Ir al cine con Julio

Julio García Espinosa. Cineasta cubano. Premio Nacional de Cine en el 2004.

Por Enrique Sacerio-Garí

No hay nada peor que cuando desaparece la imperfección, cuando seguimos clavados al vacío del perfeccionamiento, a los ficticios horizontes felices. No hay puntos de línea recta en la vida… y la bola del arte desinteresado sabe demoler la nada cotidiana con recursos legítimos.

Así empecé al recordar lo que fue para mí ir al cine con Julio. Fue haciendo mi vida lejos de Cuba, donde tuve la dicha de encontrarme con Julio y Lola en un Festival de Cine de Filadelfia. Se presentaba Reina y Rey. Julio dijo unas palabras después de la proyección. Ayudé algo a la intérprete y terminé, días después, llevando a Lola y a Julio al aeropuerto. Nos buscábamos, nos volvimos a ver en Washington y durante mis viajes a Cuba. Nunca dejé de visitar a Julio cada vez que pasaba por La Habana. Nunca dejamos de conversar del cine y de sus ensayos. Siempre terminábamos hablando de Brecht. De una de las conversaciones que grabé transcribo este pasaje que define lo que fue Julio, el artista y el ser humano, para mí y para Cuba:

La dramaturgia institucionalizada, como la llaman, es una dramaturgia que permite poca información. Si das mucha información se convierte en un didáctico. Mientras que una dramaturgia como la que se desprende de los postulados de Brecht admite más información sin que sea un didáctico. Yo te digo, por ejemplo, soy heredero, me considero heredero, de una generación que trató de darle una respuesta estética a la posición política. Es decir, yo creo que lo más importante del nuevo cine latinoamericano es que trató de conciliarse vanguardia artística y vanguardia política, y yo personalmente he tratado de no fragmentarme entre artista y ser humano sino de ver cómo se conciliaban uno con el otro. Yo no creo en la objetividad, creo en la honestidad. La objetividad, para mí, en el mundo en que vivimos, es farisea. Yo abierta y claramente declaro que la objetividad no existe… yo muestro personajes, no los juzgo, para que el espectador saque sus propias conclusiones. Es decir, que la objetividad me parece que o es un fariseísmo o es hacerse el tonto o es hacer de tonto porque el que esté aspirando a la objetividad está totalmente ajeno a que hoy vivimos en un mundo en que la espontaneidad y la objetividad son fabricadas. Y, por lo tanto, no soy objetivo. Yo no puedo, frente a una situación como la que tienen los palestinos, decir no. Yo no puedo pensar que viene un hombre y le da una patada a un niño y decir vamos a ver cuál es la opinión de uno y del otro… no, no, este no puede dar la patada. Eso es lo que me sostiene a mí como cineasta y como ser humano… y es un esfuerzo tremendo ser honesto con esas posiciones. Y te lo digo yo que cuando hago una película no puedo planificarla. Puedo ser muy cartesiano a la hora de hacer un ensayo o a la hora de hablar contigo, pero a la hora de realizar una película no puedo ser cartesiano. Es decir, no puedo hacer un storyboard. No puedo planificar cómo va a ser la puesta en escena. Yo le puedo decir al productor: “Mañana la cámara debe estar aquí y vamos a utilizar este espacio, pero lo que va a ocurrir ahí…” Él sabe que va a haber dos actores y va a haber unos muebles…, todo lo sabe para que lleguen los iluminadores y empiecen a poner las lámparas y demás. Pero cómo va a ser resuelta la escena que va a tener lugar en ese espacio con esos actores, no lo sé yo hasta que no llego allí y empiezo a sentir… y entonces viene una respuesta que improviso en ese momento. Pero al mismo tiempo te digo: tengo una posición definida desde el punto de vista político que no es de una vez y por todas sino que se va enriqueciendo o va retrocediendo o va desarrollándose, porque eso en el fondo es la lucha para ser fiel a uno mismo, que para mí es el mayor triunfo que puede tener alguien.

Julio no se dedicó a hacer películas para ganar premios. Su arte no lo concibió para competir sino para compartir, para compartir ideas. Su búsqueda era incesante, por eso era de aspecto imperfectivo; las palabras y las imágenes en un proceso incesante de identidad. To be or not to be, son o no son, somos o no somos en La Habana tanto como en Filadelfia. Como dice uno de sus personajes: “Uno lo extraña todo aunque no lo haya visto”. Por eso desapareceremos en el todo, no en la nada, por eso somos y hay son en las dos orillas.

Para mí, el milagro fue seguir conversando con Julio aun después de sus limitaciones por la salud. Nunca dejó de asombrarme una frase dentro de múltiples silencios, como las dos partes de Reina y Rey: silencios, verbosidad cubana, persianas de luz y sombra y las soledades de La Habana. Nos vimos por última vez en marzo de 2015, sentados en los dos sillones, con Zeus inquieto entre los dos y las sonrisas cariñosas de Lola.

Cuando íbamos al cine nos sentábamos en la última fila. No siempre terminábamos de ver la película. Si todo estaba demasiado bien hecho, con artificios de sobra, no daba para espíritu crítico. Julio y su cine siguen con nosotros, son una búsqueda de identidad fiel a sí misma, como Cuba.

Tomado de: http://www.uneac.org.cu

Enrique Sacerio-Garí

Realizó su doctorado en la Universidad de Yale con la tesis «Borges: una literatura intertextual». Actualmente ocupa la Cátedra Dorothy Nepper Marshall de Estudios Hispanoamericanos en Bryn Mawr College en Pennsylvania. Ha publicado Poemas interreales (Pennsylvania, 1981; Madrid, 1999; La Habana, 2004), Para llegar a La Habana (Madrid, 2013) y El mercado de la memoria (Madrid, 2016). Con Emir Rodríguez Monegal editó Textos cautivos: ensayos y reseñas en “El Hogar”. Preparó para la Heath Anthology of American Literature una traducción, introducción y guía de estudio de Nuestra América de José Martí. Otros trabajos de traducción al inglés incluyen Ten Ways to Reach Cuba, de Enrique Sosa Rodríguez; la “Oda a la tipografía”, de Pablo Neruda; Race in Cuba: Essays on the Revolution and Racial Inequality, de Esteban Morales, en colaboración (Monthly Review Press, 2013), y “Jabberwocky”, de Lewis Carroll (al cubano). Fue Director del Centro de Estudios Hispánicos de Madrid de Bryn Mawr College, que residió en el Instituto Internacional (Miguel Ángel, 8).

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