Archives for

En América Latina es lo normal: siempre se entregan los recursos en nombre de la falta de recursos

Las venas abiertas de América Latina, de Eduardo Galeano

Por Eduardo Galeano

En Brasil, los espléndidos yacimientos de hierro del valle de Paraopeba derribaron dos presidentes, Janio Quadros y João Goulart, antes de que el mariscal Castelo Branco, que asaltó el poder en 1964, los cediera amablemente a la Hanna Mining Co. Otro amigo anterior del embajador de los Estados Unidos, el presidente Eurico Dutra (1946-51), había concedido a la Bethlehem Steel, algunos años antes, los 40 millones de toneladas de manganeso del estado de Amapá, uno de los mayores yacimientos del mundo, a cambio de un 4 % para el Estado sobre los ingresos de exportación (…). Por lo demás, de cada cien dólares que la Bethlehem invierte en la extracción de minerales, 88 corresponden a una gentileza del gobierno brasileño: las exoneraciones de impuestos en nombre del «desarrollo de la región».

La experiencia del oro perdido de Minas Gerais –«oro blanco, oro negro, oro podrido», escribió el poeta Manuel Bandeira– no ha servido, como se ve, para nada: Brasil continúa despojándose gratis de sus fuentes naturales de desarrollo.

Por su parte, el dictador René Barrientos se apoderó de Bolivia en 1964 y, entre matanza y matanza de mineros, otorgó a la firma Philips Brothers la concesión de la mina Matilde, que contiene plomo, plata y grandes yacimientos de cinc, con una ley 12 veces más alta que la de las minas norteamericanas. La empresa quedó autorizada a llevarse el cinc en bruto, para elaborarlo en sus refinerías extranjeras, pagando al Estado nada menos que el uno y medio por ciento del valor de venta del mineral.

En Perú, en 1968, se perdió misteriosamente la página número 11 del convenio que el presidente Belaúnde Terry había firmado a los pies de una filial de la Standard Oil, y el general Velasco Alvarado derrocó al presidente, tomó las riendas del país y nacionalizó los pozos y la refinería de la empresa.

En Venezuela, el gran lago de petróleo de la Standard Oil y la Gulf, tiene su asiento la mayor misión militar norteamericana de América Latina. Los frecuentes golpes de Estado de Argentina estallan antes o después de cada licitación petrolera. El cobre no era en modo alguno ajeno a la desproporcionada ayuda militar que Chile recibía del Pentágono hasta el triunfo electoral de las fuerzas de izquierda, encabezadas por Salvador Allende; las reservas norteamericanas de cobre habían caído en más de un 60 % entre 1965 y 1969.  En 1964, en su despacho de La Habana, el Che Guevara me enseñó que la Cuba de Batista no era solo de azúcar: los grandes yacimientos cubanos de níquel y de manganeso explicaban mejor, a su juicio, la furia ciega del imperio contra la Revolución. Desde aquella conversación, las reservas de níquel de los Estados Unidos se redujeron a la tercera parte: la empresa norteamericana Nicro-Nickel había sido nacionalizada y el presidente Johnson había amenazado a los metalúrgicos franceses con embargar sus envíos a los Estados Unidos si compraban el mineral a Cuba.

La imperiosa necesidad de minerales estratégicos, imprescindibles para salvaguardar el poder militar y atómico de los Estados Unidos, aparece claramente vinculada a la compra masiva de tierras, por medios generalmente fraudulentos, en la Amazonia brasileña. En la década del 60, numerosas empresas norteamericanas, conducidas de la mano por aventureros y contrabandistas profesionales, se abatieron en un rush febril sobre esta selva gigantesca. Previamente, en virtud del acuerdo firmado en 1964, los aviones de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos habían sobrevolado y fotografiado toda la región.

Habían utilizado equipos de cintilómetros para detectar los yacimientos de minerales radiactivos por la emisión de ondas de luz de intensidad variable, electromagnetómetros para radiografiar el subsuelo rico en minerales no ferrosos y magnetómetros para descubrir y medir el hierro. Los informes y las fotografías obtenidas en el relevamiento de la extensión y la profundidad de las riquezas secretas de la Amazonia fueron puestos en manos de las empresas privadas interesadas en el asunto, gracias a los buenos servicios del Geological Survey del gobierno de los Estados Unidos.

En la inmensa región se comprobó la existencia de oro, plata, diamantes, gipsita, hematita, magnetita, tantalio, titanio, torio, uranio, cuarzo, cobre, manganeso, plomo, sulfatos, potasios, bauxita, cinc, circonio, cromo y mercurio.

Tanto se abre el cielo desde la jungla virgen de Mato Grosso hasta las llanuras del sur de Goiás que, según deliraba la revista Time en su última edición latinoamericana de 1967, se puede ver al mismo tiempo el sol brillante y media docena de relámpagos de tormentas distintas. El Gobierno había ofrecido exoneraciones de impuestos y otras seducciones para colonizar los espacios vírgenes de este universo mágico y salvaje. Según Time, los capitalistas extranjeros habían comprado, antes de 1967 a siete centavos el acre, una superficie mayor que la que suman los territorios de Connecticut, Rhode Island, Delaware, Massachusetts y New Hampshire. «Debemos mantener las puertas bien abiertas a la inversión extranjera –decía el director de la agencia gubernamental para el desarrollo de la Amazonia–, porque necesitamos más de lo que podemos obtener». Para justificar el relevamiento aerofotogramétrico por parte de la aviación norteamericana, el Gobierno había declarado, antes, que carecía de recursos.

En América Latina es lo normal: siempre se entregan los recursos en nombre de la falta de recursos. El Congreso brasileño pudo realizar una investigación que culminó con un voluminoso informe sobre el tema. En él se enumeran casos de venta o usurpación de tierras por 20 millones de hectáreas, extendidas de manera tan curiosa que, según la comisión investigadora, «forman un cordón para aislar la Amazonia del resto de Brasil».

El Consejo de Seguridad Nacional afirma: «Causa sospecha el hecho de que las áreas ocupadas, o en vías de ocupación, por elementos extranjeros, coincidan con regiones que están siendo sometidas a campañas de esterilización de mujeres brasileñas por extranjeros».

En efecto, según el diario Correio da Manhã, «más de 20 misiones religiosas extranjeras, principalmente las de la Iglesia protestante de los Estados Unidos, están ocupando la Amazonia, localizándose en los puntos más ricos en minerales radiactivos, oro y diamantes… Difunden en gran escala diversos anticonceptivos, como el dispositivo intrauterino, y enseñan inglés a los indios catequizados… Sus áreas están cercadas por elementos armados y nadie puede penetrar en ellas».

No está de más advertir que la Amazonia es la zona de mayor extensión entre todos los desiertos del planeta habitables por el hombre. El control de la natalidad se puso en práctica en este grandioso espacio vacío, para evitar la competencia demográfica de los muy escasos brasileños que, en remotos rincones de la selva o de las planicies inmensas, viven y se reproducen.

Por su parte, el general Riograndino Kruel afirmó, ante la comisión investigadora del Congreso, que «el volumen de contrabando de materiales que contienen torio y uranio alcanza la cifra astronómica de un millón de toneladas». Algún tiempo antes, en septiembre de 1966, Kruel, jefe de la policía federal, había denunciado «la impertinente y sistemática interferencia» de un cónsul de los Estados Unidos en el proceso abierto contra cuatro ciudadanos norteamericanos acusados de contrabando de minerales atómicos brasileños. A su juicio, que se les hubiera encontrado 40 toneladas de mineral radiactivo era suficiente para condenarlos. Poco después, tres de los contrabandistas se fugaron de Brasil misteriosamente. El contrabando no era un fenómeno nuevo, aunque se había intensificado mucho. Brasil pierde cada año más de cien millones de dólares, solamente por la evasión clandestina de diamantes en bruto.

Pero, en realidad, el contrabando solo se hace necesario en medida relativa. Las concesiones legales arrancan a Brasil cómodamente sus más fabulosas riquezas naturales. Por no citar más que otro ejemplo, nueva cuenta de un largo collar, el mayor yacimiento de niobio del mundo, que está en Araxá, pertenece a una filial de la Niobium Corporation, de Nueva York. Del niobio provienen varios metales que se utilizan, por su gran resistencia a las temperaturas altas, para la construcción de reactores nucleares, cohetes y naves espaciales, satélites o simples jets. La empresa extrae también, de paso, junto con el niobio, buenas cantidades de tántalo, torio, uranio, pirocloro y tierras raras de alta ley mineral.

*Fragmentos de Las Venas Abiertas de América Latina.

Tomado de: http://www.granma.cu

Leer más

La Derecha, Estados Unidos y el imperialismo en el siglo XXI

Antonio Rodríguez (México)

Por Yazmín Bárbara Vázquez Ortiz[1]

La acción de la derecha que enfrentamos es expresión de las particularidades que adquiere la disputa multidimensional por el poder en el imperialismo siglo XXI, en medio de lo que se ha denominado “corrimiento de la concentración de la riqueza y el capital a la concentración del poder político”.

En este contexto los objetivos de la Derecha no se reducen a obtener votos a través de la participación política. Sus propósitos se enfocan en dominar a la sociedad y al Estado, incluso más allá de la fuerza política que esté en el gobierno. Ganar las bases sociales, subjetividades, imaginarios, espacios de organización y participación social-políticos, los territorios, espacios institucionales, así como los de gobierno local y nacional, se constituyen en metas que trascienden la otrora intención o apuesta de ganar votos para ocupar posiciones de poder.

En función de tales objetivos, los niveles de organización que ha desplegado la Derecha revelan los resultados graduales de un proceso continuo, acumulativo, de articulación de las élites de poder y sus respectivos instrumentos de dominación en dos niveles:

El primero, referido a la alianza entre organizaciones y partidos de Derecha a nivel regional, hemisférico y transnacional.

El segundo, que revela las relaciones que se establecen entre la Derecha, el capital transnacional y los gobiernos imperiales.

Del primer nivel, la Unión Demócrata Internacional; la Unión de Partidos de Latinoamérica, que incluye las articulaciones con actores estadounidenses, en especial con el Partido Republicano de los Estados Unidos, a través del Instituto Republicano Internacional  y centros de pensamiento; así como la Organización Demócrata Cristiana para América Latina (ODCA), constituyen ejemplos de los enlaces entre partidos de derecha de Estados Unidos, Europa y América Latina que han sido funcionales para construir estrategias de dominación y subversión político-ideológicas en función de ajustar las condiciones políticas y sociales en cada país en pro de garantizar las reformas en interés del mercado-capital. Es por ello que se identifican en lugares diversas formas de hacer que solo se ajustan según los contextos histórico-concretos, pero que presentan muchos elementos de base en común. Por ejemplo, operan a través de espacios donde se integran:

Primero: el ejercicio analítico para la deconstrucción de las bases teóricas de la ideología de las fuerzas de izquierda (especialmente del marxismo).

Segundo: la caracterización y clasificación de cada uno de los partidos de izquierda en función de desacreditarlos, junto a la campaña mediática contra sus gobiernos y líderes.

Tercero: y como alternativa, el llamado a la formación de movimientos ciudadanos o partidos desideologizados, nutridos desde universidades, tanques de pensamiento, iglesias, como actores efectivos del cambio hacia el “progreso” y la “democracia”.

Cuarto: La promoción de acciones de protesta social, que a través de manuales o videos incluyen orientaciones precisas para cada caso: protestas contra gobiernos, votación en procesos electorales, entre otros.

En el segundo nivel de articulación, las Redes de Intervención desplegadas en América Latina desde los años 80 del siglo XX[2], muestran las interrelaciones que se establecen entre actores gubernamentales y no gubernamentales estadounidenses, actores vinculados a los objetivos de ese país en la región y actores latinoamericanos, de los entornos nacionales donde se intervienen, influyen, cooptan procesos de gestión de desarrollo, seguridad, democracia, gobernabilidad, entre otros, trabajando el contenido de los cambios que promueve la derecha desde una diversidad de espacios y sujetos que multiplican los alcances de su acción[3].

A estas Redes se integran actores gubernamentales y no gubernamentales de los Estados Unidos para capacitar, asistir, financiar en países de la región a comunidades, gobiernos locales y nacionales. La acción de la Agencia Internacional para el Desarrollo (USAID), la Fundación Nacional para la Democracia (NED), el Centro Internacional de la Empresa Privada (CIPE), direccionadas hacia el empoderamiento comunitario y la promoción de académicos para incidir en la proyección de estrategias de desarrollo de gobiernos nacionales y locales es una muestra de ello.

En igual sentido, se destaca la inserción de académicos y tanques de pensamiento que estudian nuestras sociedades y construyen fórmulas de cambio a la medida en cada caso, así como de instituciones financieras regionales o internacionales para financiar y consolidar la orientación técnica de los mismos (BID, FMI, BM).

Las corporaciones transnacionales también han estado presentes en estas redes. Su incidencia se ha revelado en la diversidad de espacios en los que se despliega su acción como parte de la legitimación ideológica y política de los cambios propuestos, desde la construcción de opinión pública por las corporaciones mediáticas, hasta el fortalecimiento de la cultura del emprendimiento, del empoderamiento productivo, con la participación de corporaciones como Walmart en “Modelos de Desarrollo rural”.

Durante el gobierno de Donald Trump, y desde los avances que logró la derecha hemisférica en la administración de Barack Obama, se promovió, como parte del esquema de intervención, el despliegue de una red de Gobiernos engrosada por aquellos países en los que la derecha fue retomando el poder ejecutivo. Desde la misma se articuló el Grupo de Lima en función de aislar diplomáticamente a Venezuela, un instrumento también aplicado contra Cuba en la década del 60 del siglo XX y al que se recurre, junto al uso de instrumentos financieros perfeccionados en las guerras económicas y el bloqueo en el siglo XXI, como método de asfixia ante la resistencia mostrada a la implementación combinada de todos los demás mecanismos de intervención ya mencionados.

Por último, pero no menos importante, está la inserción de las fuerzas militares en este esquema. El Comando Sur, por ejemplo, promueve desde el año 2017 el despliegue de una “Red de Redes”, articulando las ya existentes, como modo más efectivo para hacer frente a los desafíos de los Estados Unidos en la región[4] y desde el año 2018, destacan los pronunciamientos de altos mandos de sus fuerzas militares sobre el objetivo que perseguirán: Valores, Ideas e Ideales. ¿Cuáles pueden ser las implicaciones de tales objetivos? ¿Serán, entre otras, que se potencie a las fuerzas militares latinoamericanas como objetivo de cooptación para que encarnen un rol protagónico en aras del cambio de ser necesario?

Para estos propósitos, los enfocados en cooptar valores, ideas e ideales, ya han sido ensayadas al menos tres importantes Líneas de Acción con resultados de efectividad probada por esta derecha hemisférica con raíz global. Las dos primeras que referiremos:

La disputa de sentidos, enfocada hacia las bases racionales y éticas de la orientación de la conducta humana, de la construcción de las apuestas individuales, familiares y sociales en términos de proyectos de vida y sociedad.

La evangelización para promover el conservadurismo como vía de influencia político-ideológica.

Desde ellas la instalación de un modelo racional pro-neoliberal, utilizando lo mejor del discurso y las prácticas de la izquierda, re-funcionalizadas para servir a los intereses del capital, consolida el sistema a través de la dominación cultural.

Y para cerrar el esquema de dominación y subversión político-ideológica, la tercera línea de acción, tal vez la más sutil: el secuestro, la toma de instituciones, leyes, políticas públicas, formas de gobierno, para institucionalizar la dominación político-ideológica y la subversión con base cultural. Una línea de acción a partir de la cual se promueven ajustes en leyes e instituciones a fin de inhabilitar o reprimir por “vías legales” a líderes y movimientos sociales que no resulten convencidos, cooptados a través de los modos antes esbozados.

De esta forma la derecha trabaja combinando seducción con coacción, según se requiera, para eliminar de forma radical cualquier oposición, presente o en futuro potencial.

A los alcances que ha tenido su acción refieren de una parte, la capacidad para apropiarse de imaginarios, reconstruirlos y articular a diferentes grupos y organizaciones de la sociedad civil a sus modelos de gestión y procesos de disputa por el poder, especialmente a través de la acción territorial, real y virtual. Y de otra, la capacidad mostrada para cooptar los espacios de organización y participación política de la sociedad a través del ajuste de leyes que han debilitado la acción de sindicatos y partidos políticos como la reforma laboral y electoral[5]. En esta misma dirección, el fortalecimiento institucional de tribunales constitucionales ha sido funcional para frenar programas de corte social desde gobiernos de izquierda o para inhabilitar políticamente a sus líderes.

Por último, es importante destacar los medios implementados para dominar al Estado a través del supuesto perfeccionamiento de las formas de gobierno, que con el objetivo declarado de potenciar redes de colaboración entre gobierno y sociedad civil, privilegian la inserción de gremiales empresariales, y tanques de pensamiento que responden a los intereses de estas últimas, en la construcción de modelos de gestión de importantes programas sociales, potenciando así el uso de matrices racionales e instrumentos técnicos, supuestamente efectivos para obtener seguridad, progreso y democracia a nivel social. De esta forma, no importa si la fuerza de izquierda está en el poder ejecutivo, lo conveniente y efectivo desde las matrices teóricas del capitalismo global puede secuestrar el rumbo del proyecto político, económico-social si no hay un pensamiento crítico articulado a los programas de transformación que contribuya a decantar y ajustar las mismas.

Para concluir, ante la capacidad de acción mostrada por esta derecha hemisférica con nexos transnacionales, y en función de atender a los desafíos de la izquierda para enfrentarla, algunas preguntas pudieran ayudar a la reflexión.

¿Cómo hacer al llegar al poder ejecutivo en Estados con una institucionalidad tomada por la derecha y el capital, ajustada para cumplir sus intereses, si queremos transformar en beneficio social?

¿Cómo hacer para reconstruir el tejido social de base, en aras de tener las fuerzas necesarias para cambiar todo lo que deba ser cambiado y poder gobernar, especialmente, junto al pueblo?

¿Cómo recuperar y promover la subjetividad de la izquierda? Los valores y una racionalidad adecuada para garantizar en todos los niveles y espacios el éxito de la acción.

Y, por último: ¿Cómo hacer todo lo anterior ante las fuerzas de la Derecha Hemisférica, el Capital transnacional-Global y los Gobiernos Imperiales articulados para impedirlo?

La izquierda tiene todo lo necesario para constituir un gran tanque de pensamiento y acción social.

Ante esas interrogantes las fuerzas de izquierda también tienen un proceso acumulativo de pensamiento y acción que a través de la historia ha ido mostrando las vías posibles. Y sobre todo, una gran reserva de conocimiento acumulado en la praxis de los pueblos, partidos y gobiernos que luchan cada día frente la avanzada del capital. La izquierda tiene todo lo necesario para constituir un gran tanque de pensamiento y acción social.

Notas:

[1] Profesora e Investigadora del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos de la Universidad de la Habana. Miembro del Grupo de Trabajo sobre Estados Unidos de CLACSO.

[2] Ver ROBINSON, WILLIAN (2008): «La Promoción de la Anti-Democracia: Proyecto de la Élite Transnacional», Presentación en Conferencia Internacional “Revolución e Intervención en América Latina, Auspiciada por Telesur, Patria Grande, y Ministerio de Poder Popular para la Comunicación e Información (MINCI), Caracas, 14-15 Noviembre. <https://es.calameo.com/read/0000682385706b3793365>Fecha de consulta [7/11/2017].

[3][3] Ver VÁZQUEZ, YÁZMIN BÁRBARA (2019): Estados Unidos en la contraofensiva imperialista en América Latina. Revista Cuba Socialista. N 11. 2019. La Habana. http://www.cubasocialista.cu/2019/05/21/estados-unidos-en-la-contraofensiva-imperialista-en-america-latina-por-yazmin-vazquez/

[4] Ver COMANDO SUR DE LOS ESTADOS UNIDOS. Consorcio Para Las Américas (2017): ESTRATEGIA DEL TEATRO 2017-2027 <http://www.southcom.mil/Portals/7/Documents/USSOUTHCOM_Theater_Strategy_Spanish_(FINAL).pdf?ver=2017-10-26-124307-193&timestamp=1509036213302> Fecha de consulta [22/2/2019].

[5] Ver VÁZQUEZ ORTIZ, YAZMIN BÁRBARA (2019): «Geopolítica y Derecho en América Latina», en Lima, Bárbara Nascimiento de; Gontijo, Lucas de Alvarenga; Bicalho, Mariana Ferreira (orgs), Cuba-Brasil Diálogos sobre democracia, soberanía popular y derechos sociales, Volumen II. Belo Horizonte. Editora de Plácido. ISBN: 978-65-80444-99-1.

Tomado de: https://www.alainet.org/es

Leer más

Fidel de cerca… en el 41 Festival de Cine de La Habana

El documental Fidel de cerca, de los realizadores Eduardo Flores, Gabriel Beristain (de México) y Roberto Chile, será presentado en función única durante el 41 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, en el Cine 23 y 12, el 7 de diciembre a las 8:00 p.m.

En el filme de 104 minutos de duración, producido por Vedado Films, Odessa Films y RTV Comercial, los realizadores proponen una mirada distinta, un ángulo cercano para “descubrir al hombre detrás del mito, a través de relatos y testimonios de quienes convivieron con él, y explorar así los momentos más intensos de una de las personalidades más arrolladoras y cautivantes del siglo XX: el Comandante Fidel Castro”.

No es una biografía exhaustiva —explican— ni un recuento histórico de su labor. “Es, en todo caso, una mirada profunda y emotiva al hombre detrás del uniforme: sus decisiones, motivaciones y estímulos, pero, sobre todo, su cotidianidad, vivencias y experiencias”.

Porque, siendo una de las personalidades más controvertidas de nuestra época (sobrevivió a incontables atentados contra su vida; desde 1959 decidió enfrentarse a Estados Unidos y resistió a 10 presidentes norteamericanos; desarrolló en Cuba un nuevo tipo de país que ha motivado polémicas, ataques, elogios y admiración durante más de medio siglo), Fidel Castro es un hombre poco conocido, “aunque quizás no haya otro en la historia contemporánea de quien se haya dicho y estudiado tanto”.

Es así —escriben los realizadores en la sinopsis del filme— como hemos construido esta imagen de Fidel, basada en muchas pequeñas anécdotas. “Tal y como funciona un rompecabezas, que poco a poco, al irse armando, forma a la figura central”.

La revolución, la crisis de Octubre, Playa Girón, el bloqueo, han sido en nuestro caso, entornos desde los que, a prudente distancia, contamos la historia, que a lo largo del tiempo ha quedado siempre opacada: el Fidel persona, el chico de Birán, el estudiante de leyes en la Universidad de La Habana, el ávido lector: la historia de ese Fidel que ante el peso de los eventos que se han desarrollado con él y ante él, muy poco se conoce, añade el texto resumen del material fílmico.

Tomado de: https://www.cubaperiodistas.cu

Leer más

El futuro de Blade Runner ya llegó… o tal vez no. ¿La ciencia ficción prevé el porvenir?

Blade Runner (Ridley Scott, EE UU, 1982)

Por Pablo Francescutti

Blade Runner, película de culto estrenada en 1982, está ambientada en Los Ángeles de noviembre de 2019. La llegada de esta fecha ha dado mucho que hablar respecto del cumplimiento de sus predicciones. ¿Hasta qué punto la ciencia ficción puede anticipar el mañana?

Blade Runner (Ridley Scott, EE UU, 1982) relataba cómo, en noviembre de 2019, el detective interpretado por Harrison Ford recibe el encargo de eliminar a una banda de androides asesinos. La cacería transcurre en una contaminada Los Ángeles, cochambrosa y multicultural, en medio de una parafernalia de artilugios que parecían la mar de futuristas el día de su estreno.

Algunos de esos elementos ya forman parte de nuestra cotidianidad: los asistentes virtuales, las videollamadas, las cerraduras inteligentes, el control biométrico, las pantallas gigantes de publicidad, la polarización social, la videovigilancia…

No se han materializado, en cambio, los coches voladores, los secadores de pelo ultraveloces, los recuerdos implantables, las ampliadoras de fotografías con control de voz, las colonias espaciales y, de un modo ostensible, los androides indiferenciables de los humanos. Y, si bien el clima en Los Angeles ha empeorado, la crisis ecológica no se manifiesta en las lluvias torrenciales del filme, sino en una sequía galopante.

Acierto a medias

Por otra parte, vale la pena señalar las novedades que no fueron anticipadas: los drones, la telefonía celular, los ordenadores portátiles, el declive de la industria nuclear, internet…

En resumidas cuentas: Blade Runner acertó apenas parcialmente. Y una razón obvia es que se desarrollaba en un horizonte temporal demasiado próximo (algunas de las tecnologías pendientes necesitarán un plazo mayor para hacerse realidad).

No se han materializado los coches voladores, los recuerdos implantables ni los androides casi humanos

No es la única trama emplazada en un futuro inminente cuyas previsiones no se cumplieron. Lo mismo ocurrió con la mortífera pandemia prevista para 1996 en 12 Monos (Terry Gilliam, EEUU, 1995); o con el holocausto atómico fechado en 1964 en La Hora Final (Stanley Kramer, EEUU, 1959); o con la guerra nuclear librada en 1966 en El tiempo en sus manos (George Pal, EEUU, 1960).

Refutando las profecías del celuloide, esos escenarios apocalípticos no se concretaron. Y, aunque todavía falta tiempo para 2029, el año del arranque de Terminator (James Cameron, EEUU, 1984), se antoja harto improbable que en ese lapso las máquinas exterminen a la humanidad como prevé su guion.

La clave de ese imprudente manejo de las cronologías es puramente comercial. Cuanto más cercano sea el escenario expuesto —razonan los productores—, más tirón tendrá para la audiencia. Si con ello se asegura el éxito en taquilla, poco les importa recibir un mentís en los años venideros.

Extrapolar no funciona

Fechas al margen, lo cierto es que la ciencia ficción ha acertado en pocas ocasiones, si las comparamos con sus miles de predicciones fallidas. Y tanto los aciertos como los fracasos obedecen a la misma pauta predictiva: la extrapolación de tendencias y tecnologías emergentes. Sencillamente, lo que hacen los autores es fijarse en fenómenos y hallazgos observables en el presente y vislumbrar su desarrollo futuro.

De tal manera procedió Julio Verne al inspirarse en el sumergible diseñado por Robert Fulton en 1800 para imaginar el Nautilus de 20.000 leguas de viaje submarino (1871). Y de igual modo procedieron con la incipiente astronáutica los filmes que anticiparon el alunizaje de 1969 en Con destino a la Luna (Irving Pichel, EEUU, 1950), por ejemplo.

Sencillamente, lo que hacen los autores de ciencia ficción es fijarse en fenómenos y hallazgos observables en el presente y vislumbrar su desarrollo futuro

Pero en la extrapolación radica el talón de Aquiles de la ciencia ficción. Al apostar a que una tendencia seguirá indefectiblemente su dirección actual, el género se vuelve muy vulnerable a los imprevistos. Suponer que la exploración espacial continuaría a toda marcha hizo creer a 2001: una odisea del espacio (Stanley Kubrick, EEUU, 1969) que al inicio del siglo XX habría turismo espacial y bases lunares.

La extrapolación siempre dejará fuera lo inesperado, una seria limitación a la hora de anticipar el curso de la historia, que avanza con saltos sorpresivos. A la incapacidad de adivinar los giros en la trayectoria de una tecnología se debe que la ciencia ficción no imaginase el ordenador personal y en cambio poblase el mañana con descomunales cerebros electrónicos.

Un párrafo aparte merece la miopía social del género. Aunque a veces acierte en el plano tecnológico, fracasa estrepitosamente en cuanto al devenir de las costumbres. El humo de cigarrillos omnipresente en Blade Runner no casa con la prohibición del tabaco reinante en nuestros días.

 

Tampoco suele acertar en materia económica: las grandes empresas visibles en la cinta de Ridley Scott, Pan Am, Atari, RCA o Bell Phones, han quebrado o se han eclipsado.

No se presenta más aguzada su visión en política. Basta con ver cómo el avance de la democracia liberal desmintió las previsiones totalitarias de la novela 1984. Y no digamos de las relaciones de género: a sus autores les resultaba muchísimo más fácil imaginar el ciberespacio que la emancipación femenina. Véase cómo en Blade Runner se repiten los estereotipos de las rubias peligrosas y las mujeres fatales, y el tópico argumento del héroe que vence a los villanos y se queda con la chica guapa.

Un museo de la historia del mañana

Más que servir de bola de cristal, la ciencia ficción cumple otras funciones con mayor eficacia y superior relevancia. La primera, de tipo retrospectivo, es la de enseñarnos cómo era concebido el futuro en determinada época, lo que hace de ella un museo de la historia del mañana.

En este sentido, Blade Runner nos habla de las expectativas sombrías a principios de los años 80: dictadura de las corporaciones, vigilancia policial omnipresente, deterioro de las condiciones de vida, desigualdad social y mercantilización de la ciencia, una visión apenas matizada por el deseo de reconciliación con la tecnología, encarnada en replicantes más humanos que los humanos.

Más que servir de bola de cristal, la ciencia ficción habla de nuestras expectativas sobre el futuro y promueve debates sociales

La segunda función de esta factoría de futuros, la más decisiva socialmente, consiste en promover debates acerca de los horizontes posibles en una coyuntura dada, instigando al público a posicionarse a favor o en contra. Lo ejemplifica el telefilme The Day After (Nicholas Meyer, EEUU, 1983): al mostrar las horribles consecuencias de un eventual bombardeo nuclear en Kansas, indispuso a la opinión pública estadounidense contra el belicismo de la Administración Reagan.

Por consiguiente, no le pidamos a la ciencia ficción la precisión del pronóstico científico. Por otra parte, si algo se ha demostrado con el correr de los siglos es que el futuro resulta sumamente impredecible. Además, visto el tono catastrófico de la mayoría de sus premoniciones, se nos figura más sensato celebrar sus yerros que lamentarnos por ellos.

Lo más que cabe esperar — y no es poca cosa— es que sus obras plasmen de forma vívida, inteligente y entretenida las eventuales derivaciones de asuntos cruciales del presente, y en ese aspecto Blade Runner cumple con creces.

Tomado de: https://www.publico.es

Leer más

Manuel Herrera: Voy a salir del ICAIC cuando la biología me venza

Manuel Herrera, realizador y guionista cubano

Por Adalys Pérez Suárez

La celebración del aniversario 60 del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos, ICAIC, se ha caracterizado por la materialización de proyectos que permanecen en el tiempo y tributan a la cultura nacional, más que por las ceremonias de justos homenajes que también se han efectuado.

En esta ocasión el tributo viene de la mano de la 41 edición del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano el día 10 de diciembre con un panel moderado por Carlos Galiano “Convergencias, ¡6 décadas del ICAIC!” e integrado por Manolo Herrera, Manuel Pérez Estremera y Jorge Luis Sánchez. A continuación, se realizará la presentación de largometraje documental Retrato de un artista siempre adolescente. Obra dirigida por el director y guionista Manuel Herrera (Santa Clara, 1942) y que sobresale por sus naturaleza, factura y carácter trascendental ahondando no solo en la vida de Julio García Espinosa, sino en la historia del ICAIC.

El eje central del filme – también en CONCURSO DE DOCUMENTALES (LARGOMETRAJES)- lo constituyen la vida y quehacer artístico del fundador del ICAIC Julio García Espinosa (La Habana, 1926- 2016), figura imprescindible cuando se hace un recuento de la cultura cubana, no sólo en lo referido al séptimo arte. De ahí que, inevitablemente, el más reciente filme de Manuel Herrera desborde con acierto lo puramente biográfico, para adentrar al espectador en un rico periodo de la vida espiritual de la Mayor de las Antillas.

Apenas unas horas antes de que Retrato… tuviera su primer contacto con el público, dando muestras de su habitual gentileza, el cineasta accedió a un diálogo con el Blog de Cubarte.

¿Este documental lo hizo por encargo, a propósito del aniversario del ICAIC?

“No digamos un encargo. Yo he hecho muchas cosas de encargo y siempre digo que, cuando acepto el encargo, es mío. Lo hago con el mayor amor y el mayor entusiasmo, como si fuera una idea mía. Ese tipo de encargo, como algo que uno debe hacer por obligación, no existe en mí. Este fue una idea de Lola (Dolores Calviño) y mía, mientras yo trabajaba en la Cinemateca.

Sucedió que en 2013 el entonces presidente de Italia le confirió a Julio la Orden de la Estrella de la Solidaridad Italiana; pero ya él estaba muy enfermo y no podía elaborar un discurso. Entonces nos surge la idea de hacer un pequeño documental que expresara lo que él quería.

Hicimos uno de apenas veinte minutos que se llama Todos los caminos conducen a Roma y con este documental nos surge la idea de hacer otro de mayor duración, pues ella me dio materiales de una riqueza extraordinaria que tenía guardados.

A partir de ahí sentí la necesidad de recuperar todo eso y así comenzó a surgir Retrato de un artista siempre adolescente. Empezamos a elaborar y a investigar. En el camino de la investigación me doy cuenta de algunas cosas. Entre ellas, que no se puede hacer un documental sobre Julio divorciado del ICAIC; y que era el momento también para hacer una historia del ICAIC.

Algo que fuera más allá del simple documental que siempre se hace como homenaje a una fecha. Nunca surgió como homenaje a una fecha. Coincidió que ahora está listo y, bueno, es el marco ideal.

En verdad era como hacer justicia. En el orden personal, es hacer justicia con dos cosas: Julio es uno de mis maestros. Indudablemente, si tú analizas el tipo de cine que yo hago, ves que hay una relación. No una relación total y absoluta, pero sí una relación en la que estamos vinculados en algunos puntos y en otros no. Discrepamos mucho, discutimos mucho acerca de muchas cosas, pero había esa identidad que se refleja en el documental.

La otra, es mi sentido de pertenencia con el ICAIC. Yo entré aquí a los 17 años y voy a salir de aquí cuando la biología me venza. Aquí voy a estar mientras tenga fuerzas”.

Independientemente a las deudas artísticas que Ud. pueda tener con su maestro, en el documental percibí guiños muy intencionados a la obra de Julio.

“Los hay, indudablemente. Uno de los propósitos estéticos fue hacer este documental como si fuera él. Como te decía, eso se conecta con mi propia identidad como creador.

No. En absoluto. No es una responsabilidad que pese, es una responsabilidad agradable el poder trabajar sobre cosas que me son muy queridas. Sobre gentes que me son muy queridas. Eso siempre estimula mucho y aligera el peso del trabajo.

Si tú dices que fue un trabajo duro, sí fue muy duro. Un buen trabajo de búsqueda de materiales. De cosas que conocía, pero necesitaba documentar. Uno tiene que documentar las cosas, a pesar de que las conozca. Y, a veces, uno tiene una visión y después otra.

Desde luego, hay zonas en las que no puedo ser objetivo por mi sentido de pertenencia. Y esas zonas trato de no tocarlas, de no ir al fondo. Tampoco trato de herir a nadie, sino de herir una corriente: el dogmatismo”.

La vida íntima de Julio la aborda con mucha delicadeza.

“Realmente, Lola fue una gran inteligencia que estuvo a su lado y eso quería destacarlo. Me hubiera gustado conversar con sus exesposas, pero no fue posible. Tratar de llegar a ese hondo espiritual del hombre y la mujer. Y creo que Lola se acerca mucho a eso”.

Es impresionante la cantidad de material de archivo que aparece en el documental. Pienso que el hecho de que Ud. haya sido durante años el director de la Cinemateca de Cuba, el conocimiento que tiene de ella, lo situaron en una posición de privilegio. No sé si otro cineasta hubiera podido lograr esto.

“Como te decía, el documental nació en la Cinemateca cuando hicimos aquel más pequeño. Sin dudas, tiene una información grande de Cinemateca, pero tiene una cantidad grande de información de vivencias. Y eso es importante”.

Al final del documental Ud. dice que no siempre se mira al pasado con nostalgia. Su mirada cómo fue.

“¿Tú sientes que hay nostalgia?”

Realmente no.

“Realmente no es una mirada nostálgica. De cualquier manera, alguien lo podrá sentir un poco nostálgico porque es un final emotivo. Es un final en el que lo que prácticamente estoy diciendo es que el ICAIC que nosotros conocimos fue otro y que ahora tiene que cambiar.

Estoy muy esperanzado en que va a mejorar. He oído cosas que son muy, muy, muy halagüeñas; que dan mucho espíritu. Pero tiene que ser otro ICAIC. No puede ser ese ICAIC estructurado sobre la base de una organización que era propia de los años 60, 70 y 80; pero que ya hoy no tiene mucha relación.

Es un ICAIC que debe estar volcado en la potencialidad creativa que existe en el país. En todos los cineastas que están por ahí que quieren hacer. Algunos harán. Algunos harán solamente una película. Algunos querrán irse de esa aventura; pero otros seguirán y otros perseverarán y lograrán sus propósitos.

Ha habido muchos casos así y ese es el ICAIC. El ICAIC que tiene que cuidar de ese movimiento cinematográfico que se está gestando en el resto del país. No el nuestro que tuvo que encerrarse en determinado momento para poder resistir los embates que le proponía la lucha cultural del país. Es otra cosa.

En un final, eso es lo que el ICAIC está proponiendo: el cierre de una etapa para empezar otra. O sea, es como si llegáramos a los 60 años no sintiéndonos viejos, sino jóvenes con capacidad de renovarnos. Esa es una de las cosas que estoy expresando”.

Tomado de: http://www.cubarte.cult.cu

Leer más

Protagonistas adsolutos

Marighella, ópera prima del actor Wagner Moura

Por Rebeca Chávez

Las películas y el público son los protagonistas absolutos y desde el afiche se sabe. En un segundo miras el cartel: Ojos que ven y, en siete segundos comprendes y completas la idea «Corazón que siente». El diseño de Raupa sintetiza la premisa del Festival Internacional del Cine Latinoamericano: seguir el diálogo participativo que activamente sostienen –también este diciembre– cineastas y, sobre todo, miles de espectadores para los que ver, sentir y pensar son las claves.

Apreciaremos obras que alcanzan un relieve especial, porque manifiestan una vocación de participar desde el cine en el flujo de ideas, y la descripción de conflictos de todos los colores e intensidades en los debates sociales de sus países. Instinto y conciencia, poéticas personales para hacer películas, contarnos historias, historias que terminarían por ser borradas, pero aun así las imágenes existen en la memoria evocada (¿convocada?) una y otra vez.

Con sorpresa vimos (y ahora recordamos) secuencias de El pacto de Adriana y El color de camaleón, filmes documentales chilenos que adelantaron y documentaron la latencia del pinochetismo. Provocaron asombro y desconcierto. El eje narrativo es una Adriana impune íntima colaboradora del jefe de la dina. «Me involucré en su terrible pasado y ahora soy parte de su delirante presente… Estoy dispuesta a llegar a las últimas consecuencias para conocer la verdad y saber quién es realmente mi tía Adriana», declara su directora Lissette Orozco, que en otra secuencia deja constancia de cómo en un Teatro repleto celebraban la memoria de Pinochet. Perturbadora es también una escena de El color de camaleón. El inculpado y protagonista, ante las evidencias, asume su colaboracionismo con la dina pinochetista. Confesión que su hijo y director del documental, Jorge Lübert, ya presentía. No es verdad que el tiempo todo lo cura…

Impacto a través de las historias que se cuentan, van del sentimiento íntimo al descubrimiento de zonas oscuras de la sociedad, entonces conectamos con realidades del presente que iluminan prácticas políticas, enfoques ideológicos. Historias que marcan distancia entre la propaganda y la pedagogía política.

Películas del siglo xxi que hablan de un drama que ya no se puede seguir ocultando, pero que no está en los grandes circuitos de la exhibición. La operación es imponer a cualquier precio un silencio cómplice. Silencio roto cada diciembre cuando tenemos la posibilidad de re-encontrarnos, dialogar, reconocernos y saber de otras verdades.

Han pasado filmes, no años. Jorge Sanjinés sorprende con El coraje del pueblo; La historia oficial, de Luis Puenzo, se asoma desde la intimidad familiar al tenebroso mundo de la tortura y las desapariciones argentinas. El descubrimiento de la mano de Ciro Guerra de los wayúu en Los pájaros de verano…, las consecuencias del lucrativo negocio de la marihuana y la bonanza marimbera, el choque entre la ambición y el honor. También es de Ciro El abrazo de la serpiente, aclamada en Cannes, seleccionada para Toronto y San Sebastián, el primer filme colombiano nominado al Óscar. Dos ficciones con altas cotas artísticas relatan una Colombia violenta, conflicto plural de raíces diversas. «¿Es la corrupción o la indiferencia una posible explicación para 50 años de la historia colombiana?», trata de explicarnos Natalia Orozco con las filmaciones que durante cuatro años ha reunido para armar su El silencio de las armas.

¿Quién fue, es, Carlos Pizarro? Una historia sobre la carga de la herencia familiar. María José encuentra una carta escrita por su padre 30 años atrás y está dispuesta a levantar el velo, descubrir un crimen político silenciado por la violencia y el miedo, entonces produce el documental Pizarro en 2016. En estos días la imagen de María José Pizarro invade las redes denunciando la misma violencia colombiana que asesinó a su padre.

La tendencia a ir a la memoria y sumergirse a cualquier precio en el pasado, en la intimidad de personajes, el encuentro funciona como un mecanismo liberador. Recreación emocional y geográfica, archivos y fotos, testimonios directos y una cámara dinámica que la tecnología facilita, skype o teléfonos celulares, todo puede ser usado. No hay que desconectarse. La inmediatez de las noticias en las redes (teléfonos, cámaras de alta tecnología) navegan en un océano informativo que dura cinco horas, después viene «otra cosa». La memoria viene desde el cine.

Se reinstala en Brasil, sin un golpe militar, la política de asesinatos, torturas y crímenes, censura y racismo. Por eso regresa Carlos Marighella, está otra vez en las calles convertido en el filme Marighella, ópera prima del actor Wagner Moura, prohibida absolutamente por Bolsonaro.

Marighella es el enemigo número uno de la dictadura, lo fue en 1969 y lo es hoy. Un hombre que estremeció a sus contemporáneos y todavía no está tranquilo, su impronta se va conociendo, poeta y político, opta por la lucha armada. Es a través del cine que lo vamos descubriendo. Primero, en un filme de Helvecio Ratton conoceremos su vínculo con los frailes dominicos, entre ellos Frei Betto, que reconstruye en Bautismo de Sangre este episodio que narra el filme en 2007. Polémicas, victorias y derrotas integran Retrato hablado del guerrillero, de Silvio Tendler, 2011.

El relato que Moura nos propone en su Marighella, es de aplastante vigencia, un intento para que se re-encuentre una historia ya vivida con este presente. El filme se adentra en un escenario de conflictos ideológicos, discusiones de tácticas y estrategia y, también, en el drama emocional de un ser humano y su familia. El director apela y usa con eficacia creativa todos los recursos del cine, cuenta con la actuación, matizada y convincente, del músico que encarna a Marighella, y logra un hilo sutil, pero firme, que le permite una conexión múltiple con los espectadores, incluso los no-brasileños. La cinta que veremos es más que una película con y sobre ideas discrepantes.

¿Cuál será la razón o explicación para que cineastas de Arabia Saudita, Albania o Egipto, tan lejanos a nosotros, inscriban sus filmes en este Festival?  El más importante argumento está en la intensa relación que cada propuesta establece con el público, un diálogo que llega al paroxismo cuando los espectadores increpan, discuten o acuerdan algo con lo que sucede en la pantalla. Experiencia ¿única? Recuerdo la sorpresa y el encantamiento de María Luisa Bemberg al asistir a estos «diálogos» en las proyecciones de su película Yo, la peor de todas, y entre nosotros es memoria el impacto y la huella del exorcismo social colectivo que provocó Fresa y Chocolate. Filmes de atmósfera, conflictos internos, dramas centrados en la construcción de personajes, retratos que revelan la naturaleza humana, como las chilenas Una mujer fantástica, de Sebastián Lelio, o el escandaloso comportamiento de religiosos anticipado en El Club, de Ricardo Larrain. Chile cine-revelación de los últimos años nos ha mostrado desde ángulos diversos la riqueza y complejidad ideológica y cultural de los residuos vivos de un pasado que vuelve una y otra vez. Lo sabe Andrés Wood, primero con Machuca y ahora con La Araña, conflictos, silencios y verdades.

Ver la realidad-real instalándose en el imaginario popular y favorecer con cada película –ficción o documental– a la creación de ese universo complejo, y diverso, es un principio y una concepción de qué es y qué quiere seguir siendo el Festival Internacional del Cine Latinoamericano.

Tomado de: http://www.granma.cu

Leer más

El complot

La odisea de los giles (Sebastián Borensztein, 2019)

La odisea de los giles (Sebastián Borensztein, 2019) abrió la edición 41 del Festival de Cine de La Habana. Un acertado manejo de códigos del cine de género, que oscilan entre la comedia, el cine de atraco y el drama, se combinan en una película que, además de proyectar con sutileza un exitoso método narrativo, alude críticamente a la crisis económica que Argentina abraza hacia finales del año 2001. O sea, estamos ante una obra que busca una rápida empatía con el espectador a través de un tipo de engranaje fílmico, que cumple pronto con las expectativas de recepción; pero que no por ello renuncia a incidir, desde una postura a ratos política, en el devenir de la realidad nacional. Es justo la coherencia entre un guion matizado de comicidad y acusaciones sociales por todas partes y un estilo fílmico, y una puesta en escena capaces de potenciarlo, lo que hace de La odisea de los giles una apreciable opción cinematográfica.

Basada en la novela La noche de la Usina, de Eduardo Sacheri –autor también de El secreto de sus ojos–, quien compartió la escritura del guion con el propio Sebastián Borensztein –conocido sobre todo por Un cuento chino (2011) y Kóblic (2016)–, La odisea de los giles se consagra a un «ajuste de cuentas». Una historia medio costumbrista y coral que tiene su mayor hazaña, quizás, antes que en la elaboración de las situaciones dramáticas o el diseño de los personajes –ambas cosas muy bien adecuados a la atmósfera de la cinta, según ha insistido la crítica–, en el valor de las interpretaciones. Un grupo de vecinos de un pueblo de Buenos Aires, liderados por un jugador de fútbol retirado, Fermín Perlassi –una leyenda local–, emprende la reactivación de una cooperativa agrícola para sacar al municipio de la decadencia, en medio de la depresión financiera nacional. Provenientes de las más variadas condiciones sociales y ascendencias culturales, los individuos implicados en el proyecto deciden juntar sus bienes en este emprendimiento común, con el que aspiran a conseguir un cambio radical en sus vidas. Pero en el proceso serán víctimas de una «gran estafa » por parte de un abogado y el gerente de un banco, estafa que los deja al borde de la ruina. Los vecinos comienzan a idear una venganza, que constituirá el centro de la trama.

Resuelta en un tono de tragicomedia que se sostiene adecuadamente a lo largo del metraje, incluso en los instantes de mayor tensión dramática, la película llega a su grado de densidad ideológica más elevado cuando mira hacia el espesor de los personajes y acusa la injusticia social de ciertas decisiones políticas. El trasfondo sobre el que se eslabonan los hechos es la pésima administración del sistema estatal que permitió un hecho tan traumático como «la restricción de la libre disposición de dinero en efectivos de plazos fijos, cuentas corrientes y cajas de ahorros impuesta por el gobierno de Fernando de la Rúa el 3 de diciembre de 2001», medida conocida como el corralito. En ese contexto es que se desarrolla la cadena de acontecimientos en que se sumergen estos irónicamente llamados «giles» –término argentino para calificar a aquellas personas tenidas por ingenuas o faltos de viveza–. Ellos se involucran en una contienda que, ya desde su título, la cinta quiere calificar de aliento épico.

Cargada de referencias y guiños cinematográficos por cada costado, inscrita en toda una tradición de cine de estafa y atraco, la fórmula orquestada por Sebastián Borensztein tiene una carta de triunfo, decía antes, en el coro de intérpretes que integran la película. Ciertamente, las pinceladas de caricatura, los momentos de equívoco evidente y las marcas provenientes del slapstick, que acentúa el guion, aderezan la comicidad

y el crecimiento continuo de la narración. Pero es la riqueza de matices de las actuaciones y la organicidad de este trabajo coral, cuanto termina por garantizar la popularidad de que ha gozado La odisea de los giles. El elenco encargado de dar vida a esa plétora de trabajadores y gente común en busca de una revancha está integrado por reconocidos nombres, como Ricardo Darín, Luis Brandoni, Chino Darín, Verónica Llinás, Daniel Aráoz, entre otros, quienes con vehemencia sacan lo mejor de sus personajes, colocándonos ante las emociones y las simpatías de este conjunto de pueblerinos.

La selección del filme para arrancar el Festival es una apuesta interesada que invita a meditar esa compleja relación entre retórica cinematográfica y meditación histórica.

Tomado de: http://habanafilmfestival.com 

Leer más

Manuel Pérez Paredes: Una asignatura pendiente, hacer una película más

Coral de Honor para Manuel Pérez Paredes otorgado por el Festival Internacionall del Nuevo Cine Latinoamericano. Foto Irene Pérez

Por Laura Mercedes Giráldez

Cuando se es joven se sueña y desea más. Hechizado por la pantalla enorme del cine de barrio, su corazón se oprimía pensando que su capacidad de imaginar e inventar historias le serían útiles para hacer películas. Pero, ¿con qué recursos y dónde se iba a convertir en cineasta? A los 15 años comenzó a leer críticas cinematográficas, es por eso que luego de trabajar en las mañanas en una oficina y al salir de la escuela de Contabilidad en las noches, pasaba por el Cineclub Visión, que le hacía camino a la casa. Allí Manuel (Manolo) Pérez Paredes conoció a personas con inquietudes afines, que compartían su gusto por las buenas películas o como más tarde llamaría: «el cine como obra de arte».

«Era una sociedad cultural donde no solo se podía hablar de cine, sino también de teatro, de literatura. Estaba Leo Brouwer, que tenía mi edad, pero estaba “disparado” y tenía la capacidad de darnos clases de apreciación musical. Julio García Espinosa impartía asistencia de dirección, para iniciarnos en lo que pudiera ser la industria del cine». Estaba cada vez más cerca de hacer realidad su sueño. «En el cineclub despegué culturalmente. Allí la visualización y discusión de los programas cinematográficos hacen una contribución a mi cultura social en la época del 58, cuando Batista era presidente, ¡porque yo no vivía en una nube! Todos esos factores se van complementando para mi crecimiento personal, cultural y político».

Llega enero de 1959 y cambia radicalmente el rumbo de Cuba, «se vira la mesa». En marzo de ese año Alfredo Guevara funda el Icaic y comienza todo un proceso para cultivar al pueblo cubano, del cual Manolo formará parte. Es llamado a incorporarse al ejército como sargento, con la misión educativa de atender la programación de las películas en los campamentos militares. «El ejército en Cuba, seguramente como el de otras partes del mundo, tenía un cine en cada regimiento y a las tropas se les proyectaban películas todos los días. Esa tradición estaba desde la tiranía y los rebeldes cubanos no llegan a desplazarla, sino que la mantienen porque se está empezando a dar superación a los soldados». El Gobierno revolucionario, con Camilo y Osmany Cienfuegos al frente, crean un plan para que los soldados cubanos aprendieran a leer bien y tuvieran un crecimiento cultural. «Esa responsabilidad para mí fue extraordinaria, entre otras cosas porque yo no conocía más allá de La Habana, y de pronto me veo asumiendo esa tarea de tal magnitud y viajando por Holguín, Pinar del Río, Santiago de Cuba, Matanzas, dando charlas antes de las películas. Una experiencia humana fantástica». Pero Manolo no tenía vocación de maestro ni de militar, a él le seguía apasionando el cine. Después de siete u ocho meses lo insertan directamente en el Icaic, «ahí empezó mi vida de aprendizaje como asistente de dirección de Tomás Gutiérrez Alea, Julio García Espinosa y otros grandes que me ayudaron». Finalmente, en los años 60, comienza a formarse como cineasta. «Mi sueño se hizo realidad al crearse el Icaic, esta es la historia de la generación que llegó hasta allí con mi edad, que no teníamos una formación profesional ni universitaria».

La institución fue, desde su creación, polémica, controversial, sin embargo, Manolo se sentía orgulloso de ella. «Fui creando un sentimiento de pertenencia, pues el Icaic tuvo una vida interna muy rica, el hecho de provocar polémica externa no impedía que existiese dentro una unidad monolítica en cuanto a pensamiento. Esa es una clave que contribuye a explicar su aporte y riqueza: es la negación del inmovilismo, del estancamiento, un lugar con grandezas y miserias, vivo, por su manera de elevar el papel del arte en la cultura. Eso permitió que coexistieran cineastas y tendencias muy diversas y se complementaran.

Tomás Gutiérrez Alea, Santiago Álvarez, Humberto Solás, hacían un cine distinto y sin embargo convivía y vivía dentro del Icaic … No lo idealizo, pero deja lecciones valiosas a aprender para el crecimiento cultural del país: trajo consigo hacer extensiva la cultura y el buen gusto a todo el mundo. Pero ha llegado el momento de asumir que el cine cubano de hoy ya no es solo el Icaic, sino que hay cineastas que van a producir independientemente, y a ellos les deja enseñanzas».

Gracias a los esfuerzos del Icaic, La Habana se convirtió a partir de 1979 en centro de aglutinamiento latinoamericano a raíz de la creación del Festival de Cine, que este año le entrega el Coral de honor a Manolo… «Una de las cosas importantes que tiene es que respeta la diversidad, la amplitud, no es la línea de Cuba, está abierto a la liberación nacional, a la defensa de la unidad latinoamericana. Tiene que promover solidaridad, y ese es su reto. Lo más importante es que se mantenga vivo».

Su sueño no solo se hizo realidad, sino que, con su rúbrica, ya sea como director, guionista o asistente de dirección, podemos encontrar hoy más de una veintena de obras que indiscutiblemente han nutrido el panorama histórico, social y cinematográfico cubano. «Mientras pueda mantenerme activo tengo como asignatura pendiente hacer una película más, un guion sobre la Cuba contemporánea en el que ya estoy trabajando, y en la medida de mis posibilidades, con lo que he visto, he vivido y recuerdo, ayudar a las reflexiones sobre cómo enfrentar los retos que tienen el cine y el arte».

Tomado de: http://www.granma.cu

Leer más

Iván Giroud: “Para nosotros el 41 es el año 1”

Iván Giroud. Presidente del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana

Por Yoel Rodríguez Tejeda

La edición 41 del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano se enfrentó a uno de los retos más difíciles de los últimos tiempos: una cifra récord de 2 279 materiales audiovisuales inscritos, de los cuales el Comité Organizador redujo a 300 el número final de películas que se verán en la programación de este 2019.

Cada año la esperada cita cinematográfica aúna a cineastas de la región y de otras latitudes, para hacer del Festival una muestra cuidada no solo de lo más reciente de la producción audiovisual de la región, sino también de todo el orbe, con las propuestas ya presentadas en otros festivales de gran prestigio. En esta ocasión, Iván Giroud, el presidente del Festival de Cine de La Habana, reconoce que será un año crucial, un punto de partida para mantener el prestigio alcanzado en Latinoamérica, pero también para lograr un mayor posicionamiento internacional entre el circuito de festivales de su tipo, una tarea en la cual se trabaja desde hace años y que con el tiempo espera que rinda los frutos esperados.

¿Cómo fue el proceso de selección este año?

Fue una experiencia dura: primero, en lo interno, por la pérdida de Toti (Zita Marina Morriña Atía), nuestra directora de programación, que tenía una gran capacidad y experiencia en este trabajo; esta responsabilidad la desempeñó durante los últimos veinte años y en esta ocasión solo alcanzó a estar en una primera etapa de esta selección. El equipo de programación tuvo que multiplicar sus esfuerzos, porque a esta lamentable pérdida se sumó que ha sido el año cuando más inscripciones hemos recibido.

Como había que ver y evaluar más obras, fue más difícil llegar al número de filmes que queríamos programar. Desde hace varios años la dirección del Festival viene acortando su programa en función de una búsqueda de mayor calidad. La curaduría del Festival es esencial también para insistir en la formación del público, elevar sus criterios de apreciación.

En la edición 39 no nos atrevimos hacer un corte radical; después el año pasado, en el 40. Festival, teníamos otras cosas más importantes en las cuales concentramos nuestros esfuerzos y tampoco lo afrontábamos, aunque íbamos año tras año reduciendo el número de materiales a programar, pero en pequeñas cifras.

De modo que para nosotros el 41 es el año 1. Queda por ver si el público recibe lo que esperamos haber logrado con la selección. De 370 filmes del año pasado hemos dejado nuestro programa en 300 obras, en esa cifra se aprecia una equivalencia entre la producción del cine latinoamericano y su representatividad en el Festival.

El Festival está dedicado a Santiago Álvarez. ¿Cuán influyente es la impronta de la obra de este cineasta cubano para el cine latinoamericano?

La obra de Santiago es fundamental no solo para el cine cubano, sino para el cine documental universal. Santiago es un cineasta que se descubre a sí mismo en el Noticiero ICAIC Latinoamericano, pues tenía una formación muy ecléctica, había trabajado para agencias publicitarias y para la televisión, en los archivos sonoros, entre otros oficios.

Santiago llega al al ICAIC de la mano de Alfredo Guevara; ambos se conocían desde los años 50 cuando coincidieron en la sección de cine de la Sociedad Cultural «Nuestro Tiempo». El Noticiero ICAIC Latinoamericano surge en 1960 a partir de la necesidad que existía en Cuba de representar y divulgar a través de las pantallas los intereses del proceso revolucionario.

Santiago se descubre como artista –lo dijo en varias ocasiones– en el noticiero dedicado al sepelio de Benny Moré. Logró convertir el Noticiero en una obra que pervive en el tiempo como testimonio de una época donde se enlazan las noticias aparentemente más intrascendentes con sucesos de gran peso en la historia.

Marca un periodo no solo por su discurso progresista, sino también por el aspecto formal de sus obras, en las que con escasos elementos logra construir un discurso cinematográfico de gran coherencia y efectividad.

Gran parte de la obra de Santiago rebasa las fronteras de Cuba. Están sus documentales sobre América Latina, los que filmó en Vietnam (Hanoi martes 13 y 79 primaveras) y también otros materiales en África. Santiago Álvarez es un cineasta del Tercer Mundo.

¿Cuánto le aportó a usted la experiencia como jurado del apartado en Cannes L’Oeil d’or – Documentary Award (Premio Documental Ojo Dorado) y también para el Festival?

Siempre la experiencia de integrar un jurado en un festival es muy enriquecedora porque te permite además de ver las obras, discutirlas, evaluarlas con otros colegas de gran nivel, personas que pertenecen a culturas y realidades muy disímiles, con otras experiencias, provenientes de diferentes lugares y que ven el cine de diversas formas.

También pude ver otras películas pensando en el Festival de Cine de La Habana. Nuestro evento tendrá en su programa filmes que se exhibieron en la ciudad francesa gracias a la doble gestión, jurado y curador. Lo más importante es que, estando en Cannes, también estaba el Festival, la presencia de Cuba dentro de un jurado internacional de esa categoría.

De la cita en Cannes tenemos que aprender mucho en cuanto a organización, aunque haya mucha desproporción en cuanto al manejo de recursos de ellos en comparación con nosotros. Un Festival es un cuerpo vivo que cada año se enfrenta a una realidad cinematográfica diferente y todo el tiempo hay que pensar qué funciona y qué no, no se trata de cambiar por cambiar. En ese ejercicio de reflexión y revisión permanente influye mucho estas experiencias, para ver de qué nos podemos apropiar y que no.

¿Cómo beneficia al Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano la mirada de jóvenes cineastas cubanos y de realizadores independientes?

El cine cubano está representado en muchas secciones del Festival; en especial hay una presencia destacada en cortometrajes, casi todos, en su mayoría, provenientes de la Muestra Joven del ICAIC. En este momento crucial al que se enfrenta el cine cubano y el ICAIC con la implementación del Decreto 373, para nosotros también es una suerte de estímulo y provocación tener esta presencia tan destacada del cine joven e independiente.

La selección está condicionada, entre otras razones, para subrayar el talento joven que despunta y merece que tenga su espacio en un festival internacional, donde tampoco pasamos por alto, además, la presencia de varios documentales muy interesantes realizados por mujeres.

En nuestra cita nunca se han hecho distinciones entre cine independiente y el que produce las instituciones: todo es cine cubano. Ahora con la implementación del Decreto 373, y dentro de este el Fondo de Fomento para el cine cubano, entre otras propuestas, por seguro que van a estimular la dinámica de producción y su nivel de calidad.

Sabemos que esto no va a ocurrir de inmediato, llevará su tiempo, pero deseamos que el cine cubano recupere pronto su estabilidad en cuanto a la producción, y también el brillo que ha perdido. Para lograrlo necesita de todas estas dinámicas, todas las que contribuyan a articular mejor su industria, para que los directores consagrados puedan filmar con mayor regularidad y para estar atento al talento joven que pueda emerger y brindarles lo mejor de sí.

Tomado de: http://habanafilmfestival.com

Leer más

El castillo de la pureza, algunas claves*

El castillo de la pureza (1973), de Arturo Ripstein

Por Octavio Fraga Guerra

Arturo Ripstein es un director de cine mexicano, de origen judío, que cuenta con una extensa filmografía. Más de 50 piezas de cine documental y ficción, además de haber trabajado como actor en 14 películas son las huellas de esa majestuosidad. Ha sido merecedor de plurales reconocimientos, el más importante, el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Bellas Artes, qe otorga México, otorgado en 1997.

Su obra revela ser un director con un sello único, que aborda con sistematicidad temas como el encierro, la intolerancia y el destino trágico. Delinea también con brillantes alegorías a la familia mexicana reflejo de un estado autoritario y patriarcal, donde se evidencia la fragmentación del sujeto.

En la segunda etapa de trabajo en Arturo Ripstein aflora la riqueza y madurez creativa, que subvierte el melodrama tradicional y se aleja de las formas patriarcales que veneraban la patria, la familia y los valores religiosos. Apela a la estética neobarroca, erigiendo una sustantiva crítica de la sociedad mexicana. Durante esta fase, el melodrama es el eje central de su narrativa.

En una entrevista declaró: “el gusto por el melodrama es ancestral y prácticamente inevitable, es un destino manifiesto nacional”. Su cine ha evolucionado desde la apropiación. Ha tomado tanto de la tradición del Cine de Oro mexicano, como del Nuevo Cine Latinoamericano de la década de 1960.

Afronta su primera experiencia en la dirección de un largometraje con El castillo de la pureza, la película que veremos hoy, basado en un hecho real, “El caso Macetones” de la Ciudad de México, que salió a la luz en 1959 y que inspiró el libro La carcajada del gato (1964), del escritor y periodista mexicano Luis Spota, además de una puesta teatral.

Verán un filme donde habita el absurdo, el patriarca inquisidor, la doble moral. Se desarrolla mayoritariamente en el interior de una gran casa llena de grietas, espejos, rejas, candados, que son parte de la puesta en escena, de los recursos dramáticos donde se emerge el clímax, las introspecciones, los monólogos y un vasto despliegue de simbologías, reforzadas por los tonos grises y negros, de una pieza esencial del cine latinoamericano y universal.

Tan solo diré, que el personaje principal de esta majestuosa pieza, es un vendedor ambulante de veneno para ratas que mantiene a su familia encerrada en una casa colonial para que no se exponga a la maldad del mundo; siente temor por la modernidad y tiene obsesión por la limpieza.

La iluminación es aliada protagónica en este filme. La casa es oscura y majestuosa. Y en el patio interior no alumbra el sol. La lluvia es el único elemento del mundo exterior que entra a la casa. Es un recurso que Ripstein explora y explota, para dibujar un estado climático. Se encontrarán con grandes espejos e interiores poco iluminados, bañados con objetos que saturan el espacio.

En una excelente entrevista que realizó el crítico de cine Iván Pinto para la revista La Fuga, Arturo Ripstein revela: “… cuando me llamaron para hacer esta cosa, yo dije: “No quiero hacer una adaptación. Déjenme ir a la hemeroteca y entonces busco el caso preciso”. Entonces, trabajé con uno de los grandes escritores que ha habido en México, que es José Emilio Pacheco, y fuimos a la hemeroteca para buscar los datos precisos del caso, de cómo fue. No eran tres hijos, sino que eran seis en la realidad, pero los compactamos por motivos narrativos y de la ficción. Y se llamaban así, se llamaban rarísimo. Era un tipo que decía que era un librepensador, entre anarquista e hijo de puta (risas)… que se permitía una serie de cosas. Entonces, tenía hijos con nombres raros, y eso lo traspusimos a los que nosotros hacíamos. Le dimos estructura a la realidad que, como todos saben, no tiene estructura”.

Y continua sus apuntes: “La realidad ocurre de una manera sorprendente y accidental. Y el arte, a lo que tiende al arte, es a dar estructura a esta realidad. Sin arte no entenderíamos qué es lo que está pasando, ni por qué estamos aquí, ni las nociones del futuro y pasado, ni nada de eso. Esto lo ha dado el arte, porque ha vuelto a estructurar lo que es la realidad. Nosotros pretendíamos dar una estructura a una serie de acontecimientos. Y al repetir la estructura de uno, es decir, a copiarse a uno mismo, se le llama después estilo… y eso es muy elegante”.

*Texto de presentación del filme, El castillo de la pureza, de Arturo Ripstein para el apartado Clásicos restaurados del 41 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano. Cine 23 y 12, Sede de la Cinemateca de Cuba. La Habana, 5 de diciembre de 2019.

Leer más