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Más balas criminales contra José Martí

Obra del artista plástico cubano Raúl Martínez

Por Luis Toledo Sande

Al publicar, hace poco más de dos años, “Balas ominosas contra José Martí”, acerca de una abyección cinematográfica vertida como bilis cerduna sobre el héroe, no preveía que pronto volverían a lanzarse contra él proyectiles no solo metafóricos, sino también físicos, como los que truncaron su vida el 19 de mayo de 1895, pero no impidieron que su legado continúe más vivo cada día. En el reciente ataque de que fue objeto la Embajada de Cuba en Washington, un disparo impactó la estatua que le rinde tributo a Martí como símbolo esencial de su patria, y —más allá de lo alegórico— se corroboró que los actos con que se quiere asesinar a esta nación van contra el héroe que le ilumina el camino, y están condenados al fracaso.

El presente artículo concierne principalmente a falsificaciones del pensamiento de Martí hechas a base de citas falsas. Uno de los más frecuentes recursos usados con ese fin ha consistido en descontextualizar e interpretar tendenciosamente su valoración del británico Herbert Spencer. Tal procedimiento lo han refutado varios autores, entre ellos este articulista, quien lo trató en el breve ensayo “Luces de José Martí para el socialismo”, aparecido originalmente, como “Balas ominosas…”, en Cubarte.

Otros artículos, más recientes, los ha centrado en citas que de modo fraudulento se le atribuyen al héroe: “¿Cómo citar a José Martí?” y “Falsificaciones en torno a José Martí”, publicados en La Jiribilla y, al igual que los anteriores, localizables en las redes. Las falsas atribuciones a Martí, y los tratamientos espurios de sus textos, han sido básicamente obra de la desvergüenza de quienes los han cometido. Pero pueden hallar aliados en la desprevención y el desconocimiento.

Aunque no se abunda ahora en ejemplos de tergiversación ya vistos en aquellos textos, vale reiterar que para ella se ha buscado asidero frecuentemente en manejos tendenciosos de su apreciación de Spencer, en quien neoliberales y anticomunistas hallan pábulo. Eso se ha visto en estos días de encono anticubano en las redes, cuando se han tensado hasta lo nauseabundo los ataques contra la Revolución cubana por personeros y servidores del imperialismo.

Obsecuentes voceros del mandamás estadounidense —que quieren mostrarse más imperialistas que el amo— no solo se oponen al socialismo, lo que podría ser una opción para el debate. Apoyan al gobierno que trata de asfixiar a Cuba, y encarnan de ese modo la actitud apátrida que tanto repudió Martí a lo largo de su vida, al tiempo que subrayan el papel que el proyecto socialista tiene como garantía de la vida de Cuba como nación.

El mencionado repudio fue factual e ideológicamente orgánico en quien, siendo niño, juró lavar con su vida el crimen de la esclavitud en un sentido profundo, liberador y crecientemente polisémico. Por ello pagó presidio político en plena adolescencia, y murió en combate cuando contaba 42 años.

Los apátridas de hoy retoman falsas citas del héroe que se han venido utilizando, y fabrican otras. A menudo lectores familiarizados con la escritura de Martí, con su estilo y su espíritu, y con los caminos de su tarea política y su entorno, podrán ponerlas en duda o apreciar que son apócrifas o han sido descontextualizadas. Una de ellas ha reaparecido en estos días, impresa sobre una imagen en que se ve a Martí con pose declamatoria, como portador de una rabia que es propia de los enemigos de Cuba y su Revolución, y —como es usual en tales casos— sin la menor pista que señale la fuente.

Se reitera así la actitud de los más encarnizados adversarios del socialismo, que no rehúyen reafirmarse como ignorantes —ni se descarta que lo sean— con tal de dar riendas sueltas a su odio contra el digno patriotismo y los ideales socialistas. La antes aludida cita de Martí se halla en “Un voyage à Venezuela”, texto estimado como de agosto de 1881, fecha de su regreso de aquel país a Nueva York.

Escrito en francés, lengua que Martí usó en textos que se traducirían al inglés para publicarse en los Estados Unidos —lo que no se sabe que haya ocurrido con ese en particular, que no está terminado—, recoge observaciones acerca de la realidad latinoamericana. Se lee en las páginas 137-168 del tomo 19 de sus Obras completas publicadas entre 1963 y 1966, varias veces reimpresas, y de la página 117 a la 153 del tomo 13 de Obras completas. Edición crítica, proyecto en marcha. En ambas al original en francés le sigue la traducción al español, obra de los editores: “Un viaje a Venezuela”, que por razones prácticas será el texto aquí citado.

En la realidad de las tierras sudamericanas concentra Martí ese artículo o crónica de viaje, con observaciones que alimentarían su creciente conocimiento de nuestra América. Y ese conocimiento —para el que su estancia en Venezuela entre enero y julio de 1881 fue una escala de temprana maduración, simbólica y objetivamente vinculada con la cuna de Simón Bolívar— cimentó su visión de estas tierras, y algo que sus citadores fraudulentos evaden como el diablo a la cruz: le permitió calar en las diferencias de origen, historia, cultura, necesidades y destino de estos pueblos con respecto a los Estados Unidos, y en el peligro que la voracidad de esa nación representaba para ellos.

Su visión del tema la ratificó y la profundizó a lo largo de su existencia, y de modo testamentario la sintetizó el día antes de su muerte, cuando en su carta póstuma a Manuel Mercado —en la que afirmó, y parece necesario refrescárselo a algunos: “Viví en el monstruo, y le conozco las entrañas”— fue rotundo al plantear lo que entendía como su deber: “impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso”. Pero sería iluso aspirar a que los lacayos de la agresiva potencia reconocieran esa dimensión del legado del Apóstol que ellos putativa y factualmente profanan.

En lo relativo a la cita aludida de “Un viaje a Venezuela”, lo de menos son algunos detalles que pudieran considerarse frutos de una traducción determinada o imprecisiones de la copia. Lo grave es la descontextualización con que se le altera el sentido. Martí escribió: “Las soluciones socialistas, nacidas de los males europeos, nada tienen que curar en la selva del Amazonas, donde aún se adoran divinidades salvajes”, y los falsificadores lo truncan de una manera que le castra la idea: “Las soluciones socialistas, salidas de los males europeos, no tienen nada que curar en las selvas del Amazonas”. Y punto.

Eso equivale a tomar un texto que diga: “La penicilina no sirve para nada que no sea combatir los elementos patógenos contra los cuales puede actuar”, y reducirlo a esta poda: “La penicilina no sirve para nada”. Cabría detenerse en los motivos que tendría Martí para las valoraciones que en aquella cita expresa con respecto a las tierras que ve representadas en “la selva del Amazonas”, y a las creencias de esos pueblos. Son juicios que, para entenderlos de veras, han de ubicarse en el contexto del manuscrito citado, y en el conjunto de la obra del autor. Pero nada detiene los embustes de citadores aviesos, para quienes no hay razones que valgan si se oponen a sus propósitos.

Mucho mayor peso tendría reclamarles que, además de no mutilar el texto como han hecho, tengan en cuenta la evolución del pensamiento de Martí. No se trata de presentarlo como el ideólogo socialista que no fue ni tenía por qué ser en cumplimiento de su tarea de organizar un frente de liberación nacional y la guerra necesaria para alcanzar ese fin. Tampoco hay fundamento que avale calificarlo como el ideólogo antisocialista que no fue.

Leída recta y honradamente, su valoración de Spencer, escrita en 1884, no da argumentos para ello, lo que no impide a los falsificadores fabricarlos. Menos aún los da si se lee en diálogo con la carta que diez años después le escribió a su amigo y compañero de ideas y metas Fermín Valdés Domínguez, a quien entonces le expresa criterios que enemigos del socialismo han descontextualizado para usarlos contra “la idea socialista”. Eluden, por ejemplo, que entre las motivaciones de la carta se halla el interés de Martí por la celebración ese año, en La Habana, de una efeméride especialmente significativa para el tema: “Muy bueno, pues, lo del 1° de Mayo. —Y aguardo tu relato, ansioso”.

Martí señala: “Dos peligros tiene la idea socialista, como tantas otras” —precisión relevante esta última, y que algunos citadores suprimen—, refiriéndose a “las lecturas extranjerizas, confusas e incompletas” y a “la soberbia y rabia disimulada de los ambiciosos, que para ir levantándose en el mundo empiezan por fingirse, para tener hombros en que alzarse, frenéticos defensores de los desamparados”. Pero frente a esos peligros, que pueden acosar a los ideales socialistas en cualquier parte, y también a otros proyectos, Martí aporta señales de profundas implicaciones que los manipuladores escamotean.

Es un deber insoslayable tener en cuenta lo que, en términos concluyentes, le dice a un amigo cercano en quien se han visto proclividades socialistas por su identificación con los pobres de la tierra, con quienes él, Martí, echaba su suerte. Que tales proclividades fueran de signo utópico no les resta valor, dada la significación de la utopía para la decencia en general, y, en particular, por el peso del socialismo utópico en el desarrollo de las posiciones más radicalmente justicieras.

No hay que entrar en mucha abstracción para apreciar el rumbo de las conclusiones plasmadas por Martí en la carta glosada. La escribió un año antes de su caída en combate contra el colonialismo español y el imperialismo estadounidense y, por tanto, contra los autonomistas y anexionistas que, ancestros de los actuales apátridas, buscaban recibir beneficios de la emergente potencia imperialista “en premio de su oficio de celestinos”, como se lee en otra carta suya citada, que en la víspera de su muerte dirigió a Manuel Mercado.

A Fermín, su amigo desde la niñez, le dice en 1884 al calor de lo expresado en torno a peligros de la idea socialista mal asumida, y a la legitimidad de la lucha por la justicia social: “Una cosa te tengo que celebrar mucho, y es el cariño con que tratas, y tu respeto de hombre, a los cubanos que por ahí buscan sinceramente, con este nombre o aquel, un poco más de orden cordial, y de equilibrio indispensable, en la administración de las cosas de este mundo”. Y no se queda ahí, sino que añade: “Por lo noble se ha de juzgar una aspiración: y no por esta o aquella verruga que le ponga la pasión humana”.

No guía al presente texto la ingenuidad o torpeza de pretender dialogar con quienes están incapacitados para el diálogo y el razonamiento, y solo entienden de insultos. Se escribe para personas decentes, conocedoras o no conocedoras de Martí, simpatizantes o no simpatizantes de la Revolución cubana, afines al socialismo o adversarios de este, pero que, dada su decencia, no deben aceptar como de Martí ningún texto que no sea probadamente suyo. Esas personas merecen que se les apoye en la búsqueda de la claridad necesaria para no ser arrastradas a engaños de ninguna clase.

Solo falsificando a Martí pueden los enemigos de la Revolución cubana buscar en él brasas para cocinar una sardina enferma de la peor intoxicación: el odio mezclado con una inmoralidad que acude incluso a fabricar citas y tergiversar textos reales. También en eso están condenados al fracaso. José Martí no cabe en actos ni verbalizaciones carentes de ética ni en el servicio lacayuno al imperialismo que intenta apoderarse de Cuba, y de toda nuestra América. Impedir que eso ocurriera estaba en la médula del proyecto revolucionario que Martí abrazaba al caer en combate, y su ejemplo sigue y seguirá siendo guiador para la inmensa mayoría de su pueblo.

Tomado de: http://www.lajiribilla.cu

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Locke (+Tráiler)

Cartel del filme Locke de Steven Knight

Por J. Casri

En la escasa hora y media que muestra “Locke” en tiempo real, la vida de su homónimo protagonista sufre giros radicales mientras éste se halla encerrado en su coche sin tener otro contacto con el mundo exterior más que el telefónico. Ivan Locke desconoce qué vida le aguarda al término de su viaje, pero ha decido llegar hasta el final en un acto de coherencia consigo mismo a pesar del coste personal.

El momento vital del protagonista cristaliza en un fascinante ejercicio de construcción, minimalismo y posibilidades narrativas sin salir físicamente de un espacio altamente limitado. Éste es un filme dramático, pero también es un thriller humano de alguien sentado en un asiento, cuya vida y las personas vinculadas a ella adquieren una extraordinaria corporeidad siendo simplemente referidas o, como mucho, manifestándose como voces en llamadas telefónicas. En este aspecto, “Locke” es una demostración de la realidad que la virtualidad es capaz de adquirir, de la conexión que es posible generar con otras personas en una situación de corpórea soledad, del profundo peso vital que pueden cobrar momentos sin acción física.

Aunque cierto es que “Locke” se centra en una confluencia vital para su protagonista, resumir la trama de la película puede resultar en un ejercicio tan mundano como describir una vida ordinaria. Pero, como la vida misma, a menudo es cómo uno vive estos momentos lo que resulta crucial.

Ivan Locke es el jefe de obra de un rascacielos en construcción y un querido padre de familia cuyas facetas más primordiales en su vida, personal y profesional, alcanzan un punto crítico de forma simultánea. La noche previa al vertido de hormigón para los cimientos de un emblemático edificio, Locke recibe la llamada de la mujer con la que tuvo una relación de una noche comunicándole que está en el hospital a punto de dar a luz dos meses antes de lo previsto. Locke, en vez de volver a su casa y ultimar los preparativos para el crítico día siguiente, decide finalmente asumir la responsabilidad de su error y conducir desde Birmingham al hospital ubicado en Londres. Durante el trayecto nocturno, Locke comunica a su empresa su ausencia en el momento clave de la edificación y confiesa a su mujer su infidelidad, intentando contener el desmoronamiento de ambos mundos.

Otras películas han apostado por el complejo ejercicio que supone contar con un solo actor en pantalla mientras la acción se desarrolla en tiempo real, convirtiendo sus restricciones formales en las virtudes sobre la que se fundamenta la narración. “Phone Booth” (2002) de Joel Schumacher con Colin Farrell y “Buried (Enterrado)” de Rodrigo Cortés con Ryan Reynolds son dos ejemplos contemporáneos destacados pero ambas películas apuestan por un dramatismo de vida o muerte para tensionar su trama, acuciado por el viejo recurso del cine de suspense de una hora límite. En “Locke” sigue presente la presión temporal pero construye su palpable tensión a través de elementos ordinarios donde lo que está en juego no es por culpa de fuerzas externas, como es un francotirador en Nueva York o insurgentes en Irak, pero el resultado de las acciones de un hombre normal, con sus virtudes y defectos, que arriesga lo preciado que existe dentro de una cotidianidad con la que es fácil identificarse, como es su trabajo, su matrimonio, su día a día.

El pasado, presente y futuro de Locke están al descubierto en cada segundo de su viaje en coche, una proeza de un guion perfectamente pulido y el cual logra materializar la presencia del legado familiar, la educación, la responsabilidad como padre, marido y persona, el resultado de construir una vida para él y los suyos, los sueños profesionales y mucho más sin que la cámara se separe de este hombre corriente sentado al volante. Si un momento es el resultado de un cúmulo de acciones previas, “Locke” logra cristalizar el momento clave de la faceta personal y profesional de su protagonista haciendo palpable el eco de una vida y el resultado venidero a raíz de las decisiones tomadas.

Para lograr este cautivante resultado, no solo es necesario un guion y un trabajo de dirección perfectamente medidos como aquí resulta la labor de Steven Knight (responsable de la serie “Peaky Blinders” y guionista de “Negocios ocultos” y “Promesas del Este”) pero un trabajo actoral capaz de llevar el peso y contener dentro del personaje todos los elementos presentes. Tom Hardy realiza en “Locke” una de las mejores interpretaciones de su carrera, demostrando que es capaz de no necesitar la fisicalidad que emplea en otros filmes (como en “Bronson” o “Mad Max”) para construir un profundo estudio del personaje que interpreta y para llenar de acción humana y de tensión noventa minutos de metraje. Igual de sorprendente resulta la presencia que adquieren personajes únicamente introducidos a través de su voz, todos ellos clave en la película e interpretados por un reparto de primer nivel.

“Locke” es una pieza actoral y un pequeño filme de gran envergadura, pero en retrospectiva, dentro de un mundo que siete años después de su estreno parece destinado hacia la comunicación virtual y la separación física, recuerda las enormes posibilidades y resonancias que se puede encontrar en ambas. Locke viaja desde la certitud del mundo ordinario hacia la incertidumbre de la nueva realidad, con sus errores e ilusiones, humano, al fin y al cabo, pero se tiene a sí mismo y su consciencia para decidir sobre qué ideario quiere basar su nuevo mundo.

Tomado de: https://www.elviejotopo.com

Tráiler del filme Locke de Steven Knight

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Memorias de la esclavitud en el Caribe y el Congo. Rue Cases-Nègres de Euzhan y Lumunba de Raoul Peck

Por Lieve Spaas

Con la excepción de Cuba, el cine hecho por caribeños es principalmente un fenómeno que data de 1980. Las pocas películas que emergieron en ese periodo lo hicieron sin una infraestructura de producción o distribución.

[…]

Sin importar qué evento contemporáneo domine las narrativas caribeñas, la memoria de la diáspora afrocaribeña sigue emergiendo como aquel que sustenta la identidad de las diferentes naciones. El cine del Caribe no sólo evoca la memoria de la esclavitud, también denuncia cómo la esclavitud luego de su abolición ha persistido insidiosamente. Dos célebres películas caribeñas que son particularmente relevantes en este aspecto son Rue Cases-Nègres (1983) de Euzhan Palcy, basada en la novela y de Joseph Zobel Callejón Choza Negra (1953) y Lumumba (2000) de Raoul Peck, inspirada en el asesinato de Patrice Lumumba, el único Primer Ministro elegido democráticamente en El Congo. La película está emplazada al lado opuesto de la diáspora negra: Rue Cases-Nègres muestra como la liberación de los esclavos en Martinica hizo poco por cambiar las condiciones de vida de la gente, mientras Lumumba revela cómo en el Estado Libre del Congo la colonia, establecida bajo la farsa de abolir la trata de esclavos árabes, estableció condiciones de trabajo que ascendían a la esclavitud. Ambas películas ganaron considerable fama internacional, continúan siendo exhibidas con frecuencia y se han convertido en puntos de referencia para el cine de la diáspora afrocaribeña.

[…]

Rue Cases-Nègres describe la vida diaria de la gente en esa calle, un microcosmos de la sociedad colonial caribeña con sus jóvenes y viejos, sus hijos, sus colonizadores blancos y sus muchos tipos de negros caribeños. La narración es una poderosa alegoría de la historia martiniqueña, representada por el viaje de José a la adultez. José vive con su abuela, Amantine, en la Rue Cases-Nègres, y es vecino de un viejo, Monsieur Médouze. Ambos Amantine y Médouze trabajan en la plantación de caña de azúcar por un salario ínfimo, que apenas les permite sobrevivir, y en el caso de Amantine para cuidar de su nieto

A través de las historias del pasado que le cuenta Médouze, la identidad de José se sustentará en un imaginario, aunque real, lugar de origen: África. […] La historia se refiere a una patria perdida y a una identidad que nunca podrá ser recuperada. […] Médouze no es muy preciso con respecto al país; él habla simplemente de “África”. Las primeras capas de la identidad – familia, villa y país- han desaparecido; los descendientes de esclavos se han convertido todos en “africanos”

[…]

Ninguna otra película captura tan poderosamente el pasado perdido y la ruptura histórica de los caribeños o restaura lo que ha sido llamado “plenitud imaginaria”. Para el espectador de Martinica Rue Cases-Nègres representa un acontecimiento importante: “Llevando esta novela, que es al mismo tiempo una novela sobre las raíces y sobre la educación, a la pantalla su realizador aborda lo que puede ser la parte más intimidante de la conciencia antillana.”. La película fue aclamada como el comienzo de un nuevo cine caribeño de la diáspora. Pero esto no ocurriría. La promesa que la película generó ha permanecido incumplida. El mismo Palcy fue a Hollywood a hacer películas.

Con Rue Cases-Nègres Palcy ubicó a Martinica en el mapa del cine mundial. Raoul Peck haría lo mismo por el cine haitiano con su Lumumba (2000). Mientras Palcy captura la vida diaria de los esclavos sacados de África y traídos al caribe, Peck ubica su película al otro lado de la diáspora y en lugar de evocar la inespecífica “África” de Médouze, posiciona su película en una nación específica de África, la ahora República Democrática del Congo, una antigua colonia con una particularmente trágica historia.

[…]

Si la película de Palcy hace énfasis en el hecho de que las vidas de los esclavos liberados no son mejores que durante la esclavitud oficialmente reconocida, la película de Peck revela que el “África”, idealizada por Médouze, es aquí una nación donde la esclavitud permanece en todo menos en nombre. […] El Congo obtuvo la independencia el 30 de junio de 1960 pero poco después Patrice Lumumba fue brutalmente asesinado luego de solo cuatro meses en su oficina como Primer Ministro. Lumumba llegó a simbolizar un ideal y un rayo de esperanza para África y su gente dispersa, que la trata de esclavos había cruelmente transportado.

Para los haitianos la figura de Lumumba no puede sino recordarles a su gran padre libertador: Toussaint L’Ouverture. Lumumba no había cometido ningún crimen: este fue un asesinato político. El hecho se mantuvo rodeado de misterio y las preguntas importantes como quiénes fueron los verdaderos asesinos de Lumumba y quiénes ordenaron su ejecución, permanecen sin respuesta. […] Lumumba no solo fue salvajemente asesinado, su cuerpo sin vida fue hecho pedazos y desaparecido. No se dejó rastro. Los asesinos habían esperado que desaciendose del cuerpo borrarían también la memoria de Lumumba; pero eso no ocurrió. Lumumba encarnaba una visión muy importante del Congo; él no solo era una persona, sino un ideal que personificaba la independencia, la libertad y la igualdad. Lejos de ser olvidado, Lumumba se convirtió en una figura mítica y en un verdadero héroe.

[…]

Las dos películas ilustran diferentes formas de la diáspora, la ruptura y discontinuidad para la gente alejada por la trata de esclavos a América y la de aquellos que se vuelven “otros” en su propia nación, sometidos a la más extrema explotación que asciende a la esclavitud, pero que no lleva ese nombre.

Tomado de: http://cinelatinoamericano.org

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Cuando los cines duermen

Ramiro Zardoya (Cuba)

Por Rolando Pérez Betancourt

Candente estaba en el mundo el tema del cine vs. ver películas en casa (esa tendencia cada vez más dinámica), cuando la COVID-19 apareció con su paso devastador para inclinar la balanza.

Puestas fuera de combate, al menos por un tiempo, las salas de cine han cedido el total protagonismo a las pequeñas pantallas del hogar en sus más diversas técnicas.

La televisión pasa a jugar un papel preponderante en lo que respecta a la programación cinematográfica, y basta revisar las carteleras de algunos periódicos, allende los mares, para comprobar cómo se trata de complacer a una vasta audiencia, desde los niños amantes de los dibujos animados, hasta las bisabuelas que todavía suspiran con el perfil de Rodolfo Valentino.

Nunca antes se vio un fenómeno de reclusión domiciliaria por necesidad sanitaria como al que estamos asistiendo. Millones que, convertidos en espectadores cinematográficos, oscilan en una amalgama del gusto, en no pocas ocasiones apiñados frente a una sola pantalla, la del hogar.

Todo ello con la agravante de que, al paso de los días, y con el encierro, pueden presentarse ansiedades, fobias y aburrimientos.

Programar montones de películas de «entretenimiento» pareciera ser entonces la fórmula mágica frente a esa vasta audiencia que en casa espera. Una opción nada despreciable si no fuera porque el concepto del entretenimiento fácil, y a ultranza, saca del juego a muchos otros espectadores que ven en tales entregas el más grande de los aburrimientos.

Antes de la pandemia que nos azota, la asistencia a los cines (con sus excepciones) era escasa y más bien correspondía a la televisión llevar, con cierto equilibrio «del gusto», el peso de las exhibiciones. Cierto que vivimos días de urgencias y el empeño de complacer a todos resulta imposible. Cierto que se siguen exhibiendo buenos filmes en televisión (aunque a veces no con la debida promoción, como sucedió con la última entrega de El espectador crítico), pero llenar huecos fílmicos en días de aislamiento mediante comedias insulsas y el Hollywood más ramplón no sería el mejor enroque de piezas, ni siquiera bajo el pretexto de darle preponderancia al tan llevado y traído «entretenimiento para todos» en tiempos de urgencias.

Los archivos rebosan de entretenidos filmes de todas las épocas avalados por una renombrada calidad. Sin contar las grandes películas instaladas en la Historia del cine y otras más que esperan por su reposición. No «clavos», como pudieran pensar algunos de manera florida, no disquisiciones intelectuales, como dirían otros. Películas capaces de complacer a Dios y al diablo, siempre y cuando sean promovidas con inteligencia y conocimiento.

Llega así la hora dorada de los programadores, hora no exenta de búsquedas y trabajo, principalmente si se tiene en cuenta que el cine pudiera seguir durmiendo un buen rato, mientras la televisión ha de seguir despierta.

Tomado de: http://www.granma.cu

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Cuarentena

Por Graziella Pogolotti

Por varios motivos pertenezco a la categoría selecta de las personas vulnerables. A pesar de saberlo, confieso haber ofrecido resistencia a la reclusión. A lo largo de muchas décadas el estudio y el trabajo se han convertido en una segunda naturaleza, algo tan necesario como el oxígeno que respiro. Puedo hacerlo a distancia, pero me gusta tocar la realidad con las manos y predicar con el ejemplo. La idea de apartarme al recogimiento del hogar me hacía sentir culpable respecto a aquellos que, en medio de la pandemia, afrontan la responsabilidad de la toma de decisiones en un complejo contexto sanitario y económico, en lucha contra el dogal de un bloqueo que, lejos de ceder, impone cada día una nueva vuelta de tuerca. Pensaba en los trabajadores de la salud que asumen riesgos en jornadas sin reposo, en los campesinos apegados al surco, en los obreros de las industrias, en todos aquellos que aseguran la marcha de la vida. Un reflejo condicionado me incitaba a asumir responsabilidades en tiempos difíciles. Comprendí, al cabo, que la tozudez constituía no solo una amenaza para mi vida, sino que estaba comprometiendo a quienes me rodean. Acepté. Ahora me siento encerrada en un submarino —que no es amarillo— y trato de elevar hacia el exterior un minúsculo periscopio.

Numerosos adultos mayores se han mantenido en plena actividad. Procuran los suministros para la familia. Desafían el frío en nuestras escasas jornadas invernales y padecen el sol durante el resto del año. La dura tarea tiene sus compensaciones. Seguir siendo útiles acrecienta su autoestima y las largas caminatas favorecen, tanto el bienestar físico, como el intercambio social con vecinos y los desconocidos que comparten las colas y las visitas a los agromercados. Otros, encontramos en nuestras labores un sentido de la vida y una posibilidad de participación.

El súbito cambio que experimentamos puede tener repercusiones en lo físico y en lo mental. Un amigo me comentaba hace poco que para mantenerse en forma da vueltas como un trompo en un breve espacio. Comprendí, por mi parte, que no podía caer en el vacío, hundirme en la desidia, dejarme envolver por la angustia. Tenía que aferrarme a una rígida organización del tiempo, levantarme a la hora de siempre, ocuparme desde la distancia de la marcha del trabajo, escribir cualquier cosa, por pura necesidad interna, atender puntualmente a las informaciones y a la cotidiana conferencia de prensa de la mañana. El doctor Francisco Durán ofrece datos precisos en tono cálido y persuasivo, como quien conversa con un interlocutor cercano. Sabe fundir su yo en nosotros. Estoy convencida de que el imponerse tareas asegura la supervivencia del ser humano en circunstancias difíciles.

A pesar de todo, el mal, de origen desconocido, invisible y omnipresente, genera incertidumbre. Ignoramos la duración del encierro, las posibilidades de regreso de la pandemia y sus repercusiones. Confiábamos en que, junto al fuego, Prometeo nos había entregado el dominio irrestricto de las fuerzas de la naturaleza. Éramos capaces de producir inteligencia artificial y de enviar naves a explorar otros planetas. Habíamos conjurado la peste bubónica, la poliomielitis y la viruela, epidemias recurrentes en otros tiempos. Los inventos de la tecnología nos deslumbraban. De repente, recibimos una brutal lección de modestia. Al abrir los ojos descubrimos que seguimos siendo vulnerables y que la supervivencia de la especie depende de la voluntad de unir saberes y rescatar valores solidarios esenciales.

En ese contexto, la imaginación puede resultar un arma de doble filo. Hay que poner riendas a «la loca de la casa» para que no se desordene, impulsada por el desbordamiento de la información, por los consejos de curanderos que pueden recomendar la ingestión de desinfectantes y por los rumores tóxicos que abran paso al pánico. Bien conducida, la imaginación, base del conocimiento científico, nos ayuda a sobrellevar la situación con serenidad, estimula la reflexión, la reformulación de proyectos, en el análisis lúcido de la realidad que nos embarga.

Las estadísticas ofrecen la dimensión cuantitativa del fenómeno y muestran su expansión alrededor del planeta. Con razón, en espera de una curva descendente, vivimos pendientes de los datos, de los nuestros y de aquellos países distantes, porque hemos cobrado conciencia de nuestra común pertenencia a la especie. Por otra parte, en el centro del poder dominante, los políticos se manifiestan del modo más grotesco y producen una cortina de humo para distraer nuestra atención e invitarnos a mirar a otro lado. Recuerdo que, siendo muy joven, prestaba atención al movimiento de la bolsa de valores y a las fluctuaciones del precio del azúcar. Ahí se decidía, en gran medida, nuestro destino. El rejuego de la compraventa de los valores influía en la estabilidad de los Gobiernos, pesaba sobre la toma de decisiones. Para nosotros, la caída del precio del dulce condicionaba la supervivencia de muchos. En la actualidad, mientras cunde la pandemia, prosiguen las guerras localizadas en «oscuros rincones del planeta»; el hambre, la desnutrición y la muerte por enfermedades curables subsisten en amplias regiones de la Tierra. Al escuchar las cifras, trato de rescatar el rostro humano oculto tras los números abstractos. Evoco los barrios de mi ciudad y los lugares de mi país donde aparecen los enfermos. No olvido tampoco los sitios que una vez conocí, los suburbios de París, reductos de violencia tras el esplendor de los bulevares, el andar apresurado de los habitantes de Milán, allí donde Leonardo da Vinci nos dejó La última cena, o los acogedores portales de Turín. No olvido tampoco la espina dorsal de nuestra América, la imponente cordillera andina, Cali, Medellín, Bogotá, donde observé a los gamines durmiendo, envueltos en periódicos, ante las puertas de las casas. Hay que abrir el espectro noticioso a las múltiples aristas de la realidad del mundo y contribuir a que la imaginación haga lo suyo para que en el horror de la pandemia florezca nuestra espiritualidad.

Tomado de: http://www.juventudrebelde.cu

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El odio es falta de imaginación

Ilustración: Aldo Cruces

Por: Rosa Miriam Elizalde

Lester Mallory podría haber inspirado a Graham Greene. Corpulento de poco pelo gris, muy corto y gafas con montura negra, estuvo en todos los lugares en que Estados Unidos necesitó una mano dura en América Latina en tiempos de la primera Guerra Fría. Fue el hombre fuerte de Washington en La Habana, Buenos Aires y Guatemala en la etapa del anticomunismo triunfal, la caza de brujas del Senador Joseph McCarthy, el Golpe de Estado a Jacobo Arbenz y el idilio de Washington con los dictadores Rafael Leónidas Trujillo y Fulgencio Batista.

De la trastienda de su paso por el Departamento de Estado poco sabemos, salvo lo que él contó en sus memorias que ha publicado la Biblioteca del Congreso. Quien tenga tiempo en esta cuarentena, que las revise. Descubrirá que la perversión de la política estadounidense no comenzó con Donald Trump.

En 1949 Mallory era el número dos de Washington en La Habana. Su tarea principal consistía en abortar las expediciones que desde América Latina y el Caribe -comenzando por Cuba- intentaban derrocar al dominicano Trujillo.

El 11 de marzo de ese año un portaaviones y cuatro submarinos estadounidenses atracaron en las costas de La Habana y en la noche, los soldados se fueron de juerga. Las portadas de la mañana mostraron a un marine sentado sobre los hombros de la estatua del Héroe Nacional José Martí, mientras otros intentaban trepar con botellas de cerveza en la mano. Uno de ellos se había orinado al pie de la escultura. El escándalo fue mayúsculo, y aquella fotografía nocturna, 71 años después, todavía despierta indignación y asco.

Mallory dirigió la operación de “limpieza” desde La Habana Vieja, donde estaba la sede diplomática. “Nuestro enlace con la policía, en ese momento, era un oficial del FBI. Lo llamamos. Entró con un hombre de Associated Press, se sentó ante la máquina y escribió una pequeña declaración de desagravio… El Canciller (Carlos Hevia) nos salvó el cuello, de verdad. Se había graduado con orgullo de la Academia Naval de Estados Unidos, y valió la pena”, narra en sus memorias para explicar por qué los latinoamericanos formados en escuelas militares estadounidenses no siempre resultaron dictadores o gorilas. Algunos, oportunamente, servían como Ministros de Relaciones Exteriores.

Pero no terminan ahí las revelaciones de Mallory, que murió apaciblemente en California en 1994, a la edad de 90 años. En 1960, ascendido a Subsecretario de Estado de la administración Eisenhower, se le encargó trabajar directamente en el caso “Cuba”. “Hubo un momento -dice en las memorias- en el que necesitaban comida y necesitaban arroz. Propuse que detuviéramos todos los envíos de arroz a Cuba.  En otra ocasión, hubo un programa donde había un envío de petróleo a Cuba. (La CIA) sugirió incluir ciertos ingredientes en el aceite, lo que destruiría su refinería. Se me presentó y lo aprobé…”

Pero su obra cumbre, por la cual se le recuerda con especial desprecio en Cuba, es su memorando interno del 6 de abril de 1960, que sirvió de base para el inicio del bloqueo estadounidense:

“La mayoría de los cubanos apoyan a Castro… La única forma posible de hacer que el gobierno pierda el apoyo interno es provocando desilusión y desánimo a través de la insatisfacción económica y las dificultades. Todos los medios posibles deberían ser utilizados inmediatamente para debilitar la vida económica. Debemos negar los fondos y suministros a Cuba para reducir los salarios nominales y reales con el objetivo de provocar hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno.”

Poco ha variado la composición bioquímica del odio gringo hacia Cuba desde entonces, a pesar de que no funcionó la brutalidad de Mallory ni la de sus imitadores. En 1992, el representante Robert Torricelli impulsó una Ley para “hacer caer un martillo” sobre Fidel Castro y Cuba. Cuatro años más tarde, la Ley Helms-Burton declaró que la inversión extranjera en la isla “socava la política exterior de Estados Unidos en un momento en que el régimen de Castro ha demostrado ser vulnerable a la presión económica internacional”. El representante de Nueva York, Ben Gilman, añadió que la ley “traería el fin del régimen, cortándole el capital que lo mantiene a flote”.

Han fracasado una y otra vez, pero repiten hasta el cansancio la fórmula Mallory. El senador Marco Rubio está convencido de que las incontables medidas de Trump contra la Isla afectarán “el alma” financiera de Cuba, y Michael G. Kozak, actual subsecretario del Departamento de Estado, se ha transmutado sin complejos en su predecesor: “Las sanciones de Estados Unidos a Cuba están diseñadas para negar recursos al régimen de Castro”, chilla.

https://twitter.com/WHAAsstSecty/status/1245056058088984579?s=20

Los Mallory actuales siguen utilizando todos los medios a su alcance para perseguir con furia criminal el arroz, el petróleo y hasta la colaboración médica cubana en medio de una pandemia. Graham Greene debió inspirarse en este tipo de gentuza cuando le hizo decir a uno de sus personajes en El poder y la gloria: “El odio es, simplemente, falta de imaginación”.

Tomado de: https://www.jornada.com.mx

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Rutas por las dudas existenciales (+Tráiler)

¿Dónde está mi cuerpo? (J’ai perdu mon corps), de Jérémy Clapin. Francia, 2019.

Por Andrea Romera Huerta

Eres testigo de una pelea. Lo que tú cuentes y la manera en que narres lo acontecido será diferente a como lo hagan los demás sujetos. Si en situaciones cotidianas existen varias perspectivas, ¡imagínate en las grandes cuestiones de la vida! El novel director de ¿Dónde está mi cuerpo?, Jérémy Clapin, ha trabajado con esta idea fusionada en arte; en un arte donde también destaca el punto de vista particular e innovador.

Basado en una novela de Guillaume Laurant, el relato se centra en las hazañas de dos protagonistas con historias paralelas: un joven, Naoufel, y su mano amputada. No hay problemas en entender los acontecimientos, y sorprende: la narrativa es tan original que, aunque pueda detectar los recursos utilizados (montaje paralelo, flashbacks), no soy capaz de clasificarla ni de encontrar un ejemplo de pieza semejante. Pero es que tampoco puedo identificar su género. Es un filme de animación, pero cuenta con la singularidad de la hibridación entre fantasía, aventura, amor, suspense y drama. Aparte, no está enfocada a un público infantil; no la entenderían ni por su tema principal ni por el mensaje, ni por todo el trasfondo que esconde.

A un guion complejo le acompaña un tratamiento audiovisual con la misma espectacularidad. En esta pieza, historia, imagen y sonido van de la mano y bailan siguiendo el mismo compás. Justamente, lo teórico que más me llama la atención son tres ítems de dicho tratamiento: la animación, la gama cromática y la banda sonora.

No sabía de la existencia de esta película hasta que me la encontré, por casualidad, en Netflix. ¡Y menuda sorpresa! La primera vez que la vi no dudé en si añadirla a mi lista o no, directamente la seleccioné para visualizarla al momento. Lo que atrapó mi interés desde un inicio, tanto en la miniatura como en el tráiler, fue su animación tan realista. Aún sin ser detallistas en este aspecto y con trazos imperfectos que enfatizan las siluetas, han logrado que nos olvidemos de que son dibujos animados. Gracias a sus gestos y sus movimientos, les brindamos la humanidad que necesitan para que los veamos como actores reales. La animación es muy natural.

Puede parecer que el método por el que han optado para la realización sea únicamente el tradicional, el 2D, pero también han recurrido a la animación CGI (Computer Generated Imagery, es decir, imágenes generadas por ordenador). Ambas técnicas están muy bien integradas, pero la verdad es que no pueden pasar inadvertidas las imágenes digitales en ciertos planos imponentes, elementos y escenarios. ¡Qué placer!

Y la delicia sigue con el cuidadoso trabajo que ha elaborado el departamento visual en cuanto a las gamas cromáticas de los escenarios. La ciudad donde se ambienta el relato, París, y todas las demás localizaciones, se presentan grises, apagadas. Quizás no siempre estaba nublado, pero es una representación de los sentimientos y emociones del protagonista. Para él, la vida es sombría, indiferente, aburrida. Y opina lo mismo sobre los demás personajes, porque las tonalidades de los espacios en que estos se encuentra son, igualmente, frías. En contraposición, sus momentos y los de su mano se tiñen de colores cálidos (rojos, naranjas, marrones, amarillos) y se eleva la saturación.

El cromatismo convierte a los espacios en contenedores de lo que ocurre, pero también están presentes en la narratividad. Sucede con la diferenciación de los protagonistas sobre los demás y con la relación del estado de ánimo de Naoufel, pero su papel narrativo se detecta, además, durante los flashbacks. Son las escenas en que se relatan los recuerdos del joven, y la imagen… ¡es en blanco y negro.

Para empezar a abordar las características del último aspecto destacable, la banda sonora, me gustaría mencionar que ¿Dónde está mi cuerpo? ha ganado el premio a la Mejor Música en el Festival de Cine de Sitges de 2019. Y se lo merece. No es casualidad encontrarle un parecido con la maravillosa banda sonora de Amélie, pues Guillaume Laurant es su guionista y le ha sabido brindar la importancia que requería para que el espectador se fijara en ella.

Desde del arranque del filme, el sonido cobra una importancia abismal: el sonido del violoncello musicaliza la manera en que el pequeño Naoufel intenta atrapar una mosca con sus propias manos. Se escuchan claramente los tonos producidos por todos aquellos estímulos auditivos que envuelven al protagonista. Es más, desde siempre y hasta siempre, le vamos a ver que lleva consigo una grabadora con un micrófono, mediante la cual aprende, recuerda, añora, siente y vive.

Que el relato esté centrado en el vacío de la ausencia de uno de los sentidos del protagonista y que parte de este sea protagonizado por la propia mano que le manca, produce una rica construcción sonora basada en las texturas por las que la extremidad pasa -o ha pasado-: las teclas del piano, el tacto de la arena…

Si en vez de un filme, ¿Dónde está mi cuerpo? fuera una banda de música, tocarían en un bar musical escondido en una callejuela de una gran ciudad, alejado de la multitud, con aforo para muy pocas personas (para unas veinte). Quizás no serían ni una banda, sino que estaría solamente el cantante con su guitarra. O un ukelele. Sí, mejor elección. Los oyentes que tuvieran el placer de conocerle se sentarían frente a él, boquiabiertos y con los ojos llorosos, escuchando y mirando todo lo que les quiere contar. ¿Dónde está mi cuerpo? es intimista, sensible, especial, triste, simple, real, adulta, dura, necesaria. Hay que saber apreciar el arte que han logrado construir.

Tomado de: http://www.elespectadorimaginario.com

Tráiler del filme animado ¿Dónde está mi cuerpo? (J’ai perdu mon corps), de Jérémy Clapin. Francia, 2019.

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¿Qué hacer con(tra) los videoclips tóxicos en Cuba? (II)

Por J. A. Téllez Villalón

Basta repasar la obra de Karl Marx para descubrir la importancia que le concedía en la transición socialista a la construcción de otra sensibilidad y otra apropiación de la realidad, a una nueva y superior cultura. En sus Manuscritos de 1844, destacó que el comunismo era “la superación de la propiedad privada como autoenajenación humana, y por consiguiente como auténtica apropiación de la esencia humana”. En los Fundamentos a la crítica de la economía política, Marx define a la sociedad anhelada como aquella signada por la “producción de la libre individualidad” que abriera paso a una “universalidad no enajenada de las relaciones” de los hombres, momento superior de lo que él denotará como “apropiación de las condiciones objetivas de existencia y de la actividad reproductiva y objetiva”. Por ello, como resume Jorge Luis Acanda, “desarrollar una teoría de la transición en Cuba es desarrollar una teoría para la desenajenación del hombre en Cuba”, “progresiva y ascendente”.

Y nótese que es la “producción de la libre individualidad”. La relación entre lo individual y lo colectivo debe entenderse como lo hacía Alexander Bogdánov, uno de los más profundos pensadores bolcheviques. “Es absurdo pensar —sostenía— que el colectivismo no tiene necesidad de la independencia personal. En la colectividad cada uno completa a los demás, este es su papel. Pero uno solo puede completar a otros en la medida en que se diferencia de los otros, en la medida en que es original, independiente, lleno de iniciativa. Está claro que el significado de esta independencia no es la defensa de los intereses personales, sino el desarrollo general de los talentos individuales, la capacidad de mostrar iniciativa, de ser crítico, de ser original”.

El individuo —como señaló el Che en El socialismo y el hombre en Cuba— “es el actor de ese extraño y apasionado drama que es la construcción del socialismo, en su doble existencia como ser único y como miembro de la comunidad”. Individuo que debe ser educado por la sociedad, “con una educación directa e indirecta” y por un proceso consciente de “autoeducación”. Este proceso de concientización, primer paso de la emancipación, se traduce según el Che en la reapropiación de su naturaleza a través del trabajo liberado y la expresión de su propia condición humana, a través de la cultura y el arte.

Esta reapropiación de su naturaleza humana comprende, al decir de Herbert Marcuse, la recuperación de las fuerzas vivificantes de la naturaleza, “de las cualidades estéticas sensuales que son ajenas a una vida desperdiciada en actos competitivos sin fin”; fuerzas y cualidades que sugieren, al decir del filósofo, “los nuevos rasgos de la libertad”. Para el autor de Un ensayo para la liberación, la revolución socialista debía ser planteada como liberación de la sensibilidad, dado que la contrarrevolución se encuentra “anclada en la estructura intuitiva”. La naturaleza humana debe ser liberada, en primer término, a partir de los niveles primarios e instintivos de la sensibilidad. Por eso, “es justamente esta constitución cualitativa, elemental, inconsciente, o más bien, preconsciente del mundo de la experiencia (…), la que debe cambiar radicalmente, si es que el cambio social ha de ser un cambio cualitativo radical”.

Un cambio que ha de ser ordenado por una nueva “constitución cultural”. La Constitución, entendida como Peter Häberle, como “expresión de un proceso cultural en desarrollo, medio para la expresión cultural de un pueblo, espejo de su herencia cultural y fundamento de sus esperanzas”. Por ello, la convocatoria martiana a que la ley primera de la República sea “el culto a la dignidad plena del hombre”, debiera ser reinterpretada como “cultivo” de la dignidad, y esta no como meta sino como horizonte. Una constitución viva y abierta, instrumento para la consecución progresiva del “bien de todos”, una sociedad con todos los hombres dignos, solamente posible en el comunismo.

VI

Con el triunfo de la Revolución de Octubre emergieron nuevas preguntas, ¿qué hacer y por dónde empezar para construir y desarrollar otra cultura política? Surgió el problema de definir una cultura “nueva”, socialista; y, con esto, el duro trabajo de reconocer y consensuar conceptos tan subjetivos como “superfluo”, “nocivo” y “reaccionario”, sobre todo tomando en cuenta la ausencia de una tradición previa.

Vladimir Ilich Lenin, un apasionado lector, que se lamentó en una gran biblioteca por falta de tiempo para estudiar a los pintores contemporáneos, o que conseguía emocionarse hasta la ternura con la Appassionata de Beethoven, se mostró en contra del Proletkult, “arte y literatura del proletariado”. Era consciente de que los hitos más altos de la cultura burguesa no podrían ser superados con una fórmula mecánica. “La cultura proletaria no surge de fuente desconocida, no brota del cerebro de los que se llaman especialistas en la materia. Sería absurdo creerlo así. La cultura proletaria tiene que ser el desarrollo lógico del acervo de conocimientos conquistados por la humanidad bajo el yugo de la sociedad capitalista, de la sociedad de los terratenientes y los burócratas”.

Urge profundizar los contrapunteos que se dieron entre Lenin y Anatoli Lunacharsky, el comisario del Narkompros, el Comisariado Popular para la Instrucción Pública, hasta la muerte del líder de la Revolución rusa. Así como entre el músico Arthur Lourié, al frente de la sección de música del Narkompro y de la Asociación para la Música Contemporánea (ASM), y el también músico, pero más radical, Nikolay Roslavets. Este último, bajo la teoría de la transformación cultural de Leon Trotsky, defendía la música vanguardista, independientemente de que el pueblo no la entendiese. Se manifestó, incluso, una contradicción entre el Futurismo y la Revolución.

Para Trotsky, “El futurismo nació como meandro del arte burgués (…). Su carácter de oposición violenta no contradice en absoluto este hecho (…) El primitivo futurismo ruso fue (…) la rebelión de la bohemia, es decir, del ala izquierda de la inteligencia contra la estética cerrada, de casta, de la intelectualidad burguesa”. Sin embargo, Vladimir Maiakovsky reconoce no haber dudado ante la convocatoria de la Revolución: “¿Aceptar o no aceptar? Para mí (como para los otros futuristas moscovitas) esta cuestión nunca se planteó. Es mi revolución. (…) Hice todo lo que se me presentó”.

En realidad, en lo referente a la política cultural, poco o muy poco tienen que ver los primeros años de la Revolución con todo lo que vendría después, con Stalin en el poder. Se anuló el debate y se impuso el “realismo socialista”. Con presiones ideológicas y patrones artificiosos que, como planteaba el Che Guevara, congelaron toda investigación artística y suprimieron, en consecuencia, el papel que puede tener el arte en la construcción del “hombre nuevo”. Hasta el erotismo terminó siendo “burgués” y “nocivo”; se catalogó como “contrarrevolucionaria” toda crítica capaz de desnudar la diletancia y esquematismo instaurado. Se obvió, como apuntaba el venezolano Ludovido Silva, que las formas artísticas, “por el hecho mismo de ser bellas, son revolucionarias”, en tanto “amplían la sensibilidad del hombre y, por ende, su conciencia”.

En todo caso , como ha señalado Adolfo Colombres, “si el proletariado es una clase transitoria, una etapa en el camino de la sociedad sin clases que constituye la verdadera meta del materialismo histórico, y si su cultura se halla de hecho profundamente penetrada (y no solo en los países del bloque occidental) por valores burgueses, lo que cabría en todo caso plantearse es la creación de un cultura socialista, la que no puede edificarse más que sobre la cultura popular, operando desde ella, activando los mecanismos que permitirían su autodepuración y desarrollo. Y en esto resulta de fundamental importancia una educación para la libertad, lo que hoy implica una auténtica democratización de la cultura”.

En Cuba, la concepción de electividad y el vigor híbrido de nuestra cultura nos libraron de tales mimetismos. Para Abel Prieto, fue Martí “una referencia esencial que nos ayudó muchísimo para no dogmatizarnos”. Para el intelectual y ministro de Cultura en dos ocasiones: “¡El arte no puede dar respuesta! ¡El arte no puede tener moralejas!”; y más: “El arte es incertidumbre, es búsqueda, es preguntas sin respuesta también”.

VII

El proyecto socialista de Nikolái Gavrílovich Chernishevsky, proyectado en ¿Qué hacer?, comprende dos facetas complementarias: la transformación de las condiciones laborales y la transformación de los vínculos personales; nuevas relaciones de producción y nuevas relaciones entre hombres radicalmente distintos. “Hombres nuevos” que se expresan y completan con relaciones plenamente humanas, en las horas de trabajo y en las de ocio, en la esfera pública y en la intimidad. En la novela, se insiste una y otra vez en el estribillo: Dime cómo vives en tu casa, y te diré qué socialista eres. Para el autor, la igualdad y la libertad no se reducen a igualdad o libertad frente a la ley o el Estado, sino el completo desarrollo de las peculiaridades de cada individuo y el respeto a la intimidad del otro. El avance del socialismo no es completo sin la realización del programa feminista, y viceversa. Para el pensador ruso la posición política es una forma de eticidad desarrollada. No muy distinto a Lenin, quien confesaba: “Chernishevsky ha arado sobre mí una y otra vez”.

Al final del capítulo XVI de su novela, en su triple condición de crítico de arte, fustigador del zarismo y teórico del socialismo, parece reflexionar sobre el idilio, pero es más que eso. Lo hace más bien sobre la diversidad de los temperamentos y sobre la necesidad de que cada una de las individualidades encuentre los medios adecuados para su desarrollo. El idilio no le agrada, como no le agradan las fiestas, pero aboga por respetar esos gustos de la mayoría, “ojalá haya en el mundo la mayor cantidad de fiestas posible” y “ojalá domine en la vida sobre todos los demás caracteres de la vida el idilio”—aclama. El “gran sabio y crítico” —al decir de Marx— defiende el derecho a satisfacer las necesidades individuales y el deber de garantizar lo que hoy llamamos derechos culturales, mutilados a la mayoría en las sociedades despóticas. “Les parece que el idilio es inaccesible, por eso se inventaron: ‘Que no está de moda’”.

Para el narrador, “el idilio no es solamente una buena cosa para todo el mundo, sino también posible y nada difícil de proporcionar”, pero “no solamente para una persona o para diez personas, sino para todos”. Y para argumentarlo escoge una manifestación extranjera y un escritor burgués, “la ópera italiana” y las “Obras completas de N. V. Gogol”. Su difusión al “público entero” no era imposible ni cara. “Pero mientras no haya ópera italiana para toda la ciudad, solamente algunos, los melómanos especialmente obstinados, se pueden contentar con algunos conciertos, y mientras la segunda parte de Las almas muertas no estaba editada para todo el público, solo algunos, los amantes más obstinados de Gogol, confeccionaban, sin quejarse del esfuerzo, para sí mismos, unos ejemplares manuscritos: Un manuscrito no se puede comparar con el libro peor impreso, un concierto es muy malo en comparación con la ópera italiana, pero de todas formas las dos cosas son buenas”.

La música y el piano son símbolos recurrentes en la novela del ruso, como lo es también en la única novela escrita por José Martí, Amistad funesta (Lucía Jerez). En la del cubano hay un pasaje muy similar al anterior: “¿Ni quién se niega, si los quiere bien, a que sus hijos brillantes e inteligentes, aprendan esas cosas de arte, el dibujar, el pintar, el tocar el piano, que alegran tanto la casa y elevan, si son bien comprendidas y caen en buena tierra, el carácter de quien las posee, esas cosas de arte que apenas hace un siglo eran todavía propiedad casi exclusiva de reina y princesas?”.

El trascendente 25 de marzo de 1895, desde Montecristi, Martí le escribe la que podría ser la última carta a María Mantilla. Colmada está de afectos, mas no pierde oportunidad para educarla: “Y ¿en qué pienso ahora, cuando las tengo así abrazadas? En que este verano tengan muchas flores: en que en el invierno pongan, las dos juntas, una escuela: una escuela para diez niñas, a seis pesos, con piano y español, de nueve a una: y me las respetarán, y tendrá pan la casa”. En la propuesta, yacen las claves para la educación de la “mujer nueva”. Martí les sugiere rodearse de belleza natural y ganarse el pan, trabajar precisamente cultivando el lenguaje y la música, la que consideraba “la más bella forma de lo bello”. Cultivando el entendimiento y la sensibilidad. Antes le había escrito, “a mi vuelta sabré si me has querido, por la música útil y fina que hayas aprendido para entonces: música que exprese y sienta, no hueca y aparatosa: música en que se vea a un pueblo, o todo un hombre, y hombre nuevo y superior”. En el Manifiesto firmado ese mismo día, declaró la suya “una guerra culta que ha de ordenar la revolución del decoro, el sacrificio y la cultura”, por “el bien mayor del hombre”.

VIII

La concepción de “electividad” es una cualidad no solo del pensamiento cubano, sino de la cultura nacional toda, de sus “brotaciones” e intensidades. Y como aclara Torres-Cuevas en su trascendente ensayo “Cuba: el sueño de lo posible”, la cubana es una filosofía electiva y no ecléctica, que tiene como concepto rector la libertad de pensamiento. “Y esa libertad solo es posible en el constante correlato entre la realidad autóctona, el discurso expresivo descargando y recargando los conceptos a partir de las necesidades cognoscitivas del lenguaje con su referente (relación significado-significante) y del estrecho intercambio y entrecruzamiento entre las propuestas universales con esa realidad autóctona. Lo otro es estar preso de los esquemas y conceptos…, de los esquemas y conceptos foráneos”.

He ahí, además, un camino descolonizador, elegir (o crear) los conceptos o categorías que más se avienen a nuestra realidad. En tal sentido, nos parece capital esta distinción que hace Martí: “en Europa la libertad es una rebelión de espíritu; en América, la libertad es una vigorosa brotación”. La razón gélida, la asume como actos sin límites, y se rebela contra ellos, acaparando fuerzas, poderes, dinero; “teniendo”, a fin de cuentas. Nuestra “razón caliente”, en contraste, la visualiza como una expresión virtuosa, un crecimiento de todos y para el bien de todos, “siendo”.

Una cosmovisión —independientemente de su localización geográfica— se enfoca en lo externo y sale a conquistar; la otra enarbola su esperanza en lo propio y siembra. Una se arma de apropiaciones, la otra se construye de metabolizar. La fría, en nombre de La Modernidad, terminó siendo excluyente, cristianizó el robo en nombre de la civilización y hoy “naturaliza” la desigualdad y el “sálvese quien pueda”; ha dividido al mundo entre adorados (fetiches) y adoradores exóticos, vencedores y perdedores. Su alternativa, orgánica y natural, se siente germinar del bien común y forja creadores, mestizos autóctonos cultivadores de la dignidad, que entienden como Bogdánov que, “La creatividad es una variedad más complicada y superior del trabajo”. “Yo conquisto” frente al “Nosotros co-creamos”. Para una, todo es mercantilizable, también la cultura y las producciones artísticas, para la otra, la cultura es cemento y retroalimentación, condición de libertad.

Se adora lo que se considera superior o extraordinario, los dioses, el rey, “los que saben”. Los que adoran “creen” en los superiores, se resignan a su condición o a “su destino”, al orden establecido por Dios, por la ley, o “naturalizado” por el Hegemón. Son los miméticos y copiadores de lo que dicta Europa o los Estados Unidos; así “superan” el complejo de inferioridad que les inoculan desde arriba, desde la metrópoli, o desde los países “civilizados”, “modernos”, “desarrollados”. La conciencia artificiosa, intoxicada, del adorador produjo autonomistas, reformistas y anexionistas en el siglo XIX cubano, hoy produce y reproduce seguidores de influencers, de millonarios y “famosos” de “la Yunai”.

“A la libertad segura solo se va por el trabajo de las manos, puro y creador, por los trabajos reales de la mente, no por los de alquiler y ornamiento”, escribió José Martí en 1890. Poco después, en su ensayo “Nuestra América”, afirmó: “se imita demasiado” y “la salvación está en crear”. “Quien quiera pueblo, ha de habituar a los hombres a crear. Y quien crea, se respeta y se ve como una fuerza de la Naturaleza” —añadió. Imitar da lugar a una cultura falsa, inauténtica, de “libros importados”, “pluma fácil” y “letrados artificiosos”. Crear, ser originales y críticos, partiendo del re-conocimiento de lo propio, es la condición para ser libres.

Los adoradores, sean productores o consumidores de mercancías culturales, no valoran la dignidad más que lo que valoran el ser y parecer rico, como aquellos que consideran superiores, adorados por ser elegidos por otro ente superior, o por ganarse los méritos que los superiores eligieron como distinción. Reciclan las fórmulas exitosas, los esquemas que venden, la serie de acordes que se pegan. Hacer apología a las drogas, denigrar a las mujeres en un videoclip no es tan infame si se lava con la espuma de la fama. Hablar mal o no saber escribir no es tan incorrecto si así se puede “ser gente”, “alguien en la vida”, “exitoso” como Pitbull. Porque “eres” si “tienes” billetes en el bolsillo, reproducciones en YouTube, y likes en Instagram.

Escogidos por los magnates de las industrias culturales por adorar el dinero y no por crear, los “famosos” coadyuvan a atrofiar la sensibilidad de sus seguidores, sus adoradores. Por ello destierran las metáforas de sus producciones, sustituyen lo sensual por lo pornográfico, los tropos por trapos sucios. En sus mercancías, no hay alusiones, el lenguaje es directo, vulgar. Por/Con ellos, el Capital coloniza la preconciencia, conquista la mente e impedimenta la “superior conciencia” de los subyugados. Ellos, y los demás asalariados de la industria de la conciencia, son parte de la maquinaria de enajenación del capitalismo avanzado. Sus productos, incluidos los videoclips, devienen instrumentos para la producción y reproducción de “plusvalía ideológica”, para la sedimentación de “sentidos compartidos” que ordenan, de una forma beneficiosa a sus intereses, las percepciones y valoraciones de los dóciles consumidores. Para moldear a su gusto la sensibilidad y el entendimiento del homo videns, promueven esta tipología de mercancías audiovisuales, que han devenido dominantes. No espontáneamente, ni, como dicen, por el gusto de los consumidores.

Al servicio de este objetivo se pone todo su poder, sus mecanismos de producción de significados y sentidos. Con estas “merconarrativas” fragmentan y dislocan al “yo interior”. Producen y reproducen “discursos caracterizados por su fragmentación, la multiplicación de puntos de vista, una estructura mosaica y un desarrollo a intervalos”. Conforman así un subordinado que se adapta a la no-narratividad y a la no-historia, a las discontinuidades y la incertidumbre, que siente hasta placer en no buscar, ni encontrar, relaciones causales. “El alud de informaciones minuciosas y de diversiones domesticadas corrompe y estupidiza al mismo tiempo”, como advertían Max Horkheimer y Theodor W. Adorno en el prólogo de su Dialéctica del Iluminismo. “Los productos de la industria cultural pueden ser consumidos rápidamente incluso en estado de distracción. Pero cada uno de ellos es un modelo del gigantesco mecanismo económico que mantiene a todos bajo presión desde el comienzo, en el trabajo y en el descanso que se le asemeja”. Los hechos sociales no son problematizados y se extravían o banalizan sus significados políticos.

Desconectan a sus consumidores de cualquier señal de identidad, orientadoras y aglutinadoras. Oscurecen cualquier pista de Luz (de Luz y Caballero), como esta de la utopía cubana: “todo es en mi fue, en mi patria será”. La “personalidad propia” y el orgullo patrio los subvaloran, los subyugan en la inferioridad del “ser” con máscaras. Los difuminan en una multiculturalidad de laboratorio, como la latinidad de JLo, ahistórica y con capital falsa, Miami. En tanto, la dignidad del ser humano se identifica con su propia humanidad, y esta es conformada culturalmente, indeterminan la identidad, serializan el ser, para indeterminar la dignidad como valor, o derecho humano. Tener principios deja de tener significado, ser virtuoso pierde sus martianos sentidos. Así enajenan y así colonizan los cuerpos y las mentes de nuestros jóvenes.

Contra tales operaciones tenemos mucho que hacer.

Tomado de: http://www.lajiribilla.cu

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La “Revolución de colores” que no fructificó en Cuba

Revolución de colores

Por Jorge Wejebe Cobo

El 30 de julio de 2006, el jefe de la Estación CIA de la Sección de Intereses de EE.UU en La Habana (SINA), sintió como música celestial la noticia de la enfermedad del Comandante en Jefe Fidel Castro, por lo que de inmediato se reunió con varios de sus subordinados junto con el opositor, escritor y profesor cubano Raúl  Capote Fernández, de poco menos de 40 años, quien sería el encargado de solicitar la intervención de Estados Unidos ante el supuesto estado de ingobernabilidad que virtualmente se produciría en la Isla ante la situación.

Aunque en esos planes no todo era improvisación. Desde inicios del nuevo siglo en la SINA, un equipo de oficiales de la CIA y especialistas del Departamento de Estado se afanaban en construir y dirigir una organización contrarrevolucionaria de nuevo tipo compuesta por jóvenes profesionales, escritores y artistas bajo el nombre de Proyecto Génesis que, llegado el momento, pudiera erigirse como representante de un movimiento popular contra el gobierno cubano.

Eran métodos previstos para desarrollarse esencialmente en situaciones excepcionales como la falta por razones naturales o por un magnicidio del máximo líder Fidel Castro, crisis internas por el colapso de la economía por las medidas del bloqueo, eventos climatológicos extremos que superen la capacidad de respuesta o crisis sanitarias como las provocadas por la CIA con la epidemia del dengue en la década de 1980 y la fiebre porcina en 1970-71.

Esta estrategia oportunista de Whashington contra Cuba toma hoy como aliada la pandemia de la Covid-19 y dirige acciones para impedir la adquisición de medicinas y medios para enfrentar la enfermedad con firmas estadounidenses, de acuerdo con el bloqueo y persigue que la escalada agresiva conlleve a la aplicación de un cerco naval en el Caribe contra Venezuela y Cuba bajo la falsa acusación de promover el narcotráfico hacia Estados Unidos.

Pero volviendo a 2006, los estadounidenses esperaban, según sus obsoletos fundamentos, que en la Isla con su histórico líder gravemente enfermo se repitiera lo sucedido en 1989 por los movimientos sociales de oposición generalizada que barrieron en corto tiempo con el llamado socialismo real en la Europa Oriental y la URSS.

Aunque esos espías en La Habana no fueron burdos copiadores de historias pasadas y por primera vez incluyeron en sus planes la articulación y organización de sus colaboradores por medio de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC), controladas por USA, con lo cual esperaban lograr la manipulación y confusión de grandes sectores de la sociedad, en especial la juventud.

“Génesis” se inspiraba en algunos principios de la llamada “revolución de colores”, aplicadas principalmente en la época pos soviética en algunos ex estados socialistas para derrocar gobiernos incómodos a Estados Unidos y que intentaban mutar actualizada a una versión caribeña.

En esta nueva aventura contra la mayor de las Antillas, el imperio confiaba en su dominio casi absoluto de las TIC, de la Internet y el éxito obtenido en Europa Oriental, lo cual hizo calcular erróneamente a los estrategas de la CIA que el Estado cubano y sus Órganos de Seguridad no comprenderían a tiempo la nueva agresión y reducirían su respuesta cerrando el país a las nuevas tecnologías bajo la mediocre consideración de ser “instrumentos imperialistas”.

Para cuando los funcionarios estadounidenses iniciaron la  selección de los líderes para su proyecto apareció bajo su radar, el escritor y profesor Raúl Capote, autor de una novela titulada El Adversario, cuya trama se basaba en una reflexión ética de gran fuerza simbólica y crítica social, inspirada en la crisis cubana del llamado Periodo Especial en la década de 1990, por lo que el texto fue interpretado por los analistas estadounidenses  como una toma de posición  implícita contra el sistema político cubano.

Así, el autor se convirtió en un prospecto ideal de líder, con una obra “programática” lista para servir de matriz a las campañas mediáticas y que muy oportunamente se publicó por una editorial de Puerto Rico en el 2004.

Para ese tiempo, Capote se convirtió en foco de atención de diplomáticos estadounidenses que se interesaron en habilitarlo con medios de computación, adiestrarlo en el uso de las nuevas tecnologías como el sistema wifi que funcionaría para dirigir a distancia a los supuestos líderes contrarrevolucionarios

Además, lo fueron persuadiendo del brillante futuro que tendría en una Cuba pos socialista. Pero su preparación fundamental como espía recayó en oficiales de la CIA en tránsito en el país para poner a punto el programa Génesis y la selección para el mismo de jóvenes escritores, artistas y profesionales, listos para emerger como fuerza social y política alternativa durante los esperados procesos extraordinarios sobre todo, en las circunstancia de la desaparición pública del máximo líder de la Revolución.

Pero no solamente los oficiales de la Central de inteligencia yanqui se entusiasmaron con los avances de Capote. También la contrainteligencia cubana veía fructificar en él, años de paciente labor y preparación de quien además de joven escritor, era un capacitado agente de la Seguridad preparado en el medio intelectual desde su juventud para enfrentar al espionaje estadounidense y sus planes subversivos en ese importante sector.

El propio Capote, agente Daniel de la contrainteligencia cubana, declaró sobre la tarea que el enemigo le confió: (…) “Esta organización (Génesis) fue definida como una fundación para el “día después”, un tanque de pensamiento que cumpliría un sinnúmero de misiones para impedir el relevo generacional de la Revolución, su continuidad histórica e imposibilitar que en Cuba se pudiera repetir en el futuro un proceso revolucionario, socialista y antiimperialista.”

El plan fracasó no solo por la acción de la contrainteligencia cubana, falló fundamentalmente por el masivo compromiso del pueblo con la Revolución que se patentizó durante aquellos dramáticos días de agosto de 2006, cuando la inmensa mayoría del pueblo y en especial la juventud protagonizó un ejemplo de unidad que hacía imposible cualquier fractura en la sociedad cubana.

Tomado de: http://cubaessurtidor.blogspot.com

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Estados Unidos engaña deliberadamente cuando ataca la cooperación médica internacional de Cuba

55 años de colaboración médica internacional cubana

Por Johana Tablada

*A propósito del documento que circula el Departamento de Estado de Estados Unidos para presionar a los países con brigadas médicas de Cuba o acuerdos de colaboración.

El nuevo panfleto del Departamento de Estado, oprobiosamente titulado “La verdad sobre las misiones médicas de Cuba”, está lleno de mentiras.

La verdad es que su objetivo consiste en tratar de ocultar que ha fracasado la campaña de presiones iniciada hace más de un año por el gobierno de Estados Unidos para poder cesar la cooperación internacional de Cuba en cualquier país, hacer lo imposible por desvirtuar la naturaleza de la misma y presentarla como lo que no es.

Ha ocurrido lo contrario.

El despreciable material también pretende desviar la atención del cuestionamiento universal al manejo del gobierno de Estados Unidos de la pandemia a nivel nacional y multilateral, que deja mucho que desear.

Hace un año, John Bolton prometió que iban a terminar con los “mitos” de la Revolución Cubana, como el de la salud, y a endurecer el bloqueo. También habló de poner fin a lo que de romántico podía tener la Revolución de Cuba y detener los viajes e ingresos a nuestra economía. Seguro muchos recuerdan la aplicación total de la Ley Helms-Burton; la eliminación de los viajes de cruceros y las categorías, ya limitadas, de intercambio pueblo a pueblo; la reducción de los vuelos y viajeros de Estados Unidos, y la persecución del combustible que Cuba adquiere en el mercado internacional, entre muchas más.

Ya cumplieron con sobresaliente lo que de ellos solo depende. Sólo en 2019 se aplicaron 86 nuevas medidas de bloqueo, que mucho daño nos hacen, y dificultan incluso hasta nuestra capacidad de responder a la COVID-19 como podríamos en otras condiciones. Aún así, lo estamos haciendo bien.

Mas, lo de acabar con el mito de la Salud y la cooperación de Cuba les ha resultado imposible. Son décadas de esfuerzo y resultados. Sus calumnias —insertadas en muy bien financiadas campañas— aún confunden a muchos, pero hacen más intenso el brillo de la contribución del personal de la Salud y la verdadera naturaleza y alcance del sistema de Salud Pública de Cuba.

Ha sido un fracaso rotundo su campaña para tratar de justificar a los ojos de todos, la política de bloqueo que no tiene sustento legal ni moral.

Lo cierto es que esa cooperación es hoy aún más amplia y goza del reconocimiento mundial por su calidad profesional y humanista. Podría ser mayor si la prioridad de Cuba no fuese, lógicamente, garantizar la protección y atención médica a su población, también atacada por la pandemia. Son más las solicitudes que las que hoy podemos responder; y el país cuenta con muchos más médicos y enfermeras dispuestos a participar en misiones de cooperación.

Hoy en día son muchos más los países que, por la experiencia positiva y los resultados alcanzados, solicitan los servicios médicos cubanos en sus diferentes modalidades.

Ninguna puede considerarse o califica ni remotamente como Trata de personas o Trata de esclavos, como de manera malintencionada pretende divulgar Estados Unidos, con propósitos muy lejos de los proclamados por el Departamento de Estado. Con ello demuestran la poca seriedad que otorgan a la lucha contra el crimen internacional, combate en el que Cuba acumula un desempeño ejemplar.

El Departamento de Estado lo sabe muy bien tras cinco rondas de intercambio bilateral para cooperar en el combate contra este flagelo en el pasado reciente. La entrega de la política hacia Cuba a las figuras más reaccionarias del lobby anticubano, por parte de Trump, puso fin también a estos espacios.

Los funcionarios de Naciones Unidas a cargo del combate a la trata jamás han afirmado cosa igual. Es una ofensa a cubanas y cubanos que afecta al final mucho más la credibilidad de quien la esgrime.

Sí se han acumulado declaraciones de homenaje y elogios, premios, distinciones, reconocimientos y hasta nominaciones al premio Nobel para las brigadas médicas de Cuba.

A pesar de que las presiones de Estados Unidos lograron forzar el cese de los servicios médicos prestados por Cuba a pueblos como los de Bolivia y Brasil, países donde orquestaron golpes de Estado, la gran mayoría de los países rechazó las amenazas y en ocasiones hasta los incentivos de la diplomacia bruta impuesta por el equipo de demolición que controla la política hacia Cuba en la Casa Blanca de los Estados Unidos. Ese proceder abochorna a muchos diplomáticos estadounidenses que también conocen, por la experiencia directa en países donde trabajan, la positiva contribución y el prestigio de las misiones médicas de Cuba. Nunca antes estuvo más baja la moral de la diplomacia estadounidense dedicada a la prioridad de perseguir y tratar de dinamitar la cooperación que debería fomentar.

La vida continúa y se encarga de demostrar, dolorosamente, que aquellos médicos a los que se les llamó cualquier cosa, desde espías hasta activistas políticos electorales, eran médicos de verdad y buenos, brindaron millones de consultas y salvaron muchas vidas. Pocos dudan hoy que Estados Unidos dirigió, politizó y manipuló la campaña de acoso e incitación a la violencia que condujo a la salida de la brigada médica de Cuba en Bolivia* y la pérdida lamentable de servicios valiosos que a diario prestaban a las comunidades, que quedaron en su mayoría desprotegidas hasta el día de hoy.

A nuestros médicos se les ofendió doblemente al acusarles y al poner en riesgo su integridad física. Las calumnias incluyeron la vulgar acusación de que en realidad no fueron a curar a la población sino a intervenir en la política del país. Mucho más grave fue la acción sin precedentes del Departamento de Estado de dirigir presencialmente el operativo de secuestro de médicos, registros y detenciones ilegales, e invasión a las viviendas de colaboradores, documentada en los videos y fotografías tomadas en los lugares del atropello y oportunamente denunciado por Cuba.

Esa misma campaña burda se reedita hoy por Estados Unidos y las oligarquías en algunos países que solicitaron la presencia de médicos cubanos para apoyar el combate a la COVID-19.

Desde que comenzó la pandemia, han viajado a otras tierras 24 brigadas médicas cubanas; siempre respondiendo a la solicitud de ayuda de esos países. Además, ya trabajaban en 59 países brigadas médicas cubanas antes de esta emergencia sanitaria, con más de 28 000 colaboradores.

Médicos, enfermeras y asesores de salud han partido en estas semanas a más de 20 países que nos solicitaron ayuda: Italia, Andorra, Nicaragua, Venezuela, Surinam, Jamaica, San Vicente y las Granadinas, Granada, Antigua y Barbuda, Belice, Santa Lucía, Dominica, Saint Kitts y Nevis, Haití, Barbados, Catar, Angola, Sudáfrica, Honduras, entre otros.

Sobre la calumnia permanente y bochornosa de que Cuba explota a sus médicos, debe decirse que en todos los casos el gobierno de Cuba paga íntegramente el salario de los médicos en Cuba mientras prestan servicio en otros países, a los cuales viajan sobre la base de acuerdos individuales, con total voluntariedad.

Adicionalmente reciben una remuneración en el país donde colaboran.

Personalmente los vi trabajar mucho y bien en Belice y Portugal y siento un orgullo inmenso por eso. En ambos países, los médicos eran libres de moverse y en muchos lugares estaban todo o casi todo el tiempo solos, lejos de sus compañeros y de casa. Muchas veces eran el único médico en una comunidad, sin la vigilancia de jefes ni funcionarios cubanos, en poblaciones a las que otros médicos nacionales no podían llegar o no existían suficiente personal para trabajar. En todos los casos, los cubanos ofrecían un servicio apreciado y respetado por la población y por los equipos, instituciones y servicios médicos del país sede, a los que se insertan con respeto y naturalidad, en un solo equipo de Salud; aprendiendo también a diario de ellos y ellos de nosotros.

Cuba no es un país rico, tenemos recursos limitados y sufrimos un bloqueo atroz que afecta a toda nuestra población sin distinguir siquiera el sector público estatal, cooperativo o privado. La meta es asfixiar toda la economía y provocar el cambio de gobierno por uno que responda al interés de Estados Unidos.

Es conocido que hay países con mayores recursos económicos que Cuba y pagan por esos servicios. En algunos casos, debido a las catástrofes o gran necesidad, sin recursos económicos, solo se cubren por el país sede los gastos del personal médico cubano en su territorio, sin pagar nada a las contrapartes y entidades médicas o de servicios médicos de Cuba con las que se establece el acuerdo. Así fue en Centroamérica tras el huracán Mitch, y también en Italia ahora, donde la urgencia y emergencia fue tremenda. Hay otros ejemplos de entrega desinteresada como la asistencia de la Brigada Henry Reeve tras terremotos en Pakistán, Haití, Chile y Perú, el ofrecimiento a Estados Unidos tras el huracán Katrina, la Operación Milagro y muchos más.

En aquellos países donde sí se reciben ingresos por acuerdo mutuo, pues el país que solicita tiene los recursos y carece de personal, hay una parte que se aporta al presupuesto de Cuba. Desde el contrato individual con cada médico, se conoce y queda claro cuál es su ingreso personal y que una parte importante se destina al aporte para ayudar sostener al sistema de salud pública gratuita y universal de Cuba, del que también disfrutan. Ocurre en Cuba lo mismo en otros sectores que generan moneda convertible para el gasto social de todos. Qué pena que a Estados Unidos le moleste mucho más un país bloqueado donde todos tienen garantizado el acceso a servicios y derechos, que otros donde son solo exclusivos de una minoría que los puede pagar. No dicen tampoco que la educación, incluyendo los estudios de universidad y medicina, son gratis en Cuba como hoy reclaman millones en el mundo.

A Estados Unidos, que bloquea la salud pública de Cuba y quiere estrangular la economía y los ingresos de cualquier tipo de nuestro pueblo —incluyendo los de las exportaciones farmacéuticas y biotecnológica o los servicios médicos—, no le incumbe la naturaleza de los esquemas de cooperación de Cuba y es un acto supremo de hipocresía aparentar preocupación por el salario de quienes menosprecia y ataca cada día con cualquier tipo de insultos y sanciones.

Con esa parte de los ingresos que aportan los servicios médicos de Cuba, legítimos en cualquier esquema de cooperación Sur-Sur de Naciones Unidas por los que se rigen, se adquieren costosos insumos para toda la población incluyendo pruebas diagnósticos, insumos para la industria farmacéutica y biotecnológica de Cuba, tratamientos para el cáncer, etc. Son recursos a los que los médicos contratados en el exterior y sus familiares también tienen acceso gratuito.

Vivimos en un país en el que la mayoría trabajamos entre todos para mejorar la vida de todos y no de unos pocos. Así ocurre en todas las esferas; y no es secreto que son bajos los salarios cubanos como tampoco es secreto que en Cuba son gratis otros costosos servicios que, junto a la salud, ocupan más del 80 por ciento del gasto de cualquier familia en el mundo.

A nadie se le obliga a vivir en Cuba, la emigración es un derecho reconocido y una minoría no puede pretender imponer a la mayoría vivir en otro tipo de sociedad, o viceversa, mucho menos un gobierno extranjero dando voz y fondos a sus cubanos favoritos para armar, artificialmente, un simulacro de “oposición” entregada y disciplinada ante las órdenes de Washington, que nuestro pueblo no respeta por representar los intereses de dominación y abuso del país que lo castiga. Pocas cosas caracterizan más la historia de Cuba que la lucha por librarnos del yugo de un país extranjero.

A cambio de visados y promesas, tantas veces no cumplidas después, el gobierno de Estados Unidos ha logrado que una minoría de médicos se pronuncien contra el programa en el que permanece la gran mayoría, decenas de miles voluntariamente, con dedicación a toda prueba. Algunos de esos fueron al Congreso a visitar a Marco Rubio y compañía y hacerse la foto para dotar de contenido al guion y la calumnia.

Por chantaje se han sumado un manojo de médicos a los que los programas como el Medical Parole incentivaron a abandonar sus misiones a cambio de determinados beneficios y en detrimento de las poblaciones a las que servían y del país que los formó y los preparó para cumplir las mismas. Algunos han llegado a decir cosas que solo caben en la cabeza turbia de los funcionarios que ahora los tutelan. Solo falta decir que los médicos cubanos comen niños.

Muchos diplomáticos cubanos conocemos del altruismo y sensibilidad de las mujeres y hombres que forman las brigadas médicas de Cuba.

Conozco también muchos médicos cubanos que optaron legalmente por vivir fuera de Cuba después de culminar sus misiones, atraídos por mejores salarios y condiciones para una vida mejor para ellos y sus familiares en sociedades desarrolladas. Otros han salido por amor. La gran mayoría son médicos que jamás levantarán la mano para pedir que se arrecie el bloqueo o atacar el sistema de salud pública de Cuba o el país que los formó y preparó para trabajar en el exterior; país por demás donde aún viven sus colegas ejerciendo la medicina para el pueblo con bloqueo. Hoy también son médicos cubanos luchando contra la COVID-19. Aquí viven sus familiares, reciben tratamiento médico gratuito y sufren la adversidad de vivir en un país al que no se le ha dado por su vecino más cercano la oportunidad de respirar y dedicarse a mejorar su proyecto sin medidas abusivas ni presiones, ni intervención ni campañas de demonización como esta.

Estados Unidos miente y atenta contra la cooperación al calificar esta labor de explotación y trata.

Estados Unidos gasta más dinero que cualquier otro país del mundo para un sistema de atención médica paralizado y dominado por el negocio privado de las aseguradoras, que no puede proporcionar servicios decentes para 28 millones de personas sin seguro, y los otros 50 millones con servicios incompletos o defectuosos programas de seguro médico basado en la ganancia.

La salud no debe ser un negocio. El acceso a la atención médica es un derecho humano. Estados Unidos engaña deliberadamente al público cuando ataca la cooperación médica internacional legítima.

Nuestra experiencia se basa en la noción de que el acceso a la atención de salud para todos es un derecho humano, y que garantizar dicho acceso es una obligación de todos los Estados con un sentido mínimo de justicia social. En nuestro caso, esa obligación está escrita en la Constitución. Solo con un compromiso honesto y una firme voluntad política del Gobierno puede un país relativamente pequeño, con recursos naturales y riqueza limitados, y que sufre un brutal bloqueo económico, alcanzar los notables indicadores de salud que el mundo celebra hoy en Cuba. Es así como hemos podido garantizar a toda nuestra población indicadores de bienestar y salud comparables con las sociedades avanzadas del mundo y sabemos lo que podríamos alcanzar si no existiera un bloqueo tan brutal que quita oxígeno a la economía y constituye el principal obstáculo para el desarrollo de Cuba y su pueblo, más allá de nuestras propias y conocidas insuficiencias.

Cuba tiene alrededor de 100 000 médicos en activo. A lo largo de 60 años casi 380 000 se graduaron de medicina; y se han entrenado en Cuba sin lucro 35 600 doctores y profesionales de la salud de 138 países. Están los graduados de las becas de la Escuela Latinoamericana de Medicina en muchos países dando su aporte por salvar vidas.

El gobierno de Estados Unidos no puede tapar el Sol con un dedo, pero resulta bochornoso que esta y no la cooperación sea su prioridad.

Tenemos acuerdos, intercambios, respeto de nuestras comunidades médica y científica dispuestas a colaborar en bien de nuestros pueblos y de la comunidad internacional.

*https://www.voanoticias.com/a/pompeo-aplaude-expulsion-de-personal-cubano-de-bolivia/5171779.html

Tomado de: https://culturayresistenciablog.wordpress.com

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