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Belleza robada, vida encontrada (+tráiler)

Cartel del filme Belleza robada, Bernardo Bertolucci

Por Erian Peña Pupo

En Belleza robada, también conocida como Belleza inolvidable (1995), palpamos varios de los temas que, como constantes, asedian la filmografía de Bernardo Bertolucci (Parma, Italia, 1941-2018): la imposibilidad de ser feliz en las relaciones de pareja, el cuestionamiento de esa felicidad, las preocupaciones existenciales, la figura del padre, o su ausencia en este caso, la búsqueda constante, el descubrimiento de la sexualidad, el erotismo…

Después de quince años de ausencia del suelo patrio ―de 1981 data su última producción propiamente italiana: La historia de un hombre ridículo― y tras una serie de títulos realizados con el patrocinio de la industria cinematográfica estadounidense (El último emperador, El cielo protector, Pequeño Buda), Bertolucci regresó en 1996 a Italia para rodar Belleza robada. Entonces la crítica local evidenció síntomas del declive artístico del director, ya apreciados en su etapa hollywoodiense calificada de “estetizante”, sobre todo porque la Italia que retrata en el filme responde a una mirada extranjera, a un estereotipo que el cine y la literatura han vertido sobre ese país desde el romanticismo y que Bertolucci recoge aquí, reflejo de la evolución sufrida por la sociedad italiana y por él mismo durante su voluntario exilio americano.

Marcado por los días cruciales de mayo de 1968 e inscrito dentro del movimiento poético deI novissimi ―entiéndase: superador del neorrealismo precedente, en el que lo heterodoxo, tanto a nivel político (eclosión de las diversas lecturas marxistas) como artístico (relegación de lo social por la irrupción de un nuevo vanguardismo individualista) hace acto de presencia en el entramado cultural de los sesenta: los primeros signos de la globalización y de la posmodernidad, mediante la conversión en categoría estética de lo pop, camp, el kitsch, con el relevo en el imaginario cultural de la cultura europea por la norteamericana: cine, rock, jazz, la beat generation―, Bertolucci reencuentra su país adoptando la mirada deslumbrada del extranjero.

Allí, en la campiña toscana, un grupo de artistas anglosajones recibirá la visita de una joven norteamericana de diecinueve años, Lucy Harmon (Liv Tayler), eje sobre el que la película y la perspectiva fílmica se sustenta, que tras el suicidio de su madre (una conocida poeta estadounidense, amiga de ellos y quien vivió también allí) viaja por varios motivos a la Toscana: la excusa será que el anfitrión le haga un retrato, pero detrás de todo está la búsqueda de su verdadero padre y el deseo de encontrarse con un joven vecino al que conoció en un viaje anterior, cuando era una adolescente. Lucy ha conservado para él su virginidad, hecho inconcebible para estos soñadores sesenteros, y con él quiere perderla allí, en Italia.

De ahí que los protagonistas de Belleza robada sean un grupo de exiliados culturales que han buscado refugio en la campiña italiana para desempeñar su trabajo artístico, alejados del mundo moderno, en un espacio de amor libre y fascinación, remedo de la experiencia hippie sesentera: Ian y Diana y los hijos de esta con un anterior matrimonio: Miranda, una joven diseñadora de joyas con múltiples aventuras amorosas a sus espaldas, que resultó el debut en el cine de Rachel Weisz; Christopher, un joven veinteañero de viaje por Turquía y cuya llegada es inminente; y Daisy, una niña de ocho años nacida ya en la villa italiana, hija común de ambos. Pero también Richard, representante y abogado de artistas; Noemí, una madura italiana, periodista titular de una columna de corazones, interpretada por Stefania Sandrelli, la misma bella actriz que Bertolucci nos mostró en El conformista (Il conformista, 1970) y en Novecento (1976); Guy Guilleaume, un viejo y prestigioso marchante de arte con arrebatos de demencia senil, en la piel del mítico Jean Marais, el mismo que Cocteau eligió para La bella y la bestia (La belle et la bête, 1946) y para Orfeo (Orphée, 1949). Y, por último, a Alex Parish, un famoso escritor moribundo, que espera la muerte bajo los atentos cuidados de Diana. A estos se les suman: Niccolo, amigo y compañero de viaje de Christopher, el “príncipe azul” que besó por vez primera a Lucy; Osvaldo, amigo del anterior; Carlo Lisca, reportero de guerra italiano; Michelle, hijo de Carlo… Esta es la trouppe con la que tendrá que lidiar Lucy: por un lado, la agasajarán e intentarán ayudarla; por otro, tratarán de “vampirizar” su belleza e inocencia.

Una deslumbrante belleza y una sensualidad casi palpable ―como la naturaleza radiante de la Toscana y claro, como la propia Lucy― caracterizan este filme del maestro Bertolucci, aunque la crítica concuerda en extrañar la solidez dramática de otros trabajos del reconocido cineasta; aunque, para muchos, el resultado es a veces inferior a la suma de sus partes: sus películas están llenas de momentos tan inolvidables como gratuitos, pues él se recrea en la perfección de cada plano, en los detalles, en la sombra sobre un rostro, en ese rayo de sol que cae como si nada en el agua. No importa que haya mucha o poca lógica en el relato, o que este termine de manera coherente. Y Belleza robada, al ser un filme episódico, se presta para fracturas narrativas que confunden al espectador, pero que son un sello personal de Bertolucci.

Aquí no lo acompaña en esta ocasión la lente de Vittorio Storaro, sino la de Darius Khondji y el cambio es sensible. El fotógrafo de Delicatessen (1991) y de Seven (1995) es un hombre de mirada osada, sincopada y veloz. De ahí que Belleza robada está llena de primeros planos, contraplanos veloces y secuencias extensas teñidas de amarillo y de tonos ocres, los mismos de la estación veraniega en los que transcurre la historia. Pero hay en las imágenes una fuerza y una textura difícil de expresar con palabras, más allá de la fotografía de Khondji, sino gracias a las intenciones preciosistas del director, un artesano que pone en cada escena una mística muy particular.

A esta joven, Bertolucci le opone una contraparte disímil: Alex (Jeremy Irons), un dramaturgo agónico, aparentemente muriendo, y que es solo aflicción y recuerdos. Entre los dos se establece un lazo complejo, pues es el único adulto con el que Lucy se relaciona con facilidad, mientras Alex ve en ella un bálsamo, un grito de vida antes de morir. Alex viene siendo el puntal donde se apoya el tema básico de esta película, ese que la crítica europea ha definido con la decadencia social europea. Ian, Noemi, Guillaume, Miranda, Richard o Alex no son más que cenizas, rescoldos de un pasado que se cayó por su propio peso: la fiesta en la casa de Niccolo es el ejemplo más evidente de la consumación y la extemporaneidad de esa dolce vita.

Pero la belleza bucólica que propendían no solo se destruyó desde adentro, el mundo exterior la va cercando, sin que podamos hacer nada: aviones que surcan el cielo, antenas enormes donde antes había bosques, prostitutas rimbombantes a la espera de clientes en la carretera son signos del fin de ese paraíso que han ido construyendo en las verdes colinas italianas.

Lucy es entonces un símbolo: la inocencia (su propio nombre nos remite al clásico tema de The Beatles) de un futuro aún posible, todavía idealista y con la capacidad de soñar y de amar ―en Los soñadores (I sognatori, 2003) insiste en el tema llevándonos al París de 1968―. Su presencia en esta especie de educación sentimental que nos propone el italiano abre los ojos a estos seres que no habían advertido su propia desnudez y les hace reaccionar. Que Lucy haya encontrado o no a su verdadero padre y que deje su virginidad a la sombra de una fogata y refugiada por un árbol no es lo verdaderamente importante. Lo valedero aquí es la declaración de fe en la vida que toda ella encarna y que no es otra que la misma de Bernardo Bertolucci.

Tomado de: http://www.cubacine.cult.cu

Tráiler del filme Belleza robada de Bernardo Bertolucci

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Manuel Pérez: Las tensiones de la pelota (II y final)

Manuel Pérez Paredes. Premio Nacional de Cine (2013) Foto David Ravelo

Por Arturo Sotto

Y ahí vamos. En 1971 se efectúa el I Congreso de Educación y Cultura. Sobre este evento dialogas a fondo con Ambrosio y Arango, por lo que prefiero reiterar la invitación al lector para que acuda a estos textos. Allí cuentas una serie de incidentes, ya no tan azarosos como un ciclón (los Premios UNEAC de 1968, el caso Padilla), que crearon una atmósfera poco generosa para una discusión sin prejuicios ideológicos, amén de que el personal convocado no fue mayoritariamente del sector de la cultura. En las citadas entrevistas narras los antecedentes de un congresillo previo, la estructura de las comisiones y lo acontecido la noche que te correspondió hacer la lectura de la ponencia que presentaba el ICAIC. Cuentas que “de inmediato un compañero de la Juventud planteó algunas dudas y opiniones adversas sobre nuestra ponencia. Alfredo le salió al paso y comenzó un debate que se volvió rápidamente muy ácido”. Y aunque los ataques alcanzaron a otras instituciones culturales, la diana volvió a centrarse en la política de exhibición del ICAIC. Fidel acudió en el momento más álgido de la discusión y reconoció los esfuerzos del ICAIC por sostener una programación variada en todos los cines del país. Voces honestas del magisterio se pronunciaron por la necesidad de películas que trataran temas históricos. Te confieso que cuando escucho este tipo de demandas, hasta el día de hoy, pienso en la naturaleza del acto creador que no debe estar condicionado por requerimientos ajenos a las preocupaciones más sinceras del artista que lo produce. No obstante, y a pesar de que el ICAIC salió “ileso” del evento, a inicios de 1972 se genera una discusión interna sobre el costo de nuestras producciones, un llamado a la conciencia económica. Significativamente, también se acentúa el cine de temática histórica, que ya se había iniciado en la década anterior. Me gustaría saber si encuentras alguna relación entre lo ocurrido en el Congreso y las trasformaciones internas, tanto en lo artístico como en lo productivo. Recordemos que las resonancias del Congreso fueron tremendas para el teatro cubano y que el ICAIC fue también el refugio de una serie de músicos que habían sufrido incomprensiones, para usar un término noble.

Después de la zafra del 70 la Revolución tuvo que adaptarse a una nueva coyuntura nacional e internacional. Un “ajuste de cuentas con pasadas  ilusiones”, recuerdo que dijo Fidel en una ocasión, a inicios de los 70. Y en ese proceso tomaron mucha fuerza las corrientes más dogmáticas y conservadoras en el área cultural, manifestaciones que siempre han estado latentes, con mayor o menor presencia, y que se renuevan al paso del tiempo. En ocasiones la realidad favorece la reproducción de estas corrientes que, al día de hoy, además de discrepar con ellas, considerando las experiencias que ha tenido el socialismo como poder, no las siento auténticas. Pero vuelvo al 71 para no perder el hilo; sin duda todos esos fenómenos que sucedieron en la cultura a finales de los 60, como los premios a Padilla y Antón Arrufat en la UNEAC, el premio Casa de las Américas a Norberto Fuentes por Condenados de  Condado, la mención única del Premio Casa a Eduardo Heras por Los pasos en la hierba, la situación con los trovadores que desembocó en la creación del Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC; todas estas cosas, y más, crearon las condiciones para un Congreso que originalmente iba a ser de educación y al que después se le adicionó la cultura, donde los participantes eran fundamentalmente educadores y pedagogos. La obra de producción del ICAIC ya en ese momento era demasiado sólida como para ser cuestionada, pero una buena parte del magisterio, incluidos representantes de las organizaciones políticas y de masas, alegaban que un por ciento significativo del cine internacional que se exhibía en nuestras salas, más alguna que otra película latinoamericana, echaba a perder la labor educacional que se realizaba con la juventud. A este planteamiento Fidel responde –cuando se presentó sorpresivamente e intervino en la comisión 6B– que teníamos que aprender a vivir en la contaminación para crear anticuerpos y defendernos mejor en la lucha ideológica del mundo que nos toca vivir, porque un día pueden ser otras cosas, y no las películas que se exhiben, lo que puede incidir en la formación de nuestra juventud, y seguidamente apoyó la política de programación en los cines. Fíjate tú cómo pudo adelantarse intuitivamente a lo que ocurre en el mundo hoy. Y te menciono el cine latinoamericano porque esa conciencia de diversidad y unidad en nuestras raíces continentales la creó, con particular  vehemencia en el ICAIC, la persona de Alfredo. Eso no existía entre nosotros, por lo menos en lo que a mí respecta, con esa profundidad.

Siempre he acompañado estos comentarios con una anécdota personal: el encuentro con un funcionario soviético del aparato ideológico del PCUS, en un viaje que hice a la Unión Soviética a finales de 1968, acompañando la exhibición de Aventuras de Juan Quin Quin. En ese encuentro el hombre me preguntó si el ICAIC iba a seguir produciendo películas como Memorias… y exhibiendo filmes extranjeros como El caso Morgan (Karel Reisz, 1966).

Tampoco se debe olvidar que con la llegada de los 70 ocurren cambios en nuestras estructuras internas, en la relación entre gobierno y aparatos auxiliares de la dirección del Partido. Se afianzan las relaciones con el campo socialista, lo que conduce a la reproducción de experiencias y modos de proceder en la comunicación entre los organismos culturales del Estado y el Partido, de manera que el diálogo ya no es siempre directo, surgen los intermediarios, las correas de trasmisión, y todo esto influye en el funcionamiento interno del ICAIC. Pero el diseño artístico no sufre rupturas, en lo esencial hay continuidad.

El Congreso no dejó mayores resonancias.

“Ya puedes irte que se salvó el ICAIC”, fueron las palabras que me dijo Raúl Roa aquella noche del 71 cuando terminó la discusión.

En diversas ocasiones te has referido a capítulos en la vida del ICAIC, concepciones y estilos de trabajo que provocaron debates de mayor envergadura. Algunas de estas discrepancias rebasaron “el muro de las lamentaciones” y fueron aprovechadas oportunamente por fuerzas adversas para el debilitamiento de la estructura interna. Surge así, también acompañada por añejas conjuras, la polémica en torno a Cecilia (Humberto Solás, 1982) y la destitución de Alfredo como presidente del Instituto. ¿Podrías ahondar sobre ese clima de confrontación interna?

Te hablaba antes de los cambios estructurales a nivel de Gobierno y Partido porque este último comienza a realizar, en el 71, tareas de orientación y control que se consolidan en el 73. Pero en 1976 se crea el Ministerio de Cultura (MINCULT) y con ello la designación de Armando Hart como ministro. Hart trae cambios muy importantes y positivos frente a la política del desaparecido Consejo Nacional de Cultura (CNC) y la huella negativa que dejó en diversas áreas de la cultura artística, el período que se ha bautizado como Quinquenio gris (1971-1976). Con la creación del MINCULT el ICAIC queda subordinado a este y pierde independencia, cosa que violenta el estilo de trabajo y la atención directa en que se había desenvuelto Alfredo hasta ese momento. Sigue controlando toda la política cinematográfica pero ya es otra cosa, es diferente, y el monitoreo por el área ideológica del Partido no cesa. Salir ileso del Congreso, me atrevería a expresar que hasta victorioso, no quiere decir que los que discreparon, y siguen discrepando del modo de proceder del ICAIC no mantengan sus criterios y sus expectativas de que la vida les dé la “razón” o las “razones”. Digamos que el organismo no se podía descuidar. Recuerdo que era frecuente, en las conferencias de prensa que se daban por diversos motivos, la presencia de alguien que pedía la palabra y le preguntaba a Alfredo por qué se exhibían tan pocas películas socialistas en nuestras pantallas, en particular soviéticas.

Bueno, si nos guiamos por los datos que ofrece Mayuya en un libro recién publicado (María Eulalia Douglas, El nacimiento de una pasión, Ediciones Oriente, p. 238), los números desmienten el cuestionamiento. Hay cifras, por años, que son relevantes. En 1965 se estrenan ochentaicuatro películas de países socialistas, de las cuales diecisiete son soviéticas. Ese año no se exhiben películas norteamericanas ni mexicanas, y del resto del mundo, solo veintinueve. En 1970 son cuarentainueve las que se exhiben del campo socialista y en el 80 son cincuentaicinco. Los filmes de esa región del mundo son siempre los que alcanzan el mayor número en la tabla. Así que, parafraseando a Alfredo, en un debate televisivo, a cada rato sale a la calle una monja de clausura a quien se le ha otorgado un pase para descubrir la realidad.

En cuanto a lo que preguntabas sobre los costos de producción, te puedo decir que a partir de 1972 las películas que se realizan, incluidas las que abordan temas históricos, están más ajustadas a sus presupuestos de aprobación, se comienza a ser celoso en la vigilia de esos límites. Recuerdo que en 1971, en reuniones con el personal creador y de producción, se destacaron una serie de largometrajes como Lucía (Humberto Solás, 1968), Páginas del Diario de José Martí (José Massip, 1971), Una pelea cubana contra los demonios (Tomás Gutiérrez Alea, 1971) y Los días del agua (Manuel Octavio Gómez, 1972), las que independientemente de la importancia artística que tuvieron, costaron mucho más de lo debido por insuficiencias en el control y la organización de la producción a partir del presupuesto original.

Hasta la desmesura de Cecilia (Humberto Solás, 1982).

Sí, pero eso ocurre diez años después. Valdría entonces mencionar, como un hecho a tener en cuenta, que en 1977 Julio pasa a ser viceministro de Cultura, y esa salida de Julio no fue buena para el ICAIC, ni para Alfredo en particular. Con su ausencia se afectaba el equilibrio interno que Alfredo y Julio, con sus diferencias personales y de estilo, habían alcanzado en el desempeño de sus funciones en la dirección del ICAIC y en la relación que mantenían con el personal artístico. Comienza entonces un período de fragmentación interna, los adversarios advierten la vulnerabilidad del ICAIC y se dedican a agudizarla. Las tensiones entre Alfredo y Titón no cesan, al contrario, se incrementan durante la ausencia de Julio.

A Titón le molestó mucho el tratamiento que le dieron a La última cena (Tomás Gutiérrez Alea, 1974), una vez terminada. Y después el camino para la realización de Hasta cierto punto (1983) fue muy tortuoso.

A eso agrégale que el diálogo entre Alfredo y Hart no era fluido; pero te subrayo la ausencia de Julio en ese período porque ahí se quebró lo que en mi memoria considero el ICAIC ideal, cuando se combinaban los dos. Siento que son los años en que Alfredo comienza a tener un comportamiento errático en su proceder, como si de alguna forma no se adaptara a la nueva estructura del país, organizativamente hablando. En ese contexto arranca, en 1979, la producción de Cecilia, digamos que una superproducción para nosotros. Y al mismo tiempo, y con ánimo competitivo, los Estudios de Cine y TV de las FAR se lanzan a realizar otra superproducción, la serie para cine y televisión La gran rebelión (Jorge Fuentes, 1982). Cecilia fue una película que Alfredo apoyó con pasión, de eso no hay dudas, aunque también fue crítico, a partir de un momento, en cuanto al sentido o no sentido de la responsabilidad que tuvo Humberto con respecto al ICAIC, atendiendo al incremento desproporcionado de su plan de filmación. Hasta ahí llegó la cosa. Vino luego el lanzamiento de la película en el Festival de Cannes, mayo del 82, y su posterior estreno en las salas comerciales cubanas. Comienza entonces una campaña muy desfavorable hacia la película, orquestada a partir de una serie de críticas que no solo arremetían contra la obra en cuestión, sino contra la dirección del  ICAIC. La mesa estaba servida para la crisis, con la diferencia de que internamente no teníamos la unidad de otros momentos. La historia de Cecilia como obra artística, y como centro o pretexto para un debate de concepciones que la trascienden, es también merecedora de páginas que la ubicarían en el entramado de la lucha política, así de simple. Todo este proceso desgasta a Alfredo como dirigente, lo que obliga a su destitución en octubre del 82 y su salida hacia Francia, semanas después, con el nombramiento como embajador de Cuba ante la UNESCO.

Esa década del 80 ha sufrido la lectura reduccionista de un cine catalogado de populista. Un período donde Julio García-Espinosa, entonces presidente del ICAIC, favorece lo que Ambrosio Fornet denomina: “la dramaturgia de lo cotidiano”. Es el momento en que se inician como directores de largometraje un grupo de cineastas que han demostrado su valía como creadores en el cine documental, el cortometraje y el Noticiero. Se produce, a mi modo de ver, un desarrollo similar al de los 60: hacia los finales de la década se consiguen los resultados más notorios. Ahora mismo se está revalorizando todo ese cine, sea costumbrista, en el caso de las comedias, o más audaz en el tratamiento de lo histórico y la contemporaneidad. Los 80 constituyen una etapa muy rica de nuestra cinematográfica. ¿Cómo lo aprecias tú, al paso de los años, teniendo en cuenta el fustigar crítico al que fue sometida la década, artísticamente hablando?

El regreso de Julio a la presidencia del ICAIC es la expresión de una política de continuidad, factor importante a tener en cuenta como decisión de la dirección de la Revolución en aquel momento. No se nombró a nadie de afuera. La intención era continuar la política cultural cinematográfica realizada hasta entonces.

El retorno de Julio y la promoción, a poco de llegar, de un grupo de directores de documentales a la realización de largometrajes de ficción, fue una decisión muy acertada, y muy justa, que había sido demorada por Alfredo. En cuanto al hostigamiento que refieres, no me quedan claras sus intenciones, lo recuerdo hoy más como una atmósfera no precisamente sana. En aquellos años se produjo de todo, con desiguales resultados, respondiendo al talento de cada cual, pero visto en conjunto fue muy positiva esa promoción.

El aumento de la producción favorece una diversidad donde hay más posibilidades de que surjan obras de calidad, pero también películas menores, y esas promociones retardadas provocan que las inquietudes demoren en aparecer, y la realización de un largometraje es un ejercicio de creación complejo que tiene mucho de aprendizaje.

Este grupo de realizadores llegó con nuevas temáticas de acuerdo con el momento que vivía el país, aunque también afloraron los mismos tópicos pero con otra mirada. Sus inquietudes, sus acentos, eran diferentes. El cine de los 80 es otra cosa porque ya es otra generación la que produce, aunque ese relevo conserva el sentido de pertenencia al ICAIC y mantiene su atmósfera. Se siguen produciendo los cines-debates semanales de películas nacionales y extranjeras, crece el número de documentales, la vida colectiva es intensa y el estímulo creativo es alto. Pero no podemos desconectarnos del momento histórico, recuerda que en el 85 comienza la perestroika y seguidamente, en el 86, Fidel anuncia, hacia dentro, un período de rectificación de errores y tendencias negativas en la Revolución; el país entra en una dinámica más heterodoxa, toma distancia de unas cuantas experiencias del socialismo real que estuvimos aplicando a partir de los reajustes acometidos en la década del 70.

Entonces Julio nos plantea, en el año 87, la necesidad de formar los Grupos de Creación como una estrategia de relevo dentro del ICAIC. En ese momento nos manda a Norberto Estrabao, entonces director de la empresa productora, y a mí a tres países socialistas, con el propósito de conocer la experiencia de funcionamiento de estos grupos y ver lo que puede aportar su aplicación entre nosotros.

¿Quieres decir que esa es una experiencia socialista previa?

Sí, nosotros viajamos a la República Democrática Alemana, a Hungría y a Bulgaria, no fuimos a Polonia porque allí la situación interna era un tanto anormal con la presencia del sindicato Solidaridad como oposición, y el estado de emergencia nacional creado en 1981 con la llegada al poder del general Jaruselski, máximo jefe de las fuerzas armadas polacas. En la RDA la estructura política era muy férrea y los grupos eran esencialmente una puesta en escena. En Hungría, en cambio, fue mucho más interesante, allí se determinaba que el jefe de un grupo no tenía que ser necesariamente un cineasta, ni siquiera el mejor cineasta, bastaba la capacidad de liderazgo cultural y cualidades organizativas. Miklós Jancsó o István Szabó podían pertenecer a un grupo y no ser los jefes. Pero los grupos de creación en Hungría, además de su amplitud creativa, jugaban al duro con la economía en términos de rentabilidad, debían ajustarse a un presupuesto y tenían que trabajar en ese marco económico garantizando la recuperación, el éxito comercial del grupo en su plan de producción global. Podían hacer películas riesgosas en términos de lenguaje, de búsquedas estéticas, de comunicación no necesariamente masiva, pero también debían hacer otras que compensaran la recaudación, nacional e internacional, para la salud económica del grupo. Y aunque existiese la amplitud que te mencioné, la dirección de cine del país tenía el poder de veto para la exhibición, de modo que el sentido de responsabilidad era grande, político y económico. De Bulgaria no recuerdo nada en especial, no era la RDA pero tampoco Hungría.

Cuando regresamos se crearon los grupos que dirigíamos Titón, Humberto Solás y yo. Estos se constituyeron en reuniones de consulta entre Julio y todos los directores del ICAIC, que se fueron nucleando de acuerdo con afinidades estéticas y personales. Unos pocos compañeros no se integraron a ningún grupo, no era obligatorio, discutían con Julio sus proyectos, él los atendía personalmente.

La continuidad de todo el proceso creativo y productivo la llevaba el grupo mediante el diálogo y la discusión interna. Julio mantuvo la autoridad de aprobar la sinopsis argumental de cada proyecto y luego veía el filme en la fase de prevista antes de la mezcla final. Por supuesto que en Cuba no se aplicó la rentabilidad húngara, se otorgaban los recursos en función de lo que globalmente le asignaban al ICAIC para producir. Unos treinta directores, o poco menos, integrábamos los tres grupos.

Ahora bien, esa descentralización se da en el 88, y en esas circunstancias Daniel, quien formaba parte del grupo que yo dirigía, comienza a preparar junto a los escritores del taller de Nos y Otros, particularmente con Eduardo del Llano, el argumento, y luego el guion, de lo que fue Alicia en el pueblo de maravillas (Daniel Díaz Torres, 1991). Lo que sucedió después con la película, y las lecturas deformadas que se hicieron de ella, era impensable en aquellos momentos. La cuenta que le pasaron a Julio es que no previó, no vio venir… ¡pero, imagínate tú!, en el momento en que la situación internacional, y su repercusión interna, obligaban a centralizar la autoridad en la toma de decisiones en el ICAIC, Julio lo que hizo con los grupos fue descentralizar esos niveles de decisión, una idea que estaba más conectada con el clima de rectificación de errores y tendencias negativas iniciado por Fidel. Y esa película la asumimos, tanto Daniel como el resto de los compañeros que integrábamos el grupo, con total responsabilidad artística y política. No estábamos jugando a la libertad de creación en abstracto, tampoco estábamos ajenos a lo que sucedía en Cuba y en el mundo. Por supuesto que la realidad era una en el 88, cuando se empezó a escribir el guion, y otra bien diferente en el 91 cuando el filme estuvo terminado, pero siempre mantuvimos la posición de defender la validez de la película y de dialogar con los niveles de dirección del Estado y el Partido teniendo en cuenta las circunstancias. Ya para mayo de 1991, en medio de la crisis, la unidad de todo el personal de creación del organismo era invulnerable, estábamos unidos en torno a la película y al desacuerdo con respecto a la disolución del ICAIC y su fusión con las otras entidades de cine del país. Ahí están las cartas, los documentos y grabaciones que dejan constancia de lo sucedido, no solo las memorias personales.

Los años 90, la década sospechosa, se inicia con la asonada polémica que ya mencionaste, aunque te confieso que no quería insistir en lo fatídico del evento porque se ha escrito bastante. Pareciera que una frase escrita por Alfredo, en su querella con Blas Roca, se ajustara a los acontecimientos casi treinta años después: “Es posible que lo inconcebible resulte lo real” (el destaque es de Alfredo). Lo inconcebible provocó lo que Ambrosio llamó “el soviet del ICAIC”, refiriéndose a las reuniones que sostuvieron un grupo de dieciocho creadores para intentar revertir la decisión de disolver el ICAIC. Una medida nada provechosa, más bien contraproducente en el orden cultural, artístico y político. No obstante, me gustaría conversar contigo sobre un hecho que has mencionado en otras ocasiones y que me parece significativo. Cuentas que un compañero se te acercó y te dijo que lo que preocupaba no era Alicia…, sino la tendencia dominante que existía en el ICAIC. Esta apreciación se corresponde con criterios enunciados algún tiempo después a propósito de Guantanamera (Tomás Gutiérrez Alea-Juan Carlos Tabío, 1995), donde se cuestiona esa tendencia crítica e hipercrítica de nuestro cine, que comenzó con Alicia… y continuó con Pon tu pensamiento en mí, Amor vertical y Guantanamera. Se inicia un nuevo ciclo en la tendencia condenadora, sea la política de exhibición o el diseño productivo; puede resultar análoga la imagen de Sísifo empujando la piedra que más tarde o más temprano volverá a caer por la ladera de las incomprensiones. Dicho en tus propias palabras: “Estos debates no terminan, pasan a un segundo plano. Se repliegan, pero se mantienen como cuentas pendientes y se retoman en el momento en que cada una de las partes considera traerlo nuevamente al ruedo, a veces por algo que sucede inesperadamente y lo reactiva”. Si pudieses hacer un repaso secuencial de estas polémicas, qué reflexión te provoca, no ya visto desde la vorágine de los acontecimientos, sino desde la prudencial distancia donde puedan contenerse las emociones.

Ese comentario sobre la “tendencia” surge a propósito de Alicia…, que vino a ser como la “tapa al pomo”, pero yo intuyo que me están hablando de un acumulado, de una sumatoria donde podemos incluir los noticieros ICAIC con temáticas críticas, Plaff (Juan Carlos Tabío, 1988), Papeles secundarios (Orlando Rojas, 1989), algunos documentales de Enrique Colina y tal vez otro filme o documental que ahora no recuerdo. Pero ya en el año 91 vivimos en un estado de fortaleza sitiada al máximo, de manera que la propuesta era disolver (ICAIC, ECITV-FAR, Estudios Cinematográficos del ICRT) para después fusionar los recursos en una sola institución.

La lógica indicaría que las otras entidades se fusionaran en el ICAIC y no al revés.

Pero no le puedes aplicar esa lógica. Estaban activados los reflejos defensivos de tiempo de guerra en todas las áreas de la sociedad sensibles a flojeras, divergencias o posible actividad enemiga. Te podrás imaginar las condiciones en que quedó Julio, en lo personal, al ser destituido…

En ese momento la lluvia fue incontenible, por mucho que estuviera acostumbrado a vivir bajo aguaceros.

El escenario político era muy difícil, si intentas armar el arco de lo que sabemos y lo que no sabemos…, yo también pienso en el estado emocional en que se encontraba la dirigencia de la Revolución, porque se estaban dando condiciones internacionales y nacionales de alta peligrosidad, eso era indiscutible, lo discutible son los procedimientos que se pueden llevar a cabo para defenderse en ese contexto, porque si son equivocados pueden hacer tanto daño, o más, que la actividad enemiga en el campo de la ideología.

Hace poco leía un texto de un contrarrevolucionario de larga trayectoria, quien, haciendo memoria, después de la irritación que le provocó el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con los Estados Unidos en diciembre de 2014, le reprochaba al gobierno norteamericano no haber resuelto el problema de Cuba con una invasión a principios de los 90, porque en aquel momento, según él, el mundo hubiese mirado para otro lado, incluida la Rusia de Yeltsin, y hoy la realidad sería otra.

Pero regreso a 1991. Lo cierto es que en medio de aquel difícil escenario tuvimos la satisfacción de que fue primando la madurez ante nuestro reclamo. Se mandó a buscar a Alfredo, y Fidel contestó una carta que le enviamos, nombrando una comisión presidida por Carlos Rafael Rodríguez para dialogar con nosotros. Tuvimos varias sesiones de discusión en la que coincidimos y discrepamos, siempre con un alto nivel de respeto y franqueza desde los dos lados. No nos pusimos de acuerdo en algunas valoraciones de lo sucedido, “el por qué y el cómo” se había desencadenado todo, pero hubo respeto en el conocimiento mutuo de nuestras distintas miradas en relación con lo acontecido y su contexto. El resultado es que poco a poco se fue apagando, como por fade out, la idea de disolver el Instituto. Se derogó el decreto que orientaba trabajar hacia la fusión, y el ICAIC, con Alfredo de nuevo al frente, siguió existiendo.

Pero resolver la crisis coyuntural en aquel momento de manera exitosa no significó que nos entendimos, ni que entendieron a profundidad las razones y las responsabilidades del artista…, así como las razones y las  responsabilidades de los que ejercen el trabajo de dirección política, inmersos en la lógica defensiva que hemos vivido. Desde esa prudencial distancia que me propones te puedo decir que aprendí, por lo menos yo, que ese proceso de entendimiento entre las partes es mucho más largo y más complejo de lo que se podría sospechar. Que además se vio agravado por las condiciones que nos tocaron sufrir en los años 90 del siglo pasado, donde la nación, y el proyecto social que defendemos, tuvo que aprender a sobrevivir y desarrollarse en medio de una tenaz resistencia, de manera que podamos estar conversando aquí los dos, en el día de hoy, en este difícil presente. Porque la sospecha de la “tendencia” siguió vigente, más allá de la solución que se encontró a la crisis del 91; fíjate que después del sabio repensar y del regreso de Alfredo, se  produce, dos años después, Fresa y chocolate (Tomás Gutiérrez Alea-Juan Carlos Tabío, 1993), entonces me cuentan que una persona de un alto nivel de dirección se preguntó: ¿Y para qué trajimos a este hombre de París?

No creo que exista en la historia de la Revolución otra institución cultural que se haya visto sumida en tantas diatribas.

Han sido impugnaciones muy serias. Por eso pienso que aunque esa unidad que tuvimos en el 91, y la madurez política con la que actuamos, consiguieron también nuestra sobrevivencia como organismo, la discusión a fondo sobre los problemas de la relación entre cultura y sociedad, arte y política, permanecen pendientes. La ausencia de ese diálogo es lo que origina una nueva controversia, en tono y estilo cada vez menos constructivo, cuando aparece una película que se considera, desde instancias de dirección, como dañina a la Revolución.

Alfredo en el año 2000 pide su liberación, lo que trae consigo el nombramiento de Omar González a la presidencia del organismo. Y Omar expresa, en una entrevista concedida a El Caimán Barbudo pocas semanas después, que el ICAIC necesita una recuperación política.

Recuerdo la entrevista y la frase en cuestión, que podría ser un criterio más extendido.

Es que cuando escuchas que un compañero, con responsabilidades de dirección nacional, ha dicho que no verá nunca Martí, el ojo del canario (Fernando Pérez, 2009) porque le han contado que el Martí adolescente se masturba, entiendes que está considerando esa acción como ofensiva, una profanación inaceptable. No es que vio la película y que la secuencia le pareció mal resuelta artísticamente, sino que de plano rechaza verla por lo que le relatan. ¿Cómo es posible? Pues sí, es posible.

Entonces lo que queda por delante es tratar de lograr el debate verdadero, abierto y franco, ir a la mesa con las clásicas dos jabas en el intento de ganar a las fuerzas y corrientes de pensamiento que no son antagónicas, pero sí hostiles hacia un cine que problematiza la realidad. Porque la verdad es que persiste la ignorancia en cuanto a la especificidad del papel del arte en una sociedad y su compleja relación con la política. Y no ignoro las coyunturas, ni el mundo ni el país en que vivo, ni tampoco defiendo todo lo que se hace con voluntad crítica en el cine cubano actual, en nombre de una libertad en abstracto y al margen de resultados artísticos y políticos. Pero los errores cometidos han convertido la categoría del censurado en una atractiva y deformadora promoción que daña a jóvenes creadores. Cuando leo algunas payasadas de hoy día, enfrentadas a las torpezas de vetos que no defienden, sino dañan a la cultura y a la autoridad de las instituciones, me crece la admiración en el recuerdo de Daniel Díaz Torres por la forma en que encaró la defensa de su película, en lo artístico y en lo político.

Los resultados de esa unidad que has señalado, “el soviet del ICAIC”, son también una consecuencia de lo que tú llamas “un entrenamiento” en la cultura del debate. Ahora mismo se viven circunstancias más complejas para la cultura, siempre el presente nos parece más complejo. El cine cubano no es un movimiento unitario, el término que nos engloba es mucho más extenso, somos el audiovisual cubano y contamos con una praxis más abarcadora, cultivamos tendencias ideológicas y estéticas diversas, procedemos de formaciones dispares, enfrentamos retos que sobrepasan lo meramente artístico impulsados por un llamado de unidad que no es uniforme. Hemos asistido a un proceso de enquistamiento en la defensa y la cohesión de un proyecto cultural donde se reclaman actualizaciones que esperan ser atendidas. Es muy posible que como resultado de ese batallar se elaboren nuevas estrategias que respondan a las exigencias del gremio. Pero internamente se percibe el desdibujo –para usar otra vez un término noble– de un diseño donde las partes no están articuladas; el engranaje y la sinergia de una industria, que tanto costó edificar, se ha ido desfigurando en el desconocimiento o la ausencia de un sentido de pertenencia y rigor que signó la vida del ICAIC por décadas. Al mismo tiempo tú adviertes la necesidad de prestar “extrema atención en la lucha contra la ignorancia con poder, vestida de intransigencia militante, que hemos tenido, con relevo y todo, a lo largo de estos años”. Es evidente que la especificidad del arte cinematográfico precisa de una atención culta y capacitada, no solo por ese carácter industrial que te apuntaba, sino por su incidencia en la construcción de la identidad y el reflejo de una historia que espera ser contada.

El sentido de pertenencia, como era en el 91, ya no existe. Para bien y para mal el tiempo ha pasado, y otras son hoy las complejidades. En aquel momento, más allá de las diferencias estéticas y personales, conseguimos unirnos porque lo que estaba en juego era el proyecto cultural de la Revolución en el cine, que era el ICAIC. No hubo ambiciones ni pequeñeces a la hora de tomar decisiones, y discutimos entre nosotros sobre lo que debíamos hacer y cómo, a veces fuerte, pero muy conscientes de la defensa colectiva del objetivo. Es cierto que ese sentimiento que alcanzamos y mantuvimos todo el tiempo fue algo excepcional. Lo primero que hizo Alfredo cuando llegó a vernos, semanas después de haberse creado el grupo de los dieciocho, fue decir que él había regresado para tratar de resolver el problema y para defender a Daniel, e inmediatamente dijo que eso no se podía realizar si entre él y Titón no se salvaban las diferencias. Y se salvaron por los dos. Extenderme en la riqueza de aquellos debates y reuniones entre nosotros, y también con los representantes de la dirección de la Revolución, desborda con creces esta conversación. Ojala algún día se publiquen las memorias de aquellos días, con testimonios, cartas, documentos e intervenciones, con la fecha al pie de lo que cada uno dijo en las reuniones que se grabaron en el Consejo de Estado. Sería una memoria muy valiosa, de interés político, cultural y humano, para los hombres y mujeres de hoy.

Ahora, como dices, somos más heterogéneos, las diferencias son más notables, por edades y por todo. El mundo es otro, Cuba también, y en medio de eso siento que hay una crisis de autoridad, también un incremento de la falta de nivel desde las dos orillas, cosa que me preocupa en relación con el relevo, con los relevos, en diferentes zonas de la vida de nuestra sociedad y el Estado.

La satanización que sufrimos ayer se traslada hoy al cine independiente, y en igual medida al cine institucional que pretende problematizar la realidad. A mí me gusta hacer un análisis que tiene que ver, por analogía, con la medicina. Cuando tú compras un medicamento se te notifica en el prospecto una serie de indicaciones para su uso, advertencias, recomendaciones, efectos secundarios, reacciones adversas. En ese sentido creo que la Revolución no se puede seguir defendiendo en el siglo xxi, a veces reaccionando, como lo hizo en los 60 o 70 del siglo pasado, ni siquiera en los años inmediatos a la desaparición de la Unión Soviética y el campo socialista en la década de los 90. Aquellos procedimientos, necesarios para contrarrestar, responder y sobrevivir, hoy día pueden provocar reacciones mucho más dañinas que los efectos secundarios a que estábamos expuestos cuando éramos más jóvenes como personas y como sociedad. Si hoy los usamos innecesariamente, o en sobredosis, pueden llegar a ser nefastos. Por momentos siento que se ha creado una dependencia en su uso como reacción defensiva, sin tener en cuenta que la dosis que ayer nos salvó, hoy o mañana nos puede matar. Ese es el peligro de un cuadro de la cultura sin cultura y sin capacidad para entender los problemas que enfrenta, la posibilidad de que decida aplicar métodos de “sanación” contraproducentes.

¿Qué lecciones hemos sacado de lo sucedido en el campo socialista? ¿Qué se hizo o qué no se hizo para que aquello se descompusiera internamente? Las experiencias deben ordenar una lectura contemporánea, y en el campo de la cultura la única solución es el diálogo verdadero, no simulado, desde el respeto. Hay que dejar a un lado la soberbia de unos, desde el poder, y la inmadurez y frivolidad de otros, desde la discrepancia, si queremos llegar a un entendimiento. Estoy consciente de que esa discusión, en la Cuba de hoy, rebasa el cine, es más profunda, aunque sin duda nuestro quehacer, por sus posibilidades de comunicación masiva, adquiere una gran importancia.

Por eso creo que alguien con lucidez y autoridad tiene que percatarse de que el debate exige recuperar el cauce del entendimiento mutuo, constructivo, creyendo realmente en él, no como una formalidad más, trámite a cumplir, puesta en escena. Entiendo que hay reservas acumuladas, pero debemos hacer el esfuerzo por ir a la confrontación, insisto, con las clásicas dos jabas, o el daño será cada vez más difícil de reparar. Vivir permanentemente en sicología de plaza sitiada pasa factura, mucho más si no hay en lo personal la cultura que nos salva, que nos vacuna de sus inevitables efectos deformadores. Al final hemos tenido que ser república y campamento al mismo tiempo para resistir y sobrevivir, pero hay que tener mucho cuidado con los hábitos que se crean. El esquema dentro de una plaza sitiada es que toda discrepancia es sedición, y ese pensamiento tiene que replantearse a la luz de las formas de lucha que hoy se nos imponen a escala interna y externa, y de las trasformaciones generacionales, otra mirada que debe cambiar para darle continuidad al proyecto. No me queda duda de que en esos últimos encuentros que tuvo Alfredo Guevara con los jóvenes en las universidades estaba tratando de avisar, de señalar la urgencia, de advertir que el tiempo se nos está acabando para implementar los cambios que salven la Revolución. Alfredo murió con esa ansiedad. No tener conciencia de la importancia del diálogo es hacerle el juego a una contrarrevolución silenciosa, pasiva, invisible pero presente, que nace dentro de la Revolución. No se pueda dejar, parafraseando a Mao, que la paja se siga secando en medio de una crisis de autoridad y de ausencia de debate verdadero, porque la paja seca es proclive al incendio con una sola chispa, accidental o provocada por un pirómano. Entonces corremos el riesgo de que se sigan produciendo eventos en que se prescriba mal la medicina o, para decírtelo en bueno cubano: un out mal cantando en segunda puede encender las graderías.

Esperemos todos que el juego de pelota no se ponga tan agónico como un cuadro de Antonia Eiriz. Estoy seguro de que después de sesenta años de creación del ICAIC, muchos jugadores, dentro y fuera de la institución, seguiremos “dejando la piel en el terreno” –como dijo un famoso pelotero–; pero es también perentorio que el arbitraje se ajuste a la contemporaneidad, renueve la mirada y eleve su capacidad en todos los órdenes. Es muy posible que peque de romántico –prefiero eso a la desidia y al conformismo contaminante–, porque guardo la esperanza de que nuestro cine sea motivo de alabanza o escarnio por su audacia y honestidad artística, su herejía intelectual, por el alcance de una narración emotiva, convencional o fragmentada de belleza convulsa. A ver si conseguimos volver a ser, de todas las artes, la más importante. Porque prefiero que el recuerdo siga siendo el impulso que inspire la vocación, como “algo que tengo” y no como “algo que haya perdido”. La nostalgia de la futuridad.

Esta entrevista forma parte del libro Conversaciones al lado de Cinecittá, de Arturo Sotto (edición ampliada) Ediciones ICAIC, 2018.

Tomado de la revista La Gaceta de Cuba No 5 septiembre/octubre de 2018: http://www.uneac.org.cu

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La Moneda

De buena fuente. Reportajes alrededor del mundo, de Jorge Timossi. C&C Editores. (Caracas, Venezuela, 1988).

Por Jorge Timossi

Otra vez La Moneda. Y así será por siempre hasta que esas horas, esa película vuelta a proyectar miles de veces en mi memoria, se fundan finalmente en lo que tendrá alguna vez que ser mi último recuerdo. En definitiva hay hechos como ese, testimonios, que permiten, o mejor aún obligan, a varias relaciones en el tiempo, a distintos enfoques, al regreso de otros datos, o rectificaciones y apreciaciones, que se perdieron en un primer momento o que pudieron quedar inéditos por múltiples razones. Esto me sucede con el ataque a La Moneda, uno de los hechos que más trascendencia han tenido, y tienen, en la política contemporánea Latinoamericana. Y particularmente también en mi vida y en la de aquellos periodistas que me acompañaron en la cobertura del golpe de Estado contra el presidente Salvador Allende.

La esencia de la asonada, su carácter, los antecedentes inmediatos previos al martes 11 de septiembre de 1973, detalles de los sucesos en el Palacio de La Moneda, los escribí en Grandes Alamedas, el combate del presidente Allende, libro de dos largas ediciones en español y que tuvo varias traducciones en el extranjero. Y también en una crónica, “Las últimas horas de La Moneda”, que la agencia de noticias Prensa Latina pudo difundir el jueves 13, tres días después del golpe, porque la clausura de las comunicaciones de Chile con el exterior dispuesta por la Junta Militar impidió su trasmisión, solo posible cuando finalmente llegué a La Habana.

Esa crónica, unas 10 cuartillas de teletipo —que fueron saliendo de la máquina de escribir de un solo tirón y como si tuvieran existencia propia— se publicó en las primeras planas de alrededor de cincuenta periódicos del mundo, según una encuesta que hizo la propia Prensa Latina y que recogieron los periódicos cubanos de la época.

La repercusión fue lógica: se trataba de la única versión que se conocía distinta a la que propagandizaba la Junta, la que ponía en claro, desde sus primeras líneas, la naturaleza del golpe, y que ofrecía precisiones que ni el tiempo ni la Junta pudieron desmentir jamás, pese a que fue elaborada, fermentada, en el enorme estado de confusión que generó el cuartelazo, cuando las informaciones se desmentían unas a otras en cuestión de pocos minutos. Esa crónica contiene también inexactitudes, que la historia ya se encargó de esclarecer pero que deseo ahora, a tantos años de aquellos días, comentar como si lo hiciera solo para mí, en el soliloquio de esos empecinados recuerdos.

Primero transcribiré aquí íntegramente ese texto para volver luego a algunas consideraciones, incluso a algunas sensaciones que nunca antes había comunicado, como la indeleble del miedo.

Esto quiero hacerlo entre otras cosas porque sé que la historia no se rehace, tampoco se rehúye, y los cambios, las falsedades, deben pertenecer siempre, con exclusividad, a los fascistas. Tengo ante mí aquellas páginas, pegadas a mi vida como papel mojado por esa llovizna que caía en Santiago de Chile aquel día nefasto:

El presidente Salvador Allende cayó defendiendo el Palacio de Gobierno, sus convicciones esenciales, después de exigir garantías para la clase obrera chilena ante el poder avasallador del golpe fascista.

“No saldré de La Moneda, no renunciaré a mi cargo y defenderé con mi vida la autoridad que el pueblo me entregó”, remarcó desde la primera alocución que hizo en la mañana del martes 11 por la efímera cadena radial La Voz de la Patria.

En mis contactos personales con el presidente Allende nunca le escuché otras palabras cuando él se refería a la hipótesis de un golpe de Estado:

“Tienen que sacarme del palacio muerto, en una caja de pino, con los pies para adelante”.

Esto Io repetía una y otra vez a sus interlocutores allegados y la primera ocasión que lo hizo público fue en una concentración con que finalizó la visita a Chile del más dilecto de sus amigos: el primer ministro de Cuba, Comandante Fidel Castro.

En esa mañana del 11 de septiembre Allende llegó súbitamente al palacio, a las 7:30 a.m., con un grueso grupo de su escolta personal, alrededor de 50 efectivos de carabineros, el director general de carabineros, José María Sepúlveda, sus médicos personales y algunos asesores directos.

EI clima golpista que se incrementó en el país después del “tancazo” del 29 de junio —un fallido intento que fue sofocado en solo tres horas— culminaba esa mañana después de una noche de intensos rumores.

Al entrar Allende en La Moneda, los efectivos de carabineros y cuatro tanquetas de este cuerpo tomaron posiciones en los accesos principales, impidieron el tránsito de vehículos y personas en dos cuadras a la redonda, iniciando así un ajetreo nervioso que todavía pasaba inadvertido o como algo relativamente normal para el santiaguino, habituado ya al diario enfrentamiento callejero y los actos terroristas de la derecha.

Bastaron pocos minutos para enterarme de lo que en realidad ocurría: el Presidente tenía informaciones de posibles acciones golpistas en la noche del lunes, y a las siete de la mañana del martes fue informado en su residencia de la calle “Tomás Moro” de que unidades de la marina de guerra se habían sublevado en Valparaíso y marchaban sobre Santiago.

Pocos minutos después de las ocho la emisora socialista Radio Corporación informó que existía una situación anormal en Valparaíso, y en principio alertó a los obreros, a los cordones industriales, que jugaron un destacado papel inicial en el “tancazo” y que ahora están luchando contra los cohetes de los aviones a chorro, los cañones de los tanques y los obuses.

A dos cuadras del Palacio de Gobierno, desde las oficinas de Prensa Latina, un ruido demasiado peculiar dio la medida de que el golpe no provenía solo de la marinería: un avión de combate de la fuerza aérea estaba haciendo vuelos rasantes sobre el palacio, sobre los techos del corazón de Santiago.

Los observadores más avezados del difícil y polémico proceso chileno opinaban que después del “tancazo” —una acción que se cumplió con solo una unidad de tanques y apoyo civil fascista— el nuevo golpe estaría planificado con el concierto de las tres armas. Tal vez esta creencia estaba apoyada por algunas informaciones deslizadas en privado por el ex comandante en Jefe del ejército, general Carlos Prats, quien renunció a su cargo el 23 de agosto precisamente para evitar un golpe.

A las 8:45 Radio Corporación fue eliminada del aire, sin juego de palabras: un avión atacó la planta transmisora.

Pero Allende ya había logrado hacer una primera advertencia: “Están haciendo vuelos rasantes. Seguramente ametrallarán La Moneda”.

Pude calcular que el primer rocket de un Hawker Hunter fue lanzado sobre el palacio a las 12:00. Un tiroteo se generalizó. EI grupo de periodistas que tuvo acceso a una esquina del palacio tuvo que “despejar el área” —según el conminatorio lenguaje de carabineros— a paso vivo y con las manos en alto. Sin embargo un equipo de televisión logró captar escenas: tres periodistas del Canal 13, que estuvieron filmando desde que Allende llegó al palacio y que se constituyeron en los únicos voceros admitidos de la Junta de generales golpistas.

A las 9:15 me comuniqué telefónicamente con el despacho presidencial. Un asesor de Allende me reiteró: “Puedes decir que aquí nos morimos y vamos a resistir hasta al final.” Le pregunté con qué fuerzas contaban en ese momento para resistir: “La guardia de carabineros de palacio, alrededor de 50 efectivos suplementarios del mismo cuerpo y un grupo de hombres de la protección presidencial, más los asesores y funcionarios que estén dispuestos a resistir.”

La primera proclama golpista, firmada por “los tres comandantes en jefe de las fuerzas armadas y el director general de carabineros” —los nombres solo fueron revelados en una segunda emisión— señaló que la decisión del golpe de Estado fue tomada “ante la grave crisis moral, económica y social que vive el país”.

Las comunicaciones telefónicas con Valparaíso fueron interrumpidas, y alrededor de las 9:30 se paralizaron las comunicaciones con el exterior, excepto los canales por satélite que admitieron una más prolongada vigencia, hasta que también cayeron a los pies de la Junta. Entel-Chile, la empresa de telecomunicaciones del Estado, fue ocupada por efectivos del ejército, y la sobradamente famosa en Chile ITT me cortó un circuito abierto con París a las 9:45.

Los reporteros de Prensa Latina en la calle y en la terraza de la oficina —en el undécimo piso de un céntrico edificio— comenzamos a detallar el panorama: tanques hacia La Moneda, tres aviones continuaban los vuelos rasantes, un tiroteo desperdigado comenzó a concentrarse, y por momentos el ruido se hizo ensordecedor. La radio golpista lanzó su ultimátum a las 11:00 a.m. Allende tenía tres minutos para rendirse. Pero en su tercera alocución Allende volvió a reiterar que no se rendía, que permanecería en palacio, y dijo premonitoriamente: “Quizá sea la última vez que pueda dirigirme a ustedes.” Desde ese momento se tuvo plena conciencia de que el golpe de Estado contra el Presidente constitucional de Chile sería el más cruento registrado en la historia de los derrocamientos latinoamericanos.

Hasta el piso once de las oficinas de la agencia ascendió un inmediato olor a pólvora, aceite y carne quemada. Y desde aquí y desde la calle fue imposible precisar desde donde se disparaba, quién y con qué. El ruido fue prolongado, concentrado, y todas las armas de guerra sonaban al unísono: desde el rocket hasta una 30 milímetros, hasta el cañón de un tanque Sherman, pasando por los fusiles ametralladoras del ejército chileno.

Las calles del centro quedaron desiertas y algunos automóviles estacionados comenzaron a servir de parapeto o convertirse en miserable chatarra al paso de los tanques.

A las 13:52 minutos recibí una llamada desde palacio. Era Jaime Barrios, asesor económico del Presidente, quien peleó desde una de las ventanas que dan al frente del edificio. Me informó: “Vamos hasta el final. Allende está disparando con una ametralladora. Esto es infernal y nos ahoga el humo. Augusto Olivares murió. El jefe envió a parlamentar a Fernando Flores y Daniel Vergara. Exige una garantía escrita para la clase trabajadora y las conquistas, y una vez que la tenga en sus manos decidirá qué hacer”.

Esta fue la última noticia que tuve de Jaime Barrios. Nadie sabe qué le paso. Augusto Olivares era uno de los periodistas más conocidos de Santiago, fiel amigo y seguidor de Allende. Fernando Flores, secretario general de Gobierno, y Daniel Vergara, subsecretario del Interior, que también habían estado combatiendo, fueron tomados presos por los militares golpistas. Fueron los primeros detenidos que ingresaron al subterráneo de la Plaza Constitución, frente a La Moneda, habitualmente utilizado por cuerpos especiales de carabineros.

Pero antes de esta comunicación con Barrios tuve otros datos que me fueron también transmitidos telefónicamente desde el palacio por una fuente que ingresó en la resistencia clandestina:

Después de recibir el ultimátum, Allende reunió a todo el personal a sus órdenes en el salón Toesca, en el ala izquierda del tradicional y benévolo edificio. Allí les pidió, les exigió a las mujeres que se fueran. Al personal subalterno le pidió que se fuera. A la guardia de carabineros y a los generales de carabineros que estaban ahí desde un primer momento les dio a elegir.

Se retiraron las mujeres poco después de las 11:00: se fueron los carabineros y el general Sepúlveda también se fue, y no me constó con qué destino y objetivos. Una dramática escena se produjo poco antes: Allende conminó a una de sus hijas, Beatriz, una ayudante de primera línea, a que se fuera. Sé que se lo tuvo que implorar, que exigir, para que finalmente ella accediera a salir junto con tres colaboradores más: entre ellas Frida Modak, jefa de prensa de la presidencia, y la esposa de Jaime Barrios. También sé que Beatriz Allende solo llegó a 60 metros de La Moneda, y se resguardó en un edificio a la espera de poder retornar.

Con Allende también estaban, entre varios otros, Carlos Jorquera, periodista, el Negro, que era algo así como la sombra del Presidente; y Eduardo Paredes, exdirector de Investigaciones.

De estos dos se dice que están muertos, aun cuando la junta golpista dijo en uno de sus bandos que “se habían entregado”.

El miércoles 12, una fuente militar del regimiento Tacna me reveló un dato concreto para esta historia: la última vez que se vio vivo a Paredes fue en la noche del martes, tirado en el piso de uno de los patios del cuartel, boca abajo, y con milicos caminándole sobre la espalda y la cabeza. Ahí también estaban algunos miembros de la guardia personal de Allende.

Aníbal Palma, exsecretario general de Gobierno, también fue muerto en palacio, pero al parecer la Junta tendrá que admitir que lo asesinaron con una certera y corta ráfaga de ametralladora.

Pero Salvador Allende, un vital hombre de 65 años, que combatió con un fusil ametralladora y un casco de acero, estaba en un charco de sangre, caído sobre el tapiz de su despacho.

Se puede decir que el jefe de Estado chileno, conductor de la singular experiencia política y social de su pueblo, consecuente con lo que siempre había expresado, murió entre las 13:50 y las 14: 15.

Los límites están marcados: murió después que envió a Flores y Vergara a parlamentar y que estos fueran hechos prisioneros, y antes o cuando los golpistas ocuparon el palacio.

La Junta Militar no se atrevió a informar a la opinión pública hasta un día después de los hechos. En la tarde del miércoles, un escueto bando de cinco puntos dijo que Salvador Allende se suicidó, y que ese mediodía fue enterrado en forma privada con asistencia de algunos familiares en Valparaíso.

A esta versión se opuso la que afirmó que Allende fue muerto por un capitán del ejército de Chile, de apellido Gallardo.

A ello debe adjuntársele un segundo dato: cuando entran los golpistas a palacio, Miriam Contreras, secretaria presidencial, cayó herida gravemente. El miércoles por la noche me enteré de que estaba en una sala de urgencia de un hospital militar. Ella podría ser una pieza clave para saber qué pasó cuando irrumpieron los fascistas, y por eso mismo es fácil suponer que no sobreviva a sus heridas.

El combate prosiguió después de la muerte de Allende. Sigue hasta hoy, con una intensidad feroz, con allanamientos estilo “tierra arrasada”, con rostros y bandos del más crudo corte fascista, frente a la resistencia.

Allende murió tres días después de que su hija Beatriz cumpliera años, ocasión en la que tuve oportunidad de jugar con él un par de partidos de ajedrez, al que era aficionado. Cuando estábamos colocando las piezas —a él le gustaba ceder la iniciativa en la apertura— me dijo lo que para mí fueron sus últimas palabras: “La cosa está muy fea. Tomaré una determinación en un par de días. Ya ve: hice buenos enroques y alguna buena variante. Pero se me estén acabando los peones”.

De La Moneda surgían gruesas columnas de humo y los bomberos entraron a apagar el fuego.

Un fotógrafo de El Mercurio —el decano del periodismo reaccionario continental— fue llamado por los militares facciosos para fotografiar al Presidente muerto.

La Moneda, vista desde cualquier ángulo, parece hoy un edificio al cual le hubieran agrandado sus ventanas en una forma caprichosa e imposible: los agujeros son grandes cavernas tétricas y las puertas ya no existen. Los admitidos camarógrafos del Canal 13 de televisión fueron paseados de la mano por los golpistas y el único canal “sin censura” registró —sin quererlo— las primeras imágenes conocidas en Chile de la verdadera, innata, cara de uno de los fascismos más crueles del continente.

En la calle están los muertos, y el hedor a carne quemada se hizo sentir con mayor fuerza en el centro de Santiago. A unas pocas esquinas de las oficinas de Prensa Latina, en plena alameda “Bernardo O’Higgins”, un cuerpo está tirado, con solo restos de cráneo. Fue el de un hombre que seguramente no pudo alcanzar a refugiarse a tiempo porque usaba una pierna ortopédica y una muleta para apoyarse.

Los cálculos hechos en consulta con varios corresponsales extranjeros elevaron a cinco mil las bajas hasta la tarde del miércoles.

En ese periodo se registraron dos temblores de tierra —de los acostumbrados remezones que se producen continuamente en Chile— pero nadie pareció darles importancia, ni ninguna agencia internacional se molestó en noticiarlos, o tal vez se confundieron con las ondas expansivas de los dinamitazos y bombazos.

La resistencia al golpe continuaba. No creo que Allende haya muerto en vano.

Hasta aquí llegaron estas líneas escritas en un confuso estado emocional, con el enorme cansancio que produce la tensión nerviosa y no haber dormido en 48 horas. Yo no quería hacerla, mejor dicho me sentía incapaz de generar una sola palabra sin antes haber dormido un poco. De esta manera, la crónica se la debo a la insistencia tesonera y profesional de un periodista cubano, Roberto Pavón, quien prácticamente me obligó a sentarme frente a una máquina de escribir, no escuchó mis lamentos, y fue enviando una a una las cuartillas, sin tiempo de hacer correcciones de ningún tipo, directamente a la sala de télex. Hoy, en cambio, puedo examinar esas líneas con toda tranquilidad, comenzando por los errores y las precisiones:

Jaime Barrios: murió fusilado después que lo tomaron prisionero. Él fue uno de mis últimos contactos telefónicos con La Moneda ya en llamas. Tenía plena conciencia de su papel y de su destino. En la última conversación me pidió que enviara a su hija, Alicia Barrios, un fuerte abrazo, y a Danilo Bartulín, fiel amigo de Allende, su médico personal y combatiente del palacio, le entregó una carta para su esposa, Nancy Julien, en la que le expresaba su cariño y se despedía de ella. El miércoles, cuando aún no se sabía qué había sucedido con Barrios, su hija me llamó para expresarme, desgarradoramente, que tenía la intuición del asesinato de su padre.

Augusto Olivares: poco después supe que el Perro había preferido suicidarse antes que caer prisionero. ÉI también estaba consciente de su papel y de cómo los militares le harían pagar caro sus certeras denuncias sobre los lazos y redes establecidos con ellos por la Agencia Central de Inteligencia. Augusto, sin decir nada a los otros combatientes, se metió en un pequeño baño de La Moneda, orinó en el lavabo, y se pegó un tiro.

Fernando Flores y Daniel Vergara: efectivamente fueron los primeros detenidos por los golpistas que se negaron a parlamentar y continuaron exigiendo la rendición incondicional. Pero no fueron detenidos en el subterráneo de la Plaza Constitución sino en el Ministerio de Defensa, detrás de La Moneda, donde se encontraban el almirante Patricio Carvajal, jefe del estado mayor conjunto de las fuerzas armadas, y los generales de ejército Sergio Nuño y Ernesto Baeza, y el general de aviación Nicanor Díaz Estrada. También fue detenido en esta ocasión Osvaldo Puccio, secretario de Allende.

Las mujeres: la escena que narró la crónica fue exactamente así y a la hora ahí señalada. Solo que muchos años después, en una entrevista con Danilo Bartulín —quien estuvo largo tiempo preso antes de salir al exilio en México—, me enteré de otros detalles. El me narró:

Allende nos reunió para decirnos que teníamos una tregua de diez minutos para que las mujeres abandonaran La Moneda. Dijo que solo tenía obligación de quedarse su guardia personal y aclaró que el que se quedara tenía que tener un arma y estar dispuesto a disparar. EI Presidente me pidió que sacara a las mujeres. Estaban Beatriz e lsabel Allende, Frida Modak, la periodista Verónica Ahumada, Nancy Julien, Miriam Contreras, Payita, y una secretaria de Daniel Vergara.

Yo me negué a retirarme. Me di cuenta de que Allende quería salvarme. Y le entregué las llaves de mi auto a la Tati, Beatriz, y las acompañé para que salieran por la puerta de Morandé 80. Cerré la puerta y vi por la rejilla como se dirigían a la Intendencia. De ahí la Tati regresó y me pidió que la dejara entrar. Le hablé a través de la rejilla y me negué. Cerré la rejilla para terminar la conversación y obligarla a irse. Pero la Payita se había quedado. No había forma de hacerla salir, y entonces le pedí que por lo menos se escondiera para que no fuera vista por Allende. Los militares habían ofrecido un vehículo para evacuar a las mujeres pero nunca llegó.

Ahora puedo agregar algo más, que hace parte intrínseca de esta secuencia: en su trayectoria hacia la embajada de Cuba, adonde finalmente llegaron, Beatriz y Frida me iban llamando cada tanto a Prensa Latina. Los teléfonos funcionaban porque, evidentemente, los golpistas los necesitaban, y este problema logístico permitió, entre otras cosas, salvar muchas vidas.

Los aparatos, las máquinas de escribir, las teníamos nosotros en el suelo, bajo las mesas, en previsión de los helicópteros que disparaban hacia los edificios para acallar a los francotiradores leales. Nuestra única arma, nuestra única posibilidad eran los teléfonos, y les dimos un uso pleno.

A cada llamada de Beatriz y Frida, yo les daba datos útiles, por dónde creía que podían transitar sin mayor peligro y comunicaba sus posiciones a amigos comunes que también las iban guiando.

También el teléfono nos sirvió para advertir sobre allanamientos, antes de que se produjeran, o situar en qué lugares de la ciudad se estaban produciendo, y dónde había desplazamientos de tropas. Bartulín me contó que incluso Allende se enteró, por un cruce telefónico, de las verdaderas intenciones golpistas, cuando Pinochet, que tenía su puesto de mando situado en la Central de Telecomunicaciones de Peñalolén, en el sector oriental de la capital, le dijo al general Palacios que “el único objetivo que queda es La Moneda, y hay que aplastarlos como ratas, por tierra y por aire”. Esto se identifica con los documentos de las grabaciones originales de las comunicaciones radiotelefónicas entre los altos mandos y que publicó en un suplemento la revista Análisis: Carvajal le confirma de Pinochet que Allende se encuentra en La Moneda y Pinochet le responde textualmente: “Entonces hay que estar listos para actuar sobre él. Más vale matar la perra y se acaba la leva”.

Más adelante volveré a examinar pasajes claves de estas históricas grabaciones en lo que se refiere a la muerte de Allende.

Carlos Jorquera y Eduardo Paredes: no se entregaron, como dijo el bando de la Junta, sino que fueron hechos prisioneros cuando los militares lograron por fin asaltar el palacio. Jorquera quedó vivo pero Paredes fue fusilado en forma similar a Barrios.

Aníbal Palma: este fue un dato erróneo suministrado por una buena fuente pero que no tuve tiempo de reconfirmar.

Miriam Contreras: en este caso mi crónica contiene una inexactitud totalmente involuntaria. La verdad fue que la Payita se hizo pasar por herida para escapar de los militares y lograr el asilo.

Sucedió así: cuando fue tomada prisionera, durante la ocupación de palacio, salió a la calle por la puerta de Morandé. Ahí vio una ambulancia que estaba estacionada por los militares. Simuló entonces un ataque de histeria y se subió a la ambulancia junto a un miembro de la guardia personal de Allende. Ninguno de los militares reaccionó a tiempo. La ambulancia los llevó entonces a la posta central y de ahí un médico sacó a la secretaria del Presidente, vendada como si en realidad estuviera herida de gravedad.

Salvador Allende: mi crónica apuntó que el Presidente murió entre las 13:50 y las 14:15 horas. Este lapso lo deduje entre la última conversación que tuve con Barrios y una nueva llamada que hice a las 14:15 cuando una persona que no quiso identificarse, me colgó el teléfono y tuve así la certificación de que el palacio había sido finalmente tomado. Bartulín, en la entrevista aludida, me confirmó que Allende murió alrededor de diez minutos antes de las 14:00 horas. El problema histórico se presenta entre la versión del suicidio que ofreció La Junta, un día después de los hechos, y la que afirmó que fue muerto por un capitán de apellido Gallardo.

Muchos datos y controvertidas declaraciones abonan una u otra posibilidad, ambas presentadas con objetividad en mi crónica. Pero el valor circunstancial de ella residió en que la Junta ofreció el suicidio como imagen de un Allende no combatiente, postrado más por una derrota política que por una asonada militar. La crónica revirtió esta imagen y a partir de ella cualquier examen histórico no podrá negar jamás que el Presidente y su grupo de allegados lucharon denodadamente con las armas en la mano, y que a causa de esa decisión los golpistas no pudieron ocupar La Moneda en por lo menos cuatro horas pese al alto poder de fuego empleado, en el que el bombardeo aéreo desempeñó un papel decisivo. En todo caso, si Allende realmente se suicidó, estoy seguro de que debe entenderse esto como un acto más de combate de un hombre que no aceptó renunciar, como se lo exigían, ni estaba dispuesto a ser tomado prisionero.

El general Palacios declaró que Allende había disparado hasta el final y que él mismo, que comandó el asalto final a La Moneda, fue herido solo en una mano “gracias a una heroica acción” de un capitán. ¿Este sería el tal capitán Gallardo y, en todo caso y cualquiera fuera el nombre de este capitán, cuál fue la acción heroica?

En las comunicaciones radiales de los golpistas, según las transcripciones publicadas, consta que por un citófono había llegado la apresurada información — ¿premonitoria o anticipación de lo planificado?— de que Allende se había suicidado. “Era poco más de las 10:30 horas”, indicó Pinochet en su libro El día decisivo. Cuando le preguntó a Carvajal por esta noticia, este le respondió: “Augusto, lo del suicidio era falso”.

También está patente la disposición de lucha del Presidente en otra conversación de Pinochet con Carvajal cuando este le informó: “El edecán naval me dice que el Presidente anda con un fusil ametralladora que tenía 30 tiros y que el último tiro se lo va a disparar en la cabeza. Es el ánimo en que estaba hace unos minutos atrás”. Como asimismo estos diálogos dejaron establecido para la historia el deseo de muerte de Pinochet cuando le dijo a Carvajal: “se mantiene el ofrecimiento de sacarlo del país…Y el avión se cae, viejo, cuando está volando”. Esta intención, registrada entre risas, se repite una segunda vez en las grabaciones.

Luego viene el pasaje en que Carvajal transmite a Gustavo Leigh, comandante en jefe de la fuerza aérea, y a Augusto Pinochet, que Allende está muerto, información que le cursó el personal de la escuela de infantería que asaltó La Moneda: “Por la posibilidad de interferencias, la voy a transmitir en inglés: They say that Allende commited suicide and is dead now”.

Esto más bien da la impresión de una clave establecida de antemano para confirmar la muerte del Presidente y no, por su simplismo, de un lenguaje críptico para evitar la posibilidad de ser escuchado por personas ajenas al conflicto. Y finalmente llegó la orden de Pinochet de que los médicos jefes de las distintas armas, más lo médicos legistas de Santiago, “certifiquen la causa de la muerte del señor Allende con el objeto de evitar que más adelante se nos pueda imputar por los políticos a las fuerzas armadas haber sido los que provocamos su fallecimiento”. De una u otra forma, Pinochet tiene esta imputación estampada en su frente para lo que resta de vida.

La autopsia del cadáver del Presidente, realizada en el hospital Militar, y publicada en El Mercurio, reveló una herida “tipo suicida” con dos trayectorias de bala que partían del maxilar inferior. Algo parecido a lo que está escrito en el sensacional certificado de defunción de Allende, fechado increíblemente en noviembre de 1975, y hecho tan a la ligera que quedaron en blanco la fecha y el lugar de nacimiento, quiénes eran sus padres y con quién estaba casado.

De esto me habló la viuda, Hortensia Bussi, Tencha, cuando muchos años después me atreví a tocarle el tema: “Hasta el día de hoy” —me dijo en febrero de 1986—“yo no sé si en el féretro que me presentaron los militares estaba o no el cadáver de Allende”. Tencha junto al edecán de la fuerza aérea, comandante Sánchez y Laura Allende, hermana del Presidente, volaron en un Catalina hasta la base militar de Quinteros, cerca de Valparaíso. Allí el cajón estaba cerrado y la esposa solo logró levantar una parte de la tapa. “Vi nada más que un lienzo blando, debajo del cual se suponía que había un cuerpo, y un militar me agarró por la muñeca y me obligó a cerrar. Yo no sé, nunca supe, si ese era Allende”.

Por otra parte, el único que atestiguó que Allende se había suicidado fue el médico Guijón, que integró el equipo sanitario presidencial después que se decidió reforzarlo a raíz de las prevenciones que desencadenó el “tancazo”. Este médico sin militancia alguna, declaró que Allende se había suicidado porque cuando él bajaba del segundo piso de La Moneda, ya con la ocupación lograda, sintió un tiro, volvió a subir las escaleras, y encontró a Allende en un charco de sangre. Hay que aclarar que Guijón —quien estuvo detenido un par de meses— no vio de ninguna manera a Allende cometer el acto de suicidio. Es más: no hay un solo testigo de este acto.

A las declaraciones de Guijón se oponen terminantemente las que me hizo el doctor Bartulín, quien algún día publicará su propio testimonio de los hechos de La Moneda:    Me comuniqué con el Ministerio de Defensa y ahí me dijeron que los parlamentaristas están presos y que nuestra rendición debe ser incondicional. Allende estaba disparando desde el Segundo piso, en una pequeña sala contigua al comedor. Continuamente dio órdenes de seguir disparando. A mí, como su amigo, me pidió que si quedaba herido le pegase un tiro. Estas fueron para mí sus últimas palabras. No advertí en él ni ánimo de suicidio ni de rendición. Ya estábamos con máscaras antigases. Eso era un caos. Bajé al primer piso y ahí veo avanzar a los militares desde el Patio de Invierno y desde la puerta de Morandé. Soy uno de los primeros detenidos. Los militares gritan que los que están en el segundo piso tienen diez minutos para rendirse. Veo bajar entonces a la Payita, a Paredes, a Jaime. Yo no creo que Allende se suicidó. Creo que lo mataron.

Este problema se resolverá únicamente cuando el cadáver de Allende pueda ser exhumado, examinado. Hasta ese entonces cabrá preguntar si la autopsia y el certificado de los militares no escamotearon algunas otras balas a las supuestas dos que ocasionaron las heridas de “tipo suicida”. Y ello en el entendido de que sus restos sean en verdad los que están depositados en el cementerio de Santa Inés, en Valparaíso, en el panteón de la familia Allende, en el que el pueblo chileno deposita el homenaje de sus flores.

Esta historia todavía no ha terminado. Estoy seguro de que tendré que enfrentar mi crónica alguna vez más. Y cada vez que esto ocurra volveré a sentir, como hoy, la infinita tristeza, las emociones de aquellas horas, la impotencia que sentíamos los periodistas que nos quedamos en las oficinas de Prensa Latina —en el pasaje de Unión Central, a dos cuadras de La Moneda— y el zarpazo del miedo que en algunos momentos —uno en especial— nos abofeteó el estómago.

El miedo se conecta con el dolor y con la muerte pero se distingue de ellos, tiene su fisonomía particular, se presenta y se localiza por otras vías, se consume de otra manera, es otra ignición, sus reflejos anticipan, intuyen, llegan a ser la antesala del dolor y de la muerte e incluso pueden llegar a sobrepasarlos, a burlarlos, a poner en acción mecanismos y resortes inéditos de vida. Su sensación es artera, abominable, porque recurre a los instintos más primarios del hombre, a los más ingobernables. Es un pariente falaz de la locura.

No he consultado con ellos pero estoy seguro de que los que me acompañaron esos días —los chilenos Omar Sepúlveda y Orlando Contreras, el peruano Jorge Luna y los cubanos Mario Mainadé y Pedro Lobaina— estarán de acuerdo en general conmigo.

La oficina era una ratonera y estábamos a expensas de cualquier arbitrariedad pero decidimos quedarnos a cumplir nuestro deber profesional y nuestro deber solidario. Hicimos todo lo que pudimos con el télex y con el teléfono y precisamente elegimos quedarnos en la ratonera para estar atentos, dispuestos, al menor resquicio que pudiera abrirse al bloqueo de la información y la comunicación. No creo que hayamos pensado mucho, ni hayamos sentido miedo, de que esa decisión pudiera habernos costado la vida. Lo hicimos porque sentimos naturalmente que lo teníamos que hacer así y no de otra manera.

Creo que ninguno de nosotros sintió miedo tampoco cuando veinticinco soldaditos, al mando de un sargento, irrumpieron a media mañana en la oficina buscando a los redactores de la revista Punto Final. La redacción de ese semanario izquierdista quedaba en nuestro mismo piso, el undécimo de nuestro edificio. Los integrantes de Punto Final, previendo los acontecimientos, hacía por lo menos 48 horas que no aparecían por ahí. La orden de destruir el semanario, se supo después, fue impartida por el propio Augusto Pinochet. Los soldados, jóvenes e inexpertos, se mostraban muy nerviosos, miraban y no veían y preguntaban qué era esta agencia de noticias, qué era Prensa Latina, sin ver fotografías y afiches en las paredes de Allende, Fidel Castro o el Comandante Ernesto Che Guevara. Fueron tres las interrupciones y revisiones que hicieron en nuestras oficinas mientras hacían polvo y reducían a escombros los escritorios y armarios de madera de Punto Final y producían allí peligrosos focos de incendio.

Creo que Contreras no tuvo miedo cuando lo hicieron parar en el balcón de la oficina, expuesto como fórmula absurda de detener los disparos de francotiradores que había en edificios vecinos.

A Luna no le dio miedo cuando intentó fotografiar los tanques, con medio cuerpo fuera del balcón, y yo tuve que gritarle para que dejara de hacerlo.

Creo que no tuve mayor miedo cuando esa tarde debí ir caminando, y volver a la oficina, ileso, ya comenzado el toque de queda, a la Escuela Politécnica de Guerra, caminando con otros corresponsales extranjeros para darnos orientaciones, más que obvias, sobre la censura existente y el cierre de las comunicaciones. En el trayecto, las patrullas me detenían, las manos contra la pared, hasta que lograba explicar, en forma convincente, que yo era un corresponsal extranjero que debía concurrir a la Escuela Politécnica, etc., y continuaba avanzando…y mirando, registrando, el movimiento militar del Ministerio de Defensa y la fachada trasera de La Moneda arrasada.

En todos estos momentos no teníamos miedo en el sentido estricto—aunque nerviosismo sí— porque no estábamos dispuestos a someternos fácilmente, porque nosotros sí sabíamos lo que estábamos haciendo y los soldaditos no, porque estábamos ocupados en engañarlos hasta donde más pudiéramos y seguir mareándolos en la salvadora ignorancia sobre nuestra agencia de noticias. Durante los allanamientos había instantes al borde del desastre, como cuando algún soldado descubría una cámara fotográfica o una grabadora y creía que era un arma mortífera. Como cuando varios soldados gatillaron sus armas y  nos apuntaron a la cabeza al descubrir en un cajón un misterioso paquete —¿sería una bomba? Hasta que felizmente comprobaron que era una máquina de picar carne comprada por una de nuestras redactoras, la chilena Elena Acuña, a quien retiramos de la oficina desde los primeros minutos del golpe.

No teníamos miedo en definitiva porque no teníamos tiempo de tenerlo y porque supimos vencerlo, transgredirlo, trastocarlo, porque nuestros principios profesionales y políticos pudieron acorralarlo, detener su ávido ácido, su aliento podrido.

Pero hubo un momento en que nos pegó duro, que nos atacó por la espalda, que buscó derrotarnos de la forma más inesperada y ambigua, con lanzazos de apariencia inocua pero que podían llegar a desquiciar. No había logrado su cometido con los soldaditos, con las bayonetas sobre el pecho, con las ametralladoras de los helicópteros, pero casi lo logra con solo un sonido.

Fue en la noche de ese martes. La oficina estaba completamente a oscuras, para evitar llamar la atención, y los seis periodistas estábamos sentados en círculo, comentando, haciendo conjeturas, barajando informaciones. De pronto, los motores de los elevadores del edificio se pusieron en marcha sobre nuestras cabezas, con un ruido abrupto. Y un sonido frío, de metales y cables, ululante, nos heló la sangre. Alguien estaba subiendo. ¿Vendrían otra vez? ¿Esta sería la definitiva? El jueguito se repitió dos o tres veces más y en todas las ocasiones logró el mismo efecto. Hasta que las luces del alba del miércoles volvieron a darnos nuevas esperanzas y a activar nuestra imaginación y nuestros teléfonos. Hasta que la vida volvió a imponerse sobre el miedo y las mujeres de un apartamento vecino, que ahí ejercían la prostitución, nos ofrecieron té, y Arturo, el guatemalteco sensacional, que mis compañeros descubrieron en unos recovecos del edificio, cocinando como un alquimista loco, quizá para los que intentaban defender La Moneda, nos dio una olla de lentejas y una caja de refrescos.

Porque es así: el miedo y ciertos recuerdos siempre dan mucha sed, te dejan la boca con gusto a estopa.

Este texto forma parte del libro: De buena fuente. Reportajes alrededor del mundo, de Jorge Timossi.  C&C Editores/ Caracas, Venezuela, 1988).

Tomado de: https://www.cubaperiodistas.cu

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Parásitos (+tráiler)

Cartel del filme Parásitos, de Bong Joon-ho

Por Nauzet Melián

Tras dirigir tres cortometrajes en 1994 (os recomiendo ‘Incoherence’, donde ya demuestra su interés por temas sociopolíticos) Bong Joon-ho inició su carrera como cineasta de largometrajes en ‘Barking Dogs Never Bite’, película estrenada en el año 2000 que supuso el pistoletazo de salida de una filmografía realmente asombrosa. Su consagración llegaría con la extraordinaria ‘Memories of Murder’, thriller sobre un asesino en serie que supondría su primera colaboración con Song Kang-ho, actor fetiche del director surcoreano. A partir de entonces, Joon-ho encadenó películas de géneros variados, pero con un nexo común: el comentario sociopolítico. ‘The Host’, ‘Snowpiercer’ y ‘Okja’ nos hablan de clases, de la dualidad social, el capitalismo y el poder de las élites sobre el ciudadano de a pie a través de géneros como la fantasía o la ciencia ficción. ‘Mother’ es su esfuerzo más contenido, aunque posee ese componente social que suele estar presente en toda la filmografía del director. Ahora regresa con ‘Parásitos‘ a su país natal para una película más enfocada en su entorno

En definitiva, una filmografía diversa y envidiable que parece haber coronado con ‘Parásitos‘, película con la que ha hecho historia tras ganar la Palma de Oro en el Festival de Cannes, siendo el primer filme surcoreano que lo consigue. Crítica y público se han rendido ante ella, y todos parecen estar de acuerdo en que estamos ante la película del año. Bong Joon-ho es uno de mis directores favoritos, y he ido al cine como si de un evento se tratase. Las expectativas eran tan sumamente altas que me ha sido imposible desembarazarme del ruido externo. Si bien es cierto que he evitado reseñas y trailers de la película, es difícil entrar a la sala sin ideas preconcebidas, y creo que ningún filme merece tener una losa tan grande como el hype de esta película cuando asistimos al cine. Dicho esto, hablemos de ‘Parásitos’, uno de los fenómenos cinematográficos del año.

Parasitos, choque de clases

Durante su primera mitad, ‘Parásitos’ establece las bases del conflicto a partir de la presentación de ambas familias. Por un lado, la familia más humilde vive en una especie de sótano a través del cual pueden ver cómo la gente de a pie circula a la altura de sus ojos. Desde el primer plano de la película, Joon-ho quiere mostrarnos que la familia protagonista vive en un lugar sucio, rodeado de bichos y apenas llegan a fin de mes con el dinero que generan los cuatro. Les han cortado el teléfono por las deudas y roban el wifi de los vecinos. El director quiere en todo momento mostrar a esta familia desde una perspectiva visual que nos hable de su lugar actual en la pirámide social: abajo del todo. Además, juega muchísimo con la cámara a la hora de mostrarnos la distancia económica que separa a ambas familias. Hacia la mitad del filme hay una secuencia extensa en la que los personajes vuelven a su casa y siempre están bajando escaleras y pendientes, enfatizando la enorme distancia que existe entre la riqueza de la familia Park y la pobreza de la familia Kim. En el filme, mejorar el estatus social implica subir escalones y andar carreteras empinadas que llevan a una vida aparentemente mejor.

Por otra parte, Bong Joon-ho usa mucho el plano cenital y el travelling vertical para destacar nuevamente la posición de los personajes. En ‘Snowpiercer‘, Joon-ho utilizaba el travelling lateral para mostrarnos el camino que los personajes del vagón de cola realizaban de cara a alcanzar los vagones delanteros, aquellos en los que las élites se encuentran. Aquí, la casa de los Park está dividida en distintas secciones que ofrecen la misma oportunidad desde el plano vertical. Se trata de un juego visual constante y realmente inteligente, ya que a los personajes se les recuerda constantemente dónde pertenecen.

Creo que esta película es un complemento interesante (y prácticamente opuesto) a ‘Joker’, ya que ambas hablan en mayor o menor grado de la lucha entre ricos y pobres, las élites y los más desfavorecidos, aunque el filme de Todd Phillips lo hace desde la obviedad y el martillo pilón (y funciona estupendamente). Joon-ho proyecta esta lucha desde un prisma mucho más sutil e hilarante, con diálogos afilados y frases que se sienten naturales, pero poseen una carga sociopolítica importante, y funcionan como exposición del conflicto y de eventos que se desarrollarán a posteriori. No hay un paso en falso en este sentido.

Subvertir expectativas

La principal baza de ‘Parásitos’ es la evolución constante de la familia Kim y todo lo que la rodea. Cada nuevo elemento añadido produce un impacto en ellos y la forma que tienen de salir del apuro supone una tirita en una herida que se vuelve cada vez más profunda. Demuestran mucha inteligencia a la hora de intentar conseguir su objetivo, pero la película no para de poner obstáculos en su camino para llevarlos a puntos de no retorno. La familia Park es uno de esos obstáculos. Ellos llevan una vida de lujo, simple pero muy cómoda, y en todo momento requieren de otras personas para poder realizar sus labores diarias. Son dependientes de sus sirvientes, lo cual crea una contraposición de elementos muy interesante. Por un lado, vemos que la familia Kim necesita de la familia Park para salir de la pobreza, pero la familia Park necesita de la familia Kim para mantener su estatus e independencia económica. Son dos caras de una misma moneda, pero la visión de ambas familias es muy distinta. Bong Joon-ho nutre a la historia de muchas metáforas visuales que refuerzan esta situación tan irónica como incómoda.

Quizás, una de las pocas cosas que no han terminado de volarme la cabeza es la fuerza de la familia Park por sí misma, y no como complemento de la familia Kim. Entiendo lo que Joon-ho quiere hacer al perfilarlos de una manera tan elegante a la par que monótona y poco excitante. El problema es que, cuando el foco de atención se establece en ellos, la historia no posee el mismo interés ni el impacto que sí tiene el resto del metraje. Afortunadamente, son escenas aisladas que no rompen el ritmo necesariamente ni hieren de muerte a la película, porque funcionan más como retrato que refuerce las diferencias y siempre intenta sumar a un todo, aunque no siempre acierte de pleno. Además, considero que en futuros revisionados, cada escena podría servir un propósito mayor ya que, con conocimiento de causa, las piezas del puzzle se ven con mayor claridad.

He intentado en todo momento ser muy sutil en la forma de encarar la película porque hay ciertas sorpresas que no quiero desvelar, ya que es un filme que se presta mucho a ser visto sin conocer prácticamente nada de su trama. En este sentido, voy a pasar de puntillas por su tercer acto y simplemente diré que todo lo anteriormente construido explota en pantalla de maneras sorprendentes y consolidan la temática del propio filme. Creo que hay mucha coherencia, aunque puedo entender que a muchos espectadores les pille desprevenidos, pero debemos recordar que el cine surcoreano es especialmente diestro en la mezcla de géneros y tonos sin que chirríen ni generen rechazo. Lo único que echo en falta en ‘Parásitos’ es cierta fuerza emocional en la parte final para terminar de redondear la historia. Sus últimos minutos optan por un camino específico que no sé si funciona del todo, y me habría gustado tener sentimientos más viscerales tras dos horas de película realmente estimulantes y sobrecogedoras. Son pequeños detalles que no ensombrecen el visionado de la película, pero que están ahí y era mi deseo comentarlos para que entendáis por qué la película me parece brillante y digna de admirar, pero no me removió por dentro tanto como esperaba.

‘Parásitos‘ es una película precisa, preciosa de ver, con un guion sobresaliente y una dirección descomunal (de lo mejor que he visto estos años). Es fácilmente admirable porque todas las partes funcionan como un todo, desde el reparto coral donde todos están fantásticos (Song Kang-ho es uno de los mejores intérpretes del planeta) hasta el uso de los espacios para resaltar los temas de la historia. Sólo detalles menores y muy personales se me han quedado a medias y por ello no puedo ensalzarla utilizando adjetivos absolutos a diestro y siniestro, algo de lo que se abusa actualmente en reseñas y redes sociales. Me quedo con que he visto una de las mejores películas del año, Joon-ho se confirma como uno de los mejores cineastas del siglo XXI y deseo que esta cinta suponga una piedra de toque para futuros filmes surcoreanos, y su éxito permita que llegue a más cines de todo el mundo.

Tomado de: https://macguffin007.com

Tráiler del filme Parásitos, de Bong Joon-ho

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Manuel Pérez: Las tensiones de la pelota (I)

Manuel Pérez Paredes. Premio Nacional de Cine (2013) Foto David Ravelo rojo

Por Arturo Sotto

Mi primera inclinación práctica hacia el cine fue como proyeccionista. Me gustaba colarme en la cabina que tenía el cine-teatro de la Escuela Vocacional Lenin para aprender cómo se montaban las bobinas en los proyectores, seguir el hilo de la película por los cilindros de engranaje y observar el movimiento de la serpentina a la que se le iban formando bucles en su recorrido para evitar que se tensara y partiera. Debo confesar que esa primigenia vocación quedó trunca en muy poco tiempo, los temores a una posible rotura de la película en el instante del beso o la muerte del héroe (la maldición del proyeccionista), consiguieron extinguir el sueño mucho antes de hacerse pesadilla. No obstante, la pasión definitiva salió ilesa del conflicto y seguí entrando al cine cada vez que podía, aunque ya hubiese visto la película más de cuatro veces. Para entrar a la sala debía cruzar un portón que en su parte superior tenía escrito un pensamiento de obligada lectura: “De todas las artes el cine es, para nosotros, la más importante. Lenin”. Siempre pensé que el líder de la Revolución rusa se refería al cine como arte, a la socorrida frase que lo identifica como la séptima manifestación de las expresiones artísticas, la suma exquisita de todas ellas. Con el tiempo comprendí que para Lenin, como para muchos que vinieron después, la importancia del cine rebasaba los límites de mi ingenua apreciación. Este diálogo con Manuel Pérez Paredes intenta aproximarse a los procesos y los debates que han sacudido la historia de nuestra cinematográfica en los últimos sesenta años, una conversación que pretende ir cruzando, a saltos, las fronteras del coto donde se maridan el arte y la política.

Manolo, como te comenté antes, me gustaría conversar contigo como el colega que ha sido parte de un largo devenir en la historia del cine cubano. Tú has sido testigo de acontecimientos que marcan el desarrollo de nuestra cinematografía, y en esa medida el reto estará en ofrecer al lector un diálogo que resulte de interés y provocación para nuevas aproximaciones. Existen dos entrevistas previas que me han servido de referencia, la primera de ellas la concediste a Arturo Arango y fue publicada en La Gaceta de Cuba (n. 5, septiembre-octubre de 1997), y la segunda a Ambrosio Fornet en 2010, que por su extensión fue dividida en dos segmentos para ser publicados en los números 176 y 177-178 de Cine Cubano. Las menciono para convidar el acercamiento a estos textos que me sirvieron de fuentes y que para otros pueden valer como complemento de matices y alusiones en los que no voy a insistir. De muchos es conocida tu iniciación en el Cine Club Visión del barrio de Santos Suárez, una organización que actuaba culturalmente como frente único de la Juventud Socialista; así como tu ingreso, ya en medio de la revolución triunfante, en la Sección de Cine de la Dirección de Cultura del Ejército Rebelde. Sé que tu trabajo allí consistía en la exhibición de películas por los diferentes campamentos militares y en su posterior debate político, cultural, instructivo en toda la extensión de la palabra. En ese momento ya existe el ICAIC, pero todavía no cuenta con un presupuesto institucional, de manera que los primeros documentales de Titón (Tomás Gutiérrez Alea) y Julio García-Espinosa, Esta tierra nuestra y La vivienda, respectivamente, son producidos por esa sección, lo que la convertía en una entidad productora. Hago esta introducción para preguntarte si consideras que en algún momento la Sección de Cine del Ejército Rebelde se propuso consolidarse como un organismo productor de películas, más allá de su estricta vocación político-militar.

Hasta donde yo conozco, porque al insertarme en el ICAIC me desconecto de la institución y solo conservo las amistades, no creo que esas fueran las intenciones. Lo que empieza a gestarse allí es lo que después fue el Departamento de Instrucción del MINFAR, que con el tiempo, no puedo precisarte fecha, deviene en la Dirección Política de la Fuerzas Armadas, o sea del MINFAR. Te lo menciono porque en la Dirección de Cultura existía esa Sección de Cine, pero también surge Verde Olivo y otro movimiento relacionado con el teatro…

El inicio de lo que después fue el Conjunto Artístico de las FAR.

Seguramente. También estaba Manuel Duchesne Cuzán con la banda del ejército, a quien dieron el grado de capitán, y allí comenzó la alfabetización de los combatientes del Ejército Rebelde, te hablo de los analfabetos y de los que tenían un bajo nivel de instrucción. De todo ese proceso el jefe era Camilo Cienfuegos, pero también estaba la mano del Che. Recuerdo un recital de poemas que brindó Nicolás Guillén en la Cabaña, en enero o febrero de 1959, y que fue organizado por el Che. Esto llama la atención porque te das cuenta de que desde los primeros momentos se está pensando en la creación de una sensibilidad. Una de las primeras cosas que hace el Che cuando arriba a La Habana es visitar la sede de Nuestro Tiempo para ofrecer una conferencia. Te cuento todo esto para darte una idea de la atmósfera de la época en cuanto a las preocupaciones…

Y en medio de todo eso se está trabajando en la redacción de las leyes revolucionarias que se implementan en los primeros meses de la Revolución. Me refiero, a lo que algunos llaman “el gobierno paralelo” que se reunía en Tarará. De allí salió la ley de creación del ICAIC, la ley de Reforma Agraria…

Ese grupo tenía otro nombre que ahora no recuerdo, aunque ciertamente trabajaban de forma paralela al gobierno central; era un grupo de trabajo especial vinculado directamente a Fidel. Imagino que en esos encuentros se gestaron las relaciones entre el Che y Alfredo Guevara. Pero sin duda es significativo el surgimiento del ICAIC en medio de otras tantas prioridades, y hablamos de días de total efervescencia. La confiablidad en Alfredo y la rápida fundación del ICAIC son cosa notoria.

La pregunta inicial me surge a partir de una reflexión tuya que define el origen de la primera gran polémica de nuestro cine que rebasa el hecho artístico, me refiero a P.M. (Orlando Jiménez Leal-Sabás Cabrera Infante, 1961). En la entrevista con Ambrosio Fornet adviertes el conflicto de intereses, interno, que se origina en esa relación de cultura y poder durante los primeros años de la Revolución. La frase en cuestión dice: “era como si pudieran ir naciendo islas”. Y entiendo “islas” no solo como organismos productores de películas, sino también como centros de pensamiento cultural. Para decirlo en tus propias palabras: “Todos alzábamos la mano por la Revolución, pero en la cabeza de cada uno, la Revolución era algo diferente”.

Al paso del tiempo se complejizan las lecturas. En ocasiones leo cosas, escritas por los que han investigado, en las que no reconozco el pasado. El protagonista tiene el privilegio de haber vivido una época, pero al trascurrir de los años existe la posibilidad de que esa época se pueda ir modificando en su memoria. Por esa razón la mejor fuente sigue siendo el testimonio, que deja constancia, en el momento en que ocurren los acontecimientos. Porque cuando evocamos corremos el peligro de hacerle correcciones a la historia, voluntaria o involuntariamente. También sucede, con alguna frecuencia, que hay investigadores que van en busca del acontecimiento histórico con el propósito de confirmar una opinión ya creada, que han perdido la capacidad de asombro o que no la desean, se aproximan al pasado influidos por lecturas del presente sin percatarse de que los fenómenos de aquel tiempo eran muy contradictorios; las personas suelen tener varias capas, no son lineales en su proceder, lo hacen conflictivamente. Lo que caracteriza esos años son la conmoción, o la convulsión, y la velocidad o el atropello en que se vivió, y esto no solo afectó al hombre común, sino también al que tomó decisiones, que en ocasiones actuó por reflejo en medio de una coyuntura, respondiendo a otras acciones que lo obligaban a un rápido decidir sin tiempo para mayores reflexiones.

Recuerdo la mañana en que salimos del Cine Club Visión hacia la Universidad para apoyar la huelga general el primero de enero del 59. Alguien ordenó que la pancarta principal debía decir: “Todo el poder al Ejército Rebelde”. Yo fui uno de los que la cargué sin entender el significado o la magnitud de la frase, fíjate que no era el poder al 26 de Julio ni al futuro gobierno que debía crearse, era al Ejército Rebelde como aglutinador de todas las fuerzas revolucionarias. Esa decisión tan temprana es una muestra de lucidez política. Te cuento esto para que entiendas las posibles contradicciones que podían producirse y que algún sesudo avizoró precozmente. Y te cuento además una anécdota personal que puede ser ilustrativa: como tú sabes yo era el encargado de definir las películas que se proyectaban en los campamentos militares. Un día el gerente de Artistas Unidos (United Artists), una distribuidora de películas que yo visitaba regularmente, me cita a su oficina. Imagino que él sobredimensionaba mis posibles contactos con las altas esferas porque me dice que se está preparando una ley de cine, y con la ley la creación de un nuevo organismo, y que la persona que se está barajando para ocupar la presidencia de ese organismo es Alfredo Guevara, ¡y yo a ese hombre lo conozco bien porque estudiamos juntos en la Universidad, y ese hombre es comunista! “Hágame el favor de informarlo”, me dice, exaltado. Como ves, desde muy temprano algunos vivían atentos a lo que llamaban la penetración comunista en la dirección de la Revolución. Pero la verdad es que la política cultural que Alfredo diseñaba en su cabeza podía tener puntos de contacto con la visión del Partido Socialista Popular, pero no era exactamente igual a la que tenía Edith García Buchaca, que era dirigente de ese Partido y actuaba como secretaria general del Consejo Nacional de Cultura (CNC). Y la otra corriente que existía la comandaba Carlos Franqui desde el periódico Revolución. Esas tres maneras de pensar la cultura avanzaban juntas pero con sus diferencias, acompañadas de una dinámica que impone Fidel en la correlación de fuerzas hacia lo externo, por los constantes ataques que sufríamos, lo que provocaba todas esas discusiones y conflictos internos de hacia dónde íbamos.

En aquellos momentos podían crearse alianzas circunstanciales entre esas fuerzas porque la velocidad del proceso era vertiginosa, pero también era clave hacerse respetar y marcar los terrenos de autoridad e influencias. Estamos hablando de personalidades muy fuertes dentro de la Revolución, todas están por lo mismo, o así parece, pero quieren establecer fronteras de poder muy delimitadas. Mi opinión es que P.M. desencadena un conflicto dentro de un clima muy particular, ten en cuenta que en abril se ha producido el fracaso de la invasión de Playa Girón, el peligro de una intervención norteamericana es realmente posible, el primero de mayo del 61 se anuncia la nacionalización de la enseñanza, se acaban las escuelas privadas, especialmente las religiosas, lo que dispara la Operación Pedro Pan que ya había empezado en diciembre de 1960, y en medio de ese estado aparece P.M., que viene con todo el apoyo de Franqui y el grupo que se nuclea alrededor de Lunes de Revolución. Yo creo que fue inoportuno, para los planes de ellos en ese momento, lanzarse a retar al ICAIC exigiendo el reconocimiento y la proyección del documental en una de las salas de exhibición comercial. Ahora te lo puedo decir de una manera muy cómoda, pero esa confrontación se tenía que dar, estaba cantada, con P.M. o con cualquier otro pretexto. Las personalidades y la época se conjugaban, en mi criterio, para que el choque de trenes fuera inevitable.

Es que es muy difícil prever las consecuencias de un hecho artístico sin un propósito específico, digamos desestabilizador, o condicionarlo al devenir de circunstancias históricas que se desconoce hasta dónde pueden llegar, en particular el cine, que se planifica con tiempo de antelación, por mucho y que la obra parezca un divertimento. La propuesta formal de P.M. sigue la línea de los trabajos que comenzó Néstor Almendros en Nueva York y continuó en Cuba, sus experimentos con la luz y la cámara, como el documental Gente en la playa…

Pero es que el hecho se produce en un contexto político y militar muy complejo, y bajo el marco de la pregunta fundamental del momento: ¿cuál es el socialismo que se está creando y qué papel va a jugar cada uno, como corriente, dentro de ese proceso? Para Alfredo era determinante establecer la frontera de mando que a él le correspondía. Ya la película se había exhibido en la televisión, pero en los cines no, y eso era dominio del ICAIC, era su poder de decisión, y ese nivel de respeto había que dejarlo bien claro desde el primer momento para evitar equivocaciones. Franqui era una personalidad fuerte y con prestigio, dirigía el periódico Revolución y el Canal 2 de la televisión, y aspiraba a más. Lo que hace Alfredo es un ejercicio de poder dentro de una coyuntura que le es favorable. Entonces habría que contextualizar las razones de la prohibición, que hoy nos puede parecer un error, visto en la distancia, pero en aquel momento era consecuente. Ya el ICAIC comenzaba a centralizar la producción, la distribución y la exhibición como un sistema único de política cultural. La verdad es que no creo que fueran a nacer “islas”, siendo Alfredo el dirigente del organismo estatal cinematográfico.

Y las reacciones ante el hecho son diferentes. El PSP crea la alianza con Alfredo desde el CNC, donde estaba Edith García Buchaca, pero ese apoyo tiene matices. Días previos al encuentro en la Biblioteca Nacional, donde se originan las Palabras a los intelectuales, hay un debate en la Casa de las Américas, y recuerdo un momento determinado en que alguien está criticando la prohibición, manifestando su desacuerdo, cuando de repente truena la voz de Mirta Aguirre que dice “budapestismo”…

¿Dice qué?

“Budapestismo”, y en el lenguaje de la época la palabra “budapestismo” se asociaba a contrarrevolución, a los sucesos de Hungría en 1956 y al papel que algunos analistas, por aquellos años, le asignaban a sectores de la intelectualidad artística que consideraban instigadores. Eso te da una medida, me la dio a mí, entonces con veintiún años, de cómo se polemizaba en un contexto donde podía haber de todo menos inocencia. Para mí P.M. salió al ruedo como pulso de lucha y se convirtió en instrumento de confrontación.

Definitivamente hay películas que trascienden más por sus resonancias extrartísticas que por sus valores cinematográficos, y esto sigue ocurriendo hasta el día de hoy. Las lecturas políticas de las obras dictan su desarrollo posterior, dentro y fuera de Cuba, lo que contamina el discurso crítico que debe acompañarlas y las hace propensas a manipulaciones. Te mencionaba antes los trabajos de Néstor Almendros y las búsquedas formales de la época, que es lo que más me complace de P.M., para introducirnos en el lenguaje. Los realizadores de P.M. se aproximan a las experiencias del free cinema, en tanto el ICAIC apuesta por el neorrealismo. Hablo en sentido general, como tendencia dominante, no como dogma. Sin embargo, el neorrealismo ya está en decadencia a finales de los años 50. Hay algunas películas cubanas del primer lustro de los 60 que conservan ese espíritu cincuentero, sin mayor osadía de lenguaje, incluso en algunas se aprecian influencias del existencialismo en medio de esa convulsión que has descrito, personajes que no se ubican o entran en contradicción con la Revolución. ¿Crees que más allá de ciertas afiliaciones personales, la apuesta por el neorrealismo fue una decisión ideológica o estética?

No recuerdo textos o intervenciones que me permitan decir que hubo apuesta oficial por el neorrealismo, ni ideológica ni estética. Este había marcado, en los años 50, la formación espiritual y profesional de los fundadores del ICAIC y también, a otra escala, de unos cuantos de los que veníamos detrás. Pero me parece que en el 59 lo que nos quedaba del neorrealismo era una actitud a respetar ante el cine y su relación con la vida. Para entonces ya había concluido su evolución y expresaba señales de descenso. Pero aún en esa dirección, yo era de los que me conmovía y respetaba al Castellani de Dos centavos de esperanza…, todavía me resultaba mucho más auténtico, conmovedor e interesante que el grueso del cine que se exhibía en nuestras pantallas. El neorrealismo, para los fundadores del ICAIC, era esencialmente sus filmes clásicos, los que quedan hoy como fuente de inspiración, no como el modelo de un método de creación.

Es que la estructura de Historias de la Revolución (Tomás Gutiérrez Alea, 1960) ya había sido utilizada por el neorrealismo en Paisà (Roberto Rossellini, 1946).

Es cierto, y si vamos a la experiencia de Julio con el guion de Zavattini para El joven rebelde (1961) se puede subrayar la influencia, la huella que dejó tanto en Julio como en Titón, que eran nuestros maestros directos de entonces. Yo creo que fueron decisiones conectadas con sus historias personales y también con el momento que vivía Cuba. La idea de los tres cuentos en Historias de la Revolución es algo que le nace a Titón a partir de una investigación previa. Él habló mucho con oficiales y combatientes de fila del Ejército Rebelde en la búsqueda de hechos que pudieran ser narrados dramáticamente.

No obstante habría que revisar los folletos Documental (seis números) que se editaron en el ICAIC para contribuir a la formación del personal creativo en los primeros años. Esos documentos pueden dar una temperatura de la vida interna, de las tendencias, búsquedas y debates en torno a las corrientes cinematográficas más discutidas en aquellos momentos (free cinema, nueva ola francesa, neorrealismo italiano, cine polaco). Titón influía bastante sobre lo que se publicaba, en lo que pudo ser el destaque de una tendencia sobre otra. Pero hay un momento en que Alfredo interviene y discute internamente con él sobre este tema; algo que hasta donde recuerdo nunca llegó a la crispación, pero que al final, unido a otras divergencias de valoraciones y estilo de hacer las cosas, conducen a que Titón abandone la última tarea de dirección en la que participaba y se dedique esencialmente a la actividad creadora. Pero la verdad es que nunca dejó de ser un dirigente natural, histórico, influyente por su personalidad. Y le gustaba…

Siempre quiso participar en el diseño.

Sí, pero desde una posición más cómoda para él, no como Julio, que estaba metido en una oficina, a pie de obra. Titón fue la tercera pata del trípode en la que se sostenía ese diseño, donde Julio también sirvió como puente conciliador cuando había diferencias entre Alfredo y Titón. Pero pasando de las reflexiones teóricas sobre el neorrealismo a su influencia práctica, ya te dije que se trajo a Zavattini para trabajar en el guion de El joven rebelde, y a Otelo Martelli para dirigir la fotografía de los dos primeros cuentos de Historias de la Revolución (El herido y Rebeldes), aunque ya estaba bien lejos de ser el fotógrafo que acompañó a Roberto Rossellini en sus clásicos neorrealistas, quince años antes. El último cuento de la película (La batalla de Santa Clara) tuvo de director de fotografía al mexicano Sergio Véjar y eso, en mi criterio, le ayudó a conseguir el resultado de esa historia como puesta en escena. Pero también en aquellos primeros años aparece la nueva ola, en particular recuerdo Hiroshima mon amour (Alain Resnais, 1959), que tuvo un gran impacto entre nosotros. De todo este movimiento de tendencias que se confrontaban, con pasiones no excluyentes, las cabezas eran Alfredo, Titón y Julio, los demás, en diferentes niveles, éramos seguidores. Alfredo era quien marcaba los matices políticos como dirección general, Titón y Julio estaban más involucrados en el día a día con los creadores. Tú ves Asamblea general (Tomás Gutiérrez Alea, 1960) y es evidente la influencia del free cinema como un momento en la formación de Titón. Se debe agregar al debate de tendencias el arribo del cine polaco de aquel entonces (Wajda, Munk, Kavalerovich), que también fue importante.

Vale recordar que la política formadora del ICAIC, con respecto a los creadores, estuvo determinada por un aprendizaje sobre la marcha, sin abandonar el país. El criterio de Alfredo era que no podíamos perdernos la experiencia de vivir esos primeros años de la Revolución, irrepetibles en toda la extensión de la palabra. Eso contribuyó a que unos cuantos hiciéramos del proyecto revolucionario y el proyecto personal una misma cosa. También hay que tener presente, en términos de valores formativos, la cantidad de cineastas de diversas perspectivas estéticas e ideológicas que durante esa etapa vinieron a trabajar o a tener contacto como visitantes (Karmen, Ivens, Chris Marker, Agnès Varda, Jiri Weiss, Tony Richardson, Richard Brooks, Andrzej Wajda y otros).

No obstante todo lo que me cuentas, apenas dos años y medio después del encuentro en la Biblioteca Nacional, donde Fidel pronuncia las Palabras a los intelectuales como colofón del evento surgido con P.M., se origina una nueva polémica, esta vez entre Blas Roca y Alfredo Guevara, un enfrentamiento que también está vinculado a la política de exhibición del ICAIC. En el diálogo con Ambrosio Fornet abordan con mucha profundidad las circunstancias en que se produce el careo. Se valora el escenario múltiple, desde la situación política internacional hasta la influencia de una fatalidad atmosférica como fue el paso del ciclón Flora y las consecuencias que dejó para el país, incluida la pérdida de numerosas vidas humanas. Coinciden en el tiempo los ecos del evento ciclónico con la proyección de La dolce vita (Federico Fellini, 1960). Pero todos sabemos que los detonantes no son más que el estallido de una conjura que se viene gestando con antelación. En una carta de Alfredo a Fidel, el 28 de octubre de 1963, le informa la publicación, por Ediciones ICAIC, del volumen Historia del surrealismo, de Maurice Nadeau, al tiempo que le advierte que no por ello el ICAIC se convierte en surrealista. Quizá su olfato político lo alertaba sobre la amenaza de fuerzas que conspiraban contra el diseño de una estrategia cultural diversa, descolonizadora, estimulante para el debate. Cuando te has referido al calor de estas confrontaciones cuentas que “las partes no conversaban ni discutían chupando chambelonas”. La imagen es muy ilustrativa porque, aunque se insiste en el diálogo entre revolucionarios, estas discusiones nunca han sido dulces, más bien existe la posibilidad de que alguien salga muy amargado del encuentro. ¿Cómo sientes que repercutió esta nueva polémica en el debate interno del ICAIC, en la obra de los creadores que admiran La dolce vita, Accatone (Pier Paolo Pasolini, 1961) o El ángel exterminador (Luis Buñuel, 1962), que son otras de las películas cuestionadas? Recordemos que todavía en ese momento no se ha producido el éxodo de un grupo de directores del ICAIC (Fernando Villaverde, Eduardo Manet, Roberto Fandiño, Fausto Canel, Alberto Roldán, José Antonio Jorge).

Aunque en términos de tiempo son dos años y medio entre un evento y otro, en mi memoria tengo la sensación de que el tiempo es mayor, han pasado tantas cosas en el país en ese corto período…, ya no somos los mismos, se han cristalizado ideas.

En marzo del 62 se produce la crítica de Fidel al sectarismo de Aníbal Escalante, corriente que intentó apropiarse de estructuras de poder y hubo que desmontar. Cercano a esas fechas, poco tiempo después, se produce un evento de desestabilización política en Cárdenas que no aparece en la prensa. Nos enteramos porque los periódicos informan sobre un acto público en esa ciudad, con desfile de milicianos, que cierra Dorticós con un discurso de enérgica reafirmación revolucionaria. Entonces nos preguntamos en el ICAIC: ¿qué coño pasó en Cárdenas?, al punto que decidimos redactar una carta que expresaba nuestra preocupación por el silencio informativo. Estoy seguro de que ninguna otra institución se ocupó del hecho. Alfredo no firmó la carta, no le correspondía por su responsabilidad, pero estaba de acuerdo con hacer llegar la inquietud. Formamos una comisión y se la llevamos a Ernesto Vera, que era el presidente del Colegio de Periodistas, me parece que todavía no existía la UPEC. Creo que Vera se sorprendió con nuestra “ingenuidad política” y nos recibió como si fuéramos cosmonautas; para él aquello respondía a la lógica informativa de los tiempos de guerra. En mayo o junio se crea la Junta Nacional de Abastecimiento, nace la libreta, y en octubre ocurre la crisis de los misiles y con ella el diferendo con los soviéticos.

Y esa repercusión en la que indagas, con todo lo que he intentado resumirte a golpe de memoria rápida, tiene respuestas diferentes porque entramos en el zoo humano que componía el ICAIC de aquel entonces, que era muy diverso en su unidad. Entre nosotros existían diferencias de edad, de experiencias humanas y políticas, de modo que las cosas se procesaban en función del nivel de compromiso o no, y de un sentido de pertenencia que va a fortalecerse o resquebrajarse a mediados de los 60. Comienza entonces, entre el 65 y el 70, el éxodo de unos cuantos integrantes del personal creador, trámite que Alfredo facilita, siempre con la posibilidad de regresar porque el propósito de las salidas era tomar distancia, tal vez “unas pequeñas vacaciones”. Néstor Almendros para esa época ya se había ido, lo hizo muy pronto, en el 61, su ruptura fue más radical.

Regreso al contexto previo a la polémica Alfredo-Blas. Entre el 62 y el 63 se incrementa la presencia de cine europeo occidental en la estrategia de exhibición del ICAIC; el cine norteamericano, o distribuido internacionalmente por ellos, era imposible exhibirlo a causa del bloqueo en aquellos años. Después se encontraron “soluciones” para obtener copias de algunos de sus filmes más importantes. Para Alfredo, diversificar al máximo posible el cine que se veía, teniendo como límites los recursos económicos de que disponía el ICAIC, era la forma de descolonizar las pantallas. El objetivo mayor era la formación cultural de nuestro público cinematográfico, un propósito enunciado en la Ley 169 que creó el ICAIC el 24 de marzo del 1959. Pero en marzo del 63 Nikita Jruschov lanza un virulento y sorpresivo ataque contra el arte abstracto, contra la película Tengo veinte años (Marlen Jutsiev), y contra otras obras poéticas y literarias soviéticas; una acometida muy fuerte contra escritores, poetas, artistas plásticos y cineastas, lo que se interpretó, tanto en la URSS como internacionalmente, como un retroceso lamentable, un endurecimiento de la lucha ideológica en el terreno de las expresiones artísticas en nombre de la defensa de las ideas socialistas, pero a un nivel muy pedestre. Este hecho, y sus repercusiones en todo el mundo, fueron reflejados en la prensa cubana, en particular los periódicos Hoy y Revolución, desde posiciones contradictorias, entre la comprensión del primero y la inquietud del segundo.

Carlos Fuentes escribe desde México un artículo sobre el tema, obviamente con espíritu crítico, que es publicado de forma interna en el ICAIC para el personal de creación artística. Entre una cosa y otra, la cronología exacta no la puedo precisar pero el clima que lo favorece sí, ocurre un debate entre cineastas del ICAIC y Mirta Aguirre, junto a representantes de la Escuela de Letras de la Universidad de La Habana. Por el lado nuestro estuvieron Titón, Julio, Jorge Fraga y José Massip, como los más cabezones en el intercambio de las discrepancias, tal vez olvide a otros…

Deberíamos hacer una relectura crítica de la revista Cine Cubano en función de todo lo que me cuentas, para entender un texto de Alfredo titulado “Algunas cuestiones de principio”, que forma parte de un ensayo mayor que nombró “El cine cubano 1963”.

Es que también por esa época la revista Cuba Socialista publica algunos artículos y reseñas sobre el realismo socialista y su vigencia. La sección de cultura de la revista era atendida por Mirta Aguirre. Pero incluso recuerdo más de aquellos meses…, se publica un folleto de Gaspar García Galló titulado Nuestra moral socialista, donde criticaba particularmente la canción de Ela O’Farrill “Adiós felicidad”. Ese folleto lo tuve y lo perdí, pero donde quiera que exista debería conservarse y estudiarse, a la luz que ofrece la distancia en el tiempo, para tratar de sacar lecciones con referencias de actualidad.

A finales de abril Fidel viaja a la Unión Soviética cumpliendo una invitación de Nikita. Es un momento muy complicado en las fraternas relaciones entre ambos países, hay que incorporar a la agenda la experiencia de la reciente crisis de los misiles de octubre de 1962 y del diferendo que provocó su solución.

Te hago este repaso para advertir el clima en que se origina la polémica con Alfredo, en diciembre de 1963, a partir del criterio que tenía Blas sobre el realismo socialista, seguido de una crítica a la política de exhibición del ICAIC, en virtud de su contribución al desarrollo de la juventud dentro del concepto de moral socialista que apuntaba Galló. El intercambio se desata cuando Blas, entonces dirigente nacional del Partido Unido de la Revolución Socialista (PURS) y director del periódico Hoy, publica en la sección “Aclaraciones”, de la cual era redactor, una serie de criterios sobre la exhibición de cine en Cuba. La motivación surge por una carta que le envían “algunos representantes del pueblo” cuestionando el alcance que podrían tener las películas que has mencionado y alguna otra más. Alfredo responde de manera inmediata, la carta se reproduce en la misma sección y a partir de ahí se inicia el polémico intercambio.

Lo que me llamó la atención ayer, y en lo que sigo pensando hoy, es por qué esa discusión se ventiló en la prensa, por qué se dejó correr, cuál fue el criterio para extender y mantener el debate en la esfera pública cuando esos procedimientos no eran, ni son, lo habitual entre nosotros, tratándose de dos dirigentes con responsabilidades nacionales. Ese tipo de careo se podía dar, y se dio, en revistas especializadas como Cuba Socialista y algunas otras, pero eran debates vinculados a la mejor manera de enseñar el marxismo o los caminos a seguir en la economía socialista. La polémica se detuvo cuando las discrepancias fueron subiendo de tono y llegaron a un nivel de aspereza muy fuertes, tanto en lo político como en lo personal.

Ahora, más de medio siglo después, pude hacer una conexión que me resulta sorprendente. Me refiero al hallazgo, hecho por Iván Giroud, de varias decenas de críticas de cine que Alfredo escribió para Hoy, entre mediados de abril y julio de 1953, siendo militante del PSP, cuando el periódico era dirigido por Aníbal Escalante. Críticas que puedo calificar de “ortodoxas” –en cuanto a su visión de la interrelación arte-cine-sociedad-política–, muy distante de pensamiento del Alfredo que conocí en 1959. La última de estas críticas se publica el mismísimo 26 de julio de 1953 con el título de “Libertad o muerte” (Man on a Tightrope), una crítica feroz a una película de Elia Kazan, del mismo nombre, que es marcadamente anticomunista. Después del asalto al Moncada la dictadura cierra el periódico y Alfredo prosigue su labor como crítico cinematográfico, ocasionalmente, en la revista de la Sociedad Nuestro Tiempo. Pero es en el trascurso de esos años, donde ocurren muchas cosas en el mundo y en particular en el campo socialista, cuando Alfredo vive experiencias como militante del PSP que lo obligan a realizar importantes reconsideraciones acerca de la militancia en un partido marxista-leninista, sobre lo que debe ser el socialismo y el papel que desempeña la cultura artística en todo ese proceso. Estos temas yo los abordo en el prólogo del libro Alfredo Guevara en el ejercicio de la crítica, publicado por la Casa del Festival, donde hago un recuento de su experiencia en Praga y Europa, como integrante del Secretariado de la Unión Internacional de Estudiantes (UIE) a principios de la década del 50, así como de lo acontecido en la Unión Soviética y los países socialistas después de la muerte de Stalin, el XX Congreso del PCUS en febrero de 1956, y los “sucesos” de Hungría en octubre de ese mismo año; pasando por la valoración de estos acontecimientos en el núcleo del PSP de Nuestro Tiempo y las discusiones internas que allí se dieron. Se dice rápido pero fueron eventos que lo condujeron a cambios importantes en su manera de ver la vida del militante en su relación con el socialismo, la cultura y la revolución. Por eso el hallazgo de esas críticas me dejó la convicción de que, además de debatir con Blas, Alfredo se pasaba la cuenta a sí mismo por el pensamiento de aquellos años, textos que nunca recordó pero que tampoco olvidó. Y por supuesto que en ese debate el periódico Revolución y Carlos Franqui estuvieron del lado de Alfredo.

El título de esa última crítica, en la fecha que se publica, podríamos asociarlo a lo que hemos acostumbrado a llamar “el azar concurrente”. Te pregunté antes sobre los niveles de influencia de una polémica dentro de un movimiento artístico o una obra determinada, porque aunque se suele englobar los años 60 como un período prodigioso, las películas más celebradas se ubican en las postrimerías de la década, un momento en que esos directores han ido labrando su propio camino, el encuentro con formas de decir que les son más propias, una madurez que es el resultado de búsquedas y encuentros, de éxitos y fracasos. Son obras de marcado acento nacional pero sin dejar de percibirse las influencias del cine internacional. Sin embargo, alguna de estas películas, como es el caso de Memorias del subdesarrollo (Tomás Gutiérrez Alea, 1968), tampoco es asimilada en toda su dimensión, sufre incomprensiones y ataques que no solo se limitan al ámbito nacional, también tropieza con corrientes ortodoxas más allá de nuestras fronteras que claman por un tipo de cine más apegado a lo que se entiende por cultura socialista. ¿Cómo valoras ese crecimiento artístico de nuestro cine, y en qué coyuntura nos encontramos en 1968 para seguir potenciando esos resultados? Ubico el año 68 por tratarse de un momento de cambio para el país en diversos órdenes.

Creo que efectivamente en ese segundo lustro se concentran los mejores resultados. Es cierto que Titón quedó inconforme con Cumbite (1964), aunque ya hubiera cosechado éxitos con Las doce sillas (1963) y después con La muerte de un burócrata (1966), que lo colocan como un realizador de talla internacional; Humberto Solás realiza Manuela (1966), muy llamativa como ópera prima, y Manuel Octavio Gómez ya contaba con La salación (1965) y Tulipa, que la hizo en el 67. Pero es, sin duda, un momento mágico cuando salen Memorias…, Lucía (1968) y La primera carga al machete (1969). En el caso de Humberto, por su juventud, el resultado es impresionante. Santiago Álvarez desde el 65 está realizando una obra sólida con documentales de gran resonancia, y Aventuras de Juan Quin Quin (1967) es también un encuentro logrado con esa búsqueda de renovación del lenguaje que caracterizará la obra práctica y teórica de Julio. Quizás Alberto Roldán con La ausencia (1968) apuntaba hacia planos mayores, pero comienza ese éxodo del que hablamos hace un rato, que en algunos casos pasó por el desgarramiento. En otra medida podemos señalar los documentales de Nicolasito Guillén Landrián, que son muy significativos.

En el caso de Memorias…, he contado en otras ocasiones mis recuerdos de entonces, de la situación en que se encontraban Cuba, y el mundo, en el momento de su lanzamiento. La valoración, en sentido general, fue buena, muy buena, pero sin reconocerle sus valores de excepción, de clásico, que adquirió progresivamente, en particular cuando fue redescubierta en los Estados Unidos, a principios de de los 70, por la crítica especializada y el público de vanguardia.

1968 fue el año de La hora de los hornos, de Solanas y Getino, no el de las Memorias del subdesarrollo, de Tomás Gutiérrez Alea. El mundo era otro por las urgencias sociales y políticas que se vivían, cosa que incidió en la recepción del espectador. Recordemos las guerrillas en América Latina, el recrudecimiento de la lucha de los negros por sus derechos civiles en los Estados Unidos, la escalada de la guerra de Vietnam, el asesinato de Martin Luther King y Robert Kennedy, el lanzamiento mundial del Diario del Che en Bolivia, el mayo francés que se extendió a buena parte de Europa Occidental por la fuerza del movimiento juvenil en Italia y Alemania, que nos llega hasta el Tlatelolco de México con la masacre de estudiantes pocos días antes de empezar las Olimpiadas en ese país. Tengo la impresión, si mi memoria no me engaña, que todo esto limitaba, en su inmediatez, la comunicación con la riqueza reflexiva que traía Memorias… En el momento de su aparición, para decírtelo de la manera más simple posible, el mundo no estaba para ella. No se veía con buenos ojos o mayor profundidad, en medio de tanta convulsión, la actitud de ese protagonista pasivo que cuestiona la realidad desde la distancia, sin compromiso. Es en Checoslovaquia, en las últimas semanas de la llamada Primavera de Praga, en el mes de julio, donde recibe tres reconocimientos importantes en el Festival de Karlovy Vary.

Hace poco estuve releyendo el número de Pensamiento Crítico dedicado al ICAIC, de mediados de 1970. Aparece una crítica de la película escrita por Fernando Pérez –que, por cierto, fue bueno en ese frente cuando lo ejerció– y advertí que no tenía una mirada a fondo, apasionada, del alcance de la película, aunque la valora como muy buena.

Si la revisa hoy estoy seguro de que pensaría otras cosas, quizá se pasaría la cuenta, como Alfredo…

Es que me hubiera sucedido a mí también, porque esa dimensión de Memorias… se la da el añejamiento, el tiempo la hizo crecer. Pero te repito que ese fue el tono de las críticas de la época, la obra del ICAIC era tan militante que no había mayor espacio para el cuestionamiento. Lo que seguía en la mirilla de nuestros adversarios era la política de exhibición, lo que desencadenó Blas en el 63 se retoma en el 71.

Y ahí vamos…

Esta entrevista forma parte del libro Conversaciones al lado de Cinecittá, de Arturo Sotto (edición ampliada) Ediciones ICAIC, 2018.

Tomado de la revista La Gaceta de Cuba No 4 julio/agosto de 2018: http://www.uneac.org.cu 

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Comportarse como adultos, de Costa Gavras (+tráiler)

Cartel del filme Comportarse como adultos, de Costa-Gavras

Por José Antonio Pérez Guevara

“La política es la economía, la economía es la tragedia”.

Sin ningún género de dudas, el cineasta Costa-Gavras (Loutra-Iraias, Grecia, 1933) ha construido su cinematografía a la sazón de los acontecimientos políticos de su tiempo, convirtiéndose en un analista y cronista preciso y detallista de toda la complejidad política que ha asaltado el siglo XX. Cine comprometido, cine político, cine de resistencia, entre las que destacan, en una filmografía que abarca la veintena de títulos, Z (1969) en la que se detuvo en el alzamiento de los coroneles griegos, en La confesión (1970) indagó sobre las purgas estalinistas en Checoslovaquia, en Estado de sitio (1973) se adentró en la dictadura uruguaya como reflejo a la represión iberoamericana, en Missing (1982) se sumergía en los desaparecidos de la dictadura de Chile, en El sendero de la traición (1988) se adentraba en el Klu Klux Klan en EE.UU., en La caja de música (1989) nos hablaba de los nazis ocultos en los Estados Unidos y cómo se los ajusticiaba. En el nuevo siglo ha indagado en Amén (2002) en las relaciones de la iglesia con los nazis, en la inmigración ilegal a Europa en Edén al oeste (2009) y su inquieta mirada a la crisis europea y los temas laborales desde puntos de vista diferentes desde Arcadia (2005) las argucias criminales de un candidato a un puesto de trabajo, y en El capital (2012) el arribismo de un genio de las finanzas.

En Comportarse como adultos, el cineasta griego-francés centra su mirada en un período muy cercano y crucial para el devenir de la crisis económica de la Unión Europea, como es el caso griego, profundizando en los cinco meses y doce días que Yanis Varoufakis fue ministro de economía griego y sus múltiples reuniones para negociar la terrible e ingesta deuda acumulada de los gobiernos griegos anteriores con el beneplácito de los bancos alemanes y franceses con el fin de engordar de forma abusiva sus arcas. La película recoge esos acontecimientos desde el 27 de enero de 2015 hasta el 6 de julio de 2015, cuando el ministro dimitió después del “Sí” del referéndum del pueblo griego que rechazaba someterse al Eurogrupo. Costa Gavras adapta el libro “Adults in the room : My Battle with Europe’s Deep Establishment” del propio Varoufakis en el recoge toda su experiencia como ministro y sus relaciones con el Eurogrupo y la Troika ( en el que tres organismos como la Comisión europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional) en nombre de los ministros de finanzas del Eurogrupo defienden los intereses partidistas de la Unión, o lo que es lo mismo, defienden la economía de los bancos alemanes y franceses.

El cineasta griego-francés, a modo de road movie o gira, claustrofóbica y catastrófica, como si se tratase de una película de terror,  sigue incesante el devenir de Varoufakis, desde el incondicional apoyo de Alexis Tsipras, su primer ministro, con la victoria en las elecciones de Syriza, en la que el pueblo griego apoyaba al partido de izquierdas para salir de la tremenda crisis económica, y luego, la soledad y el aislamiento que el Eurogrupo sometió a Grecia con unas condiciones inhumanas que aún acrecentaban la crisis y llevaba al pueblo a una situación de crisis humanitaria. Como en la guerra de David y Goliat, Varouvakis ve como todas sus propuestas para devolver la deuda chocan contra el muro infranqueable de los señores de negro con traje que solo utilizan a Europa para hacer crecer sus economías a costa de los gobiernos más desfavorecidos. Costa-Gavras no construye una película partidista, no hay buenos ni malos, sino consecuencias y hombres que actúan según sus convicciones personales y europeas, sino que relata unos hechos verídicos, profundamente documentados y analizados, para conseguir un relato lleno de múltiples capas y compleja, en la que un hombre se sentirá solo en el momento que más necesita estar apoyado. La película abre en canal las argucias y la dictadura económica que impone Alemania, con el impertérrito y recto Wolfgang Schäuble, ministro económico alemán, así como Francia, y los tipos de la Troika, una panda de seres sin escrúpulos que obedecen los intereses bancarios sin considerar las necesidades humanas y mucho menos las necesidades de cada país y sus deudas contraídas.

El ascenso y la caída de Varoufakis, o podríamos decir a su renuncia a seguir siendo ministro griego, viéndose traicionado por su primer ministro sometiéndose a las exigencias terroríficas del Eurogrupo, y dejando a su pueblo a merced de los intereses europeos y no de su pueblo. Gavras vuelve a profundizar con brillantez y cercanía en las entrañas del poder, del mecanismo inhumano instalado en los gobiernos, y en el fracaso de Europa como organismo de pueblos unidos, mostrándolo como un mero organismo económico donde unos pocos dictan las normas del club y pobre de aquel que no llegue a las cuotas exigidas, porque resultarán implacables con él, degollándolo y dejándolo en la ruina, tanto moral como física, quizás Varoufakis sea de los pocos políticos que todavía quedaban, teniendo muy claro que el pueblo no podía someterse a los designios del orden económico mundial, olvidándose de las verdaderas necesidades humanas de la gente. La película se convierte en un análisis feroz y brutal sobre el funcionamiento de Europa, sobre toda su mentira.

La detallista y natural formato que tiene la película es obra de la gran cinematografía de Yorgos Arvanitis (especialista en la materia con más del centenar de títulos con nombres tan importantes como Angelopoulos, Schlöndorff, Wiseman, Dardenne, Ferreri o Bellochio, entre muchos otros) o la música de un grande como Alexandre Desplat, bien interpretada por actores griegos desconocidos para el gran público, peor convincentes y profundos como Christos Loulis como Varoufakis, Alexandros Bourdoumis como Tsipras, o un viejo conocido Ulrich Turkur dando vida al implacable Wolfgang Schäuble.  Costa-Gavras vuelve a deleitarnos a construir una película grandísima sobre la política, los gobiernos y el desbarajuste instalado en la economía mundial, y sobre todo, nos hace una profundísima reflexión, como es habitual en su cine, de los alejadísimos que están los gobernantes de las necesidades de la gente, triste pero real, y sin visos de cambio. La película impone un ritmo endiablado y frenético, de idas y venidas, de reuniones y (des) encuentros entre Varoufakis con el Eurogrupo, entre viajes de avión, coches oficiales, edificios de alto standing y más y más diálogos, discusiones y bla, bla y bla para llegar a ningún lugar, a ese mismo punto del principio, donde tú obedeces, traicionando a tu pueblo, y sobre todo, sigues bailando al son inhumano que marca Europa, o esos tipejos que utilizan Europa para seguir recaudando “Money”. Una tristeza. Una tragedia.

Tomado de: https://242peliculasdespues.com

Tráiler del filme Comportarse como adultos, de Costa-Gavras

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Desafíos de la Historia ante la crisis cultural contemporánea (+tráiler)

Cartel del filme Chicago boys, de Carola Fuentes y Rafael Valdeavellano

Por Ernesto Limia Díaz

Friedrich von Hayek llegó al Hôtel du Parc de Mont-Pèlerin, Suiza, en abril de 1947. Tenía un propósito: levantar el estandarte neoliberal. A sus 48 años era doctor en Leyes y Ciencias Políticas, y formó parte del núcleo intelectual que hizo causa común con las fuerzas clericales fascistas de Austria, que derrotaron la República en 1934. Durante la década de 1930 había cruzado lanzas en Londres contra John Maynard Keynes, quien desde Cambridge sentaba las bases teóricas de un Estado de bienestar para el capitalismo en Europa. Concluida la II Guerra Mundial, las ideas de Keynes se abrían paso.

Hayek llevó a Mont-Pèlerin su libro Camino de servidumbre, fundamento de la doctrina neoliberal: “Fue la sumisión de los hombres a las fuerzas impersonales del mercado lo que en el pasado hizo posible el desarrollo de una civilización que de otra forma no se habría alcanzado” —sentenció en el texto (Hayek, 2007: 103). En el balneario lo esperaban otros 35 economistas, historiadores, filósofos, periodistas y empresarios de Austria, Alemania, Gran Bretaña y Estados Unidos— la mitad de ellos procedentes de este último país. La Fundación Rockefeller y banqueros suizos corrían con todos los gastos de la reunión. Desde la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chicago había viajado una estrella académica en pleno ascenso: Milton Friedman, matemático brillante y hábil orador.

La Sociedad de Mont-Pèlerin, pactada en el encuentro, puso en claro que el neoliberalismo no era una corriente de política económica, ni se reducía a un simple programa de gobierno. Era una manera de concebir el mundo desde la preponderancia del individualismo extremo, con un marco de actuación social desregulado; una concepción ideológica que implicaba un ideal de sociedad con cánones políticos, económicos, jurídicos y educacionales enraizados en los fundamentos del liberalismo económico neoclásico, que emergió en la segunda mitad del siglo xix para enfrentar los postulados de Adam Smith, David Ricardo y Carlos Marx —en especial los planteamientos de Marx—, aunque sostenían con Smith que la mano invisible del mercado constituye el mecanismo idóneo para movilizar los instintos más profundos del ser humano en pro del bien común.

Tres años más tarde, Hayek se unió a Friedman en Chicago para convertir a esa universidad en el centro de la articulación de un movimiento académico universal antiestatista: “…éramos guerreros que combatíamos con la mayor parte del resto del gremio” —declaró Gary Becker, Premio Nobel de Economía en 1992 (Klein, 2009: 65).

La Conferencia de Bandung celebrada en Indonesia, en 1955, con 29 mandatarios de Asia y África, disparó la alarma del capital transnacional. Por primera vez se reunían al margen de sus antiguas metrópolis, para discutir sobre asuntos políticos y económicos de interés común. Del otro lado del mundo, los resultados de las políticas desarrollistas en Argentina, Uruguay y Chile convertían a Latinoamérica en un peligroso símbolo para las naciones pobres.

La Universidad de Chicago alertó de la amenaza y la Usaid le entregó dinero para formar líderes económicos entre jóvenes de clase media y alta de Chile, nación que producía el mejor cobre del mundo y tenía un movimiento de izquierda que ganaba influencia en su panorama político. La primera graduación regresó hechizada por las teorías de Friedman y se les empezó a llamar los “Chicago Boys”. Varios de ellos inauguraron la Facultad de Economía de la Universidad Católica con el mismo programa y los mismos textos en inglés que en Illinois.

Hacia 1965 Estados Unidos decidió extender el Proyecto Chile hacia el resto de América Latina. La Fundación Ford concedió dinero para crear un centro adscripto a la Universidad de Chicago, que titularía a 50 jóvenes cada año —un tercio del total de los estudiantes de la carrera de Economía—, con prioridad de matrícula para México, Brasil y Argentina. En paralelo, con fondos de la Usaid, la Escuela de Chicago abría franquicias en universidades de Argentina y Colombia, y los “Chicago Boys” chilenos impartían conferencias en el Cono Sur.

Tras el golpe de Estado orquestado por la Administración Nixon contra el gobierno socialista de Salvador Allende, el 11 de septiembre de 1973, Augusto Pinochet alimentó con la sangre de miles de chilenos asesinados y torturados las medidas que ponían en práctica los dictados de Milton Friedman en Capitalismo y libertad —el manual del neoliberalismo. Como las cosas no salieron bien en un primer momento, Friedman viajó a Santiago de Chile para incorporarse como asesor al equipo de Pinochet.

Los espacios de concertación multilateral del Tercer Mundo se constituyeron en una amenaza a la acelerada transnacionalización del capital. Los círculos financieros de poder necesitaban fabricar símbolos y codificarlos para atraer la atención de los circuitos académicos: Hayek recibió el Premio Nobel de Economía —sufragado por el Banco de Suecia y evidente favorecedor de la Escuela de Chicago— en 1974; a Friedman le tocó en 1976.

Con el arribo de varias dictaduras militares al poder, el neoliberalismo se extendió a todo el Cono Sur —bajo el amparo de la operación Cóndor, que, con supervisión de la CIA, desapareció a decenas de miles de jóvenes con ideas de izquierda.

Ronald Reagan llegó al Despacho Oval con Capitalismo y libertad bajo el brazo, en 1980. Su alianza con Margaret Thatcher, quien desde hacía un año aplicaba recetas neoliberales en Gran Bretaña, acabó de sepultar la idea del Estado de bienestar preconizada por Keynes. “Quiero que piensen en un sistema de escuelas donde las enseñanzas humanistas estén completamente vedadas […]” —predicó desde la televisión, en 1986, Pat Robertson, ministro de la Convención Bautista del Sur y magnate de los medios de comunicación (Eco, 2016: 289).

Fue un llamado, que en el presente ha cobrado nueva fuerza, a abandonar la cultura humanista con que se dotó la burguesía en el Renacimiento para barrer los dogmas feudales. Esta doctrina se propagó con particular virulencia entre los países del Pacto de Varsovia tras el derrumbe del socialismo en Europa del Este y la desintegración de la URSS —dada su incapacidad de responder a las exigencias de la Historia. El paquete de medidas para la terapia de choque en Rusia fue diseñado por Yegor T. Gaidar, doctor en Ciencias Económicas de la Universidad de Lomonósov, quien, como redactor jefe de la sección económica de la revista Kommunist —medio oficial del Comité Central del PCUS— promovió las ideas de Hayek y de Friedman entre 1987 y 1990, en plena Perestroika.

Con el fin de la confrontación Este-Oeste en los términos de la Guerra Fría, llegó el delirio y, desde el Departamento de Estado norteamericano, Francis Fukuyama anunció el fin de la Historia. La evolución ideológica del mundo parecía culminar en la universalización de la democracia occidental, una democracia burguesa presidencialista capaz de promover a un representante de la plutocracia, como en Estados Unidos. Vencido el socialismo que se llamó a sí mismo real, no existía ninguna alternativa de modelo de desarrollo viable que prometiera mejores resultados —pregonó Fukuyama. La élite transnacional que concentró el capital y el poder económico tras controlar la tecnología, la información y los servicios, convertía la Tierra en una fábrica global. Desde Europa del Este hasta América Latina los Estados, las economías y los procesos políticos se integraban bajo su égida. Esa élite no quería intervención estatal: ¡había llegado la era del neoliberalismo!

Al decretarse la muerte de las ideologías, se produjo una parálisis de los movimientos revolucionarios. El pesimismo se apoderó de la izquierda, empujada a comulgar con la globalización neoliberal. Parecía no haber vuelta atrás. Palabras como “dignidad” y “soberanía” se presentaron como objetos anacrónicos y otras como “derechos humanos”, “democracia” y “libertad” se prostituyeron. Entró en crisis la apoteosis de la razón —inaugurada por la Ilustración en el siglo xviii. Las terapias de choque se pusieron de moda. Eran una exigencia del FMI, el Banco Mundial y las instituciones crediticias para conceder préstamos. Los gobiernos manejaban la economía como los conductores de un tren descarrillado, sin saber hasta dónde llegarían ni cómo terminaría todo; mientras, se acentuaba la crisis de la moral en el ejercicio de la política.

En julio de 1990, Fidel y Lula fundaron el Foro Social de Sao Paulo. Se proponían levantar el espíritu insumiso de nuestros pueblos al sur del río Bravo. Apenas cuatro años más tarde, el 1ro. de enero de 1994, Latinoamérica despertó de su letargo con la insurrección zapatista; ello provocó que se reparara en que había otra realidad.

¿Cómo derrotar la resistencia? Fukuyama abandonó el Departamento de Estado y fue a la Universidad George Manson, en Virginia, para estudiar el rol de la cultura en la sociedad neoliberal. En sus estudios apreció que la mayor parte de los estadounidenses veía la privatización como la futura tendencia en las políticas públicas y avizoró las mayores potencialidades en los estratos inferiores. En un cambio de política, el Banco Mundial multiplicó los micropréstamos y, para universalizar ese espíritu entre la gente común, se resignificó al pequeño “emprendedor” privado con una retórica asimétrica que aplaude a los “triunfadores”, cuyo éxito atribuye al sistema, y desprecia a los “perdedores”, de lo que culpa a las circunstancias personales. En esta lógica perversa los libros de autoayuda se pusieron de moda: “claro que usted puede”.

Conseguir tales propósitos demanda generar un culto al dinero, a la frivolidad; sembrar la desconfianza hacia los Estados nacionales para debilitar las instituciones y las políticas públicas que promueven la solidaridad y la cohesión social, y convertir al ser humano en una entidad enajenada que haga impracticable el ejercicio efectivo de la democracia real. No importan los Parlamentos ni a quién se entrega el voto electoral: es el mercado quien decide.

La primera víctima fue la poesía. Martí lo presintió, en 1887, en un artículo dedicado a Walt Whitman:

La poesía, que congrega o disgrega, que fortifica o angustia, que apuntala o derriba las almas, que da o quita a los hombres la fe y el aliento, es más necesaria a los pueblos que la industria misma, pues ésta les proporciona el modo de subsistir, mientras que aquélla les da el deseo y la fuerza de la vida. ¿A dónde irá un pueblo de hombres que hayan perdido el hábito de pensar con fe en la significación y alcance de sus actos? Los mejores, los que unge la Naturaleza con el sacro deseo de lo futuro, perderán, en un aniquilamiento doloroso y sordo, todo estímulo para sobrellevar las fealdades humanas; y la masa, lo vulgar, la gente de apetitos, los comunes, procrearán sin santidad hijos vacíos, elevarán a facultades esenciales las que deben servirles de meros instrumentos y aturdirán con el bullicio de una prosperidad siempre incompleta la aflicción irremediable del alma, que sólo se complace en lo bello y grandioso (Martí, vol. 13, 1975: 135).

Otra víctima fue la Historia. Henry Kissinger arroja luces: “El rechazo a la Historia eleva la imagen de un hombre universal que vive ateniéndose a máximas universales, cualesquiera que sean el pasado, la geografía y otras circunstancias inmutables” (Kissinger, 2004: 832).

Hollywood, con el 85% de la producción cinematográfica internacional —saca una película al mercado cada 36 horas—, enterró como ícono, en general, al héroe positivo capaz de vencer toda vicisitud en su enfrentamiento con las fuerzas del mal. Cuando en el imaginario global se trata de entronizar la impunidad como mensaje, ahora se premia al transgresor que recurre a cuanto ardid resulte necesario —por encima de cualquier consideración de orden ético—, para conseguir sus designios. Con el “todo vale” como filosofía, el imperio absoluto del mercado reemplaza el arte por el entretenimiento baladí y acrítico.

“Diviértase y no coja lucha con todo lo demás”, es la matriz de opinión predominante sembrada por una industria que ha convertido al entretenimiento en fuente lucrativa capaz de competir con cualquier rama de la economía mundial —aportó más de dos billones de dólares en 2016. El campo de batalla es el cerebro de cada hombre, mujer o niño, en una guerra que no mata físicamente ni infringe sufrimientos. “La víctima se adormece feliz, olvidada de toda rebelión. La trampa es muy sabia, puesto que suprime al mismo tiempo la conciencia de que hay una trampa” —había advertido la intelectual francesa Christiane Rochefort durante el Congreso Cultural de La Habana de 1968 (Rochefort, 1968: 2).

Concebida desde un fundamento empresarial, la producción en serie de seudocultura no genera nuevas ideas ni asume riesgos ideoestéticos porque se invierte para ganar más. Esas inversiones se centran en consagrar el statu quo mediante la forma, en encriptar una subliminal manifestación del consumismo que exacerba los instintos primarios del ser humano y lo vuelve indiferente a las convulsiones sociales. Ya no se crean productos para vender; se produce lo que de antemano está vendido. Las corporaciones que dominan la industria del cine y el audiovisual, la radio, la televisión, la prensa plana y digital, la empresa discográfica y editorial, emplean esta seudocultura como instrumento de control social e ideológico, además de ganar mucho. Amenaza con llegar —o al parecer ya llegó—, la era del instante.

Dos interrogantes se imponen a partir de estos dilemas: ¿Debemos revisitar la Historia? ¿Tiene algo que decirnos el siglo xix?

Historiar es una manera de tratar de comprender la esencia de los procesos. Por coyunturas que no escogimos —ni eludimos—, Cuba forma parte ya del patrimonio universal. No puede hablarse de la historia del mundo en los últimos 60 años, sin mencionar a la Revolución Cubana. Sus ideas y conquistas sociales, las antagónicas relaciones con los sucesivos gobiernos de Estados Unidos, sus misiones internacionalistas y el protagonismo en los espacios multilaterales de Naciones Unidas, su dignidad y resistencia… atraen la atención de cientistas de otros lares interesados en estudiar qué pasa aquí. Unos para atrapar la experiencia; otros, para ayudar a subvertirla. Ese interés impone un desafío, sin contar que a cada nueva generación hay que relatarle la Historia desde sus códigos gnoseológicos y comunicativos, único modo real de cimentar, con ciencia, la conciencia de la nación. Tales razones convierten a la relectura de nuestro devenir, en prioridad de la mayor trascendencia.

Muchas lecciones nos reservan todavía el siglo xix, con toda su riqueza de acontecimientos y de pensamiento fundador. Aunque parezca distante, la naturaleza humana es la misma. No pocos errores se repiten cuando dejamos de hacerles preguntas a nuestros mayores o abandonamos las raíces. Siempre se paga un precio.

Todavía está abierta a debate la rebelión de José Antonio Aponte, porque 200 años después algunos historiadores lo presentan como un levantamiento sin fines políticos. ¿Cómo hablar de crisis de valores e ignorar las máximas filosóficas de Félix Varela o los aforismos de José de la Luz y Caballero? Repetimos sus nombres, una y otra vez, cuando en verdad la mayoría de nuestra gente —y no pocos maestros— lo único que conocen de ellos es solo eso: sus nombres.

¿Por qué Ese Sol del mundo moral, ensayo de Cintio Vitier que atraviesa desde su honda mirada la ética en la conformación y desarrollo de la conciencia nacional, no ha sido incorporado al programa curricular universitario? El pensamiento y el ejemplo civilista de Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria, siguen ausentes de los planes de estudio de los centros de la enseñanza superior —pese a los valiosos aportes del doctor Rafael Acosta de Arriba en Los silencios quebrados de San Lorenzo. Y Armando Hart nos alertó más de una vez que el tema de la ética y, en especial, de la juridicidad, se revela en los tiempos de crisis en que vivimos, como cuestión clave para evitar un colapso definitivo de la civilización.

Cuánta lección en la carta de José Martí a Máximo Gómez, en 1884, cuando decide apartarse del plan Gómez-Maceo. Se alude con frecuencia, y a veces descontextualizada, a su expresión de que no se manda un país como a un campamento —no pocos generales, a lo largo de la Historia, han dirigido sus países con gran sabiduría. Otro fragmento irradia desde el presente: “La patria no es de nadie: y si es de alguien, será, y esto sólo en espíritu, de quien la sirva con mayor desprendimiento e inteligencia” (Martí, t. 1, 1975: 179).

Martí y Antonio Maceo, por citar otro ejemplo, tuvieron contradicciones. Cuando el Apóstol meditó acerca de lo ocurrido en La Mejorana, escribió palabras duras sobre lo que sintió en la discusión: “…me hiere, y me repugna: comprendo que he de sacudir el cargo, con que se me intenta marcar, de defensor ciudadanesco de las trabas hostiles al movimiento militar. Mantengo, rudo: el Ejército, libre, —y el país, como país y con toda su dignidad representado. Muestro mi descontento de semejante indiscreta y forzada conversación, a mesa abierta, en la prisa de Maceo por partir” (Martí, t. 19, 1975: 229).

No se pusieron de acuerdo. Maceo no creyó que Martí podría cumplir lo que estaba prometiendo. Recordaba lo ocurrido en la Guerra Grande por un enfoque civilista exacerbado hasta lo irracional cuando lo urgente era derrotar al ejército de España, que dio al traste con los propósitos de la revolución. Martí sabía lo que tenía que hacer y se creía capaz de conseguirlo —al menos eso pensó. No tuvo tiempo de probarlo. Cayó en Dos Ríos dos semanas más tarde.

¿Cuántos ejemplos pudiéramos citar? No alcanzan estas páginas. Necesitamos conocer y analizar esa historia, sacar lecciones. Cuán difícil se torna el camino en la construcción del consenso para preservar la unidad nacional en tiempos de revolución, sin desconocer la diversidad, sin artificios para coartar el derecho a discrepar y defender una idea diferente dentro del universo político del socialismo. Y tenemos que transitar ese camino desde la participación. El socialismo es participación o no es socialismo. No podemos decir que construimos una democracia participativa y valernos de métodos o procedimientos de la democracia burguesa.

Tampoco podemos perder de vista que nuestros enemigos no desaprovechan el tiempo. Ya he leído que Gómez y Maceo no tenían un pensamiento social radical; qué decir de Martí y la imagen que pretenden construir, según la cual su república inclusiva con todos y para el bien de todos, tendría a los “pobres de la tierra” —base social con la que organizó la revolución y junto a la que echó su suerte— a merced de las “fuerzas vivas” de la sociedad, o sea, de la burguesía de generales y doctores que entregó el país al capital yanqui. Ha recobrado vigor la “reproducción” de ideas que parecían superadas por el tiempo, como la defensa del autonomismo frente al raigal independentismo mambí, y todavía nos quieren hacer ver que la intervención de Estados Unidos en nuestra guerra de independencia fue un acto necesario, inevitable. Una tendencia neoplattista intenta abrirse paso desde minúsculos segmentos académicos e intelectuales. ¿Qué haremos? ¿Cederemos ese terreno a nuestros adversarios?

Otras tres preguntas: ¿meditamos la historia reciente? ¿Sincroniza el discurso histórico con los intereses de las nuevas generaciones? ¿Puede la Historia someterse a dictados u orientaciones?

Sobre la Revolución en el poder se ha escrito y publicado, incluso de temas tan polémicos como las UMAP y el Quinquenio Gris. No es suficiente, nunca lo es. Pero son otras las principales dificultades: predominan las memorias en libros y trabajos breves. Se han elaborado monografías de rigor, no pocas descollantes; sin embargo, faltan obras de síntesis que nos permitan reconstruir el proceso histórico en sus diferentes etapas y analizarlo con rigor, establecer las claves. No son problemas que atañen solo a Cuba, son tendencias de la historiográfica universal que tienen un efecto negativo de cara al presente y el futuro del país. ¿Qué errores no deberíamos volver a cometer? ¿Qué tendríamos que hacer diferente? ¿Cuánto rectificar? Resulta vital aprender y aprehender toda la sabiduría acumulada en esta larga contienda política que nos toca continuar, desde el predominio de la inteligencia y la razón.

El tema de las fuentes historiográficas merecería una conferencia, que sintetizo con un criterio de Fernando Martínez Heredia:

Los problemas que se confrontan con las fuentes no son tan sencillos como decir que no ha habido acceso a ellas. Eso en parte es cierto, y aunque hoy hay más acceso, sigue habiendo campos y asuntos vedados. Es necesario que las instituciones actúen y rompan los escollos en este terreno, y que los profesionales organizados lo reclamen. Pero también se deja de buscar —o de buscar bien— fuentes que existen y están disponibles al historiador acucioso, y de convertir en fuentes a otras que no logran advertir aquellos que solo transitan caminos trillados (Martínez Heredia, 2014).

Otra arista negativa es el “academicismo”, ese ejercicio estéril de escribir para eruditos —o para uno mismo. A quienes lo padecen, no llegan a entenderlos ni los decisores políticos, ni mucho menos la gente del pueblo, y se quejan de que no los toman en cuenta. No alcanzan a comprender el valor de poner el conocimiento al servicio de toda la sociedad, al servicio de la edificación económica, social, política, ideológica y cultural del país, un proceso que nunca termina de construirse. Si no rompemos esa barrera —sin abandonar el rigor a la hora de hacer ciencia— nos desconectamos de nuestras bases populares. Y espacio que no ganemos, lo gana la seudocultura homogénea y neoliberal.

También se publica muy buena producción historiográfica, que se consume con interés por una parte de nuestro pueblo, incluidos los jóvenes, sobre todo los universitarios. A pesar de todo, no existen muchos países en los que el cientista y el pensador tengan tanto prestigio social y político como en Cuba, y crecen los espacios en los que se debate acerca de la historia con rigor y absoluta libertad. Por citar cuatro ejemplos con excelentes resultados en la capital: “Memorias de la guerra”, con Yoel Cordoví, en el centro Dulce María Loynaz; “Jueves de Temas”, con Rafael Hernández, en el Icaic; “Dialogar, dialogar”, con Elier Ramírez, en el Pabellón Cuba, y la Tertulia Histórico Social, con Ivette González, en la Uneac.

De la falta de conocimiento sobre historia se acusa a los jóvenes, y este asunto implica a varias generaciones. También se culpa a los maestros. Me niego a aceptarlo. Un problema tan grave no puede tener un solo responsable. Hay dificultades con la lectura y pregunto: ¿quién lo está estudiando con rigor científico? Debemos averiguar qué pasa, cómo hacerlo mejor y pensarlo de una manera estructural. Los aciertos y contradicciones, las luces y sombras de nuestra historia, ponen en perspectiva una trama que supera la más dramática obra de ficción. Si no llegamos al corazón de la gente, y en especial al de los jóvenes, si bostezan al escucharnos o tenemos libros con telarañas en las bibliotecas, es señal de que debemos revisarnos. Algo falla.

Debemos estimular el análisis y la polémica a partir del conocimiento, sin olvidar que en el discurso historiográfico es importante la narrativa, la anécdota que cubre de emociones el hecho lejano y lo hace palpitar. De otra forma resulta impersonal, no mueve a la reflexión íntima. Aprecio que el academicismo y el elitismo ya han hecho un gran daño cultural. ¿Cómo volvemos a sacar las ideas de los libros?

Precisamos mirar al mundo con ojos nuevos, hacer ciencia y política sin narrativas apologéticas. No pocas veces se utilizaron cortaúñas en el pasado para escribir la Historia y eso genera rechazo, sobre todo entre las nuevas generaciones —menos propensas a consideraciones de tipo político para evitar el abordaje de temas polémicos—, porque más temprano que tarde la verdad sale a flote.

Somos una nación adulta, con cultura política y un pueblo instruido que necesita pensarse a sí mismo y a su realidad. Idealizar el pasado es mentir, es una manera de manipular. No hay forma de sacar lecciones, si no abordamos con sinceridad toda la historia. A mi modesto juicio, el mayor valor de esa historia estriba en que nos haga meditar desde el presente, sin filtros que lleven a discursos vacíos; lo demás es arqueología y piezas museables. Con palabras de Fernando: “La Historia, para serlo realmente, no puede someterse a dictados, ni a orientaciones, ni a modas” (Martínez Heredia, 2014).

La Historia tiene un fundamento de mayor alcance: permite construir patria. Frente a los desafíos que afrontamos, se impone mantener vivo un debate que consolide la espiritualidad y nos distinga como nación, en un mundo en el que pensar se torna irrelevante.

Urgimos poner la historia a dialogar, sin sacralizarla. Ningún héroe es del material con que se construyen sus efigies, sea yeso, mármol u hormigón. El comportamiento humano no está exento de amor y de pasión, de sacrificios personales, de odios y rencores, que en no pocas ocasiones determinan el curso de los acontecimientos —y pueden lanzar a un pueblo hacia el despeñadero.

En El Ser y la Historia, Joel James contrapone al determinismo económico, la capacidad de crear símbolos y sistemas de símbolos. «…son los recursos humanos por excelencia para independizarse de las llamadas “leyes ciegas de la economía”» —nos dice. Y añade algo que pudiera estremecer a cerebros embotados:

Y propongo, además, una lectura a la inversa del enunciado marxista: el hombre tiene que primero sentirse y saberse hombre, es decir, primero tiene que pensar como hombre para luego alimentarse y vivir como hombre. Los lobos también comen y se resguardan, pero se quedan solo ahí, en ese factor primario. Nunca llegan, ni llegarán a ser hombres. El hombre, para serlo, lo primero que debe tener es la capacidad de serlo. Y a eso le llamo yo conciencia, con independencia de estadio de complejidad evolutiva en que se encuentre (James, 2012: 22).

Coincido con Joel; aunque a Cuba no le hizo falta crear símbolos: emergieron de seres con una conducta signada por el sacrificio consciente, que interpretaron su razón de ser y existir como la vocación de pertenecer y servir, con exacta consecuencia entre lo que dijeron e hicieron. Y se convirtieron en símbolos porque en el proceso de formación y consolidación de la nación, la cultura histórica revolucionaria alimentó una filosofía en nuestro pueblo que supedita lo individual a lo colectivo y define el horizonte de la utopía.

Ignacio Agramonte redactó la Constitución de Guáimaro con todo el progreso universal legislado hasta ese instante y cayó en Jimaguayú, después de haber formado la división mambisa más disciplinada y eficiente de la Guerra Grande, por proteger la retirada de su tropa con apenas tres ayudantes. Céspedes no abandonó la nación a su suerte cuando un general español le ofreció a cambio la vida de su hijo —que ya había fusilado—, y tres años más tarde enfrentó solo al batallón Cazadores de San Quintín con un revólver, a sabiendas de que no tenía escapatoria, “para morir matando” —como había prometido.

Entre Céspedes y Agramonte existieron contradicciones alimentadas por elementos intrigantes que después traicionaron, y también por la soberbia que a veces acompaña la conducta de los seres humanos. Este conflicto entre los dos paradigmas de la revolución afectó el curso inicial de la contienda armada; llegaron al extremo de retarse en duelo a muerte. Ambos debieron crecer en el camino, sorteando barrancos, con Cuba por delante. Y cuando el Padre de la Patria le envió el pésame a Filomena Loynaz de Agramonte, nos dejó una responsabilidad a todas las generaciones de cubanos:

…señora, no le es negado a usted el más legítimo orgullo y tras él la convicción de que no impunemente se da el ser a hombres del temple de los Gracos. Para ellos siempre las persecuciones y la muerte, para su familia un blasón inmortal, para su patria el deber de elevarles monumentos de gratitud. Este es el lote de aquellos cuyas acciones se registrarán en las páginas de la Historia (Portuondo del Prado y Pichardo, t. II, 1974: 445).

Martí organizó la guerra de 1895 y pudo esperar la cosecha desde la tranquilidad de su oficina en Nueva York, como le pedían; exigió la hamaca del soldado para construir desde la campaña una República integradora de dos principios esenciales hasta entonces nunca concretados: libertad y justicia social. En Dos Ríos pudo quedarse atrás y optó por arengar a sus compañeros en un ángulo en que el enemigo concentró un poder de fuego de ocho mil tiros con pólvora negra, que hacía imposible la visibilidad. Murió como había participado a todos en sus Versos sencillos: “de cara al Sol”.

En 28 años Maceo recibió más de treinta heridas y le entregó a la historia de Cuba uno de sus más sublimes símbolos: la Protesta de Baraguá. Legó al pensamiento militar cubano páginas vivas y a nuestro pueblo una proyección patriótica y antianexionista que lo acompaña. En medio de balacera infernal, cayó en San Pedro de Punta Brava con el rostro distendido. Las últimas palabras que se le escucharon en aquel círculo dantesco, fueron: “Esto va bien”.

Sus sueños se frustraron. Solo el 1ro. de enero de 1959 la Generación del Centenario, con Fidel al frente, pudo cumplirlos.

¡Qué fecundación borrando las innumerables frustraciones, las humillaciones indecibles, las minuciosas pesadillas! Comenzaban entonces otros combates; pero desde entonces el devenir tiene raíz, coherencia, identidad. La sangre ha sido aceptada, el sol de los vivos y los muertos brilla exigente en el centro de todo —escribió Cintio Vitier (Vitier, 2008: 215).

¿Cuánto puede hacerse desde el cine, y el arte en general, en la construcción de esta memoria histórica? Mucho. La participación popular consciente en la construcción del imaginario de la nación y en la consecución de sus sueños, rasgo esencial del socialismo cubano, constituye un antídoto contra el ser apático e indiferente al que apuesta la doctrina neoliberal. Pero dialogar implica compromiso y, sobre todo, escuchar; no como un mero ejercicio de educación formal, sino con el oído en el alma de la gente. Esa actitud de aprehender el espíritu del país nace de la vocación de servirlo en la más estrecha comunión con sus sectores humildes, con los más necesitados. Martí lo definió en dos versos: “Con los pobres de la tierra / quiero yo mi suerte echar”; Fidel, parafraseando a Abraham Lincoln: “Esta revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes…”.

No basta escribir y publicar libros. Hay que salir a dialogar desde nuevas maneras de pensar su comunicación, y establecer una línea de aprendizaje en dos sentidos; repensar cada día cómo edificarnos como seres humanos y como pueblo, con la cultura como centro. Si no llegamos al alma de la gente, una élite aplaude, pero solo habremos logrado palabras que el viento y el tiempo se encargan de pulverizar. Y en una nación que se fundó con la razón, el amor y la poesía entrelazados, el arte tiene mucho que aportar a ese empeño.

Lo mismo en el debate que en la creación artística de la vanguardia, necesitamos conectar con nuestras bases populares desde los sentimientos, para extender el pensamiento humanista más allá de los recintos institucionales y universitarios. Preservar vigorosos los cimientos del socialismo, demanda que la nación —y sus nuevas generaciones— sueñen con la igualdad social. Conseguirlo requiere conciencia y voluntad, cultivar sentimientos y emociones, solidaridad… “Es indispensable, pues, que vengan en nuestra ayuda la imaginación y el vuelo que pueden tener los poetas, los profetas y los héroes. He ahí el decisivo papel de la educación y la cultura” (Hart, 2000: 17).

Bibliografía

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Tomado de: http://www.lajiribilla.cu

Tráiler del documental Chicago boys, de Carola Fuentes y Rafael Valdeavellano

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Foto ACNUR / Andrew McConnell

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República Democrática del Congo

La larga y costosa guerra civil terminó en 2003 y la esperanza floreció, pero en su lugar han comenzado olas esporádicas de violencias, especialmente en Kivu Norte, donde el impacto de la violencia generalizada y la anarquía persisten. Ahora, miles de civiles de nuevo se encuentran en una lucha por sobrevivir.

Si bien muchas personas han regresado a Kasai, se encuentran en una situación de pobreza, donde los negocios y los centros educativos están en ruinas y los miembros de su familia han sido asesinados. Las violaciones a los derechos humanos están aún generalizadas, incluyendo la mutilación física, los asesinatos, la violencia sexual, los arrestos arbitrarios y la detención en condiciones inhumanas. Actualmente, más de 750.000 personas continúan desplazadas dentro de la región de Kasai.

A pesar de que estos conflictos han obligado a muchos congoleños a huir de sus hogares, el país también acoge a más de medio millón de refugiados de países vecinos. El país continúa presenciando nuevas llegadas desde Burundi, República Centroafricana y Sudán del Sur.

El riesgo de desplazamiento es alto, ya que los conflictos políticos y étnicos afectan a muchas áreas. Las necesidades de protección, particularmente de las personas más vulnerables, son enormes, y los desafíos para conseguir ayuda continúan aumentando.

Angalía Mzungu (Mira al blanco), de Isabel Muñoz (2016)

Angalía Mzungu Mira al blanco, de Isabel Muñoz 2016

Documental experiencial que retrata el proceso vital y creativo que vivió la reconocida fotógrafa Isabel Muñoz durante su tercer viaje a la zona de los Kivus, en el Congo. Una tierra rica en minerales como el coltán y el oro y donde las mujeres y niñas viven un clima de violencia y barbarie. Isabel viaja al Congo para continuar con su trabajo con los primates e inaugurar la exposición ‘Mujeres del Congo hacia la esperanza’, en la sede del Instituto francés de Bukavu, la ciudad donde viven las protagonistas de su trabajo. Allí se encontrará con mujeres líderes, como Caddy Adzuba, la activista congoleña y premio Príncipe de Asturias, que le habló por primera vez de esta realidad.

Angalía Mzungu (Mira al blanco), de Isabel Muñoz (Completo)

The Testimony, de Vanessa Block (2015)

The Testimony, de Vanessa Block (2015)

Documental que muestra la situación de desamparo de las mujeres violadas en la sociedad congoleña, coincidiendo con el mayor juicio por violación en la historia del Congo, en el que acusaron a soldados del Gobierno del ataque brutal contra sus propios ciudadanos. También hay esperanza y de la desesperación surgen iniciativas empoderadoras de mujeres para mujeres.

Tráiler The Testimony, de Vanessa Block

Sudán del Sur

Sudán del Sur ha sufrido violencia étnica y una guerra civil desde 2013; a partir de 2017, tenía la puntuación más alta en el Índice de Estados Frágiles (antes, el índice de Estados Fallidos), superando a Somalia.

Desde diciembre de 2013, brutales conflictos se han cobrado miles de vidas y han expulsado a casi cuatro millones de personas de sus hogares. Mientras muchos permanecen desplazados dentro del país, más de dos millones han huido a países vecinos en un intento desesperado por alcanzar la seguridad.

La situación en Sudán del Sur y los países vecinos ha escalado rápidamente hasta llegar convertirse en una emergencia humanitaria. Se espera que el desplazamiento en la región continúe aumentando mientras no se encuentre una solución política.

La mayoría de las personas refugiadas son mujeres y niños, muchos de los cuales han cruzado la frontera solos. A menudo llegan débiles y desnutridos. Al llegar la época lluviosa, sus necesidades se ven agravadas por las inundaciones, la escasez de alimentos y las enfermedades. Ya hay dos millones de sursudaneses refugiados en países como Etiopía, Sudán y Uganda. Muchos de ellos temen un ataque inminente o tener que luchar con la inseguridad alimentaria.

We come as friends / Venimos como amigos’, un documental de Hubert Sauper (2015)

We come as friends Venimos como amigos’, un documental de Hubert Sauper (2015)

La película proporciona una mirada de Sudán desde un avión de dos asientos hecho a mano, en la que se ve a los inversores estadounidenses, los petroleros chinos, los funcionarios de la ONU y los misionarios cristianos luchar para dar forma a Sudán según sus propias miradas y, al mismo tiempo, aplaudir la supuesta “independencia” del estado más nuevo del mundo. Lo que surge es una crítica devastadora de las consecuencias del imperialismo cultural y económico.

Tráiler We come as friends / Venimos como amigos’, un documental de Hubert Sauper (2015)

Myanmar – Los Rohinyá

Más de un millón de refugiados rohinyá huyeron de la violencia en Myanmar en sucesivas oleadas de desplazamientos desde principios de los años noventa. Las cifras continúan aumentando en niveles alarmantes. En el punto más alto de la crisis, miles de personas cruzaban diariamente a Bangladesh. La mayoría caminó durante días a través de junglas y montañas, o desafió peligrosos viajes por mar a través de la Bahía de Bengala. Llegaron exhaustos, hambrientos y enfermos, necesitados de protección internacional y asistencia humanitaria.

Los Rohinyá son una minoría étnica musulmana y apátrida en Myanmar. A partir de mayo de 2012, fueron víctimas de la violencia antimusulmana instigada por el movimiento 969 liderado por el monje budista Ashin Wirathu. El ejército birmano inició una operación de “limpieza étnica” -así la calificó la ONU- por la que los rohinyá fueron expulsados de sus casas, sus pertenencias y tierras fueron quemadas y se vieron obligados a huir al país vecino de Bangladesh, donde fueron acogidos en improvisados y enormes campos de refugiados.

Su último éxodo comenzó el 25 de agosto de 2017, cuando estalló la violencia en el estado de Rakhine, en Myanmar, obligando a más de 723.000 personas a buscar protección en Bangladesh. La mayoría llegó en los primeros tres meses de la crisis. La gran mayoría que llega a Bangladesh son mujeres y niños, y más del 40% son menores de 12 años. Muchas otras son personas mayores que requieren ayuda y protección adicionales. Según organizaciones humanitarias desplegadas en la zona, no tienen nada y necesitan todo.

Casi todos los recién llegados han buscado albergue dentro y a los alrededores de los campamentos de refugiados de Kutupalong y Nayapara. Algunos se han unido a sus familiares allí, mientras que otros se ven obligados a depender de la asistencia y los servicios, poniendo una inmensa presión sobre las instalaciones existentes.

Los nuevos asentamientos espontáneos han emergido de un día a otro, aumentando las preocupaciones por la falta de albergues adecuados, acceso a servicios básicos y consideraciones generales de protección, como la seguridad para las mujeres y las niñas. El asentamiento de refugiados de Kutupalong ha crecido hasta convertirse en el más grande de su tipo en el mundo, con más de 600.000 personas viviendo en un área de solo 13 kilómetros cuadrados, llevando la infraestructura y los servicios hasta sus límites.

El Gobierno de Bangladesh ha respondido generosamente durante la última crisis. Las aldeas locales también han aceptado a los recién llegados. No han escatimado ningún esfuerzo para ayudar, forzando sus recursos ya limitados.

Fuentes del Acnur informan de que se necesita urgentemente apoyo internacional adicional para intensificar la asistencia desde el apoyo puramente humanitario y cotidiano a los desafíos a mediano plazo, incluida la resiliencia, la educación, el registro y los programas para proteger a los refugiados más vulnerables, incluidos los niños, las mujeres y personas con necesidades específicas.

El venerable W, un documental de Barbet Schroeder (2017)

El venerable W, un documental de Barbet Schroeder (2017)

 

Las tensiones entre musulmanes y budistas en Myanmar / Birmania son analizadas a través de la controvertida figura de Wirathu, uno de los líderes budistas de un país donde el 90% de la población ha adoptado el budismo como fe: una religión basada en un modo de vida tolerante y que rechaza la violencia.

Muestra el horror de la violencia extrema en ese país, donde se lleva a cabo una campaña de limpieza étnica contra la comunidad musulmana Rohinyá, que ha dejado miles de muertos y desplazados. Esta crisis genocida proviene del Estado y sus líderes morales incluyen a un grupo de monjes budistas, entre ellos Ashin Wirathu.

Tráiler El venerable W’, un documental de Barbet Schroeder (2017)

República centroafricana

La República Centroafricana (RCA) es uno de los países más pobres del mundo. Se ha visto afectado por los disturbios durante años, pero desde mayo de 2017, los recientes y violentos enfrentamientos entre grupos armados han provocado un aumento de sufrimiento, muertes y destrucción.

Desde diciembre de 2013, cuando estalló la violencia en la República Centroafricana, con grupos armados que controlaban partes del país, cientos de miles de personas se vieron obligadas a huir de sus hogares. Hoy en día, en la RCA se siguen presentando esporádicos estallidos de violencia, obligando a los más de 543.000 refugiados centroafricanos a permanecer en los vecinos Camerún, Chad, República Democrática del Congo, República del Congo y, en menor medida, en Sudán y Sudán del Sur. Actualmente, el número de refugiados centroafricanos es el más alto desde el inicio del conflicto. Además de los refugiados, alrededor de 700.000 personas se vieron obligadas a huir de sus hogares dentro del país, lo que significa un aumento del 60 por ciento con respecto a 2016.

Desde finales de 2016, la República Centroafricana ha iniciado un gradual proceso de transición hacia la paz y la estabilidad y muchas personas refugiadas y desplazadas internamente han empezado a retornar. En la actualidad, la inseguridad está afectando a otras zonas del país, algunas de las cuales no habían sido alcanzadas por la violencia anteriormente.

Miles de personas tuvieron que caminar durante semanas escondiéndose en los bosques en un intento desesperado de huir, a veces sin tener agua ni comida. Los que pudieron llegar a los asentamientos para personas desplazadas describieron escenas traumáticas de violencia, mientras las tasas de malnutrición han alcanzado niveles graves. En la que es una de las situaciones de emergencia con menos financiación a nivel global, muchas personas carecen incluso de la asistencia esencial para la supervivencia.

Los Párpados Cerrados de Centroáfrica, un documental de Alfredo Torrescalles y Berta Mendiguren (2016)

Los Párpados Cerrados de Centroáfrica, un documental de Alfredo Torrescalles y Berta Mendiguren (2016)

Ofrece un recorrido por la geografía social de la República Centroafricana, para entender las claves de su situación desestructurada y por qué uno de los países más ricos en recursos naturales se ha convertido en un Estado fallido.

Este documental es un retrato de la sociedad centroafricana actual y de los problemas que está viviendo. Un viaje de observación que da voz a diversos sectores sociales componiendo un mosaico de testimonios y visiones que aproximan al espectador a las diferentes dimensiones que esconde esta “guerra olvidada”, tras el pretexto del enfrentamiento religioso. La narración recoge una gran cantidad de personajes y situaciones que hablan de la total desprotección de la población, los intereses políticos, el comercio de diamantes y otros negocios ilegales, el islamismo, la corrupción, los señores de la guerra o la intervención armada internacional, entre otros. Un documental único para asomarse a la vida actual en Centroáfrica, huyendo de lecturas maniqueas sobre buenos y malos, dando voz al propio pueblo centroafricano.

Traíler Los Párpados Cerrados de Centroáfrica, un documental de Alfredo Torrescalles y Berta Mendiguren (2016)

Trailer LOS PÁRPADOS CERRADOS DE CENTROÁFRICA (Subt. Esp) from Fascina Producciones on Vimeo.

Nigeria

En 2018, la crisis en Nigeria entró en su quinto año. Desde que los ataques extremadamente violentos de la secta islamista Boko Haram desbordaron del noreste de Nigeria a los países vecinos, en 2014, Camerún, Chad y Níger se vieron arrastrados en un devastador conflicto regional.

Los militares nigerianos, junto con la Fuerza Multinacional Conjunta (MNJTF), han expulsado a extremistas de muchas de las áreas que una vez controlaban, pero estos avances han sido opacados por el aumento de los ataques de Boko Haram en los países vecinos. A pesar del retorno de los desplazados internos nigerianos y de las personas refugiadas en las zonas accesibles, la crisis continúa siendo aguda.

A la fecha, la región de la cuenca del lago Chad se ve afectada por una emergencia humanitaria compleja. Aproximadamente 2,4 millones de personas están desplazadas, incluyendo a 1,9 millones de desplazados internos en el noreste de Nigeria, más de 471.000 desplazados internos en Camerún, Chad y Níger, y más de 228.000 refugiados. La crisis ha sido exacerbada por el hambre y la desnutrición causadas por los conflictos, que han alcanzado niveles críticos en los cuatro países de la región.

Alrededor de cuatro millones y medio de personas sufren inseguridad alimentaria y tendrán que depender de la asistencia. Los desafíos de protección para los desplazados se ven agravados por la inseguridad y la inestabilidad socioeconómica, con comunidades en la región del Sahel que enfrentan pobreza crónica, condiciones climáticas severas, epidemias recurrentes, infraestructura deficiente y acceso limitado a los servicios básicos.

Niñas Robadas: Secuestradas por Boko Haram, un documental de de Gemma Atwal (2018)

Niñas Robadas: Secuestradas por Boko Haram, un documental de de Gemma Atwal (2018)

En 2014, 276 niñas nigerianas fueron secuestradas por el grupo terrorista Boko Haram. Tres años más tarde, más de 100 niñas fueron liberadas tras negociaciones con el estado. El documental se centra en sus vidas tras la liberación y en cómo se han adaptado a la rutina tras la traumática experiencia.

Siria

Más de 5,6 millones de personas han huido de Siria desde que estallara la guerra civil en 2011, buscando seguridad en Líbano, Turquía Jordania y otros países. Además, millones de personas están desplazadas dentro de Siria y, a medida que la guerra continua, la esperanza se desvanece rápidamente.

Millones de sirios han huido a través de la frontera, escapando de las bombas y las balas que han devastado su hogar. Turquía acoge a más de 3,3 millones de sirios registrados. La mayoría de ellos vive en áreas urbanas, con alrededor del ocho por ciento de alojados en campamentos administrados por el Gobierno.

En Líbano, la vida es una lucha diaria para muchos refugiados sirios, que tienen pocos o ningún recurso financiero. Alrededor del 70 por ciento vive por debajo del umbral de la pobreza. No hay campamentos de refugiados formales y como resultado, más de un millón de sirios registrados están dispersos en más de 2.100 comunidades, así como sitios urbanos y rurales, a menudo compartiendo pequeños alojamientos básicos con otras familias de refugiados en condiciones de hacinamiento.

En Jordania, más de 655.000 hombres, mujeres y niños están actualmente atrapados en el exilio. Aproximadamente el 80 por ciento de ellos viven fuera de los campamentos, mientras que más de 139.000 han encontrado albergue en los campamentos de Za’atari y Azraq. Muchos han llegado con medios limitados para cubrir incluso las necesidades básicas, y quienes al principio podían confiar en los ahorros o el apoyo de las familias de acogida ahora necesitan cada vez más ayuda. El 93% de los refugiados en Jordania viven por debajo del umbral de la pobreza.

Irak también ha visto llegar a un número creciente de sirios. Allí se albergan más de 246.000, mientras que, en Egipto, el ACNUR brinda protección y asistencia a más de 126.000.

Nacido en Siria, un documental de Hernán Zin (2016)

Nacido en Siria, un documental de Hernán Zin (2016)

Desde que comenzara la guerra civil en Siria unos cuatro millones de sirios han tenido que abandonar el país huyendo de la violencia. Más de la mitad de ellos son niños. ‘Nacido en Siria’ narra el periplo de esos refugiados desde el punto de vista de los niños que viven este calvario: los abusos de las mafias, las inclemencias del mar, la incertidumbre sobre un futuro al que la gran mayoría se enfrenta apenas con lo puesto, y descubriremos que llegar a su destino es sólo el comienzo de una nueva odisea: la de la integración en una tierra nueva y, en muchos casos, hostil. El mayor éxodo de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial visto a un metro y medio de altura a través de siete historias de guerra, sufrimiento y desesperación… pero también de superación, inocencia, valor y esperanza, que nos permitirán entender qué significa haber nacido en Siria.

Tráiler Nacido en Siria, un documental de Hernán Zin (2016)

La niña bonita, un documental de Julieta Cherep (2017)

La niña bonita’, un documental de Julieta Cherep (2017)

Las historias de una familia siria que huyó de su país y vive temporalmente en un campo de refugiados. Su hija mayor, Hala, sueña con retomar sus estudios y reencontrarse con su padre. Su vivencia se cruza con la de otra niña que años atrás sufrió lo mismo por culpa de un golpe de estado. Sus vidas comparten una misma experiencia en las que Acnur estuvo presente para garantizar sus derechos fundamentales.

Hayati (Mi vida), un documental de Sofi Escudé, Liliana Torres (2018)

Hayati (Mi vida), un documental de Sofi Escudé, Liliana Torres (2018)

En 2015, en su huída de Siria, Ossamah y su hijo pequeño fueron víctimas de una zancadilla en la frontera húngara por parte de una reportera. La imagen se viralizó, convirtiéndose en uno de los iconos más vergonzosos del conflicto. Paradójicamente, esto le permitió llegar a Madrid. El resto de su familia, están estancados en Turquía. Su ejemplo nos permite reflexionar sobre la supervivencia de las familias sirias atrapadas en Turquía. ¿Qué se hizo de sus sueños? ‘Hayati (mi vida)’ es la historia de Ossamah, pero también de Moatassam, Youssef y Muhannad, tres prometedores futbolistas sirios a los que la guerra les arrebató su futuro.

Tráiler Hayati (Mi vida), un documental de Sofi Escudé, Liliana Torres (2018)

Yemen

Yemen enfrenta una catástrofe humanitaria que ha obligado a millones de personas a huir de sus hogares para escapar del devastador conflicto.

La lucha en Yemen, el cual ya es uno de los países más pobres de Oriente Medio, ha agravado severamente las necesidades derivadas de largos años de pobreza e inseguridad. El empeoramiento de la violencia ha perturbado millones de vidas, lo que ha generado gran cantidad de víctimas y desplazamientos masivos, y la situación se está deteriorando rápidamente.

La población civil sufre el impacto de la crisis, con 22,2 millones de yemeníes que ahora necesitan ayuda humanitaria. Quienes se ven obligados a huir de sus hogares están especialmente en peligro. Más de 2 millones de personas languidecen ahora en condiciones desesperadas, lejos de su hogar y privadas de sus necesidades básicas. La situación es tan grave que un millón de yemeníes desplazados han perdido la esperanza y han intentado regresar a su país, aunque todavía no es seguro.

Burundi

Burundi es uno de los países más pobres del mundo y tiene el segundo PIB per cápita más bajo según el Banco Mundial, después de la República Centroafricana. El PIB de Burundi es bajo debido a las guerras civiles, la corrupción, el pobre acceso a los servicios de educación y salud, infraestructura débil y los efectos del VIH/SIDA. Burundi está densamente superpoblada, con una emigración sustancial.

Los disturbios políticos en Burundi tomaron un giro mortal en 2015 después de que el presidente Pierre Nkurunziza anunciara planes para buscar un tercer mandato. Se produjo un intento de golpe de estado liderado por el Mayor General Godefroid Niyombare, quien fue arrestado el 15 de mayo. Las protestas en la calle provocaron violentos enfrentamientos, y cientos de miles de personas huyeron a países vecinos en busca de seguridad.

El pueblo de Burundi está afrontando una crisis humanitaria marcada por el deterioro económico, la extrema inseguridad alimentaria y una epidemia de malaria. Si bien la violencia ha disminuido, la situación continúa siendo frágil, con una situación política sin resolver y el continuo desplazamiento dentro y fuera del país.

Home free, un documental de Christopher Redmond, Raymond Kalisa, Jessie Thomson (2009)

Home free, un documental de Christopher Redmond, Raymond Kalisa, Jessie Thomson (2009)

En 1972, la guerra civil y las masacres étnicas obligaron a cientos de miles de burundianos a abandonar sus hogares. La mayoría huyó a Tanzania, donde vivirían como refugiados durante generaciones. Treinta y seis años después, finalmente están encontrando un lugar al que llamar hogar. Home Free sigue a tres familias burundesas; Una ha elegido convertirse en ciudadanos de Tanzania, otra ha optado por regresar a Burundi y la tercera se ha establecido en Canadá.

Tomado de: https://www.kamchatka.es

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Programación de la Cinemateca de Cuba (Noviembre, 2019)

No pasarán (Nae pasaran! Felipe Bustos Sierra (Documental, 2018)

Por Antonio Mazón Robau

Estimados espectadores: tres eventos internacionales incluye la Cinemateca de Cuba en este mes. El primero es la habitual muestra belga de noviembre, que en esta oportunidad presenta tres títulos presididos por el recordado filme La vida en rosa.

El segundo evento, también lo celebramos cada año en este mes, la Semana de la Cultura Italiana, con el homenaje a dos grandes realizadores, Valerio Zurlini y Gillo Pontecorvo, de los cuales se presentarán sus más destacados filmes. La inauguración será el viernes 15 con el documental de estreno Valerio Zurlini: los años de las imágenes perdidas.

El último ciclo internacional consiste en la presentación de tres filmes vinculados a Escocia y su inauguración será el 29 de diciembre con el estreno del documental No pasarán! que contará con la presencia de su director Felipe Bustos Sierra. Esta muestra incluye las dos partes del famoso filme Trainspotting, cuya segunda parte se exhibe en calidad de estreno. Complementa el programa del mes el ciclo «La Habana y el cine: real y maravillosa» con largos de ficción y cortos que se muestran para celebrar al 500 aniversario de la fundación de La Habana.

Por su parte la Sala Charlot del cine Charles Chaplin ofrecerá al público el final del ciclo sobre cine cubano que hemos estado presentando este año por el 60 aniversario del ICAIC. Este segmento final ofrece títulos producidos entre los años 2000 y 2011.

Cine 23 y 12

Cine 23 y 12, Calle 23 e/ 12 y 14, Vedado. Telf. 7833-6906

Muestra de Cine Belga

Noviembre

Viernes 1, 5:00 pm

Mi vida en Rosa (Ma Vie en Rose, 1997) / Alain Berliner

Noticiero ICAIC Latinoamericano 476

Sábado 2, 5:00 pm

Tras los muros (Hors les murs, 2012) / David Lambert

Noticiero ICAIC Latinoamericano 477

Domingo 3, 5:00 pm

Hasta la vista (2011) / Geoffrey Enthoven

Noticiero ICAIC Latinoamericano 478

La Habana y el cine: Real y maravillosa

Miércoles 6, 5:00 pm

Nuestro hombre en La Habana/ En un barrio viejo

Noticiero ICAIC Latinoamericano 479

Jueves 7, 5:00 pm

El recurso del método / El parque

Noticiero ICAIC Latinoamericano 480

Viernes 8: 5:00 pm

El señor presidente / Morada al sol / El sitio en que tan bien se está

Noticiero ICAIC Latinoamericano 481

Sábado 9: 5:00 pm

Habla Carpentier… sobre La Habana / Habana Vieja

Noticiero ICAIC Latinoamericano 482

Domingo 10, 5:00 pm

Tirano banderas/ Retrato de La Habana

Noticiero ICAIC Latinoamericano 483

Miércoles 13, 5:00 pm

Suite habana / Habaneceres

Noticiero ICAIC Latinoamericano 484

Jueves 14, 5:00 pm

Habana del centro, ensueño de sombras / Un siglo de el Vedado

Noticiero ICAIC Latinoamericano   485

Semana de la Cultura Italiana. Tributo a Valerio Zurlini y Gillo Pontecorvo

Viernes 15, 5:00 pm

Inauguración con la Premiere del documental Valerio Zurlini: Los años de las imágenes perdidas

Noticiero ICAIC Latinoamericano 486

Sábado 16, 5:00 pm

Verano violento (Estate violenta, 1959) / Valerio Zurlini

Noticiero ICAIC Latinoamericano 487

Domingo 17, 5:00 pm

La muchacha de la valija (La ragazza con la valiglia, 1961) / Valerio Zurlini

Noticiero ICAIC Latinoamericano 488

Miércoles 20, 5:00 pm

Crónica familiar (Cronaca familiare, 1962) / Valerio Zurlini

Noticiero ICAIC Latinoamericano 489

Jueves 21, 5:00 pm

Las mujeres soldado (Le soldatesse, 1965) / Valerio Zurlini

Noticiero ICAIC Latinoamericano 490

Viernes 22, 5:00 pm

La primera noche de quietud (La prima notte di quiete, 1972) / Valerio Zurlini

Noticiero ICAIC Latinoamericano 491

Sábado 23, 5:00 pm

El ancho camino azul (La grande strada azzurra,1957) / Gillo Pontecorvo y Maleno Malenotti

Noticiero ICAIC Latinoamericano 492

Domingo 24, 5:00 pm

Kapó (1960) / Gillo Pontecorvo

Noticiero ICAIC Latinoamericano 493

Miércoles 27, 5:00 pm

Quemada (Queimada, 1969) / Gillo Pontecorvo

Noticiero ICAIC Latinoamericano 480

Jueves 28, 5:00 pm

Operación Ogro (1979) / Gillo Pontecorvo

Noticiero ICAIC Latinoamericano 481

Muestra de cine escocés del Havana Glasgow Film Festival   

Viernes 29, 5:00 pm

Inauguración con el filme No pasarán (Nae pasaran!, 2018) / Felipe Bustos Sierra

Noticiero ICAIC Latinoamericano 482

(El director Felipe Bustos Sierra preentará el filme a los asistentes)

Sábado 30, 5:00 pm

Trainspotting (1996) / Danny Boyle

Noticiero ICAIC Latinoamericano 483

Diciembre

Domingo 2, 5:00 pm

Trainspotting 2: La vida en el abismo (T2: Trainspotting, 2017) / Danny Boyle

Noticiero ICAIC Latinoamericano 484

Cinemateca Infantil y Juvenil (para todas las edades)

Sábado 2, 2:30 pm

Mafalda

Domingo 3: 2:30 pm

El sueño de una noche de San Juan

Sábado 9, 2:30 pm

El planeta del tesoro

Domingo 10, 2:30 pm

Alicia en el país de las maravillas

Sábado 16: 2:30 pm

Bambi

Domingo 17, 2:30 pm

Dumbo

Sábado 23, 2:30 pm

La dama y el vagabundo

Domingo 24, 2:30 pm

La cenicienta

Sábado 30, 2:30 pm

Afro samurái

Domingo 1, 2:30 pm

Afro samurai

Cine Charles Chaplin, Sala Charlot, Calle 23 e/10 y 12 Teléfono: 7831-1101

Retrospectiva Homenaje a Bernardo Bertolucci (Final)

Viernes 1, 2:30 pm

La luna

Antología del cine cubano (V): 2000-2011 (Final)

Sábado 2, 2:30 pm

Hacerse el sueco / Las sombras corrosivas de Fidelio Ponce aún (*)

Domingo 3, 2:30 pm

Nada / Las manos y el ángel

Miércoles 6, 2:30 pm

Miel para Oshún / Así como soy

Jueves 7, 2:30 pm

Roble de olor

Viernes 8, 2:30 pm

Más vampiros en La Habana / Por el pico divertir…

Sábado 9, 2:30 pm

Entre ciclones / Corre el agua

Domingo 10, 2:30 pm

Bailando cha cha chá / Demoler

Miércoles 13, 2:30 pm

Tres veces dos / La sed de mirar

Jueves 14, 2:30 pm

La pared / Adela

Viernes 15, 2:30 pm

Homenaje a la cineasta Hispano Cubana Rosina Prado: El ir y venir de los trenes / Ismaelillo / Palmas cubanas / ¿Qué es lo bello? / La llamada del nido / El zoológico…

Sábado 16, 2:30 pm

Lisanka / 20 años

Domingo 17, 2:30 pm

La noche de los inocentes / ¡Vampiros!

Miércoles 20, 2:30 pm

El viajero inmóvil / Lezama inalcanzable vuelve

Jueves 21, 2:30 pm

Kangamba / Buscándote Havana

Viernes 22, 2:30 pm

Argeliers / Cuerda y percusión

Sábado 23, 2:30 pm

Los dioses rotos / Poética gráfica insular

Domingo 24, 2:30 pm

José Martí, el ojo del canario / Marcos Madrigal, in crescendo

Miércoles 27, 2:30 pm

Boleto al paraíso / Adela

Jueves 28, 2:30 pm

Larga distancia / Cuerda y percusión

Viernes 29, 2:30 pm

Habanastation / Demoler

Sábado 30, 2:30 pm

Juan de los muertos / Por el pico divertir…

Domingo 1, 2:30 pm

La piscina / Buscándote Havana

Muestra de Cine Belga

Mi vida en rosa / Ma Vie en Rose / Alain Berliner (85’) Francia-Bélgica-Reino Unido, 1997 / s.t. españoles / Michele Laroque, Jean-Philippe Ecoffey, Helene Vincent, Georges du Fresne. Colores. Filme verdaderamente original e interesante sobre un niño de siete años, Ludovic, que vive con sus padres y hermanos y le gusta vestirse y maquillarse como una niña. Ludovic está convencido de que cuando sea un adulto será una mujer y se casará con un compañero de clases, todo lo cual trae serios trastornos en su familia y el medio social, mientras el niño utiliza su fantasía para imaginar su felicidad y para intentar explicarse por qué es así… Ganó el Globo de Oro al mejor filme extranjero, el premio europeo Félix al mejor guion, el Gran Premio en el festival de Karlovy Vary y un premio especial en el Festival de Cannes.

Tras los muros / Hors les murs / David Lambert (98’) Bélgica-Canadá-Francia, 2012 / s.t. españoles / Guillaume Gouix, Matila Malliarakis, Mélissa Désormeaux-Poulin, David Salles. Colores. Paulo, joven pianista de aspecto frágil, vive con su novia Anka. En una noche en la que se emborracha a muerte, es socorrido por el Ilir, bajista y camarero albanés. Es amor a primera vista, el paso necesario para que Paulo asuma su sexualidad. Y también el suceso definitivo para que Anka le eche de su casa, y no le quede más remedio que pedirle asilo a Ilir…Su director ganó el premio Grand Golden Rail en el Festival de Cannes con este filme. Estreno en Cuba.

Hasta la vista / Geoffrey Enthoven (109’) Bélgica, 2011 / s.t. españoles / Charlotte Timmers, Roos Van Vlaenderen, Robrecht Vanden Thoren. Colores. Tres jóvenes de veintitantos años que aman el vino y las féminas, pero que nunca han disfrutado de la compañía íntima de una mujer, con el pretexto de hacer un itinerario vinícola viajan a España con la esperanza de perder su virginidad. Nada los detendrá, ni siquiera sus respectivas discapacidades: uno de ellos es ciego, otro está postrado en una silla de ruedas y el tercero es completamente paralítico… Un filme premiado en los festivales de Alpe d’Huez, Cinequest San Jose, European Film Awards, Karlovy Vary, Montréal, Palm Springs y Valladolid.

La Habana y el cine: Real y maravillosa

Nuestro hombre en La Habana / Our Man in Havana / Carol Reed (107’) Reino Unido, 1960 / s.t. españoles / Alec Guinness, Burl Ives, Maureen O’Hara, Ernie Kovacs, Noel Coward. Blanco y Negro. «Un feliz vendedor británico que trabaja en La Habana se ve obligado a convertirse en agente secreto…Tras El ídolo caído y El tercer hombre, el tercer encuentro entre el escritor Graham Greene y el director Carol Reed, ahora con este último convertido ya en uno de los directores más apreciados de la industria de su país» (Carlos Aguilar). Un filme rodado en las calles de nuestra capital.

En un barrio viejo / Nicolás Guillén Landrián (9’) Cuba, 1963 / Documental. Blanco y Negro. El cineasta camagüeyano Nicolás Guillén Landrián, auxiliado por la cámara del entonces joven fotógrafo Livio Delgado, presenta estampas de un barrio de La Habana Vieja. Premiado en el Festival Internacional de Cracovia.

El recurso del método / Miguel Littín (135’) Cuba-México-Francia, 1978 / Nelson Villagra, Katy Jurado, Alain Cuny, María Adelina Vera. Colores. Basado en la novela homónima de Carpentier, quien afirmó: «Existen tipos de dictadores, está el caudillo campesino inculto, incapaz de escribir una letra, como Juan Vicente Gómez; el militar bruto, el jefe militar a la cabeza de sus tropas, pero el más interesante es el tirano ilustrado». Este último es el arquetipo del texto de Carpentier, quien se inspiró en cinco dictadores del continente: Gerardo Machado, Guzmán Blanco, Estrada Cabrera, Porfirio Díaz y Rafael Leónidas Trujillo. Interesante filme del chileno Littín, realizado a continuación de su exitosa Actas de Marusia, con la colaboración del gran director de fotografía Ricardo Aronóvich y un elenco internacional.

El parque / Fernando Villaverde (25’) Cuba, 1963 / Documental. Blanco y Negro. Se detiene en personajes y sucesos en la vida diaria del Parque Central de La Habana. Para lograrlo, el realizador contó con el aporte del director de fotografía Jorge Herrera.

El señor presidente / Manuel Octavio Gómez (100’) Cuba-Francia, 1983 / Michel Auclair, Reinaldo Miravalles, Bruno Garcín, Florence Jaugey, Idalia Anreus, René de la Cruz, Alejandro Lugo, Francisca Miranda. Colores. Versión fílmica de la novela homónima del escritor guatemalteco Miguel Ángel Asturias. En un país latinoamericano regido por un dictador, el Señor Presidente, muere un personero del gobierno. El tirano y sus dos más cercanos colaboradores deciden aprovechar el crimen para imputárselo a sus principales adversarios…

Moradas al sol / Alejandro Saderman (29’) Cuba, 1963 / Documental. Blanco y Negro. Desarrollo histórico y cronológico de la arquitectura colonial en Cuba, con una especial atención a la ciudad de La Habana observada a través del lente de la cámara de Antonio Rodríguez (Tucho), y descrita por Roberto Fernández Retamar.

El sitio en que tan bien se está / Marisol Trujillo (20’) Cuba, 1978 / Documental. Colores. Al conmemorarse el 460 aniversario de la fundación de La Habana, el poeta Eliseo Diego, el pintor René Portocarrero y el historiador Eusebio Leal, hablan de su ciudad, plena de encanto de luces y sombras y de valores culturales. Las imágenes del fotógrafo Julio Valdés fueron acompañadas por música concebida por Sergio Vitier.

Habla Carpentier…sobre La Habana (1912-1930) / Héctor Veitía (110′) Cuba, 1973 / Documental. Blanco y Negro. A través de sus recuerdos de infancia y juventud, el famoso escritor Alejo Carpentier realiza una brillante exposición de lo que fue La Habana y su evolución entre los años 1912-1930.

Habana vieja / Oscar Valdés (32’) Cuba, 1982 / Documental. Colores. Uno de los más hermosos tributos a su ciudad natal realizado por un cineasta es este documental que Oscar Valdés le consagró en 1982 con fotografía de Raúl Rodríguez y un conjunto de temas compuestos por Leo Brouwer. Historia, leyendas, estilos arquitectónicos y habitantes de la parte antigua de la ciudad conocida como La Habana Vieja, reconocida por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad.

Tirano banderas / José Luis García Sánchez (91’) España-México-Cuba, 1993 / Gian María Volonté, Ana Belén, Juan Diego, Fernando Guillén, Ignacio López Tarso. Colores. Un imaginario país latinoamericano, durante la fiesta del Día de Difuntos. Santos Banderas —dictador indígena, rodeado de aduladores, incondicionales y traidores— juzga, tortura y ejecuta a sus súbditos. Su única debilidad es Manolita, su hija, que ha perdido la razón. Mientras unos se preparan para derrocar al tirano por las armas, otros lo intentan por la vía legal. El destino interviene caprichosamente en los hechos cuando estalla la guerra… Basado en la obra homónima del escritor español Ramón del Valle Inclán, fue la última actuación del gran actor italiano Gian María Volonté. Premio Goya de Maquillaje.

Retrato de La Habana / Humberto Solás (9’) Cuba, 1998 / Documental. Colores. Otro enamorado de su ciudad natal, el realizador Humberto Solás, le dedicó este brevísimo documental.  Se trata de una mirada a la capital de la isla a través del ojo poético del creador de Lucía y de otros clásicos del cine cubano, con fotografía de Rafael Solís y música de José María Vitier.

Suite Habana / Fernando Pérez (80’) Cuba-España, 2003 / Documental. Colores. El día 23 de junio del 2003 es una fecha significativa para la historia del cine nacional: estreno de Suite Habana en el Chaplin. Este filme es para muchos críticos no solamente un título que trascendió dentro de la producción nacional de ese año; algunos, entre los que me incluyo, lo consideramos uno de los mejores filmes cubanos de la década y el devenir del ICAIC. La historia de un día de La Habana, contada a través de un grupo de personas humildes de la ciudad, prescinde de diálogos y se apoya en la fuerza de las sencillas historias que se entrecruzan, en su guion, escrito por Fernando, en la edición de Julia Yip, la fotografía de Raúl Pérez Ureta, y la partitura de Edesio Alejandro. El resultado es extraordinario desde el punto de vista narrativo, y honesto y conmovedor en sus contenidos, muestra de la coherencia conceptual y estética de su creador, que ama como pocos a su ciudad y a sus habitantes, y le ha dedicado un filme poético, sensible e inolvidable. Laureado con numerosísimos galardones en festivales.

Habanceres / Luis Leonel León (22’) Cuba, 2003 / Documental. Colores.

Crónica de la capital a partir de las vivencias de tres figuras prominentes del ámbito cultural que la han registrado en sus obras: el cineasta Fernando Pérez, el escritor Leonardo Padura y el cantautor Carlos Varela. Premio Especial del Jurado al documental en II Muestra Joven ICAIC

Habana del centro, ensueño de sombras / Lourdes Prieto (56’) Cuba, 2012 / Documental. Colores. Homenaje a la populosa barriada de Centro Habana, fruto de una exhaustiva investigación de su directora Lourdes Prieto para observarla desde los ángulos más disímiles, con la complicidad del excelente fotógrafo Raúl Rodríguez.

Un siglo de el Vedado / Cristina Fernández y Carlos León (48’) Cuba, 2012 / Documental. Colores. Acercamiento a una zona geográfica habanera con características muy propias en el contexto ecléctico de la capital.

Semana de la Cultura Italiana. Tributo a Valerio Zurlini y Gillo Pontecorvo

La Jornada de la Cultura Italiana de este año 2019 está dedicada a dos maestros de su cinematografía, Gillo Pontecorvo (1919-2006) y Valerio Zurlini (1926-1982). Pontecorvo —de quien se conmemora el centenario de su nacimiento—, estuvo comprometido con la causa antifascista desde muy joven y se unió a la resistencia italiana durante la Segunda Guerra Mundial. En la siguiente década iniciaría su andadura por el cine y debutaría con Giovanna, segmento del filme La rosa de los vientos (La rosa dei venti) de 1956. Este sería el comienzo de una corta pero particularmente interesante filmografía de ficción que conocería sus mayores lauros con nombres tan importantes como Kapó, La batalla de Argel y Quemada, si bien el mayor acento del trabajo de Pontecorvo estuvo en los documentales, que abundaron en su carrera.

La batalla de Argel (1966), su obra más reconocida, se convirtió en una bandera del anticolonialismo al relatar la guerra entre los ocupantes franceses y el Frente de Liberación Nacional argelino. Narrada en un estilo semidocumental, fuerte y directo, con soberbias actuaciones, la película obtuvo el León de Oro en la Mostra de Venecia. Este sensacional filme obtuvo además tres candidaturas para el Oscar, mejor director, argumento / guion y mejor filme en lengua extrajera. Anteriormente con Kapó (1959), cinta que abordaba el tema de los campos de concentración nazis, el cineasta ya había recibido una candidatura para la estatuilla que se confiere a la mejor producción extranjera. Este tributo excluye La batalla de Argel por estar programada la exhibición de su copia recientemente restaurada en el venidero Festival de La Habana.

Siempre comprometido con las mejores causas, Pontecorvo filmó en 1969 otro filme anticolonialista, Quemada, que tuvo el atractivo especial de contar con el gran actor Marlon Brando en el papel de un aventurero británico, contratado por Inglaterra para intentar organizar una revolución en una colonia portuguesa de las Antillas con la intención de que la isla caiga en manos británicas para explotar sus recursos naturales. Otro título a destacar, último largometraje de su carrera, fue Operación Ogro (1979), en el que se relataba el exitoso atentado cometido por la ETA contra el sucesor del dictador español Franco, Luis Carrero Blanco, en 1973.

Otro nombre clave de la cinematografía italiana es Valerio Zurlini, quien como Pontecorvo participó en la resistencia antifascista durante la Segunda Guerra e, igualmente, sería militante del Partido Comunista Italiano.

Zurlini, quien había nacido en Boloña y de niño se trasladó a Roma, comenzó a filmar cortometrajes después de la guerra. El director Pietro Germi vio uno de sus cortos en un cine y decidió recomendarlo a una compañía productora, quien le encomienda la dirección de un largometraje, así Zurlini se inicia como cineasta y lleva a cabo a la vez su primera adaptación de una obra del reconocido Vasco Pratolini, Le ragazze di San Frediano (1955). Pero a pesar del éxito de este debut, Zurlini tuvo que esperar cinco años para rodar su segundo título, Estate violenta (1959). Entretanto escribió el guion de Guendalina, que si bien le valió el premio Nastro d’argento en esa categoría le provocó una gran decepción debido a que los productores no le permitieron dirigirlo y se lo entregaron al realizador Alberto Lattuada para que lo filmara.

Luego llegaría uno de sus filmes más estimados y recordables, La muchacha de la valija (1960) en el que otorgó su primer papel importante al francés Jacques Perrin, quien se convertiría en su actor de cabecera y sería coprotagonista de Claudia Cardinale, de espléndida belleza entonces. Esta historia de la relación de un muchacho con una hermosa mujer, tendrá para los cubanos una connotación especial para siempre, al convertirse su tema musical central, interpretado por el saxofonista Fausto Papetti, en la música de créditos del muy popular programa radial «Nocturno».

Una nueva adaptación de Pratolini, Cronaca familiar (1962) le permitiría recibir el máximo premio del festival de Venecia, el León de Oro (ex aequo con La infancia de Iván, de Tarkovski), alcanzando gran renombre en el medio, si bien a la vez tendrá que enfrentar una nueva frustración al no permitirle los productores dirigir un guion en que Zurlini había adaptado nada menos que El jardín de los Finzi-Contini de Giorgio Bassani, que finalmente rodará Vittorio de Sica.

En 1965 Zurlini dirigió Le soldatesse, ambientada en Grecia durante la Segunda Guerra y posteriormente dirige varios proyectos teatrales que precederán a la película Seduto alla sua destra (1968) que decepcionó a la crítica y a los espectadores.

Los últimos largometrajes filmados por Zurlini serían La primera noche de quietud (1972), protagonizado por Alain Delon que fue un notable éxito de público no así de crítica, y El desierto de los tártaros (1976), lujosa superproducción producida por Jacques Perrin y adaptada de una novela de Dino Buzzati que ganará los premios David di Donatello en las categorías de mejor director y mejor película.

Valerio Zurlini: Los años de las imágenes perdidas / Valerio Zurlini: Gli anni delle immagini perdute / Adolfo Conti (87’) Italia, 2012 / s.t. españoles / Documental. Blanco y Negro – Colores. Retrato artístico y humano de Valerio Zurlini, uno de los más significativos directores de la época de oro del cine italiano, según las páginas de su diario veneciano. Desde su premiado filme Crónica familiar y la inolvidable La muchacha de la valija hasta El desierto de los tártaros, sus películas siempre recibieron el aclamo de público y crítica. Intervienen personalidades cinematográficas como Jacques Perrin, Nicola Badalucco, Marco Weiss, Giuliano Montaldo, Carlo Lizzani, Claudia Cardinale y Ermanno Olmi. Estreno en Cuba.

Verano violento / Estate violenta / Valerio Zurlini (100’) Italia-Francia, 1959 / s.t. españoles / Eleonora Rossi Drago, Jean-Louis Trintignant, Lilla Brignone, Raf Mattioli, Federica Ranchi, Cathia Caro. Blanco y Negro. Año 1943. Italia está inmersa en la Segunda Guerra Mundial, pero en la bella costa donde el joven Carlo y sus amigos pasan el verano, apenas se percibe: todos quieren divertirse y olvidar la contienda bélica. Un día Carlo conoce en la playa a una hermosa viuda, Roberta, unos años mayor que él y de inmediato se siente atraído por la mujer… Premio a la mejor actriz a Eleonora Rossi Drago en el Festival de Mar del Plata; Nastro di Argento a la mejor actriz (Drago) y a la mejor música de Mario Nascimbene.

La muchacha de la valija / La ragazza con la valiglia / Valerio Zurlini (116’) Italia-Francia, 1961 / s.t. españoles / Claudia Cardinale, Jacques Perrin, Romolo Valli, Gian Maria Volonté. Blanco y Negro. Historia del amor imposible de un tímido adolescente, de familia adinerada, por una sensual bailarina a la deriva. «Zurlini es uno de los raros poetas románticos del cine italiano…La primera parte del filme, de tono lírico, es la más bella» (Il Morandini, Dizionario dei film). Uno de los títulos más prestigiosos del cine italiano de la época. Excelente reparto que incluye un breve papel para Gian Maria Volonté, entonces en los inicios de su carrera. Un filme muy popular en nuestro país protagonizado por una deslumbrante Claudia Cardinale, todo un emblema de la sexualidad femenina en el cine italiano de los sesenta.

Crónica familiar / Cronaca familiare / Valerio Zurlini (115’) Italia, 1962 / s.t. españoles / Marcello Mastroianni, Jacques Perrin, Valeria Ciangottini, Salvo Randone, Sylvie, Serena Vergano. Colores. Drama familiar basado en una novela semiautobiográfica de Vasco Pratolini. Sigue a dos hermanos, Enrico y Lorenzo, que vieron separadas sus vidas cuando nació el segundo, pues la madre murió. Herido de guerra el padre, es la abuela la que debe encargarse de ellos, y el pequeño queda al cuidado de una baronesa. De modo que Lorenzo se acostumbra a la buena vida, y Enrico vive en la pobreza. Llegará el momento en que Lorenzo deberá valerse por sí solo, y no está preparado para ello. El reencuentro con el hermano mayor puede que le ayude a superar sus limitaciones…León de Oro (compartido), premio de la Ciudad de Venecia y premio de los Cine Clubes católicos en el Festival de Venecia ‘62.

Las mujeres soldado / Le soldatesse / Valerio Zurlini (114’) Italia-Francia-Yugoslavia, 1965 / s.t. españoles / Tomas Milian, Anna Karina, Mario Adorf, Lea Massari, Marie Laforêt. Blanco y Negro. Durante la ocupación italiana de Grecia en la Segunda Guerra Mundial, a un joven oficial le encargan la custodia y el traslado de un grupo de prostitutas, contratadas como auxiliares del ejército para prestar servicios sexuales a las tropas, en un viaje a través de las montañas. Un argumento que recuerda al de la novela y película Pantaleón y las visitadoras, pero en un tono mucho más dramático. Le soldatesse está basada en una novela de Ugo Pirro, y el cubano Tomas Milian tiene a su haber el personaje central. Premio a la mejor película en el Festival de Moscú.

La primera noche de quietud / La prima notte di quiete (Le professeur) /  Valerio Zurlini (125’) Italia-Francia, 1972 / s.t. españoles / Alain Delon, Sonia Petrova, Giancarlo Giannini, Lea Massari, Renato Salvatori, Alida Valli, Salvo Randone. Colores. Daniel Dominici, de 37 años, ha llegado a Rimini para ejercer como profesor de Literatura en un Liceo. Maestro poco ortodoxo, experto jugador de cartas, vive con una mujer a la que apenas le une algo. En el colegio Daniel conoce a una de sus alumnas, Vanina, una bella joven de 19 años por la que se interesa desde el primer momento…Guion del director. «Excelente trabajo de Alain Delon» (Fernando Morales: El País)

El ancho camino azul / La grande strada azzurra / Gillo Pontecorvo y Maleno Malenotti (99’) Italia-Francia-RFA-Yugoslavia, 1957 / s.t. españoles / Yves Montand, Alida Valli, Francisco Rabal, Umberto Spadaro. Colores. Squarciò, un pescador, vive con su familia en una pequeña isla frente a la costa. Como sus compañeros, él lucha contra las dificultades de la vida diaria, la escasez de peces en las aguas cercanas y la explotación del comerciante local. Pero mientras los otros pescadores continúan usando redes, él navega hacia mar abierto y pesca ilegalmente con explosivos…Estreno en Cuba.

Kapó / Gillo Pontecorvo (100′) Italia, 1960 / s.t. españoles / Susan Strasberg, Laurent Terzieff, Emmanuelle Riva, Didi Perego. Blanco y Negro. Una joven judía es deportada a Alemania. En el campo de concentra¬ción pasa a ser un Kapó, guardia de los restantes presos. “Esta película, la segunda de Pontecorvo, se impone como una de las mejores. Su realización es eficaz, violenta, sincera” (Georges Sadoul). Nominada al Globo de Oro italiano al mejor filme.

Quemada / Queimada / Gillo Pontecorvo (108’) Italia-Francia, 1969 / s.t. españoles / Marlon Brando, Evaristo Márquez, Renato Salvatori, Tom Lyons. Colores. «Un mercenario británico acude a ponerse de parte de la facción occidental durante una rebelión de esclavos en una isla caribeña. Fábula anticolonialista que se sirve de la tradición del género de aventuras norteamericano, y cuyo didactismo acaba resultando decididamente molesto, por no hablar de lo confuso que aparece el personaje protagónico, tanto en el guión como por la ampulosa interpretación de Brando» (Carlos Aguilar). Filme inspirado, según algunas fuentes, en el western-spaghetti Salario para matar (1969) de Sergio Corbucci y un material sobrevalorado por la crítica nacional durante su estreno a partir de un análisis que enfatizaba sus contenidos. Por vez primera se exhibe en colores.

Operación Ogro / Gillo Pontecorvo (100’) España-Italia-Francia, 1979 / s.t. españoles / Gian María Volonté, José Sacristán, Ángela Molina, Eusebio Poncela. Colores. La historia del famoso atentado que organizó meticulosamente la ETA en 1973 en Madrid contra el primer ministro de España y sucesor de Franco, Luis Carrero Blanco. Estreno en Cuba.

Muestra del cine escocés Havana Glasgow Film Festival

No pasarán! / Nae pasaran! / Felipe Bustos Sierra (96’) Escocia-Chile, 2018 / Documental. Blanco y Negro – Colores. Narra la historia real de los trabajadores de la fábrica de Rolls Royce en East Kilbride, Escocia, que se negaron a reparar los motores de los aviones Hawker Hunters chilenos en protesta contra el golpe militar de 1973. Cuarenta años después, descubren las increíbles consecuencias de su solidaridad. Ganó el prestigioso premio Bafta a la mejor película del 2018, durante su estreno en Reino Unido y, el Premio del Público en el Festival de Cine de Derechos Humanos de San Sebastián Donostia.

Trainspotting / Danny Boyle (94’) Reino Unido, 1996 / s.t. españoles / Ewan McGregor, Ewen Bremmer, Jonny Lee Miller, Kevin McKidd, Robert Carlyle. Colores. Adaptación de John Hodge sobre la novela homónima de Irvine Welsh. Esta cinta acerca de un grupo de jóvenes escoceses drogadictos, es una de las mejores películas de aquellos años, y por su audaz puesta en escena y su carácter de revulsivo fue llamada con justicia “La naranja mecánica de los 90”.  Nunca antes en pantalla se habían visto los efectos perniciosos de la drogadicción en un medio social que no ofrece soluciones a estos jóvenes, para quienes la otra alternativa, el ideal de una vida vacía de consumo y confort, carece de atractivo. Excelente película nominada para el Oscar al mejor guion adaptado (John Hodge); premio del BAFTA (Instituto Británico de Cine) al mejor guion-adaptación; León Checo al mejor filme extranjero; premios del Círculo de críticos de cine de Londres al mejor actor británico del año (McGregor) y al mejor productor…

Trainspotting 2: la vida en el abismo / T2: Trainspotting / Danny Boyle (117’) Reino Unido, 2017 / s.t. españoles / Ewan McGregor, Robert Carlyle, Jonny Lee Miller, Ewen Bremner, Kelly Macdonald. Colores. Veinte años después, continúan las peripecias del grupo de los ya no tan jóvenes heroinómanos de los suburbios de Edimburgo encabezados por Mark Renton que no tienen otra aspiración en la vida salvo drogarse y conseguir dinero sucio. Tras un bache en sus negocios y después del costoso divorcio de su mujer, Sick Boy descubre una oportunidad que puede cambiarle la vida. En Edimburgo surge un lucrativo negocio basado en vídeos porno grabados en las trastiendas de los pubs, con los clientes del local como actores principales. Tras conocer esto, Sick Boy intentará rodqr una película porno de categoría capaz de venderse internacionalmente… Esta secuela de Trainspotting, está basada en Porno, la siguiente novela de Irvine Welsh. Danny Boyle retoma la dirección, y John Hodge vuelve a escribir el guion. La película cuenta con los protagonistas de la película original.

Noticiero ICAIC Latinoamericano

Noticiero ICAIC Latinoamericano 476 / Santiago Álvarez (9’) 15/12/69

Visita Cuba delegación del Konsomol Soviético, presidida por su primer secretario Evgueni Tiazhelnikov y el cosmonauta de las naves Soyuz 4, 5 y 8 Alexei Eliseiev. Reportaje sobre recogida de tomates y recolección de rábanos y lechugas.

Noticiero ICAIC Latinoamericano 477 / Santiago Álvarez (9’) 22/12/69

Llegada de 216 jóvenes norteamericanos para participar en la Zafra de los Diez Millones. Planos del recibimiento en el aeropuerto. En los cañaverales Reinaldo Castro, Héroe del Trabajo les enseña cómo cortar la caña. Trucaje con fotos de la revista Life sobre la matanza de Son My y anuncios comerciales. Encuentro en el campamento Venceremos de los combatientes vietnamitas y los jóvenes norteamericanos. Hablan en un acto el embajador de Vietnam del Sur, Nguyen Minh Phuong y Melba Hernández, heroína del Moncada. Afiche del Comité Cubano de Solidaridad con Vietnam.

Noticiero ICAIC Latinoamericano 478 / Santiago Álvarez (7’) 29/12/69

El Comandante en Jefe Fidel Castro corta caña con vietnamitas residentes en Cuba como jornada de trabajo para conmemorar el IX aniversario de la creación del FNL de Vietnam del Sur. Imágenes del Comandante en Jefe Fidel Castro con los norteamericanos de la brigada Venceremos en el cañaveral.

Noticiero ICAIC Latinoamericano 479 / Santiago Álvarez (9’) 6/1/70

Desarrollo de planes agrícolas en Cuba paralelo a la zafra azucarera: en Güira de Melena se dedican al cuidado de las plantas de tomates. Reportaje sobre brigada millonaria de ferromochas compuesta por cuarenta macheteros, en el Oriente de la Isla. Cortan caña en Cuba embajador y técnicos búlgaros. Imágenes de la participación del Comandante en Jefe Fidel Castro junto a estudiantes vietnamitas en el corte de caña en saludo al XI aniversario de la Revolución cubana.

Noticiero ICAIC Latinoamericano 480 / Santiago Álvarez (8’) 12/1/70

Reportaje sobre la Zafra de los Diez millones en el central Rubén Martínez Villena, de la provincia de La Habana.

Noticiero ICAIC Latinoamericano 481 / Santiago Álvarez (8’) 19/1/70

Jóvenes coreanos se incorporan a la zafra en Cuba. El Congo (Brazaville) se convierte en República Popular del Congo, con un solo partido: el Partido Congoleño del Trabajo, de orientación marxista-leninista. La fábrica de cemento Haiphong, de Vietnam, reanuda su producción. Protestas en Filipinas contra visita del vicepresidente norteamericano Spiro Agnew. Comandos palestinos hacen despliegue militar en el V aniversario de la lucha del Ejército de Liberación de Palestina (OLP), en presencia de su presidente Yasser Arafat.

Noticiero ICAIC Latinoamericano 482 / Santiago Álvarez (18’) 26/1/70

Jóvenes búlgaros agrupados en la Brigada Jorge Dimitrov cortan caña en Cuba para la Zafra de los Diez Millones. Reportaje sobre el centro turístico de la presa La Ceiba, en el km 9 de la Avenida Monumental. Problema de transporte en la Zafra de los Diez Millones. Reportaje sobre el batallón de mujeres Tania la Guerrillera incorporadas a labores agrícolas en la provincia de La Habana.

Noticiero ICAIC Latinoamericano 483 / Santiago Álvarez (8’) 2/2/70

Reportaje sobre centro de recría equino en Agramonte, provincia de Matanzas. Construcción del nuevo muelle Dubrocq en la Bahía de Matanzas. Combinadas Henderson en la planta mecánica de Santa Clara para la zafra azucarera cubana. Protesta en Canberra, Australia por visita de vicepresidente norteamericano Spiro Agnew.

Noticiero ICAIC Latinoamericano 484 / Santiago Álvarez (8’) 9/2/70

Construcción de represa Minerva, en la provincia de Las Villas por la brigada Antonio Maceo. Realizan en el Escambray la siembra de pangola por integrantes de la FMC. Cuidado del ganado en el Centro de Inseminación de Las Villas. Acto conmemorativo por el IV aniversario de la muerte del sacerdote y guerrillero colombiano Camilo Torres, quien cayera combatiendo en las montañas de su país el 15 de febrero de 1966.

Noticiero ICAIC Latinoamericano 485 / Santiago Álvarez (10’) 16/2/70

El Comandante en Jefe Fidel Castro se dirige al pueblo por las cámaras de televisión para ofrecer un amplio análisis sobre la marcha de la Zafra de los Diez Millones.

Noticiero ICAIC Latinoamericano 487 / Santiago Álvarez (8’) 2/3/70

En represalia a las derrotas que el Pather Lao, movimiento político comunista de Laos, ha propiciado a las tropas del régimen títere de Laos, mercenarios tailandeses y los Boinas Verdes, la aviación norteamericana bombardea las zonas liberadas. Brigada cañera Antonio Briones Montoto, del ICAIC arriba al primer millón de arrobas de caña cortada. Miembros de la brigada de innovadores e inventores Jorge Dimitrov crean la nueva cosechadora mecánica de papas Ariguanabo 70. Reportaje sobre el taller de maquinarias del MINAZ, en la provincia de Camagüey.

Noticiero ICAIC Latinoamericano 488 / Santiago Álvarez (9’) 9/3/70

Reportaje sobre las minas a cielo abierto en Nicaro y Moa.

Noticiero ICAIC Latinoamericano 489 / Santiago Álvarez (9’) 16/3/70

Protestas en Chicago frente al edificio donde se juzgó y condenó a dirigentes de la campaña contra la guerra de Vietnam. Brigada de cortadores de caña coreanos Jinetes de Chullima arriban al primer millón de arrobas de caña. En el regional Mayabeque se experimenta con las primeras máquinas sembradoras de malanga en Cuba. Perjuicios que pueden ocasionar las impurezas de la caña de azúcar. Inauguración del Instituto de Astronomía por la Academia de Ciencias de Cuba, donde los científicos observan eclipse de sol con sus nuevos instrumentos.

Noticiero ICAIC Latinoamericano 490 / Santiago Álvarez (9’) 23/3/70

Llegan de Panamá los atletas que participaron en los XI Juegos Centroamericanos y del Caribe. Recibimiento en el puerto habanero. Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro con motivo del triunfo de los cubanos.

Noticiero ICAIC Latinoamericano 491 / Santiago Álvarez (9’) 30/3/70

Nuevo implemento llamado “arrastra” que ayuda al acopio de caña, utilizado en la zafra azucarera cubana. Arribo a la producción de cinco millones de toneladas de azúcar en Cuba. Operaciones victoriosas del Ejército de Liberación de Laos. La brigada Venceremos de jóvenes norteamericanos y puertorriqueños llega al segundo millón de arrobas cortadas.

Noticiero ICAIC Latinoamericano 492 / Santiago Álvarez (8’) 6/4/70

Llegada a Cuba de cuatro brasileños revolucionarios liberados en canje por el cónsul japonés en São Paulo. Brindan servicios en hospitales infantiles y ortopédicos cubanos los primeros autos de alquiler marca Alfa Romeo adquiridos. Participa brigada de jóvenes rumanos 23 de Agosto en la zafra azucarera cubana. Taller Experimental de Diseño presenta bellos modelos dirigidos a integrantes de la CJC y a las trabajadoras permanentes en distintos planes agrícolas. Obtención de magníficos ejemplares de ganado caprino en granja del anillo lechero de Santiago de Cuba.

Noticiero ICAIC Latinoamericano 493 / Santiago Álvarez (8’) 20/4/70

Reportaje sobre el máximo líder de la Revolución Socialista de Octubre Vladimir Ilich Lenin en homenaje al centenario de su natalicio, tomando como base entrevistas realizadas a ciudadanos de diversas profesiones y actividades preguntándoles acerca de la reacción que tendrían si Lenin estuviera vivo al lado de cada uno de ellos.

Noticiero ICAIC Latinoamericano 494 / Santiago Álvarez (9’) 27/4/70

Reportaje especial sobre las FAR, que muestra cómo permanecen alertas en la defensa y en la preparación combativa del país, a la para que participan en la Zafra de los Diez Millones. Premios: 1970. Mención a la labor desarrollada por el Noticiero ICAIC, destacándose este número, Selección Anual de la Crítica, Cuba.

Cinemateca Infantil y Juvenil

Mafalda / Daniel Mallo (Productor) (80’) Argentina, 1981 / Largometraje de animación. Colores. Los personajes creados por Joaquín Salvador “Quino” nos presentan un divertido largometraje, con el que podemos disfrutar de sus aventuras más alocadas. Una visión crítica del mundo de los adultos que les hará pasar muy buenos momentos.

El sueño de una noche de San Juan / Ángel de la Cruz, Manolo Gómez (85’) España-Portugal, 2005 / Largometraje de animación. Colores. Cuentan las leyendas que en la noche de San Juan los humanos pueden acceder al mundo mágico de los duendes y las hadas, un lugar en el que los sueños se hacen realidad. Elena es una joven inteligente y poco soñadora que no cree en las leyendas. Sin embargo, su padre, el Duque Teseo, está muy enfermo, y ella haría cualquier cosa por devolverle la ilusión: incluso iniciar un viaje en busca de Titania, la reina de las hadas. En su búsqueda, Elena se encontrará con que el mundo mágico, olvidado por los humanos, ya no es lo que era…

El planeta del tesoro / Treasure Planet / John Musker y Ron Clements (95’) EE.UU., 2002 / doblada al español / Largometraje de animación. Colores.  Esta cinta de la compañía Walt Disney fue realizada por los directores que hicieron importantes animados de esa firma como La sirenita y Aladino. Esta versión de la conocida novela de aventuras La Isla del Tesoro, en clave de ciencia-ficción, se convierte en una apasionante y entretenida historia para toda la familia y aborda importantes temas como la amistad y el valor.

Alicia en el país de las maravillas / Alice in Wonderland / Clyde Geromini, Hamilton Luske, Wilfred Jackson (72’) EE.UU., 1951 / en español / Largometraje de animación. Colores. Basada en los conocidos libros de Lewis Carroll, adaptados a la pantalla en varias ocasiones, cuenta la historia de una chica traviesa que en un bosque persigue a un conejo blanco y cae en un hoyo que le traslada a un mundo de fantasía sin fin…

Bambi / David Hand (69’) EE UU, 1942 / en español / Largometraje de animación / en español. Colores. Clásico absoluto de la Disney sobre un venadito que vive en un bosque. Las etapas de su vida corren paralelas al ciclo de las estaciones en el lugar. Uno de los filmes más recordados de la compañía y de la historia de la animación.

Dumbo / Ben Sharpsteen (61’) EE UU, 1941 / en español / Largometraje de animación / Colores. Dumbo es un elefantito que es ridiculizado por sus grandísimas orejas, aunque descubre que puede volar usándolas como alas. Su único amigo es un ratoncito que le ayudará en todas sus aventuras. Cuarto largometraje animado de la compañía Walt Disney, basado en un libro infantil de Helen Aberson, y un filme creado para recuperar las pérdidas financieras ocasionadas al estudio por la cinta Fantasía. Actualmente se considera todo un clásico de la animación.

La dama y el vagabundo / Lady and the Tramp / Hamilton Luske (73’) EE.UU., 1955 / en español / Animación. Colores. Este largometraje número 15 de la compañía Disney, se estrenó en los cines el 16 de junio de 1955. Está basado en la novela homónima de Ward Greene, y fue la primera película de animación estrenada en el formato Cinemascope. Su protagonista principal es Reina, una linda cachorro de raza que llega a su hogar como un regalo. Al pasar el tiempo se gana el cariño de sus dueños, pero todo cambia cuando éstos esperan un bebé. Golfo, un perro callejero, explica a Reina que con la llegada del bebé el cariño hacia ella por parte de sus dueños será menor…Formidable y recordado clásico animado.

La cenicienta / Cinderella / Wilfred Jackson, Hamilton Luske, Clyde Geromini (71’) EE.UU., 1950 / en español / Largometraje de animación. Colores. Una de las más gustadas y recordadas películas de la compañía Disney. Una hermosa y buena doncella es tratada como esclava por su cruel madrastra y sus desagradables hijas. El rey quiere casar al príncipe, y convoca a un baile al que deben acudir todas las jóvenes casaderas. Una bondadosa hada le proporcionará un lindo vestido y un carruaje a Cenicienta para que asista al baile, con la condición de que deberá regresar a casa a medianoche…Inspirada en el original de Charles Perrault.

Cinema anime

Afro samurai / Afuro Samurái アフロサムライ/ Fuminori Kizaki y Jamie Simone (91’) Japón / Con la participación de Samuel L. Jackson y Lucy Liu en los roles principales. Colores. Un guerrero invencible, una venganza, un hombre que es más que una leyenda. Un samurái negro es el protagonista de esta historia de muerte y venganza. Es conocido como afro samurái o afro para los amigos, en realidad para el único amigo que tiene, un ninja negro de buen corazón, que lleva todo el ritmo del Bronx, en su forma de hablar y moverse, llamado Ninja Ninja. Afro recorrerá este mundo tal vez futurista mezcla del Japón feudal con el oeste americano y algo de los barrios negros de Nueva York. Un mundo donde la violencia manda y las armas son el alma de la gente. Existe el reto de ser el Nº1 del mundo, un hombre intocable considerado un dios por ser el más fuerte del mundo. Existen dos cintas que son portadas por los dos mejores guerreros la del Nº1 y la del Nº2…Estreno en Cuba.

Sala Charlot, Cine Charles Chaplin

Retrospectiva homenaje a Bernardo Bertolucci (Final)

La luna / Bernardo Bertolucci (142’) Italia-EE.UU., 1979 / s.t. españoles / Jill Clayburgh, Matthew Barry, Veronica Lazar, Renato Salvatori, Alida Valli. Colores. A pesar de la repentina e inesperada muerte de su esposo Douglas, su viuda Catherina no puede anular una importante gira internacional. La famosa cantante de ópera tiene que dar un concierto en Italia y toma la decisión de llevarse consigo a su hijo adolescente, decisión que le cambiará la vida por completo… Esta controvertida cinta de Bertolucci fue candidata al premio Globo de Oro.

Antología del cine cubano (V): 2000-2011 (Final)

Hacerse en sueco / Daniel Díaz Torres (105’) Cuba-Alemania-España, 2000 / Enrique Molina, Peter Lohmeyer, Coralita Veloz, Ketty de la Iglesia, Rogelio Blain. Colores. B’Jorn, quien afirma ser profesor de literatura, llega a Cuba. Una familia habanera no sabe qué hacer con el extranjero, a quien intentan hospedar en su casa con fines monetarios… Historia acerca de la amistad, los estereotipos, la aventura y el amor. Premio de la Popularidad en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano; Premio Caricato; Premio a mejor actuación femenina a Coralia Veloz; mejor actuación masculina a Enrique Molina. Premio Caracol a la banda sonora a Ricardo Istueta; premio del público en el Festival de Cine de Friburgo, Suiza.

Las sombras corrosivas de Fidelio Ponce aún / Jorge Luis Sánchez (41’) Cuba, 2000 / Documental. Colores. Fidelio Ponce es recordado por ancianos que lo conocieron, develando las contradicciones de uno de los más irreverentes pintores cubanos de la segunda década del siglo XX.

Nada / Juan Carlos Cremata (92’) Cuba-Francia-España, 2001 / Thais Valdés, Nassiry Lugo, Daisy Granados, Paula Alí, Luis Manuel Iglesias, Verónica López. Blanco y Negro / Colores. Carla debe decidir entre irse y ocuparse de sus asuntos o quedarse y seguir ayudando a los demás. Premio Coral de Opera Prima en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano y otros premios dentro y fuera de Cuba.

Las manos y el ángel (Tributo a Emiliano Salvador) / Esteban García Insausti (27’) Cuba, 2002 / Documental. Colores / Blanco y Negro. A diez años de la desaparición física del jazzista cubano Emiliano Salvador, se entiende por qué los arquitectos del recuerdo levantan un altar en su nombre. Este documental independiente solo pretende hacer justicia a este gigante cubano del piano.

Miel para Oshún / Humberto Solás (115’) Cuba-España, 2001 / Jorge Perugorría, Isabel Santos, Mario Limonta, Adela Legrá, Elvira Cervera. Colores. Roberto, joven cubanoamericano, quien fuera llevado de Cuba ilegalmente por su padre cuando tenía siete años, regresa por primera vez a su país de origen. Su propósito fundamental es el reencuentro y confrontación con su madre, quien él cree que lo abandonó a su destino. Este viaje se convertirá también en un decisivo encuentro con su país y su verdadera identidad. Premio Especial del Jurado. en el XXIII Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano; nominada al Premio Goya; Gran Premio del Jurado en el Festival de Cine Independiente de Washington, y Premio Ariel al Mejor filme extranjero latinoamericano.

Así como soy / Carlos León (33’) Cuba, 2002 / Documental. Colores. Noel Nicola, afamado trovador cubano, fundador del Movimiento de la Nueva Trova Cubana y del Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC narra al equipo de filmación, al que se integra, sus experiencias, su historia, y su manera de componer la música, entre canciones, recuerdos y amigos…

Roble de olor / Rigoberto López (120’) Cuba-España-Francia, 2003 / Jorge Perugorría, Lía Chapman, Raquel Rubí, Manuel Oña, Rubén Breña, Raúl Martínez.  Colores. Primera mitad del siglo XIX en el Caribe. Espacio de cambios, enigmas, sueños y tragedias infinitas. Una mujer negra llegada de Santo Domingo. Un romántico comerciante alemán recién llegado al país. Éstos son los personajes centrales de una historia de amor sin límites que hizo a la más rica plantación cafetalera de Cuba, Angerona, alcanzar su momento culminante. En un período sombrío, en un lugar rodeado por la intolerancia y la incomprensión, los choques de intereses y el poder absoluto, Ursula Lambert y Cornelio Souchay son más que dos culturas, dos identidades, dos formas de ver la vida. El amor es una utopía condenada para dar cabida al destino de una gran plantación cafetalera: Angerona. Diversos premios dentro y fuera de Cuba.

Más vampiros en La Habana / Juan Padrón (86’) Cuba, 2003 / Animación. Colores. Pepe y su hijo se enfrentan a los vampiros nazis por el control de las fórmulas que les permiten vivir como seres humanos… Primer premio Coral en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano y Premio Caricato a Frank González por el doblaje de voces, otorgado por la Asociación de Artes Escénicas de la UNEAC. Secuela del exitoso filme animado ¡Vampiros en La Habana! del director Juan Padrón.

Por el pico divertir… / Félix de la Nuez (28’) Cuba-España, 2011 / Documental. Colores. Desde su surgimiento en el siglo XVIII, el pregón en Cuba ha tenido diversos factores a su favor como la fertilidad de la tierra, las demandas no satisfechas por los mercados, la luminosidad de las ciudades, la topografía y el intenso calor. En el caso de la zona más oriental del país, a estas características se unen rasgos de entonación melódica y elementos rítmicos de los que el santiaguero hace derroche, además de picarescos dicharachos y ocurrencias. El pregón fue llevado al pentagrama musical por un gran número de compositores, de ellos “El manisero” de Moisés Simons y “Frutas del Caney “de Félix B. Caignet se erigen entre los más universales. Toda esta rica y siempre novedosa tradición persiste aún en la Isla y de manera muy particular en la provincia de Santiago de Cuba.

Entre ciclones / Enrique Colina (117’) Cuba-España-Francia, 2003 / Mijail Mulkay, Indira Valdés, Mario Balmaseda, Klara Badiola, Renny Arozarena, Yaima Torres. Colores. En la Cuba del momento, Tomás, un mulato pícaro, se encuentra en una crisis de vivienda y de trabajo en un mundo marginal. Para resolver su problema se enreda en varias relaciones amorosas. Su intento de cambiar la vida se ve amenazada por la conducta de su hermano. Debut como realizador de largometrajes del director Enrique Colina.

Corre el agua / Lázaro Alderete (21’) Cuba, 2004 / Documental. Colores. Breve acercamiento a la vida de Zenaida Armenteros, la primera bailarina y cantante del Conjunto Folclórico Nacional y Premio Nacional de Danza.

Bailando cha cha chá / Manuel Herrera (98’) Cuba-España, 2004 / Eslinda Núñez, Goya Toledo, Teherán Aguilar, Sandy Marquetti, Abel Rodríguez, Rafael Lahera, con la actuación especial de Omara Portuondo. Colores. Historia de una familia habanera unida en torno a la figura de un padre ausente, de una madre que intenta encaminar a sus hijos, al recuerdo de amores contrariados y a un salón de baile donde nacerá un nuevo ritmo: el Cha cha chá. Guion del director y Alejandro Brugés.

Demoler / Alejandro Ramírez Anderson (12’) Cuba, 2004 / Documental. Colores. Pequeña mirada al sentir de los trabajadores azucareros cuando ven como desmantelan su central. Este filme, receptor de múltiples premios en la isla, fue elegido el documental más significativo del año 2004 por la Asociación Cubana de la Prensa Cinematográfica.

Tres veces dos / Pavel Giroud, Lester Hamlet, Esteban García Insausti (84’) Cuba, 2003 / UNO: Georbis Martínez, Verónica López, Susana Tejera; DOS: Marta del Río, Olivia Manrufo, Caleb Casas; TRES: Zulema Clares, Alexis Díaz de Villegas, Elvira Cervera. Colores. Un joven fotógrafo se estremece ante extrañas apariciones en su obra impresa, mientras prepara la exposición que dará el impulso definitivo a su carrera. Al enterarse del próximo regreso de aquel que fuera su amor de juventud, Lila es presa de sus recuerdos; dos personajes solitarios suplen la inexistencia de amor con ensoñaciones sexuales, hasta que la casualidad los junta en la luz roja de un semáforo.

La sed de mirar / Esteban Insausti (18’) Cuba, 2004 / Documental. Blanco y Negro. Homenaje al gran director de fotografía Jorge Herrera a través de sus compañeros del ICAIC: Guillermo Centeno, Nelson Rodríguez, Raúl Rodríguez, Pablo Martínez, Gilberto Fleites, Raúl Pérez Ureta, Adriano Moreno, Lola Calviño, Rogelio París y otros.

La pared / Alejandro Gil (90’) Cuba, 2006 / Héctor Noas, Aramís Delgado, Amarilys Núñez, Daisy Quintana, Tamara Venereo, Isabel Santos. Colores. Un hombre decide aislarse de la realidad. Se encierra en un salón y dibuja en una de las paredes una ventana por donde solo él logra ver el otro lado. Un equipo de especialistas trata, en vano, de reintegrarlo a la realidad.

Adela / Humberto Solás (15’) Cuba, 2005 / Aurora Basnuevo, Diana Rosa Suárez, Mario Guerra, Frank Sánchez. Blanco y Negro / Color. Corto de ficción. Una madre, que perdió a su hijo en una guerra lejana, se niega a aceptar su muerte. Excelente actuación de Aurora Basnuevo. Último trabajo del director Humberto Solás, concebido a partir de la historia de un personaje excluido de la edición final de Barrio Cuba.

Homenaje a la cineasta Hispano-Cubana Rosina Prado

Rosina Prado Fernández: primera mujer española tras las cámaras en el cine cubano.

Nacida en Cartagena, España, 1935, hija de Elisa Fernández y Pedro Prado, general de la República Española. En 1939 la familia se radica en Moscú, donde estudia como discípula del reconocido documentalista ucraniano Alexander Dovchenko, en el Instituto Pansoviético de Cinematografía (VGIK), actual Universidad de Cinematografía Panrusa Guerásimov.  Allí dirige su primer documental El ir y venir de los trenes (1961) con el cual se propone mostrar, según sus propias palabras, “la amalgama de gente de la sociedad soviética de aquella época”.

Razones familiares la llevan a Cuba en 1961. En 1962 y con su primera obra como aval, se incorpora al Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos. En esta institución dirige Ismaelillo (1962), donde aborda la realidad de un círculo infantil construido en el marginal barrio de Las Yaguas, en La Habana. Luego vendrían Palmas cubanas (1963), ¿Qué es lo bello? (1965), La llamada del nido (1966) y El zoológico (1968). Obras que constituyen una mirada de matices antropológicos a espacios y temas de la realidad social cubana del momento histórico. En 1976 regresa a España, donde reside actualmente.

Su relevancia radica en haber sido la primera mujer española en ejercer la dirección de cine luego de la creación del ICAIC. Su presencia en el cine cubano ha sido insuficientemente tomada en cuenta y estudiada. De modo que reconocer su papel en una historia de seis décadas contribuye a preservar y realzar la presencia e impacto del quehacer y la obra de la mujer en la cinematografía cubana.

Maricela Perera

El ir y venir de los trenes / Rosina Prado (22’) URSS, 1959 / Documental. Blanco y Negro. Opera Prima de la directora, filmada en la URSS, con la cual se propuso mostrar, según sus propias palabras, “la amalgama de gente de la sociedad soviética de aquella época”.

Ismaelillo / Rosina Prado (19’) Cuba, 1962 / Documental. Blanco y Negro. La vida de los niños en un círculo infantil construido en el desaparecido barrio marginal de Las Yaguas. Argumento, guion y narración: Rosina Prado. Fotografía de Julio Simoneau.

Palmas cubanas / Rosina Prado (27’) Cuba, 1963 / Documental. Blanco y Negro. La vida de una mujer cubana. Sus reivindicaciones en la nueva sociedad. Argumento y guion de Rosina Prado. Fotografía de Luis Marzoa y Pablo Martínez.

¿Qué es lo bello? / Rosina Prado (10’) Cuba, 1965 / Documental. Blanco y Negro. Contraste entre viejos hábitos y la nueva vida que va surgiendo después de la Revolución en la antigua ciudad de Trinidad. Guion de Rosina Prado. Fotografía de Julio Simoneau.

La llamada del nido / Rosina Prado (12’29’’) Cuba, 1966 / Documental. Blanco y Negro. Reportaje sobre las palomas mensajeras. Guion de Rosina Prado. Fotografía de Julio Simoneau.

El zoológico… / Rosina Prado (11’) Cuba, 1968 / Documental. Colores. Sobre el Parque Zoológico de La Habana. Fotografía de Julio Simoneau.

Antología del cine cubano (V): 2000-2011 (Continuación)

Lisanka / Daniel Díaz Torres (113´) Cuba-Ruzi, 2009 / Miriel Ceja, Carlos Enrique Almirante, Rafael Ernesto Hernández, Kirill Zolygin, Enrique Molina, Blanca Rosa Blanco. Colores. Cuba, 1962. En un pequeño pueblo próximo a una base militar soviética, Lisanka es una joven tractorista que se debate entre tres hombres: dos cubanos y un soldado soviético, que luchan por su amor sin comprenderla verdaderamente. Estalla entonces la Crisis de los Misiles. El pueblito y sus personajes pasarán a situarse en el centro del mundo. Premio de actuación femenina a Miriel Cejas, Festival Iberoamericano de Cine de Ceará, Brasil, Premio al mejor guion y premio del público, IV Festival Internacional de Cine de Cuenca, Ecuador, y Premio Adolfo Llauradó de actuación femenina en cine (Miriel Cejas).

20 años / Bárbaro Joel Ortiz (15´) Cuba, 2009 / Animación. Colores. Una mujer vive aferrada a un pasado feliz, pero el presente es muy distinto. Veinte años de indiferencia y maltrato han puesto a prueba el amor de esta persona. Para lograr la atención de su marido, intentará hasta lo imposible. Premio especial de animación en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano y galardones en certámenes de Chile, Portugal y Los Ángeles.

La noche de los inocentes / Arturo Sotto (100’) Cuba-Costa Rica-España-Italia, 2007 / Silvia Águila, Jorge Perugorría, Yasmani Guerrero, Verónica Díaz, Susana Pérez, Aramís Delgado. Colores. Una noche un joven es abandonado, víctima de una paliza, en el cuerpo de guardia de un hospital de La Habana. La investigación del caso conduce al descubrimiento de una familia cubana llena de secretos y oscuras pasiones. Premio del jurado en el Festival de Biarritz.

¡Vampiros! / Carlos E. León (24’) Cuba, 2006 / Documental, Colores. Homenaje al filme ¡Vampiros en La Habana! y a su creador, Juan Padrón, quien es entrevistado por los personajes del animado.

El viajero inmóvil / Tomás Piard (85’) Cuba, 2007 / Georbis Martínez, Eslinda Núñez, Jorge Martínez, Carlos Solar, Sergio Fernández, Herminia Sánchez.  Colores. Posee tres planos narrativos paralelos, que interarccionan libremente: En el primero un joven estudiante de filología acude a entrevistar a José Lezama Lima con el objetivo de hacer su tesis de grado. A lo largo de esta entrevista su confrontación con el escritor va cambiando su punto de vista, convirtiéndose el joven también en un creador y continuador de la obra lezamiana. En el segundo, amigos e investigadores de la obra de Lezama concurren a la casa del poeta, así como a la cena que organiza Doña Augusta Olaya para su familia, durante la cual algunas de estas personalidades van ofreciendo sus puntos de vista en relación a Lezama y a su obra. Y en el tercero discurren momentos culminantes de la novela Paradiso, cargados de elementos autobiográficos, protagonizados por José Cemí y los personajes centrales de la novela. Premios Caracol de la UNEAC a la mejor fotografía y mejor dirección de arte. Nuestro homenaje al director Tomás Piard, fallecido este año.

Lezama inalcanzable vuelve / Manuel Rodríguez Ramos (22’) Cuba, 2008. Colores. Cortometraje de ficción sobre el autor de Paradiso producido por el CINED.

Kangamba / Rogelio París (96’) Cuba, 2007 / Armando Tomey Díaz, Rafael Lahera Suárez, Samuel Claxton, Linnet Hernández Valdés, Jorge Enrique Caballero, Alexis Díaz de Villegas. Colores. República Popular de Angola, África, agosto de 1983. Miles de efectivos de la UNITA —entrenados y armados por el racista ejercito surafricano— lanzan una violenta ofensiva contra fuerzas de las FAPLA —leales al gobierno angolano— y un grupo de asesores cubanos, combatientes de las FAR, estacionados en un pequeño poblado situado al sur del país. Durante más de una semana se desarrolla una desigual batalla que también golpea a la inocente población civil. Este agridulce filme intenta reflejar y recrear esta dramática situación, en la cual los combatientes FAPLAS y FAR tratan de resistir y prevalecer, pero pagando un alto precio: la victoria, a veces, puede tener un amargo sabor… Una coproducción ICAIC-MINFAR. Premio Adolfo Llauradó de actuación masculina en cine a Jorge Enrique Caballero.

Buscándote Havana / Alina Rodríguez Abreu (25’) Cuba, 2006 / Documental. Colores. La vida en los asentamientos de orientales ilegales en la ciudad de La Habana.

Argeliers / Félix de la Nuez (60’) Cuba, 2008 / Documental. Colores / Blanco y Negro.  Homenaje al 90 aniversario del maestro y como reconocimiento a una obra emblemática para la cultura cubana. Argeliers León (1918-1991) desarrolló una multifacética labor como musicólogo, etnólogo, pedagogo, compositor y promotor, y bajo su tutoría se graduaron importantes generaciones de estudiosos de nuestra cultura. Figuran los testimonios de destacados intelectuales que se vincularon al profesor en las diferentes etapas de su vida como fueron su viuda Maria Teresa Linares, Harold Gramatges, Danilo Orozco, Roberto Valera, Miguel Barnet, Zoila Lapique, Ramiro Guerra, Isabel Monal, Jesús Guanche, Jesús Gómez Cairo, Olavo Alén, Lázara Menéndez y María Elena Vinueza. Nuestro homenaje al director Félix de la Nuez, fallecido recientemente.

Cuerda y percusión / Idelfonso Ramos Valdés (27’) Cuba, 2008. Documental. El documental aspira a entregar la imagen de Sergio Vitier transmitiendo la personalidad y cubanía de su música. Guión del realizador.

Los dioses rotos / Ernesto Daranas (96’) Cuba, 2008 / Silvia Águila, Carlos Éver Fonseca, Héctor Noas, Annia Bú, Eman Xor Oña, Patricio Wood, Isabel Santos. Laura es una profesora universitaria que prepara su tesis de maestría sobre el famoso proxeneta cubano Alberto Yarini y Ponce de León, asesinado por sus rivales franceses que controlaban el negocio de la prostitución en La Habana de comienzos del siglo XX. La profesora se muestra interesada en demostrar la vigencia del legendario personaje y, para lograrlo, se adentra en una de las zonas más complejas de La Habana de hoy… Ganó varias distinciones, entre ellas el premio del público y el de la crítica nacional en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano.

Poética gráfica insular / Rolando Almirante (20’) Cuba, 2007 / Documental. Colores. Mediante imágenes de época, entrevistas a diseñadores y carteles, se da un recorrido por la gráfica del período de la República y del ICAIC y se aborda la importancia de este elemento promocional, así como la nueva producción de carteles para cine realizada en la actualidad por jóvenes.

José Martí, el ojo del canario / Fernando Pérez (120’) Cuba, 2010 / Rolando Brito, Broselianda Hernández, Damián Antonio Rodríguez, Daniel Romero Pildaín, Manuel Porto, Aramis Delgado. Colores. Martí, entre los 9 y los 17: los únicos años en que conoció de cerca a su patria y en los que aprendió a amarla y entenderla, para hacer la magna obra que le tomó el resto de su vida. No es una biografía: es un itinerario espiritual. Guión del director; fotografía de Raúl Pérez Ureta; montaje de Julia Yip; música de Edesio Alejandro; producción de Rafael Rey; dirección artística y escenografía de Erick Grass.

Marcos Madrigal, in crescendo / Gloria Argüelles (20) Cuba, 2007 / Documental. Colores. A través de entrevistas a destacadas personalidades cubanas y con fragmentoas de su interpretación de la «Rapsodia sobre un tema de Paganini» de Serguéi Rachmáninov, se revela el talento y virtuosismo del joven pianista de la nueva escuela cubana Marcos Madrigal. Premio al mejor documental, Festival Cubadisco.

Boleto al paraíso / Gerardo Chijona (90’) / Cuba-España-Venezuela, 2010 / Miriel Cejas, Héctor Medina, Dunia Matos, Saray Vargas, Fabián Matos, Ariadna Muñoz, Luis A. García, Jorge Perugorría, Blanca Rosa Blanco. Cuba, 1993. Eunice es una adolescente que huye del acoso sexual de su padre. Alejandro es un joven rockero que roba una farmacia y parte con un par de amigos hacia La Habana. Sus destinos se cruzan en la carretera y, juntos, deciden partir en busca de un paraíso que marcará el resto de sus vidas…Argumento: Francisco García y Gerardo Chijona, inspirado en testimonios del libro Confesiones a un médico de Jorge Pérez Ávila; guion de Francisco García, Gerardo Chijona y Maykel Rodríguez; dirección de fotografía. Raúl Pérez Ureta; edición: Miriam Talavera; música original: Edesio Alejandro. Premiada en Cuba y el exterior. Biznaga de Plata a la mejor película y premio Casa América, Festival de Cine de Málaga, España; Premio Havana Star a la mejor película, Havana Film Festival New York, entre otros reconocimientos.

Larga distancia / Esteban Insausti (90’) Cuba, 2010 / Zulema Clares, Alexis Díaz de Villegas, Lyn Cruz, Tomás A. Cao. Colores. Cuatro amigos han pactado no separarse jamás, hasta que a Cuba llegan los difíciles años 90…Ana cumplirá 35 años y ha descubierto que ya no tiene amigos a quien invitar a su celebración, de modo que decide reinventárselos. Entretanto, tendrá solo una noche de cumpleaños para reencontrarse con lo mejor de su vida pasada. Debut en el largometraje de ficción del director Insausti, cuya obra ha sido premiada y exhibida en importantes festivales nacionales e internacionales de Estados Unidos, Canadá, España, México, Holanda, Italia y Alemania. Compitió en la Sección Oficial del 32 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano (2010).

Habanastation / Ian Padrón (93’) Cuba, 2010 / Andy Fornaris, Ernesto Escalona, Luis Alberto García, Blanca Rosa Blanco, Claudia Alvariño, Miriam Socarrás, René de La Cruz Ortíz. Colores. Dos niños que estudian de una misma aula, que tienen vidas muy diferentes, pasan juntos un 1ro. de Mayo y deciden confrontar sus realidades y sus sueños. Este filme de ficción fue producido por el MINCULT, el ICRT y el ICAIC y recibió múltiples distinciones en el exterior.

Juan de los muertos / Alejandro Brugués (92’) Cuba-España, 2011 / Alexis Díaz de Villegas, Jorge Molina, Andrea Duro, Andros Perugorría, Jazz Vilá. Colores. Una horda de zombis ávidos de carne humana asola las calles de La Habana. Se extiende el rumor de que los responsables de la situación son grupos al servicio de los Estados Unidos. El pánico se apodera de la gente. En medio de la confusión aparece una especie de héroe: Juan, que, con el eslogan “Juan de los muertos, matamos a sus seres queridos”, se ofrece a la gente para eliminar, por un módico precio, a sus familiares infectados… Premio Goya a la mejor película hispanoamericana.

La piscina / Carlos Enrique Machado Quintela (65’) Cuba-Venezuela, 2011 / Raúl Capote, Mónica Molinet, Felipe García, Carlos Javier Martínez, Marcos Costa, Marlen Rivero. Colores. Un día cualquiera de las vacaciones de cuatro adolescentes discapacitados revelará que el entrenamiento que reciben de su profesor de natación no es lo que más importa en la piscina. Guion de Abel Arcos Soto; fotografía de Raúl Rodríguez. Alcanzó varios galardones en Cuba y EE.UU.

Cinemateca de Cuba

Calle 23 No. 1155 Vedado, La Habana, Cuba.

Tel. (537) 7838-2844

Cinemateca de Cuba cinemateca@icaic.cu  

Programador de la Cinemateca de Cuba: espec2@icaic.cu

Miembro de la Federación Internacional de Archivos Fílmicos (FIAF) y de la Coordinadora Latinoamericana de Archivos de Imágenes en Movimiento (CLAIM).

La Cinemateca de Cuba es una institución cultural, creada en 1960, con el propósito fundamental de garantizar la protección indefinida del patrimonio cinematográfico nacional y de contribuir al desarrollo cultural cinematográfico del público. Persigue estos objetivos mediante la localización, adquisición, conservación, restauración, catalogación y exhibición de películas de interés artístico, técnico, social, histórico, político o cultural, así como toda documentación sobre la historia y desarrollo del cine nacional y mundial.

Como en todo museo, las actividades de la Cinemateca, por su naturaleza, requieren un ambiente de concentración, por lo que se exigirá el mayor orden y se tomarán las medidas necesarias para evitar que se distraiga la atención del público durante las exhibiciones. Entre estas, se solicita que los espectadores que posean teléfonos celulares los desconecten.

La Cinemateca cierra sus puertas los lunes y martes. En estos momentos hay una función diaria de miércoles a domingos a las 5:00 p.m. en nuestra sede, la Sala 23 y 12, y una programación de miércoles a domingos (a las 2:30) en la Sala Charlot del cine Charles Chaplin. Solo se admiten mayores de 16 años con excepciones que se informarán. Salvo indicar lo contrario, la entrada no requiere de pase o invitación alguna, y se efectuará mediante el pago en taquilla, que estará abierta 30 minutos antes de cada función y cerrará 5 minutos antes. Una vez comenzada la proyección no se permitirá el acceso a la sala, que el público debe abandonar una vez terminada la función para la tanda siguiente. La Cinemateca se reserva el derecho de alterar los programas u horarios en caso de necesidad.

Agradecimientos: Embajada de Italia, Embajada de Bélgica, Embajada de Reino Unido, Havana Glasgow Film Festival, Adolfo Conti, María Eudoxia Arango, Maricela Perera, Armando Cid, Arístides O’Farrill, Raúl Rodríguez y la Mediateca «André Bazin» (Escuela Internacional de Cine y TV).

Programación y Notas: Antonio Mazón Robau

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Para conocer a John Reed

John Reed, periodista, poeta, corresponsal y activista comunista estadounidense

Por Howard Zinn

En 1981 la factoría de Hollywood produjo una película, “Reds”, en la que no sólo el personaje principal –el periodista John Reed– era un comunista, sino que además estaba representado con simpatía. Fue ésta una más de las muchas pruebas ya existentes de que USA había tomado distancias de la histeria anticomunista que había prevalecido en los años cincuenta. A raíz de aquello, los editores del “Boston Globe” me pidieron que, como historiador, informase a sus lectores sobre John Reed. Las líneas que siguen aparecieron en ese periódico el 5 de enero de 1982.

Los radicales son exasperantes por partida doble. No sólo se niegan a ajustarse a la idea de lo que debe ser un verdadero patriota usamericano, sino que tampoco cuadran en la idea general que suele tenerse de los radicales. Esto es lo que sucede con John Reed y Louise Bryant, que confundieron y enfurecieron a los guardianes de la ortodoxia cultural y política en los tiempos de la Primera Guerra Mundial. Ambos aparecen hoy en Reds, la gran película de Warren Beatty, y algunos críticos refunfuñan ante lo que llaman “comunista chic” y “marxismo de moda”, en una repetición involuntaria de las pullas que tanto Reed como Bryant hubieron de soportar en su tiempo.

Nunca se les perdonó que ellos y sus extraordinarios amigos –Max Eastman, Emma Goldman, Lincoln Steffens, Margaret Sangeravogaran por la libertad sexual en un país dominado por la rectitud cristiana, que se opusieran a la militarización en una época de patriotería guerrerista, que defendieran el socialismo cuando el mundo de los negocios y el gobierno se dedicaban a apalear y asesinar huelguistas o que aplaudieran la que, para ellos, era la primera revolución proletaria de la historia.

Pero lo peor fue que se negaron a ser meros escritores e intelectuales de esos que atacan al sistema con palabras; en vez de eso, se unieron a piquetes, se amaron con libertad, desafiaron a los comités del gobierno, fueron a la cárcel. Se mostraron partidarios de la revolución en sus acciones y en su arte, al mismo tiempo que ignoraban las sempiternas advertencias que los voyeurs de los movimientos sociales de cualquier generación han lanzado siempre contra el compromiso político.  El establishment nunca le perdonó a John Reed (tampoco lo hicieron algunos de sus críticos, como Walter Lippmann and Eugene O’Neill) que se negase a separar arte de insurgencia, que no sólo fuese rebelde en su prosa, sino imaginativo en su activismo. Para Reed, la rebeldía era compromiso y diversión, análisis y aventura. Esto hizo que algunos de sus amigos liberales no se lo tomasen en serio (Lippmann mencionó su “deseo exorbitante de que lo detuviesen”), sin comprender que la elite del poder en su país consideraba peligrosas las protestas con imaginación y no se tomaba a broma el coraje con ingenio, porque sabía muy bien que siempre es posible encarcelar a los rebeldes pertinaces, pero que la más alta traición, esa contra la cual no hay castigo adecuado, es la que consiste en volver atractiva la rebelión. Sus amigos lo llamaban Jack. Fue un poeta toda su vida, desde su infancia confortable en Portland (Oregón) hasta el Harvard College, desde las insurrecciones campesinas en México, las huelgas de los trabajadores de la seda en Nueva Jersey y la de los mineros del carbón en Colorado hasta el frente de batalla en Europa y junto a las masas bolcheviques que cantaban y gritaban en Petrogrado.

Pero, tal como lo expresó Max Eastman, su editor en Masses, “la poesía para Reed no era sólo escribir palabras, sino vivir la vida”. De hecho, ninguno de sus muchos poemas alcanzó la excelencia, pero él sí fue directo al corazón de guerras y revoluciones, huelgas y manifestaciones, y lo hizo con el ojo certero de una cámara (antes de que ésta existiese) y con la memoria de un magnetofón (antes de que lo inventasen). Dio vida a la historia para los lectores de revistas populares y pobretonas publicaciones mensuales para consumo de radicales. En Harvard, entre 1906 y 1910, Reed fue un atleta (en natación y waterpolo), un bromista, un animador, un escritor satírico, un alumno del famoso profesor de escritura Charles Townsend Copeland, a quien llamaban “Copey” y, al mismo tiempo, un protegido del reportero sensacionalista Lincoln Steffens. Fue un crítico malicioso del esnobismo de Harvard, si bien no llegó a ser miembro del Walter Lippmann’s Socialist Club. Tras su graduación, viajó en un buque de carga hasta Europa, donde visitó Londres, París y Madrid, y luego regresó para unirse a un grupo de escritores bohemios y radicales del neoyorquino Greenwich Village, donde Steffens le proporcionó su primer trabajo, en el que se ocupaba de aburridas tareas editoriales para una revista político literaria llamada The American.

El contraste entre la riqueza y la pobreza del Nueva York de 1912 hería los sentidos y alguien con un ojo tan agudo como el de John Reed no podía ignorarlo. Empezó a escribir para Masses, una revista que acababa de aparecer, editada por Max Eastman (el hermano de la feminista socialista Crystal Eastman) y redactó un manifiesto en el que se afirmaba que “los poemas y dibujos rechazados por la prensa capitalista a causa de su excelencia serán bienvenidos en esta revista”. Masses era algo vivo, no el órgano oficial de un partido, sino un partido en sí mismo, con anarquistas y socialistas, artistas y escritores y rebeldes indefinibles de todas clases en sus páginas: Carl Sandburg y Amy Lowell, William Carlos Williams, Upton Sinclair. Y, del exterior, Bertrand Russell, Gorki, Picasso.

Los tiempos temblaban con la lucha de clases. Reed fue a Lawrence (Massachusetts), donde mujeres y niños habían abandonado sus puestos de trabajo en la industria textil y estaban inmersos en una heroica y desgarradora huelga con la ayuda del sindicato IWW (el revolucionario Trabajadores Industriales del Mundo) y del Partido Socialista. Allí conoció a Bill Haywood, el dirigente del IWW (a quien describió como “un gigantón maltrecho con un ojo de menos y una mirada eminente en el otro”). Haywood lo puso al tanto de la huelga de 25.000 trabajadores de la seda al otro lado del río Hudson, en Patterson, los cuales exigían una jornada de trabajo de ocho horas, y le dijo que la policía, por toda respuesta, los había apaleado. La prensa no publicaba nada de esto, así que Reed fue a Paterson. No era el tipo de periodista que tomaba notas desde fuera: se unió al piquete, lo arrestaron por negarse a desalojar y pasó cuatro días en el calabozo.

El artículo que publicó en Masses era ya un nuevo tipo de escritura, enardecida, implicada. Asistió a una asamblea de los huelguistas de Paterson, escuchó la arenga de la joven radical irlandesa Elizabeth Gurley Flynn sobre el poder de los brazos caídos y él, que nunca fue tímido, se puso al frente de la muchedumbre cantando La Marsellesa y La Internacional. Él y Mabel Dodge, cuyo apartamento de la Quinta Avenida era como un centro de arte y política (pronto se convirtió en su amante), tuvieron la brillante idea de organizar con mil trabajadores un espectáculo sobre la huelga en el Madison Square Garden. Reed trabajó día y noche en el guión, mientras que John Sloan pintaba la escenografía. Quince mil personas acudieron al evento.

En México, Pancho Villa estaba liderando una rebelión de campesinos y el Metropolitan le pidió a Reed que acudiese allí como corresponsal. Pronto se vio inmerso en la Revolución Mexicana, cabalgando junto al propio Villa, enviando artículos que Walter Lippmann aclamó como “el mejor periodismo que se haya hecho nunca… La variedad de sus impresiones, los recursos y el colorido de su lenguaje parecían inagotables… y la Revolución de Villa, que hasta entonces aparecía en la prensa sólo con un incordio, pasó a ser una multitud de campesinos que se desplazaban en un maravilloso panorama de tierra y cielo.” El fruto de aquello, Insurgent México [México insurgente], la recopilación de artículos de Reed sobre este tema, no es lo que la ortodoxia considera como “periodismo objetivo”, sino algo escrito para ayudar a la revolución.

Acababa de regresar a Nueva York, aclamado como un gran periodista, cuando en el país empezó a propagarse la terrible noticia de la Matanza de Ludlow: en el sur de Colorado la Guardia Nacional, a sueldo de los Rockefeller, había ametrallado a los mineros en huelga e incendiado sus casas junto con sus familias. Reed no tardó en aparecer en escena y escribió “The Colorado War” [La guerra de Colorado]. Durante el verano de 1914 estuvo en Princetown, que se convertiría en su refugio durante los años siguientes, nadando, escribiendo, amando (hasta 1916, en una tormentosa aventura con Mabel Dodge). Aquel mes de agosto estalló la guerra en Europa. En un manuscrito inédito, Reed escribió: “Y aquí están las naciones, lanzadas a degüello como perros… y el arte, la industria, el comercio, la libertad individual, la propia vida, gravadas con impuestos para mantener monstruosas máquinas de muerte.”

Regresó a Portland para ver a su madre, que nunca aprobó sus ideas radicales. Allí, en la sala de reuniones del IWW local, escuchó hablar a Emma Goldman. Para él fue una iluminación.

Ella era el motor del feminismo y el anarquismo de aquella generación y probó con su propia vida que se puede revolucionario con seriedad y también con alegría. Los grandes periódicos de Nueva York lo presionaban para que fuese a Europa a cubrir la guerra y aceptó trabajar para el Metropolitan. Al mismo tiempo, escribió un artículo para Masses. La guerra era una cuestión de beneficios, afirmó en él. De camino hacia Europa, era consciente de que iba en primera clase mientras que tres mil italianos viajaban como animales. Pronto estuvo en Inglaterra, en Suiza, en Alemania y, después, en Francia, pisando el terreno de la guerra: lluvia, barro, cadáveres. Lo que más lo deprimía era el patriotismo criminal que embargaba a todo el mundo en los dos bandos, incluso a algunos socialistas, como H. G. Wells en Inglaterra. Cuatro meses después, cuando regresó a USA, se encontró que los radicales Upton Sinclair y John Dewey se habían unido al grupo de los patriotas. Walter Lippmann también. Este último, que ahora era editor del New Republic, escribió un curioso ensayo en diciembre de 1914: “Por temperamento no es un escritor profesional ni tampoco un periodista, sino una persona que se lo pasa bien”. Tras lo cual Lippmann, que se enorgullecía de ser un “escritor profesional”, añadió el desaire definitivo: “Reed no es objetivo y se siente orgulloso de no serlo”.

Era verdad. Reed regresó a la guerra en 1915, esta vez a Rusia, a los pueblos calcinados y saqueados, a los asesinatos en masa de judíos por parte de los soldados del zar, a Bucarest, a Constantinopla, a Sofía, luego a Serbia y a Grecia. Tenía muy claro lo que significaba el patriotismo: la muerte por las armas o por el hambre, la viruela, la difteria, el cólera, el tifus. De regreso a USA, se encontró con el discurso interminable sobre la preparación militar contra “el enemigo” y escribió para Masses que el verdadero enemigo del obrero usamericano era el dos por ciento de la población que poseía el sesenta por ciento de la riqueza nacional. “Nosotros defendemos que los obreros se defiendan contra ese enemigo. Ésa es nuestra preparación.” A principios de 1916, John Reed conoció en Portland a Louise Bryant y los dos se enamoraron de inmediato. Ella dejó a su marido y se fue con Reed a Nueva York. Fue el principio de una relación apasionada y poética. Ella era escritora y anarquista. Aquel verano, Reed buscó un respiro junto a Bryant lejos de los sonidos de la guerra, en las tranquilas playas de Princetown. Hay una foto de ella desnuda y recatada en la arena.

En abril de 1917, Woodrow Wilson pidió al Congreso que declarase la guerra a Alemania y John Reed escribió en Masses: “La guerra es la locura de las turbas, la crucifixión de quienes dicen la verdad, la asfixia de los artistas… No es nuestra guerra.” Testificó ante el Congreso contra el reclutamiento obligatorio: “No creo en esta guerra… yo no me alistaría.” Cuando detuvieron a Emma Goldman y a Alexander Berkman en aplicación de la Ley de la Conscripción por “conspiración para inducir a personas a no alistarse”, Reed fue testigo de su defensa. Los condenaron y enviaron a prisión junto con otro millar de usamericanos que se oponían a la guerra. Se prohibieron los periódicos radicales, Masses entre ellos. Reed estaba descorazonado ante la manera en que las masas trabajadoras en Europa y USA apoyaban la guerra y se olvidaban de la lucha de clases, pero no perdió la esperanza: “No puedo renunciar a la idea de que de la democracia nacerá el mundo nuevo, más rico, más valiente, más libre, más hermoso”. En 1917 llegaron noticias atronadoras desde Rusia. El zar, el viejo régimen, habían sido derrocados. La revolución estaba en marcha. Al menos allí, pensó Reed, todo un pueblo se había negado a aceptar la matanza, se había convertido en su propia clase dirigente y estaba creando una nueva sociedad, de contornos poco claros, pero de espíritu embriagador. Se embarcó rumbo a Finlandia y Petrogrado junto a Louise Bryant. La revolución estaba estallando a su alrededor y ambos se sumergieron en su excitación: las manifestaciones de masas, la toma de fábricas por parte de los trabajadores, los soldados que declaraban su oposición a la guerra, el Soviet de Petrogrado que eligió a una mayoría bolchevique… Y, luego, los días 6 y 7 de noviembre, la rápida e incruenta toma de estaciones de ferrocarril, del telégrafo, del teléfono, de la distribución del correo y, por último, los trabajadores y los soldados que se precipitaban extáticos sobre el Palacio de Invierno. De un escenario a otro, sin descanso, Reed tomó notas con increíble velocidad, recopiló panfletos, carteles y proclamaciones y, luego, en 1918, regresó a USA para escribir su historia. Al llegar le confiscaron las notas y se encontró acusado, junto con otros editores de Masses, por haberse opuesto a la guerra. Pero durante el juicio, en el que tanto Eastman como él testificaron de forma elocuente y audaz sobre sus creencias, el jurado no pudo tomar una decisión y se les retiraron los cargos. Reed recorrió el país dando conferencias sobre la guerra y la Revolución rusa. En Tremont Temple (Boston) fue aclamado por los estudiantes de Harvard. En Indiana conoció a Eugene Debs, que pronto sería sentenciado a diez años de prisión por hablar contra la guerra. En Chicago asistió al juicio de Bill Haywood y de un centenar de dirigentes del IWW, que serían condenados a largas penas de cárcel. Aquel mes de septiembre dio un mitin en una manifestación de cuatro mil personas y lo detuvieron por desanimar a la gente para que no se alistase a las Fuerzas Armadas.

Por fin recuperó sus notas de Rusia y, durante dos meses de furiosa escritura, dio a luz Ten Days That Shook the World  [Diez días que estremecieron al mundo], libro que se convirtió en la narración clásica de un testigo presencial de la Revolución bolchevique, cuyas palabras se aglomeraban en sus páginas con los sonidos del nacimiento de un mundo nuevo: “En la Perspectiva Nevski, bajo el húmedo crepúsculo, la multitud se arrebataba los últimos periódicos o se apretujaba tratando de descifrar los innumerables llamamientos y proclamas fijados en cada espacio libre… En cada esquina, en cada espacio libre, grupos compactos: soldados y estudiantes discutiendo…

El Soviet de Petrogrado se hallaba reunido en sesión permanente en el Smolny, centro de la tempestad. Los delegados se caían de sueño en el piso; después, se levantaban para tomar parte en los debates. Trotski, Kaménev, Voldarski hablaban seis, ocho, doce horas diarias…” En 1919 la guerra había terminado, pero los ejércitos aliados invadieron Rusia y la histeria continuó en USA. El país que había glorificado la palabra “revolución” en todo el mundo, ahora le temía. Había redadas de extranjeros por millares, se los detenía y deportaba sin juicio alguno. Se reprimían las huelgas en todo el país y se multiplicaban los enfrentamientos con la policía. Reed intervino en la creación del Partido Comunista de los Trabajadores y fue a Rusia como delegado a las reuniones de la Internacional Comunista. Allí, discutió con burócratas del partido, se preguntó qué estaba pasando con la revolución, se reunió con Emma Goldman en Moscú y asistió a su llanto desilusionado. Pero no perdió la esperanza. Iba de reunión en reunión, de conferencias en Moscú a manifestaciones de asiáticos en el Mar Negro. Su salud se resintió, cayó enfermo, enfebrecido y delirante: había contraído el tifus. A los treinta y tres años, en el punto álgido de su aventura amorosa con su mujer y camarada Louise Bryant y con la idea de la revolución siempre en el pensamiento, John Reed falleció en un hospital de Moscú. Su cuerpo fue enterrado como un héroe cerca del muro del Kremlin, pero lo cierto es que su alma no pertenece a ninguna instancia, ni de aquí ni de allá ni de ninguna parte. Lo extraño es que hoy, en 1981, sesenta años después de su muerte, millones de usamericanos se acaben de enterar de la existencia de John Reed gracias a una película. Si sólo una pequeña fracción de ellos llegase a meditar sobre la guerra y la injusticia, sobre el arte y en el compromiso, sobre cómo extender la amistad más allá de fronteras nacionales a la búsqueda de un mundo mejor, eso ya sería un logro enorme para una vida tan breve y tan intensa como la suya.

Tomado de: https://www.elviejotopo.com

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