva, y agencia de noticias.

Leer más

Vivir el teatro: Contra viento y marea. Por: Isabel Cristina Hamze

Rubén Sicilia

Rubén Sicilia es una de esas personas que andan por la vida orgullosa de su linaje teatral. Uno de esos seres de paso apurado que apresan la vida en sus pupilas para luego volcarla sobre la página en blanco. Unos de esos que una vez iniciados en el ritual del teatro, se quedan para siempre sobre la escena, aún contra viento y marea. Sus dos libros de textos teatrales, Tres Obras (2010) y Tríptico (2012), recientemente salidos a la luz, son un testimonio palpable de este itinerario.

En 2005 fundas Teatro del Silencio, agrupación que ya cuenta con cuatro puestas en escena de tu autoría. ¿Cuáles fueron los antecedentes de este grupo y qué referentes aún influyen en tu creación?

Básicamente fui formado en una generación de punto climático, de convergencia de cosas: la generación de los ochenta, de la cual se ha hablado mucho, pero no se ha publicado lo suficiente. En esa época nos relacionamos con grupos, como Artecalle, Provisional, PURE en las artes plásticas, hasta Víctor Varela. Fui parte de la experiencia del Taller de Creación Escénica de la Casa del Joven Creador que fue muy importante en mi formación como también lo fue el contacto con los maestros Vicente Revuelta y María Jiménez, una guatemalteca que había sido discípula de Grotowski. En ese entronque generacional, había puntos de ebullición, puntos de cocción muy fuertes que llegaron a forjar un pensamiento generacional del cual yo me siento parte.

El primer grupo que en esa época fundé se llamaba Teatro Límite. Trabajamos durante seis años en 41 y 82, en Marianao haciendo una larguísima investigación sobre la ritualidad en el actor. Allí hicimos dos espectáculos que tuvieron mucha repercusión en el panorama teatral de la época y fueron muy elogiados por el maestro Vicente Revuelta, sobre todo Estanco que interpretó Marco Llacobet, en los años noventa. Teatro Límite llegó a su muerte física aunque no espiritual, porque yo ingresé con una hepatitis devastadora, estuve largo tiempo enfermo y cuando salí del hospital, algunos actores habían emigrado y empezaban los primeros aires del período especial. Todo esto como experiencia trunca, pero no agotada forma parte de mi linaje teatral, es como un caldo de cultivo, como un piso sobre el cual se asienta actualmente la investigación de Teatro del Silencio. Esta investigación tiene tres ejes básicos: la exploración de las posibilidades psicofísicas, emocionales y vocales del actor; la cuestión de una dramaturgia del espacio como vacío, como esencialidad y una dramaturgia del cuerpo del actor respondiendo a esos puntos. Apostamos por esa esencialidad, la cámara negra, economía extrema de recursos y un discurso muy particular en el trabajo del actor.

En tu obra Prisionero y Verdugo, publicada por Ediciones Unión en el volumen Tres obras, el personaje de Faso le dice a Pura: “¿Qué más se esconde detrás de las palabras…?” y esta le responde: “Nada que pueda explicarse hablando… ” ¿Es este el reto de teatro del Silencio?

Teatro del Silencio, porque nos interesa lo gestual, lo corporal, lo no verbal sobre todo. Pero por supuesto que apostamos por un equilibrio del texto, es decir entre texto y acción, entre texto y acción sumergida, entre texto y acción reprimida. Nos interesan mucho las cosas que están ocurriendo por debajo del pensamiento, es una evidencia palpable cada día que la gente dice una cosa y hace otra. Hay a veces tres o cuatro niveles en la comunicación de una persona con otra, que son perceptibles, creo que el teatro contemporáneo debe mostrar esta complejidad y todo eso se mueve en el silencio, es decir, en lo no dicho. Nos interesa la palabra como ejercicio de poder, como vibración, como transmisión, pero también cargada de toda esa energía, de toda esa focalización de los conflictos sumergidos en el hombre, que cada vez son más angustiosos, más plenos. Cada vez es más fuerte universalmente la crisis existencial del hombre contemporáneo.

Se puede observar en tu obra una visualidad que surge desde los propios textos y que luego llevas a la escena transfigurada por el cuerpo del actor. ¿Te propones desde la escritura ir creando ya tu futura puesta en escena?

Pienso que el teatro y la dramaturgia contemporáneos, deben responder a eso: las didascalias deben hacerse gráficas, inherentes, implícitas, deben estar hasta en los diálogos, no necesariamente separadas, esto también surge en un texto que recientemente acabo de terminar sobre el rol del director aquí, ahora. Hoy día es difícil para todo director-autor separar la escritura de lo que se llama dramaturgia orgánica, dramaturgia de proceso, es decir, dramaturgia al pie del cañón, no en un buró sino en medio del proceso de trabajo con los actores. Así se constata cada día que los mejores y mayores profesores de dramaturgia son los propios actores. Esta relación carga al texto de semillas vivenciales, de todos los colaboradores incluyendo escenógrafo, diseñador… Todas las personas que trabajan conmigo, de alguna manera le aportan al texto aunque no sea directamente, el texto se carga de todas esas variables.

Es importante añadir que en esa dialéctica yo siento una dualidad autor-director que no es armónica. Dentro de mí coexisten dos personas en conflicto, generalmente gana el director, pero no siempre es así, a veces se superponen, uno quita al otro, a veces determina el resultado escénico que es en definitiva avalado por la imagen, por lo gráfico, por lo visual, por lo que funciona y eso implica la naturalidad del corte, el crisol que nunca cesa.

En tu dramaturgia has explorado diversos caminos, temáticas y presupuestos estéticos que van desde la tragicomedia absurda en ¿Y todavía anda volando Matías Pérez? hasta una obra como Cenizas de Ruth a partir del mito bíblico. ¿Consideras esta multiplicidad como una característica fundamental de tu obra?

Los poco críticos que conocen mi teatro en su totalidad, cosa que es difícil ya, porque leerse once obras de alguien no siempre es algo que uno esté dispuesto a hacer. Pero los buenos teatrólogos amigos que conocen más de mi obra me han señalado reiteradamente que como totalidad es muy diversa y no entienden como eso es posible. A veces les parece que está escrita con heterónimos, es decir, otros yoes, otras personalidades que escriben a través mío. No sé si esto es así, pero he tenido siempre la necesidad de negar lo más que yo puedo, el precedente dramatúrgico.

Como director me pasa lo contrario, a veces si me gusta defender la marca de estilo pero no obstante siempre me planteo como puesta en escena y como dramaturgia —de proceso en proceso— una poética diferente, puede que a veces se logre más, a veces menos.

Considero que la línea más atrayente de tu producción dramatúrgica es la relacionada con los mitos y la relectura de la historia. ¿Qué importancia le concedes a este tópico dentro de tu creación?

El texto Huellas de Caín comenzó ese viaje, ese ángulo de reencontrarse con antiguos mitos, ya sean madres de la cultura o históricos, se mueve en este rango. Hablo de mitos madre, mitos bíblicos, mitos de muy diverso orden, por ejemplo, ahora estoy escribiendo obras que tienen que ver con los mitos sociales; Utopía, Entalpía y Distopía, que es otro ángulo muy diferente de la cuestión, pero que también se alimenta de los mitos.

Ahí tengo un camino acabado creo, un pequeño túnel que he intentado hacer, que empieza con Huellas de Caín, pasa a través de Cenizas de Ruth y de algunos textos terminados recientemente, hasta El Maestro y la Ninfa que es un texto que esboza una situación mítica, primordial casi bucólica, originaria. A veces me interesa focalizarlos en una época, a veces me interesa hacerlos como un espacio mítico, no espacio, no tiempo, o universal de todas las épocas. El sentido de eso es la parábola histórica, la cosa brechtiana; busco y escarbo lo más que puedo en esos mitos que me permitan mediante una parábola aludir a las situaciones más contemporáneas, más candentes y hacer una disección anatómico-fisiológica de la realidad. Los mitos son para mí una vía muy fuerte de entrar en el inconsciente colectivo.

Si te interesa incidir directamente en la gente mediante tú obra, ¿por qué decides hacerlo desde la parábola o la metáfora, y no desde un enfoque más cercano a ese público para el cual escribes?

También lo hago, tengo obras así. Tremendamente contemporáneas. Pero hay un viejo proverbio que te puede explicar el juego con la historia: “mientras más cerca más lejos, mientras más lejos más cerca” o “cuando estás en la barca se mueven las orillas, cuando estás en la orilla se mueve la barca.” El teatro contemporáneo hoy más que nunca debe penetrar en las causas espirituales de los fenómenos que aborda, más allá de los efectos. Estamos cansados de verborrea pestilente como la cola del gato, como dice un actor amigo en uno de sus textos. El ser humano está demasiado saturado de información, entonces necesitamos golpes que nos muevan la conciencia para poder penetrar detrás de las causas de las cosas y una de las maneras de hacerlo es la parábola. Estamos viviendo un momento muy particular, no sé si es una espiral en el curso de la historia, pero uno siente que hay cosas que están detenidas, en estancamiento franco y el aquí-ahora no es una excepción, pienso que el arte debe dinamitar estas relaciones.

Creo que cuando hablamos de mitos y de vueltas a la historia se corre el riesgo terrible de caer en los lugares comunes, en esas verdades consabidas que de tanto repetirse dejan de conmover. ¿Qué mecanismos empleas para librarte de esos peligros?

Creo que básicamente en ese sentido es la idea de penetrar en los arquetipos que te decía, cuando tú estás hablando de una estructura modélica del universo y el espectador o el lector lo siente, lo percibe, se hace cómplice de eso, tú logras hacerlo cómplice. Por ejemplo, recuerdo un momento en la puesta en escena de La pasión de Juana Arco, el momento en que el diablo le pasa la lengua al cuerpo de Juana, cuando ella está en trance. Esa es una acción que tiene un significado muy contemporáneo que en una versión idílica o romántica de la Juana, jamás se hubiera hecho, eso es transgresor, crea un nivel de respuesta específico en el espectador de hoy que tiene que ver con su vivencia y se crea un puente comunicativo, de eso se trata.

A nivel de texto igualmente se crea una complicidad en el espacio compartido entre el aquí-ahora, creador-espectador-lector de manera que yo pueda sacudir, confrontar, conmover o electrizar. Por ejemplo recuerdo las líneas específicas en ese mismo espectáculo cuando las actrices entran al público y le dicen “pero cuál es tú quemadera, cuál es esta tu quemadera…” De eso se trata, esa línea entra en resonancia y confrontación con el espectador de hoy, sacudiéndolo, ya no en el entorno idílico, casi bucólico de la Juana que cuenta la historia y la tradición, si no en el entorno del aquí y ahora. Esos puntos de confluencia, comunión o identificación, tienen que ser inevitablemente creados, ese es el trabajo del autor-director.

Teatro del silencioHe podido acompañar tres estrenos de Teatro del Silencio: Juicio y condena pública de Charlotte Corday, La pasión de Juana de Arco y Huellas de Caín. Creo que el primer espectáculo es el más logrado, sobre todo por la excelente interpretación de la actriz Mirtha Lilia Pedro Capó. ¿Consideras que el trabajo sobre el actor es tu mayor desafío como director de tus propios textos?

Me parece que la mejor puesta que ha hecho el grupo es La pasión de Juana de Arco, pero sin lugar a dudas el trabajo actoral de más altos quilates por horas de vuelo, por formación y por energía personal es el de Mirtha Lilia, que es mi actriz fetiche. Las dos actrices que hacen La pasión de Juana de Arco, la defendieron muy bien, pero no tienen todo el reservorio de habilidades aún, lo lograrán, pienso que son excelentes actrices pero que todavía tienen un recorrido por hacer.

Una puesta no pasa solamente por la cuestión de la precariedad sino por la cuestión de elenco, colaboradores y producción, es un paquete de tres cosas. Las tres influyen, determinan, incluso el éxito o el nivel al que se llegue. Me asombraba hace pocos días viendo la puesta de Raúl Martín de La Dama del mar el alto nivel de elenco, porque es algo que ya uno no ve y en los años ochenta nosotros si teníamos ese referente, mi generación si tiene un altísimo referente actoral. Es por esa razón que me interesa tanto el trabajo del actor, trabajar el pequeño formato, el ultrapequeño formato, por la profundidad, por la necesidad de trabajar al detalle al actor.

En varias de tus puestas en escena he podido advertir puntos de contacto, conexiones incluso sobre el cuerpo de los actores, como si se trasmitieran gestos, movimientos o cadenas de acciones de un espectáculo a otro. ¿Crees que tus tres últimos montajes pertenecen a un período de búsqueda?

Hasta donde yo se la mayoría de los directores y los artistas, universalmente trabajan por etapas, por períodos, como se puede decir eufemísticamente que Picasso tuvo un período azul. Ese es el caso de la mayoría de los directores que hay que imitar, los grandes cánones a los que yo aspiro, como toda persona que sueña, creo que el artista tiene que ser ambicioso, que la ambición es positiva y que se debe imitar la grandeza. Por supuesto, creo que todo el mundo ha trabajado por períodos, es muy posible que en esos períodos haya siempre un montaje que descuelle, que capte una gran parte de tu energía, de tu curiosidad, de tu deseo de investigación. Espero y hago una promesa implícita con esta respuesta, que este no sea el único período.

¿Hacia qué tendencia de la dramaturgia cubana hoy pudieras orientar el teatro que estás escribiendo?

Aunque suene feo decirlo, no me siento dramatúrgicamente afín a nadie, pienso que mi voz es muy personal en ese sentido, aunque hay dramaturgos a quienes admiro. Me siento mucho más afín en cuanto a la poética de dirección, más adscripto a toda esa corriente que viene del teatro post-grotowskiano, que en Cuba está signado indudablemente por la presencia del maestro Vicente Revuelta del cual fui discípulo. También influye mi encuentro personal con María Jiménez que había sido discípula directa de Grotowski. Estas experiencias es justo reconocer que me marcaron y que todavía hoy dejan una huella en mí, pero dramatúrgicamente pienso que estoy en solitario, que mi voz responde a necesidades muy personales, a una mirada muy particular de la realidad.

Tengo la obsesión, no sé si incertidumbre, de observar a partir de lo humano, lo existencial y lo ontológico, un prisma muy particular, una mirada que observa la realidad, que intenta observar la realidad como un testigo imparcial o impersonal. Aún cuando uno toma postura, posición, trato de ser lo más imparcial posible, observar la realidad cada día, no ceso de hacerlo todavía hoy, es un hábito muy incorporado y de ahí deviene, de toda esta experiencia vivencial y espiritual que ya apunté, mi proceso de escritura, creo que depende estrictamente de esas cuestiones y no de alguna tendencia en boga.

Has trabajado recientemente con jóvenes actrices, ¿cómo evalúas desde tu experiencia como director, la formación de los jóvenes actores?

Para mí es muy doloroso ese tema, veo que el nivel técnico y el rango de habilidades con que sale el actor joven hoy día es tres veces menos de lo que era en los años ochenta. Esto pasa por múltiples cuestiones culturales y de muy diverso orden, entre ellas el éxodo de muchos maestros, el fallecimiento de otros, la pérdida de los centros de pensamiento. Hay un proceso universal: la noción de memoria, identidad y nación es para mí resquebrajada en el mundo contemporáneo y aquí-ahora también esas variables repercuten. En el sentido de nuestra historia específica actoral se han dado momentos mejores y peores, cuando estaban por ejemplo Corina Mestre y Fernando Echavarría llevando la cátedra de actuación de la ENA, surgieron unas graduaciones con mucha mayor solidez. Fui a los exámenes y tenían un nivel un poquito mejor, pero aun así todo pasa por carencias de base, por la pérdida del hábito real y profundo de lectura.

Hay algo de los jóvenes en ese sentido que no logro comprender, se leen en vez de los clásicos, los sucedáneos. Si tú no te has leído La Poética de Aristóteles ¿Qué haces leyendo La dramaturgia de imágenes de Claudia de La Torre? Esto lo digo con mucho respeto, pero ¿qué haces cultivándola dramaturgia de Nara Mansur como un canon? Es una dramaturgia muy buena y que respeto mucho, con la que no tengo absolutamente alguna diferencia, pero que no se puede tomar como un paradigma, porque es una dramaturgia experimental. ¿Qué tú haces si estás en formación, tomando como paradigma algo que es experimental?

Ese ejemplo que pongo en cuanto a la dramaturgia, transfiérelo por supuesto al campo de los jóvenes actores. Ese proceso de formación, de ruptura y discontinuidad de la formación está en peligro para casi todo joven actor que se gradúa, por variables de muy diversa índole. También está la capacidad personal, el sacrificio personal, el deseo personal de avanzar en su carrera, que también está francamente debilitado. Prefieren enfocarse en cuestiones de supervivencia o mejoramiento económico como trabajar en un serial de la televisión y no hacer una cadena de personajes consistentes en el teatro, que le permiten su desarrollo.

¿Cómo percibes el teatro cubano actual desde tu visión de integrante de ese panorama?

Es una pregunta muy difícil y paradójica, no creo tener suficiente visión como para responder a esta enorme complejidad, te daré una respuesta parcial, muy a mi juicio y lógicamente limitada por la experiencia de vida que he tenido. Estoy limitado por estar en La Habana porque es muy diferente el teatro que se hace acá del que se hace en el resto de las provincias. Me parece que paradójicamente el teatro en la capital muestra de vez en cuando algún estreno notable, aunque la mayoría quedan muy por debajo de mis expectativas, tal vez porque me formé en una generación de expectativas muy altas. Recuerdo paradigmas como el Bolívar de Rajatablas, o en Cuba Buscón busca un Otelo de José Antonio Rodríguez, íconos que me quedan en la retina de alguna manera. Sigo pensando que el movimiento teatral adolece sobre todo de sistematización en la voz que da. Hay mucha gente con talento y deseos de hacer teatro a toda costa, en las condiciones difíciles en las que todos trabajamos, pero no siempre hay un rumbo claro, una poética bien definida, un camino de investigación consistente y consciente.

Para no solo decir el aspecto negativo te digo el lado positivo que acabo de ver en el primer encuentro de directores que se hizo en la Raquel Revuelta, pude observar por primera vez un tímido renacer del espíritu gremial que entre nosotros ha estado muy opacado en las diversas décadas del teatro después del año 59. Confío al menos en esa tímida insinuación de recuperar un posible espíritu gremial y de que los teatristas nos ayudemos un poco más unos a los otros, pienso que es algo esperanzador.

¿Por qué y para qué hacer teatro hoy en Cuba?

Por suerte siempre hay gente que uno se encuentra que tienden una mano salvadora pero ahora mismo por ejemplo, estamos sin local, porque el local que habíamos tenido durante seis años en la Casona de Línea entró en reparaciones. Estamos buscando entre otras cosas un espacio y esa es una batalla cruenta, de cualquier manera pienso que lo esencial y que cada día me da una bocanada de energía es primero que todo, una razón muy personal: para mí el teatro es necesario en tanto que me permite entender o comprender la vida que me rodea lo suficiente como para no volverme literalmente loco. Me permite ordenar las cosas a mi paso y segundo, que yo siento una particular energía cada vez que estreno, en ese período de funciones y lo he sentido de forma muy fuerte, en las provincias donde nuestras funciones han tenido repercusiones espectaculares.

Hay que recordar que muchas veces cuando uno estrena aquí en La Habana todavía la obra está creciendo, en franco desarrollo y ebullición. Cuando uno sale de gira y va por la función cuarenta y pico o cincuenta, es cuando la obra ha ido alcanzando un nivel de maduración y eso me ha pasado con tres puestas en escena. Uno va experimentando el placer de que la obra llega hasta sus confines, golpea, sacude, conmueve, electriza al espectador. Tuvimos esas vivencias en Santa Clara y Bayamo y vimos a gente saliendo a llanto vivo de puestas en escena como Juicio y condena pública… o La pasión de Juana de Arco. Ese estado, ese sentimiento, esa necesidad de conectarme con el público en un alto nivel, el teatro como servicio social, para mí es algo crucial, es una de las pocas cosas que en la vida me llenan de un rango de satisfacción que no puedo explicar y que va más allá de toda intelección. Aunque hay que luchar contra viento y marea, contra un sinnúmero de obstáculos, siento un placer tan grande mirando al espectador que sonríe, que se identifica, que rechaza, que se aparta, que se encoje; he visto caras crispadas, y caras irradiando felicidad en mis puestas en escena y eso me satisface enteramente hasta hoy.

Tomado de la publicación: www.cubarte.cult.cu

Leer más

“La comunicación en 140 caracteres juega a favor del enemigo”. Por: Enric Llopis

La comunicación jibarizadaInvitado por la Asociación Valenciana José Martí de Amistad con Cuba y el CEPS, el periodista y escritor Pascual Serrano ha presentado en Valencia su último libro, “La Comunicación Jibarizada. Cómo la tecnología ha cambiado nuestras mentes” (Ed. Península). En el libro analiza las características del pensamiento jibarizado, que el autor considera en un sentido muy amplio: la dispersión de las ideas; el ritmo trepidante y la obsesión por la inmediatez; el “picoteo” de información, la comunicación incesante, la saturación informativa y la ausencia de rigor, entre otras. Opina Pascual Serrano que, enormemente condicionada por las nuevas tecnologías, este tipo de comunicación “juega a favor del sistema, pero ello no significa que la izquierda no deba utilizarla”. Aunque en los términos adecuados. Por ejemplo, vinculando artículos de reflexión inteligente a mensajes condicionados por el formato de twitter. “Hemos de plantear la batalla en todos los ámbitos”, añade.

-Arrancas “La comunicación jibarizada. Cómo la tecnología ha cambiado nuestras mentes” (Ed. Península) afirmando que para transmitir informaciones complejas, el emisor necesita tiempo para la exposición y el receptor, concentración exclusiva. ¿Qué espacio le queda al pensamiento crítico cuando se enfrenta a un público/audiencia modelado por el lenguaje audiovisual y de los 140 caracteres de twitter?

-El ejemplo de twitter es el más elocuente, pero no se trata del único formato ni el único soporte, la jibarización de la que hablo en el libro se encuentra presente en muchos ámbitos y ramificaciones: la simultaneidad de mensajes, la sobresaturación de información, la obsesión por la inmediatez… Son estructuras y pautas que actúan en contra del pensamiento crítico y a favor del sistema. Ahora bien, insisto siempre, la izquierda está condicionada por los medios del enemigo y, en consecuencia, ha de utilizarlos. Hemos de plantearles la batalla en todos los ámbitos. ¿Qué podemos hacer? Por ejemplo, vincular a los 140 caracteres de twitter un artículo de Juan Torres sobre las causas de la crisis.

-¿Cómo podría recuperarse la idea de pensamiento crítico?

-En primer lugar, defendiendo el papel esencial de la escuela pública. También me parece fundamental reivindicar el libro, y por varias razones. Porque hay un autor reconocido que se juega su prestigio y trayectoria al publicarlo. Además, en el libro el lector encuentra una reflexión terminada y mucho más elaborada que en Internet. Por el contrario, en la red todo es inconcluso y mucho más dinámico. Habría que plantear también la propiedad colectiva de los medios de comunicación, bien a través de la propiedad estatal bien mediante la propiedad comunitaria financiada con recursos públicos. Es ésta la única manera de salirse de los criterios de mercado y los objetivos de rentabilidad empresarial.

¿Podría incurrir en el elitismo el periodismo/comunicación reflexivo y crítico que propones? ¿Puede pecar de excesivamente denso y complejo hasta el punto de quedarse en círculos cerrados?

-Siempre hubo un público minoritario para los contenidos más complejos y otro popular para los mensajes más sencillos. A partir de ahí una sociedad, con su modelo educativo y comunicativo, debe plantearse si intenta elevar el nivel de los sectores populares o reducir el de los más formados. Nosotros hemos logrado que el ingeniero escriba en su móvil sin acentos, en cambio el operario manual sigue sin comprender el conflicto sirio. Es evidente que estamos en la segunda opción, la de reducir el nivel de los más formados.

¿Consideras que caben puntos intermedios? Un periodismo crítico y reflexivo, pero también directo y fácil de entender por el lector/audiencia.

-Seguro, pero hace falta talento del comunicador. Existen muchos ejemplos de comunicadores con grandes dotes de divulgación. Ahí están los documentales de Michael Moore por ejemplo.

Apuntas asimismo el problema de la sobresaturación informativa. Pero, ¿cómo escapar a ella en un mundo crecientemente complejo y fragmentado en múltiples campos de conocimiento? (rescates financieros, crisis ecológica, desahucios, inmigración, América Latina….).

-Seleccionando, el problema no es sólo el exceso, es la ausencia de referentes que nos ayuden a seleccionar. Como no tenemos filtros y queremos abarcarlo todo, elegimos los más breve, lo más jibarizado. Y entonces no lo entendemos y debemos seguir buscando. Debemos de cambiar nuestro método. Es preferible, ante un tema complejo, un extenso reportaje de Le Monde Diplomatique o un libro que no un centenar de noticias de veinte segundos en televisión.

La oferta informativa en la Red es infinita. Pero también es cierto que el internauta (igual que el lector de prensa) selecciona uno o varios medios, los que sigue periódicamente (incluso sigue en la red los medios tradicionales). O que en las redes sociales también se difunden artículos largos y reflexivos. ¿Podrían estos argumentos relativizar la influencia de Internet?

-Para comenzar hemos de saber que, en internet, redes sociales incluidas, terminamos yendo a los grandes medios mayoritariamente. Así lo muestran los estudios. Las redes lo que han provocado es que el modelo de medio de comunicación que intentaba dar respuesta a las necesidades informativas en todos los ámbitos (nacional, internacional, cultura, deportes, etc…) está desapareciendo. Ya no entramos a la portada de El País o de rebelion.org, vemos las secciones, los titulares y elegimos. A través de las redes la gente llega a informaciones concretas sin pasar por las portadas. Por último, es verdad que en internet caben los textos largos, alguien me podrá decir que, incluso, más que en el papel, lo que dudo es que la gente pueda estar leyendo durante una hora en su pantalla un texto sin desviarse hacia un hipervínculo, interrumpir por un mensaje de chat o evitar la tentación de consultar su correo.

Se dice en muchas ocasiones que Internet y las nuevas tecnologías se expansionan en detrimento de la capacidad de razonamiento, al proponer lenguajes simples y con predominio de la imagen. Pero, ¿podría interpretarse que la Red incorpora fórmulas tradicionales sólo que con formatos nuevos? Me refiero a que la prensa del XIX también difundía folletines y se recreaba con los grandes crímenes. O que la propaganda obrera siempre se ha basado en imágenes y consignas. O que el periodismo sensacionalismo es algo muy antiguo…

-Es verdad que siempre hubo eso. Pero las técnicas de superficialidad y espectacularidad actuales son mucho más fascinantes y hacen más difícil que la reflexión compleja pueda competir. Me sorprendo, en las presentaciones de La comunicación jibarizada, como los docentes cuentan alarmados que los jóvenes no leen, no soportan una charla de más de veinte minutos, no pueden permanecer una hora sin un estímulo cibernético.

En tu anterior libro, “Contra la neutralidad”, planteas ejemplos de periodistas comprometidos, que inyectan pasión en sus textos. ¿Es esto compatible con el rigor de las informaciones? ¿Y con una información que apele al raciocinio del lector?

-Por supuesto que es compatible. Para eso escribí el libro. Para mostrar el compromiso y el rigor juntos en las crónicas de John Reed o Kapuscinski. Y en la medida en que ellos interpretan y analizan, sin pretender hacer un panfleto, e incorporan los antecedentes y el contexto necesario están estimulando la reflexión por parte del lector. La que no permite el raciocinio del lector es la información que no aporta los suficientes elementos de contexto para comprender los acontecimientos.

Dedicas un capítulo de “La comunicación jibarizada” al ritmo trepidante y la inmediatez. ¿Pero alguna vez el periodismo ha sido, salvando las tecnologías dominantes en cada periodo histórico, algo diferente? En cualquier filme de periodistas aparece la obsesión por las primicias y por alcanzar el mito de la información en tiempo real.

-Una cosa es querer informar el primero de un acontecimiento, y otra es correr a contar el recuento del 5% de los votos en las elecciones de Afganistán y nunca informar del resultado del 100% porque ya se ha perdido el interés por el asunto. Nos sucede como a los niños el día de Reyes, solo queremos desempaquetar noticias, pero no comprenderlas.

Afirma Pablo Iglesias, presentador de La Tuerka, que la izquierda se maneja muy bien en el campo del análisis y los diagnósticos de situación. Pero fracasa estrepitosamente a la hora de pasar a la difusión y llegar a la gente. Y esto es así porque no asume que las reglas del juego las marca el enemigo y, en consecuencia, no incorpora sus formatos (tertulias, lenguaje muy simple y directo, etc.) ¿Qué opinas?

-Tiene razón. Hay determinadas cuestiones formales que no las terminamos de comprender o lo hacemos tarde. Necesitamos décadas para aceptar que un documento escrito, si tenía márgenes, interlineado mayor y gráficos era más agradable y lograba más lectores. En vídeo, muchos siguen sin preocuparse por la iluminación, el encuadre o contar con varios ángulos de grabación. Claro, también puede suceder lo contrario, que desde el periodismo no comprometido y comercial tienden a simplificarnos y frivolizar cada día más, en el contenido y en la forma, y eso crear unos cánones estéticos que nos condicionen.

Has afirmado muchas veces que el periodismo alternativo que se realiza en España es muy deficiente. ¿Observas con el tiempo alguna mejoría?

-Seguimos dominados por el adjetivo fácil, la ausencia de fuentes rigurosas, la no búsqueda del dato necesario. En pocas palabras, el buen trabajo periodista. Es tanta la necesidad de comunicar y tanta la pulsión ideológica que nos domina, que olvidamos el periodismo. Además, es que la gran mayoría de los colaboradores de los medios de comunicación alternativos no están pensando en hacer periodismo sino con ejercitar la militancia. Y no es lo mismo.

¿Por qué incluso la militancia de izquierda no considera como “suyos” los medios alternativos e, incluso, atiende muchas veces mejor a los periodistas de medios convencionales?

-Porque incluso en la izquierda continuamos rindiendo culto al medio masivo y al dominante. Pero esto no es algo nuevo. Históricamente se ha despreciado y minusvalorado a los medios alternativos. Pienso en el líder del partido político de izquierda que se iba corriendo al “ABC” para hacer unas declaraciones. O cuando alguien te remitía un texto a Rebelión.org, te decía si se lo podías publicar ya que no lo habían hecho “El País” o “El Mundo”. Ya entonces se asumía que la prensa alternativa jugaba en segunda división.

Por último, ¿Qué futuro profesional aguarda a los periodistas de izquierda que todavía quedan?

-Por primera vez no mucho mejor futuro que a los de derecha con la crisis que están viviendo las empresas. Pero creo que hay esperanza. En los últimos meses han aparecido media docena de experiencias colectivas en formato de cooperativa que, a diferencia del periodismo alternativo, tienen como objetivo una solución laboral para sus miembros. Estas experiencias, además, pueden ser más viables que algunas grandes empresas. Porque estás últimas deben dar muchos beneficios a los accionistas, y las cooperativas lo único que pretenden es garantizar la subsistencia de sus trabajadores.

Tomado de la publicación: www.rebelion.org

Leer más
Page 40 of 46« First...102030«3839404142»...Last »