Textos prestados

Luz de alarma para América Latina. Por: Carlos Marianidis

Después de doce años sin represión de reclamo social alguno, un corte de ruta realizado por trabajadores de Cresta Roja –criadores de pollos- fue reprimido con carro hidrante y balas de goma

Después de doce años sin represión de reclamo social alguno, un corte de ruta realizado por trabajadores de Cresta Roja –criadores de pollos- fue reprimido con carro hidrante y balas de goma

A mediados de los 70, Taty Almeida y Estela de Carlotto caminaban en círculo alrededor de una pirámide blanca, en la plaza más antigua e histórica de Buenos Aires. En aquellos días de violencia feroz, una reclamaba por la desaparición de su hijo; la otra, por la de su hija y su nieto. Junto a un puñado de almas dolientes, en total soledad e indefensión, la primera daría origen a las Madres de Plaza de Mayo; la segunda sería fundadora de Abuelas. ¿Qué puede ser tan grave que hoy, cuarenta años después y en plena democracia, estas mujeres de avanzada edad vuelven a colocarse en la primera línea de la resistencia? Cuadro de situación. Desde 2003, Argentina fue gobernada respectivamente por Néstor Kirchner y su esposa Cristina, como líderes de lo que se llamó Frente para la Victoria. Después de muchos años de presidentes que le dieron la espalda a quienes los habían votado, este partido devolvió al pueblo las reivindicaciones sociales logradas en el pasado por Juan Domingo Perón y su esposa Eva. Y aun los que no somos peronistas debemos reconocer que, en estos doce años continuos de gobierno, Argentina volvió a tener un proyecto de país en el que los seres más humildes fueron la prioridad. De hecho, Néstor Kirchner había planteado en Naciones Unidas que no iba a seguir aceptando imposiciones del FMI, toda vez que eso significaba tremendos ajustes económicos e intervención en asuntos en los que Argentina debía ejercer su soberanía. Y Cristina, a lo largo de dos períodos, reforzó los lazos entre los gobiernos de América Latina como frente común ante las exigencias de Estados Unidos y sus países europeos aliados.

En las últimas elecciones, en un increíble ballotage, el 51% votó como presidente al opositor Mauricio Macri, frente a un 49% que elegía a Daniel Scioli, del Frente para la Victoria. En síntesis, el análisis de este resultado responde a un desgaste de doce años de gobierno y las promesas electorales que el más poderoso medio de comunicación -Grupo Clarín- bombardeó a los hogares mediante gráfica, radio y TV. Hoy, a pocos días de asumir el gobierno, los fondos que antes se asignaban a ayuda social se desvían a una aristocracia propietaria de campos e industrias, mediante la eliminación de las retenciones. El aumento del dólar ha causado que los formadores de precio elevaran la inflación. El Poder Ejecutivo ha nombrado dos jueces en la Corte Suprema por un “decreto de necesidad y urgencia”, en una grosera invasión de poderes. Hay un intento de derogar la Ley de Medios (analizada durante meses por todos los partidos políticos y aprobada por el Congreso). Después de doce años sin represión de reclamo social alguno, un corte de ruta realizado por trabajadores de Cresta Roja –criadores de pollos- fue reprimido con carro hidrante y balas de goma. Así, el Estado que antes protegía a los más débiles es reemplazado por el Mercado, que hace su juego de oferta y demanda, sin mirar atrás. Antes, la economía cerraba con la gente dentro. Ahora, cerrará sin importar quién quede afuera. Los que vemos los efectos de estos primeros días de gobierno de Macri, que significa el regreso del neoliberalismo, ya comenzamos a reunirnos en plazas y parques. La gente se comunica a través de las redes sociales y esto deriva en manifestaciones pacíficas que han llegado a tener veinte mil personas (Congreso Nacional, 17/12; Parque Saavedra, 27/12). Lo grave es que los medios de comunicación no lo muestran: al no enviarse cámaras ni periodistas a cubrir los eventos, el nuevo gobierno trata de hacer invisible el descontento. Y como Argentina es un país extenso, nadie se entera de lo que ocurre en las plazas de cada provincia donde se replican estas reuniones de votantes defraudados. Así las cosas, la unión latinoamericana que es una cadena cada vez más resistente, hoy tiene en Argentina a su eslabón más débil. Porque ahora habrá un intento de mostrar al ALCA como la mejor opción, o que los países que cuentan con préstamos del Fondo Monetario tendrán mayor posibilidad de crecimiento que si se aíslan en defensa de sus mercados locales. Los medios de comunicación harán todo lo posible por demostrar las ventajas de la privatización, el estímulo a la mejora de las industrias nacionales con la libre importación de manufacturas baratas con las que tendrán que competir (en inferioridad de condiciones, claro) o la educación pública gratuita como concepto utópico u obsoleto. Por lo tanto, los que tenemos acceso a medios no convencionales como un blog, una columna virtual, un video en Youtube, debemos correr la voz. A esta altura de los acontecimientos, hay que contar lo que no aparece en la TV de aire ni el cable, ni los periódicos, ni la radio. Los medios monopólicos de comunicación no mostrarán jamás la realidad si ésta les perjudica o no favorece a los funcionarios que ellos crean, agrandan y colocan en cargos políticos vitales. Esto ocurre hoy en Argentina. A los que tratamos de ser personas dignas nos da vergüenza tener un presidente que en la ceremonia de asunción se puso a bailar en el balcón de la casa de gobierno mientras su vice cantaba una cumbia. Nadie, en ningún país, debe creer que los argentinos estamos felices con el bochorno de esta actitud impresentable. Todo lo contrario: vemos en ella la danza infame del neoliberalismo que causa los mayores dolores del mundo. Y es bueno que todos estemos sobre aviso, sin el menor lugar a la ingenuidad o la inocencia. Porque esto tan triste que sucede aquí es un proceso que busca a toda costa extenderse sobre América Latina.

Tomado de: http://laventana.casa.cult.cu

 

 

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Revolución Cubana (1959-2016). Sin echar el laurel en la olla: Por: Luis Toledo Sande*

Martí sostuvo: “No yerra quien intenta componer un pueblo en la hora en que aún se lo puede; sino el que no lo intenta. Si no se lograse la composición, se lograría al menos el conocimiento de las causas por que no podía lograrse; y eso limpiaría el camino para lograrla mañana”. Obra del artista plástico cubano José Delarra

Martí sostuvo: “No yerra quien intenta componer un pueblo en la hora en que aún se lo puede; sino el que no lo intenta. Si no se lograse la composición, se lograría al menos el conocimiento de las causas por que no podía lograrse; y eso limpiaría el camino para lograrla mañana”. (Obra del artista plástico cubano José Delarra)

Sin restar importancia a las dos guerras llamadas mundiales, ni a la liberación de naciones como China y Vietnam —esta, además, con la ejemplar victoria sobre la invasión estadounidense en su haber—, del siglo XX cabe destacar cuatro procesos revolucionarios diversos: en orden cronológico, la Revolución Mexicana, la Revolución de Octubre, la Segunda República Española y la Revolución Cubana. Tres de ellos se ubican en ámbitos de la lengua española, hecho contrastante con el escaso prestigio que suele concederse a las ciencias sociales expresadas en ese idioma.

Pero ese ángulo, de interés y merecedor de atención frente a expresiones de colonialismo fomentadas desde otras áreas culturales, requeriría un análisis particular. El presente artículo apenas bordea el significado de la Revolución Cubana desde su fragua y su llegada al poder, y en su existencia hasta hoy. Haberla ubicado en el conjunto de procesos aludidos mueve a rozar por lo menos algunos rasgos de los tres que la acompañan en el esbozo.

La Revolución Mexicana, cuyo carácter pionero en aquel siglo no parece tenerse tan en cuenta como sería justo, fue un paso de avance en la transformación de un país de nuestra América frente a la herencia feudal que le llegó de su formación como colonia. La importancia de esa Revolución no debe ocultarla ningún estancamiento sufrido con el tiempo y al influjo de los forcejeos clasistas y presiones externas, lo que se dice sin afán de agotar el tema.

La de Octubre no se limitó a “diez días que estremecieron el mundo”: sumó décadas de una siembra emancipadora que incluyó tanto liberar a Rusia y sus colonias del zarismo como propiciar el nacimiento de varias naciones marcadas por aspiraciones socialistas. Generó, en fin, valiosas transformaciones internas y un baluarte para la derrota del fascismo en la Segunda Guerra Mundial.

A pesar de grandezas tales, deficiencias y males internos contrarios al socialismo le impidieron llegar viva a los finales de la centuria en que tantos logros cosechó y nutrió tantas esperanzas, aunque haya interesados en negar unos y otras. Las causas del desmontaje antisocialista de los frutos de esa Revolución, incluida la propia Unión Soviética, deben seguir estudiándose. Ninguna precaución será ociosa para que errores y aberraciones como los allí entronizados no se reproduzcan y den al traste con otros proyectos justicieros.

Burocráticamente declarada irreversible por decretos que pretendían blindar el socialismo desde oficinas, la realidad que se logró construir en el camino abierto por aquel extraordinario Octubre fue demolida. Además de ser una tragedia en sí, ello ha dado asideros para negar legitimidad y valor a todo empeño revolucionario.

Esa tendencia dolosa se aprecia en análisis distorsionadores del pasado y el presente de la humanidad, aunque se trate de un afán democrático tradicional como la Segunda República Española, derrotada por una implacable alianza internacional de la reacción fascista, sin descontar los que puedan haber sido errores en su sostenimiento y su defensa.

Contra la dignidad de ese ensayo fundador —en cuyas filas se vertió sangre cubana— se lanzan hoy perros de la propaganda capitalista, en complicidad con la herencia del fascismo que nutrió en España el denominado Bando Nacional. Este, artífice del levantamiento anticonstitucional y terrorista contra la República, enlutó el país durante décadas y finalmente preparó la sucesión monárquica, sobre la cual se fabricó una transacción “democrática” enfilada a silenciar el pensamiento de izquierda y sepultar las aspiraciones republicanas. El sometimiento a la OTAN no es casual.

Secuelas de un desmontaje

Volviendo a los afanes socialistas, se debe recordar que alguien tan objetivo, de pensamiento científico y de honradez militante al servicio del socialismo como Vladimir Ilich Lenin, sostuvo la inviabilidad de la plena construcción de un proyecto de esa índole en un país aislado. Sobran razones para entender las vicisitudes con que ha tenido que vérselas el experimento cubano.

Pero ese experimento lo puso en práctica una Revolución que triunfó el 1 de enero de 1959 y viene, por largo camino, de sus propias raíces, desde antes de 1868, con su propio Octubre vivido en ese año. Eso le ha permitido relacionarse con el mundo sin dejar de ser ella, y no solo llegar viva al siglo XXI: continúa su marcha, su pujanza, con el deber de fortalecerse, y enfrentando desafíos colosales, ya abiertos o enmascarados.

Entre los obstáculos que la rodean está la propaganda lanzada mundialmente contra todo lo que huela a revolución. En el caso de Cuba, tal campaña tiene sus recursos predilectos. Uno es sostener que la etapa más próspera del país fueron los años durante los cuales se entronizó la tiranía encabezada, al servicio del imperialismo estadounidense, por Fulgencio Batista, exponente mayor de los crímenes y el latrocinio sufridos por la nación.

El triunfo de la Revolución Cubana, y el apoyo con que desde la lucha insurreccional la abrazó la mayoría del pueblo, se debieron a su carácter popular: esa mayoría vio y encontró el camino para lograr, junto con la justicia social, la soberanía que la intervención estadounidense le arrebató en 1898.

Esa realidad explica que en 1961, tercer año tras la toma del poder, cosechara dos victorias íntimamente vinculadas, e impensables sin el apoyo mayoritario y entusiasta del pueblo: el aplastamiento de la invasión mercenaria en Playa Girón y sus inmediaciones, y la declaración del país como territorio libre de analfabetismo, gracias a la masiva Campaña Nacional de Alfabetización que hoy sigue dando frutos dentro y fuera de Cuba.

Fundamento

Esos logros, y otros, se buscaron y se percibieron asociados a la herencia martiana. Presente en la nación desde el siglo XIX, devino —como expresó Fidel Castro, guía de la obra desatada con los hechos aurorales del 26 de julio de 1953— fundamento moral de la acción armada iniciada entonces y, en consecuencia, de los logros cosechados en ese camino. En él, 1961 aportó otro nutriente explícito, asumido en la médula nacional de la obra revolucionaria: en Girón se combatió también en defensa del socialismo.

El carácter socialista de la Revolución se proclamó precisamente en la despedida de duelo de los mártires del bombardeo que, como ablandamiento artillero, el imperialismo lanzó contra Cuba en vísperas de la invasión mercenaria. Esta, así y todo, fue derrotada en poco más de 60 horas. Fue una victoria de pueblos, porque a partir de entonces, como también dijo el guía histórico de la Revolución, todos los de nuestra América, no solo el cubano, “fueron un poco más libres”. Tal realidad abonó la simpatía que la Revolución cosechó en la región desde el mismo 1959.

El carácter popular que le permitió alcanzar el poder se consumó en logros masivos, como las leyes de Reforma Agraria y de Reforma Urbana, y la disminución de las grandes diferencias acumuladas entre el campo y la ciudad, sobre todo en lo tocante a la capital. En medio de las dificultades económicas de un país bloqueado, ese afán de equidad, sin el cual la Revolución habría estado sumamente incompleta, generó construcciones —carreteras, industrias, embalses de agua, edificios para diversos usos sociales: escuelas, centros de atención médica, viviendas— que transformaron hasta la imagen física del país.

Ello, asumido con sed de equidad para toda la nación, pudiera explicar el detenimiento constructivo y las dosis de pérdida de esplendor material padecido por la capital. Ese hecho, tendenciosamente desgajado del contexto, lo esgrimen los enemigos de la Revolución para denigrarla, y aunque no existieran contra ella tales campañas de descrédito, constituye uno de los frentes en que mayor esfuerzo por la recuperación necesita seguir acometiendo.

La búsqueda de equidad entre los territorios de la nación es también inseparable de logros que esta ha venido disfrutando desde 1959 en terrenos tan vitales como la educación y la salud, la ciencia y el deporte. En el quehacer literario —incluida la vertiente editorial— y en otras expresiones artísticas —cine, música, danza, plástica— se ha vivido, encaminado por instituciones que le han dado gloria al país, un apogeo sin precedentes.

Datos, esencia

El auge lo ha caracterizado la búsqueda de masividad, con un amplio movimiento de aficionados en los distintos sectores poblacionales, y favoreciendo el desarrollo de individualidades sobresalientes, que han merecido admiración y lauros en distintas partes del planeta. Espectáculos artísticos de alto nivel están al alcance de la población, con entrada a precios módicos, o libre, al igual que los deportivos. Mantener ese camino es una de las señales con que en medio de severas dificultades la Revolución ratifica su lealtad, también en esas esferas, al José Martí que entendió que “ser culto es el único modo de ser libre”.

Enumerar las conquistas alcanzadas en los diversos frentes antes mencionados pudiera ser necesario ante quienes opten por desconocerlas, pero en esos casos resultaría estéril. Las personas honradas pueden disponer de la información que emana de la propia realidad. Alúdase solo a los altos grados de instrucción generalizada y a los índices de mortalidad infantil y esperanza de vida que hacen de Cuba un país ejemplar en esas esferas, como reconocen instituciones y organismos internacionales de la mayor relevancia.

Los logros están presentes asimismo en la amplia colaboración de Cuba con numerosos pueblos, y se aprecian hasta en una emigración que, a diferencia de la de otros países —y no solo entre los que clasifican como no desarrollados—, sobresale por su preparación técnica y profesional. Quien conozca la realidad de los inmigrantes en otras naciones, podrá dar fe de esas diferencias.

Anécdotas y experiencias de tal realidad abundan. El autor de este artículo no pasará de recordar la gratitud con que el embajador de un pueblo hermano acogió la iniciativa de una universidad, europea, de ofrecer a emigrantes de su pueblo cursos para adiestrarlos en tareas concretas.

Eran las peor pagadas, y más despreciadas —por lo menos antes del reconocimiento de la etapa de crisis que allí se gestaba— entre los naturales de la nación a la que habían ido a parar: en ese caso, empalmar cables, vestir camas, limpiar ancianos…; en otros correspondería hablar de la agricultura y la construcción. Al final de la ceremonia en que su embajador había expresado gratitud a la universidad, un colega diplomático, amigo del articulista, le dijo a este: “Los emigrantes de tu país no necesitan esa ayuda”.

Pero Cuba ha tenido que desempeñarse en condiciones anormales, porque muy pronto contra la Revolución se lanzó la hostilidad de la mayor potencia mundial, los Estados Unidos. La poderosa nación imperialista, acostumbrada desde su gestación, y en su desarrollo —en él se ubica el robo de más de la mitad del territorio de México—, a dominar y saquear a otros países, no le perdonó a Cuba su dignidad nacional y su servicio al pueblo. Con esa orientación el gobierno cubano acometió nacionalizaciones indispensables, y en ello también tuvo un rotundo respaldo popular.

Patente imperial

Pronto la hostilidad del vecino del Norte se expresó en un bloqueo económico, financiero y comercial que aún perdura, y en agresiones armadas. En estas se inscriben la invasión mercenaria de 1961 y las bandas de alzados —también mercenarias— que fomentó en distintos sitios del país, y que en sus monstruosos actos terroristas cometieron asesinatos, entre otros, de alfabetizadores.

En aquellos actos figuran la explosión del vapor francés La Coubre en el puerto de La Habana, y la voladura de un avión cubano en pleno vuelo sobre Barbados. Esta última acción, así como otras, la orquestaron agentes del imperio que gozan de libertad en la nación que se autopromueve como el modelo de la democracia.

Cuando hoy, en su licencia imperial, el presidente estadounidense propone cambiar la política que su gobierno ha mantenido contra Cuba durante más de medio siglo, y dice que tal política no ha conseguido su propósito, solo queda una opción para interpretar sus palabras. Si a pesar del enorme daño económico, material y en vidas que esa política le ha causado a Cuba, el cabecilla del imperio la estima fallida, es porque ha sido planeada con un superobjetivo: destruir a la Revolución y restablecer en la mayor de las Antillas la dominación con que desde 1898 los Estados Unidos ensayaron aquí el neocolonialismo, “su sistema de colonización”, como lo denunció Martí pensando en los planes imperiales contra nuestra América en general.

Pese a todo, Cuba —y por eso ha obligado al imperio a buscar un cambio de imagen— perdura como ejemplo de resistencia. Ha dado apoyo ideológico y moral a otros pueblos, y protagonizado un aporte internacionalista que —aunque se propongan silenciarlo ingratos y enemigos— contribuyó a las mejores transformaciones emancipadoras en África. Lo han reconocido pueblos y guías políticos como Nelson Mandela en Sudáfrica, y varios en Venezuela, Bolivia, Ecuador, Argentina y otros de nuestra América.

Allí, plantando cara al vecino poderoso, se han desafiado las maquinaciones de la Organización de Estados Americanos y del Área de Libre Comercio para las Américas. De ese enfrentamiento han surgido alternativas de dignificación soberana como la Alianza Bolivariana de los Pueblos de Nuestra América y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños. Resurgen las banderas del socialismo, en busca de actualización creativa, aunque no sea más, ni menos, que por entre las estructuras del sistema capitalista.

Pero el imperio no cesa en sus planes, y dispone de enormes recursos. En general, con el individualismo y el pragmatismo consustanciales al sistema capitalista, propala el neoliberalismo. Estimula las llamadas desideologización y despolitización, máscaras del afán de erradicar el pensamiento revolucionario. Promueve y apoya cuanto pueda conducir a la reversión de planes nacionales molestos para su manía de dominarlo todo. Ahora, con respecto a Cuba en particular, intenta dar la imagen de un cambio de actitud, y propone otros métodos para lograr lo que la resistencia y la creatividad cubanas le han impedido conseguir.

Golpistas de etiqueta

Todo eso, de lo cual las campañas contra Cuba son inseparables, explica distintas formas de golpes de Estado que en Honduras y en Paraguay han venido a sustituir el gorilismo armado, que no debe considerarse definitivamente cancelado; los intentos golpistas en Venezuela, Bolivia y Ecuador; las campañas y amenazas contra la misma Venezuela bolivariana; la creación de nuevas bases militares en Colombia; la propaganda y las maniobras para alimentar la oposición contra los gobiernos de Brasil y Argentina.

En esta última la derecha consiguió electoralmente el éxito contra las fuerzas progresistas que habían sacado al país del hundimiento en que lo atascó el desafuero neoliberal. El saludable optimismo no basta para ignorar que, con la guerra mediática y económica, el imperio y sus cómplices intentan aplastar cuanto proyecto justiciero le salga al paso. Sería torpe considerar a Venezuela un caso aislado.

Los zarpazos de la derecha neoliberal —que va por más— se dan cuando en varios países las urnas han devenido camino de triunfo para proyectos emancipadores, y los medios imperiales de propaganda fabrican la imagen de que todo acto armado por parte de los pueblos es terrorismo repudiable. Los Estados Unidos y sus aliados de la OTAN, sin embargo, desencadenan guerras genocidas y consiguen edulcorarlas con falacias lingüísticas tan perversas como calificarlas de humanitarias: deformación de sentido que ha pasado incluso al periodismo revolucionario, o de izquierda al menos, para hablar de crímenes y desastres de lesa humanidad.

Es difícil —heroico, digamos sin rodeos— conseguir un triunfo revolucionario valiéndose de los mecanismos y procedimientos que el capitalismo ha perfeccionado para defender sus intereses. Pero la persistencia de la Revolución Cubana la explica su toma del poder por la lucha armada con decisiva participación popular. Y se ha mantenido gracias al decisivo apoyo de la mayoría del pueblo.

No es casual que todo lo relativo a Cuba sea tergiversado o satanizado, con saña, por la propaganda imperialista. Para actuar, el país debe guiarse únicamente por la norma de la justicia y lo correcto: ni hacer para complacer al enemigo, ni dejar de hacer por no parecer que presta atención a sus campañas.

Cuanto haga será sometido a lentes distorsionadores, para desconocer sus aciertos y atribuirle errores o magnificar los que cometa. El esperado afinamiento en su política migratoria, por ejemplo, deja sin argumentos a no pocos infundios lanzados contra ella, y en igual medida los mismos que los propalaban intentan revertir el efecto de sus aciertos.

El contexto internacional está signado por la preponderancia de las fuerzas del imperio, y las circunstancias nacionales de Cuba se ven severamente dañadas por el bloqueo que este le ha impuesto durante más de medio siglo. Contra semejante engendro se proyecta el clamor de pueblos, avalado en votaciones de la Asamblea General de la ONU, pero groseramente las burla el mismo gobierno que anuncia la voluntad de cambiar su política hacia Cuba.

Desplazamientos y persistencias

El mayor reto que se le presenta al país radica en mantener el afán de asegurar la justicia social en un contexto internacional con frecuencia sórdido. En él —ha escrito Fernando Martínez Heredia en su libro El corrimiento hacia el rojo, título alusivo a los ciclos de expansión y contracción material del universo— se aprecia “un mundo extraño, en el cual reinan el lucro y el hambre, y no parece haber futuro para la decencia”.

Ante ello lo pertinente y digno no será cruzarse de brazos y renunciar a construir un mundo mejor, que es posible, además de necesario para que la humanidad llegue a merecer en plenitud ese nombre. Como añade el mismo autor citado, “la indecencia carece totalmente de legitimidad”.

La búsqueda de la decencia en las relaciones humanas a todos los niveles define lo que un país como Cuba, que ha llegado hasta donde está gracias a la construcción revolucionaria, debe tener en la brújula de sus replanteamientos en pos de una eficiencia económica indispensable para mantener el proyecto justiciero que tanto esfuerzo y tanta sangre ha costado. La seducción economicista y pragmática no será garantía para ningún empeño revolucionario erigido sobre la convicción de que la historia lo avalará, aunque tampoco deba ignorar los requerimientos de la economía.

La Cuba que halló en Martí el fundamento moral para su transformación, debe recordar el reclamo del Maestro, quien en “Crece” (abril de 1894) se planteaba si la revolución que él fraguaba tendría posibilidad de triunfar. Ante la duda, razonable, sostuvo que el gran deber patrio y humano sería hacer posible la revolución, o, por lo menos, acometerla del modo más eficaz. Lo innoble sería traicionar la grandeza del sacrificio.

Se avanzaba hacia la guerra que estallaría el 24 de febrero de 1895, y afirmó: “Era ambiente la revolución, y hoy es plan. Era un sentimiento inútil y cómodo: como corona de adelfas era, y de laurel, que no hay derecho a arrancarse de la frente para sazonar, con sus hojas ensangrentadas, la olla de la comodidad”. Comprendía que, aunque imperfecto, lo hecho antes del 10 de octubre de 1868 —la “preparación gloriosa y cruenta” asumida en el Manifiesto de Montecristi (marzo de 1895), ya en pie la nueva guerra—, se inscribía en la gloria de la cual sería deshonroso huir: “¡infeliz, en la memoria de los hombres, quien eche el laurel en la olla!”. Ratificó así la base ética de su pensamiento y de su conducta.

Como otros suyos, aquel texto de Martí de 1894 sigue trazándole a Cuba el gran deber de hoy, cuando acomete una nueva etapa en una permanente sucesión de institucionalizaciones. Ese empeño, que empezó con el desmontaje, desde 1959, de las estructuras capitalistas, vivió un momento señero cuando en 1976 se aprobó, en proceso hondamente democrático, popular, la Constitución que ratificó a Cuba como república y como Estado socialista, llamado, por tanto, a tener la guía de trabajadores y trabajadoras, nada parecido al capitalismo de Estado.

Con esas luces entra la Revolución en su año 58, cuando se prepara el VII Congreso del Partido que tiene la misión de guiarla, y el cual en su anterior Congreso aprobó los Lineamientos para acometer lo que se ha denominado actualización del modelo económico cubano.

Utilidad y virtud

Se debe hacer lo necesario para que la Revolución mantenga ese espíritu productivo y —siempre Martí— orientado por la utilidad de la virtud, superior a la virtud de la utilidad, y para que dentro de muchas décadas se pueda seguir hablando de ella como de una realidad viva, no de un proceso estancado en resignaciones o sacado de rumbo por deformaciones que serían deplorables. Cuando se ha tenido como brújula echar la suerte con los pobres de la tierra, y se ha vivido más de un siglo de luchas revolucionarias, sería criminal abandonar el camino que esa brújula ha venido indicando.

Sabedor de que “ni hombres ni pueblos pueden rehuir la obra de desarrollarse por sí, —de costearse el paso por el mundo”—, Martí sostuvo: “No yerra quien intenta componer un pueblo en la hora en que aún se lo puede; sino el que no lo intenta. Si no se lograse la composición, se lograría al menos el conocimiento de las causas por que no podía lograrse; y eso limpiaría el camino para lograrla mañana”.

El error es humano, pero la rectificación, también humana, es además sabia, y lo que se haga debe regirse por la ética: “Si se intenta honradamente, y no se puede, bien está, aunque ruede por tierra el corazón desengañado: pero rodaría contento, porque así tendría esa raíz más la revolución inevitable de mañana”. Pero no valdrían autocomplacencias a estas alturas de un camino en que el “Patria y Libertad” de los mambises condujo al “Patria o Muerte” del Ejército Rebelde, lema coronado por un “Venceremos” que hoy resulta más fuente de responsabilidad y compromiso consciente que nunca antes.

La Revolución, que en las actuales circunstancias urge mantener, puede verse como la que en su tiempo —con el ejército español en Cuba y el estadounidense dispuesto a invadirla— Martí vaticinaba que podría ser inevitable luego. Más de un siglo después —con una Cuba que ha encarado y vencido desafíos tremendos—, la realidad es otra, y tampoco se debe olvidar un hecho: a lo largo del devenir humano, las revoluciones no han sido términos en la historia.

En sus mejores frutos —incluso a pesar de errores y hasta de traiciones— han representado actos de transición o fuentes de luz hacia logros de mayor alcance. Para Martí, como se lee en su texto de 1894 citado, la meta era la que puede seguir orientando a Cuba hoy y siempre: el “fin humano del bienestar en el decoro”. Nada menos.

Fuente: Bohemia

Tomado de: https://luistoledosande.wordpress.com
Luis Toledo Sande*Nació en Velasco, Holguín, en 1950. Licenciado en Estudios Cubanos y doctor en Ciencias Filológicas por la Universidad de La Habana. Se ha desempeñado como redactor-editor en la Editorial Arte y Literatura; investigador y sucesivamente subdirector y director del Centro de Estudios Martianos; profesor titular del Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona, tarea compartida con la asesoría nacional, en la dirección del Ministerio de Educación, para la presencia del legado de José Martí en los planes de enseñanza del país; jefe de redacción y luego subdirector de la revista Casa de las Américas. Hacia finales de 2005 fue nombrado Consejero Cultural de la Embajada de Cuba en España, responsabilidad que concluyó satisfactoriamente en diciembre de 2009. De regreso al país, optó por ejercer el periodismo en la prestigiosa revista Bohemia.

Ha mantenido programas radiales semanales en CMBF y en Radio Habana Cuba. Ha participado como asesor en programas televisuales, y ha sido jurado en el Premio de la Crítica, el de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y otros certámenes nacionales, y en el Premio Literario Casa de las Américas.

Ha impartido conferencias y participado en foros profesionales en Cuba, Venezuela, Nicaragua, República Dominicana, México, Costa Rica, Colombia, Puerto Rico, Argentina, España, Italia, Yugoslavia, Andorra, Checoslovaquia, India y China.

A su obra pertenecen volúmenes de diferentes géneros: Precisa recordar, Flora cubana, Tres narradores agonizantes, Libro de Laura y Claudia, De raíz y memoria, Textículos (reúne Amorosos textículos e Infernales textículos), De Cuba en el mundo, Más que lenguaje y varios acerca de José Martí. Entre estos últimos se hallan las colecciones de ensayos Ideología y práctica en José Martí y José Martí, con el remo de proa, así como la biografía Cesto de llamas, que recibió Premio de la Crítica de Ciencias Sociales, cuenta con varias ediciones en español dentro y fuera de Cuba y se ha publicado asimismo en inglés y en chino.

Textos suyos de diversos géneros han aparecido en numerosos libros colectivos y publicaciones seriadas, dentro y fuera de Cuba, y ha prologado obras (algunas con selección suya) de Luis Vélez de Guevara, José Martí, Miguel de Carrión, Jesús Castellanos, Carlos Loveira, Jorge Mañach y otros. Preparó y prologó el primero de los dos tomos de la Valoración Múltiple de José Martí publicada por la Casa de las Américas. Tiene otros libros en proceso de edición. Entre los reconocimientos que ha recibido se halla la Distinción Por la Cultura Nacional.

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De regreso a un coloso. Por: José Ernesto González Mosquera

Interior del Teatro Alicia Alonso recién restaurado.

Interior del Teatro Alicia Alonso recién restaurado

En muchos y variados medios ya ha sido noticia la reapertura del Gran Teatro de La Habana, hoy Alicia Alonso, en una pomposa gala que organizó el Ballet Nacional de Cuba para celebrar el advenimiento del año 2016.

Pero no pretendo hablar de aquella gala, trasmitida íntegramente por la televisión cubana con luces y sombras, sino del día en que las puertas del coloso de Prado abrieron sus puertas al público balletómano que añoraba el regreso a su casa habitual. El primer día de enero la gala no fue abierta al público sino por invitaciones especiales para altos exponentes de la política, la sociedad y la cultura cubanas.

Escribir solo sobre ese día sería no hacerle honor al teatro por el que han desfilado las más grandes figuras de nuestro arte, sin contar las no pocas luminarias extranjeras que han encontrado en sus salas el confort, la elegancia y la belleza de uno de los escenarios más engalanados de América Latina.

Lo confieso, esto es un escrito personal. No habla un periodista, sino un niño de diez años que por primera vez vio un ballet en la sala García Lorca cuando no pudo comprar entrada y alguien lo dejó colarse a hurtadillas.

La visión se repite como un déjà vu 14 años después, ticket en mano, para vivir la misma ilusión de un teatro vistoso, con cada detalle cuidadosamente recompuesto como si por magia se volviera a los años de su inauguración, mucho tiempo atrás.

Algunas cosas han cambiado desde hace tres años. Los diferentes espacios y salones se volvieron amplios con la restauración; cada columna, pared o escultura fue meticulosamente restaurada para devolverle al Gran Teatro sus vistas elegantes.

Debo a los lectores una entrevista con su director, Leonardo Tur, para conocer a fondo todos los pormenores de tamaña restauración.

Ahora solo soy un simple niño que volvió al ballet y descubrió su teatro renovado, con una lámpara clásica portentosa coronando un fresco que preside la sala mayor del complejo. Los palcos y espacios muestran nuevo mobiliario, el piso se desnuda en madera brillante y la sala se vuelve clásica con cada adorno de las paredes.

De seguro la maestra Alicia (Alonso), aunque no pueda verlo a plenitud, lo debe sentir. Cuánto le hubiera gustado al maestro Fernando haber podido ver esa sala, su casa para la danza, restaurada de esa forma. Y cuánto añorarían todos los bailarines cubanos que hoy se encuentran por el mundo volver a presentarse en ese escenario. Tiempo al tiempo.

Por supuesto, no puedo dejar de hablar de ballet. La danza se siente, se respira, se observa, se disfruta, se saborea de manera diferente en la sala García Lorca. Es pura magia, indescriptible e indescifrable. No creo existan palabras exactas para explicarlo.

Y volvió a escena el mismo espectáculo Tríptico Clásico que abrió las puertas el día 1 de enero. Esta vez, de seguro, fue una gala más emotiva y cercana. El público de las largas filas, que madruga para alcanzar aunque sea un ticket en la sección Paraíso, allá arriba casi en el techo, aplaudió esa noche como nunca antes.

Volvieron a escena la joven Giselle, esa campesina enamorada que sufre de una enfermedad y por el desengaño de su enamorado. La locura se desata en su interior y muere para convertirse en willy. Bravo por una Sadaise Arencibia correcta, inspiradora, frágil, toda dominio de su personaje y el estilo.

La catarsis de la noche llegó con Estheysis Menéndez en su interpretación de la princesa Odette en el segundo acto de El lago de los cisnes. La Premio de la Crítica UNEAC del 2015 ha sabido bordar a su antojo este personaje convirtiéndose, tal vez, en uno de los referentes en la actualidad al interpretarlo. Siempre es regocijante encontrar en Dani Hernández a un atento partenaire y un príncipe elegante en la escena. No abundan muchos por estos días con esas cualidades de danseur noble.

Para el final, la alegría de las bodas de Swanilda y Franz en Coppelia, y la grata noticia del regreso a la escena cubana de los bailarines principales Grettel Morejón y Alfredo Ibáñez tras exitosas presentaciones junto al Ballet Nacional de Perú. Ella llegó con una seguridad de hierro que irradió sobre la escena, con la fuerza para asumir cualquier reto que se le presente. Siempre ha sido una de las joyas interpretativas de esa compañía y su calidad como ballerina es incuestionable. Lástima que en más de una ocasión no se le haya prestado la atención que merece. Alfredo sigue mostrando sus cualidades como actor y como excelente partenaire, además de una limpieza técnica que, cada vez más deja latente en su desarrollo como bailarín.

El Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso vuelve a ser la casa de la danza en Cuba. Tras tres años de intensa labor de restauración, el más importante de los teatros cubanos se levanta majestuoso en una ciudad que cambia su cara visible.

Tomado de: http://www.cubacontemporanea.com

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Estados Unidos: ¿Una policía asesina e impune? Por: Nicanor León Cotayo

Policía USALa agencia francesa AFP ratificó que la policía de Estados Unidos se comporta ferozmente. Citó este sábado lo que denominó “el primer recuento independiente” de los asesinatos cometidos en 2015 por ese cuerpo represivo.

Una de sus fuentes radica en Estados Unidos, The Washington Post, y la segunda es la edición de un periódico británico en ese país: The Guardian. De acuerdo a las estadísticas de ambas, pues no las publica el FBI, durante los últimos 12 meses la policía mató allí a más de 2 100 civiles.

La AFP definió, es una cifra preocupante que confirma la necesidad de reformar los modos de actuación de las fuerzas del orden. Agrega que el último de una serie de escándalos ocurrió a fines de la semana anterior en Chicago.

¿Qué sucedió? Llamados para resolver una disputa familiar, uniformados terminaron abatiendo a un joven de 19 años y a su vecina, Bettie Jones, madre de cinco hijos.

El muchacho, Quintonio LeGrier, que sufría de trastornos psiquiátricos, esgrimió un bate de béisbol, pero la mujer, denunciaron sus abogados, solo abrió la puerta de su casa.

Esos tiroteos son tan frecuentes en Chicago, la tercera ciudad de Estados Unidos, que a principios de diciembre se vieron obligados a sustituir al jefe de la policía local.

Las actuales autoridades anunciaron el miércoles que duplicarán el número de pistolas que producen descargas eléctricas consignadas a los uniformados.

Su reelecto alcalde demócrata, Rahm Emanuel, ha sido acusado de intentar encubrir el escándalo que provocó el homicidio del adolescente negro Laquan McDonald, acribillado por un policía blanco que le disparó 16 veces.

AFP subrayó que en Estados Unidos, los negros representan una parte muy desproporcionada de las víctimas mortales de sus agentes del “orden”.

Sin embargo, en medio de severas críticas el FBI no lo divulga, y ello explica las actuales revelaciones del Washington Post y de la versión estadounidense del británico The Guardian.

La agencia noticiosa de Paris estimó que ese recuento independiente mostró aún más que 2015 fue un año en que el azote del abuso policial logró “una gran atención mediática”.

¿Causa? Los numerosos videos, (filmados por civiles o policías) que dieron lugar a enormes escándalos “debido a sus imágenes estremecedoras”.

Según The Guardian, hasta el 31 de diciembre murieron a tiros 1,130 personas en manos del cuerpo represivo, por descargas de pistolas Taser, atropelladas por una patrullera o mientras se encontraban detenidos.

The Washington Post, que solo cuenta a los abatidos, registró  979 civiles muertos por la mencionada institución.

Los ultimados fueron divididos en tres categorías: quienes estaban armados, sufrían de trastornos mentales o suicidas y quienes huían de un arresto.

Casi todos los casos en que la policía mató a un sospechoso armado eran blanco, señala el Post.

Mientras, de acuerdo a la misma fuente, el 40 por ciento de las personas asesinadas por esos agentes eran negros, que solo representan el seis por ciento de la población estadounidense.

El balance oficial del FBI para 2015 solo toma en cuenta a los delincuentes muertos dentro del marco de la ley, que en 2014 fueron 444.

Pero ante la gran cantidad de abusos y bajo la presión sobre todo del movimiento Black Lives Matter (Las vidas de los negros cuentan), hay discretas señales de cambio.

Por ejemplo, la secretaria de Justicia estadounidense, Loretta Lynch, echó a andar un sondeo con la intención de llegar a la transparencia y atribución de responsabilidades.

Asimismo, un estudio publicado este mes por la Universidad de Harvard recomienda que se incluyan en las declaraciones obligatorias de defunción a los homicidios cometidos por la policía.

La situación general llega a tal extremo, que el presidente Barack Obama habló una vez más sobre la necesidad de fortalecer el control de armas en su país.

En cuanto a eso, un cable de Reuters dijo este sábado que Obama sostendrá un encuentro el lunes próximo con la fiscal general de Estados Unidos,  Loretta Lynch.

Según el mandatario, -escribió la agencia noticiosa británica- ha recibido “demasiadas cartas de padres, profesores y niños, como para sentarse y no hacer nada”, sobre la tragedia que viven allí con los muertos a tiros.

¿Desesperación? No, otra prueba sobre la razón de analistas para alertar sobre el gradual y sostenido declive que vive esa gran potencia.

Tomado de: https://lasantamambisa.wordpress.com 

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Venezuela candente. Por: Ignacio Ramonet*

chávezEl año 2016 podría ser de alta conflictividad en Venezuela. Por razones internas y por razones externas.

En el plano interior, la amplia victoria en las elecciones legislativas del pasado 6 de diciembre de la coalición opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD) configura una Asamblea Nacional controlada –por mayoría cualificada, y por primera vez desde 1999– por fuerzas hostiles a la revolución bolivariana. Pero en cuyo seno, la bancada chavista del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) sigue siendo la más numerosa con 51 diputados. Lo cual permite augurar, a partir del 5 de enero, un enfrentamiento dialéctico de alta intensidad.

Con el control de los dos tercios de la cámara legislativa, la oposición cree sin duda que ha llegado la hora de la revancha y sueña con deconstruir pieza a pieza la revolución bolivariana. Teóricamente podría hacerlo. La Constitución lo permite siempre que se cuente también con el apoyo del Tribunal Superior de Justicia (TSJ), que hace funciones de Tribunal Constitucional, y del Poder Ciudadano (integrado por el Defensor del Pueblo, la Fiscal General y el Contralor General de la República [1]). Pero sería un gravísimo error. La MUD no debe confundirse. Porque está claro –un simple análisis de los resultados lo demuestra– que los electores no le han dado mandato para ello, ni potestad absoluta para gobernar jurídicamente. El enfrentamiento institucional podría ser frontal y brutal [2].

Sociológicamente, el chavismo sigue siendo ampliamente mayoritario. En un eventual referéndum a favor o en contra de la revolución bolivariana, todos los estudios concluyen que una sólida mayoría votaría a favor de la continuidad del proceso. El 6 de diciembre pasado, se trataba únicamente de elecciones legislativas, de designar diputados, y no de cambiar de República, ni de cambiar de Presidente. Los ciudadanos, inteligentemente, aprovecharon para enviar un mensaje de alerta y de protesta a las autoridades. Muchos de ellos no imaginaban ni remotamente que otorgarían a la oposición una victoria tan excesiva. Nunca fue un voto de adhesión a un (oculto) programa de la MUD, sino un voto de advertencia a la actual administración.

Y es bastante normal. Porque desde hace largos meses, como consecuencia –en parte– de una “guerra sucia” económica fomentada y auspiciada por las oficinas de la Internacional conservadora, y también –tal y como lo ha denunciado el presidente Nicolás Maduro–, a causa de “la asfixia de la burocracia y de la corrupción”, la vida cotidiana se ha vuelto bastante infernal para la gente. El desabastecimiento de productos de primera necesidad –tanto alimentarios como de higiene personal y del hogar– y de medicamentos transforma el día a día de los venezolanos en una incesante lucha para resolver escaseces que casi nunca antes se conocieron a este nivel. Aunque muchos comentaristas no lo reconocen, las autoridades han hecho un esfuerzo colosal y prioritario para combatir esta plaga. Pero los electores consideraron que no fue suficiente. Y sancionaron con su voto negativo esa ausencia de victoria en un frente capital.

Esa es la causa principal de los adversos resultados del 6-D para el chavismo. Si a eso añadimos diversos problemas que siguen sin solución –como los temas de la inflación, de la inseguridad y de la corrupción, que contaminan la imagen de la revolución bolivariana–, completamos el diagnóstico de un malestar general que se ha tornado en sentimiento crítico contra los gobernantes.

La oposición, decíamos, cree que le ha llegado su hora: la hora de la restauración neoliberal. Y después de haber ocultado cuidadosamente su programa durante la campaña electoral, ya está anunciando en voz alta su intención de multiplicar las privatizaciones, de reducir los servicios públicos, de revocar las leyes laborales, de liquidar los logros sociales, de desmantelar los acuerdos internacionales… Ante semejante provocación (recordemos que el chavismo es sociológicamente mayoritario), el presidente Maduro ha alertado a la opinión pública y acelerado la constitución de un Parlamento Comunal cuya función en la arquitectura del Estado aún no está clara, pero que podría funcionar como un órgano representativo y consultivo de la sociedad en paralelo a la Asamblea Nacional.

Todo indica que puede haber choque de trenes. La sociedad venezolana es profundamente democrática y pacífica –tal y como lo ha demostrado en los últimos diecisiete años–, pero estamos ante un duro pulso entre las dos grandes fuerzas políticas, chavismo y derecha, que controlan, respectivamente, el poder ejecutivo y el poder legislativo. La tentación de recurrir a la calle y a las manifestaciones de masas va a ser muy grande. Con el peligro que ello conlleva en términos de enfrentamientos y de violencia.

Este escenario de guerra civil tampoco es el deseado por la mayoría de los electores cuyo mensaje del 6 de diciembre pasado significaba abiertamente una llamada al diálogo entre oficialismo y oposición con un propósito claro: que las dos fuerzas se entiendan para resolver los problemas estructurales del país.

Decíamos al principio que, en 2016, la conflictividad podría ser alta en Venezuela también por razones externas. Y es que este año se anuncia, en términos de coyuntura económica internacional, como uno de los peores en los dos últimos decenios. Esencialmente por tres razones: el ­derrumbe del precio de las materias primas y del petróleo, la crisis de crecimiento en China y el aumento del valor del dólar estadounidense.

Es inútil insistir en que los precios del petróleo tienen una incidencia fundamental en la vida económica de Venezuela, ya que más del 90% de los recursos en divisas del país proceden de la exportación del oro negro. En dieciocho meses, los precios del barril, que estaban en 115 dólares, se derrumbaron a 30 dólares… Y no es imposible que, a lo largo del año, bajen hasta 20 dólares… Para cualquier país petrolero (Angola, Argelia, México, etc.), eso representa en sí una catástrofe, pero para Venezuela (y, en cierta medida, Ecuador o Bolivia), que redistribuye en políticas sociales lo esencial de su renta petrolera, significa un golpe muy duro y una amenaza mortal para el equilibrio de la revolución bolivariana.

El segundo parámetro exterior es China. Este país ha modificado su modelo de desarrollo y crecimiento apostando ahora por su mercado interior (1.500 millones de consumidores), por el aumento de los servicios y de la calidad de vida que la contaminación amenazaba de muerte. Las tasas de crecimiento, antes del 10 o 12%, se han reducido al 6 o 7%. Consecuencia: la importación de materias primas (minerales o agrícolas) se ha reducido, lo cual ha acarreado un derrumbe de los precios que afecta de manera frontal a los países exportadores latinoamericanos de metales (Perú, Chile) y de soja (Argentina, Brasil). Las crisis políticas que están viviendo estos dos últimos países no son ajenas a esta situación, y ello afecta indirectamente también a Caracas, socio importante de Brasilia y Buenos Aires en el marco del MERCOSUR.

Por último, el dólar. La decisión que tomó el 16 de diciembre pasado la Reserva Federal de subir los tipos de interés en un 0,25%, después de nueve años sin hacerlo, aumenta la fuerza del dólar. Que el dólar sea más rentable en Estados Unidos alienta a los inversores a retirar sus capitales –invertidos masivamente en los “países emergentes” desde que empezó la crisis en 2008–, y a desplazarlos hacia Norteamérica. Consecuencia: el valor de la moneda de los “países emergentes” (Brasil, Colombia, Chile) se desploma y se devalúa doblemente por el reforzamiento del dólar y por la huida de capitales. Y todos los productos importados se encarecen.

Semejante contexto latinoamericano e internacional dibuja, para 2016, un entorno poco favorable para la economía de Venezuela. Y coloca muy cuesta arriba la perspectiva de hallar soluciones rápidas para resolver los problemas del país. Desde que ganó las elecciones el 14 de abril de 2013, el presidente Nicolás Maduro ha lanzado llamadas a la oposición y al sector privado en repetidas ocasiones para establecer un Diálogo Nacional. Es muy importante, ante las tempestades que se avecinan, que la MUD responda ahora a esas llamadas con espíritu constructivo de responsabilidad. Venezuela se lo merece.

Notas

(1) Tres cargos ejercidos actualmente por personalidades afines al Ejecutivo.

(2) Véase Gisela Brito, “Asamblea Nacional, Ejecutivo y Tribunal Supremo de Justicia, Claves sobre la disputa institucional en Venezuela”, América Latina en movimiento, Quito, Ecuador, 18 de diciembre de 2015.http://www.alainet.org/es/articulo/174345

Fuente: Le Monde Diplomatique

Tomado de: http://www.cubadebate.cu

Ignacio Ramonet*Doctor en Semiología e Historia de la Cultura por la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales de París y catedrático de Teoría de la Comunicación en la Universidad Denis-Diderot (Paris-VII). Especialista en geopolítica y estrategia internacional y consultor de la ONU, actualmente imparte clases en la Sorbona de París.

Desde 1990 hasta 2008 fue director de la publicación mensual Le Monde Diplomatique y la bimensual Manière de voir. Es cofundador de la Organización No Gubernamental Media Watch Global (Observatorio Internacional de los Medios de Comunicación) de la que es presidente. Es fundador de la Fundación Memoires de Luttes y de la Organización Eurosur. Presidente de honor de ATTAC. Uno de los promotores del Foro Social Mundial de Porto Alegre. Director de la Edición Española de Le Monde Diplomatique.

Óbstenla los títulos de Doctor Honoris Causa por la Universidad de Santiago de Compostela y por la Universidad Nacional de Córdoba, en Argentina. Ha publicado más de 16 libros, entre los que destacan Cómo nos venden la moto, (con Noam Chomsky); Il Pensiero Unico (con Fabio Giovannini y Giovanna Ricoveri); La tiranía de la comunicación; Geopolitica i comunicació de final de millenni; Propagandas silenciosas o Guerras del Siglo XXI; La Post-Television; Abécédaire partiel et partial de la mondialisation, (con Ramón Chao y Wozniak); Irak, historia de un desastre; ¿Qué es la globalización? (con Jean Ziegler, Joseph Stiglitz, Ha-Joon Chang, René Passet y Serge Halimi). Acaba de publicar Hugo Chávez. Mi primera vida.

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La honda de David. Por Graziella Pogolotti*

La rosa y la espinaCon motivo del aniversario del ICAP, la Mesa Redonda dedicó una tarde al tema de la solidaridad. Los participantes coincidieron en señalar que el asunto merece un recuento más detenido.

Habría que volver la mirada hacia los 50 del pasado siglo, en plena Guerra Fría. Pocos recuerdan, sin embargo, que para la América Latina esa guerra había comenzado mucho antes. Cuando asomaba alguna señal de rebeldía, siempre había un dictador a mano para poner orden en la casa, aunque costara la sangre de muchos. Famosa por sus tiranos esperpénticos, Guatemala había conocido algún alivio con el Gobierno de Arévalo. Jacobo Árbenz, su sucesor, quiso imple-mentar una cautelosa reforma agraria. Los intereses de la United Fruit percibieron el peligro. Se desató entonces una extensa campaña anticomunista. A pesar de la denodada defensa del canciller Toriello, los representantes de nuestros países inclinaron la cabeza ante el secretario de Estado, John Forster Dulles. Vencido por las armas, el Gobierno progresista cayó. Guatemala padeció el puño de acero durante décadas. La moraleja era simple. Cualquier intentona emancipadora recibiría la respuesta adecuada.

La expedición del Granma parecía una aventura utópica. Desafiaba dos verdades establecidas. No se puede comprender una lucha revolucionaria contra un ejército profesional bien armado y no se puede alcanzar el poder con un pro-grama político antiimperialista. El aparente revés inicial no tuvo mayor resonancia. A medida que el Ejército Rebelde se fue consolidando, la atención comenzó a fijarse en Cuba. El triunfo sorprendió al mundo. Para los movimientos progresistas volvió la esperanza. Se derrumba-ba un mito. Arraigada en esenciales demandas populares, la honda de David podía vencer a los poderosos.

A lo largo del proceso fue creciendo la solidaridad. En un primer viaje a Caracas, Fidel agradeció el apoyo de los venezolanos. Después del triunfo, la ejecución del Programa del Moncada exigía la elaboración de un pensamiento económico. En La Habana, la Universidad carecía de una carrera para la formación de especialistas en esa rama. Solo la Universidad de Oriente había iniciado sus estudios. Casos excepcionales, como el de Regino Boti, los habían cursado en Harvard. Inspirados en nuestro proyecto de liberación, fueron llegando de América Latina numerosos profesionales que abandonaron carreras prometedoras en países y organismos internacionales para compartir la suerte de nuestra Revolución amenazada. Venidos de nuestra América, de Estados Unidos y de Europa, graduados de otras ramas del saber colaboraron con nuestra educación superior tras la implantación de la Reforma Universitaria.

La solidaridad es un camino de ida y vuelta. Las instituciones culturales abrieron espacios impensables hasta entonces. La Casa de las Américas impulsó un intercambio que favorecía la colaboración de intelectuales de primer nivel y acogía a refugiados políticos. La lista resultaría interminable. Vale la pena recordar tan solo a don Ezequiel Martínez Estrada, martiano fervoroso, a Roque Dalton, a Mario Benedetti y a Manuel Galich, quien, ministro y embajador de Jacobo Árbenz, nunca pudo regresar a su país. Entre nosotros, fundó el departamento de Teatro de la Casa, la Revista Conjunto de la propia institución y fue profesor universitario. De estirpe maya como Miguel Ángel Asturias, reivindicó desde aquí la visión de los vencidos.

Por su naturaleza y proyección, la agencia Prensa Latina no podía prescindir de periodistas procedentes del continente. Su fundador, Jorge Ricardo Masetti, quedó en la historia como Comandante Segundo. Por ahí pasó un joven narrador todavía desconocido, llamado Gabriel García Márquez. Y, también inolvidable por su talento de escritor, por su entrega a la causa y por su sacrificio final, Rodolfo Walsh merece la admiración de todos. Maestro del periodismo de investigación, de la estructura narrativa de un reportaje, sus textos ofrecen un modelo para quienes aspiran a abordar de manera creativa el ejercicio del periodismo.

Arquitectos y teatristas también dejaron su huella con sus obras y en el intercambio de ideas. Cuba fue un imán que proyectó también una perspectiva latinoamericanista. Los concursos literarios de Casa de las Américas, los festivales de teatro, el movimiento de la Nueva Canción, la convocatoria a los realizadores del Nuevo Cine Latinoamericano aparecieron bajo el signo del cambio. En realidad, potenciaron profundas aspiraciones latentes nutridas de la rebeldía histórica y de las lecciones aprendidas en derrotas y frustraciones. La rosa y la espina representó simbólicamente la conjunción de voces que se proponían un nuevo modo de dialogar con el público. La voz y la guitarra, la palabra y la música, despoja-dos de artificios, recuperada su plena autoridad propiciaban, en plazas y en grandes espacios deportivos, el encuentro participativo del pensar y el sentir.

Mientras tanto, la contrarreforma preparaba un arsenal. La matriz del neoliberalismo económico tomaba cuerpo. Configuraba su ideología y elaboraba sofisticados medios de manipulación de masas. El consumismo irracional responde a una necesidad del capitalismo contemporáneo. Ofrece una vitrina deslumbrante para la progresiva enajenación del ser humano, reducirse a anónima fuerza de trabajo tan descartable como los objetos que la hipnotizan. El mundo amenaza con volverse cada vez más asimétrico. En esa desproporción creciente reside su punto débil. Reproduce a escala planetaria el enfrentamiento entre David y Goliat. La fuerza de la honda no está en la piedra que lanza, sino en la puntería del disparo, efectivo cuando los luchadores por la emancipación abandonemos sectarismos lastrantes y concedamos al pensamiento el lugar que le corresponde.

Tomado de: http://www.juventudrebelde.cu

Graciela Pogolotti*Crítica de arte, prestigiosa ensayista y destacada intelectual cubana, promotora de las Artes Plásticas Cubanas. Presidenta del Consejo Asesor del Ministro de Cultura, Vicepresidenta de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Miembro de la Academia Cubana de la Lengua.

Hija de uno de los íconos de la vanguardia artística de la primera mitad del siglo XX, Marcelo Pogolotti y de madre rusa. Nació en París en 1931 pero desde niña vivió en Cuba. Ser cubana, para ella, es una misión y un estado de gracia.

Es una de las más dispuestas y necesarias consejeras y asesoras de cuanto proyecto útil pueda favorecer la trama cultural de la nación. Esa vocación participativa se expresa también en las pequeñas cosas de la vida. Gusta de la conversación amena, de la música popular y no le gusta perder el hilo de una telenovela, nunca cierra las puertas a quien la procura.

A los siete años ya estaba en la capital cubana, donde estudia hasta graduarse como Doctora en Filosofía y Letras en la Universidad de La Habana. Cursó estudios de postgrado en La Sorbona, durante un año, estudió Literatura Francesa Contemporánea. Al regresar a Cuba, matriculó en la Escuela Profesional de Periodismo Manuel Márquez Sterling, donde alcanzó otro título.

Ha escrito numerosos ensayos, pero tan fundamental como su obra escrita ha sido su enorme labor en la docencia y la promoción de la cultura. Desde la cátedra de la Universidad de la Habana, a las investigaciones socioculturales vinculadas a los primeros pasos del Grupo Teatro Escambray, desde la formación de teatristas en el Instituto Superior de Arte, hasta la vicepresidencia de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, desde la Biblioteca Nacional, hasta la presidencia de la Fundación Alejo Carpentier.

Al Triunfo de la revolución se encontraba en Italia desde fines de 1958, se hallaba en una beca, residiendo en Roma por lo que aprovechó también para atender su salud. Al saber la noticia del derrocamiento de la dictadura se presentó junto a otras personas que vivían en Roma en la sede de la Embajada a ocuparla. De regreso a la isla tuvo pasó por París hasta que finalmente llagó a Madrid, donde el Gobierno Revolucionario situó aviones para facilitar el regreso de los cubanos en Europa. Durante el vuelo conoció a Fayad Jamis, que ya era poeta y pintor distinguido pese a su juventud. Al llegar a La Habana observo una euforia generalizada, los rebeldes estaban en la terminal aérea.

 

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Habrá que parar el efecto dominó (III). Por: Aurelio Alonso*

09__america-latina_111210_ad_s.indd“En la América Latina de hoy la adopción de una estrategia efectiva supone diferenciar con suficiente claridad los frentes de confrontación y operar según sus condiciones específicas”

III

En América Latina el modelo neoliberal llevó la desigualdad y la pobreza a niveles sin precedente, insoportables en el último cuarto del siglo XX. A un punto en que no resulta exagerado ahora hablar de agotamiento de aquel modelo en el ámbito de la relación neocolonial. En especial con la conversión del endeudamiento externo en pivote principal de sometimiento financiero: ya los acreedores, cuando negocian de conjunto, no lo hacen en función de la necesidad del pago tanto como de la sumisión de los deudores arruinados. Hasta sus concesiones hay que evaluarlas con la prevención de lo que se espera a cambio.

En estas circunstancias se explica que la crisis del sistema-mundo se visibilizara primero en los vínculos con su periferia que al interior de los centros de poder.

El auge de los movimientos sociales hizo sentir la presión de las masas en la coyuntura histórica regional durante el último cuarto del siglo XX, contribuyendo significativamente a que los resultados electorales comenzaran a responder a los intereses populares, y se creara, con los cambios que sobrevinieron, la configuración en la cual nos encontramos desde la primera década del presente siglo. Lo que sobrevino al desplome de quince dictaduras latinoamericanas en menos de veinte años no podría ser reducido a un simple retorno de la democracia, como pretendieron, en la academia de los Estados Unidos, los teóricos de la transición[1], sino que se convirtió en una adquisición cultural prácticamente inédita en nuestra América.

Se puede afirmar así porque pasadas las primeras experiencias, y los desgastes de los mandatarios electos, el cambio no quedó en meras alternancias de gobierno dóciles al sistema oligárquico, como esperaba los ingenios neoliberales, sino que se fue allanando, para los intereses genuinos de las masas, el camino de los instrumentos electorales. Se introducía desde entonces la posibilidad real de llegar por las urnas a una nueva correlación: la de una verdadera red de gobiernos populares que cuestionara, en la práctica, el sometimiento a los patrones económicos, políticos, sociales, ideológicos y culturales de dominación desde los centros capitalistas actuales de poder. Los que nos subordinaron en el continente después de la independencia de España y Portugal. Patrones forjados en Europa y modernizados por los Estados Unidos en el siglo XX. Tocó a nuestra América un siglo después ser el escenario privilegiado de esta sacudida histórica inesperada para las potencias de la modernidad capitalista.

Quede sentado que hablamos sobre cambios de diferente intensidad y radicalidad –como saben los lectores–, de nuevas alternativas de asociación, y de la correlación que estos cambios propician, a través de su diversidad, frente a cadenas de sometimiento manejadas localmente por las oligarquías.

Correlación que tenemos que constatar, inevitablemente, en el análisis de avances y retrocesos, difíciles de predecir, tras los cuales, como se pretendió en Mar del Plata con el Alca, en 2005, la implantación del efecto dominó se mostraría como principio activo. No me extiendo más en una mirada integral porque creo que bastan estas líneas para pasar a lo que me interesa destacar a continuación[2].

En los quince años transcurridos del presente siglo, los cambios en el mapa geopolítico latinoamericano han contribuido también a alentar la inclinación -que expuse arriba– en el diseño de la dominación estadounidense, hacia la costa del Pacífico, en el contexto de su proyecto global. De entrada, con un escenario americano más manejable, por razones geográficas, que el del Atlántico y el Caribe, hacia donde se concentran casi todos los países en los cuales han avanzado proyectos reformistas, radicales o moderados.

No sé hasta qué punto funciona el azar, dado que el Norte del continente tiene cara a los dos océanos, a diferencia del Sur. Canadá y los Estados Unidos, potencia dominante, que linda con México, del que dos siglos atrás usurparon la mitad del territorio y desde 1994 funge como socio preferencial en el tablero geoeconómico, gracias al TLC inaugural, con el cual deformaron, en el acoplamiento, su economía y su estructura social. Todo ese Norte mira hacia ambos océanos; une y separa.

Le sigue, en su frontera sur, el mosaico centroamericano, con variaciones determinadas por la pobreza generalizada, el reducido tamaño de los países y la incidencia estadunidense  más directa y voraz. Un espacio estratégico, sin embargo, definido por el cruce que conecta a los dos océanos y también a las dos latitudes de América, de conjunto con las islas vecinas y el mar en que el Atlántico se revuelve entre las tierras del Norte y el Sur. El Caribe, multicultural y polifónico, espacio cuya excepcional importancia estratégica para el poder imperial el contralmirante Alfred T. Mahan dejó bien fundamentada desde finales del siglo XIX.

Atilio Boron nos recuerda que no se había desencadenado todavía la crisis que llevó al derrumbe del socialismo europeo cuando Zbigniew Brzezinski declaraba que “la Unión Soviética era un problema transitorio para los Estados Unidos, pero que la América Latina constituía un desafío permanente, arraigado en las inconmovibles razones de la geografía”[3].

Colombia, Perú y Chile, se mantienen afines, en distinto grado, a estos pactos subalternos con los Estados Unidos, que siguieron a Mar del Plata, a los que aludí antes, y solo Ecuador escapa hoy a la esfera de influencia norteamericana en el Pacífico sur  continental. La articulación de una nueva edición del Pacific Basin que no se limite a su silueta occidental (liderada por Japón) sino que complete el enclave con el Este del océano (la costa americana), distinta en esencia de la anterior por el papel tutelar de los Estados Unidos, se cae de la mata, en especial cuando se pretende multiplicar el volumen de la transportación interoceánica de mercancías con la ampliación de las inversiones canaleras.

De hecho, el dominó se presenta cantado aquí, aunque no descanse el esquema de dominación continental en el control de los países del Pacífico americano del sur, muy desigual (e insuficiente) en peso dentro de la región. He escogido entrar por esta ruta solamente para retener la perspectiva del plano global en otra contienda (aunque reconozco que no es la ruta más directa). Una contienda que por el momento se nos presenta fría, cifrada en la supuesta exclusión de coyunturas bélicas, pero que no debiéramos considerar inmune a eventuales subidas de temperatura.

No queda duda de la necesidad de concentrar la atención en esta vertiente de la estrategia imperial: la ofensiva para romper la correlación progresista que ha avanzado en el continente latinoamericano, que domina principalmente su costa atlántica y que lo convierte en el escenario de resistencia pacífica al imperialismo más efectivo dentro del Tercer Mundo[4]. Esta estrategia de ruptura se orienta al conjunto (no solo al Pacífico) y muy especialmente a Venezuela y Brasil.

Venezuela, con un proyecto propio de cambio revolucionario, radical y coherente, fundado por Hugo Chávez sobre el legado de Bolívar, para su pueblo y para América. Que ha mostrado eficacia, capacidad de resistencia y una impecable sustentabilidad democrática electoral. Proyecto que se abrió rápidamente en pilar de transformación, y que su líder bautizó como “socialismo del siglo XXI”. Además, con la importancia de levantarse sobre los hombros de una potencia petrolera mundial. El segundo, Brasil, portador de una propuesta reformista liderada por Luiz Orlando Lula da Silva, con un programa de eliminación de la pobreza, incrementar el empleo, reducir desigualdad, y orientado a reforzar el bien común en un país que es casi un continente en población, extensión y riqueza natural. Brasil está llamado a representar, eventualmente, los intereses regionales en una alianza de las sub-potencias (BRICS), como indiqué líneas atrás.

No me parece exagerado afirmar que ambos países se encuentran en el centro de las estrategias de desestabilización que se ingenian para recuperar la ascendencia norteamericana sobre su tradicional patio trasero. Los otros proyectos que podemos considerar de una radicalidad semejante a Venezuela los tenemos en Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Cuba, asociados a partir de diciembre de 2004 en la Alternativa, devenida Alianza Bolivariana de los Pueblos de América (Alba), al cual se adhirieron varios Estados insulares, como germen de la integración continental independiente. El Alba contiene, en términos primarios, el perfil institucional de una unificación internacional (la integración latinoamericana) de futuro, cuyo avance se condiciona al desafío de remontar progresivamente obstáculos y contradicciones del presente continental.

El arribo del Partido del Trabajo a la presidencia de Brasil, y el de Néstor Kirchner a la Argentina, trajeron consigo una panoplia de reformas sociales y una postura de defensa de la soberanía efectiva y de resistencia a los dictados imperiales, que completaron, en lo esencial, el cuadro de la primera década y media del presente siglo; lo que hemos vivido desde el 2000 hasta hoy. Ganada para la izquierda ya en tres ocasiones la presidencia en Uruguay y dos en Chile, aportan su peso al panorama de cambio. En Honduras y en Paraguay fue escandaloso que sendas oligarquías, con apoyo norteamericano, llevaran a cabo maniobras golpistas exitosas (también ensayadas sin éxito en Venezuela, Bolivia y Ecuador)[5]. El termómetro no ha sido siempre tranquilizante, por lo tanto. Y el año 2016 anuncia complicaciones a partir la derrota presidencial del kirchnerismo en Argentina y la victoria de la oposición anti-bolivariana en las elecciones legislativas en Venezuela.

El concierto de todas estas variantes relevantes de resistencia latinoamericana que se han logrado establecer en gobierno, y que sería impensable querer articular a la integración que se manifiesta en el Alba, logró articularse asociativamente en la creación, en 2012, del Consejo de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac), que al excluir a Canadá y los Estados Unidos, se libraba de influencias directas del poder explotador hegemónico, a pesar de que los consensos que admite no pueden tener el alcance de los del Alba. Por primera vez en la historia se cuenta con un escenario de concertación sin la presencia de los centros capitalistas de poder. En consecuencia, se trata de instituciones (Celac y Alba) con un potencial de complementación indispensable, el cual intuyo que estamos todavía bastante lejos de haber aprendido a asimilar.

Este es solo un retrato que procuro armar paso a paso, no un análisis completo, y habrá referencias que preserve para más adelante, o que han aparecido antes, y otras que omita por no estimar relevantes para el conjunto o porque no se me revele su trascendencia a plenitud. De modo que tampoco excluyo que haya errores en mi mirada. Me alienta, por encima de todo, una vocación por alentar el debate.

La bibliografía sobre los procesos y las experiencias del cambio crece por día, pero es todavía insuficiente en comparación con la multiplicidad de los problemas y las aristas que se perciben. Faltan estudios comparativos e inclusivos sobre los mismos. Me interesa tocar en este análisis dos aspectos que considero vitales. El primero es que al sustentarse en la acción de las masas y los movimientos sociales, y definirse mediante los dispositivos electorales, sin necesidad de recurrir a la lucha armada en la iniciativa de cambio, podemos ostentar el clima paz como propósito orgánico del proyecto. Como lo hizo Celac, con acierto, desde su congreso fundacional en La Habana, cuando alumbró su nacimiento acordando la declaración de la América Latina como zona de paz. Algo que no podría proclamarse hoy en otra región del mundo.

El segundo aspecto es que ni las variantes más radicales de cambio socioeconómico excluyen la presencia dentro del sistema de las oligarquías nacionales y el capital, nacional y extranjero, sino que recaban su contribución como contraparte comercial, inversionista y socio financiero. He citado aquí estos dos elementos, que estimo indispensable distinguir en el proceso de cambio continental, porque hay que valorarlas también en cuanto puede costar su asunción.

Lo primero –esa ostensible proyección de paz, ajena a las farsas liberales, que suponen la violencia y la dominación disimulada en la retórica– conlleva una regla tácita de renuncia a la crítica de las armas, que no se sabe hasta qué punto los enemigos de una revolución americana (imperio y oligarquías) van a respetar en términos de un pacto (al que ni siquiera han dado señas de querer comprometerse). Pero se sabe, con solo pasar la vista a otras latitudes, que seguirían dispuestos a perturbarla.

El segundo rasgo que destaco es para subrayar que los cambios que se introducen, incluso los más profundos, se insertan en economías de mercado, dentro de esquemas orgánicos de acumulación de capital, frente a los cuales se lucha por los espacios que permiten empoderar el peso de lo público sobre lo privado, con avances y reveces. Lo uno y lo otro están en el conteo para la inducción de las acciones de desestabilización con vistas a hacer retroceder lo que ha cambiado.

Se ha generalizado el concepto del “golpe suave” para canonizar desplazamientos de poder gubernamental logrados por la astucia en lugar de la fuerza. Justificados por la Ley o de legitimidad controversial. Tal vez debemos ver en la defenestración de Lugo en Paraguay el experimento pionero de la nueva ingeniería golpista, y en la ruta de Macri a las presidenciales, la variante argentina. No hemos sido capaces de analizar a fondo las debilidades de los sistemas establecidos, o no han cuajado aun mecanismos efectivos para traducir la conciencia de los avances sociales en votación electoral, o las dos cosas juntas. Lo cierto es que lograr irreversibilidad en las conquistas políticas se ha vuelto un desafío de todos los días, y si no se para el efecto dominó desde la preparación misma de cada elección, los electores –las verdaderas mayorías que deciden en ese acto único que no se deja corregir– volverán a elegir contra ellos mismos, aunque carezcan de razones plausibles.

El caso cubano es el único diferente en esta orquestación continental, como historia y como estructura. Los protagonistas del cambio llegaron en Cuba al poder por la vía armada en 1959 y el régimen revolucionario se vio obligado a confirmar su legitimidad también por las armas, puestas ya en manos del pueblo, al tiempo que distribuía la tierra a los productores, revolucionaba la cultura con la campaña de alfabetización, realizaba reformas sociales en el empleo y la vivienda, proscribía la discriminación y expropiaba al mundo empresarial desde la oligarquía hasta la clase media, haciendo estatal la economía en proporciones extremas. Un torbellino desencadenado durante los cuatro o cinco primeros años. Hasta qué punto esto funcionó y donde no, y cómo hubiera funcionado sin bloqueo norteamericano son temas que sería un despropósito querer abordar en este texto.

Lo que estimo significativo aquí es que en estos sesenta años Cuba demostró una capacidad de resistencia al imperio y una posibilidad de soberanía efectiva que se han hecho capitalizables como experiencia para el cambio latinoamericano de este siglo. Esta es casi una verdad de Perogrullo. Su historia le asigna a la Isla una presencia esencial en el cambio que necesitan hoy nuestros pueblos y que les permite parar el efecto dominó, y oponerse la hegemonía imperial. Las restricciones padecidas en estos años por los cubanos no impidieron mantener un claro patrón de justicia social y de eliminación del desamparo, y mostrar una ética de solidaridad que entroncan ahora con las propuestas de los países hermanos.

Sería imposible pasar por alto la sintonía del fenómeno cubano con las plataformas de cambio que se abrieron con el siglo en la América Latina, aunque las rutas no pueden ser idénticas, a todas luces. Donde las economías del continente necesitan reducir el peso de las oligarquías y empoderar el interés social, la cubana necesita descentralizar, incentivar la producción y hacer espació a la estimulación en estructuras más participativas, desde múltiples formas de propiedad, sobre las cuales el Estado no debe ni tiene que perder el control. Pero donde el éxito de la iniciativa privada retenga un papel que también contribuya al sistema. Allí donde las sociedades del continente necesitan consolidar, en sus instituciones gubernamentales, la continuidad del cambio emprendido en bien de la población, la cubana, cuya solidez institucional no deja espacio a disyuntivas frente al socialismo, tiene que ganar en cultura deliberativa, reconocimiento a la diversidad, y participación efectiva en las instancias de decisión. Son rutas que, siendo inversas en apariencia, no están opuestas, dada la diferencia de los puntos de partidas, y se orientan a desembocar en un acoplamiento.

He evitado hablar de modelos porque, de manera general, considero que ni Cuba puede servir de modelo para el cambio latinoamericano ni los procesos transicionales del continente se hacen modélicos para los cambios que Cuba debe hoy afrontar, para decirlo claro y rápido. Lo que no obstaculiza el aprovechamiento de experiencias puntuales exitosas, ni resta convergencia a sus objetivos estratégicos.

En la América Latina de hoy la adopción de una estrategia efectiva supone diferenciar con suficiente claridad los frentes de confrontación y operar según sus condiciones específicas. Las oligarquías latinoamericanas intensifican su papel como aliados de los intereses foráneos en un terreno en el cual los Estados Unidos no tienen la posibilidad de acudir a la Otan. El desenvolvimiento de sus acciones se orienta ahora al objetivo de poner a su recaudo la correlación entre los Gobiernos sometidos a las reglas de la economía neoliberal, y los Estados con proyectos soberanos (más o menos radicales), sirviéndose de los patrones dominantes de deformación y desinformación, y la política global del imperio.

Proceso en el cual pesan enormemente a favor de las fuerzas reaccionarias –no hay que cansarse de repetirlo– la alianza económica entre el capital local y el transnacional (el dinero es la patria de los ricos), y el monopolio de esta alianza sobre los medios de comunicación, masivos y personalizados, con altos niveles tecnológicos.

Del 2008 al 2012, cuando el resto del mundo dependiente, incluido el sur europeo, recibía los efectos más intensos de la crisis, las economías emergentes dentro del cambio latinoamericano comenzaban a sanearse, y hoy están más preparadas para resistir que en los inicios. A pesar de que se hable de agotamiento del ciclo progresista latinoamericano, con una lectura perversa de desafíos inevitables, dilemas complejos y retrocesos que la coyuntura explica. Veremos a Macri, en los próximos años, malgastar los avances logrados en el periodo kirchneriano como si fueran suyos.

Pero lo cierto es que las economías latinoamericanas no han dejado de ser sistemas dependientes de la exportación de productos agrarios y minerales, entre los cuales el petróleo juega un papel fundamental. Regresamos, sin casualidad de por medio, al elemento que nos puso en el centro de la crisis del Oriente Medio, quizá para completar un escenario más que para introducir otro distinto.

En alrededor de un año y medio, entre 2012 y 2013, los Estados Unidos pasaron de la condición de importadores de crudo a autoabastecerse mediante la introducción generalizada de la tecnología del fracking para la extracción del petróleo del subsuelo rocoso. Lo justificaba, teóricamente, que al fin se hacía rentable hacerlo a un costo de 40 dólares el barril frente a la subida de precios de la Opep y los demás exportadores de crudos, que llegó a los cien dólares en 2013.

Me es difícil aceptar que un cambio tecnológico de tal magnitud en esa mercancía tan crítica que les ha servido para convertir el Medio Oriente en un infierno, se realice por meras motivaciones de oferta y demanda. Aun si los Estados Unidos tienen, con mucha distancia, el rango de primer consumidor de petróleo del mundo y ese paso les representa un ahorro enorme en términos de compras. Arabia Saudita ha logrado, en el seno de la Opep, que ya no está en condiciones de controlar los precios, que no se reduzca la producción, jugando a la baja, aprovechando que el costo de extracción para los exportadores del Golfo Pérsico es muy reducido y puede resistir un piso de veinte dólares o menos. Las ventas no llegarían de nuevo –si se reanima la demanda– a los picos de hace dos años, pero dicen los expertos que se podrían estabilizar entre cuarenta y cincuenta dólares el barril. Estimo que se hace previsible, en todo caso, un significativo redimensionamiento de la disponibilidad de recursos a escala mundial, y particularmente en nuestra América.

Tengo demasiadas preguntas sin responder para aventurarme a hacer predicciones, pero con mayor motivo me justifican inquietudes en torno al reordenamiento que tocará al mapa geopolítico y económico. Ignacio Ramonet tiene razón en vincular la retirada norteamericana de Afganistán e Irak a esta situación y se pregunta, con igual motivo, si en 2014 o 2015 habría tenido la ocupación de Libia el mismo sentido para Washington y sus acólitos que tuvo en 2011. En cuanto a Libia, no comparto hipótesis de Ramonet, porque en este caso también deben haber tomado en cuenta en el Pentágono (y sus alrededores) los miles de kilómetros de frontera con Egipto. No creo que los Estados Unidos hubieran querido dejar expuesta esa difusa línea fronteriza a un régimen difícil de controlar, como el de Gadafi, en medio de la mal llamada “primavera árabe”, a cuyo impacto no escaparía el deteriorado régimen de Hosni Moubarak, respaldado por Occidente.

Pero mucho más importante que los efectos en el Oriente Medio, de control del mercado por la demanda, monopsónica, diría yo para usar un término económico, probablemente la más grande de ese tipo que la historia registre, son los de su impacto en la economía latinoamericana. En particular en la economía venezolana, cuyos programas sociales descansan sobre los dividendos del producto que responde por más del 90% de los ingresos del país. Y, en consecuencia, sobre el aporte que significa para el despegue de una nueva concepción de la integración latinoamericana.

Después de la muerte de Hugo Chávez los Estados Unidos no reconocieron la elección de Nicolás Maduro a la presidencia y han centrado su agresividad política, con el apoyo interno de una oligarquía venezolana confiada en ese sostén exterior. Lo que supieron que no tendrían en Cuba, después de 1961, debido a que la oligarquía no sobrevivió a la radicalidad revolucionaria. Ejerciendo además un efecto de tenaza a con la petrolera Mobil extrayendo en zonas conflictivas en Ezequivo, que cerraba con el contrabando tolerado de gasolina en la frontera colombiana. Todo a renglón seguido de la pérdida de Chávez, y en extraña coincidencia con el cambio de la estrategia petrolera norteamericana hacia el fracking.

Los efectos provocados por la baja de los precios han incidido definitivamente en la economía de Venezuela, pero también en México, Ecuador, Brasil y Argentina. Y de conjunto, en el declive productivo en el continente. Aunque la baja sea un paliativo para los consumidores netos, no se compensa el efecto global, que se complica con la amenaza de bancarrota a los grandes consorcios petroleros latinoamericanos, de propiedad pública mayoritaria, decisiva en el sostén de los proyectos económicos más autónomos.  Es la situación de Pdvesa, Petrobras, Petróleo de Ecuador, los Yacimientos argentinos y Pemex, que ya anuncia licitaciones para privatizar lo que le queda en manos del Estado.

Son evidentes las consecuencias en la caída en las posibilidades de sostener el ritmo de algunos programas sociales, pero se trataría en primer plano de saber redimensionar las condiciones de la coyuntura con un mínimo de daño. También se explica que se disparen índices de inflación, con la ayuda concertada de la alianza de las oligarquías domésticas y las fuerzas externas contrarias. Y la capitalización de descontentos, manejados con habilidad por la propaganda para revertir resultados electorales, como ha sucedido en las presidenciales argentinas y las legislativas venezolanas en diciembre de 2015.

Reveses indiscutibles para los proyectos que atentarán también contra una asociación latinoamericana independiente como la de Celac y tratarán de revitalizar la Oea y el panamericanismo. Joao Paulo Stedile ha vaticinado el fin posible de Mercosur bajo el extremismo anunciado de Macri; esta iniciativa vivió muchos años de inactividad hasta el arribo de Kirchner a la presidencia. En todo caso, no hay que descartar su debilitamiento.

Nada de lo sucedido permite hablar, sin embargo, de agotamiento del modelo, aunque tampoco se puede disimular el retroceso evidente. El enemigo neoliberal no tiene alternativa que proponer para dar respuesta al desempleo, el desamparo y la pobreza, que solo puede hacer que crezca de nuevo. El escenario histórico obra en su contra y sólo habrá que saberlo utilizar por los pueblos.

En esta batalla política y de ideas que se hace intensa el enemigo se ha sostenido, como es habitual, en aprovechar los efectos del revés económico y en mentiras y promesas articuladas al mismo. El reto para las fuerzas de izquierda –los gobiernos, en primer plano– sería en primer plano, a juicio mío, el de sostenerse mejor sobre las realizaciones y la interiorización realista de las mismas por las masas, y evitar hacerlo sobre concesiones a las circunstancias, que pueden convertirse incluso en concesiones al enemigo.

En todo caso de lo que se trata es de descifrar en cada circunstancia adversa cómo parar el efecto dominó.

Notas

[1] Ver los estudios de Guillermo O’Donnell, Phillip Schmitter, Terry Lynn Carr, y otros, que en las últimas décadas del siglo pasado dieron sistematización teórica a la supuesta victoria de la democracia en las transiciones políticas del período; tanto en la globalización neoliberal aplicada a los esquemas de dominación en la América Latina como a los que siguieron al derrumbe del socialismo europeo. El concepto de transición, que hasta entonces se había referido casi exclusivamente a las transiciones socialistas, fue prácticamente secuestrado para el acta de defunción del socialismo.

[2] Entre la copiosa bibliografía producida en los últimos años sobre el tema me permito recomendar expresamente, al lector de estas líneas, el ensayo de Atilio A. Boron América Latina en la geopolítica del imperialismo, ganador del Premio Libertador al Pensamiento Crítico 2012, ediciones del Ministerio del Poder Popular para la Cultura, Caracas 2013.

[3]Op. Cit., pag. 78.

[4] Concepto que seguimos utilizando por inercia o, en nuestro caso, por respecto a la referencia histórica al tiempo de creación de asociaciones dentro de un mundo que no quedaba bien presentado a través de la división Este/Oeste. Personalmente tengo otra lectura del bipolarismo más ligada a la relación Norte/Sur, que expuse en “Notas sobre la hegemonía, los mitos y las alternativas al orden neoliberal”, en mi libro El laberinto tras la caída del muro, Editorial de Ciencias Sociales, 2006.

[5] He intentado seguir el progreso de esta correlación a través de las Cumbres de las Américas en “El siglo XXI y el ocaso del panamericanismo”, Casa de las Américas, no. 280, julio-septiembre de 2015.

Tomado de: http://laventana.casa.cult.cu

Aurelio Alonso*Sociólogo y escritor cubano. Licenciado en Sociología en la Universidad de La Habana. Miembro del Consejo de Dirección de la revista Pensamiento Crítico. Autor del libro “Iglesia y política en Cuba revolucionaria”. Es Investigador Titular del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS) y Profesor Titular Adjunto de la Universidad de la Habana. Subdirector de la Revista Casa de las Américas. Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas 2013.

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La forja de la Nación. Por: Rolando López del Amo

BanderaEl primero de enero del año 2016 ha llegado. Con el inicio de un nuevo año se conmemora también el aniversario 57 del triunfo de la última revolución cubana. Esa revolución no la dirigió un partido político, sino un movimiento de composición heterogénea cuya tarea primera era poner fin a una sangrienta dictadura pro-imperialista y antipopular. En realidad, el núcleo dirigente de esa revolución fue el Ejército Rebelde. En él se combinó la dirección política con la militar en un solo mando en la persona del Comandante Fidel Castro y así se resolvió la dicotomía que tanto nos afectó en nuestras gestas libertadoras de la segunda mitad del siglo XIX. La unidad de las fuerzas revolucionarias que combatían a la dictadura militar fue un factor fundamental para el triunfo del primero de enero.

Cuando se cumplía el primer centenario del Grito de Yara, Fidel Castro declaró: Nosotros entonces hubiéramos sido como ellos; ellos hoy hubieran sido como nosotros.

Esa declaración del líder de la revolución triunfante el primero de enero de 1959 iba encaminada a considerar que la revolución por la independencia y la justicia social era una sola, desde 1868, hasta nuestros días.

Ya antes, José Martí había afirmado que la lucha revolucionaria que organizaba era la continuación de la anterior iniciada bajo la conducción de Carlos Manuel de Céspedes. Recordemos que ya en el proceso del juicio por el asalto a los cuarteles militares de Santiago de Cuba y Bayamo, Fidel había afirmado que el autor intelectual de aquellos había sido José Martí.

Resumiendo: los líderes revolucionarios cubanos en dos siglos siempre vieron su obra como la continuación del intento aquel que batalló durante diez años.

Es por eso que el 10 de Octubre tiene tanta relevancia para los cubanos. Proclamación de independencia y liberación de los esclavos acompañaron el alzamiento del ingenio de La Demajagua. Por eso llamamos a Céspedes el Padre de la Patria.

Pocos días después, el 20 del mismo mes, Perucho Figueredo compondría el que hoy es nuestro himno nacional. En homenaje a ese acontecimiento se tomó la decisión de que el 20 de octubre fuera declarado el día de nuestra cultura nacional.

Fueron también los bayameses de entonces, cuya ciudad fue la primera en resultar liberada por las fuerzas de la naciente revolución, los que prefirieron incendiar la ciudad ante el avance de superiores fuerzas enemigas para que estas sólo encontraran cenizas al ocuparla.

Esta acción heroica inspiró al trovador Sindo Garay el siglo pasado para componer su canción en homenaje a la mujer bayamesa, a su tradicional delicadeza y hermosura  que no impide, si la patria lo reclama, quemarlo todo, dejarlo todo, con la fuerza de los que creen en su causa.

Sí, Bayamo es la cuna de la patria, de la revolución continuada desde 1868 hasta hoy, ciento cuarenta y siete años después.

Honor y gloria a todos los héroes eternos de la patria que nos enseñaron que morir por la patria es vivir y que Patria es Humanidad. Honor y gloria a los precursores, desde Aponte, Varela y Plácido, hasta los que dieron sus vidas en otras tierras del mundo por la causa de la dignidad humana.

Tomado de: http://segundacita.blogspot.com

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Selección anual de la Asociación Cubana de la Prensa Cinematográfica

Relatos salvajesComo cada año, los miembros de la Asociación Cubana de la Prensa Cinematográfica (ACPC) realizaron una votación para seleccionar los mejores filmes estrenados en las salas cinematográficas del país, así como para elegir lo mejor de la producción fílmica nacional. En el año 2015, los resultados han sido los siguientes:

Los mejores filmes estrenados comercialmente en 2015

1) Relatos salvajes (Argentina-España, 2014) Dir. Damián Szifrón

2) Timbuktú (Mauritania-Francia, 2014) Dir. Abderrahmane Sissako

3) Leviatán (Rusia, 2014) Dir. Andrei Zvyaguintsev

4) Ida (Polonia-Dinamarca-Francia-Reino Unido, 2013) Dir.

Pawel Pawlikowski

5) La isla mínima (España, 2014) Dir. Alberto Rodríguez

6) Her (EE.UU, 2013) Dir. Spike Jonze

7) La pared de las palabras (Cuba, 2015) Dir. Fernando Pérez

8) Pasolini (Francia-Italia-Bélgica, 2014) Dir. Abel Ferrara

9) De tal padre, tal hijo (Japón, 2013) Dir. Hirokazu Kore-eda

10) El capital (Francia, 2012) Dir. Costa-Gavras

Lo mejor de la producción cinematográfica cubana exhibida en 2015

Largometraje de ficción: La obra del siglo, Carlos Machado Quintela

Mención: La emboscada, Alejandro Gil y Vestido de novia, Marilyn Solaya

Cortometraje de ficción: La profesora de inglés, Alan González

Documental: Últimos días de una casa, Lourdes de los Santos

Mención: El tren de la línea norte, Marcelo Martín y Los amagos de Saturno, Rosario Alfonso Parodi

Animación: Aventuras de Juan Quin Quin, Alexander Rodríguez

Tomado de: http://www.cubacine.cult.cu

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La perversión mediática del quid pro quo en el diálogo Cuba-EEUU. Por: José Manzaneda*

abcPocos periodistas en la gran prensa escrita española superan la arrogancia, ignorancia y odio contra la Revolución cubana de la redactora del diario ABC Carmen Muñoz (1). En un reciente texto, titulado “El embargo y los derechos humanos, los grandes obstáculos de las relaciones Cuba–EEUU”, analizaba dicho proceso de diálogo, que acaba de cumplir un año (2). Con una conclusión explícita: “Los pasos de Obama para relajar restricciones no han tenido la respuesta correspondiente de Castro”.

El ABC hacía así una defensa de la llamada diplomacia “quid pro quo” –es decir, ceder para obtener cesiones- que Cuba debería practicar, como lo está haciendo –nos dice- EEUU (3). Pero este esquema negociador se aplica solo en relaciones internacionales equilibradas, simétricas. ¿Qué sanciones –qué bloqueo- impone Cuba a empresas o ciudadanos estadounidenses? ¿Qué territorio ocupado –qué “Guantánamo”- tiene Cuba en EEUU? ¿Con cuántos millones financia Cuba a medios de comunicación, partidos o candidatos “disidentes” en EEUU para imponer un orden constitucional socialista (4)?

La tesis del ABC es la de la ultraderecha más rancia: EEUU solo debería aflojar el cerco económico a la población de la Isla, si el Gobierno cubano cambia su ordenamiento político interno. “El mayor obstáculo –nos dice la periodista Carmen Muñoz- es la insistencia de Castro en que su país `no renunciará a (sus) principios e ideales (…), mientras Obama reitera: `siempre defenderemos los derechos humanos y los valores universales que apoyamos en todo el mundo´”. Es obvio: el régimen que ha invadido o atacado 149 países, que tiene hoy la mayor población carcelaria del mundo, que ha practicado de manera legal la tortura en los últimos años (5), cuya policía da muerte a dos personas al día (6), y donde 125 personas fallecen –también cada día- por no existir un sistema gratuito de salud pública… no solo tiene la monumental caradura de presentarse como el valedor de los derechos humanos en Cuba. Además, cuenta con un ejército de periodistas mercenarios en todo el mundo –como Carmen Muñoz- que repiten sus mentiras y defienden sus barbaridades.

Para ello, esta redactora cita a “observadores” o “analistas”, una suerte de jueces imparciales anónimos. Nos dice, por ejemplo, que en el diálogo hay “mejor voluntad por parte estadounidense que cubana, (según) coinciden distintos observadores”. O que “distintos analistas consideran al régimen (cubano) como único responsable de la situación económica del país y el embargo una excusa para su inmovilismo”.

Y cuando conocemos el nombre de estos “analistas”, todos –sin excepción- son representantes del establismenth bipartidista estadounidense (7). Aunque siempre con una clara preferencia: la ultraderecha militarista de Miami. Es el caso de Jaime Suchlicki, director del Instituto de Estudios Cubanos y Cubanoamericanos de la Universidad de Miami, sufragado –igual que la “disidencia” cubana- con millones de dólares de los fondos federales (8), y que defiende a ultranza el poderío militar de EEUU en el mundo (9).

Mientras los medios españoles sigan siendo propiedad de los grandes capitales –bancarios, inmobiliarios y de otros sectores- periodistas como Carmen Muñoz seguirán llevando a la opinión pública –sin oposición alguna- un mensaje perverso: que EEUU tiene derecho a intervenir en la política de Cuba y de otros países del mundo (10). Todo seguirá igual mientras no existan leyes que amparen el derecho a la comunicación de quienes –precisamente por denunciarlo- siguen sufriendo la censura de sus opiniones (11).

¿Habrá alguna fuerza política española con la suficiente valentía para encarar, de una vez por todas, este debate?

Notas

(1)   https://mobile.twitter.com/cmunozcamos

(2)   http://www.abc.es/internacional/abci-cuba-eeuu-avances-escollos-201512172248_noticia.html

(3)   http://www.cubadebate.cu/opinion/2015/05/25/cuba-estados-unidos-despues-del-17d/#.Vnp471LYSaI

(4)   http://www.granma.cu/cuba/2015-02-02/el-bloqueo-no-ha-terminado

(5)   http://www.cubainformacion.tv/index.php/objetivo-falsimedia/59829-datos-de-eeuu-el-pais-que-ensena-democraciaa-a-cuba-ha-invadido-ya-149-paises-mientras-125-personas-mueren-al-dia-por-no-tener-seguro-medico

(6)   http://www.cubainformacion.tv/index.php/doble-rasero/63827-ise-imaginan-que-un-solo-preso-llevara-en-cuba-43-anos-en-aislamiento-como-en-eeuu

(7)    http://www.cubainformacion.tv/index.php/lecciones-de-manipulacion/65571-para-destruir-los-logros-de-la-infancia-en-cuba-avalados-por-unicef-que-mejor-que-inventar-el-turismo-sexual-infantila

(8)    http://alongthemalecon.blogspot.com.es/2010/12/6-million-man-jaime-suchlicki.html

(9)   http://www.cubainformacion.tv/index.php/lecciones-de-manipulacion/65279-falsa-noticia-de-tropas-cubanas-en-siria-isolo-un-nuevo-bulo-para-ganar-audiencia-o-mucho-mas

(10)   http://www.yometiroalmonte.es/2014/01/30/infografia-duenos-informacion-espana

(11)   http://www.telam.com.ar/notas/201512/130053-movilizacion-defensa-ley-de-medios-plazas-de-todo-el-pais.html

Tomado de: https://lapupilainsomne.wordpress.com

José Manzaneda*Coordinador de la TV Cubainformación. Realizador y guionista de TV y documentalista, quién ha impartido diversos cursos sobre video. De su filmografía señalar su documental; El segundo desembarco: multinacionales españolas en América Latina (2010), producido por el Observatorio de Multinacionales de América Latina (OMAL).

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