Diálogos

Margarita Ledo: “‘Nación’ son las mujeres de mi generación” (+Video)

Margarita Ledo es una periodista, cineasta y escritora española

Por José Manuel Sande

Margarita Ledo construye sus artefactos fílmicos a través de las filias y huellas de una vida entera. Por eso, tanto en la conversación como en las sucesivas entregas de sus propuestas artísticas siempre translucen sus grandes preocupaciones e intereses. Después de recorrer en tres largometrajes las aristas y grandezas del siglo XX, a través de lances épicos (Santa Liberdade, 2004); figuras históricas encarnación de luchas e idearios (Liste, pronunciado Líster, 2007) o Galicia a través de la mujer, el exilio y la migración en La cicatriz blanca (2012), la versátil catedrática de Comunicación Audiovisual, pionera en tantos aspectos, regresa con Nación. Estimulada por la excelente acogida en el Festival de Sevilla, pocos filmes recientes pueden resultar más exigentes al tiempo que oportunos: el relato de un grupo de (ex) trabajadoras alrededor de un enclave laboral preciso, la fábrica gallega Pontesa (1961-2001), un espacio donde, con lucidez nunca exenta de pasión, conviven la precariedad y la búsqueda de autoestima. Obra vigorosa y llena de resonancias, retrato femenino, generacional y colectivo, este ensayo poético, presidido por una amalgama de materiales, suma recursos del documental y la ficción y fue estrenada hace pocos meses.

¿Cómo surge este proyecto?

Fui haciendo una serie de trabajos que tenían que ver con cuerpos, con la disposición de los cuerpos a través del exilio, los cuerpos migrantes. Esto es lo que llamé la trilogía del siglo XX, mis tres primeros largometrajes. Faltaba enfrentarme a mi generación. Y realmente Nación son las mujeres de mi generación. Trabajo con mujeres de más de 60 años, y avanzo en lo que me propuse en el sentido de romper un canon de los cuerpos femeninos en la pantalla. Entonces di con un aspecto que venía arrastrando –en un film feminista como La cicatriz blanca– en relación a desposeer los cuerpos, que es la experiencia del cuerpo femenino en la pantalla, la manera de volver a darle posesión. En el caso de La cicatriz blanca era a través de la palabra, de recuperar el habla, porque partía de una idea: la carencia de la palabra como manifestación de que no teníamos libertad. Nos sentíamos libres porque no sabíamos cómo expresar que no teníamos libertad, era todo lo que acompaña ese film, final de ese viaje por los cuerpos migrantes o desposeídos de Liste o Santa Liberdade.

¿Y qué significa para usted el cuerpo?

El cuerpo es lo que te permite vivir, desear, hablar, amar, pensar, odiar. Todo resulta cuerpo en esa reivindicación, desde los proemios del cine feminista (no necesariamente hecho por mujeres). Es una idea que trabajé como ensayo escrito, en El cuerpo y la cámara (Cátedra, 2020). En estos registros y alrededor del que quería hacer, me surgió el tema que Adrienne Rich llama politics of location, en el fondo los cuerpos situados; en Galicia me lleva a la nación y a los cuerpos de trabajo, otro tipo de desposesión.

Son las primeras expulsadas del sistema industrial en la reconversión, y obviamente expulsadas «sin preocupación», porque vuelven a su casa, entendida como su lugar natural. La consideración de las mujeres como casi gente, parece que no llegamos a la categoría de ciudadanas. Me preocupaba cómo plasmar esto.

¿Por qué ‘Nación’? Parece vinculado a una idea de reconceptualización hoy del espectro femenino y de reconocimiento de soberanía.

El nombre, Nación, refleja perfectamente eso. La nación surge como soberanía popular, como ciudadanía. Comienzo a trabajar alrededor de esto y a procurar convertirlo en película. Son cuerpos a los que se les está negando todo, siempre, desde la noche de los tiempos. En la película hay un trabajo más visible, que es el fin del trabajo industrial para las mujeres. Esas fábricas que representan un lugar donde se encuentran, donde se organizan, donde aprenden a tener cuerpo y aprenden a ser ciudadanas. Eso fue Pontesa. Pontesa cubre todo un período, comienza en 1961 y finaliza en 2001. Son 40 años en los que asistimos a toda la transformación última del sistema capitalista. Cuando cierra Pontesa, ocurren maniobras, corruptelas y operaciones económicas. Pasan muchos avatares, intentan entregarles las máquinas a las trabajadoras y declararse en quiebra. No podían aceptar eso, porque significaba el cierre.

Me interesaba mucho, era una fábrica de gran potencial en mano de obra, y que focalizaba todo en la comarca. Me interesaba mucho mostrar –esta es una parte importantísima de la película–, lo que es tener el primer salario. Cuando hablaba con las mujeres, lo primero que salía era justo el sentido de autoestima que les daba este primer sueldo. Iba más allá del dinero, era a intuición de que por vez primera comenzaban a labrar su lugar exacto en la sociedad, comenzaban a pertenecer a ella, comenzaban a saber que podían ser independientes. Este perfil es lo que fui buscando de alguna manera entre ellas. Son todas las pontesas, cinco trabajadoras muy diferentes en sus perfiles. Pero la que se convierte en hilo conductor, una especie de Sibila generosa, es la figura de Nieves Lusquiños. Es una mujer soltera, que nunca casó, que cuidó de su padre y de su madre; una mujer que tiene los contactos de las otras, que prácticamente no habla pero transmite esa armonía de comunidad. Y di con ella. Ese fue el milagro que sucede, ese azar generoso del que hablaba Oliveira, la máscara del destino.

Entiendo que encuentra la figura de Nieves a través de una exploración en esa polifonía, viendo las posibilidades que podía haber a través de otras mujeres de ese grupo.

Sí, supe que estaban en un proceso judicial cuando trabajaba sobre el tema. Fui a una vista previa en A Coruña y allí observé a las diferentes mujeres. Todo esto me hizo pensar cómo trabajar con ellas, y lo que decidí fue comenzar por lo que es más ensayo ficcionalizado, para que comprendieran que era una película, no un testimonio o una confesión. Mi asombro es que inmediatamente se asumieron como personajes. Reparé también en esa capacidad de desdoblamiento tan bien labrada por el mutismo femenino. Y esa línea entre cuerpo, persona y personaje. Lo hemos incorporado: somos muchas otras al mismo tiempo. Esto para el cine es fantástico. Esos desdoblamientos aparecieron inmediatamente. Y se creó una relación fluida con la generación más nueva –las que tenían que hacer de transmisoras– que resultó asombrosa. Una película que se rueda en muy poco tiempo, con un presupuesto bajísimo, y en la que se produce un salida hacia el exterior de todo ese mutismo que estaba acumulado.

Sigue cubriendo períodos históricos, temporalidades en la historia de Galicia y de la mujer gallega. Hay un retrato generacional potente. Por ceñirnos a los largometrajes, el retrato de sucesos históricos o grandes personalidades (‘Santa Liberdade’, ‘Liste’) da paso a un retrato de lo cotidiano femenino, perspicaz e impregnado de lirismo (‘A cicatriz blanca’). Al mismo tiempo, continúa completando el siglo XX, llegando hasta hoy, sin eludir un juego intergeneracional productivo. ¿Cómo va perfilando este recorrido?

Resulta una evolución coherente, y perseveras en la línea de mostrar voces ocultas, silenciadas o periféricas. En los años transcurridos desde A cicatriz blanca hice mucha pieza pequeña. Realicé una resignificación de materiales de las tres largas para Herdeiras, el CD de Carmen Pením. Jugué con elementos de una poética que no tienes por qué justificar. Una de las cosas que implica también la recuperación del cuerpo y del habla, pasa por la recuperación de esas voces no solo simbólicas, también materiales. En los anteriores filmes las voces aparecían en su literalidad. En Santa Liberdade o Liste, que representan acciones masculinas, aparece siempre la voz de las mujeres que acompañan. Había ya cambios y evoluciones en A cicatriz blanca, donde comienza a liberarse más, con registros diferentes. Y aquí, la voz pasa de ser el mensaje en la botella a ser un grito, el oído de las endemoniadas. Había un elemento intergeneracional para mí fundamental. Estas mujeres serían derrotadas si no pasaban su experiencia, que estaba sin acaecer. Las generaciones actuales ven la precariedad como algo natural. Una de las personajes que hace Mónica de Nut representa el trabajo precario. Y el lamento final da paso a todo lo que no se ve, y que nos conformó a lo largo del siglo. Como nos representaban a las mujeres? Como histéricas, como brujas.

En ese sentido, hay un reflejo, una encarnación o exploración del trabajo femenino, pero que, a la vez, apela a la precariedad a modo de análisis histórico sutil de la economía gallega y de un trozo de nuestra historia.

Exacto. Y eso está en los personajes que acompañan a las trabajadoras de Pontesa y en su propia materialidad. La experiencia de las tres, de Mónica Caamaño, Mónica de Nut y Xoana Pintos, forma un personaje que parece coral: representan el trabajo en el campo, el paso del trabajo desde el campo a la fábrica y la propia precariedad del campo, donde no había compensación económica. Hasta que se incorporan cuando miran hacia nosotros, hacia lo que está fuera del campo. A partir de ahí los personajes son muy diferentes entre sí. Mónica Caamaño, que siempre está en mis películas –tenemos una confianza profunda–, encarna la verdad de lo real y desvela la memoria de la represión, de los abusos y de todo el tratamiento del cuerpo femenino desde el patriarcado. Es un film absolutamente antipatriarcal. Y a mí me interesaba sacar esto de un modo que fluya de unos archivos a otros, de unas escenas a otras, de unas hablas a otras, no como algo incidental que aparece. Esa fue mi batalla particular.

Mónica Caamaño es una presencia aval de compromiso, implicación y rigor en su obra.

Sí, y creo que la escena final de Mónica Caamaño es única en el cine gallego, y no la podría hacer nadie que no hubiera tenido ese compromiso, ese modo de pensar de que la obra va más allá de lo que tú puedas hacer, de un modo que tiene que ver con el propio imaginario de la persona que mira. Una de mis grandes preocupaciones era que ellas expresaran para sí y hacia afuera, que no fuera una confesión y que no hubiera ni melindres ni nostalgia.

Ese monólogo de Mónica Caamaño resulta una suerte de historia universal de la infamia (de género), una construcción que queda concentrada en esa escena, con la intuición de la mezcla de ficción y documental.

No es tanto ficción como dar cuerpo al propio imaginario y a la propia memoria, ya que la memoria se despega de los hechos reales y se transforma. Por eso, el archivo como síntoma; o te tienes que expresar o defenderte de las cosas que te fueron configurando. En el cine que hago hay esa especie de relación corporal con mi propia obra que funciona como autofuente. Me permite llegar a Nación. Siempre trabajé con archivos de imagen, pero aquí fue de modo diferente. Es un montaje circular, casi cualquier pieza se puede relacionar con otra.

Me gustaría que hablara más de ese empleo de materiales en Nación. Siempre hace una miscelánea fuerte. Aquí ofreces piezas como ‘Talleres Alonarti’ (José Gil, 1927), imágenes de TVE, las fotos de As Encrobas [la antigua mina de carbón de As Pontes reconvertida en lago artificial] del fotoperiodista Xosé Castro o el brutal fragmento del film de Jacinto Esteva ‘Lejos de los árboles’ (1963-1971)

Una de las primeras versiones imaginadas de Nación iba más sobre cómo había sido filmada Galicia. Abandoné y pasé al tema de la mujer en el sector industrial. Mantuve la presencia de los archivos de imágenes y comencé a buscar. Había piezas que ya conocía como el Container de feminismos de Anxela Caramés, Carme Nogueira y Uqui Permuy. Me interesaba el bucle entre aquel período de las fábricas republicanas. La filmación de Gil es maravillosa. Quería mostrar la salida de la fábrica de Alonarti, de los años 20, con la salida de fábricas más pequeñas que aún funcionan (Sargadelos, Arcadia). Filmar esas fábricas quiere decir volver a reivindicar el trabajo. No podemos consentir que desaparezca. Ese bucle de la salida de Alonarti tiene voces de una salida de O Castro [la fábrica de Sargadelos en Sada, A Coruña] que permitía juegos de archivo y mantener de una manera clara la connotación de cómo fueron hechas, desde los filmes de propaganda (pieza de TVE) hasta el reportaje de la Pontesa en los años 60, pasando por la autofilmación de urgencia y técnicamente imperfecta de las trabajadoras. Mantener esos indicios de cómo se tuvieron que hacer las cosas que se tuvieron que hacer, y como se pudieron hacer. Además, usamos imágenes de los archivos de la TVG que no se habían visto.

Otra convención que me interesaba romper era la de representar siempre a la mujer en el espacio doméstico y pasarla al espacio público. Toda la película pasa fuera y las conversaciones tienen que ver con el espacio público. Y eso me interesaba mantenerlo en todo el film. También está el paso de doméstica a asalariada como primer paso para tener la consideración de ciudadana. Me interesaba mucho la relación entre los propios archivos, a veces difícil, y vincularlos como parte de un mismo proceso. Lejos de los árboles aparece como un archivo completamente independiente, porque ya está en un momento en que se tensionan todas las imágenes previas, en ese momento de catarsis y de muerte.

Estas imágenes de Jacinto Esteva, un soberbio documental en el que las partes gallegas tienen especial valor, son el archivo que, a priori, parece más alejado del resto de materiales o temas que trata su film. ¿Cómo valora esta posibilidad de uso?

Surge en el momento más simbólico del film, en el que comienza a manifestarse el poso del no histórico, lo que es el aislamiento, la opresión radical, la Iglesia Católica. No quería una procesión, y aparecen estas imágenes del Corpiño. Y hay detrás una sonoridad palimpsesto de voces, de ritos y de sentido del sonido que me cuadraba perfectamente con la anterior secuencia.

Las imágenes que sí nos representan, un modo de no olvidar, son las de As Encrobas, de Xosé Castro, irrepetibles en el fotoperiodismo gallego: el cuerpo a cuerpo (la mujer como cuerpo activo total); el desconcierto del cuerpo masculino –la Guardia Civil en este caso– y esas imágenes, resignificación de la mujer del campo, de una dignidad aplastante de la detenida que mira fuera de campo.

Tiene a Nieves, tienes a las Mónicas, tiene todos estos materiales de archivo y una intención decidida de los que quiere usted mostrar. ¿Cómo determinas o construyes la estructura del film? ¿Fue laboriosa esta parte o la tenía clara?

Tengo unos guiones en los que está la estructura, pero falta darle forma. Muchas de las conclusiones y algunas escenas nacen en el rodaje. El propio material de estas escenas surge de otras, proviene del encuentro y de la relación que se va estableciendo. Tienes dos posibilidades: no hacerlas por miedo o, como trabajas con un equipo pequeño y la carencia es tan grande, pues hablas. Y muchas de las cuestiones formales aparecen ahí. Otras estaban muy guionizadas, meditadas, eran seguras. Toda la parte final, por ejemplo. La poética te lleva a procurar una forma, y cuando percibes la correspondencia no la descartas.

Lo que me da soluciones, o pensar de otro modo, es filmar en los lugares donde se producen los hechos y recoger todos esos ecos. Yo quería entrar en Pontesa. Esta película no se termina hasta que consigamos entrar, pensaba. Y lo conseguimos. Allí se dan varias versiones de la estancia en la fábrica. Cuando la memoria y el cuerpo vuelven, comienzan a desatarse y se convierten en cuerpos de experiencia. Esos lugares me dan la formalización de la película y su propia estructura.

¿Es una presencia recurrente en su obra, pero, como aparece Eva Veiga en ‘Nación’?

Ella contribuye a conformar la idea de ensayo poético que tiene el film. Eva es uno de esos prodigios que te pasan a veces. Es la presencia. A mí me interesaba en lo que es el imaginario de lo femenino muy representado por la esfinge, una figura tenebrosa, destructiva, que puede dar lugar, como dicen las estudiosas, a una antigua estirpe matricial que el patriarcado descarta. Ese es el modo de entrar, porque puede anunciar cosas muy diferentes que se van a unir entre ellas. Y escojo entre los versos de Eva: «Apagar la oscuridad». Con ella condenso los elementos que me interesaban. La edad por una parte, el cuerpo, la voz, anticipar o advertir, esa doble cara, como una sibila. Nieves también es un personaje que anticipa, es la escéptica activa. Eva Veiga abre y cierra el film. Su papel sirve para reivindicar a toda esa estirpe de mujeres marcadas por la represión. Y esto solo lo puede hacer Eva Veiga. Todo esto, sin necesidad de explicarlo. Y conecta con el imaginario de la experiencia de lo femenino en la pantalla.

Tomado de: Público

Tráiler del filme Nación (España, 2020) de Margarita Ledo

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Volver a Palabras 60 años después

Rafael Acosta de Arriba. Escritor y ensayista cubano

Por Gabriela Ávila Gómez

La Biblioteca Nacional de Cuba José Martí fue sede y testigo, seis décadas atrás de varios encuentros entre Fidel Castro, el líder de la joven Revolución y artistas e intelectuales de la isla.

El destacado poeta y ensayista cubano Rafael Acosta de Arriba ha estado durante varios años muy ligado a esa institución, desempeñándose como jefe de Publicaciones y Restauración de la misma, y también al frente de la Redacción de su revista.

Hoy, Acosta de Arriba nos ofrece una lección de historia sobre el contexto en que se desarrolló Palabras a los Intelectuales, y su importancia 60 años más tarde.

¿Qué importancia tuvo Palabras… 60 años atrás, tanto para los intelectuales cubanos como para la naciente Revolución?

Una enorme importancia y significación, para ambas partes. Haré un poco de historia, me parece necesario. El triunfo del 1ro de enero de 1959 fue celebrado con la alegría multitudinaria y genuina de un pueblo hastiado, hasta la repulsa, de los abusos y crímenes de la tiranía de Fulgencio Batista. A ese alborozo arrebatador no escapó ningún sector social, con la excepción, obviamente, de la clase desplazada del poder (léase la alta burguesía), el ejército derrotado y los órganos represivos manchados de sangre, es decir, los perdedores.

Los artistas y escritores se sumaron a esa auténtica sensación de libertad que se vivió a partir del primer mes de ese año luminoso e histórico. Fueron muchos los escritos de importantes intelectuales que reflejaron tal sentimiento de felicidad, a la vez que de apoyo a la Revolución triunfante. Desde Jorge Mañach, pasando por José Lezama Lima y el grupo Orígenes, hasta Virgilio Piñera, en un espectro bien diverso, así como el profesorado universitario en general, el respaldo fue natural e inmediato. Citaré algunos, entre muchos: Jorge Mañach, «Hoy que volvemos a la luz»; Lezama Lima, vio a la Revolución como la «última era imaginaria», «donde todos los conjuros negativos han sido decapitados»; Piñera: «El buen escritor es, por lo menos, tan eficaz para la Revolución como el soldado, el obrero o el campesino»; también, en una mesa redonda trasmitida por la televisión (por la CMQ), Severo Sarduy, José Rodríguez Feo y Nivaria Tejera se declararon «en deuda con la revolución». En fin, se pudieran seguir citando otras expresiones similares y otros autores que harían demasiado extenso este texto. La sensación general fue de felicidad y de apoyo y, como en el caso de Sarduy, Rodríguez Feo y la Tejera, de sentirse comprometidos por una deuda moral con el proceso, al cual no habían contribuido activamente, salvo contadas excepciones, en su fase de lucha armada o clandestina.

Es sobradamente conocido que en el régimen derrocado y en la república burguesa en general, a los artistas y escritores no les fue nada bien. Hubo mucho desinterés gubernamental y poca atención acumulada al gremio, que fue marginado de mil maneras en casi todas las administraciones. Virgilio Piñera había resumido aquella situación de la cultura, el arte y los intelectuales en la República con el sugestivo y lapidario cuño de «muerte civil». Los más reconocidos intelectuales tomaron distancia siempre de aquellas administraciones que los ninguneaban y, salvo el período en que Raúl Roa ejerció como director de Cultura subordinado al Ministerio de Educación dirigido por Aureliano Sánchez Arango, las políticas culturales (si es que así pudo llamárseles) de aquellos gobiernos fueron pobres e insuficientes.

En los primeros momentos de 1959, a los artistas y escritores no se les exigió toma de posiciones ideológicas de ninguna índole, sencillamente tenían delante de sí la posibilidad de participar en la construcción del nuevo país que se proclamaba a diario en los discursos de Fidel Castro y en la enfebrecida propaganda política que reemplazó súbitamente y por completo a la propaganda comercial. O, en su lugar, tenían la otra posibilidad, la de no hacerlo y seguir entregados sencillamente a su trabajo creativo en las tradicionales torres de marfil y en el silencio más anónimo.

El proceso político, en los primeros meses, se identificó con el nacionalismo revolucionario y se decía a sí mismo que era «verde como las palmas», pero rápidamente se encontró con la ojeriza del gobierno de los Estados Unidos, enfrentamiento que cobró matices violentos con mucha celeridad. Este conflicto, más el que naturalmente surgió de inmediato con la burguesía defenestrada, no resignada a la pérdida definitiva de sus propiedades y poder, radicalizó el proceso puesto en marcha. La construcción de la nueva Cuba no se haría, por lo tanto, bajo un estado de sosiego y paz. La presencia del poderoso vecino del Norte, protector y aliado sostenido de Fulgencio Batista y de sus propios intereses económicos y comerciales, no bendeciría al nuevo poder revolucionario, «eso se caía de la mata». La jugada estaba cantada y el campo cultural se vio involucrado, inmediatamente, en tales circunstancias. En ese escenario, un nuevo actor haría su irrupción tempranamente e influiría de una manera considerable en lo adelante, me refiero a la Unión Soviética.

La dirección revolucionaria comenzó tempranamente a intervenir en el campo cultural cubano, y las primeras medidas establecieron la creación del ICAIC, la Imprenta Nacional de Cuba, la Dirección General de Asuntos Culturales de la Unesco, el Teatro Nacional (entonces llamado Gertrudis Gómez de Avellaneda), la Casa de las Américas, la creación de periódicos, revistas y editoriales, la realización de la Campaña Nacional de Alfabetización, acción insignia en materia de educación y cultura, la constitución del Consejo Nacional de Cultura, y la realización del Primer Congreso de Escritores y Artistas de Cuba, dejando constituida la Uneac. De manera que, paralelamente a la consolidación del poder revolucionario en el orden del aparato gubernamental, del fortalecimiento de las recién iniciadas relaciones con la Unión Soviética y el recrudecimiento de las agresiones, sabotajes y actos terroristas contra el país, el campo cultural experimentó un grupo de acciones fundacionales en el orden estructural. Pasó a ser, de sector marginado en el régimen derrocado, a protagonista en la nueva sociedad que se estaba configurando.

Una gran transformación social como la que se comenzó a vivir a partir de 1959, se encaminaba, a las claras, a avanzar mucho más allá de lo recogido en el denominado Programa del Moncada. Como si la caótica realidad fuera un agujero negro, los hechos atrajeron y arrastraron al campo intelectual a sus turbulencias. Lo que hasta hacía poco se consideraba como Cultura en la isla, estaba sufriendo mutaciones considerables, propulsadas a conciencia por la dirección de la Revolución.

Téngase en cuenta que uno de los rasgos principales de aquellos momentos iniciales fue la vertiginosidad de los acontecimientos, la sucesión tremenda de los hechos para los que, ni las personas ni los dirigentes, estaban debidamente preparados. Manolito Pérez, un joven testigo y actor de aquel tiempo turbulento, llamó a la velocidad de los sucesos como «convulsiones, conmociones, atropellamientos». Esa es una de las características que enaltecen el liderazgo de Fidel Castro en los momentos iniciales de la Revolución, es decir, la forma decidida, inteligente y astuta con que se supo manejar dentro del caos revolucionario y perseguir obstinadamente el referido diseño.

De manera que una situación de transformaciones como las que se vivieron en los primeros tres años de la Revolución, en todos los órdenes de la sociedad, aderezada con el violento enfrentamiento con los Estados Unidos, provocado por este país, y con los representantes más contrarrevolucionarios de la burguesía desposeída, que intentaban recuperar el poder, no podía por menos que traer una demanda de definiciones entre las tendencias existentes en el campo cultural. Como se sabe, tres líneas gruesas se definieron en aquellos primeros momentos, a saber: el grupo nucleado alrededor de Carlos Franqui y el periódico Revolución (órgano del movimiento 26 de julio) y su suplemento cultural Lunes de Revolución (léase Guillermo Cabrera Infante), el grupo liderado por Alfredo Guevara y el recién creado ICAIC (más inclinado hacia el movimiento revolucionario continental) y, por último, la línea que respondía a la política cultural del viejo partido comunista, el PSP, nucleada en torno a Edith García Buchaca y Mirtha Aguirre. Desde luego, los católicos y el grupo Orígenes y los intelectuales y artistas ajenos a estos grupos, es decir, los sin grupo, una cantidad considerable la de estos últimos, también se vieron arrastrados de alguna forma por las inmediatas contingencias de las tensiones y las luchas por el poder del campo cultural. No podía ser de otra manera.

Otro aspecto de la turbulenta realidad, al que casi nunca se refieren los que intentan brindar una visión parcializada de la misma, es el relativo al ambiente interno de las acciones contrarrevolucionarias, muy intenso en los primeros meses del año. El 1ro de enero de 1961, explotaron 120 bombas en un solo municipio habanero, pocos días antes un artefacto explosivo detonó en la tienda Flogar, la Avenida del Malecón habanero estaba erizada de ametralladoras antiaéreas cuatro-bocas, los sabotajes eran frecuentes y la televisión y la prensa mostraba con sistematicidad la consigna más divulgada del momento, entre decenas de ellas: «Si entran, quedan». Y es que la tensión con Washington crecía diariamente y la escalada verbal con ella. Finalmente, el 13 de enero de 1961, como para matizar lo que se avecinaba, el gobierno de los Estados Unidos rompió las relaciones diplomáticas con Cuba. Ese era, antes de abril, el ambiente con que ese año decisivo recibió a los cubanos.

Mucho se ha escrito sobre las pugnas entre los grupos de escritores e intelectuales que, en los tres primeros años de la Revolución fueron intensas, pero que se acrecentaron en los años subsiguientes de la década. Llegarán hasta 1968, por lo menos, según el testimonio de Lisandro Otero en sus memorias, cuando se refirió a los duros pulsos echados entre los diferentes grupos y tendencias por incluir delegados en el Congreso Cultural de La Habana. Pero en 1961 esas pugnas estaban en su apogeo.

Me falta un detalle del conjunto, el comienzo, muy tempranamente, de los esfuerzos de una parte de la dirección política del país por echar a andar el mecanismo de instrucción o adoctrinamiento popular hacia el marxismo, a partir de las célebres Escuelas de Instrucción Revolucionaria, que tendrán su apogeo a partir de 1963, pero que ya aparecen modestamente en este trienio y que, malamente, enseñaban un marxismo de pobre calidad intelectual, apoyado en los tristes manuales de fabricación soviética, digamos que una suerte de marxismo enlatado.

De manera que este era, a groso modo, el ambiente, interno y externo, que existía en la primavera de 1961 en el campo cultural; por un lado, la agresión de la contrarrevolución, con la invasión por Playa Girón destrozada por la firme respuesta popular, pero con la subsistencia pertinaz y constante de atentados, sabotajes y crímenes diarios, y, por el otro, los revolucionarios tratando de manejar las riendas del poder gubernamental con la inexperiencia propia de los que asumen esas riendas súbitamente y sin la debida preparación. Pero intentándolo.

Una cuestión importante a considerar en este contexto es que los discursos de Fidel se convirtieron, desde el inicio, en fuente de derecho y ese fenómeno sustituyó en aquellos años fundacionales al funcionamiento de la democracia en su sentido más tradicional. Es lo que algunos estudiosos han llamado «relación plesbicitaria» entre Fidel y el pueblo (la denominada «democracia directa» que señaló Sartre durante su visita de 1960), y que fue el resultado de una manera muy personal de la relación del líder con las masas en una revolución.

El libro, recientemente publicado, La historia en un sobre amarillo. El cine en Cuba (1948-1964), de Ivan Giroud, Ediciones Nuevo Cine Latinoamericano, La Habana, diciembre de 2020, ilustra de manera muy gráfica que las tensiones entre los distintos grupos de intelectuales agrupados en torno a las tres formaciones político-culturales mencionadas, ya habían tensado la cuerda hasta su nivel máximo, la que se hallaba a punto de romperse en el verano de 1961. El libro anota, con las suficientes pruebas documentales, los choques y ojerizas existentes entre esas tendencias, encontronazos que se habían agudizado enormemente a medida que avanzaba el proceso revolucionario e ilustra algo no menos importante: esas tensiones prosiguieron durante buena parte de la década de los sesenta. Pocas veces un texto ha detallado mejor aquellas pugnas y en el libro su autor tuvo a bien darle voz a los protagonistas, más que a sí mismo, lo que es parte importante de su valor documental.

Otro documento importante para examinar estos hechos, es la entrevista que la investigadora Caridad Massón le realizó en 2006 a Edith García Buchaca (En los márgenes de la memoria. Conversando con EGB, 2006, inédito), texto que sirve como una suerte de memorias de la dirigente comunista que, a la altura de la primavera de 1961, fungía como la dirigente operativa de la cultura en el país. En su vida como militante del viejo partido comunista (PSP) y posteriormente en la Revolución, las opiniones y textos de EGB denotan el dogmatismo que la caracterizó siempre. En sus declaraciones, expresó a su interlocutora que, Fidel personalmente, la convocó y le dio instrucciones para organizar y realizar las reuniones. Obviamente, el affaire PM había recalentado el ambiente de las artes y las letras y era el momento de interactuar con los creadores. De igual manera, Fidel indicó posponer el congreso constitutivo de la organización de los escritores y artistas hasta tanto haber ventilado este asunto.

Llegamos entonces a las tres reuniones de junio de 1961 en la Biblioteca Nacional, entre la dirección revolucionaria y un representativo grupo de intelectuales y artistas (setenta y tres según la mención de Fidel Castro en una de las dos sesiones iniciales, quizá esa cifra varió en la última). Fue ciertamente un momento especial. Jamás los representantes del gremio habían tenido la oportunidad de reunirse con los gobernantes de la isla en medio siglo de república. Probablemente era una ocasión única también a nivel continental.

Sobre ese evento hay tantas versiones y enfoques como cabezas y perspectivas políticas se han interesado en analizar lo allí sucedido. Algunas son totalmente excluyentes, desde la comparación de la célebre fórmula de Fidel «Dentro de la revolución, todo; contra la revolución, nada», con otra frase de similar sentido de Benito Mussolini, en este caso referida al Estado, hasta llegar a analizar, a mi juicio idílica e ingenuamente, el pulso echado en las tres reuniones entre poder e intelectualidad, porque de eso se trató, de una negociación y un pulso. En realidad, fueron tres sesiones prolongadas donde hubo momentos de fuertes debates, momentos de humor y de mucha preocupación por la relación entre cultura y política en sentido general. Miles de páginas se han escrito alrededor de la célebre reunión, pero sobre todo de la célebre frase de Fidel en la que muchos han visto el eje de las políticas culturales de entonces a la fecha. Veamos esto con mayor detenimiento, ya que aquí se encuentra el meollo del tema que los organizadores del panel me solicitaron.

En primer lugar, adelanto el cuestionamiento de algo que me sigue pareciendo un contrasentido total y es la razón desconocida por la que no se han publicado aún por las instituciones de la cultura cubana (o por quien sea) las intervenciones, todas, de las tres reuniones. Por ejemplo, Hugo Consuegra en sus memorias (Elapso Tempore) asegura que todo fue grabado. Es algo realmente incomprensible. Primero, porque parece ser que el único que habló allí fue Fidel Castro, y segundo, porque han aparecido algunas publicaciones con fragmentos de esas intervenciones (en dos publicaciones fuera de Cuba) y a veces, uno no sabe a qué atenerse como investigador (lo más completo publicado hasta ahora es el libro El caso PM. Cine, poder y censura, de la Editorial Colibrí, Madrid, 2011, de Orlando Jiménez Leal y Manuel Zayas, volumen en el que, en 91 páginas, se publican amplios fragmentos de las intervenciones en las dos primeras sesiones; también la Revista Encuentro de la Cultura Cubana, nro. 43, Especial, invierno 2006-primavera 2007, Madrid, publicó parte). Los testimonios son, pues, en tal circunstancia, el mejor referente. Desde luego, esos testimonios, con el paso del tiempo se fueron intoxicando por las posiciones ideológicas que cada opinante asumió. Nada sería más sano y oportuno que acabar de publicar todas las grabaciones y que cada cual establezca sus conclusiones propias acerca de las mismas.

Una cuestión que es esencial, y que a veces algunos analistas esquivan o desconocen a conciencia, es que todos los asistentes, dirigentes y creadores, acudieron a la Biblioteca Nacional con las imágenes de las batallas de Playa Girón en sus retinas. Este hecho, soslayado por más de un analista, es esencial para tomarle la temperatura a aquellos días. La agudización del conflicto con el gobierno de los Estados Unidos, al apoyar los sabotajes y ataques terroristas diversos que sufría el país por los grupos contrarrevolucionarios y comenzar a sustentar logísticamente sus agencias especiales a los cubanos opositores que se habían alzado en las montañas del centro de la isla, y la contraofensiva revolucionaria para combatirlos y eliminarlos, ya estaba en marcha. Hay quien calificó a este enfrentamiento entre cubanos como una guerra civil, asunto totalmente polémico, aunque solo sea por una cuestión de nombre. La invasión solo había sido la apuesta mayor. Cuando los escritores y artistas convocados entraron al salón de actos de la Biblioteca Nacional, solo habían transcurrido poco más de dos meses de los combates en la Ciénaga de Zapata y sus playas colindantes.

El concepto de «plaza sitiada», que tanto habrá de influir en las políticas hacia la sociedad, más allá del campo cultural, surgió como resultado de una verdadera situación de plaza sitiada, no de un eufemismo. La proclamación, en el mes de abril, del carácter socialista de la Revolución, fue la definición superior de la política revolucionaria, puso fin a veleidades y esquivas diplomáticas y a la ganancia de tiempo de la dirección cubana en aras de hacer el anuncio en el momento más oportuno. Su proclamación fue hecha en vísperas del combate, sin saber a ciencia cierta a lo que se enfrentaría la Revolución y cuál sería la suerte de la batalla, era como la prueba irrecusable. La revolución ya tenía un carácter político definido por su dirigente principal.

El otro concepto clave en este contexto, el de «unidad revolucionaria», polarizó posiciones y afectó de alguna forma la pluralidad política existente en 1961, propia de cualquier revolución. Obviamente, el avance hacia esa unidad tuvo costos políticos entre las filas de los revolucionarios que no comulgaban con la perspectiva socialista. La gran mayoría de la población seguía decididamente al líder y apoyaba las grandes definiciones. Girón reforzó hasta el infinito el apoyo mayoritario del pueblo al proceso y a Fidel Castro. Las dotes personales del líder, al estar presente en el terreno de la acción, contribuyó a reforzar su liderazgo y su prestigio.

Como sabemos desde hace mucho, el incidente relacionado con la película PM fue solo un pretexto que sirvió para detonar las tensiones entre las facciones revolucionarias encontradas, que luchaban por el dominio del campo cultural. Los grupos existentes, ya mencionados, aspiraban y presionaban, cada uno por su lado, a capitalizar las acciones que condujeran a la hegemonía de una política cultural de la Revolución aún no enunciada.

La reunión previa en Casa de las Américas, calificada por algunos presentes como «tumultuosa», realizada con el fin de decidir si se exhibía o no PM, ante un grupo de intelectuales y organizada por la tendencia comunista (dogmática), fue la última prueba que necesitó la dirección del país para medir el grado de atomización y encono, así como las preocupaciones y temores existentes en el gremio. En la misma se evidenció el alerta de muchos intelectuales sobre la posibilidad de que comenzaran a darse en Cuba prácticas de corte estalinista en la cultura (es decir, el dirigismo en la cultura y el realismo socialista como estilo único), y de otros (situados en las antípodas), alertando sobre todo lo contrario, enfatizando que en una situación similar habían comenzado los sucesos en Hungría (el denominado budapestismo), o lo que es lo mismo, resaltando el potencial contrarrevolucionario natural existente en la intelectualidad. Esta polarización dividió las posiciones y no permitió el consenso necesario. Fue entonces que el ICAIC prohibió oficialmente la exhibición de PM. El conflicto estaba abocado y era el momento de Fidel Castro, quien, con toda seguridad, observaba la situación desde cierta distancia y ponderaba el rumbo a tomar.

Las tres reuniones tuvieron su mayor importancia simbólica en el hecho, insólito en las revoluciones ocurridas hasta entonces, de intentar unir a líderes políticos con la vanguardia artística en aras de debatir ideas, preocupaciones y líneas de acción comunes hacia el futuro. Reducir este hecho cardinal de inicios de la Revolución a la célebre fórmula del discurso de clausura de Fidel Castro ya citada, no parece objetivo. Para la dirección de la Revolución fue una clara invitación a los creadores a unirse al carro de la Revolución. El discurso respondía al reclamo de algunas de las intervenciones previas donde se pedía esclarecer «hasta donde existiría la libertad creadora y dónde esa libertad creadora se convertiría en peligro para la Revolución». En aquellas reuniones se discutió con franqueza, respeto y pasión por cada individuo o grupo y este es el otro aspecto que deseo subrayar, la posibilidad del debate amplio y abierto, de cualquier tema y desde cualquier posición política (incluso desde ninguna, que es también una posición), por difícil que fuera, que se produjo en junio de 1961 en la Biblioteca Nacional entre poder e intelectuales. También allí surgió, por primera vez, un argumento que, en el futuro, tendría los usos más diversos, el de «evitar darle armas al enemigo» cuando se defiende críticamente una posición (curiosamente en boca de Tomás Gutiérrez Alea, Titón).

Por último, el discurso de Fidel, una espléndida pieza de oratoria política, calmó temporalmente a la mayoría y propuso un acuerdo entre la dirección revolucionaria y los artistas y escritores para trabajar de conjunto, para definir el TODO y para que ambas vanguardias se reconocieran –incluso en el disenso– en sus intereses y destino común. Pero como han señalado algunos analistas, junto con las inmensas posibilidades de esa colaboración, estaba, claramente expresado, su límite. Primero, estaba el derecho de la Revolución a defenderse, después, los demás derechos. Entender esto era esencial entonces (y ahora). El consenso entre intelectuales y Revolución podía fracturarse ante el uso de la discrecionalidad de la fórmula, era su punto débil como norma rectora de una política cultural ante la incertidumbre y el riesgo de quién la pondría en práctica cuando se tratase de definir el CONTRA, pues el DENTRO estuvo claro siempre, digamos que el acuerdo, la convivencia, tanto en la discrepancia como en la coincidencia o unanimidad. El diálogo, como es entendido en la cultura occidental, incluye la discrepancia e incluso la polémica, pues opinar implica discrepar, y este es un derecho y un deber, el derecho a ejercer la libertad individual y el deber de contribuir a la construcción y la manifestación de la verdad. Esos conceptos estuvieron presentes en los debates de esas reuniones.

Una vez que se proclamó por Fidel, en abril de 1961, el carácter socialista de la revolución, el «dentro» o «con» la revolución pasó a ser inevitablemente «dentro» o «con» el socialismo, lo que, con toda seguridad, redujo la convocatoria de la fórmula del discurso de la Biblioteca Nacional. No era lo mismo, para muchos de aquellos hombres de letras, la revolución verde como las palmas, que el socialismo, y ello debe tenerse en cuenta para una más objetiva visión de conjunto del problema. Y es que en las opiniones que se han recogido hasta hoy y que Fidel acepta como una de las grandes preocupaciones existentes allí, según está publicado, estaba la de la censura y el dirigismo cultural ya sobradamente ejercitados en la Unión Soviética y en los países del denominado Campo Socialista, y esa certidumbre, era dominada por la inmensa mayoría de los asistentes a las reuniones de la Biblioteca Nacional.

Solo anoto puntos de vista para el análisis integral. El peligroso y controvertido tema de la censura (la censura del corto PM era lo que había desatado el encuentro) fue otra de las grandes preocupaciones que gravitaron sobre los asistentes a las reuniones, un asunto que siguió (y sigue), nimbando sobre las mentes de todos los intelectuales, sobre todo cuando se le sitúa al lado del tópico pensamiento crítico, tan DENTRO como pudiese estar cualquier pensamiento de naturaleza revolucionaria en una revolución; porque ser crítico dentro de una revolución es la manera más eficaz y real de ser revolucionario. Esta relación bipolar, censura versus pensamiento crítico, quizás sea la que más ha llegado hasta el presente en la sociedad cubana y su campo cultural, de aquellos forcejeos de hace sesenta años, y su atenta solución probablemente sea, o debiera ser, uno de los asuntos prioritarios y más apremiante para la política cultural del presente y en lo adelante.

He tratado de describir en rápidos trazos los tres primeros años de la Revolución, que fueron intensos, apasionantes, complejos y peligrosos, y dejaron estructurado un país nuevo con un campo cultural lleno de tareas, esperanzas, pugnas, fraccionamientos y dudas. Definitivamente, las reuniones de Fidel Castro y la dirección revolucionaria con los escritores y artistas en junio de 1961, fueron, sin dudas de ninguna índole, un momento clave y trascendental de la cultura cubana en tiempos de Revolución, un instante de comunión, de trazado de propósitos que podían ser comunes, de vislumbrar ambas vanguardias, de conjunto, el punto de partida más viable y satisfactorio para avanzar hacia una sociedad nueva y diferente en la que la cultura tendría un papel fundamental. Eso fue, a mi juicio, lo que sucedió en la Biblioteca Nacional de Cuba en junio de 1961.

¿Qué vigencia cobran esas palabras en este contexto, donde las principales batallas se libran en un escenario diferente al de hace seis décadas?

La vigencia es enorme y fundamental, sobre todo en un trazado de políticas culturales que se mantiene tan necesario como en aquel momento. La política cultural en un país no es posible detener nunca, siempre tiene que estar en movimiento y atemperándose a las cambiantes circunstancias, pero si me preguntas cuál fue la enseñanza superior que dio Fidel en aquellas reuniones esa es, sin duda alguna, que para tomar cualquier decisión en el campo cultural hay que escuchar primero a los artistas, a los creadores. Cuando esa falla, falla todo lo demás. Así de sencillo. Fíjate que no habían pasado más de dos meses de la invasión de Girón, los aviones procedentes de Miami seguían descargando por vía aérea armas (bombardeos de bultos) a los alzados, estaban activos los sabotajes en todo el país y Fidel, en medio de ese peligroso escenario, dedicó tres largas reuniones a escuchar a los intelectuales.

ESCUCHAR, esa es la palabra de orden para los que dirigen. En el presente se dictaron algunas normativas sin cumplir con ese mandato ejemplar y como resultado se han producido pugnas y controversias. El contexto es diferente, desde luego, pero no tanto, podría decirse, que siguen existiendo demandas de políticas articuladas hacia la cultura. Han pasado seis décadas de la Revolución, entonces solo tres años, pero las demandas de trabajo político o de políticas culturales, como se prefiera llamar, siguen siendo apremiantes.

¿Cómo propone a los más jóvenes acercarse a Palabras a los Intelectuales?

Desde la investigación seria, no desde la anécdota. Que lean e investiguen sobre aquellos sucesos y valoren todos los detalles, los pros y los contras, la peligrosidad del momento, la brillantez del discurso de Fidel, el caso insólito para el continente de que un jefe de revolución (o de Estado, pues en la práctica Fidel lo era) se sentara a dialogar con sus creadores más notables. No que si Fidel se desabrochó el zambrán con la pistola y lo puso encima de la mesa (amenazadoramente, dicen, para mí es evidente que lo que hizo fue ponerse cómodo), cosa que me parece de una ridiculez enorme en medio de lo que se discutió allí. Puesto que en esas reuniones se debatió civilizadamente, aunque crudamente, se debatió mucho de ideas y políticas, de literatura y arte. Y que es necesario discutir y debatir, no obedecer órdenes ciegas, sino escuchar y dar opiniones, exigir ser escuchado, que es un derecho imposible de violar por nadie, sobre todo ahora que la nueva Constitución ha refrendado, de nuevo, ese derecho.

Aquel fue un momento luminoso de una revolución que estaba desarrollando en ese preciso año de 1961 la Campaña de Alfabetización, el marco más noble y grandioso para las reuniones entre ambas vanguardias.

Tomado de: Cubarte

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Ainhoa Rodríguez: “Rodar con mujeres reales, rostros no normativos y mujeres maduras es una revolución” (+Video)

Ainhoa Rodríguez. Cineasta española

Por Begoña Piña @begonapina

Contemplar a un grupo de mujeres maduras, habitantes de una localidad cada vez más despoblada, en el Sur de la España rural, disfrutando de un baile de autoplacer, absolutamente liberador, resulta subversivo, casi provocador. En este mundo globalizado del siglo XXI al espectador todavía le incomoda aceptar la realidad del deseo sexual en la mujer, especialmente si no es joven ni parece moderna.

Las mujeres de la España vaciada viven asfixiadas por la rutina y las tradiciones patriarcales y necesitan fabular para huir de ese tedio y de la amargura de tantos sueños frustrados. Esas mujeres son las voces femeninas y feministas de ‘Destello bravío’, la ópera prima de Ainhoa Rodríguez que advierte: “Va a pasar un destello bravío y todo va a cambiar”.

Estrenada en el Festival de Rotterdam y Premio Especial del Jurado en la reciente edición del Festival de Málaga, la película es un ejercicio personal, que huye de la narrativa convencional, juega con el realismo y la fábula, lo misterioso y el surrealismo, se construye con la cotidianidad de actrices y actores no profesionales y desde ahí levanta “un imaginario colectivo más justo, más inclusivo y más heterogéneo”.

Todo en ‘Destello bravío’ rompe las normas, incluso la preparación de la película.

Sí. Me fui a dejarme sorprender por ese pueblo y a retratar mi estancia allí. No tenía guion, hay escenas en la película que surgieron de la realidad, como el encuentro con el pastor, el bar… Además, yo tengo una fascinación por los actores no profesionales, me estimulan especialmente. Con ellos he vivido momentos de absoluta adrenalina.

¿Desde el principio la intención era dar voz a estas mujeres?

Es verdad que es una película que da voz a las mujeres y yo tenía claro que eso iba a suceder, que iba a empatizar con el lugar de la mujer. Llegué al pueblo para hacer un laboratorio de cine y mujer y mis relaciones con estas mujeres las hice a través de eso. Y creo que desmonté cosas en ellas y en mí.

¿Las mujeres de la España rural son más o menos víctimas del patriarcado?

Ellas viven en un pueblo en descomposición, es el final de la vida de este lugar, un lugar perdido. Ahí la mujer aguanta el peso de la organización sistemática. Pero yo no quería victimizarlas, quería mostrar sus luces y sus sombras. Las mujeres no tienen por qué tener comportamientos loables, puede incluso abusar, pero siguen siendo víctimas del sistema.

Mujeres maduras del mundo rural mostrando su deseo sexual, ¿cómo consiguió que se despojaran del pudor?

Bueno, el cine se hace con la cabeza, pero también por intuición. Yo también tenía cierto pudor al pensar en cómo empezar a hacerlo, pero lo conseguimos creando un lugar de intimidad y seguridad entre nosotras. Todas estaban participando y no había burlas entre ellas, porque lo entendían y lo estaban disfrutando. La escena del baile de autoplacer la disfrutaron, para ellas fue una liberación. ¡Me han regalado tanto! Ellas no tienen ni idea del tesoro que me han dado como autora.

¿’Destello bravío’ es también retrato de la España rural, vaciada, del peso de la tradición, del patriarcado?

Sí. Yo vengo de una cultura católica y en este pueblo hay una creencia profunda y el papel de la iglesia es fundamental, había que mostrarlo. El peso de la tradición es doloroso y la mujer se lleva la peor parte. Lo que no tengo claro es que el mundo globalizado sea en ese sentido mejor para las mujeres. Vivir allí me hizo plantearme estas cosas. La mujer ocupa un lugar de peso y de víctima, se aferra a las tradiciones ante el terror de la pérdida del alma, el destello que nos va a borrar. Es la pérdida de la identidad.

El proyecto en sí, en medio de un cine convencional y fácil, ¿no es demasiado arriesgado?

Me interesa el cine desde lo local, pero es verdad que allí ha sido difícil rodar. Con estas personas con un acento extremeño cerrado, con mujeres reales, rostros no normativos, mujeres maduras… Es una revolución. Pero, sí, es un poco una locura elegir algo así, kamikaze. Pero a mí, temáticamente no me interesa el relato único, homogéneo, porque necesitamos diversidad. El espectador debe estar harto del mismo relato.

¿Cómo ha afectado en usted esta experiencia?

Me ha cambiado y también me ha quitado algún añito de vida porque es agotador. La relación con ellos, el trato con el pueblo… se nos ha abierto el corazón y la mente. Ahora tengo amigos con una ideología que no lo hubiera dicho nunca. Me ha atrapado.

Es una espiral en torno a la cotidianidad ahondando hacia el corazón de la fábula. Todo lo esotérico y misterioso entraba por todas las grietas. Y luego en el montaje se propuso el relato de suspense.

Dice que ha sido difícil el rodaje, pero ¿quiere seguir por ahí en su carrera cinematográfica?

Tengo muchas ganas de seguir rodando, pero esto no va a volver a pasar, ha sido muy pasional, pero agotador. ¡Tanto sufrimiento! Es un proyecto muy particular, pero no habrá otro igual, habrá otros con diferentes perspectivas.

Tomado de: Público

https://www.publico.es/sociedad/ainhoa-rodriguez-rodar-mujeres-reales-rostros-no-normativos-mujeres-maduras-revolucion.html

Tráiler del filme Destello bravío (España, 2021) de Ainhoa Rodríguez

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Costa-Gavras: Los bárbaros están volviendo

Konstantinos Costa-Gavras, es un prestigioso director de cine franco-griego.

Cineasta tan célebre como personal, extrovertido y políglota, pletórico de forma y lleno de lucidez, Costa-Gavras (Atenas, 1933), el autor franco-griego de Z (1969) y Desaparecido (Missing, 1982) sintetiza en esta entrevista una vida apasionante y ofrece su perspectiva sobre España y el mundo actual.

Costa-Gavras llegó a Francia en los primeros años 50. Formado en el prestigioso Institut des Hautes Études Cinématographiques (IDHEC), su trayectoria, un montón de filmes míticos, destaca por su capacidad de construir relatos de género que van del thriller al drama, del filme judicial a la narración social, en los que la política y el entorno social son esenciales. Depredador de todo totalitarismo, comprometido con la realidad, Costa-Gavras va en dirección contraria a muchos de los directores de la época, al tiempo que atraviesa un período fértil y revelador en la historia sociopolítica y artística europea con el respaldo de público, crítica y profesión, alcanzando los principales premios (Oscars, Globos de Oro y triunfos en Cannes y Berlín).

¿Cómo son sus orígenes en el cine?

El cine que había en Francia no me interesaba. Ya lo había visto en Grecia, un cine estandarizado, de acción, de humor, etcétera. Sin embargo, en Francia, a pesar de hacer estudios de Literatura, encontré la Cinemateca, donde había cine clásico. Fue un descubrimiento importantísimo y me interesó mucho. Primero, quise aprender a escribir, y fui a la Escuela de Cine, al IDHEC, estudié dos años, y después, con una suerte extraordinaria, me pidieron hacer un primer trabajo de cine por unos días. El primer ayudante era Claude Pinoteau, que luego fue director. Así entro en el cine francés, lo que era bastante difícil, especialmente para un extranjero. Además en el puesto de ayudante. En ese momento era posible trabajar con gente como René Clair, Jean Cocteau, René Clément, Henri Verneuil, Jacques Demy, Clouzot… Fui ayudante de alguno de ellos. Conocí también a todos los grandes actores, pues en este período los ayudantes hacían el casting y había una relación muy próxima con ellos. Conocí a Montand, Piccoli, Trintignant… La primera película fue como un ejercicio escolar desde hacer el guión. El director de estudio leyó el guión y así se hizo. En la medida en que yo tenía un guión, el thriller, que era atractivo, generó interés y tuvo un gran reparto. La película funcionó muy bien.

Era Los raíles del crimen (Compartiment tueurs, 1965)…

Sí, y la segunda, Sobra un hombre (Un homme de trop, 1967), sobre la Resistencia francesa, fue un fracaso. Lo curioso es que ahora salió en DVD por primera vez y triunfó, tuvo unas críticas extraordinarias. Después hice Z (1969), donde está lo que me interesó siempre del cine. Cuando mi primera película tuvo éxito en los Estados Unidos, Harry Saltzman [el productor de James Bond] me propuso hacer una. Me preguntó: «¿Qué película quieres hacer?». Yo le dije que La condición humana, de André Malraux. Dijo: «¿Qué? Hacen falta muchos chinos, no se puede» [ríe].

Lo que no había en el cine era un tipo de película acerca de la condición humana, de las revoluciones, las luchas cotidianas, las luchas no solo políticas sino también sindicales. No las había en este período. En Francia había la Nouvelle Vague, nos interesaban otro tipo de películas después de las grandes películas de los años 50, 60… Yo quería volver a este tipo de cine, influido posiblemente por películas americanas como Las uvas de la ira y cierto cine social muy interesante.

¿Qué tipo de películas le gustan o le interesan? En alguna entrevista hablaba de Avaricia (Greed, 1924), de Stroheim, como una revelación para usted.

Greed es una película de varias horas que parecía una tragedia, como la antigua tragedia griega. Había la posibilidad de hacer en el cine ese tipo de películas, cine no solo para divertir, como el fútbol.

Desde Latinoamérica a Europa, el mundo corporativo, la banca, las empresas y esas luchas cotidianas o los sistemas totalitarios… De alguna manera su cine recorre toda la historia de su época, de aquellos sistemas políticos o sucesos que ocurrieron en la realidad a su alrededor. ¿Existe desde el principio en su cine la voluntad de contar relatos sociales o es algo que va sucediendo sobre la marcha?

De base, siempre me interesaron la resistencia y el poder. Y cómo en nuestra sociedad el poder participa como represión en nuestra vida diaria. Además, el poder es algo que tenemos todos. No es solo el poder político, eclesiástico, económico, nosotros tenemos poder sobre algunas personas y hay personas que lo tienen sobre nosotros. Esta relación con el poder me interesa mucho porque de ella dependen la felicidad y la infelicidad. Después viene también la resistencia. Cómo resistimos a lo negativo. Resistir es lo más importante, si no, nos convertimos en esclavos. Son los temas que hay en mis películas, lo que a mí me interesa.

Hay un elemento singular en sus películas que es que ese análisis o crítica al poder va dirigida a todos los tipos de poder. Pueden ser los tupamaros, el retrato de Arthur London en La confesión (L’aveau, 1970), la ocupación alemana, el nazismo, el golpe de Pinochet… Recuerdo El sendero de la traición (Betrayed, 1988), donde se habla también de la banalidad y de la normalidad del mal. De cómo bajo un hombre común pueden ocultarse formas inquietantes de poder.

Porque el poder es como una droga, cuando tienes poco quieres más y más. ¿Y cómo hace uno para alcanzarlo? Algunas veces va por direcciones legítimas, pero puede optar por otros caminos. Como el dictador griego de Z, Papadópoulos, que no era un general, era un coronel que alcanzó un poder enorme. El poder es seguramente el aspecto humano más importante.

Después del éxito de Z, ¿tiene libertad creativa para hacer sus películas?

Absolutamente. Es la ventaja de tener éxito con una película. La confesión era un libro imposible, enorme, 500 páginas, cuando la gente lo veía no lo creía posible. Semprún y yo hablamos mucho y, finalmente, resultó fácil de hacer.

En ese momento, todas las películas empiezan a tener proyección internacional.

Sí, es decisivo tener buenos actores. Les llaman stars porque son buenos actores. Aunque también hay stars que no lo son.

Hay varios rodajes en los que tiene producción estadounidense. ¿Percibe diferencias en esto además de en la parte cultural?

Las primeras películas, las que más me interesaron, las hice en Estados Unidos. Me ofrecieron hacer El Padrino, y no me interesó nada. El libro, para mí, no era un buen libro. Coppola hizo una película extraordinaria que yo no podría hacer porque yo no era americano. Sí que acepté hacer Missing (Desaparecido) pidiendo a cambio controlar también el casting. Y aceptaron. Además, hice la posprodución en Francia. Fueron las condiciones que puse y me dieron libertad.

Hay un debate, casi siempre que el cine toca la política, sobre la forma, sobre cómo se cuentan las historias. Con usted, con Ken Loach y con otros cineastas, siempre se discutió que se acercaran a formas populares, lo que permite que sean más accesibles. ¿Qué opina de eso?

Este fue un debate muy potente, especialmente con la Nouvelle Vague. La tradición de la construcción de un guión es de origen griego. El teatro griego es un thriller, todas las tragedias griegas lo son en cierto modo. En esta construcción el interés va en aumento para llegar al final. Eso me parece esencial. No se puede hacer siempre con esa simplicidad, pero generalmente esa es la dirección que yo tomé desde mi primera película.

Siempre me interesa saber qué proyectos quedaron por el camino, qué obras se frustraron o no llegaron a ser realizadas

Había un proyecto del que hicimos el guión, El cormorano, la historia de una gran compañía internacional que cambió la política del Estado, como sucedió en cierto momento en Portugal. No debemos dar el nombre del país, dejaba todo y se marchó a otro país. Pasa cada día, pero no encontré el dinero para hacer este proyecto. Nadie quiso. William Holden había aceptado hacerla, pero no encontramos inversión. Los americanos habían aceptado, hablé con actores como Meryl Streep y Al Pacino, pero dije que había que hacerla en China. Fui allí, primero querían hacerla, pero después querían cambiar todo el guión. Finalmente, acepté que no se podía hacer. Precisábamos el paisaje chino. Intentamos realizarla en otros países y los americanos propusieron reproducir todo en Hollywood, pero era imposible. Se dieron las condiciones económicas, pero no de localización.

¿Encontró alguna vez dificultades o intromisiones de los productores por la audacia política, o porque eran temas que no interesaban?

Sí, con algún proyecto. Con Z, por ejemplo, la gente decía que nunca funcionaría. Pero había que insistir, y finalmente se hizo, los actores aceptaron y la película se hizo porque Jacques Perrin había luchado mucho y también los argelinos, pues Argelia es el país donde se rodó.

En algunas de sus últimas películas, como Arcadia (Le couperet, 2005) y El capital (2012), analiza las estructuras económicas próximas a la parte sociopolítica. ¿Es esa su visión de la sociedad y enlaza con todas las películas anteriores?

La sociedad ha cambiado. Todo el mundo habla hoy de democracia, pero hay otro poder que ha llegado llegó, que existe hoy, que es el dinero, el súper capitalismo. En el cine, los temas de poder están aquí hoy, en la economía. No se habla de otra cosa. Todo el mundo conoce el Dow Jones.

Otros tipos de totalitarismo, Stalin, el nazismo y ahora este capitalismo…

Exactamente, son otro tipo de totalitarismos.

Me gustaría que hablara ahora de Semprún, que fue guionista en tres de sus películas (Z, La Confesión y Sección especial) y de la idea que tiene sobre España, un país con una historia convulsa en el siglo XX y hasta la actualidad. Con Semprún llegó a haber un proyecto sobre Yoyes, la etarra asesinada…

Él no podía hacerlo en ese momento porque era ministro, y yo no quería hacer un tema español sobre alguien que no conocía. Pero después, con Jorge, hicimos películas sobre verdaderas historias, pero siempre tuvimos el problema de escoger personajes y situaciones. Porque una película como La confesión o como Z podía durar horas. Hablé con Jorge de hacer una película sobre Malraux, una oportunidad para hablar sobre España y sobre cómo se hace el cine en España. Cómo Malraux cambió completamente, cómo conoció el PC, llegó a Francia y dijo: «Se acabó», esa declaración extraordinaria al llegar a Francia. Además, había una historia de amor muy interesante. Hablamos e hicimos un primer trabajo muy largo. Primero trabajamos el libro y después el guión. Cuando terminó, Jorge fue al hospital con dolor de espalda y le detectaron cáncer. Duró semanas. Con él había intención de permanencia, de hacer algo juntos, algo que nos había interesado a los dos, sobre Francia y España.

Alberto Costa-Gravas. — Luis Otero

Curiosamente, en España, Semprún es una figura respetada pero su obra es muy poco conocida, como pasa con otros personajes de la resistencia y el exilio.

Es curioso, sí.

En los últimos años hubo tentativas de revoluciones democráticas, un caso es Grecia.

Un caso muy particular. A lo largo de la historia, Grecia siempre ha sido un laboratorio. Tsipras empezó muy joven, con un problema de deuda enorme. Imposible de pagar. Había que encontrar soluciones. Además no tenía todo lo poder. Tenía el 36% de los votos. Va a Europa, sin experiencia con los europeos, que son monstruos de la economía. Tiene cerca de él a Varoufakis y esta relación es importante. Pero, ¿qué hacen los europeos? Todo lo que pueden para separarlos. Y lo consiguen. Merkel, que le prometió todo a Tsipras, que participó en esta separación, pensaba al principio que había algunos gestos para mejorar la situación en Grecia. Pero 300.000 jóvenes se fueron del país, una pérdida enorme para el futuro. Los salarios bajaron un 40 %. Todo esto se volvió contra Tsipras y Alemania no hizo el mínimo gesto, al contrario. Pidió más y más y más. Los griegos votaron una segunda y una tercera vez a Tsipras porque no había otro.

La historia va muy rápido y Tsipras poco menos que cayó en el olvido. Aquello ha quedado como un movimiento político abortado que acabó entrando en las convenciones. ¿Qué piensa de algunas de las cosas que suceden ahora? El Brexit, Trump, la ultraderecha en Francia…

Estamos entrando en un período de barbarie. La extrema derecha ha vuelto a Grecia. Amanecer Dorado celebra el nacimiento de Hitler. Eran muy pocos, pero con el drama económico griego ahora son un 13% o un 15 % ya. Y no solamente en Grecia. En Francia, con la vieja historia de Le Pen, pero también en Austria, en Alemania… Los bárbaros están volviendo. Y lo peor es en América. Recuerdo un detalle, cuando hice Bretrayed…

Betrayed parece una película anticipatoria…

Sí. Y muchos americanos me dijeron: «¿Dónde has visto esto? No existe en los Estados Unidos». Pero yo lo había visto en la gira que había hecho por el país. Decían que éramos comunistas que veníamos de Europa.

¿Qué relación ha mantenido estos años con Grecia? Llegó a Francia en los años 50, a veces se habla de usted más como francés y se olvidan sus orígenes.

Yo son bígamo [ríe]. Pasé casi 20 años en Grecia, y Grecia no se olvida. Pero Francia me lo dio todo. Nunca soñé que habría podido tener la vida que tengo en Francia. No sólo en lo profesional, sino que me piden que participe en la vida política y cultural. Grecia no me lo dio, al contrario, yo escapé de allí. Mis raíces son griegas, pero culturalmente soy más francés que griego.

En España estamos interesados en cómo nos ven desde fuera. ¿Qué opina de lo que ocurre en este país? ¿Cómo ve nuestra sociedad? ¿Cree que hay posibilidad de ascenso de la extrema derecha aquí?

Es una situación muy difícil y también muy peligrosa, porque si se usa la violencia, y no las vías democráticas, para resolver el problema de Cataluña, las consecuencias pueden ser muy graves. No hay que tomar posición por unos o por otros, es una cuestión española. Hay que salvar a Europa también. Yo creo mucho en Europa, estas cosas me parecen importantes por la problemática española. No sé qué va a pasar después de las elecciones, pero el uso de la violencia me parece muy, muy negativo. Los problemas humanos deben solucionarse con el diálogo y con la cesión por ambas partes para llegar a una solución que pueda contentar a todos, porque si no podemos acabar en una guerra civil, como ya pasó aquí y en Grecia.

En cuanto a los Estados Unidos, ¿piensa que Trump viene a demostrar la actitud demasiado cómoda o de dependencia que tuvo Europa con los Estados Unidos en muchos aspectos?

América no es lo que la gente quiere que sea. También es esto. Lo peor de todo es el problema ecológico. No hablamos mucho de ello, pero la población aumenta y somos un cáncer para la tierra. Destruimos todo. Hoy pensaba desde el avión que somos cómo animales que devoran la sustancia de la tierra. ¿Qué va a pasar cuándo se agote por completo? Nadie lo piensa. No será en mi generación, pero tengo nietos, ¿qué van a hacer aquí? ¿Cómo van a vivir? Se dice que en algunas pequeñas islas, en Tahití, por ejemplo, la gente está pensando en construir muros para evitar la subida de las aguas. Además, está el colosal problema de la emigración. Es un problema que no va a acabar, mire lo que está pasando en algunos países, la situación es terrible y la gente quiere una vida mejor. Ese problema no parece interesar a los jefes de Estado. No se preocupan de esto, solo piensan en las próximas elecciones.

Tomado de: Cultura y Resistencia

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¿Qué consecuencias tiene para Cuba estar incluida en la lista de Estados patrocinadores del terrorismo?

Johana Tablada, subdirectora general de Estados Unidos del Minrex

Por Andy Jorge Blanco

En 1984, Cuba alertó a las autoridades de Estados Unidos sobre un intento de asesinato al entonces presidente de ese país, Ronald Reagan. Y se impidió que ocurriera un atentado. Dicen que Reagan lo agradeció, pero dos años antes, el propio mandatario estadounidense había incluido a la Isla en la Lista de Estados Patrocinadores del Terrorismo, por primera vez desde su creación en 1979. La Habana alertaba a Washington sobre un acto terrorista, pero siguió estando en el listado negro durante 33 años y cuatro presidentes.

El gobierno de William Clinton supo, en 1998, que existían planes de estallar bombas en aviones de aerolíneas cubanas o de terceros países que tenían a Cuba como destino y en los cuales viajaban también ciudadanos estadounidenses.

En 2001, Fidel Castro condenó los atentados terroristas del 11 de septiembre en Estados Unidos y expresó al gobierno del presidente George W. Bush la disposición de la Isla para brindar asistencia médica y humanitaria a las víctimas. Los aeropuertos internacionales de Cuba se abrieron para recibir aviones de pasajeros rumbo a Estados Unidos, los cuales no podían aterrizar en ese país por el caos generado tras los ataques.

No obstante, en medio de ese contexto, Cuba no dejó de ser, para los caprichos del Departamento de Estado, un país “patrocinador del terrorismo”. La vida, como la política que se dicta desde Washington contra una Isla en el Caribe, está repleta de paradojas.

“Aunque el bloqueo tiene ya seis décadas, Estados Unidos ha esgrimido múltiples pretextos para justificar una política que moral, legalmente y frente al Derecho Internacional, no tiene sustento. Entre esos pretextos y falsedades, la del terrorismo ha sido una de las más escandalosas y dañinas”, dice Johana Tablada, subdirectora general de Estados Unidos en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba (Minrex).

En el contexto del deshielo entre La Habana y Washington durante la administración de Barack Obama, la Isla salió de la lista el 29 de mayo de 2015, en la cual volvió a ser incluida en enero de 2021, a pocos días de que Donald Trump abandonara la Casa Blanca. Uno de los últimos obstáculos —como si fueran pocos— que el mandatario interponía en el camino de las relaciones entre ambos países. Un total de 243 medidas contra Cuba para torpedear los nexos bilaterales, 55 de las cuales impuso en tiempos de pandemia.

Una medida “abiertamente politizada”, dijo el senador demócrata Patrick Leahy, quien apoya un acercamiento entre las dos naciones. “El terrorismo local en Estados Unidos es una amenaza mucho mayor para los estadounidenses”, agregó y no debe haber caído muy bien en los círculos de poder de ese país.

Para conocer sobre las consecuencias y afectaciones que implica para Cuba estar incluida en esta lista, Cubadebate conversó en el Ministerio de Relaciones Exteriores con Johana Tablada, subdirectora general de Estados Unidos en la cancillería cubana.

“El gobierno y el pueblo de Cuba no reconocen autoridad moral alguna al gobierno de Estados Unidos para elaborar listas arbitrarias, discriminatorias, y en las cuales se evalúa y califica el comportamiento de otros Estados. Esas son funciones que asumen organizaciones multilaterales sobre la base del Derecho Internacional. Por tanto, estamos hablando de mecanismos unilaterales acompañados de medidas coercitivas.

“Nuestro país es signatario de los 19 convenios internacionales relacionados con el enfrentamiento al terrorismo, y condena este flagelo, del cual ha sido víctima, en todas sus formas y manifestaciones. Jamás se ha permitido que territorio cubano se utilice para organizar acciones terroristas contra cualquier otro país. Cuba no ha tenido participación ninguna en financiamiento de este tipo de acciones y ha colaborado con Estados Unidos. Así, tenemos un expediente de cooperación bilateral que incluye devolución de terroristas, incluso en años recientes. Aquí se han procesado y han cumplido sentencia personas que han huido de Estados Unidos, como secuestradores de aviones”, destaca la diplomática.

Junto a otros temas de la política agresiva de Trump hacia la Isla, la decisión de incluir a Cuba en la lista de Estados patrocinadores del terrorismo también está sometida a revisión por el actual gobierno de Joe Biden. Sin embargo, a cinco meses de la toma de posesión del demócrata, nada ha cambiado en torno a las relaciones entre ambos países.

¿Cuáles son las afectaciones que tiene para Cuba el hecho de estar incluida en esta lista de países que supuestamente patrocinan el terrorismo?

“Las consecuencias tienen que ver con restricción de las exportaciones, eliminación de determinados beneficios comerciales y con la obtención de créditos en instituciones financieras internacionales, así como la prohibición de exportación de armamento y las limitaciones para el otorgamiento de ayuda económica. Además, el hecho de que estemos nuevamente en esta lista le permite a entidades estadounidenses abrir procesos legales contra Cuba amparados en las leyes antiterroristas de Estados Unidos.

“Inmediatamente que el 22 de enero se inscribe en el Registro Federal que Cuba ha entrado en la lista de Estados patrocinadores del terrorismo, muchos bancos del mundo cerraron sus operaciones con entidades cubanas, por miedo, por pánico, a veces por temor o porque reciben un e-mail intimidatorio por parte del Departamento de Estado o del Tesoro cuando se descubre una transferencia.

“En el servicio exterior de Cuba, por ejemplo, más de 30 bancos desde enero para acá cerraron sus operaciones con la Isla y con nuestras misiones exteriores. Eso ha afectado misiones médicas cubanas y colegas que están en el exterior y no han podido recibir sus salarios y transferir ingresos consulares al país.

“Otro ejemplo, el más doloroso, tiene que ver con la salud. Al tú privar a un país de sus ingresos y disminuir su capacidad de compra, eso dificulta la adquisición de los insumos para fabricar medicamentos en Cuba. Hoy no es secreto para nadie la falta de antibióticos en el país, de medicamentos de uso habitual, incluyendo los hospitalarios, y nosotros hemos llegado a esa situación, sin contar el programa de vacunación. Hay una guerra contra los proveedores de Cuba en este momento y todo eso ha tenido que ver con la inclusión de nuestro país en la lista y con las 243 medidas de Trump.

La inclusión en la lista repercute en varios sectores, Johana, pero ¿hay alguno que se vea más afectado aún por la medida?

“Si yo tuviera que destacar un sector en el cual la inclusión de Cuba en la lista de países terroristas ha tenido mayor peso, ese sector es el bancario-financiero y comercial porque está prácticamente controlado por la banca estadounidense. Eso tiene y tendrá un costo altísimo, por eso es la denuncia sostenida de Cuba. No vamos a dejar de reclamar que esa medida se rectifique”.

“Incluirnos en esa lista eleva, además, el riesgo país. Cualquiera hace una búsqueda y dice ‘oh, un país terrorista, puedo enfrentar sanciones y ser multado’. Y, aunque siempre habrá quien venda algo, todo eso termina triplicando los costos para la Isla.

“Ningún país y muchísimo menos Cuba debería ser tratado de esa manera porque se convierte en un obstáculo mayúsculo para las cosas más importantes y para las más sencillas y cotidianas. Lo que en cualquier lugar es una transacción elemental y común, para Cuba se convierte en una operación que puede durar muchos días”.

¿Qué implicaciones tendría para Cuba salir de la lista de países patrocinadores del terrorismo?

“Esa sería una de las medidas más lógicas e imprescindibles si alguien quiere enviar una señal de que se propone mejorar las relaciones y deshacer una parte del daño y la mentira con la cual se ha conducido la política”.

“Cuba es un país que ha sido una contraparte seria y profesional en la lucha contra el narcotráfico, el terrorismo, el lavado de dinero, en el enfrentamiento a la trata de personas y al contrabando de migrantes. Si de pronto usted nos pone en esa lista, pues manda la señal equivocada. Se alegrarán mucho los terroristas, los narcotraficantes cuando se juega con cosas como esa. Mientras usted se entretiene en presentar como terrorista a un país que no lo es, pues envía una señal de debilidad y falta de seriedad a las personas que de verdad están involucradas en el crimen transnacional”.

¿El hecho de que Biden era vicepresidente del gobierno de Obama cuando se quitó a Cuba de la lista pudiera incidir de alguna manera en la posición del ahora presidente en cuanto al tema?

“No lo sabemos realmente. Uno podría pensar que sí. Ahora, si me preguntas si sería posible que Trump incluyera a Cuba en la lista, yo siempre te hubiera dicho ‘sí’. Si me preguntas si es posible que un Biden presidente ratificara esa decisión yo te hubiera dicho ‘no’.

“Si el gobierno de Estados Unidos quisiera sacar a Cuba de la lista lo puede hacer con mucha facilidad. Tanto el pueblo cubano como el estadounidense coinciden en la aspiración a tener una relación mejor, y hay muchos sectores defensores de que es hora de dejar a Cuba seguir su camino y parar de castigar al pueblo cubano porque a Estados Unidos no le gusta su gobierno. Como tú me decías, la decisión de incluirnos en una lista unilateral como esta habla más mal de Estados Unidos que de Cuba. Los países que conocen y tienen relaciones con la Isla saben que no somos un país terrorista”.

Según datos del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba, actos terroristas cometidos por el gobierno de Estados Unidos o perpetrados desde ese país han causado 3 478 víctimas mortales y 2 099 personas con discapacidad en la Isla. Y detrás de cada número hay familias que sufren.

Tomado de: Cubadebate

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Antonio Pérez (Ñiko): «El cartel de cine se convirtió en la razón de mi vida»

Antonio Pérez (Ñiko) Artista gráfico cubano

Por Roberto Smith de Castro @RobertoSmith12

Es un honor para la Revista Cine Cubano entrevistar a Antonio Pérez (Ñiko), uno de los diseñadores gráficos más relevantes de la época de oro del cartel de cine cubano. Actualmente, Ñiko reside en México, mantiene su trabajo creador, es profesor, acaba de celebrar su ochenta cumpleaños y hace apenas unos días recibió el título de Doctor Honoris Causa de la Universidad Veracruzana.

Ñiko, cuando miras hacia el pasado, ¿qué representan para tu formación como diseñador los veinte años de trabajo en el ICAIC, con más de trescientos carteles diseñados?

El ICAIC es un hito en la vida nuestra. Tanto por lo que significó como trabajo creativo como por los seres que fueron nuestros compañeros. Recuerdo que trabajaba en el DOR, en la Casa del Orientador Revolucionario, y me hicieron una invitación para hacer carteles como freelance. Eso fue en 1968. Era un regalo poder desarrollar semejante ejercicio, diferente en lo imaginativo y libre de cualquier restricción. El siguiente año, fue en verdad muy creativo y productivo en cuanto al número de carteles. En 1970, me propusieron trabajar a tiempo completo en el Departamento de Publicidad del ICAIC. Eso significó poder dedicarle toda mi atención a lo que diseñaba.

El cartel de cine se convirtió en la razón de mi vida gráfica. Por estar consciente de lo que debía hacer y dar. La imaginación se ponía a prueba una y otra vez. Nuestros carteles nos hicieron crecer y ser mejores en lo que realizábamos. Hicimos 320 carteles con la más absoluta libertad de expresión. Aplicábamos todas las técnicas gráficas que se nos antojaban. Recuerdo que detrás nuestro había un mural donde se colocaban los carteles que se iban imprimiendo. Era la etapa del pop-art. Todos estaban repletos de colores. Y mi preocupación era lograr hacer algo que fuera distinto. Diseñé el cartel Ganga Zumba. El blanco y negro logró que luciera distinto. Y con ello, que destacara sobre los otros, coloridos en exceso. Fue el primer cartel hecho en una sola tinta en mucho tiempo. Ello valió para cambiar un poco lo que hacía. Busqué la simplicidad, en tanto imagen y color. También tratando de hacer entonces lo que después me he mantenido haciendo por años. Darle la espalda a lo evidente y aplicar lo sugerente como razón de todo el trabajo creado a lo largo de tanto tiempo.

El ICAIC y el trabajo con los carteles fue la consagración de toda mi actividad de diseño desde 1968 hasta hoy. Diseñamos sin esperar algo a cambio. Lo realizamos llenos de gusto por lo que se veía impreso en las calles y por el interés que pusieron muchos en lo que se lograba. Exposiciones, publicaciones, premios que se daban sin pretenderlos. Transcurridos 53 años de haber comenzado mi actividad en el cine cubano y de haber realizado el primer cartel, Iluminación íntima (curioso que haya sido ese cartel y ese título), puedo decir que mi presencia en el espacio donde trabajamos sigue viva y acompañando cada diseño que se realiza. Hoy, el trabajo que hicimos durante tantos años produciendo carteles de cine tiene la condición de Memoria del Mundo por la UNESCO.

Mi corazón y mis recuerdos están felices y seguirán agradecidos de haber sido parte de ese grupo de creadores gráficos, que tanto hicieron para convertir los carteles cubanos de cine en acervo histórico, nuestro y del mundo.

Fuiste protagonista de la época de oro del cartel cubano de cine, cuando casi todas las películas que se estrenaban en el país se acompañaban de un cartel, que además tenían una presencia permanente en las salas de cine, en los espacios públicos y hasta en la decoración de muchas casas. La creación de un cartel es un proceso individual, pero formabas parte de un equipo de diseñadores del ICAIC, a los que eventualmente se sumaban artistas invitados. ¿Cómo recuerdas esa atmósfera de trabajo personal y colectivo?

Cada diseñador tenía un espacio que llamábamos «cubículo». Ahí se generaban los carteles, cuyo proceso creativo compartíamos entre todos. Creo que si algo recuerdo con admiración y respeto es que ninguno se sentía superior, y que lo que obteníamos significaba el logro de todos. Y, con ello, del lugar donde estábamos, el ICAIC.

Tal vez, éramos modestos en demasía. Nos reuníamos por la tarde a ver las películas que se nos asignaban para hacerles sus carteles. Por lo general, asistíamos todos, incluyendo la jefa del departamento de Publicidad, Juanita Marcos. Entre bromas y comentarios diversos transcurría la actividad. Después, cada uno seguía en su rutina de trabajo. Terminado el cartel que te correspondía, pasaba a su aprobación por el director de Relaciones Internacionales, Saul Yelín.

A su regreso, se le hacía su original para la impresión por los llamados «realizadores». En este caso, Emeria Verde y Néstor Coll. Todo, absolutamente todo, se hacía a mano. No existía ningún equipo moderno que ayudara a la labor de estos compañeros cuidadosos y eficientes. Después, la impresión y el disfrute de ver nuestro cartel listo para ser admirado por otros.

Confieso que los que participábamos en esta actividad nos sentíamos especiales. Y sobre todo cuando llegaban visitas de otros lugares a ver lo que habíamos diseñado. En una ocasión llegó un italiano y le regalé unos carteles impresos, y fue tanta su alegría que me hizo una exposición personal con ellos en su país, aunque sin mi participación personal.

Cuando llegaba la noticia de que habíamos ganado algún premio internacional era extraordinario, porque cada uno lo disfrutaba por igual. Fue una época imposible de olvidar. Nos marcó a cada uno. Hasta nuestros días. Y aún más… para siempre. Porque cuando ya no estemos en activo, esa labor de la imaginación y la creatividad seguirá recordándose.

Desde sus comienzos, el cartel cubano de cine se apartó de la tradicional imagen publicitaria, con fotos de los actores o de las escenas llamativas, para ser una elaboración gráfica conceptual sobre la esencia narrativa de cada filme, que ustedes convirtieron en una imagen artística con valor propio. ¿Puedes hablar de ese proceso creativo?

Era una premisa de todos que repetir lo que se hacía no era nuestro propósito. Por ello, cada trabajo buscaba un resultado diferente. Así los estilos de cada uno se mantenían como parte indispensable de la actividad. Azcuy, con su foto al alto contraste. Muñoz, sus preciosas ilustraciones. Reboiro, sus coloridos delirantes. Julio Eloy, en busca del decir inmediato. Y yo, en la confrontación constante de lo perceptualmente fácil, como premisa indispensable de lo simple. Pero buscando lo que para cada uno era fundamental: las ideas. Mostrar lo sugerente y alejarnos de lo evidente. Trabajamos mucho, y eso permitía ejercitar la creatividad a su máximo nivel.

Aunque el primer cartel del ICAIC, que fue diseñado por Eduardo Muñoz Bach para la película Historias de la Revolución, fue impreso en offset, los siguientes se hicieron en silk-screen o serigrafía, técnica artesanal que era reflejo de la escasez de recursos materiales, pero que, a pesar de sus limitaciones, le dio a nuestro cartel un estilo propio, con su olor a pintura fresca y su textura de pieza original. ¿Cómo recuerdas esos años de trabajo con el silk-screen?

Cada cartel realizado e impreso nos ayudaba a seguir. Aunque las limitaciones eran constantes, el esfuerzo de todos, y aun más de los impresores, resultaba un reto y a la vez un aliciente para disfrutar lo que se hacía. Igualar el color que se aplicaba en los originales con precisión demostraba cuánta pasión y respeto por el trabajo tenían esas admiradas personas. La serigrafía se tornó la razón final de nuestro trabajo de diseño. Los carteles resultaban inevitablemente serigrafías. Su olor y textura no se podían comparar con nada. Incluso los que tenían oportunidad de adquirirlos esperaban ese resultado.

La serigrafía era lo mejor que podía tenerse para cada cartel. El esfuerzo de la impresión aparecía en cada uno. Hubo una etapa en que se lograron imprimir por cartel hasta 54 colores. Hoy, a la distancia del tiempo, no podemos dar crédito a semejante esfuerzo y amor para que esos carteles fueran bien impresos. Tuve un cartel de 42 colores, y Muñoz fue el que lo superó con el anterior resultado. Increíble para la situación que existía en ese momento.

Hablar de los carteles del ICAIC y sus diseños, también es verlos en su impresión serigráfica.

¿Conoces el trabajo de los jóvenes diseñadores cubanos y el trabajo promotor del proyecto CartelON?

Claro, y creo que es un esfuerzo magnífico y estimulante para quienes participan en esta actividad. Y es otra manera de mantener el esfuerzo que nosotros realizamos hace muchos años. Yumey Besú ha desarrollado una actividad vital para el diseño gráfico cubano de cine.

Lo aplaudo a él y a cada uno de los jóvenes creadores que mantienen el interés, la imaginación y el respeto por lo que hacen. En aras de que Cuba siga teniendo ese lugar que ha logrado gracias a lo creado gráficamente. Y que los demás lo vean como ejemplo para continuar trabajando e imaginando diseños únicos y diversos.

¿Conoces el proyecto, actualmente expuesto en la Galería Saúl Yelín, de la Casa del Festival, que consiste en que varios diseñadores intervienen carteles clásicos de tu generación con modificaciones creativas sobre la pandemia? En la exposición se muestra el cartel original y el modificado.

No he podido tener a mi alcance todos esos carteles. Pero sí he visto algunos, incluyendo el de Soy tímido, pero me defiendo. Que el diseñador Javier G. Borbolla reinterpretó. Es un proyecto cargado de humor y creatividad, donde las ideas de otros, de hace tiempo, ahora se llenan de juventud y de una imaginación desbordante. Es tomar con ironía una situación muy preocupante, pero que puede ayudar a hacer conciencia, gracias a lo que dice cada cartel. Es su manera de enfrentar la pandemia que asola a la humanidad.

Entre tantos carteles tuyos, cómo explicas que el de la película Soy tímido, pero me defiendo haya devenido tu identificación personal.

Primero, me considero una persona discreta, y tal vez tímida. Aunque he tenido que hacer uso de la palabra para dar pláticas, impartir conferencias, y para la docencia, me hubiera gustado participar más del silencio. Lo fundamental es que esta situación de enfrentamiento con uno mismo, de ser tímido, pero a la vez capaz de sobrepasar el conflicto que genera esa timidez, me ha ayudado a entender realmente cuáles son mis límites. Sí, soy discreto, pero eso no me limita. Al contrario, me estimula a querer llegar a otro nivel en la vida.

El cartel es parte de mi forma de mostrarme y seguir en este mundo que nos exige hacer mucho. Me siento complacido, porque ser tímido es una condicionante magnífica para demostrar que lo que tengo lo pude lograr, porque la tranquilidad y la imaginación me acompañan por siempre. Tener esta imagen como parte de mí es un acicate maravilloso, y que ya sea parte de mi identidad gráfica, es perfecto. Haber tenido la oportunidad de diseñar un cartel con tal tema es magnífico. Y utilizarlo como imagen de identidad personal, una oportunidad inigualable.

Fuente: Revista Cine Cubano

Tomado de: Cubarte

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Carmen Machi: “En el cine se han dado cuenta de que las mujeres maduras tienen un mundo interior rico y saben que eso es un chollo”

Carmen Machi, actriz española

Por Begoña Piña @begonapina

El campo de refugiados de Malakasa, a 38 kilómetros de Atenas, fue el segundo en Grecia puesto en cuarentena el pasado año. A la tragedia del exilio y la emigración, se une hoy el peligro sanitario. Malas condiciones higiénicas, casetas prefabricadas en las que hay demasiadas personas… la mayoría de los refugiados que viven hoy allí han huido de Afganistán y de Siria. Entre ellos y con la participación de algunos de ellos, ha rodado su nueva película la actriz Carmen Machi, El nieto. Segundo largometraje de Nely Reguera, la película recoge muchas de las experiencias de los años de la directora como cooperante, pero sobre todo es una historia que, además de mostrar la realidad de estas personas, llama a las cosas por su nombre y aclara que lo que muchos llaman generosidad es en realidad una forma de egoísmo, un acto que busca llenar una carencia. Tal vez eso es lo que le ocurre a Marisa, el personaje que interpreta Machi, una mujer jubilada que decide viajar como voluntaria a un campo de refugiados donde establece una relación muy especial con un niño. Desde Malakasa, en el penúltimo día de rodaje, la actriz habló con Público.

¿Cómo ha sido el rodaje en Grecia?

El rodaje ha ido bien, pero ha sido muy intenso porque el personaje está en todos los planos. Es un viaje de esta mujer por dentro y por fuera. Es una mujer de más de sesenta años que decide que está bastante despistada y que no sabe qué hacer en esa nueva etapa de su vida. Asustada porque no tiene nietos, sus hijos son ya mayores y no van a tener hijos, elige irse a trabajar de voluntaria a un campo de refugiados para ayudar, sobre todo a los niños. Y allí vive una relación muy especial con un niño.

La película se ha rodado en el campo de refugiados de Malakasa…

Sí, gran parte de la película se ha rodado en un campo de refugiados, el de Malakasa. Esta es una realidad que ya conocemos por la televisión, la prensa, las ONG’s, sabemos la situación en la que viven estas personas y porqué están allí. Lo sabemos y estamos acostumbrados a las imágenes. La película sí da visibilidad a esa situación, pero no está centrada en eso. Las personas que están en este campo son afganas y sirias. El niño que trabaja en la película es sirio.

¿No le ha afectado estar dentro de esa situación?

No, porque el motor de la película es otro y mi cabeza iba por otro lado. Puedo decir que el campo de Malakasa está rodeado de naturaleza y eso puede engañar y dar la sensación de una vida plácida, pero desde luego no es así. De todos modos la película no pretende ahondar en el drama. La gente aquí es tremendamente hospitalaria.

Pero el drama existe…

Sí, el drama es tremendo, pero cada vez que dices campo de refugiados, piensas en una experiencia durísima y eso depende mucho de dónde te metes. La familia del niño protagonista es de refugiados sirios, han conseguido sus papeles y se van a Alemania en cuanto terminemos la película. De cualquier modo, sí, es un drama. Nely Reguera ha sido en una época cooperante y sabe de lo que habla.

¿Y en la película habla del voluntariado como acto egoísta?

Sí, y para eso es muy interesante ver por dónde pasa el personaje. A veces ayudamos a otros para ayudarnos a nosotros mismos, para llenar ese vacío, es un acto egoísta… aunque se haga a través de un medio maravilloso.

¿Cómo es el niño con el que comparte protagonismo?

Tiene ocho años y ha sido el gran hallazgo de esta experiencia, creo que es superdotado y él ni se lo imagina. Es un niño que no habla, no se comunica. Por supuesto, está la barrera idiomática por medio. Él habla árabe y griego. Y en la película trabajábamos en inglés, aunque rodábamos en castellano. Por otro lado, los sirios, por cultura, no tienen normalmente contacto físico y hay que respetar ese terreno suyo, así que él no es un niño cariñoso exactamente, pero repetía exactamente todo lo que tenía que decir y lo entendía todo. Espero que le vaya muy bien. ¡He rodado con niño y con perro!

El rodaje ha coincidido con la crisis en Ceuta…

Me he perdido bastante lo de Ceuta porque he estado dos meses aquí rodando, así que no lo he tenido tan presente mientras trabajaba. Metido en el proceso de trabajo tienes otra percepción, así que esta experiencia no me ha cambiado más. Por supuesto, pienso como todo el mundo que sea capaz de sentir empatía con el dolor y el sufrimiento de los demás.

El año de la pandemia ha sido para usted un buen año profesional. ¿El balance es muy positivo?

No he dejado de trabajar en toda la pandemia. Y proyectos que empezamos y tuvieron que pararse se han retomado. Una película que rodamos en Isla Mauricio se ha retomado. Creo que cogí el covid a la vuelta de Nueva York, en el rodaje de ‘Efecto óptico’. Para es el cine el covid es un coñazo, se paran muchos proyecto. Cuando digo un coñazo, por supuesto me refiero al trabajo, no al horror que es. Sea como sea, hemos conseguido hacer las cosas, así que mi balance es positivo.

¿Siente que rompe la tendencia en el cine donde hay pocas mujeres maduras protagonistas?

En realidad, creo que el panorama ha cambiado mucho, ahora en las series hay muchos personajes de abogadas, policías, médicos… de más de cuarenta años. A mí me han llegado los personajes más interesantes a partir de los cuarenta años y me siguen llegando bastantes guiones con personajes increíbles. Con el sistema de puntos del Instituto de la Cinematografía que ahora ayuda a las mujeres, la situación ha cambiado mucho. Además, se han dado cuenta de que las mujeres maduras tienen un mundo interior rico y muy interesante. Y saben que eso es un chollo porque se pueden contar muchas cosas. Me alegro una barbaridad porque abrimos otros mundos y eso es fabuloso.

Termina este rodaje con Nely Reguera y empieza a rodar con otra directora, Carlota Pereda…

Es verdad. He trabajado con bastantes directoras, mola mucho. Me siento muy feliz si puedo aportar un granito de arena a la igualdad. En realidad, considero que yo tengo mucha suerte, porque hay gente concreta que me llama y a la que admiro mucho. Bueno, claro, yo también escojo lo que hago, porque hay cosas que no me interesan nada.

¿Qué no le interesa?

Hay algunos proyectos que me irritan profundamente, por ejemplo los que banalizan la comedia, porque me irrita mucho el desconocimiento. Aquí la comedia está mal entendida y la verdad es que hacerla es difícil, arriesgado y muy cansado. Pero a veces ves un afán desmedido por parte de los productores y de las plataformas por la comedia, y para ellos cualquier cosa vale. Yo me pongo muy con eso. Hay que ser muy serio haciendo comedia.

Tomado de: Público

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El compromiso ético de editar al Che Guevara

María del Carmen Ariet Coordinadora Científica del Centro de Estudios Che Guevara,. Foto: Claudio Peláez Sordo

Por Rodolfo Romero Reyes

Conversar con María del Carmen Ariet siempre es un placer. Como cada mes de junio, en que se celebra el natalicio de uno de los hombres más grandes del siglo XX, las reflexiones de quien probablemente sea la persona que, junto a Aleida March, conoce más a profundidad la vida y obra del Che, aparecen en distintos medios de comunicación.

Sin embargo, aunque la cercanía del natalicio evoca su recuerdo, la conversación de hoy versa sobre otro aniversario: 20 años se cumplen ya desde que el Centro de Estudios Che Guevara y las editoriales Ocean Press y Ocean Sur decidieran emprender un proyecto editorial que abarcara la totalidad de la obra guevariana.

 ¿Cómo surge la idea de este proyecto editorial?

Tiene sus inicios en las investigaciones realizadas por el entonces Archivo Personal del Che a mediados de los ochenta, que propiciaron el hallazgo de contenidos inéditos o poco conocidos de la vida y obra del Che. No imaginábamos la real posibilidad de un volumen tan amplio de información, pues comenzábamos una etapa casi «arqueológica» de los contenidos. Empezamos a darnos cuenta de su importancia para precisar objetivamente fases imprescindibles de su vida y la dimensión múltiple de sus estudios realizados en disímiles circunstancias.

Lo primero que se hizo fue identificar, transcribir y digitalizar la documentación que Ernesto-Che guardó durante sus travesías y trayectoria revolucionaria y que su esposa Aleida conservó en los archivos personales de su casa después de su muerte; de ahí deriva la primera denominación de la institución. Es una aclaración importante porque en los noventa del pasado siglo, comenzó una especie de «fiebre guevariana» y se empezó a editar la obra del Che en diversas partes del mundo: las llamadas «Obras completas» o una selección de ellas, salvo excepciones, sin ningún compromiso ético, solo el hecho de vender algo que pedían los lectores o estudiosos del Che; era una mera transacción mercantil.

En contraste a esta situación, en Cuba, después de 1967, se había intentado recopilar toda la información que se conocía e indagar y estudiar otras, con el objetivo de sistematizarla. El mejor ejemplo y más acabado lo realizó el intelectual cubano Roberto Fernández Retamar desde Casa de las Américas, en una antología que sigue siendo un trabajo eficaz y de un valor editorial indiscutible. De igual modo la selección elaborada por el Instituto Cubano del Libro, así como otras ediciones realizadas por estudiosos de diferentes países.

Ese era el panorama cuando se hizo evidente la necesidad de ordenar y sistematizar los escritos del Che, sin sensacionalismo ni espectacularidades, como un deber ineludible con el hombre que creció y entregó su vida y que se convirtió en un paradigma para generaciones del mundo entero. El compromiso se hizo mayor al delimitar etapas de su vida y obra imprescindibles, sobre todo, de su adolescencia y juventud, al ser poco conocidas. Esa etapa representaba la más especulativa de todas, por carecer de conocimientos precisos, o por los malos propósitos perseguidos por sus eternos detractores.

El contenido de esos hallazgos documentales contribuyó a una visión más profunda y objetiva que permitió identificar sus principales momentos y construir una metodología capaz de delimitar, en tiempo y espacio, etapas imprescindibles de su vida con el objetivo de demostrar científicamente la verdadera dimensión y comprensión de su pensamiento e ideario, acorde con su trayectoria. A eso sumamos, por lógica, la propuesta de una división temática surgida a partir de los contenidos que encontramos y los ya conocidos.

En ese período, existía un marcado interés de David Deutschmann, presidente de Ocean Press, por publicar la obra del Che, visualizada en un primer momento por una antología que agrupó la presencia del Che dentro de la Revolución Cubana, obra que con posterioridad se reelaboró pero que, sin duda, fue simbólica para las editoriales Ocean Press / Ocean Sur. Por nuestra parte, el Archivo había publicado una edición preliminar de las llamadas Notas de viaje, como primer resultado de los estudios realizados hasta ese momento. Surge así la solicitud de David de una alianza entre la editorial y el Centro de Estudios, ya con ese nombre, para publicar los textos elaborados como resultado de las investigaciones concluidas. Ese es el verdadero origen de una unión que rebasa más de 20 años de trabajo ininterrumpido.

¿Cuál fue el proceso que guio la publicación de los primeros títulos?, ¿Por qué Justicia global? ¿Por qué Notas de viaje?

Desde la concepción inicial del Archivo siempre se pensó en plasmar el trabajo en líneas editoriales, solo que era una etapa incipiente y sin recursos económicos que lo permitieran. La solicitud e interés demostrado por Ocean Press / Ocean Sur cubría nuestras expectativas —y con el tiempo nuestro agradecimiento—, al entender que solos no podíamos emprender esa tarea. Surgían nuevas políticas hegemónicas después de la desaparición de la Unión Soviética que marcaban tendencias negativas para la izquierda y sus propuestas de solidaridad internacional.

Ante los imperantes patrones de exclusión, se imponían la necesidad de cubrir los espacios perdidos a través de publicaciones que actuaran como memoria histórica y como un activismo político capaz de nuclear a las fuerzas progresistas y revolucionarias dispuestas a continuar en la lucha. El Proyecto trató de ser consecuente con esos propósitos y, por supuesto, el Che y la Revolución Cubana eran baluartes indiscutibles, lo que explica la selección de los primeros títulos: Justicia global y Notas de viaje. El primer texto partió de un criterio radical para demostrar a las «nuevas» políticas neoliberales y al hegemonismo asfixiante que nada nuevo se imponía y que su ejecución respondía al viejo modelo capitalista en su fase más retrógrada, denunciado, entre otros, por una figura emblemática como el Che Guevara. El segundo, como es de suponer, marcaba el encuentro con el joven Ernesto en su incipiente proceso formativo y revolucionario desde su visión de América Latina, de una coherencia asombrosa para explicar el comportamiento posterior de su vida.

¿En qué momento se decide la actual estructuración del proyecto en Escritos de juventud, Antologías, Diarios…? ¿A qué responde esta estructura?

Al defender un criterio sistematizado dentro del pensamiento del Che como consecuencia de la documentación conservada en su Archivo, se presenta de manera diáfana la concatenación entre las principales etapas de su vida y los intereses intelectuales que se reproducían en sus escritos. En la suma de contenidos y a partir de nuestro análisis, se consolida la estructura de un pensamiento que abarca desde la adolescencia y la juventud hasta su internacionalismo. En esta existen momentos determinantes y también una interrelación entre ellos que permite afirmar la existencia de un pensamiento sistémico, abierto a disímiles ramas del conocimiento, con una base metodológica marxista, con el reflejo de una práctica revolucionaria consecuente desde su etapa formativa. De ese modo, el Proyecto se estructuró en:

—Escritos de juventud: documentos, inéditos hasta ese momento, en los que aparecía la experiencia de sus años de viajero por el continente americano, reproducidas en forma de crónicas y relatos, como son las notas de viaje de su primer viaje; y el diario del segundo recorrido, acompañado de artículos, poesía, narrativa, crónicas literarias y anotaciones de lecturas de Filosofía. Estas últimas devendrían estructura esencial de su pensamiento, cuando entendió la dimensión del marxismo y su praxis revolucionaria, y base de su sentir humanista, con el hombre como centro de sus máximas aspiraciones.

—Filosofía y política: representan los temas fundamentales dentro de su obra escrita y práctica, emblemas de intereses manifiestos desde su adolescencia y que permiten analizar sus contenidos posteriores como la sumatoria de un pensamiento creador y múltiple, puesto a prueba en sus años de dirección dentro del proceso revolucionario cubano. Este pensamiento y su accionar se destacan por su audacia y la crítica valiente en la que prevalece la necesidad de nuevas transformaciones en la transición hacia el socialismo, alejado de cualquier barrera dogmática. En esta categoría se agrupan textos emblemáticos como El socialismo y el hombre en Cuba, Síntesis biográfica de Marx y Engels, Justicia Global y como colofón Apuntes filosóficos, donde aparecen las anotaciones que hiciera en diferentes momentos sobre los clásicos del marxismo y otros más contemporáneos.

—Economía política: es un tema imprescindible dentro de su obra al estar presente en diversos textos y apuntes que conforman su pensamiento económico y sus concepciones más originales y polémicas, de gran connotación para todo el que quiera acercarse al valor creativo, auténtico y su capacidad teórica para penetrar en los problemas de su tiempo con gran audacia y voluntad. Como resultado del trabajo investigativo llevado a cabo por el Centro, se ordenaron y se editaron Apuntes críticos a la Economía Política, Retos de la transición socialista y El gran debate, como los más emblemáticos.

—Memoria histórica: retoma libros escritos por el Che y sus experiencias en las luchas revolucionarias de Cuba, el Congo y Bolivia. Textos de alto valor testimonial convertidos en ensayos clásicos como Guerra de guerrillas, Pasajes de la guerra revolucionaria en Cuba, Diario de un combatiente, Pasajes de la guerra revolucionaria: Congo y El diario del Che en Bolivia. Con enorme valor y apego a la verdad histórica, con un estilo propio que distingue su narrativa, con una estructura basada en su sencillez y apego a la verdad a partir de la inmediatez de sus apuntes de guerra o experiencias cotidianas, se convierten en clásicos dentro de su obra escrita.

—Antologías: La primera fue Che Guevara presente. Le siguieron otras, imprescindibles en las líneas de pensamiento del Che, como América Latina, despertar de un continente —en la que se recogen las etapas por las que transita Ernesto-Che en sus recorridos por el continente, su evolución y radicalización, y la manera en que fue labrándose su propio camino—, o Che Guevara. Vidas rebeldes —pensada para jóvenes deseosos de conocer al Che mediante una selección apegada a la periodización establecida por el Centro y que permite incursionar en momentos imprescindibles de su ética y de su ejemplo—. Otros textos emblemáticos son Che desde la memoria —especie de biografía a través de valiosas imágenes y textos que ilustran el valor del testimonio como género— y La épica del tiempo —en el que se reproducen documentos facsimilares de su obra, algunos de los hallados en sus archivos, con alto valor patrimonial, y otros en forma de apuntes, anotaciones, esquemas, epistolario, poesía y narraciones, escritas por él en diferentes momentos y circunstancias. Este último título constituye un volumen para coleccionistas, ordenado cronológicamente, a través del cual se puede visualizar la impronta de su vida.

—De divulgación: libros que poseen un carácter general con el objetivo de acercar a los lectores a escritos y discursos del Che. Aquí se ubican colecciones temáticas de pequeño formato, como Lecturas para la reflexión —que apareció primero en una docena de folletos y luego en seis pequeños volúmenes correspondientes a seis temáticas diferentes—, libros para niños y adolescentes como Soy un futuro en camino —con pequeños textos e ilustraciones que los identifican y que acercan al lector a sus contenidos—, y el anuario Paradigma que refleja la labor del Centro. De igual forma, el quinto número de la revista Contexto Latinoamericano, se dedicó íntegramente al Che, en ocasión de cumplirse el 40 aniversario de su asesinato. Uno de los últimos títulos publicados en este apartado es Epistolario de un tiempo, que ordena y reproduce casi la totalidad de su correspondencia, llenando un espacio importante, muchas veces íntimo, que completa una forma de expresión alejada de convencionalismos.

—Sobre el pensamiento y la vida del Che: aquí se agrupan los títulos Evocación. Mi vida al lado del Che, de Aleida March; Che y Fidel. Imágenes en la memoria, con fotos seleccionadas por Aleida, introducción de su autoría y prólogo de Graziella Pogolotti; El pensamiento político de Ernesto Che Guevara, Che Guevara: fases integradoras de su proyecto de cambio y Para leer al Che [estos tres escritos por nuestra entrevistada]; Che Guevara y la Revolución Latinoamericana, de Manuel Piñeiro, y Che sin enigmas, de Germán Sánchez.

¿Tiene algún o algunos títulos preferidos, ya sea por su contenido o por su proceso de realización?

Existen tres títulos que —quizás no sean los más importantes o representativos— necesitaron de mucha elaboración y de criterios muy precisos, porque son textos que cobraron forma a partir de la investigación que realizamos. Se ordenaron de acuerdo a lo que pudiera haber concebido el Che sobre temas centrales en su obra. Fue un alto compromiso ético emplear su nombre y sus ideas.

América Latina, despertar de un continente, es una antología que se ajusta a la periodización metodológica establecida por el Centro, con un criterio cronológico y temático a la vez. Desde mi punto de vista es un libro imprescindible para conocer el ascenso del pensamiento y actuar del Che respecto a América Latina.

Apuntes críticos a la Economía Política, otro libro complejo basado solo en notas elaboradas por el Che a partir de sus lecturas, refleja su pensamiento crítico, polémico y creador, aspectos que lo distinguen y elevan a uno de los marxistas más importantes de la región. Es un texto de lectura indispensable para adentrarse, no en su pensamiento económico como una especie de compendio reducido, sino en el complemento de un pensamiento marxista integral que cuestiona los problemas existentes en el mundo socialista de entonces y que busca soluciones adecuadas para resolver las dificultades; un contenido vital para entender las aspiraciones de desarrollo del llamado tercer mundo.

Por último, La épica del tiempo, quizás el menos divulgado, pero para mí uno de los más apreciados porque forma parte de nuestros inicios cuando comenzamos a rastrear en toda aquella documentación inédita que nos hablaba sin necesidad de interpretarla. Ante tanta información valiosa, que por sí sola respondía cualquier interrogante, surgió la idea de un libro que permitiera la lectura de su vida y obra expresada de modo visual. Es una especie de biografía a través de documentos ordenados con intencionalidad y que permiten entrar en su intimidad y sensibilidad sin necesidad de comentar o especular, simplemente se toma o se deja pasar. Sin duda, es también un agradecimiento a la decisión de la UNESCO de considerar la vida y obra del Che parte de su Programa de la Memoria del Mundo.

No solo libros o textos del Che conforman el proyecto editorial. Evocación, escrito por Aleida March, es uno de los libros que más aceptación tiene en el público latinoamericano y mundial —de hecho se ha traducido a varios idiomas—. Cuéntenos un poco sobre el proceso de realización de este libro, y cuán importante es para usted.

Evocación es un libro muy apreciado por el lector. Su autora, Aleida March, tardó mucho tiempo en decidir su redacción y por eso el impacto fue mayor. Como ha expresado en muchas ocasiones era una deuda que tenía con sus hijos, que apenas conocieron a su papá. En él narra cómo fue el inicio de sus relaciones dentro del fragor de la batalla en las montañas y en la ciudad, y cómo culminó en una vida breve de amor y complicidad hasta su cruel asesinato. Me consta que cada página escrita fue una batalla consigo misma al medir cada palabra para no excederse ni limitarse más allá de lo necesario (esto último no lo logró), aunque a veces fue muy parca en detalles. Para mí fue un privilegio poder ayudarla a sacar del armario recuerdos inolvidables, irrepetibles, muchas veces dolorosos; por eso siento que cumplí con mi presencia para alentarla y avanzar, teniendo como antesala nuestras largas conversaciones mientras desempolvamos papeles olvidados, y que casi revivía y evocaba —por eso el título— cada detalle que recordaba.

Actualmente, está en preparación la mayor antología realizada sobre la obra del Che. ¿Podría comentarnos algo acerca de esta novedad editorial?

Después de tantos años de trabajo para hacer avanzar un Proyecto como este, estamos en una fase de culminación, aunque no de cierre, de una etapa enriquecedora que ha cumplido con los objetivos que vislumbramos al inicio. Como toda obra ha habido aciertos y desaciertos, que creo son mínimos, y nos ha estimulado a continuar y poder afirmar que se está en presencia de un Proyecto Editorial en el que se ha representado todo el contenido temático legado por el Che a lo largo de su vida.

No se puede afirmar, porque no es cierto, que estamos en presencia de las obras completas como muchas veces se ha querido decir de otras ediciones —faltan búsquedas de detalles y palabras dichas en entrevistas internacionales o en su quehacer en la Cuba revolucionaria—, pero se puede afirmar que se está en presencia de las palabras y escritos más importante del Che desde su adolescencia hasta su muerte.

Esa es la razón por la que se ha querido cerrar esta etapa con una edición que se ha denominado Antología Mayor, en la que aparecerán los contenidos fundamentales del Proyecto. Será sin duda una novedad editorial al no restringir ningún contenido de lo editado y garantizarle al lector la certeza de que está en presencia de un conocimiento más completo, de un rigor y una veracidad indiscutibles.

¿Qué consejos daría a una persona que se inicia en la lectura de la obra del Che? ¿Por dónde comenzar?

Esa pregunta es difícil porque depende de lo que se quiera encontrar y habría que pensar en divisiones muy personales o en intereses temáticos. Si la selección es para tener una visión general, habría que comenzar por los escritos de adolescencia y juventud; esto permitiría ser consecuentes con una interpretación valedera del actuar del Che y despejar las dudas y/o las maledicencias escritas sobre rasgos de su personalidad como el aventurerismo y el voluntarismo. Nada más convincente que lo escrito por un joven que aún no tenía intereses definidos, solo el perseguir sueños que de una manera u otra se hicieron realidad con tesón y voluntad propia.

Engarzado con ese criterio, se puede recomendar la lectura de América Latina, despertar de un continente, por ser el compromiso ético y de pensamiento que más refleja al Che. Otros textos son muy importantes, algunos más especializados necesitan de intenciones mayores como Apuntes Filosóficos o Apuntes críticos a la Economía Política; otros más íntimos, como Epistolario de un tiempo, donde se encuentran muchas de sus aspiraciones, deseos y añoranzas sin que medien compromisos, solo su pensamiento íntimo lanzado al vuelo.

Tomado de: Contexto Latinoamericano

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Anders Ølholm y Frederik Louis Hviid: “La gente cree que Dinamarca es un país idílico, pero la sociedad se inclina cada vez más a la derecha” (+Video)   

Frederik Louis Hviid y Anders Ølholm. Cineastas daneses

Por Begoña Piña @begonapina

En 1992, en la víspera del nuevo año, en Dinamarca, tres policías agredieron salvajemente a un joven activista de izquierdas. El hombre sufrió daño cerebral permanente. Antes de aquel suceso y hoy, treinta años después, la escena se repite y se repite en una especie de bucle de brutalidad policial. Hace un año, el policía Derek Chauvin asfixió a George Floyd en Mineápolis. Los nombres de Michael Brown, Breonna Taylor, Eric Garner… se unen a la lista de personas negras desarmadas muertas a manos de la policía en EE.UU. En Irán, en noviembre de 2019, la policía disparó y mató a cientos de manifestantes. En Filipinas hay testigos de disparos de la policía contra pobres que estaban en el suelo pidiendo clemencia… La policía de Río de Janeiro mató en 2019 a 1.810 personas, una media de cinco al día. Ese año, en Kenia la policía terminó con la vida de 122 personas. En Irak, entre octubre de 2019 y enero de 2020, la policía asesinó a unos 600 manifestantes. Entre 2015 y 2018, más de 500 personas murieron en Jamaica por disparos de la policía. Unas 1.000 personas mueren cada año a manos de la policía en EE.UU.… Son cifras espeluznantes que retratan la realidad de un problema gravísimo y que ahora llega al cine con la película Shorta, el peso de la ley, de los cineastas daneses Anders Ølholm y Frederik Louis Hviid. Inspirados por aquel episodio de 1992 en su país, los directores se preguntan en su película por las causas y las consecuencias de la violencia policial, retratan la ira y el miedo de las personas marginadas y pobres, denuncian los discursos de odio, racistas y xenófobos, y ello desde un cine de género iluminado por títulos legendarios de los setenta firmados por cineastas como Sidney Lumet, Walter Hill o William Friedkin.

Cuando la policía mató a George Floyd, ustedes habían terminado ya su película, pero no estaba estrenada. ¿Sintieron que ‘Shorta’ podría interpretarse como oportunista?

La muerte de George Floyd nos entristeció muchísimo, fue un bajón tremendo. La película se basa en un caso que ocurrió mucho antes en Dinamarca y ver que volvía suceder fue muy triste. Pero sí, cuando mataron a George Floyd, ya teníamos la película terminada. Entonces hablamos de cambiar algunas cosas, pero decidimos que no lo haríamos finalmente. Solo cambiamos el tráiler, para que no se viera el momento del personaje diciendo “no puedo respirar”, que ya se ha convertido en parte del Black Lives Matter. No queríamos parecer cínicos ni oportunistas que se aprovechaban de algo tan grave. Estas cosas son muy importantes. Pero también nos pareció importante no cambiar nada más, para que se viera la importancia real de estos sucesos.

La brutalidad policial parece imposible de controlar…

…Es una cosa que dura ya demasiados años. La gran diferencia con lo que pasaba hace tiempo es la existencia de cámaras, ahora todo el mundo puede grabar cualquier cosa. La brutalidad no es nada nuevo y no se ha incrementado, lo que pasa que ahora ocupa el centro de atención porque todo se graba. Para la película, de hecho, nos basamos en una caso de hace treinta años, un chico que quedó en coma. Lo triste es que se repite con las mismas palabras y los mismos gestos. La política de hoy es tenernos divididos entre blanco y negro y hay que estar de un lado o de otro. Esto es muy peligroso. No hay que ponerse del lado de la policía ni del otro, todos somos seres humanos y dentro de cada uno de nosotros hay una humanidad. El ser humano no es blanco o negro.

El barrio donde se rodó la película es un guetto de inmigrantes, gente pobre… ¿Las desigualdades favorecen la violencia policial?

En realidad es un sitio ficticio, lo hemos inventado porque no queríamos que se señalara con el dedo a nadie de ningún barrio real. Pero sí hablamos de unos jóvenes desfavorecidos y enfurecidos, privados de su derecho de acceso a la vivienda, jóvenes que se sienten demonizados e incomprendidos. Además, necesitábamos un sitio grande para creer que los personajes no podían escapar de allí. Esta no es una película política ni documental, no era la intención. La historia es una advertencia de lo que podría ocurrir. Y, la verdad, no es imposible ni mucho menos que acabemos en esa situación, que se dé un tipo de conflicto así dado la tensión que se intensifica cada vez más. La gente piensa que Dinamarca es un país idílico, sereno, uno de los más felices del mundo, pero la sociedad se está inclinando cada vez más hacia la derecha. Suecia o Francia… tienen problemas gravísimos en algunos barrios con la policía. Al hacer la película hablamos mucho, queríamos hacer una película de género, pero también queríamos que se abriera un debate y que se viera lo que ocurre de verdad.

Dicen que no es una película política, pero ya solo el hecho de que el punto de vista sea el de los policías la hace política, ¿no?

Todo es política y desde luego no podemos controlar cómo el público interpretará lo que hacemos. Pero en el cine, tener una perspectiva lo es todo. Intentamos ver desde qué perspectiva hacíamos la película, buscamos todos los puntos de vista, pero el personaje de Mike, el policía, es el que más evoluciona. No fue una elección deliberada, ocurrió por sí sola. Pensábamos en ‘The French Connection’, en el cine de los setenta… Vivimos en un mundo hoy que es muy conflictivo y la policía está a diario viendo lo peor de la naturaleza humana. Es difícil que esto no te influya al cabo de unos años, porque los policías son personas, no están blindados, no se puede decir que sean inherentemente personas malas. Lo que sí creemos es que a la policía le falta mucho entrenamiento. En la película, lo que viven les hace cambiar. En las películas de los setenta, que han sido nuestra referencia, los personajes eran ambiguos, ni buenos ni malos. Lo que ocurre es que ahora se nos pide constantemente escoger y la vida no es así. Por eso en la película al principio hay un personaje, un policía, que parece el protagonista, pero luego la cosa cambia y es Mike, el otro policía, el que ocupa su lugar. Este es un chulo, un tipo cargado de prejuicios, un perfecto gilipollas, pero consigue cambiar algo dentro de él. Era importante poder mostrar eso.

¿Importante porque desde el cine se puede cambiar la opinión de la gente?

Con esta película queríamos dar al público algo en lo que pensar. Ver que gente con horizontes y modos de pensar diferentes son capaces de cambiar.

Esta es una película de hombres, ¿quiere decir esto que la violencia es consustancial del género masculino?

La violencia es inherente al género masculino y este tipo de conflictos suele ser masculino. Mucha gente habla de una masculinidad tóxica, pero nosotros no pensamos en la película así desde el principio. Claro, en la película faltan personajes femeninos, los pocos que hay representan el corazón humano, pero sí, es una historia masculina, aunque no empezó con esa idea. El policía Mike no se da cuenta realmente de quién es y solo cambia cuando pierde su importancia, cuando ya no tiene el poder, ya no es el hombre que tiene el poder y no sabe cómo reaccionar, pero no puede permitirse hacer el ridículo.

Tomado de: Público

Tráiler del filme Shorta. El peso de la ley (Dinamarca, 2020) de Frederik Louis Hviid, Anders Ølholm

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“Gran Bretaña tuvo un papel crucial en el mantenimiento de Franco”

Emilio Grandío Seoane

Por Sebastian Faber

¿Por qué nos fascinan tanto los espías? Si algo nos han legado las guerras del siglo XX –frías o calientes– ha sido la imagen romantizada de esos luchadores solitarios con doble vida que obran secreta pero heroicamente al servicio de su país o, traidoramente, al servicio de un poder extranjero. Pero más allá del heroísmo o la traición, quizá el rasgo que más define al espía –y el que más nos embelesa– sea su absoluta falta de escrúpulos: a la hora de cumplir la misión, no hay regla moral que valga. En ese sentido, los espías y agentes secretos son como el subconsciente de los Estados. Son los que más desnudamente representan sus verdaderos intereses y aspiraciones, todo lo que los discursos públicos intentan ocultar o dulcificar. Quien pretenda saber cuál es la política internacional de verdad de un Estado poderoso, tendrá que desenterrar lo que dicen, hacen y dejan de hacer sus servicios de inteligencia. Esto, precisamente, es lo que ha hecho el historiador Emilio Grandío Seoane con respecto a Gran Bretaña y la España franquista durante la Segunda Guerra Mundial.

En «Hora Zero. La inteligencia británica en España durante la Segunda Guerra Mundial» (Cátedra) nos narra en detalle cómo obraron la diplomacia británica y los cientos de agentes que trabajaban en suelo español on her Majesty’s secret service en los años del hambre, en un país destruido, cuando la División Azul luchaba en Rusia y cuando la represión franquista era más dura.

Sus conclusiones dejan poco lugar a dudas. Los agentes británicos pretendieron proteger o avanzar, sin escrúpulos, los intereses estratégicos y económicos del Imperio. A partir de 1939, esto significaba hacer lo posible por alejar a Franco de Alemania e Italia y atraerlo hacia la causa aliada. Aunque hubo un intento fracasado, en 1943, de sustituir a Franco por un liderazgo monárquico, en ningún momento se contempló seriamente propiciar el regreso de la República. Es más, los objetivos estratégicos de Gran Bretaña motivaron que su gobierno reforzara al régimen que había salido vencedor de la Guerra Civil, a pesar de este que continuara coqueteando con Hitler. Franco, por su parte, supo hacerse querer. No tardó en comprender la conveniencia de perfilarse como centinela anticomunista de Occidente y, así, asegurar la permanencia de su dictadura después de la derrota del fascismo mundial.

Grandío es profesor titular de Historia Contemporánea en la Universidade de Santiago de Compostela. Hora Zero es la versión en castellano de un libro que publicó hace cuatro años en inglés. Hablo con él a mediados de mayo, por videoconferencia.

Desvelar las actividades de los servicios de inteligencia puede ser una labor ardua, ya que los Estados no suelen ver con buenos ojos que se hurgue en las páginas más secretas de su historia. En ese sentido, ¿cómo se compara su experiencia como investigador en Inglaterra con lo que ha encontrado en España?

Es una diferencia de la noche al día. No digo nada nuevo cuando afirmo que el nivel de acceso a los archivos nacionales españoles es muy deficitario. Aquí el principal problema ha sido la falta de voluntad política. Cuando hubo voluntad, a mediados de los años 80, se dio un gran salto en el tema. Pero desde hace 15 o 20 años se ha impuesto la inercia. La información sobre el pasado es algo que hay que valorar y cuidar de manera constante. Y en España no se hace.

¿Y en Inglaterra?

No hay comparación. En Kew, donde están los Archivos Nacionales británicos, hay dos plantas. En una trabajamos los investigadores profesionales de todo el mundo. Pero en la otra se atiende a ciudadanos de a pie que están, por ejemplo, investigado su genealogía, su pasado personal. Esa voluntad, ese enfoque, es de por sí algo tremendamente liberador. Un planteamiento así respecto al acceso al pasado no lo tenemos en España.

Aun así, también la transparencia del Estado británico tendrá sus límites.

Claro, tampoco hay que exagerar, no es la panacea. Todos los Estados tienen que vigilar su propia información. En los archivos británicos que he consultado hay mucha información que queda oculta. Sobre todo a partir de los años 70 hay documentos en los que se ha suprimido más de la mitad del contenido. Pero incluso eso indica que el Estado ha dedicado los recursos necesarios para que se practique esa vigilancia. Indica que se toma en serio el tema de la información.

¿Qué le ha aportado la experiencia investigadora en Inglaterra?

Me ha ayudado a tener una visión alejada de nuestros planteamientos españoles, que suelen ser bastante “ombliguistas”, sin mucha interrelación con lo exterior. Verlo todo desde un archivo extranjero te da una perspectiva distinta. Por otra parte, hay que tomar en cuenta que un trabajo como este solo se puede realizar en base al trabajo realizado sobre miles y miles de documentos. Es muy raro que encuentres un solo papel que te revele una información decisiva. La verdad es que en todo lo que concierne al mundo de la inteligencia hay muchísimo ruido de fondo: muchos rumores, suposiciones infundadas, etcétera. El propio carácter de la información tratada así lo aconseja. Para escribir sobre esta temática es mejor verlo todo en su conjunto, contrastando ampliamente diferentes fuentes en España y Reino Unido.

Su libro deja muy claro que la Segunda República nunca contó con apoyos oficiales británicos, ni en 1931, ni en 1936, ni mucho menos después de 1939. Incluso cuando Londres baraja quitar a Franco de en medio, es para sustituirle con un general monárquico. O al menos esto es lo que sugieren las fuentes.

Yo cada vez más me reafirmo más en la idea de que fue en el verano u otoño de 1943 cuando Franco estuvo más cerca de perder la jefatura del Estado. Pero, claro, como dices, a los británicos en aquel momento no les interesaba echar abajo a la dictadura como tal. Su intención radicaba en sustituir a un militar por otro, con la idea de seguir trabajando hacia la restauración de la monarquía y el regreso de Juan de Borbón.

Un plan que fracasa…

En efecto. Pero solo a corto plazo. Después, a partir del año 44, Gran Bretaña termina por aceptar a Franco.

De su libro entiendo que, en realidad, nunca llegó a rechazarlo.

Es verdad que en todo momento hubo una relación entre Gran Bretaña y Franco. No hay que olvidar que son redes en parte británicas las que, en julio de 1936, organizan el desplazamiento de Franco desde Canarias a Marruecos para que pudiera desplazarse a liderar el golpe allí. Debemos tener en cuenta que el Duque de Alba, embajador oficioso de Franco en Londres desde el primer momento, era pariente de Churchill y tenía trato frecuente con él.

Argumenta usted que el gobierno de Churchill ayuda a consolidar el régimen franquista…

Sí, la tesis de fondo que planteo es que Gran Bretaña juega un papel crucial en el mantenimiento de Franco. No solo desde sectores conservadores británicos puros y duros, sino también a través de la influencia de sectores católicos, entre los que Franco tiene mucho apoyo especialmente a partir del golpe del 36. Es precisamente la influencia de ese apoyo católico la que explica que Gran Bretaña acepte tan rápidamente –¡en 15 días!– el Pacto de No Intervención, a pesar de los esfuerzos de personajes influyentes como Salvador de Madariaga por llevar adelante un Plan de Paz de mayor alcance.

Si su libro tiene un protagonista, es Samuel Hoare, el vizconde de Templewood, al que Churchill en 1940 envía como embajador “en misión especial”. Esa misión era, principalmente, asegurar que España no entrara a la guerra como parte del Eje nazifascista. Los británicos invierten millones en sobornar a militares españoles del régimen y seguir informados sobre la relación entre Franco e Hitler.

Es un momento muy delicado. Hoare había sido varias veces ministro y era un hombre muy experimentado en el mundo de la inteligencia británica. En relación con España, Gran Bretaña dependía mucho de los servicios de inteligencia franceses. Después de la caída de Francia, en junio de 1940, los británicos tienen que estructurar y desarrollar sus propias redes en España. Recordemos que Estados Unidos no entra en la guerra hasta diciembre del 41. Y no es hasta el año 44 que Estados Unidos se arroga el liderazgo del mundo occidental en términos de inteligencia. Hasta entonces, Gran Bretaña lleva la voz cantante.

Y sin embargo la impresión que saca uno de su libro es que Franco, al final, fue el que mejor supo jugar el juego. Si alguien salió ganando de todos los embrollos, fue él.

Se tiende a subestimar a Franco como estratega político. El franquismo, si algo fue, es sobre todo práctico. Franco controlaba la información de una manera absoluta. Con respecto a su política exterior, el régimen era tremendamente adaptable, todo menos lineal. Nuestra comprensión del franquismo todavía tiende a observarlo a partir de un relato maniqueo de “buenos” y “malos”. Creo que esa simplificación –que también se explica en parte por el escaso acceso a buena parte de los fondos documentales– acaba por dificultar nuestra comprensión de lo que fue el franquismo. La historia que emerge como producto de la investigación sobre los servicios de inteligencia se nos aparece mucho más matizada y compleja. Con muchas más aristas y posiblemente más cercana a la realidad. No hay que olvidar que, en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, Franco estuvo perfectamente informado de lo que pasaba, no solo dentro del país sino también sobre el exilio. La información exhaustiva es una de las principales piezas en las que se basa la pervivencia durante casi cuatro décadas de la dictadura.

Cuenta usted que se estableció un pacto tácito entre Gran Bretaña y el franquismo en 1940.

En efecto. El acuerdo era que Franco permitiría que los servicios británicos de información desarrollaran su actividad en España, con tal de que no trabajaran contra su figura y el régimen. Este intento tan perfilado por sacarlo del poder en el verano de 1943, junto a la visión de un Eje en claro retroceso en los frentes de guerra, le conduce a tener que tomar decisiones.

Estados Unidos tardó bastante más en aceptar de esa forma a Franco, ¿verdad? Lo digo porque en marzo del 45, Roosevelt le envía una carta el nuevo embajador norteamericano en Madrid, Norman Armour, recordándole que Franco ganó la guerra con la ayuda de Hitler y Mussolini y que no es ningún amigo de los estadounidenses.

Así es. De hecho, la presión que se le aplica a Franco en el 43 está en mayor medida propiciada por Estados Unidos que por Gran Bretaña. Realmente les dicen a sus colegas británicos: “Señores, hay que quitar a este señor de aquí como sea”.

Eso sí, una vez ganada la Segunda Guerra, y con Truman de presidente, Estados Unidos termina por abrazarlo igual.

Sí, aunque este tema también es complejo. En realidad, por lo que he visto en los archivos, las conversaciones sobre la organización del nuevo mundo capitalista en oposición al socialismo –la construcción de un estado del bienestar que contrarrestara las posibles revoluciones obreras– arrancan muy pronto, desde el año 40, incluso antes de entrar Estados Unidos en guerra. Durante los años de la Segunda Guerra Mundial, y los inmediatamente posteriores, las perspectivas pueden cambiar y adaptarse de manera muy rápida, siempre desde una perspectiva de Realpolitik. Y ahí Franco jugaba muy bien sus cartas.

En este cuadro, ¿es casual que durante y después de la Segunda Guerra Mundial España sirva como ruta de escape para agentes nazis, o incluso como país de refugio?

Para nada. En este papel, España se revela como un país de gran utilidad para el nuevo orden mundial que se va construyendo después de la derrota de Alemania. Los puentes a América a través de la Península Ibérica para los nazis y colaboracionistas no solo existieron sino que se mantuvieron durante mucho tiempo. Y, claro, también hubo muchos que simplemente se quedaron viviendo aquí. Salvando mucho los contextos temporales y territoriales, España fue algo así como un “Guantánamo” para el nazismo, un lugar donde se podía controlar a sectores peligrosos en confianza, aunque mucho más placentero, en recintos como balnearios y cosas por el estilo. Posiblemente sería interesante poner el foco en las relaciones entre Mallorca, la costa Mediterránea, los alemanes y el turismo, pero empezando desde finales de los años cuarenta.

Tomado de: Resumen Latinoamericano

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