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La Belleza

Obra del artista plástico cubano Servando Cabrera Moreno

Por Juan Nicolás Padrón

Durante mucho tiempo se ha asociado la belleza a la bondad y también a lo que nos gusta o queremos poseer; sin embargo, se trata de una categoría abstracta mucho más compleja, dialéctica y dinámica, estudiada dentro de la estética desde tiempos muy antiguos y bajo diferentes puntos de vista, según la cultura, la región del planeta y la época histórica. Lo más común es apreciarla mediante la experiencia de los sentidos y asociarla al placer o a la satisfacción personal: es bello lo que nos hace felices, mas no siempre ese gusto es compartido por todos. A veces se admira una obra de arte en que se representan celos, envidia, saña… u otras escenas que no portan un mensaje de bondad, y consideramos la pieza como bella en virtud de la forma. Pero tampoco podemos admitir que la belleza se establece por la visualidad o la sonoridad agradable, pues detrás de cada imagen hay una cultura de belleza de larga data. Por otra parte, no hay que ser artista para producir cosas bellas, aunque no se hable por lo general de la belleza de una pared bien levantada o de unos panecillos recién salidos del horno, no importa que exhiban una forma no común; seguramente podrían ser admirados dentro de los conceptos de belleza, también vinculada entonces a la creatividad y a la innovación, más a lo largo de la Historia la belleza solo ha sido estudiada a partir de la obra de artistas y escritores, un legado cultural apreciado y reinterpretado una y otra vez por muchas y diferentes generaciones.

En los pueblos más primitivos se han encontrado representaciones como pinturas rupestres, pequeñas esculturas y máscaras, que, hasta donde sabemos, no se elaboraron para ser admirados, sino para cumplir una función mágico-religiosa, por lo que tenían un carácter utilitario. La finalidad artística de la belleza surgió como resultado del desarrollo de una existencia humana superior y comenzó a estudiarse desde el punto de vista filosófico cuando las polis se asentaban y se iniciaba la sociabilidad en ellas. El presocrático Jenófanes de Colofón apuntaba que “los mortales creen que los dioses han nacido, y que tienen vestido, voz y figura como ellos” y que “si los bueyes, los caballos y los leones tuviesen manos o pudiesen dibujar con las manos, y hacer obras como las que hacen los hombres, semejantes a los caballos representaría el caballo a los dioses, y semejantes a los bueyes el buey, y les darían cuerpos como los que tiene cada uno de ellos”. Desde entonces se tenía conciencia de que la belleza no es absoluta e inmutable, sino relativa y cambiante. El concepto no solo se limita a la representación física del hombre, la mujer o la naturaleza, sino a la belleza de dios, de las ideas o los sentimientos.

El filósofo griego neoplatónico Plotino aseguraba que “no hay belleza más auténtica que la sabiduría que encontramos en ciertas personas. Prescindiendo de su rostro, que puede ser poco agraciado, y haciendo caso omiso de la apariencia, buscamos su belleza interior”. De esta manera, se incorporaron a modelos de belleza física, los de los sentimientos y las ideas; por tanto, su materialización es la representación que provoca placer o se obtiene una experiencia de reflexión positiva o agradable. La Grecia antigua construyó un ideal estético que ha dominado en el mundo occidental hasta hoy y resulta imposible sustraerse de ese influjo, en que predomina “la irresistible belleza de Helena” destacada por Homero en Ilíada, aunque para los filósofos esta belleza física respondía a múltiples cánones del pensamiento, como la armonía y la proporción, el resplandor o la iluminación, además de las variadas formas geométricas. Platón concibió la belleza como una idea independiente de las personas o cosas bellas, pues eso solo era pura representación de una verdad de belleza encontrada solo en el alma. Muy pronto surgieron las divergencias entre lo apolíneo, representante de la serenidad, la elegancia y el equilibrio atribuido a Apolo, y lo dionisíaco, relativo a Dionisos y su carácter impetuoso, impulsivo, instintivo, orgiástico…

Los griegos repudiaban la infracción de sus reglas, y esa perspectiva se trasladó a la latinidad y a Europa. La fealdad se asociaba, por ejemplo, a rasgos físicos y personalidades que consideraban desagradables y pertenecían a las brujas. La proporción ideal del cuerpo humano se llevó a un canon de simetría esquematizado en el Canon de Policleto —luego perfeccionado en el Hombre de Vitruvio de Leonardo da Vinci. Las relaciones numéricas se vinculaban a la armonía musical y a las proporciones de la arquitectura. La naturaleza y el cosmos dictaban el orden y la medida, las artes se adecuaban a ese fin y la hermosura de la juventud se imponía. Los rostros y cuerpos humanos representados, masculinos y femeninos, aspiraban a crear un estándar de belleza que el poder de un imperio definió como ideal: romanos y romanas, con su color de piel, estatura, peso corporal, medidas del cuerpo, perfiles… se erigieron en prototipo de belleza, un modelo que resulta absurdo aceptar como planetario y estático, pues solamente está referido a una civilización y a una época histórica. A pesar de que desde hace muchos años estos criterios impuestos al planeta han sido muy criticados, en la práctica se continúan imitando, a veces de manera grotesca. Ticio Escobar ha interpretado las artes visuales en Paraguay bajo una mirada que ha denominado “la belleza de los otros”. La belleza hoy se estudia bajo diversos presupuestos del relativismo cultural, un punto de vista válido que niega el valor absoluto de ella, no solo estético sino también ético y moral. El etnocentrismo, y en este caso el eurocentrismo, que ha regido los conceptos de belleza en la mayoría de los pueblos, todavía hoy resulta dominantes para la llamada civilización occidental, mostrada cada año en la elección de una falsa Miss Universo o una degradante “Belleza Latina”.

La belleza también se ha estudiado en su representación de la fealdad de los monstruos, incluso en su encarnación del dolor, la figuración del infierno y la personificación del diablo o los seres malignos. Los personajes mitológicos y sobrenaturales, en cualquier civilización han tenido, asimismo, un lugar en la historia del arte y la literatura, y forman parte de un simbolismo moral en que lo feo es necesario para la belleza; los ejemplos en la historia del arte son innumerables. El amor ingenuo de la pastorcilla o el inmaculado de la donna angelicata fueron durante algún tiempo un ejemplo de belleza dentro de la temática amorosa en Europa, pero poco a poco se fue imponiendo una sensualidad que en el período renacentista europeo se tradujo en belleza suprasensible y hasta erótica, no pocas veces enmascarada en un tema religioso o mitológico, como en el posterior Éxtasis de Santa Teresa de Bernini e incontables Venus o Ledas que llegan al siglo XX. Las damas desnudas o semidesnudas y los héroes en posesión absoluta de la valentía dejaron definitivamente asentadas imágenes de belleza que todavía nos llegan hoy, cuando se ha dado por concluida la modernidad.

En la actualidad predomina la belleza práctica o filibustera que tributa a una razón ajena a la estética, un juego o simulación ante la crisis del conocimiento y los saberes, la agudeza y el ingenio frente a la angustia o la melancolía, la pericia técnica y la construcción rigurosa subordinada al mercado, la violación de todas las reglas bajo el imperio y la dictadura de la novedad, la explotación de las pasiones en un escenario libérrimo, el sadismo cruel y tenebroso junto a los más sublimes sentimientos, los contrastes que ridiculizan la razón romántica, la revuelta de la verdad en el caos, la obsesión por nuevos simbolismos… Esta enumeración pudiera prolongarse ad infinitum, pues lo estético y la belleza han traspasado cualquier límite y en la actualidad pueden verse como pacatas las experiencias vanguardistas y neovanguardistas. Entramos en la era de la belleza de los artefactos, los robots, la virtualidad… y de las formas abstractas hemos pasado a la profundidad de una materia que constantemente provocamos en los medios y el consumo. No me atrevería a formular qué viene después porque no alcanzo a imaginar la belleza del futuro. Comparto el criterio de Charles Baudelaire, quien afirmó que “lo bello es siempre extravagante”, pero no tengo la menor idea de qué será lo extravagante en relación con la actual belleza después de apreciar ciertos cánones que rápidamente pasan de moda.

Tomado de: http://cubarte.cult.cu

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Feria tenemos

29 Feria Internacional del Libro de La Habana, Del 6 al 14 de febrero de 2020

Por Graziella Pogolotti

A pesar de las dificultades interpuestas por el cerco económico, regresa en febrero la Feria del Libro, señal inequívoca de la voluntad de conceder atención prioritaria a la educación y la cultura. El calendario se eslabona a través de hitos que convocan sucesivamente la atención mediática en torno al cine, el teatro, el jazz o el libro. Es de lamentar, sin embargo, que una vez transcurrido el acontecimiento, el interés por el tema de la lectura pase a un segundo plano. Se trata de un asunto primordial en este inicio de milenio, cuando la comunicación humana se empobrece, con graves consecuencias en el desarrollo de la conciencia ciudadana.

No soy una voz solitaria. Desde hace buen tiempo, el debate está abierto en muchas zonas del planeta. Los profesores advierten las progresivas limitantes, muy acusadas entre los estudiantes universitarios, en cuanto a la expresión escrita de sus ideas. La rápida expansión del libro digital pareció poner al alcance de todos la posibilidad de leer y conservar libros, costosos en su tradicional formato de papeles e invasivos de espacios domésticos cada vez más reducidos. La experiencia ha demostrado que ambos soportes coexisten. Respaldados por poderosos intereses transnacionales, millares de títulos aparecen cada año. Ambiente adecuado para las transacciones comerciales, las ferias se multiplican en todos los continentes. El problema tiene, por tanto, raíces más profundas.

Vale la pena recordar, en el año de su centenario, que el poeta Eliseo Diego dedicó buena parte de sus esfuerzos a estimular en los más pequeños la necesidad de leer con el propósito de incentivar desde esas edades decisivas, el libre crecimiento de la imaginación creadora. Con el característico «había una vez» de los cuentos tradicionales, los niños cobraban conciencia de estar entrando en el mundo de la ficción, presidido por un lugar y un tiempo indeterminados. En la quietud de la penumbra, la voz humana, a través de la narración oral, conducía al pleno disfrute de la palabra, portadora de ideas y de imágenes. Despierta la curiosidad, se acercarían luego al libro.

No obstante, las reformas introducidas a escala internacional en los sistemas educacionales conducen por caminos bien distintos. Los criterios utilitaristas, al servicio de las demandas de los empresarios, subordinan los objetivos de formación integral a los requerimientos, a los requisitos de un entrenamiento para las exigencias de una práctica inmediata. El ser humano se prepara para convertirse en herramienta, pronto descartable, según el ritmo de los avances tecnológicos, destinados a producir bienes y servicios.  Los exámenes computarizados frenan la expresión de la creatividad y simplifican el uso del lenguaje.

La acelerada expansión de las nuevas tecnologías contribuye también a la pérdida de los hábitos de la lectura como disfrute y apertura al universo de la espiritualidad. Quizá el acceso a internet acreciente cuantitativamente el consumo de mensajes escritos. Desde el punto de vista cualitativo, lo esencial consiste en definir cómo, por qué y para qué se lee. En ese espacio volátil e inapresable, se mezclan materiales valiosos con la frivolidad y las informaciones mendaces. Hipnotiza a los incautos y manipula conciencias. Con la astucia del gato con botas, capaz de convertir al misérrimo hijo de molinero en poderoso marqués de Carabás, con la seducción ejercida por el flautista de Hamelin, hace del espejismo una verdad. Es una realidad que ha entrado en nuestras vidas.  Para afrontarla, hay que formar un lector crítico, preparado para descubrir la esencia del fruto en medio de la densidad del follaje.

Las nuevas generaciones están creciendo bajo ese signo. También entre nosotros el fenómeno está presente.  Disponemos de un idioma universal presente en Europa, África y la América Latina, que se extiende a otras tierras por vía de la emigración, portador de una riquísima literatura, tesoro compartido por los hispano hablantes, puente de diálogo entre el acá y el allá del Atlántico. Su deterioro es palpable en la pobreza del léxico, privado del dominio de los matices reveladores de la riqueza de la realidad. Su extrema precariedad limita el pensar, enturbia la comunicación entre las personas, al punto de exacerbar las manifestaciones de violencia. El empobrecimiento alcanza el habla cotidiana, escasamente articulada, en la que las consonantes desaparecen tras una vocalización gaseosa.

La situación merece rápida atención por parte de todos los factores concernidos. La escuela habrá de proveer las medidas para el rescate del idioma, para lo cual no es suficiente, el manejo de la gramática. Desde los primeros pasos, hay que incorporar la fluidez en la lectura mediante su práctica en alta voz y el énfasis en la interpretación de textos. Corresponde a los medios de comunicación cuidar del empleo correcto del español y contribuir con eficacia a la promoción del libro. No caigamos en tentaciones utilitaristas. Abramos ventanas a la gran literatura. Nos ofrece disfrute y recreación. Es un valladar ante la corrupción del idioma, ese instrumento del pensar, fundamento de nuestro proyecto humano y de nuestro reconocimiento identitario.

Bienvenida la Feria, siempre y cuando no resulte celebración pasajera sino acción impulsora de un debate imprescindible e incitación a mantener viva la lectura creativa, para que no sigamos encontrando, en el abandono de los basurales, obras de valía.

Tomado de: http://www.juventudrebelde.cu

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Notas gráficas de la semana. No 4 del 2020

Gerhard Haderer (Austria)

Por Octavio Fraga Guerra

Las Notas gráficas de CineReverso, de esta semana, abre con una viñeta del austriaco Gerhard Haderer. Esta propuesta gráfica está poblada de simbología, y refleja el poder del arte cuando está al servicio de la humanidad, contra la guerra. Han sido temas de los artistas gráficos El acuerdo del siglo, elaborado por el gobierno de los Estados Unidos, que lacera la dignidad del pueblo palestino, que resiste por décadas, el asedio del ejército genocida israelí, que actúa apoyado por todas las administraciones de los EE.UU. y los países miembros de la Unión Europea. Otros importantes temas y las caricaturas de cineastas internacionales, se incluyen en esta edición dominical.

Iñaki y Frenchy (España)

Maarten Wolterink (Holanda)

Seyran Caferli (Azerbaiyán)

Vasco Gargalo (Portugal)

SWAHA (Francia)

Mikail Çiftçi (Turquía)

Ahmed Falah (Noruega)

Cosmin Tudor Sirbulescu (Rumania)

Fernando Méndez (México)

Wael Safwat (Egipto)

Pete Kreiner (Australia)

OSVAL (Cuba)

Vasco Gargalo (Portugal)

Daniel Stolle (Alemania)

Iñaki y Frenchy (España)

Anne Derenne (Francia)

Gerhard Haderer (Austria)

Pete Kreiner (Australia)

Fadi Abou Hassan-FadiToOn (Noruega)

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El Rembrandt del coronel

Ilustración: Aldo Cruces (Cuba)

Por Ambrosio Fornet

A fines de 1957 vivía yo en Nueva York y colaboraba ocasionalmente en la revista Carteles, de La Habana, cuando recibí un mensaje del director, Antonio Ortega, pidiéndome que entrevistara a algún funcionario del Chase Manhattan Bank—albacea de los bienes del magnate cubano Oscar B. Cintas, recién fallecido—sobre la situación legal de su famosa colección de artes plásticas. Se sabía que para Cintas esa colección formaba parte del legado que a su muerte pasaría a integrar el patrimonio cultural cubano.

Sometí mis preguntas a un alto funcionario de la institución, quien muy amablemente me aclaró que la llamada Colección Cintas se había guardado en las bóvedas del Banco esperando que la situación política de Cuba se normalizara, pues no podían correr el riesgo de que un buen día apareciera un Rembrandt decorando la sala de la finca de recreo de un coronel de Batista. Aplaudí la decisión, aunque me abstuve de aclararle que a los coroneles de Batista les importaba un comino Rembrandt y que antes que colgar La ronda nocturna en sus aposentos hubieran preferido colgar la imagen de un cisne flotando en las plácidas aguas de un lago europeo.

Pero lo mejor de la entrevista no fue la información verbal, sino la visual. Yo le había pedido algunas fotos para ilustrar mi artículo y el hombre se me apareció con un sobre lleno de reproducciones impecables –muchas de las cuales, en efecto, aparecieron en la revista-; había allí cuadros de Rembrandt —no era broma—, de Franz Hals, de Velázquez, del Greco, de Rubens, de Gainsborough… Aquello era un Prado en miniatura, un desfile de obras maestras capaz de cortarle el aliento a cualquiera.

Pasaron los años, supe que muchos artistas y escritores cubanos residentes en el exterior se habían beneficiado con el plan de becas que otorgaba la Fundación …, pero nadie de adentro —hasta donde yo alcanzaba a saber— había podido disfrutar de ese privilegio, como habían sido los deseos del generoso mecenas que patrocinó la iniciativa. De hecho, cuando en abril del 2017 –ayer, como quien dice– los directivos de la institución anunciaron finalmente que habían decidido “cumplir con los deseos del fundador” otorgando becas a cubanos y descendientes de cubanos tanto si residían en Cuba como en el extranjero, algunos energúmenos saltaron, echando espuma por la boca. “Quién me garantiza —rugió uno de ellos— que los Kcho, los Nelson Domínguez, los Miguel Barnet, todos artistas oficialistas y consagrados a la dictadura no obtengan una beca Cintas?”. Tal vez no haya mencionado a los jóvenes intelectuales y artistas, como posibles aspirantes, porque sabía que aquí no estaban desamparados, como en los viejos tiempos, ni a los coroneles revolucionarios porque tendría que dar otras razones para explicar por qué nuestro pueblo no ha podido ver todavía la más espléndida colección de pintura europea que haya reunido para él un coleccionista cubano. Porque los coroneles revolucionarios no serán amantes de las artes plásticas, ni sabrán quizás quién fue Rembrandt, pero no tienen chalets campestres ni son jactanciosos analfabetos.

¿Entonces? ¿Dónde está aquella fabulosa pinacoteca que Cintas, tan generosamente, quería legarnos a mí, a mis hijos y a mis nietos? ¿Dónde han metido aquel Rembrandt?

Tomado de: https://www.cubaperiodistas.cu

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Respuestas al crítico Daniel Céspedes

Juan Antonio García Borrero. Escritor, ensayista, crítico de cine, bloguero y promotor cultural

Por Daniel Céspedes Góngora

En su texto «Para qué sirve un diálogo», presente en su más reciente volumen El suicidio de la sabiduría (Notas sobre cultura audiovisual, tecnologías digitales y creatividad), Juan Antonio García Borrero, Juani (Camagüey, 1964), nos recuerda: «Lo que Diego y David nos ofrecieron desde hace años en Fresa y chocolate fue una clase de buena conversación, de diálogo inteligente y productivo. Y la prueba más contundente que tengo es que, minutos después de haberla visto, ya nunca más fui el mismo». Así sucede cuando leemos un texto corto o volúmenes como La edad de la herejía (2004) y Otras maneras de pensar el cine cubano (2009).

Juani es uno de los escritores sobre cine y uno de los pensadores culturales más productivos de toda Cuba. Escribe claro y bonito. Este segundo mote tan menospreciado, pero, a las claras, más pretendido que alcanzado por los críticos de cine. Amén de sus títulos más reconocibles, es un gran promotor dentro y fuera del país. De ahí que haya sido seleccionado en varias ocasiones para figurar como jurado en distintos festivales del mundo (España, Perú, La Habana, Chile).

De los reconocimientos que ostenta, merece recordarse que ha sido el primer colega de profesión en obtener en tres ocasiones el Premio Nacional de la Crítica Literaria por libros acerca del cine.

García Borrero posee además uno de los blog más notables del país, donde no teme ni reproducir por escrito controversias surgidas a partir de sus propios textos, como promocionar nuevas voces de la crítica de cine o el pensamiento en Cuba.

Se une al diálogo quien, acertadamente, también ha escrito: «Insisto en que una película no cambia la realidad, pero sí puede contribuir a que uno cambie frente a ella, y ya de paso ayudarnos a ser mejores personas».

Cuando era estudiante de Historia del Arte escuché que cuando un crítico de cine concursaba en el Premio Caracol en el apartado de Ensayo e Investigación y sabía que tú participabas, surgía la duda de si mantenerse en el concurso o retirarse. De hecho, Juani, los has alcanzado en ocho ocasiones. Pudiera decirse que es el Oscar de los críticos de cine en Cuba. Sin embargo, soy de los que piensa que un premio así debería ser del nivel del Guy Pérez-Cisneros, pues sigue siendo algo dependiente de un premio plural que, siento, lo eclipsa bastante. ¿Qué piensas?

No conocía esa anécdota que cuentas, y me parece un poco exagerada. De todos modos, a estas alturas de mi vida tengo mis propias impresiones de los premios. No es que no me interesen ya. Sirven para concederle visibilidad al trabajo que uno ha realizado, y económicamente te ayudan, pero obtenerlo depende de muchos factores, y no siempre es la calidad del texto lo que termina imponiéndose. Digamos que he tenido bastante suerte con los premios a pesar de que la mayoría de esos ensayos se han planteado poner bajo sospecha lo que tradicionalmente se defiende. Y creo que sí, que ya es hora de que se convoque en Cuba un premio que tome en cuenta las posibles excelencias del ojo crítico en el terreno audiovisual. Por supuesto que es importante resaltar el conjunto de producciones audiovisuales, como lo hace el Caracol, pero si no logramos construir un cuerpo de ideas que contribuyan a dinamizar toda esa producción a través de los debates sistemáticos, y que estimule la reflexión de largo alcance (no solo las crónicas de ocasión), pues entonces estaríamos corriendo el peligro de seguir consolidando esa tendencia autista que tiende a separar de modo drástico a creadores y críticos, cada uno de ellos enfocados en su propio mundo interior, divorciados por completo de una realidad que a la larga nos hospeda a todos, sin distinciones profesionales.

Historiador, analista, crítico… ¿Cómo te concibes?

Es que precisamente a lo que me opongo es a ponerme etiquetas definitivas. Hace unos días me sorprendí reaccionando de una manera que desconcertó a la persona que hablaba conmigo. No podría precisar ahora cuál era el tema de nuestra conversación, pero recuerdo que en algún momento me dice “porque ustedes los críticos…”, y a mí me salió aquello de “yo no soy crítico, yo soy un espectador…”. Puede parecer una boutade pero ahora mismo me siento bastante distanciado de aquella persona que empezó en este giro escribiendo reseñas donde le dictaba de modo autoritario a la gente si una película era buena, regular, o mala (como si para la gente eso fuera realmente necesario). Y no es que esté quitándole importancia al ejercicio crítico, todo lo contrario. Vivimos en una época donde se corre el riesgo de asumir el “Vale todo” como una norma, y yo me opongo a eso: hay que aprender a jerarquizar. Por tanto, necesitamos cada día más de una crítica lúcida, rigurosa. Pero de la misma manera que el cine se ha transformado, así también tiene que transformarse la crítica que examina al cine. Y necesitamos sustituir el dominio de las opiniones con el pensamiento crítico, que es otra cosa. El pensamiento crítico no es exclusivo de un gremio, sino que toda persona (sea realizador, crítico, o espectador) puede cultivarlo en sus propios jardines del saber.

Soy partidario de que aquel que tenga la capacidad y la practique firme como crítico cultural. En tu más reciente libro El suicidio de la sabiduría (Notas sobre cultura audiovisual, tecnologías digitales y creatividad) estableces diferencias entre el crítico y analista culturales. Para ti, el segundo tiene más ventajas que el primero. Permíteme citar el siguiente fragmento: «El analista cultural, a diferencia del crítico, necesita del debate sistemático para corregir o enriquecer sus apreciaciones, y siempre estará mirado el futuro. Y mientras el crítico se empeña en anular a sus contrarios desde su trinchera, el analista aspira a la crítica dialógica, y como cuatro ojos ven más que dos, sus argumentos suelen ser más enérgicos, más trascendentes que los del crítico tradicional». ¿No te parece que el crítico de cine vigoroso en lenguaje e ideas, ya sea de ayer o de hoy, no ha tendido por lo general a esa proyección dialógica que le reclamas e incluso cuando de «construir conocimientos que sirvan en un futuro» se trata?

Mi primer ensayo más o menos legible se tituló “Por una crítica imperfecta”, y fue el texto que dejó inaugurado el Primer Taller Nacional de Crítica Cinematográfica allá en el lejano 1993. No me preguntes por qué en tanto no recuerdo las causas, pero curiosamente no salió publicado en las Memorias de aquel evento fundacional, aunque, más paradójico aún, ese mismo año me dio la posibilidad de ganar el primer Caracol. Yo no tenía mucha conciencia entonces de lo que ahora me parece más claro, es decir, la necesidad de que la crítica ayude a construir puentes, en vez de levantar muros donde se refugian los entendidos y fomentan eso que otras veces he llamado “la dictadura de los críticos”. He escrito varias veces de eso y algunos colegas lo han interpretado como una suerte de ataque sistemático a las prácticas del grupo, pero para ser honesto, en todo momento he estado pensando en mí, en los modos en que me apropio como espectador de lo percibido (una película, una lectura, etc) y lo devuelvo en forma de crítica. Lo ideal sería que los críticos estuviésemos confrontando de modo permanente todas esas ideas que defendemos, porque esa sería la base de un aprendizaje que, como en la vida misma, no cesa. Pero no sucede así porque nos hemos acostumbrado al monólogo, a la defensa de nuestro punto de vista como si se tratara el principio y fin de la Historia. Ante esa realidad, muchas veces he decidido dialogar y polemizar conmigo mismo. Después de todo, “el crítico” también es una sucesión impredecible de muchos “Yo”.

¿Cuáles son las cualidades que debe tener un verdadero crítico de cine?

Si te enumero algunas de esas cualidades le estaría haciendo el juego a esa dictadura de los críticos que tanto he combatido. En todo caso diría que el crítico debe ser esponja, y emular con todos esos entes poríferos que a diario se nutren de lo que hay a su alrededor, y lo convierten en su digestión, su respiración, su todo.

¿A qué se debe que existan menos críticos de cine en Cuba en comparación con las demás manifestaciones artísticas?

¿Tú crees que hay pocos críticos de cine en Cuba? Al menos la Asociación Cubana de la Prensa Cinematográfica tiene muchísimos miembros. Y luego están los críticos de cine por cuenta propia. Es que aquí en Cuba hablar de pelota y de cine es más o menos lo mismo: cualquiera opina sin argumentar demasiado. En todo caso lo que no hay muchas personas que asuman la crítica de cine (o la crítica de la cultura audiovisual) como una pasión, como algo de lo cual no se puede prescindir porque nos convertimos en algo inexistente.

Si hubiera mucho más papel y cada una de las provincias pudiera hacer su revista de cine, ¿crees que surgirían más críticos y pensamientos sobre audiovisual o fuéramos los mismos?

A mi juicio seríamos los mismos, y la prueba está en que hoy que la revolución digital nos brinda tantas herramientas para pronunciarnos públicamente, las voces críticas siguen siendo las mismas de siempre. Una de mis frustraciones con el Taller de Crítica Cinematográfica de Camagüey tiene que ver con eso: que a pesar de todas las ediciones que se han organizado, nunca conseguimos impulsar una nueva escuela de críticos o algo así. A mí en lo personal me hubiese gustado que en la ciudad surgieran nuevos críticos, pero no sucedió; de allí que se sigan repitiendo cada año más o menos los mismos invitados provenientes fundamentalmente de La Habana. De todos modos, la crítica crecerá (y ya está creciendo) de modo natural, no por encargo, y de hecho ya puede apreciarse el trabajo serio de un grupo de críticos muy jóvenes.

Ahora mismo en Cuba se sigue escribiendo sobre el audiovisual de la misma manera que lo hacía Cabrera Infante o Mirtha Aguirre en los años cincuenta (sin la gracia literaria del primero). Seguimos utilizando las computadoras como si fueran máquinas de escribir un poco más sofisticadas. ¿Te acuerdas de aquella utopía de Astruc de ver convertido al cine en una especie de estilográfica? Pues los críticos cubanos todavía no nos hemos enterado de las potencialidades que brindan estas nuevas herramientas para ejercer nuestro oficio. En los eventos se siguen leyendo ponencias brillantes que después te puedes encontrar publicadas en un libro, pero pocas veces se prueba a hacer la crítica no desde lo literario, sino desde el audiovisual mismo, es decir, interviniendo desde la imagen y el sonido, que es a la larga lo que más le importaría a un crítico de cine.

Fundador y, aunque te alejaste un tiempo, eres continuador del Taller Nacional de Crítica Cinematográfica. ¿Qué importancia le concedes a uno de los pocos eventos que no peca de habanacentrismo como lo es nuestro cine y casi que nuestra crítica?

Tuve la suerte y el gran privilegio de coincidir con Armando Pérez Padrón y Luciano Castillo en el nacimiento del Taller Nacional de Crítica Cinematográfica. Por eso no hay un fundador, sino varios. Fue una “coyuntura” positiva, sin la cual el evento no hubiese salido jamás, porque vivíamos en pleno período especial, y ya sabes que la precariedad material muchas veces decide la suerte de lo intelectual. Armando, que es un gran amante del cine, estaba al frente del Centro del Cine en aquel momento, y Luciano ya tenía toda una reputación como crítico: sin ellos la idea hubiese quedado en la lista de sueños incumplidos. Fui coordinador general de sus sesiones teóricas durante veinte ediciones. Creo que es un espacio que hay que seguir defendiendo por lo mismo que te comentaba antes: estos son tiempos en que necesitamos, mucho más que antes, el pensamiento crítico vinculado al audiovisual.

Y en cuanto al Proyecto El Callejón de los Milagros, es una consecuencia del Taller o algo colateral con el Proyecto de Fomento de la Cultura Audiovisual del ICAIC, ¿qué me cuentas al respecto?

En lo personal yo lo veo como una continuidad. No recuerdo qué filósofo hablaba de que hay que esforzarse en no confundir la continuidad con la identidad. He tenido la suerte de estar en el kilómetro cero de algunos hechos que perduran en el tiempo, como el Taller Nacional de Crítica Cinematográfica, la Muestra de Jóvenes Realizadores, el blog Cine Cubano La Pupila Insomne, el Proyecto El Callejón de los Milagros, o los Encuentros sobre Cultura Audiovisual y Tecnologías Digitales. Algunos asumirán esos episodios como bloques separados; yo lo veo como un conjunto donde funciona a la perfección aquello de que el todo es más que la suma de las partes. Y ese todo es algo misterioso que se conecta de las maneras más impensables. Me encanta salirme de esas zonas de confort donde uno se acostumbra a moverse con cierta seguridad para aventurarme en la conexión de ideas aparentemente ajenas a lo que ya conocía. No importa que fracase o no llegue a ningún lugar: lo importante es eso, tomar conciencia de que el mundo no es algo que ya está hecho, sino que puedo intervenir de modo activo en su constante renovación. Y de eso es lo que va el Proyecto El Callejón de los Milagros, que se mete en el mundo de las humanidades digitales con el fin de estimular el uso creativo de las tecnologías que tenemos en la mano en función de lo que hacíamos antes: hablar críticamente del cine.

Una pregunta que ya se la hice a Pedro Noa y ahora te la repito: ¿En que se parece y se diferencia La semana de la crítica cinematográfica de La Habana de El Taller Nacional de Crítica Cinematográfica de Camagüey?

Pues la verdad es que no sé en qué no se parecen. Ya te comenté con anterioridad que tengo la impresión de que todos nuestros eventos cinematográficos tienen un aire de familia demasiado peligroso.

A partir del año 2007 creaste el blog Cine Cubano, la pupila insomne, una bitácora muy interactiva que es referencia más que nacional. ¿Qué ha representado para ti llevar uno de los sitios webs más influyentes y polémicos de esta isla?

¿Ves? Con esta pregunta no me molestaría tanto asumir las etiquetas. Quiero decir, que no me molestaría en lo más mínimo asumirme como bloguero. Esta va siendo una de las experiencias más vitales que todavía estoy viviendo, como si acabara de comenzar. El blog se parece mucho al país que en algún instante me gustaría vivir: inclusivo, respetuoso de las diferencias, civilizado en los debates, colaborativo. No es que todo sea perfecto allí, ni que yo piense que va a cambiar nuestra historia cultural o algo por el estilo, pero ha sido y sigue siendo una gran aula para mi persona. Ya casi vamos para 3000 entradas. Y la parte que más aprecio es la de las polémicas. Puedo contar con los dedos de una mano las ocasiones en que los internautas se han comportado de modo solariego. Allí han tenido lugar polémicas muy duras, pero sin perder de vista jamás que podemos ser adversarios en cuanto a las ideas sin que ello ponga en riesgo el afecto personal y el respeto al ser humano que expresa esas ideas. Es lo que he sentido con Víctor Fowler, Dean Luis Reyes, Gustavo Arcos, Antonio Enrique González Rojas, Rolando Leyva Caballero, Pedro Noa, por mencionar a algunos de los que han contribuido a esa cultura del debate que nos empeñamos en construir allí. Para ser honesto, nunca pensé que el blog fuera a durar tanto tiempo, porque, además, lo he administrado todo el tiempo desde Camagüey, sin respaldo institucional. Y es muy estimulante apreciar cómo lo consultan en lugares tan remotos como Japón, Hong Kong, o es citado en tesis universitarias. Claro, puedo darme el lujo de hablar con cierto orgullo del mismo, porque a estas alturas el blog es un ejemplo de escritura colectiva. Yo solo he puesto la levadura, como decía Unamuno, pero al pan lo hace a diario mucha gente.

Juani, otros de tus logros ha sido una propuesta ambiciosa como la primera Enciclopedia Digital del Audiovisual Cubano (ENDAC) ¿Estamos realmente preparados para un producto de esa envergadura? ¿Qué tal la acogida?

No, no estamos preparados, y es una lástima. Yo no conozco ahora mismo ningún crítico cubano que esté familiarizado con Mediawiki, por ejemplo, que es la herramienta que utiliza el sitio. Y una Enciclopedia de este tipo, que es colaborativa, necesita de esas nociones básicas (que, además, no es nada del otro mundo, porque lo más difícil es generar el contenido). Los críticos cubanos todavía no miran en esa dirección. Por eso se entiende que en el momento en que hiciera la presentación por primera vez en Camagüey (justo un 20 de octubre, hace tres años) no asistiera nadie de Cultura o vinculado al cine. Por suerte apareció Alex Halkin, de Americas Media Initiative, para apoyarme en hacer realidad este sueño. Ya ves, en casa del herrero, cuchillo de shopping, porque lo lógico es que un proyecto como este se hubiese apoyado desde alguna institución cultural cubana. Igual me sucedió con el blog Cine cubano, la pupila insomne, que en algún momento estuvo a punto de desaparecer, y apareció Ana López desde la Universidad de Tulane (New Orleans) para protegerlo y guardar copia del mismo en esa institución. Ahora con la ENDAC estoy medio paralizado porque sufrí un accidente tecnológico donde perdí toda la base de datos que ya tenía más o menos 6000 entradas. Ha sido un golpe bien duro, pero estamos en el proceso de recuperación.

¿Quiénes fueron tus influencias para escribir sobre cine?

Varias veces he mencionado los nombres de las personas que más me han marcado en diversas etapas de mi vida. El primero fue Luciano Castillo. Cuando estudiaba en la Vocacional “Máximo Gómez Báez” comencé a recortar todo lo que él publicaba en el periódico Adelante, y gracias a esos escritos descubrí lo que era una Cinemateca y en sentido general el cine como arte. Luego llegaría Julio García-Espinosa, que me contagió con el virus de lo ensayístico (no en balde mi primer ensayo se tituló “Por una crítica imperfecta”). Con Ana López viví un auténtico punto de giro en mis maneras de pensar el cine cubano, en tanto descubrí esa Cuba mayor que ella describe, y me puso al tanto del cine realizado por compatriotas más allá de la isla. Y en esta evocación de mis maestros no podría faltar Desiderio Navarro, la persona que no solo puso en manos de tantos, de modo desinteresado, libros y textos a los que difícilmente se podría haber accedido de un modo natural, sino que, al menos a mí, me enseñó a pensar el uso de lo digital en función de la gestión cultural. Obviamente, uno menciona ciertos nombres, pero las influencias muchas veces están allí, enmascaradas. Yo todavía recuerdo con gran impacto mi descubrimiento de Bazin, y sobre todo aquella crónica que escribió a propósito de la muerte de Bogart. Fue como una iluminación. Ahora ando ensimismado con los textos de Lev Manovich, y los representantes de la Nueva Historia del Cine (Philippe Meers, por ejemplo).

¿Lo mejor y lo prescindible de las críticas de Guillermo Cabrera Infante?

Lo mejor, su estilo literario. Único. Irrepetible. Esa habilidad para el juego de palabras es sencillamente excepcional. Como escritor que escribe sobre cine (eso es una definición suya) es casi insuperable. Solo que la crítica de cine tiene que aspirar a salirse de lo literario para convertirse en crítica que se conciba desde lo audiovisual.

Y de Mario Rodríguez Alemán, ¿qué me dices?

Me hubiese gustado conocerlo en persona. Sus libros lo muestran como un hombre de gran cultura. Aunque tengo la impresión de que hubiéramos polemizado bastante. Al menos su aproximación a la Cecilia de Humberto Solás todavía genera en mí bastante inconformidad. Así como el hecho de que prácticamente absolutizara la lectura ideológica del hecho cinematográfico. No es que me parezca menos importante porque el Hollywood más entretenido está atravesado todo el tiempo por la ideología, pero cuando uno ve una película está asumiendo varios roles, y es fatal tratar de establecerles perímetros al deseo, a las fantasías de los seres humanos.

Voy para las preguntas aparentemente menores o lights. ¿Qué película refleja mejor el cine dentro del cine?

Cada vez me cuesta más trabajo responder ese tipo de pregunta. Ya no me motivan las encuestas para seleccionar “las mejores películas de…”. Así que lo que te responda será muy light. O sea, el que te responderá ahora probablemente no recuerde lo que dijo dentro de tres semanas. Responderé según llegue a mi mente la primera idea, sabrá Dios por qué misteriosa razón. Y a veces no responderé. ¿Cine dentro del cine?: La noche americana, de Truffaut.

Tu película cubana y director(a)

Memorias del subdesarrollo y Tomás Gutiérrez Alea.

Documental cubano y extranjero

Ociel del Toa, de Guillén Landrián y Las Hurdes, de Buñuel

Una serie que ves por estos días. Algunas que recomiendas

No soy de ver muchas series. He visto las cinco temporadas de The Wire dos veces. No creo que pueda lograr eso con otra. Ni siquiera con Chernobyl, que me impresionó mucho.

¿Quién es tu director preferido del cine clásico estadounidense?

Tengo varios, pero allí va un imprescindible para mí: Billy Wilder.

¿Directores de cine sobrevalorados?

Paso con esta pregunta.

Tu cómico y tu comedia

Comedia: Sucedió una noche, de Frank Capra. Con los cómicos, paso.

Tres directoras de cine fuera de liga

En Cuba, Sara Gómez. Paso con las extranjeras.

Tu western

A la hora señalada, con Gary Cooper.

Tu película o cortometraje de animación

Tengo varios, y no me decido por ninguno, así que paso.

Tu película de cine negro

Sed de mal, de Orson Welles

¿Y la de gángsters?

El Padrino.

En cuanto al cine bélico

Más bien antibélico: Sin novedad en el frente (1930), de Lewis Milestone

¿James Bond o Indiana Jones?

Indiana Jones

¿Star Wars o Alien?

Alien

¿Lo que el viento se llevó o Casablanca?

Casablanca

Tu musical

Paso…

Si hablamos de actrices y actores

Paso, paso, paso…

En pocas palabras, ¿cuál es la mayor ventaja y lo peor del paquete?

Lo peor que tiene es la dispersión. Se pierde mucho tiempo buscando aquello que nos pueda reportar placer. Y precisamente por eso, muchas veces no logras conectarte con cosas que podrían ser de nuestro interés. Pero que, piratería a un lado, tengamos a la mano todos esos contenidos, me parece una maravilla.

¿Algún libro en camino, de qué va?

Ahora mismo estoy enredado con un ensayo cuyo título es Los nuevos mapas del cine cubano. Escribí una primera versión, pero todavía no me deja satisfecho. Es que la tesis es bastante compleja. Allí estoy defendiendo la idea de aproximarnos al cine cubano con un enfoque transnacional, porque estamos hablando de la historia de algo que desde el principio ha dependido de tecnologías que llegan de otras partes, traídas por personas que vienen de otros continentes (el caso del francés Veyre, que llega desde México, y rueda algo para mostrárselo a la española María Tobau). Y están en un inicio los cortos filmados por Edison con el fin de legitimar la intervención de los Estados Unidos en la guerra independentista de Cuba contra España. O más acá: ¿podríamos prescindir de lo realizado audiovisualmente por cubanos que viven fuera de la isla, pero representan en sus películas a la nación cubana? En este punto siempre pienso en los personajes que Sergio despide en el aeropuerto en Memorias del subdesarrollo, y que a mi juicio reaparecen diez años después en El Super, la película de León Ichaso y Orlando Jiménez Leal. O los Marielitos que abandonan la isla, y cuya suerte inmediata en la otra orilla muestra Iván Acosta en Amigos. Construir una mirada que lo conecte todo (sin que se pierdan los perfiles puntuales) probablemente transforme bastante el concepto de cine cubano que hasta ahora estamos manejando, y que está asociado fundamentalmente a la institución ICAIC y a lo realizado dentro de la isla. Hasta la noción del cine independiente, que tan de moda está en estos días, se vería impactada, porque a mi juicio el verdadero cine independiente cubano comenzó en el exilio, en los años setenta, con todas esas películas realizadas por cubanos que se insertaban en una cultura ajena, sin recursos de ningún tipo, y seguían defendiendo audiovisualmente la representación de su nacionalidad. No estoy hablando ahora de calidades cinematográficas, sino de un fenómeno cultural bien complejo que necesita actualizar las cartografías, y sobre esa base, proponer metodologías investigativas novedosas. Si me preguntaras sobre el referente más cercano a encontrar en estos nuevos mapas del cine cubano, te diría que va un poco en la línea propuesta por Aby Warburg y su Atlas donde el collage desarticula la idea clásica y unidireccional manejada en la Historia del Arte más tradicional, para trabajar con las conexiones de las imágenes y las diversas memorias.

¿Qué es el cine para Juan Antonio García Borrero?

Una pasión. Eso lo explica todo, y al mismo tiempo, no explica nada, porque en toda emoción vehemente hay mucho de enigma. Esa pasión ha dominado buena parte de mi vida, y me ha hecho escribir y hacer un montón de cosas casi en trance. Ha sido bueno cargar con esa pasión, y con todo lo bueno que me ha tocado y las facturas no tan estimulantes que a veces la han acompañado. He tratado de que lo escrito esté a la altura de las alegrías, angustias y zozobras que provoca esa pasión, aunque al final, con gusto, será inevitable hacer mío el epitafio de Gogol: “Se reirán de mis tristes palabras”.

Tomado de: https://cinecubanolapupilainsomne.wordpress.com

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Sobre la responsabilidad cubana en la representación y la difusión del legado martiano

José Martí, héroe de la República de Cuba

Por Luis Toledo Sande

En la mañana de este 27 de enero, víspera del aniversario 167 del nacimiento de José Martí, cuando ya estaban en marcha las celebraciones por ese hito feliz de la historia de Cuba, se oyó en la televisión a una voz prestigiosa decir “lavar con su sangre el crimen” en lugar de lo escrito por Martí en el poema correspondiente de Versos sencillos, como se aprecia en la edición original de ese libro y en todas las buenas reproducciones de su obra. Con el verso antes aludido —que se citó mal en la televisión— concluye el poema XXX, que en gran medida funciona como columna vertebral en lo que se ha estimado un recuento autobiográfico del autor, quien comienza el poema I declarando:

Yo soy un hombre sincero

De donde crece la palma,

Y antes de morirme quiero

Echar mis versos del alma.

Basado en experiencias del niño Martí en Caimito del Hánabana, el XXX recrea hechos de la esclavitud, lo que daría para una reflexión que no cabría en este breve artículo. Basta recordar el juramento que, al escribir años después Versos sencillos, el poeta afirma haberse hecho frente a aquellos hechos, concretamente la imagen de “un esclavo muerto,/ Colgado a un seibo del monte”:

Un niño lo vio: tembló

De pasión por los que gimen:

Y, al pie del muerto, juró

Lavar con su vida el crimen!

De haber escrito “con su sangre”, ya el juramento sería fuerte, pero tendría un alcance menor: lo coronaría la contingencia de la muerte en la lucha emancipadora. Por el contrario, “con su vida” —como escribió el autor— expresa la integridad de toda una existencia cumplida al servicio de la acción justiciera. Que la forma errática como se citó en la televisión haya estado presente en otros intentos de difundir el poema, no le resta peso al error. En todo caso, advierte sobre los cuidados que se deben tener en todo lo concerniente a la difusión de la obra de Martí, para quien cada palabra que usaba tenía el peso de sabiduría y realidad y el don de belleza que lo caracterizaron.

También este 27 de enero, pero en la noche, ocurrió que en el capítulo de la telenovela cubana le estaba reservado a Martí un espacio significativo. Y ello será de agradecer y aplaudir, siempre que se haga bien. A juicio de quien escribe, no fue ese el caso, o, al menos, no lo fue del todo. Valdría hacer una valoración pormenorizada y seria para determinar si la escena del aula en que el maestro muestra fervor martiano y afán por trasmitirlo a su alumnado resultó tan lograda como seguramente los realizadores se propusieron que fuera.

Déjese ahora a un lado la disquisición —aunque no sería ocioso acometerla— sobre si se rebasaron los niveles de superficialidad con que a menudo se intenta “humanizar” a Martí, olvidando hechos tan elementales como que él fue ejemplo mayor de humanidad y puede ayudarnos a nosotros a ser mejores seres humanos. No se insista de momento en repudiar la mezquindad con que a veces se intenta hallarle a toda costa defectos para hacerlo “creíble”. Pásese por alto la ligereza con que un estudiante se ufana, como si fuera un triunfo suyo, sosteniendo que Martí fue un mujeriego, lo que a menudo se hace desde el prejuicio o lugar común de que supuestamente esa es una característica que define o debe definir al varón cubano que se precie de serlo.

Para otro posible análisis déjese todo lo que tal vez pudiera tildarse de subjetivo, y tómese apenas uno de los datos que el maestro empleó en la clase, intentando contagiar al alumnado con su veneración por Martí. A menos que esté en crisis el oído de quien esto escribe, el maestro dijo que Martí fue cónsul a la vez de dos repúblicas sudamericanas. De haberlo sido solamente de dos, de una incluso, el hecho sería relevante; pero Martí llegó a ser cónsul simultáneamente, en Nueva York, de tres países: Argentina, Uruguay y Paraguay.

¿Se habrá querido dar la idea de que incluso nuestros más entusiastas y consagrados maestros tienen serias lagunas en su preparación? De ser así, cabría concluir que el propósito se logró. Pero nada sugiere que tal fue la finalidad de la escena. Y es necesario recordar que un programa televisual llega a incontables personas de distintas edades, y que —sin la debida contrapartida crítica, difícil de establecer dentro de un mismo capítulo de telenovela: salvo, digamos, que en ese caso un alumno hubiera rectificado al profesor—, una pifia difundida por tan influyente medio puede sembrar confusiones lamentables en la población.

Ojalá fuera la última vez que eso ocurre, pero lo seguro es que no se trata de la primera. Hace algunos años el autor de este artículo escribió otro para deplorar que, no en un programa fictivo, sino en una clase de Historia de Cuba dentro de un curso trasmitido por la televisión, el profesor había afirmado que el Diablo Cojuelo del artículo de fondo, escrito por Martí, de la publicación estudiantil de 1869 a la que aquel personaje da título, era España. El periodiquito habanero, y el personaje homónimo, deben su nombre al diablo cojo que en la novela —de igual título que aquella publicación— del autor español Luis Vélez de Guevara, saca a pasear por España a un estudiante para que vea la decadencia y la corrupción de aquel país. Mientras que en La Habana el diablillo servirá para mostrar a los escolares cubanos los males impuestos aquí por la carcomida metrópoli.

En la misma medida en que, tratándose de Martí, se está ante un legado cultural, político, histórico y literario, cognoscitivo, ¡y ético!, de la mayor grandeza, cuanto se haga para representarlo y difundirlo ha de basarse en el mayor rigor, la mayor seriedad, los mayores cuidados. Eso debe saberlo cada uno de los profesionales que participen en tan importante labor, como colectivamente deben tenerlo por norma las instituciones y los organismos encargados de cuidar la calidad de lo que se haga.

Una de las máximas cardinales debidas a Ernesto Guevara, y que no parece que en la práctica diaria se honre cuanto ella merece y a la población le urge que se cumpla, “La calidad es el respeto al pueblo”, no resulta más importante aplicada a refrescos, zapatos y otros objetos que cuando se trata del legado cultural de la nación y de la humanidad. Y si se trata en particular del tesoro legado por Martí, la aplicación de aquella máxima es vital.

No va el articulista a repetir lo que en estos días ha escrito sobre (o contra) la errada tendencia a pretender que Martí fue un ser humano común, un hombre más, cuando no un hombre cualquiera. Tampoco insistirá en lo relativo a las ganancias que ha cosechado la academia estadounidense al divulgar la falsedad de que la historia es mero simulacro, cuando no un simple relato o una sucesión de máscaras, y que nada ni nadie se debe considerar merecedor de respeto irrestricto. Ni siquiera se retomará en este artículo lo relativo al peligro, letal, de no poner freno a la grosería, el desorden y la incivilidad, males que prosperan y tienen cómplices variopintos. Que estos sean voluntarios o inconscientes termina por ser irrelevante para los hechos y sus resultados.

Pero, aunque no se quiera insistir en nada de eso, lo pertinente no es olvidarlo, desentenderse de las falsificaciones ocultas —o flagrantes— en criterios y actitudes de tal índole. Si para algo servirían tan torcidos conceptos y comportamientos —o ya dan pasos para servir, en las sombras y aun fuera de ellas—, sería para facilitarles la tarea a quienes, desde fuera, con peones internos, se proponen vulnerar los cimientos de la patria cubana y sus caminos justicieros.

Esos caminos se trazaron y se afianzaron en la herencia forjada por Martí, y revivida por la vanguardia revolucionaria que en el año del centenario del Apóstol decidió impedir que su legado muriera sepultado en el cieno de la República neocolonial, aunque una herencia como la suya no hay fuerza que la mate, ni la borre. Aquella decisión salvadora no se agotó en 1953: continúa y continuará siendo fuerza rectora para la inmensa mayoría del pueblo cubano.

Nada de esa historia debe tomarse a la ligera, ni dejarse en manos de la desidia y la irresponsabilidad. En la lealtad a esa historia le va a Cuba su vida como nación, mientras que a sus enemigos les convendría que ella olvidara la seriedad y la pasión con que necesita defenderla y cuidarla. Abominables hechos recientes lo confirman, y evidencian, una vez más, hasta qué niveles de inmundicia llega la actitud antinacional y antipatriótica de los cómplices de un imperio empecinado en castigar a Cuba por su decisión de mantener la independencia, la libertad, la soberanía y la senda justiciera que logró con el triunfo de la Revolución en enero de 1959. Gracias a ella pudo zafarse de la dominación que el imperialismo estadounidense le había impuesto en 1898, y quisiera volver a imponerle. No renuncia a ello.

En esa lucha Cuba tiene de su lado —se nutre de ellas y con ellas se fortalece— las lecciones de Martí. Por tanto, no es casual que el imperio y sus lacayos intenten devaluarlas, ensombrecerlas con actos detestables. Ni es casual que la inmensa mayoría del pueblo cubano las abrace como escudo vital, y necesite cuidarlas contra todo tratamiento irrespetuoso, por muy inocuo que pudiera parecer. No, Cuba no permitirá que le ultrajen a su Apóstol, cuya significación nadie ni nada podrá menguar.

Tomado de: http://www.lajiribilla.cu

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Dos hombres en pugna

Ilustración. Aldo Cruces (Cuba)

Por Ambrosio Fornet

Durante los diez años en que me desempeñé como coeditor de literaturas extranjeras sólo tuve una experiencia realmente desagradable y se la debo al escritor inglés de novelas policiacas Raymond Postgate. Habíamos decidido publicar en nuestra colección El Dragón su novela Veredicto de doce (Veredict of twelve, 1943, cuya versión cinematográfica, protagonizada por Henry Fonda, se había estrenado aquí con el título de Doce hombres en pugna). Durante una breve estancia en Londres conseguí la dirección del autor y ya de vuelta en Cuba le escribí comunicándole nuestra decisión y asegurándole que velaríamos por la pulcritud de la traducción y le haríamos llegar un ejemplar cuando saliera. Pero… —y la partícula era, es como el signo de toda una época—, pero que, lamentablemente, no estábamos pagando derechos de autor —por lo menos, en divisas— ateniéndonos en esto a la decisión de nuestro gobierno y a la reciente declaración de la Conferencia de Estocolmo sobre las inaplazables exigencias culturales de los países subdesarrollados. Le complacería saber, sin embargo, que su novela sería ávidamente leída en un país que había liquidado el analfabetismo y se disponía, primero, a distribuir gratuitamente en los centros de enseñanza millones de ejemplares de libros de texto y de consulta, y después, a poner en librerías, al alcance de todos los bolsillos, lo mejor de la literatura universal…, incluyendo a Shakespeare y Dickens, naturalmente. Me daba cuenta –esto lo pensé, no lo dije— que había una pizca de injusticia en aquel acto de justicia histórica; al negarle el pago del copyright a un autor vivo, cargábamos sobre él la culpa de una vieja deuda contraída por otros. Pero creí ingenuamente –lo confieso– que el autor iba a encontrar en mis comentarios una justificación aceptable.

Por el contrario, después de un breve intercambio de opiniones me dio a conocer su desacuerdo en un aerograma fechado en Londres el 23 de noviembre de 1967. “Estimado Señor—decía allí–: Es la misma historia de siempre: al trabajador se le despoja del producto de su trabajo y se pone a un funcionario leguleyo a encubrir el hecho. Usted es un poco menos leguleyo que otros; aquí no se aprobó la sugerencia de la Conferencia de Estocolmo en cuanto a que cualquier país podía declararse ‘en desarrollo’ y robar los libros de cualquier autor. Aquí, gracias a la influencia ejercida por los escritores, debidamente organizados, se impidió al menos que el gobierno británico firmara ese documento. Y eso de que mi poca disposición a confiar en sus traductores le resulte a usted ‘ofensiva’, es toda una muestra de impudicia burocrática. Ustedes son ladrones y usted es insolente; ¿por qué debería yo confiar en vuestra integridad en otros campos? De usted, atentamente, Raymond Postgate”.

Había en aquel tono insultante y barriotero una resonancia imperial, un ripio de la prepotencia que caracterizó en su momento a la Pérfida Albión, y me dispuse a responderle como se merecía. Pero me contuve. De pronto, sentí pena por aquel pobre hombre que con sus setenta años a cuestas y pese a todo su talento, vivía encerrado en su mundo pesetero de chelines y peniques. Me di cuenta de que ahora no se trataba de doce, sino de dos hombres en pugna, mejor dicho, de dos mundos en pugna: el suyo y el mío. Y me limité a responderle: “Señor Postgate: usted no ha entendido nada”. No me contestó.

Tomado de: https://www.cubaperiodistas.cu

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Martí es el símbolo de la virtud

Por Wilmer Rodríguez Fernández

Nos encontramos en los estudios de Habana Radio, para conversar con un hombre que toda Cuba lo quiere y lo venera. Un martiano convencido, un fidelista profundo. Por eso le estamos dando la bienvenida al Doctor Eusebio Leal Spengler. Buenas noches doctor.

Buenas noches, muchas gracias.

Doctor, el aniversario 167 del natalicio de José Martí, el más universal de los cubanos, un hombre que ha marcado la ruta con su herencia de la nacionalidad cubana. Un Martí que nació en La Habana, un niño que nació en esta ciudad. ¿Cómo pudiera usted imaginar aquel Martí de niño, por estas calles de La Habana Vieja?

Imaginarse un poco ese tiempo. Fue un tiempo muy violento. Los años 49, 50, 51 fueron los años de las conspiraciones anexionistas, fueron los años en que debutan en La Habana los cuerpos de voluntarios para enfrentar el movimiento de Narciso López, es la ejecución de Ramón Pintó. Son años muy complicados. Es al mismo tiempo los años donde llega a la crisis el sistema esclavista, está al borde del colapso, y al mismo tiempo a él le corresponde nacer en un hogar de inmigrantes pobres, que tiene la connotación, para mí que conozco los lugares, he estado allí, de que tanto en Canarias, en Tenerife, donde nació su madre, como en Valencia, en la calle de Cordelet, donde nació el padre, la naturaleza de la gente es muy parecida, es muy entrañable, es muy amable; y me imagino que ellos aquí trataron de adaptarse, en medio de condiciones económicas muy difíciles. Independientemente de esos retratos bonitos que aparecen del padre y de la madre, y que generalmente eran retratos cuyos ropajes eran suministrados en el estudio fotográfico, quiere decir, que ellos debieron ser personas de muy modesta condición.

Segundo, un hogar de niñas, donde el único varón es Pepe, el único varón es él. Eso tiene una connotación en esa época, una connotación económica futura para la familia; una expectativa del padre con relación a su destino, para ayudarle; un padre que era hombre de pocas luces pero de sentimientos inmensos; una madre buena y generosa, que como toda madre es absolutamente amor; pero una madre que tiene que lavar para ocho, que tiene que lavar para la calle, que tiene que cocinar, que tiene que hacer mil acciones para vivir.

Hoy, la casa natal nos parece una cosa preciosa, pitada, arreglada, cuidada, pero es una casa de los arrabales, a 50 metros de la muralla, una casa de periferia, una casa en la cual ellos ocupaban en la planta alta un pequeño espacio.

Si hay algo que me llama la atención de la casa de Martí es la cocina, apenas cabe una persona para poder trabajar en la pequeña cocinita de la casa. Quiere decir que esa humildad y esa modestia, y esa pobreza, y la fragilidad de la salud del padre y de algunas de las niñas, marcaron un poco el destino de su niñez.

Y ese destino de su niñez, de su vida, ¿iba a ser Cuba, Doctor?

Sí, sobre todo porque el papel del maestro es muy importante. Tanto José Sixto Casado, por ejemplo, que se menciona poco, como el gran maestro Rafael María de Mendive, o el contacto posible allí en el colegio de Prado, con Anselmo Suárez y Romero, y otros profesores de categoría que le dieron un sentido profundamente cubano a su naturaleza. Yo no sé por qué, me lo he preguntado muchas veces, los hijos de españoles aquí nacían ya con una forma de expresión y una forma de vida diferente, era una cosa asombrosa. Yo conozco ancianos ahora, aquí, en la Habana Vieja, que llevan 80 años en Cuba y conservan todavía el acento español, como virtud, y sin embargo los que ya nacían en Cuba nacían con el hablar cubano, y particularmente con el hablar habanero, que fue el hablar de Martí.

A Martí a veces los cubanos lo vemos como hijo de toda Cuba, pero Martí es un hijo de La Habana, es herencia de aquella Habana del siglo XIX y que se va formando en aquel contexto. Ya usted decía, el colegio de San Pablo, con la formación de Rafael María de Mendive, y aquel adolescente se va convirtiendo en un joven de ideas.

Date cuenta que Mendive, como casi toda su generación de intelectuales, habían sido discípulos de Félix Varela, habían formado parte de aquella juventud que se había formado bajo la sombra de los grandes maestros del Colegio Seminario San Carlos y San Ambrosio, del propio padre Varela, de Saco, del Monte, que habían tenido la posibilidad de oír hablar de los tiempos gloriosos del Obispo de Espada, que tenían una visión de Cuba ya mucho más ilustrada, que se apartaba de los libros de texto y buscaba ansiosamente en la palabra viva de los viejos maestros la esencia de la cuestión.

Vivió poco tiempo en La Habana, apenas 16 años, interrumpidos brutalmente por el presidio, que fue no solamente dolor, sino lección y motivo de acercamiento profundo con aquel que fue el que más influyó en él; porque hay que darle su lugar al padre de Martí. El padre de Martí tiene un papel esencial, porque el padre de Martí lo entendió con trabajo, con dolor. Supo pensar en su destino, eso está claro. “Mi padre ha muerto, y con él parte de mi vida”, estas palabras de Martí años después lo resumen todo. Con mucho esfuerzo lo lleva a los Estados Unidos durante su exilio. Mantiene con el padre una relación intensa.

El padre, fíjate, que era un soldado de profesión, y sin embargo no fue voluntario. Estando ya retirado habría sido un sargento de voluntarios, un subteniente de voluntarios. Tenía relaciones, todos esos españoles emigrados eran sus amigos, y sin embargo no. Fue el celador del barrio del Templete, le pudo mostrar a Martí, de la mano, la ceiba bajo cuya sombra nació La Habana; jugó Martí seguramente en la Plaza de Armas, caminó por la calle de los Oficios, se detuvo ante la misteriosa iglesia de San Francisco, en aquella época un lugar oscuro y desacralizado.

Quiere decir ese concepto de habaneridad vivido en el andar en los barrios de La Habana, el carácter del padre, el carácter de la madre, tan austero. Todo el mundo ahí se trata de usted. Usted es el trato de la madre. Usted, es el trato de él para el padre, un trato muy reverente, no distante, y que en Cuba se suele otorgar, cuando en cierta madurez de la vida los adolescentes reconocen en los ancianos personas que deben venerar.

Por ejemplo, mis hijos le llamaron siempre a mi mamá usted; y nosotros, cuando queremos exaltar a una gran mujer cubana, le damos el muy español título de Doña, así es Doña Mariana, por ejemplo, así es la madre de nuestro querido y amado héroe Abel Santamaría, doña, y es el signo de una devoción, de un respeto, de una cultura.

Una cultura que tenía José Martí, por supuesto, en aquellos primeros años en La Habana. Ya decía usted que solo vivió 16, después fue a Isla de Pinos, después fue a España, un hombre que vivió mucho tiempo fuera de Cuba y que nunca perdió la cubanidad.

Lo que asombra a los maestros en el primer tiempo de su vida es esa letra perfecta, es esa aplicación a todas las asignaturas. Ahí están los resultados, en el expediente, están los resultados de su escolaridad.

Cuando llega a España, doloroso, descubre dos cosas que para él son fascinantes, la gran ciudad de Santander, por ejemplo, en la cual tuvo amigos y benefactores, y después Madrid, donde sufre las consecuencias de la enfermedad adquirida en el Presidio, quiere decir, los roces de la cadena con el testículo, con la pierna, con la cadera, era un niño muy delgado.

Tan es así que cuando el doctor Valencia reconoce su cadáver, en Oriente, después de la muerte, dice que se notaba en el pie una huella como el que ha llevado grillo mucho tiempo, quiere decir que él fue lacerado en el cuerpo y en el alma.

Sin embargo Martí es un hombre sin odios, siendo un hombre de pasión, y de pasiones, un hombre con el que era difícil discutir, porque era un hombre de ganar, de convencer, de persuadir. Era un hombre que poseía eso que los griegos llaman el carisma, quiere decir, una luz capaz de deslumbrar a los demás y que tiene una virtud en él y es que no habla solo… Yo, por ejemplo, que he tenido el privilegio de conocer grandes intelectuales, conversar, por ejemplo, con José Lezama Lima, tú hablabas con Lezama Lima y necesitabas un bagaje de conocimiento para poder acceder a las metáforas de Lezama; sin embargo, Martí es capaz de ser entendido, y fue mayoritariamente entendido por una multitud iletrada, de trabajadores. Y era también entendido por los intelectuales, y por los españoles que lo escuchaban, era un hombre de corazón, del convencimiento, de la persuasión.

Martí fue algo extraño, de ahí que dijera el propio Lezama, ya mencionado, que era un misterio que nos acompaña, y es verdad, es un misterio que nos acompaña.

Ya usted hablaba ahorita de la marca del grillete cuando murió, pero también hubo marcas espirituales en la vida de Martí, un hombre que sufrió en la lucha por la independencia de Cuba, por la libertad.

En su escrito redactado en España, El Presidio Político en Cuba, está volcado todo su dolor, todo su sufrimiento. Sin embargo, recuerda con cariño a la familia del señor Gironella, el catalán que lo recibe en El Abra, por las gestiones del padre. Reconoce y estima, por ejemplo, a bordo de su largo viaje, al general español Pierrá, al cual probablemente se debe su ingreso temprano en la masonería.

Es un hombre capaz de perdonar, sin olvidar, que es lo más importante. Él no olvida y, por tanto, en qué radica el perdón. El perdón radica en que no se podrá decir como Kaifaz: “Que su sangre caiga sobre nuestras cabezas y sobre la de nuestros hijos”. Él no fue un predicador del odio, él fue un predicador de la construcción de una nación nueva basada en principios de justicia, de toda la justicia posible, pensando siempre, quizá alucinado por el recuerdo de sus padres, en que era también una patria para los españoles que entendieran el destino de Cuba y que tantos lucharon por la independencia de Cuba. Es más, te puedo decir que después del contingente cubano que lucha por la independencia, de los que podemos llamar hoy internacionalistas, los que más luchan son españoles, porque son trabajadores, porque son mineros arrebatados a la mina, porque son campesinos, como sus padres, que cuando vieron a Cuba confraternizaron con el dolor del pueblo cubano y cuando llegó el momento de la independencia, lucharon con ellos.

Doctor, la vida de Martí también está marcada, ya hablábamos de los sufrimientos, pero también por la incomprensión. ¿Fue incomprendido en su época?

Claro, en primer lugar en la familia. Cuando tú lees las cartas de la madre, la madre para uno es sagrada, como sea. Cuando en Cuba decimos una grosería de las peores es para uno que no tiene madre, porque la madre es todo. Yo siempre he dicho que el hombre envejece, aunque tenga 80 años, el día en que muere su madre, deja de ser un niño para ser un hombre.

La madre no entiende nada, en las cartas le escribe: “Pepe, hasta que usted no deje tanto periodismo, tanta política, usted no tendrá donde reclinar su cabeza”.

Hay un momento en que Martí piensa, y lo dice así y lo escribe. Joven, adolescente, que ha llegado a pensar en el suicidio si no lo dejan estudiar, por ejemplo, que era lo que él debía hacer, y que era su destino. Sin embargo, al final de la historia vamos a ver la imagen dolorosa de Leonor Pérez Cabrera cubierta con hábito negro, como una viuda luctuosa, han muerto casi todos sus hijos, pero sobre todo, murió Pepe, a los 42 años, que era su esperanza, el padre de su nieto, José Francisco.

Y no solo incomprendido no solo por su familia, sino también por los que luchaban con él.

Incomprendido por su esposa, por ejemplo. Yo no la culpo, porque sería injusto. Cuando uno lee el libro de amor de ambos, es imposible pensar… Primero, fue la mujer de la cual él se enamoró. “El infeliz que la manera ignore de alzarse bien y caminar con brío, que de una virgen celeste se enamore”. Está dicho, está enamorado profundamente, pero como muchos matrimonios, no coinciden en ciertas cuestiones; ella había sido criada de una familia diferente, su padre le había dado otra educación. Ella soñaba con el hogar tranquilo, él no tuvo tranquilidad nunca. Ella soñaba con estar en Cuba en Camagüey, en Nueva York, y él soñaba con estar en San José de Costa Rica, en Jamaica, en Tampa donde estuvo probadamente más de 17 veces. Entonces no hubo posibilidad, no la hubo.

Y políticamente, entre los propios compañeros de armas, que pensaron que los sacrificios del presidio y los dolores del exilio no eran suficiente justificación para que adquiriese Martí lo que lentamente va adquiriendo. Tú vas viendo, por ejemplo, en las tarjetas de invitación a Nueva York, de las oratorias, del 10 de octubre, del 27 de noviembre, cómo va pasando Martí de ser un orador al principal orador. Y como algunos de sus discursos, son sobrecogedores: “Los Pinos Nuevos”, “Con Todos y para el bien de todos”. Cuando tú lees eso tú sientes que hay como un volcán encendido en todo eso.

Y algunos no entendieron, costó trabajo, hubo discrepancias profundas, aún entre Martí y los dos grandes líderes de la Revolución, Antonio Maceo y Máximo Gómez.

El primer encuentro entre Gómez y Martí no fue nada positivo.

El encuentro de Nueva York, figúrate tú.

Está el diario de Gómez, con lo que escribe Gómez en su diario.

Bueno, pero es lógico, eran seres humanos. Por favor, hemos convertido en divinidades a los patriotas y les pedimos que no pueden cometer errores, les pedimos que tienen que ser perfectos. Decimos que no se pueden decir ciertas cosas porque no estamos preparados para escucharlas, aquí lo que hay que hablar de la historia, de la Patria, con la cabeza descubierta. Y yo te digo a ti que cuando he leído cartas de Martí, o leo lo que está escrito en su diario, o leo a Gómez, o leo a Maceo, en algunos momentos de tensión moral para mí, preparándome para un trabajo, o una clase, leo esas cosas y me saltan lágrimas del corazón. Y recuerdo a Fidel el 15 de marzo del 78, recordando la Protesta de Baraguá, cuando dice que hay que entrar a la historia con la cabeza descubierta.

No se puede entrar con la soberbia señoril de los que no ha sido capaces de disparar un tiro, ni se han visto nunca en los horrores de la guerra, en el hambre de la manigua, ver muriendo a tus hijos, como vio morir Máximo Gómez a los suyos, Maceo a los suyos, ver eso para lograr humanizar, vulgarizar. Adoro a los que aman, y aborrezco a los que tratan de vulgarizar la historia para hacerla comprensible. Todo cubano está preparado hoy para entenderlo todo, sino mañana no entenderán nada del hoy, que es el más grande peligro, y del ayer. Porque tú eres demasiado joven, ¿qué edad tienes?

35 años doctor.

Te podrás imaginar. Entonces yo, que tengo mucho más que tú, y que tú naciste en medio del apogeo de la Revolución. Yo solamente no conocí a Camilo y al Che personalmente, la mano de todos los demás dirigentes de la Revolución me arde todavía en la mano. Todavía me arden en la mano la mano de Montané, de René Rodríguez, de Manuel Piñeiro, de Celia, de Calixto García, de Juan Almeida, tú te podrás imaginar. Todavía me arde en la mano, la mano de Fidel. Cómo entonces explicaremos mañana la historia. Yo, que los he visto también de cerca, como hombres, nunca como dioses.

Como seres humanos, doctor.

Como seres humanos capaces de errar y de acertar.

Y Martí era un ser humano.

Martí era un ser humano superior, como Fidel. Era un ser humano superior, con una capacidad enorme de síntesis, con una capacidad de elaboración de ideas, con una capacidad de ir a un objetivo. Tú tomas el discurso de Martí y es una elipsis, él viene buscando el resultado, viene buscando, y de pronto parece que hay una digresión larga, que de pronto encuentra nuevamente su lectura y concluye dejándote exhausto.

Doctor, el 24 de febrero de 1895 inicia la guerra organizada por Martí. Era Martí un hombre bueno, pacífico, esto se lo he escuchado en varias ocasiones, entonces ¿por qué se lanza a la guerra?

Consideró a la guerra inevitable. Antes de considerarla necesaria y redentora, la considera inevitable. Con lágrimas del corazón él se ve obligado, ante el fracaso absoluto, ante la incomprensión total, ante los caminos equivocados de los reformistas y de los que buscaban soluciones a medias. Para él no hay más camino, después de conocer la historia del mundo, América, de Bolívar, de San Martín, que no hay más remedio que luchar, y que el pasaporte de identidad del pueblo cubano será firmado por España con letras de sangre. Reconocerá España a Cuba como independiente con el dolor de su propia sangre. Piensa tú que en la primera guerra, en la de los 10 años, cuando el capitán general Joaquín de Jovellar se dirige al pueblo de Cuba, dice que 90 000 madres españolas lloran la pérdida de sus hijos. En la segunda guerra vinieron más soldados a combatir contra la independencia que en todas las guerras latinoamericanas juntas, incluyendo el Ejército Británico en los Estados Unidos. Hay un momento que hay en Cuba entre civiles armados, fuerzas paralelas como voluntarios y ejército regular más de un cuarto de millón de soldados contra un levantamiento de un pueblo que avanza armado del Oriente a Occidente, y cuyo camino de allá para acá es un camino de fuego.

“¿Qué queremos?”, pregunta el general Gómez en un momento. “¿Una Cuba libre, soberana de verdad? ¿O queremos continuar en la servidumbre y la esclavitud?” Cuando llega al ingenio aquel, listo para comenzar la zafra y parado en la escalerilla de la casa ve a los guajiros que llegan sucios, con los niños cargados, famélicos. Y pregunta: “¿Y la escuela dónde está?”. Le responden: “Nunca la hubo”. No había nada limpio allí, no había justicia y ordena inmediatamente que se destruya el ingenio. Fuego. Fuego. Y mañana todo el que vaya a cortar caña que se le incite a luchar, y si no, que sea pasado por las armas. ¿Y qué quiere decir eso? Que la guerra era terrible, que era la última razón de ser. Y él no puede huir de lo que él mismo ha convocado, y contra todo pronóstico y contra toda negativa, que las hubo, se decide a venir.

Y esa noche, ese bote tirado a la bartola a las diez de la noche, moviéndose el mar encrespado, separándose, como dice Gómez, nunca vio separarse un barco grande de una barquichuela en que venían cinco hombres. Se pierde el timón. Hay que improvisarlo. Y finalmente, después de mucha lucha, llegar a ese lugar misterioso, bello e impresionante de Cuba, en el que tuve el honor de estar con Fidel la noche en que se cumplían 100 años de la llegada de Martí. Y Fidel entró a las 10 de la noche en el agua, hasta la bota, con la bandera cubana y la movió al norte, al sur, al este y al oeste, ante un grupo de pocos testigos, no llegábamos a diez los que vimos aquella escena sobrecogedora. Y te voy a decir, era oscura como la noche del 10 de abril de 1895, pero de pronto apareció la luna y se iluminó el mar e iluminó la estrella radiante de Cuba.

Decía usted que hubo negativas para que Martí regresara a Cuba.

Claro que sí. Fueron algunos falsos amigos o admiradores con rabia. Sabes que siempre hay quien te admira, pero con rabia. Él también tenía detractores. Le decían el capitán araña, todo lo imaginable se dijo de él, todo tipo de calumnias. Y segundo, el momento crucial: Fernandina, todo se pierde. Porque él confía en un hombre inconfiable, pero no lo sabe. Un error, un error humano lo hace perder todo. Todo se pierde. Y después la carrera por sacar de la cárcel a los marineros, al capitán, y allí están las tres naves confiscadas, bajo cuyos aperos de labranzas venían los fusiles comprados por los obreros y las armas, para tocar tres puntos de Cuba, que era su objetivo. Quería una guerra pronta, justa, ejecutiva que impida la movilización española y la intervención norteamericana. Está claro que para él ya lo español está pasando a un segundo plano que el gran peligro que aparece delante es la intervención militar de Estados Unidos, que se ve clara cuando él se entrevista con el periodista norteamericano Eugenio Brison y este le dice: “Vengo de La Habana, y Martínez Campos me ha dicho que antes de ceder a los cubanos, pactan con los yanquis”. Eso ya es terrible.

Y por último, las discrepancias ya en tierra en cuanto a la dirección de la guerra. Vuelven a salir los fantasmas del pasado. Porque algunos, aún los más lúcidos, valientes, esforzados no se dan cuenta que la garantía de que no iba a suceder lo del pasado era él, Martí, que era el equilibrio, el sentido justo, que jamás veríamos a un Martí dirigiendo operaciones militares. Eso no era lo suyo. No. Martí era el político, era como le empezó a llamar la gente: Presidente. Y el temor de Gómez, expresado en sus palabras aquel día en una discusión de campamento: “No me le digan presidente, que él no lo es todavía. Díganle general”. Era el alejamiento de la realidad, que ya eso se vio en el drama de Céspedes y la Cámara, que era el pasado.

Y por último, lo inesperado, la muerte. Era el destino. Hay quien cree, hay quien no. La divina providencia, como dice Gómez. Su propio karma, su propia señal de vida está escrita en cartas, en versos: “Mi verso crecerá bajo la tierra y yo también creceré”, “siento dentro de mí un cántico que no puede ser otro que el de la muerte”.

Y por último Cuba. Trescientos y tantos de kilómetros caminados desde Playitas por las montañas.

Eso nadie lo imagina doctor. Martí con una mochila a cuesta por esas montañas.

Una mochila con 100 tiros, medicamentos, libros, un Winchester 44, un revolver, zapatos desechos, ropa de campaña a mal traer, su propia ropa llevada a cuesta, trescientos y tantos de kilómetros. Por eso hay que leer bien delante de su tumba los hitos que van marcando los campamentos hasta llegar a Dos Ríos. Hace muy poco que fui a ese lugar. Desde que me fui acercando y vi el río Contramaestre sentí una emoción indescriptible. Entonces llegué al lugar, y veo el monumento y veo el triángulo de los ríos, y el espacio.

Cuentan que al sentir el tiroteo de una columna española Gómez ordena a salir inmediatamente y le dice a Martí cuando lo ve tan dispuesto: “Apártese Martí, apártese”, como diciéndole, ese no es su lugar, espere, quédese, nosotros volveremos. Y esa fue la tapa del pomo. Porque también en la mesa de comida en La Mejorana le habían dicho esto, y también fue muy probable que en la entrevista de La Mejorana la decisión de los dos grandes generales fuera: “Más hace usted allá que aquí, usted aquí no es tan necesario como allá. Nosotros vamos a hacernos cargo de esto”. Pero que va, él quería pasar a Camagüey, constituir el gobierno en Camagüey, donde tenía la certeza de lograr un gobierno equilibrado, con patriotas probados, con soldados e intelectuales de mérito, no un grupo decadente de letrados, ni de locuaces políticos incapaces, como se vio antes y se viera luego, y sería la causa de tanta desgracia para Cuba, entre ellos la muerte de Antonio Maceo. Ahí uno comprende el porqué de La Mejorana, las razones ocultas, íntimas de Antonio Maceo era el temor al pasado. Él había perdido mucho: su padre, la madre en el exilio, un hermano en los presidios de África y aun estando en Pinar del Río en campaña llega la noticia con Rius Rivera del último: José. Entonces, estamos viendo tres figuras colosales de la historia, con características distintas.

Cruzan por el peor lugar, entre el fango, era el mes de mayo, había llovido, el río venía crecido y salen delante y se encuentran las formaciones españolas, y Martí no obedece. Ese carácter no era domesticable, y dice: “Vamos”. Y se encuentra a un niño que era un maestro de Holguín, Ángel de la Guarda, y le dice: “Joven, acompáñame”. Me recuerda la canción de Silvio, del ángel que no ve, que mira hacia otro lugar. Un ángel de la guarda que debe cuidar de él, su único compañero. Y el brioso caballo que le había regalado José Maceo que tanto lo admiraba. Y de pronto delante de él, el destino. Descarga cerrada. Caballo herido. Martí caído moribundo, el muchacho que lo ve trata de acercarse. No puede. Huye. Lleva la noticia. Dicen que fue un traidor cubano el que lo mató para mayor desgracia. Se acercó, estaba agonizante y le dio el último disparo. Estaba herido de muerte, pero había algo extraño ese día. No iba vestido con la ropa del soldado que usó todo el tiempo. Iba con ropa de civil, con chaqueta oscura, con camisa, con corbatín, con un pantalón blanco. Llevaba todo arriba. Las cintas que le habían regalado Clemencia, la hija de Máximo Gómez, el dinero para pagarlo todo, según la costumbre, el retrato de María Mantilla, su hija amada, quemado por el disparo. “Y si muero, llevaré tu retrato como un escudo en mi corazón”.

Un ser humano, un ser humano en toda su dimensión, hasta en el momento mismo de la muerte.

No se le puede divinizar, pero el pueblo cubano tiene en Martí la noción del bien. De ahí que todo agravio, toda afrenta a Martí sea insufrible. Martí no es para estar en lugares abandonados ni ya le corresponden rincones como en la República. Martí está en el centro. El primer monumento levantado en Cuba fue develado por Máximo Gómez y Salvador Cisneros en el Parque Central, el segundo en Matanzas, en Caibarién hay uno maravilloso y en todos los pueblos de Cuba está el sitio que le corresponde. Y en Santa Ifigenia, en esa tumba linda de Mario Santi, en la cual aparecen representados todos los valores de una nación: el rayo de sol que penetra, el día y la hora, la bandera, la tumba. Martí es inmancillable. Martí es el símbolo de la virtud. De ahí que no se pueda comprar la clemencia, te diría algo más, el rigor de la justicia revolucionaria, en todo su rigor, contra los que ultrajen de palabra o de obra a José Martí con ningún otro acto ocurrido en la historia de Cuba, porque es absolutamente incomparable, y representa a mi juicio, la decadencia de un grupo de cubanos que han perdido la esencia del ser. Por eso nuestra preocupación constante por aquellas palabras de Luz y Caballero con las cuales quisiera terminar: “Hombres recogerá quien siembre escuelas”. Quiere decir, en la familia y en la escuela está el destino.

Muchas gracias doctor por esta entrevista. Ya Cuba se la está agradeciendo.

Gracias a ti.

Tomado de: https://dialogardialogar.wordpress.com

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Díaz-Canel: “Enfrentar esta guerra de símbolos y vencerla”

Díaz-Canel, junto al Ministro de Cultura de Cuba Alpidio Alonso y el Presidente de la Casa de las Américas Abel Prieto Jiménez

Por Miguel Díaz-Canel Bermúdez

Queridos amigos, sean muy bienvenidos a Cuba que resiste.

Rectifico: bienvenidos al Palacio de la Revolución de Cuba que resiste. Sé que llevan varios días en nuestro país y que han pasado sus intensas jornadas de lectura en la bella y culta Cienfuegos. Así que la bienvenida a Cuba, Abel y sus compañeros de Casa se la dieron antes.

Pero, además, para ser más exactos, después que se forma parte de un jurado de Casa, ya se pertenece a Casa, ya se es parte de la nación que algunos llaman “nuestroamericana”, un gentilicio que se deriva de aquel magnífico ensayo “Nuestra América” de José Martí, a quien celebramos especialmente hoy por su cumpleaños 167.

Espero que Abel les haya contado ya sobre los festejos martianos de este año, convertidos en profundos actos de desagravio al Apóstol, a quienes los enemigos históricos de la nación cubana quisieron mancillar, nada menos que en vísperas del 1 de enero, que es el día de nuestra emancipación definitiva.

Por unos miserables dólares, de las millonarias cifras que el gobierno de EE.UU. emplea sólo para financiar la subversión, para pagar a sus mercenarios, gente de la peor calaña, ignorantes y sin principios, se prestaron para manchar unos cuantos bustos martianos de los incontables que hay en toda Cuba, lastimando el alma nacional tan profundamente, que sin ser lo que llamamos aniversario cerrado, este cumpleaños de Martí ha sido más extenso y profundo que nunca.

Y viendo y escuchando, con indignación, a los vulgares perpetradores del agravio, ratificamos una vez más el valor de la Cultura y de las Ideas. Aquello que reiteraba tanto Fidel de que “sin cultura no hay libertad posible” y de que “la cultura es lo primero que hay que salvar”.

Eso viene, indudablemente de Martí, quien dejó escrito y cito: “La madre del decoro, la savia de la libertad, el mantenimiento de la República y el remedio de sus males es, sobre todo lo demás, la propagación de la cultura”.

Por eso, otra vez, nuestros enemigos fracasaron. Al intentar lastimarnos, dividirnos, enfrentarnos, provocaron que la nación se uniera más en torno a uno de los símbolos más altos de nuestra cultura. Y de nuestra Revolución. Porque Martí es inseparable de la Revolución cubana.

Tan martiana es esta Revolución, que su Palacio está en la Plaza “José Martí”, donde tenemos su memorial y por donde desfilan todos los años más de un millón de cubanos, cada Primero de Mayo, ratificando el carácter popular de la Revolución “con los humildes, por los humildes y para los humildes”, como diría Fidel, o como diría el propio Martí en sus versos “con los pobres de la Tierra”.

Ustedes verán que hablo constantemente de Martí y de Fidel, pero no soy el único. El Maestro y su mejor discípulo marcaron las coordenadas de nuestro destino. Un destino elegido y respaldado masivamente, aun en los peores momentos de estos 60 años. Los dos le dieron preeminencia a la educación y la cultura como factores claves de la fortaleza de una nación.

Si algo explica nuestros 61 años de resistencia es en primer lugar la unidad, que fue la gran bandera de lucha de Martí y la obra triunfante de Fidel. Y la educación y la cultura como soporte de esa unidad, son los factores que la han convertido en infranqueable, inderrotable.

La Casa de las Américas es uno de los más importantes pilares del concepto nuestroamericano de la Revolución que, como muchos de ustedes han dicho más de una vez, es sobre todo, un proceso cultural.

Casa es un Premio, pero también una Casa en todo el sentido de la palabra. Ahora es un lugar histórico y entrañable para Cuba. Pero, según he leído, la construcción del edificio donde se aloja muy cerca del malecón habanero, está asociada a los proyectos hemisféricos de colonización cultural de nuestros pueblos, auspiciados por la OEA, el “ministerio de colonias”, como la llamó Roa.

Fíjense qué cerca está de nuestra cancillería, que para entonces era Secretaría de Estado, imitando al imperio. Y cuando la Revolución transformó ese edificio en la Casa de las Américas fue la Casa de la libertad, de la soberanía, de la emancipación desde la cultura. Una de las primeras instituciones de la Cultura en la Revolución, junto al ICAIC y la Imprenta Nacional.

Todo eso ocurrió en el mismo 1959. Ese año NOS ESCAPAMOS DE LA MANADA. Nos salimos del redil. Y uno de los más hermosos actos de independencia cultural fue la Casa, que primero dirigió nuestra Yeyé, Haydeé Santamaría, una de las heroínas del Moncada. Una mujer sin altos estudios, pero de una sensibilidad tan elevada que todos los intelectuales y artistas de Nuestra América que se juntaron en la Casa, la respetaban, admiraban y querían.

Para mi generación, que nació con la Revolución, la Casa es como un templo de la cultura. Siendo estudiantes pasábamos por allí despacio y mirando ansiosamente sólo para ver salir a Mario Benedetti, Eduardo Galeano, Julio Cortázar, Silvio, Pablo, Mariano, Galich, Retamar, Matta, Mercedes Sosa, Chico Buarque, por decir sólo los más reconocidos y recordados, porque, la lista es larga, infinita. De ese espíritu nos alimentamos, no sólo en actos y conciertos, también enamorando, con los poemas y las canciones de amor a las muchachas.

Decía antes que escapamos de la manada, porque, por muchos años, los cubanos hemos sido la oveja negra de la región, según nos pinta el imperio impotente ante nuestros avances y nuestra resistencia.

Y estamos orgullosos de serlo, más orgullosos mientras más negra pintan a la oveja, porque en nuestro sentido de pertenencia a las Américas está Haití, la primera Revolución americana, ganada por negros de espíritu libre y que todavía pagan con su pobreza de siglos la osadía de negarse a ser esclava.

Y están nuestras hermanas islas del Caribe, que portan en su piel la distinción de los que levantaron naciones siendo esclavos y hoy muestran una digna y próspera comunidad de pueblos unidos en su maravillosa diversidad, comunidad que, por cierto, fue de las primeras del mundo en abrirle los brazos a Cuba, cuando Estados Unidos, vía OEA, dio la orden de echarnos fuera.

Hace poco, de visita en Argentina, me reuní con importantes intelectuales y artistas que siempre han estado cerca de la Revolución cubana y compartí con ellos algunas reflexiones que ahora quisiera retomar con ustedes:

¨Les comentaba mi impresión sobre los momentos complejos que vivimos, algunos de franco retroceso político y social, con el regreso de golpes de Estado y asesinatos políticos; dictaduras neoliberales; apogeo de ideas neofascistas; ensayo de nuevas tecnologías represivas y de contrainsurgencia.

Y como combustible de todo eso, los grandes medios que monopolizan y manipulan la información, demonizando y persiguiendo a los líderes de izquierda mediante procesos políticamente motivados.

Es un ataque en toda escala contra las ideas de avanzada.

Pero como dije en Buenos Aires, creo que no basta protestar, no basta elegir, no basta gobernar. Incluso no bastaría luchar con cualquier recurso por defender todo aquello que puede hacer mejor nuestro mundo.

Es imprescindible producir ideas que abran caminos, que devuelvan la espiritualidad al ser humano, ideas enaltecedoras. Todos debemos pensar, sembrar ideas y valores, mostrando el sendero de la justicia, de la verdad, la unidad y la honestidad a los pueblos.

Frente al avance de la barbarie sobre la civilización, tiene un significado universal aquella afirmación de Fidel, dicha en momentos críticos para Cuba, de que lo primero que había que salvar era la cultura.

Fue la cultura la que abrió puertas a Cuba en medio de la hostilidad imperial y el aislamiento a que fuimos sometidos. Ha sido la cultura la que nos ha defendido incluso dentro de Estados Unidos.

En una crisis como la actual, no solo para Cuba, sino para todos, es esencial salvar la cultura, la historia, las ideas.

Como expresó Fidel en uno de sus últimos encuentros con intelectuales, celebrado en 2011 en el marco de la Feria Internacional del Libro de La Habana, a “la humanidad hay que empezar a salvarla ya”. Ustedes tienen un importante papel en esta batalla.

La Red en Defensa de la Humanidad, Telesur y otros proyectos culturales contrahegemónicos creados en los últimos años demuestran que, si nos unimos en toda nuestra diversidad, hallamos los recursos, las formas y las fuerzas necesarias para enfrentar esta guerra de símbolos y vencerla.

Tenemos que ser auténticos y mostrar con orgullo quiénes somos para que se abran puertas y se favorezcan entendimientos que podrían parecer imposibles. Tenemos que ser solidarios para combatir el paradigma neoliberal y conservador y defender el derecho humano a la cultura.

A pesar de las durísimas limitaciones financieras que impone el bloqueo, de la persecución rabiosa a todo lo que puede sostener y mejorar nuestra economía, de las medidas draconianas que escalan por semana, nos proponemos seguir impulsando proyectos culturales contrahegemónicos, del que es una altísima expresión el Premio Casa de las Américas en todas sus manifestaciones.

Porque estamos convencidos de que el arte y la literatura hacen pensar y mueven a los pueblos.

Lo hacemos porque creemos que al preservar el diálogo, la identificación y la conciencia de los pueblos, construimos vasos comunicantes más perdurables que los de la política.

Queremos que nos acompañen en ese esfuerzo que haremos por mostrar la creación de nuestros pueblos latinoamericanos y caribeños, a la humanidad. Una creación de la que todos ustedes forman parte hace largos años¨.

Y ahora, permítanme darles una pequeña apreciación sobre la labor que han hecho ustedes aquí.

Pensando en lo mucho que ustedes tienen que leer en muy poco tiempo, recordé que, en una de sus primeras entrevistas ante la televisión, en las primeras horas del triunfo revolucionario, cuando le preguntaron a Fidel qué es lo que más disfrutaría hacer ya terminada la guerra, respondió algo así como: “tomaría el vuelo más largo en América Latina, a Argentina, por ejemplo, y llenaría el avión de libros para pasarme todas esas horas leyendo.”

¿Qué quiero significar? Que Fidel no pensó nunca en un paraíso occidental, en una diversión de las que todos los días nos venden las grandes transnacionales de la comunicación y el entretenimiento, cuando le hablaron de darse el reposo del guerrero.

Como ven, tanto él, como el Che, como toda la Generación histórica, desde el principio y hasta los días que corren, han pensado y actuado siempre afincados en la cultura y abrazando a Nuestra América.

Por mi parte, yo los envidio porque leer buena literatura, sean ensayos, cuentos, teatro… es realmente un ejercicio muy placentero y edificante. Claro, no es lo mismo elegir qué leer y darse el tiempo para disfrutarlo, que hacerlo con la prisa del tiempo y la responsabilidad de una valoración para un Premio como éste. Pero igual los envidio.

La vida de los revolucionarios cubanos, que tenemos la responsabilidad de dirigir el país, bajo permanente asedio, transcurre durante muchas horas revisando y leyendo papeles que no tienen nada de belleza literaria y sí mucho de desafíos para hacer que dos más dos sean cinco o diez. Multiplicar con ahorro y esfuerzo lo que otras sociedades, ricas y desiguales, dilapidan sin conciencia.

No importa. El profundo legado que nos han dejado nuestros próceres y nos comparten el General de Ejército Raúl Castro y sus compañeros que permanecen en tareas decisivas de la Revolución, es luchar, resistir, impulsar, crear. Y levantar la cultura tanto como se pueda. Y les aseguro que siempre encontramos el tiempo para disfrutar el placer de leer, ver, apreciar, la extraordinaria obra que ustedes van creando.

Muchas gracias.

Palabras del Presidente de la República de Cuba Miguel Díaz-Canel Bermúdez en el encuentro con los miembros del jurado del Premio Casa de Las Américas 2020, celebrado en el Palacio de la Revolución, el pasado 28 de enero.

Tomado de: https://culturayresistenciablog.wordpress.com

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Los nuevos actores globales del sector audiovisual y su impacto en las políticas culturales

Por Rosa Sophía Rodríguez

Estamos asistiendo a un cambio de paradigma, a un cambio de modelo basado en la tecnología digital. La innovación tecnológica no es solo un elemento de modernización de la cadena de valor del audiovisual. No se trata solamente de intercambiar o añadir elementos distintos al proceso tradicional de producción, sino de un cambio radical en cada una de las etapas, lo que le está dando una nueva fisonomía al audiovisual, pasando de los procesos fabriles a los procesos digitales. Todo esto sucede en el marco de una intensiva integración vertical de las grandes empresas de comunicación y de telecomunicación, fundamentalmente las de telefonía. Dichos procesos de integración suman tres aspectos: la tradicional inversión de dichas empresas en la infraestructura de redes —las empresas de telefonía invierten en la construcción de redes físicas, lo que les brinda en determinados casos ciertos beneficios fiscales por parte de los gobiernos— se suman los servicios de telecomunicaciones (Telefonía, Internet y Televisión) y la producción audiovisual, ya que también han entrado a participar como accionistas en empresas productoras de contenidos. Dicha triada, un tanto perniciosa para la libre competencia, se compone finalmente de las redes, es decir, la carretera —los servicios de telecomunicaciones— el transporte —los camiones— y tercero, los contenidos o la mercadería. Todo este proceso se ha venido dando en el sector de la industria y de las telecomunicaciones de una manera desregulada, sin que los agentes de la cultura y la cinematografía se percaten de ello, concentrados en políticas de fomento de la producción y en las características de los contenidos de las obras audiovisuales. Así, las empresas de telecomunicaciones carecen de las exigencias legales que desde hace más de una década regulan el accionar de las empresas de televisión iberoamericanas conminándolas a participar en el fomento de la producción audiovisual; la legislación que necesitamos está llegando mucho más tarde que los hechos. En este escenario podríamos destacar tres características:

—La multiplicación en la accesibilidad a los contenidos: Cada día hay más ventanas, sobre todo las domésticas. En una casa contamos con el televisor y por lo menos con tres ventanas más: ordenador, teléfono móvil y la playstation o consola de videojuegos.

—Estos cambios repercuten en lo que ahora entendemos como obra audiovisual: ¿Qué es una obra audiovisual? ¿Es un producto cultural entendido bajo el tradicional concepto de industria cultural? ¿Es parte de la industria del entretenimiento? ¿Es simplemente contendido digital? ¿Es un bien digital, un bien virtual, es un servicio? ¿Qué es? A partir de estas mutaciones se están dando de manera tácita nuevos modelos de negocio sobre la base de la competencia digital. Podemos ver películas a través de un video-consola, acceder a la televisión de nuestros propios países a través de Internet, valorar un tráiler en las redes sociales, etc. Modelos de negocios que antes no existían y cuya regulación es mínima.

—Un nuevo mercado está siendo modelado por las grandes empresas globales de comunicación. En el caso de los contenidos audiovisuales, las empresas de telecomunicaciones estructuran la oferta de contenidos en otros sectores de las industrias culturales —por ejemplo, en el sector del libro—, son las empresas globales de búsqueda como Google y de distribución como Amazon, las que reorganizan el negocio editorial.

En conclusión, nuevos actores de las telecomunicaciones han entrado a competir por los mercados en el sector audiovisual, empresas que nunca imaginamos podrían formar parte de la dinámica de las industrias culturales. Es a partir de este escenario que nos surgen preguntas sobre el futuro de Internet como plataforma de desarrollo de la distribución y exhibición de las obras audiovisuales. Sobre el tema refiero un documento del año 2007 denominado La acción comunitaria para el fomento de la industria audiovisual. Impacto del programa MEDIA (Casado: 2007), cuyas conclusiones nos dan luces sobre los cambios radicales que se están dando en el sector audiovisual.

Por una parte, se plantea como principal reto conseguir que se mantengan vigentes las políticas comunitarias del audiovisual dentro de los acuerdos del comercio internacional, que liberalizarían todo el sector de las telecomunicaciones, y lo segundo y más llamativo es constatar la pugna entre Estados Unidos y Europa por la clasificación de los contenidos audiovisuales distribuidos a través de Internet, ya que EE.UU. busca que sean clasificados como «bienes virtuales» y no como «servicios», con lo que estarían exentos de las excepciones que hacen posibles las políticas de cuotas europeas (Casado: 2007).

¿Qué representa que los contenidos audiovisuales, los productos o los servicios culturales distribuidos por Internet cambien su denominación por «bienes virtuales»? Supondría que, de manera paulatina, se verían cada vez más lejos del espectro de la protección que da la cláusula de excepción cultural a los productos y servicios culturales en el marco de los acuerdos de libre comercio, acercándose cada vez más a una esfera completamente desregulada que es la del comercio electrónico.

En este sentido, los capítulos correspondientes al Comercio Electrónico en los tratados de libre comercio firmados entre Estados Unidos y diferentes países latinoamericanos, son muy similares, y han sido redactados en un espíritu de casi total desregulación, reduciendo todo tipo de obra audiovisual a la denominación de contenidos digitales, sean estos un documental, un videoclip o una clase de inglés para smartphone. Al parecer, estamos utilizando de manera muy ingenua diversos términos para identificar una obra audiovisual sin valorar que, en dicha asimilación de denominaciones —atractivamente tecnológicas—, podríamos facilitar que los productos y servicios culturales pierdan la posible protección que los gobiernos soberanamente les otorgan, gracias a la cláusula de excepcionalidad cultural hecha instrumento legal vinculante en la Convención sobre la Protección y Promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales de la Unesco (2005).Un informe del PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) sobre la Economía Creativa (Informe sobre la economía creativa: 2008) nos da luces para reorganizar este batiburrillo de términos que ha inundado el sector audiovisual, en la búsqueda de conceptos más precisos, que permitan identificar mejor las nuevas actividades y bienes aparecidos al calor de las nuevas tecnologías, nuevas nomenclaturas que asimilan los innegables cambios en el sector pero que conservan el espíritu de protección a las industrias culturales actividades creativas, actividades tecnológicas orientadas al servicio, bienes creativos, contenidos creativos, servicios creativos o bienes de contenidos comerciables; nuevas nomenclaturas que asimilan los innegables cambios en el sector pero que conservan el espíritu de protección a las industrias culturales.

Es necesario sensibilizar a los responsables de las políticas públicas y los académicos sobre el tema, ya que en la medida en que se normalice el uso de archivos digitales sin soporte tangible y la distribución/exhibición de películas a través de Internet, serán pocas las posibilidades de proteger nuestras cinematografías de los vaivenes del libre mercado apelando a la excepción cultural. En términos concretos, los gobiernos de la región no tendrán la potestad de hacer valer el Acuerdo Iberoamericano de Coproducción, que permite a los iberoamericanos coproducir de manera favorable con sus pares regionales, ya que respetando los tratados de libre comercio, corresponderá dar a los países firmantes  el mismo trato comercial que a nuestros socios culturales tradicionales .

A excepción de países como Argentina, Brasil y España, que desde hace varios años regulan con distintas características las nuevas condiciones de convergencia digital en el sector audiovisual, los demás países de la región han asumido de manera arbitraria diferentes modelos y terminologías, sin considerar las repercusiones a largo plazo. Es muy difícil precisar cuál debería ser el papel de los gobiernos en el escenario descrito, y cual la participación de la FNCL como agente importante de las políticas audiovisuales. Lo que sí es evidente es que el punto de partida tendría que situarse en una reflexión abierta sobre Internet, como importante plataforma de distribución y circulación de productos culturales y columna vertebral de nuevos modelos de negocio de los que el cine iberoamericano debe formar parte.

Bibliografía

Casado, Miguel Ángel (2007). «La acción comunitaria para el fomento de     la industria audiovisual. El impacto del Programa Media». TELOS. En: http://sociedadinformacion.fundacion.telefonica.com/telos/articuloexperiencia.asp@idarticulo=1&rev=70.htm.

Informe sobre la economía creativa (2008). http://unctad.org/es/docs/ditc20082ceroverview_sp.pdf.

Tomado de: http://cinelatinoamericano.org

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